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Detalles preciosos del milenio de la cristiandad

La cristiandad medieval.
Del Edicto constantiniano de Milán hasta la muerte de San Benito (313-557), se produce una primera cristianización del mundo greco-romano, y al mismo tiempo una erradicación progresiva del antiguo paganismo –mentalidad, costumbres, instituciones–, acelerada por la caída del Imperio romano en el siglo V. La etapa del medioevo duró un siglo.

 

centro de la cristiandad

 

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Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús

Estatua del Sagrado Corazón del monumento
El día 14 de mayo de 1733, en la iglesia de San Ambrosio, de la ciudad de Valladolid, el Sagrado Corazón hizo al jesuita Padre Bernardo de Hoyos, la tan conocida Gran Promesa: “Reinaré en España -le dijo- y con más veneración que en otras partes”. Y el P. Hoyos manifestó a uno de los primeros apóstoles de la devoción al Sagrado Corazón en España lo siguiente: “Si se echa tarde la semilla de esta devoción, no importa. Aunque España comience la última en su carrera, podrá su alentado fervor alcanzar y, por ventura, pasar con el favor divino a los primeros”.  Y completaba su profecía, diciendo: “Espero que se ha de introducir, qué digo introducir, que se ha de entronizar en España el Corazón adorable de Jesús”.

Y cuando en el plan de la Divina Providencia llegó el día de levantar el trono desde el cual el Corazón de Jesús, en cumplimiento de su promesa, había de reinar sobre España y elegir el lugar para entronizar en la Nación su sagrada imagen, la elección recayó sobre el Cerro de los Ángeles, en Getafe y a 13 kilómetros de Madrid, capital.

La idea partió de don Francisco Belda y Pérez de Nueros, quien en una carta abierta con fecha 13 de junio de 1900 dirigida al director de la revista “La Semana Católica”, de Madrid, y que fue publicada en el número 17 del mismo mes y año, proponía la elección de dicho lugar para el emplazamiento del Monumento Nacional al Sagrado Corazón de Jesús y a la Inmaculada, delante de la ermita de Nuestra Señora de los Ángeles. La iniciativa estaba lanzada, pero su plan, sin duda, por las circunstancias adversas de entonces, quedó como desterrado y casi condenado al olvido.

Dos lustros más tarde, el solemne Congreso Eucarístico de Madrid en el año 1911, con aquel inesperado final de la consagración de España, con texto del P. Postíus, en el salón del trono de palacio y ante los Reyes, dio nuevo impulso al deseo de levantar, pese a que ya se estaba  construyendo el Tibidabo en Barcelona, un Templo Nacional consagrado al Corazón de Jesús en Madrid. La idea prendió con fuerza y entusiasmo en la “Unión de Damas Españolas” junto con la infanta María Teresa y el Obispo de Madrid-Alcalá D. José María Salvador y Barrera, quienes apadrinaban la idea de dedicar la catedral de la Almudena, -en obras-, como  dicho Templo Nacional, ratificando la consagración efectuada pocos días antes en el Palacio Real. Por lo que en la cripta de la Almudena, con nueva fórmula del P. Oliver Copóns, volvió a repetirse la ofrenda de España, de sus instituciones, de sus leyes, de sus hogares y de sus habitantes al Corazón de Jesús, logrando así establecer un nexo entre consagración nacional y templo nacional, imitando el ejemplo parisino de Montmartre.                                                                                 

Pero, poco después, sería otro seglar, don Ramón García Rodrigo de Nocedal, fervoroso miembro de la Adoración Nocturna y terciario franciscano de la iglesia de San Fermín de los Navarros quien daría el empujón definitivo a la propuesta primera de D. Francisco Belda, para la erección del Monumento al Sagrado Corazón en Madrid. Él también, desconociendo la iniciativa de éste, eligió el Cerro de los Ángeles por estas razones: por estar situado en el centro geográfico de España, significando también el deseo de que el Sagrado Corazón ocupara el centro de la vida del país y por estar próximo a la Corte, centro oficial de la Nación. Y esta idea se la transmitió al peruano Mateo Crawley, religioso de los Sagrados Corazones, y al ya santo jesuita P. José María Rubio, entonces director de las “Marías de los Sagrarios” de Madrid.

Desde 1914, el Padre Crawley había establecido su obra de entronizaciones en Madrid con el placet del Primado, Cardenal Guisasola, creando el “Secretariado Central de Entronizaciones” como una sección de la “Unión de Damas Españolas”, cuya presidencia la ostentaba doña María de la Natividad Quindos de Tejada y Villarroel, Duquesa de la Conquista, y quien tenía por director espiritual al P. José de Calasanz Baradat. Y ante el ingente número de entronizaciones en los hogares se comenzó a hablar también de realizar una entronización solemne y nacional del Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles. Los padres Crawley, Baradat y Rubio junto con las “Damas Españolas” se dedicaron por su cuenta a promover la iniciativa de los señores Belda y Rodrigo de Nocedal.

El Monumento al Sagrado Corazón

En ese mismo año de 1914, tuvo lugar otro hecho de importancia corazonista: se inició el proceso de beatificación del P. Bernardo de Hoyos.

El 30 de junio de 1916, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, fue colocada la primera piedra del monumento por el obispo de Madrid-Alcalá Mons. Salvador y Barrera, acompañado de una amplia representación de sus promotores, autoridades civiles y militares, clérigos  y de numeroso público, según consta en acta. Y en agosto de ese mismo año, el papa Benedicto XV concedía indulgencias a todos aquellos que  ayudasen en la construcción.                    

El costo de la obra fue sufragada por suscripción popular. Miles de personas, desde el propio Papa, la Familia Real, los Cardenales, Arzobispos y Obispos, el Protectorado Español de Marruecos, América… hasta gente de todas las clases sociales, contribuyeron ilusionada y generosamente a la recaudación de fondos para la construcción del Monumento. Se recaudó más de medio millón de pesetas y el sobrante se le entregó al Obispo de Madrid-Alcalá para fines determinados. La estatua del Corazón de Jesús fue costeada, con una aportación de 50.000 pesetas, por el señor Conde de Guaquí, paisano del P. Mateo y embajador del Perú en el Vaticano, quien, en carta particular, expresaba su propósito con estas palabras: “Es mi intención, ciertamente, honrar al Sagrado Corazón. Pero también manifestar así muy solemnemente la gratitud del Perú a aquella España católica que nos civilizó con la fe de Cristo y la moral del Evangelio”.

El proyecto les fue encomendado al arquitecto Carlos Maura y Nadal y al escultor Aniceto Marinas. Las dimensiones del Monumento eran 28 metros de altura, por 31,50 de ancho y 16 de fondo.

La imagen de Jesús medía 9 metros, constaba de 45 piezas, y para labrarla se precisaron 37 metros cúbicos de piedra. El material empleado era piedra arenisca de Almorquí, y en la totalidad del Monumento se invirtieron 882 toneladas.

La inauguración, en principio, estaba prevista para el día 10 de noviembre de 1918, pero la epidemia que asolaba el país obligó a posponerla, fijándose el acto para el 30 de mayo de 1919, fiesta de san Fernando Rey y aniversario de boda de los Reyes.

Sólo una semana antes, el 24 de mayo, el nuevo Obispo de Madrid-Alcalá, don Prudencio Melo Alcalde, – en un número extraordinario del Boletín Oficial del Obispado – dirigió una circular al Clero y Fieles de su Diócesis acerca de la inauguración del Monumento al S. C. de Jesús en el Cerro de los Ángeles , en la que, entre otras cosas dijo: “… porque el Monumento, oración esculpida en piedra, profesión de fe y de amor de un pueblo cristiano, se levanta gallardo sobre el Cerro de los Ángeles, y, Dios mediante, el día 30 de los corrientes, festividad del Santo Rey Fernando III, hemos de celebrar su inauguración.

La fórmula de la Consagración, muy breve, rezaba así: “Corazón de Jesús Sacramentado, Rey de Reyes y Señor de los que dominan: ante vuestro augusto trono de gracia y de misericordia se postra España entera, hija muy amada de vuestro Corazón.  Somos vuestro pueblo que de nuevo se consagra hoy a Vos. Reinad sobre nosotros. Que vuestro imperio se dilate por los siglos de los siglos. Amén.

Y, por fin, llegó el 30 de mayo de 1919, el día soñado y señalado para la bendición del Monumento y la Consagración de España al  Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles.                                                                  

Principalmente utilizaremos como hilo conductor, para conocer con todo lujo de detalles lo allí vivido en tan fervorosa e histórica fecha, el artículo-crónica que el jesuita P. Remigio Vilariño, eminente testigo presencial, escribió en el mensajero del año 1919 (pág. 520-534), complementado con algunos párrafos de la prensa de aquellos días.

El cerro de los Angeles con el Monumento

“Llegado, pues, el día de San Fernando – escribe el P. Vilariño –, aniversario de la boda del Rey, a media mañana, una no interrumpida fila de autos y coches de varias clases, de cabalgaduras y hasta de carros se dirigía al Cerro de los Ángeles, distante de Madrid unos quince kilómetros. Por el tren, en distintos viajes, llegaron también bastantes a Getafe, desde donde tenían que andar hasta el Cerro algo más de dos kilómetros.

A poco de salir de Madrid se presentaba el Cerro como un altar gigante en medio de la llanura. Acercándose un poco más se veía la ermita de la Virgen de los Ángeles. Acercándose más todavía se distinguía bien el monumento y la estatua de Nuestro Señor. Extendida por el viento hacia ella una gran bandera española presentaba el emblema de la patria que miraba a Jesucristo y se extendía hacia Él como deseando besarle y envolverle y abrazarle.

El silencio aumentaba en el corazón envolviendo mil vagos pensamientos.

La subida se hizo con mucho orden gracias a las acertadas disposiciones que se tomaron. Llegó toda la gente, que se fue replegando en las sillas que en número de tres mil se había dispuesto ordenadamente. Llegó la nobleza, los caballeros con sus uniformes, los Grandes con sus insignias, los Prelados con sus capisayos, Comisionados y Representantes de muchas asociaciones, los Ministros todos menos el de Hacienda que estaba enfermo. Llegó para hacer guardia y presentar honores el Regimiento del Rey que se situó al lado del monumento

A las once y media en punto se izó en la tribuna regia, formada por tapices, el pendón morado de Castilla, y aparecieron los reyes en medio de aclamaciones y vivas al rey cristiano que venía entonces como nunca en nombre de la Nación. Estaba el rey vestido de capitán general de media gala, cruzado el pecho por la banda de Mérito militar roja, y por el Toisón de Oro, el gran collar de Carlos III y la venera de las Órdenes militares. La Reina Victoria Eugenia traje gris con abrigo de seda negro y sombrero del mismo color.

El Rey pasó revista a la compañía, situándose después en la tribuna con las demás  Reales Personas – las Reinas, los Infantes e Infantas – y séquito.      El Gobierno del Sr. Maura en pleno y el Cardenal Primado recibieron a los Soberanos a la puerta de la tribuna.

“Al punto, el  Nuncio de Su Santidad, Monseñor Francesco Ragonesi, revestido de Pontifical y asistido por canónigos de la S. I. Catedral de Madrid, bendijo el Monumento. Luego el señor Obispo de Madrid-Alcalá, D. Prudencio Melo Alcalde comenzó la Santa Misa. El Orfeón del Círculo de San José y el del Sindicato Obrero femenino de María Inmaculada entonaron durante el Santo Sacrificio el “Gloria in excelsis Deo”  y el “O salutaris Hostia”, de Gayoso. Imponente fue el acto de la elevación por vez primera en aquel altar colocado al pie del monumento, mientras la banda saludaba con la marcha real al “Rey de Reyes”, que no ya en imagen, sino realmente presidía desde entonces nuestra reunión y venía a recibir nuestra Consagración”

Antes de la bendición final, fue leído el siguiente telegrama de su Santidad: “El Santo Padre ha sabido con particular satisfacción la inauguración del Monumento Nacional dedicado al Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles, de esa Diócesis. Concede de muy buen grado a V. E. la facultad de dar la Bendición Papal, con indulgencia plenaria, en las condiciones ordinarias, a todos los que asistan a la ceremonia religiosa” –Cardenal Gasparri –.  Y terminada la misa, Mons. Melo impartió la Bendición Papal concedida por S. S. Benedicto XV.

Y llegó el momento más augusto de toda la ceremonia, el momento por el cual estábamos allí todos congregados en medio de España: Su Consagración al Sagrado Corazón de Jesús.

Cuando, en su día, se le preguntó al Rey Alfonso XIII si asistiría a la inauguración del Monumento, él contestó: “No hay dificultad”. Y cuando se le volvió a preguntar si leería el acto de Consagración, respondió. “Sí, por cierto”. De ahí que, cuando, posteriormente, el P. Mateo le felicitó por haber asumido esa responsabilidad, el propio Rey le contestó: “No merezco tantos parabienes, Padre, pues no he hecho sino cumplir con un deber de conciencia. Era preciso probar que, si soy oficialmente católico, no lo soy menos íntima y privadamente”.

Acabada la misa, en el centro del altar se expuso en rica custodia al Señor en hostia consagrada en la misma misa, y el Duque del Infantado y el señor Obispo de Sión se dirigieron a la tribuna real para acompañar a su Majestad hacia el altar. Siguió al Rey toda la real familia, que quedó de rodillas junto al altar. Alfonso XIII, lleno de serena majestad, subió las gradas del Monumento hasta el pie del altar donde  recibió el pergamino que le ofreció el Duque del Infantado con la fórmula de la Consagración.

Sobre la fórmula de la Consagración hemos de consignar que es innegable su relación con otras ya usadas en dos ocasiones extraordinarias anteriores: al terminar la procesión del Congreso Eucarístico Nacional de Valencia,  noviembre de 1893, y la del Congreso Eucarístico Internacional de Madrid en junio de 1911 Ambas fórmulas le fueron presentadas al Rey, quien escogió una adaptación de la de Valencia con algunos retoques personales compatibles con otras sugerencias aducidas por algunos.

El Monarca, puesto de rodillas al lado de la Epístola y apoyado en su sable, presenció reverente la Exposición del Santísimo Sacramento. Terminado el “Pange lingua”, permaneciendo todos de rodillas, alzóse únicamente el Rey y vuelto hacia el Santísimo y ligeramente también a su pueblo que le rodeaba y le escuchaba, con voz pausada y serena, pero marcada y firme, pronunció el Acto de Consagración con estas palabras:

 
 

El Rey Alfonso XIII en la Consagración

“Corazón de Jesús Sacramentado, Corazón del Dios – Hombre, Redentor del Mundo, Rey de Reyes y Señor de los que dominan:

España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones, se postra hoy reverente ante ese trono de tus bondades que para Ti se alza en el centro de la Península.

Todas las razas que la habitan, todas las regiones que la integran, han constituido en la sucesión de los siglos, y a través de comunes azares y mutuas lealtades, esta gran Patria Española, fuerte y constante en el amor a la Religión y en su adhesión a la Monarquía.

Sintiendo la tradición católica de la realeza española y continuando gozosos la historia de su fe y de su  devoción a Vuestra Divina Persona, confesamos que Vos vinisteis a la tierra a establecer el Reino de Dios en la paz de las almas redimidas por vuestra sangre y en la dicha de los pueblos que se rijan por vuestra santa Ley. Reconocemos que tenéis por blasón de vuestra divinidad conceder participación de vuestro poder a los príncipes de la tierra, y que de Vos reciben eficacia y sanción todas las leyes justas, en cuyo cumplimiento estriba el imperio del orden y de la paz. Vos sois el camino seguro que conduce a la posesión de la vida eterna; luz inextinguible que alumbra los entendimientos para que conozcan la verdad y el principio propulsor de toda vida y de todo legítimo progreso social, afianzándose en Vos y en el poderío y suavidad de vuestra gracia todas las virtudes y heroísmos que elevan y hermosean el alma.

Venga, pues, a nosotros Vuestro Santísimo Reino, que es Reino de justicia y de amor. Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares, en la inteligencia de los sabios, en las aulas de las ciencias y de las letras y en nuestras leyes e instituciones patrias.

Gracias, Señor, por habernos librado misericordiosamente de la común desgracia de la guerra, que a tantos pueblos ha desangrado. Continuad con nosotros la obra de vuestra amorosa providencia.

Desde estas alturas que para Vos hemos escogido como símbolo del deseo que nos anima de que presidáis todas nuestras empresas, bendecid a los pobres, a los obreros, a los proletarios, para que en la pacífica armonía de todas las clases sociales encuentren justicia y caridad que haga más suave su vida, más llevadero su trabajo.

Bendecid al Ejército y a la Marina, brazos armados de la Patria, para que en la lealtad de su disciplina y en el valor de sus armas sean siempre salvaguardia de la nación y defensa del derecho.

Bendecidnos a todos los que aquí reunidos en la cordialidad de unos mismos santos amores de la Religión y de la Patria, queremos consagraros nuestra vida pidiéndoos como premio de ella el morir en la seguridad de vuestro amor y en el regalado seno de vuestro Corazón adorable. Así sea”.

Al acabar, el público prorrumpió en vítores y aclamaciones. El jesuita P. Zacarias García Villada, posteriormente asesinado en julio de 1936, comentaba que se trató de un “acto de acatamiento, por el que nuestro Rey, humillando su cabeza, reconocía a Jesucristo por Rey de Reyes y Señor de los que dominan”. Desde ese momento, aseguraba, “se puede decir con verdad que se ha cumplido la promesa que el Corazón divino hizo al P. Hoyos, de que reinaría en España con más veneración que en otras partes”. Hoy, desde lo alto del Cerro de los Ángeles, puede decir el Sagrado Corazón de Jesús las palabras esculpidas en el fuste de aquel grandioso monumento: “REINO EN ESPAÑA”.

Y desde este día el Cerro de los Ángeles empezó a ser para los españoles algo íntimamente unido e inseparable de la Nación, porque, como en aquella fecha escribía el cronista de la revista “Ciencia Tomista”,  “España se había consagrado allí al Salvador del mundo, como en tiempos de Recaredo y de Pelayo, de Alfonso VIII, de Fernando III el Santo y de Felipe II”.

 “La primera parte del texto consagratorio – escribe Luis Cano en su excelente y documentada obra “Reinaré en España”, concatenando diversas citas de varios autores – resaltaba el papel de la monarquía y de la religión en la constitución de España como patria. Desde ese momento Alfonso XIII contaría con una adhesión entusiasta de un gran sector del catolicismo español, que creía en la unión del trono y del altar y veía en él la encarnación de la monarquía católica que haría posible un resurgimiento nacional. La fórmula reconocía también el origen divino del poder político, algo que reforzaba todavía más esa misión providencial del Monarca”.

 “Los grandes problemas nacionales se reflejaban también en la fórmula, aunque veladamente: el anhelo del orden y de la paz social; la búsqueda de una pacífica armonía de las clases sociales; la situación del ejército, que en esos momentos sufría la tentación de la indisciplina y la desmoralización por culpa de la desastrosa guerra de Marruecos.

 “También se mencionaba la Primera Guerra Mundial en la que España había conseguido mantener la neutralidad. El acto del Cerro de los Ángeles constituía un agradecimiento a Dios por la especial protección de la Providencia, que a través del Sagrado Corazón – el símbolo por excelencia de la paz –  había preservado al país de ese flagelo. Los comentaristas señalaron que éste había sido uno de los principales motivos del acto del Cerro”

La consagración se vivió con fervor en toda España, como se había pedido a través de la carta pastoral del Obispo de Madrid, Mons. Melo Alcalde: las misas de comunión general en todas las iglesias en acción de gracias por la paz; la recitación de la breve fórmula de consagración ante el Santísimo expuesto, a las doce de la mañana, como signo de unión a la consagración general que en esos momentos se realizaba en el Cerro de los Ángeles; el repique de campanas, los adornos, luces y colgaduras en balcones y fachadas contribuyeron a dar a ese día el regocijo de un gran acontecimiento festivo. El P. García Villada decía que la consagración fue “un acto de agradecimiento a Dios y de reparación, una profesión de fe pública, valiente y alentadora… y una de las páginas más trascendentales de la historia contemporánea de nuestra patria”.  Fue, sobre todo, una afirmación de la realeza de Cristo y de su soberanía sobre la nación española.

 
 

La familia Real en la Consagración

Pero, como advertía el P. Vilariño, no bastaba proclamar oficialmente que Cristo reina en España para que ese reinado fuera ya efectivo. El jesuita invitaba a los lectores del “Mensajero” a que no se duerman en la almohada de la confianza, que es la almohada de los desengaños. El reinado de Cristo en España estaba por hacer: el acto del Cerro de los Ángeles era la señal de partida para ponerse en marcha,  pero lo importante era trabajar para que “ reine el amor de Cristo en los corazones de los hombres, en las familias españolas, en las inteligencias de los sabios, en las cátedras, en las letras, en las leyes, y en todas las instituciones patrias. Eso, eso, hay que procurar a toda costa. En definitiva, una presencia de la religión cristiana que no se quedara en meras manifestaciones exteriores o triunfalistas. Un catolicismo que informara a la vez la vida colectiva y personal”.

El P. Antonio Madariaga consideró a la consagración como “todo un programa de regeneración social; justicia y amor”. Justicia no sólo en el sentido jurídico-moral, sino también como “adaptación del hombre a las normas de rectitud y de la honestidad” y como el ajustamiento “al ideal de perfección, que no es otro que la ley evangélica, que, supuesta la ley natural escrita por Dios en los corazones de los hombres, añade los preceptos y consejos dados por Jesucristo y que constituyen la ascética cristiana”.

En contraste con el entusiasmo del pueblo sinceramente católico que se siente unido al acto de su Rey, surgió el grito furioso de las sectas, que escupían su rabia contra aquel acto que era calificado de “delirio y loco desafío”. Consta con toda certeza que primero quisieron disuadir al Rey de llevarlo a efecto, y luego forzarle a su anulación (por compromisos masónicos) para garantizar su trono.

Ciertamente, el significado del paso que Alfonso XIII había dado y su trascendencia eran muy claros y levantó contra él una oleada de protestas , a la vez que se difundía el rumor de que iba a ser destronado en cuestión de pocos años.

Apenas inaugurado, el partido liberal disparó el primer tiro del combate que terminaría con la destrucción del Monumento en agosto de 1936. “El acto realizado por el Rey – se dijo –  encierra una trascendencia inmensa y es un reto para el liberalismo” y la fórmula de consagración empleada por el Monarca “es vergüenza de España y escándalo para Europa”.

En un mitin electoral celebrado aquellos días, Miguel Morayta calificó de bochornoso el espectáculo de Madrid engalanado para celebrar la consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús; Roberto Castrovido dijo que el acto del Cerro de los Ángeles era “dogmáticamente una herejía y estéticamente una aberración”; Julián Besteiro afirmó que era “un acto bochornoso y peligroso”, y Pablo Iglesias terminó su diatriba contra el Cerro de los Ángeles diciendo: “La locura ha hecho presa en la cabeza de nuestros gobernantes”.

Tras haber expuesto el acto y la fórmula de la Consagración  y la disparidad de criterios y pareceres  sobre el hecho, vamos a concluir la narración de lo que se vivió en aquel histórico día en el Cerro de los Ángeles con el colofón final: la Procesión Eucarística.

“España estaba consagrada al Corazón de Jesús. Había hecho su besamanos –escribe el P. Vilariño – ante el Rey del Universo en el altar del trono erigido en medio de España, y ya el Señor iba a retirarse de entre nosotros. Le acompañaron en la procesión los más nobles de la concurrencia, y recogiendo nuestras amantes miradas, pasó en medio de todos por la larga calle del Cerro, desde el monumento hasta la ermita.

Sencillo, pero solemne paso. Portaba el ostensorio de oro de la Casa Real el Sr. Cardenal Primado. Llevaban las varas del palio el infante don Carlos, el Ministro de la Guerra, el Duque del Infantado, el Marqués de Aguilafuente, el Vizconde del Val  de Erro y el Duque de Vistahermosa. El palio era de tisú de oro, propiedad el Convento de las Reparadoras de Madrid.

Seguían, -con velas encendidas-, los Prelados, la Familia Real, el Gobierno, las Órdenes Militares, representantes de la Guarnición de Madrid, una Comisión de Artillería de Getafe y de la Junta de Acción Católica, presidida por el Marqués de Comillas.

La ondulada procesión cubría el Cerro. Por un lado resonaba el “Tantum ergo”, por otro el “Pange lingua”, por otro la Marcha Real”, por otro el “Himno Eucarístico”. Y en todos los corazones el himno de acción de gracias y el aleluya del gozo religioso y patriótico.

Desde la altura de la ermita se nos dio la bendición con el Santísimo a los ecos lejanos de la Marcha Real.                                                               

–  Su Majestad puede ya retirarse – cuentan que le dijeron al Rey.

–      No, -respondió Alfonso XIII-, le acompañaremos hasta que quede reservado en su Sagrario. Y le siguió hasta la iglesia como antes.

“Todo estaba hecho, y hecho con felicidad, sigue diciendo el padre Remigio Vilariño. El desfile se hizo primero de sus Majestades y Altezas con aclamaciones y vivas mucho más entusiastas y sinceros que antes de la fiesta. Luego de todo el público por su orden con íntima satisfacción y alegría”

Hemos pasado un día hermoso. Para todo aquel que ame a Nuestro Señor Jesucristo, y que conozca algo de los tesoros  de amor que nuestro Redentor se merece por el amor que Él nos tiene y por el amor que ha tenido a España en los tiempos pasados, ha sido un día hermoso, magnífico… inolvidable.

En la Crónica ofrecida por el diario madrileño El Universo”   leemos lo siguiente : “… en aquel marco inolvidable, la voz sonora y potente de un Monarca valiente y gallardo, que hace pública  y solemne manifestación de la fe que dio sobrenombre glorioso a sus antecesores, y a él mismo, en ceremonia que trae el recuerdo, conmovido, las gestas de los Recaredos, de los Fernandos, de los Jaimes, grandes como guerreros, inmortales como legisladores, amados como padres de sus pueblos, de lo que nosotros somos continuadores”.

El acto, único en su clase y como no se había visto quizás en España, fue calificado años más tarde por Su Santidad el Papa Pío XI de “gesto inmortal de verdadera y soberana caballerosidad, digno en todo de la historia y de la hidalguía del pueblo español, caballeroso por excelencia”. 

Podemos resumirlo todo, según las informaciones de la Prensa, con estas palabras: Celebración con inusitada solemnidad y extraordinaria brillantez  la inauguración del Monumento, en un marco inolvidable y con esplendores de un culto único en lo de acercar el arte a la divinidad.  Prodigio de orden  y excelente organización del acto de un modo insuperable en todos sus detalles, sin dar lugar a confusión alguna en la colocación de los invitados y asistentes a la ceremonia.                    

Participaron en tan solemne, masivo, piadoso y emotivo acto  los Reyes, la Reina Madre María Cristina, los Infantes, los Príncipes, El Gobierno de la Nación , el Sr. Nuncio, Cardenal Primado, veintidós Prelados,  Cabildo y Clero de Madrid, Órdenes Militares (Alcántara, Montesa y Calatrava) Duques, Marqueses, Condes, Gentilhombres, toda la Aristocracia de la Capital,  un sinfín de Autoridades civiles y militares y más de quince mil personas que llegaron en trenes especiales, coches, autos, carros y a pié, formando filas interminables a lo largo de las carreteras desde Getafe, pueblos circunvecinos  y desde el propio Madrid, quienes conservarán un recuerdo indeleble de tan hermosa y espléndida ceremonia.

“En suma, ha sido una fiesta grandiosa, imponente, de una incomparable grandeza imposible de ser reflejada  en estas líneas, de acertar con la referencia ni dar con el acertado comentario, pues reseñarla tal como fue es una empresa superior a las fuerzas humanas”.

Y terminamos con unas palabras de D. Emiliano Aníbarro Espeso, quien fue Director de la Obra Nacional del Cerro de los Ángeles y Rector del Santuario durante mucho años, tomadas del Librito “Ayer y Hoy del Cerro de los Ángeles”, que dice así: “El centro geográfico de España, el día 30 de mayo de 1919 se convirtió en centro de atracción espiritual de todos los españoles. Allí, al pie del Monumentos del Sagrado Corazón de Jesús, convergían los pensamientos, los sentimientos de amor, de fe y de entusiasmo de todos los pueblos de la nación española, y de allí irradiaban palpitaciones de alegría, afecto, gratitud y bendición, que se extendieron por todas las tierras de España anunciando la buena nueva del advenimiento del reinado del Sagrado Corazón de Jesús en el pueblo de sus predilecciones”.

