El momento más importante de la misa no es tomar la eucaristía.

Sino agradecer al Señor por ese regalo y por todos sus beneficios.

También es un momento en que le abrimos nuestras vidas, le pedimos y cosas y le hacemos promesas.

Sin embargo es común que algunos fieles se vayan luego de tomar la eucaristía, antes de que la misa haya terminado.
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Y aún más común que la mayoría de los que se quedan hasta el final se vayan no bien el sacerdote sale del altar.

Creemos que esto se produce por la falta de información sobre la importancia de la acción de gracias final.

En este artículo argumentaremos sobre la importancia de quedarse para una acción de gracias al final de la misa.

  

ERRORES GENERALIZADOS EN NUESTRO TIEMPO

En nuestros tiempos está generalizado el error que la misa tiene como propósito solamente recibir la eucaristía, y que con eso termina su función.

Hoy casi todos reciben la eucaristía, pero en siglos anteriores no se administraba la comunión más que una vez al mes y requería una larga preparación de cada comulgante.

Sin embargo hoy vemos que son muy pocos los asistentes a misa que no comulgan.

Esto fue notado por Benedicto XVI diciendo que le molestaban las grandes multitudes que tomaban la comunión en los eventos del Vaticano, cuando en muchos casos era evidente que no estaban en condición de hacerlo, por ejemplo por el ayuno anterior necesario.

Y por esta razón justifica la introducción de los reclinatorios para recibir la la Eucaristía, porque al recibir la comunión en la lengua y arrodillado se genera la sensación de se está en un ritual sagrado.

El propósito central de la misa es más que recibir la eucaristía.

Es adorar, alabar, dar gracias, suplicar, aplacar a la Santísima Trinidad.

Allí se produce un derramamiento de gracia hacia la Iglesia que peregrina en la Tierra.

Y debemos considerarnos bendecidos de asistir al santo sacrificio brindándonos como ofrenda digna.

A tal punto que si no existiera la posibilidad de comulgar cada vez, como en siglos anteriores, aún así la misa no perdería valor para nosotros, porque participamos de la liturgia del cielo de adoración a Dios.

Por eso incluso es justificado que quién no recibe la Eucaristía en una misa hoy, aún debería tomarse un tiempo después de la liturgia para dar gracias por el evento.

El tiempo posterior para dar gracias es una ocasión para hablar con Dios en una oración personal.

El salmo 84 nos da una pista cuando dice “Oiré lo que nuestro Señor hablará dentro de mí”.

  

CÓMO DEBEMOS CONSIDERAR LA MISA

La misa es la liturgia qué se produce en el cielo, y cuando participo en ella me convierto en una pequeña porción del cielo.

Junto con Ángeles reunidos a mí alrededor reverenciando a Dios.

Lo que me da la posibilidad de poder hablar directamente con Dios como algún día lo haré en el cielo.

La misa está directamente unida a la vida y la misión cristiana.

Tanto es así que la bendición y la despedida final nos envían a divulgar lo que hemos recibido.

De acuerdo a la instrucción general del Misal romano la celebración eucarística, sea la misa, tiene cuatro partes.

Los ritos introductorios, la liturgia de la palabra, la liturgia de la eucaristía y los ritos conclusivos.

Por lo tanto la misa no termina con la comunión sino con los ritos de clausura.

Y los ritos de clausura tienen a vez varios momentos: anuncios breves, el saludo y la bendición del sacerdote, el despido del pueblo por el diácono o el sacerdote llamando a volver al mundo haciendo buenas obras y bendiciendo a Dios, el beso del altar del sacerdote y del diácono, y su salida luego por el pasillo central.

Recién luego de esto los fieles se pueden mover.

Sin embargo se ha extendido un mal hábito que es irse luego de haber recibido la comunión, con lo que perdemos un componente importante de nuestra vida espiritual, que es la acción de gracias.

¿Por qué pasó esto?

Hubo un tiempo en que la sagrada comunión era un gran evento porque se hacía una vez al mes.

Los fieles se preparaban cuidadosamente para esta ocasión y también para dar una acción de gracias por haber tomado la comunión.

El que fuera un hecho extraordinario le hacía parecer como algo solemne, que había que abordar con reverencia.

