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Todos los días nace El Señor en los Corazones cuando…

El pueblo de Israel esperaba al Mesías que Dios había prometido por medio los profetas, que vendría a liberarlos de la opresión e Isaías lo describe así:

«El pueblo que andaba a oscuras vio una luz grande, los que vivían tierra de sombras, una luz brilló sobre ellos…Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado. Estará el señorío sobre su hombro, y se llamará su nombre ‘Maravilla de Consejero’, ‘Dios Fuerte’, ‘Siempre Padre’, ‘Príncipe de Paz’. Grande es su señorío y la paz no tendrá fin sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo y considerarlo por la equidad y la justicia» (Is 9,1.5-6).
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Esperaban, pues, un guerrero, un rey fuerte y poderoso que pueda guiar un gran ejército y llevarlos a la liberación.

El ángel se lo anuncia así a José: «José, Hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1,20-21).

Mateo añade: «Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: Ved que la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa ‘Dios con nosotros» (Mt 1,22-23).

José y María fueron a censarse a Belén. «Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento. (Lc 2,6-14).

Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el Ángel del Señor, y la gloria del Señor los envolvió en su luz; y se llenaron de temor.

El ángel les dijo: No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo: Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad»

Como siempre Jesús es desconcertante, nos desconcierta porque nos saca de toda lógica humana, porque su actuar se basa en el amor y siendo de condición divina se despojó de su rango para compartir nuestra condición humana; lo esperaban como rico y nació en la pobreza; esperaban un guerrero y sus armas fueron el perdón y la paz; su revolución se hizo por medio del amor y el signo de su triunfo está en el madero de la cruz.

Dios se hizo hombre, para que aquel que vive en tinieblas y sombras de muerte pueda vivir en la luz; para que aquel que vive en pecado se levante y experimentando la misericordia del Señor viva en la gracia; para que aquel que se siente solo y abatido, sepa que tiene a alguien a su lado; para que aquel que sufre y llora, tenga consuelo; para que aquel que pasa por la injusticia y la violencia, experimente la paz; «Dios se hizo hombre, para que el hombre se haga Dios» (S. Agustín).

Si para esto ha venido el Señor, podemos decir que todos los días nace el Señor, en aquellos corazones que se abren para recibirlo como si fueran unos pesebres, en aquellos corazones que llenos de gozo no solo cantan sino que dan gloria a Dios con sus obras y se esfuerzan por mantener la paz entre los hombres.

Todos los días nace el Señor, en aquellos hogares que son comunidades de vida y amor, donde los esposos y padres e hijos se esfuerzan por comprenderse y amarse.

Todos los días nace el Señor, en aquellas personas que en los campos, en las fabricas, en las oficinas, van cumpliendo con su labor cotidiana, si egoísmos ni envidias, solo pensando que con su trabajo contribuyen al bienestar de la sociedad.

Todos los días nace el Señor, en aquellos hospitales donde el personal tiene que luchar contra la enfermedad y la muerte, y ponen todo su conocimiento y esfuerzo al servicio de la vida.

Todos los días nace el Señor, en los medios de comunicación que nos transmiten la verdad sin manipulaciones y sus programas nos culturizan.

Todos los días nace el Señor, en las escuelas donde los maestros educan y van formando no solo con la palabra sino también con el ejemplo.

Todos los días nace el Señor, en aquellas autoridades que con honestidad buscan la justicia, el desarrollo y las paz para sus pueblos.

Todos los días nace el Señor, en aquellas personas que consagran su vida a Dios y a la Iglesia y viven con fidelidad su compromiso, sirviendo a Cristo en sus hermanos.

Fuente ACI Prensa

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Teología de la Inmaculada Concepción

Como la exégesis ha enmarcado a la inmaculada en el amplio cuadro de la historia de la salvación, así la teología debe insertarla en la visión global del misterio cristiano. En efecto, desde el punto de vista histórico, la inmaculada concepción ha sido vista intuitivamente por los fieles en el amplio horizonte de los datos revelados, entre los cuales hay que enumerar la santidad de María, la redención operada por Cristo y el pecado original.

Al aislar la verdad mariana se corre el riesgo de no comprenderla, e incluso de darle una interpretación herética, como ocurrió a Pelagio y a Julián de Eclana, los cuales consideraron a María sin pecado, pero separándola del influjo del único mediador y alterando radicalmente el significado profundo de la inmaculada concepción en el sentido de la autosalvación.

Diversos motivos de orden teológico, ecuménico y pastoral (como el primado de la perspectiva cristocéntrica sobre la amartiológica, la exigencia de una formulación en términos más bíblicos y positivos, la instancia de proponer la fe en expresiones a tono con la cultura contemporánea…) mueven a una presentación actualizada de la inmaculada concepción. Sin rechazar nada del contenido del dogma definido, hay que encuadrarlo no solo en el conjunto de la vida de María, sino también armonizarlo con los diversos elementos de la historia de la salvación, y sobre todo con su centro vivo, que es Cristo.

 

SIGNO MANIFESTATIVO DEL AMOR GRATUITO DEL PADRE

Seria grave error presentar la inmaculada concepción ante todo como un privilegio o una excepción, como una condición totalmente diversa y aislada de todo el resto de la humanidad. Según la Escritura, cualquier acontecimiento ocurrido en el tiempo es una realización del plan divino de salvación trazado por el amor misericordioso y sabio del Padre «antes de la creación del mundo» (cf Ef 1,4).

También la inmaculada concepción forma parte del designio salvífico de Dios, del «único e idéntico decreto» -dirá en términos más jurídicos la bula Ineffabilis Deus- por el cual Dios dispuso la encarnación redentora. Todas las confesiones cristianas están de acuerdo -más allá de las afirmaciones bíblicas favorables a las tesis escotista o tomista de la encarnación de Cristo incluso sin darse el pecado de los hombres- acerca de la eterna elección salvífica de los hombres en Cristo, que históricamente comporta la victoria sobre el pecado.

Se trata para todos de elección gratuita: ninguna obligación por parte de Dios, ninguna pretensión por parte del hombre. Pero es un hecho que Dios realiza su alianza de amor superando la ruptura operada por el hombre; más aún, justamente entonces -afirma K. Barth- «la gracia se hace aún más fuerte, no es anulada, ni reducida, ni debilitada» cuando se hace redención y reconciliación.

También en el caso de María Dios sólo justifica gratuitamente, fiel a su proyecto de salvación, mediante un veredicto de gracia redentora en Cristo. Por encima del modo preservativo o liberativo de la redención, la salvación es ante todo un acto libre y soberano de Dios, que excluye toda autojustificación: «Todos… son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención, la de Cristo Jesús» (Rom 3,24). Puesto que en la inmaculada concepción no es cuestión de fe o de libre aceptación por parte de María respecto a la salvación, ésta constituye un signo luminoso de la gratuidad del amor de Dios, que actúa antes ya de la respuesta responsable de la criatura.

La Inmaculada proclama, a la cabeza de la falange de los salvados: Soli Deo gloria! La preservación del pecado y la plenitud de gracia no son fruto de su fe o libertad orientada a Dios, y tampoco de sus obras; éstas, al igual que cada uno de los actos de justificación, se inscriben en la elección salvífica del Padre, que decide desde la eternidad amar a los hombres gratuitamente más allá del pecado y de los méritos. La inmaculada concepción manifiesta la absoluta iniciativa del Padre y significa que «desde el comienzo de su existencia María estuvo envuelta en el amor redentor y santificador de Dios».

 

EXPRESIÓN PERFECTA DE LA REDENCIÓN OPERADA POR CRISTO

Relacionar el hecho de la inmaculada concepción con el designio salvífico de Dios significa enlazarlo necesariamente con Cristo, que es el punto focal de tal designio. Los textos bíblicos, sobre todo paulinos, hacen resaltar ya el primado de Cristo respecto a toda la creación (Col 1,15.17; Ef 1,10.21; Jn 1,1-3; Ap 1,8), ya su misión redentora y reconciliadora como cabeza de la iglesia (Col 1,18-20 Ef 1,3-14, Rom 8,3239; Ap 1,5-6), mostrando la solidez de las perspectivas exegéticas de F. Prat: «El centro está en Jesucristo. Todo converge hacia ese punto, todo proviene de aquí y todo conduce ahí. Cristo es el principio, el centro y el fin de todo… Todo intento de comprender un pasaje cualquiera abstrayendo de la persona de Jesucristo terminaría en un fracaso seguro».

La necesidad de armonización entre la intuición de fe acerca de la santidad originaria de María y la verdad básica de la redención universal operada por Cristo la vio claramente Agustín, ofreciendo no la solución, sino el contexto teológico en el que insertar el dato mariano. Desde entonces, dado el peso de la autoridad agustiniana, la inmaculada concepción no se hubiera podido imponer a la conciencia de la iglesia más que a condición de presentarse como un caso de verdadera redención. En otros términos, el honor del Señor, primer argumento favorable a la inmaculada concepción, incluía no sólo la exención de María de toda culpa, sino también, antes aún, el dogma central del cristianismo: Jesucristo, único mediador y redentor.

Es justa, por tanto, la exigencia, advertida también en el campo del pecado original y desviada hacia la mariología con D. Fernández y A. de Villalmonte, de establecer como punto de partida de la teología de la inmaculada concepción no a Adán o el pecado, sino a Cristo. La prioridad de la perspectiva cristológica sobre la amartiológica implica el procedimiento a Christo ad Mariam, en el sentido de que, como afirma K. Rahner, «se puede comprender a María sólo partiendo de Cristo».

Si Cristo es el único mediador y redentor del mundo, si en su muerte y resurrección se ha producido de una vez para siempre e irrevocablemente la reconciliación de la humanidad con Dios (2cor 5,18-21), se sigue que él en su misterio pascual es el salvador también de su madre. La teología, elaborada en los siglos cristianos y que desembocó en la Ineffabilis Deus, precisa que María fue preservada del pecado original «en vista de los méritos de Jesucristo, salvador del género humano», y que ha sido por tanto «redimida del modo más alto»  (sublimiori modo redemptam).

La inmaculada concepción es un caso de redención anticipada y perfecta, en virtud del valor retroactivo del misterio pascual de Cristo y de su máxima aplicación a la madre del Señor. Lejos de ser excepción o negación de la universal necesidad de redención por obra de Cristo, la inmaculada concepción implica que María «está unida en la estirpe de Adán con todos los hombres que han de ser salvados» (LG 53) y ha recibido, en su radical incapacidad de autosalvación, la gracia redentora más poderosa que se puede imaginar. Así lo entendió y expresó Duns Scoto en el argumento del perfecto mediador, que muestra la potencia salvífica de Cristo en cuanto que previene del pecado en vez de borrarlo una vez ocurrido. María «es la más grande perdonada; ha recibido una remisión tan plena que la puso al resguardo de toda culpa. La inmaculada concepción es el más grande perdón de Dios.

Siglos y siglos más tarde, santa Teresa de Lisieux llegará a ver como perdón también la ausencia del pecado actual. El inocente es aquel que ha sido perdonado en la eternidad de los pecados que no cometerá en el tiempo porque el amor divino los ha destruido. La razón última de la inmaculada concepción es el amor gratuito de Dios; el fundamento próximo de la misma es la prerrogativa de la madre de Jesús, que histórica y lógicamente incluye una santidad proporcionada a su unión íntima con el Hijo, Sin ser una exigencia ineludible, la ausencia de pecado en María desde el primer instante fue percibida por el sentido de los fieles como el único dato armonizable tanto con la santidad de Cristo como con la persona y misión de María.

Es más que conveniente que aquella que había de engendrar al Verbo de Dios según la naturaleza humana y acogerlo ejemplarmente en la fe, e incluso cooperar con él a la salvación de los hombres, estuviese del todo exenta de pecado.

No se trata de una cuestión temporal o de instantes, sino del misterio de la predestinación de María porque solamente ella, «en virtud de su misión y por sus cualidades personales, está situada exactamente en el punto en que Cristo inauguraba triunfante la definitiva redención de la humanidad. Por ello el dogma de la inmaculada concepción de la Virgen es un capítulo de la doctrina misma de la redención y su contenido constituye la manera más perfecta y radical de nuestra redención». Quedan por especificar los aspectos positivo y negativo incluidos necesariamente en la redención.

 

CREACIÓN EN LA GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO

Aun dentro de la diversidad de descripción del hecho salvífico, el NT entiende fundamentalmente la salvación como «participación que Dios hace de sí en Cristo y en el Espíritu». En particular, el Espíritu es la suma de todos los efectos de la redención, porque en él se realiza la comunión con el Padre y la nueva vida en Cristo (Jn 6,63 7,39; 16,7; 2Cor 5,15. 19). Él es el don más importante otorgado por el Padre y por el Hijo para hacer desaparecer la vida según la carne, y es el principio dinámico de la nueva vida en la gracia, en el amor y la libertad filial (Rm 8,1-17).

Esta óptica positiva de la salvación ha de tener la precedencia también cuando se trata de la inmaculada concepción. La bula Ineffabilis Deus, aunque define el dogma mariano en términos negativos, no ignora, sino que valoriza el aspecto positivo que supone: la plenitud de inocencia y de santidad que se deriva de la singular predilección divina hace de María una criatura «adornada de los resplandores de la perfectísima santidad».

Si es fácil comprender, observa L. Galot, el intento de la bula pontificia de definir de modo decisivo el objeto de la histórica controversia, esta presentación negativa del dogma adolece de la tendencia latina a caracterizar a María en relación al pecado y debe completarse con la perspectiva de los padres griegos, más favorable a poner de relieve la perfección de la Toda santa. Precisamente en esta linea se ha colocado el Vat II, que apela a los santos padres para presentar a María «inmune de toda mancha de pecado y como plasmada por el Espíritu Santo y hecha una nueva criatura, enriquecida desde el primer instante de su concepción con esplendores de santidad del todo singular…» (LC 56).

Los padres citados, todos orientales, son Germán de Constantinopla, Anastasio de Antioquía, Andrés de Creta y Sofronio, que ensalzan la santidad de la llena de gracia, en esta misma linea se ha colocado, entre otros, el teólogo bizantino Nicolás Cabasilas, el cual llama a María «nueva tierra y nuevo cielo… que no ha heredado nada del antiguo fermento…, nueva pasta e inicio de una nueva estirpe». Por motivos ecuménicos de encuentro con los cristianos ortodoxos y por razones de fidelidad al concepto bíblico de salvación «debemos ver el misterio de María en su verdadera dimensión teológica: como un misterio de elección divina, de santidad, de plenitud de gracia y de fidelidad al plan de Dios».

Los mismos motivos empujan a estudiar a la Inmaculada en su relación con el Espíritu Santo, el cual se comunicó a María desde el comienzo de su existencia. En esta perspectiva se situó la cotidiana reflexión de san Maximiliano Kolbe (+ 1941), que afrontó el significado de la inmaculada concepción en un clima de oración y de consciencia del misterio. A la pregunta: «¿Quién eres, Inmaculada Concepción?», responde refiriéndose al Espíritu Santo, que es «una concepción increada, eterna, prototipo de cualquier concepción de vida en el universo…, una concepción santísima, infinitamente santa, inmaculada».

Puesto que María «está unida de modo inefable con el Espíritu Santo, por el hecho de ser su esposa, se sigue que la Inmaculada Concepción es el nombre de aquella en la cual él vive con un amor fecundo en toda la economía sobrenatural». El Espíritu Santo, por consiguiente, «mora en ella, vive en ella, y esto desde el primer instante de su «existencia»; pero esto ocurre de modo tan íntimo e inefable, que lleva al p. Kolbe a hablar de «casi encarnación» del Espíritu Santo en la Inmaculada. Esta audacia teológica -a diferencia de la hipótesis de L. Boff acerca de la unión hipostática del Espíritu Santo en María- se mantiene en la ortodoxia, ya que el p. Kolbe tiene cuidado de precisar: «En Jesús hay dos naturalezas (la divina y la humana) y una única persona (la divina), mientras que aquí hay dos naturalezas, y dos son también las personas, el Espíritu Santo y la Inmaculada, sin embargo, la unión de la divinidad con la humanidad supera cualquier comprensión».

La Inmaculada, en cuanto reflejo del Espíritu Santo, constituye una dimensión rica en desarrollo teológico: enlaza con el tema bíblico del corazón nuevo, con la catarsis de María tal como es presentada por la tradición oriental y occidental, con la respuesta de la Virgen en su vida moral y con la redención escatológica de María actuada por el Espíritu Santo.

 

INMUNIDAD DEL PECADO ORIGINAL

Lutero, en un sermón de 1527, afirmó que «ante todo debemos ver qué es el pecado original para comprender cómo la santa Virgen estuvo exenta de él». Hoy, en cambio, no solamente se propone justamente partir de Jesucristo para comprender a la Inmaculada, sino que se llega a negar la relación intrínseca que tiene con el pecado original y a exigir que tal prerrogativa mariana sea liberada de la ganga maculinista.

Semejante propuesta nos parece inaceptable porque desquicia el sentido obvio del dogma definido, reduce la historia plurisecular del mismo a una estéril o insignificante polémica y contrasta con la concepción bíblico-tradicional de la salvación, que implica reconciliación, justificación y liberación de la condición de pecado. No se puede, por tanto, vaciar los dos dogmas del pecado original (definido por el concilio de Trento) y de la inmaculada concepción (definido por Pio IX), ni considerarlos en una perspectiva de autonomía y separación.

Basándose en la analogía de le fe y en la unidad fundamental de los datos revelados los dos dogmas están directamente enlazados y deben ejercer su función de una recíproca verificación. Toda interpretación que anule o falsee uno u otro ha de considerarse a priori errada.

DIVERSAS TEORIAS

Sin lugar a dudas, las modernas teorías sobre el pecado original, surgidas bajo el impulso de los progresos científicos, exegéticos y teológicos, son generalmente reductivas. Sin embargo, contienen elementos válidos y estimulantes, que enriquecen y dan un carácter de actualidad al contenido de la inmaculada concepción Las expondremos brevemente, catalogándolas en una triple corriente y poniendo de manifiesto sus directas consecuencias con el dogma mariano.

a) Corriente evolucionista.

La visión evolutiva del universo impuesta por las ciencias repercute en la teología del pecado original, que está inserto en el movimiento del mundo hacia la perfección y la unificación. Puesto que el desorden físico y moral pertenece necesariamente al sistema evolutivo, «el pecado original, considerado en su fundamento cósmico (si no en su actualidad histórica en los primeros hombres), tiende a confundirse con el propio mecanismo de la creación, donde representa la acción de las fuerzas negativas de contraevolución (Theilhard de Chardin). Cristo, por el contrario, es el fin, el motor y el ambiente vital del universo: no sólo expía el pecado del mundo, sino que supera la resistencia a la ascensión espiritual inherente a la materia. Es el unificador y catalizador del máximo grado de ser.