 

Fuente: Vicente Lorenzo Sandoval. Director de la Obra Nacional del Cerro de los Ángeles y Rector del Santuario del Sagrado Corazón de Jesús. Getafe, “Cerro de los Ángeles”, 15 de Junio de 2009

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Fundamentos de la Devoción al Sagrado Corazón de Jesús

La devoción al Sagrado Corazón no es sino una forma especial de devoción a Jesús. Al esclarecer su objeto, sus fundamentos y sus actos propios conoceremos qué es exactamente y qué hace distinta a esta devoción.

 

EL OBJETO ESPECIAL DE LA DEVOCIÓN AL SAGRADO CORAZÓN

La naturaleza de esta cuestión es ya de por sí compleja y las dificultades que nacen a causa de la terminología la hacen aún más compleja. Sin profundizar en términos que son extremadamente técnicos, estudiaremos las ideas en sí mismas y, con el fin de saber pronto dónde estamos, nos detendremos en el significado y en el uso que se da a la palabra corazón en el lenguaje normal. (a) La palabra corazón despierta en nosotros, antes que nada, la idea del órgano vital que palpita en nuestro pecho y del que sabemos, aunque quizás vagamente, que está íntimamente conectado no sólo con nuestra vida física, sino también con nuestra vida moral y emocional. Tal relación explica, también, que el corazón de carne sea universalmente aceptado como emblema de nuestra vida moral y emocional, y que por asociación, la palabra corazón ocupe el sitio que tiene en el lenguaje simbólico y que esa palabra se aplique igualmente a las cosas mismas que son simbolizadas por el corazón. (Cfr. Jer. 31,33; Dt. 6,5; 29,3; Is. 29,13; Ez. 36,26; Mt. 6,21; 15,19; Lc. 8,15; Rm. 5,5; Catecismo de la Iglesia Católica, nos. 368, 2517, N.T.). Pensemos, por ejemplo, en expresiones como «abrir nuestro corazón», «entregar el corazón», etc. Llega a pasar que el símbolo es despojado de su significado material y en vez del signo se percibe sólo lo que es significado. De igual manera, en el lenguaje corriente la palabra alma ya no despierta la idea de aliento, y la palabra corazón sólo nos trae a la mente las ideas de valor o amor. Claro que aquí hablamos de figuras del lenguaje o de metáforas, más que de símbolos. El símbolo es un signo real, mientras que la metáfora es sólo un signo verbal.

El símbolo es algo que significa algo distinto de si mismo, mientras que la metáfora es una palabra utilizada para dar a entender algo distinto de su significado propio. Por último, en el lenguaje normal, nosotros pasamos continuamente de la parte al todo y, gracias a una forma muy natural de hablar, usamos la palabra corazón para referirnos a la persona. Todas estas ideas nos ayudarán a determinar el objeto de la devoción al Sagrado Corazón.

El problema comienza cuando se debe distinguir entre los significados material, metafórico y simbólico de la palabra corazón. Se trata de saber si el objeto de la devoción es el corazón de carne, como tal, o el amor de Jesucristo significado metafóricamente por la palabra corazón, o el corazón de carne en cuanto símbolo de la vida emocional y moral de Jesús, especialmente de su amor hacia nosotros. Afirmamos que se da debido culto al corazón de carne en cuanto éste simboliza y recuerda el amor de Jesús y su vida emocional y moral (Cfr. Pío XII, encíclica «Haurietis Aquas», 18,21,24, N.T.). De tal forma, aunque la devoción se dirige al corazón material, no se detiene ahí: incluye el amor, ese amor que constituye su objeto principal pero que únicamente se alcanza a través del corazón de carne, símbolo y signo de ese amor. La devoción al solo Corazón de Jesús, tomado éste como una parte noble de su divino cuerpo, no sería equivalente a la devoción al Sagrado Corazón tal y como la entiende y aprueba la Iglesia.

Y lo mismo se puede decir de la devoción al amor de Jesús, como si se tratara de una parte separada de su corazón de carne, o sin más relación con este último que la sugerida por una palabra tomada en su sentido metafórico. (Cfr. Gaudium et Spes, 22,2, N.T.) Pues hay que considerar que en esta devoción existen dos elementos: uno sensible, el corazón de carne, y uno espiritual, el que es representado y traído a la mente por el corazón de carne. Estos dos elementos no son dos objetos distintos, simplemente coordinados, sino que realmente constituyen un objeto solo, del mismo modo como lo hacen el alma y el cuerpo, y el signo y la cosa significada. De esos dos elementos el principal es el amor, que es la causa y la razón de la existencia de la devoción, tal como el alma es el elemento principal en el [[hombre. Consecuentemente, la devoción al Sagrado Corazón puede ser definida como una devoción al Corazón Adorable de Jesucristo en cuanto él representa y recuerda su amor. O, lo que equivale a lo mismo, se trata de la devoción al amor de Jesucristo en cuanto que ese amor es recordado y simbólicamente representado por su corazón de carne (Cfr. Encíclica de S.S. León XIII, Annum Sacrum; Catecismo de la Iglesia Católica nos. 479, 609. N.T.).

Es este simbolismo lo que de da su significado y su unidad, y su fuerza simbólica queda admirablemente completada al ser representado el corazón como herido. Como el Corazón de Jesús se nos presenta como el signo sensible de su amor, la herida visible en el Corazón nos recuerda la invisible herida de su amor («Sólo el corazón de Cristo, que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza», Catecismo de la Iglesia Católica, 1439, N.T.).

Ese simbolismo también nos deja en claro que la devoción, si bien concede al corazón un lugar especial, poco está interesada en los detalles anatómicos. Dado que en las imágenes del Sagrado Corazón la expresión simbólica debe predominar sobre todo lo demás, no se busca nunca la congruencia anatómica; ésta afectaría negativamente la devoción al debilitar la evidencia del simbolismo. Es de primera importancia que el corazón como emblema se pueda distinguir del corazón anatómico; lo apropiado de la imagen debe ser favorable a la expresión de la idea. En una imagen del Sagrado Corazón es necesario un corazón visible, pero éste debe ser, además de visible, simbólico. Y se puede afirmar algo semejante en el ámbito de la fisiología, porque el corazón de carne que constituye el objeto de la devoción, y que debe dejar ver el amor de Jesús, es el Corazón de Jesús, el Corazón real, viviente, que en verdad amó y sufrió; el que, como lo experimentamos en nuestros corazones, tuvo relación con las emociones y la vida moral de Cristo; el que, por el conocimiento, así sea rudimentario, que tenemos a partir de las operaciones de nuestra propia vida humana, jugó igual papel en las operaciones de la vida del Maestro. Sin embargo, la relación entre el Corazón y el Amor de Cristo no tiene un carácter puramente convencional, como es el caso entre la palabra y la cosa, o entre la bandera y el país que ésta representa.

Ese Corazón ha estado y está inseparablemente vinculado con la vida de Cristo, vida de bondad y amor. Basta, empero, que en nuestra devoción simplemente conozcamos y sintamos esta relación tan íntima. No tenemos por qué preocuparnos por la anatomía del Sagrado Corazón, ni con determinar cuáles son sus funciones en la vida diaria. Sabemos que el simbolismo del corazón se funda en la realidad y que constituye el objeto de nuestra devoción al Sagrado Corazón, la cual no está en peligro de caer en el error. Es precisamente esa característica la que define naturalmente a la devoción al Sagrado Corazón. Es más, ya que la devoción se dirige al amante Corazón de Jesús, ella debe abarcar todo aquello que es abrazado por ese amor. Y, en ese contexto, ¿no fue ese amor la causa de toda acción y sufrimiento de Cristo?. ¿No fue su vida interior, más que la exterior, dominada por ese amor? Por otro lado, teniendo la devoción al Sagrado Corazón como objeto al Corazón viviente de Jesús, eso mismo familiariza al devoto con toda la vida interna del Maestro, con sus virtudes y sentimientos y, finalmente, con Jesús mismo, infinitamente amante y amable. Consecuentemente, de la devoción al Corazón amante se procede, primero, al conocimiento íntimo de Jesús, de sus sentimientos y virtudes, de toda su vida emocional y moral; del Corazón amante se extiende a las manifestaciones de su amor. Hay otra forma de extensión que, teniendo la misma significación, se realiza, sin embargo, de diverso modo, pasando del Corazón a la Persona. Transición que, por otra parte, es algo que se realiza naturalmente. Cuando hablamos de un «gran corazón» siempre hacemos alusión a una persona, del mismo modo que cuando mencionamos el Sagrado Corazón nos referimos a Jesús. Esto no sucede porque ambas cosas sean sinónimas sino porque la palabra corazón se utiliza para indicar una persona, y esto es posible porque expresamos que tal persona está relacionada con su propia vida moral y emocional.

Del mismo modo, cuando nos referimos a Jesús como el Sagrado Corazón, lo que en realidad queremos expresar es al Jesús que manifiesta su Corazón, el Jesús amante y amable. Jesús entero queda recapitulado en su Corazón Sagrado, al igual que todas las cosas son recapituladas en Jesús. Dios continuamente se lamenta de ello en las Sagradas Escrituras; los santos siempre han escuchado en sus corazones la queja de ese amor no correspondido. Una de las fases esenciales de la devoción es la percepción de que el amor de Jesús por nosotros es ignorado y despreciado. El mismo Jesús reveló esa verdad a Santa Margarita María Alacoque, ante la que se quejó de ello amargamente.

Únicamente ese amor puede explicar a Jesús, así como sus palabras y obras. Empero, su amor brilla más resplandeciente en ciertos misterios a través de los que nos llegan grandes bienes, y en los cuales Jesús se manifiesta más generoso en la entrega de si mismo. Podemos pensar, por ejemplo, en la Encarnación, la Pasión y la

Eucaristía. Estos misterios, además, tienen un lugar especial en la devoción que, buscando a Jesús y los signos de su amor y su gracia, los encuentra aquí con una intensidad mayor que en cualquier evento particular.

Ya se dijo arriba que la devoción al Sagrado Corazón, dirigida al Corazón de Jesús como emblema de su amor, pone especial atención a su amor por la humanidad. Lógicamente, esto no excluye su amor a Dios, pues está incluido en su amor por los hombres. Se trata, entonces, de la devoción al «Corazón que tanto ha amado a los hombres», según las palabras citadas por Santa Margarita María.

Por último, surge la pregunta de si el amor al que honramos con esta devoción es el mismo con el que Jesús nos ama en cuanto hombre o se trata de aquel con el que nos ama en cuanto Dios. O sea, si se trata de un amor creado o de uno increado; de su amor humano o de su amor divino. Sin lugar a dudas se trata del amor de Dios hecho hombre, el amor del Verbo Encarnado. Ningún devoto separa estos dos amores, como tampoco separa las dos naturalezas de Cristo (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, No. 470, N.T.). Y aunque quisiésemos debatir este punto y solucionarlo a toda costa, sólo encontraremos que hay diferentes opiniones entre los autores. Algunos, por considerar que el corazón de carne sólo puede vincularse con el amor humano, concluyen que no puede simbolizar el amor divino que, a su vez, no es propio de la persona de Jesús y que, por tanto, el amor divino no puede ser objeto de la devoción. Otros afirman que el amor divino no puede ser objeto de la devoción si se le separa del Verbo Encarnado, o sea que sólo es tal cuando se le considera como el amor del Verbo Encarnado y no ven porqué no pueda ser simbolizado por el corazón de carne ni porqué la devoción debiera circunscribirse solamente al amor creado.

 

FUNDAMENTOS DE LA DEVOCIÓN

Esta cuestión puede ser estudiada bajo tres aspectos: el histórico, el teológico y el científico.

a. Fundamentos históricos

Al aprobar la devoción al Sagrado Corazón, la Iglesia no simplemente confió en las visiones de Santa Margarita María, sino que, haciendo abstracción de ellas, examinó el culto en si mismo. Las visiones de Santa Margarita María podían ser falsas, pero ello no debía repercutir en la devoción, haciéndola menos digna o firme. Sin embargo, el hecho es que la devoción se propagó principalmente bajo la influencia del movimiento que se inició en Paray-le-Monial. Antes de su beatificación, las visiones de Santa Margarita María fueron críticamente examinadas por la Iglesia, cuyo juicio, en tales casos, aunque no es infalible, sí implica una certeza humana suficiente para garantizar las palabras y acciones que se sigan de él.

b. Fundamentos teológicos

El Corazón de Jesús merece adoración, como lo hace todo lo que pertenece a su persona. Pero no la merecería si se le considerase como algo aislado o desvinculado de ésta. Definitivamente, al Corazón de Jesús no se le considera de ese modo, y Pío VI, en su bula de 1794, «Auctorem fidei», defendió con su autoridad este aspecto de la devoción contra las calumnias jansenistas. Si bien el culto se rinde al Corazón de Jesús, va más allá del corazón de carne, para dirigirse al amor cuyo símbolo expresivo y vivo es el corazón. No se requiere justificar la devoción acerca de esto. Es la Persona de Jesús a quien se dirige, y esta Persona es inseparable de su divinidad. Jesús, la manifestación viviente de la bondad de Dios y de su amor paternal; Jesús, infinitamente amable y amante, visto desde la principal manifestación de su amor, es el objeto de la devoción al Sagrado Corazón, del mismo modo que lo es de toda la religión cristiana. La dificultad reside en la unión del corazón y el amor, y en la relación que la devoción supone que existe entre ambos. Pero, ¿no es esto un error que ya ha sido superado hace mucho?. Sólo queda por ver si la devoción, bajo este aspecto, está bien fundamentada.

c. Fundamentos filosóficos y científicos

En este aspecto ha habido cierta falta de certeza entre los teólogos. No obviamente en lo tocante a la base del asunto, sino en lo que respecta a las explicaciones. En ocasiones ellos han hablado como si el corazón fuera el órgano del amor, aunque este punto no tiene relación con la devoción, para la cual basta que el corazón sea el símbolo del amor y sobre ello no cabe duda: sí hay una vinculación real entre el corazón y las emociones. Nadie niega el hecho de que el corazón es símbolo del amor y todos experimentamos que el corazón se convierte en una especie de eco de nuestros sentimientos. Un estudio de esta especie de resonancia sería muy interesante, pero no le hace falta a la devoción, ya que es un hecho atestiguado por la experiencia diaria; un hecho del cual la medicina puede dar razones y explicar las condiciones, pero que no es parte del presente estudio, ni su objeto requiere ser conocido por nosotros.

El acto propio de la devoción

El objeto mismo de la devoción exige un acto apropiado, si se considera que la devoción al amor de Jesús por nosotros debe ser, antes que nada, una devoción al amor a Jesús. Su característica debe ser la reciprocidad del amor; su objeto es amar a Jesús que nos ama tanto; pagar amor con amor. Más aún, habida cuenta que el amor de Jesús se manifiesta al alma devota como despreciado y airado, sobre todo en la Eucaristía, el amor propio de la devoción deberá manifestarse como un amor de reparación. De ahí la importancia de los actos de desagravio, como la comunión de reparación, y la compasión por Jesús sufriente. Mas ningún acto, ninguna práctica, puede agotar las riquezas de la devoción al Sagrado Corazón. El amor que constituye su núcleo lo abraza todo y, entre más se le entiende, más firmemente se convence uno de que nada puede competir con él para hacer que Jesús viva en nosotros y para llevar a quien lo vive a amar a Dios, en unión con Jesús, con todo su corazón, su alma y sus fuerzas.

 

IDEAS HISTÓRICAS SOBRE EL DESARROLLO DE LA DEVOCIÓN

Cristo mostrando la llaga del costado por donde entró la lanza que traspasó el Corazón, de donde nace su Iglesia. Escultura en piedra del siglo XV. Francia. Fotografía de Juan Dejo Bendezú S.J,

1. Desde el tiempo de San Juan y San Pablo siempre ha existido en la Iglesia algo semejante a una devoción al amor de Dios, quien tanto amó al mundo que le dio a su Hijo unigénito, y al amor de Jesús, quien tanto nos ama que se entregó a si mismo por nosotros. Claro que, hablando adecuadamente, eso no era equivalente a la devoción al Sagrado Corazón, ni le rendía culto al Corazón de Jesús como símbolo de su amor.

Desde los primeros siglos, también, siguiendo el ejemplo del evangelista, ha sido costumbre meditar sobre el costado abierto de Cristo y el misterio de la sangre y agua, y se ha visto a la Iglesia como naciendo de esa herida, del mismo modo como Eva nació del costado de Adán (Cfr. San Ambrosio, Expositio Evangelii secundum Lucam, 2, 85-89; Lumen Gentium, 3; Sacrosanctum Concilium, 5, N.T.) Sin embargo, no existe constancia alguna de que durante los primeros diez siglos se haya rendido culto al Corazón herido.

2. No es sino hasta los siglos XI y XII que encontramos señales inconfundibles de alguna devoción al Sagrado Corazón.

El corazón de Jesús es principio y término de nuestra reconciliación penitente, afirma rotundamente el teólogo francés Bertrand de Margerie S.J.

Se trataba de acercarse al Corazón Herido a través de la herida del costado, y la herida del Corazón simbolizaba la herida del Amor. Fue en el ambiente de fervor de los monasterios benedictinos o cistercienses, gracias al pensamiento de Anselmo o Bernardo, donde la devoción nació, aunque es imposible determinar con certidumbre cuáles hayan sido sus primeros textos o quiénes sus primeros devotos. Según Santa Gertrudis y Santa Matilde, y para el autor de la «Vitis mystica», la devoción ya era muy conocida en sus tiempos. No sabemos, sin embargo, exactamente a quién se debe la «Vitis mystica».

Hasta principios del siglo XX se le había venido atribuyendo su autoría a San Bernardo, pero algunas publicaciones de la hermosa y académicamente completa edición Quaracchi la atribuyen, y no sin razones de peso, a San Buenaventura («S. Bonaventurae opera omnia», 1898,VIII, LIII). Sea como sea, ese documento contiene uno de los más hermosos pasajes que se hayan inspirado en la devoción al Sagrado Corazón y que la Iglesia utiliza para las lecciones de la Liturgia de las Horas en su fiesta. Para Santa Matilde (+1298) y Santa Gertrudis (+1302), se trata de una devoción muy conocida que había sido base de muchas bellas oraciones y prácticas devocionales. Y merece especial atención la visión de Santa Gertrudis en la fiesta de San Juan Evangelista, ya que constituye un hito en la historia de la devoción. Habiéndosele permitido recostar su cabeza cerca del costado herido del Salvador, pudo escuchar los latidos del Divino Corazón.

Le preguntó a Juan si en la noche de la Última Cena él también había podido escuchar tan deliciosas pulsaciones y, si así había sido, porqué no había hablado de ello. Juan le respondió que esa revelación había sido reservada para tiempos posteriores, cuando el mundo, habiéndose enfriado, necesitara que su amor se le recalentara («Legatus divinae pietatis», IV, 305; «Revelationes Gertrudianae», ed. Poitiers y Paris, 1877).

3. A partir del siglo XIII y hasta el XVI, la devoción se propagó, pero sin desarrollarse internamente.

Era practicada en todas partes por almas escogidas, de lo que dan abundante testimonio las vidas de los santos y los anales de las diferentes congregaciones religiosas como franciscanos, dominicos, jesuitas, cartujos, etc. Empero, siempre fue una devoción individual de carácter místico. No había comenzado aún ningún movimiento generalizado, a menos que uno concibiera como tal la devoción a las Cinco Llagas entre las que la herida del Corazón figuraba prominentemente y a cuya propagación los franciscanos habían dedicado gran esfuerzo.

4. Parece ser que fue en el siglo XVI que la devoción avanzó y pasó del dominio místico al de la ascesis cristiana. Se convirtió en una devoción objetiva, con oraciones previamente formuladas y ejercicios especiales cuya práctica era muy recomendada a la par que su valor era apreciado. Esto lo sabemos gracias a los escritos de esos dos maestros de la vida espiritual, el piadoso Lanspergius (+1539), de los Cartujos de Colonia, y el devoto Lois de Blois (Blosius, 1566), un monje benedictino y abad de Liessies, en Hainaut. A ellos se pueden añadir San Juan de Ávila (+ 1569) y San Francisco de Sales, éste último del siglo XVII.

5. Desde entonces todo pareció ayudar al temprano nacimiento de la devoción. Los autores ascéticos hablan de ella, especialmente los de la Compañía de Jesús, Álvarez de Paz, Luis de la Puente, Saint-Jure y Nouet. Y no faltan tratados especializados, como la pequeña obra del Padre Druzbicki, «Meta Cordium, Cor Jesu». Entre los místicos y almas piadosas que practicaron la devoción podemos contar a San Francisco de Borja, San Pedro Canisio, San Luis Gonzaga y San Alfonso Rodríguez, de la Compañía de Jesús. Igualmente, a la Beata Marina de Escobar (+1633) en España; a las Venerables Magdalena de San José y Margarita del Santísimo Sacramento, ambas carmelitas, en Francia; Jeanne de San Mateo Deleloe (+1660), una benedictina, en Bélgica; la incomparable Armelle de Vannes (+1671). E incluso en ambientes jansenistas o mundanos, Marie de Valernod (+1654) y Angélique Arnauld; M. Boudon, archidiácono de Evreux, el Padre Huby, el apóstol de los retiros, en Bretaña y, sobre todos ellos, la Beata Marie de la Encarnación, quien falleció en Quebec en 1672. La Visitación parecía estar esperando a Santa Margarita María. Su espiritualidad, algunas intuiciones de San Francisco de Sales, las meditaciones de Mère l’Huillier (+1692), todo ello preparó el camino. La imagen del Corazón de Jesús estaba evidente en todas partes gracias, en gran manera, a la devoción franciscana a las Cinco Llagas y a la costumbre jesuita de colocar la imagen en la página de títulos de sus libros y en los muros de sus templos.

6. A pesar de eso la devoción seguía siendo algo individual o, a lo mucho, privado. El hacerla pública, honrarla en el Oficio Divino y establecerle una fiesta estaba reservado a San Juan Eudes (1602-1680). El Padre Eudes fue, más que nada, el apóstol del Corazón de María, pero en su devoción por el Corazón Inmaculado había siempre una parte para el Corazón de Jesús. Poco a poco se fue separando la devoción por el Sagrado Corazón y el 31 de agosto de 1670 se celebró con gran solemnidad la primera fiesta del Sagrado Corazón en el Gran Seminario de Rennes. El 20 de octubre le siguió Coutances y desde entonces quedó unida a esa fecha la fiesta de los eudistas. De ahí pronto cundió la fiesta a otras diócesis e igualmente la devoción fue adoptada por varias comunidades religiosas. Y así llegó a estar en contacto con la devoción que ya existía en Paray, en donde las dos se fundieron naturalmente.

7. Cristo escogió a Santa Margarita María de Alacoque (1647-1690), una humilde monja visitandina del monasterio de Paray-le-Monial, para revelarle los deseos de su Corazón y para confiarle la tarea de impartir nueva vida a la devoción. Nada indica que esta piadosa religiosa haya conocido la devoción antes de las revelaciones, o que, al menos, haya prestado alguna atención a ella. Estas revelaciones fueron muy numerosas y son notables las siguientes apariciones: la que ocurrió en la fiesta de San Juan, en la que Jesús permitió a Margarita María, como antes lo había hecho con Santa Gertrudis, recargar su cabeza sobre su Corazón, y luego le descubrió las maravillas de su Amor, diciéndole que deseaba que fueran conocidas por toda la humanidad y que los tesoros de su bondad fueran difundidos. Añadió que Él la había escogido a ella para esta obra (27 de diciembre, probablemente del 1673). En otra, probablemente distinta de la anterior, Él pidió ser honrado bajo la figura de su corazón de carne. En otra ocasión, apareció radiante de amor y pidió que se practicara una devoción de amor expiatorio: la comunión frecuente, la comunión cada primer viernes de mes, y la observancia de la Hora Santa (probablemente en junio o julio de 1674). En otra, conocida como la «gran aparición», que tuvo lugar en la octava de Corpus Christi, 1675, probablemente el 16 de junio, fue cuando Jesús dijo: «Mira el Corazón que tanto ha amado a los hombres… en vez de gratitud, de gran parte de ellos yo no recibo sino ingratitud». Y le pidió que se celebrase una fiesta de desagravio el viernes después de la octava de Corpus Christi, advirtiéndole que debía consultar con el Padre de la Colombière, por entonces superior de la pequeña casa jesuita en Paray. Finalmente, aquellas en las que el Rey solicitó solemne homenaje y determinó que fuera la Visitación y los jesuitas quienes se encargasen de propagar la nueva devoción. Pocos días después de la «gran aparición», en junio de 1675, Margarita María informó de todo al Padre de la Colombière y este último, reconociendo la acción del [[Espíritu Santo]], se consagró él mismo al Sagrado Corazón, dio instrucciones a la visitandina para que pusiera por escrito los detalles de la aparición y utilizó cuanta oportunidad tuvo para discretamente circular ese relato en Francia e Inglaterra. A su muerte, el 15 de febrero de 1682, se encontró en su diario de retiros espirituales una copia manuscrita suya del relato que él había solicitado de Margarita María, con unas breves reflexiones acerca de la utilidad de la devoción. Ese diario, junto con el relato y un precioso «ofrecimiento» al Sagrado Corazón en el que se explica claramente la devoción, fue publicado en Lyón en 1684. El librito fue muy leído, aún en Paray, aunque no dejó de causar una «horrible confusión» a Margarita María, quien, a pesar de todo, decidió aprovecharlo para extender su preciada devoción. Se unieron al movimiento Moulins, con la Madre de Soudeilles, Dijon, con la Madre de Saumaise y la hermana Joly, Semur, con la Madre Greyfié y hasta Paray, que al principio se había resistido. Fuera de las Visitandinas, sacerdotes, religiosos y laicos abrazaron la causa. En especial un capuchino, los dos hermanos de Margarita María y algunos jesuitas, entre los que estaban los padres Croiset y Gallifet, quienes estaban destinados a desempeñar un papel importante en pro de la devoción.

8. La muerte de Margarita María, el 17 de octubre de 1690, no asfixió el entusiasmo de quienes estaban interesados en la devoción. Todo lo contrario. La pequeña narración que hizo el Padre Croiset en 1691 de la vida de la santa, como un apéndice de su libro «De la devotion au Sacre Coeur», sólo sirvió para aumentarlo. A pesar de todo tipo de obstáculos y de la lentitud de la Santa Sede, que en 1693 concedió indulgencias a las cofradías del Sagrado Corazón y que en 1697 otorgó a la Visitandinas licencia para celebrar la fiesta junto con la de las Cinco Llagas, pero que se negó a otorgar una fiesta común para toda la Iglesia, con Misa especial y oficio, la devoción se extendió, en particular entre las comunidades religiosas.

Quizás la primera ocasión para realizar una consagración solemne al Sagrado Corazón y un acto público de culto fuera de las comunidades religiosas la proporcionó la plaga de Marsella, en 1720. Otras ciudades del sur siguieron el ejemplo de Marsella y a partir de ahí la devoción se popularizó.

En 1726 se consideró oportuno acudir de nuevo a Roma para solicitar una fiesta propia, pero en 1729, de nuevo, Roma se negó. Mas por fin, en 1765, finalmente cedió y ese mismo año, a petición de la Reina, la fiesta fue aceptada semioficialmente por el episcopado francés. De todos los rincones del planeta llovieron las solicitudes a Roma, y a todas se dio respuesta afirmativa. Finalmente, gracias a las presiones de los obispos de Francia, el Papa Pío IX extendió la fiesta a la Iglesia Universal bajo la modalidad de rito doble mayor. En 1889 la Iglesia la elevó a rito doble de primera clase. En todos lados se realizaban actos de consagración y reparación junto con la devoción. En ocasiones, en especial después de 1850, grupos, congregaciones y hasta naciones enteras se han consagrado al Sagrado Corazón. En 1875 todo el mundo católico se consagró de esa manera. Aún así, el Papa aún no había decidido tomar la iniciativa o intervenir directamente. Eventualmente, el 11 de junio de 1899, por orden de León XIII, y con una fórmula prescrita por él, toda la humanidad fue solemnemente consagrada al Sagrado Corazón. La idea de llevar a cabo esa acción, que León XIII calificó como «el gran acontecimiento» de su pontificado, le había sido sugerida por una religiosa del Buen Pastor, de Oporto (Portugal), quien afirmó que ella lo había recibido directamente de Cristo. Ella, quien era miembro de la familia Drost-zu-Vischering, y cuyo nombre de religión era María del Divino Corazón, murió en la fiesta del Sagrado Corazón, dos días antes de la consagración, que había sido pospuesta hasta el siguiente domingo.