Pero luego se instaló la comunión frecuente diaria en todas las misas.

Esto fue un gran regalo pero también produjo habituación.

La comunión más frecuente fue haciéndole perder solemnidad, admiración y gratitud; y finalmente la habituación quitó la necesidad a la gente de dar acción de gracias.

Recordemos un mensaje que Jesús le dio a Santa Faustina Kowalska quiere que le demos gracias y a su vez llenarnos con gracias especiales:

Deseo unirme con las almas humanas; Mi gran deleite es unirme con las almas.

Sabed, hija Mía, que cuando llego a un corazón humano en la Sagrada Comunión, mis manos están llenas de todo tipo de gracias que quiero darle al alma.

Pero las almas ni siquiera me prestan atención.

Me dejan a mí y se ocupan de otras cosas.

¡Oh, qué triste es que las almas no reconozcan el Amor! Me tratan como un objeto muerto” (#1385)

Lo que Jesús advierte es que se ha perdido la visión de los preciosos momentos para dar gracias luego de la eucaristía.

  

LOS MOMENTOS MÁS PRECIOSOS SON LUEGO DE LA EUCARISTÍA

Luego de la eucaristía, o sea después de haber ingerido la sagrada comunión, nuestros corazones y nuestros cuerpos son pequeños sectores del cielo durante un breve cuarto de hora.

Jesucristo el hijo de Dios está con nosotros con su fascinante humanidad y su divinidad.

Soy un tabernáculo viviente. Dentro de mí habita el Dios del cielo y de la Tierra. Mi cuerpo se transforma en un Templo del Dios encarnado.

La sagrada comunión es un momento precioso a solas con nuestro amigo.

Por eso nuestra actitud debería ser de acción de gracias en una simple conversación en la que:

1 – damos la bienvenida a este amigo Jesucristo
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2 – le mostramos nuestro agradecimiento y nuestro amor
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3 – le hacemos sentir lo que más nos preocupa en ese momento en particular
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4 – ponemos nuestras vidas en sus manos
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5 – le pedimos que no nos deje, que nos acompañe durante el día y durante nuestra vida, y le decimos que confiamos en él para nuestro éxito en la tierra y llegar a la vida eterna.

  

¿QUÉ TIEMPO TENEMOS PARA ESTO?

¿Por cuánto tiempo el permanece en nuestro cuerpo con su cuerpo y su sangre?

Las especies de pan y vino se convierten en la sangre y el cuerpo de Cristo cuando la consagración que realiza el sacerdote en la misa, aun permaneciendo bajo las apariencias de pan y vino.

Esta presencia de Jesucristo en las especies cesa cuando el pan se desintegra y el vino se avinagra.

Y eso sucede en nosotros cuando son disueltas en el estómago.

La presencia de Jesucristo en la hostia consagrada consumida tarda en descomponerse lo que los jugos gástricos demoran en disolverla.

Esto no se refiere a la duración de toda la presencia de Jesucristo en nosotros, sino a su presencia física en nosotros.

El Compendio del Catecismo (# 285) dice:

“¿Cuánto tiempo dura la presencia de Cristo en la Eucaristía?

La presencia de Cristo continúa en la Eucaristía mientras subsistan las especies eucarísticas”.

Se estima que este proceso dura entre 30 minutos y 10 minutos y es usual hablar de 15 minutos.

Que cese la presencia real no significa que Jesús se vaya de nosotros, sino que permanece nuestra alma en la gracia, no físicamente con su cuerpo.

Hay que recordar que nosotros somos un lugar de habitación de la Santísima Trinidad en la gracia, pero no sustancial.

En definitiva la digestión es lo que elimina la presencia física real de Jesucristo en nosotros.

Por lo tanto esto hace que sea un error irse de misa inmediatamente luego de haber tomado la comunión, sin acción de gracias.

Porque salimos llevando con nosotros mismos la presencia física de Dios.

Sin embargo en muchos fieles se ha tornado costumbre irse inmediatamente de haber tomado la comunión.

Hay una anécdota atribuida a San Felipe Neri que cuenta que uno de sus feligreses devotos que asistían a misa todos los días se iba inmediatamente después de la comunión.

