El perdón no es una emoción.

Sino que es una decisión.

Dejar pasar nuestras emociones de sentirnos heridos y tener resentimientos.

Para decidir una conducta más razonable para nuestro bien y el de los demás.

nina consolando una estatua

Y es sanador y liberador.
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Porque nos desapega de las emociones negativas que tenemos como el odio, la intención de venganza y hacer el mal.

Por lo tanto el perdón es un proceso intencional y voluntario.

Por el cual la víctima experimenta un cambio en los sentimientos y la actitud con respecto a una falta.

Y deja ir emociones negativas como la venganza.

Uno de los versos más difíciles en toda la Escritura tiene que haber Mateo 6: 14-15, donde Jesús dijo,

“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre celestial os perdonará también.

Pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”.

Este es uno de esos versículos que nunca se verá en una camiseta, en una taza de café, o como fondo de pantalla, porque es doloroso para muchos.

La razón de que este no es un verso popular es que profundiza en las áreas incómodas de nuestras vidas, y nos pide acciones difíciles de nuestra parte.

Pero nos enseña que si vamos a ser receptores de la gracia de Dios, entonces debemos dar gracia a los demás.

Jesús nos pone la prueba de que si no perdonamos a los otros nunca recibiremos realmente el perdón de Dios mismo.

Él nos está enseñando la forma más práctica para mostrar al mundo que entendemos el Evangelio, que es mostrar al mundo que sabemos cómo perdonar.

Entonces, ¿qué es el perdón?

Una buena definición sobre el perdón proviene de Wikipedia,

“El perdón es la acción por la que una persona perdona a otro una acción considerada como ofensa.

Renunciando eventualmente a vengarse, o a reclamar un justo castigo o restitución.

Optando por no tener en cuenta la ofensa en el futuro.

De modo que las relaciones entre ofensor-perdonado y ofendido-perdonante no queden afectadas o queden menos afectadas”.

El perdón trata de sanar mis frustraciones y dolores, y no es necesariamente una forma de liberar al otro.

banner perdona nuestra ofensas

No es un regalo para el otro sino un regalo para uno mismo, para descargar la mochila del odio.
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Porque la verdad es que la amargura y la ira son una carga pesada y miserable para llevar.

Perdonar no cambia el pasado pero nos poner en una mejor posición para el futuro.

Pero también implica el deseo del bien para la persona que te hizo daño.

Y un indicador es ¿soy capaz de rezar verdaderamente a Dios pidiendo al Señor que bendiga a esa persona?

Es extremadamente difícil, ¿verdad?

Hay historias de nuestras vidas de verdaderas decepciones y victimizaciones.

Y en estos casos el perdón sólo puede venir de Dios, porque se necesita un perdón del tamaño de Dios.

Aquí presentamos cinco razones por las que debemos bendecir a los que nos han hecho daño y 7 errores que se cometen respecto al perdón

juan pablo II perdona a al _agca

Juan Pablo II perdona a Ali Agca que atentó contra su vida

 

5 RAZONES PARA BENDECIR A LOS QUE NOS HAN HECHO DAÑO

1 – AMAR A LOS ENEMIGOS COMO CAMINO REVOLUCIONARIO

Este es el camino de un revolucionario Jesús, emulando el ejemplo de nuestro Padre.

El Sermón de la Montaña es la contracultura, es el manifiesto del Reino en que Jesús nos llama a vivir con principios diferentes que el mundo en que vivimos.

Y en el sermón de la montaña, Él dio este mandato explícito:

«Ustedes han oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo y no harás amistad con tu enemigo.» 

Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores» (Mateo 5:43-44).

Cuando hacemos esto, estamos emulando Dios mismo, que

«Hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos» (Mateo 5:45).

Esto es parte de nuestro llamado a «ser perfectos«, como nuestro Padre celestial es perfecto (Mateo 5:48).

2 – DONDE ABUNDÓ EL PECADO SOBREABUNDARÁ LA GRACIA

Dios muestra extraordinaria paciencia hacia aquellos que caminan en la ignorancia y la incredulidad.

Hace unos años, hubo una inspiración atea en Internet con miles de personas que registraban pequeños clips de vídeo de ellos mismos afirmando blasfemar contra el Espíritu.

Mientras miraban los clips, muchos cristianos tuvieron la sensación de que en no mucho tiempo a partir de ese momento, muchas de esas personas serían salvadas, y compartirían testimonios de internet y darían gracias a Dios por su misericordia.

Como Pablo explica en 1 Timoteo 1,

«Porque yo fui en un comienzo un opositor, un perseguidor y un violento.

