De donde viene cada idea que aparece en nuestra mente, cómo discernirlo.

Nos puede suceder en la vida que estemos ante un problema que no podemos solucionar, o que no sepamos qué camino tomar ante un tema.

Entonces le preguntamos al Señor, ¿qué debo hacer? 

Y otras veces quizás nos surja una idea que parece atractiva y promisoria para nuestra vida, y tenemos la duda de si viene del Señor o no, si Él la avala.

En el entendido de que todo lo que venga de Dios es lo que Él quiere para nosotros, tendrá su apoyo y nos dará abundantes gracias para llevarlo adelante.

Pero el problema que surge enseguida es cómo saber si la moción que nos llega, la voz que oímos, es la de Jesucristo o no, cómo discernirlo.

Aquí hablaremos sobre las cosas que te diría el Señor y las que no, las preguntas que te debes hacer y el mecanismo que debes usar para validar si algo viene de Dios o no. 

¿Alguna vez tuviste que tomar una decisión importante y pediste el consejo y apoyo de Dios, de Jesucristo?

¿O sentiste que Él estaba tratando de decirte algo? 

Y casi de inmediato seguramente no pudiste evitar preguntarte: «¿Fue realmente Jesús el que me dio indicaciones, son ideas mías, es el enemigo que quiere confundirme?»

Este quizás sea uno de los mayores dilemas de los cristianos, discernir lo que viene de Dios, de aquello que viene del mundo, del maligno o incluso de las pasiones de nuestro yo.

Y para discernir de dónde viene, lo primero que debemos considerar es cómo era y es Jesús y cómo se maneja, para determinar qué es lo que podría haber dicho. 

Debemos tener claro entonces cómo era el verdadero Jesús que nos muestran las escrituras, no el que hemos edulcorado o que nos vende el mundo.

Jesús era un hombre fuerte, resistente, estaba acostumbrado al trabajo físico duro y a las largas caminatas, no era un hombre frágil ni debilucho.

Su predicación era fuerte y desafiante, convincente.

En aquellos días no existían micrófonos ni amplificadores, por lo tanto los predicadores como Jesús, que le hablaban a cientos o miles de personas reunidas, no podían usar un tono suave y sugerente.

Jesús tenía una postura intransigente en todas las cosas que la Biblia muestra que dijo.

No las que queremos pensar que dijo, sino las que verdaderamente dijo, lee la Biblia.

Debemos arrepentirnos y creer en Su Evangelio, aceptar claramente que Él es la única luz, la única verdad y el único Hijo del Padre. 

Debemos amarlo primero a Él. Esto incluye a nuestra propia familia, así como a las cosas más esenciales para nuestra supervivencia física, como la carrera y el sustento.

Si no hacemos esto, entonces nos dijo que no somos dignos de Él. 

Debemos tomar nuestra cruz para seguirlo, dijo.

No basta con amar al prójimo; debemos amar a nuestro enemigo. 

No basta con evitar el adulterio, debemos tener una pureza sexual tal, que excluya incluso los pensamientos impuros. 

Debemos perdonar a otros que nos han lastimado o de lo contrario el Padre no nos perdonará.

Advirtió sobre el infierno y que muchos no podrían o no querrían entrar al cielo en Sus términos y pocos tomarían el camino angosto.

No hay compromiso para Jesús, no hay una tercera vía. 

No podemos servir a dos amos, a Dios y a Mammon. 

Para él un amigo del mundo es enemigo de Dios. 

A nuestras excusas para ponernos manos a la obra, Él podría decir: «¡Deja que los muertos entierren a sus muertos, pero tú ve y proclama el Reino!»

Declaró que si alguien se avergonzaba de Él y de sus enseñanzas, Él se avergonzaría de esa persona en el día del juicio. 

El Jesús que muestra la Biblia tenía una determinación que muchos de nosotros interpretaríamos como una especie de inflexibilidad. 

Sabía exactamente lo que quería hacer. 

Tenía la misión urgente de transmitir la verdad, no de debatirla con los detractores o los indecisos.

Y les dijo a sus discípulos que debían trabajar mientras aún era de día, porque cuando se acercara la oscuridad, el trabajo cesaría. 

Hoy nuestra cultura se siente más cómoda con un Jesús que deambulaba bendiciendo a la gente, contando historias y siendo comprensivo, acompañando y no exigiendo. 

Pero nada podría estar más lejos de lo que registra la Biblia.

El Señor pedía arrepentimiento ya, y no dilaciones.

