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Cómo Explicar a un Ateo las Razones por las que Existe el Mal

La existencia del mal es el argumento más fuerte contra la existencia de Dios. 

O sea, si el mal existe, entonces Dios no debe existir porque permite el mal.

maltrato

Es un misterio el mal y su explicación debemos tomarla con humildad poniendo lo mejores argumentos de la razón sobre la mesa.

Los cristianos creemos claramente que existen razones poderosas para la existencia del mal que se pueden explicar por la fe.

Pero en el caso de los ateos o agnósticos los debemos abordar por la razón.

 

CUAL ES EL RAZONAMIENTO DE LOS ATEOS

1 – Un Dios que es todopoderoso sería capaz de prevenir el mal y el sufrimiento.

2 – Un Dios que es todo conocimiento sabe que el mal y el sufrimiento suceden.

3 – Un Dios que es todo amor no querría que mal y el sufrimiento sucedan y tomaría las medidas necesarias para impedirlo.

4 – Sin embargo el mal y el sufrimiento suceden.

Conclusión: Dado que el mal y el sufrimiento existen, un Dios todopoderoso, que todo lo sabe y todo lo ama, no puede existir.

cara con una lagrima

El mal sugiere acciones y eventos correctos e incorrectos, siendo el mal la mala acción o el mal evento.

Sin embargo, sin Dios, no hay mal. Las cosas simplemente son.

Es así que los ateos piensan que no hay dioses, no hay fuerzas con un propósito de ningún tipo, no hay vida después de la muerte.

Cuando mueras vas a estar completamente muerto ese es el final de cada uno.

Por lo tanto no hay fundamento último de la ética, ni sentido último de la vida y ni libre albedrío de los seres humanos.

Por otra parte entonces, no hay ningún propósito para el sufrimiento y esperanza más allá del sufrimiento, porque  un mundo sin Dios no tiene sentido.

Eso significa que el sufrimiento no tiene sentido tampoco.

El sufrimiento no es sólo inútil, tampoco hay esperanza más allá de sufrimiento sin Dios.

Tú vives. Tú sufres. Tú mueres.

Piensa en las personas que han nacido en la pobreza absoluta, que crecen en hogar abusivos, o que son vendidos como esclavo al nacer.

Ellos no disfrutan de los placeres que muchos de nosotros tenemos.

Si no hay vida más allá de esta vida, entonces eso es todo. No hay esperanza. No hay justicia. No hay propósito.

La clave está en la interpretación de la premisa 3: Un Dios que es todo amor no querría que mal y el sufrimiento sucedan y tomaría las medidas necesarias para impedirlo

Considera esta alternativa. El sufrimiento todavía existe. Todavía existe el mal.

Sin embargo, en esta realidad, Dios existe. Dios no sólo es un Juez justo, Él es un perdonador misericordioso.

Eso significa que no sólo hay justicia para los males perpetrados en contra ti, sino que también tienes acceso al perdón de los pecados que cometiste.
.
Por lo tanto hay una esperanza eterna.

Entonces si Dios deja pasar el mal, ¿qué propósito tiene?

el-mal-menor

 

5 RAZONES POR LAS QUE DIOS PERMITE EL MAL

No hay una sola razón por la que Dios permite el mal y el sufrimiento. Hay muchas.

Esta no es una lista exhaustiva, pero aquí hay cinco razones importantes por las que Dios permite el sufrimiento.

Por favor comenta abajo otras razones que se te ocurran.

 

El mal es necesario para que la elección (libre albedrío) exista

Esto es un poco complicado.

Piénsalo de esta manera: si Dios elimina el libre albedrío y todo fuera perfecto, no seríamos nada sino robots.

No podríamos cometer un error. Por lo tanto el mal debe existir para que exista la elección.

 

El mal nos muestra que no somos más que bestias sin Dios

La literatura de la sabiduría del Eclesiastés nos dice:

«Vi más debajo del sol: en lugar del juicio, allí impiedad; y en lugar de la justicia, allí iniquidad. Y dije yo en mi corazón:

Al justo y al impío juzgará Dios; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo lo que se hace.

Dije en mi corazón: Es así, por causa de los hijos de los hombres, para que Dios los pruebe, y para que vean que ellos mismos son semejantes a las bestias» (Ec. 3: 16-18).

Dios nos permite tomar decisiones y también nos muestra nuestra naturaleza pecaminosa sin Él.

No es de extrañar que a medida que el ateísmo moderno se aleja de Dios, da cada vez más importancia a la parte animal de nosotros mismos.

Este es precisamente el patrón que Pablo describe en Romanos 1.

 

Son pruebas de Dios

Job era un hombre fiel. Sin embargo satanás señaló que es fácil adorar a Dios cuando todo va a tu manera.

Cuando todo va según lo que tú quieres, es fácil de cantar alabanzas, pero entonces surge la pregunta: ¿Es Dios el que está siendo adorado?

Cuando Dios permite el sufrimiento, tenemos que tomar la decisión de alabarle a pesar de no conseguir nuestro camino.

El sufrimiento nos enseña a amarlo por encima de nuestra situación.

jack nicholson malvado guason

 

Produce buenos frutos

El mundo piensa de esta manera: «Lo que no me mata me hace más fuerte».

Pero la Biblia es un poco más elocuente.

«Considerad como un gran gozo, hermanos míos, cuando estéis rodeados por toda clase de pruebas, sabiendo que la calidad probada de vuestra fe produce paciencia;

pero la paciencia ha de culminar en una obra perfecta para que seáis perfectos e íntegros, sin que dejéis nada que desear.» (Santiago 1: 2-4 )

El sufrimiento no es divertido.

Nadie ama la corrección cuando sucede, pero la prueba de fuego tiene el potencial de producir un crecimiento exponencial.

 

Sólo Dios sabe

Hay otras razones que Dios ha escogido para permitir que el mal y el sufrimiento existan.

La inmensidad de Su conocimiento es incomprensible para los seres humanos finitos.

Aquí es donde entra la fe. La fe no es ciega. No es sin cerebro.

