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Aquí está Todo lo que Debes Saber sobre la Asunción de María

La Asunción de la Santísima Virgen a los cielos es el último dogma emitido por la Iglesia Católica.

Implica muchas cosas doctrinales centrales para la Iglesia y para la teología de María.

Y significa la materialización de la gran promesa de Jesucristo a nosotros.

La Iglesia la festeja el 15 de agosto.

Asuncion de la Virgen en basilica macarena

A través de los años hemos generado un cuerpo de artículos verdaderamente importante sobre este tema..
.
Que abarca desde su análisis hasta la presentación documental del hecho.
.
Pasando por las visiones sobrenaturales que recibieron místicos.
.
Y el trayecto de 20 siglos que recorrió la Iglesia en el discernimiento, hasta aprobar que la Asunción de María a los cielos en cuerpo y alma es dogma.

En este post hacemos un índice de todos los artículos que hemos publicado para que el lector pueda elegir lo que leer.

 Pierre Paul Rubens

 

EXPLICACIONES GLOBALES DE LA IMPORTANCIA DE LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

 

El Último Dogma emitido por la Iglesia Católica: Asunción de la Santísima Virgen María, Universal (15 de agosto)

¿Qué es la Asunción de María?, ¿Cómo se llegó a definir, y qué relevancia tiene?

Este artículo detalla las 10 cosas más importantes que deberíamos saber sobre la Asunción de la Santísima Virgen María a los Cielos.

Para tener una buena idea de la importancia y las consecuencias de este Dogma…

 

La Increíble Epopeya de una Mujer [Alumbrada por el Sol] que Triunfa sobre el Mal

Este artículo presenta a la Asunción de la Santísima Virgen al Cielo como el centro de nuestra esperanza y de las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

María no sólo es la ‘mujer vestida de sol’ que batalla contra el maligno.

Sino que fue la primera persona naturalmente humana que fue llevada al Cielo, como algún día nosotros lo seremos.

De ahí la importancia de este dogma para toda la fe…

 

La Vida Oculta de María luego que Murió Jesús y hasta su Asunción

Luego que murió Jesús, presumiblemente en el año 33 d.C., María permaneció oculta.

Pero se mantuvo asistiendo en la evangelización a los apóstoles hasta su Asunción a los cielos.

¿En qué año podemos datar su Asunción?

Este es un misterio que aún no han podido develar las investigaciones históricas. 

Cola dell' Amatrice  

 

PREGUNTAS SOBRE LA ASUNCIÓN

 

Últimos años de la Vida de María

En este artículo se habla de la vida de la Virgen María en Éfeso, su regreso a Jerusalén.

Las opiniones y relatos de su viaje a Éfeso según los historiadores y su muerte relatada por los varones apostólicos y escritores de nuestros tiempos.

Joaquín Casañ arma una explicación muy verosímil, porque no resulta de una manera evidente y clara la residencia de la Virgen Santísima durante los veintitrés años que sobrevivió a la Ascensión gloriosa de su amantísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo…

 

¿Murió la Santísima Virgen María?

Y si murió, ¿de que murió?

Es sabido que la muerte no es condición esencial para la Asunción.

Y es sabido, también, que el Dogma de la Asunción no dejó definido si murió realmente la Santísima Virgen.

Había para entonces discusión sobre esto entre los Mariólogos y Pío XII prefirió dejar definido lo que realmente era importante: que María subió a los Cielos gloriosa en cuerpo y alma.

Este artículo trata de responder las preguntas sobre si la Santísima Virgen murió o no antes de ser asunta al cielo…

 

¿Dónde murió la Virgen, existe un Sepulcro?

Así como el lugar de nacimiento de María tiene distintas teorías y versiones, Belén, Nazaret, Jerusalén o Séforis, también el lugar en donde pudieron haber transcurrido sus últimos días genera teorías diversas y controversia.

Diversos documentos históricos nos hablan de una veneración antiquísima de su tumba, en Jerusalén, específicamente en Gethsemaní (Valle de Cedrón), en donde se edificó un santuario, y posteriormente la Iglesia de la Asunción.

Pero también existen otros documentos en donde se señala la tradición de que María siguió a San Juan Evangelista hasta Éfeso y allí podría haber muerto.

Este artículo debate el tema…

 

¿Dónde y cómo fue la Asunción de la Virgen María?

Como por Tradición Apostólica sabemos que la Asunción tuvo lugar en el sepulcro de María, podemos concluir que la Asunción tuvo lugar en el mismo sitio donde Jesús fue apresado antes de su Pasión y Muerte; es decir, en el Huerto de Getsemaní.

Pero hay otras posibilidades que se manejan.

En este artículo el teólogo Antonio Royo Marín, o.p. debate sobre la forma en que María fue asunta al Cielo…

 

Dormición de la Madre de Dios

Cuenta la tradición que la Virgen María oraba a menudo a Jesús desde el Monte de los Olivos, el lugar de la ascensión de su hijo al cielo.

El Arcángel Gabriel apareció una vez allí y le dio una rama de palma del paraíso.

Él le dijo que sería llevada durante su procesión fúnebre, en tres días más…

Ella oró pidiendo ver una vez más a los santos apóstoles, y así fue.

De dondequiera que ellos estaban, los apóstoles fueron alzados en las nubes o llevados por los ángeles al lado de la Virgen que estaba viviendo en la casa del Apóstol Juan en Jerusalén…

Asuncion de la Virgen María Pierre-Paul Prud'hon

 

VISIONES RELACIONADAS CON LA ASUNCIÓN

 

¡El Papa Pío XII Vio la “Danza del Sol” Cuatro Veces!

El Papa Pío XII, un hombre de la Virgen, que fue quien promulgó el dogma de la Asunción, tuvo la gracia de presenciar la ‘danza del sol’ varias veces en los días alrededor de cuando promulgó ese dogma.

Pio XII lo tomó como un mensaje del Cielo de aprobación a la decisión tomada de promulgar el Dogma de la Asunción, y en este artículo narramos lo que él cuenta de lo que vio…

 

La Fantástica Historia de un Niño que Entregó un Mensaje de la Virgen al Papa

En 1950 el Papa Pío XII se estaba preparando para promulgar el dogma de la Asunción de María.

Él le estaba rezando a Dios por una señal, para confirmar que el dogma fuera voluntad de Dios.

El 1º de mayo anterior, tuvo una señal confirmatoria poco conocida para el público en general.

El Cardenal Montini, el futuro Papa Pablo VI, le presentó al Papa Pío XII a Gilles Bouhours, un niño de seis años.

Fue recibido en audiencia privada por el Sumo Pontífice para confiarle un “secreto” que le mandó decir la Santísima Virgen.

 

Evangelio Transitus Mariae (Tránsito de la Bienaventurada Virgen María)

El Papa Juan Pablo II señaló en una catequesis del 9 de julio de 1997 que el primer testimonio de la fe en la Asunción de la Virgen aparece en los relatos apócrifos, titulados “Transitus Mariae”, cuyo núcleo originario se remonta a los siglos II y III.

