La Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, visiones de Sor Josefa Menéndez (desde la traición de Judas a la coronación de espinas)

TRAICIÓN DE JUDAS

14 de marzo

Después que fui confortado por el enviado de mi Padre, vi que Judas, uno de mis doce Apóstoles, se acercaba a Mí, y tras él venían todos los que me habían de prender…; llevaban en las manos cuerdas, palos, y toda clase de instrumentos para sujetarme.

Me levanté y acercándome a ellos les dije: ¿A quien buscáis?
Entretanto, Judas, poniendo las manos sobre mis hombros me besó. ¡Ahí, ¿qué haces Judas?… ¿Qué significa este beso?
También puedo decir a muchas almas: ¿Qué hacéis?… ¿Por qué me entregáis con un beso?…

¡Alma a quien amo!.., dime tú que vienes a Mí, que me recibes en tu pecho…, que me dirás más de una vez que me amas…, ¿no me entregarás a mis enemigos cuando salgas de aquí?… Ya sabes que en esa reunión que frecuentas hay piedras que me hieren fuertemente, es decir, conversaciones que me ofenden… tú que me has recibido hoy y que me vas a recibir mañana, pierdes ahí la blancura preciosa de mi gracia!…

¿Seguirás con ese asunto que te ensucie las manos?.. ¿No sabes que no es lícito el modo como adquieres ese dinero, alcanzas esa posición, te procuras ese bienestar?…

Mira que obras como Judas…; ahora me recibes y me besas; dentro de unos instantes o de unas horas me prenderán los enemigos y tú mismo les darás la señal para que me conozcan…

Con esa amistad peligrosa, no sólo me atas y me apedreas, sino que eres causa de que tal persona me ate y apedree también…

¿Por qué me entregas así, alma que me conoces y que en más de una ocasión te has gloriado de ser piadosa y de ejercer la caridad?… Cosas todas que en verdad podían hacerte adquirir grandes méritos, mas, ¿qué vienen a ser para ti, sino un velo que cubre tu delito?…

¡Alma querida!, ¿por qué te dejas llevar de esa pasión?…; no te pido que te libres de ella, pues eso no está en tu mano; pero sí pido que trabajes, que luches, que no te dejes dominar. Mira que el placer momentáneo que te proporciona es como los treinta denarios en que me vendió Judas, los cuales no le sirvieron sino para su perdición.

¡Cuántas almas me han vendido y me venderán, por el vil precio de un deleite, de un placer momentáneo y pasajero! ¡Ah, pobres almas! ¿A quién buscáis?… ¿Es a Mí?.. ¿Es a Jesús a quien conocéis, a quien habéis amado y con quien habéis hecho alianza eterna?

Dejad que os diga una palabra: Velad y orad. Luchad sin descanso y no dejéis que vuestras malas inclinaciones y defectos lleguen a ser habituales…

Mirad que hay que segar la hierba todos los años y quizá en las cuatro estaciones, que la tierra hay que labrarla, y limpiarla, hay que mejorarla y cuidar de arrancar las malezas que en ella brotan.

El alma también hay que cuidarla con mucho esmero, y las tendencias torcidas hay que enderezarlas.

No creáis que el alma que me vende y se entrega a los mayores desórdenes empezó por una falta grave. Esto puede suceder, pero no es lo corriente. En general, las grandes caídas empezaron por poca cosa; un gustillo, una debilidad, un consentimiento quizá lícito, pero poco mortificado; un placer no prohibido, pero poco conveniente… El alma se va cegando, disminuye la gracia, se robustece la pasión y, por último, vence.

¡Ah, cuán triste es para el corazón de un Dios que ama infinitamente a las almas ver tantas que se precipitan insensiblemente en el abismo!…

 

TRAICIONES DE LAS ALMAS ESCOGIDAS
15 de marzo

Josefa, te he dicho cómo las almas que pecan gravemente me entregan a mis enemigos y el arma con que me hieren es el pecado…
Pero no siempre se trata de grandes pecados…; hay almas, y aun almas escogidas, que me traicionan y me entregan con sus defectos habituales, con sus malas inclinaciones, no combatidas, con concesiones a la naturaleza inmortificada, con faltas de caridad, de obediencia, de silencio… Y si es triste recibir una ofensa o una ingratitud de cualquier alma, mucho más cuando viene de almas escogidas y las más amadas de mi Corazón.

Otras, sin embargo, pueden reparar y consolarme.
Sí, almas que he escogido para que seáis mi descanso y el jardín de mis delicias; espero de vosotras mucha mayor ternura, mucha mayor delicadeza, mucho más amor…

De vosotras espero que seáis el bálsamo que cicatrice mis heridas, que limpie mi rostro, afeado y manchado…, que me ayudéis a dar luz a tantas almas ciegas que en la oscuridad de la noche me prenden y me atan para darme muerte.

No me dejéis solo… Despertad y venid…, porque ya llegan mis enemigos…
Cuando se acercaron a Mí los soldados para prenderme, les dije: «Yo Soy». Lo mismo repito al alma que se acerca al peligro y a la tentación: «Yo Soy, Yo Soy.»

Si tú quieres estás a tiempo todavía, te perdonaré, y en vez de atarme tú con las cuerdas del pecado, Yo te ataré a ti con ligaduras de amor.

¡Ven! Yo soy… Soy el que te ama y ha derramado toda su Sangre por ti, y el que tiene tal compasión de tu debilidad, que está esperándote con ansia para estrecharte en sus brazos.

¡Qué triste es para Mí cuando, después de haber llamado con tanto amor a las almas, ellas, ingratas y ciegas, me atan y me llevan a la muerte!…

Mas… había llegado mi hora.., y dando libertad a los soldados, me entregué con la docilidad de un cordero… En seguida me condujeron a casa de Caifás, donde me recibieron con burlas e insultos y donde uno de los criados me dio la primera bofetada.

¡Ah Josefa¡… ¡Entiende esto!… ¡La primera bofetada!… ¿Me hizo sufrir más que los azotes de la flagelación?… No; pero en esta primera bofetada vi el primer pecado mortal de tantas almas que después de vivir en gracia, cometerían ese primer pecado… Y tras él…, ¡cuántos otros!…, siendo causa con su ejemplo de que otras almas los cometieran también…, y teniendo tal vez la misma desgracia: ¡morir en pecado¡…

Mañana seguiremos… Pasa hoy el día reparando y pidiendo que muchas almas conozcan a dónde las conduce el camino que llevan…

 

NEGACIÓN DE SAN PEDRO
16 de marzo

Escribe para las almas:
¡Mis Apóstoles me habían abandonado!… Pedro, movido de curiosidad, pero lleno de temor, se quedó oculto entre la servidumbre. A mi alrededor sólo había acusadores que buscaban cómo acumular contra Mí delitos que pudieran encender más la cólera de jueces tan inicuos. Me llaman perturbador, profanador del sábado, falso profeta. La soldadesca, excitada por las calumnias, profiere contra Mí gritos y amenazas.

¿Dónde estáis vosotros, apóstoles y discípulos que habéis sido testigos de mi vida, de mi doctrina, de mis milagros?… ¡Ah!, de todos aquellos de quienes esperaba alguna prueba de amor, no queda ninguno para defenderme; me encuentro solo y rodeado de soldados, que, como lobos, quieren devorarme.
Mirad cómo me maltratan: uno descarga sobre mi rostro una bofetada, otro me arroja su inmunda saliva; otro me tuerce el rostro en son de burla.

Mientras mi Corazón se ofrece a sufrir todos estos suplicios, Pedro, a quien había constituido Jefe y Cabeza de la Iglesia y que algunas horas antes había prometido seguirme hasta la muerte.,., a una simple pregunta, que podía haberle servido para dar testimonio de Mí, ¡me niega! Y como el temor se apodera más y más de él y la pregunta se reitera, jura que jamás me ha conocido ni ha sido mi discípulo…
¡Ah! ¡Pedro! ¡Juras que no conoces a tu Maestro!… No sólo juras, sino que, interrogado por tercera vez, respondes con horribles imprecaciones.

¡Almas escogidas!… Cuando el mundo clama contra Mí, ¡qué tristeza, qué inmensa amargura para mi Corazón si, volviéndose entonces a los amigos, se encuentra sólo y abandonado de ellos!

Os diré como a Pedro: ¡Alma a quien tanto amo!… ¿No te acuerdas ya de las pruebas de amor que te he dado? ¿Te olvidas de los lazos que te unen a Mí?… ¿Olvidas cuántas veces me has prometido ser fiel y defenderme?
No confíes en ti misma porque entonces estás perdida. Pero si recurres a Mí con la humildad y firme confianza, no tengas miedo: Yo te sostendré.

Y vosotras, almas que vivís en el mundo rodeadas de tantos peligros…, huid de las ocasiones…

En cuanto a las que trabajáis en mi viña…, si os sentís movidas por curiosidad o por alguna satisfacción humana, también os diré que huyáis; pero si trabajáis puramente por obediencia o impulsadas por el celo de las almas y de mi gloria, no temáis… Yo os defenderé y saldréis victoriosas…

Cuando los soldados me conducían a la prisión, al pasar por uno de los patios vi a Pedro, que estaba entre la turba… Le miré… El también me miró… Y lloró amargamente su pecado.

¡Cuántas veces miro así al alma que ha pecado!… Pero, ¿me mira ella también? ¡Ah!… Que no siempre se encuentran estas dos miradas… ¡Cuántas veces miro al alma y ella no me mire a Mí!…

No me ve… Está ciega… La llamo por su nombre y no me responde… Le envío una tribulación para que salga de su sueño, pero no quiere despertar…

¡Almas queridas! Si no miráis al cielo viviréis como los seres privados de la razón… Levantad la cabeza y ved la patria que os espera. Buscad a vuestro Dios y siempre le encontraréis con los ojos fijos en vosotras, y en su mirada hallaréis la paz y le vide.

 

LA PRISIÓN
17 de marzo

Contémplame en la prisión, donde pasé gran parte de la noche. Los soldados venían a insultarme de palabra y de obra, empujándome, golpeándome.
Al fin, hartos de Mí, me dejaron solo, atado, en una habitación oscura y húmeda, sin más asiento que una piedra, donde mi cuerpo dolorido se quedó al poco rato aterido de frío…

Vamos ahora a comparar la prisión con el Sagrario, y, sobre todo, con los corazones de los que me reciben.
En la prisión, pasé una noche no entera…; pero en el Sagrario, ¡cuántas noches y días paso!

En la prisión me ultrajaron los soldados, que eran mis enemigos… Pero en el Sagrario me maltratan y me insultan almas que me llaman Padre… En la prisión pasé frío y sueño, hambre y sed, vergüenza, dolores, soledad y desamparo…, y desde allí veía, en el transcurso de los siglos, tantos Sagrarios en los que me faltaría el abrigo del amor… Cuántos corazones helados serían para mi cuerpo frío y herido como la piedra de la prisión!

¡Cuántas veces tendría sed de amor, sed de almas!…
¡Cuántos días espero que tal alma venga a visitarme en el Sagrario y a recibirme en su corazón!
¡Cuántas noches me paso solo… y pensando en ella!… ¡Qué de veces siento hambre de mis almas!… de su fidelidad generosa: ¿Sabrán calmarla con aquella ocasión de vencerse .., con esta ligera mortificación?… ¿Sabrán, cuando llegue la hora del dolor…, cuando hayan de pasar por una humillación…, una contrariedad …, una pena de familia o un momento de soledad y desolación, decirme desde el fondo del alma: «Os lo ofrezco para aliviar vuestra tristeza, para acompañaros en vuestra soledad?»

¡Ah! Si de este modo supieran unirse a Mí. ¡Con cuánta paz pasarían por aquella tribulación! Su alma saldría de ella fortalecida y habrían aliviado mi Corazón.

En la prisión sentí vergüenza al oír las horribles palabras que se proferían contra Mí…, y esta vergüenza creció al ver que más tarde esas mismas palabras serían repetidas por almas muy amadas.

Cuando aquellas manos sucias y repugnantes descargaban sobre Mí golpes y bofetadas, vi cómo sería muchas veces golpeado y abofeteado por tantas almas que, sin purificarse de sus pecados, me recibirán en sus corazones, y con sus pecados habituales descargarían sabre Mí repetidos golpes.

Cuando en la prisión me empujaban, y Yo, atado y falto de fuerzas, caía en tierra, vi cómo tantas almas, por no renunciar a una vana satisfacción me despreciarían, y atándome con las cadenas de su ingratitud me arrojarían de su corazón y me dejarían caer en tierra renovando mi vergüenza y prolongando mi soledad.

«¡Almas escogidas! Mirad a vuestro Esposo en la prisión; contempladle en esta noche de tanto dolor… Y considerad que este dolor se prolonga en la soledad de tantos Sagrarios, en la frialdad de tantos corazones…

Si queréis darme una prueba de vuestro amor, abridme vuestro pecho para que haga de él mi prisión.

Atadme con las cadenas de vuestro amor… Cubridme con vuestras delicadezas… Alimentadme con vuestra generosidad… Apagad mi sed con vuestro celo…
Consolad mi tristeza y desamparo con vuestra fiel compañía.
Haced desaparecer mi dolorosa vergüenza con vuestra pureza y rectitud de intención.

Si queréis que descanse en vosotras, evitad el tumulto de pasiones, y en el silencio de vuestra alma dormiré tranquilo; de vez en cuando oiréis mi voz que os dice suavemente: Esposa mía, que ahora eres mi descanso, Yo seré el tuyo en la eternidad; a ti, que con tanto desvelo y amor me procuras la prisión de tu corazón,

Yo te prometo que mi recompensa no tendrá límites y no te pesarán los sacrificios que hayas hecho por Mí durante tu vida».

 

IMITACIÓN DEL DIVINO PRISIONERO
20 de marzo

«¡Escucha los deseos que entonces sentía mi Corazón!…
Me consumía de amor el pensamiento de tantas y tantas almas a quienes este ejemplo había de inspirar el deseo de seguir mis huellas.

Las veía fieles imitadoras de mi Corazón, aprendiendo de Mí mansedumbre, paciencia, serenidad, no sólo para aceptar los sufrimientos y desprecios, sino aun para amar a los que las persiguen y, si fuera preciso, sacrificarse por ellos como

Yo me sacrifiqué.
El amor me encendía más y más en deseos de cumplir la Voluntad de mi Padre, y mi Corazón, más fuertemente unido a El en éstas horas de soledad y dolor, se ofrecía a reparar su gloria ultrajada…»

Así vosotras, almas religiosas que os halláis en prisión voluntaria por amor; que más de una vez pasáis a los ojos de las criaturas por inútiles y quizá por perjudiciales: ¡No temáis! Dejad que griten contra vosotras, y en estas horas de soledad y de dolor, que vuestro corazón se una íntimamente a Dios, único objeto de vuestro amor. ¡Reparad su gloria ultrajada por tantos pecados!…»

 

«MI REINO NO ES DE ESTE MUNDO»
El mismo día

«Al amanecer del día siguiente, Caifás ordenó que me condujeran a Pilatos para que pronunciara la sentencia de muerte.

Este me interrogó con gran sagacidad, deseoso de hallar causa de condenación; pero al mismo tiempo su conciencia le remordía y sentía gran temor ante la injusticia que contra Mí iba a cometer; al fin encontró un medio para desentenderse de Mí, y mandó me condujeran a Herodes.

En Pilatos están fielmente representadas las almas que, sintiendo la lucha entre la gracia y sus pasiones, se dejan dominar por el respeto humano y por su excesivo amor propio.»

«A todas las preguntas que Pilatos me hizo, nada respondí; mas cuando me dijo: «Eres tú el Rey de los Judíos?» Entonces, con gravedad y entereza, le dije: «Tú lo has dicho. Yo soy Rey, pero mi Reino no es de este mundo.»

Con estas palabras quise enseñar a muchas almas cómo cuando se presenta la ocasión de soportar el sufrimiento, una humillación que podrían fácilmente evitar, deben contestar con generosidad.

«Mi reino no es de este mundo»; es decir: no busco las alabanzas de los hombres; mi patria no es ésta; ya descansaré en la que lo es verdaderamente; ahora, ánimo para cumplir mi deber, sin tener en cuenta la opinión del mundo… No retrocederé, escucharé Ia voz de la gracia, ahogando los gritos de la naturaleza. Y si no soy capaz de vencer sola, pediré fuerzas y consejos, pues en muchas ocasiones las pasiones y el excesivo amor propio ciegan al alma y la impulsan a obrar, el mal.»

 

EN CASA DE HERODES
El mismo día

«Pilatos mandó que me llevaran a la presencia de Herodes. Era éste un hombre corrompido, que no buscaba más que el placer, dejándose arrastrar de sus pasiones desordenadas. Se alegró de verme comparecer ante su tribunal, pues esperaba divertirse con mis discursos y milagros.»

«Considerad, almas queridas, la repulsión que experimenté al verme ante aquel hombre vicioso, cuyas palabras, gestos y movimientos me cubrían de confusión.
¡Almas queridas y virginales! Venid a rodear y a defender a vuestro Esposo…
Herodes esperaba que Yo contestaría a sus preguntas sarcásticas, pero no quise desplegar mis labios; guardé en su presencia el más profundo silencio.

No contestar, era la mayor prueba que podía darle de mi dignidad. Sus palabras, obscenas, no merecían cruzarse con las mías, purísimas.

Entretanto, mi Corazón estaba íntimamente unido a mi Padre Celestial. Me consumía en deseos de dar por las almas hasta la última gota de mi Sangre. El pensamiento de todas las que, más tarde, habían de seguirme, conquistadas por mis ejemplos y por mi liberalidad, me encendían en amor, y no sólo gozaba en aquel terrible interrogatorio, sino que deseaba soportar el suplicio de la Cruz.

Dejé que me trataran de loco y me cubrieran con una vestidura blanca en señal de burla; después, en medio de gritos furiosos, me llevaron de nuevo a la presencia de Pilotos.»

 

LA FLAGELACIÓN
El mismo día

«Mira cómo este hombre, confundido y enredado en sus propios lazos, no sabe qué hacer de Mí, y para apaciguar el furor del populacho manda que me hagan azotar.»

Así son las almas cobardes, que faltas de generosidad para romper enérgicamente con las exigencias del mundo o de sus propias pasiones, en vez de cortar de raíz aquello que la conciencia les reprende, ceden a un capricho, se conceden una ligera satisfacción, capitulan en parte con lo que la pasión exige.

Y para acallar los remordimientos, se dicen a sí mismas:
— Ya me he privado de esto, —sin ver que es sólo la mitad de lo que la gracia les pide.

Sólo diré una palabra… Alma querida, como Pilatos me haces flagelar. Ya has dado un paso… Mañana darás otro… ¿Crees satisfacer así tu pasión? No…; pronto te pedirá más, y como no has tenido valor para luchar con tu propia naturaleza en esta pequeñez, mucho menos la tendrás después cuando la tentación sea mayor.

Miradme, almas tan amadas de mi Corazón, dejándome conducir con la mansedumbre de un cordero al terrible y afrentoso suplicio de la flagelación…

Sobre mi cuerpo ya cubierto de golpes y agobiado de cansancio, los verdugos descargan cruelmente, con cuerdas embreadas y con varas, terribles azotes. Y es tanta la violencia con que me hieren, que no quedó en Mí un solo hueso que no fuese quebrantado por el más terrible dolor… La fuerza de los golpes me produjo innumerables heridas… Las varas arrancaban pedazos de piel y carne divina… La Sangre brotaba de todos los miembros de mi Cuerpo, que estaba en tal estado, que más parecía monstruo que hombre.

¡Ah! ¿Cómo podéis contemplarme en este mar de dolor y de amargura sin que vuestro corazón se mueva a compasión?

Pero no son los verdugos los que me han de consolar, sino vosotras, almas escogidas, aliviad mi dolor…

¡Contemplad mis heridas y ved si hay quien haya sufrido tanto para probaros su amor!…

 

JESÚS CORONADO DE ESPINAS Y TRATADO COMO REY DE BURLA
22 de marzo

Cuando los brazos de aquellos hombres crueles quedaron rendidos a fuerza de descargar golpes sobre mi Cuerpo, colocaron sobre mi cabeza una corona tejida con ramas de espinas, y Delfilando por delante de Mí me decían: ¿Conque eres Rey? ¡Te saludamos!…

Unos me escupían, otros me insultaban…, otros descargaban nuevos golpes sobre mi cabeza; cada uno añadía un nuevo dolor a mi Cuerpo maltratado y deshecho.

No rehúyo la humillación, antes me abrazo con ella, para expiar los pecados de soberbia y atraer a las almas a imitar mi ejemplo.
Permití que me coronasen de espinas y que mi cabeza sufriera cruelmente para expiar la soberbia de muchas almas que rehúsan aceptar aquello que las rebaja a los ojos de las criaturas.

Consentí que pusieran sobre mis hombros un manto de escarnio y que me llamasen loco; para que las almas no se desdeñen de seguirme por un camino que a los mundanos parece bajo y vil y quizá a ellas mismas indigno de su condición.

No, almas queridas, no hay camino, estado ni condición humillante cuando se trata de cumplir la Voluntad Divina…; no queráis resistir, buscando con vanos y soberbios pensamientos el modo de seguir la voluntad de Dios haciendo la vuestra.

Ni creáis que hallaréis la verdadera paz y alegría en una condición más o menos brillante a los ojos de las criaturas… No; sólo la encontraréis en el exacto cumplimiento de la Voluntad Divina y en la entera sumisión para aceptar todo lo que ella os pida.

Hay en el mundo muchas jóvenes que cuando llega el momento de decidirse para contraer matrimonio, se sienten atraídas hacia aquel en quien descubren cualidades de honradez, vida cristiana y piadosa, fiel cumplimiento del deber, así en el trabajo como en el seno de le familia; todo, en fin, lo que puede llenar las aspiraciones de su corazón.

Pero en aquella cabeza germinan pensamientos de soberbia; y empiezan a discurrir así. Tal vez éste satisfaría los anhelos de mi corazón, pero en cambio no podré figurar ni lucir en el mundo. Entonces se ingenian para buscar otro, en el cual pasarán por más nobles, más ricas, llamarán la atención y se granjearán la estima y los halagos de las criaturas.

¡Ay! ¡Cuán neciamente se ciegan estas pobres almas! Óyeme, hija mía; no encontrarás la verdadera felicidad en este mundo, y… quizá no la encuentres tampoco en el otro. ¡Mira que te pones en gran peligro!

¿Y qué diré a tantas almas a quienes llamo a la vida perfecta, a una vida de amor, y que se hacen sordas a mi voz?

¡Cuántas ilusiones, cuánto engaño hay en almas que aseguran están dispuestas a hacer mi Voluntad, a seguirme, a unirse y consagrarse a Mí, y, sin embargo, clavan en mi cabeza la corona de espinas!

Hay almas a quienes quiero por esposas y, conociendo como conozco los más ocultos repliegues de su corazón, amándolas como las amo, con delicadeza infinita, deseo colocarlas allí donde en mi sabiduría veo que encontrarán todo cuanto necesitan para llegar a una encumbrada santidad. Allí donde mi Corazón se manifestará a ellas y donde me darán más gloria…, más consuelo.., más amor y más almas.

¡Pero cuántas resistencias!… ¡Y cuántas decepciones sufre mi Corazón! ¡Cuántas almas ciegas por el orgullo, la sed de fama y de honra, el deseo de contentar sus vanos apetitos, y una baja y mezquina ambición de ser tenidas en algo…, se niegan a seguir el camino que les traza mi amor!

Almas por Mí escogidas con tanto cariño, ¿creéis darme la gloria que Yo esperaba de vosotras haciendo vuestro gusto? ¿Creéis cumplir mi Voluntad resistiendo a la voz de la gracia que os llama y encamina por esa senda que vuestro orgullo rechaza?

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