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Cómo el Clericalismo Corroe a la Iglesia

La “enfermedad” del clericalismo ha estado con nosotros durante tanto tiempo que la mayoría no nos damos cuenta.

Es más, muchas cosas claramente clericalistas no las entendemos como tales.

Porque las consideramos parte constitutiva de la Iglesia.

sacerdotes rezando

De hecho, nosotros mismos somos clericales, cuando pensamos que todo lo de la iglesia debe pasar por los sacerdotes.

Francisco ha condenado repetidamente el clericalismo, insistiendo en que va de la mano con la corrupción.

Pero una cosa es condenarlo y otra es actuar realmente contra él.

Está tan impregnado en el ADN de los católicos que a todos nos cuesta distinguirlo.

Quizás donde se demuestra más claramente el poder destructivo del clericalismo es en el tema de los abusos sexuales de sacerdotes.

Paulatinamente se ha ido destapando el encubrimiento que Obispos y sacerdotes han hecho de los pedófilos, con el falso criterio de no destruir la imagen de la Iglesia.

La omertá (código de silencio) sobre estos hechos termina explotando en la cara de la Iglesia.

Como lo vemos en Irlanda, que era la nación más católica en el mundo y ya no lo es.

Cuando se descubrieron los abusos sexuales de sacerdotes, encubiertos por décadas por la estructura eclesial, hubo una gran decepción de los fieles y abandono en masa.

Y les llevó a votar a favor del matrimonio homosexual, convirtiéndose en la primera nación del mundo en aprobarlo por blebiscito público.

Y también tenemos el caso de Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo, que fue investigado por 4 Papas y no decubrieron que era abusador sexual, drogadicto y tenía hijos ilegítimos.

Hoy los Legionarios de Cristo y otras organizaciones fundadas por él, que fueron muy activas, eficientes y poderosas, se han reducido drásticamente, pagando el costo de lo que hizo su fundador.

  

LAS DENUNCIAS DEL PAPA FRANCISCO CONTRA EL CLERICALISMO

La clericalización, según Francisco, es una especie de narcisismo de los sacerdotes que conduce a la mundanidad espiritual y a la secularización.

Esta tendencia tiene otras consecuencias adicionales además del mero manejo del poder.

Una de ellas es que los laicos deben cumplir funciones de secretaría para la agenda personal y parroquial de los sacerdotes.

El Papa Francisco ha dedicado muchas de sus intervenciones en su magisterio como Cardenal Arzobispo de Buenos Aires:

“Clericalizar la Iglesia es hipocresía farisaica.

No a la hipocresía. No al clericalismo hipócrita. No a la mundanidad espiritual”.

Aquí hay algunos pasajes del Papa Francisco advirtiendo contra el clericalismo:

Del 29-11-2013:

“Es necesario vencer esta tendencia al clericalismo, también en las casas de formación y en los seminarios.

Tenemos que formar el corazón. De otro modo formamos pequeños monstruos.

Y después, estos pequeños monstruos forman al pueblo de Dios. Esto realmente me pone la piel de gallina.

Del 25-3-2013:

“La enfermedad típica de la Iglesia encerrada es la autorreferencialidad.

Mirarse a sí misma, estar encorvada sobre sí misma como aquella mujer del Evangelio.

Es una especie de narcisismo que nos conduce a la mundanidad espiritual y al clericalismo sofisticado, y luego nos impide experimentar ‘la dulce y confortadora alegría de evangelizar’”.

 

Del 28- 7-2013:

“El clericalismo es también una tentación muy actual en Latinoamérica.

Curiosamente, en la mayoría de los casos, se trata de una complicidad pecadora.

El cura clericaliza y el laico le pide por favor que lo clericalice, porque en el fondo le resulta más cómodo”

Esto implica que la vida parroquial está enferma, y el clericalismo es a la vez causa y consecuencia de ello.

Hay muy poco esfuerzo para conseguir que los laicos participen en la misión de la Iglesia más allá de la recaudación de fondos. 

El problema va más allá de los laicos.

La propia teología católica está en el juego de pequeños feudos y grandes señores.

Tienen que usar su autoridad moral y teológica con un poco menos de ostentación.

Con tanta verdad, ¿qué hay que esconder?