Acerca de la presencia de la Inmaculada en este universo evolutivo, ni Teilhard de Chardin ni sus epígonos, como Huisboch y Lengsfeld, han avanzado una teoría sistemáticamente elaborada. Se encuentra en ellos algún punto significativo derivado de su visión teológica, p. ej., de Teilhard de Chardin, el cual saluda a María como «perla del cosmos» y habla de la Inmaculada en estos términos: «La inmaculada concepción para mí, es la fiesta de la acción inmóvil, quiero decir, la que se ejercita con la simple transmisión de la energía divina a través de nosotros…

En nuestro Señor todos los modos de actividad inferior y agitada desaparecen en esta sola y luminosa función de atraer, recibir y dejar pasar a Dios. Para ser activa de este modo y en este grado, la Virgen santa hubo de recibir su ser en el seno mismo de la gracia, puesto que ninguna justificación secundaria, por muy acelerada que fuera, hubiera podido sustituir a esta perfección constitutiva y nativa de una pureza que presidió la aparición misma del alma». La Inmaculada es considerada aquí en una óptica positiva, que no menciona siquiera el pecado; en compensación aparece ella como el antipecado, como la criatura incapaz de oponer resistencia o de ser una rémora a la acción divina. En virtud de su función de llevar a Dios a las esferas humanas, María es toda pureza y transparencia activa.

Valorando críticamente esta corriente evolucionista, hay que observar que no salva suficientemente ni el carácter libre del pecado ni la gratuidad de la salvación. Pecado y Cristo entran necesariamente en la evolución natural del fenómeno humano, en contra de la Escritura, que presenta el pecado como una anomalía que no hubiera debido existir, y la venida de Cristo redentor como un don gratuito de la iniciativa divina. No obstante, es válido cuanto afirma acerca del movimiento de crecimiento y unificación traído por Cristo; por lo cual también María inmaculada aparece como elemento no de freno, sino catalizador de la dirección positiva de la historia. Ella no se introduce en los callejones ciegos y abortivos de la involución, porque representa un impulso o un empuje que orienta el movimiento histórico hacia la justa dirección, que es Cristo.

b) Corriente sociológica.

Otros autores, como H. Rondel y sobre todo P. Schoonenberg, parten de la situación histórica marcada y gravada por los pecados desde los tiempos del homicidio de Abel hasta el rechazo de Jesús, con el cual se colma la medida de los padres (Mt 23 29-36; Lc 11,47-51). El pecado original es el estar situado en el «pecado del mundo» (Jn 1,29), es decir, una situación de perdición que hace imposible el amor de Dios sobre todas las cosas y la exención de los pecados personales. Es el influjo de los pecados históricos añadido al desorden de nuestra naturaleza. La admisión de este estar situados en el pecado va unida a la confesión de nuestra salvación en Jesucristo, en el cual «estamos redimidos de nuestras acciones pecaminosas y de nuestra actitud básica pecadora. Pero también lo estamos de un pecaminoso estar situados, de una sumisión al poder del pecado, aunque éste llegue a nosotros desde fuera… Desde nuestro origen estamos situados por la caída y la redención».

Schoonenberg no ofrece un tratado especifico sobre María, sino únicamente alguna alusión. Admite con el concilio tridentino que la universalidad del pecado original «deja espacio para la inmaculada concepción de María», que es una excepción a él. Presenta a la inmaculada concepción como no inserción en el pecado del mundo; pero inspirándose en el simul iustus et peccator, añade que «la idea de que uno puede venir ya al mundo en la salvación de Cristo puede aclarar al protestantismo el hecho de que aceptar la concepción inmaculada de María no significa necesariamente desconocer que María fue también redimida».

El influjo de la teoría de Schoonenberg se revela en el párrafo del catecismo holandés acerca de la inmaculada concepción: «María no conoció la culpa. Fue concebida inmaculada. Viviendo en un mundo de pecado, la tocó ciertamente el dolor, pero no su maldad. Es hermana nuestra en el dolor, pero no en la culpa. Ella venció enteramente al mal por el bien; victoria que debe naturalmente a la redención de Cristo».

La teoría de Schoonenberg es utilizable «no como alternativa de !a teología clásica, sino como una valorización de aspectos del misterio de la perdición y de la salvación, hasta ahora demasiado descuidados»; p. ej., el influjo ejercido por el mal ejemplo y por las estructuras cerradas a Dios, es decir, bíblicamente por el «pecado del mundo» (1Jn 2,15s, 5,19…). Ver en la Inmaculada la impermeabilidad al mal estructural es acertado, al menos si se lo considera como efecto de una gracia que la santifica desde el principio de su existencia.

La teoría de Schoonenberg aplicada a la Inmaculada no convence a causa de la ambigüedad con que se afirma el privilegio de María. Mientras que en el contexto de la universalidad del pecado la inmaculada concepción de María aparece como una excepción, en el contexto de la salvación deja de ser tal y se convierte en el paradigma de todo redimido: «La inmaculada concepción nos dice que la redención no es solamente una liberación del pecado, sino que es, sobre todo, una preservación del pecado, lo cual es importante para una doctrina de la gracia orientada hacia el futuro».

Parece que Schoonenberg coloca a la inmaculada concepción en el mismo plano del bautismo, en cuanto que también éste es una curación preventiva, que se conserva en una gracia nunca perdida (además de borrar el pecado en que el hombre está inserto). La crítica formulada por O’Connor y repetida por Alonso, que reprocha haber transformado la gracia de la inmaculada concepción de preservadora en protectora, no tiene en cuenta la interpretación articulada de Schoonenberg.

c) Corriente existencial.

Partiendo del agudo sentido de la libertad, propio de la época contemporánea, los autores contemplan el pecado original en armonía con el personalismo dialogal.

A. Vanneste, en una serie de estudios histórico-dogmáticos, llega a la conclusión de que «el pecado original es la necesidad que tiene el niño de ser liberado y salvado por Cristo, porque este niño ha rechazado ya virtualmente la gracia divina y por ello debe convertirse a Cristo».

Dada la universalidad del pecado actual, que hace históricamente pecadores a todos los hombres, hay que decir que ello depende de una culpa virtual, que los orienta hacia el pecado personal si no interviene la gracia. El pecado original es el pecado virtual, es decir, la condición de inevitable sujeción a la culpa en que se encuentran también los niños. En esta óptica «el privilegio de la inmaculad
a concepción se identifica con el de la inmunidad de todo pecado actual». María ha recibido una gracia poderosa que la ha preservado de modo completo y total de los pecados personales. Se trata de un verdadero milagro realizado por Cristo.

La posición de Vanneste es loable entre otras cosas por la conexión entre el pecado original y el actual, según las exigencias personalistas de la cultura. Pero no es aceptable la identificación del pecado original con el personal, bien porque anula la definición tridentina, bien porque no se ve cómo basta un pecado futuro para constituir pecadores: ¿puede Dios considerar al hombre pecador sólo por lo que hará?

En cuanto a María es justo poner de relieve su falta de pecado o impecabilidad, pero esto constituye una consecuencia de la inmaculada concepción, y no se identifica con ella. Con esta reducción, la inmaculada concepción «pierde su supuesto fundamental, y las controversias que duraron siglos aparecen como un error tragicómico».

Teniendo en cuenta los aspectos óntico, personal e histórico-comunitario, M. Flick y Z. Alszeghy definen el pecado original «la alienación dialogal de Dios y de los hombres, determinada por la falta de participación de la vida divina, que a su vez es producida por una libre iniciativa humana, precedente a toda toma de posición de cada uno de los miembros de la humanidad actual».

Por la valoración de los diversos elementos del pecado original, la teoría de Flick-Alszeghy se presenta como una de las más completas que se han elaborado recientemente. Se la clasifica en la perspectiva existencial porque su elemento central es el personalista, a saber: «la incapacidad de amar a Dios sobre todas las cosas y, consiguientemente, de evitar los pecados graves personales». Especificando más, M. Flick describe el pecado original como «una inevitable necesidad de pecar…; una disposición psicológica del hombre, que virtualmente contiene todos los pecados personales, los cuales, a causa de esto, se hacen inevitables»…; la pérdida de una virtualidad que bajo el impulso de la gracia hubiera podido llevar al hombre al desarrollo de sus facultades, no en oposición a Dios.

Desgraciadamente, Flick y Als zeghy no se detienen en todo el volumen en el dogma de la inmaculada concepción. Esta laguna sorprende, sobre todo si se piensa que ellos se proponían proceder adoptando «una de las principales reglas de la metodología teológica»: la analogía de la fe, que hace evitar el aislamiento del pecado original del resto del mensaje cristiano. La falta de verificación mariana priva al pecado original de una ulterior garantía e iluminación: por otra parte, la inmaculada concepción de María no ha recibido de estos autores una actualización que hubiera podido hacer surgir nuevos aspectos del misterio.

En el ámbito de esta teoría, la inmaculada concepción se presenta en todo caso como capacidad radical de dialogar con Dios y de opción fundamental derivada de la participación de la vida divina, recibida desde el principio mediante preservación del influjo deletéreo del pecado de la humanidad. En particular es importante subrayar la dimensión personalista, que hace ininteligible el pecado original sin relación al pecado personal; en este sentido, la inmaculada concepción es un privilegio dado por Dios con vistas a una vida santa e inmaculada, en consonancia con la misión de María en la historia de la salvación.

 

SÍNTESIS FINAL

Historia, teología, espiritualidad y cultura ofrecen varias pistas para una representación actualizada de la inmaculada concepción de María.

A pesar de la tardía explicitación del dogma, la argumentación pro Inmaculata encuentra su firme certeza en la definición de Pío IX, que, sostenida por el consenso de los obispos y de los fieles, corona una batalla secular.

La inmaculada concepción es, pues, un hecho eclesial, porque ha madurado en la conciencia de los creyentes a lo largo de los siglos cristianos y se ha impuesto en la iglesia superando obstáculos de orden teológico y la oposición de los más prestigiosos teólogos medievales. No se puede negar que la atribución de la concepción inmaculada a María armoniza con su maternidad divina y santa lo mismo que con su función de colaboradora en la obra del Hijo único redentor.

Por su intima comunión de vida y de destino con Cristo, María se ha visto rodeada desde el primer momento de su existencia por el amor del Padre, por la gracia del Hijo y por los esplendores del Espíritu. Consiguientemente, ha sido preservada de toda sumisión o connivencia con el mal, tanto interior como estructural.

La Inmaculada es un ejemplo de justificación por pura gracia, que sin embargo no permanece inerte en ella, sino que provoca una respuesta de fe total al Dios santo que la ha santificado. Ella manifiesta la plenitud y perfección del amor redentor de Cristo, porque muestra su eficacia retroactiva y preservativa. Precisamente por eso la Inmaculada no obstaculiza el movimiento de la historia hacia la unificación y la perfección en Cristo, sino que lo promueve, convirtiéndose a su vez en comunicadora de salvación.

La inmaculada concepción es el comienzo de un mundo nuevo animado por el Espíritu: es plenitud de amor, superávit de realidad cristiana, nostalgia del paraíso perdido y vuelto a encontrar. María «es el fruto no envenenado por la serpiente, el paraíso ya concretado en el tiempo histórico, la primavera cuyas flores no experimentarán ya el peligro de la contaminación y la putrefacción» (L. Boff).

En ella la iglesia encuentra su utopía, su imagen más santa después de Cristo, su ser y deber ser de «esposa inmaculada». El privilegio de María no la separa de la humanidad ni de la iglesia, porque la Inmaculada tiene una función tipológica para la comunidad cristiana y cada uno de sus miembros. La inmaculada concepción es un privilegio no aristocrático, sino popular y, en alguna manera, participable. Ciertamente, incluso dentro del esplendor del Espíritu, María permanece anclada en la tierra, en la historia, en la concreción de la condición humana.

Si se ha visto inmune del pecado y de la concupiscencia que conduce al mal, la Inmaculada no ha estado exenta de los sentimientos humanos más intensos y vitales, de los límites y condicionamientos culturales, del sufrimiento, del camino de la maduración y de la peregrinación en la fe. A diferencia de nosotros, pecadores, María bajo el influjo de la gracia ha puesto sus impulsos y tendencias al servicio de un proyecto santo.

S. DE FIORES NUEVO DICCIONARIO DE MARIOLOGIA Págs. 927-935

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El Misterio de María en la Reflexión de la Iglesia a través de los siglos

muriolavirgenmaria1Esta es una excelente síntesis para comenzar a enterder la evolución que ha tenido el culto y la teología mariana desde sus comienzos hasta nuestros días, para que veamos con perspectiva la situación actual…

 

EN EL PRIMER MILENIO, DOS ETAPAS

1. De los primeros padres de la Iglesia al Concilio de Efeso (año 431)

– El cristianismo se tuvo que confrontar con el judaísmo reticente, con un paganismo culto y con diversas corrientes dentro del mismo cristianismo. La literatura del siglo II es un eslabón importante entre los escritos neotestamentarios y la vida de la Iglesia de los padres.
María aparece sólo en relación con la discusión cristológica:

* Ignacio de Antioquía (+107): Cinco referencias a María en sus cartas (Ef 7,2; 18,2; 19,1; Tral 9,1; Esm 1,1). “Nacido de María y de Dios…”
* Justino (+ 165), filósofo itinerante: se defiende contra las insinuaciones calumniosas de los paganos y judíos. Defiende la verdadera maternidad virginal. Él dice que es un signo.
* Ireneo (+202): paralelismo Eva-María. María “tierra virgen” de la que nace el nuevo Adán.
* Tertuliano (+220), laico africano, apologista latino.
* Orígenes (+254), maestro en Alejandría y en Cesarea de Palestina. Profunda veneración por María, es verdadera madre virgen y santa, tipo del creyente perfecto. Contra los ebionitas sostiene el ex muliere y no el per mulierem. La concepción virginal es parte constitutiva del kerigma cristiano.

Del s. IV ya se tienen homilias, himnos (san Efren abre el camino de la himnografía mariana) y testimonios de la dormición (san Epifanio). En occidente destaca san Ambrosio de Milán (+397).

Siglo V el empuje por la admisión del término theotókos.

Líneas de este periodo:
A. El hecho de su divina maternidad. Contra gnósticos y docetas: “Nacido de María Virgen”.
B. Conexión entre Cristo y María. María en la historia de la salvación.
C. María Virgen y la condición divina de Cristo. Theothókos y Aeiparthénos.
D. Tipología María-Eva: en Justino e Ireneo (s.II).
E. María es la panagia (la toda-santa. Justino e Ireneo).
F. La Asunción de María. Se difunden en el s. IV y V.
G. La mediación de María. “Bajo tu amparo nos acogemos santa madre de Dios…” la oración más. antigua a María atestiguada ya en el s. III-IV.

2. Del s. V al IX

Surge la liturgia y el culto en honor de María:
– Fiesta de la dormición (la más antigua).
– Himnos (el más famoso, el Akathistos).
– Homilías, composiciones poéticas, iconología, etc.

EN EL SEGUNDO MILENIO, CUATRO ETAPAS

1. Del s. X al s. XVI

Cambios socioculturales en la historia. El siglo X declive, pero el siglo XII = siglo mariano.
– Se eclipsa el misterio de la Iglesia, crece la preocupación por la salvación individual.
– Se acentúa más lo individual y se ve a María al lado del Cristo celestial, acentuándose su actuación en favor nuestro.
– Se inicia el distanciamiento de María y la Iglesia.

Caracterizan este periodo:
A. Culto y piedad:
– Oraciones: Salve regina, memorare de san Bernardo, el Rosario (son del s. XII).
– Difusión de fiestas en su honor.

B. Obras escritas de este período:
– Los «Mariale» (obras laudatorias a María). No son tratados teológicos.
– Las colecciones de sermones (famosos los de san Bernardo).
– Alfonso X el sabio (s. XIII), las Cantigas.
– Colecciones de milagros.

C. Manifestaciones artísticas:

– templos en su honor, catedrales, pinturas y esculturas.

D. Órdenes marianas:

Los cistercienses marcados por san Bernardo; los Carmelitas (escapulario); los Mercedarios; los servitas; los franciscanos (paladines de la doctrina inmaculista), los dominicos (el rosario), …

Líneas que se van decantando:
– Se van perfilando datos teológicos sobre la figura de María y su función acentuando los privilegios marianos:
* La maternidad divina de María.
* Atención a su virginidad perpetua.
* Mediadora entre Cristo y la humanidad.
* Asunción de María: se generaliza su fiesta en el mes de agosto.
* Título de Reina.
* Entra la discusión sobre la Inmaculada Concepción de María.

2. La edad moderna

– Se pasa del Mariale al tratado de mariología. El primero es el de Francisco Suarez (Jesuíta +1617): Questiones de Beata Vergine María (1592).
– Luis Mª Grignon de Monfort (+1716). La esclavitud mariana.
– Alfonso Mª Ligorio: las glorias de María (1750).
– Voto de sangre por la cuestión de defender la Inmaculada Concepción de María.
– Reacciones críticas dentro de la misma Iglesia católica: Erasmo de Rotterdam (+1535) y Jansenio (+1638).

En el ámbito de la Iglesia de la Reforma:
– Lutero: devoto de María – cree en la concepción virginal – un buen comentario al Magnificat – Rechazo de la mediación Mariana. Deja las fiestas de la Anunciación, Visitación y Purificación.
– Calvino sostuvo la perpetua virginidad de María. Sustituyó “madre de Dios” por “madre de Cristo”. Suprimió todas las fiestas marianas.
-Zwinglio mantuvo las tres fiestas marianas y autoriza rezar el Ave María durante el culto.

La doctrina mariana al final de este periodo (comienzos del s. XIX):

– En el concilio de Trento María no mereció especial atención, sólo se alude a ella colateralmente.
– La visión prevalente es la de la Iglesia como sociedad perfecta con su jerarquía y pueblo. María pertenece al plano de la Trinidad y es canal de todas las gracias.
– El fervor inmaculista.
– María corredentora. Las escuelas teológicas tematizan sobre el alcance de la colaboración de María en la obra redentora de Cristo.

3. Desde la proclamación del dogma Inmaculada (1854) a comienzos del Vaticano II (1962)

– La doctrina mariana en el magisterio pontificio:
* los Papas impulsan con sus escritos e intervenciones la doctrina mariana, el culto y la piedad. Los documentos marianos tienen, en la mayor parte, un objeto devocional.
* En poco más de un siglo se definen dos dogmas sobre María: la Inmaculada (1854) y la Asunción (1950)

– Reflexión teológica-mariana:
* Scheeben (+1888), retoma el tema María-Iglesia, pretendiendo situar la Mariología en su lugar dentro del conjunto de la teología entre el tratado de Cristo y de la Iglesia, pero a principios del s. XX se olvida, después se volverá sobre él.
* Ya en el siglo XX aparece el tratado de Mariología inserto en los manuales de teología como un tratado teológico más, aunque más basada en los privilegios marianos que en la condición de María como miembro de la Iglesia.
* En el segundo tercio del siglo XX nacen las Sociedades mariológicas y sus revistas teológicas de carácter mariano: Marianum, Estudios Marianos, Etudes Mariales, Marian Studies, Ephemerides Mariologicae, Cahiers marials.
* Proliferan en el s.XX los Congresos mariológicos internacionales que reunen a estudiosos especializados en teología mariana con el fin de profundizar científicamente la doctrina referente a Maria. Antes del Concilio Vaticano II, en 1958 hubo uno en Lourdes sobre el tema de “María y la Iglesia”. Ya en él estaba presenta la doble corriente: mariología de privilegios (cristotípica) y María como plenitud de la Iglesia (eclesiotípica).

