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Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, la Lourdes italiana (7 oct, 8 may)

La devoción a Nuestra Señora del Rosario de Pompeya está relacionada con el Beato Bartolo Longo.

Quien dejó una vida de pecado para dedicarse a trabajar con los pobres y huérfanos.

Este abogado y ex satanista tuvo un sueño de un amigo muerto.

En el sueño escucho que le dijo “Salva a esta gente Bartolo, propaga el Rosario, haz que recen, María prometió la salvación para quienes lo hagan”

A partir de ahí comienza a difundir el Rosario en el Valle del Vesubio.

Y con el tiempo surge un templo que luego será elevado a la categoría de Basílica Pontificia.

Esta devoción está muy extendida por el mundo y es famosa por sus milagros.

El primer domingo de octubre y los 8 de mayo se reza la “Súplica a la poderosa Reina del Rosario de Pompeya”.

Y también está relacionada a la devoción de los Quince Sábados.

 

LA ZONA

La zona es conocida históricamente por la erupción del volcán Vesubio qué sepulto a Pompeya en el año 79.

Esta era una ciudad de la antigua Roma cerca de Nápoles en el sur de Italia, que era utilizada como un balneario por la aristocracia romana.

La famosa erupción del Vesubio fue comparada con la bomba atómica de Hiroshima, pero se dice que fue 100 veces más potente.

Y la nube de gases y polvo, generó la desolación en lo que había sido una ciudad balnearia próspera.

Posteriormente se construyó otra ciudad sobre sus ruinas y recién en el siglo XIX se descubrieron las ruinas originales.

Mientras tanto, los alrededores del Valle del Vesubio estaban habitados por familias muy pobres y campesinas.

Y había allí una pequeña capilla para los servicios religiosos pero estaba muy mal estado y abandonada.

 

BARTOLO PROPAGA EL ROSARIO

En 1872 llegó el abogado Bartolo Longo para ponerse al servicio de la Condesa de Fusco que era la propietaria de ésas tierras.

Longo, dialogando con los campesinos, supo de la presencia de individuos de malas costumbres.

Había habido un cura pero ya no había más por su muerte, y las costumbres se fueron degradando.

La gente fue perdiendo la fe y la capilla estaba abandonada.

Lo único que más o menos sucedía era que la gente oraba en su casa.

Fue en ese momento que recibió la visión de su amigo muerto que dijimos arriba.

Lo que lo llevó a cumplir lo que el amigo le había pedido.

La primera actividad de Bartolo es llevar muchos Rosarios para repartir.

Fue así que recorrió las casas y conoció de primera mano lo que sucedía y las necesidades.

A todos les pidió que rezaran el Rosario.

También se dedicó a refaccionar la capilla y al año siguiente se dio la primera misa.

Sin embargo concurrió poca gente.

Entonces se le ocurrió conseguir una imagen de la Virgen del Rosario.

Es así que recién en 1878 consigue la donación de una imagen de un convento dominico, que era un cuadro que estaba en tal mal estado que lo iban a quemar.

Además la imagen era de pésima calidad, a tal punto que la condesa de Fusco diría “debe haber sido pintado a propósito para destruir la devoción a Nuestra Señora”. 

Y para completar el desastre, el cuadro fue llevado de Nápoles en un carro con estiércol.

Pero el cuadro gustó y concitó el interés del pueblo, convirtiéndose en una novedad que trajo incluso personas de afuera.

Una vez restaurado, se convirtió en el foco de numerosas peregrinaciones y el centro de un importante santuario de Nuestra Señora del Rosario.

Luego un pintor restauró el cuadro cambiando la imagen de Santa Rosa de Lima por la de Santa Catalina de Siena, quedando igual Santo Domingo.

La imagen fue puesta en el altar y enseguida comenzó a hacer milagros, algunos de los cuales relatamos abajo.

Luego Bartolo, comienza a juntar fondos para hacer un santuario más grande.

Su fiesta es el 7 de octubre por ser la de la Virgen del Rosario.

El 8 de mayo de 1887 se corona la imagen una corona de diamantes bendecida por el Papa León XIII.

Y 4 años después se consagra el nuevo santuario, que es el que hay actualmente.

Fachada del Santuario de Pompeya

 

LOS MILAGROS PRINCIPALES

Mientras estaba construyendo el santuario de Pompeya sucedieron tres milagros.

El primero fue a una niña de doce años, Clorinda Lucarelli.

Esta niña tenía fuertes ataques de epilepsia y sus padres prometieron ayudar a la construcción del santuario si la niña recuperaba la salud.

Cuando el cuadro de la Virgen de Pompeya fue expuesto para la veneración, la niña se sanó, lo que certificaron dos médicos bajo juramento.

El segundo milagro fue a una mujer joven, llamada Concetta Vasterilla que se sanó con una promesa similar a la de la niña.

Y ocurrió en el mismo momento en que el padre Antonio Varone estaba muriendo por gangrena, había recibido los últimos sacramentos, y se curó tan milagrosamente que celebró la santa misa al día siguiente.

Esto sucedió cuando la colocación de la primera piedra del nuevo Santuario.

Un mes después se produjo otro milagro cuando Madame Giovannina Muta se curó de una enfermedad terminal.

Estaba en cama agonizando y tuvo una visión de Nuestra Señora de Pompeya aunque nunca había visto su imagen, y vio una cinta escrita que decía “la Virgen de pompeya concede tu pedido”.

Al terminar la visión Madame Muta quedó absolutamente curada.

Estos son los milagros más tradicionales que se mencionan sobre la Virgen de Pompeya, pero hay muchos más.

Bartolo Longo

 

EL BEATO BARTOLO LONGO

Bartolo Longo fue un respetado abogado y ex satanista que luego de su conversión se dedicó a trabajar con los huérfanos junto con su esposa.

Bartolo Longo fue un sacerdote espiritista que nació el 10 de febrero de 1841 en Latiano, cerca del puerto de Brindisi, y falleció el 5 de octubre de 1926.

Estudió derecho en Nápoles y frecuentaba círculos espiritistas llegando a ser líder del movimiento gnóstico opuesto ferozmente a la Iglesia.

Por una intervención del profesor Vicenzo Pepe tuvo un encuentro con el Padre Alberto Radente, que le permitió volver a la fe de su infancia, volviendo incluso a tomar nuevamente la primera comunión.

