Pocos cristianos tienen dudas de los dones sobrenaturales del Padre Pío.

De que fue uno de los intercesores milagrosos más importante de los últimos 100 años.

Entre sus dones más conocidos está su capacidad de interceder para curaciones, sus bilocaciones y la capacidad para ver el futuro para guiar a sus hijos espirituales.

En este artículo traemos tres hechos milagrosos poco conocidos.

 

EL PRIMER MILAGRO PUBLICITADO DEL PADRE PÍO

El primer milagro publicado del Padre Pío fue hecho por el periódico napolitano «Il Mattino», en las ediciones del 20 y 21 de junio de 1919.

El diario había asignado al periodista Renato Trevisani para investigar a un supuesto místico estigmatizado que vivía en un convento de  San Giovanni Rotondo.

El periodista creía que era una farsa pero fue testigo de dos curaciones del Padre Pío.

Había un alto funcionario del Ministerio de Justicia que se llamaba Pasquale Di Chiara (1881-1946), residente en Lucerna, a poco más de 40 km del convento del Padre Pío.

Era un hombre muy solidario, que incluso saltó a la fama por su trabajo rescatando heridos en el gran terremoto de 1908.

En una celebración conmemorativa del final de la guerra entre Italia y el Imperio Austrohúngaro sufrió una caída grave en las escaleras del hotel.

Que lo llevó a permanecer tres meses inmovilizado en cama.

Y finalmente cuando se levantó podía caminar solamente con un bastón y arrastrando la pierna herida.

Primera curación publicada del Padre Pío

Pasquale Di Chiara fue entonces a ver al Padre Pío a su convento, pero no para solucionar su problema en la pierna sino el problema de su hija de 3 años, afectada por parálisis infantil.

El periodista de Il Mattino fue testigo presencial de los hechos, le hizo un seguimiento al caso y finalmente publicó un reportaje a Di Chiara en el periódico.

Pero no sólo él fue testigo de los sucesos sino que altos funcionarios del gobierno también lo fueron.

El título del artículo fue «Padre Pío, el ‘Santo’ de San Giovanni Rotondo: un milagro en la persona del canciller de la ciudad».

El artículo narra el accidente de Pasquale Di Chiara sucedió el 11 de noviembre de 1918, y que fue atendido por varios médicos y sometido a exámenes de rayos X que revelaron una profunda dislocación.

Ante tal diagnóstico tomó su cojera como algo irremediable con lo que debería convivir, obligado a caminar con bastón.

El poco tiempo visitó al Padre Pío en una visita protocolar, en la que aprovechó a ir con su esposa.

Se acercó a él para pedirle por una hija de tres años, llamada Italia, que sufría parálisis infantil.

El Padre Pío les dijo que dejaran de usar el aparato ortopédico en la pierna de la niña.

Su esposa, temerosa, no quería hacerle caso al Padre Pío, pero al día siguiente el aparato se rompió milagrosamente.

Fueron a ver al Padre Pío nuevamente en ese viaje y la esposa le dijo que la niña todavía no estaba curada, y el padre Pío le respondió medio bruscamente,

«¡Fue tu culpa! Espera, pero en Dios».

Años después otro hijo de Di Chiara, llamado Umberto, dijo en una entrevista que su hermana Italia había comenzado a caminar rápidamente sin necesidad de ayuda y con una pequeña cojera luego de la rotura del aparato ortopédico, la que luego fue desapareciendo.

Al otro día de la respuesta del Padre Pío a su esposa, Di Chiara fue al Convento de  San Giovanni Rotondo con sus superiores que estaban de visita en la ciudad.

Cuando el Padre Pío lo vio hizo un gesto de reprobación y murmuró unas palabras entre dientes «¡Tira el bastón!».

Un rato después el Padre Pío pasó nuevamente frente a la comitiva y le dijo directamente,

«Hombre de poca fe, anda y camina».

Entonces, cuando tiró el bastón tuvo una sensación de calidez en su pie, que luego pasó a todo el cuerpo, tiró el bastón y vio que podía caminar con normalidad, lo que le hizo llorar de alegría.

Este artículo de Il Mattino tuvo mucha repercusión, una de las cuales fue la que sigue.

Padre Pío y Giacomo Gaglione

 

EL PADRE PÍO «SUSCITA» A OTRO SANTO

Esta es la historia de Giacomo Gaglione, un hijo espiritual del Padre Pío, que santificó su vida por la conversión lograda en una visita a San Giovanni Rotondo.

Giacomo era de una familia muy rica y de la nobleza, un excelente estudiante y gran deportista, y era muy apuesto y popular, lo que le auguraba un futuro brillante.

Pero cuando tenía 16 años empezó con un dolor agudo en el talón, sus piernas comenzaron a hincharse y en poco tiempo se convirtió en un inválido que debía ser alimentado.

Sus padres consultaron a los mejores especialistas pero todo fue inútil.