La fe simplemente reconoce las limitaciones personales y coloca la confianza en un poder superior, es decir, Dios.

 

En resumen: el «problema del mal» no es en realidad ningún problema en absoluto, al menos no para los teístas.

No sólo la premisa 3 del principio falla, sino que también es necesaria la creencia en que Dios al mismo tiempo es racional y beneficioso.

Como seguidores de Cristo, podemos estar seguros de que el mal es real, pero ha sido derrotado.

Con Dios hay justicia para el mal, hay perdón para el mal, hay un propósito en el mal.
.
Hay esperanza más allá del mal, y una eternidad de belleza nos espera en la presencia de nuestro amado Creador.

el sufrimiento

 

CÓMO HABLAR CON UN AMIGO ATEO SOBRE EL MAL

El problema del mal no se puede responder simplemente, es un misterio.

Hay que admitir que su propósito y por qué Dios permite están atrapados en nuestra visión y comprensión limitadas.

Cualquier persona que haya sufrido una pérdida trágica y sin sentido o que haya observado el sufrimiento desproporcionado que algunos deben soportar, no puede dejar de preguntarse por qué.

Y las respuestas no son tan satisfactorias para muchos.

Uno de los aspectos más desconcertantes de sufrimiento es su desigual distribución. No sólo entre las personas sino también entre las naciones.

Mientras que una gran parte de nuestro sufrimiento proviene de nuestras propias malas decisiones y / o falta de auto-control, algunas parecen no estar relacionadas.

El sufrimiento más difícil de aceptar es el que se impone a inocentes por parte de terceros que parecen no sufrir ningún efecto negativo: padres que maltratan o descuidan a sus hijos, los que explotan a los pobres, etc.

El sufrimiento es difícil de explicar de manera sencilla o para aceptar simplemente.

Consignas simples y respuestas rápidas rara vez son suficientes frente al gran mal y el sufrimiento.

Al interactuar con aquellos que están profundamente preocupados por el problema del mal, una buena dosis de simpatía, comprensión, y una llamada a la humildad será más fructífera que la refutación contundente.

Una exposición respetuosa de la comprensión cristiana del mal podría incluir algunos de los siguientes puntos.

 

1 – Las Escrituras enseñan que Dios creó un mundo que era como un paraíso

Aunque sólo tenemos una breve visión del Jardín del Edén, parece claro que la muerte y el sufrimiento no eran parte de él.

Adán y Eva fueron expulsados, a pesar de ser advertidos de que este sería el resultado de comer del árbol prohibido.

 

2 – Incluso en el Edén existía la serpiente en la rama de un árbol llamado el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal

Por lo que incluso en el paraíso el misterio del mal acechaba.

mujer con dolor en un banco

 

3 – En cierto modo, el árbol y la serpiente tenían que estar allí

Fuimos hechos para amar, y el amor requiere libertad y la libertad requiere elección.

El sí de amor debe permitir el no del pecado.

En nuestro rebelde pecado nosotros marcamos el comienzo de la muerte y el caos.

El Paraíso se perdió y un mundo mucho más hostil e impredecible se mantuvo.

A partir de este hecho vino de todo el sufrimiento y el mal que padecemos.

Nuestros pecados causan enorme cantidad de sufrimiento en esta tierra, la gran mayoría de él.

El sufrimiento causado por fenómenos naturales también está relacionado con el pecado, el pecado original, en el que hemos preferido reinar en una imitación del infierno en lugar de servir en el verdadero paraíso.

 

4 – El vínculo entre la libertad humana y el mal / sufrimiento explica también la habitual no intervención de Dios en los asuntos del mal

Al hacerlo de forma rutinaria haría una substracción de la libertad humana y por lo tanto eliminaría un pilar central del amor.

Pero hay misterio aquí, también porque con frecuencia las Escrituras relatan cómo Dios no interviene para poner fin a las guerras, y para acortar las hambrunas y plagas.

¿Por qué a veces sí ya veces no interviene? ¿Por qué las oraciones de liberación veces son respondidas y otras no?

Aquí, también, hay un misterio de la providencia.

job y sus amigos

 

5 – El tratado bíblico más extenso sobre el sufrimiento es el Libro de Job

Allí, Dios muestra una falta casi impactante de simpatía por las preguntas de Job.

Y establece una base para la conclusión de que la mente del hombre es simplemente incapaz de ver en las profundidades de este problema.

Dios tuvo a bien poner a prueba la fe de Job y fortalecerlo.

Al final Job fue restaurado y re-establecido con bendiciones aún mayores; es una especie de anticipo de lo que se entiende por el cielo.

 

6 – La primera carta de Pedro también explica el sufrimiento de esta manera

Por lo cual rebosáis de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos con diversas pruebas, a fin de que la calidad probada de vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor, en la Revelación de Jesucristo. (1 Pedro 1: 6-7).

En otras palabras, nuestros sufrimientos nos purifican y nos preparan para encontrarnos con Dios.

ádan eva manzana arbol vibora

 

7 – ¿Quiere esto decir que los que sufren más son los que se encuentran en necesidad de más purificación?

No necesariamente. También podría significar que la mayor gloria de ellos está en esperarlos.

Por eso no desfallecemos. Aun cuando nuestro hombre exterior se va desmoronando, el hombre interior se va renovando de día en día. En efecto, la leve tribulación de un momento nos produce, sobre toda medida, un pesado caudal de gloria eterna (2 Cor 4: 16-17).

Por lo tanto el sufrimiento “produce” la gloria en el mundo por venir.

Los que sufren más, pero lo soportan con fe, tendrán mayor gloria en el mundo por venir.

 

8 – En cuanto a la aparente injusticia del sufrimiento desigual

Se observará que las Escrituras enseñan un gran cambio, cuando muchos de los últimos serán primeros (Mateo 20:16), cuando los poderosos serán arrojados hacia abajo y los humildes exaltados, cuando los ricos se irán con las manos vacías y pobres con las suyas llenas (Lucas 1: 52-53).

En este sentido, no es necesariamente una bendición ser rico y bien alimentado, poco acostumbrado al sufrimiento.

