Dos impresionantes historias que no olvidarás.

Las conversiones al momento de la muerte tienen una larga historia, comenzando con el buen ladrón, crucificado junto a Jesús, quien le expresa su fe en Él, y éste le responde prometiéndole «Hoy estarás conmigo en el paraíso».

Y la historia registra, muchos anticatólicos famosos que se han convertido en el último minuto, como el compositor Frédéric Chopin, el escritor Oscar Wilde, el presidente de la Segunda República de España Manuel Azaña, el ideólogo del marxismo cultural Antonio Gramsci, etc.

Y hay algunos condenados a muerte por la justicia que lo hicieron antes de ser ejecutados.

Aquí traemos dos casos asombrosos de conversión de condenados a muerte, por intercesión de la Santísima Virgen.

Que muestran que siempre hay esperanza de conversión si confiamos en Nuestra Señora.

El primer caso es el de Claude Newman, que fue contado por el capellán de la prisión, Padre O’Leary, e involucró dos apariciones de la Virgen María.

Claude era un hombre negro analfabeto, que muy jóven mató a su padrastro porque abusaba de su madre.

Fue encontrado culpable y condenado a morir en la silla eléctrica, programado para el 20 de enero 1944, cuando él tenía 21 años.

Un día cuando estaba esperando en prisión vio que un compañero reo llevaba una medalla y le preguntó qué era, y el compañero furioso se la arrancó y la tiró al suelo.

Claude la recogió y la empezó a usar, sin saber que se trataba de la Medalla Milagrosa.

Y una noche fue despertado por lo que llamó la mujer más hermosa que Dios hubiera creado.

Al principio él estaba lleno de miedo, entonces la Señora lo calmó y le dijo,

«Si tu quieres que yo sea tu Madre, y si te gustaría ser Mi hijo, haz que te traigan un sacerdote de la Iglesia Católica».

El Padre O’Leary fue llamado a primera hora la mañana siguiente.

Se encontró con él y Claude y le contó lo que le había ocurrido la noche anterior.

Y junto con los otros cuatro hombres de su bloque pidieron que se les diera instrucción religiosa.

Inicialmente, el Padre O’Leary tenía dificultad para creer la historia, pero los otros prisioneros le dijeron que todo en la historia era verdad.

Cuando comenzó su catequesis descubrió que Claude no sabía leer ni escribir y nunca había ido a la escuela.

Su ignorancia de religión era aún más profunda. No sabía quién era Jesús, excepto de que existía un Dios.

Sin embargo, en la medida que los instruía notó que Claude sabía demasiado para ser un irreligioso.

Y cuando comenzó a hablar de los sacramentos fue el propio Claude quien se los explicó a la perfección a los otros compañeros.

Y cuando el Padre O’Leary le preguntó de dónde había sacado ese conocimiento él respondió que la Señora que lo visitaba se los explicó.

Y aprovechó a darle al sacerdote un mensaje que le había enviado María, le dijo que no había cumplido la promesa que le había hecho en Holanda en 1940 cuando cayó en una zanja.

Fue entonces cuando el sacerdote le creyó.

Finalmente todos recibieron las instrucciones, fueron bautizados y recibidos en la Iglesia Católica.

Y llegó también el tiempo para que Claude fuera ejecutado.

Su ejecución iba a ocurrir a las doce y cinco minutos de la noche.

Entonces el Jefe de la cárcel le pidió un último deseo.

Y Claude pidió una fiesta para todos los compañeros, la que se llevó a cabo y luego hicieron una hora de adoración al Santísimo Sacramento y el Vía Crucis.

Pero cuando llegó la hora de la ejecución vino la noticia de que el Gobernador le había dado una prórroga de 2 semanas.

Entonces Claude lloró desconsolado diciendo «si ustedes alguna vez miraran el rostro de Ella, y miraran en sus ojos, ustedes no querrían vivir un día más en la Tierra».

Entonces el sacerdote le sugirió que ofreciera este dolor por la salvación del peor de todos los presidiarios de la cárcel, que había llevado una vida horriblemente inmoral y que también iba a ser ejecutado.

Pasaron las dos semanas y Claude fue ejecutado con una sonrisa radiante de felicidad y prometiéndole al Padre O’Leary que recurriera a él en el cielo cuando tuviera alguna dificultad.

Y también llegó la hora de la ejecución del otro preso, quien subió al patíbulo blasfemando.

E insultó al jefe de la cárcel cuando le preguntó si quería que lo asistiera un capellán.

