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Dolorosa del Colegio, un Gran Prodigio cuando la Persecución, Ecuador (20 abr, 15 sep)

La Dolorosa del Colegio es un óleo de la Virgen.

El 20 de abril de 1906, parpadeó prodigiosamente en repetidas ocasiones durante 15 minutos.

En el comedor del internado del Colegio San Gabriel de los Padres Jesuitas, en Quito, capital del Ecuador.

cuadro de la dolorosa

Este acontecimiento transcurrió dentro de la revolución liberal de 1895 que venía propugnando un laicismo hostil para la educación.

Los católicos vieron en el prodigio de la Dolorosa una preocupación de la Madre de Dios con el futuro de la niñez y juventud ecuatorianas, despertando en todo el país un fuerte impulso de religiosidad.

La Virgen tiene sobre el pecho el corazón traspasado por siete espadas.
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En la mano izquierda los tres clavos de la crucifixión.
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Con la mano derecha aprieta contra el pecho la corona de espinas ligeramente envuelta en una parte del manto.
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El rostro es muy expresivo y manifiesta un dolor profundo.
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Dos lágrimas se deslizan por las pálidas mejillas.
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Tiene los ojos una inefable dulzura con un dejo infinito de tristeza, bondad y cariño.
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Parece que hablara de sus grandes dolores y divinas amarguras en un ambiente de plenitud y de esperanza.

 

CONTEXTO HISTÓRICO DEL MILAGRO DEL 20 DE ABRIL

Desde su independencia, el Ecuador había conservado hondamente la fe recibida de España, y tan arraigada en la vida del País.

Pero en Europa y por consiguiente en América, los movimientos del siglo 18, con sus Librepensadores y Enciclopedistas, y la exaltación revolucionaria de la Razón daría como fruto un sectarismo liberal anti-cristiano y anti-eclesial.

A todos los países latinoamericanos iban llegando estos movimientos como una verdadera marea.

También en Ecuador, tras el asesinato de García Moreno irrumpe el liberalismo no solo laico sino ateo y anticlerical.

del-colegio1

El inicio de todo fue el año 1895.

Una minoría de liberales europeizantes y las masas incultas siempre manejadas, van a imponerse al País, a la cultura cristiana, a la religiosidad del pueblo, a la educación católica de la juventud.

La bandera la levanta el proclamado General Eloy Alfaro, y todo su equipo. Desde ese momento los acontecimientos se suceden sin interrupción.

En 1895, los soldados del Coronel Hidalgo y de Medardo Alfaro ocupan parte del Colegio San Gabriel.

Asalto al Palacio Arzobispal e intento de asalto a los Jesuitas.

Se levanta un motín pidiendo la expulsión de los de los religiosos extranjeros; encarcelan a los redactores del periódico «La Ley».

El año 1896 se propone en la Cámara de Diputados la expulsión de la Compañía de Jesús, aunque no obtienen los votos necesarios.

Se decreta la separación de la Iglesia y del Estado, con sujeción de lo eclesiástico a lo civil; se ha de decretar la supresión de los conventos y monasterios, «que no son sino focos de infección».

Se prohíbe el establecimiento de nuevas Ordenes Religiosas.

El 4 de Mayo de 1897 ocurre el asalto por las tropas liberales al Colegio San Felipe de los Jesuitas, en Riobamba, con la profanación de la Iglesia y del Sagrario, el asesinato del Rector, P. Emilio Moscoso, la prisión de todos los jesuitas, y el pillaje y destrucción del Colegio.

El 24 de Enero de 1899, el Vice-Presidente intima a los jesuitas a salir del país, hacia el norte, antes de las 10 de la noche de aquel día.

Ante una imponente manifestación de la gente, protestando por esa arbitrariedad, el gobierno retira la orden, y hasta pide a los Padres Jesuitas que salgan por las calles a pacificar a la población.

Efectivamente, salen los padres Faura y Proaño para tranquilizar al pueblo.

En 1900 se suprime la enseñanza religiosa en los Colegios Fiscales; se restringe la libertad de enseñanza; se niega a los colegios católicos, recibir exámenes y conferir títulos académicos; se niega toda subvención fiscal a los colegios privados.

En 1904: Ley prohibiendo el ingreso en el país de nuevas Ordenes Religiosas.

Se suprimen los noviciados de las Ordenes contemplativas.

Sólo ecuatorianos de nacimiento podrán ejercer cargos eclesiásticos.

Prohibición a los religiosos de administrar sus bienes: lo harán por administradores o procuradores aprobados por el Estado.

El Ministro de Cultos lanza la consigna: «Independientes de España, independicémonos de Roma».

Y se modifica la Ley Constitucional, suprimiendo la Religión Católica como oficial, en la Nación.

1906 es el año del milagro.
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El movimiento revolucionario depone al Presidente Lizardo García y eleva de nuevo, como Jefe Supremo, a Eloy Alfaro.
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La Asamblea Nacional proclama el laicismo, que era lo mismo que anticlericalismo.
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La Iglesia es despojada de su personería jurídica.
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Se promueve un motín contra los hermanos de las Escuelas Cristianas; confirman la expulsión de los Salesianos y los Capuchinos.
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Un grupo invade el palacio Arzobispal y maltrata al anciano Obispo Gonzáles Calisto.
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El Gobierno decreta sanciones contra los que prediquen señalando los fallos del Poder público y la Constitución laica.

nicho de la dolorosa

 

EL MILAGRO DEL 20 DE ABRIL DE 1906

Era la noche del 20 de Abril de 1906. El Colegio San Gabriel (de los Jesuitas) estaba de vacaciones y solo se hallaban en él los alumnos internos que ese día habían realizado una excursión.

36 niños comprendidos entre los 10 y 17 años de edad se encontraban en el comedor de dicho plantel acompañados por el padre Andrés Roesch, Prefecto del Colegio, y el hermano Luis Alberdi.

Al lado derecho del comedor pendía de la pared un cuadro con una hermosa oleografía de la Santísima Virgen de los Dolores.

Muy cerca de la imagen de la Santísima Virgen estaba la mesa de los alumnos menores: Jaime Chávez, Carlos Herrmann y Pedro Donoso.

También ellos, como los demás alumnos comentaban los sucesos del terremoto de San Francisco de California.

Carlos Herrmann viendo el cuadro de la Virgen en la pared comentaba cómo esas siete espadas que la Virgen tenía clavadas en el corazón eran por nuestros pecados.

Al principio no notó nada extraordinario, sólo unos cinco minutos después observó que se «movían los párpados» de la Sagrada imagen.

En un primer momento creyó que fue imaginación, pero al instante su compañero Jaime Chávez que también estaba mirando al cuadro, lleno de espanto y tapándose los ojos con la mano dice:

«ve a la Virgen»

Y los dos se quedaron atónitos al ver que la imagen de la Santísima Virgen abría y cerraba los ojos, expresivamente como si tuviera vida.

«Ví que la Virgen empezaba a torcer los ojos cómo las que están agonizantes»  expresa el niño Jaime Chávez al dar su testimonio.
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Y Carlos Herrmann dice:
«…le vi, y mueve los párpados…»

Sobrecogidos los niños ante tal inesperado como extraño fenómeno, y viendo que la Sagrada imagen continuaba abriendo sus ojos, el niño Jaime Chávez invita a su compañero Carlos Herrmann a rezar un Padre Nuestro y una Ave María.

Se ponen de rodillas y rezan; luego vuelven a sentarse pero sin apartar los ojos de la imagen.

Inmediatamente Carlos Herrmann acude a buscar a su compañero de mesa, Pedro Donoso, que estaba hablando con su hermano mayor en otra mesa

Y le dice: «…Ven y verás esta cosa chusca», y que como Pedro no hiciera caso, le insiste por tres veces hasta lograr llevárselo consigo.

Donoso estaba con su hermano mayor, y no hacía caso; a la tercera vez acudió:

«Yo me fui… Abre! Le vi mover los ojos a la Virgen y me tapé los ojos por no ver, y por miedo!».

Llamaron a otros niños, que llegaban incrédulos y burlones, sin hacer mucho caso…, pero al fijarse en el Cuadro, iban viendo todos el movimiento de los ojos de la Virgen, majestuoso, lento; a veces el ojo derecho, a veces el izquierdo, a veces los dos…

Y los niños, entre inconscientes y atónitos decían a coro: «Ahora cierra…, ahora abre…, ahora el izquierdo, ahora el derecho…, ahora los dos…»

Pedro Chávez y luego Humberto Muñoz fueron a avisar al Padre y al Hermano que estaban conversando en otra mesa.
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El Padre no hizo gran caso, diciéndoles que no dijeran disparates.
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El Hermano Alberdi se acercó fríamente y escéptico, seguro de que sería una broma y dislate de los chicos….
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Pero quedó pasmado: en efecto, él veía también el dulce movimiento de los ojos de la imagen del Cuadro.
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Cuando después llegó el Padre, dice que sintió un frío que le helaba el cuerpo, pues también estaba viendo a la Virgen abrir y cerrar los ojos.

El Hermano Alberdi declara:

«Después de un rato estábamos juntos el P. Roesch y yo dando una broma a dos niños, cuando en este tiempo viene uno de los niños de la primera mesa a avisar que la Virgen que estaba en el cuadro está moviendo los ojos

Y nos acercamos hacia donde estaba el cuadro, con mucha frialdad y poco entusiasmo, a lo menos a lo que toca a mi persona.

Y yo no sé dar cuenta de lo que me pasó en ese momento; pero sí me acuerdo que le dije al Padre Roesch, después que me fijé en el Cuadro: ¡Padre, cierto es! y exclamé: ¡Qué prodigio!…

Yo poco a poco me acerqué muy cerca del cuadro, donde estuve viendo cerrar y abrir los ojos, tiempo de un cuarto de hora… «

El Padre Roesch dice:

«En un principio sí creí que era ilusión y después de haberlo visto me retiré si dar crédito todavía, instado de nuevo por el Hermano Alberdi regresé y me constó el parpadeo con tanta claridad que me dio la sensación de escalofrío».

procesion de la dolorosa

 

EL PROCESO CANÓNICO

El 21 de abril empezó a correr en Quito el rumor del extraño suceso, la suprema autoridad eclesiástica de entonces, Monseñor Ulpiano López Quiñonez, Vicario Capitular, ordenó

“que se cubra dicha imagen y nada se publique por la prensa ni en el púlpito, relativo a ese acontecimiento, mientras no se decida sobre su valor y autenticidad”.

Con gran descontento de los colegiales y de la gente, el cuadro fue escondido y nadie pudo verlo.

El 27 de abril, el vicario capitular decretó que se indagara a los testigos del mencionado hecho.

Dos días después se presentó en el Colegio San Gabriel el Vicario junto a Alejandro López, secretario de la Curia; y Víctor Gómez Jurado, notario mayor.

Este grupo convocó a los 35 niños, a los dos jesuitas y a tres empleados y les pidieron que escriban lo que vivieron ese día, pero sin comentarlo con nadie.

Algunos entrevistados fueron muy explícitos y añadieron algunas explicaciones y circunstancias que confirmaron la evidencia del hecho.

El 2 de mayo de 1906 se acercaron los testigos ante las autoridades correspondientes y ratificaron con la solemnidad del juramento sus referidas declaraciones escritas.

El 30 de mayo los volvieron a reunir para que repitan de palabra lo que habían puesto en el escrito y lo confirmen o lo modifiquen.

Los peritos, José María Troya, profesor de Física de la Universidad Central, Carlos Caldas, profesor de Química del mismo centro, José Lasso, fotógrafo; y Antonio Salguero, pintor, concluyeron que el hecho no pudo darse por el efecto de la luz o por las condiciones en las que estaba ubicado el cuadro.
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Esto, ya que el movimiento de los párpados de la imagen no pudo producirse por circunstancias de ubicación, pues se repitió varias veces, como lo prueba el que hayan podido observarlo a la vez los concurrentes.
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La imagen fue calificada por este grupo como perfecta.

También un grupo de médicos analizó a cada uno de los testigos y concluyó que el citado hecho no fue efecto de una ilusión sensorial.

altar principal de la iglesia san francisco de quito

 

EL FALLO

Después de todas estas indagaciones y procesos, la autoridad eclesiástica emitió su dictamen el 31 de mayo de 1906, que en su parte esencial decía:

1. El hecho, verificado en el colegio de los jesuitas, está comprobado como materialmente cierto.

2. Por las circunstancias en que acaeció, no puede explicarse por causas naturales.

3. Por los antecedentes y las consecuencias, no puede atribuirse a influjo diabólico.

En consecuencia, puede creérselo con fe puramente humana.
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Y por lo mismo, puede prestarse a la imagen que lo ha ocasionado, el culto permitido por la Iglesia y acudir a ella con especial confianza.

procesion dolorosa de quito

 

LA IMAGEN ORIGINAL

Hay tres cromolitografías de La Dolorosa:

la una, la del milagro, se guarda en la capilla privada del colegio San Gabriel;

la segunda se encuentra en el colegio San Felipe de Riobamba,

y la tercera estuvo en el noviciado de los Jesuitas, en Cotocollao, hasta que fue llevada a España por el padre Cañete, antiguo profesor “gabrielino”.

Los devotos pueden visitar el cuadro del prodigio durante las horas de clase de los estudiantes.

Además, en la misma capilla se guarda con gran recelo un marco de oro y piedras preciosas que fue entregado por los fieles para decorar la imagen.

La donación fue en el cincuentenario del milagro (1956).

El 20 de cada mes, el retrato original es trasladado a la iglesia del colegio, donde todos los alumnos reciben misa y veneran a la Madre Santa.

Asimismo, en todas las aulas hay una copia del cuadro para que los estudiantes se encuentren en su presencia y, si lo desean, recen.
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En la sala de profesores hay otra imagen enmarcada con una imitación de la corona que la Virgen recibió el 22 de abril de 1956, de parte del cardenal Carlos María de la Torre, en el Gobierno de José María Velasco Ibarra.

A más de estos cuadros, hay otros que están en lugares a donde los fieles acuden por su fe.

Por ejemplo, en las calles Benalcázar y Sucre (Quito), donde, entre 1868 y 1958, funcionó el colegio San Gabriel, en cuyo comedor ocurrió el prodigio.

En este sitio, posteriormente funcionó el colegio Gonzaga y, en la actualidad, se ubica la capilla conocida como la del Milagro de La Dolorosa.

Allí, para no perder la huella del hecho, reposa una imagen de devoción. Aunque este templo está cerrado al público porque el edificio se encuentra en mantenimiento, los fieles pueden visitarlo con autorización y en compañía de guías turísticos.

Próximamente, se prevé convertirlo en un centro cultural.

La noche del milagro, la imagen de La Dolorosa fue trasladada a la iglesia del colegio San Gabriel, ubicada -en ese entonces- arriba del comedor, en este espacio también funciona una capilla en donde hay otro cuadro.

Finalmente, en la iglesia de La Compañía, hay dos cuadros (uno en el altar y otro en la sacristía) que congregan a decenas de devotos diariamente.

templo la dolorosa del colegio 

EL SANTUARIO

En junio de 1968 se inició la construcción de una iglesia de grandes dimensiones para la atención pastoral de los alumnos del colegio San Gabriel bajo la dirección de los PP. Alfonso Acosta, S.J. y José Ribas, S.J.

La construcción de la iglesia demoró varios años por los costos de la misma y las modificaciones que se introdujeron en los planes originales que concebían un templo de mayores proporciones.

El templo fue dedicado desde sus principios como Santuario de “La Dolorosa del Colegio” y fue consagrado por el Sr. Cardenal Pablo Muñoz Vega el 30 de diciembre de 1978. Al año siguiente, el 6 de enero de 1979 fue creada la Parroquia “La Dolorosa del Colegio” siendo el P. Alberto Rubianes, S.J su primer párroco.

 

RADIOMENSAJE DE SU SANTIDAD PÍO XII A LOS FIELES DE ECUADOR CON MOTIVO DE LA CORONACIÓN DE LA DOLOROSA DEL COLEGIO, EN QUITO*

Domingo 22 de abril de 1956

Amadísimos hijos, —católicos ecuatorianos y, más en especial, católicos quiteños— que con suma devoción y entusiasmo colocáis hoy una corona sobre las sienes de vuestra «Dolorosa del Colegio», al cumplirse los cincuenta años de las manifestaciones con que Ella os mostró su predilección.

¿Qué idea ha sido esta, hijos amadísimos, de celebrar con fiestas y con júbilo a Quien ante vosotros se muestra con los ojos llenos de lágrimas?

¿Quién os ha enseñado a coronar con una corona de oro a la que tiene en las manos una corona de espinas?

capilla de la dolorosa

Lloró la Virgen y sus llantos y dolores fueron primero profetizados en las palabras del Santo anciano (Lc 2, 35), y luego vigorosamente descritos con sublime concisión en aquella Señora, que estaba de pie junto al patíbulo de su Divino Hijo (Jn 19, 25); y estas lágrimas nos obtuvieron salvación y gracia.

Según referencias de los testigos, mostró la Virgen, —aun en medio de su eterna felicidad y como señal de su materna solicitud por la salvación de sus hijos— angustia y tristeza, hasta el punto de parecer que estaba para romper a llorar, al ver vuestra catolicísima nación asolada por la persecución, manchada de sangre, arrastrada a tales extremos por el odio sectario que podría decirse en peligro aquella vieja y santa herencia de fe, especialmente si se conseguía llevar a cabo el propósito de descristianizar la educación de vuestros hijos.

Y ¿quién podrá dudar de que fueron aquellas angustias y aquellas tristezas las que impetraron del cielo las fuerzas necesarias para poner un dique a las potencias del mal y preparar esta primavera de las almas, cuyos frutos ahora vosotros tenéis el gozo de contemplar?

Son lágrimas, pero lágrimas preciosas, que bien merecen, hijos amadísimos, vuestra gratitud más sincera; son dolores, pero dolores cuyos frutos vosotros estáis gozando y en los que justamente habéis de ver una singular manifestación de amor maternal.

Bien están, pues, las fiestas y el júbilo, bien la corona de oro, aunque todo os recuerde una vez más aquel contraste sublime, que hace de las alegrías de la maternidad una fuente de lágrimas, y que convierte a toda madre, consciente de su misión, en una heroína del deber.

Pero todos vuestros agasajos y solemnidades podrían quedar en simple ruido, que el viento se lleva, si vuestra piadosa consideración no se detuviese un momento a pensar: lloró la Virgen, pero ¿no llorará acaso también hoy, y quién sabe si por culpa nuestra?

Porque, efectivamente, amadísimos hijos, ¿con qué ojos podría Ella ver, por ejemplo, una vida de fe reducida acaso a una serie de manifestaciones exteriores y privada de aquel espíritu interior, que todo lo valoriza y sin el cual lo exterior no significa ni vale nada?

¿Qué efecto le habrá de producir un corazón orgulloso y altanero, que al pobre y al humilde les mira de arriba abajo y parece que no sabe sino ser superior a quienquiera que se atreva a comparecer en su presencia? ¿Encontrará Ella el amor que se debe a su Divino Hijo, la obediencia a la Iglesia, la observancia de los mandamientos y de los preceptos?

Lloró la Virgen, hijos amadísimos, y no obraríamos con la sinceridad con que queremos obrar, si no os dijésemos que mucho tememos que llore todavía; sin poder dudar, claro está, del consuelo y de la alegría que le procuráis con vuestra piedad filial, especialmente en estos momentos.

Y ha sido Quito, la legendaria e histórica Quito, que recostada en la ladera del orgulloso Pichincha y coronada de cumbres volcánicas, se diría que duerme un sueño de gloria en la paz templada de su alta meseta.

Ha sido Quito, la de la encantadora «Azucena», que Nos mismo tuvimos la singular satisfacción de elevar al máximo honor de los altares, la que hoy ha preparado a su Madre Dolorosa este triunfo, pagando una vieja deuda de gratitud en la que más que el oro y que las piedras preciosas lo que cuenta, como en todo don filial, es el corazón con que se ofrece.

Ciudad feliz, porque, como dice el Espíritu Santo, honrar a la propia Madre es lo mismo que juntar un gran tesoro (cf. Ec 3,5); dichosa ciudad y dichoso país, si sabéis ser fieles a lo que en tan solemne ocasión habéis prometido, porque, como podríamos decir parafraseando las expresiones de un gran Doctor de la Iglesia[1], bien está que el primer pensamiento haya sido honrar a vuestra Madre, y luego haya venido el propósito de huir del pecado y vivir una vida mejor; pero si un día tales propósitos se olvidaran, ni se da gracias como se debe, ni valen nada las honras y alabanzas.

Recíbelas Tú benignamente, oh Dolorosa del Colegio, o, como más universalmente eres conocida, Dolorosa de Quito; recíbelas Tú, y que sean precisamente Tus dolores, que sean Tus lágrimas las que descendiendo sobre esa tierra fértil, hagan prosperar y madurar frutos de perfección cristiana y de santidad.

Es un pueblo que te ama y que no quiere verte llorar más; es un pueblo dispuesto a llorar él sus pecados con tal de que Tú sonrías; es un pueblo de hijos tuyos, de devotísimos hijos tuyos que hoy te ofrece esa corona, como prenda tangible de reconciliación, como memoria perenne del amor que Te profesa, como señal de reconocimiento de Tu soberanía maternal.

