El Ministerio de la Verdad que han instaurado los demonios y sus secuaces.

Cuando tenemos los ojos tapados no podemos ver la realidad que nos circunda.

No sabemos si lo que tenemos por delante, a un metro de distancia por ejemplo, es una pared, una mesa o simplemente un camino despejado.

No podemos conocer la realidad que nos muestran los ojos.

Y otro tanto se puede decir de nuestra capacidad para oír sonidos, experimentar texturas, aromas, sabores, si no tenemos nuestros sensores funcionando adecuadamente.

Esto también funciona respecto a la comprensión de la Verdad pensada en términos más trascendentales, de lo que significa la vida, de lo que es el ser humano, de cómo se gobierna el mundo, de que es lo bueno y lo malo. 

La estrategia del maligno en los últimos tres siglos ha sido ensombrecer nuestra capacidad de comprender la verdad a través de diversas argucias, hasta crear un sustituto de la verdad que está dando el caos como sus frutos.

Aquí hablaremos sobre cómo el maligno ensombreció nuestra capacidad de comprender la verdad trascendente, que herramientas usó, cual es el sucedáneo de la realidad que está imponiendo y cómo podemos encontrar la verdadera verdad sobreponiéndonos a la ilusión.

La civilización humana de los últimos 3 siglos se ha dado a la tarea de destruir la Verdad trascendente, porque reconocer la Verdad es lo que genera la fe en Cristo.

Y la demostración más clara de que no se trata de un plan humano, es la sofisticación del trayecto que ha seguido.

Primero destruyendo la noción misma de la verdad, fragmentándola en muchas opiniones.

Y en un segundo momento reconstruyendo otra verdad a través de la imposición del pensamiento único.

O sea que el maligno primero sembró la duda sobre la verdad que reveló Dios y la relativizó, mostrando que podía haber diversas verdades, la mía, la tuya, la del vecino, llevando a que todo fuera opinable.

Y en un segundo paso, cuando destruyó la verdad que tradicionalmente venía de la revelación de Dios, impuso una nueva verdad, que en realidad no es tal.

Y lo hizo a través de la imposición política de lo que podemos llamar un ministerio de la verdad.

El ministerio de la verdad nos dice que es lo correcto que debemos pensar sobre el sexo de cada uno por ejemplo, sobre la educación de los niños, sobre el tratamiento de enfermedades, sobre quienes son los malos y los buenos en una guerra, etc.

Y si no acatamos esa verdad impuesta por las buenas, tendremos consecuencias desde legales, hasta el escarnio de los medios de comunicación y las redes sociales, o sea por las malas.

Por ejemplo, nuestra época reescribió el Libro del Génesis de la Biblia cambiando la verdad.

En el Génesis de la Biblia dice que Dios creó al hombre y a la mujer y les dijo que se multiplicaran, que sojuzgaran la Tierra y a todo ser viviente.

En cambio el nuevo Génesis reescrito por las nuevas tendencias, nos da la directiva de que cada ser humano puede elegir el género, pero no multiplicarse mucho, adorar a la tierra y considerar a todo animal como semejante al hombre.

Se cambió la visión tradicional de los seres humanos, basada en la naturaleza, que se puede comprobar a simple vista, con una visión atea de la liberación de los deseos que residen en la mente manipulada de estas generaciones.

Y en consecuencia, como ya no es el cuerpo el que determina el género por ejemplo, sino la mente, el cuerpo ya no es más el titular de los derechos humanos, sino la mente y los deseos.

Por lo tanto, los derechos humanos deben ser reconstruidos de acuerdo con las ideas y los deseos de las personas, y eso es lo que está en marcha.

La humanidad de nuestro tiempo, más que en cualquier otra época, ha roto el camino recto para establecer la relación entre ella y Dios Creador. 

Un camino que había restablecido Jesucristo a través de su crucifixión.

Y lo ha hecho, por un lado rechazando la existencia misma de Dios, «Dios no existe».

O ignorándolo, «si Dios existe no tiene nada que ver con la vida real de los seres humanos, está ajeno allá en el Cielo». 

Hasta que finalmente llegamos a la situación actual de poner al hombre en el lugar de Dios, la idolatría antropocéntrica.

Una clara falta a la verdad, por donde se mire.

Al punto de tratar de domesticar a Dios construyendo caricaturas de Él y de Jesucristo para utilizarlas a voluntad, con el fin de derribar las enseñanzas y doctrinas reveladas por Dios en la Biblia.

Una caricatura de Dios es considerarlo una fuerza mecánica y evolutiva como lo piensa por ejemplo la New Age.

