En las misas por difuntos con demasiada frecuencia se escucha desde los púlpitos:
“Él ya no está sufriendo más.
Ahora él está en un lugar mucho mejor.
¡Ahora él está en el cielo con el Señor en la gloria!”
Los curas que expresan estas frases muy probablemente están movidos por la buena voluntad y la mejor de las intenciones.
Pero podrían estar muy lejos de la realidad.
Porque descartan de plano cualquier posibilidad de que hayan ido al purgatorio.
Están negando un dogma de fe de la Iglesia Católica.
Y están desinformando a los fieles, con la posibilidad de que caigan en errores trágicos.
¿Con que perentoriedad los familiares van a rezar por el alma del difunto si el sacerdote les dijo que ya llegó al cielo?
Una de las herejías que flotan en círculos parroquiales es que todo el mundo va al cielo y al instante.
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En otras palabras, simplemente ser un bautizado católico es un pasaporte seguro al cielo.
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Y es más, ahora la apertura ha llegado a tal punto que la nueva moda es que ni siquiera parece que el occiso debería estar bautizado para ir al Cielo.
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Basta con que sus familiares digan que era una persona buena.
Esta herejía que aceptamos sin más, transmite la idea que no existe o no se aplica en ningún caso el estado intermedio de purificación.
Con la muerte, las puertas del cielo están abiertas y el vuelo es non-stop al paraíso.
Las nacaradas puertas se abren y el Señor está listo para abrazar a los occisos para siempre.
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A pesar que en algunas lecturas póstumas de los familiares desde el ambón podemos oír frases como esta:
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“No era una persona muy devota, no solía venir a misa”.
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“Vivía a la fe a su modo”.
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“Su dios era el trabajo y la familia”.
¿Y si es así, como dicen a sus familiares que no pasó aunque sea unos minutos en el Purgatorio?
Esta es una idea claramente de cuño protestante y no católica.
LA SIMPLEZA CON QUE LOS EXPLICABA SANTA BERNARDITA
“El obispo Dupanloup observaba con expresión seria y reticente a la joven monjita que estaba sentada frente a él en la salita del convento.
De entrada le había avisado que era “liberal, pero no crédulo”.
Y ahora volvió al ataque;
–En Lourdes piensan que Ud. es una santa – le dijo con tono inquisitivo. Observó su reacción.
Sí – asintió ella- es fácil canonizar a la gente. Después ya no se cree necesario rezar por ellos.
Cuando yo muera, dirán, la hermana María Bernarda era una santita – dijo frunciendo la cara graciosamente- ¡y yo, me asaré en el Purgatorio!
El obispo rió con ganas ante tal muestra de sencilla modestia y se despidió. Bernardita volvió a sus ocupaciones”.
Esta escena es de la película “La pasión de Bernardette”, y muestra uno de los grandes problemas de la cristiandad, aún entonces, que se ha ido acrecentando con el correr del tiempo.
Evidentemente Bernardita tuvo un muy grande Purgatorio en vida, debido a sus múltiples padecimientos y a la alegría con que los enfrentaba.
Pero no es el común de los casos.
No creemos necesario rezar por nuestros muertos.
Con el apremio de dar un consuelo fácil y pronto a los deudos del difunto, los sacerdotes y las comunidades en general, tienden a asegurarle al deudo, su absoluta certeza personal de que su pariente está gozando de la gloria de Dios.
FLACO FAVOR AL POBRE DIFUNTO
Parece que no es necesario ofrecer misas u oraciones por su alma.
Lo que le hace un muy flaco favor al alma del muerto.
Colocamos el halo de santidad a la persona que se nos fue, olvidando todos sus defectos o errores que nos mortificaban en vida.
Es como si la corona de gloria viniera incluida en el precio del ataúd y el servicio de sepelio.
Estamos seguros de eso, y es una comodidad para nosotros pensar así, porque aumentaría muchísimo nuestro dolor si pensamos en que nuestro ser querido está sufriendo.
Y aun así, si alguien prudentemente nos señalara que, de acuerdo a su forma de vida y a sus costumbres, tal vez su primer destino sería pasar por el Purgatorio, tendemos a pensar en eso con alivio.
Se salvó, decimos, es cuestión de tiempo para que pase al Cielo.
Pero el sufrimiento del Purgatorio es atroz.