La única oportunidad que los ricos y adinerados tienen de evitar esto es ser generosos y amables con los pobres y los que sufren (1 Tim 6: 17-18).

jardin del eden

 

9 – En cuanto a la aparente insensibilidad de Dios al sufrimiento

Sólo podemos señalar que Cristo no fue eximido del sufrimiento que hemos causado al dejar Edén.

Sufrió poderosamente e injustamente, pero también demostró que este sería un camino de regreso al paraíso.

 

Hay que tener cuidado con el problema del mal y el sufrimiento; hay misteriosas dimensiones que deben ser respetadas.

El mejor enfoque al hablar con otras personas puede ser una exposición que muestre la lucha cristiana para enfrentarse con él.

La “respuesta” de la Escritura requiere fe, pero también  la respuesta apela a la razón.

La justicia nos llama a la humildad ante un gran misterio del cual sólo podemos ver un poco.

El sentimiento de humildad ante este misterio puede llevar al mayor respeto por parte de un ateo, que repuestas categóricas.

 

PERO EL QUE ESTÉ LIBRE DE PECADO…

“El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra” (Juan 8, 7).

Señor, ¡qué grande eres! ¡Cuán infinita es Tu Sabiduría!

Estabas rodeado de malvados, soberbios, ladinos, culpables todos.

Y todos con las piedras en la mano. Pero Tú los desarmaste.

Parecías no estar escuchando los gritos de la turba.

Escribías algo distraídamente en la arena.

¿Qué es lo que escribías, Señor?

Sólo Tú lo sabes.

Es algo que queda en el Misterio, como tantas cosas.

Pero tal vez ellos fueron acercándose, intrigados, para descifrar Tus trazos sobre la arena.

Y tal vez, sólo tal vez, habrán podido leer allí su pecado.

Alguno quizás habrá leído “tahúr”, otro “truhán”, el que venía detrás “ladrón”, el otro “adúltero”, el siguiente “usurero”.

Uno a uno fueron retrocediendo, aún con las piedras en la mano.

Fue entonces cuando Tú, con voz cansada, Te pusiste de pie y dijiste la terrible frase que nos interpela a todos.

“Aquél que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”.

¡Qué bueno, Señor, que nos dejaste esa magnífica enseñanza!

Porque todos tendemos, sin darnos cuenta, a crecernos en soberbia.

Y porque es muy común escuchar a los que no creen en Ti, Señor, decidir frívolamente que Tú no existes.

La razón de la sinrazón es “porque existe el mal en el mundo”.

Sería bueno preguntarles, en lugar de darles argumentos o explicaciones, cómo están por casa.

Porque llevarse en el bolsillo un lápiz, una hoja, una goma de la empresa para casa, es obrar mal.

Utilizar la máquina de la oficina para sacar una fotocopia para la escuela del nene es obrar mal.

Perjudicar a un compañero de trabajo para obtener su puesto es obrar mal.

Dejar de dar un testimonio que salvaría a otro por temor a quedar mal con los jefes, es obrar mal.

Insultar a otros yendo al volante del auto es obrar mal.

Compensar con un juguete la ausencia frente a un hijo es obrar mal.

Murmurar de otra persona es obrar mal.

Querer ocultar un engaño con un regalo también lo es..

La lista es interminable. Gritar, insultar, pegar, salpicar con las ruedas del auto a gente que espera el ómnibus- Todos esos son actos que no hablan de una buena persona.

Y la voz de Jesús resuena: “El que esté libre de pecado…”

Podemos decirle: hermano, Dios no intervino para impedir que tú hicieras todos esos actos que no estaban bien.

Pero tampoco te incitó para que los hicieras.

Esos actos fueron obra de tu absoluta libertad de elección.

Pudiste decidir hacerlos o no hacerlos.

Y podríamos agregar, además, que la suma de pequeños e “inofensivos” males es lo que va haciendo crecer al mal mayor, y al que más lo provoca y lo disfruta.

El maligno existe y se camufla de forma que la mayoría de la gente, no solamente ignora su existencia, sino que la niega rotundamente.

Entonces, el obvio axioma parece ser: el mal existe y la culpa la tiene Dios, que no existe.

Si no fuera un asunto de tanta gravedad, podríamos reírnos ante tantas falacias.

Pero es muy grave y sobre todo, muy ofensivo para un Dios “tan grande y y tan bueno”, como bien rezamos en el Pésame.

Y no debemos tratar de convencer a nadie que sea capaz de ignorarla maravilla de la Creación.

El Padre Loring nos recuerda que la Palabra de Dios, nos dice “el que viendo las maravillas de la naturaleza no cree en Dios, es un necio”.

Y él lo refuerza con una palabra más dura.

El sabrá por qué.



María de los Ángeles Pizzorno de Uruguay, Escritora, Catequista, Ex Secretaria retirada

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Testimonio de un escritor sobre el encuentro con el Arcangel Miguel [2011-10-05]

[SdeT] El que sigue es el testimonio del escritor católico Michael H. Brown, sobre como se le apareció en una visión el arcángel Miguel para eneseñarle como batallar con el demonio, y a partir de ese momento volvió a la Iglesia y a comulgar diariamente.

Era el otoño de 1983. Lo mejor que puedo recordar, era septiembre. No sé la fecha exacta. Sería interesante si hubiera sido el día 29. No lleve un diario. Pero yo no lo necesité para recordar los detalles.

En ese momento, yo estaba transitando por la «vía rápida», la buena vida de Nueva York. Aunque nacido en Cataratas del Niágara, yo había ido a Fordham, una universidad jesuita de El Bronx, y me había trasladado a Upper East Side de Manhattan después de un breve paso como reportero de un periódico, en el que había estado involucrado en el descubrimiento de un famoso residuo tóxico en el Love Canal. Esto había impulsado mi carrera como escritor, y en ese momento estaba trabajando en un libro sobre la Mafia.

