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Cinco espléndidos himnos bizantinos cantados por monjes

La belleza del canto gregoriano.

 

Para quien es amante de este tipo de canto se trata de cinco videos imperdibles.

 

 

Verdaderamente es digno de te bendigamos, Oh Madre de Dios,
bendita sea siempre, la más pura, y la Madre de nuestro Dios.
Más honorable que los querubines
e incomparablemente más gloriosa que los serafines.
Sin corrupción diste a luz a Dios la Palabra.
Theotokos verdaderamente te magnificamos.

Axion Estin

Es el gran himno de alabanza a la gloriosa Theotokos, la Madre de Dios. Se cree que fue compuesto en el siglo VIII por San Cosme el Himnógrafo. Según la tradición, su primer verso («es realmente digno declararte, Madre de Dios, siempre bienaventurada y toda Inmaculada, Madre del Dios nuestro») fue revelado por el Arcángel Gabriel a un santo monje en el Monte Athos.

Trisagion

Es uno de los textos más angituos de la Divina Liturgia. Se cree que fue revelado sobrenaturalmente por una voz celestial durante el reinado del emperador Teodosio II, a principios del siglo V. Lo cantaban los padres del Concilio de Calcedonia, y se usaba en la antigua liturgia galicana, en Francia. También se ha incluido en muchos ritos de devoción a la Divina Misericordia impulsada por Santa Faustina Kowalska.

Cherubikon

Es uno de los más sublimes himnos de la liturgia de San Juan Crisóstomo. El Himno de los Querubines se canta durante la procesión de las Sagradas Ofrendas desde el altar de la preparación hasta el altar del sacrificio. Fue añadido a la liturgia por el emperador Justino II a finales del siglo VI.

Vasilieu Ouranie [Oh, Rey celestial]

Utilizado durante la apertura de la liturgia bizantina, es sobre todo un himno de Pentecostés, que no se canta durante la Semana Santa.

Phos Hilarium

Es el himno más antiguo registrado, aparte de las Sagradas Escrituras. La primera referencia a él aparece en las constituciones apostólicas del siglo III, y San Basilio el Grande consideraba su canto como una de las tradiciones más queridas de la Iglesia. Actualmente se recita diariamente en las vísperas en todos los ritos bizantinos.

Fuentes: St. Peter List, Signos de estos Tiempos


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A Santa María del Pinar DEVOCIONES Y ORACIONES

Himno a Santa María del Pinar

El Himno a Santa María del Pinar fue dictado desde el cielo a una devota suya, Ana Delia Barraguez.

Luego, el tenor luis Loureiro la musicalizó y la grabó con su propia voz.

Aqui les presentamos el audio y la letra del himno.

 

 

HIMNO A SANTA MARÍA DEL PINAR

 

María del Pinar, oh Madre celestial,
unimos hoy nuestra canción
al coro angelical.

¡Oh Madre de Bondad! Nos quieres hoy guiar,
sembrando en nuestro corazón
mensajes de unidad

“Mis hijos no temáis, mi manto os cubrirá,
unidos siempre en oración
alaben al Señor”.

“Evangelizarán, orando sin cesar,
para que el mundo encuentre Paz
mi Luz os guiará”.

“Mis niños amparad, mis ancianos cuidad,
a los enfermos visitad
llevando amor sin par”.

“Mi Hijo sufre gran dolor por este mundo sin amor,
ofrézcanle su corazón
por el hermano pecador”.

El sol dispuesto está, a hacer tu voluntad
recibiendo tu bendición
te ofrece su color.

Regalo celestial, tu amor nos quiere dar,
haciendo al sol danzar al son
de nuestro corazón.

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A Nuestra Señora de las Angustias DEVOCIONES Y ORACIONES

Novena a Nuestra Señora de las Angustias

La Novena comienza el 6 de septiembre y su fiesta es el 15. Puestos de rodillas ante la imagen de Nuestra Señora de las Angustias, y hecha la señal de la cruz, se dirá el acto de contrición con toda la atención posible, procurando excitar el espíritu a un dolor profundo de haber ofendido a Dios.

 

Acto de contrición para todos los días.

