Los maravillosos regalos que sólo obtenemos cuando confiamos en Dios. 

Hay dos voces que hablan constantemente a nuestra conciencia durante toda la vida.

Y que ante cada situación nos proponen caminos diferentes.

Pero sólo una de ellas es la que nos permitirá multiplicar las gracias, en la misma tierra, si la seguimos con fe y esperanza, a pesar de las pruebas grandes y pequeñas que pasamos en la vida.

Y decimos multiplicar las gracias, no solo tener las gracias que soñaste.

Esto no es magia sino una forma para abrir el cofre de gracias destinadas para cada uno, que siempre son más que las que aspiraste.

La confianza a pesar de las pruebas, y el mantenimiento de la fe y la esperanza, son las llaves que abren esa multiplicación por dos de las gracias.

Aquí hablaremos sobre quienes son esas dos voces que nos hablan a la conciencia durante toda la vida y cómo hacer para colocar nuestras prioridades en el campo correcto, para multiplicar por dos las gracias.

Durante toda nuestra vida experimentaremos dos presencias sutiles.

Dos personas misteriosas, invisibles a los sentidos pero no al intelecto y a la conciencia, que tienen libre acceso a nuestra conciencia, personas que nos cuestionan y tratan de persuadirnos.

Que nos piden que creamos en ellos, exhibiendo pruebas de credibilidad.

Personas que a veces nos agradan pero a veces nos molestan, personas que a veces nos atraen, pero a veces nos repelen.

Dos personas que luchan sin cesar por nuestro destino, que nos aseguran que nos guiarán a la felicidad, uno en competencia con el otro.

Y nos obligan a tomar posición, a discernir, a aceptar o rechazar. 

Uno es Jesucristo y el otro es el diablo.

Cada uno de nosotros es libre de elegir a uno, y rechazar al otro.

Y en el transcurso de la vida es posible que cambiemos de rumbo y pasemos de uno a otro, debido a que nos damos cuenta de que hemos tomado caminos equivocados.

A veces quisiéramos un poco de uno y un poco de otro.

Pero no es posible, porque en realidad, a pesar de ciertas similitudes, no es posible seguir a ambos, porque conducen en dos direcciones opuestas, aunque ambos aparecen como caminos hacia la felicidad. 

Pero uno conduce a las gracias en la vida en la tierra y al cielo después. 

Y el otro a los desastres en nuestra vida en la tierra y luego al infierno.

Entre ambas voces nos debatimos los humanos, seres imperfectos, cuyo pecado puede ser perdonado por Dios.

Porque si cometes un pecado, puedes arrepentirte, confesarlo y comenzar de nuevo con el perdón del Señor. 

Pero si justificas o niegas el pecado, cortas las gracias que Dios tiene para ti.

O sea que te pierdes en pruebas y tribulaciones permanentes y no recibes los regalos multiplicados que Dios te podría haber dado.

Por eso el Padre Gabriele Amorth decía,   

«No tengo miedo por quien comete un pecado, porque un pecador siempre puede arrepentirse y confesar. 

Puede empezar de nuevo porque Dios le da mil oportunidades para recuperarse. 

En cambio, tengo miedo por los que justifican el pecado, por los que dicen: ‘Esto no es un pecado, puedo hacerlo sin problema'». 

Porque esa es la forma que usa satanás para tentarnos, como lo hizo con Eva, a quien dijo, ‘No es cierto lo que dijo Dios, que si comes de este fruto morirás, en cambio te volverás como Él y podrás decidir sobre el bien y el mal’.

El maligno tiene una estrategia sistemática, hace creer que el infierno no existe y que el pecado es solo una experiencia más. 

Y es por eso que los tres grandes motores que usa para tentarnos son la concupiscencia, el éxito y el poder.

La concupiscencia es sentir deseos no gratos a Dios, contrarios a los mandamientos.

Y también el mismo Amorth cuenta que en un exorcismo el demonio le dijo,

«Mi propósito es hacer que la gente pierda la fe en las palabras de Dios y hacer que el pecado pase como una conquista». 

Por eso toda la obra y enseñanzas de Jesús tienen como objetivo deshacer la acción del maligno, en 1 Juan 3:8 leemos que «el Hijo de Dios vino para destruir las obras del diablo». 

Y mientras el diablo dice: «Piensa en los placeres, la carrera, piensa en ti mismo, no te preocupes por los demás», Jesús dice: «Piensa en no tener tribulaciones permanentes, en la vida eterna, ama a tu prójimo como a ti mismo».

Por lo tanto debemos saber dónde colocar nuestras prioridades y metas, porque lo que se siembra es lo que se cosecha. 

San Francisco de Asís, por ejemplo, creía que su vida debería ser parte de una eterna fiesta, pero aún así estaba insatisfecho. 