– El culto y la piedad mariana popular:
* El fenómeno de las Apariciones de María: Lourdes (1858), Fátima (1917)…
* Gran impulso a la devoción mariana del Rosario, especialmente por León XIII.
* Se fomenta la práctica de la esclavitud mariana (el congreso de 1918: “la santa esclavitud mariana).
* La promoción de las peregrinaciones marianas a los Santuarios.
* Nacimiento de nuevas Congregaciones bajo la inspiración de María.
* La institución de la fiesta de María Reina por Pio XII (1954)
* Consagración del mundo a la Inmaculado Corazón de María por Pío XII (1942 y 1952)
* La devoción al santo escapulario carmelitano recomendada por Pío XII con motivo de su VII centenario.
* Enfasis en la celebración del mes de mayo como mes de María.

– Aspectos doctrinales que destacan:
* La doctrina de la Inmaculada Concepción de María.
* El tema de la Mediación universal de María, se pidió la definición dogmática a ppios. s. XX.
* La década de los años 40 del s. XX está marcada por la doctrina de la Asunción de María.
* Se llega al inmediato preconcilio con una “inflación mariológica”, si bien ya hay corrientes en las que se va ganando en rigor histórico y precisión teológica en el tema mariológico progresivamente.
* Pregunta sobre ¿cuál es el principio que estructura orgánicamente toda la Mariología y del que hay que partir para que se constituya en una parte científica de la teología?
# La maternidad divina.
# María asociada a Cristo.
# María la personificación de la criatura humana en su actitud radical de acogida de
# Dios en su propia persona.
# María en su condición básica y radical de criatura, una mujer real y concreta, abierta a la obra salvadora de Dios sobre la humanidad.

4. El esquema mariano en el Concilio Vaticano II y la crisis mariana del posconcilio

A. 1962: El cardenal Ottaviani presentó un documento “La bienaventurada Virgen María, madre de Dios y de los hombres” para ser aprobado en 15 días. No se aceptó la propuesta.

B. 1963: En la segunda sesión del Concilio se presentó “María, madre de la Iglesia”. Discusión sobre si documento “a se” o incluido en el de la Iglesia (a estos se les calificaba de minimalistas).

C. Intervención de Pablo VI.

D. 1964: Aprobación del Esquema último: “María en el misterio de Cristo y de la Iglesia”.

Resultado: El capítulo VIII de la Lumen Gentium.

La crisis mariana del posconcilio, aspectos a destacar.
– Ley del péndulo, se pasó de la inflación a la devaluación.
– Repercusión en la mariología del cuestionamiento de otros contenidos doctrinales de cristología, pecado original, escatología,…
– La exégesis bíblica de los evangelios de la infancia.
– Esfuerzo de acercamiento a María buscando el plano antropológico y ecuménico.
– El proceso de secularización, decadencia y desinterés por los temas religiosos.
– Se dio mucho más en el nivel de los estudiosos que en el del pueblo sencillo.

Nuevo impulso a la Mariología por Pablo VI con la exhortación apostólica Marialis Cultus (1974).

EN LA ACTUALIDAD

– Recuperación de la crisis. Impulso de Juan Pablo II: Redemptoris Mater (1987)

– Orientaciones:
* La perspectiva bíblica, María de Nazaret según la Escritura.
* La orientación patrística.
* La orientación neumatológica y eclesiológica.
* María en el contexto del misterio cristiano: éste se puede explicar desde ella, y en ella encuentra su mejor realización humana.
* La orientación litúrgica, no se puede prescindir del valor testimonial de las fuentes litúrgicas y de las fiestas marianas.
* La perspectiva ecuménica y antropológica.
* María y el signo de los tiempos del principio de la igualdad a la dignidad de la mujer.

Fuente: Salesianas

 

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Consecuencias de la Consagración de Rusia: los pedidos de Jesús y María

El 13 de junio de 1929, mientras la Hermana Lucía estaba en el noviciado de las Hermanas Doroteas en Tuy, España, Nuestra Señora cumplió Su promesa del 13 de julio de 1917: “Vendré a pedir la consagración de Rusia…” escribe la Hermana Lucía que, estando ella una noche sola… en medio de la capilla… cuando la única luz era la de la lámpara:

TODO SOBRE FÁTIMA

Virgen de Fátima, Portugal ( 13 de mayo)
Los Videntes de Fátima
Aparición y mensajes del Ángel, en Fátima
Las seis apariciones de Nuestra Señora de Fátima en 1917
Ultima aparición de la Virgen de Fátima, la danza del sol, Portugal ( 13 de octubre)
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El pedido de la Virgen respecto a Rusia
Aparición de Rianjo a la hermana Lucía de Fátima ( agosto 1931)
Consecuencias de la Consagración de Rusia: los pedidos de Jesús y María
Una visión del mundo con base en Fátima
Devociones a Fátima

De repente, se iluminó toda la capilla con una luz sobrenatural y sobre el altar apareció una cruz de luz que llegaba hasta el techo. En una luz más clara se veía, en la parte superior de la cruz, un rostro de un Hombre y Su Cuerpo hasta la cintura. Sobre su pecho había una paloma igualmente luminosa. Y clavado en la cruz, el cuerpo de otro hombre. Un poco por debajo de la cintura, suspendido en el aire, se veía un Cáliz y una Hostia grande sobre la cual caían unas gotas de Sangre que corrían a lo largo del Rostro del Crucificado y de una herida en Su pecho. Escurriendo por la Hostia, esas gotas caían dentro del Cáliz.

Bajo el brazo derecho de la Cruz estaba Nuestra Señora con Su Inmaculado Corazón en Su Mano … (Era Nuestra Señora de Fátima con Su Inmaculado Corazón … en Su mano izquerda … sin espada ni rosas, pero con una corona de espinas y llamas). Bajo el brazo izquierdo (de la Cruz), unas grandes letras, como si fueran de agua clara cristalina, que corrían hacia el altar, formaban estas palabras: ‘Gracia y Misericordia’. Comprendí que me era mostrado el misterio de la Santísima Trinidad y recibí luces sobre este misterio que no me es permitido revelar.

Luego Nuestra Señora dijo a la Hermana Lucía:

«Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que haga, en unión con todos los Obispos del mundo, la Consagración de Rusia a Mi Inmaculado Corazón; prometiendo salvarla por este medio. Son tantas las almas que la justicia de Dios condena por pecados cometidos contra Mí, que vengo a pedir Reparación. Sacrifícate por esta intención y reza».

El pedido de la solemne y pública Consagración de Rusia por el Papa y todos los obispos católicos, expresado por intermedio de Nuestra Señora a la Hermana Lucía, es un pedido hecho por Dios mismo. En Tuy, Nuestra Señora dijo a Lucía: “Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que haga…”

Durante casi 1.000 años el rechazo de la Santísima Voluntad de Dios, y de Dios mismo, ha ido escalando. En 1054 el cisma ortodoxo comenzó cuando ellos dijeron “sí” a Dios, “sí a Cristo”, “sí” a Su Iglesia, pero “no” al Papa — Vicario de Jesucristo.

Ellos lo reconocen como “el primero entre iguales”, pero no reconocen su primacía de jurisdicción sobre todos los Patriarcas, Cardenales y obispos de la Iglesia.

En 1517, Martín Lutero dijo “sí” a Dios, “sí” a Cristo, “no” a la Iglesia Católica y “no” al Papa. Él proclamó tener fidelidad a Dios y a Nuestro Señor, pero rechazó a la Iglesia. Por lo que, es imposible permanecer fiel a Cristo cuando se rechaza a Su Esposa, la Iglesia.

En 1717 la Francmasonería dijo “sí” a Dios, “no” a Cristo, “no” a la Iglesia Católica y “no” al Papa. Ellos pretendieron reconocer a Dios (no al verdadero Dios, sino a su propia concepción de Dios), pero ya no quisieron a Cristo y a Su Iglesia. De nuevo, es imposible servir a Dios mientras se rechaza a Su Hijo: “Yo y el Padre somos uno,” dijo Nuestro Señor.

Finalmente, en 1917 Lenín dijo “no” a Dios, a Cristo, a la Iglesia Católica y al Papa. Con el Comunismo, vemos la culminación de lo que había comenzado con el cisma ortodoxo y con la herejía luterana: el rechazo descarado no solo de la Iglesia Católica, sino también el rechazo de Jesucristo e incluso de toda noción de un Dios Todopoderoso.

La Consagración de Rusia revertirá el alzamiento y la rebelión contra Dios, iniciada con el cisma ortodoxo de 1054, favorecida por la herejía de Lutero de la sola scriptura, incrementada por la apostasía de la Francmasonería e intensificada por el Comunismo.

Son estos “No” los que serán revertidos por la consagración de Rusia. Como dijo Nuestro Señor, la Iglesia es Su Esposa. Usted lo encontrará en la Carta a los Efesios. No podemos estar con Cristo y contra Su Iglesia, como enseñó Lutero. No podemos estar con Dios y contra Cristo, como dijo Nuestro Señor a los Fariseos: “Si Dios fuera vuestro Padre, vosotros me aceptaríais porque Yo soy la imagen de Mi Padre. Yo y el Padre somos Uno. No, vuestro padre es el diablo”. Dios Hijo es la imagen del Padre. “Felipe. ¿No sabes que Yo y el Padre somos Uno? Tú me has visto, tú has visto al Padre”.

Así, en cierto sentido, Marx lo estaba cumpliendo, al decir “No” a Dios, ese “No” es inseparable del “No” a Cristo, “No” a Su Iglesia y “No” a Su Vicario sobre la tierra. Pero todas estas cosas serán revertidas por la consagración y la conversión de Rusia. Incluso el “No” de los ortodoxos, negando la primacía del Papa en 1054, será revertido.

Así, cuando finalmente se logre la Consagración de Rusia y la paz mundial, deberíamos recordar que esta no vino por ninguno de los hombres, ni por todos ellos juntos. Ni siquiera por los méritos del Santo Padre, sino por los méritos de Nuestra Señora.

Al mismo tiempo, Dios quiere también que todo el mundo vea la importancia de la condición única del Santo Padre y de los obispos católicos y, en realidad, de la Iglesia Católica. Y es por eso que Él ha insistido que no solo sea el Santo Padre, sino los obispos católicos junto con el Santo Padre quienes realicen ese acto, para que el mundo vea la relación directa entre la Rusia convertida y el Papa y los obispos, que cumplieron ese acto de consagración al Inmaculado Corazón de María.

Dios ha dado a la Iglesia y al mundo este plan inmutable para obtener la paz mundial, solo por medio de la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María a realizar por el Papa y los obispos católicos. El Dios Omnipotente ha decretado demostrar así, a la Iglesia y al mundo, no solo la necesidad y la importancia de la devoción a Nuestra Señora, sino también demostrar por esta consagración de Rusia y la paz mundial subsiguiente, que El ha fundado solo una Iglesia, la Iglesia Católica y que Él ha establecido dentro de ella esa jerarquía de la Iglesia Católica, y ha dado al Papa la primacía de autoridad en la Iglesia.

Como Dios ha sido insultado públicamente por el ateísmo comunista, error principal de Rusia del cual nos advirtió Nuestra Señora en 1917, Él pide que se haga reparación pública por esa grave blasfemia, por medio de una re-dedicación del país y de los pueblos de Rusia al servicio de Dios. Sin embargo, Él ha ordenado que se haga de una manera determinada.

Dios desea que la Consagración de Rusia venga de manos de Su Madre Santísima, quien no solo hará más agradable a Él esa consagración, sino que Ella atraerá al mundo a Su Inmaculado Corazón, por medio de la paz subsecuente que Ella le dará.

Poco antes de su muerte, la Beata Jacinta de Fátima le dijo a su prima Lucía, “Ya me falta poco para ir al Cielo. Tu quedas aquí para decir que Dios quiere establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María. Cuando sea el momento de decirlo, no te escondas. Di a toda la gente que Dios nos concede las gracias por medio del Inmaculado Corazón de María; que se las pidan a Ella; que el Corazón de Jesús quiere que, a su lado se venere el Inmaculado Corazón de María; que pidan la paz al Inmaculado Corazón de María, que Dios se la entregó a Ella.”

 

LA CONSAGRACIÓN DE RUSIA: CONSECUENCIAS PARA EL MUNDO

Muchos no se dan cuenta que Dios ya nos ha dado una vislumbre de lo que sucederá cuando el Papa y todos los obispos católicos del mundo consagren Rusia al Inmaculado Corazón de María.

Eso ocurrió en Portugal, después de que los obispos portugueses consagraran solemnemente su país al Inmaculado Corazón de María el 13 de mayo de 1931.

Como resultado de esa consagración, Portugal experimentó un triple milagro:

1. Hubo un Renacimiento Católico magnificente, durante el cual ocurrió un notable resurgimiento de la vida católica;

2. Tuvo lugar una milagrosa reforma política y social, de acuerdo con los principios sociales católicos; y

3. Hubo un doble milagro de paz, durante el cual Portugal fue librada tanto de la Guerra Civil Española como de la Segunda Guerra Mundial.

El Cardenal Cerejeira, Patriarca de Portugal, afirmó que las gracias arriba mencionadas, que transformaron completamente la nación, se debieron a Nuestra Señora de Fátima. El afirmó: “Para expresar lo que ha estado ocurriendo aquí durante veinticinco años, el vocabulario portugués no tiene sino una palabra: milagro. Sí, estamos convencidos que debemos la maravillosa transformación de Portugal a la protección de la Santísima Virgen”.

El Cardenal afirmó también, que las múltiples bendiciones que Nuestra Señora obtuvo para Portugal son una muestra de lo que Ella obtendrá para el mundo entero, una vez que Rusia sea consagrada debidamente a Su Inmaculado Corazón. “Lo que ha estado ocurriendo en Portugal proclama el milagro”, afirmó. “Y prefigura lo que el Inmaculado Corazón de María ha preparado para el mundo.”

Con la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón, y el Triunfo del Inmaculado Corazón, el mundo entero experimentará las gracias que Portugal experimentó luego de su consagración. Pero, estas serán a escala mundial, y, necesariamente, ¡mucho más notables! Habrá paz a lo largo del mundo. Las naciones aceptarán el reinado de Cristo Rey, y basarán así sus leyes en Sus Leyes. Y la Iglesia Católica será renovada, y todas las gentes y todas las naciones se convertirán a la práctica ferviente de la Fe Católica.

Para una descripción más detallada de la transformación milagrosa de Portugal, que fue la vista previa de lo que el mundo entero experimentará cuando se haga la Consagración Colegial de Rusia.

 

POR EL NO CUMPLIMIENTO

La historia ha demostrado los resultados de la omisión de consagrar Rusia por parte del Papa y los obispos. Hemos visto guerras incontables y conflictos: la 2a. Guerra Mundial; las guerras de Corea y de Vietnam; incontables revoluciones sangrientas en África, América Latina y el Sudeste Asiático, la reciente Guerra de Iraq, etc. También tenemos la guerra que se está librando contra los no-nacidos, en la que son asesinados 50 millones de bebés cada año en el mundo.

Por todo lo que ocurre a nuestro alrededor, tenemos la evidencia que no estamos viviendo en el período de paz prometido por Nuestra Señora de Fátima. Sin embargo, todos estos horribles castigos podrían haber sido evitados, y los futuros problemas se evitarán, por la Consagración de Rusia. Ha sido la demora del Papa y los obispos en el cumplimiento de la orden de Dios de realizar la Consagración Colegial de Rusia al Inmaculado Corazón de María, lo que ha permitido que hubieran ocurrido las terribles devastaciones del siglo pasado — después de 1929, cuando fue dada la orden formal para la Consagración. La destrucción continuará intensificándose si no se obtiene la conversión de Rusia; veremos la predicha esclavización de todo el mundo, y la aniquilación real de varias naciones.

Así, las consecuencias de no cumplir con la realización de ese simple acto de consagración son inconmensurables. Debemos rezar para que se haga pronto, y nos veamos librados de la esclavización y la aniquilación. Tal como el primer Papa, San Pedro, fue liberado de la prisión por las oraciones de los primeros cristianos, nuestro Papa actual puede ser igualmente ayudado por nuestras oraciones, para que finalmente obedezca los pedidos del Cielo y consagre Rusia al Inmaculado Corazón de María.

Fuentes: www.fatima.org y  otros

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Frutos de la Consagración de Portugal al Inmaculado Corazón de María

En 1931 los Obispos portugueses consagraron el país al Inmaculado Corazón de María y lo renovaron en 1938. Entre medio la beata Alexandrina predicó la Consagración del mundo, lo que Pio XII hizo en 1942.

¿Qué sucedió e Portugal luego de la Consagración?. Cuando el Papa y todos los obispos católicos del mundo consagren Rusia al Inmaculado Corazón de María, ¿cual será el resultado? ¿Como será el prometido Triunfo del Inmaculado Corazón de María?

Muchos no se dan cuenta que Dios ya nos ha dado una vislumbre. Eso ocurrió en Portugal, después de que los obispos portugueses consagraran solemnemente su país al Inmaculado Corazón de María el 13 de mayo de 1931.

 

EL RESULTADO DE PORTUGAL

Como resultado de esa consagración, Portugal experimentó un triple milagro:

1. Hubo un Renacimiento Católico magnificente, durante el cual ocurrió un notable resurgimiento de la vida católica;El Cardenal Cerejeira, Patriarca de Portugal, afirmó que las gracias arriba mencionadas, que transformaron completamente la nación, se debieron a Nuestra Señora de Fátima. El afirmó: “Para expresar lo que ha estado ocurriendo aquí durante veinticinco años, el vocabulario portugués no tiene sino una palabra: milagro. Sí, estamos convencidos que debemos la maravillosa transformación de Portugal a la protección de la Santísima Virgen”.

2. Tuvo lugar una milagrosa reforma política y social, de acuerdo con los principios sociales católicos; y

3. Hubo un doble milagro de paz, durante el cual Portugal fue librada tanto de la Guerra Civil Española como de la Segunda Guerra Mundial.

El Cardenal afirmó también, que las múltiples bendiciones que Nuestra Señora obtuvo para Portugal son una muestra de lo que Ella obtendrá para el mundo entero, una vez que Rusia será consagrada debidamente a Su Inmaculado Corazón. “Lo que ha estado ocurriendo en Portugal proclama el milagro”, afirmó. “Y prefigura lo que el Inmaculado Corazón de María ha preparado para el mundo.”

Con la Consagración de Rusia al Inmaculado Corazón, y el Triunfo del Inmaculado Corazón, el mundo entero experimentará las gracias que Portugal experimentó luego de su consagración. Pero, estas serán a escala mundial, y, necesariamente, ¡mucho más notables! Habrá paz a lo largo del mundo. Las naciones aceptarán el reinado de Cristo Rey, y basarán así sus leyes en Sus Leyes. Y la Iglesia Católica será renovada, y todas las gentes y todas las naciones se convertirán a la práctica ferviente de la Fe Católica.

Para una descripción más detallada de la transformación milagrosa de Portugal, que fue la vista previa de lo que el mundo entero experimentará cuando se haga la Consagración Colegial de Rusia, ver “La consagración de Portugal (1931, 1938) y sus frutos”.