¡Adorada Virgen de las Angustias!: Yo os amo Señora con todo mi corazón, y me pesa de haber ofendido a vuestro Hijo, mi Señor, mi Padre y mi verdadero Dios, en quien creo, en quien espero y a quien amo sobre todas las cosas. Me pesa en el alma ¡oh Madre mía!, haber sido con mis culpas la causa de las angustias que padecisteis en toda la vida, Pasión y muerte de mi santísimo Redentor. Yo propongo firmemente, Madre y Señora mía, nunca más cometer el pecado, y consolar vuestro angustiado corazón con la enmienda de mi vida. ¡Madre del alma! yo os suplico humildemente que ofrezcáis a vuestro Hijo y mi Dios, todas las penas de vuestra inmaculada vida, en satisfacción de mis muchos pecados. Así os lo suplico y confío de vuestra bondad que me alcanzaréis de su misericordia infinita, el perdón de mis culpas. Amén.

 

Oración para todos los días.

¡Oh Reina del dolor y Madre bendita de las Angustias! a tus plantas se acerca un alma amante de tus dolores, a buscar en ellos el consuelo de sus pesares. Bien sé, Señora, que mis pecados y mis ingratitudes son las espinas que coronaron la cabeza de tu divino Hijo, los azotes que cubrieron su cuerpo sacratísimo, las salivas y burlas con que le escarnecieron y la Cruz en que le crucificaron.

Pero Tú, que eres Madre de misericordia, alcánzame del Señor el perdón de todos, y la gracia de que os llore con lágrimas de verdadera penitencia. Yo quisiera Señora, que volvieras a mí tus ojos llenos de amor y de piedad y me alcanzases las gracias que necesito, para que estas súplicas le sean gratas a tu divino Hijo. No olvides que eres nuestra Madre… ¿y qué le pedirá un hijo a su madre que no le sea concedido? Con esta seguridad me acerco a tu trono y lleno de confianza te ruego me concedas que no pida en esta novena nada que no sea de tu agrado, fervor para enjugar con él el llanto de tus maternales ojos, y que siempre ¡Oh Madre! estéis a mi lado disipando con la lumbre de tus miradas las sombras del pecado. En tus manos pongo mi alma, con la esperanza de que la presentarás a tu Hijo y le pedirás que la conduzca a la vida eterna. Amen.

 

DÍA PRIMERO. – ORACIÓN

¡Oh Virgen angustiadísima!, que después de haber permanecido con Jesús, treinta años en el seno de aquel hogar de Nazaret, cercado de purísimos amores y de santas dulzuras, visteis cómo un día se despedía de Vos para internarse en el mar del mundo judaico donde habían naufragado tantos profetas: por el dolor que experimentaríais al dar a vuestro Hijo el adiós de despedida, y por las angustias que sentiría vuestra alma al verlo partir, os suplico, Señora, me concedáis gracias , para que, con santa resignación y con tranquilidad de ánimo pueda contemplar cómo se disipan y se van las ilusiones de la vida , sin que mi corazón se apegue a nada que no seáis Vos o la gloria de vuestro Santísimo Hijo. No me neguéis esta gracia, que me atrevo a pediros al contemplar la primera de vuestras angustias, para que así, no amando otra cosa sino a Vos, logre algún día la vida eterna. Amén.

Después de la oración particular de cada día, se rezaran tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición que se desee conseguir.

 

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS.

¡Oh Virgen de las Angustias, la más amante de todas las madres!; faro luminoso que alumbra al hombre en medio de las tinieblas de la vida; Divina Estrella que guías los pasos del mísero mortal en su carrera por el mundo; Puerto seguro de paz y de bonanza; bálsamo prodigioso que curas las heridas del alma y los dolores del corazón. A tus plantas rendidos los hijos de tus dolores, vienen a llamarte Madre, a enjugar las lágrimas de tus ojos, aliviando así tus acerbos dolores. Prometemos trabajar Señora, porque tu nombre sea de todos conocido y por todos amado. Detestamos el pecado que tanta sangre y lágrimas costó a vuestro Hijo y a Vos. Quisiéramos, que nuestra vida toda se empleara en serviros. Y pues nos adoptasteis por hijos en la altura del Calvario, no nos abandonéis jamás, para que siempre seas Tú la que reine entre nosotros. Bendecid nuestros hogares y nuestras familias, en las que queremos vivir siempre la llama de tu purísimo amor. Atraed hacia Vos tantas almas como andan por los caminos de la perdición. Señora, que vuelvan y sepan que no sólo les espera en la puerta del hogar un padre dispuesto a perdonarles, sino una madre cariñosa que les abre los brazos para darles todo su corazón. Concedednos las gracias que os pedimos en esta novena si conducen a nuestra salvación, y si no, dadnos solo vuestro amor. ¡Oh Virgen de las Angustias!, dadnos siempre vuestro amor que con él seremos felices en la vida y en la eternidad. Amen.