(Nota del traductor: S.S. León XIII promulgó, el 25 de mayo de 1899, la encíclica «Annum Sacrum», en la que recomienda la práctica de la devoción al Sagrado Corazón, y algunos de sus sucesores hicieron lo propio, en especial Pío XI, en su encíclica «Miserentissimus Redemptor», del 8 mayo de 1928, y Pío XII, en sus encíclicas «Summi Pontificatus», del 20 de octubre de 1939, «Mystici Corporis», del 29 de junio de 1943 y «Haurietis Aquas», del 15 de mayo de 1956. Esta última contiene una exposición integral del culto y la devoción al Sagrado Corazón y debe convertirse en lectura indispensable para quien desee conocer a fondo la posición pontificia al respecto. El Concilio Vaticano II, 1962-1965, hace referencia al Corazón de Cristo en varios documentos. Finalmente, el Papa Juan Pablo II incluyó el tema como parte del Catecismo de la Iglesia Católica, en 1992).

Al hacer mención de esas grandes manifestaciones públicas no debemos olvidar hacer también alusión a la vida íntima de la devoción en las almas, a las prácticas que la acompañan, a las obras y asociaciones de las que es el alma. Tampoco debemos pasar por alto el carácter social que ha asumido en años recientes. Los católicos franceses, en forma especial, se aferran a esa devoción como a una de sus mayores esperanzas de ennoblecimiento y salvación.

Fuente: Bainvel, Jean. «Devotion to the Sacred Heart of Jesus.» The Catholic Encyclopedia. Vol. 7. New York: Robert Appleton Company, 1910.

NOTAS
[1] Especial sobre el Sagrado Corazón de Jesús en Aci Prensa preparado por José Gálvez Krüger.
[2] Bertrand de Margerie S.J.
[3] Mateo Crawley SS.CC.
[4] Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María
[5] Corazón de María, Corazón de la Iglesia (I).
[6] Corazón de María, Corazón de la Iglesia (II).
[7] Colegio de la Recoleta (Lima- Peru)
[8] Cardenal Rouco presidirá renovación de consagración de España al Sagrado Corazón.
[9] Arzobispo de Quito preside renovación de Consagración de Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús.
[10] Gabriel García Moreno.
[11] Consagrarán a Panamá al Sagrado Corazón de Jesús.
[12] Colombianos renuevan consagración al Corazón de Jesús y María el 12 de octubre.
[13] Apostolado de la Oración.
[14] Margarita María Alacoque.
[15] El sagrado Corazón de Jesús en el Perú.
[16] Apostol peruano del Sagrado Corazón.
[17] Detente del Corazón de Jesús.
[18] Tesoro escondido en el Sacratísimo Corazón de Jesús.
[19] Librito «Tesoro escondido en el Sacratísimo Corazón de Jesús», texto íntegro de la primera edición, imprenta de Alonso del Riego, impresor de la Real Universidad, Valladolid, 1734.
[20]Vida de Bernardo de Hoyos.
[21] Principios del reinado del Corazón de Jesús en España, por el P. José Eugenio de Uriarte, S.J., Madrid, 1880
[22]Libro o manuscrito “Vida del V. y angelical joven P. Bernardo Francisco de Hoyos de la Compañía de Jesús”, escrito por su Director espiritual el P. Juan de Loyola S.J. poco después de la muerte de Bernardo en 1735.
[23] Carta del rey Felipe V de España al Papa Benedicto XIII, pidiendo Misa y Oficio propio del Sagrado Corazón de Jesús, para todos sus Reinos y Dominios (año 1727).
[24] Consagración de España al sagrado Corazón de Jesús.
[25] Canción «Viva Cristo Rey».
[26] Canción «Tu reinarás».
[27] Imágenes del Sagrado Corazón de Jesús.
[28] Novena al Sacratísimo Corazón de Jesús.
[29] Reinaré en España.
[30] Carta Encíclica Haurietis aquas.
[31] Carta Encíclica Annum Sacrum.
[32] Carta Encíclica Miserentissimus Redemptor
[33]Carta Encíclica Summi Pontificatus
[34] Carta Encíclica Mystici Corporis

 
 

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El Avemaría en el Catecismo de la Iglesia Católica

Lo primero que hemos de advertir es que esta plegaria tiene origen divino y origen eclesiástico. El ángel e Isabel fueron los personajes inspirados por Dios. La Iglesia, asistida por el Espíritu Santo, completó la primera oración a Nuestra Señora.

«Dios te salve, María [Alégrate, María]». La salutación del Ángel Gabriel abre la oración del Ave María. Es Dios mismo quien por mediación de su ángel, saluda a María. Nuestra oración se atreve a recoger el saludo a María con la mirada que Dios ha puesto sobre su humilde esclava (cf. Lc 1, 48) y a alegrarnos con el gozo que El encuentra en ella (cf. So 3, 17b)

«Llena de gracia, el Señor es contigo». Las dos palabras del saludo del ángel se aclaran mutuamente. María es la llena de gracia porque el Señor está con ella. La gracia de la que está colmada es la presencia de Aquél que es la fuente de toda gracia. «Alégrate… Hija de Jerusalén… el Señor está en medio de ti» (So 3, 14, 17a). María, en quien va a habitar el Señor, es en persona la hija de Sión, el arca de la Alianza, el lugar donde reside la Gloria del Señor: ella es «la morada de Dios entre los hombres» (Ap 21, 3). «Llena de gracia», se ha dado toda al que viene a habitar en ella y al que entregará al mundo.

«Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús». Después del saludo del ángel, hacemos nuestro el de Isabel. «Llena del Espíritu Santo» (Lc 1, 41), Isabel es la primera en la larga serie de las generaciones que llaman bienaventurada a María (cf. Lc 1, 48): «Bienaventurada la que ha creído… » (Lc 1, 45): María es «bendita entre todas las mujeres» porque ha creído en el cumplimiento de la palabra del Señor. Abraham, por su fe, se convirtió en bendición para todas las «naciones de la tierra» (Gn 12, 3). Por su fe, María vino a ser la madre de los creyentes, gracias a la cual todas las naciones de la tierra reciben a Aquél que es la bendición misma de Dios: Jesús, el fruto bendito de su vientre.

«Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros… «. Con Isabel, nos maravillamos y decimos: «¿De dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?» (Lc 1, 43). Porque nos da a Jesús su hijo, María es madre de Dios y madre nuestra; podemos confiarle todos nuestros cuidados y nuestras peticiones: ora para nosotros como oró para sí misma: «Hágase en mí según tu palabra» (Lc 1, 38). Confiándonos a su oración, nos abandonamos con ella en la voluntad de Dios: «Hágase tu voluntad».

«Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte». Pidiendo a María que ruegue por nosotros, nos reconocemos pecadores y nos dirigimos a la «Madre de la Misericordia», a la Virgen Santísima. Nos ponemos en sus manos «ahora», en el hoy de nuestras vidas. Y nuestra confianza se ensancha para entregarle desde ahora, «la hora de nuestra muerte». Que esté presente en esa hora, como estuvo en la muerte en Cruz de su Hijo y que en la hora de nuestro tránsito nos acoja como madre nuestra (cf. Jn 19, 27) para conducirnos a su Hijo Jesús, al Paraíso.

Fuente: Catecismo de la Iglesia Católica, Nº 2676-2677

 

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Historia de la Devoción a la Santísima Virgen María

Este es un texto de la Enciclopedia Católica que desarrolla en forma erudita como se fueron forjando las devociones a la Santísima Virgen en la Historia.
Analiza las devociones antes del Concilio de Nicea, en la edad de los Padres de la Iglesia, en la temprana y alta Edad Media y hace una breve mención de las devociones en los Tiempos Modernos.

HASTA EL CONCILIO DE NICEA

La devoción a Nuestra Santísima Señora debe ser considerada en su último análisis como una aplicación práctica de la Comunión de los Santos. Notando que esta doctrina no está contenida, al menos explícitamente en las formas tempranas del Credo de los Apóstoles, tal vez sea por esto que no sea una sorpresa el no encontrar claros trazos del cultus de la Santísima Virgen en los primeros siglos del cristianismo.

Los más tempranos e inequívocos ejemplos de la «adoración»—usamos el término en sentido relativo por supuesto—de los santos está conectada con la veneración mostrada a los mártires que entregaron sus vidas por la Fe. A partir del siglo primero , el martirio fue considerado como signo seguro de la elección. Los mártires, se consideraba, pasaban inmediatamente ante la presencia de Dios.

Sobre sus tumbas el Santo Sacrificio era ofrecido (una práctica que muy posiblemente es aludida en Apocalipsis 6:9) mientras que en la narrativa contemporánea del martirio de San Policarpio (c.151) hacemos mención del «cumpleaños», v.g. la conmemoración anual, que los cristianos se supone deben de mantener en su honor.

Esta actitud mental se vuelve más explícita en Tertuliano y San Cipriano, y el énfasis sobre el sentido «satisfactorio» del carácter de sufrimiento de los mártires, enfatizando la opinión que por su muerte ellos podían obtener gracias y bendiciones para otros, naturalmente e inmediatamente al invocarles en forma directa.

Un refuerzo adicional, de la misma idea, se derivó del culto a los ángeles, que, siendo pre-cristiano en su origen, fue entusiasmadamente aceptado por los fieles de la era sub-Apostólica. Al parecer como una secuela de tal desarrollo, los hombres voltearon para implorar la intercesión de la Santísima Virgen. Esta es cuando menos la opinión común entre los estudiosos, aunque tal vez fuese peligroso hablar de más a favor de ella.

Evidencia relacionada la práctica popular de los primeros siglos es casi totalmente ausente, y mientras por una parte la fé de los cristianos sin duda se modeló desde arriba hacia abajo (v.g. los Apóstoles y maestros de la Iglesia entregaban un mensaje que la feligresía aceptaba de ellos dócilmente) existen indicaciones que en asuntos de sentimiento y devoción el proceso inverso algunas veces ocurría.

Por tanto, no es imposible que la práctica de invocar la asistencia de la Madre de Cristo resultara mas familiar a los más simples devotos algunas veces con anterioridad al descubrimiento de claras expresiones de ello en las escrituras de los Padres.

Algunas de estas hipótesis podrían explicar el hecho de la evidencia obtenida de las catacumbas y de la literatura apócrifa el los primeros siglos aparenta adelantarse cronológicamente a la que se preserva por escritos contemporáneos de aquellos que fueron los autorizados portavoces de la tradición Cristiana.

Sea como halla sido, el firme cimiento teológico, sobre el cual posteriormente se levantó el edificio de la devoción Mariana, empezó a ser montado en el primer siglo de nuestra era. No deja de tener importancia el que se nos diga por los Apóstoles después de la Ascensión de Cristo, que » todos los cuales, animados de un mismo espíritu, perseveraban juntos en oración con las mujeres piadosas, y con María madre de Jesús, y con los hermanos, o parientes de éste Señor» (Hechos 1:14).

También se ha llamado justamente la atención al hecho de que San Marcos, que aunque no nos menciona nada de la infancia de Cristo, no deja de describirlo como «el hijo de María» (Marcos 6:3), una circunstancia que, en vista de ciertas peculiaridades conocidas del Segundo Evangelista, grandemente enfatizan su creencia en su nacimiento Virginal.

El mismo misterio es referido por San Ignacio de Antioquia, quien, después de describir a Jesús como «Hijo de María e Hijo de Dios», continúa para decir en Efesios (7, 18, y 19) que » Nuestro Dios, Jesucristo, fue concebido en el vientre de María de acuerdo a la dispensa de la semilla de David pero también del Espíritu Santo,» y agrega: «Ocultas del príncipe de este mundo estaba la virginidad de María y su gestación y asimismo la muerte del Señor—tres misterios que se deben de proclamar».

Arístides y San Justino también utilizaron lenguaje explícito al referirse al Nacimiento Virginal, pero es San Irineo mas especialmente quien ha sido merecidamente llamado el primer teólogo de la Virgen Madre. Es así que el ha marcado el paralelo entre Eva y María, enfatizando que, » la primera fue desviada por el discurso de un ángel para separarse de Dios después de violentar Su Palabra, de tal modo que la última por medio de un discurso de un ángel recibió el Evangelio en su persona para que pudiera concebir a Dios, obedeciendo Su Palabra. Y aunque la primera desobedeció a Dios, la otra fue persuadida para obedecerlo: que la Virgen María pudiera convertirse en abogada de la virgen Eva. Y como la humanidad fue atada a la muerte por intermedio de una virgen, es salvada por medio de otra; por la obediencia de una virgen, la desobediencia de una virgen es compensada» (Irineo,V,19).

Nadie nuevamente disputa que la cláusula «nacido de la Virgen María» formara parte de la primitiva redacción del Credo, y el lenguaje de Tertuliano, Hipólito, Origen, etc., está en directa conformidad con la de Irineo; más aún, aunque escritores como Tertuliano, Hevidio, y posiblemente Hegésipo disputaron la virginidad perpetua de María, sus más ortodoxos contemporáneos la afirmaron.

Resulta entonces natural que en esta atmósfera podemos encontrar un continuo desarrollo de la veneración de la santidad y exaltados privilegios de María. En las pinturas de las catacumbas en particular, podemos apreciar la excepcional posición que ella empezó a ocupar, desde un temprano período, en las mentes de los devotos. Algunos de estos frescos, representando la profecía de Isaías, se cree que datan de la primera mitad del siglo segundo.

Otras tres que representan la adoración de los Magos son de un siglo posterior. Existe también un notable aunque muy mutilado bajorrelieve, encontrado en Cartago, que probablemente se asigna a tiempo de Constantino.

Mas impactante es la evidencia de ciertos escritos apócrifos, notablemente aquel llamado Evangelio de Santiago, o «Protoevangelio.» Cuya primera parte, evidencía profunda veneración por la pureza y santidad de la Santísima Virgen, y que afirma su virginidad in partu et post partum, es considerado en forma general ser una obra del siglo segundo. Similarmente, ciertos pasajes interpolados encontrados en los Oráculos Sibilinos, pasajes que probablemente datan del tercer siglo, muestran un preocupación similar con el papel dominante desempeñado por la Santísima Virgen en la obra de redención (ver especialmente II,311-12, y VIII, 357-479).

El primero de estos pasajes aparentemente atribuye a la intercesión » de la Santa Virgen» obtener el bono de siete días de eternidad para que los hombres puedan tener tiempo para arrepentimiento ( ver el Cuarto Libro de Esdras, vii, 28-33). Mas aún, es muy posible que la mención de la Santísima Virgen en las intercesiones de los dípticos de la liturgia proviene desde los días anteriores al Concilio de Nicea, pero de esto no tenemos evidencia definitiva puntualmente, y lo mismo debe de ser dicho de cualquier forma de invocación directa, incluso para los propósitos de devoción privada.

LA EDAD DE LOS PADRES

La existencia de la oscura secta de los Coliridianos, a los cuales San Epifanio (dc.403) denuncia por sus ofrendas de pasteles a María, puede ser mostrada como prueba de que aun antes del Concilio de Éfeso existía una veneración popular de la Virgen Madre que amenazaba con expanderse en forma escandalosa. Por lo cual Epifanio estableció la regla: «Sea María honrada. Sean Padre, Hijo, y Espíritu Santo adorados, pero que ninguno adore a María» (ten Marian medeis prosknueito). Sin embargo el mismo Epifanio abunda en alabanzas a la Virgen Madre, y el creía que había una misteriosa dispensa con respecto a su muerte implicada en las palabras de Apocalipsis 12:14: » A la mujer, empero, se le dieron dos alas de águila muy grande, para volar al desierto a su sitio destinado.»

Ciertamente, en cualquier caso, es que Padres como San Ambrosio y San Jerónimo, en parte inspirados por la admiración de los ideales ascéticos de una vida de virginidad y en parte aferrados a un camino de más clara comprensión en todo lo involucrado en le misterio de la Encarnación, empezaron a hablar de la Santísima Virgen como el modelo de todas las virtudes y el ideal de la ausencia del pecado. Algunos notables pasajes de este tipo se han recopilado.

«En el cielo, nos dice San Ambrosio, «ella dirige los coros de almas vírgenes; con ella las vírgenes consagradas alguún día serán contadas.»

San Jerónimo (Ep. xxxix, Migne, P. L., XXII, 472) deja entrever la concepción de María como madre de la raza humana, concepto que animaría poderosamente la devoción de épocas posteriores.

San Agustín en un famoso pasaje (De nat. et gratis, 36) proclama el privilegio único de María de ausencia del pecado.

En el sermón de San Gregorio Nazianzeno acerca del mártir San Cipriano (P.G., XXXV, 1181) tenemos un relato de la doncella Justina, que invocó a la Santísima Virgen para preservar su virginidad.

Pero en esto, como en otros aspectos devocionales de las primeras creencias Cristianas, el lenguaje más florido parece provenir de Oriente, y en particular en los escritos Siríacos de San Efrén. Es verdad que no podemos confiar completamente en la autenticidad de muchos de los poemas atribuidos a él, sin embargo, en algunos de los incuestionablemente suyos es todavía muy notable.

Así en los himnos de la Natividad leemos: «Bendita sea María, la que sin votos y sin oraciones por su virginidad concibió y tuvo al Señor de todos los hijos de sus iguales, quién haya sido o sea, casto o justo, sacerdotes y reyes. Quien más arrullo a un hijo en su pecho como María ? Que se haya atrevido llamara a su hijo, Hijo del Creador, Hijo del Hacedor, Hijo del Altísimo?»

Similarmente en los Himnos 11 y 12 de la misma serie, Efrén representa a María en este soliloquio: «El bebé que llevo me lleva, y Él ha bajado Sus alas tomándome y colocándome entre Sus garras y levantado el vuelo, y una promesa se me ha dado que mi altura y profundidad serán las de mi Hijo». Etc.

Este último pasaje parece sugerir una creencia, como la de San Epifanio ya mencionado, que las santos restos de la Madre Virgen fueron en alguna forma milagrosa trasladados desde la tierra. La muy desarrollada narrativa apócrifa de «El sueño de María» probablemente pertenezca a un período ligeramente posterior, pero al parecer en esta forma anticipa los escritos de Padres Orientales de reconocida autoridad. Qué tan lejos la creencia en la «Asunción» que se volvió prevalente en el curso de unos cuantos siglos, era independiente de o influenciada por el apócrifo «Transitus Mariae» , que es incluido por el Papa Gelasio en su lista de apócrifos condenados, es una difícil pregunta. Es factible que algún germen de tradición popular precediera la invención de detalles extravagantes de la propia narrativa.

En cualesquier caso, la evidencia de la los manuscritos Siríacos prueba más allá de ninguna duda que en Oriente antes del final del siglo sexto, y probablemente más temprano aún, la devoción a la Santísima Virgen había asumido aquellos desarrollos con los que se le asocia con la posterior Edad Media. En algunos manuscritos del «Transitus Mariae» – -fechados en la parte alta del siglo quinto—encontramos mención de tres celebraciones anuales de la Santísima Virgen:

Una dos días después de la fiesta de Natividad, otra en el día 15to. de Iyar, correspondiente más o menos a Mayo, y una tercera en el 13er. (o 15to.) día de Ab (aprox. Agosto), que probablemente da origen a nuestra actual celebración de la Asunción.

Mas aún, la misma relación apócrifa contiene una colección de los milagros de la Santísima Virgen, supuestamente enviada por los Cristianos de Roma, y que cercanamente recuerda el «Marienlegenden» de la Edad Media. Por ejemplo podemos leer:
Frecuentemente aquí en Roma se aparece a la gente que la confiesa en sus oraciones, porque ella se ha aparecido aquí o en la mar cuando había peligro de que el barco fuese destruido en el que iban navegando. Y los marinos invocaron el nombre de nuestra Señora diciendo: » O Doña María, Madre de Dios, apiádate de nosotros,» y tal cual ella apareció frente a ellos como un sol salvando al barco, con noventa y dos de ellos, rescatándolos de la destrucción, sin perecer ninguno de ellos.

Y nuevamente escuchamos :
Ella apareció de día en la montaña donde bandidos habían caído sobre algunas gentes buscando matarles. Y estas gentes clamaron : » Oh Santa María Madre de Dios, ten misericordia de nosotros». Y se apareció ante ellos como en un relámpago de luz, cegando los ojos de los bandidos que no les pudieron ver (ib., 49).

Por supuesto que la extravagancia de esta literatur apócrifa no puede ser cuestionada. Es totalmente inventada y una comparación entre los diversos textos del «Transitus» muestra que este tratado en particular fue constantemente modificado y agregado en sus varias traducciones, de tal suerte que no podemos estar del todo seguros que el «Liber qui appellatur transitus, id est Assumptio, Sanctae Mariae apochryphus,» condenado por el Papa Gelasio en 494, fuera idéntico con la versión Siríaca justamente referida. Pero es altamente probable que esta misma versión Siríaca estuviese entonces en existencia, y apócrifo como fuese el texto, indudablemente testifica el estado mental de los entonces poco instruídos Cristianos de ese período.

Tampoco es factible que las celebraciones fuesen mencionadas y ascritas a las instituciones de los mismos Apóstoles si tales celebraciones no hubiesen existido en las localidades en que esta ficticia narrativa era ampliamente popular. De hecho, los estudiosos dan buenas razones para creer que la celebración mencionada como mneme tes hagias Oeotokou kai aeikarthenou Marias fue celebrada en Antioquia tan temprano como el año de 370, mientras que de las circunstancias de estar conectada con la Epifanía podemos indentificarla con la primera de las celebraciones referidas en el Siríaco Transitus.

Existe también evidencia confirmatoria de que tal celebración es encontrada en los himnos de Balai, un escritor Siríaco del comienzo del siglo quinto, ya que no solo emplea el más florido lenguaje acerca de Nuestra Señora, pero también se refiere a ella en términos como estos: » Alabado sea El Señor en la fiesta memorial de Su Madre» (Poema 4, p. 14, y Poema 6, p. 15).

Otro claro testimonio es el de San Proclo, que murió como Patriarca de Constantinopla, y que en 429 predicó un sermón en esa ciudad, en el que estuvo presente Nestorio, comenzando con las palabras «El festival de la Virgen (parthenike panegyris) incita nuestra lengua hoy para anunciar su alabanza.» En esto, podemos notar, como describe a María como Doncella y Madre, Virgen y cielo, el único Puente de Dios a los hombres, hilo misterioso de la Encarnación, por el que en forma desconocida el ropaje de esa unión fue tejido, del cual el tejedor es el Espíritu Santo; y la rueca el poder del altísimo; la lana el antiguo vellón de Adán; el vellón la carne pura de la virgen, el tejedor borda la inmensa gracia de El que lo realizó; el artífice el Verbo desplazándose por la palabra» (P.G., LXV, 681).

Este discurso ilustra en grado notable como las controversias que fructificaron en los cánones de Éfeso y el título theotokos condujeron a una profunda comprensión del papel de la Santísima Virgen en la obra de la Redención.

Volviendo a otra tierra Oriental, encontramos un notable monumento a la devoción Mariana entre el Cóptico Ostraca (p. 3) fechado alrededor de D.C. 600. Este fragmento lleva en griego las palabras: «Salve María llena eres de gracia, el Señor es contigo; bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, porque tu concebiste a Cristo, el Hijo de Dios, el Redentor de nuestras almas». Esta variante Oriental del Ave María aparentemente se intentó su uso en la liturgia, tanto como la forma mas temprana del Ave María en Occidente tomó forma de una antífona empleada en Misa y el Oficio de la Santísima Virgen.

Relativamente tarde como este fragmento pudiera parecer, es de lo más valioso por la mención directa de la Santísima Virgen en nuestra temprana forma de liturgia lo que constituye una rara ocurrencia. Nada de esto, por ejemplo, se encuentra en el libro de oraciones de Serapión, o en la liturgia de las Constituciones Apostólicas, o en los fragementos del Cánon de la Misa preservados en el tratado Ambrosiano «De Sacramentis». Ciertos himnos Siríacos por Cirilón en (c. 400) y especialmente por Rabnlas de Edessa (d.435) hablan de María en términos de cálida devoción; pero como en el caso de San Efrén existe cierto grado de incertidumbre acerca de la autoría de estas composiciones.

Por otra parte la dedicación de muchas iglesias tempranas permiten sin duda un indicio del autorizado reconocimiento que en este período se brindaba al cultus de la Santísima Virgen. De hecho al principio del siglo quinto San Cirilo escribió: » Salve María, Madre de Dios, a la que en pueblos y villas y en islas se han fundado iglesias de verdaderos creyentes» (P.G., LXXVII, 1034). La Iglesia de Éfeso, la que en 431 reunió el Concilio Ecuménico, fue el mismo dedicado a la Santísima Virgen. Tres iglesias fueron fundadas en su honor en o cerca de Constantinopla por la Emperatriz Pulqueria en el curso del siglo quinto, mientras que en Roma la Iglesia de Santa María Antiqua y la de Santa María en Trastevere son ciertamente más antiguas que el año 500. No menos notable es la creciente preeminencia dada a la Santísima Virgen durante los siglos cuarto y quinto en el arte cristiano.

En las pinturas de las catacumbas, en las esculturas de los sarcófagos, en los mosaicos, y en tales objetos menores como el viales de aceite de Monsa, la figura de María aparece con mayor frecuencia, mientras que la veneración que se le dedica es indicada por varias formas indirectas, por ejemplo por la gran nubosidad, que se puede observar en las imágenes de la Crucifixión en el manuscrito de Rabulas de 586 D.C.(reproducido en La Enciclopedia Católica VIII). Tempranamente como 540 encontramos un mosaico en el que ella aparece entronizada como Reina del Cielo en el centro del ápice de la catedral de Parenzo en Austria, construida en esa fecha por el Obispo Eufrasio.

LA TEMPRANA EDAD MEDIA

Con los desarrollos Merovingio y Carolingio de la Cristiandad en Occidente arribó una aceptación autorizada de la devoción Mariana como aprte integral de la vida de la Iglesia. Es difícil dar fechas precisas para la introducción de diversos festivales, pero ya ha sido mencionado en el artículo CALENDARIO que las celebraciones de la Asunción, Anunciación, Natividad y Purificación de Nuestra Señora pueden con certeza ser trazadas a este período. Tres de estas celebraciones aparecen en el Calendario de San Wilibrodo del final del siglo séptimo, la Asunción siendo asignada tanto al 18 de Enero, siguiendo la práctica de la Iglesia Gálica, y a Agosto ( que se aproxima a la actual fecha Romana), mientras que la ausencia de la Anunciación se deba probablemente a una situación accidental.

Nuevamente podemos afirmar confiadamente que la posición de la Santísima Virgen en la fórmula litúrgica de la Iglesia estaba para esta época firmemente establecida. Aunque ignoraramos el Cánon de la Misa Romana que para entonces ya tenía la forma que actualmente retiene antes del cierre del siglo sexto, el «parefatio» para el festival en Enero de la Asunción en el rito Gálico, así como otras oraciones que pueden ser asignadas con seguridad a un momento no posterior al siglo séptimo, dan prueba de un ferviente cultus a la Santísima Virgen.

En lenguaje poético María es declarada no solamente maravillosa por la ofrenda de concebir a través de la fé pero gloriosa en la translación de su partida ( (P. L., LXII, 244-46), la creencia en su Asunción que ha sido clara y repetidamente tomada en cuenta, como lo fue un siglo más temprano por Gregorio de Tours.

Ella es también descrita en la liturgia como «la hermosa cámara de donde proviene la valiosa esposa, la luz de los gentiles, la esperanza de los fieles, la deshacedora de demonios, la confusión de los Judíos, vaso de vida, tabernáculo de gloria, templo celestial, cuyos méritos, tierna doncella como era, son mas claramente demostrados cuando se ponen en contraste con el ejemplo de la antigua Eva» (ib., 245).

En el mismo período un sinnúmero de iglesias eran construidas bajo la dedicación a María, muchas de estas están entre las más importantes de la Cristiandad. Las catedrales de Reims, Chartres, Rouen, Amiens, Nîmes, Evreux, Paris, Bayeux, Séez, Toulon etc., aunque construidas en épocas diferentes, todas fueron consagradas en su honor. Es verdad que el origen de muchos de estos santuarios franceses de Nuestra Señora esta impenetrablemente cubierto en la niebla de las leyendas. Por ejemplo, nadie en la actualidad cree con seriedad que San Trófimo en Arles dedicó una capilla a la Santísima Virgen mientras ella todavía vivía, pero existe evidencia concluyente que muchos de estos sitios de peregrinación eran venerados desde fechas muy tempranas.

