La sutileza del demonio para atacarnos es impresionante.

Porque utiliza herramientas de psicología profunda para que nos desviemos.

Simplemente susurrándonos al oído algunas ideas que sintonizan con nuestros conflictos más hondos.

En la absoluta mayoría de los casos el demonio tentador no aparece bajo ninguna figura física.

Y es por esto mucha gente no cree en el demonio  exista.


susurro al oido

Pero no se dan cuenta que la acción predilecta de él es a través de ideas que nos surgen en la mente.
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Y que nos obligan a tomar decisiones conflictivas, muchas veces en medio de la ambivalencia.

Si no tenemos clara esta forma de actuar demoníaca vamos a pensar que estas ideas surgen de nosotros solamente.

Y entonces no se nos va a prender la “luz de peligro”, con lo cual tenemos una señal adicional para resistirle.

Y esto está más presente cuando recorremos el camino de servir a Dios.

Los humanos podemos desarrollar una fuerte voluntad y prudencia natural, y ponerlos al servicio de logros útiles e impresionantes.

Podemos desarrollar las virtudes naturales de responsabilidad y confianza a través de un esfuerzo perseverante.

Pero cuando nos enfocamos en servir al reino de Dios, en vez del reino de este mundo, aparecen una serie de obstáculos adicionales.

En ese momento entra a jugar la batalla espiritual, una lucha, como lo explica San Pablo:

que no es contra la carne y la sangre, sino contra los Principados, contra las Potestades, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas.” (Efesios 6:12).

Para complementar y profundizar esto recomendamos leer:

demonio habla a un hombre

 

LA BATALLA ESPIRITUAL

Desarrollar fuerza de voluntad siempre exige esfuerzo y sacrificio.

Pero alinear nuestra voluntad con la de Cristo y crecer en coraje y perseverancia cristianos—algo que siempre requiere obediencia y no solo pura determinación—exigirá mucho más.

Tanto nuestro intelecto como nuestra voluntad están heridos por el pecado original.
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Y cuando despegamos hacia el camino de la sanación y hacemos de la obediencia amorosa del plan de Dios nuestro mayor deseo del corazón, nuestros enemigos espirituales se volverán intensamente determinados en impedírnoslo.

San Juan Pablo II explicó esto es su encíclica sobre la vida moral:

Esta obediencia no siempre es fácil.

Como resultado de ese misterioso pecado original, cometido por inspiración de satanás, el que es “mentiroso y el padre de la mentira”, el hombre está constantemente tentado a desviar su mirada lejos del Dios vivo y verdadero, para dirigirla a los ídolos, cambiando “la verdad de Dios por una mentira”.

La capacidad del hombre para saber la verdad también se ve oscurecida, y su deseo de someterse a ella se ve debilitado. Entonces, el hombre se entrega a si mismo al relativismo y al escepticismo, y sale en busca de una libertad ilusa, lejos de la verdad como tal.

Jesús también tuvo que dar esta batalla en su vida en la Tierra.
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Su naturaleza no fue herida por el pecado original o pecados personales, pero Él tuvo que combatir con nuestro enemigo eterno, el demonio.
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En el combate, El reveló las tres estrategias básicas del demonio.

tentaciones de cristo

 

LA PRIMERA ESTRATEGIA DEL ENEMIGO: CORROMPER EL CORAZÓN

Al principio de su vida pública, Jesús fue al desierto durante cuarenta días para orar y prepararse.

Durante este período, los Evangelios explican que fue “tentado por satanás” (Marcos 1:13).

Nosotros todos estamos familiarizados con las tentaciones que fueron empleadas en esta ocasión (Mateo 4).

En estas, el diablo trató de dividir el corazón de Jesús, para eliminar o al menos corromper su deseo interno de amar y obedecer a su Padre.

El diablo trató de reemplazar esto con el deseo de placer y confort, tentando al Señor a convertir piedras en pan.

Cuando esto no funcionó, el diablo trató de reemplazarlo con el deseo de poder y dominio en la tierra, mostrándole al Señor todos los reinos del mundo y prometiendo colocarlos todos bajo su control por el pequeño precio de alabarlo.

Eso tampoco le funcionó y entonces el diablo tentó a Jesús a buscar mayor popularidad y adulación realizando un milagro dramático tal como lanzarse del techo del templo sin sufrir ningún daño. Esa tentación también fracasó.