Como ya he dicho, estaba en la vía rápida, y además de mi investigación sobre el crimen organizado, también había escrito libros sobre los escándalos de desechos tóxicos, y (muy estúpidamente) sobre los fenómenos psíquicos y las casas encantadas. De hecho, acababa de «investigar» una supuesta casa «embrujada» (en realidad estaba infestada de demonios) en la sección de Chelsea de Manhattan.

De todos modos, yo era un escritor de 31 años de edad, haciendo lo que siempre había aspirado a hacer: escribir, aparecer en la televisión nacional, dar conferencias en las universidades por honorarios altos, lo que genera el dinero suficiente para vivir en un lugar de lujo y comer en los cafés lujosos todas las noches de la semana. Era lo que podríamos llamar un «soltero graduado». Admiraba a gente como Hugh Hefner. No estoy orgulloso de ello. No era una persona malvada, pero ciertamente no era buena, y un viernes por la noche de septiembre, después de llegar a casa antes de lo habitual, me quedé dormido y me despierté de un sueño increíble.

En el sueño yo estaba en una cama que era como una camilla de hospital, y era en mi hall de entrada frente a la puerta de mi apartamento del piso 12. A mi alrededor había tres o cuatro espíritus con sus manos sobre mí, dos a cada lado, como si estuvieran rezando. No se me permitía mirar directamente a ellos, pero yo tenía la impresión de que eran delgados como un lápiz, figuras de luz que podían aparecer en cualquier forma que ellos quisieran. Estaban hablando lo que parecía ser una lengua antigua. «¿Quién eres tú?» le pregunté al de mi izquierda, que parecía estar a cargo.

«Mi nombre es Miguel», dijo esta entidad (por falta de un término mejor) «¡Ahora mira» señaló hacia la puerta, y en la puerta, vi la cosa más espantosa de mi vida: el rostro del diablo o al menos, un demonio mayor, con vida, burlón, lleno de un odio que nunca había visto antes, tanto que no lo puedo describir adecuadamente.

Me desperté bañado en sudor. Caminé un rato, probablemente fumé un cigarrillo en ese entonces. Miré por la ventana. Los últimos de los rezagados iban dejando los cafés de la Tercera Avenida. Era probablemente entre 3 y las 4 a.m.

Finalmente volví a dormir, pero inmediatamente caí en el mismo sueño. No parecía como un sueño, era más una visión. Continuó donde lo había dejado. «Te lo dije, mira,» dijo el que se había llamado a si mismo Miguel. «Ahora digo ‘Desaparece'»

Yo nunca podría imitar el poder detrás de esas palabras. Instantaneamente sus palabras habían hecho que la cara horrible del mal en la puerta, con mejillas ahuecadas y perilla puntiaguda, desapareciera.

No tuve el valor o la fe para hacer lo que él dijo. En lugar de eso me desperté y esta vez fue el momento más aterrorizante de mi vida. Era mucho más aterrador que cualquier cosa de las casas encantadas o que la Mafia se me viniera  encima. Probablemente estuve cerca de una hora fumando, con ganas de llamar a alguien. Pero, ¿a quién iba a llamar?. En ese momento dos de mis mejores amigos eran reporteros de The New York Times, que a efectos prácticos significaba que eran ateos.

Por último, me veo obligado a dormir y el sueño de nuevo continuó donde lo había dejado. El que se llamaba Miguel me dijo de nuevo que dijera, «Desaparece». De alguna manera, me vino la fe. Tomé el ¡coraje! Cuando la cara horrible se materializó, levanté mi mano derecha y grité: «¡desaparece!»

De repente y para mi sorpresa el rostro desapareció y lo mismo hicieron los ángeles, me levanté de la «camilla» y caminé hacia la puerta. Cuando lo hice pude ver que donde la cara había estado era ahora un juego de llaves. Cuando las tomé y miré la etiqueta indicaba la dirección de esa casa embrujada en Chelsea.

Yo había estado rozando el mal de muchas maneras, y ahora el diablo estaba a mi puerta.

Esto fue parte de mi regreso a Cristo. Yo no había ido a la iglesia con regularidad desde la escuela secundaria, pero ahora volví. ¡Los hice! Alrededor de este tiempo comencé a comulgar diariamente. Fue casi al instante. Hubo otras experiencias. Volví a través de ambos al catolicismo (una iglesia en la calle 90 llamada Nuestra Señora del Buen Consejo), y también a través de un grupo de los pentecostales, evangélicos y carismáticos en el Lower East Side. Y volví de gran manera. Aunque sé que hay quienes cuestionan toda la experiencia, pero fue una realidad y el demonio se fue. Creo que eran ángeles, porque después me enteré de que mi madre había invocado a San Miguel Arcángel y me había comprado una estatua de él (la que hoy en día está al lado de mi cama).

Como ya he dicho, esto me ayudó a volver a Cristo, y comenzar un viaje lejos del periodismo secular y a escribir libros espirituales. Eventualmente, también a liderar el sitio web Spirit Daily.

El Arcángel Miguel me salvó, como él había ayudado a Daniel (Daniel 10:13), aquel para quien yo había sido nominado, el que lucha incansablemente contra Lucifer, el que lo echó para siempre en el final (Apocalipsis 12:7), el que no tiene miedo como nosotros tenemos en momentos en que debemos enfrentar la cara del diablo y hacerlo desaparecer de nuestra cultura con la misma orden, la misma insistencia con la que Miguel habló una vez, con la misma valentía y fuerza, como cuando, echó fuera a Satanás, que pretendía el trono, el ángel le gritó con una voz de un poder superior, que ahora resuena en todo el mundo: «¿Quién es como Dios?»

Fuentes: Michael H. Brown para Spirit Daily, SdeT

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Como ha cambiado la visión que los cristianos tienen de Satanás [2011-06-01] SdeT

Unos conciben al diablo como un ser místico que han conocido a través de increíbles relatos bíblicos. Un ente sin forma definida que los somete a las tentaciones, que es el archienemigo de Dios y que no pierde oportunidad para hacerlos caer en pecado.

Pero, ¿cómo hoy día se percibe a Satanás? ¿Es una entidad que nos hace pecar? ¿Habrá que tenerle miedo? ¿Es el enemigo de Dios?