Es un pueblo predilecto que, aunque te haya costado lágrimas, puede asegurarte que no son lágrimas perdidas, sino que precisamente por ellas confía plenamente en Tu bondad y en Tu intercesión ante Tu preciosísimo Hijo, que con el Padre y el Espíritu Santo vive y reina por los siglos. Amen.

Para terminar, una Bendición especial a Nuestro amadísimo Hijo y Prelado vuestro, a cuyas manos hemos confiado la imposición de la corona, que bien hubiéramos querido imponer Nos mismo con las Nuestras.

Una Bendición a esa ciudad y a toda la nación ecuatoriana; una Bendición a toda la América de lengua española y, más en particular, a todos aquellos que en estos momentos, de un modo o de otro, oigan Nuestra voz.

* AAS 48 (1956) 292-294.
[1] San Agustín, Enarr. in Psalm., 75, n. 14; Migne, PL, t. 36, col. 965.

Fuentes:


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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Devoción del Viernes de los Dolores de María [anterior a Domingo de Ramos]

El Viernes anterior al Domingo de Ramos se celebra la tradición de  los Dolores de María.

En algunas regiones es considerado como el inicio de la Semana Santa, por iniciarse allí los desfiles procesionales.

Estamos en el final de la cuaresma y dos días antes de la Semana Santa.
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Y con el Viernes de Dolores queremos consolar a la Madre de Jesús.

Acompañarla en los dolores que ha vivido por Su Hijo, que habitualmente se recuerdan como la profecía de Simeón, la huida a Egipto, la pérdida del Niño en el templo, el encuentro con Jesús en la Vía Dolorosa, el dolor de la crucifixión, el descendimiento de la cruz y cuando Jesús es sepultado.

Ese día los católicos manifiestan su fervor religioso a los Dolores de Nuestra Señora rezando el Stabat Mater.

Y también el AVEMARÍA DOLOROSA:

Dios te salve, María, llena eres de dolores; Jesús crucificado está contigo. 

Digna eres de llorada y compadecida entre todas las mujeres, y digno es de ser llorado y compadecido Jesús, fruto bendito de tu vientre.

Santa María, Madre del Crucificado, da lágrimas a nosotros crucificadores de tu Hijo, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

 Estas son oraciones sobre los dolores de María:

  

EN LA SEMANA DE LOS DOLORES

A partir del quinto domingo de cuaresma se produce la velación de las imágenes en las iglesias y comienza lo que popularmente se llama la semana de los dolores.

En los templos se cubren los crucifijos, las cruces y las imágenes santas hasta el viernes Santo, cuando se celebra la Pasión del Señor.

O sea que durante 2 semanas todas las imágenes están veladas y las iglesias permanecen en oscuridad hasta la resurrección.

Se trata de una antigua costumbre qué se ha ido desvaneciendo con el tiempo y que era obligatoria antes de la reforma litúrgica de Pablo VI.

En esta semana previa a Semana Santa se recuerda especialmente los dolores de María, su Madre, con especial enfoque el Viernes de Dolor

En el calendario litúrgico tridentino la fiesta de la Mater Dolorosa se celebraba el viernes antes del Domingo de Ramos.

Hay autores que sostienen que la Virgen María estuvo presente durante este tiempo al lado de Jesús, aunque los evangelios no lo mencionan.

Simeón de Metafraste, del siglo X, sostiene que María estuvo presente desde la última cena hasta el calvario.

Y refiriéndose a Ella ha dicho,

“…Ella soporta la violencia que el dolor ejerce sobre su naturaleza materna… que permanece profundamente asombrada ante la prodigiosa capacidad de resistencia de Su Hijo”.

Estas visiones fueron las que inspiraron la iconografía que conocemos como la Pietá, la virgen inclinada sobre su hijo abrazándolo, cuándo ha sido bajado de la cruz.

Devoción que posiblemente haya nacido en Alemania en el siglo XIV.

El autor también nos dirá en las palabras de María,

Este dolor ahora se alimenta de mis lágrimas

¡Oh hijo mío, despojado de sus vestiduras, o verbo del Dios vivo!

Has sido condenado a ser elevado en la cruz para que Yo pueda atraer a todos hacia Ti.

¿Qué parte de tu cuerpo ha escapado al sufrimiento?…

¿Qué lamentaciones sepulcrales, qué lamentaciones funerarias puedo cantarte?…

En Ti has quebrantado las leyes de la naturaleza”.

altar de viernes de dolores

   

LAS VISIONES RESPECTO A LOS DOLORES DE MARÍA

Marchesse, en su “Diario de María”, refiere una antigua tradición según la cual esta devoción comenzó en los tiempos apostólicos.

Pocos años después, dice, de la muerte de María, cuando San Juan seguía llorando, plugo a Nuestro Señor manifestársele acompañado de su Madre.

Los Dolores de María y sus frecuentes visitas a los Santos Lugares de Pasión, era motivo continuo de las meditaciones del Evangelista, como quien había sido quince años hijo-custodio de la Madre de Jesús.

A la cual oyó que, como pago de aquel fiel recuerdo, había solicitado de su Hijo una gracia especial en favor de cuan­tos con igual fidelidad conmemorasen los dolores sufridos por ella.

Nuestro Señor accedió a la petición de su Madre, otorgando cuatro gracias especiales a los que practicasen esta devoción:

– alcanzar, algún tiempo antes de morir, perfecta contrición de todos sus pecados;
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– una especial asis­tencia a la hora de la muerte;
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– grabar profundamente en su espíritu los misterios de la Pasión;
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– y una eficacia especial de cuanto en su recuerdo se pidiese María.

Pero hay más manifestaciones.

En el séptimo libro de sus Revelaciones, refiere Santa Brígida que en Santa María la Mayor, en Roma, se le manifestó el inmenso aprecio que en el cielo se hacía de los dolores de la Santísima Virgen.

A la Beata Benvenuta, religiosa dominica, le fue concedida la gracia de sentir en su alma el dolor que tuvo Nuestra Señora durante los tres días que creyó perdido al Niño Jesús.

De la Beata Verónica de Binasco, refieren los Bolandistas que Nuestro Señor le dijo que las lágrimas derramadas por los do­lores de su Madre le eran más agradables que las derramadas por su Pasión.

En su Historia de los Servitas, refiere Gianio que, elegido Papa Inocencio IV, miró con cierta prevención aquel Instituto, recién fundado por entonces junto a Florencia.

Deseoso de proceder con toda circunspección en el asunto, encargó examinarlo a San Pedro Mártir, religioso dominico, el cual, durante su tarea, tuvo una visión.

En la cima de una montaña elevada, florida y bañada de viva luz, se le apareció la Madre de Dios en un trono y rodeada de ángeles que ofrecían guirnaldas de flores, y siete azucenas de singular blancura que la Santísima Virgen estre­chó un momento en su pecho, tejiéndolas luego como corona y ciñéndosela a su cabeza.

Estas siete azucenas, según la interpretación de San Pedro Mártir, figuraban los siete fundadores de la Orden de los Servitas.

A quienes la misma Santísima Virgen había inspirado la idea de crear un Instituto nuevo para el culto de los dolores por ella sufridos en la pasión y muerte de Jesús.

Un día que Santa Catalina de Bolonia lloraba meditando los dolores de la Santísima Virgen, vio de pronto a su lado dos ángeles que lloraban con ella.

Según San Alfonso María Ligorio, Nuestro Señor reveló a Santa Isabel de Hungría que Él concedería cuatro gracias especiales a los devotos de los dolores de Su Madre Santísima:

Aquellos que antes de su muerte invoquen a la Santísima Madre en nombre de sus dolores, obtendrán una contrición perfecta de todos sus pecados.

Jesús protegerá en sus tribulaciones a todos los que recuerden esta devoción y los protegerá muy especialmente a la hora de su muerte.

Imprimirá en sus mentes el recuerdo de Su Pasión y tendrán su recompensa en el cielo.

Encomendará a estas almas devotas en manos de María, a fin de que les obtenga todas las gracias que quiera derramar en ellas.

Todo un libro voluminoso pudiera llenarse con la historia de visiones y revelaciones relativas a los dolores de María.

Quien busque documentación copiosa la encontrará en el Diario de María del oratoriano Marchesse, y en el Martirio del Corazón de María, del jesuita Sinischalchi.

virgen con jesus luego del descendimiento fondo    

EL ORIGEN DE LA CELEBRACIÓN

Para indagar sobre el origen de esta festividad tenemos que remontarnos hasta la edad media en Europa, cuando la piedad popular había inspirado ya el arte gótico.

La fiesta de Nuestra Señora de los Dolores, preparada por la literatura ascética del siglo XII, fue introducida primeramente en Alemania por el Sínodo Provincial de Colonia en 1423 e inserta en el viernes de la tercera semana después de Pascua.

Benedicto XIII en 1727 la extendió a toda la Iglesia con el título de “Fiesta de los Siete Dolores de la Bienaventurada Virgen María”, poniéndola el viernes después de la dominica de la Pasión, es decir, el sexto viernes de Cuaresma, el viernes anterior a la Semana Santa, para recordar los dolores que padeció la Santísima Virgen María durante la pasión de su Hijo.

La Orden de los Siervos de María, fundada en Florencia en 1240, difundió mucho el culto de la Dolorosa y obtuvo del Papa Inocencio XI (1676-1698), una fiesta propia de la tercera dominica de septiembre, después Pío VII la extendió a toda la Iglesia. Pío X la asigno establemente al 15 de septiembre.

Durante el siglo XVI, después de la Conquista, esta devoción fue introducida a México por los primeros frailes franciscanos, dándola a conocer a los indígenas recién conversos mediante el “teatro evangelizador”, que era un medio eficaz para conquistarlos a través de las imágenes, ya que la comunicación verbal no era posible, debido a que no hablaban las lenguas aborígenes.

Los evangelizadores le dieron interés principal a la Liturgia, y con ella al conjunto de formas externas, gestos, signos, símbolos, etc., con que habrían de realizarse las celebraciones religiosas, dadas las circunstancias novedosas en el habrían de desarrollar la tarea evangelizadora.

La suntuosidad del culto prehispánico fue tomada en cuenta por los religiosos, quienes trataron de promover mediante nuevo resplandor los ritos antiguos, tan elaborados en ceremonial y ornato.

En la capital de la Nueva España, durante los siglos XVIII y XIX, el viernes de Dolores también se realizaba un colorido paseo conocido como “Jamaica de las flores”, en el que todo el pueblo, pobres y ricos, se reunían en la Acequia de Roldán o el Canal de la Viga para comprar las flores que venían desde las chinampas de Iztacalco o Santa Anita.

Por la noche del mismo viernes las familias capitalinas y las de la región del Bajío, acostumbraban mostrar sus “incendios”, colocados en las salas de sus casas, convidando a propios y extraños un vaso de agua fresca para aliviar los calores de la primavera y compartir de cerca los misterios de la Pasión de Jesucristo.

Esta antigua celebración mariana tuvo mucho arraigo en toda Europa y América, y aún hoy muchas de las devociones de la Santísima Virgen del tiempo de Semana Santa, tienen su día festivo o principal durante el Viernes de Dolores, que conmemora los sufrimientos de la Madre de Cristo durante la Semana Santa.

El Concilio Vaticano II consideró, dentro de las diversas modificaciones al calendario litúrgico, suprimir las fiestas consideradas «duplicadas», esto es, que se celebren dos veces en un mismo año.

Por ello la fiesta primigenia de los Dolores de Nuestra Señora el viernes antes del Domingo de Ramos fue suprimida, siendo reemplazada por la moderna fiesta de Nuestra Señora de los Dolores el 15 de septiembre.

A pesar de ello, la Santa Sede contempla que, en los lugares donde se halle fervorosamente fecunda la devoción a los Dolores de María, este día puede celebrarse sin ningún inconveniente con todas las prerrogativas que le son propias.

cartel semana santa fondo

   

MANIFESTACIONES DEL VIERNES DE DOLOR

Algunas de las manifestaciones de estos días son misas, peregrinaciones y procesiones de la Virgen Dolorosa.

Panamá.  En la histórica ciudad de Natá de los Caballeros, se da inicio la celebración de la Semana Mayor con el Viernes de Dolores, cuya imagen data del Siglo XVI.

La antiquísima procesión contempla los dolores de María por el posterior descenso de su hijo.

Colombia. En Popayán, Colombia, se celebra la Procesión de la Virgen de los Dolores en la cual la Virgen está acompañada por dos imágenes: El Cristo de San Agustín y el San Juan.

Esta noche se da inicio a las tradicionales, fervorosas y solemnes procesiones que se celebran durante la Semana Santa y que son Patrimonio Nacional y Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad.

España. En España dan comienzo en muchos lugares las procesiones de Semana Santa.

Andalucía. En Sevilla procesionan, aún sin «pisar» la Carrera Oficial un total de seis hermandades.

En Loja (Granada) el Viernes de Dolores Procesiona la Santísima Hermandad de la Virgen de los Dolores, de la orden Servita, esto es el inicio de la Semana Santa en Loja

Castilla-La Mancha. En Ciudad Real, donde tiene lugar la procesión de la Virgen de los Dolores de Santiago, conocida popularmente como la Perchelera, que recorre las calles de su barrio anunciando a toda la ciudad la proximidad de las fechas de la Pasión, Muerte y Resurrección de su Hijo.

Del mismo modo ocurre en la ciudad de Hellín (Albacete) cuando al anochecer se celebra el conocido «Vía Crucis de las Antorchas» que recorriendo el Camino de las Columnas llega hasta la Ermita del Monte Calvario, donde después se procede a la veneración del Crucificado y a las 00:00 da comienzo la 1º Tamborada, dando así inicio a las celebraciones de la Pasión de Cristo.

Castilla y León. En León, también es celebrado el día de su patrona saliendo a procesión la Virgen del Camino.

En Salamanca, donde culmina la novena a la Dolorosa de la Cofradía de la Vera Cruz, celebrándose un Vía Matris con la procesión de dicha imagen.

Región de Murcia. Murcia, al igual que otros puntos de la Región, comienza su Semana Grande de Pasión con el Viernes de Dolores, en la que abre el cortejo de la Venerable Cofradía del Santísimo Cristo del Amparo y María Santísima de los Dolores, con sede en la Iglesia de San Nicolás de Bari de la Capital Murciana.

Cartagena, que celebra el día de su Patrona, la Virgen de la Caridad, vive en la madrugada de este día la que muchos consideran cronológicamente la primera procesión de la Semana Santa española, que parte a las cuatro de la madrugada de las inmediaciones de la Catedral y que es organizada por la Cofradía del Cristo del Socorro.

Lorca. Empieza su Semana Santa, día grande de la Cofradía de la Hermandad de Labradores o paso azul de Nuestra Señora de los Dolores.

Águilas, igualmente tiene lugar la procesión de su patrona, la Virgen de los Dolores.

México. En México se venera a la Virgen de los Dolores de Soriano, en Colon, Querétaro, donde llegan hasta 100.000 personas ese día a la basilica de Virgen de los Dolores de Soriano.

Al igual, dentro de la ciudad de Querétaro se celebra el Viernes de Dolores en, con una peregrinación de los fieles desde la Parroquia Del Misterio De Pentecostés hasta la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores, ubicada en la colonia Villas Del Sol en el municipio de Querétaro, al llegar los fieles a la capilla se celebra la eucaristía y al final la veneración de la cauda de la virgen (los peregrinos pasan por debajo de la cauda).

Perú. En Lima, Perú la Santísima Virgen de la Soledad tiene su día festivo el Viernes antes del inicio de la Semana Santa, siendo visitada por numerosos fieles desde la mañana hasta la noche, ganando numerosas indulgencias concedidas por el Romano Pontífice, Los Arzobispos, Obispos y Párrocos de la Archidiócesis primada. Constituye el principal centro de devoción a los Dolores de María en todo el territorio peruano.

altar de los dolores fondo

   

EL ALTAR A NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES

En algunos países, como México, es tradición hacer un altar a la Virgen de los Dolores.

En una parte visible de la casa o del negocio, se pone una mesita sobre la cual coloca un santo Cristo y bajo la cruz una imagen o un cuadro de Nuestra Señora de los Dolores.

Hay altares muy grandes y otros pequeños, pero todos tienen la finalidad  de que “con María acompañemos a Cristo, en su dolorosa pasión”

Los adornos básicos son dos: los trigos que  se hacen germinar en un lugar oscuro para que tengan un color verde tierno, y las naranjas con  dos banderitas moradas sobrepuestas.

A esto se pueden añadir velas o veladoras.

Frente al altar se invita a rezar el santo Rosario y la oración de nuestra Señora de los Dolores que dice así:

“Dios nuestro, que quisiste que la Madre de tu Hijo compartiera con él, de pie junta a la cruz, sus sufrimientos, haz que todos nosotros, asociados con la Virgen en la pasión de Cristo, participemos también en la gloria de la resurrección. Por Nuestro Señor Jesucristo”.

Además otras oraciones  y cánticos en honor de santa María que conozcan las personas que asisten.

Fuentes:


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Madre Dolorosa de Castelpetroso, Aparición que Presenció el Obispo, Italia (15 sep, 22 mar)

El 22 de marzo de 1888, en Castelpetroso, Molise, Italia, se aparece a dos campesinas.

Delante de una pequeña gruta, entre luces fulgurantes, vieron a la Virgen con Jesús muerto, cubierto de llagas.

María estaba silenciosa y en actitud dolorosa.

Casi de rodillas, con las manos extendidas y los ojos elevados al cielo en actitud de oración.

Apparizione del la Addolorata di Castelpetroso

El prodigio se repitió delante de muchas otras personas, que acudieron al lugar para contemplar el espectáculo milagroso.
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Las apariciones continuaron, a veces, llorando; otras, con siete espadas que le atravesaban el corazón o con Jesús muerto a sus pies.
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Pablo VI proclamó a la Virgen Dolorosa de Castelpetroso, patrona de Molise…

 

INICIO DE LAS APARICIONES EN LA CUEVA

Bibiana se hallaba de camino a un lugar llamado Cesatra Santi donde la familia tenía un pequeño lote de tierra.

Al principio su madre no estaba muy convencida de dejarla ir sola ya que habían muchos lobos salvajes en esa área.

Bibiana llevó consigo a su prima Libera y se armó con un rastrillo que también le ayudaría a preparar la tierra para poder sembrarla en la primavera.

La mañana del día 12 de Marzo, como era la costumbre, llevaban un grupo de ovejas a pastar mientras trabajaban la tierra.

Alrededor de las 3:00 p.m. se dieron cuenta que las ovejas se habían perdido de vista.

Mientras las buscaban pasaron por una pequeña cueva por cuya abertura veían salir un rayo de luz.

La entrada a la cueva era tan pequeña que ellas no podían entrar.

Bibiana estaba sorprendida y alarmada, pero llena de valor como para mirar mas de cerca lo que estaba sucediendo. La fisura en la roca estaba bañada con la luz.

lugar de la aparicion santuario-dell-addolorata

Diez días más tarde, el 22 de Marzo de 1888, llena de curiosidad y con la excusa de seguir cultivando la tierra para la siembra consiguió permiso para ir sola a la cima de Mount Patalecchio.

Tan pronto como llegó a Cesa tra Santi, Bibiana fue a la roca y vio, como antes, que estaba iluminada por dentro. Se acercó y arrodillándose, con mucho temor por lo desconocido, con sus manos trató de agrandar la fisura para poder ver mejor.

Fue entonces que, por primera vez, pudo ver la imagen de la Madre Dolorosa con el cuerpo muerto de Jesús a sus pies.
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La Madre Dolorosa estaba con una rodilla en la tierra, en adoración.
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Su cabeza mirando hacia el cielo de modo suplicante y de sus ojos caían lágrimas.
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Sus manos con las palmas dirigidas hacia el cielo.
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La Virgen María llevaba un velo púrpura y en su pecho se veía su Corazón traspasado por siete espadas.

 

LA NOTICIA DE LA APARICIÓN SE ESPARCE

Bibiana volvió apresuradamente a su casa ansiosa de compartir esta experiencia con su familia.

Ellos no se impresionaron ni se entusiasmaron y creyeron que ella había alucinado.

Después de todo, razonaron, esto ha sucedido anteriormente bajo las mismas condiciones.

via crucis castelpetroso

Pero cuando la gente de los alrededores se enteró de lo sucedido con prisa se dirigieron a escalar la cueva para ver con sus propios ojos.
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Un periodista del diario siciliano reportó que 4,000 personas se abrían paso para llegar a la pequeña montaña que días antes era desconocida.

Le maravillaba el hecho de que antes de la aparición hasta los geógrafos mas famosos hubieran tenido dificultad tratando de encontrar Castelpetroso en el mapa mas detallado de Italia.

 

PRIMER MILAGRO DE CURACIÓN

En Bologna, el Conde Carlos Aquaderni, editor de la revista «El Siervo de María», empezó a escribir una serie de artículos basado en los reportes que el sacerdote de Castelpetroso, Padre Achille Ferrara, le enviaba constantemente.

Decidido a investigar por sí mismo, Aquaderni llevó a su hijo de 19 años, Augusto Aquaderni, que sufría de tuberculosis en los huesos, enfermedad que en esos días era incurable.

Ambos esperaban un milagro. Aquaderni supo que cerca de la cueva había aparecido una pequeña piscina de agua que era milagrosa, de hecho, un niño de Abruzzi que era sordo y mudo había sido curado.