El sacerdote resolvió el problema pidiendo a dos monaguillos que caminaran a su lado con su cirios encendidos hasta la puerta, luego de los cual él salía de la iglesia y subía a su carruaje.

Después de varias veces el caballero turbado y avergonzado le preguntó al sacerdote porque había ordenado hacer eso.

Y él le contestó que cuando él salía de la iglesia todavía Cristo estaba presente en él y su presencia debía ser honrada con velas encendidas.

Obviamente la explicación personal hizo que el caballero se quedará en acción de gracias por un tiempo luego de la eucaristía.

  

QUÉ DICEN EL MAGISTERIO Y LOS SANTOS

Cuando das gracias a Dios en la misa obtienes un «anticipo» más profundo del cielo (CIC 1000).

San José Cottolengo anhelaba tanto esta anticipación de cielo que les decía a las hermanas que hacían las hostias que las fabricaran más gruesas para que Jesús permaneciera más tiempo en él, y pudiera darle las gracias más tiempo.

San Alfonso de Ligorio dijo:

«No hay oración más agradable a Dios, o más provechosa para el alma, que la que se realiza durante la acción de gracias después de la Comunión»

Santa María Magdalena di Pazzi decía:

Los minutos que siguen a la Comunión son los más preciosos que tenemos en nuestras vidas”.

San Josémaría Escrivá, Santo Tomás de Aquino, e incluso el Cardenal Francis Arinze mencionan que debemos practicar la acción de gracias por lo menos durante 10-15 minutos mientras que la “Presencia Real” todavía está dentro de nosotros (CIC 1374).

Santa Teresa de Ávila,Santa Catalina, San Pascual, Santa Verónica, San José de Cupertino y Santa Gemma Galgani entraban en éxtasis, hasta el punto de levitación, inmediatamente después de recibir la Sagrada Comunión.

Estos santos vivían el hacerse uno con Cristo en el sentido más profundo, de permitir que sus corazones se fundieran en Su corazón.

Los documentos de la Iglesia y los papas también recomiendan la acción de gracias.

«Se debe recomendar a los fieles que no omitan hacer una acción de gracias apropiada después de la Comunión.

Pueden hacer esto durante la celebración con un período de silencio, con un himno, un salmo u otra canción de alabanza, o también después de la celebración, si es posible quedándose para orar por un momento». (Inaestimabile Donum n° 17)

El Papa San Juan XXIII rezaba los misterios gozosos en acción de gracias.

El Papa Pablo VI meditaba en silencio y luego decía el Oficio Divino.

El Papa San Juan Pablo II quedaba en completo silencio.

Y en Sacramentum Caritatis Benedicto XVI dice:

«El precioso tiempo de acción de gracias después de la comunión no debe descuidarse, además del canto de un himno apropiado, sino que también puede ser muy útil permanecer en silencio». (#50)

San Juan María Vianney daba un programa de tres partes para la Acción de Gracias.

Primero, permanecer en silencio como alguien que escucha en silencio y curiosidad detrás de una puerta las órdenes del maestro.

Segundo, después de un período de amor silencioso, pídele las gracias que deseas para ti y para los demás.

Y en tercer lugar, pide a los ángeles y a los santos, especialmente a la Santísima Virgen María que agradezcan a Dios contigo.

San Juan Crisóstomo dice,

«Cuando una persona ha comido algo delicioso en el banquete, tiene cuidado de no poner nada amargo en la boca inmediatamente después, por temor a que pierda el sabor de esas delicadezas.

De la misma manera, cuando hemos recibido el precioso Cuerpo de Jesucristo, debemos cuidarnos de no perder su sabor celestial al volvernos demasiado pronto a las preocupaciones y asuntos del mundo».

El gran escritor espiritual, padre Lallemant dice:

«No acorten el tiempo asignado a la acción de gracias [después de la comunión], que, bien hecho, puede reparar mucho de lo que es defectuoso en nuestras penitencias».

El padre Garrigou-LaGrange dice:

«Varias almas nos han hablado del dolor que sienten cuando ven que, en ciertos lugares, casi todo el cuerpo de fieles abandona la iglesia inmediatamente después del final de la Misa durante la cual han recibido la Sagrada Comunión.