Según la palabra del pontífice este texto se trata de representaciones populares, a veces noveladas, pero que en este caso reflejan una intuición de la fe del pueblo de Dios…

 

Testimonios Místicos sobre la Asunción de la Virgen María

Estos testimonios que se encuentran recopilados en el libro “The Life of Mary as seen by the Mystics” (La Vida de María vista por los Místicos) de Raphael Brown (Nihil Obstat & Imprimatur 8-junio-1951).

Están en un solo relato, con el fin de poder seguir mejor la secuencia de los hechos relatados.

Una delicia lo que narran…

 

La Leyenda Áurea y el relato de un Santo en la Asunción de María a los Cielos

La leyenda dorada es un drama, lleno de vida, que termina con un epílogo bellísimo.

Una deliciosa historia, propia del genio oriental, iluminada de estrellas y de ángeles, perfumada de inciensos y azucenas, decorada de todas las maravillas del cielo y de todas las bellezas de la tierra.

Empezó a difundirse por el Oriente en el siglo V con el nombre de un discípulo de San Juan, Melitón de Sardes.

Más tarde, Gregorio de Tours la da a conocer en las Galias.

Los españoles de la Reconquista también la leían, y los cristianos de la Edad Media buscaron en sus páginas alimento de fe y entusiasmo religioso…

 

Mensaje de la Virgen María sobre su Asunción a Santa Brígida

La Virgen María narra a Santa Brígida su Asunción y elogia a San Jerónimo por la defensa que hizo de la Asunción…

 

La casa en Éfeso y la Asunción de María, el Hallazgo y visiones de Ana Catalina Emmerich

En este artículo contamos la la visión de Ana Catalina Emmerich sobre la casa de María en Éfeso, que llevo luego a su descubrimiento, ver aquí.

Así la visión específica sobre  la Asunción al Cielo de la Santísima Virgen por la Emmerich, ver aquí

 

Visión de la Asunción de Nuestra Señora por Sor María de Jesús de Agreda

Este artículo cuenta la visión que tuvo María de Agreda sobre la Asunción de la Santísima Virgen…

 

Relato de la Virgen sobre su Asunción a Amparo Cuevas vidente de El Escorial

El 15 de agosto de 1986 la Virgen María relata a Amparo Cuevas, la vidente de El Escorial (España) como fue su asunción a los cielos.

Comienza relatando algo de su vida para luego contar su tránsito a los cielos.

Están la llamada a los apóstoles, los preparativos de éstos, su pedido para que su cuerpo no sea tocado por nadie, y la visión de la venida del Señor a buscarla, el recibimiento de Dios Padre en los cielos y del Espíritu Santo…

Asuncion de la Virgen María - Alonso López de Herrera

 

PEREGRINAJE A DOS IGLESIAS RELACIONADAS CON LA ASUNCIÓN

 

Iglesia de la Asunción en el Valle del Cedrón

Este artículo es una recorrida por la Iglesia de la Asunción del Valle del cedrón donde erigida sobre la tumba que recibió los restos mortales de la Santísima Virgen.

La otra tradición la vemos en la Abadía de la Dormición en Sión.

Desde esta Tumba fue llevada al cielo, para no estar sujeta a las consecuencias del pecado, a la corrupción de la carne.

Por lo tanto, María sólo probó la tumba, pero no se quedó en ella; su tumba se convirtió en el lugar santo de su Asunción gloriosa al Cielo.

O sea que se supone que este es el lugar de la Asunción de María al Cielo…

 

Admiremos la Abadía de la Dormición en Sión, o Hagia María en Sión

Este artículo hace un recorrido por la Abadía de la Dormición en Jerusalén, donde dicen que es el sitio donde la Virgen María cayó en su “sueño eterno”.

Se trata del lugar que la otra tradición muestra de la Asunción de María.

De alguna forma es la hipótesis rival de la traición de la Iglesia de la Asunción en el valle del Cedrón…

Asuncion de la Virgen María - Teodore Van Loon

 

DOCUMENTOS HISTÓRICOS Y ECLESIALES SOBRE LA ASUNCIÓN

 

La Asunción de María en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia

Este artículo relata lo que se puede encontrar en la Biblia sobre la Asunción de la Santísima Virgen, la tradición de la Iglesia y los razonamientos teológicos que fueron conformando el dogma de la Asunción…

 

Documentos Históricos sobre la Asunción

Presentamos dos documentos históricos importantísimos.

El primero es la carta de Dionisio el Egipcio o el Místico a Tito, importantísimo para conocer cuál era la tradición en Jerusalén acerca de la Asunción de María.

El segundo documento es de San Juan Damasceno, Doctor de la Iglesia, de un sermón predicado en la Basílica de la Asunción en Jerusalén, por el año 754, ante varios Obispos y muchos Sacerdotes y fieles…

 

Proclamación del Dogma de la Asunción de María por Pío XII ( 1 de noviembre)

Trata sobre la proclamación del Dogma por parate de Pio XII y las consecuencias que progresivamente fue teniendo dentro de la Iglesia…

 

El Dogma de la Asuncion en Munificentissimus Deus y Lumen Gentium

Análisis de la Constitución Apostólica por la que Pio XII definió el Dogma de la Asunción y el desarrollo que luego hizo el Concilio Vaticano II sobre el dogma…

Asuncion de la Virgen María - Juan Carreño de Miranda

 

ESCRITOS DE SANTOS SOBRE LA ASUNCIÓN DE MARÍA Y ORACIONES

 

Asunción de la Bienaventurada Virgen María por San Buenaventura

 

En la Asunción de la Bienaventurada Virgen María por San Bernardo

 

Oraciones sobre la Asunción de la Virgen María

 

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La Asunción de María en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia

Sabemos, por supuesto, que la Asunción de la Santísima Virgen no aparece relatada, ni mencionada en la Sagrada Escritura.

Veamos lo que nos dice el Padre Joaquín Cardoso, s.j. en su estudio sobre la Asunción: “Son muchos los Teólogos -y de gran renombre, por cierto- que han afirmado y creen haberlo probado que, implícitamente, sí se encuentra, tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento la revelación de este hecho … Pues, si no hay una revelación explícita en la Sagrada Escritura acerca del hecho de la Asunción de María, tampoco hay ni la más mínima afirmación o advertencia en contrario, y por consiguiente, si la razón humana, discurriendo sobre alguna otra verdad cierta y claramente revelada, deduce legítimamente este privilegio de Nuestra Señora, tendremos necesariamente que admitirlo como revelado en la misma Sagrada Escritura de modo implícito”.

Existe, por cierto, un precedente autorizado por la Iglesia, de una verdad considerada como revelada implícitamente. Se trata del misterio de la Inmaculada Concepción, el cual el Papa Pío XI declaró como dogma, a finales del siglo XIX y reconoció esta verdad como revelada implícitamente al comienzo de la Escritura, en Génesis 3, 15, cuando Dios anunció que la Mujer y su Descendencia aplastarían la cabeza de la serpiente infernal. Y esto no hubiera podido suceder si María no hubiera estado libre de pecado original, pues de no haber sido así, hubiera estado sujeta al yugo del demonio.