La primera estrategia del diablo, de corromper el corazón, quedó descubierta.

acara del demonio

 

LA SEGUNDA ESTRATEGIA DEL ENEMIGO: HACER FLAQUEAR LA VOLUNTAD

San Lucas termina la narración de las tentaciones en el desierto señalando que “cuando el diablo terminó con todas las tentaciones, se alejó de Jesús por un tiempo (Lucas 4:13).

Ese tiempo terminó la víspera de la pasión de Nuestro Señor.

Después de haber sido traicionado, según San Lucas, el Señor explicó que el momento para el poder de la oscuridad había vuelto:

“Dijo Jesús a los sumos sacerdotes, jefes de la guardia del Templo y ancianos que habían venido contra él: «¿Como contra un salteador habéis salido con espadas y palos?

Estando yo todos los días en el Templo con vosotros, no me pusisteis las manos encima; pero esta es vuestra hora y el poder de las tinieblas.»” (Lucas 22: 52-53).

Durante la pasión de Cristo, aprendemos acerca de las otras dos estrategias del enemigo.

En el Huerto de Getsemaní, el diablo bombardea a Jesús con tentaciones tan profundas que inspiraron temor y confusión y le produjeron “tristeza y angustia” (Mateo 26:37).

Fue tan profunda su batalla que Jesús sudó gotas de sangre (Lucas 22:44), y además manifestó a sus compañeros, “mi alma siente una tristeza de muerte” (Mateo 26:38).

Por muchos siglos los teólogos han debatido sobre la naturaleza exacta de estas tentaciones.

Pero todos están de acuerdo en que, cualquiera que sea su contenido (y es aquí donde las tentaciones tratan de corromper la inteligencia, sembrando falsas ideas o verdades a medias engañosas), su meta era clara.

El demonio estaba tratando de que Jesús desobedeciera la voluntad de su Padre, negándose hacer lo que Él le estaba pidiendo que hiciera.

Esta es la segunda estrategia, desviar nuestra voluntad de la de Dios, hacer parecer la voluntad de Dios tan injusta, dolorosa o difícil, que nuestro coraje nos falla y escogemos otro camino.

El demonio no puede crear la realidad; él no es Dios. Así, él debe distorsionarla para podernos asustar.

Para evitar que nosotros entremos en el camino que Dios nos invita a seguir, él debe exagerar el peligro ó la dificultad.

Nosotros ya sabemos que va a ser difícil, pues Jesús nos reveló esto:

«Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella.

Mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y poco son los que lo encuentran»”. (Mateo 7:13-14).

Pero Jesús nunca nos pediría algo que fuera absolutamente imposible. Esto es lo que el demonio nos quiere hacer olvidar.

Él quiere que veamos la invitación de Dios solo desde una perspectiva humana y mundana.

Aquí es cuando nuestro coraje posiblemente falla.

Pero Dios siempre nos recuerda que esa perspectiva está incompleta:

“Jesús, mirándolos fijamente, dijo: «Para los hombres eso es imposible, más para Dios todo es posible»” (Mateo 19:26).

demonio encapuchado fondo

 

LA TERCERA ESTRATEGIA DEL ENEMIGO: LOGRAR QUE NOS DEMOS POR VENCIDOS

Jesús resistió el ataque perverso del demonio en el huerto de Getsemaní, principalmente por medio de oración fervorosa:

“Y sumido en agonía, insistía más en su oración. Su sudor se hizo como gotas espesas de sangre que caían en tierra”. (Lucas 22:44).

Entonces el enemigo pasó a la tercera táctica.
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Como no pudo cambiar el corazón del Señor, y como no pudo convencerlo de no seguir el camino trazado por la voluntad de Dios, hizo el seguimiento de ese camino agonizante y difícil.

La pasión y muerte de Nuestro Señor incluyó sufrimiento, traición, injusticia, tortura física y sicológica, humillación, calumnia, rechazo de todo tipo y aún presenciar la tristeza descorazonante de aquellos a quienes más amaba, como era su Madre.

Cada paso a lo largo del camino siguiendo la voluntad de su Padre incrementaba el sufrimiento.

Cada aumento en el sufrimiento requería de una renovación de su obediencia amorosa.

El diablo estaba tratando de agotarlo, tratando de hacerlo sufrir tanto que finalmente Jesús se rebelaría contra el plan del Padre.
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Y se desviaría del camino que Él voluntariamente había escogido seguir: el camino correcto, el camino del amor a Dios con todo su corazón, alma, mente y fuerza.