Además, esta costumbre se está volviendo general, incluso en muchos colegios e institutos católicos donde anteriormente los estudiantes que habían recibido la Comunión permanecían en la capilla unos diez minutos después de la misa, adquiriendo el hábito de dar gracias, un hábito que es el mejor de todos».

Y agrega:

«En la Comunión recibimos un regalo muy superior a la cura milagrosa de una enfermedad física; recibimos al autor de la salvación y un aumento de la vida de gracia, que es la semilla de la gloria, o la vida eterna.

Recibimos un aumento de la caridad, la más elevada de las virtudes, que vivifica y anima a todas las demás, y es el principio mismo del mérito.

Cristo a menudo daba gracias a Su Padre por todos Sus beneficios, en particular por el de la Encarnación redentora; con toda su alma agradecía a Su Padre por haber revelado su misterio a los pequeños.

En la cruz Él le dio las gracias al pronunciar Su Consummatum est.

En el Sacrificio de la Misa, de la cual Él es el Sacerdote principal, Él no deja de agradecerle”.

  

QUÉ SUPONE LA ACCIÓN DE GRACIAS

La acción de gracia después de la sagrada comunión supone:

1 – un acto de fe en las palabras de Jesús “esto es mi cuerpo, esta es mi sangre, haced esto en conmemoración mía”

2 – un acto de gratitud por este gran regalo de Jesucristo dándose a sí mismo como fuente de todos los dones y bendiciones

3 – un acto de amor en respuesta al amor abrumador de Dios

4 – la comprensión de que Dios está presente en nuestros corazones

5 – la comprensión de que El Salvador instituyó la sagrada comunión por su deseo de estar con los hijos de los hombres.

6 – la comprensión de que Dios padre está mirando el alma de cada uno de nosotros después de la sagrada comunión en busca del amor de los hombres.

Estas cosas nos llevan a transmitirle en oración nuestro amor, fe y gratitud.

Este acto de agradecimiento lo podemos dividir en 5 partes: darle gracias al Salvador, expresar nuestro pesar por nuestros pecados, pedirle cosas, hablar de los temas que nos preocupan y prometerle cosas.

Veamos brevemente cada uno.

  

1 – “te agradezco”

Le agradecemos por todo lo que ha hecho por nosotros

Reconocemos que nuestra vida ha sido una sucesión de regalos amorosos de Él.

Reconocemos nuestras alegrías y cuando él nos devolvió la gracia en la confesión.

Le agradecemos por nuestras familias, por nuestros amigos, por nuestra salud, por nuestro trabajo, por ser parte de la iglesia, por tener fe…

Y sería bueno recordar algún favor recibido recientemente en forma personal o algún favor alguien de la familia o amigo, o algún favor dado al mundo y a la iglesia.

  

2 – “lo siento”

Reconoce que a pesar de Su gran generosidad hacia ti eres consciente de que has sido ingrato, pecaminoso, descortés.

Que has pecado de mente, de corazón y por los hechos.

Que la presencia del Reino de Dios en la tierra se ha retrasado por eso.

Y que has comprometido tu salvación debido a tus pecados.

Es recomendable ser específico también, pidiendo perdón por algún pecado específico, incluso realizado en el pasado.

Y también pedir perdón por pecados habituales en el mundo o en nuestra familia.

Basílica de Sant’Andrea della Fratte en Roma, donde San Maximilano Kolbe celebró su primera misa

  

3 – “quiero contarte que…”

En este punto le contamos qué es lo que pasa por nuestros corazones, las dificultades, las tentaciones, las decisiones que tenemos que tomar, el trabajo que tenemos que hacer…

Y que necesitamos su consejo, dirección, ayuda y fortaleza.

Acudes a Él como a tu mejor amigo y mejor consejero preguntándole qué debes hacer y cómo debes hacerlo.

Porque quieres hacer bien las cosas de acuerdo a lo que Él decida.

Y ve a lo concreto. Plantéale alguna tentación o problema y como superarlo; también referido a los seres queridos.

Y discute con él problemas relacionados con el trabajo y la familia, dudas…

4 – “te pido”

Le recordamos que Él nunca rechazó nuestros pedidos, que siempre ha sido generoso.