Esto mismo hizo el Papa Pío XII en la definición del Dogma de la Asunción. La Asunción de la Virgen María al Cielo, que ha sido aceptada como verdad desde los tiempos más remotos de la Iglesia, es un hecho también contenido, al menos implícitamente en la Sagrada Escritura.

Los Teólogos y Santos Padres y Doctores de la Iglesia han visto como citas en que queda implícita la Asunción de la VirgenMaría, las mismas en que vieron a la Inmaculada Concepción, porque en ellas se revelan los incomparables privilegios de esa hija predilecta del Padre, escogida para ser Madre de Dios. Así quedaron estrechamente unidas ambas verdades: la Inmaculada Concepción y la Asunción.
 

He aquí algunas de las citas y de los respectivos razonamientos teológicos como nos los presenta el Padre Cardoso:
“Llena de gracia” (Lc. 1, 26-29) : Dios le había concedido todas las gracias, no sólo la gracia santificante, sino todas las gracias de que era capaz una criatura predestinada para ser Madre de Dios. Gracia muy grande es el de haber sido preservada del pecado original, pero también gracia el pasar por la muerte, no como castigo del pecado que no tuvo, sino por lo ya expuesto en capítulos anteriores y, como hemos dicho también, sin sufrir la corrupción del sepulcro. Si María no hubiera tenido esta gracia, no podría haber sido llamada llena (plena) de gracia. Esta deducción queda además confirmada por Santa Isabel, quien “llena del Espíritu Santo, exclamó: “Bendita entre todas las mujeres” (Lc. 1, 41-42).

“Pondré enemistad entre tí y la Mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te aplastará la cabeza” (Gen. 1, 15), es, por supuesto, el texto clave.
Además, Cristo vino para “aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al Diablo” (Hb. 2, 14). “La muerte ha sido devorada por la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado” (1 Cor. 15, 55)

Todos hemos de resucitar. Pero ¿cuál será la parte de María en la victoria sobre la muerte? La mayor, la más cercana a Cristo, porque el texto del Génesis une indisolublemente al Hijo con su Madre en el triunfo contra el Demonio. Así pues, ni el pecado, por ser Inmaculada desde su Concepción, ni la conscupiscencia, por ser ésta consecuencia del pecado original que no tuvo, ni la muerte tendrán ningún poder sobre María.

La Santísima Virgen murió, sin duda, como su Divino Hijo, pero su muerte, como la de El, no fue una muerte que la llevó a la descomposición del cuerpo, sino que resucitó como su Hijo, inmediatamente, porque la muerte que corrompe es consecuencia del pecado.
“No permitirás a tu siervo conocer la corrupción” (Salmo 15). San Pablo relaciona esta incorrupción con la carne de Cristo. Y San Agustín nos dice que la carne de Cristo es la misma que la de María. Implícitamente, entonces, la carne de María, que es la misma que la del Salvador, no experimentó la corrupción.

Así el privilegio de la resurrección y consiguiente Asunción de María al Cielo se debe al haber sido predestinada para se la Madre de Dios-hecho-Hombre.

El Concilio Vaticano II, tratando ese tema en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, también relaciona el privilegio de la Inmaculada Concepción con el de la Asunción: precisamente porque fue “preservada libre de pecado original” (LG 59), María no podía permanecer como los demás hombres en el estado de muerte hasta el fin del mundo. La ausencia del pecado original y la santidad perfecta ya desde el primer instante de su existencia, exigían para la Madre de Dios la plena glorificación de su alma y de su cuerpo.

Pero oigamos también a nuestro Papa Juan Pablo II tratar el punto de la Asunción de María en la Sagrada Escritura.

En su Catequesis del 2 de julio de 1997 nos decía: “El Nuevo Testamento, aun sin afirmar explícitamente la Asunción de María, ofrece su fundamento, porque pone muy bien de relieve la unión perfecta de la Santísima Virgen con el destino de Jesús. Esta unión, que se manifiesta ya desde la prodigiosa concepción del Salvador, en la participación de la Madre en la misión de su Hijo y, sobre todo, en su asociación al sacrificio redentor, no puede por menos de exigir una continuación después de la muerte. María, perfectamente unida a la vida y a la obra salvífica de Jesús, compartió su destino celeste en alma y cuerpo”.

 

LA ASUNCIÓN DE MARÍA EN LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA

Así tituló el Osservatore Romano la Catequesis del Papa Juan Pablo II del día Miércoles 9 de julio de 1997. Y en esa fuente tan importante y tan reciente, como son las palabras del Papa en ésta y en la Catequesis de la semana inmediatamente anterior (2-julio-97) nos apoyaremos casi exclusivamente para este Capítulo.

La perenne y concorde tradición de la Iglesia muestra cómo la Asunción de María forma parte del designio divino y se fundamenta en la singular participación de María en la misión de su Hijo. Ya durante el primer milenio los autores sagrados se expresaban en este sentido, nos recordaba el Papa Juan Pablo II.

Además, la Asunción de la Virgen forma parte, desde siempre, de la fe del pueblo cristiano, el cual al afirmar la llegada de María a la gloria celeste, ha querido también reconocer y proclamar la glorificación de su cuerpo.

Nos decía el Papa Juan Pablo II que el primer testimonio de la fe en la Asunción de la Virgen aparece en los relatos apócrifos, titulados “Transitus Mariae” , cuyo núcleo originario se remonta a los siglos II y III. Nos informaba el Papa que se trata de representaciones populares, a veces noveladas, pero que en este caso reflejan una intuición de la fe del pueblo de Dios.

Algunos testimonios se encuentran en San Ambrosio, San Epifanio y Timoteo de Jerusalén. San Germán de Constantinopla (+733) pone en labios de Jesús, que se prepara para llevar a su Madre al Cielo, estas palabras: “Es necesario que donde yo esté, estés también tú, Madre inseparable de tu Hijo”.

Nos decía el Papa JPII que la misma tradición eclesial ve en la maternidad divina la razón fundamental de la Asunción. Un indicio interesante de esta convicción se encuentra en un relato apócrifo del siglo V, atribuido al pseudo Melitón. El autor imagina que Cristo pregunta a los Apóstoles qué destino merece María, y ellos le dan esta respuesta: “Señor, elegiste a tu esclava, para que se convierta en tu morada inmaculada … Por tanto, dado que, después de haber vencido a la muerte, reinas en la gloria, a tus siervos nos ha parecido justo que resucites el cuerpo de tu Madre y la lleves contigo, dichosa, al Cielo”.

¿Por qué citaba el Papa un libro apócrifo? Los apócrifos no tienen autoridad divina. Pero pueden tener autoridad humana, agregando, así, un testimonio que apoya la unanimidad a favor de la Asunción.