La Iglesia sin embargo no necesita un anticlericalismo renovado basado en el individualismo y el relativismo, sino necesita una nueva apreciación de los laicos y una actitud de mayor apertura de mente.

  

¿POR QUÉ EL CLERICALISMO PASA DESAPERCIBIDO EN LA IGLESIA?

El clericalismo es una enfermedad que corroe todo el cuerpo.

Históricamente el clericalismo se refiere a las percepciones erróneas con respecto al poder de los clérigos en la vida de la Iglesia.

Y como resultado, a la confusión con respecto tanto a la función de los sacerdotes y a la vocación laical.

El clericalismo es una caricatura.

Fomenta un sistema de castas eclesiásticas en que los clérigos comprenden la élite dominante.
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Mientras los laicos sirven como una masa pasiva, inerte, portadora de los encargos de los sacerdotes, mediante lo cual reciben la tutela de ellos y hacen lo que ellos dicen.

Así el clericalismo genera dos mitos ampliamente extendidos en la Iglesia:

En primer lugar, que la única manera de tener una vocación verdaderamente religiosa es trabajar oficialmente en la Iglesia institucional.

Y segundo, que las opiniones de los clérigos son superiores a las de los laicos, no sólo en cuestiones de fe y moral, sino en cuestiones de los asuntos sociales y políticos.

Ordenación de sacerdotes de Maynooth

Sin embargo, de acuerdo con la Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium, estas últimas cuestiones pertenecen al reino de los laicos.

Pero, en lugar de estimular a los laicos para cumplir con ese desafío, los obispos de hoy, en todo el mundo, están actuando al revés.

Por un lado, son los que toman las posiciones sociales y políticas, que los laicos deben seguir.

Es así como en los últimos tiempos los obispos está hablando más de política y de temas sociales que antes.

Y por otro lado, en vez de alentar a los laicos a que actúen desde sus puestos en la sociedad, los alientan a ocupar posiciones en la Iglesia institucional.

Por ejemplo el cardenal Kevin Farrell, que dirige el nuevo dicasterio del Vaticano “Familia, Laicos y Vida”, dijo en una reunión de Obispos

“necesitamos más laicos en la Iglesia… a través de puestos de trabajo en la Iglesia.

Por ejemplo, me refiero a ocuparse del sistema educativo o del sistema financiero… la única cosa que está fuera de la mesa en este momento es la ordenación de mujeres al sacerdocio. Todo lo demás está abierto”.

Y él aseguró a su entrevistador que

“Francisco me dijo expresamente que le gustaría ver más laicos por aquí”.

O sea que el hombre clave sobre los laicos en la Iglesia institucional, quiere que los laicos trabajen para el Vaticano, donde, irónicamente, siempre estarán bajo la supervisión de un clérigo.

¿Cuántos laicos que conoces se dan cuenta que las instituciones del Vaticano no son lo mismo que la Iglesia?

Así es que el clericalismo, a pesar que en las palabras alienta a los laicos, los alienta a ser una “masa inerte” y “pasiva”.

Mientras que los clericales hablan por todos los católicos siempre, incluso en la amplia gama de temas que la Ley de la Iglesia atribuye a los laicos (Lumen Gentium, nn 30 y siguientes; Código de Derecho Canónico, n 212).

El post-Vaticano II se suponía que sería “la era de los Laicos”, pero las palabras de la Lumen Gentium han caído en oídos sordos.

El sentimiento episcopal ha triunfado sobre el sentido común y sobre las decisiones conciliares.

Cardenales

  

UN CASO PARADIGMÁTICO: EL ABUSO SEXUAL

EE.UU. es uno de los países que más ha sufrido las consecuencias del abuso de sacerdotes.

Debiendo pagar la Iglesia abultadas sumas por indemnización, las cuales salen obviamente del bolsillo de los laicos.

La sinceridad del cardenal Dolan al respecto fue clara.

Admitió que los obispos de EE.UU. habían perdido credibilidad debido a sus encubrimientos de abuso homosexual de parte de sacerdotes, que se extendió por varias décadas.

También admitió francamente que esta debilidad  contribuyó a los años de silencio, por parte de los obispos, a la impopularidad de las enseñanzas morales de la Iglesia, especialmente Humanae Vitae (Wall Street Journal, 31 de Marzo, 2012).