 

POR EL NO CUMPLIMIENTO

La historia ha demostrado los resultados de la omisión de consagrar Rusia por parte del Papa y los obispos. Hemos visto guerras incontables y conflictos: la IIa. Guerra Mundial; las guerras de Corea y de Vietnam; incontables revoluciones sangrientas en África, América Latina y el Sudeste Asiático, la reciente Guerra Irakí, etc. También tenemos la guerra que se está librando contra los no-nacidos, incluso en nuestro propio suelo, en la que son asesinados 50 millones de bebés cada año en el mundo.

Por todo lo que ocurre a nuestro alrededor, tenemos la evidencia que no estamos viviendo en el período de paz prometido por Nuestra Señora de Fátima. Sin embargo, todos estos horribles castigos podrían haber sido evitados, y los futuros problemas se evitarán, por la Consagración de Rusia. Ha sido la demora del Papa y los obispos en el cumplimiento de la orden de Dios de realizar la Consagración Colegial de Rusia al Inmaculado Corazón de María, lo que ha permitido que hubieran ocurrido las terribles devastaciones del siglo pasado — después de 1929, cuando fue dada la orden formal para la Consagración. La destrucción continuará intensificándose si no se obtiene la conversión de Rusia; veremos la predicha esclavización de todo el mundo, y la aniquilación real de varias naciones.

Así, las consecuencias de no cumplir con la realización de ese simple acto de consagración son inconmensurables. Debemos rezar para que se haga pronto, y nos veamos librados de la esclavización y la aniquilación. Tal como el primer Papa, San Pedro, fue liberado de la prisión por la oraciones de los primeros cristianos, nuestro Papa actual puede ser igualmente ayudado por nuestras oraciones, para que finalmente obedezca los pedidos del Cielo y consagre Rusia al Inmaculado Corazón de María.

 

LAS CONSAGRACIONES DE PORTUGAL (1931, 1938) Y SUS FRUTOS

Cuando el Papa, junto con todos los obispos del mundo, consagre Rusia al Inmaculado Corazón de María, ¿que veremos?, ¿como será el Triunfo del Inmaculado Corazón de María? Mucha gente no sabe que Nuestra Señora ya dio al mundo un indicio, un preludio, de como será el Triunfo de Su Inmaculado Corazón. Ella hizo eso en Portugal después de que los obispos portugueses consagraron su nación — por su nombre — al Inmaculado Corazón, el 13 de mayo de 1931.

Tal parece que Nuestra Señora usó a Portugal para demostrar en un nivel nacional lo que Ella hará con el mundo entero cuando el Papa, en unión con los obispos del mundo, consagre Rusia a Su Inmaculado Corazón. Quizás Nuestra Señora también nos dio esta prevista para que una insípida y pan-religiosa ‘civilización del amor’, nunca pueda disfrazarse exitosamente como el Triunfo de la Reina del Cielo.

 

LA CONSAGRACIÓN DE PORTUGAL (1931)

El 13 de mayo de 1931, en presencia de 300.000 fieles, quienes habían ido a Fátima para el evento, los obispos de Portugal consagraron solemnemente su nación al Inmaculado Corazón de María. Estos buenos obispos pusieron Portugal bajo la protección de Nuestra Señora, para preservarla del contagio comunista que se estaba difundiéndose a través de Europa, y especialmente en España. Como resultado de esa Consagración, Portugal experimentó un triple milagro. Nosotros trazaremos aquí las líneas generales de este milagro.

1) Hubo un magnífico renacimiento católico, un gran renacimiento de la vida católica, tan notable que aquellos quienes vivieron a través de él, lo atribuyeron, incuestionablemente, a la obra de Dios. Durante ese período, Portugal gozó de un drástico aumento en las vocaciones sacerdotales. El número de religiosos casi se cuadruplicó en 10 años. Las comunidades religiosas crecieron igualmente. Hubo una vasta renovación de la vida cristiana, que se mostró en muchas áreas, incluyendo el desarrollo de la prensa católica, la radio católica, las peregrinaciones, los retiros espirituales, y un robusto movimiento de Acción Católica se integró en el marco de la vida parroquial y diocesana.

Este renacimiento católico fue de tal magnitud, que los obispos de Portugal, declararon en una Carta Pastoral colectiva de 1942: “Cualquiera que hubiera cerrado los ojos hace veinticinco años y los
abriera ahora, ya no reconocería a Portugal; tan vasta es la transformación obrada por el modesto e invisible factor de la aparición de la Santísima Virgen en Fátima. Verdaderamente, Nuestra Señora quiere salvar a Portugal”.1

2) Hubo un milagro de reforma política y social, de acuerdo con los principios sociales católicos. Poco después de la Consagración de 1931, un lider católico ascendió al poder en Portugal, Antonio Salazar, quien inauguró un programa católico contra-revolucionario. Salazar procuró crear, tanto como le fue posible, un orden social católico en donde las leyes del gobierno y las instituciones sociales harmonizaran con la Ley de Cristo, Su Evangelio y Su Iglesia.2 Fiero adversario del socialismo y del liberalismo, se opuso “a todo lo que rebaja, divide o disuelve la familia”.3

El presidente Salazar no solamente lo dijo: él promugó una legislación para protejer a la familia, incluyendo leyes que reprobaban el divorcio. Una de tales leyes decía, “En armonía con las características esenciales del Matrimonio católico: es comprensible que por el mismo hecho de la celebración de un Matrimonio canónico, los esposos renuncian al derecho legal de pedir el divorcio”.4 El efecto de esta ley fue que los Matrimonios católicos no disminuyeron en número, sino que se incrementaron, ya que para 1960, cerca del 91 por ciento de los que se celebraron en el país fueron Matrimonios canónicos.

Esa es una civilización de amor y no la que tenemos a la vista, entrados en el Tercer Milenio.

3) Y hubo un doble milagro de paz como resultado de la Consagración. Portugal fue preservada del terror comunista, especialmente el de la Guerra Civil Española, que bramó a sus puertas. Portugal también fue preservada de las devastaciones de la Segunda Guerra Mundial.

 

LA CONSAGRACIÓN DE PORTUGAL (1938)

En lo referido a la Guerra Civil Española, los obispos portugueses habían prometido en 1936 que si Nuestra Señora protegía a Portugal del Comunismo, ellos expresarían su gratitud renovando la Consagración Nacional al Inmaculado Corazón de María. Fieles a su palabra, el 13 de mayo de 1938, ellos renovaron la Consagración de Portugal al Inmaculado Corazón en acción de gracias por la protección de Nuestra Señora. El Cardenal Cerejeira reconoció públicamente:

Desde que Nuestra Señora de Fátima se apareció en 1917 … Una especial bendición de Dios ha descendido sobre la tierra de Portugal … especialmente si nosotros consideramos los dos años que han pasado desde nuestro voto, uno no puede dejar de reconocer que la mano invisible de Dios ha protegido a Portugal, librándola del flagelo de la guerra y de la lepra del ateísmo comunista.

Incluso, el Papa Pío XII expresó asombrado que Portugal fue librada de los horrores de la Guerra Civil Española y de la amenaza comunista. En una alocución al pueblo portugués, el Papa habló “del Peligro Rojo, tan amenazante y tan cercano a vosotros, y sin embargo evitado de manera tan inesperada.”5

Los portugueses pasaron este primer peligro indemnes, pero inmediatamente había un segundo peligro que saltaba a la vista. Iba a estallar la 1ª Guerra Mundial.

El 6 de febrero de 1938, siete meses antes de la declaración de la guerra, la Hermana Lucía escribió a su obispo, Mons. da Silva. Ella le dijo que la guerra era inminente, pero luego habló de una promesa milagrosa. Ella dijo: “en esta guerra horrible, Portugal será librada por la consagración nacional al Inmaculado Corazón de María hecha por los obispos.”6

Y Portugal fue librada de los horrores de la guerra; los detalles de esto son muy numerosos para ser relatados aquí.7 Aún más notable, la Hermana Lucía escribió al Papa Pío XII el 2 de diciembre de 1940, para decirle que Portugal estaba recibiendo protección especial durante la guerra, que otras naciones hubieran recibido si los obispos hubieran consagrado sus naciones al Corazón Inmaculado de María. Así lo escribió:

Santísimo Padre: Nuestro Señor promete que, durante la guerra, nuestro País recibirá una protección especial, gracias a la Consagración de Portugal al Corazón Inmaculado de María, realizada por los Prelados portugueses; y sirve como prueba de las gracias que le serían concedidas a otras naciones, si también fuesen consagradas a Ella.8

De la misma manera, el Cardenal Cerejeira no dudó en atribuir a Nuestra Señora de Fátima las grandes gracias que habían sido obtenidas por Portugal durante ese tiempo. El 13 de mayo de 1942, él dijo,

Para expresar lo que ha estado ocurriendo aquí durante veinticinco años, el vocabulario portugués no tiene sino una palabra: milagro. Sí, estamos firmemente convencidos de que debemos a la protección de la Santísima Virgen la maravillosa transformación de Portugal.9

El Cardenal Cerejeira explicó más adelante que las milagrosas bendiciones que Nuestra Señora obtuvo para Portugal debido a la Consagración de 1931, fueron una visión anticipada de lo que Ella haría por el mundo entero después que Rusia fuera consagrada debidamente a Su Inmaculado Corazón. El Cardenal dijo: “Lo que ha ocurrido en Portugal proclama el milagro, y preanuncia lo que Inmaculado Corazón de María ha preparado para el mundo”.10

Por tanto, no es difícil de comprender porqué en ese tiempo Portugal fue llamado la “Vidriera de Nuestra Señora”. Y ese triple milagro de Portugal no es sino una presentación de como la Consagración colegial de Rusia afectará a Rusia y al mundo.

Notas:
1. Carta Pastoral Colectiva para el Jubileo de las Apariciones, en 1942, Merv. XX’s, p. 338. Citada de The Whole Truth About Fatima, Vol. II: The Secret and the Church, Frère Michel de la Sainte Trinité (edición inglesa, Immaculate Heart Publications, Buffalo, NY, 1989) p. 410.
2. La influencia de Salazar en el gobierno portugués fue creciendo desde 1928. En 1933 se convirtió en Presidente del Consejo. Más tarde, Salazar recibió el elogio y la bendición del Papa Pío XII. El Papa Pío dijo: “Lo bendigo con todo mi corazón, y abrigo el deseo más ardiente que pueda completar exitosamente su obra de restauración nacional, tanto espiritual como material”. Citado de The Whole Truth About Fatima, Vol. II, p. 412.
3. Ibid., p. 415. (palabras textuales de Salazar)
4. Ibid., p. 421.
5. Ibid., p. 422.
6. Ibid., p. 427-428.
7. Ver The Whole Truth About Fatima, Vol. II, pp. 369-439.
8. Ibid., p. 428.
9. Ibid., p. 405. El Cardenal Cerejeira dijo estas palabras en 1942, durante el Jubileo en celebración de las apariciones de Fátima.
10. Cardenal Cerejeira, Prefacio a Jacinta (1942), Obras Pastorais, Vol. II, p. 333. Cf. también su homilía del 13 de mayo de 1942, Merv. XX’s, p. 339. Citado de The Whole Truth About Fátima, Vol. II, p. 437.

Fuente: www.fatima.org

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La Apostasía y su Consecuencias

El padre Andrés García Torres, nos envió un precioso material escrito por él en el año 2005, donde analiza la presencia del maligno detrás de la Gran Apostasía actual, las consecuencias que tiene para los apostatas y la condenación eterna en el infierno que supone.

Este tema es especialmente actual en España, donde hay un movimiento que impulsa a que los bautizados concurran a la parroquia donde se les sumistró el sacramento y abdiquen del mismo por escrito.

En primer lugar vamos a definir o a indicar lo que es la apostasía. El Código de Derecho Canónico (libro de leyes de la Iglesia), en su canon 751 nos dice: “Apostasía es el rechazo total de la fe cristiana”.

Este rechazo se hace de una manera libre y voluntariamente. El apóstata rechaza todas las verdades de fe en absoluto. El apóstata por lo tanto no es católico, ni tal siquiera cristiano.

La Iglesia castiga la apostasía con la excomunión latae sententiae (Canón 1364).

La apostasía es un pecado que va contra el primer mandamiento de la ley de Dios. Es por lo tanto uno de los pecados que van contra la religión y la unidad de la Iglesia.

En consecuencia podemos afirmar que es un pecado terrible ya que son los pecados que van directamente contra Dios.

Es un pecado de soberbia y por lo tanto se puede clasificar como un pecado Satánico. No es un pecado en el que uno obra por debilidad, sino por una soberbia contumaz contra la Ley de Dios y de la Iglesia.

Por lo mismo el apóstata se pone en un peligro serio y grave de eterna condenación.

 

CONSECUENCIAS DE LA EXCOMUNIÓN

El apóstata al quedar excomulgado no puede participar en la celebración de la Santísima Eucaristía o en cualquier otra ceremonia de culto Divino.

No puede celebrar los sacramentos o sacramentales (agua bendita, recibir la bendición, recibir la exequias católicas, etc.), recibir los Sacramentos…

Como vemos el apóstata queda en una situación espiritual terrible.

Con palabras duras pero ciertas el apóstata se ha cerrado a la gracia Divina. Pone un óbice al Espíritu Santo que impide que obre en su alma. Y se ha abierto a la influencia nefasta del Maligno que tiene un poder especial sobre su alma, e incluso sobre su cuerpo. Como vamos a demostrar en otra parte de este trabajo.

Dentro de la historia de la Iglesia tenemos el caso de Juliano el Apóstata que ha pasado a la historia como persona que “luchó” contra Cristo. Su vida y su muerte se puede resumir en la frase que le ha hecho célebre al morir herido en una batalla: “al fín me venciste Galileo”.

 

SOBRE LA GRAN APOSTASÍA

La Iglesia en todos los momentos esta esperando la Segunda Venida de Jesús. Especialmente en el tiempo de Adviento lo recordamos, sobre todo en la primera parte del Adviento. De hecho el grito de la Iglesia de siempre es “Ven Señor Jesús”.

Jesús no nos ha dicho ni el día ni la hora en que El vendrá por segunda vez para recapitular todas las cosas en El.

Pero sí nos ha dado unas señales. Estas señales aparecen claramente en la Sagrada Escritura, especialmente en los Evangelios y en algunos de los libros del Nuevo Testamento. La Tradición de la Iglesia y su Magisterio nos la resumen en las siguientes señales:

1º El Evangelio se habrá predicado en todos los lugares de la tierra.
2º La Gran Apostasía.
3º Aparición del Anticristo.
4º Conversión del pueblo Judío.

Todo esto ira acompañado por señales en el sol y la luna, (como nos recuerdan los Evangelios, sobre todo en los últimos Domingos del Tiempo Ordinario). También habrá terremotos y desgracias naturales junto con anuncios de guerras y otras catástrofes.

Me haría interminable si fuera explicando cada uno de los puntos. Pero me voy a referir especialmente al punto 2º la Gran Apostasía que es el que nos interesa.

 

¿CÓMO SERÁ Y CUANDO ESTA APOSTASÍA?

Jesucristo en su Evangelio cuando habla de su segunda venida se hace una pregunta; pregunta que la hace para nuestro discernimiento: “¿Cuándo venga el Hijo del Hombre, encontrará fe en la tierra?”.

San Pablo nos dice que vendrán unos tiempos en los que la verdadera doctrina será rechazada, despreciada y los que la sigan perseguidos.

El Nuevo Testamento nos dice que “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. No os dejéis llevar por doctrinas complicadas y extrañas”.

¿Hoy vivimos estos tiempos? La respuesta clara es que sí.

Vemos como lo antinatural se quiere presentar como natural. Claro caso tenemos en la homosexualidad. Lo que es un desequilibrio causado por el pecado original, se quiere presentar como algo normal. Se tacha con el tópico y la etiqueta de homófogo al que afirma; siguiendo la moral natural y católica; que las practicas homosexuales son en sí intrínsecamente malas y perversas, por ser inmorales y contrarias al orden natural, impuesto por Dios y escrito en el corazón del hombre.

Esto ha llevado a que los colectivos de homosexuales y lesbianas sean los que están especialmente propagando, como nunca se ha hecho hasta ahora, la apostasía.

Varios miles de petición de apostasía formal se han presentado en los obispados de España.

Nunca en la historia de la Iglesia se ha conocido otro hecho similar. Al menos de una manera programada, formal y sabiendo lo que se hace.

Esta actitud entra dentro del entramado del Principio de la Iniquidad, de rechazar a Cristo y su Iglesia y esto de una manera sistemática en las almas; que produce consecuencias espirituales terribles.

Este puede ser un indicio de que estamos en los “últimos tiempos” y de que la Venida de Cristo es inminente.

Pero yo no soy persona apta para decir esto, sólo digo una opinión que someto en todo al juicio de la Santa Madre Iglesia Católica. Por ella Jesucristo actúa y nos habla, por medio del Papa y de los obispos en comunión con él. Yo sólo manifiesto una opinión mía que en cualquier caso no es más que una mera opinión fruto de la observación.

En un sentido más amplio la Gran Apostasía consiste en que los pueblos que han sido cristianos, dejaran de serlo. Incluso perseguirán a Cristo en sus miembros que es la Iglesia.

Hoy vemos como esta persecución se da cuando se desprestigia a la Iglesia y a sus pastores tachándolos de oscurantistas e integristas. O de ser contrarios al progreso. Y esto porque estos grupos con mucho poder mediático llaman progreso a lo que es la destrucción de la familia, de la persona, en definitiva del ser humano.

La Iglesia presenta la liberación integran del hombre. Libre cuanto más mejor de sus pasiones. Estos grupos llevan al hombre a la mayor esclavitud. Le someten a las lacras del sexo, de la droga, de la prostitución, de la promiscuidad, etc.

 

¿QUIÉN ESTÁ TRAS ESOS INTENTOS FORMALES DE APOSTASÍA?

Sin duda una persona ingenua dirá: es una rabieta que ciertos grupos han cogid
o contra la Iglesia y ya se les pasará. Esto puede tener algo de cierto. Pero no es la causa última de esta campaña de apostatar.

La causa última creo que la explica muy bien el punto 395 del Catecismo de la Iglesia Católica, cuando al hablar de la Caída de los Angeles, termina con este texto, que es del Papa Juan Pablo II y que pronunció en unas preciosas catequesis sobre los Angeles en el año 1987. Dice así:

“Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura. No puede impedir la edificación del Reino de Dios. Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños – de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física – en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo. El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero “nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman” (Rom. 8,28).

Podíamos analizar detenidamente esto texto que no tiene desperdicio. Sólo caer en la cuenta de la idea que nos apunta la Iglesia: el poder del Diablo causa graves daños, sobre todo de orden espiritual. Ese intento de apartarnos de la fe, y concretamente de Jesucristo y su Iglesia. ¿No es esto lo que consigue con los apóstatas?

Invito a que medites profundamente esto texto.

 

CONSECUENCIAS PARA EL ALMA DE LA RESOLUCIÓN FORMAL DE APOSTATAR

El que usando mal de su libertad y de su libre albedrío. De una manera formal quiere apostatar, lleva su alma a la perdición y también su cuerpo como vamos a ver.

En el momento de la muerte del ser humano se produce ese encuentro con Jesucristo. Ese Juicio Particular. El alma se encuentra sola con Dios. Dios que es Padre Misericordioso, pero Juez Justo. Nos juzga sobre nuestras obras y sobre nuestra fe.