San Germán, en un texto lleno de poesía, sostiene que el afecto de Jesús a su Madre exige que María se vuelva a unir con su Hijo Divino en el Cielo: “Como un niño busca y desea la presencia de su madre, y como una madre quiere vivir en compañía de su hijo, así también era conveniente que tú, de cuyo amor materno a tu Hijo y Dios no cabe duda alguna, volvieras a El. ¿Y no era conveniente que, de cualquier modo, este Dios que sentía por ti un amor verdaderamente filial, te tomara consigo?”

En otro texto el mismo San Germán sostiene que “era necesario que la Madre de la Vida compartiera la Morada de la Vida”. Así integra la dimensión salvífica de la maternidad divina con la relación entre Madre e Hijo.

San Juan Damasceno subraya la relación entre la participación en la Pasión y el destino glorioso: “Era necesario que aquélla que había visto a su Hijo en la Cruz y recibido en pleno corazón la espada del dolor … contemplara a ese Hijo suyo sentado a la diestra del Padre”.

Nos dice el Padre Cardoso que ya en los escritos del Siglo IV los historiadores eclesiásticos se refieren a la Asunción de María como de tradición antiquísima, que a causa de su unanimidad, no puede venir sino de los mismos Apóstoles y, por consiguiente, como de revelación divina, pues la revelación en que se funda la religión cristiana terminó, según enseña la Iglesia, con la muerte de San Juan.

Continúa diciéndonos que del Siglo V en adelante, no encontró un solo escritor eclesiástico, ni una sola comunidad cristiana que no creyera en la Asunción de María.

En el Siglo VII el Papa Sergio I promovió procesiones a la Basílica Santa María la Mayor el día de la Asunción, como expresión de la creencia popular en esta verdad tan gozosa.

Posteriormente se fue desarrollando una larga reflexión con respecto al destino de María en el más allá. Esto, poco a poco, llevó a los creyentes a la fe en la elevación gloriosa de la Madre de Jesús en alma y cuerpo, y a la institución en Oriente de las fiestas litúrgicas de la Dormición y de la Asunción de María.

La fe en el destino glorioso del alma y del cuerpo de la Madre del Señor después de su muerte, desde Oriente se difundió a Occidente con gran rapidez y, a partir del Siglo XIV, se generalizó.

El Papa Juan XXII en 1324 afirmaba que “la Santa Madre Iglesia pidadosamente cree y evidentemente supone que la bienaventurada Virgen fue asunta en alma y cuerpo”.

En la primera mitad de nuestro siglo, en víspera de la declaración del Dogma, constituía una verdad casi universalmente aceptada y profesada por la comunidad cristiana en todo el mundo.

Así, en Mayo de 1946, con la Encíclica Deiparae Virginis Mariae, Pío XII promovió una amplia consulta, interpelando a los Obispos y, a través de ellos, a los Sacerdotes y al pueblo de Dios, sobre la posibilidad y la oportunidad de definir la Asunción corporal de María como Dogma de Fe. El recuento fue ampliamente positivo: sólo 6 respuestas de entre 1.181 manifestaban alguna reserva sobre el carácter revelado de esa verdad.

Citando ese dato, la Bula Munificentissimus Deus afirma: “El consentimiento universal del Magisterio ordinario de la Iglesia proporciona un argumento cierto y sólido para probar que la Asunción corporal de la Santísima Virgen María al Cielo … es una verdad revelada por Dios y, por tanto, debe ser creída firme y fielmente por todos los hijos de la Iglesia”.

El Concilio Vaticano II, recordando en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia el misterio de la Asunción, atrae la atención hacia el privilegio de la Inmaculada Concepción: precisamente porque fue “preservada libre de pecado original” (LG 59). María no podía permanecer como los demás hombre en el estado de muerte hasta el fin del mundo. La ausencia del pecado original y la santidad perfecta ya desde el primer instante de su existencia, exigían para la Madre de Dios la plena glorificación de su alma y de su cuerpo.

Y continuando con la Tradición Eclesiástica hasta nuestros días, tenemos toda la enseñanza del Papa Juan Pablo II que recogemos en este estudio.

Como dato curioso el Padre Cardoso anota uno adicional que es sumamente revelador y que él agrega a la unanimidad en la Tradición: el hecho de que no hayan reliquias del cuerpo virginal de María. Nos dice que ni siquiera los fabricantes de falsas reliquias -que los ha habido a lo largo de la historia de la Iglesia- se atrevieron jamás a fabricar una del cuerpo de María, pues sabían que, dada la creencia universal de la Asunción, no hubieran sido recibidas como auténticas en ninguna parte del mundo cristiano.

Fuentes: Bienaventurada.Com

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La Virgen María no fue asunta al cielo en cuerpo y alma

Expresiones apóstatas de un sacerdote jesuita.

 

Hace menos de una semana publicamos el caso de la monja española Teresa Forcades que tiene y difunde posiciones divergentes con la doctrina eclesial sobre el aborto, la ideología de género y homosexualidad, sobre el sacerdocio femenino y además se mete en política partidaria en Cataluña, ver aquí, y también informamos sobre un evento que había organizado una universidad jesuita en Colombia de promoción abiertamente gay, ver aquí y aquí. Ahora le toca el turno a otro religioso, el sacerdote español y jesuita Juan Masiá que escribió dando una visión heterodoxa de la Asunción de María, que acabamos de celebrar. Para él asunta no significa que ascendió a los cielos en cuerpo y alma, como dice el dogma oficial de la Iglesia, sino que fue “absorbida por la vida”, transformada. Y para peor se lo explica a sus alumnas de teología “para para evitar un suspenso en el examen de hermenéutica y evolución de los dogmas”.   

 

juan-masia-clavel

 

Nuestra intención al dar repercusión a esto es proporcionar material para que nuestros lectores disciernan hasta donde una institución puede soportar “funcionarios” que tienen jerarquía en ella y todavía hacen docencia, manifestando opiniones contrarias a los documentos oficiales de la institución (la Iglesia Católica). Siempre es bueno que no haya una uniformidad monolítica en las instituciones a fin de que pueda enriquecerse la discusión, pero el punto es hasta donde debe llegar la disidencia y en que ámbito se debe manifestar (si en el interno o en el externo).

Para su discernimiento.

ASUNCIÓN NO ES TRANSPORTAR MÍTICAMENTE UN CADÁVER POR LOS AIRES PARA REANIMARLO EN LO ALTO DE LOS CIELOS

El sacerdote jesuita español Juan Masiá negó el dogma de la Asunción de la Virgen en cuerpo y alma al cielo, asegurando que «María murió y la enterraron» y afirmó que

el 15 de agosto «conmemoramos la muerte como absorción por la Vida, la muerte de María como Asunción».

El Padre Masiá, en un texto publicado el 14 de agosto por el medio digital español Religión Digital, aseguró que tanto la Inmaculada Concepción y la Asunción de la Virgen María, ambos dogmas de fe de la Iglesia Católica, son solamente «metáforas de esperanza, expresiones simbólicas».