Con una fe intensa, Carlos y su hijo fueron a la cueva y los dos fueron favorecidos viendo la aparición dos días seguidos.
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El hijo del reportero fue curado al usar el agua de la piscina.

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Aquaderni reportó el milagro en su revista y apeló a que se construyera una capilla en el lugar que la Madre Dolorosa había escogido ser venerada.

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INICIO DE LAS INVESTIGACIONES ECLESIALES

Cuando el obispo local, Francesco Palmieri, supo de la aparición, siguió el consejo del Papa Leon XIII, condujo una investigación y entrevistó a la vidente Bibiana.

El obispo decidió ir a la montaña por sí mismo, al llegar se encontró con unas veinte personas que rezaban de rodillas.

Su excelencia tomó una vela para explorar la cueva pero descubrió que no había necesidad de luz ya que la cueva estaba iluminada.
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Al mirar dentro pudo ver a la Madre Dolorosa y al Cristo muerto que Bibiana y el periodista de Bologna habían reportado
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Movido por tal escena, el obispo habló a los peregrinos sobre lo que había visto y todos rompieron a llorar.

El obispo aseguró al Papa Leon XIII que todo estaba en orden en Castelpetroso y que las apariciones de la Madre Dolorosa eran verdaderas.

 

TESTIMONIO DEL OBISPO PALMIERI

El 23 de Febrero de 1889, salió en la revista, «El Siervo de María», el testimonio personal del obispo sobre la autenticidad de la Madre Dolorosa de Castelpetroso:

«Yo también puedo testificar que al dirigirme a aquel lugar sagrado, mientras me hallaba recogido en oración, experimenté la aparición de la Virgen.
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Se apareció con la actitud y la grandeza de la Madre Dolorosa como se muestra en la portada de este tomo de «El Siervo de María».
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Hay muchos otros testimonios además del mío, por tanto, considero mi deber, como obispo de esta diócesis, asociarme a ella.
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Y extender una petición ferviente a todos los devotos de la Virgen María que con sus generosas donaciones hagan posible la construcción de una capilla u oratorio en el lugar que ya es sagrado.
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Con la esperanza de que un día con la ayuda de la Divina Providencia se convierta en una basílica mundialmente conocida»
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Es interesante notar que usualmente nuestra Señora se aparece a almas privilegiadas ya sean niños o pastores, pero en Castelpetroso se apareció a personas de diferentes clases, pastores, clero, los dinerados y la realeza y otros.

santuario-castelpetroso

 

LA BASÍLICA

La basílica de Castelpetroso de Nuestra Señora de los Dolores es de reciente origen (siglo XIX) y está bajo la custodia de los Franciscanos de la Inmaculada.

La hermosa iglesia de estilo neo-gótico se está haciendo mas conocida por encontrarse a mitad de camino entre Roma y San Giovanni Rotondo, la tumba del Beato Padre Pío.

Fue diseñada en forma de corazón, tiene siete capillas que circundan la nave mayor, cada una representando las Siente Espadas de Dolor que traspasaron el Corazón de María.

La capilla del sexto dolor de Nuestra Señora tiene un significado especial ya que representa exactamente la aparición que allí ocurrió en 1888 a la pastora Vivian Ciccino.

Ella vió esta imagen de Jesús colocado en brazos de María.

Comenzó la obra el agradecido Conde Aquaderni, quien lanzó un llamamiento para la construcción de un templo a todos los devotos de la Madre Dolorosa.

A principios de febrero de 1890 Francis Gualandi de Bolonia presentó el proyecto y el 28 de septiembre del mismo año se produjo la ceremonia de la colocación de la primera piedra del Santuario majestuoso, con la presencia de 30.000 fieles.

El trabajo fue realizado durante un siglo, con las generosas ofrendas de los fieles, italianos y extranjeros.

En 1931 el obispo Romita fundó el orfanato del Santuario.

El 6 de diciembre de 1973, a petición de los Obispos de Molise, el Santo Padre Pablo VI proclamó como Patrona de la región a la Santísima Virgen María Dolorosa.

La consagración del nuevo templo tuvo lugar el 21 de septiembre de 1975, por la oración de consagración de Monseñor Carinci.

Una pintura sobre lienzo de 1890, del pintor Juan Gagliardi de Roma, muestra la aparición descrita.

La pintura conserva en el Santuario es el primer signo de la devoción mariana de Castelpetroso.

Se conserva un órgano de 1778 tubos trabajo de los hermanos Ruffatti de Papua.

En una de las siete capillas laterales hay un relicario artístico, que contiene la de un diente de San Gabriel de la Dolorosa.

El 12 de octubre de 1980, siempre en Castelpetroso (IS), se realizó la consagración de Molise al Corazón Inmaculado de María.

El 19 de marzo 1995 fue visitado por el Santo Padre Juan Pablo II, como un peregrino.

En la actualidad cuando uno ve la gran basílica de los Siete Dolores de María en Castelpetroso, es claro que la petición del obispo fue tomada en serio por muchos católicos generosos.

Los peregrinos encontrarán, además del hermoso santuario, monasterios para las hermanas Franciscanas de la Inmaculada, los Frailes de la Inmaculada que se encargan de la basílica, una librería Mariana y una tienda de regalos, un pequeño orfanatorio para niñas y un auditorio para conferencias marianas.

También hay un hotel y restaurante para los peregrinos al pie de la montaña.

A la cueva se llega escalando la inclinada estepa. La pequeña ranura por la que Viviana, Carlos, Augusto Aquaderni y el Obispo Palmieri pudieron ver la aparición de nuestra Señora de los Dolores se halla protegida por una estructura de madera.

El área que le rodea retiene la apariencia rústica de cuando empezaron las apariciones hace ya más de cien años.

En el terreno de la basílica rodeada de árboles hay una hermosa escultura hecha según el testimonio de los videntes.

castelpretroso

 

UN MENSAJE SIN PALABRAS

¿Cuál es el mensaje que la Virgen María, la Madre Dolorosa, quiere impartir a sus hijos?. No dijo ninguna palabra pero al contemplar la imagen no es necesario.

Esta escena tiene por sí sola una gran dimensión teológica rica y profunda.

María apoyada en una sola rodilla reconoce la divinidad de su Hijo.
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Su corazón doloroso y traspasado por siete espadas y las lágrimas que corren por sus mejillas.
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Enfatizan el precio pagado por aceptar la vocación de co-redentora, al lado de su Hijo Redentor, para la salvación de sus hijos espirituales.

El cuerpo muerto del Redentor reposando en el manto atestigua el precio que Dios hizo pagar a su Hijo por la remisión y satisfacción de los pecados del mundo.

Las manos de la Virgen abiertas y dirigidas al cielo significan la ofrenda perfecta a la voluntad del Padre que en su plan para redimir al mundo escogió la amarga Pasión y muerte de su Hijo.

En 1975, durante una visita ad limina de los obispos de la provincia de Molise (donde Castelpetroso está localizado), se le dio al Papa Pablo VI una pequeña réplica de la estatua de la Madre Dolorosa.

Examinando la estatua de cerca el Santo Padre exclamó espontáneamente, «Así luce la Co-redentora».

Hay una nobleza en la forma y los rasgos de la Madre Dolorosa, que no únicamente dio el fiat de su Corazón, sino que dio todo su Corazón.

Fuentes:


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La Excepcional Historia de la Virgen Apareciéndose 3 veces para Fundar una Congregación

Los Siervos de María es una congregación creado por 7 santos a los que se apareció la Santísima Virgen.

Se les apareció 3 veces a los fundadores y a otros personajes de la Iglesia.

Primero, para que los 7 fundadores abandonaran la vida civil y formaran una comunidad monástica.

Segundo, para entregarles su hábito y su carisma.

Tercero, para dar credibilidad al Papa de los frutos de la congregación.

Los Siervos de María (OSM) tienen 150 comunidades en los 5 continentes.

Quienes se consagran al Servicio de Dios y de Santa María.

Sus carismas es promover los dolores que sufrió la Santísima Virgen durante la pasión y muerte de Jesús.

Tienen sus ramas femeninas y masculinas.

Veamos esas apariciones y uno de los frutos mas conocidos, la  Coronilla Servita de los 7 Dolores de María…

  

LOS INICIOS DE LA CONGREGACIÓN

En el siglo XIII Florencia era una ciudad culta y próspera.

Pero sin embargo la ciudad estaba en medio de conflictos políticos y de la prédica de la herejía de los cátaros.

Ellos decían que lo material era malo.

La moral de la sociedad estaba deteriorada y existía una fuerte apatía respecto a la religión.

Sin embargo existía desde antiguo una sociedad de veneración a la Virgen María formada por miembros de la alta sociedad.

Era tal su importancia que se la conocía como Sociedad Mayor de Nuestra Señora o los laudesi.

Entre los años 1225 y 1227 se unieron a esta cofradía 7 jóvenes que luego serían los fundadores de los servitas.

En el año 1233 esta fundación contaba con 200 miembros de las mejores familias de Florencia.

Los siete miembros de los laudesi de que estamos hablando eran Bonfilio Monaldi, Juan Bonagiunta Monetti, Benito Manetto dell’Antella, Bartolomé Amadio degli Amidei, Gerardino Sostegno Sostegni, Ricovero Ugoccione dei Lippi-Uguccioni y Alejo Falconieri.

Dos estaban casados, dos eran viudos y los restantes habían comprometido guardar castidad perpetua.

Tenían distintos puntos de vista sobre la política y vivían en distintos barrios de la ciudad, algunos se dedicaban a negocios, otros trabajaban en oficinas estatales, su único vínculo era la devoción por la Santísima Virgen.

En ese momento el mayor de ellos tenía 34 años y el más joven 27.

  

LA PRIMERA APARICIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

En la fiesta de la Asunción el 15 de agosto de 1233, estos 7 jóvenes junto con otros laudesi estaban haciendo una Acción de Gracias después de la misa.

Y cada uno de ellos cayó en éxtasis y se vio rodeado de una luz sobrenatural.

De ella emergió Nuestra Señora acompañada por ángeles y les dijo,

“Abandonen el mundo, retírense juntos a la soledad, para que puedan luchar contra ustedes mismos y vivir completamente para Dios.

De este modo, experimentarán consuelos celestiales.

Mi protección y asistencia nunca le fallarán».

Uno a uno se fueron yendo quienes estaban en la Acción de Gracias y quedaron sólo los 7 meditando sobre lo sucedido.

Entonces Monaldi, que era el mayor, se sinceró y contó a los demás lo que le había sucedido.

Agregando que estaba dispuesto a obedecer el llamado.

El resto también declaró que había tenido esa visión y ese mensaje, y que también estaban en disposición de seguir lo que proponía la Virgen.

Pero para mayor seguridad hablaron con el director espiritual y capellán de los laudesi, Santiago de Poggibonsi.

Luego de discernir el padre Poggibonsi les dijo que no era una mera fantasía piadosa, sino que había habido un llamado de la Santísima Virgen, manifestándoles la voluntad de Dios y que debían de obedecerlo sin más.

Pero había dificultades, porque 4 tenían vínculos familiares que no eran fáciles de romper, como por ejemplo el matrimonio

Sin embargo todos hicieron los arreglos sociales y económicos desde ese momento hasta el 8 de septiembre.

Los 7 dejaron el dinero necesario para sus familias y distribuyeron el sobrante entre los pobres.

Y al mes estaban viviendo en las afueras de Florencia en una casa llamada La Carmarzia.

Se cree que las dos esposas de los que estaban casados se convirtieron luego en terciarias de la Orden Servita,

Habían pasado 23 días desde la aparición de Nuestra Señora.

Este suceso corrió por toda Florencia y recibían muchas visitas, incluso de personas que querían unirse a ellos.

Sin embargo ellos se negaban a aceptar nuevos integrantes.

Las constantes visitas los perturban, por lo cual decidieron retirarse a una zona más alejada, en las laderas desiertas del Monte Senario.

Allí construyeron una Iglesia y una Ermita sencillas y vivían en gran austeridad.

Así vivieron durante 7 años.

  

LA SEGUNDA APARICIÓN DE NUESTRA SEÑORA

En la zona sur de la montaña donde el suelo era más rico estos ermitaños habían planteado una vid.

Y el tercer domingo de cuaresma, el 27 de febrero de 1239, de repente vieron a la vid llena de hojas verdes y con racimos de uvas maduras.

Esa floración era propia de la primavera pero estaban en invierno.

No se explicaban el milagro y mandaron a uno de ellos a contarle al obispo para que les diera una interpretación, porque se trataba de un hombre de vida santa.

El obispo recibió del cielo la interpretación en un sueño.

Los 7 ermitaños eran las 7 ramas de la vid mística, y las otras ramas y frutos eran aquellos que debían unirse a la orden.

El mensaje era que debían abrirse a nuevos reclutas y no sólo vivir una vida de oración y trabajo entre ellos mismos.

Luego fueron visitados por el obispo al Ardingo y el cardenal Castiglione, quienes le dijeron,

“Se tratan a sí mismos de una manera que roza la barbarie y parecen más deseosos de morir que de vivir por la eternidad.

Presten atención, el enemigo de las almas a menudo se esconde bajo la apariencia de un ángel de luz

Escuchen los consejos de sus superiores”.

Este mensaje fue alentado por una segunda aparición de la Virgen, el Viernes Santo de 1240, un 13 de abril.

Se les apareció con un hábito negro y acompañada por un ángel que lleva un rollo con la regla de San Agustín.

Y les dijo que debían comenzar una nueva congregación dedicada a difundir el reino de Cristo mediante la devoción a Su pasión y a Sus Dolores.

“Vengo, siervos bien amados y elegidos, para cumplir sus deseos y concederles sus oraciones.

Aquí están los hábitos que deseo que en el futuro vistan.

Su tono negro siempre debe recordar a los dolores crueles que sentí por motivo de la crucifixión y muerte de Mi único Hijo”.

A la misma hora Nuestra Señora se le apareció al obispo con el mismo mensaje.

Y entonces el obispo partió para el Monte Senario llevándoles los hábitos qué debían usar.

En el momento que el obispo los revistió les dio sus nuevos nombres religiosos y les permitió formalmente admitir nuevos miembros.

Con el tiempo 6 de ellos tomaron las sagradas órdenes y fueron ordenados sacerdotes, excepto San Alexis que pidió ser excusado por humildad.

Pero las apariciones de la Santísima Virgen no quedaron ahí, sino que siguió reafirmando a la orden.

 

TERCERA APARICIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

El Papa Gregorio IX había muerto en agosto de 1241 y no había confirmado formalmente la orden.

Lo iba a hacer su sucesor el Papa Celestino IV, que les tenía gran estima y afecto, pero murió a los 15 días de su elección.

Luego de casi 2 años de vacancia fue elegido Inocencio IV, en junio de 1243.

Éste envió a Pedro de Verona, conocido como San Pedro Mártir un dominicano, como inquisidor en el norte de Italia para perseguir a los cátaros.

Y también para que investigara a los religiosos que estaban en el Monte Senario.

Pedro de Verona fue y oró con los servitas.

Y tuvo una visión en la que se le apareció Nuestra Señora con un manto negro y bajo de él estaban dos de los servitas con los que él había hablado más en su estancia, Monaldi y Falconieri.

Y vio también ángeles con muchos ramos de lirios, entre los que había 7 de una blancura superior, que Nuestra Señora colocó en su pecho.

San Pedro se convenció que la orden era obra de Dios e informó favorablemente al Papa.

De modo que desde el inicio Nuestra Señora fue apareciéndose para formar la congregación y darle credibilidad en la Iglesia.

Y además les comunicó cual iba a ser su carisma: los dolores sufridos por Ella en la pasión y muerte de Jesús.

  

EL CRECIMIENTO DE LA ORDEN

San Pedro de Verona se convirtió en guía espiritual de los servitas.

Adoptaron el nombre de Siervos de María y la regla de San Agustín.

Adoptaron también una forma más parecida a la de los frailes mendicantes.

Combinaban la vida monástica y el ministerio activo.

Con una vida de oración y trabajo, y un apostolado activo en la enseñanza y la predicación

La orden creció rápidamente y tuvo que hacer capítulos en distintas ciudades de Italia y luego en el exterior.

La aprobación formal de la orden fue realizada por el Papa Benedicto XI.

Su fiesta se celebra el 17 de febrero, porque ese día del año 1310 falleció su primer integrante San Alejo Falconieri.

A los servitas se debe diversas devociones marianas, la más popular es la Coronilla de los 7 dolores de María.

  

CORONILLA SERVITA DE LOS 7 DOLORES

La Coronilla Servita de los Siete Dolores es una devoción que recuerda siete episodios tristes en la vida de la Santísima Virgen María.

La costumbre originó en la Orden Servita (Siervos de María) probablemente poco después que se fundó la orden en Monte Senario, Italia, en 1233

Dos fiestas, establecidas muchos años después, conmemoran los Siete Dolores.

Países de habla español rinden honor a la Virgen de la Soledad el día Sábado de Gloria (un día antes de Pascua).

La Reina Juana de España inició esta tradición después de la muerte repentina de su marido, el Rey Felipe I, en 1506.

La conmemoración recuerda la tristeza profunda de María el día después de la crucifixión y antes de la Resurrección.

La segunda fiesta religiosa, que se observa internacionalmente el 15 de septiembre, es de la Virgen de Dolores.

El símbolo tradicional de los Siete Dolores es el Corazón Doloroso de María, o sea un corazón traspasado por siete espadas y encima de todo una llama de fuego que representa su amor hacia a Dios y la humanidad.

Las espadas refieren a la profecía de Simeón (Lucas 2: 33-35). El Primer Dolor.

  

ORACIONES

Se reza un «Padre Nuestro» y siete «Ave Marías» por cada uno de los Siete Dolores.

La oraciones de clausura son: tres «Ave Marías», en honor de las lágrimas de la Virgen Dolorosa; un «Padre Nuestro», un «Ave María», y un «Gloria» por las intenciones del Santo Papa; una jaculatoria dedicada a la Virgen Dolorosa (opcional); y un ofertorio final (opcional).

Se practican numerosas versiones no servitas de esta devoción. Algunas requieren solo una «Ave María» por cada uno de los Siete Dolores, en vez de siete, o incrementan el número de siete a diez.

Hasta otros agregan una «Gloria: después de cada serie de «Ave Marías.» Casi todos los autores agregan sus propias oraciones de inició y apertura.

  

COLLAR DE CUENTAS

Igual que en el caso del Santo Rosario, hay un collar de cuentas para rezar los Siete Dolores.

El collar de la Coronilla Servita es conveniente para contar las oraciones, pero no se requiere para llevar a cabo la devoción.

Hay 49 cuentas en un círculo, organizados en series de siete cuentas.

Cada serie empieza con una medalla que muestra uno de los Siete Dolores.

Las cuentas en el círculo se usan para rezar la «Ave María.» Las medallas en el círculo se usan para el «Padre Nuestro.»

La medalla del Primer Dolor (la profecía de Simeón) cierra el círculo.

Está conectada a un colgante de cuatro cuentas que termina con una medalla de la Virgen Dolorosa.

Las cuentas del colgante se usan para rezar las oraciones de clausura.

  

LOS SIETE DOLORES

Se hace la señal de la Cruz: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Se lee la lectura Biblica, según el dolor y se reza 1 Padre Nuestro y 7 Aves Marías en después de cada lectura.

1. La profecía de Siméon. Lectura: Lucas 2: 25-35.

2. La huida a Egipto. Lectura: Mateo 2: 13-15.

3. El Niño Jesús perdido en el templo. Lectura: Lucas 2: 41-50.

4. María encuentra Jesús con la cruz a cuestas. Lectura: Lucas 23: 27-29.

5. María al pie de la cruz. Lectura: Juan 19: 25-30.

6. María recibe el cuerpo de Jesús. Lectura: Salmo 130.

7. María presencia la sepultura de Jesús. Lectura: Lucas 23: 50-56.

Oración Final

V. Ruega por nosotros, O Virgen Dolorosa.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Señor Jesús, te imploramos, ahora y en la hora de nuestra muerte, la intercesión de la Santísima Virgen María, cuyo alma santa fue atravesada por la espada del dolor en la hora de tu Pasión.

Concédenos este favor, O Salvador del mundo, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Fuentes:


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Nuestra Señora de los Dolores, los Dolores de la Madre de Jesús (15 sep)

Es la más universal de todas las advocaciones de la Virgen.

No está vinculada a una aparición.

Sino que recuerda los dolores que sufrió la Madre de Jesús.

Estos son:

La profecía de Simeón, la huida de Egipto, el niño Jesús perdido en el Templo, el encuentro de Jesús y María camino al Calvario, la Crucifixión, el cuerpo de Jesús es bajado de la cruz, el entierro de Jesús.

virgen de los DOLORES

Ella los sufrió todo por nosotros para que disfrutemos de la gracia de redención, sufrió para demostrarnos su amor.
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La devoción de los dolores de María es fuente de Gracias porque llega a lo profundo del corazón de Cristo.

La Iglesia nos exhorta a entregarnos sin reserva al amor de María y llevar con paciencia nuestra Cruz acompañados de la Madre Dolorosa…

Se puede decir que, desde el principio del cristianismo, al recordar la pasión del Redentor, los hijos de la Iglesia no podían menos de asociar al dolor del Hijo de Dios los sufrimientos de su bendita madre.

Los Padres de la Iglesia demuestran, efectivamente, que no pasó inadvertido el dolor de María.