Si nosotros hemos libremente rechazado el nombre de Cristiano y por un acto formal de apostasía hemos dicho NO A CRISTO. Irremisiblemente Dios nos juzga para una condenación eterna.

El catecismo de la Iglesia Católica en el punto 1021 nos dice:
“La muerte pone fin a la vida del hombre como tiempo abierto a la aceptación o rechazo de la gracia divina manifestada en Cristo”

Y sigue en el 1022:
“Cada hombre, después de morir, recibe en su alma inmortal su retribución eterna en un juicio particular que refiere su vida a Cristo, bien a través de una purificación (Purgatorio). Bien para entrar inmediatamente en la bienaventuranza del cielo. Bien para condenarse inmediatamente para siempre en el Infierno”.

A este respecto vamos a ver lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica sobre el Infierno.

Trata de este estado en el número 1033:
“Morir en pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de El para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra “infiernos”.

El apóstata libremente ha rechazado la gracia de Dios, como ya hemos dicho antes. Le ha dicho a Dios: no quiero saber nada contigo…

El punto 1034 nos presenta el mismo testimonio de Jesús sobre el Infierno:
“Jesús habla con frecuencia de la “gehenna” y del “fuego que nunca se apagara” (Mt 5, 22.29) reservado a los que, hasta el fin de su vida rehúsan creer y convertirse, y donde se pierde a la vez el alma y el cuerpo (Mt 10, 28). Jesús anuncia en términos graves que “enviará a sus ángeles que recogerán a todos los autores de iniquidad…, (apóstatas y pervertidores viciosos), y los arrojarán al horno ardiendo (Mt 13, 41 – 42), y que pronunciará la condena: “¡Alejaos de mí, malditos al fuego eterno¡”. (Mt, 25, 14).

 

IMPRESIONANTES ESTOS RELATOS

En el punto 1035 el catecismo cita el testimonio de la misma Iglesia:
“La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno, “el fuego eterno”. La pena principal de infierno consiste en la separación eterna de Dios en quien únicamente puede tener el hombre la vida y la felicidad para las que ha sido creado y a las que aspira”.

Terribles palabras para nuestra consideración. No nos lo podemos tomar “en broma”.

En el punto 1036 el catecismo nos da una preciosa advertencia y un consejo:
“Las afirmaciones de la Escritura y las enseñanzas de la Iglesia a propósito del Infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar de su libertad en relación con su destino eterno.

Al apostatar formalmente, estamos cometiendo una terrible irresponsabilidad de consecuencias espirituales para el alma incalculables. Y lo peor quien promueve esto y lleva a otros a esa situación…

Constituyen al mismo tiempo un llamamiento apremiante a la conversión: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; más ¡qué estrecha la puerta y qué angosto el camino que lleva a la Vida¡; y pocos son los que la encuentran” (Mt 7, 13 – 14).

A ti homosexual y lesbiana que lees este trabajo… No te das cuenta como el Señor te está llamando a la conversión, a volver a El. Te animo a que vivas tu vida ofrecida al Señor en pureza y castidad. Esa es la puerta estrecha que te llevará a la vida y te hará santo. Lo otro te sumergirá en la peor de las situaciones morales y acabará con tu cuerpo y con tu alma en los más profundo del Infierno. Podemos decir incluso, que el Diablo “te presentará” el día del Juicio tu apostasía firmada por ti como prueba de tu actitud.

En el punto 1037 el catecismo nos dice que Dios a nadie predestina al Infierno. Para que eso suceda es necesaria una aversión voluntaria a Dios, y persistir en esa aversión hasta el final (la apostasía que has firmado).

Termino este capítulo citando el punto 393 del catecismo de la Iglesia Católica, cuando habla de esta situación irreversible del condenado:

“Es el carácter irrevocable de su elección, y no un defecto de la infinita misericordia divina lo que hace que el pecado de los ángeles apóstatas no pueda ser perdonado. “No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte” (San Juan Damasceno).

 

TAMBIEN EL CUERPO

Antes hablábamos de que para el cuerpo la condenación eterna, consecuencia de la apostasía también tiene unas propiedades.

Serán inmortales, vivirán en estado de integridad material y sin deformidad física ni enfermedad, pero tendrán cualidades opuestas a las cuatro propias de los cuerpos gloriosos (Impasibilidad, belleza, luminosidad y sutileza).

Serán incorruptibles: Apoc. 9,9 “en aquellos días buscarán los hombres la muerte y no la hallarán, desearán morir y la muerte huirá de ellos”. Tendrán pasibilidad, podrán sufrir “irán al suplicio eterno” (Mateo, 24,46). Como su alma está voluntariamente apartada de Dios y privada de su propio fin, sus cuerpos no serán espirituales, sino que, más bien su alma será carnal. Sus cuerpos graves y pesados, insoportables al alma”, “
sufrirán daños…” serán además “opacos y tenebrosos”.

Realmente impresionante estas palabras que nos hacen temblar de espanto al escucharlas. Es impresionante meditar en el Infierno y en su Eternidad. Como gozoso es meditar en el Cielo y en su Gloria. Por eso como dice san Pablo: los sufrimientos de ahora, no son nada en comparación de la gloria que se nos va a manifestar.

Creo que una imagen vale más que mil palabras. Os invito a acudir al mismo testimonio que Jesús nos da en los Evangelios sobre el Infierno cuando lo define como el “lugar del fue inextinguible”, “la gehena”, “donde será el llanto y el crujir de dientes”, o cuando dice “apartaos de mí malditos de mi Padre, id al fuego eterno preparado para el Diablo y sus angeles”.

¡Qué mejor testimonio que el mismo de Cristo¡ Sus parábolas también nos hablan de estar preparados: con las lámparas encendidas como las vírgenes, pues no sabemos a que horá va a llegar el Hijo del Hombre. O el mayordomo. O el ladrón. O el banquete de bodas, etc.

Invito a leer tres testimonios impresionantes de santos beatificados y canonizados por la Iglesia a los cuales el Señor les mostró el Infierno.

1º Santa Teresa de Jesús. Está gran santa Española, doctora de la Iglesia. Reformadora del Carmelo. La Santa más grande de la Iglesia Católica. Cumbre y cima de la mística. En el capítulo XXXII del “Libro de su Vida” nos relata con unas palabras impresionantes la visión que tuvo del Infierno.

2º San Juan Bosco en uno de sus sueños. Este santo de los jóvenes, gran pedagogo y formador. Quedó vivamente impresionado con esta visión, donde describe el estado del Infierno con una viveza que estremece y hace temblar.

3º Los pastorcitos de Fátima. En la tercera aparición del 13 de julio de 1917 la Virgen les mostró el infierno donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas Dios quiere establecer la Devoción al Inmaculado Corazón de María. Lucía dice que los niños quedaron espantados y si no hubiera sido porque la Virgen estaba con ellos hubieran muerto de espanto.

Esta visión del infierno causó tal impresión en los niños, que ellos se tomaron muy en serio el consejo de la Virgen, de ofrecer siempre que tuvieran ocasión algún sacrificio para evitar que los pecadores fueran a ese lugar. Y los niños llegaban a atarse una cuerda al cuerpo fuertemente. La Señora les indicó que para dormir se la quitaran. En verano pasaban una sed terrible para evitar que muchas almas fueran al Infierno.

Podríamos citar otros muchos testimonios de grandes santos, pero con estos creo que es suficiente.

Y ahora que has apostatado piensa bien y medita: ¿Cómo se encuentra mi alma en este momento? ¿Si ahora muriera donde iría?

Reflexiona: Estoy en el tiempo de la Misericordia. Con la muerte llega el tiempo de la Justicia de Dios.

Conclusión a la que puedes y debes llegar: Por un placer pasajero, momentáneo y efímero voy a pasar toda una Eternidad condenado.

Quiero apuntar aquí, como siguiendo la doctrina cristiana, se nos dice: La cuantía de la pena de cada uno de los condenados es diversa según el diverso grado de su culpa. El mismo San Agustín “Doctor de la Gracia” y gran pensador cristiano nos dice: “La desdicha será más soportable a unos condenados que a otros. La Justicia exige que la magnitud del castigo corresponda a la gravedad de la culpa”.

Si te condenas más te valdría no haber nacido. En el Infierno por toda una Eternidad se maldice la hora en que fuiste concebido, la hora en que uno vino a este mundo. Se maldice a las personas que te hicieron perderte: tus colegas homosexuales y lesbianas. Las asociaciones, etc. El Infierno es una Eterna Maldición. Con las penas de daño y de sentido: la privación de Dios que es la esencial y peor y los tormentos propios de los condenados físicos y morales.

 

¿CÓMO VOLVER A LA IGLESIA?

Si este artículo te ha conmovido. Si ha sido un toque a tu conciencia en la actitud en la que te encuentras te diré como salir de esta situación.

El apóstata no puede ser absuelto por un sacerdote ordinario. Te aconsejo que te dirijas al Canónico Penitenciario que confiesa en la Catedral de tu diócesis, al Vicario General o a tu obispo diocesano para que el te absuelva del pecado y de la pena. Es un pecado reservado, es decir, no tiene la facultad cualquier sacerdote para perdonarte.

En el obispado te indicarán lo que tienes que hacer para “entrar de nuevo” en la Iglesia TABLA DE SALVACIÓN, que has abandonado. Tendrás que renunciar al acto formal de apostasía también de una manera formal y es conveniente que el obispo te reciba por un rito prescrito por la Santa Madre Iglesia.

Te aconsejo mucha oración ante el Santísimo Sacramento, para que Jesús Médico Divino te sane… Acude a la Virgen con el Rosario diario. Encomiéndate a los Santos y a los Angeles. De una manera especial a San Miguel Arcángel y al Angel Custodio que Dios ha puesto a tu lado.

Pido que el Espíritu Santo te de luz y gracia.
Con mi afecto y bendición.


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Apostasías en la Iglesia, máximo pecado

Este es un material del sacerdote español José María Iraburu, que ha publicado originalmente en junio del 2009 en su blog llamado Reforma o Apostasía.

  

APOSTASÍAS EN LA IGLESIA

Herejía, apostasía y cisma. Dice el Código de Derecho Canónico que «se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos» (c. 751). Según esto, pudiera pensarse que en no pocas Iglesias descristianizadas la mayoría de los bautizados son herejes o apóstatas o cismáticos o las tres cosas a la vez. Pero vayamos por partes y precisando más.

La definición de la apostasía viene ya sugerida por la etimología del término: ap-oikhomai, apartarse, alejarse. Recordemos que el sacramento del Bautismo lleva consigo una apotaxis, una ruptura del cristiano con Satanás y su mundo, y una syntaxis, una adhesión personal a Cristo y a su Iglesia. Pues bien, por la apostasía el bautizado se separa de Dios y de la Iglesia.

En este sentido, Santo Tomás entiende la apostasía como «algo que entraña una cierta separación de Dios (retrocessionem quandam a Deo)». Por la apostasia a fide se renuncia a la fe cristiana, por la apostasia a religione se abandona la familia religiosa en la que se profesó con votos perpetuos, por la apostasia ab ordine se abandona la vida sacerdotal sellada por el Orden sagrado. Y «también puede uno apostatar de Dios oponiéndose con la mente a los divinos mandatos [pero a pesar de ello] todavía puede el hombre permanecer unido a Dios por la fe. Ahora bien, si abandona la fe, ya se retira o aleja de Él totalmente. Por eso la apostasía en sentido absoluto y principal es la de quien abandonó la fe, y se llama apostasía de perfidia» (STh II-II,12,1).

Herejía y apostasía. Es, pues, apóstata aquel que abandona totalmente la fe cristiana después de haberla recibido en el bautismo. Según esto, ¿el que abandona la fe parcialmente, es decir, solo en algunos dogmas concretos, es hereje, pero no apóstata? No hay en esta cuestión, que yo sepa, enseñanza del Magisterio apostólico. Pero creo que acierta Suárez cuando afirma que la herejía es una especie de la apostasía, y que consiguientemente, en el fondo, todos los herejes son apóstatas (De fide, disp. XVI, sec.V,3-6). Como veremos en seguida, ése parece ser el pensamiento de Santo Tomás.

Veamos la cuestión en alguien concreto. ¿Lutero fue solamente hereje o también apóstata? Sabemos bien que Lutero destroza todas las convicciones fundamentales de la Iglesia: los dogmas, negando su posibilidad; la fe, devaluándola a mera opinión personal; las obras buenas, negando su necesidad; la Escritura, desvinculándola de Tradición y Magisterio; la vida religiosa profesada con votos, la ley moral objetiva, el culto a los santos y a la Virgen, el Episcopado apostólico, el sacerdocio y el sacrificio eucarístico, y todos los sacramentos, menos el bautismo…

Pero Lutero, ante todo y sobre todo, destroza la roca que sostiene todo el edificio de la Iglesia, ya que estando los cristianos «edificados sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, siendo la piedra angular el mismo Cristo Jesús» (Ef 2,20), niega la fe en la divina autoridad apostólica del Papa y de los Obispos, sucesores de los apóstoles. Por eso todo el mundo de la fe se le viene abajo. No estamos, pues, solamente ante la herejía, o ante un conjunto innumerable de herejías; más propiamente parece que estamos ante la apostasía. Lo explico más.

Fe católica y opinión personal. La fe teologal cristiana es algo esencialmente diferente de la opinión personal que un hombre pueda formarse considerando en libre examen la Escritura revelada. Como enseña el Catecismo, «por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios… La Sagrada Escritura llama “obediencia de la fe” a esta respuesta del hombre a Dios que revela (cf. Rm 1,5; 16,26)».

La fe cristiana es, por tanto, una «obediencia», por la que el hombre, aceptando ser enseñado por la Iglesia apostólica, Mater et Magistra, se hace discípulo de Dios, y así recibe Sus «pensamientos y caminos», que son muy distintos de los pensamientos y caminos de los hombres (Is 55,8). Así lo enseña Santo Tomás:

«El objeto formal de la fe es la verdad primera revelada en la Sagrada Escritura y en la doctrina de la Iglesia. Por eso, quien no se conforma ni se adhiere, como a regla infalible y divina, a la doctrina de la Iglesia, que procede de la verdad primera, manifestada en la Sagrada Escritura, no posee el hábito de la fe, sino que las cosas de fe las retiene por otro medio diferente», es decir, por la opinión subjetiva. No puede dar más de sí el libre examen protestante.

«Es evidente que quien presta su adhesión a la doctrina de la Iglesia, como regla infalible, asiente a todo lo que ella enseña. De lo contrario, si de las cosas que sostiene la Iglesia admite unas y en cambio otras las rechaza libremente, no da entonces su adhesión a la doctrina de la Iglesia como a regla infalible, sino a su propia voluntad. Por tanto, el hereje que pertinazmente rechaza un solo artículo no se halla dispuesto para seguir en su totalidad la doctrina de la Iglesia. Es, pues, manifiesto que el hereje que niega un solo artículo no tiene fe respecto a los otros, sino solamente opinión, según su propia voluntad» (STh II-II, 5,3).

Santo Tomás, por tanto, si no le entiendo mal, enseña que todos los herejes son apóstatas de la fe católica. Lo que enseñará más tarde Suárez de modo explícito. Y Lutero no era sólamente hereje, era también apóstata.

Apostasía explícita o apostasía implícita. Se da una apostasía explícita cuando un cristiano declara abiertamente que rechaza la fe católica, o cuando públicamente se adhiere a otra religión, o cuando por palabras o acciones se declara ateo. Pero también se da una apostasía implícita, pero cierta, real, cuando un cristiano, sin renunciar expresamente a su fe, incluso queriendo mantener socialmente su condición de cristiano, por sus palabras y obras está afirmando claramente que se ha desvinculado del mundo de la fe, es decir, de la Iglesia.

Un ejemplo. Si un cristiano durante muchos años no va a Misa, y no tanto por simple desidia, sino por su manifiesta convicción –bien conocida por sus familiares y amigos– de que la Eucaristía no es propiamente necesaria, al menos para todos los cristianos, está negando abiertamente la fe católica y rechazando el mandamiento de Dios y de la Iglesia. Parece que en este supuesto puede apreciarse una apostasía implícita. Ésta, en cambio, no se da propiamente en aquel cristiano que, manteniendo la fe en la Eucaristía y en su necesidad, vive sin embargo durante muchos años distante de ella por negligencia, por las presiones del mundo en que vive, por su condición de pecador público o por otros motivos.

Preguntas peligrosas. Vamos adelante, sin inhibiciones. ¿Hoy en la Iglesia católica, en nuestras parroquias, serán quizá apóstatas, explícitos o implícitos, una gran parte de los bautizados? ¿Y en nuestros Seminarios y Facultades no serán también apóstatas una parte no exigua de los docentes de teología? Quedan, con el favor de Dios, muchos post por delante en este blog, y no es cuestión de adelantarse en los comentarios a numerosas cuestiones que han de ser analizadas con orden, precisión y cuidado. Pero tampoco los comentarios, por ser prematuros, si se producen, van a causar perjuicios excesivos.

Hacerse preguntas como éstas, ya se comprende, resulta hoy sumamente peligroso. Por eso la inmensa mayoría de cristianos, incluidos muchos Pastores sagrados, lo evitan. Pero aquí, con el favor de Dios, no vamos a ponernos límites a la hora de buscar la verdad de la santa Iglesia católica, para afirmarla con toda la lucidez y fuerza que el Señor nos dé. La reforma más fundamental y urgente, la que nos puede librar de una apostasía siempre creciente, es la metanoia, es decir, «el cambio de mente». Y éste no puede producirse si, cerrándonos a ciertas cuestiones, no le dejamos al Espíritu Santo «conducirnos hacia la verdad completa» (Jn 16,13).

 

LA APOSTASÍA, EL MÁXIMO PECADO

Judas es el primero de todos los apóstatas. Él creyó en Jesús, y dejándolo todo, le siguió (en Caná «creyeron en Él sus discípulos», Jn 2,11). Pero avanzando el ministerio profético del Maestro, y acrecentándose de día en día el rechazo de los judíos, el fracaso, la persecución y la inminencia de la cruz, abandonó la fe en Jesús y lo entregó a la muerte.

La apostasía es el mal mayor que puede sufrir un hombre. No hay para un cristiano un mal mayor que abandonar la fe católica, apagar la luz y volver a las tinieblas, donde reina el diablo, el Padre de la Mentira. Corruptio optimi pessima. Así lo entendieron los Apóstoles desde el principio:

«Si una vez retirados de las corrupciones del mundo por el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, de nuevo se enredan en ellas y se dejan vencer, su finales se hacen peores que sus principios. Mejor les fuera no haber conocido el camino de la justicia, que después de conocerlo, abandonar los santos preceptos que les fueron dados. En ellos se realiza aquel proverbio verdadero: “se volvió el perro a su vómito, y la cerda, lavada, vuelve a revolcarse en el barro”» (2Pe 2,20-22). De los renegados, herejes y apóstatas, dice San Juan: «muchos se han hecho anticristos… De nosotros han salido, pero no eran de los nuestros» (1Jn 2,18-19).

