La Virgen María y Ángeles aparecen en las Batallas del Marne y Le Cateau de la Primera Guerra Mundial.

¿Dios interviene durante las grandes guerras?

¿El Cielo toma partido por alguna de las partes en la guerra?

Sabemos por declaraciones de la Virgen en Fátima que las guerras son un castigo de Dios.

Pero también que Dios es misericordioso y querrá que ese castigo no se extienda más allá de lo necesario y se convierta en una tragedia mayor a la prevista.

Mientras que algunos pensarán que Dios se abstiene de participar dejando a los hombres que arreglen sus diferendos.

Pero aquí traemos dos evidencias de la Primera Guerra Mundial sobre la participación activa y visible de las huestes celestiales.

Aquí hablaremos sobre los testimonios de actores en dos batallas de la Primera Guerra Mundial, que informan de la participación visible de las huestes celestiales apoyando a uno de los bandos.

Y que difícilmente sea fruto de una campaña propagandística, porque fue testimoniado por participantes de los dos bandos. 

Las naciones y sus ejércitos a menudo han ido a la guerra creyendo que Dios estaba de su lado. 

Y en la Primera Guerra Mundial, que sucedió entre 1914 y 1918, sucedieron por lo menos 2 hechos visibles que sugieren que hay algo de verdad en esto.

En esta guerra combatieron por un lado, la Triple Alianza formada por el Imperio alemán y Austria-Hungría, a los que luego se unieron el Imperio Otomano y el Reino de Bulgaria 

Y por el otro lado estaba la Triple Entente, formada por el Reino Unido, Francia y el Imperio ruso, y luego ingresaron Italia, el Imperio del Japón y Estados Unidos.

El 23 de agosto de 1914 un cuerpo de expedición británico, numéricamente inferior pero bien entrenado, se enfrentó en Mons, al occidente de Bélgica, con el ala derecha del Ejército alemán que estaba invadiendo ese país y Francia.

Los británicos fueron derrotados y perseguidos por los alemanes.

Y el 26 de agosto, los dos bandos se enfrentaron en la feroz batalla de Le Cateau, en Francia. 

Y múltiples combatientes británicos juraron más tarde que presenciaron una intervención celestial contra el ataque alemán.

Algunos juraron que había sido San Jorge, el santo guerrero de Inglaterra, según narra el historiador Robert Barr Smith.

Un fusilero de Lancashire herido le pidió a una enfermera una medalla de San Jorge porque, dijo, que había visto al santo al frente de las tropas británicas.

Y un artillero herido confirmó su historia describiendo al santo de la misma manera que lo había hecho el fusilero: un hombre alto, de cabello rubio, sobre un caballo blanco, que vestía una armadura dorada y empuñaba una espada.  

Otros dijeron que podría haber sido el Arcángel San Miguel, ya que llevaba una espada reluciente. 

Y otros dijeron que no podrían afirmar quién era, pero definitivamente había sido un ángel, tal vez más de uno. 

Algunos otros hombres estaban seguros de haber visto tres figuras altas y maravillosas que se elevaban sobre el humo y el polvo del campo de batalla. 

Para otros había sido una luz brillante, un aura dorada contra un cielo brillante, o una nube, en la que distintas figuras heroicas habían ido y venido ayudando.

Lo cierto es que durante la larga retirada, el batallón británico presenció que un ejército en la sombra luchaba junto a ellos, un ejército de arqueros fantasmas.

Estos fantasmas gritaban en voz alta a San Jorge, y sus rápidas flechas oscurecían el cielo. 

Y se escuchó una gran voz que atronaba sobre el estruendo de la batalla.

Los prisioneros alemanes capturados en la acción dijeron luego que estaban desconcertados de que sus oponentes británicos hubieran vuelto a usar armaduras y disparar flechas.

Mientras los soldados británicos declararon que vieron figuras sobrenaturales materializándose en la penumbra sobre las líneas alemanas. 

Dijeron que tenían alas como ángeles, y mientras flotaban en la creciente oscuridad, los alemanes se detuvieron inexplicablemente y los británicos se escabulleron a un lugar seguro. 

Durante la retirada, algunos soldados juraron haber visto el rostro de la patrona de Inglaterra, Nuestra Señora de Walsingham. 

Mientras los alemanes, aunque superaban en número a los británicos en hombres y armas, vieron algo que los convenció de que sus enemigos tenían fuertes refuerzos y se paralizaron.

Naturalmente esto fue ocultado por la prensa y por los comandantes como algo infantil, pero circuló el rumor por todo el frente y preparó el ambiente para los sucesos de la Batalla del Marne.

Esta batalla, también conocida como el Milagro del Marne, tuvo lugar entre el 5 y el 12 de septiembre de 1914. 

Y el resultado fue una victoria aliada sobre el ejército alemán, luego de llegar al punto máximo del avance alemán en Francia.

En las trincheras corrió en voz baja el rumor de apariciones de la Santísima Virgen alrededor del 8 de septiembre, quien habría jugado un papel decisivo en la inversión de la situación, humanamente difícil de explicar, por el estado de ruina moral y física de los combatientes aliados.