Tan atroz, que unas pocas horas en él tal vez bastaran ante la gran misericordia de Dios, para purgar la culpa de muchos años.
Y a partir de ese momento, el alma podría salir, aun cuando le quede mucha condena por pagar.
El Señor es compasivo y misericordioso. No le gusta ver sufrir a sus hijos.
Por lo que le es grato que las almas sean indultadas del resto de su condena mediante los sufragios que nosotros, la Iglesia militante, ofrezcamos por ellos.
Y toda esa ofrenda nos será devuelta en multitud de bendiciones para nosotros.
Pero, generalmente estamos muy ocupados y no podemos pensar en esas cosas.
Y no reparamos en que eso es una omisión grave frente a Dios Nuestro Señor y una herejía si lo contrastamos con al Evangelio y la Doctrina de la Iglesia.
SÓLO LOS PUROS ENTRAN AL CIELO
Esto no sólo es una falsa teología, sino que es muy peligroso y perjudicial para el estado de la persona fallecida.
¿Por qué?
Si todos están totalmente convencidos de que «el tío Juan» se regocija con Dios, los ángeles y los santos.
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Y que merece los frutos de sus trabajos terrenales y de criar una familia.
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Entonces ¿cuál es el propósito y razón de rezar por él?
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No tiene sentido si ya llegó al cielo.
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En cambio sí tiene sentido y es muy importante, cuando las personas están detenidas en el purgatorio.
Ha sido enseñanza Católica sólida durante los siglos que sólo aquellos que son perfectos en la caridad, no tienen impurezas e imperfecciones en sus almas, y han hecho una debida reparación por los pecados de su pasado, tendrán acceso a su morada celestial.
El libro de Apocalipsis lo expresa con toda claridad: Jesús reiteró esto en el sermón de la montaña, en una de las bienaventuranzas:
«Bienaventurados los limpios de corazón», nada impuro puede entrar en el Reino de Dios «ellos verán a Dios». (Mt. 5, 8)
El punto es este: ninguno de nosotros tiene la autoridad para canonizar extraoficialmente a cualquier persona que ha pasado de esta vida a la otra vida.
Proclamar que tal persona está en un lugar mejor, ya no tiene sufrimiento, está en las colinas eternas e imperecederas de la paz y la alegría, junto a Dios, es presuntuosa, mala y simplemente falsa compasión.
Peor aún, estamos tomando el papel del Santo Padre, el Papa.
Sólo el Papa tiene el derecho de canonizar o declarar que una persona está, sin duda en el cielo.
Esta herejía está en el seno de la Iglesia, propuesta por teólogos relevante en la época del Concilio Vaticano II.
¿TODOS SE VAN A SALVAR? ¿QUÉ DICE LA BIBLIA Y EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA?
En el último siglo se ha desarrollado la idea en la Iglesia Católica, y también entre los protestantes, que quizás todos los seres humanos se salven debido a la misericordia infinita de Dios.
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Y que es “razonable esperar” que Dios no envíe a personas al infierno.
Esta idea aparentemente tomó legitimidad a raíz de algunas palabras del teólogo jesuita suizo Hans Urs Von Balthasar.
Quien parte de la idea de que “esperar la salvación eterna de todos los hombres no es contrario a la fe”.
Pero su tesis suscitó críticas obligando a Von Balthasar a defenderse:
“Mis palabras fueron repetidamente tergiversadas en el sentido de que, quien espera la salvación para todos sus hermanos y hermanas ‘espera el infierno vacío’ […].
O en el sentido de que quien manifiesta tal esperanza enseña la ‘redención de todos’ (apokatastasis), condenada por la Iglesia, cosa que expresamente rechacé”.
Dios sin duda “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad”, como dice San Pablo (1 Timoteo 2, 4).
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Pero una vez que algunos hicieron libre y conscientemente su opción por el infierno, Dios en su infinita y perfectísima justicia la respeta.
Habiendo el hombre rechazado a Dios, él a su vez sufre el rechazo de Dios, que lo precipita en las profundidades del abismo, de la “gehena” (Mateo 5, 22), “horno ardiente” donde “habrá llanto y rechinar de dientes” (Mateo 13,42).
Sin embargo hoy sigue diciéndose en las parroquias en voz baja, tanto por obispos, sacerdotes y laicos que Dios es tan misericordioso que no envía al infierno a nadie; si es que el infierno existe realmente, acotan.