 

DÍA SEGUNDO. – ORACIÓN.

Angustiada Virgen María, encanto de los Cielos y consuelo de esta miserable tierra; Madre afligidísima con la separación del Hijo de vuestros amores, que sabiendo que había sido condenado a muerte de Cruz, saliste a su encuentro en la calle de la Amargura para darle el último adiós; por la angustia y el dolor que experimentasteis al ser rechazada por aquellos crueles soldados, para que no os acercarais al Hijo de vuestro corazón; por la pena que sentisteis cuando alzando el divino Nazareno sus apagados ojos, los fijo en Vos al mismo tiempo que con voz temblorosa os llamaba ¡Madre!, palabra que resonó en vuestros oídos como fúnebre campana que destrozaba el alma; te suplico me alcances de tu divino Hijo, resignación para saber llevar la cruz que el Señor ha puesto sobre mis hombros, y que ésta sea para mí, no motivo de condenación, sino fuente de inagotable de merecimientos para la vida eterna. Amén.

Después de la oración particular de cada día, se rezaran tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición que se desee conseguir.

 

DÍA TERCERO. – ORACIÓN.

Angustiada Virgen María, que ansiosa y anhelante por contemplar de nuevo a vuestro Hijo, subisteis bajo un sol abrasador las faldas del Calvario, hasta llegar a la cumbre del monte santo del Gólgota, y allí de pie, junto a la Cruz, le visteis agonizar y morir, quedando sola y desamparada, sin más alivio que amarguras y sin más compañía que tormentos. Por el dolor que experimentasteis al contemplar, cómo aquellos bárbaros verdugos, más crueles que las fieras, clavaban los pies y manos del que había pasado por la tierra haciendo el bien y sembrando beneficios, te ruego me alcances del Señor una encendida claridad para amar siempre a vuestro Hijo, que por mí murió crucificado, y que mis pasos en la vida siempre se encaminen por la senda de la virtud, para así llegar algún día a la patria celestial. Amén.

Después de la oración particular de cada día, se rezaran tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición que se desee conseguir.

 

DÍA CUARTO. – ORACIÓN.

Angustiada Virgen María, que firme como una roca, permanecíais al pie de la Cruz escuchando las últimas palabras que salían de los labios del que era vuestra vida. ¡Cuánto no sentiría vuestro pecho maternal al considerar, que cuando más derecho teníais a escuchar palabras de consuelo que dieran vida a vuestro desolado corazón, se entreabrieron aquellos labios para llamaros mujer y no madre. ¿Y un extraño os llamará madre y vuestro Hijo sólo mujer…? Por el dolor y la angustia que sentiríais al ver como se despedía de Vos, vuestro Santísimo Hijo, os ruego me concedáis el que yo os ame siempre con toda la ternura del amor filial, y que Vos me améis siempre como a hijo, en la vida y sobre todo en la hora de la muerte, porque así tendré segura la gloria eterna. Amén.

Después de la oración particular de cada día, se rezaran tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición que se desee conseguir.

 

DÍA QUINTO. – ORACIÓN.

Angustiada Virgen, la más hermosa de todas las mujeres y la más afligida de todas las madres, que al pie de la Cruz oíste de labios del Divino Nazareno que tenía sed, ¡Él! que sacó agua de la peña dura y abrió cataratas del Cielo sin que a Ti, ¡pobre Madre!, te fuera dado acercar la punta de tu velo humedecido, para refrigerar los labios del Hijo de tu corazón; por el dolor que experimentasteis al no poder saciar la sed que abrasaba al buen Jesús, te suplico hagas sentir en mi pecho una sed ardiente de la gloria de Dios y la salvación de las almas, y sobre todo, una sed grande de mi propia salvación. Que mis lágrimas de arrepentimiento sean el agua saludable que apague la sed de vuestro Hijo, para que así lavado con ellas, pueda entrar en las regiones de la gloria. Amén.

Después de la oración particular de cada día, se rezaran tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición que se desee conseguir.

 

DÍA SEXTO. – ORACIÓN.

