Nadie puede escapar a la tentación del maligno, porque nunca se cansa de provocarnos grandes o pequeñas caídas. 

Su actividad muchas veces es difícil de detectar porque es sutil.

Toma algo intrínsecamente bueno, y lo trata de corromper por exceso o por defecto.

Por eso es necesario estar informado y entrenado para detectar las trampas que pone, especialmente a la gente de fe.

Porque por el solo hecho de creer en Dios muchos suponen que están protegidos de las tentaciones del demonio, y nada más lejos de la realidad.

Aquí vamos a hablar sobre cómo actúa en nuestra psicología el demonio para desviar y corromper nuestra fe, para que puedas identificar las trampas a las que estás expuesto. 

La sutileza del demonio para atacarnos es impresionante.

Porque utiliza herramientas de psicología profunda para que nos desviemos.

Simplemente susurrándonos al oído algunas ideas que sintonizan con nuestros conflictos más hondos.

Y si no tenemos clara esta forma de actuar demoníaca vamos a pensar que estas ideas surgen de nosotros solamente.

La primera estrategia del enemigo es corromper el corazón a través de proponer caminos que proporcionen poder, fama, confort, deleites sensibles, dinero. 

Este fue el camino que siguió cuando Jesús fue al desierto durante cuarenta días para orar y prepararse para su vida pública.

Y ahí el diablo trató de dividir el corazón de Jesús, para eliminar o al menos corromper, su deseo interno de amar y obedecer a su Padre.

La segunda estrategia es desviar nuestra voluntad de la de Dios, hacer parecer la voluntad de Dios tan injusta, dolorosa o difícil, para que nuestro coraje falle y escojamos otro camino.

El demonio distorsiona la realidad para asustarnos.

Él exagera el peligro ó la dificultad para evitar que nosotros entremos en el camino que Dios nos invita a seguir. 

La tercera estrategia del enemigo es lograr que nos demos por vencidos.

Esto es lo que sucedió cuando la agonía de Jesús en el Huerto de Getsemaní donde sudó gotas de sangre.

Porque se le mostró el sufrimiento, la traición, la injusticia, la tortura física y psicológica que sufriría, la humillación, la calumnia, el rechazo de la humanidad, etc.

El diablo quería que Jesús se diera por vencido y no fuera perseverante en la misión encomendada.

De modo que estemos avisados y hagamos discernimiento de cada cosa que se nos susurra a la mente.

Para determinar si la intención no es corromper nuestro corazón con cosas ajenas a la voluntad de Dios, si las dificultades que imaginamos para seguir el camino no las estamos magnificando y que a su vez esa carga nos haga dudar de perseverar.  

Tenemos que ser sinceros y rigurosos con nosotros mismos en el discernimiento.

Y si lo hacemos vamos a descubrir cómo trabaja este maligno ser.

Primero, que las tentaciones son burdas y fáciles de detectar.

Y segundo, que al no tener éxito por ese camino, intenta otro, y luego el opuesto, y luego una variante, etc.

Se enrosca, como serpiente que es, alrededor del alma del desprevenido tratándolo de agarrar de alguna forma.

Y en la gente que está en el camino de la fe trata de hacerlo sentir inútil, poco merecedor de aprecio y hasta poco inteligente.

¿Y cómo lo logra?

Es fácil, tentando a los que lo rodean, por eso los niveles de oposición que los devotos tienen dentro de su propia familia.

Al mismo tiempo, se encarga de que el entorno de esa persona sea festivo, alegre, brillante y muchas veces todo aparentemente próspero, para que él se destaque negativamente del resto.

Va realizando una poda sistemática, tratando de disminuir a la persona difícil de tentar.

Pretende quebrarlo y muchas veces lo pone al límite de sus fuerzas.

El desaliento es su arma favorita y la que le da más éxitos, porque lleva a la duda de la bondad de Dios.

Nunca abandona la lucha y no deja de seguir ofreciendo al alma devota circunstancias para que le resulte fácil caer.

Su modus operandi es: si no puedo hacerte caer en algo muy malo, te haré caer en algo menos malo.

Si tampoco logra esto, él intentará disminuir el valor de las obras que hace el fiel, sugiriendo que las realiza por motivos no tan buenos.

De modo que si no logra victorias grandes tratará de ganar victorias pequeñas.

Las acciones del maligno en contra de quienes están en el camino de Dios son variadas y creativas.

Toman en especial la forma de corromper o desviar cómo se practica la fe.

Y no necesariamente que el fiel abandone lo que él supone que es la fe.

