Todos pasamos por pruebas en la vida.

La muerte de algún ser querido, una enfermedad, algún desengaño emocional, alguna pelea con una persona que nos interesa.

Problemas económicos, un terremoto, y todo lo que uno se puede imaginar.

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Y las consecuencias de estos problemas pueden perdurar años, transformándose en una espina espiritual o incluso somatizarse en una enfermedad.

Quien piensa que tiene el control de todo, que debe solucionar las cosas por sí mismo, entra en una espiral mezcla de pánico e hiperactividad en esos momentos, tratando de recomponer las cosas externamente.

Y eso le lleva a perder la paz interior, de modo que toda actividad exterior la hará con una fuerte sensación de intranquilidad.

Que incluso le llevará a agravar el problema, porque algunas decisiones que tomará no serán las más correctas.

Y eso le lleva a perder la paz interior.

Pero el que sabe que no tiene el control de las cosas, que todo está en manos de Dios:

En primer lugar no se centrará en gastar energía pensando lo injusto que fue suceso traumático, ni en el dolor que le produjo, porque lo interpretará que fue una prueba que le envió Dios.

Y en segundo lugar, también pensará que la solución al problema está en manos de Dios, que nosotros somos ‘siervos inútiles’ para recomponer la situación.

Entonces la mejor opción es dejarlo todo en manos de Dios para que nos guíe como actuar.

Ya sé que el lector estará pensando que lo que digo es fácil de escribir pero no tan fácil de operar en una situación concreta.

Y debo admitir que es así, pero también que actuar de esa forma requiere un aprendizaje.

Que poco a poco nos irá revelando lo adecuado de este planteo y quitándonos los miedos a quedar esperando pasivamente, en apariencia.

En cualquier caso, cuando uno experimenta una conmoción física, mental, espiritual o emocional, el resultado de tribulación interior es habitual.
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Nos queda la sensación de estar perturbados, angustiados y con frecuencia de desesperación.

San Juan de la Cruz

  

EL MÉTODO DE SAN JUAN DE LA CRUZ PARA SANAR LA MEMORIA

San Juan de la cruz es un santo Carmelita que vivió en el siglo XVI.

Y planteó que nuestros recuerdos dañinos son sanados gradualmente por la virtud teológica de la esperanza.

Esta virtud recordemos la obtenemos con el bautismo, pero la debemos practicar.

Cuando llegamos a una situación de incomodidad por nuestros recuerdos dañinos es porque los hemos reproducido centenares de veces en nuestra cabeza.

Entonces debemos tomar la decisión de olvidarlos.

Y podremos hacer cuando llegamos a la convicción que los recuerdos dolorosos son un obstáculo para nuestra felicidad.

Practicando la virtud de la esperanza podemos cancelar mucho del dolor y la tristeza que nos embarga.

Pero no lo podemos hacer mientras nos olvidemos de Dios.

En cambio, si tenemos a Dios frecuentemente en nuestra presencia, aprenderemos a esperar en Dios purifique y sane nuestra memoria.

El vehículo principal es la oración y la adoración

Cuanto más esperanza depositemos en Dios, más rápido avanzaremos en el camino gradual de hacer disminuir los recuerdos dolorosos.

O sea que cuanto más llenemos nuestra mente con Dios más vamos a desplazar las imágenes dolorosas que tenemos en la memoria.

Esto significa llenarnos con un pensamiento de eternidad en lugar de estar llenos de cosas efímeras.

Una práctica muy recomendable es la adoración eucarística, pero no la única.

Consiste en ponerse en presencia de Jesucristo en la hostia consagrada sistemáticamente.

Puedes comenzar la adoración conversando con Jesús y contarle de tus problemas.

Y luego te aquietarás y dejarás que Él te sane, poniendo toda tu atención en Jesús y olvidándote de ti mismo.

Simplemente lo contemplas dejando de lado lo que sucede en tu vida.

Finalmente terminará la adoración con una acción de gracias por los favores recibidos.

Con esta metodología verás que gradualmente Jesús irá sanando las partes dañinas de tu memoria.

Veamos ahora más en concreto detalles de una propuesta como la de Sal Juan de la Cruz.

escalera que lleva al cielo

  

¿CÓMO RECUPERO MI PAZ DESPUÉS DE SENTIRME TAN PERDIDO?

  

1 – TOMARSE TIEMPO PARA LA ORACIÓN

Inmediatamente después del trauma, mucha gente está tan metida en el problema que sus sentimientos y pensamientos no van hacia la oración. 

Pero realmente hay que esforzarse por hacerlo; porque lo pone a uno más tranquilo y pacífico.

Aunque es una lucha orar, entregarse al Señor cuando han pasado cosas que a veces no tienen solución y pedirle que te dirija.

Pero si no lo haces, te precipitarás en el desconcierto y estrás cada vez más frustrado.