Sin embargo Giacomo seguía con la ilusión de sanarse algún día y casarse con una chica vecina; ésta era su razón de vivir en ese momento.

Pero al tiempo la madre de la novia pensó que era malo para su hija que pasara el resto de su vida con un inválido, Por más que fuera un aristócrata millonario, y envió a un sacerdote para comunicárselo.

Esto fue devastador para él. Intentó suicidarse varias veces y desarrolló un carácter rebelde, rencoroso y blasfemo.

Un día se enteró de la existencia del Padre Pío por el artículo de Renato Trevisani publicado en Il Mattino, Donde relataba los milagros del Padre Pío, especialmente uno que él había sido protagonista, que publicamos arriba.

Y también hablaba sobre los sufrimientos del Padre Pío y sus estigmas.

Entonces pidió ir a ver al Padre Pío con la esperanza de volver curado a su casa y eventualmente casarse con la que había sido su novia.

Finalmente se forma una comitiva para llevar a Giacomo a  San Giovanni Rotondo.

Realizan un viaje agotador porque era difícil encontrar un transporte que pudiera llevar al Giacomo en una posición de 45 grados durante todo el trayecto.

Pero finalmente llega y se encuentra con el padre Pío.

Y tuvo una impresión qué relató de esta manera,

«El Padre Pío me miró con sus ojos profundos y hermosos, y me sonrió con la sonrisa de un niño inocente.

Ver al Padre Pío y olvidar el motivo de mi viaje fue uno y el mismo evento.»

Él dirá que había encontrado un tesoro más grande que la cura que había ido a buscar.

Y comprendió que su destino no era curarse sino aceptar los sufrimientos como lo había hecho el Padre Pío, colaborando con el sufrimiento redentor de Cristo, para la salvación de los demás.

Entendió que su destino era llevar la cruz tal como la llevaba el Padre Pío con sus estigmas.

Y dijo también,

«Durante este encuentro, el Padre Pío realizó una operación quirúrgica; él me quitó la cabeza y me dio otra en su lugar.

Si es un milagro volver a caminar para un joven paralítico, es incluso más milagro que reciba la parálisis con alegría, durante toda su vida».

Ni él ni el Padre Pío pidieron la curación física.

Regresó a su casa feliz y convertido en una persona con una sonrisa permanente en su boca.

Se dedicaría a los enfermos, enseñando el valor del sufrimiento.

En adelante Giacomo sería el hijo espiritual del Padre Pío más parecido a él.

Fundó el Apostolado del Sufrimiento y llegó a escribir 3500 cartas al año a enfermos que buscaban palabras de consuelo.

En uno de sus libros escribió,

«La persona enferma es la persona más sensible de la tierra: una sonrisa puede exaltarlo o una determinada mirada puede sumirlo en un aislamiento moral profundo y temible.

La persona enferma tiene la misión de glorificar al Señor y ayudar a sostener a las criaturas en Su gracia».

El Padre Pío se le aparecería habitualmente en bilocación, precedido por un intenso perfume.

En mayo de 1962 su cuerpo estaba lleno de ampollas, ya no podía escribir, y le pidió a un fraile franciscano que escribiera al Padre Pío para que pidiera la gracia de morir en el mes de María.

El Padre Pío le contestó que había obtenido esa gracia, y falleció el 28 de mayo de 1962.

Su entierro fue multitudinario como pocos lo han sido.

El padre Pío envió un telegrama diciendo,

«Con Jesús en la cruz, con Jesús en el paraíso santo».

Y a raíz de ello le preguntaron si él pensaba realmente que Giacomo era un santo y respondió,

«¿Un santo? ¡Giacomo es un gran santo!».

En el año 2009 el Papa Benedicto XVI lo declaró venerable y comenzó su causa para la beatificación.

Las bilocaciones con que el Padre Pío visitaba a Giacomo fueron la forma de guiar a muchos de sus hijos espirituales como Irene Gaeta.

Irene Gaeta

 

LAS BILOCACIONES DEL PADRE PÍO PARA GUIAR A IRENE GAETA

Este es el testimonio de Irene gaeta, que comenzó con un intento de violación cuando era niña, que la tenía angustiada y con miedo, al punto que no se lo había contado ni a sus padres ni al sacerdote.

Ella había ido a visitar a unas amigas mayores a su casa y un hombre joven la empujó a una habitación, cerró la puerta con llave y quería violarla.

Ella pudo escaparse de las manos del joven y milagrosamente pudo atravesar la puerta que estaba cerrada con llave.

Esta situación traumática no quiso contársela a su padre por miedo a que tomará represalias violentas contra el joven, ya que era una familia católica muy tradicional y muy apegada a los valores morales.

Era muy afecta a las oraciones y el 18 de junio de 1946, orando antes de dormirse en su habitación, apareció un sacerdote con barba, vestido con una casulla blanca y dorada, como para celebrar misa, y todo esto en medio de una luz sobrenatural.

