La trama que comenzó a liberalizar la doctrina católica y perder sentido de la Verdad.

Es un hecho bien notorio que el catolicismo está derivando hacia posiciones más liberales, que quieren modernizar la Iglesia abriéndola más al espíritu de la época.  

Esto implica sacudirse de las tradiciones e incluso reinterpretar partes importantes de la doctrina que Jesús legó a los apóstoles.

La liberalización pasa por no oponerse a que los católicos profesen la religión con baja intensidad, es decir menos comprometidamente.

Todo esto comenzó con el liberalismo norteamericano.

Cuando en la década de los ’40 Franklin Roosevelt expuso la doctrina ideológica y económica llamada la Proposición Americana, y puso todos sus recursos para globalizarla a todo el mundo.

Lo que implicó una batalla que incluso llegó al Concilio Vaticano II para introducir el liberalismo dentro de la Iglesia.

Aquí hablaremos sobre cómo está transcurriendo dentro de la Iglesia la tendencia hacia la adopción del espíritu de la época, que consecuencia tiene para la práctica de la religión por parte de los fieles, y cómo influyó en esto el liberalismo norteamericano exportado a todo el mundo. 

A mediados de junio de 2022 el Prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Cardenal Gerhard Müller dio un sermón en Oxford sobre la situación de la religión y la Iglesia.

Advirtió que muchos cristianos están preocupados mirando la crisis de las sociedades tradicionalmente cristianas en Occidente y los escándalos en la Iglesia.

Y se preguntó ¿el cristianismo todavía encaja en nuestro tiempo? 

Y su diagnóstico fue que la crisis en la iglesia es provocada por el hombre, y ha surgido porque nos hemos adaptado cómodamente al espíritu de una vida sin Dios.

Que no hay falla de la gracia de Dios, sino solo una falta de nuestra respuesta adecuada. 

No podemos escapar del veneno mortal de la serpiente si trabamos amistad con ella, sino sólo si mantenemos prudentemente nuestra distancia y tenemos el antídoto a mano.

Identificó entonces que el veneno que paraliza a la Iglesia es la opinión de que debemos adaptarnos al espíritu de la época, que debemos relativizar los mandamientos de Dios y reinterpretar la doctrina de la fe.

Y alertó sobre que los formadores de opinión anticristianos son los principales medios de comunicación que presionan para que la Iglesia se autosecularice. 

Dicen que la Iglesia Católica está rezagada 200 años en comparación con el mundo actual. 

Lo cual es apoyado por buena parte de la jerarquía del Vaticano.

Y además lo politizan.

Por ejemplo, proteger la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural se desacredita como una posición política «conservadora» y «de derecha».

Mientras que lo contrario es un «derecho humano» y «progresista».

Dice Muller que la frase mágica del tentador es «la modernización es necesaria» en la Iglesia.

En consecuencia, cualquiera que se oponga a esta ideología será combatido como un enemigo y acusado de tradicionalista.

No consideran que la fe revelada sea verdadera, aunque sus expresiones las usan como material de construcción para la nueva religión de unidad mundial.

Y para que la Iglesia ingrese en esta religión mundial con un credo lavado, el único precio que tiene que pagar es renunciar a su pretensión de verdad.

Lo cual a esta altura no parece gran cosa, ya que el relativismo dominante, de todos modos rechaza la idea de que realmente podemos conocer la verdad.

Un catolicismo sin dogmas, sin sacramentos y sin magisterio infalible, es el espejismo que anhelan los líderes liberales e incluso algunos líderes eclesiásticos.

En cambio el Cardenal Muller fue muy preciso en argumentar que Jesús no puede ser superado por el cambio de los tiempos.

Porque la eternidad de Dios abarca todas las épocas de la historia y la biografía de cada persona. 

En el ser humano Jesús de Nazaret, la verdad universal de Dios está concretamente presente aquí y ahora, en nuestro tiempo y nuestro espacio histórico. 

Jesucristo no es la representación de alguna verdad supratemporal, sino que Él es «el camino, la verdad y la vida» en persona, y quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. 

Y terminó diciendo que la Iglesia está perdida sin el evangelio de Cristo.

Y basta ver las delirantes propuestas que los Obispos franceses han hecho al Sínodo de la Sinodalidad que la Iglesia está desarrollando actualmente.

El matrimonio de los sacerdotes, la ordenación de mujeres, la modernización de la liturgia, la predicación de laicos durante la misa y más.

Y sobre la modernización de la liturgia ellos consideran que debe tener un lugar aún más central la meditación de las Escrituras. 

Porque si bien la Eucaristía es «esencial», es un «lugar de tensión», tanto por «la inadmisibilidad del lenguaje» de la Iglesia, demasiado complejo para los fieles, como debido a que hay fieles excluidos de los sacramentos, los que divorciados no célibes, los no heterosexuales entre otros.