Aunque es desagradable, es necesario hacer notar la relación entre el clericalismo y el escándalo de los abusos sexuales del clero.

El clericalismo claramente no causa el abuso sexual, al igual que el abuso sexual no genera clericalismo.

Pero las dos cosas encajan como anillo al dedo.

¿Por qué es esto?

Mientras que un porcentaje relativamente pequeño de sacerdotes en EE.UU. por ejemplo, fueron criminalmente abusadores, una muy abultada cantidad de obispos de Estados Unidos fueron culpables de encubrimiento, si bien la mayoría de las veces no condenados por esto.

En muchos casos se negaban a recibir denuncias contra sacerdotes, y si las recibían las archivaban.

Y en otros casos, aun cuando era evidente el abuso, permitan a los abusadores mantener sus puestos de trabajo, a partir de la sola promesa de enmienda, que en la mayoría de los casos terminaba en reincidencia.

Esto a tenido un costo de miles de millones a los laicos.

Y ha causado una profunda herida moral en la Iglesia que tomará décadas, si no siglos, para sanar.

Porque además las perspectivas de sanación no son prometedoras, ya que los obispos han anunciado recientemente que su más alta prioridad es el calentamiento global.

Y en segundo lugar la amnistía para los inmigrantes ilegales y el acompañamiento de los “refugiados” musulmanes.

Desde sus bancos en los templos, los mansos laicos deben pagar por todo pasivamente.

Y no atinan a darse cuenta que el abuso sexual ha sido amplificado por el clericalismo, porque los laicos están profundamente permeados por el clericalismo.

Esto que ejemplificamos con lo que sucede en EE.UU., pasa en todo el mundo.

Marie Collins

  

UNA COMPROBACIÓN

El 1 de marzo de 2017, la superviviente de abuso Marie Collins renunció a su puesto en la comisión de protección infantil que nombró el Papa, citando la falta de cooperación de los burócratas del Vaticano.

Alegando incluso que la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), que tiene la responsabilidad para el manejo de casos de abuso de menores por parte de sacerdotes, se ha negado a responder las cartas de sobrevivientes.

El propio Papa había aprobado la recomendación de la comisión que la CDF respondiera a las cartas de sobrevivientes.

Collins también señaló que la CDF había hecho caso omiso hace dos años para establecer un tribunal para disciplinar a los obispos que han sido negligentes en el manejo de casos de abuso.

Pero incluso después de que quedó claro que la CDF no iba a establecer el tribunal, la responsabilidad de tal resolución fue entregada a las oficinas del Vaticano a cargo de obispos. Eso fue hace casi un año y no han hecho nada tampoco.

La forma más sencilla para el Vaticano de acabar con el flagelo del abuso sexual es tener un tribunal claro y abierto para remover de su cargo a un obispo que ha encubierto un caso de abuso sexual infantil.

Nada asegura la supervisión y el cumplimiento más que el responsable sepa que va a perder su puesto de trabajo por mala conducta.

Y esto no exime al Papa Francisco.

Es difícil evitar la sensación de que cuando se trata de la crisis de los abusos, su instinto de piedad es su talón de Aquiles.

Francisco no tiene ningún problema en la denuncia del clericalismo cuando se manifiesta en una falta de preocupación pastoral.

Pero su disposición a perdonar al pecador lo sujeta al clericalismo del “síndrome del pobre padre”.

Este síndrome en la lealtad de un obispo a los miembros de su familia clerical, que le priva de su mejor juicio.

Esto le ha llevado a tratar a los obispos acusados más benévolamente de lo que merecen.

Probablemente habrá quienes lean este artículo y se sientan indignados porque hay una crítica a obispos e incluso una mención al Papa.

Si es así, es porque está actuando en estos laicos el clericalismo.

De la misma forma que hemos recibido críticas por publicar la historia del bochornoso caso de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo.

Esto lo hicimos, y lo seguiremos haciendo, porque es una lección de los errores que no debemos hacer más.

Y no la debemos olvidar ni barrer la suciedad debajo de la alfombra.

Fuentes:


Sergio Fernández, Editor de los Foros de la Virgen María

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Las Manifestaciones Invisibles del Clericalismo en la Iglesia Católica

El clericalismo es uno de los males más perniciosos dentro de la iglesia católica.

Porque genera soberbia en los sacerdotes.

Y fea servilidad entre los laicos.