San Efrén (en su Lamentación de María), San Agustín, San Bernardo, San Antonio y otros cantan piadosamente los padecimientos de la Madre de Dios.

Y, ya en el siglo V, vemos cómo el papa Sixto III (432-440), al restaurar la basílica Liberiana, la consagra a los mártires y a su Reina, según lo indica un mosaico de dicha iglesia.

La liturgia de la celebración de los Dolores de la Virgen, es de origen alemán.

La instituyó en Colonia el arzobispo Teodorico de Meurs, en 1423, para reparar las burlas que los herejes husitas hacían a las imágenes de la Virgen Dolorosa.

De Colonia se propagó esta conmemoración de los Dolores de María a otras iglesias, y el papa Benedicto XIII la extendió a toda la Iglesia.

El hecho de que se celebre también Nuestra Señora de los Dolores el 15 de septiembre, se debe a que desde 1688 los religiosos Servitas celebraban en esa fecha, por concesión de Inocencio XI.
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La fiesta de los Dolores de la Virgen, fiesta que Pio VII extendió a toda la cristiandad.

Paralelamente a estas celebraciones «canónicas» se desarrollaba en España un culto especial a «la Dolorosa», en torno a los «pasos de Semana Santa» que tienen este motivo, servidos por hermandades y cofradías.

En el siglo XVII se dio principio a la celebración litúrgica de dos fiestas dedicadas a los Siete Dolores, una el viernes después del Domingo de Pasión, llamado Viernes de Dolores, y otra el tercer domingo de septiembre.

La primera fue extendida a toda la iglesia, en 1724, por el papa Benedicto XIII; y la segunda en 1814, por Pío VII, en memoria de la cautividad sufrida por él en tiempos de Napoleón.

Esta segunda fiesta se fijó definitivamente para el 15 de septiembre y actualmente es la única que se celebra litúrgicamente.

Bajo el título de Virgen de la Soledad o de los Dolores o de la Angustias se venera a María en muchos lugares; es una advocación que cuenta con gran número de devotos en países como España, Argentina, México, Italia y Portugal.

Es la patrona de Eslovaquia.

La fiesta de nuestra Señora de los Dolores se celebra el 15 de septiembre y recordamos en ella los sufrimientos por los que pasó María a lo largo de su vida, por haber aceptado ser la Madre del Salvador.

Este día se acompaña a María en su experiencia de un muy profundo dolor, el dolor de una madre que ve a su amado Hijo incomprendido, acusado, abandonado por los temerosos apóstoles, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos.

María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no la comprendamos.

Es Ella quien, con su compañía, su fortaleza y su fe, nos da fuerza en los momentos de dolor, en los sufrimientos diarios.

Pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de Ella y comprender que, en el dolor, somos más parecidos a Cristo y somos capaces de amarlo con mayor intensidad.

La imagen de la Virgen Dolorosa nos enseña a tener fortaleza ante los sufrimientos de la vida.

Encontremos en Ella una compañía y una fuerza para dar sentido a los propios sufrimientos.

Algunos te dirán que Dios no es bueno porque permite el dolor y el sufrimiento en las personas.

El sufrimiento humano es parte de la naturaleza del hombre, es algo inevitable en la vida, y Jesús nos ha enseñado, con su propio sufrimiento, que el dolor tiene valor de salvación.

Lo importante es el sentido que nosotros le demos.

Debemos ser fuertes ante el dolor y ofrecerlo a Dios por la salvación de las almas.

De este modo podremos convertir el sufrimiento en sacrificio (sacrum-facere = hacer algo sagrado).

Esto nos ayudará a amar más a Dios y, además, llevaremos a muchas almas al Cielo, uniendo nuestro sacrificio al de Cristo.

ns de los dolores con puñaol fondo

 

ICONOGRAFÍA DE LA VIRGEN DOLOROSA

La iconografía de la Virgen admite algunas variantes aunque es menos rica que las escenas cristíferas pasionarias.
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Se puede reducir a estos modelos: Amargura, Dolorosa, Quinta Angustia, Piedad, Virgen Afligida y Soledad.

La Amargura es una composición en la que iconográficamente debe aparece con san Juan en el paso, escenificando su caminar por la Vía Dolorosa al encuentro de su Hijo que el discípulo predilecto le señala con el dedo.

Representa el momento en que la Virgen, acompañada de san Juan y ajena aún a la condena de su Hijo escucha en la llamada Sacra Conversación la noticia que le comunica el apóstol sobre la situación de Jesús y ambos se dirigen a la calle de la Amargura para contemplar el paso de Jesús cargado con la cruz camino del Gólgota.

La escena que se nos presenta no es evangélica y solamente Lucas narra el encuentro de Jesús con las mujeres de Jerusalén (Lc 23, 27-31) pero no con su Madre.

La fuente hay que buscarla en uno de los textos más influyentes en la conformación iconográfica de la Pasión: el Evangelio de Nicodemo.

En su recensión B (una versión tardomedieval del original) se nos dice que Juan había seguido el cortejo de Jesús y los soldados para luego correr en busca de la Madre que nada sabía.

Al oír ésta el relato quedó transida de dolor y acompañada del apóstol, María Magdalena, Marta y Salomé se dirigió a la calle de la Amargura.

Es la representación mariana más frecuente en las hermandades y aunque acompañada por san Juan aparece hoy día solamente en seis pasos en siglos pasados fue mucho más frecuente, incluso con la compañía de la Magdalena.

Para un mayor lucimiento de la imagen de la Virgen con el paso del tiempo se han ido retirando esas figuras.

La Dolorosa es una Virgen en el Calvario, presenciando el suplicio y muerte de su Hijo.

En este modelo iconográfico la Virgen puede aparecer con más figuras y asimismo puede o no ir bajo palio.

La Virgen lleva pañuelo para secar sus lágrimas y puñal en el pecho.

Esta devoción a los dolores de la Virgen hunde sus raíces en la época medieval y fue especialmente propagado por la Orden servita, fundada en 1233.

También hay varias imágenes con la advocación de Dolores o Mayor Dolor que procesionan bajo palio.

La Angustia representa el momento del descendimiento de la cruz para ser colocado el cuerpo del Hijo en el regazo de la madre.

A continuación aparecería la Piedad que es el momento en que la Virgen tiene a Cristo muerto en su regazo.

La más universal es la que cinceló Miguel Ángel para el Vaticano.

La Virgen Afligida es la de la traslación al Sepulcro.

Y por último la Soledad, sola al pie de la cruz.

No obstante lo anterior, se suelen denominar popularmente como “dolorosas” a prácticamente todas las imágenes marianas que procesionan en Semana Santa, lo hagan o no bajo palio.

Nuestra Señora de los Dolores de Quito

 

¿CUÁNTAS ESPADAS?

Se ha tomado como símbolo de dolor en María una espada, teniendo en cuenta la profecía de Simeón: «Una espada te atravesará el alma» (Lc. 2, 35).

El número simbólico de siete espadas es el que ha predominado sobre todo a partir del s. XV. Hay un grabado del s. XVI que tiene 13 espadas.

El murciano Salzillo (s. XVIII) talló una imagen de la Dolorosa, que sólo lleva clavada una espada, la Virgen de la Purísima Angustia de la iglesia de Santa Catalina, de Cádiz.

Como los dolores son tan numerosos y variados nunca los autores se pusieron de acuerdo acerca de cuáles eran cada uno, hasta llegó el momento que parecía como si hubiese una competición para ver quién encontraba más en la biografía de la Virgen, hasta el punto que llegaron a contarse hasta 150.

Lo que sí sabemos es que María por ser Corredentora con su Hijo y al escoger éste el camino del sufrimiento tuvo que sufrir mucho, nunca el dolor estuvo ausente en su vida.

la dolorosa de pie fondo

 

STABAT MATER

1. Estaba la Madre dolorosa
junto a la Cruz, llorosa,
en que pendía su Hijo.

2. Su alma gimiente,
contristada y doliente
atravesó la espada.

3. ¡Oh cuán triste y afligida
estuvo aquella bendita
Madre del Unigénito!

4. Languidecía y se dolía
la piadosa Madre que veía
las penas de su excelso Hijo.

5. ¿Qué hombre no lloraría
si a la madre de Cristo viera
en tanto suplicio?

6. ¿Quién no se entristecería
a la Madre contemplando
con su doliente Hijo?

7. Por los pecados de su gente
vio a Jesús en los tormentos
y doblegado por los azotes.

8. Vio a su dulce Hijo
muriendo desolado
al entregar su espíritu.

9. Ea, Madre, fuente de amor,
hazme sentir tu dolor,
contigo quiero llorar.

10. Haz que mi corazón arda
en el amor de mi Dios
y en cumplir su voluntad.

11. Santa Madre, yo te ruego
que me traspases las llagas
del Crucificado en el corazón.

12. De tu Hijo malherido
que por mí tanto sufrió
reparte conmigo las penas.

13. Déjame llorar contigo
condolerme por tu Hijo
mientras yo esté vivo.

14. Junto a la Cruz contigo estar
y contigo asociarme
en el llanto es mi deseo.

15. Virgen de Vírgenes preclara
no te amargues ya conmigo,
déjame llorar contigo.

16. Haz que llore la muerte de Cristo,
hazme socio de su pasión,
haz que me quede con sus llagas.

17. Haz que me hieran sus llagas,
haz que con la Cruz me embriague,
y con la Sangre de tu Hijo.

18. Para que no me queme en las llamas,
defiéndeme tú, Virgen santa,
en el día del juicio.

19. Cuando, Cristo, haya de irme,
concédeme que tu Madre me guíe
a la palma de la victoria.

20. Y cuando mi cuerpo muera,
haz que a mi alma se conceda
del Paraíso la gloria.

Amén.

Fuentes:

 

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00 Todas las Advocaciones 09 Septiembre ADVOCACIONES Y APARICIONES Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Movil Noticias 2018 - julio - diciembre

Nuestra Señora de las Angustias de Murcia, Apareció con una Orden, España (15 sep)

La Virgen de la Angustias es una advocación de la Virgen María, relacionada con los Servitas.

Frecuentemente aparece representada con Jesús muerto sobre su regazo, tras el descendimiento.

Y otras veces con expresión de desconsuelo al pie de la Cruz, sosteniendo sedente la corona de espinas de su hijo.

angustias de murcia

Los Siervos de María se visten con un hábito negro.
.
Pues la noche del Viernes Santo de 1240 se les apareció la Virgen vestida con hábito negro.
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Y les ordenó que se adoptara como distintivo de la nueva Orden, para que les sirviese de recordatorio del dolor que ella sufrió en la pasión de su Hijo.

Su imagen es procesionada durante la Semana Santa en numerosas localidades españolas y es la patrona de muchos pueblos.

Nuestra Señora de las Angustias de Murcia desfila la noche de Viernes Santo en la llamada «Procesión de los Servitas», recorriendo a hombros unas calles repletas de fieles que esperan el solemne paso de la Virgen.

El color negro de las túnicas de sus cofrades y penitentes tiñe de luto la primavera murciana desde hace más de doscientos años, constituyendo uno de los desfiles más emotivos de cuantos se celebran en la capital.

Ver Coronilla Servita de los Siete Dolores de María.

 

ORIGEN DE LA ORDEN DE LOS SERVITAS

La Orden de la Virgen María, conocida popularmente con el nombre de Servitas, fue fundada en Florencia en 1233 por siete mercaderes.

Cuyo mayor deseo era lograr la perfección cristiana, insistiendo especialmente en la devoción a la Santísima Virgen.

Se llamaban Buonfiglio dei Monaldi, Giovanni di Buonagiunta, Bartolomeo degli Amidei, Ricovero dei Lippi-Ugguccioni, Benedetto dell´Antella, Gherardino di Sostegno y Alessio de Falconieri.

Decidieron retirarse fuera de la ciudad de Florencia para poder llevar una vida cenobítica y contemplativa.
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Finalmente, se establecieron junto al monte Senario, que distaba alrededor de 18 kilómetros de aquélla ciudad.
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El pueblo florentino, admirado por su vida ejemplar y su ardiente devoción a la Santísima Virgen, los comenzó a llamar “siervos de María”.

Pronto se unió a este reducido grupo algunos laicos piadosos de Florencia, deseosos de imitar su modo de vida.

Fue entonces cuando aquellos antiguos mercaderes decidieron acudir al obispo florentino, Ardingo, para que les permitiera admitir a éstos, constituyéndose de este modo en una nueva institución religiosa.

Obedeciendo lo establecido en el Concilio Lateranense IV, capítulo 13, eligieron la regla de San Agustín con sus correspondientes Constituciones, que eran las premostratenses, a través de la reciente redacción de los dominicos entre los años 1239 y 1241.

A partir de 1250 la nueva organización religiosa atenuó su carácter eremítico, acentuando el cenobítico y apostólico.

Recibe el primer reconocimiento pontificio del papa Urbano IV en 1263, renovado por Clemente IV en 1265.

Bajo el pontificado de Gregorio X, en el Concilio de Lyon (1274) se redactó la decretal “Religionum diversitate”, limitando el número de las Ordenes mendicantes.

Con este documento peligraba la existencia de la Orden de los Servitas. S. Felipe Benizi, general de la Orden, salió en su defensa, logrando que, en 1290, se concediese un nuevo reconocimiento pontificio.

La aprobación definitiva fue de Benedicto XI a través de la bula “Dum levamus”, de 11 de febrero de 1304.

virgen angustias de murcia 

 

LA DEVOCIÓN A LA VIRGEN DE LOS DOLORES

Desde su fundación, la característica principal de la Orden fue la devoción a la Virgen.
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Especialmente en la consideración de sus sufrimientos al pie de la cruz de Cristo, siendo sus miembros los que más han contribuido a su difusión.
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Esta devoción tiene una base sólida en el Evangelio, partiendo de la contemplación y la meditación de la Pasión de Cristo.

Pero sólo hacia finales del siglo XI es cuando comienza a afirmarse de un modo más concreto.

Este espontáneo movimiento devocional encuentra su mayor apoyo por parte de los Siervos de María.

Se visten con un hábito negro pues, según lo narra la Legenda de origine Ordinis Servorum, la noche del Viernes Santo de 1240 se les apareció la Virgen vestida con hábito negro.

Ordenándoles que se adoptara como distintivo de la nueva Orden, para que les sirviese de recordatorio del dolor que ella sufrió en la pasión de su Hijo.

A partir del siglo XIII comienza a representarse a la Virgen Dolorosa, surgiendo, al mismo tiempo, santuarios dedicados a esta advocación, como el de Marienthal, junto a Haguenau en la baja Alsacia.

En este siglo fueron numerosas las composiciones, en varias lenguas, en prosa o en verso, tituladas “El llanto de la Virgen”.

Durante los siglos XIII-XIV comienzan a celebrarse los siete principales dolores de María, paralelos a las siete alegrías más conocidas de la Virgen.

Según Benedicto XIV, esta costumbre se debió a los siete Santos Fundadores de la Orden de los Servitas.

Fueron ellos los que comenzaron a sustituir la espada que atravesaba el corazón de la Virgen, según la profecía de Simeón, por las siete tradicionales dagas.

De esta época es la composición del “Stabat Mater”, atribuido a Jacopone de Todi.

La conmemoración litúrgica de los dolores de la Virgen se hacía el viernes de Pasión, pero Inocencio XI instituyó en 1688 una segunda fiesta fuera de la Cuaresma, fijándola en la tercera dominica de septiembre. S. Pío X la cambió al 15 del mismo mes en 1914.

 

LA VENERABLE ORDEN TERCERA

Ya desde los primeros tiempos, algunos laicos, deseosos de vivir el espíritu de la Orden Servita, pero, al mismo tiempo, conservando su estado laical, decidieron vincularse a la misma por medio de la Venerable Orden Tercera de Nuestra Señora de los Dolores.

No se trataba de una Cofradía, pues las órdenes terceras ocupaban un lugar intermedio entre las Congregaciones religiosas de votos simples y las Cofradías. Se diferenciaba de aquéllas en carecer de los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, y de las Cofradías en tener Regla aprobada por el Papa, noviciado, profesión y hábito propio.

En sus comienzos se llamó Compañía o consorcio de los Servitas, denominándose por primera vez Tercera Orden en 1497.

Su regulación estaba determinada por la bula “Sedis Apostolicae Providentia”, dada por Martín V en 1424, posteriormente refrendada por Inocencio VIII en 1487, mediante la bula “Mare Magnum”. Se mantuvo vigente esta legislación para la Venerable Orden Tercera hasta el siglo XX.

Con la entrada en vigor de la renovada “Regla de vida», del 17 de febrero de 1983, la Venerable Orden Tercera comenzó a llamarse Orden Secular de los Siervos de María (OSSM).

Iglesia San Bartolomé Murcia

 

LA FUNDACIÓN DE LA VENERABLE ORDEN TERCERA EN LA PARROQUIA DE S. BARTOLOMÉ DE MURCIA

La Venerable Orden Tercera, en principio, sólo podía establecerse en iglesias u oratorios regidos por los Servitas.

Sin embargo, en las ciudades donde no estaba establecida la misma, permitió el General de la Orden que podía erigirse en cualquier templo, siempre que contara con la autorización del Ordinario del lugar.

Pero, al mismo tiempo, se exigía que estuviera alejada de la más próxima al menos dos leguas.

Su organización y celebración de los ejercicios piadosos se basaba especialmente en el manual publicado por el padre Lorenzo Reymundínez en 1687, titulado Congregante y siervo perfecto de la Santísima Virgen de los Dolores.

En San Bartolomé (Murcia) existía una gran devoción a la Virgen de los Dolores, que se había incrementado con la presencia de la excepcional talla de la Virgen de las Angustias, terminada por el escultor Francisco Salzillo en 1740.

También a quien regentaba la parroquia D. Casimiro Sánchez de León, celoso párroco y gran devoto de la Virgen Dolorosa.

Posiblemente inició una especie de Venerable Orden Tercera de la Virgen de los Dolores, que no llegó a madurar, quizá por no estar conforme con lo requerido por la Venerable Orden Tercera Servita; de este modo, no se podían lucrar las numerosas indulgencias concedidas por los Papas a la Orden.

Se desprende de la Censura de Fray Francisco Morote y Guerrero, Guardián del Colegio de la Inmaculada de Murcia, al libro escrito por D. José Antonio Salván, titulado Escuela de María Santísima de las Angustias.

El Guardián del Colegio de la Inmaculada habla de la “Congregación de los Siervos de los Dolores nuevamente erigida en la Iglesia Parroquial del Señor San Bartolomé de esta ciudad de Murcia…”.

También de la Instrucción a los Congregantes de los Siervos de María Santísima Dolorida, nuevamente fundada en la insigne iglesia parroquial del Señor S. Bartolomé de Murcia, escrita por el sub co-rector D. José Antonio Salván, clérigo de S. Bartolomé.

Esta vez D. Casimiro escribió al General de los Servitas Fray Juan Pedro Fanfeli, que se encontraba en Roma; éste contestó concediendo la erección de la Congregación de los Siervos de los Dolores de Santa María en la Iglesia de S. Bartolomé, nombrando correctores perpetuos a los párrocos de la citada Iglesia.

La concesión estaba firmada en el Convento de San Marcelo de Roma, con fecha de 13 de noviembre de 1754.

La erección la realizó solemnemente D. Nicolás de Amurrio y Junguitu, visitador general del Obispado, en nombre del obispo D. Diego de Rojas y Contreras.

Fueron muchos los murcianos que se vincularon con gran entusiasmo a esta nueva Congregación, entre ellos, los capellanes de la Parroquia, clérigos, y personas distinguidas de la Ciudad.
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Eligiose para dar principio a esta fundación la tarde del 19 de marzo de 1755.

Más de ciento cincuenta cofrades se reunieron a las cuatro de la tarde para realizar los cultos propios de la Congregación.

Se iniciaron con una fervorosa plática de D. Casimiro Sánchez de León, en la que expresó las facultades que el General de la Orden le había concedido para la fundación de la Congregación de los Siervos de María Santísima Dolorida en la capilla de la Virgen de las Angustias y las gracias e indulgencias concedidas a los congregantes.

A continuación, entregó a cada congregante el escapulario negro y la corona dolorosa.

Como respuesta, los nuevos miembros hicieron la profesión en manos del párroco. Diez meses más tarde, contaba la Congregación con cerca de ochocientos miembros de ambos sexos.

 

LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS DE SAN BARTOLOMÉ EN MURCIA

La iglesia de San Bartolomé, ubicada en pleno centro histórico de la ciudad de Murcia, alberga una de las imágenes marianas más veneradas por sus habitantes: la de Nuestra Señora de las Angustias.
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Se trata de una talla en madera policromada y estofada plenamente barroca, representando a María sosteniendo el cuerpo inerte de Jesucristo al pié de la Cruz.
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Completando el grupo escultórico cuatro angelitos que acompañan a la Virgen en esta representación tan cargada de dolor y dramatismo.

La obra fue realizada en 1740 por el insigne Salzillo, quien recibió el encargo por parte de la Cofradía de Servitas.

Su belleza y perfección anatómica es indiscutible, constituyendo uno de los mejores ejemplos que de este icono pasional existen a lo largo y ancho del mundo.

Desde el momento en que se adquiere la talla, la Virgen de los Servitas empezaría a tomar parte en los desfiles de Semana Santa de la ciudad, surgiendo con ellos el creciente fervor de los murcianos hacia esta advocación mariana.