Pero él me perdonó porque obraba de buena fe cuando me negaba a creer, y la gracia de nuestro Señor vino sobre mí muy abundante junto con la fe y el amor cristiano.

Esto es muy cierto, y todos lo pueden creer, que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales soy yo el primero.

Por esa razón fui perdonado, para que en mí se manifestara en primer lugar toda la generosidad de Cristo Jesús, y fuera así un ejemplo para todos los que han de creer en él y llegar a la vida eterna». (1 Tim 1:13, 16).

3 – LA BENDICIÓN REBOTA A NOSOTROS

Cuando bendecimos, una bendición es devuelto a nosotros en muchas maneras, cosechamos lo que sembramos, y eso es una de las razones.

Pedro dio esta exhortación a sus lectores:

«No devuelvan mal por mal ni insulto por insulto; más bien bendigan, pues para esto han sido llamados; y de este modo recibirán la bendición«(1 Pedro 3:9).

¿Qué quieres heredar, bendiciones o maldiciones? Eso es lo que debes hablar con los demás.

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4 – LA PACIENCIA DA BUENOS FRUTOS

Palabras de gracia y paciencia producen más frutos buenos que palabras de enojo y frustración.

Ciertamente, hay momentos en que es correcto corregir e incluso reprender, pero siempre se debe hacer en amor (Efesios 4:15) y con paciencia (2 Timoteo 2:24-26), recordando que,

«Una respuesta amable calma la furia, una palabra hiriente hace que aumente la cólera» (Proverbios 15:01).

Realmente no sabemos lo que está pasando en la vida de una persona. 

Hace unos meses una mujer defendió consistentemente aborto en sitios web cristianos, y unos días después que la desafiaron sin agresión, publicó lo siguiente:

«Quiero pedir disculpas por escribir comentarios locos de matar a los bebés.

Yo estaba tratando de vivir sin Dios y sus principios en mi vida. Pensé en el momento más feliz de mi vida. 

Fue entonces cuando iba a la iglesia y vivía para Dios. Por favor oren por mí. Gracias».

Aquí había una mujer sufriendo, con ganas de volver a Dios, pero no teníamos la menor idea de que esto era lo que estaba alimentando su fuego a favor del aborto.

Por desgracia, con demasiada frecuencia, somos culpables de dar respuestas a las personas rápidamente y no pensativamente, con lo que se refuerza su posición en lugar de ayudar a ver su error.

5 – ROMPER EL CÍRCULO DE ODIO

Cuando bendecimos a los que nos maldicen, rompemos el ciclo de la ira y el odio.

Este fue el consejo de Pablo a los creyentes de Roma, a raíz de Proverbios 25:21-22:

«Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber: éstas serán otras tantas brasas sobre su cabeza. 

No te dejes vencer por el mal, más bien derrota al mal con el bien«. (Romanos 12:20-21).

Rompamos el malo ciclo destructivo de la carne y sigamos los pasos de nuestro Señor que perdonó a quienes lo crucificaron.

Es el camino de la vida y la bendición – no sólo para nosotros, sino también para aquellos que se nos oponen.

Para profundizar en lo dicho, deberíamos hacerlo considerando los errores típicos sobre el perdón que nos perjudican, confunden, y nos impiden experimentar la gracia del perdón de Dios.

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7 ERRORES SOBRE EL PERDÓN

 

Error 1: El perdón significa que hay que olvidar

Desafortunadamente no tenemos la capacidad de borrar nuestra memoria a nuestro antojo.

Los recuerdos son muy reales, sobre todo si son recuerdos envueltos en dolor.

Ellos siempre pueden estar allí.

Sin embargo, hay una maravillosa oportunidad de decir:

“No he podido olvidar.

Lo recuerdo muy bien, y sin embargo, por la gracia de Dios quiero perdonar”.

Error 2: El perdón significa que toleras sus acciones

Muchas veces sentimos que la decisión de perdonar nos está diciendo que lo que nos hizo una persona a nosotros estaba bien.

Sin embargo, esto es un mito.

El perdón es confiar en Dios para sea el último y perfecto juez.

Él sabe cómo resolver nuestras disputas mucho mejor que nosotros.

Después de todo, Él es el experto en tratar con los pecadores y las acciones pecaminosas, no nosotros.

No olvidemos cómo Él ha tratado con nuestras acciones pecaminosas hacia los demás.

Error 3: El perdón significa que tienes que ser un felpudo

A menudo estamos aterrorizados por perdonar porque tenemos miedo de ser heridos una y otra vez.

Sin embargo, el perdón no significa que tengo que someterme a estar continuamente abusado y utilizado.