Sabemos por Gregorio de Tours (Hist. Fr.,IX,42) que San Radegundo había construido una capilla en su honor en Poitiers, y habla de otras en Lyon, Tolouse, y Tours. También contamos con la tableta dedicatoria de una iglesia levantada por el Obispo Frodomundo en 677 «in honore almae Mariae, Genetricis Domini», y que el día nombrado es el medio del mes de Agosto (mense Augusto medio), debe de haber poca duda en que la consagración ocurrió durante el festival de la Asunción, que para entonces empezaba a suplantar el festival de Enero.

En Alemania los santuarios de Altötting y Lorch profesan ser capaces de trazar su origen como sitios de peregrinaje a la remota antiguedad y, aunque sería brusco pronunciarse con tanta seguridad, probablemente nos sentamos seguros en asignarlos al menos al período Carolingio. En Inglaterra e Irlanda, la evidencia que sugiere que desde el más temprano período la Cristianda
d estaba fuertemente fermentada de devoción Mariana es muy fuerte.

Beda nos cuenta de la iglesia consagrada en honor de Nuestra Señora en Canterbury por San Melitón, el sucesor inmediato de Agustín; también sabemos por la misma fuente de muchas otras iglesias Marianas, v.g. Weremouth y Hexam ( esta última dedicación debida a la milagrosa curación de San Wilfrido después de invocar a la Madre de Dios), y Lastingham cerca de Whitby, mientras que San Aldelmo, antes de finalizar el siglo séptimo, nos informa como la Princesa Bugga, hija del Rey Edwin, dedicó una iglesia a la Santísima Virgen durante la celebración de su Natividad.
Istam nempe diem, qua templi festa coruscant, Nativitate sua sacravit Virgo Maria.
Y el altar de Nuestra Señora estaba en el ápside :
Absidem consecrat Virginis ara.

Probablemente la poesía vernácula más temprana en Occidente en celebrar la alabanza de María fue la Anglo-Sajona; ya que Cynewulf, poco antes del tiempo de Alcuin y de Carlomagno, compuso los más brillantes en este tema; por ejemplo nos referimos a la traducción de Gollancz de » el Cristo» (ii,214-80):
Salve, tu Gloria de este medio mundo!
La mas pura mujer a traves de toda la tierra.
De todos aquellos que fueron desde tiempo immemorial
Cuan justamente eres llamada por todos los dotados
Con dones de habla ! Todos los mortales de la tierra
Declaran de todo corazón que tu eres la novia
De Aquel que gobierna la esfera celestial.

Para detallar todo lo que encontramos en los escritos de Aldelmo, Beda, y Alcui sería imposible; empero es de hacer notar el testimonio de un escritor Anglicano en relación a la totalidad del período anterior a la conquista Normanda. «El Santo,» nos dice, «más persistentemente y frecuentemente invocado, y a quien los más apasionados nombres fueron aplicados, invadiendo terreno de prerrogativas divinas, era la Santísima Virgen.

La Mariolatría no es un desarrollo moderno del Romanismo»; indicándonos como ejemplos de un manuscrito inglés del siglo décimo ubicado en Salisbury, invocaciones tales como » Sancta Redemptrix Mundi, Sancta Salvatrix Mundi, ora pro nobis»; El mismo escritor después de referirse a oraciones y prácticas de devoción conocidas en tiempos Anglo-Sajones, por ejemplo la Misa especial ya asignada a la Santísima Virgen los sábados en el misal Leofrico, comenta acerca de la extraña delusión, como él la llama, de muchos Anglicanos, que pueden ver a una Iglesia que tolero tales abusos tan primitivos y ortodoxos.

No resultan menos notables los desarrollos de devoción a la Madre de Dios en Irlanda. El calendario de Aengus al principio del siglo noveno es particularmente notorio por el ardor del lenguaje utilizado cada vez que el nombre de la Santísima Virgen era introducido, mientras que Cristo era continuamente referido como » Jesús Mac Mary » ( v.g Hijo de María ).

También existen aparte de ciertos himnos Latinos, una letanía Irlandesa muy llamativa en honor de la Santísima Virgen, que en lo que se refiere a lo folclórico de los nombres aplicados a ella, estos no desmeritan en nada con la presente Letanía de Loreto. María es llamada «Señora de los Cielos, Madre de la Celestial y terrestre Iglesia, Recreación de la Vida, Señora de las Tribus, Madre de los Huérfanos, Seno de los Infantes, Reina de la Vida, Escalera del Cielo.» Esta composición puede ser tan antigua como la mitad del siglo octavo.

LA PARTE ALTA DE LA EDAD MEDIA

Fue característico de este período, que para nuestros propósitos actuales podemos considerar que inicia con el año 1000, que el profundo amor y confianza en la Santísima Virgen, que desde antes se había expresado en forma vaga y de acuerdo con las iniciativas piadosas de individuos, empezó a tomar forma organizada en vasta multitud de prácticas devocionales. Mucho antes de esta fecha era probable encontrar altares de Nuestra Señora en la totalidad de las más importantes iglesias.

El poema de San Aldelmo en el altar nos lleva poco atrás del año 700 y muchos registros atestiguan que tales altares, pinturas, mosaicos, y finalmente esculturas representando la figura de Nuestra Señora para deleite de la mirada de sus devotos. La famosa figura sentada de la Señora con el Divino Infante en Ely data de antes de 1016. La estatua de la Santísima Virgen en Coventry, de cuyo cuello se colgó el rosario de Lady Godiva, pertenece al mismo período. Incluso en tiempos de Aldelmo Nuestra Señora era solicitada para escuchar las oraciones de aquellos hincados ante su santuario.
Audi clementer populorum vota precantum
Qui . . . genibus tundunt curvato poplite terram.

Fue especialmente para tales salutaciones que el Salve María, que probablemente en un comienzo se familiarizó como antífona utilizada en el Pequeño Oficio de la Santísima Virgen, ganó favor popular entre todas las clases. Acompañándose cada vez con una genuflexión, tal como la tradición relata que el mismo Arcángel Gabriel realizó, los devotos de María repetían esta fórmula una y otra vez. Como en un principio carecía de la petición final, el Salve se sentía como una verdadera forma de salutación, y en el siglo duodécimo se volvió de uso universal. De la misma época pertenece el ampliamente popularizado Salve Regina, que también al parecer procede del siglo undécimo. A pesar de que originalmente iniciaba con las palabras «Salve Regina Misericordia» desprovisto del «Mater», no podemos dudar que algo de la moda del himno se debía a la inmensa difusión de la colección de relatos Marianos (Marien-legenden) que se multiplicaron excesivamente en este tiempo ( del siglo doce al catorce), y en el que el motivo Mater Misericordia era continuamente recurrente.

Esta colección de relatos debió haber producido un efecto notable en popularizar variedad de otras prácticas devocionales además de repeticiones del Salve y el uso del Salve Regina, por ejemplo la repetición de las cinco salutaciones comenzando con el «Gaude María Virgo», la recitación de los cinco salmos, cuyas iniciales componen el nombre de María, la dedicación del Sábado de ciertas prácticas especiales a la Santísima Virgen, el uso de oraciones asignadas, tal como la secuencia «Missus Gabriel», el «O Intemerata», el himno «Ave Maris Stella», etc., y la celebración de fiestas particulares, como la Concepción de la Santísima Virgen y su Natividad.

Los cinco Gaudes recién mencionados originalmente conmemoraban las cinco alegrías de Nuestra Señora y para cotejar esos gozos espirituales se conmemoraban los cinco dolores correspondientes. No es sino hasta finales del siglo decimocuarto que siete dolores empiezan a ser mencionados, e incluso por excepción.

En todo esto el primer impulso parece provenir en gran parte de los monasterios, en los que los relatos Marianos fueron mayormente compuestos y copiados. Fue en los monasterios que el Pequeño Oficio de la Santísima Virgen empezó a ser recitado como un agregado devocional al Divino Oficio, y que el Salve Regina y otros himnos de Nuestra Señora fueron agregados a Compline y otras horas.

Entre otras ordenes los Cistisercianos, particularmente en le siglo doce, ejercieron una influencia inmensa en el desarrollo de la devoción Mariana. Ellos reclamaban una especial conexión con la Santísima Señora, a la que consideraban estar presidiendo invisible la recitación del Oficio. A ella dedicaron sus iglesias, y eran especiales en decir sus horas, dando preeminencia especial en el Confitero y frecuentemente repitiendo el Salve Regina. Este ejemplo de especial consagración a María fue seguido por ordenes posteriores, notablemente la de los Dominicos, los Carmelitas, y los Servites. De hecho, casi la totalidad de tales instituciones desde este tiempo en adelante adoptaron alguna forma especial de devoción para destacar su lealtad particular a la Madre de Dios.

Santuarios se multiplicaron naturalmente, aunque algunos, ya mencionados, se originan en fechas posteriores al siglo undécimo, es en este período que famosos sitios de peregrinación surgen como Roc Amadour, Laon, Mariabrunn cerca de Klosterneuburg, Einsiedeln etc. y en Inglaterra, Walsingham, Nuestra Señora de Undercroft en Canterbury, Evesham, y muchos más.

Estos santuarios, que ha medida del paso del tiempo se multiplicaron más allá de lo esperado en cada parte de Europa, casi siempre debían su fama a los favores temporales y espirituales que se creía la Santísima Virgen otorgaba a aquellos que la invocaban en estos sitios favorecidos. La gratitud de los peregrinos incluso los enriquecían con los más costosos regalos; coronas de oro y gemas preciosas, vestimentas de lujo, y ricos ornamentos nos encuentran a cada paso en el registro de tales santuarios.

Debemos mencionar, como muestra, aquel de Halle, en Bélgica, que era excepcionalmente rico en tales tesoros. Tal vez la forma más común de ofrendas votivas era la repesentación en plata un oro de la persona o miembro que había sido curado. Por ejemplo el Duque Felipe de Borgoña envió a Halle dos estatuas de plata, una representando un caballero montado, el otro a un soldado de infantería en gratitud por la cura de dos de sus guardaespaldas. Con frecuencia la moda especial de un santuario se debía a una manifestación milagrosa que se cría había ocurrido en ese sitio. Sangre se decía haber fluido de ciertas estatuas y pinturas de Nuestra Señora que habían sido desacralizadas. Otras habían llorado o exhudado humedad. En otros casos, la cabeza se había inclinado o la mano levantado para impartir bendición.

Sin negar la posibilidad de tales eventos, no puede dejar de dudarse que en muchas ocasiones la evidencia histórica de estas maravillas era insatisfactoria. Que la devoción popular a la Santísima Virgen era frecuentemente mostrada con extravagancia y abuso, es imposible de negar. Sin embargo, podemos pensar que la fé simple y devoción de la gente fue con frecuencia recompensada en proporción a la honesta intención de su muestra de respeto a la Madre de Dios.

Y no hay razón para pensar que estas formas de devoción tuvieran un efecto de engaño, y que hallan ahijado nada mas que formas de superstición. La pureza, devoción, e imagen maternal de María siempre fueron el motivo dominante, incluso el «Milagro» de Max Reinhardt, la obra muda que en 1912 arrasó la taquilla de Londres, persuadió a muchos acerca de lo verdadero que el sentimiento religioso debió de resaltar incluso las mas extravagantes concepciones de la Edad Media.

El más reconocido de los santuarios Ingleses de Nuestra Señora, el de Walsingham en Norfolk, fue en cierta forma una anticipación del todavía más famoso Loreto. Walsingham profesaba el conservar, no el Santo Hogar por si mismo, pero si un modelo de su construcción sobre las medidas traídas de Nazareth en el siglo undécimo. Las dimensiones de la Santa Casa de Walsingham fueron tomadas por William de Worcester, y estas no coinciden con las de Loreto. La de Walsingham mide 7.15 por 3.9 metros ; la de Loreto es más grande con 9.5 por 4.0 metros.

En cualesquier caso el homenaje rendido a Nuestra Señora durante la parte alta de la Edad Media era universal. Incluso un escritor nada ortodoxo como John Wyclif, en uno de sus primeros sermones, dice: «Pareciera imposible el poder obtener la recompensa del Cielo sin la ayuda de María. No hay sexo o edad, ni rango o posición, de nadie de la raza humana, que no tenga la necesidad de clamar por ayuda a la Santísima Virgen». Así que nuevamente el intenso sentimiento evocado del siglo doce al dieciséis sobre la doctrina de la Inmaculada Concepción es solo un tributo adicional a la importancia que todo el tema de la Mariología poseía a los ojos de los mas estudiosos cuerpos de la Cristiandad.

El dar incluso una pequeña muestra de las diferentes prácticas de devoción Mariana en la Edad Media sería imposible de realizar en este espacio. La mayoría de ellos—por ejemplo el Rosario, el Ángelus, el Salve Regina, etc. y los más importantes se discuten en encabezados separados. Es suficiente el hacer notar la prevalencia de portar rosarios de todas las modas y largos, algunos de quince décadas, algunos de diez, algunos de seis, cinco, tres, o uno, como artículos de adorno en cada ropaje; la mera repetición de Salve Marías a ser contados con la ayuda de tales Pater Nosters, o cuentas, era común en el siglo doce, antes del tiempo de Santo Domingo; el tema de meditación en «misterios» asignados no llegó a estar en uso sino hasta 300 años después. Además, hemos de notar la casi universal costumbre de dar donaciones para tenera una Misa Mariana, o Misa de Nuestra Señora, celebrada diariamente en un altar particular, así como el mantener encendidas luminarias frente a una estatua o santuario específicos.

Aún más interesantes fueron las fundaciones dejadas por testamento para que el Salve Regina u otros himnos de Nuestra Señora fueran cantados después del Compline en el altar de la Señora, mientras que luminarias ardían frente a su estatua . El «salut» común en Francia en los siglos diecisiete y dieciocho se formaron solo como desarrollo posterior de esta práctica, y de estos últimos hemos derivado casi con toda certeza nuestra comparativamente moderna devoción de Benedicción del Sagrado Sacramento.

TIEMPOS MODERNOS

Tan solo unos cuantos puntos aislados pueden ser tocados en el desarrollo de la devoción Mariana desde la Reforma.

Destaca entre estos la introducción general a la Letanía de Loreto, la que, como hemos visto, tuvo precursores en otras tierras tan remotas como Irlanda en el siglo noveno, sin dejar de mencionar de formas aisladas en la alta Edad Media, la que por sí sola solo llegó a ser de uso común hasta el cierre del siglo decimosexto.

Lo mismo puede mencionarse de la adopción generalizada de la segunda parte del Salve María.Otra manifestación de gran importancia, que al igual que la anterior siguió poco después del Concilio de Trento, fue la institución de ordenes de la Virgen Santísima, particularmente en casas de educación, un movimiento principalmente promovido por la influencia y ejemplo de la Sociedad de Jesús, cuyos miembros hicieron mucho, por la consagración de estudios y otros instrumentos similares, para colocar la labor de la educación bajo el patronazgo de María, la Reina de la Pureza.A este período también se debe, con algunas excepciones, la multiplicación en el calendario de fiestas menores de la Santísima Virgen, tales como el del Santo Nombre de María, el festum B.V.M. ad Nives, de Mercedes, del Rosario, de Bono Consilio, Auxilium Christianorum, y otras mas. También en la parte alta (siglo diecisiete como más temprano) es la adopción de la costumbre de consagrar el mes de Mayo a Nuestra Señora por mandatos especiales, aunque la práctica de recitar el Rosario cada día durante el mes de Octubre apenas se pueda mencionar sea mayor que las Encíclicas del Rosario de Leo XIII.

No se mantuvo mucha controversia acerca de la Inmaculada Concepción después del pronunciamiento indirecto del Concilio de Trento, pero el dogma fue solo definido por Pío IX en 1854. Indudablemente, sin embargo, el gran ímpetu a la devoción Mariana en tiempos recientes lo ha proporcionado las apariciones de la Santísima Virgen en 1858 en Lourdes, y por medio de numerosos favores sobrenaturales otorgados a los peregrinos, tanto ahí como en otros santuarios, que derivan de este.

La «medalla milagrosa» conectada con la iglesia de Nuestra Señora de las Victorias-Notre Dame des Victoires en Paris merece también mención, gen
erando gran impulso a esta forma de devoción en la primera mitad del siglo decimonoveno. Siendo relevante mencionar las apariciones marianas ocurridas en el cerro del Tepeyac en México, a los diez años de finalizar la conquista española, en 1531 testimoniadas por el beato Juan Diego-Cuautlatoatzin. Mismas que dieron origen al establecimiento de su actual santuario y basílica de Santa María de Guadalupe, en la villa de Guadalupe Hidalgo, actualmente parte de la metrópolis de la Ciudad de México. Y en plena edad moderna , a principios del siglo XX en plana Primera Guerra Mundial, no se pueden dejar de mencionar las apariciones de Fátima en Portugal ocurridas en 1917 a los tres niños pastores, que dan origen al muy visitado e importante Santuario de Nuestra Señora de Fátima.

Fuente: HERBERT THURSTON para ENCICLOPEDIA CATOLICA

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La Bienaventuranza de María en su Matrimonio con San José

«Bienaventurado el que encuentra un amigo bueno, y quien habla a oídos que le escuchan» (Eclo. 25,12).

«Bienaventurado el que no tiene que condenarse a sí mismo en las resoluciones que toma» (Rom 14,22).

«Bienaventurado el varón que habita con una mujer sensata» (Eclo 25,11).

«Bienaventurado el marido de una mujer buena; el número de sus días será doblado» (Eclo. 26,1).

De estas cuatro bienaventuranzas transcritas, las dos últimas se refieren directamente en el texto sagrado al varón que ha sido afortunado en la elección de su mujer.

Ahora bien, siendo el matrimonio una «comunidad de vida y de amor» como ha dicho el concilio Vaticano II, es claro que la felicidad en el matrimonio es algo de que necesariamente participan por igual los dos esposos.

Por esta razón, esas bienaventuranzas bíblicas, dichas propiamente de los varones casados que acertaron en la elección de su consorte, son susceptibles de ser aplicadas a las mujeres que han contraído matrimonio, si las condiciones aquí indicadas se cumplen en sus maridos.

Por ello, todas son aplicables a la Virgen Santísima.

La castísima doncella nazarena, a pesar de tener el propósito firmísimo de «no conocer varón» (Lc 1,34) por tener consagrada a Dios su virginidad, contrajo primero desposorio y luego verdadero matrimonio con San José. Lo afirma el santo Evangelio.

Los jóvenes judíos se desposaban generalmente entre los dieciocho y los veinticuatro años; las doncellas, en cambio, solían hacerlo mucho antes, hacia los doce años y medio, si bien no pocas de ellas se prometían más tarde, «aunque nunca esperando a cumplir los veinte años, ya que esto era considerado como una deshonra».

El desposorio se hacía normalmente entregando el esposo un objeto pequeño de valor mínimo a la esposa, en la casa de ésta y ante dos testigos, mientras le decía : «Por este signo quedas desposada conmigo». No era costumbre en Galilea que los desposados hicieran vida común, aunque en Judea era considerado lícito; en cambio sí era frecuente esperar un año para realizar el matrimonio propiamente dicho, lo cual se hacía conduciendo solemnemente el esposo a la desposada en el día convenido de la casa de sus padres a la suya propia, y celebrando luego la fiesta durante una semana entera.

Dentro de este marco de costumbres tradicionales hay que colocar el matrimonio de María con el carpintero de Nazaret.

No deja de sorprender el hecho de que nuestra Señora, pese a estar resuelta a conservar su virginidad incluso después de su desposorio (Lc 1,38), consintiera en él. ¿Obedeció sencillamente a las indicaciones de sus padres o tutores, dejando confiadamente en las manos del Todopoderoso el cumplimiento de su compromiso sagrado? ¿Descubrió previamente su consagración al casto artesano, persuadiéndole para vivir virginalmente en el matrimonio? ¿Halló ya en él, sin ninguna insinuación propia, este mismo ideal?

No mereciendo confianza cuantos datos nos dan los evangelios apócrifos sobre el particular, todas las cosas que se digan para contestar a estas repuestas no pasarán de ser razonables conjeturas. Lo cierto es que María, aunque tuvo el irrevocable propósito de conservar su virginidad y aunque, unida a José, vivió con él virginalmente, contrajo con él verdadero matrimonio, como siempre ha enseñado la Iglesia.

Por eso se le pueden aplicar a María estas cuatro bienaventuranzas bíblicas que se refieren a los esposos y se han citado aquí.

¡Qué hermosamente le cuadra la primera, si realmente descubrió su propósito a José antes del desposorio y le indujo a un matrimonio virginal! «Bienaventurada la que encuentra un amigo bueno y quien habla a oídos que la escuchan».

María fue bienaventurada porque encontró en el humilde artesano un amigo bueno, de alma grande y sencilla, que la amaba con auténtico amor de amistad, y no de concupiscencia, y porque al descubrirle el velo de su designio de virginidad nupcial «habló a oídos que le escucharon» y aceptaron con alegría aquel blanco y no imaginado sendero de vida impoluta en el matrimonio.

No se le aplica con menos perfección la segunda bienaventuranza, la formulada por San Pablo, bien que con otro propósito. Hablando de que no es lícito obrar cuando la propia conciencia tiene duda sobre la licitud o ilicitud de un acto, y de que, para poderlo hacer sin pecado, hay que llegar a la certeza de que es bueno el acto que se intenta realizar, propone esa bienaventuranza: 

«Bienaventurado el que no tiene que condenarse a sí mismo en las resoluciones que toma», esto es, bienaventurado el que acierta al tomar una decisión prudente en materia dudosa, y no tiene que arrepentirse de haberla tomado.

Así lo hizo María. Se encontraba en una gran perplejidad. ¿Cómo compaginar la virginidad perpetua que había consagrado a Yahvé con el matrimonio que sus tutores o la costumbre, o ambos a la vez, le imponían? El conflicto de conciencia era evidente y grave. Ella lo resolvió… ¡confiando! ¡Confiando en Dios y en San José!

Y ¡ninguno de los dos le falló! Dios iluminó a San José, y éste, lejos de ser un peligro para la integridad de la Virgen, se convirtió para ella en el ángel de carne humana, tutelar de su pureza ante los hombres y sombra protectora de su fama ante el pueblo de Israel !Bienaventurada María, que, al aceptar a José como esposo guardián de su virginidad, no tuvo que arrepentirse ni condenarse a sí misma por la resolución que había tomado!.

Igualmente se realiza en María la bienaventuranza siguiente :

«Bienaventurada la mujer que habita con un varón sensato».

San José no era uno de los sabios de Israel, ni tenía fama de hombre ilustrado. Cuando los habitantes de Nazaret oyeron en la sinagoga la sabiduría de Cristo, comprendieron que no se la había podido comunicar su padre putativo

«¿De dónde le viene a éste tal sabiduría…? ¿No es éste el hijo del carpintero?» (Mt 13,55).

Pero si el artesano nazareno no era un sabio, era sí un israelita de corazón limpio que, iluminado por su conciencia recta y por la ley de Dios, había adquirido en la escuela de la vida humana esa humilde pero segura filosofía que se llama sensatez. Buena prueba de ello dio cuando advirtió en su esposa las señales de una maternidad que para él era un misterio. No dudaba él de la inocencia de María, pero no acababa de descifrar el enigma de su preñez. ¿Qué hacer en tan difícil coyuntura?

Otro con menor juicio la hubiese acusado públicamente de adulterio o hubiera dejado corroer secretamente su propia existencia por los celos. El sensato artesano no hizo ni lo uno ni lo otro la base de sus deliberaciones fue no comprometer el honor de su esposa. En consecuencia «resolvió repudiarla secretamente» (Mt 1,19), desentendiéndose de un asunto que no comprendía y dejándolo todo en las mejores manos: las de la Divina Providencia.

Dios premió tanto seso y virtud, enviándole pronto en sueños un ángel que le descubrió el velo del misterio : «José, hijo de David, no temas recibir en tu casa a María, tu mujer, pues lo que se engendró en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a todo el pueblo de sus pecados» (Mt 1,20-21). Así era la sensatez de José. María fue bienaventurada ya en vida por tener la dicha de compartir la existencia con un varón de tan eximia prudencia.

«Bienaventurada la mujer de un marido bueno; el número de sus días será doblado». También este venturoso augurio se cumplió en María. Tuvo la dicha de tener un esposo «bueno».

La bondad, la virtud, en el lenguaje bíblico se llama «justicia», palabra que equivale a santidad’. Y al carpintero de Nazaret ése es justamente el nombre que le da el Evangelio, precisamente al narrarnos sus dudas y congojas ante la divina maternidad de María: «José, su esposo, siendo justo…» (Mt 1,19).

Este calificativo lo da la Escritura sólo a muy excelsos varones. Al anciano Simeón (Lc 2,25) éste es el mayor elogio que le tributa. Según San Pablo, «el que vive de la fe» (Rom 1,17), cumpliendo cuanto la fe nos dice, no merece mayor alabanza que ésta: ser justo. 

El mismo centurión romano que asistió a la crucifixión de Cristo, al ver los prodigios que se realizaron en su muerte y reconocer por ellos su santidad, no tributa mayor alabanza al Señor: «Verdaderamente este hombre era justo» (Lc 23,47). 

Y el apóstol San Pedro, que había conocido por especial revelación del Padre que Jesús era «el Mesías, Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16), aplica este adjetivo a Cristo, diciendo : «Cristo murió una vez por nuestros pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios» (1 Pe 3,18).

Así, pues, porque José fue justo, fue un esposo bueno, un esposo santo. En los difíciles momentos de Belén, de la huida a Egipto, del regreso a Nazaret, José se convirtió en el instrumento de la Providencia para procurar a María el sustento para el cuerpo, la paz para el espíritu, el consuelo para el corazón.

Como los querubines que extendían sus alas sobre el propiciatorio del arca y la cubrían sin tocarse, José y María, unidos por el más casto amor, proyectaban su existencia y sus desvelos sobre el Hijo del Altísimo (Lc 1,32).

Siempre el uno al lado del otro, pero siempre sin tocarse, convirtiendo su mutuo y casto amor en un estímulo constante para la santidad.

Por eso, el número de los años de María fue «doble», colmada de méritos, hasta el momento en que, llegada su hora, fue fruta sazonada para la eternidad.

Extractado del libro “Las Bienaventuranzas de María” de Laureano Catán Lacoma, editado por la Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1985.

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Que es el Ayuno

 

Dios instituyó el ayuno por primera vez en el día de la Expiación, el décimo día del séptimo mes. Esté día, los israelitas tenían el mandamiento de «afligir el alma» o hacer morir de hambre el alma.

Ayunar significa empobrecer el alma, rehusar su subsistencia por medio de abstenerse de alimento. El ayuno en las escrituras descansa sobre la verdadera auto-humillación y penitencia. El ayuno es el método de Dios para subyugar el alma carnal bajo la soberanía de Su Espíritu. El ayuno es un acto de expresar y demostrar pena por el pecado, es una expresión externa de la pena y dolor interno por el pecado.

El abstenernos del pan de cada día es la forma en que le demostramos a Dios de que estamos conscientes de que no merecemos nada, ni siquiera recibir el pan cotidiano, mucho menos cualquier otra cosa, entonces Él nos ayudará a humillar nuestra naturaleza carnal debajo de su mano sublime y poderosa.

PREPARACIÓN PARA EL AYUNO

La preparación para el ayuno incluye dos aspectos: preparación interna y externa.

Preparación interna para el ayuno: El ser guiados por el Espíritu Santo de Dios es la preparación adecuada para ayunar. Nuestro ayuno será hecho a través de la energía y la voluntad de la carne , a menos que sea el Espíritu de Dios quien lo esté guiando y motivando.

«Y JESUS, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto Por cuarenta días, y el diablo lo puso a prueba. No comió nada durante esos días, así que después sintió hambre.» Lucas 4:1-2

La gente que ayuna a través de su propio esfuerzo, siente un gran espíritu de orgullo por lo que han hecho, y algunas viven engañadas pensando que pueden comprar algo de Dios.

El ayuno no nos hace más valiosos, ni compromete a Dios con nosotros en ninguna forma. Si el ayuno es entendido y practicado en la forma correcta, va a obrar humildad en el corazón.

Preparación externa para el ayuno: El Señor Jesús en el sermón del monte, nos revela cuatro detalles acerca de la preparación externa para el ayuno.

«Cuando ustedes ayunen no pongan cara triste, como los hipócritas, que aparentan tristeza para que la gente vea que están ayunando. Les aseguro que con eso ya tienen su premio.  Tu cuando ayunes, lávate la cara y arreglate bien, para que la gente no note que estás ayunando. Solamente lo notará tu Padre que está en lo secreto, y tu Padre que está en lo secreto te dará tu recompensa Mateo 6:16-18

a. Ungir la cabeza: Por razón natural, mucha gente piensa que es su estómago el que va a causarles el mayor problema durante un ayuno, pero esto no es verdad. El verdadero problema es la cabeza o la mente. Tan pronto como empezamos a sentir el descenso físico que viene con el ayuno, nuestro razonamiento carnal nos da cientos de razones por las cuales no debemos ayunar.