La apostasía es el más grave de todos los pecados. Santo Tomás entiende la apostasía como el pecado de infidelidad (rechazo de la fe, negarse a creer) en su forma máxima, y señala la raíz de su más profunda maldad:

«La infidelidad como pecado nace de la soberbia, por la que el hombre no somete su entendimiento a las reglas de la fe y a las enseñanzas de los Padres» (STh II-II,10, 1 ad3m). «Todo pecado consiste en la aversión a Dios. Y tanto mayor será un pecado cuanto más separa al hombre de Dios. Ahora bien, la infidelidad es lo que más aleja de Dios… Por tanto, consta claramente que el pecado de infidelidad es el mayor de cuantos pervierten la vida moral» (ib. 10,3). Y la apostasía es la forma extrema y absoluta de la infidelidad (ib. 12, 1 ad3m).

Las mismas consecuencias pésimas de la apostasía ponen de manifiesto el horror de este pecado. Santo Tomás las describe:

«“El justo vive de la fe” [Rm 1,17]. Y así, de igual modo que perdida la vida corporal, todos los miembros y partes del hombre pierden su disposición debida, muerta la vida de justicia, que es por la fe, se produce el desorden de todos los miembros. En la boca, que manifiesta el corazón; en seguida en los ojos, en los medios del movimiento; y por último, en la voluntad, que tiende al mal. De ello se sigue que el apóstata siembra discordia, intentando separar a los otros de la fe, como él se separó» (ib. 12, 1 ad2m).

El fiel cristiano no puede perder la fe sin grave pecado. El hábito mental de la fe, que Dios infunde en la persona por el sacramento del Bautismo, no puede destruirse sin graves pecados del hombre. Dios, por su parte, es fiel a sus propios dones: «los dones y la vocación de Dios son irrevocables» (Rm 11,29). Así lo enseña Trento, citando a San Agustín: «Dios, a los que una vez justificó por su gracia, no los abandona, si antes no es por ellos abandonado» (Dz 1537). Por eso, enseña el concilio Vaticano I, «no es en manera alguna igual la situación de aquellos que por el don celeste de la fe se han adherido a la verdad católica, y la de aquellos que, llevados de opiniones humanas, siguen una religión falsa. Porque los que han recibido la fe bajo el magisterio de la Iglesia no pueden jamás tener causa justa para cambiar o poner en duda esa misma fe» (Dz 3014).

Hubo apóstatas ya en los primeros tiempos de la Iglesia. Como vimos, son aludidos por los apóstoles. Pero los hubo sobre todo con ocasión de las persecuciones, especialmente en la persecución de Decio (249-251). Y a veces fueron muy numerosos estos cristianos lapsi (caídos), que para escapar a la cárcel, al expolio de sus bienes, al exilio, a la degradación social o incluso a la muerte, realizaban actos públicos de idolatría, ofreciendo a los dioses sacrificios (sacrificati), incienso (thurificati) o consiguiendo certificados de idolatría (libelatici). Y en esto ya advertía San Cipriano que «es criminal hacerse pasar por apóstata, aunque interiormente no se haya incurrido en el crimen de la apostasía» (Cta. 31).

La Iglesia asigna a los apóstatas penas máximas, pero los recibe cuando regresan por la penitencia. Siempre la Iglesia vio con horror el máximo pecado de la apostasía, hasta el punto que los montanistas consideraban imperdonables los pecados de apostasía, adulterio y homicidio, y también los novacianos estimaban irremisible, incluso en peligro de muerte, el pecado de la apostasía. Pero ya en esos mismos años, en los que se forma la disciplina eclesiástica de la penitencia, prevalece siempre el convencimiento de que la Iglesia puede y debe perdonar toda clase de pecados, también el de la apostasía (p. ej., Concilio de Cartago, 251). San Clemente de Alejandría (+215) asegura que «para todos los que se convierten a Dios de todo corazón están abiertas las puertas, y el Padre recibe con alegría cordial al hijo que hace verdadera penitencia» (Quis dives 39).

La Iglesia perdona al hijo apóstata que hace verdadera penitencia. Siendo la apostasía el mayor de los pecados, siempre la Iglesia evitó caer en un laxismo que redujera a mínimos la penitencia previa para la reconciliación del apóstata con Dios y con la Iglesia. De hecho, como veremos, las penas canónicas impuestas por los Concilios antiguos a los apóstatas fueron máximas.

Y siguen siendo hoy gravísimas en el Código de la Iglesia las penas canónicas infligidas a los apóstatas. «El apóstata de la fe, el hereje o el cismático incurren en excomunión latæ sententiæ» (c. 1364,1). Y «se han de negar las exequias eclesiásticas, a no ser que antes de la muerte hubieran dado alguna señal de arrepentimiento, 1º a los notoriamente apóstatas, herejes o cismáticos» (c. 1184).

El ateísmo de masas es hoy un fenómeno nuevo en la historia. El concilio Vaticano II advierte que «el ateísmo es uno de los fenómenos más graves de nuestro tiempo» (GS 19a). «La negación de Dios o de la religión no constituyen, como en épocas pasadas, un hecho insólito e individual; hoy día, en efecto, se presentan no rara vez como exigencia del progreso científico y de un cierto humanismo nuevo. En muchas regiones esa negación se encuentra expresada no sólo en niveles filosóficos, sino que inspira ampliamente la literatura, el arte, la interpretación de las ciencias humanas y de la historia y de la misma legislación civil» (ib. 7c). Y eso tanto en el mundo marxista-comunista, más o menos pasado, como en el mundo liberal de Occidente. Pero se da hoy un fenómeno todavía más grave.

La apostasía masiva de bautizados es hoy, paralelamente, un fenómeno nuevo en la historia de la Iglesia; la apostasía, se entiende, explícita o implícita, pública o solamente oculta. El hecho parece indiscutible, pero precisamente porque habitualmente se silencia, debemos afrontarlo aquí directamente. Vamos, pues, derechos al asunto. Imagínense ustedes a un profesor católico de teología –imagínenlo sin miedo, que no les va a pasar nada–, que, en un Seminario o en una Facultad de Teología católica, después de negar la virginidad perpetua de María, los relatos evangélicos de la infancia, los milagros, la expulsión de demonios, la institución de la Eucaristía en la Cena, la condición sacrificial y expiatoria de la Cruz, el sepulcro vacío, las apariciones, la Ascensión y Pentecostés, afirma que Jesús nunca pretendió ser Dios, sino que fue un hombre de fe, que jamás pensó en fundar una Iglesia, etc. Y pregúntense ustedes, si les parece oportuno: ¿estamos ante un hereje o simplemente ante un apóstata de la fe? Y tantos laicos, sacerdotes y religiosos –todos ellos bien ilustrados–, que reciben y asimilan esas enseñanzas ¿han de ser considerados como fieles católicos o más bien como herejes o apóstatas? La pregunta, deben ustedes reconocerlo, tiene su importancia. ¿O no?

Fuente http://infocatolica.com/blog/reforma.php/empezamos-bien

 

 

José María Iraburu, sacerdote (Pamplona, 1935-), estudió en Salamanca y fue ordenado sacerdote (Pamplona, 1963). Primeros ministerios pastorales en Talca, Chile (1964-1969). Doctorado en Roma (1972), enseñó Teología Espiritual en Burgos, en la Facultad de Teología (1973-2003), alternando la docencia con la predicación de retiros y ejercicios en España y en Hispanoamérica, sobre todo en Chile, México y Argentina. Con el sacerdote José Rivera (+1991) escribió Espiritualidad católica, la actual Síntesis de espiritualidad católica. Con él y otros establecieron la Fundación GRATIS DATE (1988-). Ha colaborado con RADIO MARIA con los programas Liturgia de la semana, Dame de beber y Luz y tinieblas (2004-2009).

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San Pio X

Nació en la aldea de Riese, situada en la región véneta, el año 1835. Primero ejerció santamente como presbítero, más tarde fue obispo de Mantua y luego patriarca de Venecia. El año 1903 fue elegido papa. Adoptó como lema de su pontificado: «Instaurare omnia in Christo», consigna por la que trabajó intensamente con sencillez de espíritu, pobreza y fortaleza, dando así un nuevo incremento a la vida de la Iglesia. Tuvo que luchar también contra los errores doctrinales que en ella se filtraban. Murió el día 20 de agosto del año 1914.

«Era uno de esos hombres elegidos, de los que hay pocos, con una personalidad irresistible. Todos tenían que sentirse conmovidos por su absoluta sencillez y su bondad angelical. Sin embargo, era algo más lo que le hacía entrar en todos los corazones; ese «algo» se puede definir mejor al observar que todo aquél que fue admitido a su presencia salió con la profunda convicción de haber estado frente a un santo. Y, entre más se sabe sobre él, mayor fuerza adquiere esta convicción». 

BARON VON PASTOR, HISTORIADOR, SOBRE EL PAPA PÍO X

Nuestro Papa nació en 1835 con el nombre de Giuseppe (José) Sarto, hijo de un humilde cartero, en la ciudad de Riese, en el Veneto. Fue el segundo de diez hijos de la pobre familia. Asistió a la escuela elemental de Riese y, gracias a las instancias del cura párroco, pasó a la escuela superior de Castelfranco, a una distancia de ocho kilómetros, que el chico recorría a pié dos veces al día. Más tarde, en virtud de una beca que se obtuvo para él, pudo asistir al seminario de Padua. Por dispensa especial, se le ordenó sacerdote a la edad de veintitrés años y, desde aquel momento, se entregó completamente al ministerio pastoral; al cabo de dieciséis años, ascendió a canónigo en Treviso, donde prosiguió con mayor ahínco su dura y generosa tarea sacerdotal.

En 1884, fue consagrado obispo de Mántua, diócesis que se hallaba en bajas condiciones morales, debido a su clero negligente hasta el extremo de haber provocado un cisma en dos poblaciones. Fue tan limpio y brillante el triunfo que obtuvo el obispo en el desempeño de aquel cargo plagado de dificultades que, en 1892, el Papa León XIII consagró a Mons. Sarto como cardenal sacerdote de San Bernardo de los Baños y, casi inmediatamente, lo elevó a la sede metropolitana de Venecia, que comprende el título honorífico de patriarca. Ahí se transformó en un verdadero apóstol para toda la región del Veneto y puso de manifiesto el valor de su sencillez y su rectitud, en una sede que se ufanaba de su magnificencia y de su pompa.

A la muerte de León XIII, en 1903, era creencia general que habría de sucederle en la cátedra de San Pedro el cardenal Rampolla del Tíndaro; las tres primeras votaciones del cónclave indicaron que la opinión general estaba en lo cierto; pero entonces, el cardenal Puzyna, arzobispo de Cracovia, comunicó a la asamblea de electores que el emperador Francisco José de Austria imponía el veto formal contra la elección de Rampolla. El anuncio causó una profunda conmoción; los cardenales protestaron con energía por la intervención del emperador y las cosas llegaron al punto de efervescencia, cuando Rampolla, con mucha dignidad, retiró su candidatura. (Actualmente se afirma que Rampolla no habría sido elegido de ningún modo).

Al cabo de otras cuatro votaciones, resultó elegido el cardenal Giuseppe Sarto. Así llegó a la cátedra de Pedro un hombre de humilde cuna, sin relevantes dotes intelectuales, sin experiencia en las diplomacias eclesiásticas, pero con un corazón tan grande que no le cabía en el pecho, y tan bueno que parecía irradiar gracias: «un hombre de Dios que conocía los infortunios del mundo y las penurias de la existencia y, en la grandeza de su corazón, solo quería arreglarlo todo y consolar a todos».

Uno de los primeros actos del nuevo Papa fue el de recurrir a la constitución «Commissum nobis», a fin de terminar, de una vez por todas, con cualquier supuesto derecho de cualquier poder civil para interferir en una elección papal, por el veto u otro procedimiento. Más adelante, dio un paso cauteloso pero definitivo hacia la reconciliación entre la Iglesia y el Estado, en Italia, al levantar prácticamente el «Non Expedit». Su manera de hacer frente a la muy crítica situación que no tardó en presentarse en Francia fue directa y tan efectiva como cualquiera de los medios diplomáticos en uso. En 1905, luego de numerosos incidentes, el gobierno francés denunció el concordato de 1801, decretó la separación de la Iglesia y el Estado y emprendió una campaña agresiva contra la Iglesia. El gobierno propuso crear una organización para que se preocupara de las propiedades eclesiásticas, bajo el nombre de «associations cultuelles», a la que muchos de los prominentes personajes católicos de Francia deseaban someterse por vías de ensayo; pero, tras una serie de consultas con los obispos franceses, el Papa Pío X emitió un par de declaraciones enérgicas y dignas, por las que condenaba la ley de separación y calificaba la «asociación» de anticanónica. A los que se quejaban de que había sacrificado todas las posesiones de la Iglesia en Francia, les respondió: «Aquellos se preocupaban demasiado por los bienes materiales y muy poco por los espirituales». La separación ofreció la ventaja de que, a partir de entonces, la Santa Sede pudo nombrar directamente a los obispos franceses, sin la nominación previa de los poderes civiles.

El obispo de Nevers, Mons.Gauthey dijo del Papa: «Pío X,  nos emancipó de la esclavitud al costo del sacrificio de nuestras propiedades. Que Dios le bendiga por siempre, por no haber titubeado en imponernos ese sacrificio». La severa actitud del Papa causó tantos trastornos y dificultades al gobierno francés que, veinte años más tarde, se avino a concertar un nuevo acuerdo, dentro de los cánones, para la administración de las propiedades de la Iglesia.

CONTRA EL MODERNISMO

El nombre de Pío X se vincula generalmente y con toda razón, al movimiento que purgó a la Iglesia de ese «resumen de todas las herejías», al que alguno tuvo la ocurrencia de llamar «Modernismo«. Un decreto del Santo Oficio fechado en 1907, condenó a ciertos escritores y ciertas ideas; muy pronto le siguió la carta encíclica «Pascendi dominici gregis», en la que se indicaban peligrosas tendencias de alcance imprevisible, se señalaban y condenaban las manifestaciones del modernismo en todos los campos. Pero también se adoptaron medidas enérgicas y, a pesar de que hubo furiosas oposiciones, el modernismo en la Iglesia fue desenmascarado. Ya había conquistado bastante terreno entre los católicos y, sin embargo, no fueron pocos quienes opinaron que la condena del Papa había sido excesiva y obscurantista.

Cinco años después, en 1910, la encíclica del Papa sobre San Carlos Borromeo fue mal interpretada y se ofendieron los protestantes en Alemania. Pío X publicó la explicación oficial del párrafo mal interpretado en el Osservatore Romano y ahí mismo recomendó a los obispos alemanes que no hiciesen más comentarios ni publicidad en torno a la encíclica, en el púlpito o en la prensa.

RENOVARLO TODO EN CRISTO: EUCARISTÍA Y PALABRA

En su primera encíclica Pío X anunciaba que su meta primordial era la de «renovarlo todo en Cristo» y, sin duda que con ese propósito en mente, redactó y aprobó sus decretos sobre el sacramento de la Eucaristía. Por ellos, recomendaba y encomiaba la comunión diaria, si fuese posible; que los niños se acercaran a recibirla al llegar a la edad de la razón, y que se facilitara el suministro de la comunión a los enfermos.  (En la Edad Media y, posteriormente en la época del jansenismo, los fieles católicos comulgaban rarísima vez. La comunión diaria o muy frecuente se consideraba como algo extraordinario y aun indebido.)

También el Papa se preocupó por la Palabra, puesto que instaba a la diaria lectura de la Biblia, aunque en este caso las recomendaciones del Papa no fueron tan ampliamente aceptadas. Desde 1903, y con el objeto de aumentar el fervor en el culto divino, emitió motu proprio una serie de instrucciones sobre la música sacra, destinadas a terminar con los abusos al respecto y a restablecer el uso del canto llano en la Iglesia. Dio alientos a los trabajos de la comisión para la codificación de las leyes canónicas y fue él quien llevó a cabo la completa reorganización de los tribunales, oficinas y congregaciones de la Santa Sede. También estableció Pío X una comisión correctora y revisora del texto Vulgata de la Biblia (este trabajo les fue encomendado a los monjes benedictinos) y, en 1909, fundó el Instituto Bíblico para el estudio de las Escrituras y lo dejó a cargo de la Compañía de Jesús.

A FAVOR DE LOS POBRES

Siempre consagró sus preocupaciones y actividades a los débiles y los oprimidos. Con inusitada energía, denunció los malos tratos a que eran sometidos los indígenas en las plantaciones de caucho del Perú. Creó y organizó una comisión de ayuda a los damnificados, tras el desastroso terremoto de Messina y, por cuenta propia, acogió a numerosos refugiados en el hospicio de Santa Marta, junto a San Pedro. Sus caridades, en todas las partes del mundo donde se necesitaban socorros, eran tan abundantes y frecuentes, que las gentes de Roma y de toda Italia se preguntaban de dónde saldría tanto dinero. La sencillez de sus hábitos personales y la santidad de su carácter se ponían de manifiesto en su costumbre de visitar cada domingo, alguno de los patios, rinconadas o plazuelas del Vaticano, para predicar, explicar y comentar el Evangelio de aquel día, a todo el que acudiera a escucharle. Era evidente que Pío X se sentía desconcertado y tal vez un poco escandalizado, ante la pompa y la magnificencia del ceremonial en la corte pontificia. Cuando era patriarca de Venecia, prescindió de una buena parte de la servidumbre y no toleró que nadie, fuera de sus hermanas, le preparase la comida; como Pontífice, eliminó la costumbre de conferir títulos de nobleza a sus familiares. «Por disposición de Dios, solía decir, mis hermanas son hermanas del Papa. Eso debe bastarles». En una ocasión, antes de cierta ceremonia, exclamó ante un viejo amigo suyo: «¡Mira cómo me han vestido!» y se echó a llorar. A otro de sus amigos, le confesó: «No cabe duda de que es una penitencia verse obligado a aceptar todas estas prácticas. ¡Me condujeron entre soldados, como a Jesús cuando le apresaron en Getsemaní!».

Estas anécdotas describen la grandeza de corazón y la sencillez de la bondad de Pío X. A un joven inglés, protestante convertido al catolicismo y que deseaba ser monje, pero sentía el escrúpulo de haber estudiado muy poco, le dijo el Papa: «Para alabar a Dios bien, no se necesita ser sabio». Un escritor de Mántua publicó un libro de carácter sensacionalista en el que lanzaba infames acusaciones contra Pío X; éste no quiso emprender ninguna acción legal, pero, en cuanto supo que el calumniador se hallaba en bancarrota, el Papa le envió ayuda: «Un hombre tan desdichado, comentó, necesita oraciones más que castigos».

Aún durante su vida, Dios utilizó al Papa Pío X como instrumento de sus milagros y, hasta en esos casos sobrenaturales, se puso de manifiesto su perfecta modestia y sencillez. Durante una audiencia pública, uno de los asistentes mostró su brazo paralizado al tiempo que decía: «¡Cúrame, Santo Padre!» El Papa se acercó sonriente, tocó el brazo tumefacto y dijo amablemente: «Si, sí». Y, el hombre quedó curado. En otra audiencia privada, una niña de once años que estaba paralítica, pidió lo mismo. «¡Quiera Dios concederte lo que deseas!», dijo el Pontífice. La niña se levantó y anduvo por sí misma. Una monja que sufría de una tuberculosis muy avanzada, le pidió la salud. «Sí», fue todo lo que repuso Pío X, mientras ponía las manos sobre la cabeza de la religiosa. Aquella tarde, el médico declaró que estaba completamente sana.