«Me preguntaron las alumnas en clase de teología si hay que creer que a la madre de Jesús no la enterraron y tuve que volver a aclararles lo que significa Asunción, para evitar un suspenso en el examen de hermenéutica y evolución de los dogmas», escribió.

El sacerdote jesuita aseguró que

«Asunción no es transportar míticamente un cadáver por los aires para reanimarlo en lo alto de los cielos».

LA CONTESTACIÓN DEL PADRE FORTEA

Pero en un texto publicado en su blog, titulado «La Asunción de la Virgen María, carta a Masiá», el sacerdote y teólogo español José Antonio Fortea, corrigió al jesuita, recordándole que

«la fe que nos ha sido transmitida es que el cuerpo de la Virgen María fue tomado (assumpta en latín) al Cielo».

Mientras que Masía indicó que

«Asunción significa Absorción y Asunta significa Absorbida por la Vida»,

el Padre Fortea señaló que

«Tomar es la traducción exacta del verbo assumere». «Ésa es la diferencia con el resto de los mortales, la assumptio corporis, el que el cuerpo fuera tomado«, dijo.

El Padre Fortea indicó además que

«los fieles están en libertad de creer que el cuerpo de la Virgen ascendió a los cielos como lo hizo Jesús o el profeta Elías, es decir, ascendiendo a la vista del que estuviera allí. O bien que simplemente desapareció. María podía estar en el lecho de su casa y desaparecer ante la vista de los que allí estuvieran presentes».

«Las dos posibilidades entran dentro de la fe. La cual sólo nos ha transmitido que el cuerpo fue tomado (assumptus) al cielo. No hablo de agonía de la Virgen, porque son muchísimos los autores (santos, místicos y teólogos) que siglo tras siglo nos describen ese tránsito como una dormición», señaló.

El Padre Fortea ha recomendado en el pasado a los fieles católicos no leer los libros «envenenados» del jesuita Juan Masiá Claver, por ser abiertamente contrarios a la doctrina de la Iglesia Católica.

CONTRARIO AL MAGISTERIO PAPAL

Lo escrito por el jesuita Masiá contradice abiertamente la Constitución Apostólica Munificentissimus Deus de Pío XII, dada en 1950, en la que se define como dogma de fe la Asunción,

«que la Virgen María fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celeste«.

El documento pontificio señala que la Virgen María

«no estuvo sujeta a la ley de permanecer en la corrupción del sepulcro ni tuvo que esperar la redención de su cuerpo hasta el fin del mundo».

La Constitución Apostólica advierte en efecto que

«si alguno, Dios no lo permita, osase negar o poner en duda voluntariamente lo que hemos definido, sepa que ha caído de la fe divina y católica».

UNA HISTORIA QUE SE REPITE CON MASIÁ

Las discrepancias del sacerdote jesuita español con la enseñanza de la Iglesia llevaron a que en 2009, tal como lo informara el propio Masiá, su Provincial en Japón, donde radica actualmente, le ordenara restringir sus publicaciones solo a ese país.

En esa ocasión, Masiá denunció una «inquisición» en su contra, acusando con ironía no a la S.J. (iniciales de Societas Jesu, Compañía de Jesús), sino a S.A., «es decir, Sociedad Anónima; el anonimato suele caracterizar las autorías terroristas».

En enero de 2006, el Padre Masiá fue cesado como director de la Cátedra de Bioética de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid (España), por sus controvertidas opiniones aceptando el uso del preservativo y la manipulación de embriones contenidas en su libro «Tertulias de Bioética», reiteradas tras su publicación.

En 2007, el Padre Masiá pidió que se le conceda la eutanasia a Inmaculada Echevarría, una mujer con distrofia muscular progresiva, asegurando que «la paciente tiene derecho a elegir cómo vivir su proceso de morir». En 2009 expresó similar opinión sobre Eluana Englaro, indicando que «hay que decir claramente: la moral no prohibe desconectar a Eluana».

El sacerdote jesuita también ha apoyado el aborto, indicando que hay casos, como el embarazo por violación, en los que

«la pregunta correcta del moralista no es si se puede interrumpir el proceso, sino si es irresponsable el permitir que siga adelante y, por tanto, hay más bien obligación moral de interrumpirlo».

En un texto publicado en el diario español El País en agosto de 2012, con el título «Aborto y vida naciente con malformaciones», el Padre Masiá aseguró que el aborto de un bebé con anencefalia «no es el aborto de un ser humano».

En diciembre de ese año, fingiendo una conversación entre el hoy Obispo Emérito de Roma Benedicto XVI y el Arcángel Gabriel, Masiá negó la concepción virginal de Jesús, asegurando que

«María y José hicieron al niño que el Espíritu les dió. El Espíritu les dió el niño que hicieron ellos».

Sobre el ayuno en el desierto de Jesús, el jesuita escribió el 12 de febrero de 2013 que a Jesús

«se le apareció en sueños una figura extraña, medio humano, medio cabrito. Pero el rostro del monstruo parecía su propio retrato, solo que en la frente llevaba una leyenda: ‘yo soy yo, 666’».

En su texto «Mujeres en la Última Cena», el jesuita ha señalado que la Virgen María tuvo cuatro partos, a pesar de que el Catecismo de la Iglesia Católica señala que «Jesús es el Hijo único de María» y que la Iglesia confiesa «la virginidad real y perpetua de María».

Fuentes: ACI Prensa, Signos de estos Tiempos

 

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Proclamación del Dogma de la Asunción de María por Pío XII ( 1 de noviembre)

Después de dirigir, con frecuencia, nuestros ruegos, invocando la luz del Espíritu de Verdad por la gloria de Dios que ha derramado sobre la Virgen María la generosidad de una benevolencia particular, para honra de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y Vencedor del pecado y de la muerte para mayor gloria de su augusta Madre y la alegría y el júbilo de toda la Iglesia, por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, los bienaventurados apóstoles Pedro y Paulo y por nuestra autoridad afirmamos, declaramos y definimos como un dogma divinamente revelado que:

“la Inmaculada Madre de Dios, María siempre virgen, terminada su vida terrestre fue elevada en cuerpo y alma a la gloria celeste.” Por lo que si alguien, lo cual a Dios no le agradaría, pusiera voluntariamente en duda lo que ha sido definido por nosotros, que sepa que ha abandonado totalmente la fe divina y católica»…
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Justo después de esas palabras del Papa proclamando el Dogma, un rayo de sol bañó la Basílica de San Pedro.

La solemne definición del dogma de la asunción de María, proclamada en 1950 por Pío XII con la constitución apostólica Munificentissimus Deus (MD) no fue un acto improvisado o arbitrario del magisterio pontificio extraordinario.

Además de concluir un intenso período de estudios históricos y teológicos, llevados a cabo críticamente y que florecieron en la iglesia católica entre 1940 y 1950, coronaba y proclamaba una fe profesada desde hacía tiempo y un¡versalmente en la iglesia por todo el pueblo de Dios. He aquí, en unas breves líneas sintéticas, las principales etapas históricas de este caminar.