El investigador y sociólogo José Rodríguez, junto con un equipo de colaboradores, dirigió un estudio en el que se analizó la percepción que tienen creyentes de distintas denominaciones religiosas sobre el constructo del mal, especialmente de Satanás, y el resultado fue sorprendente: cada vez son más los cristianos que dudan de que esa visión que históricamente nos han vendido las iglesias sea del todo cierta.

“Antes se veía a Satanás como un espíritu maligno, que hacía que pecaras y esa imagen está cambiando”, explicó.

Esto no quiere decir que ahora más personas tengan una imagen conceptualizada de cómo luce el diablo, sino que hay quienes han dejado de verlo como la entidad o interpretación mitológica responsable de lanzarnos al pecado.

Pero, ¿por qué no pensarlo así? Si la Biblia, para quienes son creyentes, parece confirmarlo. En un principio, Dios lo nombró Lucero (ángel de luz), pero tras revelarse contra su creador fue lanzado a la tierra, acto con el que arrastró a un tercio de los ángeles del cielo. Como consecuencia, ya no fue más el portador de luz, sino que fue llamado Satán, que significa “adversario/acusador”.

Resulta que, a juzgar por el sector religioso abordado, esa visión se está desinflando poco a poco. “Tradicionalmente, la visión religiosa está dirigida a que Lucifer es el rival de Dios y que lo que hace es separarnos de su bondad y de su amor y hay una muestra que está dudando de esa construcción”, explicó.

El estudio analizó la visión de 434 creyentes de las denominaciones: católica, bautista, presbiteriana, pentecostal MI, Alianza Cristiana, Discípulos de Cristo y pentecostal MB.

Bajo el renglón de “indecisos” figuraron los presbiterianos, Discípulos de Cristo y los que profesan bajo la Alianza Cristiana. “No mostraron tener una noción clara o precisa sobre dicho concepto”, sostuvo el sociólogo.

En el renglón “de acuerdo” estuvieron los encuestados bautistas, pentecostales MI y MB, y los católicos.

¿CUIDADO?

Rodríguez destacó que la visión que cada persona tiene de Satanás influye en su comportamiento social, así que perderle el temor al diablo podría ser la excusa perfecta para “justificar” acciones inadecuadas socialmente.

“Como todo es relativo en esa visión, pues entonces se retan algunos cuestionamientos o parámetros que son fundamentales para la sana convivencia y el estado de manejo pro social, porque para lo que uno es bueno, para el otro es malo y ese relativismo puede generar choques”, mencionó.

Las implicaciones de estas diferencias de visiones pueden ir aún más allá. “Son serias, porque si lo que estamos diciendo es que Satanás es una construcción, pues no respondemos como que tenemos que cuidarnos y podemos estar a riesgo de lo que representan las acciones desviadas… Si por lo menos crees que es una entidad que pudiese hacerte caer, estás a ojo avizor”, dijo.

Ojo, tampoco es irse al otro extremo y adjudicarle la culpa de todo lo que sucede a Satanás, algo en lo que pueden caer algunos.

Fuente: PrimeraHora/NoticiasDeCristianos.blogspot.com

 

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El misterio del mal para Benedicto XVI [2011-04-21]

Benedicto XVI arranca a todos del sueño. De esa «insensibilidad para la presencia de Dios que nos hace insensibles también para el mal». Y cita el canto del juicio final, cuando será quitado el último velo para poner a la vista cuánto «se ha cansado» Dios en su caminar en búsqueda del hombre perdido.

Es una Semana Santa especial la que celebra el Papa este año. Con una novedad sin precedentes.

El Viernes Santo, antes de la liturgia en la basílica de San Pedro y del Via Crucis en el Coliseo, Benedicto XVI responderá en una transmisión televisiva a siete preguntas llegadas a él desde otros tantos países del mundo. Siete preguntas elegidas entre millares. Las que van más directamente al drama de la existencia humana.

La primera pregunta, de una niña japonesa, será sobre el escándalo del mal. Del mal incomprensible, como la de un terremoto. Del mal que tiene sobre fondo el misterio del dolor inocente.

Se escuchará la respuesta del Papa a esta y a las otras preguntas.

Pero ya antes el papa Joseph Ratzinger se ha presentado en vivo. Lo ha hecho con la audiencia general del Miércoles Santo y con la homilía de la Misa Crismal en la mañana del Jueves Santo. La primera con palabras espontáneas, dejando de lado el texto escrito. La segunda con palabras escritas todas con su puño y letra, también ellas brotadas del corazón.

A partir de su doble introducción a los ritos pascuales, más que nunca se entiende de qué modo para Benedicto XVI la cuestión del acercamiento del hombre a Dios es «la prioridad» de su pontificado. Ese Dios que parece lejano, pero que en realidad está en incesante camino hacia la búsqueda del hombre perdido.

Benedicto XVI ha citado el «Dies irae», ese canto que ha sido imprevistamente eliminado de la liturgia porque se considera que está impregnado de terror, cuando por el contrario tiene rasgos de una ternura conmovedora, como cuando dice:

Quaerens me, sedisti lassus,
redemisti Crucem passus:
tantus labor non sit cassus.

Que el Papa ha traducido así: «Buscándome te sentaste cansado… ¡Que tanto esfuerzo no sea en vano!». Y nos ha leído la aventura de Dios «que se ha encaminado hacia nosotros» por puro amor, y para hacer esto «se ha hecho hombre y ha descendido hasta los abismos de la existencia humana, hasta la noche de la muerte».

El sueño de los discípulos en el Monte de los Olivos, mientras Jesús acepta beber el cáliz de la pasión – ha dicho Benedicto XVI en la audiencia del Miércoles Santo –, representa nuestra insensibilidad respecto a Dios, de la que deriva también nuestra insensibilidad por la fuerza que el mal tiene en el mundo.

«Buscad siempre su rostro», ha exhortado el Papa, citando el salmo 105. También es esta una constante de su predicación, como se ve en el memorable discurso de París, en el año 2008, sobre el «quaerere Deum», sobre la búsqueda de Dios como matriz de la civilización occidental.

