Nuestra falla que permite el clima para que crezca el mal en el mundo.

Dios vino a traer el mensaje de que debemos abandonar el pecado, porque es una transgresión a la ley divina; un acto de rebelión contra Dios y su plan para la humanidad.

Y nos dio indicaciones para reconocer el pecado y Su plan, el bien y el mal.

Pero hoy encontramos que una buena parte de los católicos, opera de hecho como si no hubiera normas claras dadas por Dios, sobre el bien y el mal absolutos.

Y que si las hay, los hombres no deben entrometerse en juzgar a otras personas cuando las violan, que eso es tarea de Dios.

Aquí hablaremos sobre el error de este planteamiento, por qué Dios nos pide que juzguemos los pecados de las personas a nuestro cargo y cómo debemos hacerlo.

Si no hay normas absolutas, entonces el bien y el mal son relativos a la época y a la cultura.

Entonces no existe el pecado contra Dios, sino conductas correctas e incorrectas, de acuerdo a la moral imperante en ese momento histórico y en esa cultura.

Por lo tanto, la conclusión lógica es que no se puede juzgar sobre bases absolutas.

Pero el pecado es real porque Dios vino a traernos normas absolutas porque derivan de Su plan para la humanidad.

En varios pasajes del Evangelio, Jesús termina diciéndole a una persona “vete y no peques más”.

Esta expresión deja claro que Él considera el pecado como algo real y recomienda no pecar.

Pero lamentablemente esta conducta de Jesús es ignorada por cada vez más católicos.?

Jesús no aprueba que se deje pasar el pecado y su centro de acción es combatir el pecado.

Pero para demasiados católicos el centro de su fe es ser amable con los demás, y que nunca se juzgue a nadie para no molestar y volverse odioso.

La consecuencia entonces es que nunca juzgarán el pecado como pecado.

No dirán que una cosa es incorrecta, sino que lo harán depender de la persona y de la situación, y se esforzarán por ser amables y dulces con las personas.

Obviamente no está mal ser amable y dulce con los demás, pero esto se debería hacer, sin olvidar el fuerte mensaje moral que Jesús nos trajo. ?

Esta nueva doctrina que está funcionando de hecho en la cultura católica actual, está fundamentada por la caricatura que se ha hecho del comportamiento de Jesús.

Se lo describe como una persona reconfortante, acogedora, amorosa, amable, que acompaña, pero no reclama; que perdona todo, sin exigir reforma de conducta.

Pero recordemos que Jesús volteó la mesa de los cambistas en el templo y que fue duro en muchísimos pasajes del evangelio con gente concreta.

Dijo cosas muy duras a los fariseos y escribas, como “raza de víboras”. 

Jesús lastimaba los sentimientos de la gente que no quería convertirse y no se disculpaba por eso, según los criterios que actualmente maneja la sociedad.

Jesús vino a dar una buena noticia, a conquistar a los pecadores, pero también a combatir a quienes no aceptaban la buena noticia.

Él vino a decir lo que está bien y lo que está mal. Y pagó un costo por decirlo y por salvarnos, que fue su propia vida.

Pero lamentablemente esta mitad de Jesús no es la que el mundo está aceptando.

Y tampoco la que está buscando buena parte, y quizás hasta la mayoría, de los que están sentados en los bancos de las iglesias.

Por el contrario, se ha instalado entre muchos católicos la idea, de que el verdadero pecado, es creer que todo se debe juzgar de acuerdo a esa moral absoluta que trajo Jesús.

Por eso no dudan en tildar de rígidos a quienes piensan que Dios se hizo hombre para alejarnos del pecado real.

Hay profusos pasajes bíblicos en que se exhorta a los fieles a no dejar pasar los pecados de los demás y a advertirles.

Incluso pasajes que mencionan una pena a quien deje pasar el pecado de un hermano sin avisarle.

Lamentablemente hoy esto no se menciona y probablemente la mayoría de los católicos ni lo conozcan.

El criterio de misericordia se ha degradado, al punto de que ni siquiera logramos el coraje de advertir a alguien que va por el mal camino, porque la mera advertencia se está tomando como una condena.

Y dicen, no es mi papel juzgar a las personas, eso es de Dios.  

Todos sabemos que sólo Dios puede condenar, pero resulta que ahora estos relativistas morales consideran también que sólo Dios es el que puede advertir el mal camino a los pecadores.

Muchos católicos creen realmente que la Biblia llama a no juzgar.

Y lo hacen porque no han tenido una buena catequesis y porque las homilías que escuchan refuerzan esa mala catequesis.

Interpretan mal el pasaje de Mateo 7:1, que dice “No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá”.

Este pasaje no es contra el juicio en sí mismo, sino que conlleva dos advertencias.

Primero, que las amonestaciones se dictarán sólo con un buen corazón libre de hipocresía, arrogancia, mezquindad de espíritu. 

Lo que se ve claro en Mateo 7:5, “Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver, para sacar la brizna del ojo de tu hermano”.

Y segundo, nos advierte que la carga de juzgar es que también seremos “juzgados como hemos juzgado”.

El propósito principal de un juicio es ayudar al hermano, a evitar acciones que lo puedan llevar a la perdición; pero además un aviso a nosotros que no debemos hacer lo mismo.

Y en contraposición de este único pasaje bíblico, que algunos malinterpretan en contra de juzgar, hay muchos más que llaman explícitamente a juzgar.

En Ezequiel 33: 7 Yahvé dice que, «si tú no le hablas para advertir al malvado que deje su conducta, el malvado, morirá por tu culpa, pero de su sangre Yo te pediré cuentas a ti.

Y si por el contrario adviertes al malvado que se convierta de su conducta, y él no se convierte, morirá él debido a su culpa, mientras que tú habrás salvado tu vida»

En Galatas 6: 1 San Pablo dice que «cuando alguno incurra en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre».

Y en Hechos de los Apóstoles 8:20 San Pedro le dice a Simón el Mago, “arrepiéntete de tu maldad y ruega al Señor, a ver si te perdona”.?

¿Y cómo debes juzgar al otro? 

Nunca puedes juzgar la intención de otra persona.

Debes juzgar el objeto de las acciones de la otra persona o sea el pecado.

Y estás especialmente obligado a juzgar el objeto de los actos del otro, cuando sus intentos de influir en ti afecten tu salvación o la salvación de aquellos que te han sido confiados.

San Pablo hace hincapié en que la amonestación debe hacerse con amor, humildad y mansedumbre, y con el objetivo de restaurar a la persona que ha pecado, en lugar de simplemente condenarla.

Y que primero debe hacerse en privado, para evitar causar vergüenza o humillación innecesarias.

Pero si sigue, llama a una amonestación pública, especialmente cuando se trata de la disciplina en la Iglesia.

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar, señalando que el combate contra el pecado fue una tarea central que Jesús vino a realizar, y cómo deberíamos actuar nosotros, para que los amigos y parientes no sucumban a él, una tarea muy difícil por cierto en nuestros tiempos. 

Y me gustaría preguntarte si has tenido buenas y malas respuestas cuando has advertido a alguna persona cercana sobre su pecado.

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