Que termina pagándose con abusos.

El clericalismo es un elemento que abona el terreno para pecados y que a su vez los protege con un manto de silencio.

El Papa Francisco ha sido uno de los pontífices que ha hablado más contra el clericalismo.

Sin embargo no parece que su prédica sea muy atendida.

Y cómo es una hidra de muchas cabezas, a veces se cuela imperceptiblemente, aún en los discursos menos clericalistas

Por eso quisimos hacer en este artículo una descripción de las distintas cabezas que puede manifestar.

 

CÓMO PODEMOS DEFINIR EL CLERICALISMO

El clericalismo es un término que se ha utilizado originalmente en círculos políticos, para referirse al poder la Iglesia Católica en la vida política.

De esta forma los clericalistas eran los que propulsaban la intromisión de la iglesia en política y los anticlericales propendían a eliminar a la Iglesia del mundo político.

Son dos extremos que no funcionan de la misma manera en la acepción de clericalismo que se maneja dentro de la Iglesia Católica.

Porque el anticlericalismo no es el contrario al clericalismo, sin que lo es el término desclericalización.

El clericalismo es la actitud de identificar a la Iglesia con la jerarquía. Y a darle una importancia excesiva e incluso exagerada al clero.

Esto parte tanto del clero como de los laicos.

El clero por un lado asume una diferencia de rango con los laicos atribuyendo incluso a sus acciones más importancia e incluso superioridad moral que a las acciones de los laicos.

Mientras que los laicos imitan las costumbres de los ordenados, en lugar de vivir su propia vocación.

Incluso pueden llegar a tener la idea que sus contribuciones son menos importantes o de segundo orden que las de los sacerdotes

Y que la forma de vida de los sacerdotes, que ellos conocen, es la verdadera virtud cristiana.

Por otro lado también hay un juego, por el cual algunos laicos adquieren poder en la parroquia al promocionar el poder del clero y ser operadores de la agenda del sacerdote.

 

CUATRO CONSECUENCIAS DEL CLERICALISMO

Actualmente podemos visualizar cuatro consecuencias negativas de esta subcultura del clericalismo.

 

Minimización de los laicos por los ordenados

Puede ser desde un desprecio hasta una ignorancia de su colaboración.

Algunos ordenados, y esto es más común entre los sacerdotes que recién salieron del seminario, consideran que los laicos tienen vidas espiritualmente poco exigentes.

O que al no cumplir ciertos formatos de conducta que ellos han aprendido en el seminario, son considerados como poco respetuosos.

Entonces si los laicos no son capaces de actos de fe correctos, los ordenados deben poner básicamente énfasis en que los laicos no infrinjan determinadas leyes.

Esto lleva a los sacerdotes a considerarse no solamente separados del resto del pueblo de Dios, sino superiores a los laicos.

Y consolida la idea de que sólo los ordenados son completamente católicos, mientras que los laicos son aprendices de cristianos.

Desde el lado de los laicos se puede representar con este tipo de frases,

«El padre siempre tiene la razón»

«No cuestionar nada que haga un sacerdote u obispo».

 

Narcisismo de los sacerdotes

Estas conductas potencian la autoestima exagerada de los sacerdotes, que actúan como celebridades propulsados por la repetición de elogios y del ejercicio del poder.

Junto a ello podemos ver caprichos, un reforzamiento de los mecanismos que consolidan su poder, combatiendo generalizadamente a quiénes discrepan en algún punto, sin considerar porque lo hacen.

 

Una forma de manejo del poder

Tanto sacerdotes como laicos ven en este caso al sacerdocio como un lugar de poder y no como un lugar de servicio.

Jesús vio el sacerdocio como un lugar de servicio y el catecismo describe el sacramento a las sagradas órdenes como un sacramento al servicio de la comunión.

Sin embargo como en todo grupo humano funcionan mecanismos de poder.

Y podemos ver en las parroquias distintos estratos que tienen como cúpula al sacerdote, y después distintos niveles de permisos para usar ese poder por parte de algunos laicos.

 

Cultura del secreto

Significa que actividades ilegales o malas conductas se tapan con el argumento de no perjudicar a la Iglesia.

Esta cultura de la «omertá» combate decididamente a quienes critican o denuncian esas conductas.