Aquí, a continuación, presentamos los pasajes claves de la audiencia del Miércoles Santo y de la homilía de la mañana del Jueves Santo. Seguidos por el texto del «Dies irae».

DE LA AUDIENCIA GENERAL DEL MIÉRCOLES SANTO

Plaza San Pedro, 20 de abril de 2011

Queridos hermanos y hermanas, […] dejando el cenáculo, Jesús se retiró a rezar, solo, en presencia del Padre. En ese momento de comunión profunda, los Evangelios narran que Jesús experimentó una gran angustia, un sufrimiento tal que le hizo sudar sangre (cfr Mt 26,38). Consciente de su inminente muerte en la cruz, Él siente una gran angustia y la cercanía de la muerte.

En esta situación aparece también un elemento de gran importancia para toda la Iglesia. Jesús dice a los suyos: quedaos aquí y vigilad; y este llamamiento a la vigilancia se refiere de modo preciso a este momento de angustia, de amenaza, en el que llegará el traidor, pero concierne a toda la historia de la Iglesia. Es un mensaje permanente para todos los tiempos, porque la somnolencia de los discípulos no era solo el problema de aquel momento, sino que es el problema de toda la historia.

La cuestión es en qué consiste esta somnolencia, en qué consistiría la vigilancia a la que el Señor nos invita. Diría que la somnolencia de los discípulos a lo largo de la historia es una cierta insensibilidad del alma hacia el poder del mal, una insensibilidad hacia todo el mal del mundo. Nosotros no queremos dejarnos turbar demasiado por estas cosas, queremos olvidarlas: pensamos que quizás no será tan grave, y olvidamos.

Y no es sólo la insensibilidad hacia el mal, mientras deberíamos velar para hacer el bien, para luchar por la fuerza del bien. Es insensibilidad hacia Dios: esta es nuestra verdadera somnolencia; esta insensibilidad hacia la presencia de Dios que nos hace insensibles también hacia el mal. No escuchamos a Dios – nos molestaría – y así no escuchamos, naturalmente, tampoco la fuerza del mal, y nos quedamos en el camino de nuestra comodidad.

La adoración nocturna del Jueves Santo, el estar vigilantes con el Señor, debería ser precisamente el momento de hacernos reflexionar sobre la somnolencia de los discípulos, de los defensores de Jesús, de los apóstoles, de nosotros, que no vemos, no queremos ver toda la fuerza del mal, y que no queremos entrar en su pasión por el bien, por la presencia de Dios en el mundo, por el amor al prójimo y a Dios.

Después, el Señor empieza a rezar. Los tres apóstoles – Pedro, Santiago, Juan – duermen, pero alguna vez se despiertan y escuchan el estribillo de esta oración del Señor: “No se haga mi voluntad, sino la tuya». ¿qué es esta voluntad mía, qué es esta voluntad tuya, de la que habla el Señor? Mi voluntad es que “no debería morir”, que se le ahorre este cáliz del sufrimiento: es la voluntad humana, de la naturaleza humana, y Cristo siente, con toda la consciencia de su ser, la vida, el abismo de la muerte, el terror de la nada, esta amenaza del sufrimiento. Y Él más que nosotros, que tenemos esta aversión natural contra la muerte, este miedo natural a la muerte, aún más que nosotros, siente el abismo del mal.

Siente, con la muerte, también todo el sufrimiento de la humanidad. Siente que todo esto es el cáliz que tiene que beber, que debe hacerse beber a sí mismo, aceptar el mal del mundo, todo lo que es terrible, la aversión contra Dios, todo el pecado. Y podemos comprender que Jesús, con su alma humana, estuviese aterrorizado ante esta realidad, que percibe en toda su crueldad: mi voluntad sería no beber el cáliz, pero mi voluntad está subordinada a tu voluntad, a la voluntad de Dios, a la voluntad del Padre, que es también la verdadera voluntad del Hijo.

Y así Jesús transforma, en esta oración, la aversión natural, la aversión contra el cáliz, contra su misión de morir por nosotros. Transforma esta voluntad natural suya en voluntad de Dios, en un “sí” a la voluntad de Dios. El hombre de por sí está tentado de oponerse a la voluntad de Dios, de tener la intención de seguir su propia voluntad, de sentirse libre sólo si es autónomo; opone su propia autonomía contra la heteronomía de seguir la voluntad de Dios. Este es todo el drama de la humanidad. Pero en verdad esta autonomía es errónea y este entrar en la voluntad de Dios no es una oposición a uno mismo, no es una esclavitud que violenta mi voluntad, sino que es entrar en la verdad y en el amor, en el bien. Y Jesús atrae nuestra voluntad, que se opone a la voluntad de Dios, que busca la autonomía, atrae esta voluntad nuestra a lo alto, hacia la voluntad de Dios.

Este es el drama de nuestra redención, que Jesús atrae a lo alto nuestra voluntad, toda nuestra aversión contra la voluntad de Dios y nuestra aversión contra la muerte y el pecado, y la une con la voluntad del Padre: «No se haga mi voluntad sino la tuya”. En esta transformación del «no» en «sí», en esta inserción de la voluntad de la criatura en la voluntad del Padre, Él transforma la humanidad y nos redime. Y nos invita a entrar en este movimiento suyo: salir de nuestro «no» y entrar en el «sí» del Hijo. Mi voluntad existe, pero la decisiva es la voluntad del Padre, porque ésta es la verdad y el amor.

Un ulterior elemento de esta oración me parece importante. Los tres testigos han conservado – como aparece en la Sagrada Escritura – la palabra hebrea o aramea con la que el Señor habló al Padre, le llamó: «Abbà», padre. Pero esta fórmula, «Abbà», es una forma familiar del término padre, una forma que se usa sólo en la familia, que nunca se ha usado hacia Dios. Aquí vemos en la intimidad de Jesús cómo habla en familia, habla verdaderamente como Hijo con su Padre. Vemos el misterio trinitario: el Hijo que habla con el Padre y redime a la humanidad.