 

LOS ORIGENES

Como falta un testimonio explícito y directo de la Escritura sobre la asunción de María a los cielos y no hay tampoco en la tradición de los tres primeros siglos ningún tipo de referencia al destino final de la Virgen, ni se había precisado aún una doctrina escatológica segura.

Las primeras indicaciones -que han de considerarse como simples huellas- se recogen entre finales del S. IV y finales del S. V: desde la idea de san Efrén, según el cual el cuerpo virginal de María no sufrió la corrupción después de la muerte, hasta la afirmación de Timoteo de Jerusalén de que la Virgen seguiría siendo inmortal, ya que Cristo la habría trasladado a los lugares de su ascensión (PG 86,245c); desde la afirmación de san Epifanio de que el final terreno de María estuvo «lleno de prodigios» y de que casi ciertamente María posee ya con su carne el reino de los cielos (PG 41,777b), hasta la convicción expresada por el opúsculo siriaco Obsequia B. Virginis de que el alma de María, inmediatamente después de su muerte, se habría reunido de nuevo a su cuerpo.

A finales del S. V es cuando los críticos sitúan igualmente los relatos /apócrifos más antiguos sobre el Tránsito de María, que subrayando la idea de una muerte singular de la madre del Señor, representa el elemento primordial a partir del cual se desarrollará sucesivamente la reflexión en torno a la asunción.

 

EN EL SIGLO VI

Este siglo tiene una especial importancia para el desarrollo histórico en oriente de la creencia en la asunción. Efectivamente, en oriente comienza a difundirse la celebración litúrgica del Tránsito o Dormición de María, fijada el día 15 de agosto por decreto particular del emperador Mauricio (PG 147,292).

En la iglesia copta se celebraba la fiesta de la muerte y, sucesivamente, la de la resurrección de María, más exactamente en las fechas del 6 de enero y del 9 de agosto; esta costumbre se ha conservado hasta nuestros días. Igualmente la iglesia abisinia, estrechamente relacionada con la copta, celebra estos dos momentos del destino final de la Virgen.

También la iglesia armenia celebra la gloriosa resurrección de María, sin conmemorar su resurrección, dado que admite la traslación del cuerpo incorrupto a un lugar desconocido.

Hay que reconocer que este desarrollo de la fiesta litúrgica del Tránsito o Dormición, en oriente, representa una clave de bóveda y un punto histórico fundamental para el posterior ahondamiento de la reflexión teológica y de la fe del pueblo en la asunción de María.

 

DEL SIGLO VII AL X

En este período, en la iglesia greco-bizantina, son numerosos los testimonios de los padres, doctores y teólogos que afirman la asunción corporal de María después de su muerte y resurrección; baste recordar aquí a san Modesto de Jerusalén (+ 634), a san Germán de Constantinopla (+ 733), a san Andrés de Creta (+ 740), a san Juan Damasceno (+ 749), a san Cosme el Melode (+ 743), a san Teodoro Estudita (+ 826), a Jorge de Nicomedia (+ 880).

Pero su testimonio no quiere decir universalidad de parecer entre los teólogos bizantinos de este largo período. En efecto, para otros teólogos es muy grande la incertidumbre sobre la realización corpórea de la Virgen y sobre su destino final.

En la iglesia latina la situación es idéntica. Junto a los autores que afirman la asunción corporal hay un calificado testimonio de otros que profesan que no se sabe cuál fue el destino final de María; véanse, p. ej., san Isidoro de Sevilla (+ 636), s. Beda el venerable (+ 735). Más aún, también en el S. VIII, en Asturias, se pensaba que María había muerto como todos los seres humanos y que, como los demás, aguarda la resurrección y la glorificación final.

No obstante, en Roma, ya desde el S. VII con el papa Sergio I, se celebraba la fiesta de la Dormición junto con la de la Natividad, Purificación y Anunciación. Desde Roma pasó el siglo siguiente a Francia y a Inglaterra, llevando ya el título de Assumptio S. Mariae (v. Sacramentario enviado por el papa Adriano 1 al emperador Carlomagno).

El nuevo título que se le dio a la fiesta planteó espontáneamente el problema de la resurrección inmediata del cuerpo de María. Se determinan por tanto, en estos siglos, dos claras posiciones doctrinales: la que, no pudiendo contar con ningún testimonio escriturístico ni patrístico, admitía solamente como piadosa sentencia la doctrina de la asunción del cuerpo de la Virgen, aun aceptando como cierta la preservación de su cuerpo de la corrupción, y la que, elaborando un profundo tratado teológico sobre la glorificación anticipada incluso corporal de la madre de Dios, la sostenía como cierta.

Es significativa en este sentido la obra del Pseudo-Agustín Liber de Assumptione Mariae Virginis (PL 40,1141-1148), que combate con decisión el agnosticismo de algunos de sus contemporáneos.

 

DEL SIGLO X A NUESTROS DÍAS

En la iglesia bizantina, tanto griega como rusa, se determina durante estos últimos siglos una profunda convicción sobre la glorificación corporal de la Virgen después de la muerte, ampliamente difundida entre el clero, los teólogos y en la fe popular.

Convicción que encuentra su solemne expresión en la liturgia del mes de agosto, que, en virtud de un decreto del emperador Andrónico 11 (1282-1328), quedó consagrado al misterio de la asunción, fiesta mayor entre las dedicadas a María; en la iconografía, en la reflexión teológica y en la piedad popular.

Todavía hoy la iglesia bizantina, aunque no acepta la definición solemne proclamada por Pío XII, considera con una unanimidad moral cada vez más acentuada la asunción corporal de María como una piadosa y antigua creencia.

En la iglesia latina la influencia de la obra del Pseudo-Agustín que hemos citado fue decisiva en los cinco primeros siglos de este período y, por haber sido doctrina suya la asunción corporal de María, fue compartida y profundizada por los grandes doctores escolásticos (Alberto Magno, Tomás, Buenaventura, etc.), determinando un movimiento teológico y popular cada vez más difuso en favor de la asunción.

En el S. XVI muchos protestantes, incluyendo a Lutero, por sus obvios motivos metodológicos, volvieron a negar esta piadosa creencia de la iglesia católica; pero encontraron en los apologetas católicos una pronta reacción que hizo convertirse esta piadosa creencia casi en una doctrina cierta, tanto entre los teólogos como entre el pueblo.

En el S. XVIII encontramos la primera petición a la Santa Sede para la definición de la asunción como dogma de fe. La presentó el siervo de Dios p. Cesáreo Shguanin (1692-1769), teólogo de los Siervos de María. A esta petición siguieron otras muchas, procedentes de las diversas partes del mundo católico y con diversa autoridad moral y doctrinal. Bastará recordar aquí la del cardenal Sterckx y la de mons. Sánchez en 1849 a Pío IX, y la de la reina Isabel II de España al mismo pontífice en 1863.