De hecho, podría ser culpable de permitir que la persona me trate como su felpudo, y esto no es una ayuda para ella.

El perdón significa que voy a protegerme y liberarme de no llevar conmigo la amargura causada por esa persona.

Error 4: El perdón significa que tenemos que ser amigos

El perdón no significa que tengas que estar en amistad con la otra persona.

A veces lo más sano para dos personas es la distancia.

Estamos mandados por la Escritura a perdonar a los demás, amar a los demás, y ser amables con los demás.

Sin embargo, en ninguna parte la Escritura nos manda ser amigos de todos.

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Error 5: El perdón viene de una disculpa

A veces pensamos que decir “lo siento” cura todas las heridas.

Sin embargo, el verdadero perdón no puede venir de una declaración concisa, sino más bien de un Dios todopoderoso.

Dios debe perdonar primero, es un diálogo con Dios donde le pedimos que nos de la fuerza y la perseverancia de perdonar a la otra persona.

En pocas palabras, el perdón viene de Dios, no nosotros.

Error 6: El perdón se basa en el pedido de la otra persona

A menudo la gente dice:

Voy a perdonar a esa persona cuando me lo pida y empiece a hacer cosas para merecer mi perdón”.

Sin embargo esto es un mito ya que Dios nos manda perdonar si alguien lo pide o no.

La victoria en esta área va a venir de la obediencia a Dios y no de las acciones de otras personas.

Error 7: El perdón es fácil

Por desgracia el perdón no es fácil; tampoco es difícil; el perdón es realmente imposible; y más perdonar 70 veces 7.

En nuestro estado natural queremos mantener la amargura y rabia porque en algún nivel nos hace sentir en control.

Queremos que a la persona le duela como nos ha herido.

Simplemente no podemos cambiar estos sentimientos por nuestra cuenta.

Sin embargo, la buena noticia es que tenemos un Dios que hace posible lo imposible.

Pero también están las situaciones en que Dios perdona y el hombre no lo acepta.

La historia que contamos en este artículo fue parte del proceso de canonización de San Francisco de Borja.

Muestra la enorme y perseverante misericordia de Dios para perdonar a los pecadores.

Y cómo no escatima incluso en hacer Milagros para llegar a su conversión.

San Francisco de Borja

 

JESUCRISTO APARECE PARA SALVAR A UN PECADOR Y EL PROPIO PECADOR SE CONDENA

Este caso muestra que algunos que ven y oyen sus milagros no asienten a los esfuerzos de Cristo.

Están tan empedernidos y aturdidos por el pecado que no son capaces de aceptar la gracia de Dios.

Esta es la blasfemia imperdonable al Espíritu Santo de la que habla Jesucristo en la Biblia.

Es la impenitencia final qué endurece el corazón definitivamente y se niega aceptar la bondad de Dios.

Cuando San Francisco de Borja andaba predicando por España, había un caballero de vida y costumbres pecadoras, cristiano en el nombre, y en los hechos infiel, y peor que muchos gentiles.

A éste le dio la enfermedad que lo conducía a la muerte y sus deudos hicieron diligencia para que se confesaste advirtiéndole su peligro.

Pero él obstinado en sus vicios estaba ciego con la pasión y el desordenado amor que se tenía.

Y como tal ni creía en su peligro, ni creía en su condenación, ni le parecía posible morir.

No daba oídos a razones o a amonestaciones para su bien, volviéndose como loco contra los que procuraban su salvación.

Viéndole pues, por una parte tan obstinado y por otra caminando directamente a la muerte, los dolientes tomaron el medio más eficaz a su parecer que pudieron hallar.

Que fue dar parte a San Francisco de Borja que predicaba en aquella ciudad con el nombre de apóstol y con una opinión generalizada sobre su santidad.

El santo sintió personalmente el mal de aquel caballero y tomó a pecho su remedio, haciendo la primera diligencia con Dios, quien tenía claro que es el origen de toda salud espiritual y corporal.

Se retiró en la oración delante de la imagen de un crucifijo y le suplico afectuosamente por el alma de aquel caballero, pidiéndole que le diese luz para conocer sus culpas, su dolor y generara verdadero arrepentimiento de ellas.

Milagrosamente el Cristo del crucifijo levantó la cabeza y habló al Santo y le dijo,

«Ve al enfermo que yo mismo en lo personal le asistiré como enfermero y médico, mientras le persuades que se confiese».

Quedó San Francisco notablemente maravillado y confortado con el favor de esta promesa y partió luego lleno de confianza de alcanzar la victoria a la casa de aquel enfermo.