Una observación más. La Carta a los Hebreos nos dio una profunda interpretación de esta oración del Señor, de este drama del Getsemaní. Dice: estas lágrimas de Jesús, esta oración, estos gritos de Jesús, esta angustia, todo esto no es sencillamente una concesión a la debilidad de la carne, como podría decirse. Precisamente así realiza la tarea del Sumo Sacerdote, porque el Sumo Sacerdote debe llevar al ser humano, con todos sus problemas y sufrimientos, a la altura de Dios. Y la Carta a los Hebreos dice: con todos estos gritos, lágrimas, sufrimientos, oraciones, el Señor llevó nuestra realidad a Dios (cfr Eb5,7ss). Y usa esta palabra griega «prosferein», que es el término técnico para lo que el Sumo Sacerdote tiene que hacer para ofrecer, para elevar a lo alto sus manos. Precisamente en este drama del Getsemaní, donde parece que la fuerza de Dios ya no está presente, Jesús realiza la función del Sumo Sacerdote. Y dice además que en este acto de obediencia, es decir, de conformación de la voluntad natural humana a la voluntad de Dios, se perfecciona como sacerdote. Y usa de nuevo la palabra técnica para ordenar sacerdote. Precisamente así se convierte en el Sumo Sacerdote de la humanidad y abre así el cielo y la puerta a la resurrección.

Si reflexionamos en este drama del Getsemaní, podemos también ver el gran contraste entre Jesús, con su angustia, con su sufrimiento, en comparación con el gran filósofo Sócrates, que permanece pacífico, imperturbable ante la muerte. Y parece esto lo ideal.

Podemos admirar a este filósofo, pero la misión de Jesús era otra. Su misión no era esta total indiferencia y libertad; su misión era llevar en sí mismo todo el sufrimiento, todo el drama humano. Y por ello precisamente esta humillación del Getsemaní es esencial para la misión del Hombre-Dios. Él lleva consigo nuestro sufrimiento, nuestra pobreza, y la transforma según la voluntad de Dios. Y así abre las puertas del cielo, abre el cielo: esta cortina del Santísimo, que hasta ahora el hombre cerraba contra Dios, se abre por este sufrimiento y obediencia suyas. […]

DE LA HOMILÍA DE LA MISA CRISMAL DEL JUEVES SANTO

Basílica de San Pedro, 21 de abril de 2011

Queridos hermanos y hermanas, en el centro de la liturgia de esta mañana está la bendición de los santos óleos. […] Tenemos en primer lugar el óleo de los catecúmenos. Este óleo muestra como un primer modo de ser tocados por Cristo y por su Espíritu, un toque interior con el cual el Señor atrae a las personas junto a Él. Mediante esta unción, que se recibe antes incluso del Bautismo, nuestra mirada se dirige por tanto a las personas que se ponen en camino hacia Cristo – a las personas que están buscando la fe, buscando a Dios. El óleo de los catecúmenos nos dice: no sólo los hombres buscan a Dios. Dios mismo se ha puesto a buscarnos. El que Él mismo se haya hecho hombre y haya bajado a los abismos de la existencia humana, hasta la noche de la muerte, nos muestra lo mucho que Dios ama al hombre, su criatura. Impulsado por su amor, Dios se ha encaminado hacia nosotros. “Buscándome te sentaste cansado… que tanto esfuerzo no sea en vano”, rezamos en el «Dies irae». Dios está buscándome. ¿Quiero reconocerlo? ¿Quiero que me conozca, que me encuentre? Dios ama a los hombres. Sale al encuentro de la inquietud de nuestro corazón, de la inquietud de nuestro preguntar y buscar, con la inquietud de su mismo corazón, que lo induce a cumplir por nosotros el gesto extremo. No se debe apagar en nosotros la inquietud en relación con Dios, el estar en camino hacia Él, para conocerlo mejor, para amarlo mejor.

En este sentido, deberíamos permanecer siempre catecúmenos. “Buscad siempre su rostro”, dice un salmo (105,4). Sobre esto, Agustín comenta: Dios es tan grande que supera siempre infinitamente todo nuestro conocimiento y todo nuestro ser. El conocer a Dios no se acaba nunca. Por toda la eternidad podemos, con una alegría creciente, continuar a buscarlo, para conocerlo cada vez más y amarlo cada vez más. “Nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en ti”, dice Agustín al inicio de sus Confesiones. Sí, el hombre está inquieto, porque todo lo que es temporal es demasiado poco. Pero ¿es auténtica nuestra inquietud por Él? ¿No nos hemos resignado, tal vez, a su ausencia y tratamos de ser autosuficientes? No permitamos semejante reduccionismo de nuestro ser humanos. Permanezcamos continuamente en camino hacia Él, en su añoranza, en la acogida siempre nueva de conocimiento y de amor. […]

En tercer lugar, tenemos finalmente el más noble de los óleos eclesiales, el crisma, una mezcla de aceite de oliva y de perfumes vegetales. Es el óleo de la unción sacerdotal y regia, unción que enlaza con las grandes tradiciones de las unciones del Antiguo Testamento. En la Iglesia, este óleo sirve sobre todo para la unción en la Confirmación y en las sagradas Órdenes. La liturgia de hoy vincula con este óleo las palabras de promesa del profeta Isaías: “Vosotros os llamaréis ‘sacerdotes del Señor’, dirán de vosotros: ‘Ministros de nuestro Dios’” (61, 6). El profeta retoma con esto la gran palabra de tarea y de promesa que Dios había dirigido a Israel en el Sinaí: “Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa” (Ex 19, 6). En el mundo entero y para todo él, que en gran parte no conocía a Dios, Israel debía ser como un santuario de Dios para la totalidad, debía ejercitar una función sacerdotal para el mundo. Debía llevar el mundo hacia Dios, abrirlo a Él.

San Pedro, en su gran catequesis bautismal, ha aplicado dicho privilegio y cometido de Israel a toda la comunidad de los bautizados, proclamando: “Vosotros, en cambio, sois un linaje elegido, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo adquirido por Dios para que anunciéis las proezas del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa. Los que antes erais no-pueblo, ahora sois pueblo de Dios, los que antes erais no compadecidos. ahora sois objeto de compasión.” (1 P 2, 9-10).