Un recorte del periódico de la época, Le Courrier de la Manche, del 8 de enero de 1917, relata lo que habrían dicho los alemanes hechos prisioneros tras los combates del 5 al 8 de septiembre de 1914. 

Madame Tripet-Nizery, declaró que, siendo enfermera en la ambulancia de la École Polytechnique, desde finales de 1914 hasta junio de 1916, recibió allí a un herido que había tomado parte en la batalla del Marne del lado francés y le confió: 

«Cuando recibimos la orden de avanzar de nuevo, una mujer de blanco, frente a la trinchera, nos arrastró».

Le Courrier, un periódico de Saint-Lô, publicó una carta que hablaba de un sacerdote alemán, herido y hecho prisionero en la batalla del Marne, quien murió en una ambulancia francesa donde iban monjas. 

Y les dijo: 

«Como soldado, debo guardar silencio pero como sacerdote creo que debo decir lo que he visto. 

Durante la batalla, nos sorprendió que nos hicieran retroceder porque éramos legión en comparación con los franceses, y contábamos con llegar a París.

Vimos a la Santísima Virgen vestida toda de blanco, con una faja azul, inclinada hacia París.

Estaba de espaldas a nosotros y con su mano derecha parecía alejarnos».

También dos oficiales alemanes prisioneros heridos, testificaron como lo había hecho el sacerdote que murió el 3 de enero de 1915, un de ellos dijo, 

«Si estuviera en el frente, me fusilarían, porque está prohibido decirlo bajo pena de muerte.

Una Virgen se paró frente a nosotros con los brazos extendidos, empujándonos cada vez que avanzábamos. 

Durante varios días no supimos si era uno de sus santos nacionales, Genoveva o Juana de Arco. 

Pero después comprendimos que fue la Santísima Virgen quien no nos dejó avanzar.

Y el 8 de septiembre Ella nos empujó hacia atrás con tanta fuerza que todos huimos como un solo hombre. 

Lo que le digo, sin duda lo oirá repetir, porque somos 100.000 hombres los que lo hemos visto».

Muchos se negaron a hablar por temor a las represalias, pero otra enfermera de la ambulancia de la Cruz Roja Francesa, que acompañaba a dos oficiales heridos hasta la sala del hospital, sintió gritar a los oficiales al ver una estatua de la Virgen de Lourdes, «¡Oh! ¡La Virgen del Marne!”, mientras su acompañante le dijo a la enfermera que callara lo que estaba escuchando.

Otro oficial alemán que era católico y sobrevivió un mes a pesar de sus graves heridas, le dijo a los enfermeros,

«Si estuviera en el frente me dispararían porque estaba prohibido hablar de esto. 

La Virgen asustó a los soldados alemanes y los hizo huir».

Y en otra ambulancia se registró un testimonio similar, un soldado alemán se estaba muriendo y en agradecimiento a la monja francesa que lo cuidaba le dijo:

«Hermana, se acabó, pronto estaré muerto. Me gustaría agradecerle por cuidar tan bien de mí, un enemigo. 

Le voy a decir algo que la hará muy feliz. 

Estamos haciendo grandes progresos en Francia, pero a pesar de todo, al final es su país el que ganará».

Y la monja le preguntó «¿Cómo lo sabe?».

Y le contestó,

«En la Batalla del Marne, vimos a la Santísima Virgen empujarnos hacia atrás, protegiéndolos de nosotros. 

Los oficiales nos prohibieron hablar de esta visión bajo pena de muerte, pero ahora he terminado, cuando esté muerto podrá contar la historia».

Y contó que durante varios días, toda la división vio ante ellos en el cielo, a una Dama Blanca con una banda azul ondeante y un velo blanco. 

Les dio la espalda y los asustó mucho. 

El 5 de septiembre de 1914 recibieron la orden de avanzar y lo intentaron, pero la Señora apareció deslumbrante y los empujó hacia atrás con ambas manos, de manera tan aterradora que todos huyeron.

Dijo que al menos tres de las divisiones alemanas habían visto esta aparición, que atribuyeron a la Santísima Virgen.

Hubo numerosos testimonios como este que fueron impedidos de circular, porque si todo el ejército alemán lo hubiera sabido, se habría desmoralizado, en la medida que hubieran pensado que Dios estaba contra ellos y que iban a morir por nada.

¿Y en Francia qué se dijo? 

La única respuesta oficial fue el silencio.

Pero la Iglesia de Francia estuvo atenta, al menos al principio. 

Obispos como Monseñor Gibier y Monseñor Tissier, entre otros, evocaron desde el púlpito el «milagro del Marne», pero con reserva, ya que la prohibición de hablar del hecho impuesta a los soldados alemanes, bajo pena de muerte, impidió cualquier investigación que hubiera permitido establecer lo que había sucedido. 

Sus oyentes, sin embargo, quedaron entusiasmados y tuvieron seguridad de la exactitud de los hechos.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre las dos ocasiones conocidas en que las huestes celestiales participaron visiblemente en la Primera Guerra Mundial, de lo cual hay nutridos testimonios. 

Y me gustaría preguntarte si crees que en cada conflicto armado las huestes celestiales toman partido apoyando a un combatiente sobre otro, o que es algo solamente de los hombres y el cielo no se mete.

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