Hizo sus leyes, y después dejó todo para que lo gobernaran los seres humanos.

Y otra caricatura de Dios es la que ha prendido en el cristianismo, el hiper misericordismo, que sostiene que Dios es tan misericordioso que tolera todo lo que a mi me gusta hacer, y nunca me va a castigar aunque haga las cosas que Él dijo en la Biblia que no eran buenas.

Este atentado contra la verdad elimina el concepto de la justicia de Dios.

Y así surgen nuevas definiciones de lo que es la justicia.

Una forma de redefinir la justicia es tomarla como una cuestión exclusivamente social, de simple distribución de bienes materiales, como en el marxismo o el justicialismo.

Y otra es lo que define por justicia el orden político actual, los que tienen el poder.

Aquí la justicia es lo que todos deben cumplir para tener derecho a existir socialmente.

Lo que engloba desde el pensamiento único hasta el culto pagano al medio ambiente, la ideología de género, etc.

Y a tal punto ha llegado el maligno en toda esta estrategia, que ha convencido a nuestra generación actual de que tiene un pecado original que debe pagar.

Y no es precisamente haber negado a Dios, como el verdadero pecado original.

¿Y cuál es entonces?

Hacer sentir a los seres humanos como enemigos de la naturaleza, de los animales, de las plantas, del medio ambiente, y del planeta y del cosmos entero.

Lo que lleva a los seres humanos a un deber moral de autoeliminarse, limitando los nacimientos a través de la anticoncepción y la otra cosa que ya sabemos, acelerando las muertes a través de la eutanasia, multiplicando las guerras por todo el mundo.

Esta nueva comprensión del pecado original aleja de nuestra mente el reconocimiento de la verdad de los Mandamientos de Dios y de la Ley Natural.

Que son el conjunto de leyes universales establecidas por el Creador para que los seres humanos sepan cómo gobernarse correctamente sin sufrir problemas.

Los Mandamientos son para las sociedades, como las «leyes de la naturaleza» para el mundo físico y biológico.

Así como la ley de la gravedad gobierna el movimiento de los cuerpos celestes, los Mandamientos son las leyes dadas para regular la vida de los hombres. 

Y no respetarlos equivale a hacerse daño con las propias manos. 

Pero Dios dotó al ser humano con la grandeza del libre albedrío, con la capacidad de definir qué decisión tomar en cada caso. 

Somos libres de tomar una decisión contraria a las leyes de Dios, a diferencia de los cuerpos celestes que no son libres de oponerse a la ley de la gravedad

Pero el uso del libre albedrío no es gratis, tiene sus consecuencias.

Si lo hacemos mal acabamos destruyéndonos. 

Y los eventos que suceden en nuestro mundo todos los días son la evidencia más condenatoria de esto.

No respetar los mandamientos de Dios, rechazarlos, manipularlos o incluso intentar modificarlos crea el mismo caos que si un planeta decidiera cambiar su órbita.

De modo que las crisis son de hecho lo único que el hombre puede crear cuando ignora a Dios y viola las leyes naturales de la Creación, sus mandamientos.

Y también Dios creó Su Iglesia para difundir la verdad, o sea estos mandamientos, y convencer a los hombres sobre las malas consecuencias de no cumplirlos.

San Pablo en 1 de Colosenses 28 dice que la misión es anunciar a Cristo, instruyendo a cada ser humano para seguir a Cristo y amonestarlo si no lo hace. 

Porque Cristo dijo «Yo soy el camino, la verdad y la vida».

Llama a que cada cristiano se presente como un apóstol, como un cristiano que enseñe lo que Cristo enseñó, sus mandamientos.

Y no como un trabajador social, un pacifista, un defensor de la biodiversidad y de las especies en peligro de extinción, un activista verde que lucha contra las emisiones de carbono, un defensor de la igualdad de género, un campeón de la clase obrera, de los migrantes o del ecumenismo.

¿Y qué pasa si la Iglesia y los seres humanos no comprenden la verdad? 

Si no llegan a comprenderla a tiempo, corresponderá al mismo Dios conducirlos con la evidencia de los acontecimientos negativos que se infligirán a sí mismos.

Y también con los mensajes que le dará la naturaleza y el caos en que entrarán las sociedades.

Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre cómo el maligno ha logrado ensombrecer la comprensión de la Verdad y nos impide ver lo que sucede en realidad, y ha construido una falsa verdad para suplantar nuestra necesidad de tener normas para manejarnos.

Y me gustaría preguntarte en qué cosas es más evidente que el pensamiento único exigido está ocultando la verdad.

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