Por siglos han quedado en la Tierra los 3 milagros que ateos y personas religiosas han podido ver.

Los católicos reconocen que el milagro más grande que Dios hace en nuestro tiempo es la transubstanciación, cuando la hostia y el vino consagrados se convierten en el cuerpo y la sangre de Jesucristo en la misa, sin perder su aspecto.

Sin embargo, este milagro no puede ser visto con nuestros sentidos físicos, no es captado con nuestro sistema sensorial.

Pero hay otros milagros que suceden que sí pueden ser captados por nuestros sentidos, se pueden ver con la vista.

Y no hablamos de milagros que suceden una vez, sino de hechos en que se suspenden las leyes naturales, y que se repiten durante siglos algunos y aparentemente sin fin algunos otros.

Aquí hablaremos sobre tres milagros relacionados con manifestaciones de sangre, que han estado visibles a través de siglos a la vista de quien quiera verlos, como testimonio de que ahí está actuando algo superior a las leyes naturales.

Un mensaje de Dios diciéndonos que Él existe, hace milagros y está cerca nuestro haciéndolos.

Durante toda la historia Dios ha dejado señales inequívocas de su presencia a través de grandes milagros, para que sirvan de testimonio para renovar la fe y expresar la devoción.

Y hay tres fenómenos que han sucedido y suceden con milagros relacionados con la sangre.

Uno es muy poco conocido fuera de España, se trata de un testimonio que quedó por 5 siglos en el lugar del martirio de 200 monjes.

A 12 km de Burgos se levanta el Monasterio San Pedro de Cardeña del siglo V.

Durante el siglo X vivían allí 200 monjes benedictinos, era la época de la conquista musulmana de España.

Ahora está ocupado por monjes trapenses.

La historia es esta, en agosto del año 953 un ejército islámico sitió el monasterio y el jefe de la conquista intimó a los monjes que le entregaran todas las riquezas.

El abad del monasterio, que se llamaba Esteban, respondió que los únicos tesoros de aquellos monjes son sus corazones, que han entregado a Cristo.

Esto enfureció a los moros, que se arrojaron sobre los monjes y los 200 fueron martirizados el 6 de agosto del año 953 en el claustro.

Pocos años después el monasterio fue reconstruido y los martirizados fueron enterrados en el claustro. 

Y el 6 de agosto, en el aniversario del martirio, el pavimento del claustro quedó teñido de sangre, permaneciendo así todo el día y acompañado de un suavísimo olor. 

Todos creyeron al comienzo que era un hecho aislado. 

Pero al año siguiente en la misma fecha el claustro volvió a sangrar. 

Y así durante todos los años por 500 años. 

Obispos, abades, teólogos y santos peregrinaron a Cardeña para certificar el fenómeno sobrenatural y comenzó a hacerse un lugar de peregrinación popular para el pueblo.

Y cada 6 de agosto los monjes extraían la sangre que emanaba del suelo y la repartían ante el pueblo. 

Los milagros de sanaciones producidos fueron innumerables y se levantaron actas con centenares de testimonios. 

Además el claustro era levantado con frecuencia para sacar huesos de los mártires y repartir las reliquias por toda la cristiandad.

También el monasterio se había hecho famoso porque allí dejó Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, a su esposa Doña Jimena y a su hijas, cuando tuvo que exiliarse en la segunda mitad del siglo XI, e incluso durante un tiempo su cuerpo estuvo sepultado allí.

Pero llegó el 6 de agosto de 1492 y como todos los años se reunieron en romería multitudes de fieles de toda España esperando el milagro. 

Pero entonces la puerta del monasterio se abrió y salió el abad azorado y dijo que ese año no había sucedido el milagro, y de ahí en adelante nunca más sucedió.

¿Qué había pasado? La reconquista de España había terminado.

Pero hay 2 casos que no han tenido fecha de caducidad hasta ahora.

Uno es el caso de la licuefacción de la sangre del obispo San Genaro, el patrono de Nápoles.

Durante la persecución de Diocleciano, Genaro sufrió el martirio, juntamente con otros cristianos, estimándose su muerte en el año 305.

Se dice que luego la sangre de San Genaro fue recogida por una mujer llamada Eusebia, porque la práctica de su recolección era común a partir de los días de la persecución de los primeros cristianos.

E incluso se enterraba a los mártires con una botellita conteniendo su sangre, como señal de su martirio.