Se debería seguir el consejo del Papa emérito Benedicto XVI, cuando habló después de la Pascua en 2010 acerca de los problemas y dificultades que enfrentaba la iglesia primitiva:

«Cuando la primera comunidad cristiana fue confrontada por peligros, dificultades y amenazas no trató de encontrar la manera de reaccionar, de encontrar estrategias, de defenderse o buscar medidas adoptar.

Más bien, cuando se la puso a prueba, la comunidad comienza a orar y se pone en contacto con Dios».

Lo primero y más importante que uno debe hacer es parar, aquietarse, mirar hacia arriba y hacerse tiempo para orar.
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Ahí te pone en un mejor estado de ánimo y uno se siente mucho más útil porque el Señor comienza a orientarte.

  

2 – CONTEMPLAR A CRISTO PARA ENCONTRAR UN FUNDAMENTO DE LA PAZ

En la solemnidad de María, Madre de Dios, también el Día Mundial de la Paz, el Papa emérito Benedicto preguntó:

«Podemos preguntarnos: ¿cuál es la base, el origen, la raíz de la paz? 

¿Cómo podemos experimentar esa paz dentro de nosotros mismos, a pesar de los problemas, la oscuridad y la ansiedad? «

Él responde a esa pregunta al pedirnos «contemplar la paz interior» de la Santísima Virgen María que la conduce a, durante y después del nacimiento de Jesús (Lucas 2: 16-21).

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Durante ese tiempo, dijo,

«muchas cosas inesperadas ocurrieron a María; el agotador viaje de Nazaret a Belén, el no encontrar habitación en la posada… el canto de los ángeles y la inesperada visita de los pastores». 

Toda su vida habría sido arrojada en el caos y ella nunca hubiera tomado un descanso. Sin embargo, en medio de todo esto,

«María permanece incluso con templanza, ella no se agita, no es superada por los acontecimientos mayores que ella.
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En silencio ella considera lo que sucede, manteniéndolo en su mente y el corazón, y reflexiona con calma y serenidad.
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Esta es la paz interior que debemos tener en medio de los acontecimientos a veces tumultuosos y confusos de la historia».

Benedicto señala que el fundamento de la paz se puede encontrar haciendo como María: contemplando a Jesucristo.

Somos hijos e hijas de Dios, y, como María, deberíamos tener la misma seguridad que un niño siente en los brazos de un amante y todopoderoso Padre.

La respuesta de María es muy potente, especialmente a la luz de la propia pérdida de paz.

Esta reflexión de Benedicto nos anima a recurrir una vez más a una profunda la oración y a la contemplación del rostro de Cristo, que es fuente de toda paz.

  

3 – APRENDER A PERMITIR QUE LA GRACIA DE DIOS TRABAJE

Búsqueda y mantenimiento de la paz interior, un libro escrito por el P. Jacques Phillipe, es otra fuente de sabiduría que te puede ayudar a recuperar la paz interior después de un trauma.

Después de una situación traumática uno queda preocupado y agitado, y en general trata de hacer exactamente lo que el P. Jacques dice de no hacer, correr de un lado para el otro, tratando de resolverlo todo uno mismo. 

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Pero la solución, escribe, es permanecer pacíficamente ante la mirada de Dios y permitirle trabajar en mí mismo con Su sabiduría y poder.

Él destaca que es esencial para nosotros

«aprender, poco a poco, cómo conservar, en todas las circunstancias, una profunda paz del corazón».  

Y subraya que todo el bien que hacemos viene de Dios y sólo de Él.

A menudo tenemos que experimentar fallas, dificultades, pruebas y sufrimientos para aprender lo que tenemos permitido por Dios.

Cuanto más nuestra alma está en paz y tranquila, más Dios se refleja en ella y más su gracia actúa a través de nosotros. 

Pero si nuestra alma está agitada y turbulenta, la gracia de Dios es limitada.

El P. Jacques nos enseña que Dios es un Dios de paz, por lo que habla o actúa en paz, no en medio de problemas o agitación.  

Para que la gracia de Dios actúe libremente en nuestras vidas, debemos conscientemente renunciar a las cosas que nos perturban y nos problematizan.

Esto requiere de la oración, los sacramentos y la docilidad de espíritu, entre muchas otras cosas más.

Una de las preguntas fundamentales que uno se hace entonces a raíz de lo que dice el libro sobre como recuperar mi sensación de paz, es:

¿Cómo puedo dejar actuar a Dios dentro de mí? 

¿Cómo puedo permitir que la gracia de Dios opere libremente?

Para ello debemos tratar de descubrir la disposición de nuestra alma, la actitud profunda del corazón y de las condiciones espirituales que lo permiten.
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Sólo entonces podremos tener un fruto que perdure y encontrar la paz que permanece imperturbable, incluso en los momentos de prueba.

Pero a veces nuestros recuerdos de los traumas nos persiguen y nos producen problemas graves en la vida.

Nos negamos a hacer las paces con alguien o algo que nos hizo mal.