Sólo con el poder y la unción del Espíritu Santo sobre nuestra cabeza podemos tener una mente decidida para ayunar.

b. Lavarse: Esto es el aseo y limpieza del cuerpo, ya que durante el ayuno muchos desechos y toxinas salen de nuestro cuerpo a través de la piel, para ser eliminadas.

c. No aparentar que ayunamos: Debemos presentar una apariencia feliz, para que los demás no se den cuenta de nuestro ayuno.

d. Ayunar en secreto: Aunque algunas veces la iglesia ayuna de manera colectiva, el mundo exterior no debe enterarse, ya que la iglesia como un sólo cuerpo debe estar ayunando en secreto. Evidentemente este principio también se aplica a nuestro ayuno personal.

PROPÓSITO DEL AYUNO

La verdad a cerca del propósito de Dios para que ayunemos, lo encontramos nuevamente en una estatura de verdad de cuatro puntos.

PARAQUEAYUNAR

 

Ayunar para la mortificación de la carne

La mortificación de nuestra carne corrupta es el primer y más grande de los propósitos de Dios cuando nos lleva a un tiempo de ayuno. La palabra mortificar significa matar, destruir, castigar, humillar, controlar. Dios nos guía a ayunar porque sabe que esta es la forma de humillar la carne y traerla bajo el control del hombre espiritual.

Hay espíritus y actitudes en nosotros que no pueden salir de otra manera, el ayuno tiene tremendo poder de mortificación sobre la carne y va a romper muchas de sus concupiscencias. Solamente cuando estamos reducidos a tal estado de miseria inútil, podremos realmente evaluarnos a nosotros mismos.

Tenemos que ayunar si queremos alcanzar la madurez espiritual en Jesucristo, y tener la capacidad de ayudar a otros, como en el caso del lunático que fue llevado a los discípulos.

«Mas este linaje no sale sino por oración y ayuno» Mateo 17:21

La Biblia nos da otras muchas referencias de cómo el ayuno mortifica la carne, y como Dios responde a la humillación de aquel que ayuna como muestra exterior del arrepentimiento interno (Joel 2:12, 1° Reyes 21:27-29, 1° Samuel 7:4-6, Jueces capítulo 19 y 20 en especial del 26 al 28)

Ayunar para incrementar el poder en la oración

El segundo propósito de Dios para guiarnos a ayunar es el de incrementar el poder de nuestro espíritu en la oración. Cuando nuestra oración esta acompañada del ayuno esta tiene una intensidad de poder que no tiene por si sola. La oración y el ayuno tocan a Dios en una manera muy especial. Un ejemplo de esto lo encontramos en Jonás.

«Y los hombres de Nínive creyeron á Dios, y pregonaron ayuno, y vistiéronse de sacos desde el mayor de ellos hasta el menor de ellos. Y llegó el negocio hasta el rey de Nínive, y levantóse de su silla, y echó de sí su vestido, y cubrióse de saco, y se sentó sobre ceniza. E hizo pregonar y anunciar en Nínive, por mandado del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna, no se les dé alimento, ni beban agua: Y que se cubran de saco los hombres y los animales, y clamen á Dios fuertemente: y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que está en sus manos. ¿Quién sabe si se volverá y arrepentirá Dios, y se apartará del furor de su ira, y no pereceremos? Y vió Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino: y arrepintióse del mal que había dicho les había de hacer, y no lo hizo»Jonás 3:5-10

El poder de la oración humilde que adquirieron los habitantes de Nínive al vestirse de saco, de sentarse sobre cenizas, y de sus ayunos fue suficientemente grande para cambiar el parecer de Dios y evitar que Nínive fuera destruida en esta ocasión. Dios vió sus forma de humillación y pesar por sus pecados, y vió a las bestias añadiendo dolor y aflicción por sus dueños. Dios vió la proclamación del rey, la autoridad real, demandando que las ganancias adquiridas mediante la rapiña y la violencia fueran restaurados. Dios vió las obras que acompañaron a sus ayunos y oraciones como prueba de su arrepentimiento interior.

Ayunar para la revelación de la Palabra de Dios

El tercer propósito que Dios tiene para guiarnos al ayuno es que Él pueda revelarnos más de Su Palabra. Cuando estamos intrigados por alguna porción de la palabra de Dios debemos ayunar por la misma, y tarde o temprano Dios hará brillar Su poderosa luz sobre aquella porción y hará que la verdad se levante en revelación de su estatura y esplendor.

El Señor es el mismo ayer hoy y por siempre, por tanto podemos esperar que siga actuando con los mismos principios, a continuación se describe como Yahvé dio la Palabra profética al pueblo a través de Jeremías, a cerca de lo que sucedería sino se arrepentía; esto sucedió cuado el pueblo ayuno.

Daniel es otro ejemplo de la revelación de la Palabra por el ayuno:

«En el año primero de su reinado, yo Daniel miré atentamente en los libros el número de los años, del cual habló Yahvé al profeta Jeremías, que había de concluir la asolación de Jerusalén en setenta años. Y volví mi rostro al Señor Dios, buscándole en oración y ruego, en ayuno, y cilicio, y ceniza. Y oré á Yahvé mi Dios, y confesé, y dije: Ahora Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos» Daniel 9:2-4

Después de clamar y ayunar por la revelación de que sucedería con su pueblo, Daniel experimento la revelación por boca del ángel Gabriel:

«Mientras yo oraba, Gabriel, que se me había aparecido antes en la visión, vino volando a donde yo estaba. Era casi hora de ofrecer a Dios el sacrificio de la tarde. Y me dijo: Daniel, he venido ahora para hacerte entender estas cosas. En cuanto comenzaste a orar Dios te respondió. Yo he venido para darte su respuesta, porque Dios te quiere mucho. Ahora pon atención para que entiendas lo que verás. «Daniel 9:21-23

El ayuno humilla el alma; es una forma de afligirnos a nosotros mismos ante Dios. No hay ninguna razón para tener miedo de ir al lugar bajo, porque podemos confiar en las leyes espirituales de Dios. Dios se ha obligado a Si Mismo a levantar a aquellos que se humillan ante Él.

Ayunar para hallar reposo (físico, mental y espiritual)

El cuarto propósito de Dios para guiarnos al ayuno, es darnos completo descanso para el cuerpo, el alma , el espíritu, el corazón y la voluntad. Este tipo de ayuno está ilustrado por el ayuno hecho por Israel en el Día de la Expiación:

«Y esto tendréis por estatuto perpetuo: En el mes séptimo, á los diez del mes, afligiréis vuestras almas, y ninguna obra haréis, ni el natural ni el extranjero que peregrina entre vosotros: Porque en este día se os reconciliará para limpiaros; y seréis limpios de todos vuestros pecados delante de Yahvé. Sábado de reposo es para vosotros, y afligiréis vuestras almas, por estatuto perpetuo. Y hará la reconciliación el sacerdote que fuere ungido, y cuya mano hubiere sido llena para ser sacerdote en lugar de su padre; y se vestirá las vestimentas de lino, las vestiduras sagradas: Y expiará el santuario santo, y el tabernáculo del testimonio; expiará también el altar, y á los sacerdotes, y á todo el pueblo de la congregación. Y esto tendréis por estatuto perpetuo, para expiar á los hijos de Israel de todos sus pecados una vez en el año. Y Moisés lo hizo como Jehová le mandó» Levítico16:29-34

La palabra afligir en hebreo significa castigar y derribar a golpes. El ayuno trae aflicción porque hace desfallecer de hambre al espíritu vital del alma del hombre; la empobrece al negarle el alimento que necesita para su existencia. El abstenerse de comida es un procedimiento doloroso para el alma La oración y el ayuno en el Día de Expiación daban a Israel un nacimiento nuevo y fresco el divino descanso y en la gracia del Todopoderoso.

PODER DEL AYUNO

Tenemos un verdadero poder con Dios cuando ayunamos si estamos siguiendo Sus mandamientos. Sin embargo debemos recordar que nuestra experiencia del ayuno no tendrá el poder espiritual que Dios intenta darnos, a menos que estemos bien fundados en la preparación apropiada, la cual incluye el hecho de ser guiados por el Espíritu Santo.

Antes de estudiar cual es poder o galardón del ayuno, necesitamos saber cual es el ayuno correcto y el incorrecto.

El ayuno con el motivo incorrecto (No aceptable ante Dios)

Es posible ayunar con un motivo incorrecto, de manera que es conveniente examinar lo que Dios tuvo que decir sobre el ayuno erróneamente motivado de Israel.

En lugar de ser guiado por el Espíritu Santo de Dios, el ayuno de Israel había sido motivado por los deseos del orgullo carnal. Dios quien nunca hace acusaciones falsas porque Su omnisciencia discierne los motivos del corazón, acuso a Israel de estar ayunando para obtener placer, para contención, para debates y para herir.

a. Ayunar para obtener placer: La razón por la que a Dios le desagradaban los ayunos de Israel, era que en lugar de ayunar para mortificar su carne, ayunaban porque estaban enamorados del placer de los bienes materiales. Aunque los israelitas exteriormente cumplían con el rito del ayuno y aparentemente estaban afligiendo sus almas, realmente estaban llenando sus ayunos con los placeres de sus propios pensamientos y voluntades de cómo obtener mayores bienes materiales.

«Y sin embargo, dicen: ¿Para qué ayunar, si Dios no lo ve? ¿Para qué sacrificarnos si él no se da cuenta? El día de ayuno lo dedican ustedes a hacer negocios y a explotar a sus trabajadores; el día de ayuno lo pasan en contiendas y debates y golpean con maldad. Un día de ayuno así, no puede lograr que yo escuche sus oraciones.»Isaías 58:3,4

Nosotros también estamos tentados a llenar nuestros ayunos con actividades placenteras para que el tiempo se vaya más rápido. Sufrimos menos durante un ayuno si nuestras mentes y cuerpos están ocupados con otras cosas, como ir de compras o dar un paseo.

b. Ayunar para contención: La segunda razón para el desagrado de Dios por los ayunos de Israel, fue que en lugar de ayunar para incrementar su poder de oración con Dios, estaban motivados por un espíritu de contienda.

«He aquí que para contiendas y debates ayunáis…»Isaías 58:4

La palabra contienda en hebreo significa una competencia, contención, controversia, regañar, quejarse, sacudir, estar peleado, reprender. Algunas veces también nosotros deseamos recibir conocimiento y dones espirituales del Señor Jesucristo, no porque queramos ser como Él en Su naturaleza humilde, sino porque queremos el poder de la exaltación que dan este conocimiento y dones sobre la gente.

c. Ayunar para debates: La tercera razón para el desagrado de Dios sobre los ayunos de Israel era que, en lugar de desear una mayor revelación de la Palabra de Dios a fin de poder obedecerla personalmente, estaban motivados por el deseo de obtener más conocimiento en la Palabra a fin de usarla para fortalecer su poder de debate.

d. Ayunar para herir: La cuarta razón por la que a Dios le desagradó el ayuno de Israel fue que en lugar de ayunar para encontrar descanso físico, mental y espiritual, estaban motivados por el deseo de herir a otros con el puño de la iniquidad a fin de obtener bienes materiales.

Israel estaba ayunando solo en el sentido externo; estaban afligiendo sus almas en lugar de permitir que fuera el Señor quien lo hiciera. Inclinaban sus cabezas exteriormente como si estuvieran sintiendo una profunda tristeza, pero interiormente no había verdadera humildad ni arrepentimiento en su corazón.

«¿Creen que el ayuno que me agrada consiste en afligirse, en agachar la cabeza como un junco y en acostarse con ásperas  ropas sobre ceniza, eso es lo que llaman ayuno y día agradable al Señor?» Isaías 58:5

Hay quienes utilizan el capítulo 58 de Isaías para tratar de probar que no es necesario el ayuno, y todo lo que logran probar es su falta de entendimiento acerca de lo que el Señor estaba reprobando en Israel en esta ocasión. Dios estaba corrigiendo los motivos del ayuno, y no el ayuno en sí. De hecho, Dios no se detiene ahí, sino que una vez revelado los motivos erróneos del ayuno de los israelitas, prosiguió revelando cual es el ayuno correctamente motivado.

El ayuno correctamente motivado (Aceptable ante Dios)

Debemos ayunar para agradar al Señor si queremos tener poder en Él, y que nuestras voces sean oídas en lo alto. Nuestros motivos deben ser correctos. A continuación veremos cuales son estos motivos:

«El ayuno que a mi me agrada consiste en esto: en que rompas las cadenas de la injusticia y que desates los nudos que aprietan el yugo; en que dejes libres a los oprimidos y acabes al fin con toda tiranía; en que compartas tu pan con el hambriento y recibas en tu casa al  pobre sin techo; en que vistas al que no tiene ropa y no dejes de socorrer  a tus semejantes» Isaías 58:6-7

a. Desatar las ligaduras de impiedad y compartir el pan con el hambriento: Las cadenas de injusticia son las ataduras del amor egoísta por el placer. Esto es una verdadera esclavitud porque las ligaduras del amor por el placer nos atan a todo lo que es egoísta, hasta llegar a la exclusión del interés por Dios y por los demás. Al buscar nuestra propia satisfacción, nos olvidamos de las necesidades de otros seres humanos en derredor nuestro. Evidentemente el compartir el pan se refiere tanto al lado natural como en el espiritual.

Tan solo una palabra hablada con la sinceridad del corazón tiene poder para levantar a una persona del abatimiento que causan la soledad y el desaliento. Aún después de que esa persona se ha retirado, ese pan sigue sosteniéndola y fortaleciéndola.

b. Deshacer los nudos que aprietan el yugo y recibir al pobre en tu casa: Nuestra propia contienda es una carga bastante pesada, pero tener que cargar con el espíritu de contención de otros, es casi más de lo que el alma puede soportar. En tanto que el espíritu contencioso nos siga empujando para contender en la obtención de superioridad y reconocimiento personal no pondremos atención ni al pobre ni al necesitado.

La pobreza no esta limitada al ámbito físico y de hecho la peor clase de pobreza es la espiritual. Aunque comparando con lo que deberíamos tener en Dios, todos somos espiritualmente pobres, sin embargo, hay quienes son todavía más pobres que nosotros. Pero que triste es ver al pueblo de Dios cargando con el espíritu de contención que los mantiene luchando continuamente por obtener más exaltación, más y mayores bendiciones, mayor bien, en lugar de compartir su sustancia con los pobres.

c. Dejar ir libres a los quebrantados y cubrir a los desnudos: El ser más quebrantado y oprimido que conocemos es el hombre espiritual dentro de nosotros, y no hay nada que oprima más y quebrante más que el espíritu de debate que estaba motivando el ayuno de Israel. Debemos liberar al quebrantado hombre espiritual y dejarlo salir libre. Hacemos esto mortificando al hombre carnal, que lucha y codicia contra el hombre espiritual. Dado que nuestro hombre espiritual y nuestro hombre carnal comparten el mismo cuerpo físico, la carne tiene acceso mental a la Palabra de Dios revelada cuando esta llega a nuestro hombre espiritual. En lugar de utilizar la Palabra de Dios para cubrir y vestir a los demás con la verdad, el espíritu de debate usa el conocimiento para descubrir y exponer la desnudez espiritual de otros.

d. Romper todo yugo y no escondernos de nuestra propia carne: Este motivo es todo un contraste con la orgullosa voluntad de Israel, que los llevó a ayunar para herir con el puño inicuamente.

El orgullo es un yugo poderoso, que nos impulsa a herir a otros con el puño de la iniquidad. También hace que nos escondamos de nuestra propia carne, y que tercamente rehusemos reconocer la realidad de la presencia del orgullo en sus muchas formas de maldad. Dios manda romper el yugo del orgullo, y la manera de lograrlo es mediante el ayuno sincero y la mortificación de la carne.

EL GALARDÓN DE PODER

«Entonces brillará tu luz como el amanecer y tus heridas sanarán muy pronto. Tu rectitud irá delante de ti y mi gloria te seguirá.» Isaías 58:8

a. Luz: La luz es el primer galardón de Dios para un ayuno hecho de manera aceptable. Todos queremos y necesitamos luz, tanto natural como espiritualmente. No podemos orar correctamente sin la luz de humildad de la Palabra revelada de Dios.

b. Sanar: El apóstol Juan escribió en su tercera epístola diciendo «Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas cosas, y que tengas salud, así como tu alma está en prosperidad» (3° Juan 1:2) La salud física no es la única clase de salud. A veces por ejemplo nos vemos afligidos por un corazón desmayado; o por una voluntad difícil que quiere darse por vencida y dejar de servir a Dios; o es tal vez una mente enferma que nos hace imposible el pensar con claridad.

c. Rectitud: Este grado particular de justicia proviene de dar limosnas, que proceden de lo ha sido ahorrado cuando ayunamos, porque al ayunar no necesitamos comprar comida.

d. Gloria: Además de darnos luz, salud (tanto interna como externa), y un poderoso escudo protector de justicia que va delante de nosotros, Dios nos promete una gloriosa protección para la retaguardia o las espaldas. La gloria protectora para nuestra retaguardia proviene de la gloria de la propia espalda de Dios. Moisés tuvo el privilegio de contemplar esta porción de la gloria del Señor, y su intensidad hizo que la misma piel de su rostro brillara irradiando rayos de luz, o cuernos de luz, causando temor y respeto reverencial en los corazones de la gente.

EJEMPLO DE PERSONAS QUE AYUNARON

Moisés.

Moisés ayunó durante cuarenta días y cuarenta noches en cuatro ocasiones diferentes. La primera vez fue por los primeros mandamientos (Éxodo 24:18). Aunque esta cita no menciona que Moisés ayunó mientras esta en el monte con el Señor, el libro de Deuteronomio muestra claramente que él se abstuvo tanto de pan como de agua. Hay una diferencia entre un ayuno y un ayuno con sed; durante un ayuno nos abstenemos de probar alimentos, pero en un ayuno con sed nos abstenemos también de tomar agua. (1° Corintios 4:11). A menos que el Señor nos este hablando y dirigiendo claramente para ayunar con sed, no es prudente dejar de beber agua por más de tres días.

La segunda vez que Moisés ayunó por cuarenta días y noches fue cuando estuvo intercediendo ante Dios a causa de la idolatría de Israel, cuando hicieron el becerro de oro.

Elías.

«Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido: y he aquí luego un ángel que le tocó, y le dijo: Levántate, come. Entonces él miró, y he aquí á su cabecera una torta cocida sobre las brasas, y una jarra de agua: y comió y bebió y se volvió á dormir. Y volviendo el ángel de Yahvé la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come porque si no el viaje sería demasiado largo para ti, Elías de levantó pues, y comió y bebió; y aquella comida le dio fuerzas para caminar cuarenta días y cuarenta noches, hasta llegar a Horeb, el monte de Dios.»1° Reyes 19:5-8

Cuando sentimos que ya no podemos ir más adelante, es tiempo para ayunar del alimento natural, y empezar a alimentarnos del pan de santidad de Dios. El cual impartirá nueva vida y fuerza a nuestro hombre espiritual.

Jesús.

«Luego el Espíritu llevó a Jesús l desierto, para que el diablo lo pusiera a prueba, estuvo cuarenta días y cuarenta noches sin comer  y después sintió hambre» Mateo 4:1-2

Aunque Jesús era el Hijo Unigénito de Dios, quien vino de la eternidad para cumplir la voluntad de Su Padre, Él ayunó antes de salir a ministrar.

No importa cuantos dones o crecimiento espiritual tengamos, debemos sujetarnos al mandamiento del Señor, y mortificar nuestra carne.

Tenemos que ayunar para estar listos para el regreso de nuestro Esposo celestial. Este es el tiempo de la preparación.

Ciertamente muchas otras personas en la Biblia ayunaron, pero baste estos ejemplos para enseñarnos la importancia del ayuno en nuestro crecimiento espiritual.

Puedes ayunar desde tres horas o mas hasta varios días. según lo que el Padre Celestial indique para tu cuerpo.

También puedes hacer abstinencia de carnes rojas, o de determinado alimento que te agrade y sea un sacrificio para ti verlo y no poder ingerirlo.

Todo sacrificio de la carne ofrecido a Dios es digno del Padre.

Fuentes: Mercaba Enciclopedia

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El Ayuno en la Iglesia

 

El mensaje de arrepentimiento y conversión va siempre y primariamente dirigido a nuestros corazones: «Desgarrad vuestros corazones, no vuestros vestidos» nos dice el profeta Joel 2,1218. Este es el pasaje de las Escrituras que escuchamos en la primera lectura del miércoles de ceniza. 

«Como vemos en los profetas, la llamada de Jesús a la conversión y a la penitencia no mira, en primer lugar, a las obras exteriores «el saco y la ceniza», los ayunos y las mortificaciones, sino a la conversión del corazón, la penitencia interior. Sin ella, las obras de penitencia permanecen estériles y engañosas; por el contrario, la conversión interior impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos visibles, gestos y obras de penitencia» (Catecismo #1430)

La conversión es el cambio de corazón. Si este cambio es auténtico, debe manifestarse en todas las áreas de nuestra vida, ya que el corazón mueve nuestras decisiones, acciones, sentimientos y disposiciones. El corazón es la sede interior de la persona humana. Toda realidad interior debe necesariamente manifestarse en el exterior. Dios reveló su amor por nosotros enviando a su único Hijo en el misterio de la Encarnación. «La Palabra se hizo carne». Así, debe ser en nuestras vidas: la conversión debe tener una expresión concreta y encarnada en cada área de nuestra vida. La conversión no es solamente decir Señor, Señor.. sino decir que toda mi vida, mi mente, mi corazón, mis talentos, mis dones, mis capacidades; mi cuerpo le pertenece al Señor y es para su gloria. La conversión sincera es cambiar los intereses de mi corazón, ya no es vivir para mi propio placer, pues es contrario al evangelio: «el que quiera seguirme, que se niegue a si mismo»

Somos creados con alma y cuerpo. La necesaria purificación interior para la conversión de nuestros corazones es también necesaria en nuestro cuerpo, sentidos, pensamientos, acciones y hábitos. La penitencia interior, ese rasgar el corazón, también tiene que tener expresiones externas y así llevarnos a un crecimiento de la gracia en todo nuestro ser. Todo debe estar integrado y ordenado por la gracia con nuestra cooperación en la oración y la penitencia.

La Iglesia nos enseña que hay tres expresiones tradicionales de penitencia. Esta son el ayuno, la oración y la limosna. Las tres son mencionadas por Jesús en el Evangelio de San Mateo 6,1-6 y 16-18; precisamente en el Evangelio del miércoles de ceniza. El ayuno, la oración y limosna nos recuerdan que la conversión incluye todos los aspectos de la vida: «expresan conversión con relación a uno mismo, con relación a Dios y con relación a los demás.» (Catecismo #1434)

En esta enseñanza quiero específicamete dedicarme al ayuno, tan necesario para crecer en el dominio propio, en la moderación de nuestros apetitos y en abrirnos cada vez a las realidades espirituales y al alimento eterno.

¿QUE ES EL AYUNO?

Es la práctica de limitar el consumo de comida y bebida para imitar los sufrimientos de Cristo durante su pasión y a través de toda su vida terrena. El ayuno nos recuerda que la conversión afecta y debe afectar todas las áreas de nuestra vida.

EL AYUNO COMO PARTE DE LA TRADICIÓN JUDÍA

Levítico 16,29-30  –El Señor ordena un día de ayuno como expiación y purificación: «ayunareis..porque en ese día se hará expiación por vosotros para purificaros»

Joel 2,12 -como signo de arrepentimiento: «volved a mi de todo corazón, con ayuno, con llanto, con lamentos»

Éxodo 34,28  –como preparación para las manifestaciones Moisés está en el Monte Sinaí cuarenta días y cuarenta noches, si comer pan, ni beber agua, y escribió las nuevas tablas de la ley.

Deuteronomio 10,10  –poder de intercesión («en cuanto a mi, me estuve en el Monte, como la primera vez, cuarenta días y cuarenta noches, en ayuno. También esta vez me escucho Yahveh y renuncio a destruirte»)

Jonás 3,7 –ante el anuncio de la futura destrucción de Nínive, el pueblo hace ayuno y penitencia.

Salmo 35,13 –ante la persecución injusta– David, ayuna y hace penitencia.

Salmo 109,24 –para lograr el auxilio del Señor -ayuna hasta debilitarse las rodillas.

Judit 4,9-15  –Ante la amenaza de Nabucodonosor, los Israelitas ofrecen alabanzas, intercesión, penitencia y ayuno. El Señor oyó sus voces y vio su angustia.

Para evitar la agresión. Ester 4,16  -Ester dice a Mardoqueo: «vete a reunir a todos los judíos que hay en Susa y ayunad por mi. No comáis ni bebáis durante tres días y tres noches. También yo y mis siervas ayunaremos. Y así, a pesar de la ley, me presentare ante el rey; y si tengo que morir, moriré». (Ester va a ir ante el rey a defender a su pueblo que estaba condenado a morir. Va a desenmascarar al enemigo. Pareciera la petición de la Virgen en Fátima, se aparece con una estrella en su vestido. Ester: estrella)

EL AYUNO EN EL NUEVO TESTAMENTO

Con insistencia. Lucas 2, 37: «(Ana) no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios con ayuno y oraciones»

Preparación para imponer manos. Hechos 13,3 –«la comunidad después de haber ayunado y orado, les impusieron las manos y les enviaron» (a Pablo y Bernabé en misión)

Para encomendar alguien al Señor. Hechos 14,23  –«designaron presbíteros en cada iglesia y después de hacer oración con ayunos, los encomendaron al Señor»

Para completar las tribulaciones de Cristo.  Col 3,3  –«me alegro de los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia»

Para ser vencedores. 1 Cor 9,25   «los atletas se privan de todo y eso por una corona corruptible, nosotros, en cambio, por una incorruptible.»

Para vencer la carne  Gal 5,17 «pues la carne tiene apetencias contrarias al espíritu y el espíritu contrarias a la carne, como entre si antagónicos, de forma que no hacéis lo que quisierais».

EL EJEMPLO DE JESÚS

Para vencer el demonio. Marcos 9,29  -«esta clase de demonio solo puede ser expulsado por la oración y el ayuno»

Mateo 4 y Lucas 4: Nos revelan a Jesús en el desierto orando y sin comer ni beber nada por cuarenta días.

En Mateo 4 encontramos muchas enseñanzas necesarias para la vida espiritual. Me voy a concentrar en las que creo apoyan la importancia del ayuno.

Jesús recibe el Bautismo, el Espíritu Santo desciende sobre el, y se oye una voz, que dice «este es mi Hijo amado». (Toda una experiencia bella y muy espiritual) Inmediatamente ese mismo Espíritu lo lleva al desierto (lugar solo, árido, peligroso, sin provisiones de ninguna clase), a ser tentado por el demonio. El desierto es necesario para que el Señor pueda hacer grandes cosas en nosotros, El siempre se ha revelado a su pueblo de manera extraordinaria durante el desierto y también siempre ha preparado a su pueblo para la misión durante el desierto.. Pero, precisamente por esto, también el demonio, allí, libra una gran batalla, para obstaculizar lo que Dios quiere hacer.

Jesús, se prepara para esta batalla, con oración y ayuno de cuarenta días y noches. ¿Como no prepararnos nosotros para la batalla que se libra en nuestras vidas y en el mundo contemporáneo?. Nos preparamos con oración y ayuno.? Cuando mas tentados nos sintamos, mas debemos de orar y ayunar.

Los Israelitas son liberados de Egipto y llevados por el desierto hacia la tierra prometida. Al poco tiempo de haber sido sacados de Egipto y de caminar por el desierto, se les iban agotando las fuerzas. Entonces se rebelaron contra Moisés. Tenían hambre y sed y exigían que les proveyera. El Señor hace el milagro del maná y de hacer brotar agua de la piedra.

Jesús ayuna, y con su ayuno, repara por las quejas y las injurias que los israelitas hicieron al Señor en el desierto.

Primera Tentación: Jesús siente hambre (una realidad humana) y allí se aprovecha el demonio para lanzar su primera tentación y seducción: «Si eres el Hijo de Dios, di que esas piedras se conviertan en panes». Jesús le responde: «no solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Deut 8,3)

El demonio no pudo lograr hacer caer a Jesús, a pesar que El tenia hambre, porque a través del ayuno, el había puesto en segundo lugar la necesidad de satisfacer el hambre, o la gratificación física inmediata. A través del ayuno, vamos dominando esta área, y cuando la tentación viene a nosotros, ya podremos resistirla.