En definitiva están proponiendo rebajar aún más la doctrina católica, evitando la tarea de catequizar bien a los fieles y relegando a segundo plano la eucaristía en la misa.

¿Y qué conclusión podemos sacar de todo esto?

Que se están haciendo visibles dos grandes religiones.

Una que cree que el ser humano debe plegarse a la voluntad divina, la que fue expresada en la biblia y por la tradición y el magisterio históricos de la Iglesia.

Y la otra que diviniza al individuo como centro del espíritu de esta época.

Y que la Iglesia Católica ha dado un permiso progresivo implícito para que los católicos profesen una religión de baja intensidad.

¿Qué quiere decir esto?

Una religión donde el compromiso con los valores doctrinales sea menor y cada uno arme su «catolicismo» a su manera, eligiendo las partes de la doctrina que le gustan y desechando las que no le gustan.

Y lo racionalizan diciendo que hay que modernizar la doctrina.

Es la creación de un Dios manejable, cambiando en la Tierra los criterios con los que Dios nos juzgará en el Cielo.

Esto lo vemos muy claramente funcionado en EE.UU. donde notorias figuras políticas, llevan adelante políticas de gobierno contrarias a los valores morales católicos y se dice católicos.

Y sin embargo no hay consenso entre los obispos sobre si a estas personas es lícito llamarles católicas y si pueden comulgar.

Y es más el Vaticano ha dado una señal importante. 

Porque el único cardenal estadounidense que el Vaticano creó en junio de 2022, fue el Obispo McElroy, pasando por encima por encima a arzobispos con más trayectoria, y McElroy es de los obispos defensores de estas figuras políticas contrarias a los valores morales católicos tradicionales.

Todo esto es consecuencia del liberalismo, para quienes el significado último de la religión reside en el compromiso con el ideal de justicia.

Esta religión del liberalismo abarca la mayoría de los protestantes de la línea principal, los que creen vagamente en Dios y no tienen religión, y muchos católicos, se han sumado más tardíamente por influjo de una presión del establishment.

Esta religión ha tomado forma en EE.UU. y luego fue exportada al resto del mundo

Y hoy es la base de la animosidad contra los que practican la religión basándose en la doctrina tradicional. 

A quienes suelen llamar rígidos.

Pero lo más fascinante es que este liberalismo religioso fue desarrollado en EE.UU. por lo que hoy podríamos llamar el «estado profundo».

El libro de David A. Wemhoff que tiene el título «John Courtney Murray, Time/Life, y la Proposición Americana», que tiene como subtítulo «Cómo la Guerra Doctrinal de la CIA cambió a la Iglesia Católica», se refiere a esto.

El libro narra la asociación de Henry Luce, el magnate que fue dueño de las revistas Time, Life y otros medios, con el estado profundo y organizaciones de inteligencia, y con el jesuita John Courtney Murray, para imponer la religión liberal haciendo abdicar a los católicos de su posición tradicional.

En 1941, Franklin D. Roosevelt pronunció su famoso discurso de las «Cuatro Libertades». 

Donde expuso su visión para la reingeniería de las sociedades en todo el mundo. 

Según el libro, el medio fue la estrategia psicológica, que implicaba la manipulación de ideas, palabras y símbolos para convencerlas de la bondad de ideología que formó Estados Unidos. 

Y a quien apuntaba más directamente fue contra la Iglesia Católica Romana.

Porque la ideología política y económica americanista consagraba lo que la Iglesia había condenado desde antiguo, el liberalismo.

Esta lucha alcanzó su culminación en el Concilio Vaticano II, pero la doctrina católica no cambió como ellos pretendían, aunque la redacción de los documentos fue ambigua para contemplar a los modernistas y a los tradicionales que estaban enfrentados. 

Y entonces los americanistas modernistas usaron su poder mediático para ganar la batalla por lo que se llamó el «Espíritu del Concilio».

Su poder mediático reinterpretó el Concilio y esa reinterpretación sesgada hacia el liberalismo modernistas tuvo consecuencias desastrosas para la Iglesia.

El libro dice que el teólogo jesuita John Courtney Murray fue promocionado por los medios de comunicación estadounidenses mientras era criticado desde las posiciones de jerarquía vaticana.

Y también los medios se opusieron al orden social católico tradicional mantenido en algunas partes de Europa y Latinoamérica.

Mientras dice que, las organizaciones de inteligencia mantenían una universidad en Roma, la Universidad Pro Deo, cuya labor fue adoctrinar al clero latinoamericano en la Proposición Americana.    

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre la génesis de las posiciones católicas que buscan modernizar el catolicismo según el espíritu de la época, que está relacionado con el liberalismo promocionado como ideología global desde EE.UU.

Y me gustaría preguntarte si los sacerdotes que conoces son liberales y quieren modernizar el catolicismo o por el contrario son más bien tradicionales.

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