Su conversión sucedió el día del Sagrado Corazón de Jesús de 1865, en la iglesia del Rosario de Nápoles.

A partir de ahí fue abandonando su vida de abogado y se dedicó a las obras de caridad.

Por motivos profesionales va a vivir a Pompeya y ahí conoce a la Condesa de Fusco quién lo contrata para administrar sus propiedades.

Es en este mismo momento en 1872 que descubre la miseria moral y material de la región del Vesubio y Bartolo Longo le pide auxilio a la Virgen María.

Es cuando oye en su corazón las palabras de la Santísima Virgen pidiendo que promocionará el Santo Rosario.

Fue así que organizó misiones y logró un gran renacimiento del Valle del vesubio.

El cuadro de la Virgen del Rosario de Pompeya lo obtuvo el 13 de noviembre de 1875, caso que explicamos arriba.

En el cuadro se presenta a Santo Domingo recibiendo el rosario de la Virgen y está colocado en la Iglesia.

El cuadro permitió tantos milagros que incluso se llegó a llamar a la Virgen del Rosario de Pompeya como la Lourdes italiana.

Bartolo Longo se casó con la Condesa en 1885 y cedieron toda su fortuna a la Iglesia, para construir el santuario de Pompeya.

Las tumbas de Bartolo Longo y la Condesa Mariana de Fusco, su esposa, están en la cripta de Santuario.

La Súplica a la Virgen de Pompeya se recita en todas las parroquias de Italia especialmente el 8 de mayo y el primer domingo de octubre.

Es promocionada por las Hijas del Santo Rosario, que es una congregación femenina fundada por el propio Bartolo Longo

Juan Pablo II lo declaró beato el 26 de octubre de 1980.

Bartolo Longo fue miembro de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén.

 

SÚPLICA A LA VIRGEN DE POMPEYA

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

I

¡Oh augusta Reina de las Victorias, oh Virgen soberana del Paraíso!, cuyo nombre poderoso alegra los cielos y hace temblar de terror a los abismos.

¡Oh gloriosa Reina del Santísimo Rosario!, nosotros, los venturosos hijos vuestros, postrados a vuestras plantas -en este día sumamente solemne de la fiesta de vuestros triunfos sobre la tierra de los ídolos y de los demonios-, derramamos entre lágrimas los afectos de nuestro corazón, y con la confianza de hijos os manifestamos nuestras necesidades.

Desde ese trono de clemencia donde os sentáis como Reina, volved, ¡oh María!, vuestros ojos misericordiosos a nosotros; a nuestras familias, a nuestra nación, a la Iglesia Católica, al mundo todo, y apiadaos de las penas y amarguras que nos afligen.

Mirad, ¡oh Madre!, cuántos peligros para el alma y cuerpo nos rodean; cuántas calamidades y aflicciones nos agobian.

Detened el brazo de la justicia de vuestro Hijo ofendido, y con vuestra bondad subyugad el corazón de los pecadores, pues ellos son nuestros hermanos e hijos vuestros, que al dulce Jesús costaron sangre divina y a vuestro sensibilísimo Corazón indecibles dolores.

Mostraos hoy para con todos Reina verdadera de paz y de perdón.

Dios te salve, Reina y Madre…

II

En verdad, en verdad, Señora, nosotros, aunque hijos vuestros, con las culpas cometidas hemos vuelto a crucificar en nuestro pecho a Jesús y traspasar vuestro tiernísimo Corazón.

Si, lo confesamos, somos merecedores de los más grandes castigos; pero tened presente, oh Madre, que en la cumbre del Calvario recibisteis las últimas gotas de aquella sangre divina y el postrer testamento del Redentor moribundo; y que aquel testamento de un Dios, sellado con su propia sangre, os constituía en Madre nuestra, Madre de los pecadores.

Vos, pues, como Madre nuestra, sois nuestra Abogada y nuestra Esperanza. Y por eso nosotros, llenos de confianza, entre gemidos, levantamos hacia Vos nuestras manos suplicantes y clamamos a grandes voces: ¡Misericordia, oh María, misericordia!

Tened, pues, piedad, ¡oh Madre bondadosa!, de nosotros, de nuestras familias, de nuestros parientes; de nuestros amigos, de nuestros difuntos, y, sobre todo, de nuestros enemigos y de tantos que se llaman cristianos y, sin embargo, desgarran el amable Corazón de vuestro Hijo.

Piedad también, Señora, piedad, imploramos para las naciones extraviadas, para nuestra querida patria y para el mundo entero, a fin de que se convierta y vuelva arrepentido a vuestro maternal regazo.

¡Misericordia para todos, oh Madre de las misericordias!
Dios te salve, Reina y Madre…

III

¿Qué os cuesta, oh María, escucharnos, qué os cuesta salvarnos? ¿Acaso vuestro Hijo divino no puso en vuestras manos los tesoros todos de sus gracias y misericordias? Vos estáis sentada a su lado con corona de Reina, rodeada de gloria inmortal sobre todos los coros de los Ángeles.

Vuestro dominio es inmenso en los cielos, y la tierra con todas las criaturas os está sometida.

Vuestro poder, ¡oh María!, llega hasta los abismos, puesto que Vos, ciertamente, podéis librarnos de las asechanzas del enemigo infernal.

Vos, pues, que sois todopoderosa por gracia, podéis salvarnos; y si Vos no queréis socorrernos por ser hijos ingratos e indignos de vuestra protección, decidnos, a lo menos, a quién debemos acudir para vernos libres de tantos males.

¡Ah!, no: vuestro Corazón de Madre no permitirá que se pierdan vuestros hijos.

Ese divino Niño, que descansa sobre vuestras rodillas, y el místico

Rosario que lleváis en la mano nos infunden la confianza de ser escuchados, y con tal confianza nos postramos a vuestros pies, nos arrojamos como hijos débiles en los brazos de la más tierna de las madres, y ahora mismo, sí, ahora mismo, esperamos recibir las gracias que pedimos.

Dios te salve, Reina y Madre…

 

PIDAMOS A MARÍA SU SANTA BENDICIÓN

Otra gracia más os pedimos, ¡oh poderosa Reina!, que no podéis negarnos en este día de tanta solemnidad.

Concedednos a todos, además de un amor constante hacia Vos, vuestra maternal bendición.