Pero de repente dio un grito e hizo llamar a un sacerdote.

Y cuando éste llegó le preguntó qué le hizo cambiar de opinión.

Entonces el prisionero respondió, «¿Recuerda ese hombre de raza negra, Claude, a quien yo odiaba tanto?

Él está parado allá en la esquina, y señaló un rincón en el techo.

Y detrás de él con una mano sobre cada uno de sus hombros está la Madre Santísima».

«Y Claude me dijo, ‘Yo ofrecí mi muerte en unión con Cristo en la cruz por tu salvación.

Ella ha obtenido este regalo para ti, que tú puedas ver tu lugar en el Infierno, si no te arrepientes’.

Me fue mostrado mi lugar en el Infierno, y ahí fue cuando yo grité»

Dos impresionantes testimonios ¿no?

Y ahora te quiero contar otro caso, que también es impresionante. 

Es el de Jacques Fesch, un francés de una familia acomodada, padre banquero, que había llevado una vida muy pecaminosa y caprichosa, y que había matado a un policía cuando intentaba asaltar a un prestamista.

Era de padre ateo, pero sin embargo había recibido una educación católica, pero luego había renegado de la religión y de Dios.

Se había convertido en un joven enojado y agresivo que había abandonado su fe.

Su abogado, un católico devoto, intentó salvar su alma, pero cuando le hablaba de Dios recibía insultos de Jacques.

Al punto que el propio capellán de la prisión le aconsejó que desistiera en sus esfuerzos.

Sin embargo le dejó un libro con la historia de Nuestra Señora de Fátima, que luego lo condujo a su conversión. 

Nadie sabe realmente bien lo que sucedió, pero el 28 de febrero de 1955; estaba en la cama, con los ojos abiertos, sufriendo de verdad por primera vez en su vida. 

Fue entonces cuando un grito brotó de su pecho, «Dios mío».

Y al instante, como un viento violento que pasa sin que nadie sepa de dónde viene, el Espíritu del Señor lo atrapó. 

Y tuvo una impresión del poder y bondad infinitos de Dios, y a partir de ese momento, creyó con una convicción inquebrantable que nunca lo abandonaría.

Y unos meses después tuvo otro paso más en su conversión, comprendió que estaba siendo salvado a pesar de él mismo.

Y escribió en su diario «Dios me sacó del mundo porque estaba perdido en él». 

Desde ese entonces, Jacques vivió una vida verdaderamente monástica, de oración y contemplación.

Escribió sin descanso cartas a sus seres queridos instándoles a hacer las paces con Dios.

Y un diario que estaba destinado a su hija Veronique, que había abandonado, para que ella conociera su camino y también se sintiera atraída por Cristo.

Él le escribió,

«Si al final de estas páginas, he logrado hacerte comprender lo que puede ser la vida real, que comienza en este mundo para florecer donde todo es luz, si has podido intuir la grandeza y el valor del alma, y la poca importancia que tiene el éxito mundano, estas líneas no se habrán escrito en vano.

Y tal vez algún día, ante tu calvario, tú misma saques de este ejemplo la fuerza y el coraje para distinguir de qué dirección proviene la luz». 

Luego, cuando se anunció la pena de muerte el abogado interpuso de inmediato un recurso de apelación, que fracasó, al igual que el indulto definitivo cinco meses después.

Pero Jacques había aceptado su destino, ofreciendo su vida por aquellos a quienes «el Señor quiere salvar», como decía.

Y mientras se preparaba para morir, escribió en su diario: «¡Sólo me quedan cinco horas de vida! En cinco horas veré a Jesús». 

Y temprano a la mañana siguiente, mientras se arrodillaba ante la guillotina, sus últimas palabras fueron: «Virgen Santa, ten piedad de mí».

En 1993, el arzobispo de París, el cardenal Jean-Marie Lustiger, inició la causa de beatificación y eventual santidad, afirmando: «Nadie se pierde nunca a los ojos de Dios, incluso cuando la sociedad lo ha condenado». 

Sin embargo, no todos han estado de acuerdo con esta decisión del arzobispo. 

Bueno hasta aquí estos asombrosos testimonios de conversión en el patíbulo.

Son casos reales que muestran cómo la Santísima Virgen viene a buscar a los que ya no tienen ninguna esperanza.

Y cómo les devuelve la confianza en Dios, y en definitiva trabaja para que su alma no se pierda para la vida eterna.

Y me gustaría preguntarte si conoces casos de personas que se han convertido en su vejez o en su lecho de muerte luego de una vida de pecado. 

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