Centenares de otras peticiones, presentadas hasta 1941, llegaron a los diversos pontífices que se fueron sucediendo en la cátedra de Pedro, hasta Pío XII. Los padres jesuitas Hentrich y -De Moos recogieron y publicaron en 1942, en dos volúmenes, todas las peticiones que se conservaban en el archivo secreto del Santo Oficio, con el título Petitiones de Assumptione corporea B. M. Virginis in coelum definienda ad S.Sedem delatae.

El consenso del mundo católico era moralmente unánime, aun cuando alguna voz aislada discutiera no tanto el hecho de la asunción como su definibilidad en cuanto verdad revelada por Dios. Estas dudas se debían a varios orígenes.

Algunas se derivaban de la ausencia de testimonios bíblicos sobre la asunción de María; otras, de la deficiente distinción crítica entre el aspecto dogmático del problema y el histórico o racional; otras, finalmente, de la falta de una visión de conjunto de los diversos argumentos aducidos en favor de la definibilidad de la asunción: argumentos que, insuficientes cuando se les toma en particular, podían ser reconocidos como válidos si se tomaban en bloque.

Es sabido que Pío XII, después de las innumerables peticiones, el 1 de mayo de 1946 envió a todo el episcopado católico la encíclica Deiparae Virginis, en la que preguntaba a los obispos si la asunción de María podía ser definida y si deseaban juntamente con sus fieles esta definición. La inmensa mayoría de los obispos respondió afirmativamente a ambas preguntas, y Pío XII, el 1 de noviembre de 1950, procedió a la solemne definición dogmática con su constitución apostólica MD.

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Los dogmas de la Virgen Maria


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El Dogma de la Asuncion en Munificentissimus Deus y Lumen Gentium

Dogma y Teología de la Asunción en la Munificentissimus Deus.

Este documento extraordinario del magisterio de Pío XII, emanado el 1 de noviembre de 1950 como coronación y consagración es el camino secular de fe de toda la iglesia sobre el destino final de María…

Contiene no solamente una precisa y solemne definición de fe, sino también una afortunada síntesis crítica de toda la reflexión teológica que se había desarrollado a lo largo de los siglos y que habían transmitido la tradición patrística y doctoral, la liturgia y el sentimiento común de todos los fieles.

Por lo que se refiere al dogma, las palabras que introducen la definición propia y verdadera de la asunción expresan una formulación solemne que podemos considerar clásica del magisterio moderno: «Pronuntiamus, declaramos ac definimus divinitus revelatum dogma esse… Immaculatam Deiparam semper Virginem Mariam, expleto terrestris vitae cursu, fuisse corpore et anima ad coelestem gloriam assumptam».

Pero la falta de pasajes explícitos de la Escritura y de los padres sobre la asunción de María había hecho surgir dudas legítimas a algunos teólogos sobre su definibilidad como verdad revelada por Dios. Dificultad felizmente superada, ya que el documento define la asunción como divinamente revelada basándose, más que en textos concretos y específicos bíblicos o patrísticos, litúrgicos o iconográficos, en el conjunto de las diversas indicaciones contenidas en la tradición y, no por último, en la de la fe universal de los fieles, que, tomadas en bloque, atestiguan una segura revelación del Espíritu Santo.

El texto propio y verdadero de la definición declara que María, madre de Dios, inmaculada y siempre virgen, al terminar el curso de su vida terrena fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial. Por tanto, el sujeto de la asunción no es tanto el cuerpo o el alma, sino la persona de María en toda su integridad y entendida como madre de Dios, inmaculada y siempre virgen: verdades éstas ya adquiridas por la fe de la iglesia.

En la fórmula de la definición, como por lo demás en toda la doctrina de la constitución apostólica, no se habla ni de muerte ni de resurrección, ni de inmortalidad de la virgen, en su asunción a la gloria. El documento quiso expresamente evitar dirimir la cuestión de si María murió o no, que a partir de la definición de la inmaculada concepción dividía a los teólogos católicos en dos opiniones claramente opuestas.

Dejando esta cuestión para ser ulteriormente estudiada en investigaciones histórico-teológicas y no considerándola esencial para la verdad de la fe, se limitó a afirmar solamente el hecho de la asunción, sin indicar el modo con que concluyó la vida terrena de María.

Además, la fórmula de la definición califica a María como madre de Dios, inmaculada y siempre virgen, misión y privilegios ya adquiridos por la fe de la iglesia, evitando recoger el título de «generosa socia divini Redemptoris» que se utiliza, sin embargo, en la exposición teológica del documento (AAS 42 [1950] 768-769).

Este hecho se debe ciertamente al criterio de que la asociación de María a la obra redentora de Cristo no había alcanzado todavía la solemnidad de la fe universal, sino que pertenecía a adquisiciones moralmente ciertas en el nivel teológico.

Una última indicación que hemos de hacer sobre la fórmula dogmática es que en ella no se encuentra el término privilegio, mientras que sí se encuentra, acompañado del adjetivo singular, en la definición de la inmaculada concepción de Pío XII (DS 2803). Sin embargo, aunque no esté presente en la fórmula, se enuncia explícitamente poco antes como «insigne privilegio» (AAS 42, l.c.) y en otro lugar se habla de la asunción «como suprema corona de sus privilegios» (ib), lo cual sirve para indicar que en el pensamiento de Pío XII la asunción es un propio y auténtico privilegio mariano.

Por lo que se refiere al aspecto teológico, el documento se presenta como una síntesis admirable de método crítico y de profundización doctrinal. En efecto, aunque apela implícitamente a la Escritura y recoge testimonios seculares de la tradición patrística tardía, doctoral, litúrgica e iconográfica sobre la asunción de María, no apoya la evidencia de la revelación de esta verdad en ningún texto específico de esas fuentes, sino en su valor en cuanto globalmente consideradas y, más aún, en el testimonio de fe común y universal de los fieles como expresión probatoria de la revelación divina.

Bajo el aspecto doctrinal, los fundamentos teológicos del misterio de la asunción de María, indicados aquí por la tradición patrística y por la reflexión contemporánea, son valorados y escogidos con preocupación crítica y propuestos de nuevo en todo su valor.

El principio fundamental está constituido por aquel único e idéntico decreto de predestinación en el que, desde la eternidad, María está unida misteriosamente, por su misión y sus privilegios, a Jesucristo en su misión de salvador y redentor, en su gloria, en su victoria sobre el pecado y en su muerte.

Su misión de madre de Dios y de aliada generosa del divino Redentor, sus privilegios de inmaculada concepción y de virginidad perpetua, entendidos en su globalidad como principios de unión con Cristo, hacen que María, como coronamiento de todos sus privilegios, no solamente se viera inmune de la corrupción del sepulcro, sino que alcanzase la victoria plena sobre la muerte, es decir, fuera elevada en alma y cuerpo a la gloria del cielo y resplandeciese allí como reina a la diestra de su Hijo, rey inmortal de los siglos (ib).

En su exposición teológica, por consiguiente, el documento no basa la raíz de la asunción solamente en su maternidad divina, en su concepción inmaculada o en su virginidad perpetua, sino en toda su vida y en toda su misión al lado de Cristo.