Continuar por ese camino requería perseverancia; requería fuerza de voluntad humanamente madura, combinada y elevada por la gracia divina.

 

VADE RETRO SATANÁS

Estas palabras acompañaron a los cristianos durante casi dos mil años.

Para alejar al gran enemigo, ser astuto y brillante y que nunca duerme.

Para defendernos bien de él y enfrentarlo con éxito, hay que conocerlo.

San Ignacio de Loyola decía que él es “cobarde ante los valientes y valiente ante los cobardes”.

Odia a Dios. Su existencia es la más aberrante y viscosa suciedad, imposible de imaginar.

Y aunque nos odia, se cuida muy bien de mostrar su fétido rostro, porque no es tonto.

Su estrategia de venta – y el se precia de ser un vendedor exitoso – es ir hipnotizando gradualmente a sus posibles “clientes”.

Esto no es una novedad para nosotros.

Todo cristiano que se haya puesto a analizar su vida, tiene que haber descubierto cómo trabaja este maligno ser.

Primero, las tentaciones son burdas y fáciles de detectar.

Al no tener éxito por ese camino, intenta otros.

Disfraza sus propósitos y así se enrosca, como serpiente que es, alrededor al alma del desprevenido.

Todos hemos recibido “sus dardos incendiarios” en lo profundo de nuestra mente.

Con tal fuerza, que los pensamientos parecen nuestros.

Pero hay un camino predilecto para él.

Cuando el cristiano está más avanzado en el camino de Dios, trata de hacerlo sentir inútil, poco merecedor de aprecio y hasta poco inteligente.

Podríamos preguntarnos cómo lo logra.

Fácil. Tentando a los que lo rodean.

De esa manera, ese cristiano no tendrá oportunidades de mejorar en su trabajo, o será considerado un esposo o esposa con rasgos deficientes, un fracaso total.

Al mismo tiempo, se encarga de que el entorno de esa persona sea festivo, alegre, brillante y sobre todo próspero para que él se destaque negativamente del resto.

Va realizando una poda sistemática, tratando de disminuir a esa persona difícil de tentar.

Pretende quebrarlo y muchas veces lo pone al límite de sus fuerzas.

Al mismo tiempo, va haciendo exactamente lo contrario con aquellos que le hacen caso.

El contraste es tremendo y muchas veces terrible.

Y es que el desaliento es su arma favorita y la que le da más éxitos, porque el desaliento lleva a la duda de la bondad de Dios.

Pero nunca abandona la lucha y no deja de seguir ofreciendo al alma devota circunstancias en las que le resulte fácil caer.

Su modus operandi es: si no puedo hacerte caer en algo muy malo, te haré caer en algo menos malo.

Si tampoco esto logra, intentará disminuir el valor de las obras, sugiriendo realizar por buenos motivos, algún acto “no tan bueno”.

Por ejemplo, en lugar de rezar una hora, hacerlo media hora y acompañar a un amigo triste.

Ambas son muy buenas obras. Pero sólo una es perfecta. No debemos olvidar que el primer mandamiento es amar a Dios.

Así, con motivos falsamente “altruistas y solidarios”, va minando en el cristiano aquello que él sabe que lo derrota: la oración.

Otra forma es entretener, siempre con motivos buenos y hasta nobles, a aquel que tiene una hora fija para orar, de forma que se le haga tarde y su oración resulte abreviada y distraída.

No es lo que quiere, pero son pequeñas victorias que va consiguiendo.

Porque, tengámoslo claro para poder enfrentarlo, aunque su método es ofrecernos placeres y comodidades, él nos odia.

Y enfrentarlo significa tomar de la mano al Único que pudo derrotarlo para siempre.

No le demos ventajas que él sabe aprovechar muy bien, porque lo agrandan.

Recordemos que si Adán y Eva lo hubieran rechazado, él sería tan pequeño como un gusano.

Fue la aceptación de su oferta tentadora la que lo agrandó. Y cuanto más pecados comete la Humanidad, más crece.

La oración, por el contrario, lo acorrala, lo achica, lo hace huir.

Tenemos las mejores armas: el Padrenuestro y el Santo Rosario.

“No nos dejes caer en tentación y líbranos del mal. Amén”.

Ahora, piensa en cada cosa que te pasa, piensa en lo que te problematiza, y mira si alguna de estas tres estrategias del demonio está operando en tu vida.
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Y mira este video aleccionador.

Fuentes:



María de los Ángeles Pizzorno de Uruguay, Escritora, Catequista, Ex Secretaria retirada
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