«No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios». Jesús responde, citando Deut 8. Esta es una característica de Cristo, siempre mostrarnos que el cumplir la voluntad del Padre da mas vida, que tomar alimento. Esta respuesta de Cristo, nos revela lo que fueron esos 40 días: no hubo pan, ni agua, pero si profunda comunicación con su Padre. Esto es mas importante que nada. No buscar nunca nuestro alimento fuera de la voluntad de Dios. (apetitos: cuerpo, emociones, sexuales, mentales, de ego, de fama, de reconocimiento, etc)

Segunda tentación (porque siente hambre): «le pone sobre el alero del templo, y le dice: Si eres hijo de Dios, tírate abajo, porque esta escrito: a sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna». Jesús le dice: «también esta escrito, no tentaras al Señor tu Dios» (Deut 6,16)

El demonio esta tentando a Jesús para que desafíe la protección del Padre y tome control fuera de la obediencia a Dios. Era la tentación de la satisfacción personal, que los ángelesle sirvan, le protejan y no le pase nada.

Jesús, es tentado en esta área después de ayunar, ¿es que acaso el ayuno tiene también el poder de liberarnos de nuestro ego? ¿de nuestro deseo de ser servidos, honrados?

Tercera Tentación (porque siente hambre): «lo lleva a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, y le dice: todo esto te daré si postrándote ante mi me adoras». Jesús responde: apártate de mi Satanás, porque esta escrito: al Señor tu Dios adoraras y solo a El darás culto». (Det 6:13)

El demonio le tienta con alcanzar poder y fama terrenos, ¿será que el ayuno, nos libera de estos deseos? ,¿será que al experimentar nuestra debilidad, vacío, necesidad, en el ayuno, nos reconocemos criaturas, dependientes de Dios, y así nos liberamos de la gran tentación de adorar a falsos dioses (incluyéndonos nosotros mismos)

Las tres tentaciones del desierto fueron dirigidas hacia el placer, poder y fama. Las tres fueron presentadas durante 40 días de oración y ayuno. Las tres fueron vencidas con las virtudes contrarias: negación, sumisión total al Señor y su Palabra, humildad. Tres virtudes que son frutos del ayuno.

El A.T. nos revela el poder del ayuno sobre los enemigos exteriores, el N.T., nos revela además, el poder que tiene para vencer los enemigos del alma: carne, demonio y mundo.

FRUTOS DEL AYUNO

No es un fin en si mismo, sino medio de conversión.

-conduce a libertad de corazón y mente. Proceso por el cual nos liberamos de todos los apegos terrenales y de todas las cosas que nos atan: caprichos, gustos, excesivo auto cuidado. Y nos encaminamos hacia la Paz.
-fortalece, estabiliza y desarrolla el auto control (fruto del ES)
-reconocer debilidad y dependencia en Dios.
-pobreza de espíritu
-edifica la vida interior
-elimina los excesos de nuestra vida a fin de hacer mas espacio para Dios.

El ayuno permite llevar mas fácilmente una vida interior unida a Dios y al mundo celestial; el ayuno libera de la pesantez de la materia. Los santos recomiendan el ayuno a todo aquel que quiere llegar a una mayor interioridad. El ayuno apaga poco a poco la concupiscencia.

EL AYUNO Y LA PALABRA DE DIOS

Mateo 4 «No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»

Juan 4,32: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra»

El día de ayuno, debe ser un día de profunda oración, meditación de las Escrituras y del magisterio de la Iglesia. Alimentar nuestras mentes encontrando en la verdad nuestro alimento, nuestra satisfacción. Permitirle a nuestras almas que sean llenadas de la Palabra que es vida, que nos libera, que nos eleva y nos enseña a pensar, sentir y obrar según la voluntad de Dios. En los días de ayuno, por alguna razón, he descubierto que es mas fácil penetrar las Escrituras, escudriñarlas y captar el mensaje mas profundo, que se esconde detrás de las palabras.. Damos prioridad al alma.

EL AYUNO Y LA EUCARISTÍA

Juan 6, 27: «Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del Hombre».

-vacío terreno y alimento verdadero. El vacío físico que se experimenta en el ayuno nos ayuda a darnos cuenta de nuestro vacío interior y nuestra necesidad de las realidades espirituales.

El día de ayuno, debe ser eminentemente un día Eucarístico: adoración, reparación, etc.

¿A PAN Y AGUA?

Pan es comida de pobre. La disposición de vivir a pan y agua durante un día demuestra la buena voluntad de ser pobre ante Dios y bien dispuesto a su voluntad.

Pan y agua: dos símbolos importantes en las Escrituras:

Pan: símbolo de vida, de nutrición (Pan, alimento – Eucaristía)
Agua: purificación (de su corazón traspasado fluye el agua, símbolo del bautismo)

Para dar al pueblo pan y agua mientras caminaban en el desierto el Señor hizo milagros.

El ayuno busca la verdadera vida a través de la purificación. Ayunar a pan y agua es un llamado a crecer en dependencia de la Eucaristía. Es también un llamado a adentrarnos en una vida de purificación, de conversión, de arrancar de nosotros todo lo que nos separa del Señor o no nos deja ser sus hijos adoptivos, ni su imagen y semejanza.

Juan 6,34: «yo soy el pan de vida, el que venga a mi no tendrá hambre, y el que crea en mi no tendrá nunca sed».

HEMOS OÍDO A LA VIRGEN DE MANERA PARTICULAR LLAMARNOS AL AYUNO

-El ayuno tiene el poder de prevenir guerras y catástrofes naturales (Fátima)

En Medjugorje:
-«Practicad el ayuno, porque con el ayuno obtendréis que se realice completamente el plan que Dios tiene. Con esto me daréis una gran alegría»

«les invito a la oración y al ayuno. Con vuestra ayuda puedo hacerlo todo y obligar a Satanás a dejar de instigar a las almas.»

«Orad y ayunad, sólo así podréis conocer todo el mal que hay en vosotros y ofrecerlo al Señor, a fin de que pueda purificar vuestros corazones de todo».

S.S. Juan Pablo II sobre la necesidad de ayunar para aplacar el «espíritu de muerte y la cultura de la muerte».

Evangelium Vitae  #100: «es urgente…que desde cada comunidad, cada familia, cada individuo se eleve una súplica apasionada a Dios. Jesús mismo nos reveló con su ejemplo que la oración y el ayuno son las armas principales y mas eficaces contra las fuerzas del mal y ha enseñado a sus discípulos que algunos demonios sólo se expulsan de este modo. Por lo tanto, tengamos la humildad y la valentía de orar y ayunar para conseguir que la fuerza que viene de lo alto haga caer los muros del engaño y de la mentira, que esconden a los ojos de tantos la naturaleza perversa de comportamientos y de leyes hostiles a la vida, y abra sus corazones a propósitos e intenciones inspirados en la civilización de la vida y del amor.»

EL AYUNO APLACA LA GULA

Con el ayuno estamos aprendiendo a dominarnos a nosotros mismos y sobretodo a liberarnos del pecado de gula, que no solo se manifiesta en la glotonería, sino en formas mas refinadas y mas espirituales.

1-gula intelectual: gula en el terreno de conocimientos (curiosidad), de la ciencia. Esta es muy peligrosa pues el pecado primero de Eva fue la curiosidad. De ahí se deriva el ocultismo, los psíquicos, los astrólogos, leer cartas…etc. Querer saber el futuro.

2-gula espiritual: busca los sentimientos que provocan lecturas piadosas, el placer sensible. No perderse ninguna experiencia espiritual.

3-gula de placer, de honor, de fama: se hace lo que sea por sobresalir, por ser reconocidos, etc.

AYUNAR NO SOLO DE COMIDA

San Juan Crisóstomo:

El valor del ayuno consiste no solo en evitar ciertas comidas, pero en renunciar a todas las actitudes, pensamientos y deseos pecaminosos. Quien limita el ayuno simplemente a la comida, esta minimizando el gran valor que el ayuno posee. Si tu ayunas, que lo prueben tus obras! Si ves a un hermano en necesidad, ten compasión de el. Si ves a un hermano siendo reconocido, no tengas envidia. Para que el ayuno sea verdadero no puede serlo solo de la boca, sino que se debe ayunar de los ojos, los oídos, los pies, las manos, y de todo el cuerpo, de todo lo interior y exterior.

Ayunas con tus manos al mantenerlas puras en servicio desinteresado a los demás. Ayunas con tus pies al no ser tan lenta en el amor y el servicio. Ayunas con tus ojos al no ver cosas impuras, o al no fijarme en los demás para criticarlos. Ayuna de todo lo que pone en peligro tu alma y tu santidad. Seria inútil privar mi cuerpo de comida, pero alimentar mi corazón con basura, con impureza, con egoísmo, con competencias, con comodidades.

Ayunas de comida, pero te permites escuchar cosas vanas y mundanas. También debes ayunar con tus oídos. Debes ayunar de escuchar cosas que se hablan de tus hermanos, mentiras que se dicen de otros, especialmente chismes, rumores o palabras frías y dañinas contra otros.

Además de ayunar con tu boca, debes de ayunar de no decir nada que haga mal a otro. Pues ¿de que te sirve no comer carne, si devoras a tu hermano?

¿Que nos dice San Juan Crisóstomo con esta reflexión?

Que los días de ayuno deben de ser especialmente días de abstenernos del uso desordenado o incluso exagerado de los otros sentidos: No fijarme en lo que no debo, no hablar lo que no debo, no oír lo que no debo, no desear lo que no debo, no buscar satisfacer todas mis necesidades emocionales, espirituales; no buscar saciar mi soledad, buscando inmediatamente compañía; no querer saberlo todo; no requerir respuestas inmediatas a todo lo que se me ocurre en la mente, etc.

Ayunamos buscando conversión. Por lo tanto, ayunemos de todas esas actitudes contrarias a la virtud. Quizás tu ayuno va a consistir de ser mas servicial, (ayuna de tu pereza, comodidad), pues así como la Virgen nos pide que recemos con el corazón, debemos de ayunar con el corazón. Puede ser que tengamos que ayunar de nuestra ira, siendo los días de ayuno, mas amables, mas dulces, mas dóciles. Quizás tengo que ayunar de la soberbia, buscando activamente ser humillada, o hacer actos concretos de humildad, etc.

AYUNO Y PUREZA CORPORAL

Escuchemos al Cardenal Ratzinger:

Ayunar significa aceptar un aspecto esencial de la vida cristiana. Es necesario descubrir de nuevo el aspecto corporal de la fe: la abstención de la comida es uno de estos aspectos. Sexualidad y alimentación son los elementos centrales de la dimensión física del hombre: hoy, a una menos comprensión de la virginidad corresponde una menor comprensión del ayuno. Y una y otra falta de comprensión proceden de una misma raíz: el actual obscurecimiento de la tensión escatológica, es decir, de la tensión de la fe cristiana hacia la vida eterna. Ser vírgenes y saber practicar periódicamente el ayuno es atestiguar que la vida eterna nos espera; mas aun, que ya está entre nosotros. Sin virginidad y sin ayuno, la Iglesia no es ya Iglesia; se hace intrascendente, sumergiéndose en la historia.

Hoy mas que nunca, la penitencia, mortificación es necesaria para expiar por nuestros pecados y reparar por los del mundo entero. A través de los siglos, la humanidad siempre ha sido pecadora, pero lo reconocía y hacia penitencia por ello. Hoy no es así, se vive en pecado, no se le llama pecado sino que al contrario se vive orgulloso de ello. Se están rechazando todos los principios morales y éticos, y por ello la humanidad ha perdido la libertad interior y ha llegado a ser víctima del peor tirano: el propio «yo» y el demonio.

El ayuno como acto común y público de la Iglesia, me parece hoy tan necesario como en tiempos pasados; es un testimonio público tanto de la primacía de Dios y de los valores del espíritu como de nuestra solidaridad con todos aquellos que padecen hambre. Si no ayunamos no conseguimos librarnos de ciertos demonios de nuestro tiempo»
-Card. Ratzinger

Por eso el catecismo de la Iglesia, #2015, nos dice: «El camino de la perfección pasa por la cruz. No hay santidad sin renuncia y sin combate espiritual (2Tim 4). El progreso espiritual implica la ascesis y la mortificación que conducen gradualmente a vivir en la paz y el gozo de las bienaventuranzas.»

AYUNO Y CARIDAD

El ayuno no puede separarse de la caridad fraterna. Si un cristiano se priva de algo es para darlo a sus hermanos y dar testimonio con ello de su amor a Dios.

Pío XII (1950): «lo que sustraiga a la vanidad, el cristiano lo dará a la caridad y subvendrámisericordiosamente a la Iglesia de los pobres. Así lo hacían los fieles de la Iglesia primitiva: alimentaban las fuentes de la caridad con el ayuno y abstinencia de las cosas permitidas».

San Agustín: «tus privaciones serán fecundas si muestras largueza con otro». Las privaciones son cristianas si nos hacen crecer en santidad, en caridad y generosidad.

En las primeras comunidades cristianas cuando había un pobre entre ellos ayunaban durante dos o tres días y acostumbraban a enviarle los alimentos que tenían preparados para ellos. Podemos apreciar por que la Iglesia primitiva observaba dos días de ayuno a la semana: miércoles y viernes.

Fuentes: Madre Adela Galindo para corazones.org

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La Devoción a la Santísima Virgen

Este artículo se ha subsumido en este otro:

Cuáles son las Mejores Formas de Venerar a la Santísima Virgen María – Cómo practicar la adoración a Dios a través de María…

 

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¿Es el Rosario mas de María que de Jesús?

Muchos evangélicos piensan que el Rosario es totalmente referido a María y que el tema central del Rosario es María. Yo hice un pequeño cálculo, simplemente porque he leído un libro de autor evangélico que dice que hay muy poco de Jesús en el Rosario.

Entiendo que es un examen un tanto «atrevido» contar los versos pero puedo asegurarte que es la primera vez que lo hice. Normalmente, el Rosario es algo muy completo para mí, algo similar a lo que siento cuando memorizo una gran canción de alabanza.

De modo que, a riesgo de enaltecer el «espantoso factor de repetición» en el Rosario hagamos un conteo solamente con el interés de ver cuál es su «porcentaje de Jesús». Hay dos niveles (o aspectos), un nivel meditativo y un nivel vocal.

 

EL NIVEL MEDITATIVO

Cada decena del Rosario se enfoca en una sección de las Escrituras como meditación. Estos son los llamados «Misterios». De las 20 meditaciones (una para cada decena o década, se hacen 5 por día) 18 siguen a Jesús a través de la Biblia y 19 hacen referencia a un pasaje específico de la Biblia. Solamente 2 de los misterios (la Asunción y la Coronación de María) tienen un fundamento no textual de la Biblia y basado en la tradición de la Iglesia. Esto es:

El Nivel Meditativo es:
• 90% Jesús,
• 10% María (Asunción y Coronación) y
• 95% Bíblico

 

EL NIVEL VOCAL

El Rosario comienza con el Credo Apostólico, aceptado por la mayoría de las denominaciones cristianas; tiene 15 versos todos fundamentados en la Escritura.

El Padre Nuestro se repite antes de cada decena y 1 vez más (después del Credo), total 6 veces. Éste contiene aproximadamente 6 líneas de texto (bíblicas). De modo que son 36 líneas de texto «dedicado a Jesús»
«Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos».
(Se reza al finalizar cada decena +1 vez más), Es dicho 6 veces. Son 4 líneas que hacen un total de 24 líneas

Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados,
líbranos del fuego del infierno
y lleva a todas las almas al cielo,
especialmente las más necesitadas de tu Divina Misericordia.
(Se reza al terminar cada decena luego del Gloria)” Se lo dice 5 veces que multiplicado por 4 líneas dan 20 en total.

Dios te salve María, llena eres de gracia el Señor es contigo, (Lc.1,28)
bendita tu eres entre todas las mujeres, (Lc 1,41-42a; Lc. 1,48)
y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.(Lc. 1,42b)
Santa María Madre de Dios,(Lc. 1,43)
ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte, (Lc. 2,35; Jn 2,5)Amen

El Ave María tiene 5 líneas tomadas directamente de la Escritura. La tercera línea habla específicamente de Jesús. El Ave María se repite 53 veces. Acá va el cálculo:
• 15 líneas del Credo + 36 líneas del Padrenuesto + 24 líneas del Gloria + 20 líneas del “Oh Jesús mío”+ 53 x 1 línea de Jesús en el Ave María = 148 líneas «de Jesús»
• 53 Ave Marías x 4 versos = 212 líneas «de María» (106 extracto textual de las Escrituras. Las 212 basadas en la Escritura como lo ves arriba)
• 36 Padrenuestro + 106 textuales del Ave María = 142 líneas textuales de la Escritura
• 15 del Credo + 36 del Padre Nuestro + 212 del Ave María = 263 líneas fundamentadas directamente en la Escritura
Al terminar del Rosario hemos rezado: 148 líneas «de Jesús» + 212 líneas «de María»(106 textuales de la Escritura) = 360 en total

El nivel vocal del Rosario se conforma entonces así:
• 212/360=0.59 Por lo que 59% del nivel vocal del Rosario es un pedido de intercesión a María. De lo que el 50% es textual de la Biblia (106/212=0.5)
• 148/360=0.41 Por lo que 41% del nivel vocal del Rosario son oraciones directas a Jesús. De las cuales el 24% son textuales de la Biblia (36/148 = 0.24)
• 142/360=0.39. De modo que contiene 39% de oraciones tomadas textualmente de las Escrituras
• 263/360=0.73. De modo que contiene 73% de oraciones fundamentadas directamente en las Escrituras

En conclusión, respecto del nivel vocal del Rosario podemos decir que:
EL NIVEL VOCAL DEL ROSARIO SE CONFORMA DE
• un 41% de oraciones dirigidas a Jesús y
• 59% honrando y pidiendo la intercesión de María. (39% de estas oraciones tomadas textualmente de la Biblia. )

 

COMBINANDO AMBOS «NIVELES» DEL ROSARIO

De modo que combinándolos tenemos:
0.9 Oración Meditativa (18/20) + 0.41 Oración Vocal (148/360)= 1.31 para Jesus
0.1 Oración Meditativa (2/20) + 0.59 Oración Vocal (212/360) = 0.69 para María
El total de la oración (360 líneas de oración vocal + 20 Meditaciones) contiene a ambos: 1.31 Jesus + 0.69 Maria = 2
Lo que lleva a: 1.31/2 = 0.65 (En porcentaje: 65%); 0.69/2= 0.35 (En porcentaje: 35%)

De aquí que:
65% del Rosario se dirige a Jesus y 35% a honrar y presentar pedidos de intecesión a María.

 

Y RESPECTO DE SU RELACIÓN CON LAS ESCRITURAS

0.95 Oración Meditativa (19/20) es extracto textual de la Biblia
0.39 Oración Recitada (142/360) es textual de la Escritura
0.73 Oración Recitada (263/360) está Fundamentada directamente en la Escritura (Incluyendo extractos textuales y fundamentos)

Asignando igual importancia a ambos aspectos podemos asignar: 1.0 Oración Meditativa + 1.0 Oración Recitada = 2 (Porque ambas conforman en sí un todo)
0.95 de la Oración Meditativa + 0.39 de la Oración Recitada = 1.34 parte del total del Rosario es texto de la Escritura. 1.34/2 = 0.67. En porcentaje: 67%
0.95 de la Oración Meditativa + 0.73 de la Oración Recitada = 1.68 parte del total del Rosario fundamentado en la Escritura 1.68 / 2 = 0.84. En porcentaje: 84%

En conclusión:

El Rosario se conforma en un 67% de la Escritura, valor que se eleva al 84% cuando incluimos las oraciones con fundamentos bíblicos directos aunque no se hayan copiado textualmente!.

Fuente: PuenteCatolico.com

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La devoción Mariana en la Iglesia Primitiva

Como han puesto en evidencia los estudios mariológicos recientes, la Virgen María ha sido honrada y venerada como Madre de Dios y Madre nuestra desde los albores del cristianismo.

En las pinturas marianas de las catacumbas de Priscilase muestra a la Virgen con el Niño al pecho y un profeta (quizá Isaías) a un lado. (Ver imagen que encabeza este texto)

Esto le lleva a decir a San Josemaría Escrivá que:
«los primeros cristianos, a los que hemos de acudir siempre como modelo, dieron un culto amoroso a la Virgen. En las pinturas de los tres primeros siglos del cristianismo, que se conservan en las catacumbas romanas, se la contempla representada con el niño Dios en brazos. ¡Nunca les imitaremos bastante en esta devoción a la Santísima Virgen!»

Sobre la devoción a Santa María en los siete primeros siglos de la vida de Iglesia existe una documentación espléndida, amplísima y solvente.

 

VISIÓN GENERAL DE LOS TESTIMONIOS HISTÓRICOS

Ya en los Evangelios la figura de la Virgen, discretamente presente, está rodeada de veneración. En estos pasajes, sobre todo en los relatos lucanos de la infancia del Señor y en la narración joánica de la presencia de Santa María al pie de la Cruz, se manifiesta una gran veneración hacia la Madre de Jesús y se encuentra descrita ya y como en germen, la veneración que le profesará el pueblo cristiano a lo largo de los siglos.

LOS PRIMEROS TESTIMONIOS PATRÍSTICOS

Los testimonios patrísticos sobre la Virgen comienzan ya en el mismo San Ignacio de Antioquía (+ ca. 110). Ignacio considera a Santa María en su carácter de Madre de Jesús y en el papel que su maternidad juega en la historia de la salvación. Esta maternidad es realzada, sobre todo, en la realidad de su facticidad frente a los gnósticos. Son conmovedores los textos en que Ignacio insiste en que Jesús ha nacido de (ex) Dios y de María(3).

Desde un primer momento la Virgen aparece cercana no sólo por su maternidad sobre el Señor, sino también por su intervención en la historia de la salvación. Buen testimonio de ellos es San Justino (+ 165). San Justino es el primero en dar testimonio del paralelismo Eva-María, de forma que la maternidad de Santa María sobre los creyentes comienza a abrirse camino en forma explícita en la conciencia de los cristianos(4). Ireneo de Lyón otorga forma extensa a este paralelismo, insistiendo en que Santa María es causa de salvación para sí misma y para todo el género humano(5).

Ireneo llama también a María abogada de Eva(6). Los mariólogos advierten con razón que estos textos ireneanos son de gran importancia(7). Tienen importancia desde el punto de la doctrina mariológica, y son de suma relevancia en el tema que estamos tratando. Estos textos y muchos otros del mismo tenor se encuentran en la base de la piedad cristiana hacia Santa María a la que comienza a acudir con confianza, precisamente por su característica de abogada e intercesora.

En este itinerario del apoyo teológico a la piedad popular hacia Santa María destaca Orígenes con rasgos propios (+ 253); su teología rodea de cariño y devoción a Santa María y ha atraído la atención de grandes mariólogos(8). Orígenes otorga gran importancia a la virginidad de Santa María y la presenta a las vírgenes como modelo a seguir. Ella recibió al Verbo en su seno; nosotros debemos recibir al Verbo en nuestra alma. Precisamente al presentar al evangelista San Juan como ejemplo de penetración espiritual de la Escritura, Orígenes afirma que sólo puede captar el sentido espiritual de la Escritura aquél que, como Juan, ha reposado su cabeza sobre el pecho de Jesús, aquél que, como Juan, ha recibido a María como Madre(9). Orígenes entiende que Juan recibe a María como Madre, por su parecido con Jesús; de ahí que entienda también que todo hombre que se asemeja a Cristo se convierte en hijo de María.

Se trata de expresiones mariológicas que merecen una gran atención a la hora de pensar en la devoción a María en los primeros siglos. Laa imagen que llega de Ella a los primeros cristianos a través de los Padres es la de una mujer sencilla y santa, Madre de Jesús, fuertemente implicada en la historia de la salvación, abogada incluso de Eva, ejemplo para las vírgenes, Madre de Cristo y de quienes se asimilan a él. Todo esto insinúa que ya a mediados del siglo III, al menos en Alejandría, se encontraba extendida la devoción a Santa María y la costumbre de invocarla con el título de Theotokos.

El testimonio más impresionante se encuentra en la oración Sub tuum praesidium, que consideraremos inmediatamente. El historiador Sócrates ofrece un dato verdaderamente interesante en torno a Orígenes. Según Sócrates, Orígenes habría explicado el significado del título Theotokos en su primer tomo de comentarios a la Carta de San Pablo a los Romanos(10). Se trata de un título mariano bien preciso y que será como una bandera discutida en los aledaños de Éfeso. Parece ser que Orígenes se habría sentido en la necesidad de explicar bien este título, por la gran difusión que había adquirido entre el pueblo cristiano la costumbre de invocar a Santa María como Madre de Dios.

Los escritos apócrifos recogen un amplio panorama de creencias populares y, sobre todo, constituyen un testimonio de la piedad popular de grandes sectores cristianos. Son notables las descripciones de la virginidad de Santa María en la Ascensión de Isaías (siglo I), Las Odas de Salomón (siglo II) y Los oráculos sibilinos (siglos II-III). Todos ellos destacan la virginidad de Santa María. El Protoevangelio de Santiago habla ya de la vida de oración y de la santidad de la Virgen. La Asunción de María es largamente tratada en el Transitus Mariae (siglos III-IV)(11). Recientemente se ha mostrado cómo el influjo de este apócrifo llega hasta la escinificación del misterio de Elche(12).

 

LA EDAD DE ORO DE LA PATRÍSTICA

A partir del siglo IV se comienzan a encontrar ya testimonios de panegíricos que exaltan, sobre todo, la maternidad de Santa María. Por esta fechas, como veremos inmediatamente, comienzan los testimonios en torno a las festividades marianas en los diversos ritos.

Comienzan también los testimonios de la invocación a Santa María. San Gregorio de Nacianzo cuenta que una virgen invoca a Santa María en el trance de perder su virginidad, y es auxiliada(13). San Gregorio de Nisa habla con naturalidad de una aparición de la Virgen a San Gregorio Taumaturgo (+ 270)(14).

Dos son los títulos marianos que se destacan en este claro movimiento espiritual: Virgen y Madre. El título de Madre invita a refugiarse en su misericordia inagotable, como se expresa en el Sub tuum praesidium. Juliano el Apóstata reprocha a los cristianos el que estén constantemente invocando a María como Theotokos(15). El título de Virgen invita a las vírgenes a tomarla como modelo. La piedad mariana recibe un fortísimo impulso con el florecimiento espiritual del siglo IV y, especialmente, con la vida monacal. San Atanasio pone en boca de su predecesor Alejandro de Alejandría (+ 328) esta exhortación a las vírgenes: «Tenéis, además, el estilo de vida de María, que es modelo e imagen de la vida propia de los cielos»(16).

Tras Nicea (a. 325) con su definición de la consustancialidad del Verbo con el Padre, se destaca aún más la dignidad de la Maternidad de Santa María. El pueblo cristiano la invoca como intercesora y como Theotokos llena de misericordia. El misterio de Cristo aparece cada vez más relacionado indisolublemente con el misterio de Santa María. La unidad de Cristo se refleja en la firmeza con que se confiesa la Theotokos. Esto explica la honda conmoción que sienten los ambientes monacales alejandrinos cuando llega la noticia de que Nestorio niega que Santa María sea Madre de Dios(17).

Entre los Padres orientales destaca por su influencia San Efrén (+ 473) y sus hermosos himnos dedicados a la Santa Madre de Dios. Se trata, quizás, del teólogo que más ha llegado a amplios sectores populares precisamente por influencia de sus himnos en la liturgia. Todo el Oriente vibra en este siglo con la devoción a Santa María. La mariología alcanza un gran esplendor. Baste recordar a los tres grandes Capadocios, a Cirilo de Jerusalén (+ 38) o a Epifanio de Salamina (+ 403).

Menos generosos en elogios y en alabanzas a Santa María se muestran los antioquenos. Destaca entre ellos San Juan Cristóstomo (+ 407) en el que encontramos expuesto con fuerza el paralelismo Eva-María y la maternidad virginal, aunque nunca utilice el término theotokos.

Entre los latinos destacan fundamentalmente San Ambrosio (+ 397), San Jerónimo (+ 419) y San Agustín (+ 430). También aquí se encuentra un gran desarrollo de la doctrina mariana en todos sus temas claves y de una forma simétrica al Oriente. Ambrosio subraya como Atanasio la importancia de la virginidad de Santa María para la espiritualidad cristiana y, en especial, para la espiritualidad monacal; San Jerónimo la presenta como ejemplo de virtud y llama madre especialmente de las vírgenes(18); San Agustín destaca la santidad personal de María y su relación con la Iglesia. Puede decirse que desde Nicea hasta Éfeso la devoción a Santa María se encuentra en aumento y extensión constante. La reacción del pueblo cristiano ante la negación nestoriana de la maternidad divina es buena prueba de la sensibilidad ya existente en torno a las cosas que miran a la veneración de la Santa Madre de Dios.