No, no nos retiraremos de vuestras plantas hasta que nos hayáis bendecido. Bendecid, ¡oh María!, en este instante al Sumo Pontífice.

A los antiguos laureles e Innumerables triunfos alcanzados con vuestro Rosario, y que os han merecido el título de Reina de las Victorias, agregad este otro: el triunfo de la Religión y la paz de la trabajada humanidad.

Bendecid también a nuestro Prelado, a los Sacerdotes y a todos los que celan el honor de vuestro Santuario.

Bendecid a los asociados al Rosario Perpetuo y a todos los que practican y promueven la devoción de vuestro Santo Rosario.

Fuentes:


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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Visita al Santuario de Nuestra Señora del Rosario en Pompeya, Italia

A cinco minutos de las ruinas de Pompeya, Italia, la gran ciudad romana destruida por el volcán del Monte Vesubio, se halla un lugar llamado Valle de Pompeya, en la ciudad de Campania. A la sombra del antiguo volcán, se erigió un Santuario Mariano a finales de 1800. La Basílica está dedicada a Nuestra Señora del Rosario y esto, en recuerdo de la imagen de María que se encuentra en el altar mayor. La imagen representa a Nuestra Señora del Rosario y es una variación de los iconos marianos que representan a María entronizada.

Vista al Vesubio desde el campanario
Vista al Vesubio desde el campanario

La historia del Santuario está ligada a la del beato Bartolo Longo, fundador y la condesa Marianna De Fusco (esposa del conde de Fusco Albenzio), con quien compartió una vida ayudando a los necesitados. El Santuario fue construido con las ofrendas de los fieles voluntarios de todo el mundo. Su construcción se inició el 8 de mayo de 1876, con la colección de la ofrenda “un centavo por mes”.

Estatua de Bartolo Longo en la Plaza
Estatua de Bartolo Longo en la Plaza

El santuario es de cruz latina, originalmente tenía una sola nave, ábside, la cúpula, cuatro capillas laterales y dos capillas en el crucero. A ambos lados del santuario había dos capillas con entradas separadas, pero con conexión con la nave: a la izquierda, la capilla de San Catalina de Siena, donde estuvo expuesta inicialmente la pintura de la Virgen durante la construcción del Santuario; a la derecha, la capilla de la SS. Salvador, llamada así porque era el hogar de la parroquia hasta 1898, cuando la nueva iglesia fue construida a unos metros de distancia. En 1925 se completó la construcción de la torre de unos 80 metros de altura.

Con el tiempo y un aumento significativo de los fieles tuvieron que ampliar el santuario. Esta expansión se llevó a cabo desde 1934 hasta 1938. El santuario quedó con tres naves (la del medio no ha sido modificada), el ábside y la cúpula más grande. El exterior estaba cubierto en armonía con la fachada monumental, haciéndola comparada a las grandes basílicas romanas.

En los años siguientes el Santuario sobrevivió a muy exigentes pruebas, como la erupción del Vesubio en el año 1944 y la llegada de las tropas nazis que llegaron a amenazar su destrucción. Peregrinaron el Papa Juan Pablo II, 21 de octubre de 1979 y 7 de octubre 2003, y el Papa Benedicto XVI, 19 de octubre de 2008.

Vista de la Basilica
Vista de la Basilica

El 11 de noviembre 1962 en la plaza de la ermita se colocó un monumento a Bartolo Longo, de Domenico Ravenna Ponzi. La ceremonia de la solemne apertura contó con el entonces Presidente de la República, Antonio Segni.

El santuario es ahora un destino de peregrinación religiosa, sino también de muchos turistas fascinados por su majestuosidad. Cada año, más de cuatro millones de personas van a visitar el santuario que por lo tanto está entre los más visitados en Italia. En particular, el 8 de mayo y el primer domingo de octubre, decenas de miles de peregrinos acuden a la ciudad de Pompeya, para asistir a la práctica devocional de la Súplica a la Virgen de Pompeya, escrita por el Beato Bartolo Longo, que es transmitida a través de la televisión y radio en todo el mundo.

Fachada
Fachada

 

HISTORIA DE LA PINTURA DE LA VIRGEN

Bartolo Longo, en su intento de propagar la práctica del Rosario de Pompeya, se fue a Nápoles para comprar una pintura de la Virgen del Rosario. La idea era comprar una que ya había visto en una tienda, pero las cosas no van bien. De hecho se encontró por casualidad en la calle con su padre confesor y sugirió que fuera a la Academia del Rosario de Portamedina y pidiera en su nombre a la Hermana Maria Concetta De Lital un viejo cuadro del Rosario que él mismo le había dado diez años antes. Bartolo siguió esta sugerencia, pero le entró miedo cuando la hermana le mostró el cuadro: un paño apolillado y desgastado por el tiempo, falto de color, con una actitud de Madonna no histórica, es la Virgen que le da la corona Santa Rosa, en lugar de Santa Catalina de Siena, como en la tradición dominicana. Bartolo estaba a punto de rechazar la oferta, pero se llevó el regalo ante la insistencia de las hermanas.

Cuadro de la Virgen del Rosario de Pompeya
Cuadro de la Virgen del Rosario de Pompeya

En la tarde del 13 de noviembre de 1875, la imagen de Nuestra Señora fue a Pompeya en un carro destinado al transporte de estiércol. La consternación que inicialmente había atrapado Bartolo, también tomó a todos los demás, cuando se abre la tapa y se muestra la imagen. Todos estuvieron de acuerdo en que el cuadro no se podía exhibir por temor a ser prohibido, incluso antes de una restauración parcial.

La primera restauración fue obra de William Galella, un pintor de imágenes pintadas en las excavaciones de la antigua Pompeya. El viejo lienzo, expuesto en la parroquia los próximos tres años sufrió más daños. Fue restaurado por lo tanto, por segunda vez por el pintor napolitano Federico Maldarelli, quien también hizo la transformación de la figura de Santa Rosa en Santa Caterina de Siena.

Estatua de la Virgen en la parte superior de la fachada
Estatua de la Virgen en la parte superior de la fachada

La imagen recibió más espacio en la parroquia de los SS. Salvador, y se puso en un altar provisional en una capilla (más tarde conocida como Santa Catalina) en el santuario en construcción. La Virgen pronto es cubierta de piedras preciosas, ex votos de agradecimiento por favores recibidos. El Papa León XIII en 1887 bendijo la corona maravillosa que rodeaba la cabeza de la Virgen. Y entre los diamantes y zafiros que forman los halos en la cabeza de la Virgen y el Niño se podían ver cuatro esmeraldas, el regalo de dos agradecidos judíos.

Juan Pablo II en el santuario en el 2003
Juan Pablo II en el santuario en el 2003

La última restauración se hizo en 1965, por el Pontificio Instituto de los Padres Benedictinos Olivetanos de Roma, una restauración de alto nivel científico, durante el cual, bajo los colores anteriores, se descubrieron los colores originales que revelan la mano de un artista con talento de la escuela de Luca Giordano (siglo XVII). En esta restauración se eliminaron casi todas las piedras preciosas, para evitar daños y pinchazos a la tela. En esa ocasión, la imagen de la Virgen fue expuesta a la veneración de los fieles durante unos días en San Pedro y el 23 de abril fue coronada por el Papa Pablo VI.

Vista de los jardines desde el campanario
Vista de los jardines desde el campanario

El retorno del icono a Pompeya, se llevó a cabo de una manera solemne, con una procesión de clérigos y fieles que aumentó a medida que atravesaban las ciudades, a lo largo del viaje de Roma a Pompeya. Por la noche, el grupo llegó a Nápoles, donde fue recibido con fuegos pirotécnicos y antorchas.

En el 2000, el 125 º aniversario, estuvo durante cinco días en la Catedral de Nápoles, donde fue venerada por miles de fieles. La vuelta a Pompeya se hizo a pie, siguiendo la ruta de 1875, con varias paradas en las ciudades de la provincia. A lo largo del día cientos de miles de personas llenaron el recorrido de treinta kilómetros que separan Pompeya de la capital.

El 16 de octubre de 2002, cuadro regresó a la plaza de San Pedro por la petición expresa del Papa Juan Pablo II, quien al lado de “la bella imagen venerada en Pompeya” ha firmado la Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae.

Nave central
Nave central

 

EL FRENTE

La basílica se caracteriza por dos órdenes superpuestos. El orden inferior, jónico, tiene un cuerpo de avanzada en la nave central. En que hay tres arcos, el más importante, a la entrada y luego otro en cada nave lateral.

Altar y galería izquierda
Altar y galería izquierda

En el orden superior hay un cuadro, adornado con estantes y un frontón en el medio, en cuyo tímpano se sitúa el escudo, en mármol blanco, del Papa León XIII, de cuando fue declarado Basílica el Santuario 4 de mayo 1901.

Altar
Altar

En la parte superior hay un ático con una bala ustrada. A ambos lados del mismo se colocó un gran reloj (izquierda) y un meridiano del mismo tamaño (a la derecha). En el centro está la estatua de la Virgen del Rosario. Esta estatua del escultor Gaetano Chiaramonte es de 3,25 metros fue realizada de una sola pieza de mármol de Carrara pesa 180 libras. Sobre la base de la estatua está esculpido el lema “PAX” (Paz)

Altar y trono
Altar y trono

Delante del pórtico hay cuatro nichos en los que encuentran las estatuas de mármol del padre Luis de Casoria, Beato Luis Guanella, S. Leonardo Murialdo y Frances Xavier Cabrini, nombres relacionados con la historia del Santuario.

Frescos del techo de la nave
Frescos del techo de la nave

 

EL INTERIOR

Durante las obras de ampliación del Santuario entre 1934-38 fue multiplicado por cinco para llegar a 5000 m2. La nave se mantuvo intacta, pero se prolongó de manera significativa, se crearon dos naves en las entradas laterales de la fachada, la cúpula antigua fue demolida para construir otra más alta, y se incrementó el número de altares. La bóveda está dividida en varios compartimentos ricamente decorados, tiene un gran fresco en el centro del frontal. A ambos lados de la nave, hay dos estatuas de bronce de los Fundadores (Bartolo Longo y la condesa de Fusco).

Frescos de la cúpula
Frescos de la cúpula

El ábside se multiplicó por cinco respecto al original, está sostenido por dos columnas de mármol gris y 8 pequeñas columnas de mármol de colores que soportan los 9 arcos sobre los que descansa la bóveda central del ábside. El fresco de la bóveda central representa la Asunción de la Virgen. Hay una balaustrada en un semicírculo alrededor del trono, en el altar central. En su centro hay una puerta artística con cinco nichos, cada uno de ellos es una estatua de plata (que representa a la religión, la fe, la caridad, la esperanza y pureza).

El trono se separa del altar. Dos columnas de mármol negro apoyan el trono en el suelo. En él se sitúan dos ángeles de bronce. Cuatro columnas de mármol de 4 metros de altura, se elevan desde el suelo del trono y tienen bases y capiteles corintios de bronce dorado. La parte trasera del trono está cubierta de mármoles preciosos.

Frescos sobre el trono
Frescos sobre el trono

La pintura de la Virgen se encuentra entre las losas de mármol policromado de ónix y lapislázuli y hay alrededor 15 medallones de cobre pintados con los misterios “quince del Rosario.

El sagrario, a imitación del Panteón en Roma, es rico en metales y mármoles preciosos. Tiene una forma octogonal y muestra cantidad y calidad de estatuas en oro, plata, bronce y mármol, y en sí mismo es una obra maestra. Las bóvedas de las capillas de las naves laterales y el ábside, representan los misterios del santo rosario. Y en los altares de las capillas se encuentran cuadros de artistas talentosos.

La cúpula original, de 29 metros de altura, fue reemplazada por otra más grande de 57 metros de altura. Es el centro de las cuatro cúpulas más pequeñas. Arquitectónicamente, está compuesto por dos tambores superpuestos y termina con una cúpula en la que se encuentra la cruz. Fue pintada por el artista Angelo Landi, en el que ha pintado 360 imágenes en una superficie de 509 m2.

El primer órgano plurifonico, se inauguró en 1890, fue sustituido en 1949 por el gran órgano.

El órgano y el coro
El órgano y el coro

 

LA CRIPTA

La cripta es en realidad un santuario de alternativa donde se celebran misas y confesiones. En el centro está el altar, mientras que los otros altares están detrás del principal. Detrás del altar central en una capilla dedicada al Beato, se encuentran los restos de Bartolo Longo. Descansan también en la cripta los restos de la condesa De Fusco y muchos más personajes vinculados al santuario.

Altar de la cripta
Altar de la cripta

Los pilares de la cripta ilustran la historia del Santuario y la Coronación de la Virgen, hecha por Pablo VI en 1965, después de la restauración. En las paredes de la cripta hay también un “Vía Crucis”.

Jesús en el campanario
Jesús en el campanario
Angeles con trompetas en el campanario
Angeles con trompetas en el campanario

 

EL CAMPANARIO

La primera piedra de la torre fue puesta el 12 de mayo 1912. Después de trece años, el 24 de mayo 1925, fue inaugurado con una solemne ceremonia en presencia de Bartolo Longo (que entonces tenía 84 años). La torre campanario tiene una superficie de 400 m2. Arquitectónicamente, la estructura se compone de tres partes: la exterior, decorada con granito gris, el interior de ladrillo prensado, y una tercera compuesta de la armadura metálica central cuyo peso es de 100.000 kg , que mantiene una escalera de hierro que conduce a la cima. El campanario es visible desde kilómetros de distancia, es de 80 metros de altura y tiene una cruz de bronce de 7 metros de altura, que se ilumina por la noche.

Galeria de ex votos
Galeria de ex votos

 

LAS RELIQUIAS SAGRADAS MÁS IMPORTANTES DEL SANTUARIO

En 1902 la familia de Arpino Ciccodicola donó al Santuario de Pompeya dos reliquias preciosas. En concreto, se trata de un lienzo, empapado en sangre, que pertenecería a la corona de espinas sobre la cabeza de Jesucristo y un trozo de madera de la Santa Cruz.

Fuentes: santuario.it, sitio oficial del santuario, SdeT

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A Nuestra Señora del Rosario de Pompeya DEVOCIONES Y ORACIONES

Súplica a la Virgen de Pompeya

La difusión de esta advocación se debe al beato Bartolo Longo (1841-1926) quién, tras una juventud marcada por el anticlericalismo de la época, en octubre de 1872 tuvo una experiencia religiosa extraordinaria nada más llegar a Pompeya. Durante un paseo solitario por los alrededores, recordó las palabras de su confesor «Si quieres salvarte, propaga el Rosario. Es promesa de María». Trasportado interiormente respondió a María: «Si es verdad que tú has prometido a Santo Domingo que quién propaga el rosario se salva, yo me salvaré, porque no saldré de esta tierra de Pompeya sin haber propagado aquí tu Rosario». La respuesta llegó con el sonido de una campana lejana llamando al Ángelus. Profundamente emocionado, Bartolo se arrodilló, oró y lloró.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

 

UNO

¡Oh augusta Reina de las Victorias, oh Virgen soberana del Paraíso!, cuyo nombre poderoso alegra los cielos y hace temblar de terror a los abismos. ¡Oh gloriosa Reina del Santísimo Rosario!, nosotros, los venturosos hijos vuestros, postrados a vuestras plantas -en este día sumamente solemne de la fiesta de vuestros triunfos sobre la tierra de los ídolos y de los demonios-, derramamos entre lágrimas los afectos de nuestro corazón, y con la confianza de hijos os manifestamos nuestras necesidades.
Desde ese trono de clemencia donde os sentáis como Reina, volved, ¡oh María!, vuestros ojos misericordiosos a nosotros; a nuestras familias, a nuestra nación, a la Iglesia Católica, al mundo todo, y apiadaos de las penas y amarguras que nos afligen. Mirad, ¡oh Madre!, cuántos peligros para el alma y cuerpo nos rodean; cuántas calamidades y aflicciones nos agobian. Detened el brazo de la justicia de vuestro Hijo ofendido, y con vuestra bondad subyugad el corazón de los pecadores, pues ellos son nuestros hermanos e hijos vuestros, que al dulce Jesús costaron sangre divina y a vuestro sensibilísimo Corazón indecibles dolores. Mostraos hoy para con todos Reina verdadera de paz y de perdón.
Dios te salve, Reina y Madre…

 

DOS

En verdad, en verdad, Señora, nosotros, aunque hijos vuestros, con las culpas cometidas hemos vuelto a crucificar en nuestro pecho a Jesús y traspasar vuestro tiernísimo Corazón. Si, lo confesamos, somos merecedores de los más grandes castigos; pero tened presente, oh Madre, que en la cumbre del Calvario recibisteis las últimas gotas de aquella sangre divina y el postrer testamento del Redentor moribundo; y que aquel testamento de un Dios, sellado con su propia sangre, os constituía en Madre nuestra, Madre de los pecadores. Vos, pues, como Madre nuestra, sois nuestra Abogada y nuestra Esperanza. Y por eso nosotros, llenos de confianza, entre gemidos, levantamos hacia Vos nuestras manos suplicantes y clamamos a grandes voces: ¡Misericordia, oh María, misericordia!
Tened, pues, piedad, ¡oh Madre bondadosa!, de nosotros, de nuestras familias, de nuestros parientes; de nuestros amigos, de nuestros difuntos, y, sobre todo, de nuestros enemigos y de tantos que se llaman cristianos y, sin embargo, desgarran el amable Corazón de vuestro Hijo. Piedad también, Señora, piedad, imploramos para las naciones extraviadas, para nuestra querida patria y para el mundo entero, a fin de que se convierta y vuelva arrepentido a vuestro maternal regazo. ¡Misericordia para todos, oh Madre de las misericordias!
Dios te salve, Reina y Madre…

 

TRES

¿Qué os cuesta, oh María, escucharnos, qué os cuesta salvarnos? ¿Acaso vuestro Hijo divino no puso en vuestras manos los tesoros todos de sus gracias y misericordias? Vos estáis sentada a su lado con corona de Reina, rodeada de gloria inmortal sobre todos los coros de los Angeles. Vuestro dominio es inmenso en los cielos, y la tierra con todas las criaturas os está sometida. Vuestro poder, ¡oh María!, llega hasta los abismos, puesto que Vos, ciertamente, podéis librarnos de las asechanzas del enemigo infernal. Vos, pues, que sois todopoderosa por gracia, podéis salvarnos; y si Vos no queréis socorrernos por ser hijos ingratos e indignos de vuestra protección, decidnos, a lo menos, a quién debemos acudir para vernos libres de tantos males. ¡Ah!, no: vuestro Corazón de Madre no permitirá que se pierdan vuestros hijos. Ese divino Niño, que descansa sobre vuestras rodillas, y el místico Rosario que lleváis en la mano nos infunden la confianza de ser escuchados, y con tal confianza nos postramos a vuestros pies, nos arrojamos como hijos débiles en los brazos de la más tierna de las madres, y ahora mismo, sí, ahora mismo, esperamos recibir las gracias que pedimos.
Dios te salve, Reina y Madre…