PRIMERA GUERRA MUNDIAL

El 24 de junio de 1914, la Santa Sede firmó un concordato con Servia; cuatro días más tarde, el archiduque Francisco de Austria y su esposa fueron asesinados en Sarajevo; a la medianoche del 4 de agosto, Alemania, Francia, Austria, Rusia, Gran Bretaña, Servia y Bélgica estaban en guerra. Era el undécimo aniversario de la elección del Papa. Pío X no solo había vaticinado aquella guerra europea, como otros muchos, sino que profetizó que estallaría definitivamente para el verano de 1914. Aquel conflicto fue para el Papa un golpe fatal. «Esta será la última aflicción que me mande el Señor. Con gusto daría mi vida para salvar a mis pobres hijos de esta terrible calamidad». Pocos días más tarde sufrió una bronquitis; al día siguiente, 20 de agosto, murió. Fue, en verdad, víctima de la Guerra.

«Nací pobre, he vivido en la pobreza y quiero morir pobre», dijo en su testamento. Demostró la verdad de aquellas palabras: su pobreza era tanta que hasta la prensa anticlerical quedó admirada.

Después del funeral en la basílica de San Pedro, Mons. Cascioli, escribió lo siguiente: «No tengo la menor duda de que este rincón de la cripta se convertirá, muy pronto, en un santuario, un centro de peregrinación . . . Dios glorificará ante el mundo a este Papa cuya triple corona fue la pobreza, la humildad y la bondad». Y así fue por cierto. El Pontificado de Pío X no fue tranquilo y el Papa mostró resolución en su política.  Hubo muchos que le criticaron, lo mismo dentro que fuera de la Iglesia. Pero, al morir, todas las voces fueron una; desde todas partes, desde todas las clases surgió un llamado para que se reconociera la santidad de Pío X, el que fuera Giuseppe Sarto, hijo del cartero.

En 1923, los cardenales de la curia decretaron que se había abierto su causa, firmada por veintiocho prelados. En 1954, el Papa Pío XII canonizó solemnemente a su predecesor ante una enorme multitud que llenaba la Plaza de San Pedro, en Roma. Aquel fue el primer Papa al que se canonizaba desde Pío V, en 1672.

Fuentes: Siervas de los Corazones Traspasados de Jesús y María


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Juramento antimodernista

El Modernismo, como el mismo Santo Padre afirmo es una especie de resumen, y manifiesto, de todas las herejias previas. Es un llamado del espíritu de mundo, por tanto de satanás, que ha anidado en la iglesia misma y que se predica como un «nuevo evangelio».

Y recordad que aparte de S. Pio X, muy pocos en época reciente, han dicho y hecho más por el amor a la Eucaristía, entrada al misterio del Padre, y antídoto del espíritu judaizante, la cosmovisión que rechaza el Reino de los Cielos, y la cambia por el infeliz reino del hombre.

JURAMENTO ANTIMODERNISTA DE S.S. SAN PIO X 

Incluido en el Motu Proprio: “SACRORUM ANTISTITUM” del mismo Papa, e impuesto a todo el clero en septiembre de 1910.

«Yo…abrazo y recibo firmemente todas y cada una de las verdades que la Iglesia por su magisterio, que no puede errar, ha definido, afirmado y declarado, principalmente los textos de doctrina que van directamente dirigidos contra los errores de estos tiempos.”

“En primer lugar, profeso que Dios, principio y fin de todas las cosas puede ser conocido y por tanto también demostrado de una manera cierta por la luz de la razón, por medio de las cosas que han sido hechas, es decir por las obras visibles de la creación, como la causa por su efecto.”

“En segundo lugar, admito y reconozco los argumentos externos de la revelación, es decir los hechos divinos, entre los cuales en primer lugar, los milagros y las profecías, como signos muy ciertos del origen divino de la religión cristiana. Y estos mismos argumentos, los tengo por perfectamente proporcionados a la inteligencia de todos los tiempos y de todos los hombres, incluso en el tiempo presente.”

“En tercer lugar, creo también con fe firme que la Iglesia, guardiana y maestra de la palabra revelada, ha sido instituida de una manera próxima y directa por Cristo en persona, verdadero e histórico, durante su vida entre nosotros, y creo que esta Iglesia esta edificada sobre Pedro, jefe de la jerarquía y sobre sus sucesores hasta el fin de los tiempos.”

“En cuarto lugar, recibo sinceramente la doctrina de la fe que los Padres ortodoxos nos han transmitido de los Apóstoles, SIEMPRE CON EL MISMO SENTIDO Y LA MISMA INTERPRETACIÓN. POR ESTO RECHAZO ABSOLUTAMENTE LA SUPOSICION HERÉTICA DE LA EVOLUCION DE LOS DOGMAS, según la cual estos dogmas cambiarían de sentido para recibir uno diferente del que les ha dado la Iglesia en un principio.

Igualmente, repruebo todo error que consista en sustituir el depósito divino confiado a la esposa de Cristo y a su vigilante custodia, por una ficción filosófica o una creación de la conciencia humana, la cual, formada poco a poco por el esfuerzo de los hombres, sería susceptible en el futuro de un progreso indefinido.”

“Consecuentemente: mantengo con toda certeza y profeso sinceramente que la fe no es un sentido religioso ciego que surge de las profundidades tenebrosas del «subconsciente», moralmente informado bajo la presión del corazón y el impulso de la voluntad, sino que un verdadero asentimiento de la inteligencia a la verdad adquirida extrínsecamente por la enseñanza recibida EX CATEDRA, asentimiento por el cual creemos verdadero, a causa de la autoridad de Dios cuya veracidad es absoluta, todo lo que ha sido dicho, atestiguado y revelado por el Dios personal, nuestro creador y nuestro Maestro».

“En fin, de manera general, profeso estar completamente indemne de este error de los modernistas, que pretenden no hay nada divino en la tradición sagrada, o lo que es mucho peor, que admiten lo que hay de divino en el sentido panteísta, de tal manera que no queda nada más que el hecho puro y simple de la historia, a saber: El hecho de que los hombres, por su trabajo, su habilidad, su talento continúa a través de las edades posteriores, la escuela inaugurada por Cristo y sus Apóstoles. Para concluir, sostengo con la mayor firmeza y sostendré hasta mi ultimo suspiro, la fe de los Padres sobre el criterio cierto de la verdad que está, ha estado y estará siempre en el episcopado transmitido por la sucesión de los Apóstoles; no de tal manera que esto sea sostenido para que pueda parecer mejor adaptado al grado de cultura que conlleva la edad de cada uno, sino de tal manera que LA VERDAD ABSOLUTA E INMUTABLE, predicada desde los orígenes por los Apóstoles, NO SEA JAMAS NI CREIDA NI ENTENDIDA EN OTRO SENTIDO.

“Todas estas cosas me comprometo a observarlas fiel, sincera e INTEGRAMENTE, a guardarlas inviolablemente y a no apartarme jamás de ellas sea enseñando, sea de cualquier manera, por mis palabras y mis escritos…».



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El espejo mariano de la feminidad en la edad media

Es bien sabido que el siglo XII coincide con un movimiento de renovación espiritual marcado, entre otros rasgos, por el fortalecimiento de la devoción mariana (1) y que esta situación es tanto más innovadora cuanto que contrasta nítidamente con la que presentan los primeros siglos del medievo, caracterizados religiosamente por una devoción designo popular centrada en el culto a los santos –santos masculinos, casi en exclusiva (2) –.

Pues bien, ese movimiento que repercute sobre muchos y muy variados aspectos de la vida medieval, supone la exaltación, sobretodo el género humano, de una figura de mujer singularísima no sólo por sus capacidades, sino, en particular, por sus virtudes. Santa María Virgen, Madre de Jesús, el Cristo Redentor, se perfila ya con toda claridad, tras siglos en que sus devotos han ido distinguiendo las notas características de su imagen, como la presencia femenina por antonomasia en un santoral que, en sus dimensiones históricas, quizá había tenido –hasta entonces– inequívocos contenidos masculinos. Nadie ignora tampoco que Castilla, en concreto, y la Península ibérica, en general, se incorporó plena y entusiásticamente al movimiento produciendo, una trilogía de obras que se cuentan entre las más excelsas del XIII. Me refiero, claro es, a Los milagros de Santa María de Gonzalo de Berceo (3), al Liber Mariae del franciscano Juan Gil de Zamora (4), y a las Cantigas de Santa María, firmadas por el rey Alfonso X (5).

La corriente devocional de la Plena Edad Media ha insistido en utilizar, como temas preferentes de meditación, las figuras humanas de Jesús y de María, ya en sus relaciones mutuas, ya en sus perfiles y rasgos individuales, las relaciones y los perfiles que ilustran los Evangelios. Por este camino ambas figuras, la del Hijo y la de la Madre, se han ofrecido a los cristianos como los más acabados modelos de comportamiento. Y como tales se utilizan por una pastoral hábil que pretende, desde luego y en términos generales, animar a la práctica de las virtudes que adornaron a ambos, pero, también, exhortara la reproducción de los arquetipos que uno y otra representan (6).

En efecto, si Jesús es, nada más y nada menos, que el Dios encarnado para redimir al hombre de la caída de Adán, para María, la Nueva Eva, Madre del Nuevo Adán, que interpretó en la economía de la salvación el papel de vehículo inmaculado de la víctima que ha de ser inmolada, está reservado en la historia de la Iglesia un puesto sin parangón posible: Ella es la imagen humana de perfiles ideales por excepcionalísimos, patrón de conducta obligado para cualquier cristiano.

Pero aún podemos ir más lejos en el terreno de las prácticas devocionales. Tanto la Madre como el Hijo desarrollaron su vida terrena de acuerdo con la normativa imperante en una época y en un contexto cultural; y en esa época y en ese contexto cultural los papeles atribuidos a los dos sexos se diferenciaban con toda nitidez. Naturalmente, ambos acomodaron sus comportamientos, al menos en lo esencial, a los esquemas entonces establecidos para las personas de sus respectivos sexos. En consecuencia, las lecturas y meditaciones sobre los pasajes evangélicos han ido perfilando, en el siglo XIII, un arquetipo masculino y un paradigma femenino. Jesús aparece como el acabado ejemplo de varón y María –en mayor grado todavía, si cabe– como el espejo de actitudes a tomar por las mujeres.

Pues bien; incluso es posible afirmar que en razón de la calidad de las dos personas, ya la Edad Antigua y más aún la Edad Media, confundiendo lo sustancial con lo anecdótico, los modos y las modas, pudo interpretar que semejantes esquemas de conducta respondían a un orden social basado en la naturaleza de los sexos y, en consecuencia, querido por el Cielo. No tiene nada de particular que, una vez creados los modelos, la predicación aplicara todos los recursos a alentar la reproducción de los mismos.

 

LA IMAGEN FEMENINA DE LA NUEVA EVA

Es innegable que la constitución de un modelo femenino de manifiesta grandeza y superior dignidad en el contexto histórico de la Edad Media sirvió para redimir a las mujeres del lastre que venían arrastrando desde el comienzo de la historia: inculpadas de ser las responsables máximas de la caída en el pecado y, en consecuencia, del desencadenamiento de todos los males y todas las esclavitudes que, desde entonces, afligían a los mortales (7).

Porque, en efecto, María, el Ave visitada por el arcángel San Gabriel, inmaculada desde su concepción, plena de pureza y de gracia, se perfila ya en los primeros tiempos del cristianismo (8) y se confirma en este momento que nosotros estudiamos, como la contrafigura de Eva (9). Una y otra son madres, madres de gran significación, la primera de todo el género humano, la segunda del Redentor del mismo. Pero mientras en aquélla una actitud desobediente, consecuencia de la debilidad de su temperamento, se traduce en una conducta reprobable que precipita a todos sus hijos a un abismo de pecado y muerte, en Ésta la práctica de la obediencia–práctica que se destaca entre la de las otras virtudes que conforman el brillante abanico de sus cualidades– fortifica su carácter y hace irreprochable su conducta. Por ello es digna de engendrar al Hijo de Dios.

No nos puede sorprender, por tanto, que a lo largo de la Plena Edad Media la consideración de la mujer haya ido mejorando progresivamente hasta superar aquel estadio de la Alta Edad Media, en que «la fisiología femenina sugería apreciaciones y juicios negativos…en que se considera a la mujer la causa y el instrumento principal con que se consuma la concupiscentia carnis«10.Sin embargo, no nos equivoquemos ni llevemos al extremo las conclusiones. No faltan tratadistas para quienes las actitudes adoptadas por María en las páginas de los Evangelios, eran el mejor testimonio de la aceptación por Ella de la condición inferior de su sexo. Porque, si bien en un sentido teológico amplio la disponibilidad de María a las sugerencias divinas puede interpretarse como modelo de sometimiento de la creatura a su Dios en reconocimiento de la superioridad de su criterio; opuesta a Eva, como la opusieron algunos,

María sería la mujer obediente que, conocedora de las limitaciones intelectivas propias de la condición femenina, renunciaría a sus propias concepciones para someterse a cualquier ser catalogado como superior. La humildad y la obediencia, virtudes teóricamente genéricas, podrían ser entendidas en estos pasajes bíblicos –se dice– como virtudes de signo específicamente femenino. De todo lo cual se concluye que, de estas visiones, resultado de la elevación a categoría universal de algo que no pasaría de ser circunstancia histórico-cultural, habrían quedado justificadas las posturas inmovilistas.

 

LAS CLAVES DEL MODELO

Con el bagaje conceptual que la devoción mariana ha ido cosechando a lo largo de los siglos, el nuevo orden religioso que se erige en la Plena Edad Media dispone de los elementos más fecundos para intentar ofrecer a las mujeres un cuadro de dignas posibilidades de realización personal, sin que ello signifique el quebrantamiento del orden social establecido. A partir de ahora las mujeres podrán aspirar a alcanzar la perfección que adornó a María representando alguno de los papeles que la sociedad les tiene encomendado: ya en el de madres, ya en el de vírgenes; excepcionalmente en el de reinas o señoras, más frecuentemente en el de criadas. Pero siempre, mediante la práctica de aquellas virtudes que, aún siendo genéricas, la tradición consideró como más características de la Madre del Redentor: la castidad, la templanza, la modestia, la obediencia, la misericordia…

Debemos insistir en que el modelo, precisamente por el adorno de estas virtudes genéricas, es susceptible de ser propuesto tanto a mujeres–sus inmediatas destinatarias–, como a hombres. Las Homilías en honor de la Virgen, pronunciadas por San Bernardo ante los monjes de su comunidad, son el más depurado ejemplo de este género de utilizaciones (11).

La exaltación de la Madre de Misericordia, con entrañas caritativas hacia los suyos, representa toda una revolución. Por esta vía y progresivamente, se introducen en el código de comportamiento masculino valores y actitudes considerados al principio de la Edad Media como específicos de la mujer. Y por esta vía también, la sociedad del pleno medieval en su conjunto va alterando su axiología originaria y dando cabida en ella a rasgos menos violentos, más humanitarios.

En principio, la extensión y magnificación de María como Madre universal, capaz de salvar a los condenados por la justicia, tanto humana como divina (12), abre en los horizontes de la piedad –de la piedad popular, sobre todo– una profunda brecha con el pasado. La Divinidad, justiciera por antonomasia durante los primeros siglos medievales, ha adquirido, por imperativo de los tiempos (13) y por intercesión de María, rostros más humanos.

También es cierto, en sentido contrario, que en razón de la sensibilidad del momento, María verá resaltadas ciertas de sus notas distintivas, al tiempo que se encuentra privada aún de algunos de los rasgos que más adelante definirán su figura (14). Me parece significativo el hecho de que San Bernardo en sus Homilías, basadas en el episodio de la Anunciación, subraye en María la condición de «mujer fuerte»15, renunciando a presentar la imagen de la mujer desvalida al pie de la cruz.

Pero todo lo analizado hasta aquí, nos sirve para reafirmarnos en nuestra primitiva posición: Ella, con sus dimensiones universales, sirve como ningún otro elemento de la época para dignificar al género femenino, para que éste consiga unas cuotas de prestigio tras el que guarecerse en momentos de desorden moral.

Sin embargo, conviene no olvidar que la veneración a María, mujer excepcionalísima, no ha conseguido borrar todos los prejuicios misóginos de la época ni aún en aquellos textos y autores que pudieran parecer más «feministas» (16). Y así, en Las Partidas, uno de los textos jurídicos más favorables –en el contexto medieval– a la mujer, se incluye el siguiente comentario referente a la psicología femenina: «porque son las mugeres naturalmiente cobdiciosas et avariciosas» (xiv, t. xi, l. iii).

 

LOS PERFILES DE MARÍA

La Edad Media no encontrará contradicción interna, en la figura de María, entre las supuestas debilidades inherentes a su condición femenina y las grandezas relativas a su maternidad virginal. Muy al contrario, todos los perfiles de esta mujer singular vienen a confirmar el enunciado básico, el teorema fundamental que define el camino hacia la santidad para las mujeres: precisamente por estas debilidades genéricas de su sexo, ellas se fortalecen en el ejercicio de las virtudes, y en razón de las deficiencias de su entendimiento, se orientan hacia el bien en la práctica de la obediencia. Pero analicemos los modelos en su expresa proyección femenina con algún detenimiento:

María, Madre espiritual, modelo de casadas.

Las mujeres casadas pueden mirarse en el espejo de María y, concretamente, poner en práctica un rosario de virtudes como la humildad, la abnegación, la disponibilidad y la actitud caritativa hacia propios y extraños consideradas, a justo título, como genuinamente marianas.

La propuesta es simple: si se acomodan al esquema, si reproducen la imagen de María en sus detalles en el seno de sus familias, alcanzarán la perfección dentro de su estado y, por ende, la santidad. No sólo eso; el derecho canónico concibe el matrimonio en función de sus fines y entre esos fines destaca, por su trascendencia, el de la generación y educación de la prole. De modo que, dentro del cristianismo, la condición de mujer casada, se encuentra indisolublemente ligada –al menos en el plano teórico– a la condición maternal.

Pues bien, las invocaciones a María como Madre se multiplican a lo largo y ancho de la literatura marial del siglo XIII castellano, con una variadísima y riquísima gama de contenidos. Por una parte, María se ensalza como «Madre de Cristo Rey», «de Cristo señor poderoso», «señor de justicia», «creador del mundo» y también de «Cristo Salvador», «pastor bueno» (17). En consecuencia Santa María es la «Madre gloriosa» por antonomasia (18).Por otra; es aclamada, con toda frecuencia como madre espiritual, en ese papel que desempeña tan a menudo desde que san Agustín la proclamara «Madre de los miembros de la Iglesia» (19) y Alfonso X, siguiendo su ejemplo, la saludara como «Madre espiritual» (20). Porque María es concebida como Madre singularísima, la única realmente merecedora de recibir los calificativos más entrañables y más exaltadoras de la lengua: «Madre buena», «Madre de piedad» (21).