El sacerdote la bendijo con la custodia y entonces vio que la hostia se convirtió en carne real y el vino se convirtió en sangre que empapó los brazos del sacerdote.

Ella había oído de su abuela que podían suceder apariciones diabólicas, por lo que le preguntó 3 veces al sacerdote quién era.

Él le respondió que era el Padre Pío de Pietrelcina y ella le dijo que no lo conocía.

Él le relató que era un pobre fraile que oraba y que un día lo conocería personalmente.

Y pasó a mostrarle lo que había sucedido en la habitación cuando intentaron violarla, diciéndole que él había sido quién había abierto la puerta para que huyera.

Irene entonces le preguntó cómo sabía eso y él le contestó,

«Lo sé todo sobre ti, porque desde que naciste, el Padre Eterno te ha confiado en mis manos. Te he salvado y siempre te salvaré».

Fui ahí cuando el sacerdote cambió sus vestiduras a las de un fraile franciscano y le dijo,

“Mira, hija mía, esto no es un sueño, esta es la realidad”.

Le pidió que a la mañana siguiente le contara todo lo que había sucedido a su padre, diciéndole que se mantuviera en calma, que todo iba a salir bien.

Entonces le hizo dos revelaciones para que sus padres confiaran en sus palabras.

Primero le dijo que su padre recibiría una propuesta de trabajo en los próximos tres días, porque estaba sin trabajo en ese momento.

Lo que luego sucedió.

Y le reveló que su madre había tenido un aborto espontáneo, cosa que ella no sabía; incluso desconocía lo que significaba la palabra aborto.

A partir de ahí el Padre Pío se le apareció en varias oportunidades bilocándose y en otras apareciendo en sus sueños, y la guío en su vida civil y espiritual.

Él le fue adelantando sucesivamente lo que pasaría en su familia, contándole las cosas buenas y las cosas malas.

Pero todavía no sabía quién era el padre Pío, suponía que era un santo ya fallecido que se le estaba apareciendo, al igual que se le había aparecido San Antonio de Padua, San Gabriel de la Dolorosa y Almas del purgatorio.

Hasta que un día en 1957 ve su foto en la portada de un periódico y se da cuenta quien es.

Y ante su sorpresa la foto comienza a tomar vida y ella siente la necesidad de ir a verlo a  San Giovanni Rotondo.

Primero le escribió una carta y luego fue a verlo a Giovanni Rotondo, cuando tenía 23 años.

Era difícil obtener una confesión con él porque sucedía el tiempo en que el Padre Pío estaba siendo perseguido y tenía limitaciones para hacer confesiones.

Pero ya que estaba allí decidió confesarse y cuando entró al confesionario vio que el rostro del sacerdote confesor cambiaba por el del Padre Pío.

Hace la confesión y el padre Pío le cuenta muchas cosas sobre el futuro, que ella no puede repetir, y le dijo que estuviera atenta a su compañera de viaje Lucía.

A la noche se le aparece en la habitación del hotel en una bilocación y le dice que regrese a Roma vía Frosinone junto con su amiga Lucía, porque allí hay un hombre que estaba muriendo y que no había visto a su hija en 10 años, y le había pedido a Nuestra Señora ver a su hija una vez más.

Irene le contó a Lucía sobre esto y se sorprendió porque nunca le había dicho a nadie que sus padres vivían.

Lucía y su padre se encontraron y éste falleció 6 horas después.

Irene se convierte a partir de ahí en una hija espiritual del Padre Pío, pero muy activa, organizando varios viajes a  San Giovanni Rotondo.

Se convirtió en terciaria franciscana y estaba madurando la posibilidad de hacerse religiosa.

En uno de sus viajes al convento del Padre Pío en 1961 ella le cuenta sobre su interés de tomar los hábitos monásticos y él le dice que le dará una respuesta dentro de 3 meses.

A los 3 meses ella fue a ver al Padre Pío nuevamente y él no le habla de la vida monástica, sino que le cuenta sobre la vida de la alta aristocracia italiana, como viven y su pobreza interior.

Al poco tiempo ella abre un taller de alta costura en la Via Frattina de Roma, e iban a verla los mejores apellidos de la aristocracia.

Entonces ella los asiste como diseñadora, pero también desde el punto de vista espiritual, testimoniándoles el amor de Dios.

Luego se casa con la anuencia del Padre Pío y se dedica a obras de caridad en Roma.

El padre Pío la siguió visitando y guiando aún después de muerto.

Y en sus apariciones le contó cosas que sucederían en el mundo en el futuro, pero que ella no quiere divulgar porque el propio Padre Pío le dijo qué se sabrían 100 años después, porque el mundo aún no estaba preparado.

El testimonio de Irene Gaeta puedes leerlo aquí y aquí.

¿Te gustó este artículo? Entra tu email para recibir nuestra Newsletter, es un servicio gratis: