La palabra «letanía» viene del griego y significa «súplica». Pero desde los inicios de la Iglesia fue utilizada para designar no cualquier súplica, sino aquellas que eran rezadas o cantadas en conjunto por los fieles durante las romerías a los templos.

¿Quién no ha oído alguna vez, al concluir el Santo Rosario, el deslizar suave y cadencioso de una serie de invocaciones en honra de la Santísima Virgen, respondidas con un mismo y breve pedido por los demás acompañantes? Este género de oración se conoce con el nombre de letanía.

La recitación de letanías en las iglesias –en ciertas ocasiones o solemnidades, como ocurre durante la Vigilia Pascual, en que la liturgia prescribe el canto de la Letanía de todos los Santos– o de modo particular, individualmente o en grupo, constituye una antigua y tradicional expresión de la piedad cristiana. Una letanía consiste en la enumeración de nombres o atributos de Dios, de la Virgen o de los Santos, seguidos de un pedido, como por ejemplo: ten piedad de nosotros o ruega por nosotros.

Existen una variedad de letanías, como las del Santísimo Nombre de Jesús, del Espíritu Santo y del Sagrado Corazón de Jesús. Se han compuesto también en honor a San Miguel Arcángel, San José, Santa Teresita del Niño Jesús, Santa Rosa de Lima y a muchos otros santos.

Las hay también para pedir la buena muerte, y para auxilio de los agonizantes. Asimismo diversas letanías dedicadas a la Virgen María, como las del Inmaculado Corazón de María y de Nuestra Señora de los Dolores. De todas ellas, la más conocida es la Letanía de la Santísima Virgen, también llamada Lauretana, que se acostumbra rezar al concluir el Santo Rosario, pero que no hace parte de él.

 

ORIGEN DE LA LETANÍA LAURETANA

Cuando la casa en que vivió la Santísima Virgen en Palestina fue transportada milagrosamente en 1291 a la ciudad de Loreto, en Italia, la buena nueva se propagó rápidamente, dando inicio a numerosas romerías o peregrinaciones. Con el transcurso del tiempo, los peregrinos fueron componiendo una serie de súplicas a Nuestra Señora, en las que la invocaban por sus principales títulos de gloria.

Posteriormente esta letanía ya era cantada diariamente en el Santuario y los peregrinos que de ahí regresaban la popularizaron en todo el orbe católico. Se la conoce pues como Lauretana, por tener su origen en Loreto.

Algunas invocaciones le fueron añadidas por los Papas a través de los siglos. Una de las más recientes es la de Reina de las Familias, acuñada por Juan Pablo II. También algunas órdenes religiosas, como los carmelitas, agregaron nuevas súplicas para honrar de modo especial la protección que les ha dispensado la Madre de Dios: Madre y decoro del Carmelo, Virgen flor del Carmelo, Patrona de los carmelitas y Esperanza de todos los carmelitas. Sin embargo, el cuerpo central de las letanías lauretanas permanece igual.

 

UNA LETANÍA PERDIDA EN EL TIEMPO

Pero existe una letanía que los peruanos debieran no sólo conocerla sino recitarla frecuentemente, pues además de tener su origen en sus tierras, es de una inspirada y sobrenatural belleza. Se le atribuye al piadoso e infatigable arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo, quien nutrió durante su vida una profunda devoción a la Santísima Virgen. El III Concilio Limense dispuso en 1592 su inclusión en el Ritual de la Iglesia Metropolitana de Lima, y durante muchos años se la recitó todos los sábados en la Catedral metropolitana.

Dicha letanía suscitó la admiración del renombrado historiador eclesiástico, P. Rohrbacher: “Después del segundo Concilio de Lima, reunido bajo Santo Toribio en 1591, se encuentra el Manual de Devoción o Ceremoniario de esta iglesia metropolitana, publicado por el santo arzobispo.

Él merece ser consultado; allí todo está reglamentado con detalle:desde el toque de las campanas, hasta las funciones del organista y de los niños del coro. Viene enseguida un Breve de Paulo V, dado el 2 de diciembre de 1605, que concede indulgencias a una amabilísima devoción de los peruanos hacia la santa Madre de Dios.
Todos los sábados por la tarde, indios y españoles se juntan en la iglesia, al fin de Completas, para cantar u oír cantar la Salve Regina y las letanías de la Santísima Virgen; letanías más largas, más variadas y a nuestro parecer, más piadosas incluso, que las letanías lauretanas”
(R.P. Réné François Rohrbacher, Histoire Univer selle de l’Église Catho lique, París, 1866, Tomo XIII, p. 849).

 

ORIGINAL Y PINTORESCA LETANÍA EN QUECHUA

El amor a la Santísima Virgen cautivó no sólo a los evangelizadores del Perú, sino también a los evangelizados. Cundió no sólo entre criollos y esclavos, sino entre mestizos e indios. De estos últimos tenemos una prueba singular en los Comentarios Reales, del Inca Garcilaso de la Vega. Este célebre escritor mestizo, nos refiere que los indios del Cusco “no contentos con oír a los sacerdotes los nombres y renombres que a la Virgen les dan en la lengua latina y en la castellana, han procurado traducirlos en su lengua general y añadir los que han podido, por hablarle y llamarle en la propia y no en la extranjera…

“Dicen Mamanchic, que es Señora y Madre nuestra; Coya, Reina; Ñusta, Princesa de sangre real; Zapay, Única; Yurac Amancay, Azucena blanca; Chasca, Lucero del alba; Citoccoyllor, Estrella resplandeciente; Huarcar paña, Sin mancilla; Huchanac, Sin pecado; Mana Chancasca, No tocada, que es lo mismo que inviolata; Tazque, Virgen pura; Diospa Maman, Madre de Dios. También dicen Pachacamacpa Maman que es Madre del Hacedor y sustentador del Universo. Dicen Huacchacuyac, que es amadora y bienhechora de pobres, por decir Madre de misericordia, Abogada nuestra que, no teniendo estos vocablos en su lengua con las significaciones al propio, se valen de las asonantes y semejantes… ” (Historia General del Perú, Libro II, Capítulo XXV, Librería Internacional del Perú, Lima, 1959, p.184).

Con estos ejemplos, una vez más, podemos palpar en nuestras raíces cristianas el camino del cual el Perú nunca debió apartarse. Y la certeza de que volviendo a él, con la ayuda de la Santísima Virgen, encontraremos la grandeza y la verdadera gloria que la Providencia le destinó como nación.

 

LITANIA IN LAUDEM BEATISSIMAE VIRGINIS MARIAE APUD PERUVIAM
(aprobadas por el Papa Paulo V, en 1605)