Angustiada Virgen, ¡Madre la más desconsolada de todas las del mundo!, que contemplasteis al pie de la Cruz cómo expiraba vuestro Hijo, recibiendo en vuestra alma la más honda de las penas que haya afligido el corazón de una madre. ¡Oh Madre!, que escuchabas de sus labios que estaba desamparado, a pesar de estar allí Vos, sin que pudierais prestarle ningún consuelo. Por el dolor que experimentasteis cuando en medio del sentimiento de toda la naturaleza, le visteis entregar su espíritu al Eterno Padre; por las angustias de vuestra alma, en la agonía y muerte de vuestro divino Hijo, te suplico que esa muerte no sea infructuosa para mí; sino que, bañado por la sangre de Jesús y purificado por tus lágrimas, vuele algún día a las mansiones eternas de la gloria. Amén.

Después de la oración particular de cada día, se rezaran tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición que se desee conseguir.

 

DÍA SÉPTIMO. – ORACIÓN.

Angustiada Virgen María, tesoro de aflicciones, que, después de haber adorado con tierna devoción y besado con devota ternura la corona, las espinas y clavos de Jesús, recibisteis amorosa al pie de la Cruz su bendito cuerpo ya difunto, en vuestro doloroso pecho y regazo maternal, ¿cuál no sería vuestro dolor al contemplar cerrados aquellos ojos que con una mirada habían convertido a Pedro? ¡Mudos aquellos labios que habían pronunciado tantas palabras de vida eterna!; ¡inmóviles aquellos pies que tanto habían corrido en pos de los pecadores…! ¡Oh Madre amantísima!, por el dolor que experimentasteis en aquella tristísima hora, os suplico, ofrezcáis al eterno Padre ese divino cadáver, cubierto de sangre y llagas, para que por ese sacrificio me conceda luz con que conozca la malicia y fealdad del pecado mortal y una firme resolución de nunca más pecar para que sirviéndole todos los días de mi vida, logre la bienaventuranza eterna. Amén.

Después de la oración particular de cada día, se rezaran tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición que se desee conseguir.

 

DÍA OCTAVO. – ORACIÓN.

Angustiada Virgen María, la más desamparada de todas las madres, que, sobre la amargura que padecisteis por la muerte de vuestro Hijo, fuisteis martirizada viéndole encerrar en el sepulcro. ¡Cuánto no padecería tu alma al tenerse que separar de aquella tumba bajo cuya losa dejaba encerrados tesoros de amor y de esperanza!¡Cuanto no sufriría tu corazón, al darle el último adiós a aquel cuerpo, en cuya posesión estaba tu vida! ¡Cuánto no sufrirías al tener que volver a la ciudad de Jerusalén, sola, sin la luz de tus ojos y pasando por el Calvario en donde cada peña, cada roca, te recordaba la Pasión y muerte de tu querido Jesús! Yo te ruego amada Madre de mi alma, que por el dolor que experimentasteis al tenerte que separar de Jesús, dejándole enterrado en el sepulcro, me des fuerza y resolución para sepultar mis pecados bajo la losa de mis penitencias, y así aleje el castigo que por ellos tengo merecido y logre verle en el Cielo resucitado y glorioso. Amén.

Después de la oración particular de cada día, se rezaran tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición que se desee conseguir.

 

DÍA NOVENO. – ORACIÓN.

Angustiada Virgen, solitaria y purísima paloma, que después de haber dejado enterrado a Jesús, os recogisteis en el retiro del Cenáculo en terrible soledad. ¿Qué dolor no sufriríais al veros sola, recordando en el fondo de vuestra imaginación aquellas escenas dulcísimos de Belén y Nazaret, cuando erais feliz con vuestro divino Hijo? ¿Qué amargura no sentiríais, al considerar que ya no le volveríais a ver más entrar por vuestras puertas, ni sentarse a vuestra mesa, para consolaros con su divina presencia?¿Qué angustia no experimentaríais al veros abandonada de todos, afligida y sola sin que del Cielo ni de la tierra os viniese ningún consuelo? Por el dolor (la angustia) que sufristeis en vuestra angustiosa soledad, os ruego no permitáis jamás que yo me aparte de vuestra presencia. Asistidme con vuestra gracia para que dignamente os pueda acompañar y servir todos los días de mi vida. Que mi alma jamás quede sola y sin Dios por el pecado, sino que amándoos siempre con todas las energías de mi pobre corazón, pueda conseguir vuestra protección en vida, vuestra asistencia en la hora de la muerte y vuestra gloria en el Cielo. Amén.

Después de la oración particular de cada día, se rezaran tres Padres nuestros, Ave María y Gloria Patri, en memoria de las tres horas de agonía que tuvo la Santísima Virgen al pie de la Cruz en el Monte Calvario, y se hace la petición que se desee conseguir.

