La eliminación de los pensamientos tóxicos que no nos hacen bien.

Todos tenemos lo que a veces se llama un mundo subconsciente, que nos hace surgir ideas extrañas en la mente, que no nos atreveríamos a identificar como nuestras ante nadie.

¿Cómo llegaron allí?

Estos pensamientos son implantados directamente por ángeles caídos hablándonos al oído.

Y otras veces implantados indirectamente por ellos, a través de la cultura y la sociedad o por nuestros instintos animales.

Aparecen en nuestra mente y debemos lidiar con ellos, porque son tan extraños que nos exigen mucha energía y perturban nuestro corazón.

Entonces debemos hacer un esfuerzo, primero para aceptar que no son nuestros y luego deshacernos de ellos para que no vuelvan y nos quiten energía.

¿Y cómo hacerlo?

Los Padres del Desierto, los primeros monjes y anacoretas, ya definieron cuál era la mejor manera de lidiar con estos pensamientos a través de las enseñanzas de Jesús en la Biblia.

Porque si no lo hacemos de una manera eficaz no podremos llevar una vida cristiana alejada del pecado y con el corazón aquietado.  Aquí hablaremos sobre las enseñanzas de Jesús para tratar con los pensamientos extraños que llegan a nuestra mente y no sabemos qué hacer con ellos, de una manera práctica y eficiente.

¿Alguna vez has estado sentado ocupándote de tus propios asuntos cuando de repente surge un pensamiento desagradable en tu mente? 

¿Un pensamiento que no elegiste, que nunca elegirías?

El hecho de que los pensamientos parezcan sucedernos, que vienen de una manera que hasta parece independiente a nosotros, es la razón por la que tiene sentido personificarlos como ángeles y demonios, porque parecen tener vida propia.

Parece como muestran los dibujos animados, cuando un personaje está tratando de tomar una decisión y tiene un angelito en un hombro y un diablito en el otro, ambos tratando de convencerlo de qué es lo correcto.

En nuestro caso los buenos y los malos pensamientos, o los ángeles y los demonios, sólo pueden hacer sugerencias.

No tienen el poder de forzarnos en ninguna dirección, sino solo tentarnos o guiarnos por el camino bueno.

Por lo tanto, es nuestra tarea conocer si son los ángeles o los demonios detrás de los pensamientos que nos surgen y ser sabios como serpientes, como sugiere Jesús, para lidiar con ellos. 

Todo esto sucede en nuestra vida interior, y lo primero a tomar en cuenta es que nos vienen a la cabeza habitualmente muchos pensamientos que no son nuestros. 

Pueden ser pensamientos de nuestros padres y amigos. Pueden ser pensamientos de nuestra cultura. Pueden ser los impulsos de nuestra naturaleza animal. 

Y pueden ser tentaciones que nos manda el demonio o pensamientos que nos llegan por ángeles buenos para nuestra superación.

Por lo tanto, lo más importante a darse cuenta es que no somos nuestros pensamientos.

Somos la persona que está experimentando esos pensamientos y sentimientos y que debemos tomar distancia de ellos para evaluarlos. 

Habrá algunos pensamientos y sentimientos de los que podemos reclamar posesión y aceptar que queremos que nos pertenezcan, y otros que simplemente están pasando y que decidimos que no nos pertenecen. 

Si no tenemos en cuenta esta distinción podemos caer en el error de que la elección de pensamientos se vuelva automática, como lo hace la mayoría de las personas.

Y terminan tomando decisiones sin siquiera darse cuenta de que las están tomando, porque toman todos los pensamientos que les llegan como si fueran suyos.

Porque todo sucede tan rápido y tan automáticamente, que algunos no desarrollan la conciencia de que está sucediendo este proceso, y que podemos decidir cuáles pensamientos podemos aceptar como nuestros y cuáles dejarlos pasar como ajenos.  

Cuando vigilamos nuestros pensamientos y somos conscientes sobre qué tipo de mundo queremos crear en nuestra vida interior, podemos alejarnos de los pensamientos que en realidad no son nuestros y elegir cuáles hacer nuestros pensamientos.

Por lo tanto debemos tomar el control de este ciclo para nuestra sanidad.

Porque además, cuanto más rápido seamos capaces de decirles que no a los pensamientos que decidimos no son lo que queremos para nosotros, menos a menudo se nos presentarán en el futuro. 

Y cuando hayamos logrado una selección de buenos pensamientos y les hayamos permitido convertirse en hábitos, encontraremos que nuestra condición interna es mucho más saludable. 

Y también encontraremos que vigilar se vuelve más fácil y nos consume menos energía.

Por esto, la práctica de vigilar nuestros pensamientos es tan esencial para la práctica católica. 