Dios te salve María, Hija de Dios Padre, ruega por nosotros.
Dios te salve María, Madre de Dios Hijo,
Dios te salve María, Esposa del Espíritu Santo,
Dios te salve María, templo de la Trinidad,
Santa María,
Santa Madre de Dios,
Santa Virgen de las vírgenes,
Santa Madre de Cristo,
A Quien Tú has dado a luz,
Madre purísima,
Madre castísima,
Madre íntegra,
Madre incorrupta,
Madre de la caridad,
Madre de la verdad,
Madre amable,
Madre admirable,
Madre de la divina gracia,
Madre de la santa esperanza,
Madre del santo amor,
Madre de la belleza,
Madre de los vivos,
Hija del Padre de las luces,
Virgen fiel,
Más dulce que un panal de miel,
Virgen prude
ntísima,
Virgen clementísima,
Virgen singular,
Estrella del mar,
Virgen santa,
Planta que da mucho fruto,
Virgen maravillosa,
Bella como la rosa,
Espejo de justicia,
Causa de nuestra alegría,
Gloria de Jerusalén,
Altar de los inciensos,
Ciudad de Dios,
Lumbre del Cielo,
Vaso espiritual,
Vaso digno de honor,
Vaso insigne de devoción,
Trono de Salomón,
Panal de Sansón,
Vellón de lana de Gedeón,
Bella como la luna,
Única entre todos los seres,
Escogida como el sol,
Amada por Dios,
Estrella de la mañana,
Remedio de los enfermos,
Reina del Cielo,
Rosa sin espinas,
Aurora resplandeciente,
Extremamente digna,
Luz de mediodía,
Flor de virginidad,
Lirio de castidad,
Rosa de pureza,
Cauce de la santidad,
Cedro fragante,
Mirra que preserva,
Tú que exhalas bálsamo,
Terebinto de gloria,
Árbol verdeante de gracia,
Vara que florece,
Gema refulgente,
Olivo magnífico,
Hermosa paloma,
Vid llena de fruto,
Nave llena de riquezas,
Nave del mercader,
Madre del Redentor,
Huertocerrado,
Zarza ardiente incombustible,
Gloriade los siglos,
Nutricia del Niño,
Raíz de todas las gracias,
Alivio de los pesares,
Fuente de aguas vivas,
Madre de los huérfanos,
Auxilio de los cristianos,
Salud de los enfermos,
Refugio de los pecadores,
Consuelo de los afligidos,
Piadosa madre de los pequeños,
Reina de los Ángeles,
Reina de los Serafines,
Reina de los Querubines,
Reina de los Patriarcas,
Reina de los Profetas,
Reina de los Apóstoles,
Reina de los Mártires,
Reina de los Confesores,
Reina de las Vírgenes,
Reina de todos los Santos,

De todo mal y pecado, líbranos Señora.
De todos los peligros,
Ahora y en la hora de nuestra muerte,
Por tu Inmaculada Concepción,
Por tu santa Natividad,
Por tu Presentación,
Por tu vida celestial,
Por tu admirable Anunciación,
Por tu Visitación,
Por tu feliz parto,
Por tu Purificación,
Por los dolores de la Pasión de Cristo,
Por las alegrías de su Resurrección,
Por tu gloriosa Asunción,
Por tu Coronación,

Nosotros que somos pecadores, te rogamos, óyenos
Para que te dignes volver hacia nosotros esos tus ojos misericordiosos,
Para que te dignes pedir para nosotros la verdadera penitencia,
Para que te dignes pedir la paz y la salvación para todo el pueblo cristiano,
Para que te dignes pedir el descanso eterno para todos los fieles difuntos,
Para que te dignes escucharnos,

Madre de Dios, óyenos
Tú que has engendrado a Dios, escúchanos

Salve, oh belleza de los Cielos, socórrenos, Señora
Salve oh piedad de los Cielos, dádnos fortaleza, Señora
Salve, oh dulzura de los Cielos, intercede por nosotros, Señora

Antífona

Acuérdate, oh Virgen Madre,
cuando estés de pie ante tu Hijo, de
hablar en favor nuestro y de apartar
de nosotros su indignación.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios;
Para que seamos dignos de alcanzar
las promesas de Cristo.

Oración

Te rogamos, Señor, que la oración de la Madre de Dios y siempre Virgen María encomiende nuestras plegarias a tu santísima clemencia, ya que la arrebataste del presente mundo a fin de que interceda confiadamente ante ti por nuestros pecados.

Te rogamos, Señor, que infundas benigno en nuestros corazones el rocío de tu bendición por los méritos e intercesión de tu Virgen y Mártir Santa Bárbara, a fin de que los que imploramos su auxilio sintamos el efecto de tu protección.
Por Nuestro Señor Jesucristo que contigo vive y reina, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

V. El Señor esté con vosotros,
R. Y con tu espíritu.
V. Bendigamos al Señor,
R.Demos gracias a Dios.


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