En 1797 sería entronizada en una hermosa capilla de estilo barroco que a tal efecto fue edificada en el templo de San Bartolomé, la misma que actualmente ocupa y donde recibe culto durante todo el año.

Incluso sería nombrada protectora del gremio de plateros, comerciantes que tradicionalmente han desarrollado su actividad en las calles aledañas a esta iglesia.

Clemente XII concedió indulgencia plenaria a cuantos visitaran la capilla de Nuestra Señora de las Angustias durante el Domingo de Ramos.

Y en 1830, Pío VIII concede otra indulgencia plenaria para todos los que lo hicieran desde la víspera del Viernes de Dolores hasta ponerse el sol en dicho día, que es cuando se celebra su festividad.

angustias de murcia fondo 

LA ESCULTURA DE LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS

Escultura de tamaño natural en madera policromada para vestir, cabeza, manos, antebrazos, piernas y pies completamente encarnados, el resto consiste en un cuerpo anatomizado y cubierto por una policromía plana en azul plomizo.

Su procedencia y característico modelado, nos permiten adscribirlo a la escuela sevillana del siglo XVIII.

Originariamente formó grupo con otro ángel de similares características morfológicas pero en posición genuflexa, e igualmente en actitud de llevar algo en las manos, muy probablemente un sudario, lo que nos hace pensar que en él se situaría un Cristo, representando un Santo Sepulcro.

Los grafismos del rostro y sus carnaciones (de sonrosados frescores), el tratamiento de su morfología interna, así como el detalle de la movilidad de las alas, nos remiten a soluciones similares aportadas por el afamado taller del escultor sevillano Pedro Roldán, tratándose muy probablemente de una obra de alguno de los numerosos discípulos, seguidores y continuadores de su escuela.

Figura alegórica de la Pasión y de la vida de la Madre de Dios, pues en cada momento evangélico destacado de María, existe la figura de un ángel a su lado, porta en sus manos un escapulario de la Cofradía y una corona de espinas vegetal.

La recuperación del Ángel pasionario ha constituido una forma de rendir homenaje y rescatar al Ángel de la Pasión del que se tiene constancia de su participación desde el siglo XVIII en un grupo escultórico conocido como «La Exaltación».

Pero, es de forma ininterrumpida desde 1878 hasta 1931, como tal, que acompañaba a la Virgen de las Angustias en los traslados que se realizaban el Sábado de Pasión hasta la Iglesia de San Bartolomé.

Estos traslados tenían en la ciudad, trato solemne de procesión dada la multitud de señoras ataviadas con mantilla española y con cera que acompañaban el cortejo, con guardia a caballo abriendo la procesión y con masas corales detrás del paso titular de la Virgen.

Parece ser que la Cofradía no poseía una imagen del ángel, sino que utilizaba indistintamente uno de los ángeles de Francisco Salzillo, de San Juan de Dios, o el desaparecido Ángel de la Guarda, de San Nicolás.

Actualmente su vestuario se compone de varios equipos, adaptados a las diferentes festividades y tiempos litúrgicos, destacando el que habitualmente luce en la procesión de Viernes Santo, obra del reputado artista valenciano Pedro Arrue de Mora, ejecutado en ricos brocados y espolines valencianos.

 

ORACIÓN

¡OH, Virgen de la Angustias,
Reina de los mártires y dulce madre mía!
¡adoro a mi Salvador difunto en vuestros brazos¡
¡cuan cruel ha sido mi pecado,
verdugo del hijo y tirano del corazón de la Madre
¡Besad por mí, Virgen de la piadosísima,
las llagas de vuestro hijo y la cruz ensangrentada..
Yo no me atrevo a Hacerlo
porque mis pecados me reprenden mi ingratitud y crueldad.
Por el dolor cruel que traspaso vuestro maternal corazón,
al ver y contemplar en vuestros brazos
el cuerpo de vuestro hijo Jesús,
conocedme Señora,
ya que Jesús os ha encomendado el oficio de Madre,
que yo acuda siempre a vuestro amparo,
que llore mis pecados,
causa de tanta desolación
y viva siempre según beneplácito
y consiga la salvación eterna.

Fuentes:

 

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Coronilla de los Siete Dolores de María, Revelada a Santa Brígida

Septiembre es el mes tradicional de los siete dolores de María.

Del mismo modo que el Viernes de Dolores, previo al Domingo de Ramos.  

Lo de Semana Santa se explica porque se celebra la Pasión del Señor, el mayor dolor de su Madre.

¿Pero por qué en septiembre?

maria con un puñal en el corazon

La respuesta tradicional y la más obvia es que la Fiesta de los Siete Dolores se encuentra en la mitad del mes, el 15 de septiembre.

Y está apropiadamente allí porque la fiesta de la Exaltación de la Cruz es el día antes.

Y aún dos días antes tenemos la Fiesta del Dulce Nombre de María.

Pero también podría haber una razón más profunda.

Octubre está dedicado al rosario, tal vez la más tradicional y duradera de las devociones marianas.

Y una que es aún más amplia en su alcance, ya que abarca 20 misterios de los evangelios.

¿Qué mejor manera de prepararnos para esta oración, que introducirnos en los Siete Dolores de María, que sirven como una especie de curso acelerado de catequesis en la devoción a María en general?

Ecce Homo y la Virgen de los Dolores

Para aquellos no tan familiarizados con esta devoción de a los 7 dolores, son estos:

La profecía de Simeón
La huida a Egipto
La pérdida de Jesús en el templo
El Encuentro de Jesús y María en el Camino de la Cruz
La Crucifixión
La bajada del cuerpo de Jesús de la Cruz
Jesús es colocado en la tumba

Lo que es más notable de esta lista es que recorremos casi todo el curso de los evangelios desde la profecía de Simeón a su cumplimiento.

En cierto sentido, esta devoción se compone de una mini-Navidad y una mini-Cuaresma embalado en una sola.

En la profecía de Simeón se nos presenta a la función tradicional de María como corredentora.

La pérdida y posterior hallazgo de Jesús en el templo parece tener la implicación de María trayéndonos a Jesús, su identificación con el templo, la plenitud de su humanidad y divinidad que se insinúa en diferentes e interesantes maneras.

Baste decir, que hay mucho a esta devoción. Estas son sólo dos de los siete dolores.

Pero hay tres temas clave que parecen destacarse:

cara de la virgen dolorosa

 

Encontrar a Cristo en María

Esto parece repetirse a lo largo de estos misterios. Cristo está «perdido» de Israel huyendo a Egipto, pero vuelve.

María ‘pierde’ a Cristo en el templo sin embargo, a continuación, lo encuentra allí.

Cristo muere en la cruz, pero vuelve en la resurrección.

Parece que siempre nos encontramos con Él en María.

No hay tiempo perdido en la búsqueda de Él, si vamos a María, porque Él está siempre allí, siempre en casa.

 

María nos conduce a Cristo

Esto no es exactamente lo mismo que lo anterior.

No sólo nos encontramos a Cristo dentro de María, sino que ella nos lleva a lo largo de nuestra búsqueda.

Esto se ve reforzado por el tema de los viajes que impregna esta devoción, como el viaje a Egipto, el viaje desde y hacia el templo, así como el extraordinario viaje espiritual desde el nacimiento de Jesús a su entierro.

 

El Martirio

El martirio parece ser la clave, tanto para la búsqueda y el hallazgo de Jesús.

Y cada uno de estos siete dolores arroja nueva luz sobre el martirio de María.

El martirio que experimenta María es particularmente instructivo para los que vivimos en Occidente hoy.

Aunque María no experimenta el martirio físico, sin embargo, experimenta un martirio espiritual interno a través de su estrecha unión con su hijo.

Y, a su vez, nadie es más adecuado para mostrarnos cómo ser mártires de Cristo hoy que María.

Las tres coronillas de los 7 Dolores de María más tradicionales son la Revelada a Santa Brígida – que relatamos abajo -, la Coronilla Servita de los 7 Dolores, que puede leerse aquí, y la Corona de Lágrimas de Nuestra Señora de las Lágrimas, que puede leerse aquí.

maria con el cuerpo de jesus

 

LA CORONILLA DE LOS DOLORES REVELADA A SANTA BRÍGIDA

A Santa Brígida le fue revelada la promesa de la Santísima Virgen de conceder siete Gracias a las almas que la honren y acompañen diariamente, rezando siete Avemarías, meditando en sus lágrimas y dolores.

Santa Brígida, patrona de Suecia, nació en 1307 y murió el 23 de julio de 1373, siendo canonizada en 1401 y designada Patrona de Europa en el 2000.

Se destacó principalmente por una intensa vida de caridad que compartió con su marido Ulf, por ser una de las místicas más importantes de la Edad Media y por haber recibido, durante su fructífera vida, numerosas revelaciones privadas de Jesús y María…

En una de estas numerosas revelaciones, la número XIV del tomo segundo, de su obra de ocho tomos “Revelaciones”, la Santísima Virgen le comunicó, con respecto a sus dolores, lo siguiente:

“Miro ahora a todos los que viven en el mundo por ver si hay quien se compadezca de mí y medite en mi dolor; mas hallo poquísimos que piensen en mi tribulación y padecimientos.
.
Y así tú, hija, no me olvides, aunque soy olvidada y menospreciada por muchos, mira mi dolor e imítame en lo que pudieres.
.
Considera mis angustias y lágrimas, y duélete de que sean pocos los amigos de Dios”.

estatua de santa brigida de suecia
Santa Brígida de Suecia

 

LAS PROMESAS

La Santísima Virgen María manifestó a Santa Brígida que concedía estas siete gracias a quienes diariamente le honrasen considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías:

• Pondré paz en sus familias.
.
• Serán iluminados en los Divinos Misterios.
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• Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
.
• Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
.
• Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.
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• Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte; verán el rostro de su Madre.
.
• He conseguido de mi Divino Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente.
Pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría.

También según San Alfonso María de Ligorio, Nuestro Señor reveló a Santa Isabel de Hungría que Él concedería cuatro gracias especiales a los devotos de los dolores de Su Madre Santísima, que son complementarias a las de Santa Brígida:

• Aquellos que antes de su muerte invoquen a la Santísima Madre en nombre de sus dolores, obtendrán una contrición perfecta de todos sus pecados. 
.
• Jesús protegerá en sus tribulaciones a todos los que recuerden esta devoción y los protegerá muy especialmente a la hora de su muerte. 
.
• Imprimirá en sus mentes el recuerdo de Su Pasión y tendrán su recompensa en el cielo. 
.
• Encomendará a estas almas devotas en manos de María, a fin de que les obtenga todas las gracias que quiera derramar en ellas.  

escultura de virgen de los dolores al pie de la cruz

 

CÓMO SE REZA

Esta devoción se hace rezando todos los días siete veces el Ave María mientras meditamos los siete dolores de María (un Ave María en cada dolor).

También, en orden de hacer una meditación más profunda, se suelen rezar un Padrenuestro, siete Avemarías y Gloria en cada dolor.

 

1º DOLOR: LA PROFECÍA DE SIMEÓN EN LA PRESENTACIÓN DEL NIÑO JESÚS

Virgen María: por el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo te manifestó que tu participación en nuestra redención como corredentora sería a base de dolor; te acompañamos en este dolor. . .

Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.
Dios te salve, María,…

 

2º DOLOR: LA HUIDA A EGIPTO CON JESÚS Y JOSÉ

Virgen María: por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor . . .

Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio.
Dios te salve, María,…

virgen con jesus luego del descendimiento fondo

 

3º DOLOR: LA PÉRDIDA DE JESÚS

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le habría podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de San José; te acompañamos en este dolor . . .

Y, por los méritos del mismo, haz que los jóvenes no se pierdan por malos caminos.
Dios te salve, María,…

 

4º DOLOR: EL ENCUENTRO DE JESÚS CON LA CRUZ A CUESTAS CAMINO DEL CALVARIO

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte;

Él, que era creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de espinas;

Ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande; sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en este dolor . . .

Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.
Dios te salve, María,…

 

5º DOLOR: LA CRUCIFIXIÓN Y LA AGONÍA DE JESÚS

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz;

Para darnos vida a nosotros, llevó su pasión hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su pasión;

Tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor.

Y, por los méritos del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos de la redención.
Dios te salve, María,…

iluminacion de santa brigida
Iluminacion de Santa Brigida

 

6º DOLOR: LA LANZADA Y EL RECIBIR EN BRAZOS A JESÚS YA MUERTO

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo;

Sentirías como si la hubieran dado en tu propio corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros por quienes dio la vida;

Y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este dolor . . .

Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como El nos amo.
Dios te salve, María,…

 

7º DOLOR: EL ENTIERRO DE JESÚS Y LA SOLEDAD DE MARÍA

Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo;

El, que era creador, dueño y señor de todo el universo, era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último momento;

Y aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los siglos;

Siendo la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados;

Y Tú, Madre nuestra adoptiva y corredentora, le acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor . . .

Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos…
Dios te salve, Maria,…

Gloria al Padre.

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El Dolor de la Virgen en la Infancia y en la Pasión de su Hijo: la Virgen Dolorosa

El misterio de la participación de la Virgen madre dolorosa en la pasión y muerte de su Hijo es probablemente el acontecimiento evangélico que ha encontrado un eco más amplio y más intenso en la religiosidad popular, en determinados ejercicios de piedad (Vía crucis, Vía Matris…)

Y, en proporción con los demás misterios, también en la liturgia cristiana de oriente y de occidente. Es curioso cómo estas tres dimensiones de la piedad están idealmente unidas en la liturgia de rito romano en el Stábat Mater, atribuido a Jacopone de Todi, secuencia nacida en un contexto de intensa religiosidad popular, utilizada de varias maneras en los ejercicios piadosos y, aunque de forma facultativa, presente en la liturgia de las horas y en la liturgia de la palabra de la misa del 15 de septiembre de la Virgen de los Dolores.

Esta singularidad revela que las tres áreas de piedad que hemos señalado, dejando aparte ciertas intemperancias ocasionales, reflejan agudamente lo esencial del misterio evangélico.

Pero el dolor de la Virgen, aunque encuentra en el misterio de la cruz su primera y última significación, fue captado por la piedad mariana también en otros acontecimientos de la vida de su Hijo en los que la madre participó personalmente. En general, se suele considerar el dolor de la Virgen en la infancia de Jesús y no sólo en su pasión. La meditación cristiana captó y en cierto modo fue codificando progresivamente a lo largo de los siglos siente sucesos dolorosos, siete episodios bíblicos en los que está atestiguada expresamente o intuida por la tradición la participación de María. Se recuerda la subida al templo de José y de María para presentar allí a Jesús a los cuarenta días de su nacimiento, con la relativa profecía del anciano Simeón: “Una espada atravesará tu alma” (Lc. 2, 34-35). Espada que es, “según parece, la progresiva revelación que Dios le hace de la suerte de su Hijo”; espada que penetrando en María le hará sufrir; espada que penetrando en María le hará sufrir; espada símbolo del camino doloroso de la Virgen, que en la tradición posterior será asumida como signo plástico de los dolores sufridos por la madre del redentor y representada luego en número de siete puñales clavados en el corazón de la Virgen.

El camino de fe de la Virgen se vio muy pronto marcado por un nuevo suceso doloroso: la huida a Egipto con Jesús y José (Mt. 2, 13-14). Y una vez más, durante la infancia de Jesús, el suceso de la pérdida en Jerusalén y la búsqueda ansiosa y dolorida de María y de José (Lc 2, 43ss), que se concluirá con el hallazgo del Hijo en el templo, nuevo motivo de meditación y de interpretación sobre la voluntad de Dios en el corazón de la madre. La contemplación de la tradición ha querido descubrir en la subida de Jesús con la cruz al Calvario la experiencia síntesis del camino de fe de la madre, y aunque los evangelios no mencionan nada de eso, la piedad tradicional ve también la presencia de María en el encuentro de Cristo con las mujeres (Lc 23, 26-27). Como ya se ha dicho, es en el acontecimiento de la crucifixión donde encontramos el significado primero y último de la Dolorosa: “Estaban en pie junto a la cruz de Jesús su madre, María de Cleofás, hermana de su madre, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo que él amaba, dijo a su madre: Mujer, he ahí a tu hijo. Luego dijo al discípulo: He ahí a tu madre” (Jn. 19. 25-27a). Y una vez más la devoción de los fieles quiso prolongar la participación amorosa de la madre en la muerte redentora del Hijo recordando, como en un díptico, la acogida en el regazo de María de Jesús bajado de la cruza (Mc 15, 42), acontecimiento objeto de atención particular por parte de pintores y escultores, y la entrega al sepulcro del cuerpo exánime de su Hijo (Jn 19, 40-42a).

 

SITUACIÓN ACTUAL EN LA DOCTRINA Y EN LA LITURGIA

1. La doctrina

La distribución antigua y contemporánea de los aspectos del dolor de María de Nazaret, más allá del reparto de los misterios que tuvo lugar en otros siglos que los veneraron por separado, en la sensibilidad teológica de nuestros días y también, al parecer, en la piedad de los fieles, no se percibe como una división puntual de compartimientos estancos, sino que, incluso en la especificación de los diversos episodios, los dolores se relacionan armónicamente con el camino de un misterio de fe que conoció el sufrimiento, en comunión total con el hombre de dolores y abierto a la voluntad de Dios Padre. Tenemos una síntesis autorizada de esta nueva mentalidad en el magisterio del Vat II: “También la Virgen bienaventurada avanzó en esta peregrinación de la fe y mantuvo fielmente su comunión con el Hijo hasta la cruz, ante la cual resistió en pie (Jn 19,25), no sin cierto designio divino, sufriendo profundamente con su unigénito y asociándose a su sacrificio con ánimo maternal, consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que ella había engendrado” (LG 58).

En realidad es la comunión profunda, que en cierto modo se hace consciente, entre la madre y el Hijo, comunión ligada no solamente a la generación, sino también a la fe, lo que llevó a María a cooperar en la obra de Jesús hasta el Calvario: “Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, sufriendo con su Hijo moribundo en la cruz, cooperó de un modo muy especial a la obra del Salvador, con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad para restaurar la vida sobrenatural de las almas” (LG 61)

Debido a esta participación amorosa y total, María se convierte “para nosotros en madre en el orden de la gracia” (KG 61). La enseñanza conciliar ha abandonado de hecho los problemas sutiles y las objetivaciones ontológicas, explicitando la doctrina mariológica de las encíclicas papales que se habían ocupado de estos temas con datos bíblicos y existenciales. Por esta línea ha seguido la investigación, sirviéndose especialmente de la profundización exegética que subraya como María junto a la cruz, como hija de Sión, es figura de la iglesia madre a cuyo seno están convocados en la unidad los hijos dispersos de Dios, con sus relativas consecuencias, y cómo “en la pasión según Juan -de tan altos vuelos teológicos- Jesús es el hombre de dolores, que conoce bien lo que es sufrir (Is 53,3), aquel a quien traspasaron (Jn 19,37; Zac 12,1). Y paralelamente su madre es la mujer de dolores… Ella expresa también el modelo de perfecta unión con Jesús hasta la cruz. Precisamente el estar junto a la cruz, la propia y la de los demás, es una de las tareas más arduas del amor cristiano, que exige alegrarse con los que se alegran (Rom 12,15; Jn 2,1: bodas de Caná) y llorar con los que lloran (Rom 12,15; Jn 19,25: la cruz de Jesús)”.

Esta ejemplaridad de María adquiere nuevos matices de profundización en las reflexiones de un episcopado como el de Sudamérica: “En María se manifiesta preclaramente que Cristo no anula la creatividad de quienes le siguen. Ella, asociada a Cristo, desarrolla todas sus capacidades y responsabilidades humanas, hasta llegar a ser la nueva Eva junto al nuevo Adán. María, por su cooperación libre en la nueva alianza de Cristo, es junto a él protagonista de la historia”. El misterio de la mater dolorosa, leído en relación con Cristo y con la iglesia, se convierte en experiencia vital para el cristiano no sólo respecto al conocimiento de la historia salvífica, sino también como fuente singular de consuelo y de esperanza para su vida cotidiana.

2. La liturgia

a) 15 de septiembre: Virgen de los Dolores, memoria

En la exhortación apostólica Marianis cultus, Pablo VI, después de destacar la presencia de la madre en el ciclo anual de los misterios del Hijo y las grandes fiestas marianas, presenta de este modo la memoria del 15 de septiembre: “Después de estas solemnidades se han de considerar, sobre todo, las celebraciones que conmemoran acontecimientos salvíficos, en los que la Virgen estuvo estrechamente vinculada al Hijo, como… la memoria de la Virgen Dolorosa (15 de septiembre), ocasión propicia para revivir un momento decisivo de la historia de la salvación y para venerar junto con el Hijo exaltado en la cruz a la madre que comparte su dolor”.

El día después de la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, la ecclesia celebra la compasión de aquella que se mantuvo fiel junto a la cruz. Esta memoria tiene un formulario propio (trozos bíblicos y textos eucológicos) para la celebración eucarística y partes propias para la liturgia de las horas. El contenido de la colecta nos puede ayudar a captar el significado de esta celebración: el carácter cristológico de la primer parte (la actio gratiarum) y el eclesilógico de la segunda (la petitio) colocan inmediatamente la memoria del 15 de septiembre en un horizonte de solidez teológica y de amplia visión conciliar. “Señor, tú has querido que la madre compartiera los dolores de tu Hijo al pie de la cruz”.