Entonces es necesario un proceso de sanación de nuestra memoria.

  

LA SANACIÓN DE LOS RECUERDOS DOLOROSOS, UN EJEMPLO DE BORRADO

A veces la gente se bloquea luego de situaciones traumáticas. Parece que no pueden borrar el recuerdo del terrible suceso.

Y en ocasiones les perturba tanto que lo somatizan surgiendo así enfermedades físicas.

Una forma clave para hacer frente a esto es la purificación de la memoria.

Hay cinco etapas que menciona Elisabeth Kübler-Ross que una persona pasa en un duelo:

Negación: La persona se niega a admitir que está herida.

Ira: La persona culpa a otros de haberle hecho el daño.

Negociación: La persona pone condiciones a su disposición a perdonar. O sea que en el fondo decide lo que se necesitaría para que perdonara.

Estas condiciones es generalmente improbable que se cumplan, pero la persona ofendida al menos permite que el perdón sea posible.

Depresión: La persona está ‘bajoneada’ porque el daño la paraliza.

Aceptación: La persona busca crecer a partir de este daño.

Los autores Dennis y Matthew Linn han estudiado cómo realizar la purificación de la memoria y proponen cuatro emociones para ser trabajadas para la sanación: la ansiedad, el miedo, la ira y la culpa.

Explican cómo la historia de los discípulos en el camino a Emaús proporciona un patrón para la curación.

Los discípulos pasaron por la ansiedad, la ira, el miedo y la culpa, y luego experimentaron el amor incondicional y la bondad de Jesús.

Una vez que Jesús les explicó lo que decían las Escrituras acerca de sí mismo, se sintieron perdonados y apreciados en todo lo que habían pasado.

Ellos volvieron a Jerusalén con sus corazones sanados.

Los hermanos Linn cuentan una historia de purificación de la memoria de una mujer llamada Agnes.

La visión en su ojo derecho había decrecido durante catorce años. Su ojo izquierdo estaba empezando a fallar también.

Ella asistió a un taller para la purificación de la memoria, donde los participantes oraron por ella.

Ella necesitaba sanar la memoria de su padre, que había cortado toda comunicación con ella cuarenta y cinco años antes, cuando ella había entrado en la carrera de enfermería.

Ella trató de no pensar en este recuerdo, ya que lo vio como la raíz de su triste vida sin el amor de su padre.

El día 1, Agnes expresó a Dios la ira a su padre por haberla  abandonado.

Pero también expresó su propia culpa por no haber contactado a su padre.

En el día 2, fue de vuelta a cuarenta y cinco años antes, al inicio de la herida que su padre le había causado y se imaginó a Dios Padre abrazándola con su amor paternal incondicional.

Ella sintió que se iba desvaneciendo la tristeza cuando el Padre continuaba a abrazándola.

Entonces el Padre la tomó la mano y le preguntó si le daría ese mismo perdón amoroso a su padre, fallecido hacía quince años.

El día 3, trató de profundizar en su amor por su padre, y trató de ver qué bendiciones podría haber recibido en su vida sin él.

Ella se consoló porque su separación le había trasladado una fuerte relación con Dios mediante la oración y servir a los pacientes en soledad durante treinta y ocho años.

A medida que comenzó a ser sanada su memoria, también lo hizo su ojo.

Mejoró gradualmente cada día, y para el final del taller, fue capaz de leer a los demás participantes del pasaje en Marcos 8:22-26 sobre el ciego que recobró la vista gradualmente cuando Jesús puso las manos sobre él.

Agnes escribió al P. Linn para expresar su agradecimiento.

Ella estaba muy feliz de haber recibido su vista pero agregó:

“La profunda sanación de los recuerdos que he tenido con mi padre es la mayor bendición que he tenido”.

Puedes utilizar estos mismos pasos para curar tus propias memorias dolorosas cuando no puedas superar situaciones traumáticas del pasado.

1 – Considera si estás en la etapa de negación de que fuiste herido. Si es así, admite esta negación para que puedas pasar al segundo paso.

2 – Contacta profundamente con la sensación resultante de la herida.

3 – Decide en qué condiciones es posible perdonar al ofensor.

Esta negociación es teórica, pero su valor es que admites que es posible de hecho perdonar.

Es un paso intermedio, que mejora la posición inicial de negarse completamente a perdonar.

4 – Redirige tu foco contra ti mismo por permitir que ésta herida te impida vivir una vida productiva, libre de ira.

5 – Reconoce el dolor como una oportunidad para el crecimiento, e identifica cómo te ha ayudado a desarrollar virtudes.

Nombra los beneficios que cosechaste desde que sucedió la situación traumática, especialmente la capacidad de ser más sensible a los demás que han sido heridos.

Siguiendo estos pasos realmente vas a ser capaz de perdonar a los que te han herido, y encontrar paz sobre el pasado.

Fuentes:


Sergio Fernández, Editor de los Foros de la Virgen María

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