Y que somos débiles pecadores necesitados en alma y en cuerpo y Él es infinitamente rico y poderoso, y nos ama y es capaz de darnos cosas para nuestro bien.

Le recordamos que Él sabe mejor que nosotros lo que necesitamos en forma personal, para nuestros familiares y amigos, para la iglesia y para el mundo

Especialmente le pedimos fortaleza contra la tentación, una unión más estrecha con Él, más fe y esperanza, más virtud.

Y luego procedemos a pedirle algún favor para nosotros, para nuestros seres queridos, y para la iglesia y el mundo.

  

5 – “te prometo”

Ya has reconocido que eres pecador, que te has comportado en forma decepcionante.

Pero que la luz y la fuerza de la sagrada comunión te da esperanza para el futuro.

Y manifiestas tu intención de no fallar de vuelta y de tener el coraje y la fortaleza para hacerlo mejor.

Prometes de corazón evitar a las ocasiones de pecado y que le ofrecerás todas las acciones diarias.

En forma concreta le prometerás algo con respecto a algún pecado o tentación.

Y en todo este proceso de Acción de Gracias no olvides a María.

Nadie más se preparó como ella para la venida de Cristo.

Nadie lo amo humanamente como ella y cumplió lo que él quería.

Y a nadie Jesucristo cumple sus deseos como a Ella.

  

EL AMIGO NOS DEMUESTRA SU AMOR

Parece mentira, pero no nos preocuparnos de conocernos a nosotros mismos.

No ocupamos algún momento de nuestro tiempo para averiguarlo.

Y entonces, llegamos al punto de ser unos extraños hasta para nosotros mismos.

A veces, incluso no podemos responder a preguntas sencillas.

Por ejemplo:

¿Cuál es el momento más importante al visitar a un amigo?

¿La llegada, el intercambio de saludos, la entrega de una pequeña atención por parte nuestra?

¿O tal vez el momento de sentarnos a contar y escuchar mutuas noticias que nos ponen al día?

¿Quizás el momento de tomar algo, alrededor de una mesa especialmente preparada con manjares, mientras seguimos con nuestra conversación?

¿Nos maravillamos de comprobar algo que no teníamos tan presente y que es que realmente nuestro amigo se alegra de nuestra visita y que en la preparación de todo aquello con lo que nos agasaja nos demuestra su afecto?

Tal vez la hora de pensarlo y meditarlo no es en el mismo momento en el que nuestra visita transcurre

Quién sabe.

Quizás, quizás, el punto de mayor inflexión sea aquel en que recordamos su ayuda valiosa en determinado momento de nuestra vida.

Porque es en ese momento cuando dejamos de pensar en nosotros mismos para agradecerle a él su cariño fiel, que tal vez habíamos olvidado.

Y podemos preguntarnos, ¿cómo es posible dejar de recordar un favor que quizás nos salvó de algo grave?

¿Cómo nos fue posible olvidar a aquél que tuvo esa bondad con nosotros?

Aunque pasado el tiempo lo juzguemos como una traición por parte nuestra, es muy posible que haya ocurrido, dado lo olvidadizos y desagradecidos que somos.

Sin proponérnoslo quedamos pequeños frente a la grandeza de nuestro interlocutor.

Porque, lamentablemente, estamos siempre mirando nuestro propio ombligo y medimos cosas y circunstancias desde nuestra propia perspectiva de comodidad.

¡Cuánta pobreza la nuestra y cuánta grandeza la del amigo!

¿Nos es posible cambiar?

¿Sería probable que tal vez el ejemplo de cariño desinteresado de nuestro amigo nos obtenga la transformación de nuestro corazón egoísta y nos dispongamos por fin a imitarlo?

Eso, eso es precisamente lo que el Dios paciente y misericordioso espera de nosotros.

Y nos da tiempo para el intento, la lucha perseverante, hasta que al fin, con Su Gracia, lo logramos.

Y para que, de una vez y para siempre decidamos darle las gracias al Amigo que nos demostró Su Amor dando la vida por nosotros.

Que así sea, Señor.

Fuentes:



María de los Ángeles Pizzorno de Uruguay, Escritora, Catequista, Ex Secretaria retirada

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