El Bautismo y la Confirmación constituyen el ingreso en el Pueblo de Dios, que abraza todo el mundo; la unción en el Bautismo y en la Confirmación es una unción que introduce en ese ministerio sacerdotal para la humanidad. Los cristianos son un pueblo sacerdotal para el mundo. Deberían hacer visible en el mundo al Dios vivo, testimoniarlo y llevarle a Él. Cuando hablamos de nuestra tarea común, como bautizados, no hay razón para alardear. Eso es más bien una cuestión que nos alegra y, al mismo tiempo, nos inquieta: ¿Somos verdaderamente el santuario de Dios en el mundo y para el mundo? ¿Abrimos a los hombres el acceso a Dios o, por el contrario, se lo escondemos? Nosotros –el Pueblo de Dios– ¿acaso no nos hemos convertido en un pueblo de incredulidad y de lejanía de Dios? ¿No es verdad que el Occidente, que los países centrales del cristianismo están cansados de su fe y, aburridos de su propia historia y cultura, ya no quieren conocer la fe en Jesucristo? Tenemos motivos para gritar en esta hora a Dios: “No permitas que nos convirtamos en no-pueblo. Haz que te reconozcamos de nuevo. Sí, nos has ungido con tu amor, has infundido tu Espíritu Santo sobre nosotros. Haz que la fuerza de tu Espíritu se haga nuevamente eficaz en nosotros, para que demos testimonio de tu mensaje con alegría.

No obstante toda la vergüenza por nuestros errores, no debemos olvidar que también hoy existen ejemplos luminosos de fe; que también hoy hay personas que, mediante su fe y su amor, dan esperanza al mundo. Cuando sea beatificado, el próximo uno de mayo, el Papa Juan Pablo II, pensaremos en él llenos de gratitud como un gran testigo de Dios y de Jesucristo en nuestro tiempo, como un hombre lleno del Espíritu Santo. […]

DIES IRAE

Dies Irae, dies illa
solvet saeclum in favilla:
teste David cum Sybilla.

Quantus tremor est futurus,
Quando judex est venturus,
Cuncta stricte discussurus.

Tuba, mirum spargens sonum
per sepulcra regionum
coget omnes ante thronum.

Mors stupebit et natura,
cum resurget creatura,
judicanti responsura.

Liber scriptus proferetur,
in quo totum continetur,
unde mundus judicetur.

Judex ergo cum sedebit,
quidquid latet, apparebit:
nil inultum remanebit.

Quid sum miser tunc dicturus
quem patronum rogaturus,
cum vix justus sit securus

Rex tremendae majestatis,
qui salvandos salvas gratis,
salva me, fons pietatis.

Recordare, Jesu pie,
quod sum causa tuae viae
ne me perdas illa die.

Quaerens me, sedisti lassus,
redemisti Crucem passus:
tantus labor non sit cassus.

Juste judex ultionis,
donum fac remissionis
ante diem rationis.

Ingemisco, tamquam reus,
culpa rubet vultus meus
supplicanti parce, Deus.

Qui Mariam absolvisti,
et latronem exaudisti,
mihi quoque spem dedisti.

Preces meae non sunt dignae,
sed tu bonus fac benigne,
ne perenni cremer igne.

Inter oves locum praesta,
et ab haedis me sequestra,
statuens in parte dextra.

Confutatis maledictis,
flammis acribus addictis,
voca me cum benedictis.

Oro supplex et acclinis,
cor contritum quasi cinis:
gere curam mei finis.

Lacrimosa dies illa,
qua resurget ex favilla
judicandus homo reus.
Huic ergo parce, Deus.

Pie Jesu Domine,
dona eis requiem. Amen.

TRADUCCIÓN AL ESPAÑOL


Día de la ira, aquel día
en que los siglos se reduzcan a cenizas;
como testigos el rey David y la Sibila.

¡Cuánto terror habrá en el futuro
cuando el juez haya de venir
a juzgar todo estrictamente!

La trompeta, esparciendo un sonido admirable
por los sepulcros de todos los reinos
reunirá a todos ante el trono.

La muerte y la Naturaleza se asombrarán,
cuando resucite la criatura
para que responda ante su juez.

Aparecerá el libro escrito
en que se contiene todo
y con el que se juzgará al mundo.

Así, cuando el juez se siente
lo escondido se mostrará
y no habrá nada sin castigo.

¿Qué diré yo entonces, pobre de mí?
¿A qué protector rogaré
cuando ni los justos estén seguros?

Rey de tremenda majestad
tú que, salvas gratuitamente a los que hay que salvar,
sálvame, fuente de piedad.

Acuérdate, piadoso Jesús
de que soy la causa de tu calvario;
no me pierdas en este día.

Buscándome, te sentaste agotado
me redimiste sufriendo en la cruz
no sean vanos tantos trabajos.

Justo juez de venganza
concédeme el regalo del perdón
antes del día del juicio.

Grito, como un reo;
la culpa enrojece mi rostro.
Perdona, señor, a este suplicante.

Tú, que absolviste a Magdalena
y escuchaste la súplica del ladrón,
me diste a mí también esperanza.

Mis plegarias no son dignas,
pero tú, al ser bueno, actúa con bondad
para que no arda en el fuego eterno.

Colócame entre tu rebaño
y sepárame de los machos cabríos
situándome a tu derecha.

Tras confundir a los malditos
arrojados a las llamas voraces
hazme llamar entre los benditos.

Te lo ruego, suplicante y de rodillas,
el corazón acongojado, casi hecho cenizas:
hazte cargo de mi destino.

Día de lágrimas será aquel renombrado
en que resucitará, del polvo
para el juicio, el hombre culpable.
A ese, pues, perdónalo, oh Dios.

Señor de piedad, Jesús,
concédeles el descanso. Amén.

Fuente: Sandro Magister para chiesa.espresso.repubblica.it



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