TRAS EL CONCILIO DE ÉFESO

El escándalo que conduce a Éfeso es bien conocido, así como los acontecimientos traumáticos que le acompañan. El escándalo comienza en Constantinopla el a. 428 con ocasión de un Sermón de Proclo en honor de Santa María en el que la aclama como Theotokos y con la reacción de Nestorio rechazando este título mariano. Con respecto a la devoción mariana son bien elocuentes tanto la correspondencia que se cruza entre los principales actores, como los sermones. Basta repasar las actas del Concilio de Éfeso y los Sermones allí pronunciados para palpar cómo el pueblo estaba implicado en estas disputas teológicas y cómo sentía que con la negación de la Theotokos se estaba lesionando la principal razón de su devoción a Santa María.

La cuestión central de Efeso no era mariológica, sino cristológica: la unidad de Cristo. En el terreno mariológico, el Concilio de Éfeso no ha añadido nada a lo que ya se creía universalmente por el pueblo cristiano: que santa María es Madre de Dios. Sin embargo, la solemne afirmación de la maternidad de Santa María hecha por Éfeso no sólo reafirmaba la unidad de Cristo, sino que abría una nueva etapa en la piedad mariana y en los perfiles más característicos de la vida cristiana. En efecto, desde la conciencia refleja de la dignidad maternal de Santa María, el pueblo cristiano –incluidos los obispos– captaron mejor no sólo el honor que se debe a María, sino su papel único en la historia de la salvación y su excelso poder de intercesión. Como observa Toniolo citando las homilías de Proclo y de Basilio de Seleucia, se llegó así a formular con conciencia refleja el carácter de un culto de hiperdulía a la Virgen, tras comprender su dignidad y su singular poder como Madre de Dios(19).

Los cristianos de Constantinopla, Alejandría y Éfeso vivieron estos acontecimientos con un gran fervor, como se desprende de los sermones y de la correspondencia epistolar que se cruza entre los principales actores. Es posible que ya al final de estos sucesos, hombres de Iglesia como Proclo, Pablo de Emesa o Cirilo tuviesen algún atisbo de la importancia que su lucha teológica iba a tener en el desarrollo ulterior de la Iglesia y en la piedad popular mariana. Se comprende su alegría exultante al final del Concilio. Su espíritu sigue estando presente aún entre nosotros que nos encontramos al final ya al comienzo del tercer milenio.

Tras Éfeso, la devoción a Santa María crece por la liturgia que comienza a llenarse de fiestas marianas, las iglesias dedicadas a Santa María y a su maternidad y las homilías marianas. En cada uno de estos campos la abundancia de datos es enorme. Tras Éfeso, el entusiasmo de los oradores de Constantinopla no tiene límites. Ellos exaltan la maternidad divina. También exaltan la virginidad de Santa María, su poder de intercesión, su realeza, su mediación. Es la época del surgimiento del himno Akathistos –a finales del s. V o principios del VI– y de las grandes homilías marianas como las de Germán de Constantinopla (+ 733). Con San Juan Damasceno (+749) en Oriente e Ildefonso de Toledo (+ 667) en Occidente la devoción a Santa María se manifiesta ya incluso como consagración a Santa María. También en Occidente se vive con fervor la devoción a Santa María. Citemos como nombres gloriosos y cercanos a San Leandro de Sevilla (+ 599) que insiste en Santa María como cumbre y modelo de la virginidad, o a San Isidoro de Sevilla y su influencia en la liturgia mozárabe(20), o San Ildefonso de Toledo y su doctrina en torno al «servicio» a Santa María, es decir, el esbozo de 1as grandes líneas de la esclavitud mariana(21).

 

LA ORACIÓN «SUB TUUM PRAESIDIUM» Y EL HIMNO «AKATHISTOS»

La oración Sub tuum praesidium es un testimonio entrañable, quizás el más antiguo y el más importante en torno a la devoción a Santa María. Me refiero a la oración «Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios …». Se trata de un tropario (himno bizantino) que llega hasta nosotros lleno de juventud. Es quizás el texto más antiguo en que se llama Theotokos a la Virgen, e indiscutiblemente es la primera vez que este término aparece en un contexto oracional e invocativo.

G. Giamberardini en un documentado estudio ha mostrado la presencia del tropario en los más diversos ritos y las diversas variantes que encuentra, incluso en la liturgia latina(22). La universalidad de esta antífona hace pensar que ya a mediados del siglo III era usual invocar a Santa María como Theotokos, y que los teólogos, como Orígenes, comenzaron a prestarle atención, precisamente por la importancia que iba adquiriendo en la piedad popular. Simultáneamente esta invocación habría sido introducida en la liturgia.

En el rito romano, su presencia está ya testimoniada en el Liber Responsalis, atribuido a San Gregorio Magno y es copiado en el siglo IX en la siguiente forma: «Sub tuum praesidium confugimus, Sancta Dei Genitrix». Algunos manuscritos de los siglos X y XI, presentan unas deliciosas variantes de esta oración, manteniendo intacta la expresión Santa Dei Genitrix, en estricta fidelidad a la Theotokos del texto griego. Helas aquí:
«Sub tuis visceribus confugimus, Dei Genitrix, semper Virgo Maria» ; » Sub tuis visceribus confugio, Sancta Dei Genitrix»; «Sub tuis visceribus confugimus, Sancta Dei Genitrix»»(23).
Y en el rito ambrosiano: «»Sub tuam misericordiam confugimus, Dei Genitrix»»(24).

Se trata de traducciones fidelísimas del texto griego, tal y como aparece en el rito bizantino, en el que se utiliza la palabra griega eysplagknían, para referirse a las entrañas misericordiosas de la Madre de Dios(25). La consideración de la inmensa capacidad de las entrañas maternales de la Madre de Dios está en la base de la piedad popular que tanta importancia dio al título Theotokos para designar a la Madre de Jesús. Y quizás como lo más importante sea el hecho de que el testimonio del Sub tuum praesidium levanta en el mariólogo la sospecha de que el título Theotokos se origina a mediados del siglo III en la piedad popular como invocación a las entrañas maternales de Aquella que llevó en su seno a Dios y que, por esta razón, debe estar dotada de unas entrañas maternalmente inagotables. Esta vez, quizás, la piedad popular fue por delante de la Teología. Al menos, es muy verosímil que así fuese.

Esa piedad popular alcanza una de sus manifestaciones más hermosas en el himno Akathistos. Como su propio nombre indica es el himno que se canta de pie. Con este nombre de repertorio que sustituyó al título original la iglesia de oriente quiso hacer suyo este himno considerándolo como expresión privilegiada de su piedad mariana y cantándolo entero de pie en señal externa de atención reverente (26). Es un himno de acción de gracias, que en el rito bizantino tiene su fiesta propia.

He aquí cómo describe el Sinaxario esta fiesta de acción de gracias: «Celebramos esta fiesta en recuerdo de las prodigiosas intervenciones de la inmaculada madre de Dios. Este himno fue llamado Akáthistos como privado de espacio para sentarse, ya que todo el pueblo estuvo toda la noche entera cantando en pie este himno a la madre de Dios; y mientras que en todas las demás estrofas se acostumbra a estar sentados, en ésta de la madre divina todos nos ponemos de pie para escucharla»(27).

El himno está dividido en dos partes. La primera, estancias 1-12, está dedicada al misterio de Cristo; la segunda, estancias 13-24 propone la teología antigua en torno a Santa María: las seis primeras estancias (13-18) de esta parte la contemplan sumergida en el misterio de Cristo, mientras que las seis últimas la celebran presente en el misterio de la Iglesia. He aquí algún ejemplo del estilo y fervor del canto, tomada de la parte final:
«Ensalzando tu parto, el universo te canta como templo viviente, oh Theotokos. Ave, oh tienda del Verbo de Dios. Ave, tú, arca dorada por el Espíritu. Ave tú, noble honor de los sacerdotes. Ave, tú eres para la Iglesia como torre esbelta. Ave, por ti levantamos trofeos; ave, por ti caen vencidos los enemigos. Ave tú, medicina de mis miembros; ave, salvación de mi alma. Ave esposa inviolada. Oh Madre que debe ser alabada con toda clase de alabanzas, que diste a luz al Verbo más santo que todos los santos, al recibir ahora esta ofrenda, líbranos a todos de toda calamidad, y redime del suplicio futuro a los que te aclaman. Aleluia»(28).

El Akáthistos es calificado con justicia como el himno más hermoso de toda la Antigüedad y como la primera síntesis de la doctrina mariana. En él piedad popular y doctrina teológica encuentran una magnífica armonía.

 

LAS PRIMERAS FIESTAS MARIANAS: LOS PRIMEROS SERMONES MARIANOS

De entre estos sermones que alimentan la piedad popular he elegido algunos significativos. En ellos se refleja cómo era la piedad popular; se refleja, sobre todo, en qué forma se dirigían los pastores a sus fieles para ser entendidos por ellos. He elegido un sermón típico de finales del siglo IV o principios del siglo V, y tres sermones pronunciados durante el concilio de Éfeso.

EL «SERMO DE ANNUNTIATIONE DOMINI»

Este Sermón está colocado en la edición de Migne entre los que se atribuyen a san Juan Crisóstomo. René Laurentin opina que puede atribuirse a Gregorio de Nisa(29). La misma crítica interna muestra convincentemente su coincidencia con puntos personalísimos de la teología nisena. S. Alvarez Campos lo ofrece entre los ssermones nisenos, aunque advirtiendo que puede ser interpolado(30). El P. Aldama también lo atribuye al Niseno, y se da como probable fecha de la predicación los años 370-378, quizás un domingo anterior a la fiesta de Navidad(31). A nosotros nos interesa, sobre todo, su estilo literario, como exponente de los rasgos humanos de la piedad popular mariana de esos años.

La estructura del sermón es sencilla y bien fácil de seguir.
Todo el sermón no es más que parafrasear el relato lucano de la anunciación. He aquí unos ejemplos:
«En el mes sexto tras la concepción del Precursor es enviado Gabriel por el Verbo, «Sol de Justicia», a anunciar a Santa María el misterio de la Encarnación: «Ve –dice el Verbo a Gabriel– a la ciudad de Galilea, a Nazaret, a la virgen María, a la que está casa con el obrero José (téktoni), pues, que soy obrero (tekton) de toda criatura, me he desposado esta virgen para la salvación de los hombres. Anúnciale a Ella mi venida sin tumulto, no sea que se turbe, si no lo sabe por carecer de anuncio. Enséñale a Ella mi amor al hombre, por el cual quiero salir de Ella al mundo como hombre, para que, al conocer previamente el designio divino, no se turbe al observar su gravidez (…) Realiza ya tu misión, pues me encontrarás ya allí donde te envío; allí te precederé, permaneciendo aquí.

«Yo marcho hacia Ella ante ti y contigo. Lleva tú el anuncio de mi venida y yo, presente invisiblemente, sellaré tu anuncio con los hechos. Pues quiero renovar al género humano en el seno virginal; quiero en forma atemperada al hombre amasar de nuevo la imagen que modelé; quiero curar con una nueva modelación la vieja imagen hecha pedazos. Modelé de tierra virgen al primer hombre a quien el diablo, agarrándolo, lo arrastró y lo hundió como enemigo y pateó mi imagen caída. Quiero ahora hacerme para mí de tierra virgen un nuevo Adán para que la naturaleza se defienda a sí misma en forma congruente, y sea coronada con justicia por aquel que la abatió, y el enemigo sea avergonzado razonablemente»(32).

El texto citado, a pesar de su aparente ingenuidad, entraña un gran pensamiento teológico enraizado en la gran tradición mariológica. Resuena en estos párrafos la teología ireneana del nuevo Adán, hecho de tierra virgen –el seno de Santa María–, como el primer Adán fue modelado de la tierra virgen. Resuenan la imagen de Dios deteriorada por la instigación del diablo y restaurada por la misma humanidad de la que ya forma parte el Verbo en cuanto hombre.

El Sermón, delicioso, es una buena muestra de cómo se explicaba al pueblo la mariología en forma narrativa. Me refiero a que esta teología se le hacía llegar llanamente, parafraseando los textos de la Escritura en una exégesis, ingenua en apariencia, pero conocedora de la tradición en el fondo. Todo el sermón es así. Merece la pena meditarlo. Sólo citaré un trozo más: la forma en que se comenta el saludo del ángel a Santa María:
«Llega, pues, a la Virgen María el ángel, y entrando a Ella, le dice: Dios te salve llena de gracia (Lc 1,28). Llamó señora a la que era consierva suya, como quien era ya Madre del Señor. Dios te salve, llena de gracia. Tu primera madre, Eva, por haber transgredido el mandato, recibió el castigo de dar a luz con dolor; a ti te corresponde, en cambio, el saludo de la alegría. Ella engendró a Caín habiendo engendrado la envidia y el homicidio; tú engendrarás un hijo, que dará la vida y la incorrupción a todos (…) Alégrate, y pisa la cabeza de la serpiente (cf. Gn 3,15). Dios te salve, llena de gracia…»(33).

HOMILÍA DE PROCLO DE CÍZICO O DE CONSTANTINOPLA

Proclo fue el segundo sucesor de Nestorio en la sede de Constantinopla en el año 434. En el 426 había sido consagrado obispo de Cízico, pero no pudo tomar posesión de su sede. La homilía que nos ocupa fue pronunciada ante Nestorio en la Gran Iglesia de Constantinopla entre los años 428-429(34). Es una homilía sobria y de una magnífica construcción teológica. El orden lógico y la visión de conjunto de la unidad entre la mariología y la cristología la convierten en la homilía más perfecta de las implicadas en estos acontecimientos que llevan al Concilio de Éfeso, incluso más perfecta que las que se pronuncian en el mismo Concilio(35).

No es extraño. Proclo es ya por estas fechas predicador afamado de Constantinopla, y Constantinopla está acostumbrada a una tradición de grandes oradores sagrados, entre ellos nada menos que San Gregorio de Nisa y San Juan Crisóstomo, que le han precedido. Los párrafos de Proclo son floridos y cadenciosos; la construcción de la homilía, sin embargo, es lineal y sencilla en una síntesis perfecta de mariología, cristología y soteriología. Las metáforas y las comparaciones que utiliza son ya conocidas en su mayor parte, pues vienen siendo usadas desde los siglos anteriores. He aquí algunos párrafos significativos:

Introducción: Celebramos la fiesta de la virginidad maternal. Esta maternidad es glorificación del género femenino. La gracia de Dios es más grande que el pecado. Esta gracia consiste en que el Verbo se ha hecho verdaderamente hombre:
«La fiesta virginal nos invita a cantar alabanzas. Y hay razón para ello: el tema de esta fiesta es la castidad. Se realiza una glorificación de las mujeres y una gloria del sexo por el hecho de que María es, al mismo tiempo, virgen y madre. Esta unión de maternidad y virginidad es digna de ser amada (…) Que se levante la naturaleza y sean honradas las mujeres; que dance la humanidad y sean glorificadas las vírgenes, pues allí donde se multiplicó el pecado sobreabundó la gracia (Rom 5, 20). Hemos sido convocados por Santa María, tesoro sin mancilla de la virginidad, paraíso espiritual del segundo Adán, taller de la unidad de las dos naturalezas, pregón de la reconciliación salvadora, cámara nupcial donde el Verbo se ha desposarlo con la naturaleza humana, zarza viva de la naturaleza que el fuego del alumbramiento no ha consumido, nube verdaderamente clara que ha llevado sobre su cuerpo a Aquél que se asienta sobre los querubines, vellocino purísimo humedecido por el rocío celestial con el que el pastor ha revestido al rebaño, aquella que es esclava y madre, virgen y cielo, el único puente entre Dios y los hombres, el bastidor admirable de la economía sobre el cual fue tejida inefablemente la túnica de la unión, túnica cuyo tejedor fue el Espíritu Santo, cuya hilandera fue el poder que la cubrió con su sombra desde las alturas, cuya lana fue el antiguo vellón de Adán, cuyo cañamazo fue la carne impoluta surgida de la Virgen, cuya lanzadera fue la gracia inmensa de Aquél que lleva nuestra humanidad, cuyo hacedor es el Verbo que está en la Virgen por medio del oído (…) Aquél a quien no contienen 1os cielos, no ha desdeñado la estrechez de un vientre»(36).

El lenguaje y el estilo de esta homilía recuerdan, como es natural, las homilías marianas de Gregorio de Nisa o de San Juan Crisóstomo. El pueblo de Constantinopla está acostumbrado a esta oratoria florida, pero de nervio arquitectónico claro, en las que las imágenes y comparaciones están al servicio de las ideas que se desarrollan. Nótese, p.e., la precisión con que se describe el misterio de la encarnación en el seno de María: la unión de las dos naturalezas de Cristo es descrita como un tejido cuyo tejedor es el Espíritu, cuya lana procede del antiguo vellón de Adán, cuyo cañamazo fue la carne de la Virgen, cuya lanzadera fue la gracia, cuyo artífice es el mismo Verbo.

Naturaleza de la maternidad virginal: Viene ahora la afirmación de la unidad de Cristo expresada también en diversas imágenes, que llevan como de la mano al paralelismo Cristo-Adán y a mostrar las razones que existen para que esta maternidad sea virginal:
«El ha sido engendrado de mujer ni como simplemente Dios, ni como simplemente hombre. Aquél que ha sido engendrado, ha mostrado como puerta de la salvación a aquella que en otro tiempo fue la puerta del pecado. Donde la serpiente había infundido su veneno mediante la desobediencia, el Verbo, habiendo entrado en su templo mediante la obediencia, le ha dado la vida. Allí donde emergió Caín el primer discípulo de la falta, allí, sin semilla, ha germinado Cristo, redentor de nuestra raza. El Dios amante del hombre no se ha ruborizado de nacer de una mujer (…) El no se manchó por habitar en las entrañas que El mismo había fabricado sin ignominia»(37).

La argumentación para defender una auténtica generación sexual de Dios es la misma que ya utilizó Gregorio de Nisa: el sexo está diseñado por Dios y, por tanto, no es indigno de recibir a Dios. La generación de Jesús es sexual, pero virginal.

Dignidad de la generación humana: Proclo sigue utilizando imágenes cada vez más expresivas de la fuerza con que es necesario afirmar que Dios ha sido engendrado y ha sido dado a luz. Esta generación forma parte del camino elegido por Dios para la salvación y muestra, a su vez, la dignidad de 1a generación humana:
«Si Cristo no hubiese sido engendrado por una mujer, no habría muerto. Si no hubiese muerto, no habría reducido a la impotencia por su muerte a aquél que tiene el poder de la muerte, es decir, al diablo (Hebr 2, 14). No hay ningún desdoro para un arquitecto en habitar la casa que él ha construido (…); no hay mancilla en el sin mancilla, si surge del vientre de una virgen: El mismo había formado este vientre sin mancilla, y El ha pasado a través de él, sin contraer mancilla alguna»(38).

Proclo vuelve sobre el tema en esos cadenciosos párrafos que harían las delicias de su auditorio de Constantinopla:
«¡Oh vientre en el cual se ha compuesto el registro de la común libertad! ¡Oh matriz en la cual se ha forjado el arma contra la muerte! ¡Oh surco en el que el agricultor de la naturaleza, Cristo, ha crecido sin semilla, como una espiga de trigo! ¡Oh templo en el que Dios ha llegado a ser gran sacerdote, no porque haya cambiado su naturaleza, sino porque se ha revestido, por misericordia, de aquél que es gran sacerdote según el orden de Melquisedeq (Hebr 6, 20)!»(39).

He aquí unidas maternidad divina, cristología y soteriología (doctrina de la salvación). Las ideas son sencillas y las imágenes floridas. Dios se ha hecho hombre; su generación y alumbramiento son verdadera generación y verdadero alumbramiento. Poco más se puede decir. El resto es intentar que el alma profundice en este abismo de misericordia mediante imágenes y metáforas que ayuden a saborear la verdad que nos trasciende. Y para ello nada mejor que utilizar la paradoja, porque el hecho de la encarnación es en sí paradójico.

La Theotokos: Proclo entra en la peroración de su sermón con una sola idea: mostrar que sólo pudo salvarnos alguien que fuera al mismo tiempo Dios y hombre. O Cristo es uno, o no pudo salvarnos. Es la misma argumentación que ya utilizó San Atanasio para defender la fe de Nicea: Lo que no fue tomado, no fue curado. Si el Verbo no hubiese tomado sobre sí a la naturaleza humana con toda radicalidad, no habría salvado al género humano. Y por esta razón, Santa María es Madre de Dios. He aquí algunas de sus frases:
«Un simple hombre no podía salvar; un simple Dios no podría sufrir (…) Siendo Dios se hizo hombre; por aquello que El era nos ha salvado; por aquello que ha llegado a ser, ha sufrido (…) El ha destruido la sentencia que nos condenaba a las espinas, porque ha sido coronado de espinas. Es el mismo Cristo el que ha estado en el seno del Padre y en el vientre de la Virgen, el que ha estado en los brazos de su madre y en las alas de los vientos, el que es adorado por los ángeles y el que come con los publicanos. Los serafines no osan mirarle cara a cara, y Pilato lo somete a interrogatorio»(40).

LOS SERMONES DE TEODOTO DE ANCIRA Y ACACIO DE MELITENE

En la misma línea de Proclo, aunque quizás con menos perfección literaria, encontramos los tres sermones de Teodoto de Ancira(41); el primero pronunciado en Éfeso en la Iglesia de San Juan Evangelista, y los otros dos leídos en el Concilio(42). El primero está centrado en la unidad de Cristo como fundamento imprescindible de la soteriología cristiana; el segundo alude con insistencia a la maternidad virginal utilizando las imágenes y la argumentación que eran ya tradicionales, como la zarza que arde sin consumirse, o la consideración de que el Autor de la inmortalidad no sólo no corrompió a su Madre, sino que le regaló la incorrupción; el tercero, pronunciado un día de Navidad, es el más florido de todos. He aquí una muestra:
En el exordio:
«Ilustre y prodigiosa es la ocasión de esta fiesta: ilustre, porque ella ha traído la salvación a los hombres; prodigiosa, porque ha vencido las leyes de la naturaleza. Pues, la naturaleza no conoce una virgen después de dar a luz, pero la gracia muestra a una madre, que ha permanecido virgen;1a gracia ha convertido a una mujer en madre y, sin embargo, no ha dañado su virginidad. La gracia ha conservado la virginidad. ¡Oh tierra que; sin semilla, hace brotar el fruto de la salvación! ¡Oh virgen que sobrepasa al mismo paraíso del Edén! Este paraíso ha producido toda clase de plantas, que surgían de la tierra virgen, pero esta Virgen es superior a esa tierra. Pues ella no ha hecho brotar árboles frutales, sino la vara de Jesé que trae a los hombres un fruto salvador. Esa tierra era virgen y María también es virgen, pero Dios encomendó a esa tierra el dar árboles, mientras que el mismo Creador se convirtió en fruto de esta Virgen según la carne. Ni la tierra ha recibido vástagos antes de producir los árboles, ni la Virgen ha perdido su virginidad por el hecho del alumbramiento. La Virgen es más ilustre que el paraíso, pues éste ha sido un campo cultivado por Dios, mientras que Ella ha producido a Dios según la carne, cuanto El eligió unirse a la naturaleza humana»(43).

El tema de Adán hecho de tierra virgen y el nuevo Adán hecho también de tierra virgen tiene una gran importancia en la teología ireneana(44). Son imágenes y argumentaciones que se han venido repitiendo desde entonces. Aquí radica una de las causas de la grandeza de la patrística griega, especialmente en los sermones: no se intenta un gran originalidad. Se intenta ante todo llegar al pueblo, hablándole de lo que ya le es familiar. El tiempo y la piedad van adensando ideas e imágenes, como sólo puede hacerlo una decantación de siglos. Un buen ejemplo es la forma en que Teodoto utiliza el argumento tan habitual de que el incorruptible no iba a corromper a su Madre:
«El ha sido concebido como hombre, y como Dios-Verbo ha conservado la virginidad. Pues si nuestro verbo, una vez concebido no corrompe el pensamiento, tampoco el Verbo esencial y sustancial de Dios, una vez concebido, ha corrompido la virginidad»(45).

El sermón de Acacio(46) pronunciado en Éfeso es mucho más breve, pero no menos enjundioso. He aquí este argumento magníficamente elegido para conmover al pueblo de Efeso:
«Yo no privo a la Virgen Madre de Dios del honor con que la ha adornado su servicio a la economía de la salvación. Sería absurdo que se glorificase a la cruz ignominiosa que lleva a Cristo, y a los altares de Cristo; que la cruz brillase en el frontispicio de los templos y, en cambio, que se privase de la dignidad de Madre de Dios a aquella que acogió a la divinidad para un beneficio tan grande. La Santa Virgen es, pues, Madre de Dios; pues el que ha nacido de ella es Dios. El no ha comenzado a existir a partir de su concepción; ha comenzado a ser hombre a partir de la concepción»(47).

EL SERMÓN DE SAN CIRILO

De los sermones pronunciados en Efeso, ninguno tan hermoso como el breve sermón de San Cirilo que consta en las Actas como el documento 80. Es el mismo que se lee en el oficio de lecturas de la festa de la Virgen de las Nieves. Está editado en PG 77, 991-996. El sermón tiene lugar en la iglesia de Santa María. Nos centraremos en este sermón analizando su argumentación y citando sus expresiones más hermosas, que, dada su claridad, necesitan de poca explicación. También Cirilo sabe utilizar un espléndido lenguaje y una construcción teológica, sencilla y coherente, envuelta en el rico lenguaje oriental. Y sabe llegar al corazón de sus oyentes:
«Tengo ante mis ojos una brillante asamblea: todos los santos se han reunido aquí con fervor, llamados por Santa María Madre de Dios, siempre virgen. Yo estaba lleno de pena, pero la presencia de los santos Padres ha cambiado esta tristeza en gozo. Se cumple ahora en nosotros esta dulce palabra del salmista David: ¡Cuán bueno y cuán gozoso el que los hermanos convivan unidos! (Sal 132,1).
»Te saludamos, santa y misteriosa Trinidad, que nos has convocado a la Iglesia de María Madre de Dios. Te saludamos, María, Madre de Dios, augusto tesoro de toda la tierra habitada, lámpara inextinguible, corona de la virginidad, trono de la ortodoxia, templo indestructible, receptáculo de Aquél que no puede ser contenido, madre y virgen (…)
»Dios te salve a Ti, que has contenido en tu santa matriz virginal a Aquél a quien nada puede abarcarle; a Ti por quien la santa Trinidad es glorificada y adorada en toda la tierra; a Ti por quien se alegran los cielos; por quien exultan los ángeles y los arcángeles; por quien son puestos en fuga los demonios; por quien el diablo tentador ha caído del cielo; por quien la creación caída es elevada al cielo; por quien ha llegado al conocimiento de la verdad toda la creación esclavizada a los ídolos; por quien se ha dado el santo bautismo a 1os creyentes (…) por quien el Hijo único de Dios ha brillado como una luz para aquellos que vivían en las tinieblas y en las sombras de la muerte (Lc 1,79)»(48).