El destape actual de los abusos sexuales y la homosexualidad en parte del clero muestra claramente la cultura de la «omertá», a través de obispos que no toman medidas contra los infractores.

Y también muestra qué le sucede a aquellos sacerdotes o laicos que denuncian el encubrimiento.

Generalmente corren el riesgo de ser separados y la destrucción de la carrera en los sacerdotes.

 

LOS LAICOS COMPROMETIDOS

En esta cultura del clericalismo los sacerdotes tienden a clericalizar a los laicos y los laicos piden ser clericalizados también.

Hay un término que se utiliza habitualmente para hablar sobre los laicos, que es definir a una persona como un “laico comprometido”.

Esto suele querer decir actualmente un laico comprometido con la estructura eclesial y no necesariamente con tareas de evangelización propias de los laicos.

Una forma invisible de clericalización es suponer que cuanta más cantidad de laicos haya en la estructura de la Iglesia menos clericalizada estará.

Sin embargo, en una institución clericalizada como la iglesia, los laicos entran a trabajar bajo las órdenes de sacerdotes.

Y entonces se convierten en simples ejecutores de lo que el clero decide.

No está mal que los laicos participen en las instituciones eclesiales, pero una verdadera desclericalización debe pasar por dos medidas

Una es que los laicos desarrollen real poder e Independencia en las actividades que hacen en la estructura eclesial.

Y otra primordial es que la estructura eclesial promueva las actividades que realizan laicos católicos, para el bien de la fe, Iglesia y la sociedad, fuera de la estructura eclesial.

Sin embargo vemos que la estructura eclesial ignora activamente los emprendimientos independientes de laicos y da notoriedad a la de los ordenados.

Y también vemos que algunos laicos preguntan – cuando hay un emprendimiento independiente de laicos – si tiene el permiso del obispo para actuar.

Incluso algunos laicos dan más credibilidad a un proyecto católico donde participa un sacerdote que a uno donde no participa uno.

Estas son variantes de la clericalización que a veces no se perciben como tales, porque la tendencia clerical es generar una elite laica que trabaja en las cosas de los sacerdotes.

Como dijimos al principio el clericalismo es un monstruo de varias cabezas y ha perseguido al catolicismo prácticamente desde sus inicios.

En el Concilio Vaticano II se ventiló este tema y algunas reformas estaban destinadas a minimizar el clericalismo.

Fotografía del Concilio Vaticano II

 

EL ESPEJISMO DEL CONCILIO VATICANO II

La idea que sobrevolaba en el Concilio Vaticano II era que la Iglesia preconciliar estaba altamente clericalizada.

La caricatura era que había dos tipos de personas dentro de la iglesia, por un lado los ordenados y consagrados, y por otro lado los que no lo eran.

El sacerdote pre concilio era considerado una especie de rey, más temido que respetado, con un poder casi mágico, que ponía énfasis en la obediencia y en sofocar cualquier pensamiento independiente.

De modo que el sacerdocio se convertía en un elemento que restringía el acceso de los fieles a Dios en lugar de alentarlo.

También se consideraba que las liturgias eran demasiado clericalistas porque el único actor era el sacerdote ordenado y sus acólitos, mientras los laicos eran excluidos; incluso el sacerdote no los miraba en la misa.

Este fue el temperamento con que se iniciaron muchas de las reformas del Concilio, para poner fin al monopolio clericalista en la liturgia y en la vida de la Iglesia.

Los padres conciliares definieron entonces que había un solo tipo de público católico, que era el cristiano fiel, y había diversas misiones.

Los laicos debían llevar la palabra de Dios al mundo secular y el clero debía ayudar en esta misión.

Esto implica que los laicos salen a evangelizar como un mandato directo de Dios y no como un mandato de la jerarquía.

En la liturgia se propendió a que la misa dependiera menos de un rito rígido y permitiera que el sacerdote tuviera más libertad en la celebración.

Es así que los comités posconciliares también incluyeron en la misa a los laicos.

Fue así que aparecieron los diversos ministerios, como por ejemplo el Ministerio de la Eucaristía, y también la participación de mujeres en las celebraciones.

Con esto se pensaba que la clericalización iba a disminuir, pero el clericalismo es una hidra de muchas cabezas.

Claro como siempre suele ser Joseph Ratzinger, reflexiono en su libro El espíritu de la liturgia, que estas medidas tuvieron un efecto inverso al que se preveía.