Y Jesucristo se le mostró, cambió su vida, tuvo una felicidad como nunca antes, reencauzó la Iglesia de su época y hoy es un ejemplo para la humanidad.

Y escucha esto, sólo cuando sabemos ordenar nuestras prioridades y colocamos en el centro lo que es verdaderamente importante, nos toparemos con la verdadera felicidad, que la da Dios. 

Cuando seguimos a la voz sutil correcta de las dos que nos hablan.

Porque cuando tenemos confianza en Ella todo lo demás viene por añadidura.

La persona debe tener fe y esperanza en todo momento. 

De modo que porque cree firmemente, tiene esperanza, y entonces lo que quiere obtener, lo obtendrá. 

Algunos lo pondrán en duda porque dicen que les falta esto o aquello.

Pero Jesucristo no prometió que la vida en la tierra iba a ser una fiesta eterna, dijo que vendrán las pruebas para cada uno, para templarnos y hacernos fuertes.

Pero luego de las pruebas vienen las gracias multiplicadas.

Luego de la tormenta sale el sol.

Y esto no es una teoría humana, lo vemos que surca en la Biblia, que es la palabra de Dios.

Tenemos el caso de Job en el Antiguo Testamento, que lo perdió todo por un ataque del maligno, pero se mantuvo firme a Dios aún en las pruebas más extremas, y luego Dios le devolvió todo multiplicado.

Y también en el Nuevo Testamento Jesús hace la parábola del Hijo Pródigo, que dilapidó la fortuna que le dio su padre, volvió a él en su desesperación y fue recibido con gracias mayores de las que tuvo antes.

Entonces recuerda esto, cuando ha pasado el tiempo de la prueba, cada uno vuelve a tener todo, pero multiplicado por dos. 

Y solo aquellos que saben confiar pueden superar las pruebas de una manera más llevadera.

Estamos hablando tanto de las grandes pruebas como de las pequeñas pruebas de la vida.

Y un ejemplo de la vida real es lo que nos trae el Padre Señieri en su libro «El Cristiano Instruido». 

Dice que el Padre Nicolás Zuchi fue a confesar en Roma a un joven cargado de pecados deshonestos y malos hábitos.

El confesor lo acogió con caridad, y compadecido de su estado lamentable, le dijo que la devoción a Nuestra Señora podía librarlo de ese vicio.

Y le impuso de penitencia que, hasta la próxima confesión, cada mañana y por la noche, al levantarse y antes de acostarse, rezara un Ave María a la Virgen, ofreciéndole sus ojos, sus manos y todo su cuerpo, pidiéndole que le custodiara como suyo, y que besara tres veces el suelo. 

El joven practicó la penitencia, al principio con poca enmienda. 

Pero el padre continuó inculcándole que no dejara esa costumbre piadosa, animándole a confiar en la protección de la Virgen. 

Y andando el tiempo, el joven penitente se fue con otros compañeros a recorrer el mundo durante varios años. 

Vuelto a Roma fue en busca de su confesor, el cual, con gran júbilo y asombro, lo encontró del todo cambiado y libre de las antiguas manchas. 

Y le dijo,

«Pero hijo, ¿cómo has obtenido de Dios tan hermosa transformación?» 

Y el joven le contestó, 

«Padre, Nuestra Señora me consiguió la gracia debido a aquella devoción que me enseñó».

Pero no acaban aquí las cosas portentosas. 

El mismo confesor narró desde el púlpito este suceso. 

Y lo oyó un capitán que desde hacía muchos años vivía en mal estado con una mujer. 

Él también se resolvió a practicar la misma devoción, para librarse de aquella terrible cadena que lo tenía esclavo del demonio.

¿Y qué pasó?

Se había liberado, pero al cabo de medio año, presumiendo el capitán de sus propias fuerzas, se dirigió en busca de aquella mujer para ver si ella también había cambiado de vida. 

Pero al llegar a la puerta de aquella casa donde corría peligro de volver a pecar, se sintió rechazado por una fuerza invisible y se encontró a más de cien metros de la casa. 

Entonces comprendió con toda claridad que María lo había librado nuevamente de la perdición. 

De esto se deduce cuán solícita es nuestra Madre, no sólo para sacarnos del pecado, si nos encomendamos a Ella con buena intención, sino también para librarnos del peligro de nuevas caídas.

Entonces, enmendarse, tener fe y confianza, enmendarse, tener fe y confiar. 

Bueno, hasta aquí lo que queríamos contarte sobre la lucha que tenemos constantemente entre dos voces que nos hablan proponiéndonos la felicidad, pero sólo una nos hará más fuertes y nos templará haciéndonos pasar por pruebas, luego de las cuales recibiremos las gracias multiplicadas por dos, si nos mantenemos con fe y esperanza. 

Y me gustaría preguntarte si has experimentado que luego de las pruebas te ha venido derramamiento de gracias.

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