 

PIDAMOS A MARIA SU SANTA BENDICIÓN

Otra gracia más os pedimos, ¡oh poderosa Reina!, que no podéis negarnos en este día de tanta solemnidad. Concedednos a todos, además de un amor constante hacia Vos, vuestra maternal bendición. No, no nos retiraremos de vuestras plantas hasta que nos hayáis bendecido. Bendecid, ¡oh María!, en este instante al Sumo Pontífice. A los antiguos laureles e Innumerables triunfos alcanzados con vuestro Rosario, y que os han merecido el título de Reina de las Victorias, agregad este otro: el triunfo de la Religión y la paz de la trabajada humanidad. Bendecid también a nuestro Prelado, a los Sacerdotes y a todos los que celan el honor de vuestro Santuario. Bendecid a los asociados al Rosario Perpetuo y a todos los que practican y promueven la devoción de vuestro Santo Rosario.

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Novenas a Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, del Beato Bartolo Longo

PARA CASOS DIFICILES Y DE ACCIÓN DE GRACIAS.
En el mes de Julio de 1879, el abogado Bartolomé Longo, consumido por la enfermedad, acordó acceder a los numerosos pedidos de componer una fórmula de plegaria para Nuestra Señora de Pompeya, dictando como su último trabajo y testamento, una Novena para alcanzar de la Virgen las gracias en los casos más desesperados; y cuando la enfermedad se lo permitía, casi sin fuerzas, se arrastraba hasta llegar a la capilla provisional, y ante la imagen taumaturga iba corrigiendo su trabajo, bañándolo en lágrimas que brotan de sus ojos.

Vea aquí la historia de la Advocación: NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO DE POMPEYA, ITALIA ( 7 DE OCTUBRE)

El 15 de agosto, día en que en nombre del Papa, fue colocada sobre la sagrada cabeza de la Virgen la riquísima corona de oro y piedras preciosas, el ilustre abogado se encontraba peor que nunca, postrado en el lecho. Perdidas las esperanzas de curación, suplicó que, como último remedio, llevaran la milagrosa imagen a su cuarto. Los que le rodeaban decían con befa que si sanaba, entonces creerían en los milagros de la Virgen. El se dirigió a Santa Catalina de Siena, diciendo con confianza: ¡Querida Santa! yo he escrito de Vos en los Quince Sábados, que os quejáis desde el Cielo por los pocos que acuden a Vos para recibir gracias como si en el Cielo hubiera disminuido el poder que acá en la tierra os concedió el Señor. Y. ¿cómo mis lectores darán fe a mis palabras, si yo que las escribí no soy el primero en recibir la gracia? Y ¿cómo creerán en los milagros de la Virgen de Pompeya si ella deja morir, a aquél que los publica y promueve la edificación de su templo?

Hacia la media noche abrió los ojos, habiendo desaparecido la fiebre juntamente con el dolor agudo de la nuca y espalda, y los primeros rayos del naciente día hirieron agradablemente sus pupilas, que desde mucho tiempo no podían soportar la luz. Y el historiador de las maravillas de Pompeya, el instrumento de los designios de María, vivió y vive sosteniendo el enorme peso de las obras de Pompeya, y de la publicación de dos periódicos.

La Santísima Virgen se dignó aceptar el humilde trabajo que en honor suyo hiciera el Abogado, y apareciéndose a la hija del Comendador Agrelli, después de curarla de una grave enfermedad, la dijo: Cada vez que desees alguna gracia hazme tres novenas rezando los quince misterios del Rosario y otras tres novenas en acción de gracias.

Miles y miles de personas, no solamente en Europa, sino en América, Africa y hasta en la China e Indias, consiguieron después por este medio innumerables dones y milagros, como así consta en documentos dignos de fe y certificados médicos, que pueden leerse en el periódico Il Rosario e la Nuova Pompei.

Desde 1879 hasta 1893, es decir, en los primeros catorce años, se publicaron dos millones y medio de ejemplares, llegando en el día a 344 las ediciones hechas. La rapidez de esta difusión ¿no es una prueba evidente de su eficacia?

El año 1889 escribió también el mismo Abogado la novena en acción de gracias, la que cuatro años después, o sea en 1893, ya había llegado a cuarenta ediciones de 10.000 ejemplares cada una.

¡He aquí por lo menos 40.000 gracias concedidas en cuatro años por la Stma.

 

NOVENA PARA CASOS DIFÍCILES

¡Oh Santa Catalina de Siena, mi protectora y maestra! Tú que proteges a tus devotos cuando rezan el Rosario de María, asísteme en este instante, y dígnate rezar conmigo la Novena en honor de la Reina del Rosario, que ha colocado el trono de sus favores en el Valle de Pompeya, para que por tu intercesión obtenga yo la gracia que deseo. Así sea.

Luego se dice:

V. Dios, venid en mi ayuda.
R. Señor apresuraos a socorrerme.
V. Gloria al Padre y al hijo y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre y por todos los siglos de los siglos. Así sea.

I. ¡Oh Virgen Inmaculada y Reina del Santo Rosario! en estos tiempos en que, apagada la fe en las almas, domina la impiedad, has querido levantar tu trono de Reina y Madre sobre la antigua Pompeya, morada de muertos paganos y desde aquel lugar, donde eran adorados los ídolos y demonios, Tú hoy, cual Madre de la divina gracia, derramas por doquiera los tesoros de las celestiales misericordias; ¡ah! desde aquel trono donde reinas vuelve, también a mí, oh María, esos tus ojos benignos, y ten piedad de mi, que tanto necesito de tu socorro. Muéstrate también conmigo cual te mostraste con tantos otros, verdadera Madre de misericordia, «Monstra te esse Matrem», mientras de todo corazón Te saludo e invoco por mi Soberana y por Reina del Santísimo Rosario.