Si esto sucediera entonces sería hora de revisar lo que la Iglesia enseña históricamente en todos sus Concilios.
E interpretar de una manera radicalmente diferente lo que dijo Jesucristo en la Biblia.
De lo contrario lo que se está diciendo es una herejía, aunque se diga en voz baja.
O precisamente se dice en voz baja porque es una herejía.
¿PODEMOS ESPERAR QUE TODOS SE SALVEN SEGÚN JESUCRISTO?
“No”, dice el Hijo de Dios, Jesucristo, Nuestro Señor y Salvador: ver Mateo 5:20, 10:28, 11:23, 25:41-46, Marcos 9:41-47, Lucas 16:19-26, Juan 3:36, 6:65-69
Jesús no está mintiendo sobre el Infierno. Algunas personas humanas van al Infierno.
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Si no es así, muchas de las enseñanzas de Jesús en los Evangelios serían absurdas, sin sentido, o falsas.
Así que si alguien dice que “quizás” todos los seres humanos serán salvados y van al cielo.
O que podemos “razonablemente esperar” que no haya personas humanas enviadas al infierno.
Están acusando a Jesús, el Hijo de Dios, de mentir y desinformarnos sobre el cielo y el infierno y la salvación.
¿PODEMOS RAZONABLEMENTE ESPERAR QUE TODOS SE SALVEN SEGÚN LOS CONCILIOS DE LA IGLESIA?
“No”, dice el Concilio de Constantinopla:
“Si alguien dice o afirma que el castigo de los demonios y de los hombres impíos es temporal, y que tendrá su fin en algún momento, es decir, habrá una completa restauración de los demonios o de los hombres impíos, que sea anatema” [Denzinger 211]
Es una herejía decir que habrá una restauración completa de los impíos, de tal manera que todos serán salvos.
No importa si dicen que están “seguros” que todos se salvan (universalismo), o si afirman que hay una “esperanza razonable” de que “tal vez” todos se salven (universalismo mitigado).
Aún la “esperanza razonable” es una reclamación herética y sigue siendo una herejía. Decir «tal vez» es una afirmación herética y sigue siendo una herejía.
“No”, dice el Concilio de Trento:
“En verdad, a pesar de que Él murió por todos, no todos reciben el beneficio de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se comunica el mérito de su pasión” [Decreto sobre la justificación, Capítulo III]
El principal beneficio de la muerte de Cristo es la salvación eterna.
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El Concilio de Trento enseña infaliblemente que “no todos” reciben ese beneficio, y por lo tanto, hay que considerar que no todas las personas humanas se salvan.
No es posible que esperemos que lo contrario sea en realidad la verdad. No es razonable para un católico la esperanza de que una enseñanza infalible de un Concilio Ecuménico sea falsa.
“No”, dice el Concilio Lateranense IV:
“Él vendrá al final de los tiempos para juzgar a los vivos y los muertos, para recompensar a cada uno según sus obras, tanto a los réprobos y a los elegidos.
Todos ellos se levantará con su propio cuerpo, que ahora llevan, a fin de recibir de acuerdo a sus méritos, ya sean buenas o malos este último castigo perpetuo con el diablo o la gloria eterna con Cristo”.
Los que dicen que “tal vez” todos se salven y que podemos “esperar razonablemente” que no haya personas humanas enviadas al infierno están en contradicción con la enseñanza infalible:
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-de que la resurrección general incluye a los reprobados en el infierno, y
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-que estas almas réprobas, después de haberles sido dado el cuerpo resucitado, serán enviadas al castigo “perpetuo” (es decir, eterno) con el diablo.
“No”, dice el Concilio de Florencia:
“Las almas de los que salen de esta vida en pecado mortal real… bajan inmediatamente al infierno para ser castigadas”.
Si no hay personas humanas enviadas al infierno, entonces no puede haber dolores. Así que la “esperanza razonable” de que todos se salven contradice la enseñanza infalible de otro Consejo Ecuménico.
“No”, dice el Concilio de Florencia de nuevo:
“Por último, si no se arrepienten en sus corazones, haciendo obras dignas de arrepentimiento y hacen digna satisfacción a su santidad y a la iglesia universal de la enormidad de sus pecados, podrán ser empujadas con los malvados a la oscuridad eterna, condenados por el justo juicio de Dios al tormento eterno”.