 

HIMNO A NTRA. SRA. DE LAS ANGUSTIAS

Virgen de las Angustias

Tú que sufriste tanto

Benditas sean tus lágrimas

Bendito sean tu llanto

Virgen de las Angustias

Madre del Redentor

Apiádate de nosotros

Y concédenos tu perdón

¡Ay! Virgen de las Angustias

Con Jesús muerto en tus brazos

El corazón se me para

Y se rompe en mil pedazos

¡Ay! Virgen de las angustias

Tu rostro lo va expresando

Pena, dolor y tristeza

Caminando hacia el calvario

Pena dolor y tristeza

Caminando hacia el calvario

¡Ay! Virgen de las Angustias

Quisiera decirte tanto

Que la voz se me quiebra

Y solo queda mi llanto

¡Ay! Virgen de las Angustias

Santa Madre del Señor…

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El Himno a María Sub Tumm Praesidium

La oración Sub tuum praesidium es un testimonio entrañable

Quizás el más antiguo y el más importante en torno a la devoción a Santa María.

Es la oración «Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios …».

Se trata de un tropario (himno bizantino) que llega hasta nosotros lleno de juventud.

Es quizás el texto más antiguo en que se llama Theotokos a la Virgen, e indiscutiblemente es la primera vez que este término aparece en un contexto oracional e invocativo.

G. Giamberardini en un documentado estudio ha mostrado la presencia del tropario en los más diversos ritos y las diversas variantes que encuentra, incluso en la liturgia latina.

La universalidad de esta antífona hace pensar que ya a mediados del siglo III era usual invocar a Santa María como Theotokos.

Y que los teólogos, como Orígenes, comenzaron a prestarle atención, precisamente por la importancia que iba adquiriendo en la piedad popular.

Simultáneamente esta invocación habría sido introducida en la liturgia.

En el rito romano, su presencia está ya testimoniada en el Liber Responsalis, atribuido a San Gregorio Magno y es copiado en el siglo IX en la siguiente forma: «Sub tuum praesidium confugimus, Sancta Dei Genitrix».

Algunos manuscritos de los siglos X y XI, presentan unas deliciosas variantes de esta oración, manteniendo intacta la expresión Santa Dei Genitrix, en estricta fidelidad a la Theotokos del texto griego. Helas aquí:

«Sub tuis visceribus confugimus, Dei Genitrix, semper Virgo Maria» ; » Sub tuis visceribus confugio, Sancta Dei Genitrix»; «Sub tuis visceribus confugimus, Sancta Dei Genitrix»».

Y en el rito ambrosiano: «»Sub tuam misericordiam confugimus, Dei Genitrix»».

Se trata de traducciones fidelísimas del texto griego, tal y como aparece en el rito bizantino, en el que se utiliza la palabra griega eysplagknían, para referirse a las entrañas misericordiosas de la Madre de Dios.

La consideración de la inmensa capacidad de las entrañas maternales de la Madre de Dios está en la base de la piedad popular que tanta importancia dio al título Theotokos para designar a la Madre de Jesús.

Y quizás lo más importante sea el hecho de que el testimonio del Sub tuum praesidium levanta en el mariólogo la sospecha de que el título Theotokos se origina a mediados del siglo III en la piedad popular.
.
Como invocación a las entrañas maternales de Aquella que llevó en su seno a Dios y que, por esta razón, debe estar dotada de unas entrañas maternalmente inagotables.

Esta vez, quizás, la piedad popular fue por delante de la Teología. Al menos, es muy verosímil que así fuese.

 

Sub Tuum Praesidium

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!

Sub Tuum Praesidium (Latín)

Sub tuum praesidium confugimus, sancta Dei Genetrix; nostras deprecationes ne despicias in necessitatibus, sed a periculis cunctis libera nos semper, Virgo gloriosa et benedicta.

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Stabat Mater

En latín «Estaba la Madre», es una secuencia católica del siglo XIII atribuida a Inocencio III y al franciscano Jacopone da Todi.

Esta plegaria que comienza con las palabras Stabat Mater dolorosa (estaba la Madre sufriendo) medita sobre el sufrimiento de María, la madre de Jesús, durante la crucifixión.
1. Estaba la Madre dolorosa
junto a la Cruz, llorosa,
en que pendía su Hijo.
Su alma gimiente,
contristada y doliente
atravesó la espada.

2. ¡Oh cuán triste y afligida
estuvo aquella bendita
Madre del Unigénito!.
Languidecía y se dolía
la piadosa Madre que veía
las penas de su excelso Hijo.