LOS SERMONES DE PABLO DE EMESA EN ALEJANDRÍA

Entre los textos postconciliares merecen atención dos sermones de Pablo de Emesa, breves, pero que describen cuál es el ambiente popular de aquellos años(49). El primero fue pronunciado el día 25 de diciembre del año 432, ante el mismo Cirilo. Se respira un ambiente de triunfo y de fervor popular:
«Es oportuno exhortar hoy vuestra Reverencia, dice dirigiéndose a Cirilo, a formar un coro sagrado con nosotros y a cantar con los santos ángeles: Gloria a Dios en cl cielo y paz sobre la tierra, bendición divina a los hombres (cfr Lc 2,14). Pues nos ha nacido un niño en el que tiene su esperanza toda la creación visible e invisible. Hoy se cumple el embarazo prodigioso y tienen fin las molestias del embarazo de la Virgen que no ha conocido esposo. ¡Oh maravilla! La Virgen da a luz y permanece virgen. Ella se convierte en madre, pero no le sucede exactamente lo mismo que a las otras madres. La Virgen ha dado a luz como es lo natural en las madres, pero permaneciendo virgen, como no sucede en quienes dan a luz. El profeta Isaías ya había visto de antemano el milagro cuando exclama: He aquí que la virgen está en cinta y va a dar a luz un hijo y se le dará por nombre Emmanuel (Is 7,14). El evangelista interpreta este nombre al decir que se traduce Dios con nosotros (Mt 1, 23).
»El pueblo grita: !Esta es nuestra fe! !Don de Dios, ortodoxo Cirilo! !Esto es lo que queríamos oír! ¡anatema a quien nos hable así!
»El obispo Pablo prosigue: ¡Anatema fuera de la Iglesia a quien no dice esto, a quien no piensa esto, a quien no tiene estos sentimientos! «María, Madre de Dios, ha, pues, dado a luz al Enmanuel. El Enmanuel, es decir, el Dios encarnado. Pues Dios Verbo, engendrado por el Padre antes de todos los siglos de modo inefable y por encima de todo conocimiento, ha sido engendrado en estos últimos días por una mujer. En efecto, habiendo asumido completamente nuestra naturaleza, habiéndose apropiado desde el comienzo de la concepción las cualidades humanas, y habiéndose fabricado nuestro cuerpo como templo, ha salido de la Madre de Dios, como Dios perfecto y al mismo tiempo hombre perfecto. El concurso de las dos naturalezas, es decir de la deidad y de la humanidad, ha constituido para nosotros un solo Hijo, un solo Cristo, un solo Señor.
»El pueblo grita: ¡Bienvenido, obispo ortodoxo! Digno entre los dignos. Los cristianos dicen: Don de Dios, ortodoxo Cirilo.
»El obispo Pablo dice: Yo también sabía, amados míos, que había venido a visitar a un padre, a un ortodoxo»(50).

El ambiente está perfectamente reflejado. Idéntico ambiente festivo encontramos en el segundo sermón de Pablo de Emesa, pronutciado el 6 Tibi (1 de enero) del 433. Es una descripción sucinta y clara de la doctrina ciriliana sobre la encarnación. Al final, exclama Pablo:
«Os hemos presentado una doctrina que es vuestra doctrina. Es la doctrina de vuestro padre. Es vuestro tesoro ancestral, la enseñanza del bienaventurado Atanasio, la enseñanza del gran Teófilo, esas columnas de la ortodoxia. Pero ya que habéis soportado mis balbuceos con paciencia, oid ahora la sabiduría de vuestro padre. Habéis oído la flauta del campesino; oíd también la trompeta con toda su fuerza.
»El pueblo grita: ¡Hijo de Teófilo y de Atanasio, escuchamos la sabiduría de Cirilo!»(51).

El ciclo de sermones en torno a Éfeso se cierra en un claro ambiente de euforia. La afirmación de la maternidad de Santa María no sólo reafirmaba la unidad de Cristo, sino que abría una nueva etapa en la piedad mariana y en los perfiles más característicos de la vida cristiana. En efecto, desde la conciencia refleja de la dignidad maternal de Santa María, el pueblo cristiano –incluidos los obispos– captaron mejor no sólo el honor que se debe a María, sino su papel único en la historia de la salvación y su excelso poder de intercesión. Como observa Toniolo citando las homilía de Proclo y de Basilio de Seleucia, se llegó así a expresar un culto de hiperdulía a la Virgen, tras comprender su dignidad y su singular poder intercesor como Madre de Dios(52).

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Notas
1. Pontificia Academia Mariana Internationalis, De primordis cultus mariarni: Acta Congressus Mariologici-mariani Internationalis in Lusitania anno 1967, Roma 1970 (6 vols.); De cultu mariano saeculis VI-XI: Acta Congressus Mariologici-mariani Internationalis in Croatia anno 1971 celebrato, Roma 1972 (4 vols.).
2. Cfr p.e., D. Fernández, La spiritualité Mariale chez les Pères de l´Église, en «Dictionnaire de Spiritualité», 423-440; L. Gambero, Culto, en «Nuevo Diccionario de Mariología», Madrid 1988, 534-554.
3. Cfr p.e., San Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios, 7,2; 18,2;19,1; Carta a los Esmirniotas, 1,1.
4. Cfr San Justino, Diálogo con Trifón, 87,2; 100,4-6.
5. San Ireneo, Adversus haereses, III, 22, 4.
6. San Ireneo, Adversus haereses, V,19, 1.
7. Cfr p.e., M. Jourjon, Marie avocate d’Eva selon saint Irénée, en De primordis cultus mariani, cit., t. 2, 143- 148; D. Fernández, La spiriturilité Mariale chez Pères de l’Église, cit., 424.
8. Cfr p.e., C. Vaggagini, Maria nelle opere di Origene, Roma 1942; H. Crouzel, La mariologia di Origene, Milán 1968.
9. Orígenes, In Joannem 1, 4, GCS 4, p. 8.
10. Esta noticia de Sócrates sugiere a G. Giamberardini que el título Theotokos era ya corriente en Egipto en la época de Orígenes; y que éste se vio en la necesidad de precisar en qué sentido se llama a Santa María Theotokos. Cfr G. Giamberardini, Il «Sub tuum praesidium» e il titolo Theotokos nella tradizione egiziana, en «Marianum» 31 (1969) 350-351; A.M. Malo, La plus ancienne prière à notre Dame, en De primordis cultus mariani, cit., t. 2, 475-485.
11. Cfr Bagatti, Transitus Mariae, en «Marianum» 32 (1970) 279-287.
12. Cfr G. Aranda.
13. Cfr San Gregorio de Nacianzo, Oratio 24,10-11; PG 35,1180-1181.
14. Cfr San Gregorio de Nisa, De vita beati Gregorii, PG 46, 912.
15. Cfr San Cirilo de Alejandría, Contra Julianum, 8, PG 76, 901.
16. San Atanasio, Carta a las vírgenes, CSCO 151, 72 y 76.
17. He estudiado este asunto en La Maternidad divina de María. La lección de Éfeso, en «Estudios Marianos» y en el título de «Madre de Dios» en los autores preefesinos, ponencia presentada en la Semana de Estudios Marianos celebrada en Huelva (Septiembre de 2001).
18. San Jerónimo, Epístola 22, 8; Adversus Jovinianum,1,31.
19. Cfr E. Toniolo, Padres de la Iglesia, en S. de Fìores y S. Meo (eds.), «Nuevo Diccionario de Mariología», Madrid 1988,1541.
20. Cfr I. Bengoechea, Doctrina y culto mariano en San Isidoro de Sevilla, en De cultu mariano saeculis VI-Xl, cit., t. 3, 161-195; G. Gironés, La Virgen en la liturgia mozárabe, en «Anales del Seminario de Valencia», 4, 1964.
21. Cfr J.M. Cascante, Doctrina mariana de San Ildefonso de Toledo, Barcelona 1958; La devoción y el culto a María en los escritos de san Ildefonso, en De cultu mariano saeculis VI-XI, cit., t. 3, 223-248.
22. Cfr G. Giamberardini, Il «Sub tuúm praesidium» e il titolo «Theotokos» nella tradizione egiziana, en «Marianum» 31 (1969), 350-358.
23. Ms. Reising, Ms. Nonantola, Ms. Marturi. Cfr G. Giamberardini, Il «Sub tuum praesidium» e il titolo «Theotokos» nella tradizione egiziana, cit., 333-335
24. Ibid, 336.
25. Ibid, 337.
26. Cfr E. Toniolo, Akáthistos, en S. de Fiores y S. Meo (eds.), «Nuevo Diccionario de Mariología», cit., 64-74. Cfr también Id., L’Inno acatisto, monumento di teologia e di culto mariano nella chiesa bizantina, en De cultu mariani saeculis VI-XI, cit., t. 4, 1-39; I. Ortiz de Urbina, En los albores de la devoción mariana: Akáthistos, en «Estudios Marianos» 35 (1970) 920; J. Castellano, Akáthistos. Canto litúrgico mariano, Roma 1979; A. Molina, María, Madre de la Reconciliación, en el himno Akáthistos, en «Estudios Marianos» 50 (1985) 111-138.
27. Cfr J.M. Quercii, In hymnum Acathistum, PG 92,1354.
28. G. Pisidas, Hymnus Acathistus, PG 2,1346.
29. Cfr R. Laurentin, Table rectifìcative des pièces authentiques ou discutiès contenues dans les deux Patrologies de Migne, en Court Traité de Théologie Mariale, París 1953,163.
30. Cfr S. Alvarez Campos, Corpus Marianum Patristicum II, Burgos 1970, nn. 923-933. He estudiado este Sermón en La mariología de san Gregorio de Nisa, en Scr Th 10 (1978) 409-46. El texto de este Sermón aún no ha aparecido en la Edición de W. Jaeger, Gregorii Nisseni Opera.
31. J.A. De Aldama, Repertorium pseudochrisostomicum, París 1965, 77-78.
32. Sermo de Annuntiatione, PG 62, 762.
33. Ibid, 766.
34. Proclo no tomó parte activa en el Concilio de Éfeso, pero ayudó a que su doctrina fuese recibida en Constantinopla. Es el Patriarca que mandó traer a Constantinopla los restos de San Juan Crisóstomo en el año 438. Muere en el 446 (Cfr J. Quasten, Patrología II, 1962, 545).
35. Cfr PG 65, 679-692; J.D. Mansi, 4, 577-588. Existen también traducciones siríaca, armenia y etiópica (cfr J. Quasten, Patrología II, cit., 546). Sobre su autenticidad, cfr R. Laurentin, Court traité de théologie mariale, París 1953, 161-163.
36. Homilía de Proclo de Cízico, nº 1. Cfr A.J. Festugière, Ephèse et Chalcédoine. Actes de Conciles, Beauchesne, París 1982, 154. Cfr E. Schwartz, Acta Conciliorum Oecumenicorum. Concilium Ephesinum, I, Berlín 1927, I, 1, 103. La imagen que utiliza Proclo es muy rica: El Verbo está en el seno de 1a Virgen, porque Ella atendió al mensaje del ángel, es decir, porque le engendró al recibirle por la fe.
37. Homilía de Proclo de Cízico, n. 2. Cfr J. Festugière, o. c.,155. Cfr E. Schwartz, o.c., I, l,104.
38. Ibidem, nº 3.
39. Ibid, nº 3.
40. Ibidem, nº 9.
41. Teodoto de Ancira fue primero amigo de Nestorio, y después su decidido adversario en Éfeso. Murió antes del 446. Cfr A. de Nicola, Dizionario Patristi e di Antichità Cristiane II, Roma 1984, 3399.
42. Cfr A.J. Festugière, o. c., 267-294;. Cfr E. Schwartz, o.c., I, 2, 71-90.
43. Tercer.sermón de Teodoto de Ancira, n.1. Cfr A. . Festugière, o. c., 281;. Cfr E. Schwartz, o.c., I, 2, 80.
44. Cfr p.e., San Ireneo, Adversus Haereses, 3, 21, 10-22; 1. Cfr A. Orb
e, Antropología de San Ireneo, Madrid 1969, 84-89.
45. Ibid, nº 2.
46. Acacio fue elegido obispo de Melitene antes del 430. Fue un apasionado adversario de Nestorio. Murió en torno al 438. Cfr D. Stiernon, Acacio de Melitene, en Dizionario Patristico e di Antichità Cristiane I, Roma 1983, 23.
47. Sermón de Acacio de Melitene. Cfr A.J. Festugière, o.c., 297; Cfr E. Schwartz, o.c., l, 2, 91.
48. Cirilo contra Nestorio cuando los siete se reunieron en Santa María, Cfr A.J. Festugière, o. c., 311-312;. Cfr E. Schwartz, o.c., I, 2,102.
49. Pablo fue obispo de Emesa después del 410. Tuvo parte muy activa en Éfeso y en los acontecimientos que le siguieron. Murió entre el 43 y el 455.
50. Primer.sermón de Pahlo de Emesa en Alejandría. Cfr A.J. Feshzgière, o. c., 477-479;. Cfr E. Schwartz, o.c., I, 4,9-11.
51. Segundo sermón de Pablo de Emesa en Alejandría, Cfr A.J. Festugière, o. c., 483;. E. Schwartz, o.c., I, 4,14.
52. Cfr E. Toniolo, Padres de la Iglesia, en S. de Fiores y S. Meo (eds.), «Nuevo Diccionario de Mariología», Madrid 1988,1541.

Fuente: Lucas F. Mateo-Seco

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Devociones REFLEXIONES Y DOCTRINA

Cambio del comienzo del Ave María

Recibimos una comunicación del Sr. Alejandro Jiménez Alonso que nos envía una exhortación a los Obispos Españoles, en la que presenta un estudio sobre el Saludo Angélico y les propone el cambio del comienzo del Ave María en Español. «Estamos convencidos de que ha llegado la hora de mejorar la traducción española del Saludo. El Cardenal Rouco Varela comunicó al filólogo franciscano P. Francisco Gómez Ortín, que se necesitarían muchas adhesiones para conseguirlo.”

 

I – ESTUDIO SOBRE LA SALUTACIÓN ANGÉLICA, ENVIADO A LOS OBISPOS ESPAÑOLES

¿¡DIOS TE SALVE!… MARÍA?

1 LOS SALUDOS

 

En este mundo tan lleno de egoísmo como falto de Caridad, no es raro escuchar maldiciones como “así te pudras”, o con ese tipo de “lindezas”. En el lado opuesto, y en aquellos tiempos en que se palpaba la Fe en la calle, la mejor bendición que podía dirigirse a un pecador era decirle “vaya usted con Dios”, o “Dios te salve”. Pero lo que resulta cada día más chocante, es que con esta última locución se invoque en España a la Inmaculada Madre de Dios, que se la salude con los mismos términos que podrían dirigirse a una mujer pecadora.

2 ORIGEN DE LA SALUTACIÓN ANGÉLICA

Estudiando el origen de la Salutación Angélica en la Sagrada Escritura, nos encontramos con diversas acepciones que demuestran cómo en ocasiones se opta por una traducción popular, a riesgo de perder altura teológica y semántica en la expresión. Si acudimos a los textos originales, en Hebreo el saludo es (suena) “Shalôm Lad Myriam” (Paz a María); y en Griego: “Jaire, María”; es decir: “Alégrate, María”.

Exégetas cualificados explican que el saludo de S. Gabriel encierra un significado extraordinario: de una parte, se trata del “Shalôm” hebrero “que indica la Paz, la vida total, la plenitud de los dones de Dios”; pero también abarca la alegría del saludo mesiánico por el Rey que viene. En este sentido es todavía más que el simple “Jaire” griego, pues en la Anunciación, se cumplen sobre la Inmaculada los textos bíblicos de Is 12,6; So 3,14; Za 2,14, 9,9; etc: “Alégrate sobremanera, Hija de Sión. Grita exultante, Hija de Jerusalén. He aquí que viene a Ti tu Rey, Justo y Victorioso…” (Za 9,9).

Este Saludo Mesiánico –acompañado del “llena de Gracia”- es el que produce la turbación de la Humilde Esclava de Dios. Y no resulta fácil encontrar una fórmula equivalente para un saludo tan denso. Quizás algo así como “Exulta de Paz, María, llena-de-Gracia”. Por eso en la Bula “Innefabilis Deus”, el Beato Pío IX reconoce que “con ese singular y solemne saludo, jamás oído, se manifestaba que la Madre de Dios era sede de todas las gracias divinas, y que estaba adornada de todos los carismas del Divino Espíritu; más aún, que era como tesoro casi infinito de los mismos, y abismo inagotable,…”(n.12)

Es evidente que del Saludo al que se refiere el Papa de la Inmaculada al “Dios te salve” español hay un abismo. Como la Virgen es la Reina de la Humildad, y ve el cariño de los corazones, no se habrá disgustado. Pero ha llegado la hora de que sus hijos adultos purifiquen esa Oración. Y lo harán impulsados por el Divino Esposo de María; en efecto: “El mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la Fe por medio de sus Dones” (C. Vaticano II, Dei Verbum, c.1,5) .

3 VERSIÓN LATINA

Retomando el estudio: En Latín, S. Jerónimo tradujo los textos originales por “Ave”, que es imperativo de “Aveo”(recibir el saludo); era la forma popular romana: “Ave, Cesar”. Algún biblista ha calificado de “vulgar” esta traducción; pero quizás el Santo estimó que el nivel cultural del momento no estaba para más alturas. Hay autores que traducen el saludo por “Salve”, imperativo de “salveo” (saludar). Pero lo que no tiene ninguna justificación es traducirlo por salvar (Dios te salve), pues este verbo en Latín se dice “salvificare”. Además el subjuntivo expresa un deseo. ¿Habrá que desear la salvación de la Madre de Dios? Sí, ya sabemos que no queremos decir esa barbaridad, pero literalmente la decimos. No existe pues ningún argumento etimológico ni semántico, ni teológico que justifique la traducción española.

4 VERSIONES A NIVEL MUNDIAL

El argumento geográfico siempre ha sido considerado despersonalizador: cambiar de forma de pensar o vivir, para imitar -sin más- a los vecinos. Pero en este caso podría ser enriquecedor. Echemos un vistazo a otros idiomas:

En Italiano se dice: “Ave María, piena di Grazia”; en Portugués: “Avé María cheia de graça”. En Francés se dice “Je te salue Marie…” (Yo te saludo, María). Los ingleses rezan: “Hail Mary, full of Grace” –> Hail = saludar, aclamar …Hail Mary= Ave María. Salvar es save: God save the Queen =Dios salve a la Reina. En Alemania dicen: “Gegrüsse sei Du Maria”; literalmente: “Saludada seas Tú, María”. En Ucrania: “Madre de Dios, Virgen, alégrate, Dios está contigo”. En Ruso: “Madre de Dios, Virgen, alégrate”. En las Antillas holandesas, se habla Pappiamento y nos cuenta el Obispo -Monseñor Luis A. Secco, SDB- que allí se dice: “Mi ta cumindá Bo, Maria, yen di gracia…”: que traducido sería: «Yo te saludo, María, llena de gracia…».

En países de mayoría musulmana, tanto en Asia como en África, el Saludo Angélico empieza con la popular forma –Salam- que es un deseo de Paz. Así en buena parte de Congo, Tanzania y Kenia se habla el Swahili y se dice: “Salam María, umejaa Neema; Lo mismo ocurre en Indonesia y Malasia, donde se habla el Bahasa. La oración del Ave María se llama “Salam Maria”, y comienza: “Salam María, penuh Rahmat”. Y en Japón, dicen (suena) “Medetashi” que es un simple Ave latino. Según esto, en España -que tanto se señaló en la Defensa del Dogma de la Inmaculada- se hizo la peor traducción del saludo Angélico de los cinco continentes, enseñándola así en las naciones hijas/hermanas de América.

5 RESTAURACIÓN

Lo que pedimos se trata de una RESTAURACIÓN, ya que hasta el siglo XVI –como demuestra el Padre Gómez Ortín- se mantenía el “Ave” latino. Lo vemos, por ejemplo, en Gonzalo de Berceo: “Cuando Gabriel sabrosamente/ dixo: Ave María”… (Milagros de Nuestra Señora).

Y en una obra de 1496, en la que Fray Hernando de Talavera, primer Arzobispo de Granada, se refiere a las dos oraciones de nuestro estudio “En la qual deven ser enseñados los moçuelos primero que en otra cosa: “Ave María, llena de gracia. El señor contigo. Bendicta tú en las mugeres. Y bendicta Tu, Madre. Y bendito el fruto de tu vientre Iesu”, y “Salve, Reyna de misericordia. Dulçor de vida. Esperanza nuestra, Salve…”.

Como “Nada hay oculto que no llegue a descubrirse”(Mt 10,26) y propio S. Jerónimo nos dice que “no querer ser perfecto es un delito” (Carta14,7),

6 PROPONEMOS

A nuestros queridos Obispos, que salga a la luz y se detenga ya esta mala traducción. El 150 aniversario del Dogma de la Inmaculada ha sido, a nuestro parecer, la ocasión ideal para mejorar la fórmula con que nos dirigimos a Aquella que proclaman Bienaventurada todas las generaciones (Lc 1,48), y para condensar en el “Ave” latino, toda la riqueza con que el Arcángel se dirige a Aquella que Dios se ha escogido por Madre: “Ave, María, llena eres de Gracia, …”.

En su día (1984) el Episcopado Español juzgó oportuno modificar la redacción del Padre Nuestro, para acomodarse a la usanza de América Latina. Va siendo hora de que la Comunidad Hispanoamericana ajuste el comienzo del Ave María, para saludar a la Madre de Dios como se hace en todo el Orbe Católico, teniendo en cuenta que lo que a nivel mundial se hace, se ajusta más a la Sagrada Escritura.

Téngase en cuenta que esta actitud perfeccionista no es nueva en la historia de esta Oración. Al principio se rezaba sólo la primera parte, hasta “bendito es el Fruto de tu Vientre”. Urbano IV (s. XIII) añadió el Nombre de “Jesús”. En el s. XIV se incorporó “Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores”. S. Pío V (s. XVI) la completó con “ahora y en la hora de nuestra muerte”. Y no nos olvidamos de la inspirada ampliación de los Misterios del Rosario, por parte de Juan Pablo II.

7 TAMBIÉN LA SALVE

Con el mismo criterio, proponemos también que se modifique el saludo de otra popular oración: Entendemos que la “Salve Regina, Mater Misericordiae”, debiera traducirse por “Salve, Reina y Madre de Misericordia”. Y si en canciones o versos pudiera ocasionar algún problema de tipo rítmico, proponemos esta fórmula: “Salve, Virgen, Reina y Madre…”; el número de sílabas poéticas es el mismo que “Dios te salve, Reina y Madre…”.

ROGAMOS por tanto, a nuestros Obispos, que tomen en consideración este humilde estudio, esta ilusión que compartimos con otros hermanos, e inviten a Párrocos y fieles a hacer esta pequeña pero significativa modificación. Será un Obsequio Hispano a la Madre de Dios en el Aniversario que estamos celebrando: “Tota pulchra es María, et macula originalis non est in Te. Allelúia”.

Desde Santander (España), en la festividad del Nacimiento de María, a 8 de septiembre de 2005.
Coordinador responsable:
Fdo: Alejandro Jiménez Alonso

 

II – ALGUNAS CONTESTACIONES DE LOS OBISPOS

El Obispo de Bilbao y entonces Presidente de la Conferencia Episcopal Española: Bilbao, 23 de septiembre de 2005

Sr. D. Alejandro Jiménez Alonso Apartado 580 SANTANDER.-
Muy estimado D. Alejandro:
Recibida su carta, comunicando la inquietud de Grupos de Oración de diversas provincias, sobre el saludo con que se inicia el Ave María, tomo en cuenta lo que señalan.
Pido al Señor que les bendiga abundantemente y nos ilumine a todos para dar la respuesta que más convenga.
Con todo afecto,

+ Ricardo Blázquez – Obispo de Bilbao

El Arzobispo de Oviedo: Oviedo, 22 de septiembre de 2005

“Estimado Alejandro:
Acabo de recibir el estudio realizado sobre el Ave María y lo haré llegar a la Comisión Episcopal de la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española, que tiene el encargo de los Obispos de asuntos como el que proponéis. Agradezco tu interés y el de los grupos que representas y la propuesta que hacéis a los Obispos de España con motivo del 150 aniversario del dogma de la Inmaculada.
Con gran afecto, te bendice” – + Carlos, Arzobispo de Oviedo

El Obispo de Palencia, a través de su Secretario Particular: Palencia, 26 de septiembre de 2005

Muy apreciado D. Alejandro:
El Sr. Obispo ha recibido su amable carta en la que Vd. expone las razones por las cuales convenía cambiar el comienzo de la oración del Ave María.
Me pide D. Rafael Palmero que les comunique que ha leído detenidamente la carta y el artículo que la acompaña. Él está de acuerdo con lo que Vds. dicen, y sugiere que escriban al Presidente de la Conferencia Episcopal Española para que, si lo estima oportuno, pueda dar cauce a su petición.
Con mi saludo cordialísimo y mi oración por Vds., quedo a su disposición,
Raúl Muelas Jiménez, Pbro. – Secretario Particular del Sr. Obispo

El Arzobispo de Barcelona: Barcelona, 20 de septiembre de 2005

Apreciado Sr. Jiménez:
Recibí su atenta carta, del pasado día 8 del mes en curso, juntamente con el escrito y la firmas de los que se han unido en la petición de cambiar, con una nueva versión, el saludo a la Virgen María que secularmente se le ha dado en castellano al inicio de «Avemaria» y de la antífona «Salve, Regina».
Tomo nota de sus observaciones, para tenerlas presente en el caso de que se presentara la ocasión de tener que tratar sobre el cambio de versión de estas plegarias marianas.
Con un cordial saludo,
+ Lluís Martínez Sistach – Arzobispo de Barcelona

El Obispo de Tarrasa, a través de su Secretario: Tarrasa, 28 de septiembre de 2005

Apreciado Sr.,
Me dirijo a usted por indicación del Sr. Obispo para notificarle que ha recibido su escrito acompañado con las firmas. El Sr. Obispo agradece la carta y los comentarios que le han hecho llegar y la propuesta que ustedes tienen la intención de vehicular.
El Sr. Obispo les encomienda en sus oraciones y les anima a continuar su trabajo por el bien de la Iglesia.
Cordialmente,
Mn. Fidel Catalán Catalán – Secretario Particular

El Obispo de Cádiz y Ceuta: Cádiz, 4 de octubre de 2005

Estimado D. Alejandro: Acuso recibo de su atento escrito que he leído con detenimiento.
Reciba un cordial saludo y mi bendición.
Antonio Ceballos – Obispo de Cádiz y Ceuta

El Obispo de Urgel: 12 de septiembre de 2005

Sr. Alejandro Jiménez Alonso SANTANDER.-
Estimado Señor:
Le agradezco mucho su atenta carta acompañando muchas firmas en la que se propone la revisión y cambio del inicio de la oración a la Virgen María por antonomasia. Poner «Ave» en vez del «Dios te salve». Creo que es bueno que se estudie esta cuestión, como proponen y les sugiero que se dirijan a Mons. Julián López, Presidente de la Comisión episcopal de Liturgia de nuestra Conferencia Episcopal. Reciban un cordial saludo. Affmo. en el Señor,
+Joan-Enric Vives – Obispo de Urgell

El Obispo de Córdoba a través de su Secretario: 14 de septiembre de 2005

Estimado amigo:
El Sr. Obispo de Córdoba ha recibido su carta y la documentación aneja en la que usted y otras personas proponen alguna modificación en el rezo del Ave María.
Al mismo tiempo que le agradece la confianza que en él deposita, le asegura por mi medio su oración por todos ustedes para que la Santísima Virgen les acompañe en la difusión de la devoción a la Virgen.
Un saludo fraterno y cordial de su afmo. en el Señor.
Francisco Roldán Alba – Secretario Particular

El Obispo de Huelva: Huelva, 20-10-05

Estimado D. Alejandro:
No he podido contestar antes a su carta porque he estado enfermo y hospitalizado y, cuando he llegado, me he encontrado montones de correspondencia.
La idea, que Vd. expone en su escrito, me parece buena. Pero, sobre todo, lo que me parece estupendo ese amor a la Santísima Virgen, que existe en el pueblo fiel, que le hace tomar ésta y otras iniciativas. Todo lo que se haga por Ella, nos ha de acercar más a su Hijo.
Le saluda con afecto y bendice.
+ Ignacio Noguer Carmona – Obispo de Huelva

El Obispo de Willemstad: 02-05-07

Apreciado hermano en Cristo, Alejandro Jiménez Alonso,
Con mucho gusto acojo la propuesta de su Grupo, para cambiar el saludo mariano «Dios te salve, María…» por «Ave, María, llena de gracia…». En estas islas del Caribe (Antillas Holandesas) se ha
bla «papiamento’, que es un Castellano antiguo mezclado con Portugués y se reza: «Mi ta cumindá Bo, Maria, yen di gracia…: que traducido sería: «Yo te saludo, María, llena de gracia…»
Aprovecho esta oportunidad para enviar mi cordial saludo y felicitación por esta propuesta, Atentamente, + Luis A. Secco, SDB – Obispo de Willemstad

El Cardenal de Madrid

En declaraciones al filólogo franciscano, Padre Francisco Gómez Ortín, el Cardenal Rouco Varela, le contestó “que era un error de traducción”, pero que para cambiar la oración eran necesarias más peticiones.

 

III – PARTICIPA CON TU FIRMA

Por eso os rogamos COLABORÉIS EN ESTA CAMPAÑA, firmando la adhesión a la misma para que los Obispos encuentren el apoyo necesario y realicen esta mejora que, después de leer el estudio, habréis entendido resulta evidente. Entra en la página

 

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