No tenemos que aceptar cada pensamiento y sentimiento que nos llega, somos libres, podemos optar por reclamar sólo la posesión de aquellos pensamientos que nos acercan a Dios y dejar pasar las tentaciones.

¿Y cómo debemos hacer para dejar pasar las tentaciones?

Los primeros cristianos enseñaron que uno de los mejores medios para vencer las tentaciones es desconfiar de nosotros mismos, especialmente de lo que pensamos y sentimos, y poner toda nuestra confianza en Dios.

Porque la Escritura advierte en varios lugares que esto es lo que principalmente mueve a Dios a asistirnos en nuestras tentaciones y sufrimientos.

Porque Él no actúa así con los que confían en su propia luz y confían en su propia fuerza, y que al atribuirse todo a sí mismos, usurpan una gloria que pertenece sólo a Dios.

Los primeros cristianos ya sabían esto, pero poco a poco ha quedado relegada esta enseñanza en la Iglesia.

Los primeros padres enseñaron que es muy importante abordar los pensamientos que definimos como que no son nuestros, o sea los de los demonios, tan pronto como surjan dentro de nosotros.

Porque cuanto más tiempo les permitamos un espacio en nuestros corazones y mentes, más difícil será deshacerse de ellos.

Sabían que lo que más les preocupaban a las personas eran cosas como la salud, el dinero, la seguridad, las opiniones de los demás, el futuro.

Y a raíz de esto surgían escenarios imaginados y miedos exagerados, y hacía que las cosas se fueran de nuestro control.

Sabían que la preocupación tiene la capacidad única de robar la preciosa y limitada energía y gastarla en otra parte.

Y que este robo de energía y atención nos deja vulnerables y mal equipados para hacer lo que Dios nos pide en el momento presente.

Los Padres del Desierto ofrecieron algunos remedios a los pensamientos ingobernables.

Fueron unánimes en enseñar que uno nunca debe luchar contra los pensamientos tóxicos debatiendo con ellos directamente.

Más bien argumentaron que era mejor captar los pensamientos en su primera aparición y responder a ellos de manera muy simple, con breves contra pensamientos inspirados o extraídos de las Sagradas Escrituras.

O sea, que si la oscuridad llama tu atención, no mires fijamente a la oscuridad, sino vuelve a encender la luz de la verdad.

A esta práctica la llamaron antirrhêtikos, que significa algo así como «responder» o «hablar en contra». 

Que fue lo que hizo el mismo Jesús en el desierto cuando satanás trató de tentarlo para que abandonara su misión, ver Mateo 4:1. 

Jesús tomó breves pasajes bíblicos que desviaron su atención del padre de la mentira hacia el Padre de la verdad.

Uno de los textos bíblicos más preciados que se usaba en tiempos de tentación era el Salmo 72, que cambia nuestro enfoque de los problemas presentes al Dios, que siempre está listo para salvarnos, cuando clamamos:

«Oh Dios, ven en mi ayuda; ¡Señor, date prisa en socorrerme!».

Esta oración se volvió tan reverenciada en la antigua tradición monástica que finalmente la podemos leer hoy en la apertura de la Liturgia de las Horas.

Pero esta técnica no era la única forma de lidiar con los pensamientos oscuros o problemáticos para los primeros Padres.

Entre otras cosas, aconsejaban lo que llegó a conocerse como «desnudar los pensamientos», o sea la revelación de las tentaciones y pensamientos negativos, abierta y honestamente a un ‘anciano’, para sacar a la luz cualquier distorsión que necesite corrección.

Esto hoy lo podemos hacer con nuestro director espiritual y en los casos más agudos en la confesión.

Y una de las preocupaciones más comunes de los seres humanos de todos los tiempos es sobre el futuro.

Por lo que uno de los antirrhêtikos favoritos desde la antigüedad ha sido aplicar la enseñanza que aparece en Mateo 6,

«Tu Padre celestial sabe que necesitas todas estas cosas.

No os preocupéis, por las cosas del mañana, porque el mañana se preocupará por sí mismo».

Al recitarlo en respuesta a mi preocupación, devuelvo a Dios el futuro que parece amenazarme, reconociendo que solo Dios habita y preside en ese futuro.

No estoy ni podré estar allí, pero en el momento en que renuncio a mi preocupación y elijo la confianza, le devuelvo a Dios mi futuro.

Sólo entonces Él podrá trabajar allí con plena libertad antes de que yo llegue. 

Por el contrario, cuando me preocupo, arrebato mi futuro de las manos de Dios y lo tomo bajo mi propio control, que en realidad es incompetente.  

 Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre las enseñanzas que dejó Jesús en las escrituras sobre cómo deshacernos de pensamientos oscuros que nos pueden llegar a la mente, y adoptar pensamientos bondadosos que purifiquen tu vida. 

Y me gustaría preguntarte que haces cuando te llega a la cabeza algún pensamiento extraño.

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