Por todo ello y en tercer lugar, los poetas del XIII no dudan en establecer una vinculación personal con Ella y así mientras Alfonso X se dirige a Santa María como «mia Madre» (22), Berceo, hijo también de la Virgen («Madre del tu Golzalvo», estr. 911) exclama conmovido: «Madre, dándote buen preçio que eres pïadosa» (estr. 391), para, a continuación, dedicarle uno de los más entrañables párrafos de piedad filial que se hayan escrito: La Madre gloriosa, solaz de los cuitados, non desdennó los gémitos de los omnes lazrados; non cató al su mérito nin a los sus peccados,mas cató su mesura, valió a los quemados (estr. 395).

Ahora bien; esa Madre de cristianos, dista mucho de ser una madre para todo el género humano. Los poetas acomodan perfectamente el modelo a las conveniencias de la época, para hacer representar a la Señora ciertos papeles en concordancia con los programas políticos vigentes. Así, el mismo Berceo, reivindica la condición vengadora de Santa María, cuando los agravios se dirijan contra su Hijo: Sepades que judios fazen alguna cosa en contra Jesu Christo, Fijo de la Gloriosa, por essa cuita anda la Madre querellosa,non es esta querella baldrera nin mentirosa (estr. 423).

En resumidas cuentas y como avanzábamos más arriba, estamos en presencia de un rostro más humano, más próximo, más cordial, pero al que aún le faltan detalles y gestos. Ese rostro es, en buena medida, el rostro de la época, o más bien, el mejor rostro de la época, pero no el mejor de todos los imaginables. Él se propone a las mujeres destinadas al siglo, a aquellas encargadas de perpetuar en el tiempo las esencias y los valores del mundo medieval cristiano. Ellas serán castas, piadosas, caritativas, obedientes y, sobre todo, plenamente imbuidas del lugar que les corresponde en razón de la debilidad física, psíquica e intelectiva de su sexo.

María, Virgen Inmaculada, espejo de religiosas.

Pero María, virgen consagrada a Dios, atenta a sus indicaciones, en estrecha comunicación con Él, obediente a sus mandatos, es el ideal de perfección para hombres y mujeres de vocación claustral –especialmente ellas– y para aquellas jóvenes que, destinadas al matrimonio, esperan la hora de consumarlo. La exaltación repetidísima de su inmaculada virginidad coloca al cristiano en una dimensión nueva: la valoración de la renuncia a la procreación.

En efecto, la mariología, al hacer de la castidad perpetua el punto de partida, el fermento mismo, a partir del cual pudo fructificar con todas las garantías el restante abanico de cualidades marianas, determinó que fuera la virginidad la razón última de los más preciados títulos de Aquélla (23). Así en el terreno literario es posible pasar de salutaciones como «Virgen santa», «Virgen pura»,  «Virgen hermosa», a otros que postulan lo mismo pero en grado superlativo del tipo de «Virgen gloriosa», «Virgen sin par», para desembocaren los de mayor contenido teológico: «Virgen que nos guía», «Virgen que nos mantiene», «Virgen que nos acaudilla» (24).

Con el ejemplo de María es posible postular incluso la superioridad de la condición monástica en tanto en cuanto sometida al voto de la castidad perpetua. Y ello en razón de la fecundidad espiritual de las vírgenes voluntariamente célibes. En efecto, María ‘espejo’ de la Iglesia demostró sobradamente las posibilidades que, en orden a la trasmisión de la gracia, ofrecía una total disponibilidad a los planes del Altísimo. En otras palabras, si la Madre de Dios, la corredentora, lo fue por su santidad inmaculada, por su práctica de la virtud de la castidad, por su dedicación a la meditación y la oración, las vírgenes cristiana pueden aspirar a realizar papeles similares siempre que la imitación del modelo les haga merecedoras de ello.

Y así desde los primeros siglos del cristianismo hubo mujeres –muy pocas, es cierto– que, acreditando su condición de guías espirituales, merecieron ocupar un puesto entre los padres de la Iglesia. Son las llamadas «madres del desierto», cuya fecundidad exuberante se impuso a las restricciones docentes contenidas en las cartas paulinas (cfr. 1 Cor. 14, 34 y 1 Tim. 2, 12)25.Luego, ya en la Edad Media, la maternidad espiritual de María siguió rindiendo sus frutos en orden a la justificación de la autoridad de las abadesas sobre las comunidades monásticas26. Por eso María es proclamada con toda justicia en la Cantiga CCLXXX, la composición que se dedica a exaltar su figura como «espejo de la Iglesia», «patrona de las vírgenes».

María referente de todas las condiciones sociales.

Pero además de los apelativos tradicionales de Virgen y Madre, los poetas del XIII aplican a María una amplia gama de sustantivos referentes a condiciones sociales de la mujer, que indican, a mi entender, su deseo de hacer de Ella el paradigma de la condición femenina en todos y cada uno de los estados que a ellas les cumple representar.

Así en la pluma de sus cantores medievales María es saludada como reina y señora y como criada; como gloriosa y como terrena; como poderosa, en la cúspide del orden social y como humilde en la indefinición de las masas populares (27). Porque, ciertamente, Santa María demostró–primero como figura histórica y luego como persona gloriosa– que podía representarlo todo, desde el papel de Reina del Cielo al de mujer de un discreto menestral, y representarlo tan bien que mereciera siempre los más exaltados calificativos.

Al alcanzar el siglo XIII la Madre de Jesús ha conquistado, gracias a la exégesis que de su figura han ido realizando los más conspicuos escritores cristianos (28), esa versatilidad interpretativa que le es propia y se ofrece ya a los tratadistas de entonces como un hito referencial, sin necesidad incluso de hacer referencia expresa de él.

Veamos un ejemplo de lo más revelador a mí entender. Al modelo mariano se atiene estrictamente el retrato que hace Ximénez de Rada (29) de la reina doña Berenguela, una de las personalidades femeninas más relevantes de fines del XII y comienzos del XIII. Nadie ignora que Berenguela, la hija mayor de Alfonso VIII y de Leonor de Inglaterra, contrajo matrimonio con Alfonso IX de León, un matrimonio sumamente comprometido, pues las indiscutibles ventajas políticas del mismo estaban contrapesadas por el inconveniente de serlos cónyuges consanguíneos en grado prohibido por el derecho canónico en vigencia por aquel entonces. También es bien sabido que de la unión nacieron varios hijos antes de que fuera disuelta por la exigencia del pontífice y que entre ellos figura Fernando III, rey de Castilla y León y santo de la Iglesia católica. Pues bien; en la pluma del Toledano, doña Bereguela aparece adornada con un amplio abanico de virtudes que se acomoda perfectamente al catálogo mariano de las que aquí hemos considerado.

La virtud de la caridad se expresa en ella en el socorro constante a los pobres y a las órdenes religiosas (lib. 7, cap.xxxvi). La práctica de la virtud de la humildad, continuada a lo largo de toda su vida, alcanza su máxima expresión en los días posteriores al a muerte de su hermano Enrique I, fue entonces cuando, «refugiándose en los muros del pudor y de la modestia» (lib. 9, cap. v), renunció a la herencia que le correspondía como primogénita de Alfonso VIII, en favor de su hijo Fernando. Repleta ella misma de virtudes, tuvo el acierto de educar a su hijo en el esquema de valores que correspondía a la condición masculina de aquél «porque no le inculcó nunca afanes de mujeres, sino siempre de grandeza» (lib. 9, cap. XVII). Por ello y por su comportamiento en los períodos de dificultad por los que atraviesa Castilla a fines del XII y comienzos del XIII merece de su biógrafo el calificativo de mujer fuerte: fuerte se demuestra organizando sucesivamente las honras fúnebres de su hermano Fernando, de su padre o de Enrique I. En palabras del de Rada escritas a raíz de la muerte de Fernando, «su prudencia superó a su virtud contra lo que cabía esperar en una persona de su sexo» (lib. 9, cap. XXXVI).

María encarnación de todas las bellezas y garantía contra todos los males.

En estrecha correlación con los esquemas hasta aquí trazados encontramos todavía un rico muestrario de las salutaciones. Como Madre y madre vivificadora tanto en lo material como en lo espiritual, María es apellidada de «puerto» y de «puerta». En este sentido afirma Berceo que:

ella es dicha puerta a qui todos corremos,
e puerta por la qual entrada atendemos (estr. 35).

Y el estilo poético de las Cantigas utiliza los mismos recursos con resultados igualmente bellos, así María es el «porto u arriban os coitados» (30). Con similares contenidos teológicos encontramos otro epíteto de gran tradición en estos siglos. Me refiero al de «Estrella», y concretamente «Estrella del mar» divulgado por San Bernardo, el acuñador de la célebre jaculatoria «Mira a la estrella, invoca a María» (31). Siguiendo las huellas del prior de Claraval los poetas marianos españoles prodigan los calificativos y las imágenes de estirpe luminosa. «Estrella del día», «estrella del mediodía», «estrella muy clara», «luz del mundo» y, por fin, «estrella del mar» son metáforas corrientes en las Cantigas32. Tan expresivas o más son las frases de Berceo:

La benedicta Virgen es estrella clamada,
estrella de los mares, guïona deseada (estr. 32).

o aquella otra también de la Introducción:

Es clamada y éslo de los cielos, reína,
tiemplo de Jesu Christo, estrella matutina (estr. 33).

El rosario de salutaciones se completa con otras como «alba» y «flor»de carácter estético y «abogada», «escudo», «frontera» o «loriga» de signo protector (33). Pues bien, aún admitiendo que todos esos apelativos tienen como designio acrecentar la devoción de los cristianos hacia ella, no cabe duda de que semejante rosario de alabanzas aplicadas al modelo animan a la reproducción de sus notas distintivas.

 

A MODO DE CONCLUSIÓN

a) En un momento como el presente, en que mujeres con conciencia de tal y hombres de sensibilidad asistimos sobrecogidos, incrédulos e impotentes a la perpetración de los más atroces crímenes contra la humanidad en general y contra las mujeres en particular, estamos en mejor situación que nunca para valorar los efectos positivos que la creación del modelo mariano y su difusión produjo en el sentir colectivo de las sociedades medievales. No sólo en cuanto se comportó como elemento disuasorio de humillaciones y vejaciones hacia los miembros del sexo femenino, sino también en cuanto propició respetos y consideraciones hacia él.

b) Es cierto que ese mismo modelo, aplicable a las mujeres virtuosas y honestas, en otras palabras, a las integradas en el férreo sistema socio-económico medieval, desprotegía a las otras, a las marginales, abandonándolas a un destino del que no siempre eran responsables. Se me podrá oponer que la Virgen, en su acepción de madre de misericordia, acoge bajo su manto protector a todos los mortales sean santos o pecadores (34); pero yo no dedico estas páginas a los perfiles devocionales de la imagen mariana, sino a los trazos del referente modélico; y allí, por definición, no se admiten más que los rasgos positivos, todos en grado superlativo. Así que aunque la Iglesia ha utilizado normalmente la imagen de María para exaltar la caridad y la comprensión hacia los marginales, no es menos evidente que esos marginales quedaban estigmatizados con la consideración de tales, más aún asimilados a Eva, la madre del fratricida, la responsable de la entrada del pecado, contrafigura de María.

c) En definitiva, el atractivísimo rostro que de María presentó la Edad Media contribuyó eficazmente a cimentar el orden social del período. Porque, en efecto, esa imagen mariana de mujer recatada y obediente, a la par que bellísima y misericordiosísima, se ofrecía como una tentación a los ideólogos del pleno medievo, tan proclives a buscar argumentos teológicos para sus ideaciones políticas. Y María, bajo ese rostro concreto, fue, durante siglos, una auténtica fortaleza, un bastión inconmovible frente a las asechanzas de los enemigos del orden establecido.

d) Pero también María, madre compasiva, contribuyó poderosamente a alterar la faz de los tiempos. Gracias a Ella adquirieron categoría de valores universales ciertos rasgos como la piedad, la misericordia o la caridad, que la axiología impregnada de signos violentos del alto medievo había considerado debilidades femeninas o actividad de monjes.

NOTAS

1 De «invasora» califica J.F. Rivera Recio la conducta de la devoción mariana en el siglo XII, «Espiritualidad popular medieval» en Historia de la Espiritualidad I,Juan Flors, Barcelona, 1969, 650.
2 Sobre estas cuestiones se ha registrado en los últimos años una nutrida producción historiográfica. A modo de ejemplo destacaré la obra de R. Folz, Lessaints Rois de Moyen Age en Occident (VI-XIII siècles), Société des bollandistes,Bruselas, 1984, 55; el autor, que dedica un largo capítulo a los reyes mártires, los presenta como imagen de Cristo en la cruz. Por otro lado en el siglo XII, «el siglo de los santos reyes», culmina una larga serie de canonizaciones de reyes quecomenzó con la de San Esteban en 1083. Igualmente interesante es la obra de P.A.Sigal, L’homme et le miracle dans la France médiévale (XI-XII siecle), Cerf, Paris,1985, 316ss, donde se analizan las prácticas religiosas, las fórmulas religiosas y las supersticiones. Se pone de manifiesto el enorme valor del milagro, integrándolo enel contexto histórico, social, económico, intelectual y literario de su época.
3 Las referencias a esta obra se basarán en la edición de Michael Gerli, Milagros de Nuestra Señora, Cátedra, Madrid, 1988.
4 Se encuentra sin editar en Biblioteca Nacional de Madrid, manuscrito, 9503.
5 En las referencias a esta fuente utilizaré la edición de la Real Academia Española, Madrid, 1990. Edición facsimil de la publicada por la misma entidad en1889. Ahora bien; para las cien primeras existe una edición reciente de W.Mettmann, Cantigas de Santa María [cantigas 1 a 100], Castalia, Madrid, 1986.Sobre el clima de exaltación mariana que se vive en Castilla: Historia de la Iglesia en España, dirigida por R. García Villoslada, BAC, Madrid, 1982, II/2º, 301ss.
6 A propósito de estas cuestiones véase Faire Croire. Modalités de la diffusion et de la réception des messages religieux de XIIe au XVe siècle, École française de Rome, Roma, 1981.
7 A. Vauchez, La espiritualidad del occidente medieval, Cátedra, Madrid, 1985,97, responsabilizó a San Jerónimo y a una tradición patrística hostil de la corrientede misoginia que era propia de tantos clérigos en el medievo.
8 J. A. Aldama, María en la patrística de los siglos I y II, BAC, Madrid, 1970,272ss; Marina Warner, Tú sola entre las mujeres. El mito y el culto de la VirgenMaría, Taurus, Madrid, 1991, 82ss.
9 La Cantiga CCCXX desarrolla por extenso la oposición María-Eva. En honor a su interés para nuestro tema me voy a permitir copiar algunos fragmentos:
Del mismo tenor es la Cantiga LX, de la que sólo copiaré la primera estrofa:
Entre Av’ e Eva
gran departiment’á.
10 O. Giordano, Religiosidad popular en la Alta Edad Media, Gredos, Madrid,1983, 196-197.
11 Editadas en las Obras completas de San Bernardo, BAC, Madrid, 1984, II.
12 L. Maldonado, Génesis del cristianismo popular. El inconsciente colectivo en un proceso histórico, Cristiandad, Madrid, 1979, 110-111.
13 Caroline Walker Bynum, Jesus as mother. Studies in the Spirituality of the Middle Ages, University of California, Berkeley. Véase especialmente «The Feminization of Religious Langage and Its Social Context», 135-146.
14 Por ejemplo, no conozco referencias a Ella como Reina de la Paz, durante la plena Edad Media.
15 San Bernardo, Homilía II, 5, 619: «¿Quien hallará una mujer fuerte?» se pregunta con Salomón. Para responder que hay una, María, la madre del varón fuerte.
16 San Bernardo, Homilía II, 5, 619; el abad de cisterciense incluye el siguiente comentario: «Se ve que el sabio –Salomón– conocía la debilidad de la mujer, la fragilidad de su cuerpo y la inconstancia de su espíritu».
17 Véanse las salutaciones correspondientes a estas advocaciones en Mª Isabel Pérez de Tudela, «La imagen de la Virgen María en las ‘Cantigas’ de Alfonso X», En la España Medieval, 1992 (15), 300-301. Como «Madre del Reï celestial» es ensalzada por Gonzalo de Berceo en la estrofa 124 de los Milagros de Nuestra Señora y como «Madre de Dios vero», en la 309.
18 Mª Isabel Pérez de Tudela, 302; Gonzalo de Berceo, a título de ejemplo, las estrofas 156 y 302.
19 J. Ibáñez y F. Mendoza, María en la liturgia hispana, Eunsa, Pamplona, 1975,63.
20 Mª Isabel Pérez de Tudela, 301; Gonzalo de Berceo, estrofas 158 («Madre tan pïadosa») y 227 («madre pïadosa que nunqua fallecio»).
21 Mª Isabel Pérez de Tudela, 302.
22 Mª Isabel Pérez de Tudela, 301.
23 No todas las mariologías han partido de la virginidad perpetua de María como del primer atributo mariano del cual derivarían todos los demás. Más bien al contrario, la mayoría de los tratadistas solían y suelen considerar como atributo primero y principal la maternidad divina de María.
24 Mª Isabel Pérez de Tudela, 304-305.
25 Joseph M. Soler, «Madres del desierto y maternidad espiritual», en Mujeres del absoluto. El monacato femenino historia, instituciones, actualidad. XX Semana de estudios monásticos, Abadía de Silos, Burgos, 1986, 45-65. En palabras del autor:»trasmitieron una doctrina espiritual con el mismo derecho que cualquier padre. Lo único que una madre espiritual no podía hacer era absolver sacramentalmente los pecados».
26 A. Linaje subraya el caso de Fontevrault, el célebre monasterio dúplice francés donde la autoridad de las abadesas se dejaba sentir no sólo sobre la comunidad femenina, sino también sobre la masculina. El autor señala que esa autoridad era de naturaleza mariana, réplica de la que el propio Jesús había conferido a su Madre sobre San Juan poco antes de morir: A. Linaje, 110. Véase también, para el monacato femenino castellano: J. Escrivá de Balaguer, La Abadesa de las Huelgas.Estudio teológico jurídico, Ediciones Rialp, Madrid, 21974.
27 En palabras de G. de Berceo: «la Madre gloriosa… la Madre de Christo, crïadae esposa» (estrofa 64).
28 Véase el camino recorrido en H. Barre, Prières anciennes de l’occidente a lamère du sauveur, P. Lethielleux Editeur, Paris, 1963. También, L. Hernan, Mariología poética española, BAC, Madrid, 1988.
29 Ximénez de Rada, «De rebus Hispaniae», Opera, Anubar, Valencia, 1968. Lasversiones en castellano corresponden a la traducción de Juan Fernández Valverde,Alianza, Madrid, 1989.
30 Cantiga, 6/62 de la edición de W. Mettmann.
31 Homilía II, 639 de la edición citada.
32 Mª Isabel Pérez de Tudela, 317 y 318, en donde se intenta establecer relación entre las imágenes de luz y las de «camino», «vía» y «meta».
33 Mª Isabel Pérez de Tudela, 317-319.
34 L. Maldonado, 111, recuerda a propósito de estas cuestiones la Virgen de la misericordia de Piero della Francesca conservada en Borgo Santo Sepulcro.

Fuente: EL ESPEJO MARIANO DE LA FEMINIDAD EN LA EDAD MEDIA ESPAÑOLA de Mª ISABEL PÉREZ DE TUDELA, Anuario Filosófico, 1993



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