El comienzo de la oración alaba al Padre y le da gracias, porque en la hora de la redención quiso que estuviera presente la madre de su Hijo y que participara de su obra. La referencia tan clara al evangelio de Juan (19, 25; 3,14-15; 8,28; 12,32) da a las breves frases iniciales aquella luz de resurrección que el evangelista quiso derramar en el relato de la pasión y muerte de Cristo: la cruz, además de ser instrumento de dolor, es sobre todo un trono de gloria. La madre participa de esta luz. En efecto, la liturgia del 15 de septiembre imprime un carácter de glorificación al misterio del dolor de María (aclamación al evangelio; antífona de la comunión; antífona al Ben.; antífona de vísperas y lectura breve).

De esta forma se sintetizan líricamente dos grandes temas de Juan: la exaltación (3,14-15; 8,28; 12,32) y la hora de Jesús (7,30; 8,20; 12,20-28; 13,1; 16,13-14). La presencia de María encuentra para los dos temas su lugar debido, el lugar querido por Dios. En la colecta esta presencia se subraya por el sustantivo mater en relación con el Filius: la hora de la exaltación en la cruz de Cristo es el punto focal del tríptico “Caná-Calvario-Apocalipsis 12″, en donde aparece con toda claridad el “ser madre” de la Virgen . En Caná (Jn 2,1-11) anticipó como madre la inauguración del misterio del Hijo, invitándole a realizar el primero de los “signos” : origen de la fe en los discípulos, a quienes hace reunirse junto con ella y con los hermanos en torno a Cristo (Jn 2,12). Al mismo tiempo, María hizo anticipar también con este signo, proféticamente, aquella hora que se mostró en toda su luz cuando el Hijo del hombre reinó desde el madero y derramó la salvación sobre toda la humanidad. Además, aquella hora, en la que el Hijo prescindió de su madre (Jn 2,4), la Virgen se reveló como madre de todos, como madre de la iglesia (en este sentido hay que leer la oración sobre las ofrendas).

Y una vez más la madre está junto a Cristo en la fe, representados simbólicamente en Juan los discípulos y los hermanos. En esta fe contra toda esperanza experimenta profundamente la Virgen la coparticipación en los sufrimientos del Hijo (“compatientem”, de “pati-cum”, es el término latino de la “editio typica “ del Misal romano, traducido a veces impropiamente con “dolorosa”; lo mismo puede decirse para la oración después de la comunión, en donde “compassionem B. M.V. recolentes” se ha traducido: “al recordar los dolores de la virgen María”. No sólo como madre está íntimamente unida al dolor de Cristo, sino que, como ya hemos observado, lo está como creyente bienaventurada que ve vacilar los fundamentos de su fe con la pasión y la muerte. Al mismo tiempo lucha sufriendo, esperando sólo en aquel que muere.

Surge espontáneamente el recuerdo de Simeón, que había profetizado ya en este sentido: “Una espada atravesará tu alma” (Lc 2,35, del que encontramos un eco en la antífona inicial de la misa en el segundo pasaje evangélico ad líbitum, o sea Lc 2,33-35, y en la segunda liturgia de las horas sacada del Sermones de san Bernardo), y el recuerdo de su vida de fe que la había ido preparando para esta realidad: admirable expresión de los futuros fieles auténticos, que aun en medio del sufrimiento esperan únicamente en aquel que murió y resucitó. En Apocalipsis 12 parece estar clara la referencia a Jn 19,25-27. Por lo que se refiere a la “mujer”, se sabe que los exegetas andan divididos. Sin embargo, creemos que no está lejos la interpretación que ve en esta “mujer” tanto a la iglesia como a María : en efecto, “la iglesia y María son entre sí realidades complementarias, lo mismo que son las dos complementos insustituibles del mismo Cristo”. La madre del Hijo de Dios participa con él, en la hora de la historia, en la generación dolorosa de todos los vivientes, derrotando al enemigo del Hijo del hombre y participando en su glorificación por esta victoria. En este sentido el bíblico “viventium mater” (Gén 3,20) es el título perfecto de la nueva Eva.

Madre espiritual y carnal de Cristo cabeza, madre espiritual de todos los miembros, de todos los hombres. Esta madre es la primera que ofrece su colaboración personal para completar la pasión de Cristo en favor de la iglesia, tal como se expresaba la Mystici Córporis refiriéndose a Col 1,24. Deseo que la liturgia, en la oración después de la comunión, sugiere que se actúe también parta la asamblea que ha celebrado la memoria de la Dolorosa como fruto final. De esta forma la madre se convierte para la ecclesia, que sigue luchando aún contra el dragón, esperando la glorificación final, en signo de una esperanza cierta y en motivo de estímulo.

La petición de la ecclesia es esencial: participar en la pasión de Cristo con aquella que es su madre y su imagen, anhelando ardientemente llegar como llegó ella a la glorificación final: “Haz que la iglesia, asociándose con María a la pasión de Cristo, merezca participar de su resurrección”. Estamos en el corazón de la liturgia del 15 de septiembre, la auténtica dimensión cristiana y el sentido último y denso de la celebración, los mismos motivos que aparecen en el Stábat Mater. Lo que se vislumbra al comienzo de la colecta encuentra su petición consecuente en su segunda parte: pasión del Hijo y de la madre (petición de conglorificación). Estas dos peticiones piden lo esencial para la vida de la iglesia. Respetan su ya y su todavía no. San Pablo nos ayuda a profundizar en el sentido de estas súplicas. La comunión total con Cristo Señor nos da la garantía de participar en su vida divina (también la antífonas de laúdes y vísperas).

El espíritu que él nos ha obtenido “da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos: herederos de Dios, coherederos de Cristo” (Rom 8, 1-17). Cristo quiso libremente señalar el camino del hombre participando en todo y para todo de la vida humana, viviendo un período concreto de acontecimientos, alegrías y sufrimientos, viviendo hasta el fondo la muerte por la vida. La comunión con él, ser coherederos con su persona, como la vivió también la virgen María, supone asumir, iluminados conscientemente por la fe, la vida de cada día, en donde el límite propio del hombre, el sufrimiento, es un elemento no accesorio: “Coherederos de Cristo, si es que padecemos juntamente con él (Rom 8,17).

La participación en la pasión tiene dos perspectivas: personal y comunitaria. Es anhelo por la continua liberación de toda forma de pecado, de mal, individual y social. El volver a tomar día tras día la propia cruz (Lc 9,39) y aliviar compasivamente la cruz de cualquier hombre que esté en nuestro Camino y la de la humanidad de que formamos parte (Lc 10,25-37; Jn 13,34). Pero esta pasión no es fin de sí misma, sino que es para la vida: “Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, produce mucho fruto” (Jn 12,24); y es para la vida sin fin: “Padecemos juntamente con él, para ser también juntamente con él, para ser también juntamente glorificados” (Rom 8,17); “si sufrimos con él, también con él reinaremos” (2 Tim 2, 11). Se trata de la tensión escatológica hacia la vida de toda la existencia cristiana. Se trata de la esperanza, que sostiene el ya de la iglesia, mientras camina hacia el todavía no. Esperanza que se centra esencialmente en la resurrección de Cristo, el primero de los vivientes (Rom 8, 18-30)

b) Triduo pascual

Una serena meditación y lectura de la presencia de la Virgen a lo largo del año litúrgico ha llevado a la constatación de que en el triduo pascual de la liturgia romana la participación de la madre en la pasión del Hijo, a pesar de ser un elemento intrínseco del misterio que se celebra, no ha sido explicitada de ninguna forma. Sin embargo, la tradición litúrgica de rito bizantino y de otros ritos orientales se muestra sensible a esta dimensión celebrativa. En la liturgia propia de la Orden de los Siervos de María, oficialmente aprobada, se ha encontrado una formo específica que se sitúa ritualmente después de la adoración de la Cruz el viernes santo. La sobria secuencia ritual que señala cómo la virgen María está indisolublemente unida a la obra de salvación realizado por su Hijo, fiel y fuerte hasta la cruz, madre de todos los hombres, modelo de la iglesia, está compuesta de una admonición a la que siguen unos momentos de oración en silencio y el canto de algunas estrofas del Stábat Mater u otro canto debidamente escogido. En el corazón de la celebración del misterio pascual se pone de relieve discretamente la primera participación de la humanidad en la pasión redentora: como para la encarnación, también para la redención, en el sentido de Col 11,24.

c) Ejercicios piadosos

1) Inspirándose probablemente en el uso de rezar el rosario

Se difundió en el s. XVII la Corona de la Dolorosa, mejor llamada inicialmente de los Siete Dolores. En una de las primeras ediciones impresas, dicha Corona se compone de elementos rituales que se mantendrán esencialmente en vigor incluso en nuestros días: introducción; enunciación de un dolor, un Padrenuestro-siete Avemarías “en veneración de las lágrimas que derramó la Virgen de los dolores”, finalmente una parte del Stábat Mater (más tarde se recitó completo) con una oración para terminar.

2) La Via Matris dolorosae

Para facilitar el modo de meditar los dolores de María, de forma análoga al Vía Crucis, este piados ejercicio recuerda a la mater dolorosa pasando de una estación a otra, en la que se representa cada uno de los siete dolores principales. Su origen parece remontarse al s. XVIII y se practicó inicialmente y en particular en las iglesias de los Siervos de María de España. Uno de los primeros testimonios escritos, conservados hasta hoy, donde se refiere el método para celebrar la Via Matris, se remonta a 1842. Normalmente este piadoso ejercicio se practica los viernes de cuaresma. Desde 1937 hasta los años sesenta, bajo la forma de novena perpetua, adquirió una importancia muy amplia en Chicago y en las dos Américas.

3) La Desolada

También este piadoso ejercicio se desarrolló en el s. XVIII. Nació de la consideración, en cierto modo pietista, de que María vivió el colmo de su dolor durante la sepultura de su Hijo; en este período ella se vio realmente “desolada”; por eso, para “com-padecer-la” algunos estaban en oración desde el atardecer del viernes santo hasta las dieciséis del sábado santo, así como todos los viernes del año.

d) Religiosidad popular

La imagen de la madre vestida de negro manto es una presencia casi constante en las tradiciones populares que veneran a la Dolora, desde el comienzo de la devoción hasta nuestros días. Sin embargo, no es fácil encontrar una documentación exhaustiva que permita recoger las diversas formas con que la religiosidad popular, entendida en el sentido más amplio del término, ha expresado y sigue expresando su devoción a la mater dolorosa. No cabe duda de que en occidente la devoción a la Dolorosa, antes de encontrar su codificación litúrgica o en los oficios “de compassione” (desde el s. XV) o en las misas (desde comienzos del s. XV), encuentra un favor especial en las expresiones populares. La figura de madre enlutada sigue estando esencialmente ligada a otra imagen pedagógicamente hegemónica, a su stare recogido, inmóvil y mudo del evangelio de Juan o al contemplar velado en lágrimas de Stábat. Lo mismo podemos decir de las formas religiosas que se desarrollaron después del concilio de Trento, especialmente de las procesiones dramáticas y escenificaciones presentes sobre todo, aunque no sólo, en el sur de la península italiana y en España. Probablemente hoy estas formas, no siempre administradas directamente por la comunidad cristiana, son las únicas expresiones periódicas que nos quedan de la religiosidad popular en que directa o indirectamente se expresa la devoción a la Dolorosa.

 

NOTA HISTÓRICA

Muy recientemente todavía el editor de la Bibliografía mariana, G. Besutti, señalaba: “La historia de la piedad cristiana con la virgen María, que padece con su Hijo al pie de la cruz, no ha sido escrita aún por completo de forma que comprenda no sólo al oriente, sino a todas las regiones de occidente. Hay muchos aspectos, incluso importantes, que están más o menos diseminados por todas partes y que, si no se han ignorado, al menos no han sido valorados debidamente”. Y en este contexto refiere cómo en Herford (Paderborn) se fundó en 1011 un oratorio dedicado a “S. Mariae ad Crucem”. Esta cita revela cierto interés, en cuanto que de alguna manera confirma las observaciones de Wilmart: hay que poner antes del s. XII el nacimiento de esa corriente piadosa que se inspira en la meditación compasión de María al pie de la cruz. Sin embargo, todavía queda por precisar los tiempos y los lugares en que maduraron las reflexiones de los primeros padres de oriente y de occidente, las intuiciones poéticas y homiléticas, en concreto bizantina (por ej., Romanos Melodas, , que fueron poniendo progresivamente en relación la espada profetizada de Simeón con la compasión de la Virgen y su participación en la pasión redentora del Hijo.

A lo largo del s. XIII se elabora la devoción a la Dolorosa, precisándose a comienzos del s. XIV como devoción a los Siete dolores. Pero “el primer documento cierto sobre la aparición de la fiesta litúrgica del dolor de María proviene de una iglesia local”; en efecto, el 22 de abril de 1423 un decreto del concilio provincial de Colonia introducía en aquella región la fiesta de la Dolorosa en reparación por los sacrílegos ultrajes que los husitas habían cometido contra las imágenes del crucificado y de la Virgen al pie de la cruz. La fiesta llevaba por título “Commemmoratio angustiae et doloribus Betae Mariae Virginis”, según el tenor del decreto conciliar, que decía: “… Ordenamos y establecemos que la conmemoración de la angustia y del dolor de la bienaventurada Virgen María se celebre todos los años el viernes después de la domínica Jubilate (tercer domingo después de pascua), a no ser que ese día se celebre otra fiesta, en cuyo caso se transferirá al viernes próximo siguiente”.

En 1482 Sixto IV compuso e hizo insertar en el Misal romano, con el título de Nuestra Señora de la Piedad, un misa centrada en el acontecimiento salvífico de María al pie de la cruz. Posteriormente esa fiesta se difundió por occidente con diversas denominaciones y fechas distintas. Además de la denominación establecida por el concilio de Colonia y la que se fijaba en la misa de Sixto IV, era llamada también: “De transfixione seu martyrio cordis Beatae Mariae”, “De compassione Beatae Mariae Virginis”, “De lamentatione Mariae”, “De planctu Beatae Mariae”, “De spasmo atque dolorigus Mariae”, “De septem doloribus Beatae Mariae Virginis”, etc.

Mientras tanto, el 9 de junio de 1668 se les concedián a los Siervos de María la facultad de celebrar el tercer domingo de septiembre la “Missa de septem doloribus B.M.V.” con un formulario que se deduce que es muy parecido al de 1482. Esta misma es la que, con algunas ligeras modificaciones, se recoge en el Misal de Pío V el viernes de pasión. En realidad, la fiesta del viernes de pasión, concedida el 18 de agosto de 1714 a la Orden de los Siervos, se extendió, por petición de la misma orden, a toda la iglesia latina bajo el pontificado de Benedicto XIII (22 de abril de 1727). Además, Pío VII, el 18 de septiembre de 1814 extendió al tercer domingo de septiembre la fiesta de los Siete dolores con los formularios para el oficio divino y para la misa que ya estaban en uso entre los Siervos de María. Finalmente, con la reforma de Pío X, ante el deseo de realzar el valor de los domingos, esta fiesta quedó fijada el 15 de septiembre, fecha que estaba ya en uso en el rito ambrosiano, que por no tener la octava de la Natividad de la Virgen, celebró siempre ese día los dolores de María.

La fiesta del viernes de pasión quedó reducida por la reforma de las rúbricas de 1960 a una simple conmemoración. El nuevo calendario promulgado en 1969 suprimió la conmemoración del tiempo de pasión y redujo a la categoría de “memoria” la fiesta de los siete Dolores de septiembre bajo el nuevo título de “Nuestra Señora la Virgen de los Dolores”.

 

CONCLUSIÓN

La historia de esta devoción, como ya se ha observado y como se deduce igualmente de estas notas, parece trazar una línea curva que alcanza su apogeo en los períodos de codificación litúrgica. La ósmosis entre lo popular y lo oficial, aun en medio de los reflujos pietistas que es posible constatar, conduce a una intensidad difusa del sentimiento de devoción hacia la mater dolorosa.

Precisamente cuando la ósmosis es mayor es cuando la intensidad aparece más profunda. Pero es preciso subrayar que el progresivo replanteamiento litúrgico a lo largo del s. XX, ayudado en este punto por la reflexión bíblico-patrística, coincide con la “cualidad” de la meditación sobre el misterio del dolor de santa María, insertándolo en un contexto más amplio de historia de la salvación; no se contempla ni se venera a la mater dolorosa solamente para participar conscientemente, en cuanto personas particulares, en la pasión de Cristo a fin de vivir su resurrección, sino que además se hace esto para que María, como imagen de la iglesia, inspire a los creyentes el deseo de estar al lado de las infinitas cruces de los hombres para poner allí aliento, presencia liberadora y cooperación redentora. Además, la Dolorosa puede recordad a los hombres de nuestro tiempo, inquietos y preocupados por la esencialidad de las cosas, que la confrontación con la palabra de la verdad y su manifestación pasa ciertamente por la experiencia de la espada (Lc 2,35; 14, 17; 33,36; Sab 18,15; Ef 6,17; Heb 4,12; Ap 1,16), que traspasa el alma, pero que abre también a una nueva conciencia y a una misión renovada (Jn 19, 25-27), que va más allá de la carne y de la sangre y de la voluntad del hombre, puesto que brota de Dios (Jn 1, 13).

Fuente: Nuevo Diccionario de Mariología. Ediciones Paulinas.

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María al pie de la Cruz

Este es el capítulo XXV del libro de Joaquín Casañ y Alegre: Vida de la Virgen María.

Sola, acompañada tan sólo de Juan, el discípulo amado, convertido en hijo de María por las palabras del Maestro a su Madre y al discípulo, de Magdalena y María, quedaron al pie de la cruz en medio del abandono de todos, de los verdugos, que despavoridos huyeron en el momento de la convulsión de la materia, aterrada ante la muerte de su Creador, temblor, espanto y convulsión que hizo cambiarla de aspecto en lejanas regiones; a tal punto llegó el pasmo de la naturaleza, aun más apartada del lugar del espantoso crimen.

María quedó al pie de la cruz siendo modelo del amor entrañable a su Hijo, que señaló con su valor maravilloso, como sostenido por la fe y la voluntad de Dios que allí la puso como modelo del afecto, del sufrimiento y de resignación en el cumplimiento de la voluntad de quien la hizo Madre de tan inestimable tesoro.

«La presencia de María al pie de la cruz, dice Augusto Nicolás, brilla especialmente en fidelidad y heroísmo, considerándola en oposición con su ausencia en todas las escenas de gloria y de amor en que su divino Hijo se había revelado y dado a sus discípulos. Estos habían adquirido en ellas un entusiasmo de adhesión que se desvaneció muy pronto ante el peligro y la desgracia».

«El Evangelio nos dice que estaban con Ella su hermana María de Cleofás, María Magdalena y San Juan. Pero del contexto mismo de esta narración resulta que sólo estaban allí como el séquito de María que las sostenía con su propia firmeza. Y aún puede con verdad decirse que no estaban allí con el espíritu con que estaba María, con espíritu de fe; como lo mostró claramente su duda y su pasmo en las escenas de la Resurrección. La ausencia de María en estas últimas escenas ilumina también con una luz sobrenatural su presencia al pie de la cruz y la hacen aparecer única».

El ilustre autor de Athalia nos pinta este hecho con una hermosa descripción: «La Santísima Virgen estaba en pie, y no desmayada como la pintan los pintores. Acordábase de las palabras del Ángel y sabía la divinidad de su Hijo. Y ni en el capitulo siguiente, ni en ningún Evangelista, se la nombra entre las santas mujeres que fueron al sepulcro; porque tenía seguridad de que no estaba allí Jesucristo».

En verdad en verdad que en la resignación y el dolor tranquilo de María sin demostraciones vanas de dolor, de angustia, ni sentimiento, se ven claramente patentizadas en aquella triste conformidad con la voluntad de Dios, voluntad que al cumplirse acata María, pero dejando arrancar silenciosa y dolorosamente las fibras de la sensibilidad maternal de su tierno y amante corazón.

Nicole, en sus Ensayos de Moral, dice: «El mayor espectáculo que hubo jamás, que llenó de admiración a todos los Ángeles del cielo y asombrará a todos los Santos en toda la eternidad; este misterio inefable por el cual fueron vencidos los demonios y reconciliados los hombres con Dios; en fin, este prodigio pasmoso de un Dios padeciendo por sus esclavos y sus enemigos, sólo tuvo por testigo entonces a la Santísima Virgen, Los judíos y los paganos sólo vieron allí un hombre a quien odiaban, o a quien despreciaban, clavado en la cruz; las mujeres de Galilea sólo vieron a un justo a quien se hacía morir cruelmente. Sólo María, representando a toda la Iglesia, vio allí un Dios padeciendo por los hombres».

¡Ah! María sola al pie de la cruz, sin más testigos de aquel inmenso dolor que aquellos seres bien amados de Jesús, compadecía estos divinos padecimientos y participó de su infinidad. Así el profeta, después de buscar en toda la naturaleza algo grande, inmenso, con que comparar el dolor, la pena, el sufrimiento de María, no encuentra más que el mar, grande, inmenso, cuya extensión y amargura es el único término de comparación que se asemeja a la extensión del dolor del corazón de María en estos duros y crueles trances.