Dios Te salve, Reina, Madre de misericordia…

II. Mi alma rendida al pie de tu trono, oh grande y gloriosa Señora, te venera entre los gemidos y angustias que sobremanera la oprimen. En medio de las penas y agitaciones en que me hallo, levanto confiado los ojos hacia Ti, que te dignaste elegir para tu morada las campiñas de pobres y desamparados labriegos; y que frente a la ciudad y anfiteatro de deleites paganos, en donde reinan el silencio y las ruinas, cual Señora de las Victorias elevaste tu poderosa voz llamando de todas partes de Italia y del mundo católico a tus devotos hijos para que te levantasen un templo. ¡Oh! apiádate finalmente de está alma que yace aletargada bajo el polvo y las sombras de la muerte! Ten piedad de mi, ¡oh! Señora; ten piedad de mí que me hallo abrumado de miserias y humillaciones. Tú que eres exterminio de los demonios defiéndeme de los enemigos que me asedian. Tú que eres el Auxilio de los cristianos, sácame de las tribulaciones en que me hallo sumido. Tú que eres nuestra vida, triunfa de la muerte que amenaza mi alma en los peligros a que se halla expuesta. Devuélveme la paz, la tranquilidad, el amor, la salud. Así sea.

Dios Te salve, Reina, Madre de misericordia…

III. ¡Ay!… el oír que tantos han sido colmados de favores sólo porque a Ti acudieron con fe, me infunde nuevo aliento y valor para llamarte en mi socorro. Tú prometiste a Santo Domingo que el que deseara gracias las obtendría con tu Rosario; y yo con el Rosario en la mano, te llamo, oh Madre, al cumplimiento de tus maternales promesas. Aún más: Tú misma, oh Madre, has obrado continuos prodigios para excitar a tus hijos a que te levantaran un templo en Pompeya. Tú, pues, quieres enjugar nuestras lágrimas y aliviar nuestros afanes; y yo con el corazón en los labios, con fe viva te llamo e invoco: ¡Madre mía! ¡Madre querida! ¡Madre bella!… ¡Madre dulcísima, ayúdame! Madre y Reina del Santo Rosario, no tardes más en tender hacía mí tu poderosa mano y salvarme; porque la tardanza, como ves, me llevaría a la ruina.

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia…

IV. ¿Y a quién he de acudir yo sino a Ti, que eres el alivio de los miserables, el refugio de los desamparados, el consuelo de los afligidos? ¡Ah, si; lo confieso: abrumada miserablemente mi alma bajo el enorme peso de las culpas, no merece más que el infierno y es indigna de recibir tus favores! Mas, ¿no eres Tú la esperanza de quién desespera, la poderosa Medianera entre Dios y el hombre, la Abogada ante el trono del Altísimo, el Refugio de los pecadores? ¡Ah, basta que digas una sola palabra en mi favor a tu divino Hijo, para que El te escuche! Pídele, pues, oh Madre, la gracia que tanto necesito… (se pide la gracia que se desea). Sólo Tú puedes obtenérmela. Tú que eres mi única esperanza, mi consuelo, mi alegría, mi vida. Así lo espero, así sea.

Dios Te salve, Reina, Madre de misericordia…

V. ¡Oh Virgen y Reina del Santo Rosario! Tú que eres la Hija del Padre celestial, la Madre del Hijo divino, la Esposa del Espíritu Santo; Tú que todo lo puedes ante la Trinidad Santísima, debes obtenerme esta gracia para mi tan necesaria, a no ser que sea de obstáculo para mi eterna salvación… (aquí se especifica la gracia que se desea). Te la pido por la Concepción Inmaculada, por tu divina Maternidad, por tus gozos, por tus dolores, por tus triunfos. Te la pido por el Corazón de tu amoroso Jesús, por aquellos nueve meses que lo llevaste en tu seno, por los trabajos y sinsabores de su vida, por su acerba Pasión y Muerte de Cruz, por su santísimo Nombre y por su sangre preciosísima. Te la pido, finalmente, por tu dulcísimo Corazón, por tu glorioso Nombre, ¡oh María! que eres Estrella del mar, Señora poderosísima, Puerta del paraíso y Madre de todas las gracias. En Ti confío.., todo lo espero de Ti: Tú me has de salvar. Así sea.

Dios Te salve, Reina, Madre de misericordia…

V. Hazme digno de alabarte, oh Virgen Sagrada.
R. Dame fortaleza contra tus enemigos.
V. Ruega por nosotros, Reina del Santísimo Rosario.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

ORACIÓN. Oh Dios, cuyo Hijo Unigénito con su vida, muerte y resurrección nos adquirió el premio de la salvación eterna, concedenos, os suplicamos, que meditando estos misterios en el Santísimo Rosario de la bienaventurada Virgen María, imitemos las virtudes que contienen y alcancemos los bienes que prometen. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Así sea.

 

NOVENA DE ACCIÓN DE GRACIAS

El Beato Bartolo Longo con la Cruz del Santo Sepulcro

V. Oh Dios, venid en mi ayuda.
R. Señor, apresuraos a socorredme.
V. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Así sea.

I. Heme aquí a tus plantas, ¡oh Madre Inmaculada de Jesús!, que gozas al ser llamada Reina del Rosario del Valle de Pompeya. Con regocijo de mi corazón, y con el ánimo henchido de la más viva gratitud, vuelvo a Ti, mi generosa Bienhechora, mi dulce Señora, Soberana de mi corazón, pues te has mostrado como verdadera Madre mía, Madre que inmensamente me ama. Yo te supliqué, con gemidos y lágrimas, y Tú me consolaste; yo me hallaba en duros aprietos, y Tú me devolviste la paz. Dolores y congojas mortales oprimían mi corazón, y Tú, oh Madre, desde tu trono de Pompeya con una piadosa mirada me tranquilizaste. ¡Ah! quién se dirigió a Ti con confianza y no fue escuchado ¡Oh, si todo el mundo conociera cuán buena y compasiva eres con quien sufre, todas las criaturas acudirían a Ti! Seas pues para siempre bendita, oh Virgen soberana de Pompeya; bendita para siempre de mí y de todos, de los hombres y de los ángeles, en la tierra y en el cielo. Así sea.