Si no hay seres humanos malvados en el infierno, entonces la enseñanza infalible anterior sería falsa.
El Concilio de Florencia enseñó también, de manera similar a la IV Concilio de Letrán, que incluye la resurrección general que “los que hicieron lo malo” serán enviados “al fuego eterno”.
“No”, dice el Concilio de Letrán V:
el Señor “promete recompensas eternas y castigos eternos a los que serán juzgados de acuerdo a los méritos de su vida” [Sesión 8]
La promesa del Señor Jesucristo de castigo eterno para los que mueren en la condenación final sería una falsa promesa si no hay personas humanas enviadas al infierno.
“No”, dice el Concilio Vaticano I:
“Si, pues, sin fe es imposible agradar a Dios y llegar a participar como hijos e hijas, se deduce que nadie puede alcanzar la justificación sin ella [la fe], tampoco nadie puede alcanzar la vida eterna a menos que él o ella persevere en ella hasta el final” [Constitución dogmática sobre la fe católica, Capítulo 3].
Si todos alcanzan la vida eterna, entonces esta enseñanza del Concilio Vaticano I sería nula y sin efecto; no tendría sentido y sería falsa.
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Pero dado que las enseñanzas infalibles del Concilio Ecuménico no pueden ser falsas, nulas, o sin sentido, algunas personas humanas no se salvan; son castigadas para siempre en el infierno.
“No”, dice el Concilio Vaticano II:
“El cristiano que falta a sus obligaciones temporales, falta a sus deberes hacia su vecino e incluso a Dios, y pone en peligro su salvación eterna” [GS 43]
La enseñanza del Concilio Vaticano II serían falsas si todos los cristianos y todas las demás personas humanas fueran salvados.
¿PODEMOS RAZONABLEMENTE ESPERAR QUE TODOS SE SALVEN SEGÚN OTRAS ENSEÑANZAS CATÓLICAS?
“No”, dice la Virgen María, que nos enseñó en Fátima que más almas van al Infierno por los pecados de la carne que por cualquier otra razón.
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Por lo tanto, muchas personas humanas (almas) son enviadas al infierno por los pecados sexuales, y algunas personas adicionales son enviadas allí por otros tipos de pecado.
“No”, dicen los niños de Fátima, a quienes se muestra una visión del infierno que incluía demonios y almas humanas.
Estaban horrorizados por esta visión; temblaron, y gritaron de miedo. Ellos supieron que algunas personas humanas eran enviadas al infierno.
“No” dicen los muchos Santos, Beatos y otras personas santas que también recibieron visiones del infierno por Dios.
“No”, dice el amor de Dios. Nuestro Creador que nos dio libre albedrío, y Él respeta nuestra libertad de elegir entre el bien y el mal: ver Eclesiástico 15: 14-19
“No”, dice la justicia de Dios. Porque el único y verdadera juez es Dios: ver Apocalipsis 20: 11-15
“No” dice que cada cristiano fiel y razonable.
Por lo tanto, cualquier cristiano que cree, afirma, o enseñe que “tal vez” todos los seres humanos se salven, o que podemos “razonablemente esperar” que todos los seres humanos se salven, cree, afirma, o enseña una herejía.
Jesucristo enseña claramente en el Evangelio, al igual que varias Concilios Ecuménico definidos infaliblemente, que no todas las personas humanas se salvan.
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Y que algunas personas humanas son enviadas por Dios al infierno “donde el gusano no muere y el fuego no se extingue”.
Fuentes:
- http://www.catholicstand.com/conspiracies-catholicism-lucifer/
- http://www.catholicpulse.com/cp/en/columnists/schall.html
- http://www.patheos.com/blogs/standingonmyhead/hell-will-lots-of-people-go-there
- http://www.teologoresponde.org/2014/03/16/que-son-las-misas-gregorianos-es-verdad-que-no-se-pueden-cortar/
- http://www.marianos.net/AM/?page=misas&article=gregorian
- http://www.sancta-missa-cotidiana.org/es/?tag=misas-gregorianas
- https://misagregorianagrancanaria.wordpress.com/como-celebrar/
María de los Ángeles Pizzorno de Uruguay, Escritora, Catequista, Ex Secretaria retirada
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