Y este término no es porque el mar pueda servir de medida, sino que como dice Hugo de San Víctor, «porque así como la mar excede incomparablemente a las demás aguas en profundidad y extensión, así los dolores de María sobrepujan a todos los dolores». Así lo publica Ella misma al pie de la cruz por medio de estas patéticas y penetrantes palabras que el mismo profeta pone en sus labios: ¡Oh todos vosotros los que pasáis por el camino: considerad y ved si hay dolor semejante al mío!, y así lo ha ratificado la humanidad entera llamando a María con los grandes nombres de Madre de los Dolores, Madre de la Piedad, Consuelo de los Afligidos y yendo a llevar al pie de los altares para sobrellevarlos y templarlos con su ejemplo, los dolores más agudos del pobre corazón humano, que sin Ella no tendrían modelo los que sufrimos en los seres más queridos de nuestra alma, los dolores del luto, de la simpatía y de la compasión.

María era Madre, y es tal la fuerza de este sentimiento, que las lleva al mayor de los sacrificios. ¡Era Madre! pero ¡qué Madre y qué Hijo! La Madre más perfecta, la más pura, más fiel, tierna y cariñosa, del Hijo más perfecto, más bello, más amable, más Hijo. ¿Quién puede comprender la riqueza de tal corazón en el que se multiplican las cosas más contrarias para formar el supremo amor?

Era Madre del Redentor, de la Victoria, de nuestra salvación, y por tanto, Madre corredentora y compasiva, en vista del sacrificio de su Hijo. No pudiendo el Hijo de Dios padecer y morir en su naturaleza divina, había debido adaptarse un cuerpo, una naturaleza pasible, una aptitud de víctima. Y esta aptitud la tomó en María, y de María: de María, a la que pudo decir como a su Padre, Corpus aptasti mihi. Pero María, también predestinada para este divino ministerio de la misericordia, había recibido previamente de Él, como Dios, esta naturaleza compasiva que debía Él sacar después de sus entrañas como hombre; de tal suerte, que bajo este respecto, existía entre María y Jesús una prodigiosa simpatía de complexión, de temperamento, de costumbres, que hacía del corazón las entrañas y la carne de María; de María, predestinada por Dios al mismo fin que inclinó a Dios a ser su Hijo, a un fin de inmolación y de sacrificio, la que la hizo Madre de Dios, la hizo al mismo tiempo Madre de compasión y de dolor; de tal suerte, que todo cuanto había en Ella de amor, de gloria y de grandeza con relación a Jesús solo, se le concedió con tal largueza para hacerla más apta para sufrir con Jesús con los mismos padecimientos; para ponerla al pie de la Cruz, como el centro de todas las miserias y de todas las calamidades que le es dado soportar a una criatura.

María sufre allí todos los dolores de la naturaleza como la Madre más tierna, viendo espirar entre los más crueles dolores e ignominiosos padecimientos al Hijo más digno de ser amado. Siendo su dolor proporcionado a su amor, no hay ningún dolor comparable al suyo, por la razón de que no hay ningún amor que pueda compararse con el de aquella angustiada Madre.

Pero además de los dolores de la naturaleza, María experimentó dolores aún más profundos, los dolores de la gracia; con los cuales, elevando y enriqueciendo su pura naturaleza, le da más delicadeza y energía para el sufrimiento. Este es el dolor del corazón cristiano.

Bossuet lo dice elocuentemente:

«Acontece con este Hijo y esta Madre como con dos espejos opuestos, que enviándose mutuamente por una especie de emulación todo cuanto reciben, multiplican los objetos hasta lo infinito. Así se acrecienta sin medida su dolor, mientras que las olas que levanta se sobreponen unas a otras por una especie de flujo y reflujo».

Pero, no obstante, en lo más terrible de esta tempestad, en la sangre y las lágrimas del suplicio, las blasfemias e imprecaciones de los verdugos, los insultos del populacho, la pavura de los discípulos, las quejas y lamentos de las sensibles mujeres, las últimas palabras y la gran voz de la víctima, la conmoción y espanto de la naturaleza aterrada, María, superior a su sexo, superior al hombre superior a la humanidad entera, sola con la Divinidad, inmóvil permanece en pie: Stabat. «No representéis a María desmayada, dice San Ambrosio, ni aun sollozando; yo leo en el Evangelio que estaba en pie, no leo que llorase. Esta Madre afligida miraba con compasión las llagas de este Hijo que sabía que debía ser la Redención del mundo. Permanecía en pie, con un valor que no degeneraba del que tenía a la vista, sin temor de perder la vida». Tal era el dolor, el peso de aquel inmenso sufrimiento, que puede decirse con San Bernardino de Sena, que si hubiera estado repartido entre todas las criaturas, no hubiera habido ninguna que no hubiese sucumbido a él, siendo un dolor divino e infinito, el dolor mismo del Hijo de Dios. Y si María resistía, es porque el mismo Espíritu, la misma Virtud, que había hecho a María Madre de Dios, le daba fuerzas para soportarlo. Esta divina Maternidad, fuente de dolor, era al mismo tiempo de su valor.

Por eso el dolor de la mujer tiene su representación más alta más noble y espiritual en María, en la Virgen al pie de la Cruz, en la Virgen sosteniendo entre sus brazos a su Hijo adorado, el cuerpo de la víctima sagrada de la redención del hombre y a la que llamamos e invocamos con los nombres de María de la Soledad, la Madre de los Dolores. Por Ella y con Ella sienten todas las madres horror a la para ellas más terrible de las desgracias, la muerte de sus hijos. No hay familia católica que no encierre en el santuario del hogar, en el templo de su familia, la Imagen de María en alguna de aquellas invocaciones, presidiendo y amparando a aquellos seres, que se ponen bajo su protección en los dolores y trances de la vida. El ardiente en caridad y amor, el corazón de María, atravesado de las siete litúrgicas y simbólicas espadas, presenta a los corazones sensibles un simbolismo de los crueles dolores de la Madre de Jesús.

Y ese corazón de María le hemos visto reproducido desde el mármol al lienzo, de éste al papel y a la tela, desde el más rico estofado de preciosas telas al humilde azulejo que enclavado en poste de ladrillos, se presenta en medio de la soledad de los caminos al viajante, a quien sorprende en la revuelta de la senda al atravesar el umbroso bosque y cobijada bajo el espeso ramaje de la encina o la desmayada cabellera del fúnebre sauce, para recordarle una oración a la que fue Madre de los Dolores por nuestra salvación. ¡Y cuál impresiona en medio de la soledad del campo, del rumor del bosque aquel dolorido rostro trazado por inexperta mano, y aquel pecho atravesado por las agudas espadas que le destrozan! ¡Ah! la pasión de Cristo, en medio de su grandeza, en medio de lo sublime de su tortura, se agranda y se hace incomensurable en sí por el océano de lágrimas y de dolor que vertió María en semejantes momentos. No, no podemos apartar de nuestra mente la pasión y el martirio del Hijo, sin caer en el insondable y amargo mar del sufrimiento de la Madre.

Por eso, por esa causa el dolor de María pesa tanto en nuestro corazón, que no nos podemos apartar de él, no podemos separarlo de nuestro corazón y sobre él le llevamos como recuerdo material, bordado o estampado en el escapulario que desde niños nos pusieron nuestras madres como broquel de fuerza inrompible contra las tentaciones del demonio, como egida impenetrable a los dardos de la indiferencia, como ardiente hornillo que encendiera en nuestro pecho el fuego del amor a María, del amor a sus dolores, que habían de ser nuestro amparo en los que la humanidad nos tenía reservados en el camino espinoso y duro de la existencia.

Dolores acerbos para María, dolores que en las desgracias son bálsamo para los nuestros, y doloroso poema que el arte católico ha querido reproducir en multitud de hermosos lienzos, pues no encontraréis escuela inspirada en la fe católica que no haya reproducido aquel poema de tristura, de llanto y penas de la Madre del Salvador. La dolorosa Virgen vive y ha vivido siempre unida al nombre de la pasión de su Hijo, y su imagen reproducida y pintada, sentida y trasmitida por los artistas, nace en las Catacumbas y llega a nuestros días, imperando y reinando con amor y afecto desde el solitario cipo de los caminos a las espléndidas catedrales. Pero para pintar a María en su amargo dolor, necesítase una inspiración sentidamente católica, necesítase la espiritualización del dolor, y esto sólo ha sido dable a genios como Murillo, que es sólo quien ha traducido en la verdad e idealismo de sus colores la triste y dolorosa realidad del hecho, Tiziano con la mágica de sus colores y dibujo, ni la escuela véneta, ni la alemana con Rembrant han sabido dar la verdad de aquel inmenso y divino dolor, no, unas y otras escuelas han pintado más a la mujer dolorida, que a María, la Madre Inmaculada; en unas y otras hase visto más el dolor humano, pero no aquel dolor más inmenso y amargo que el mar, únicamente Murillo es quien ha acertado a traducir por la magia del pincel y del color el ambiente y tristeza de María en el acto de su soledad y de su pena. Solamente Murillo y Fra-Angélico, han sido quienes se han aproximado a la representación del dolor de María, los dos en quienes la inspiración artística ha sonado al unísono del concepto, del sentimiento cristiano, sin los resabios ni influencias del Renacimiento, traduciendo el hecho por la inspiración clásica.

Para el sentimiento artístico católico, se necesita una inspiración verdaderamente religiosa del acto traducible, y de aquí que ni en la pintura de la Mater Dolorosa, ni en la apoteosis sangrienta del Calvario, hayan marchado al unísono, como decimos, el sentimiento, con la inspiración, y que la ejecución primorosa haya querido borrar en muchas ocasiones la falta de aquéllas por la magia del color o lo dramático del cuadro, por sus importantes detalles de majestad y de tener como elementos integrantes del concepto del sublime.

Y dejando estos juicios del carácter e inspiración pictórica, vengamos a encontrar a María, a quien dejamos al pie de la Cruz cuando muerto su Hijo, los elementos calman su furor, mejor dicho, su espanto, y caen en ese dolor, en ese terror mudo, silencioso, más temible aún que el choque tremendo de aquéllos en titánica lucha.

Sola al pie de la Cruz y acompañada tan únicamente de Juan y las mujeres queda María. Del Calvario han huido los verdugos asustados de su obra, y en la obscuridad y silencio que los rodea, ven ascender a la meseta a unos caballeros acompañados de esclavos, cargados con frascos y pebeteros y blancos lienzos. ¿Quiénes son aquellos que acuden cuando todos han huido?

Son Nicodemus, caballero, discípulo de Jesús, y José de Arimatea, que conseguido permiso de Pilatos para descolgar el cuerpo de Jesús v darle sepultura, subían al Calvario llevando aromas y sudario con que ungirle y dar sepultura.

Triste acto, en el que los golpes del martillo quitando el remache de los clavos, resonarían en el pecho de María con dolorosos sonidos; golpes que caerían sobre su corazón dolorido en medio del silencio que rodeaba el Calvario, en medio de la soledad que circuía a aquellos piadosos varones y santas mujeres.

Descolgado el cuerpo de Jesús, María recibió en sus brazos aquel llagado y herido cuerpo de su amado y adorado Hijo.

«Pues cuando la Virgen le tuvo en sus brazos, ¿qué lengua podrá explicar lo que sintió? ¡Oh ángeles de paz! llorad con esta sagrada Virgen, llorad cielos, llorad estrellas del cielo y todas las criaturas del mundo, acompañad el llanto de María! Abrázase la Madre con el cuerpo despedazado, apriétalo fuertemente contra su pecho, mete su cara entre las espinas de la sagrada cabeza, júntase rostro con rostro, tiñese la cara de la Madre con la sangre del Hijo y riégase la del Hijo con las lágrimas de la Madre. ¡Oh dulce Madre! ¿Es ese por ventura vuestro dulcísimo Hijo? ¿Es ese el que concebisteis con tanta gloria y paristeis con tanta alegría? ¿Pues qué se hicieron vuestros gozos pasados?

»Hijo, antes de ahora descanso mío y ahora cuchillo de mi dolor, ¿qué hicistes para que los judíos te crucificaran? ¿Qué causa hubo para darte muerte? ¿Estas son las gracias de tus buenas obras? ¿Es este el premio que se da a la virtud? ¿Esta es la paga de tanta doctrina?
»Oh dulcísimo Hijo, ¿qué haré sin Ti?
»¡Tú eras mi Hijo, mi Padre, mi Esposo, mi Maestro y toda mi compañía! María quedó como huérfana sin Padre, viuda sin Esposo, y sola sin tal Maestro y tan dulce compañía. Ya no te veré más entrar por mis puertas cansado de los discursos y predicaciones del Evangelio. Ya no limpiaré más el sudor de tu rostro asoleado y fatigado de los caminos y trabajos. Ya no te veré más asentado a esa y dando de comer a mi ánima con tu divina presencia.
»Fenecida es ya mi gloria, mas se acaba mi alegría y comienza mi soledad».

Así expresa con sentido tan hermoso la soledad y tristeza de María en el doloroso trance, el clásico de nuestros clásicos, el elocuente Fray Luis de Granada, en el libro de la oración y meditación en el capítulo para el sábado por la mañana. De esta tierna manera, de este sentido concepto del dolor de María, expresado con tal belleza, encanto y pureza del estilo, descríbese el inmenso dolor de aquella pobre Madre dolorida, al recibir el ultrajado cuerpo de su Hijo tan amado, de aquel Jesús padre del amor, padre de la caridad y bondadoso para el que en fe ardía su corazón, tanto como justiciero con los hipócritas y fariseos.

María recibe en sus brazos el desfigurado cuerpo de quien la belleza humana, de Aquel llagado, herido y destrozado por la perfidia de los hombres imbuídos y cegados por Satán en su inconcebible furia y encono contra Jesús, al que no había podido vencer a pesar de sus armas, ni con la maldad de los hombres, sus instrumentos.

Véase cómo relata el triste hecho del descenso de la Cruz la venerable escritora a quien tantas veces hemos citado, Sor María de Ágreda.

«Corría ya la tarde de aquel día de Parasceve, y la Madre no tenía aún certeza de lo que deseaba, que era la sepultura para su difunto Hijo; porque Su Majestad daba lugar a que la tribulación de su Madre se aliviase por medios que su providencia tenía dispuestos, moviendo el corazón de Arimatea y Nicodemus, para que solicitasen la sepultura y entierro de su Maestro. Eran ambos discípulos del Señor y justos, aunque no del número de los setenta y dos; porque eran ocultos por el temor de los judíos, que aborrecían como sospechosos y enemigos a todos cuantos seguían la doctrina de Cristo, y le reconocían por Maestro…

«Llegaron a la presencia de María, que con dolor incomparable asistía al pie de la Cruz, acompañada de San Juan y las Marías. Y en vez de saludarla, con la vista del divino y lamentable espectáculo, se renovó en todos el dolor con tanta fuerza y amargura, que por algún espacio de tiempo estuvieron José y Nicodemus postrados a los pies de la Reina, y todos al de la Cruz, sin contener las lágrimas y suspiros, sin hablar palabra. Lloraban todos con clamores y lamentos de amargura, hasta que la Reina los levantó de la tierra, los animó y confortó, y entonces la saludaron con humilde compasión. La Madre les agradeció su piedad, y el obsequio que hacían a su Maestro, en darle sepultura a su cuerpo difunto, en cuyo nombre les ofreció el premio de aquella obra. Luego se quitaron los mantos o capas que tenían, y por sus manos José y Nicodemus arrimaron las escalas a la Cruz y subieron a desenclavar el Sagrado Cuerpo, estando la gloriosa Madre muy cerca, y San Juan con la Magdalena asistiéndola…

»Pasado algún espacio que la dolorosa Madre tuvo en su seno al difunto Jesús, la suplicaron San Juan y José diese lugar para el entierro de su Hijo. Permitiólo; y sobre la misma sábana fue ungido el sagrado cuerpo con las especias y ungüentos aromáticos que trajo Nicodemus, gastando en este obsequio todas las cien libras que se habían comprado. Y así ungido, fue colocado el cuerpo en el féretro (La venerable Ágreda da como existente entre los hebreos la costumbre de ataúd o féretro) para llevarle al sepulcro. Levantaron el Cuerpo Sagrado, San Juan, José, Nicodemus y el Centurión que asistió a la muerte. Seguían la Madre acompañada de Magdalena, de las Marías y otras piadosas mujeres… Todos así ordenados caminaron con silencio y lágrimas a un huerto que estaba cerca, donde José tenía labrado un sepulcro nuevo, en el cual nadie se había depositado ni enterrado».

Solitario quedó el Calvario: solo la Cruz de Jesucristo erguida y como abrazando a la tierra, quedó alumbrada por las últimas luces de un triste y melancólico crepúsculo. En occidente, luchaban los últimos rayos del sol hundido tras los montes, y luz amarillenta, pálida envolvía a las amoratadas nubes que empañaban el cielo. La Cruz destacándose clara sobre el anaranjado del horizonte, semejaba flotar en un nimbo de apagado fuego, y negra, centelleante, parecía una amenazadora y ardiente espada que amenazaba a la Jerusalem deicida, a la ciudad, sumida en un aterrador silencio, como atemorizada del acto que en su seno y a su vista se había realizado, parecía temerosa del castigo que la esperaba, y que aquella profecía de la víctima de su furor fuese ya a realizarse, como si viera ya sobre sí la espada de fuego que había de aniquilarla, y el incendio estallando en las ricas maderas del Templo, abrasara ya a sus homicidas habitantes.

¡Ah Jerusalem! No, no temas aún, tus horas están contadas; no ha llegado todavía el momento en que tus hijos, seres malditos, huyan despavoridos por la tierra, sin lograr reunirse, formar nacionalidad, ni abrigarse en su pecho una acción noble, ni un pensamiento, una idea de regeneración. No temas todavía, aún han de pasar algunos años para que los hijos paguen las culpas de los padres y se cumpla lo que en el paroxismo de odio y de furor contra Jesús, pedisteis en aquella mañana, la sangre y la condenación caerá sobre vosotros y vuestros hijos y vuestro deseo será cumplido, seréis seres malditos perseguidos por la tierra, en la que viviréis errantes, sin hogar propio, sin sol ni sombra que sea vuestra, sin patria, sin hogar, sin bandera ni porvenir.

Viviréis perseguidos como alimañas feroces, las naciones os perseguirán y expulsarán de sus tierras, el pueblo os asesinará y escupirá como raza vil y maldita, no podréis ni os permitirán ejercer ningún oficio noble, honrado, ni aun el de verdugos, y no tendréis más ocupación que la que os proporcionará el monarca de las tinieblas, Satanás; sólo podréis manejar el instrumento de la perdición de los seres humanos, el dinero, y así sólo podréis vivir menos preciados, siendo usureros prestamistas, siendo judíos, como el lenguaje universal se ha hecho sinónimas las palabras de prestamista y usurero, con las de judío. Ese es el porvenir que espera, Jerusalem, a tus hijos, fruto recogido por tu maldad, por tu perfidia, y como última afrenta, como último escarnio al nombre del pueblo deicida, vendréis a sufrir la esclavitud bárbara del mahometano que te despreciará como todos los pueblos y todas las razas, sirviéndole humillado y siervo del imperio de la media luna que te escupirá también y temerá tu contacto, haciéndote huir y encerrar en tus míseras covachas con tus dineros, para que no manches sus fiestas con tu presencia.

Sí; aquella Cruz solitaria envuelta en la dudosa luz del crepúsculo ha de ser tu condenación, y su sombra inmensa cayendo sobre la ciudad maldita, hará que venga a imperar en ella el paganismo que tanto te horrorizaba y del que serás esclavo mañana, como lo serás más tarde de pueblos civilizados. El cielo ni aun te reservará el consuelo de ser esclavo de pueblos ilustrados, dignos y cultos; ante la enormidad del crimen, corresponde la magnitud de la pena, el castigo a la ingratitud.

Enterrado Jesús, volvió al Calvario la fúnebre comitiva, y María, sola, sola en el mundo, sin más compañía que su hijo Juan, así designado por Jesús, besaron y recogieron los improperios de la pasión, y en medio de la obscuridad de la noche regresaron al seno de la ciudad deicida, a la casa del Cenáculo, aquella casa convertida en el más grande de los templos, pues que en ella se verificó la institución de la Eucaristía, y allí albergados con las santas mujeres, que no la abandonaban, pasó en medio de la mayor tristeza la primera noche de la soledad de la Madre de Dios, de la tierna invocación que tanto ha llenado de niños nuestra alma de sentida compasión, y de hombres de pena y aflicción nuestro pecho, cuando como padres hemos sufrido pérdidas como la de arrancarse de la vida pedazos de nuestra alma, hijos a quienes amábamos y eran nuestra esperanza en el amor y la de nuestras aspiraciones.

«Retirada ya la Virgen, dice Casabó, en el aposento donde se celebraron las dos cenas, acompañada de San Juan, de las Marías y otras mujeres santas que seguían al Señor desde Galilea, háblales a todos, dándoles las gracias con profunda humildad y lágrimas por la perseverancia con que hasta entonces la habían acompañado en la pasión de su amantísimo Hijo, en cuyo nombre les ofrecía el premio de su constante piedad y afecto con que la habían seguido, y así mismo se ofrecía por sierva y amiga de aquellas santas mujeres. Reconocieron este gran favor y le besaron la mano, pidiéndola su bendición. Suplicáronla descansase un poco, y recibiese alguna corporal refacción, a lo que respondió:

»-Mi descanso y mi aliento ha de ser ver a mi Hijo y Señor resucitado. Vosotros, carísimos, satisfaced a vuestra necesidad como conviene, mientras yo me retiro a solas con mi Hijo.