La sangre seca de San Genaro se conserva en dos frascos de vidrio en un relicario, en la Catedral de Nápoles y se licúa tradicionalmente tres veces al año.

El 19 de septiembre la fiesta del santo, el 16 de diciembre conmemoración de la erupción del Monte Vesubio en 1631, que se cree que fue detenido gracias a la intervención del santo, y el sábado anterior al primer domingo de mayo, cuando la reliquia es trasladada a la Basílica de Santa Clara.

La ausencia del milagro es considerada por los napolitanos como un anuncio de sucesos funestos inminentes.

Por ejemplo, no se licuó en 1939 y 1940, coincidiendo con el inicio de la Segunda Guerra Mundial y la entrada de Italia en el conflicto.

Tampoco en septiembre de 1943, fecha de la ocupación nazi, ni en septiembre de 1973, año en el que se propagó el cólera en Nápoles.

La ampolla que contiene su sangre está llena en más de la mitad con una masa oscura y sólida, absolutamente opaca, y no muestra ningún desplazamiento cuando el relicario es volteado hacia abajo.

Pero en las fechas ya dichas la gente reza, implorando que ocurra el milagro y en general luego de dos minutos a una hora, se ve que la masa gradualmente se separa de los lados.

Y se torna líquida, con un color carmesí, aumentando su volumen.

Entonces el Obispo anuncia «Il miracolo é fatto», se canta un Te Deum y el relicario es llevado donde los fieles pueden venerarlo, besando el depósito.

Se han realizado estudios científicos sobre la ampolla de sangre y se encontró que el peso del relicario cuando la sangre llenaba toda la cavidad de la ampolla, excedía en 26 gramos el peso de la botellita cuando estaba seca, lo que contaría a toda ley conocida.

Y un hecho curioso es que, además del milagro de la licuefacción de la sangre, San Genaro tiene un importante tesoro de obras de arte y donaciones.

Los expertos dicen que es más rico que el de la corona de la Reina Isabel II y de los zares de Rusia.

Y el otro milagro relacionado con la sangre es similar a este, pero sucede con la sangre de San Pantaleón, es menos conocido que el de San Genaro.

Una ampolla con su sangre se conserva en la catedral de Ravello, Italia, también otra en el Monasterio de la Encarnación de Madrid, y la hay en varios lugares más.

¿Quién era Pantaleón?

San Pantaleón era hijo de un senador romano y una sencilla mujer cristiana.

Estudió medicina con los mejores doctores de la época y sirvió de médico del emperador.

Pero el sacerdote Hermolao le insistió en que él podría curar los cuerpos, pero Jesucristo era quien curaba cuerpos y almas. 

Y cuando lo comprobó se convirtió. 

Y al ver los prodigios que hacía su hijo, su padre también se convirtió.

8 Pantaleón comenzó a ejercer gratuitamente su profesión, curando a pobres y mendigos.

Y con esto suscitó la envidia de otros médicos, quienes le denunciaron ante el emperador, por ser cristiano y hacer magia.

Lo arrestaron y le exigieron que abdicara de su fe, pero Pantaleón no quiso renegar de su fe y fue martirizado en el 305, el mismo año que San Genaro.

Otros cristianos recogieron su sangre y la distribuyeron en varias ampollas.

Y desde esa época, todos los años su sangre se vuelve fluida, perdiendo su natural condensación, desde el 26 de julio, víspera de su fiesta, hasta el anochecer del 27 de julio.

Todo el año está seca, como helada, y en su día corre de un lado a otro si se mueve la ampolla.

Los milagros atribuidos a la sangre de San Pantaleón y sus cambios de estado de sólido a líquido llevaron a la iglesia a intervenir para saber cuál era el origen de esos fenómenos.

Y el 28 de enero de 1724, el Arzobispo de Santiago de Compostela y juez ordinario inquisidor, comenzó el juicio a la sangre de San Pantaleón.

Varios testigos ilustres de la época acudieron cada 27 de julio durante 10 años consecutivos para verificar la licuefacción y el suceso se dio por verídico.

Así consta en un manuscrito del Monasterio de la Encarnación, datado el 30 de agosto de 1729.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre los prodigios de sangre que han quedado y quedan a la vista de todos para mostrar que hay alguien que puede hacer milagros, y que ese alguien es Dios.

Y me gustaría preguntarte si conoces algún otro tipo de milagro que haya perdurado durante tanto tiempo como estos y a la vista de todos.

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