Entró donde estaba y halló en el aposento a Nuestro Señor, que le había hablado en la cruz, en traje y túnica de médico, como verdaderamente lo era, pero no sólo de cuerpo sino también de alma.

Empezó el santo a persuadir al enfermo que se volviese a Dios y que se confesase, con vivas y eficaces razones, reafirmadas con la asistencia de aquel Señor que la mandaba decir que la mente le hablara al corazón.

Pero él estaba tan empedernido en su obstinación que se resistía a las aspiraciones de Dios y a las razones de San Francisco de Borja y mostraba enfado y deseo que le dejaran tranquilo.

Viendo esto el médico celestial se despidió con palabras de agradecimiento diciéndolo a San Francisco,

«Haga Padre su oficio que Yo haré el mío y siento mucho que no de oídos a cosas que tanto le importan».

Sintió a menos San Francisco ver partir al Señor de aquel aposento, porque no hay cosa más fea que ver apartarse a Dios de un alma y dejarla consumida en sus pecados.

Procuró el santo de detenerlo pero no pudo, y sintió atravesada su alma con el cuchillo del dolor al ver la perdición de aquel caballero

La insistencia de San Francisco por la presencia de Cristo no era sólo porque el Señor dejaba al enfermo del alma sino por mantener al médico de quien pendía su salud.

Entonces volvió al oratorio postrándose a Sus pies, doloroso con su cruz, y empezó con una oración muy fervorosa a suplicar al redentor que no desampara a aquella alma.

Gemía y sollozaba regando el suelo con lágrimas, destemplando todo su cuerpo por la fuerza del sentimiento.

Tal era el sello de calidad y el fuego de amor que tenía San Francisco Borja por la salvación de su prójimo.

Como Cristo le vio tan acongojado le consoló desde la cruz hablándole una segunda vez con tiernas y dulces palabras diciendo,

 «Francisco he oído tus oraciones y recibo tus lágrimas y tus deseos que han sido preciosos en mi acatamiento.

Y para que veas cuánto deseo la salvación de ese pecador y que Yo no le dejo, sino que él me deja, llévame a allá que yo estaré contigo«.

Cuando oyó estas palabras se levantó el apóstol de Dios, tomó el crucifijo con él se fue volando a casa del enfermo.

Despejó el aposento echando fuera a los que le asistían ayudándole más a mal morir que a bien morir.

Se quedó a solas con él, y más acompañado que si le asistiera todo el mundo pues le acompañaba Cristo, le puso ante él Su imagen refrescándole la memoria de lo mucho que había padecido por él diciendo,

«Ves aquí a tu padre, tu maestro, tu redentor y tu juez.

Ahora tiene los brazos abiertos para recibir, las manos clavadas para no castigar, las palmas y el costado rotos para dar su sangre y con ella el perdón de nuestros pecados.

En ellas se han lavado las manchas de cuantos pecadores ha habido en el mundo, mucho mayores que tu.

No tardes en pedirle perdón y luego Él te lo dará.

Él sólo espera que le quieras para darte la indulgencia plenaria de todas tus culpas, no desconfíes de su misericordia, porque excede infinitamente a la multitud y grandeza de tus pecados.

Si te prometiera la salud del cuerpo se la pedirías, pero es mucho más preciosa la del alma.

No tardes en pedírsela que no tardará su bondad en concedértela».

Pero como aún el caballero estaba obstinado con su mal propósito y las razones que supuestamente eran dulces y eficaces no hacía mella en aquel corazón de acero, se volvió el santo a Dios y le dijo,

«Señor que en tu mano están los corazones de todos los hombres y que te pusiste en esta cruz para salvarlos, mueve el corazón de este pecador, no permitas que su alma se condene«.

Con estas palabras empezaron a enternecerse las llagas del santo crucifijo y a regarse la sangre.

Y a correr tan viva como cuando entonces le clavaron en la cruz, mostrando el dolor que sentía por su perdición.

Pues le hacía derramar por segunda vez la sangre de sus venas, verificándose lo que dice San Pablo, que los pecadores obstinados crucifican por segunda vez a Cristo Nuestro Señor.

El padre San Francisco le decía,

«Mira señor cuánto le heriste a Cristo, mira que te ofrece Su sangre, ve cómo corre de sus venas, señal del amor que te tiene.

Sus llagas se abren para recibirte y perdonarte, aún tienes tiempo, recógete en ellas, que son el refugio y amparo de todos los pecadores.

Vuélvete a Él que con sólo un gesto te perdonará y te dará el cielo, como se lo dio al buen ladrón en el último trance de su vida».