»En quedando a solas en su retiro, se entregó a sus afectos dolorosos, y toda se dejó poseer interior y exteriormente de la amargura de su alma, renovando todas las especies de todos los misterios y afrentosa muerte de su Hijo, en cuya ponderación pasó toda aquella noche llorando, suspirando, alabando y engrandeciendo las obras de su Hijo, su pasión, sus juicios ocultísimos y otros altísimos misterios».

Miles de páginas podrían llenarse tan sólo copiando las inspiradas palabras de los escritores católicos al considerar y estudiar la hermosa figura de María en tan doloroso como sublime acto de su penosa soledad, de sus sufrimientos y lágrimas en tan crueles horas, como las sufridas por la Reina y Señora en la terrible pasión de su Hijo, pero aun cuando todas ellas inspiradas en el más grande y santo amor a María, en la contemplación de su dolor ante los misterios de su Hijo, la pluma y el sentimiento humano son impotentes para pintarlos y describirlos: sólo allá en el fondo de nuestro pecho, cuando las desgracias y el dolor nos rodean, entonces es cuando el alma, el corazón, el pensamiento pueden comprender algo de aquel dolor divino, inmenso, que atenaceó el tierno corazón de la más pura, inocente y amante de las mujeres.

Sólo así, sólo en estos momentos es cuando podremos comprender el dolor y el sufrir de María en los momentos de la pasión y muerte de su Hijo Jesús, nuestro Salvador y Redentor con su sangre y misterio de nuestra esclavitud del pecado, dolor que es imposible sentirlo en la pequeñez de nuestro corazón, creyendo en lo humano no haberlo semejante al que en momentos de pena y aflicción hieren dolorosamente las fibras del sentimiento, y dolor que siempre, aun en las almas más justas, lleva en sí el carácter de expiación. Pero el dolor de María llenando un alma y corazón tan puro, tiene en sí la grandiosidad de lo inmenso, de lo grande, como obra de Dios.

Si la expresión sensible de este dolor, de esta pena y sufrimiento, de cuantos escritores la han pretendido expresar y traducir en hermosos conceptos, fuera dable reunirlas, vacías de expresión quedarían, frías y sin vida aquellas manifestaciones, ante la magnitud inmensa del dolor de María en aquellos terribles momentos.

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A Nuestra Señora de los Dolores o Dolorosa DEVOCIONES Y ORACIONES

Novena a Nuestra Señora de los Dolores

La Dolorosa se celebra el 15 de septiembre, por lo que su novena comienza el 6 de septiembre.

El misterio de la participación de la Virgen madre dolorosa en la pasión y muerte de su Hijo es probablemente el acontecimiento evangélico que ha encontrado un eco más amplio y más intenso en la religiosidad popular.

Pero el dolor de la Virgen, aunque encuentra en el misterio de la cruz su primera y última significación, fue captado por la piedad mariana también en otros acontecimientos de la vida de su Hijo en los que la madre participó personalmente.

Por la señal … Pésame Dios mío …

 

ORACIÓN INICIAL

Oh Virgen, la más dolorosa del mundo después de tu Hijo, a cuyos dolores estuviste perpetuamente asociada: te ruego que me alcances fortaleza para sufrir por mis pecados, como tú sufriste por los nuestros, a fin de que, crucificando mis pasiones y concupiscencias en la cruz de Cristo, llevando la cruz de mi deber por el camino de mi vida, caminando en pos de mi Señor y perseverando constantemente a tu lado, oh Madre mía, al pie de la cruz de tu Hijo, viva siempre y muera contigo, redimido y santificado por la sangre preciosísima de nuestro Redentor. También te pido, por tus dolores, que oigas mi petición en esta novena y, si conviene, me la concedas.

 

DÍA PRIMERO

Oh Virgen Dolorosa, siendo tú árbol florido y fructuoso, fuiste tan afligida, y yo árbol seco e inútil, quiero vivir regalado y soy impaciente de toda molestia y adversidad. Te ruego me concedas espíritu de penitencia, humildad y mortificación cristiana para imitarte a ti y a tu amado Hijo, crucificado por mí.
Terminar con la oración final para todos los días.

 

DÍA SEGUNDO

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que sufriste cuando el anciano Simeón te profetizó las contradicciones con que el mundo había de perseguir a tu Hijo, te suplico no permitas que yo me encuentre entre los mundanos enemigos de tu Hijo, sino entre los que profesan dócilmente su doctrina y la reflejan en sus costumbres verdaderamente cristianas, para que sea también de aquellos a quienes Él será resurrección y vida.
Terminar con la oración final para todos los días.

 

DÍA TERCERO

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que tuviste cuando el soberbio y ambicioso Herodes quiso dar muerte a tu Hijo, que venía a darnos vida, líbrame de toda ambición y soberbia y haz que, en vez de arrojar de mi lado a tu Hijo, le llame a mi, y, pospuestos todos mis intereses, le haga reinar sobre mi, siendo yo su vasallo fiel y obediente, para reinar con él en la gloria.
Terminar con la oración final para todos los días.

 

DÍA CUARTO

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que sufriste cuando perdiste a tu Hijo en Jerusalén y estuviste tres días buscándole, te suplico que nunca yo le pierda por el pecado y que, si le pierdo, le busque con arrepentimiento, y buscándole, le halle con la sincera confesión en el templo y le conserve con verdadera religión.
Terminar con la oración final para todos los días.

 

DÍA QUINTO

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que tuviste cuando por la calle de la Amargura acompañaste a tu Hijo hasta el Calvario, haz que yo también le acompañe, llevando la cruz que su providencia me ha dado, con humilde paciencia y digna constancia, sufriendo bien todas las molestias que vengan de mis prójimos.
Terminar con la oración final para todos los días.

 

DÍA SEXTO

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que tuviste cuando viste a Jesús clavado en la cruz, concédeme que yo me aproveche de los frutos de su pasión, que sea un cristiano verdadero, crucificado con Cristo, y que considere como una honra el padecer y sufrir algo por ser cristiano y practicar las virtudes cristianas.
Terminar con la oración final para todos los días.

 

DÍA SÉPTIMO

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor que sufriste al recibir a tu Hijo muerto y bajado de la cruz, te suplico me alcances el perdón de mis culpas, que fueron la causa de su muerte, y que sus heridas se graben profundamente en mi memoria y mi corazón, como testimonio de su amor, para que le ame hasta la muerte.
Terminar con la oración final para todos los días.

 

DÍA OCTAVO

Oh Virgen Dolorosa, por el dolor con que acompañaste a tu Hijo a la sepultura y allí le dejaste sepultado, concédeme que yo muera con los auxilios de la religión y sea sepultado entre los fieles cristianos con Cristo, para que, en el día del juicio, merezca resucitar con los verdaderos cristianos y ser llevado a la derecha de Cristo.
Terminar con la oración final para todos los días.

 

DÍA NOVENO

Oh Virgen Dolorosa, concédeme que así como tú, por tus dolores, recibes gran gloria en el cielo y triunfas allí como reina gloriosa de los mártires, así yo también, después de una vida mortificada con Cristo, merezca vivir eternamente en la gloria, dichoso con Cristo. Concédeme, oh Reina de los mártires, vivir en la cruz con paciencia, morir en la cruz con esperanza y reinar por la cruz con gloria.
Terminar con la oración final para todos los días.

 

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

Acuérdate, Virgen Madre de Dios, cuando estés en la presencia del Señor, de hablar en favor nuestro y que aparte su indignación de nosotros.
Oh Santísima Madre, hazme esta gracia: fija en mi corazón con eficacia las llagas de Jesús crucificado.
Haz que de Cristo en mí lleve la muerte, que participe su pasión y suerte y medite en sus llagas apenado.
Para que no arda en los eternos fuegos, defiéndeme tú, oh Virgen, con tus ruegos, en el día del juicio.
Y tú, oh Cristo, al salir yo de esta vida, por tu Madre querida, haz que llegue a la palma de victoria.
Cuando mi cuerpo muera, haz que mi alma adquiera del paraíso la gloria.
Rezar tres avemarías.
Ruega por nosotros, Virgen dolorosísima, que estuviste constantemente junto a la cruz de Jesucristo.
Nuestra Señora de la Buena Muerte, ruega por nosotros.

Oremos.-Te rogamos, Señor nuestro Jesucristo, que interceda ante tu clemencia la bienaventurada Virgen María tu Madre, cuya alma atravesó la espada de dolor en la hora de tu Pasión. Lo pedimos por ti, oh Jesucristo, Salvador del mundo, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
San José, ruega por nosotros.

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A Nuestra Señora de los Dolores o Dolorosa DEVOCIONES Y ORACIONES Via Crucis

El Vía Crucis de la Virgen Dolorosa

En la Pasión y Crucifixión hay dos personajes que pagaron con sus propias vidas el precio de nuestra redención: Cristo, nuestro Salvador y redentor, que con su sangre preciosa, lavó nuestros pecados y nos abrió la puerta del Cielo.

Y María, la Madre dolorosa, la corredentora, que por su amor inmenso hacia Jesús, padece la agonía de su hijo, y así consumida de dolor, inmersa en el cáliz de la sangre redentora de su Hijo, comparte plenamente el sacrificio salvífico de Jesús. …y todo por amor a nosotros!

El Camino del Calvario, no solo fue recorrido por Cristo. La Vía dolorosa es también el camino que María recorre, acompañando y consolando a su Hijo. Su campana y su consuelo son silentes y escondidos, desde un rincón de la calle, Ella camina presenciando todo el dolor de su hijo. María desde su lugar, vive la pasión de su amado Hijo dándole la fuerza y la gracia de su amor.

Primera Estación: «Jesús condenado a Muerte»

Oh Madre Dolorosa… ¿qué sintió tu corazón cuando escuchaste la sentencia de muerte que imponían a tu adorado hijo? Tu que le diste vida, que lo llevaste en tus entrañas, que le amamantaste, que lo viste crecer, caminar, hablar … y ahora serias testigo de su muerte. !Qué dolor Madre para ti verlo recorrer el camino pedregoso y estrecho que lo llevaría hacia su crucifixión! María, Madre del injustamente condenado, se que tu hubieras querido tomar el lugar de Jesús, pero sabias que era el momento de su martirio. Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Segunda Estación: «Jesús carga con su Cruz»

Oh Madre Dolorosa…tu que has sentido el gran dolor de ver a tu hijo con una corona de espinas enterrada en su tierna cabeza; tu que le has visto su cuerpo todo latigado, sangrando, y su carne toda llagada… Ahora tienes que ver como, sin ninguna consideración, en esa piel tan herida y adolorida, le colocan una cruz. Tu, Madre, sientes en tu corazón, el peso apremiante de ese madero que colocan sobre los hombros de tu amado Hijo. Y tu María, sin poder tomar su Cruz aunque eso era lo que tu corazón deseaba hacer. Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Tercera Estación: «Jesús cae por primera vez»

Oh Madre Dolorosa… tu que viviste para cuidar a tu hijo, ¡qué duro fue para ti verlo ahí indefenso! María, todo tu ser reaccionó y quisiste ir a recoger a Jesús, acariciarle, mitigarle su dolor, igual que cuando niño se caía y tu le limpiabas, le curabas. Pero, no podías hacerlo, debías solo orar y pedirle al Padre Celestial, que le diera las fuerzas necesarias para continuar…Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Cuarta Estación: «Jesús se encuentra con su Madre»

Oh Madre Dolorosa… tu corazón no aguanta más el deseo de darle un poco de cariño a tu hijo. Entonces, te adentras entre la multitud gritando el nombre que tantas veces llamabas para que fuera a comer, a estudiar: «¡Jesús, Jesús, Mi hijo…!» y por fin logras llegar a donde está tu hijo Jesús. Tus ojos llenos de lágrimas y angustia …sus ojos llenos de dolor, soledad, mendigando de los hombres un poco de amor… En ese momento tomaste fuerzas del amor que le tienes y con tu mirada silenciosa pero mucho más elocuentes que las palabras, le dices: «Adelante hijo, hay un propósito para todo este dolor… la salvación de los hombres, de aquellos a quienes quieres devolverles el poder ser hijos de Tu Padre Celestial. Y regresas, Madre, silenciosa a tu lugar, escondida entre la muchedumbre, guardando todo esto en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Quinta Estación: «Simón Cirineo ayuda a Jesús a llevar la Cruz»

Oh Madre Dolorosa… qué alivio sentiste cuando viste que un hombre va ayudar a tu pobre y destrozado hijo, a cargar con esa cruz tan pesada. No sabes quien es ese hombre, sabes que no lo hace por amor o por compasión pues le están obligando a llevar la cruz de tu hijo. Pero lo único que sabes es que jamás olvidarás el rostro de aquel hombre que alivió el dolor de tu hijo… oras y pides a Dios que mientras carga la cruz, la sangre de Jesús, que corre por el madero, toque su corazón y le haga comprender cuánto amor se revela en esa cruz, cuánta misericordia se manifiesta en ese evento del cual el está siendo participe. Y tu, Madre recordarás por siempre el rostro del aquel extraño que desde ese momento se convirtió para ti en un hijo. Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Sexta Estación: «Verónica limpia el rostro de Jesús»

Oh Madre Dolorosa, has estado orando y suplicando al Padre que mueva el corazón de alguien para que generosamente corra al auxilio de tu hijo. Deseabas que fuera una mujer, para que con su delicadeza maternal, aliviara tanta aspereza y brusquedad que ha recibido Jesús. Y cuando vez a la Verónica acercarse a limpiar el rostro todo desfigurado de tu hijo, sientes que tu corazón va a estallar. Ves como su velo blanco y limpio se posa sobre el rostro sangriento y sudado de tu amado Jesús… Y tu sabes Madre, que ante una acción tan amorosa, tu hijo va a dejar una huella de su presencia… El rostro de tu hijo, grabado en un velo blanco… así como está grabado en tu Inmaculado Corazón. Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Séptima Estación: «Jesús cae por segunda vez»

Oh Madre Dolorosa… sientes que con Jesús tu también vas a caer… Tratas de ir a socorrerlo, pero un soldado te detuvo. Tu corazón parece que va a desfallecer, puedes imaginarte el dolor que debe sentir tu hijo Jesús al caer y volver a caer sobre las piedras, rasgándose las rodillas y abriéndosele más las llagas de los azotes. Madre, ¿qué sentías, qué deseabas…? Solo si pudieras llegar hacia donde estaba tu amado hijo, y le dieras un poco de agua, un poco de ternura… Madre tu querías darle todo con tal de aliviar su sufrimiento y su fatiga… Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Octava Estación: «Las mujeres de Jerusalén lloran por Jesús»

Oh Madre Dolorosa… tus lagrimas han ido humedeciendo el camino tan seco y árido que recorre tu hijo; tus lágrimas de amor y sacrificio van mezclándose con la sangre de tu hijo que cae sobre la tierra. Sufres al ver la frialdad de los hombres ante espectáculo tan doloroso… pero de pronto encuentras que unas mujeres lloran de compasión al ver a tu hijo tan destrozado… y descubres que Jesús se detiene ante ellas… Les dice que no lloren por El, sino que lloren mas bien por ellas y sus hijos… Quizás ellas no entendieron Madre, pero tu si comprendiste la profundidad de aquellas palabras de tu hijo. Sabias en tu corazón, que El las llamaba a un arrepentimiento verdadero, a que lloraran mas bien por sus propios pecados. Tu amado hijo, en medio de su gran sufrimiento seguía siendo el gran maestro de los hombres…Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Novena Estación: «Jesús cae por tercera vez»

Oh Madre Dolorosa … ves como los soldados obligan a tu hijo a apresurar el paso para así ya acabar con tan incomoda misión. Lo hacen caminar tan rápido, que Jesús en su debilidad y agotamiento, tropieza y cae de nuevo. Los soldados le gritan y le golpean para que se levante… y tu Madre sufriente, lo único que deseas es susurrar en el oído de tu hijo aquellos cánticos de amor, aquellos versos tiernos y dulces que le cantabas por las noches. Deseabas abrazarlo y ayudarle a levantarse para que llegara a su meta final, la cruz. Ya le queda muy poco, y tu corazón está tan desgarrado de compasión por tu hijo que lo único que deseas es que ya llegue a su descanso…Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Décima Estación: «Jesús es despojado de sus vestiduras»

Oh, querida Madre Dolorosa… en este momento recuerdas ese glorioso momento cuando tuviste a Jesús por primera vez en tus brazos en medio de la pobreza del portal de Belén. Lo envolviste en pañales y lo colocaste en un pesebre. Querías que no pasara frío, que no estuviera desnudo, sino que esa ropita que le habías hecho con tanto amor cubriera su inmaculado cuerpo. Qué dolor para ti, María, ver a tu hijo despojado de su ropa… tu que viviste para cubrirlo, protegerlo y cuidarlo, hoy lo ves indefenso, desnudo… muriendo en la misma pobreza en que nació. Y de pronto ves, Madre, en el rostro de Jesús un gesto de profundo dolor, y es que al quitarle la túnica, también arrancaron pedazos de su cuerpo que se habían pegado a la tela…Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste por que confiabas en el amor del Padre!

Undécima Estación: «Jesús es clavado en la cruz»

Oh, Madre Dolorosa… te preguntas si no es suficiente todo lo que le han hecho, todavía falta más… Ves como colocan a tu hijo en la cruz, ni siquiera podrá pasar sus últimos momentos con algún descanso. No, ahora ves como amarran a la cruz su cuerpo todo herido. Pero, Virgen Mártir, tu corazón se detuvo al oír los martillazos que atravesaban sus huesos. Sus manos y sus pies completamente taladrados por esos clavos. Tu, María, recibes esos clavos, como si verdaderamente te clavaran a ti. Quisieras decirles a los soldados que todo eso no era necesario…no necesitaban clavos para mantener a tu hijo Jesús en la cruz, su amor por los hombres lo hubiera sostenido allí, en la cruz hasta la muerte…Y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Duodécima Estación: «Jesús muere en la Cruz»

Madre Dolorosa, ahí estás tu, al pie de la Cruz de tu hijo… firme, de pie como toda una Reina. Al lado de tu hijo, ofreciéndote tu como sacrificio de consolación. Y ves como un soldado traspasa con una lanza el corazón de tu hijo… y tu corazón Maria es en ese momento traspasado espiritualmente por la misma lanza… La unión indisoluble de tu corazón con el corazón de Jesús, queda revelada para toda la eternidad. Tu corazón recibe místicamente los efectos del traspaso físico del corazón de tu Hijo. Oh Madre, tu hijo ha muerto, y sientes el dolor, el vacío, la soledad, pero también el descanso de saber que ya el mundo con toda su hostilidad no le pueden hacer mas daño… Qué grande eres María; tu, igual que tu hijo Jesús, llegaste hasta el final. Es en la cima del Monte Calvario, en esa cruz donde tu hijo es elevado en su trono de Rey, que tu te conviertes en Reina. Tu reinado María, lo alcanza tu gran amor y tu fidelidad en el dolor. Todo parece acabado… y todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste porque confiabas en el amor del Padre!

Décima tercera Estación: «Jesús es bajado de la cruz y puesto en los brazos de su Madre»

Oh Madre Dolorosa, ahora si puedes tener a tu hijo en tus brazos. Te parece mentira, que aquel niño que tantas veces acunaste, arrullaste y estrechaste contra tu pecho, luce hoy como un despojo humano. Pero lo único que importa en ese momento es tenerlo a El de nuevo en tus brazos maternales. Sabes que el no puede sentir tus caricias, ni tus besos, pero aun así lo besas y lo acaricias… quieres como borrarle el horror de lo que los hombres le hicieron a través de tu ternura y de tu amor. Madre, cómo lo estrechabas, cómo abrazabas ese cuerpo tan desfigurado… sabias que El había llevado sobre si toda nuestra culpa, que con su dolor El había sanado las llagas de nuestros pecados, que con su ser todo destrozado El había devuelto la belleza a nuestras almas… Y al mirarlo ahí posando inmóvil en tus brazos solo pensabas que El vivió para amar y ahí estaba la prueba más grande de su amor. Y por eso… todo lo guardaste silenciosamente en tu corazón… ¡Todo lo hiciste por que confiabas en el amor del Padre!

Décima cuarta Estación: «Jesús es colocado en el sepulcro»

Madre Dolorosa, tu nunca dejas a tu hijo, vas con los que lo llevan a enterrar, pues quieres acompañarle hasta su tumba. Tu quisieras arreglar su cuerpo, vestirlo, ponerle un manto blanco, suave y perfumado, pero nada de eso se te permite hacer. Recuerdas en ese momento, los nueve meses que lo tuviste en tu vientre. Donde lo guardabas con tanto amor, refugiándolo y cuidándolo del maltrato del mundo. Y es así como lo depositas en esta tumba. Es hora de dejarlo y de cerrar la puerta del sepulcro. Qué dolor Madre, saber que El se queda ahí, y que tu debes continuar aquí en la tierra, enfrentándote a la oscuridad, a la burla, a la indiferencia, al desprecio que aun después de muerto sigan haciéndole los hombres. María, tu caminas despacio como no queriendo separarte de tu hijo… pero… una gran paz envuelve tu corazón traspasado de dolor… La paz y el gozo de saber que tu hijo muy pronto… RESUCITARÁ

Escrito por Madre Adela Galindo, Fundadora SCTJM

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