Sin embargo, la exposición doctrinal de la MD da la impresión de que la asunción es un privilegio consiguiente y obtenido de reflejo, dado que no se subraya el camino responsable y comprometido de la Virgen, que, aliada de Cristo redentor, cooperó también con él por la propia realización escatológica.

Todavía falta por subrayar la doble dimensión teológica en la que la constitución de Pío XII considera el privilegio de la asunción de María: la personal, es decir, en relación con su persona, y la cristológica, por la relación que guarda con Cristo redentor y glorioso.

Bajo el aspecto personal, la asunción representa para María la coronación de toda su misión y de sus privilegios y la exalta por encima de todos los seres creados. Bajo el aspecto cristológico, este privilegio se deriva de aquella unión tan estrecha que liga, por un eterno decreto de predestinación, la vida, misión y privilegios de María a Cristo y a su obra, gloria, realeza.

En este documento falta, podemos decir, la dimensión eclesiológica de la asunción, aunque aparezcan algunas alusiones a la misma; p. ej., se muestra la esperanza de que el misterio de la asunción mueva a los cristianos al deseo de participar en la unidad del cuerpo místico de Cristo (ib); se declara que uno de los efectos del dogma sea el de resaltar la meta a la que están destinados nuestro cuerpo y nuestra alma, así como el de hacer más firme y activa la fe en nuestra resurrección (ib, 770). Este límite refleja sin duda la etapa de los estudios mariológicos de entonces.

 

DESARROLLO TEOLÓGICO DE LA ASUNCIÓN EN LA LUMEN GENTIUM DEL VATICANO II

A diferencia de la MD (Munificentissimus Deus), que trata dogmática y teológicamente de forma exclusiva y ex professo la asunción de María, el c. VIII de la LG (Lumen Gentium) presenta en una admirable síntesis teológica y pastoral todo el misterio de la vida, de la misión, de los privilegios y del culto a María, encuadrándolo todo en el misterio más amplio de la historia de la salvación, o sea, tanto en relación con Cristo, único Salvador, como en relación con la iglesia, sacramento de salvación.

La reflexión conciliar sobre el misterio de la asunción está contenida en los nn. 59 y 68 de la LG. En el n. 59, como coronación de la relación entre María y Cristo, el concilio recoge la fórmula de la definición y repropone la doble dimensión, personal y cristológica, que había dado la constitución de Pío XII a la asunción y a la realeza de María.

Pero la asunción no es presentada por el concilio como una coronación pasiva de la misión y de los privilegios marianos, sino como la etapa final de un largo camino, responsable y comprometido, de la maternidad y del servicio de cooperación de María al lado del Salvador.

Con la asunción se concluye escatológicamente aquella unión progresiva de fe, de esperanza, de amor, de servicio doloroso, que se estableció entre la madre y aliada, y el Salvador desde el momento de la anunciación y que se prolongó durante toda su vida en la tierra, y se realiza en toda su plenitud, ontológica y moral, la conformidad gloriosa de María con el Hijo resucitado.

Por tanto, la asunción no es un privilegio pasivo o aislado que se refiera sólo teológicamente a la divina maternidad virginal, como postulado de conveniencia, sino una conclusión existencial de la misión de María, que está llamada en primer lugar a alcanzar la unión y la conformidad en la gloria con el Señor resucitado y glorificado. Con este enriquecimiento doctrinal es como LG 59 vuelve a proponer la dimensión personal y cristológica del misterio de la asunción.

Pero la perspectiva teológica realmente nueva del Vat II es la eclesial. Se nos señala en el n. 68 de la LG, que es la digna conclusión no sólo de todos los números del c. VIII que tratan de María en el misterio de la iglesia, sino también de todo el c. VIII que expone la naturaleza y la finalidad escatológica de la iglesia (nn. 48-50).

He aquí su doctrina: María, glorificada en el cielo en alma y cuerpo, es imagen y comienzo de la iglesia del siglo venidero; como tal, es signo escatológico de segura esperanza y de consuelo para el pueblo de Dios que camina hacia el día del Señor. Los conceptos que allí se expresan son dos, interdependientes e implicados el uno en el otro: María asunta es ya imagen y comienzo de la iglesia escatológica del futuro; como tal, representa para el pueblo de Dios, que camina en la historia hasta el día del Señor, el signo de esperanza cierta y, por tanto, de consolación.

 

IMAGEN Y COMIENZO

Indicando a María asunta al cielo como gloria e imagen de la futura iglesia escatológica, el concilio quiso afirmar que, incluso durante este caminar histórico de la iglesia, con María ha comenzado ya la futura realidad escatológica de la iglesia. Un comienzo que es ya perfecto, dado que María recoge en sí misma la dignidad de la imagen perfecta de lo que habrá de ser la iglesia de la edad futura.

Para comprender este aspecto eclesial de la asunción de María es necesario trazar una rápida síntesis de toda la doctrina conciliar sobre las relaciones entre María y la iglesia. María es el miembro inicial y perfecto de la iglesia histórica. No está fuera o por encima de la iglesia; la iglesia con ella comienza y alcanza ya su perfección.

Toda su misión maternal y su cooperación con Cristo está en función de la iglesia. Igualmente representa su figura y su modelo y, en su realización histórica, la iglesia tiene que inspirarse en ella en un continuo proceso imitativo y de identificación; en ella ha conseguido ya la cima de la perfección moral y apostólica; su múltiple intercesión tiene que dirigirse a superar el pecado y las dificultades de la vida (LG 61-65).

En esta perspectiva eclesial, que completa a la cristológica, la misión y los privilegios marianos, incluido el de la asunción a los cielos, asumen su relieve exacto y su verdadera finalidad.

Consiguientemente, la glorificación de María asume un valor de signo escatológico para todo el pueblo de Dios que camina todavía hacia el día del Señor; signo adaptado para sostener en la seguridad la esperanza de la propia realización escatológica, como la de María, y para dar aliento a cuantos se encuentran aún en medio de peligros y de afanes luchando contra el pecado y la muerte.

Por tanto, la asunción de María no es una realidad alienante para el pueblo de Dios en camino, sino un estímulo y un punto de referencia que lo compromete en la realización de su propio camino histórico hacia la perfección escatológica final. Realmente la perspectiva eclesial que el c. VIII de la LG da al misterio de la asunción completa su alcance teológico y lo enriquece admirablemente en el aspecto pastoral.

Entre la doctrina de la MD y la de la LG no hay ningún contraste de fondo. Mientras que el primer documento subraya los aspectos personal y cristológico de la asunción, respondiendo así a los criterios teológicos y a la sensibilidad religiosa de la iglesia de aquel tiempo, el segundo lo enriquece, subrayando además el aspecto eclesial a la luz de aquel postulado central del concilio que constituye la eclesiología.

La esencia del dogma permanece inalterada; pero la finalidad y los significados teológicos y pastorales del misterio se completan y se hacen eficazmente operantes para los creyentes.

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