¡Pero qué dureza del corazón humano! ¡A qué grado pudo llegar esta persona!,

Porque ni la sangre de Cristo derramada, ni las persuasiones y lágrimas del santo hicieron mella en aquel corazón, que era más que de acero.

Y como el Santo le instó una vez más, la santa imagen del Redentor abrió otra vez la boca y hablando con aquel obstinado pecador dijo,

«Esta sangre que derramé una vez por todo el mundo, por segunda vez la derramó por ti solo.

Mira lo que me costaste y lo que deseo tu bien.

Porque para rescatarte de los pecados la doy liberalmente.

Da crédito a las palabras de mi siervo que son mías, conviértete a Mí que Yo te perdonaré«.

¿Qué haría un hombre cristiano y noble, criado en la luz de la fe católica y en el corazón de la Iglesia, si oyera de la boca de Cristo tales palabras y le viera derramar sangre viva de sus venas ante tal impresionante portento?

¿Quién juzgaría que no se convirtiera de todo su corazón al Señor y que deshecho en Lágrimas de arrepentimiento no se echara a sus pies pidiéndole perdón?

Así debería de ser por buenas razones.

Pero el pecado le tenía tan fuera de razón que no dio oídos a sus palabras ni ojos a su vista, ni entrada a su corazón.

Viendo entonces el Señor su dureza dio lugar a su Santa ira, y metiendo la mano en su costado la sacó llena de sangre y se la arrojó en la cara diciendo,

«Pues no has querido aprovecharte de mi sangre, ahora ella escribe en tu rostro la sentencia de tu condenación».

Entonces el miserable, diciendo grandes blasfemias contra Dios que le condenaba, expiró.

Y entregó su desdichada alma en mano de los demonios ejecutándose la divina justicia.

Mientras el santo, atravesado de dolor, tomó con suma reverencia la santa imagen y se volvió a su retiro, con el sentimiento y las lágrimas de lógicas que emanaban de tal irremediable suceso.

San Francisco de Borja

 

¿QUÉ NOS DICE SAN FRANCISCO DE BORJA?

En esta historia San Francisco de Borja muestra cuánto es la misericordia de Dios y los infinitos medios por los que procura la salvación de los pecadores.

No sólo los perdona, sino que los busca para perdonarlos.

Y abre por segunda vez sus llagas para abrigarlos en ellas y lavarlos con su sangre de las manchas de sus pecados.

También muestra cuánto siente el Señor la obstinación de los malos y la desconfianza de su piedad, porque no quieren aprovecharse de ella por su dureza y obstinación, enviándose a sí mismos al eterno tormento.

Además muestra la dureza de los hombres en los pecados y la costumbre a ofender a Dios arraigada en el corazón.

Y advierte que el vicio empieza poco a poco como el árbol no bien plantado, que al principio es fácil de arrancarle, pero si le dejas echar raíces, será tan dificultoso como es a estos pecadores dejar sus pecados.

San Francisco de Borja nos muestra con cuánta facilidad habría podido salvarse aprovechando las ocasiones que Dios le dio.

Que son las mismas que le da a cada persona.

Pero además muestra que no sólo es muy grande Su bondad, porque no sólo perdona a quien le ofende, sino que le da nuevas gracias el día que se vuelve a Él.

De modo que ten esperanza y tendrás alegría, acógete a Dios y Él te amparará, válete de Él y te dará Su gracia, no lo dejes y no te dejará, persevera Su servicio y Él te coronará de gloria.

 

QUIÉN FUE SAN FRANCISCO DE BORJA

San Francisco de Borja y Aragón fue un noble español, que resultó en el tercer General de la Compañía de Jesús.

San Francisco de Borja era nieto del Papa Alejandro VI y primo del emperador Carlos V.

Su familia lo envió a la corte de Carlos I de España cuando era niño, pero él era muy piadoso y deseaba convertirse en monje.

Cuando su padre murió entró en contacto con Pedro Fabro y otros jesuitas con la intención de ayudar económicamente a la orden.

Además había quedado muy impresionado por San Ignacio de Loyola cuando lo vio que la Inquisición lo conducía a la prisión en Alcalá de Henares.

Su esposa murió en 1546 cuando él tenía 36 años y unos meses después entró en la Compañía de Jesús.

En 1565 fue nombrado General de la orden.

Murió en 1572 y fue canonizado un siglo después por Clemente X.

Su fiesta se realiza el 3 de octubre

San Francisco de Borja era muy dado a la oración, al punto que reformó los estatutos de la orden obligando a los jesuitas a orar una hora al día, lo que luego fue quitado.

También fue un místico según lo que podemos leer en la historia de arriba.

Fuentes:


Sergio Fernández, Editor de los Foros de la Virgen María

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