Y lo hace tentando para excederse en cómo vivir la fe, en el celo, o actuando por defecto, promoviendo escasez en el fervor, pero dejando a la persona que siga teniendo la sensación de que es devota.

Lo que es bueno se destruye mediante trampas piadosas que si el fiel no está atento puede caer fácilmente.

De ahí la necesidad de iluminación para revisar cómo uno está viviendo su fe.

Veamos el caso de cómo actúa con las personas que se consideran muy devotas.

Una forma es la insistencia en la carencia de oración que un devoto puede sentir.

Una de las trampas es vivir obsesionado con la idea de que si tan solo pudieras orar un poco más, Dios te dará lo que buscas.

¿Cuál es el engaño?

En que siempre podemos orar un poco más, pero nunca va a ser suficiente.

Y siempre va a estar presente el estigma que nunca es suficiente y por eso no se obtiene lo que se busca.

Esto hace que la oración sea una carga, algo a lo que la persona se tiene que forzar más y más cada día, y aunque avance, siempre la meta va a estar adelante.

Pero Jesús nos aconseja que el Padre sabe lo que necesitamos y que debemos ponernos pacíficamente y sin presión en las manos de él.

Uno no debe pensar que sólo es necesario repetir constantemente palabras y acciones piadosas para comunicarse con Dios, adorarle y pedir su auxilio.

Lo importante es hacerlo con fe y sin presión y no cumplir un formalismo.

Con el tiempo y con nuestro perseverar vamos a ir mejorando, porque Dios no es un cruel tirano que exige secuencias interminables de ritos, sino hacerlo con fe y en paz.

Una segunda forma es la discriminación hacia los demás, sentirse superior en la fe.

El maligno puede hacer de nuestras prácticas un fenómeno de orgullo primero, de condecoración después y de discriminación posteriormente. 

Puede hacer que tomemos nuestros actos devotos como una cocarda, hacernos sentir un excesivo orgullo por ellos y construir una discriminación hacia los demás en base a ellos.

Así vamos desarrollando la idea de que los otros son menos devotos porque no observan lo que nosotros observamos, por ejemplo el ayuno dos veces a la semana o con más frecuencia.

Tomamos al pie de la letra todo lo que suponemos que es devoto y lo queremos llevar hasta el extremo.

O que las otras personas no entienden nada, porque no interpretan como nosotros algunos signos como señales de los tiempos.

Una tercera forma por la que satanás nos mantiene a distancia de Dios es hacernos centrar en determinadas prácticas religiosas, reduciendo el accionar del Espíritu Santo a ciertas actividades.

Por ejemplo nos puede tentar con la idea de que tomar la comunión en la mano es la base de nuestra fe.

O que las oraciones diarias, por ejemplo el Rosario, son la meta de nuestra devoción.

En lugar de considerar estas cosas como la punta por la que se inicia y desarrolla nuestra relación con Dios.

Es como si sintiéramos que debemos hacer un check list de las cosas necesarias.

De modo que tales prácticas se van convirtiendo en una forma de control, como si Dios pasara lista y nos controlara.

Y lleva a la tentación sutil de decir, «Señor, he hecho lo que tú me mandas», como si eso significara estar en sintonía con Dios, o que le da al alma determinados derechos para exigir.

Una cuarta forma es que el celo religioso se transforme en fanatismo.

El maligno también nos tienta corrompiendo nuestro celo transformándolo en falta de caridad.

Por ejemplo esto lo podemos ver en la liturgia.

El fiel puede considerar que la forma de celebrar la misa de la forma en que él considera adecuada es la señal de devoción y otras formas de celebrarla indica falta de devoción o corrupción.

Por ejemplo, hay personas que gustan de la misa en latín y llegan a descalificar a la gente que no siente las gracias que ellos sienten que da esa liturgia.

Y una quinta forma es volcarse a la caridad pero descuidando la verdad. 

Eso se puede ver en el énfasis de la Teología de la Liberación, por ejemplo, o en el asistencialismo de algunos grupos parroquiales, donde se produce un conflicto entre las obras de misericordia corporales y las obras de misericordia espirituales.

Que so pretexto de ir hacia los pobres para darles alimento físico, se olvida de su espíritu.

Así es como el maligno toma una virtud y la aísla de las demás, e incluso la hace crecer desmesuradamente frente a las otras hasta eclipsarlas.

Bueno, por lo que hemos visto satanás se las ingenia para corromper a una persona que esté tanto en un banco de una iglesia como que trabaje en un burdel, nadie puede escapar a su tentación.

Y me gustaría preguntarte si has detectado esas trampas del demonio en tu vida.

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