Incluso llega a decir que estos cambios en la liturgia llevaron a “una clericalización sin precedentes”, al centralizar todo en la persona del sacerdote.

A partir del Concilio Vaticano II el sacerdote que preside la misa es el verdadero centro y todo depende de él.

Ratzinger dice que “su creatividad lo sostiene todo”, él hace una misa a su gusto.

El sacerdote define como tiene que ser el altar, que manteles y otros instrumentos se deben de usar, que es lo que debe leer, decide sobre la marcha que comentarios hacer, aún fuera de la homilía, etc.

Entonces concluye Ratzinger, que antes el sacerdote mismo no era considerado tan importante en la liturgia, como es considerado en la liturgia posconciliar.

El espejismo que había tenido la Iglesia es que dar la espalda al pueblo en la misa era desvalorizar a los fieles.

Sin embargo ahora la liturgia es mucho más dependiente que antes de la persona del clérigo, de sus gustos, sus disgustos y sus preferencias.

Y esto se ve tanto en parroquias progres como en parroquias conservadoras.

En el caso de las parroquias progres la misa es algo de la creación íntegra del sacerdote que la preside, está hecha a la imagen y semejanza de lo que siente el clérigo.

Él es el centro y la celebridad de la celebración.

Pero en el caso de las parroquias conservadoras sucede lo mismo.

Porque muchos fieles deciden ir a esa parroquia porque el sacerdote celebra la misa sin apartarse de lo que dice el Misal y siendo estricto con los principios litúrgicos.

Y esto mismo hace que el sacerdote celebrante sea una celebridad, porque dice la misa alineada con sus características personales de respeto a las tradiciones y sin aprobar ciertas desviaciones y devociones.

Tenemos entonces que el clericalismo es un campo de lucha entre Dios y el diablo.

 

EL MALIGNO Y JESUCRISTO

El clericalismo es un caso típico de intromisión del diablo en la Iglesia.

Ya sabemos qué el maligno actúa a través del engaño y la división.

Además los ejércitos que luchan contra Dios tienen como foco central atacar a los líderes.

Y quiérase o no, y más allá de las desviaciones, los sacerdotes son los líderes del pueblo de Dios.

El objetivo del ataque del maligno centralizado en los sacerdotes lo podemos ver indirectamente a través de los abusos sexuales y la homosexualidad de una parte del clero y los obispos.

Pero también hay testimonios directos.

Santa Teresa de Ávila un día vio a un sacerdote atacado por los demonios cuando celebraba misa y contó,

«Vi a dos demonios de aspecto repugnante que parecían tener sus cuernos alrededor del cuello de un sacerdote mientras él celebra la misa».

Los sacerdotes han sido instituidos para actuar como alter christus en la misa, y pueden perdonar los pecados humanos, pero no están exentos de las flaquezas humanas.

No significa tampoco que sea más prudentes, tengan mejor juicio, o sean menos propensos a pecar que cualquier otra persona.

Por ejemplo en la Biblia vemos como los apóstoles cometieron toda clase de errores.

Jesús no negó a sus apóstoles que tuvieran autoridad sobre sus seguidores, pero les enseñó a que su autoridad estaba destinada al servicio.

Los papas de la época de San Gregorio Magno tomaban el título de «servus servorum Dei», o sea siervo de los siervos de Dios.

Según el Concilio Vaticano II los laicos son los protagonistas de la iglesia en el mundo y los sacerdotes están llamados a servirlos y no ser servidos por ellos.

Sin embargo éste no es el temperamento mayoritario ni entre los sacerdotes (aún menos entre los obispos) ni entre los laicos.

Los laicos debieran exigirles cuentas a los sacerdotes como servidores de ellos y de acuerdo a la fidelidad a la doctrina de la iglesia.

Y por otro lado deben protegerlos orando por ellos, para que no se desvíen.

Pero como dijimos el clericalismo es una hidra de muchas cabezas y el maligno tiene una fuerte operación dirigida hacia los sacerdotes.

Fuentes:

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Catolicismo NOTICIAS Noticias 2013 septiembre - diciembre Papa Prédica Sermones Homilías SIGNOS DE ESTOS TIEMPOS Signos de estos Tiempos Signos extraordinarios de la Iglesia

Francisco dice que Dios ha custodiado siempre a su pueblo con los profetas

Si falta la profecía prevalece el clericalismo.