Dios Te salve, Reina, Madre de misericordia…

II. Doy gracias a Dios y a Ti, Madre mía, por los nuevos beneficios que por tu piedad y misericordia me han sido concedidos. ¿Qué hubiera sido de mi si Tú hubieras rechazado mis suspiros y lagrimas?. Por mí te tributen gracias los ángeles del Paraíso, y los coros de los apóstoles, de los mártires, de las vírgenes y de los confesores; por mí te den gracias también tantos pecadores por Ti salvados, que ahora gozan en el cielo de la visión de tu inmortal belleza. ¡Ojalá conmigo te amaran las criaturas todas, y el mundo entero se hiciera eco de mis agradecimientos! Por tantos favores recibidos, ¿qué podría yo devolverte, oh Reina, llena de piedad y magnificencia? La vida que me queda yo la consagro a Ti, para propagar por doquiera tu culto, oh Virgen del Rosario de Pompeya, por cuya merced el Señor me visitó con, su gracia. Promoveré la devoción de tu Rosario, narraré a todos la misericordia que me alcanzaste, predicaré siempre lo buena que fuiste conmigo para que los indignos y pecadores, como yo, acudan Ti con confianza.

Dios Te salve, Reina, Madre de misericordia…

III. ¿Con qué nombres te saludaré, candorosa paloma de paz? ¿Con qué título te invocaré, cuando los doctores te llamaron: «Señora de lo criado, Puerta de la vida, Templo de Dios, Alcázar de luz, Gloria de los cielos, Santa entre los santos, Paraíso del Altísimo?». Tú eres la tesorera de las gracias, la omnipotencia suplicante; diré más, la misericordia de Dios, que se derrama abundantemente sobre los desdichados. Pero sé también que es dulce a tu corazón el ser llamada Reina del Rosario del Valle de Pompeya; y llamándote así, siento la dulzura de tu místico nombre ¡oh Rosa del Paraíso, trasplantada al Valle de lágrimas para suavizar las penas de los tristes desterrados hijos de Eva!. Tú eres la rubicunda Rosa de caridad, más fragante que todos los aromas del Líbano, que en tu valle con perfume de celestial suavidad elevas los corazones de los pecadores a Dios. Tú la Rosa de eterna frescura que, regada por las aguas celestiales, echaste raíces en un terreno asolado por una lluvia de fuego. Tú la Rosa de inmaculada belleza que del sitio de desolación hiciste jardín ameno de las delicias del Señor. ¡Ensalzado sea Dios, que ha hecho tan admirable tu nombre! ¡Bendecid pueblos, el nombre de la Virgen da Pompeya, pues rebosa la tierra de su misericordia!

Dios Te salve, Reina, Madre de misericordia…

IV. Sumergido por la tempestad, desde el fondo del abismo levanté mis ojos a Ti ¡oh nueva estrella de esperanza, aparecida en nuestros días sobre el Valle de las ruinas! Desde la más intensa amargura, levanté mi voz a Ti, Reina del Rosario de Pompeya, y experimenté el poder de este título, de Ti tan querido. ¡Dios te salve, clamaré siempre, salve oh Madre de Piedad, mar inmenso de gracias, océano de bondad y compasión! Las nuevas glorias de tu Rosario, las recientes victorias de tu corona, ¿quién dignamente podrá cantarlas? Al mundo insensato que se arranca de los brazos de Jesús para entregarse en los de Luzbel, Tú le proporcionaste la salvación en aquel mismo Valle, donde Satanás devoraba a las almas. Tú hollaste triunfadora las ruinas de los templos paganos, y sobre sus escombros asentaste la grada de tu excelso trono. Tú, trocaste las playas de muerte en Valle de resurrección y de vida, y sobre la tierra que dominaba tu enemigo, edificaste la ciudadela de refugio, a donde se acogen los pueblos para hallar su amparo y salud. Allí tus hijos, dispersos por el mundo te levantaron un trono, como monumento de tus portentos y trofeo de tus misericordias. Desde aquel Trono me llamaste a mí también para admitirme entre los hijos de tu predilección; sobre mí, pobrecillo, se detuvo la mirada de tu clemencia. ¡Benditas sean por eternidad de eternidades tus obras oh Señora; y benditos para siempre todos los prodigios que obraste en el Valle del exterminio y de la desolación!

Dios Te salve, Reina, Madre de misericordia…

V. Todas las lenguas ensalcen tus glorias, ¡oh Señora!, y el tenue crepúsculo vespertino transmita a la clara aurora los dulces acordes de nuestras bendiciones. Todas las gentes Te llamen venturosa, y venturosa repitan las riberas del mar y la inmensidad de los cielos. Tres veces bienaventurada te llamaré con los Ángeles, Arcángeles y Principados; tres veces bienaventurada con las Potestades angelicales, con las Virtudes de los ciclos, con las Dominaciones soberanas. Dichosísima te pregonaré con los tronos, los Querubines y los Serafines. ¡Oh Soberana y Salvadora mía! No dejes de fijar tu mirada compasiva sobre mi familia, mi Patria y toda la Iglesia. Particularmente te suplico no me niegues la mayor de las gracias, esto es, la de que mi fragilidad no me aparte nunca jamás de Ti. Haz en fin, que todos los que cooperamos a la grandeza de tu Santuario de Pompeya, seamos del número de los escogidos.

¡Oh Santo Rosario de mi Madre, te estrecho contra mi pecho y con reverencia te beso! (aquí besa cada uno su rosario), Tú eres vía para llegar a todas las virtudes; tesoro de méritos para el paraíso; prenda de predestinación; inquebrantable cadena que sujeta al enemigo; manantial de paz para los que te honran en vida augurio de la victoria para los que te besan en la hora de la muerte! En aquella hora postrera yo te espero, oh Madre mía; tu presencia será la señal de mi salvación, y tu Rosario me franqueará las puertas del cielo. Así sea.

Dios Te salve, Reina, Madre de misericordia…

V. Ruega por nosotros, Reina del Santísimo Rosario.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

ORACIÓN. ¡Oh Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo! que nos habéis enseñado a acudir a Vos con confianza y llamaros Padre Nuestro que estás en los cielos; ¡ah! bondadoso Señor, de quien es propio el usar siempre de misericordia y perdonar, por la intercesión de la Virgen Inmaculada, oíd propicio a los que nos gloriamos del título de hijos del Rosario; mirad con agrado nuestro humilde tributo de acción de gracias por los dones recibidos; y el trono que levantasteis en el Santuario de Pompeya, volvedlo cada día más glorioso e imperecedero; por los merecimientos de de Nuestro Señor Jesucristo Así sea.

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