Entonces cuando queramos discernir qué es lo que haría Él en nuestro lugar, o qué nos aconseja hacer, o cuando oímos una orientación que supuestamente viene de Él, debemos discernir si lo que nos dice es compatible con el Jesús que se reveló en la Biblia o no.

Porque en realidad, están compitiendo 4 voces en tu entendimiento.

Por un lado está el maligno, que está preocupado por evitar que seamos quienes Dios nos llama a ser.

Que se aprovecha de nuestras inseguridades, provocando miedo y ansiedad, para paralizarnos.

Nos miente sobre quién es Jesús, no nos presenta al de los evangelios. 

Y siembra discordia, se aprovecha de nuestro orgullo para llevarnos a peleas, rivalidades y actos divisivos.

Por otro lado está la voz del mundo, que es el campo de batalla entre Dios y el maligno.

La familia y los amigos a menudo nos dicen cosas que parecen inspiradas por Dios y hasta a veces pueden decir explícitamente, «Dios quiere que…», pero podrían ser proyecciones de sus pensamientos y deseos personales. 

La otra voz audible es la del Yo.

Es la que habla más fuerte y le prestamos más atención.

Está influenciada por las otras tres voces y moldeada por nuestros gustos y aversiones, miedos y esperanzas, que a menudo se basan en experiencias pasadas. 

Por lo que necesitamos rastrear cada mensaje que oímos hasta sus raíces.

La mejor manera de discernir las raíces de cada mensaje es entrar en oración y preguntarse «¿de dónde viene?».

Y tal vez descubramos heridas pasadas que necesitan curación.

Y finalmente la otra voz es de Jesucristo, de Dios, que nos revela Su voluntad en el silencio, con voz apacible pero firme.

Nos instará a desear el bien, a odiar el mal, a amar a los demás, a arrepentirnos cuando pecamos y a mostrar misericordia a los demás.

En fin, todas cosas concordantes con el espíritu de Jesús que nos muestra la Biblia.

Y si el mensaje es verdaderamente de Dios, encontrarás paz cuando lo aceptes.

Habitualmente se menciona que la prueba básica para determinar si algo viene directamente de Dios es compararlo con las escrituras.

Es útil pero esto no es suficiente, porque el mismo demonio citó las escrituras a Nuestro Señor en el desierto tratando de tentarlo.

Y se dice, no sin razón, que se puede justificar casi cualquier cosa tomando pasajes aislados de los evangelios.

También hay varias otras preguntas complementarias que te puedes hacer para saber si una moción viene del Señor o no.

¿Está de acuerdo con la Sagrada Tradición?

¿Cuál es el fruto de tu acción o decisión?

¿Es coherente con tu vocación?

¿Es coherente con la forma en que Dios te ha creado?

¿Te volverás más como Jesús si haces lo que te propone la voz?

¿Edifica el reino de Dios?

¿Te está guiando a la recompensa eterna del Cielo?

¿Hay una paz profunda en tu corazón?

Entonces ahora tenemos la información de base que debemos usar para validar si una moción viene de Dios o no.

¿Cómo lo hacemos?

Las mociones te pueden llegar por varias vías, como pensamientos que te surgen, sueños, algo que te sucedió, algo que viste o que alguien dijo y te disparó esa idea, etc..

Puede ser el evento más insignificante, y no significa nada hasta que algo o alguien nos lo destaca y nos sugiere que podemos relacionarlo con lo que estamos buscando o preguntando, con nuestras inquietudes.       

Algo o alguien nos llama la atención de que allí hay algo a lo que debemos prestar atención, nos lo pone delante nuestro en primer plano.

Y a partir de allí está nuestra tarea de reflexionar, orar y procesar lo que nos llegó.

Si viene de Dios es el Espíritu Santo el que nos hace prestar atención y darle significado al hecho, y si no, vendrá del maligno, del mundo o de nuestro Yo.

Y para validar si la moción es efectivamente del Señor deberíamos usar lo que dijimos antes.

O sea si lo que nos sugiere la moción está en concordancia con lo que diría el verdadero Jesús que se reveló en las escrituras.

Y si pasa la prueba de las preguntas, o sea si está de acuerdo con la Biblia, con la tradición, si es coherente con tu vocación, etc., las preguntas que hicimos antes.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre cómo evaluar si una idea, una solución, viene de Dios o no, si es la voz de Jesucristo la que nos está hablando o no.

Y me gustaría preguntarte si tú has tenido ideas y soluciones que te han surgido de improviso, si tuviste la duda que vinieran de Jesucristo o no, y cómo hiciste para validarlo.

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