 

El papa Francisco reflexionó en la Misa en Santa Marta que si en la Iglesia falta la profecía, falta la vida misma del Señor, y así toma fuerza el clericalismo. Es una lectura profunda de estos tiempos, que vale la pena discernir.

 

homilia de francisco en santa marta

 

El Pontífice ha explicado que el profeta es el que escucha las palabras de Dios, el que es capaz de ver el tiempo presente y proyectarse en el futuro.

Tiene dentro de sí estos tres momentos: el pasado, el presente y el futuro.

El pasado: el profeta es consciente de la promesa y mantiene dentro de su corazón la promesa de Dios, la da vida, la recuerda, la repite.

Después, mira el presente, mira a su pueblo y siente la fuerza del Espíritu para decirles una palabra que los ayude a levantarse, a continuar el camino hacia el futuro.

Por lo tanto el profeta es un hombre

de tres tiempos: promesa del pasado; contemplación del presente; valentía para indicar el camino hacia el futuro. 

Dios siempre ha custodiado a su pueblo con los profetas – ha continuado el Papa- en los momentos difíciles, en los momentos en los cuales el Pueblo estaba abatido o destruido, cuando el Templo no existía, cuando Jerusalén estaba bajo el poder de los enemigos, cuando el pueblo se preguntaba así mismo: “Pero Señor ¡tu me hiciste esa promesa! ¿Y ahora que sucede?”.

Sucede también

en el corazón de la Virgen – ha recordado Francisco – cuando estaba a los pies de la Cruz.

Es justo en esos momentos que

es necesario la intervención del profeta. Y no siempre el profeta es recibido, muchas veces es rechazado.

El Pontífice, como ha hecho en días pasados, ha recordado que

el mismo Jesús dice a los Fariseos que sus padres han matado a los profetas porque decían cosas que no eran agradables: ¡decían la verdad, ¡recordaban la promesa! Y cuando en el pueblo de Dios falta la profecía – ha observado de nuevo el Papa – falta algo: ¡falta la vida del Señor! 

Después Francisco ha añado:

Cuando no hay profecía la fuerza cae sobre la legalidad, prevalece el legalismo.

De hecho en el Evangelio se lee que

los sacerdotes fueron a Jesús a pedirle la cartilla de la legalidad: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¡Nosotros somos los padrones del Templo!”. No entendían las profecías – ha dicho el Papa –. Habían olvidado la promesa. No sabían leer las señales del momento, no tenían ni ojos penetrantes, ni oído la Palabra de Dios: ¡solamente tenían la autoridad!.

Y cuando

en el pueblo de Dios no existe la profecía, el vacío que deja viene ocupado por el clericalismo; y es justo este clericalismo que pide a Jesús: “¿Con qué autoridad haces tu estas cosas? ¿Con qué legalidad?”.

Y así

la memoria de la promesa y la esperanza de ir hacia adelante se ven reducidas solamente al presente: ni pasado, ni futuro esperanzador. El presente es legal: si eres legal vas hacia adelante. 

Pero impera el legalismo, la Palabra de Dios no se percibe, no existe, y los creyentes “lloran” porque les falta la profecía y no encuentran a Dios.

Lloran

como lloraba la madre Ana, la madre de Samuel, pidiendo la fecundidad del pueblo, la fecundidad que viene de la fuerza de Dios, cuando Él nos despierta la memoria de su promesa y nos empuja hacia el futuro, con la esperanza. ¡Esto es el profeta! Esto es el hombre del ojo penetrante y que escucha las palabras de Dios.  

El Papa ha concluido con algunas invocaciones:

Que nuestra oración en estos días en los que nos preparamos para la Navidad del Señor, sea: “Señor, ¡que no falten los profetas en tu pueblo!”. Todos los que estamos bautizados somos profetas. “Señor, ¡que no nos olvidemos de tu promesa! ¡Que no nos cansemos de seguir hacia delante! ¡Que no nos cerremos en la legalidad que cierra las puertas! Señor, libera a tu pueblo del espíritu del clericalismo y ayúdalo con el espíritu de la profecía”.

Fuentes: Radio Vaticana, Signos de estos Tiempos

 

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