3. ¿Qué hombre no lloraría
si a la Madre de Cristo viera
en tanto suplicio?
¿Quién no se entristecería
a la Madre contemplando
con su doliente Hijo?

4. Por los pecados de su gente
vio a Jesús en los tormentos
y doblegado por los azotes.
Vio a su dulce Hijo
muriendo desolado
al entregar su espíritu.

5. Ea, Madre, fuente de amor,
hazme sentir tu dolor,
contigo quiero llorar.
Haz que mi corazón arda
en el amor de mi Dios
y en cumplir su voluntad.

6. Santa Madre, yo te ruego
que me traspases las llagas
del Crucificado en el corazón.
De tu Hijo malherido
que por mí tanto sufrió
reparte conmigo las penas.

7. Déjame llorar contigo
condolerme por tu Hijo
mientras yo esté vivo.
Junto a la Cruz contigo estar
y contigo asociarme
en el llanto es mi deseo.

8. Virgen de Vírgenes preclara
no te amargues ya conmigo,
déjame llorar contigo.
Haz que llore la muerte de Cristo,
hazme socio de su pasión,
haz que me quede con sus llagas.

9. Haz que me hieran sus llagas,
haz que con la Cruz me embriague,
y con la Sangre de tu Hijo.
Para que no me queme en las llamas,
defiéndeme tú, Virgen santa,
en el día del juicio.

10. Cuando, Cristo, haya de irme,
concédeme que tu Madre me guíe
a la palma de la victoria.
Y cuando mi cuerpo muera,
haz que a mi alma se conceda
del Paraíso la gloria.
Amén.


 

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La Canción de Cuna de María, de San Efrén

San Efrén de Siria doctor de la Iglesia. Escribió sobre todo poesía, especialmente himnos, para ser cantados en la liturgia, varios a María, homilías en verso y comentarios a la Escritura, así como obras en prosa de una gran belleza.

Se ha dicho que tal vez sea el mejor poeta teólogo de la historia de la Iglesia, junto a Dante.

Vivió en Nisibe y en Edesa Su lengua nativa era un dialecto del arameo, el siríaco. La tradición sitúa su nacimiento hacia el 307, y su muerte en el 373. La Iglesia celebra su fiesta el 9 de junio.
He mirado asombrado a María que amamanta a Aquél que nutre a todos los pueblos, pero que se ha hecho niño. Habitó en el seno de una muchacha, Aquél que llena de sí el mundo (…).

Un gran sol se ha recogido y escondido en una nube espléndida. Una adolescente ha llegado a ser la Madre de Aquél que ha creado al hombre y al mundo.

Ella llevaba un niño, lo acariciaba, lo abrazaba, lo mimaba con las más hermosas palabras y lo adoraba diciéndole: Maestro mío, dime que te abrace.

Ya que eres mi Hijo, te acunaré con mis cantinelas; soy tu Madre, pero te honraré. Hijo mío, te he engendrado, pero Tú eres más antiguo que yo; Señor mío, te he llevado en el seno, pero Tú me sostienes en pie.

Mi mente está turbada por el temor, concédeme la fuerza para alabarte. No sé explicar cómo estás callado, cuando sé que en Ti retumban los truenos.

Has nacido de mí como un pequeño, pero eres fuerte como un gigante; eres el Admirable, como te llamó Isaías cuando profetizó sobre Ti.

He aquí que todo Tú estás conmigo, y sin embargo estás enteramente escondido en tu Padre. Las alturas del cielo están llenas de tu majestad, y no obstante mi seno no ha sido demasiado pequeño para Ti.

Tu Casa está en mí y en los cielos. Te alabaré con los cielos. Las criaturas celestes me miran con admiración y me llaman Bendita.

Que me sostenga el cielo con su abrazo, porque yo he sido más honrada que él. El cielo, en efecto, no ha sido tu madre; pero lo hiciste tu trono.

¡Cuánto más venerada es la Madre del Rey que su trono! Te bendeciré, Señor, porque has querido que fuese tu Madre; te celebraré con hermosas canciones.

Oh gigante que sostienes la tierra y has querido que ella te sostenga, Bendito seas. Gloria a Ti, oh Rico, que te has hecho Hijo de una pobre.

Mi magnificat sea para Ti, que eres más antiguo que todos, y sin embargo, hecho niño, descendiste a mí. Siéntate sobre mis rodillas; a pesar de que sobre Ti está suspendido el mundo, las más altas cumbres y los abismos más profundos (…).

Tú estás conmigo, y todos los coros angélicos te adoran. Mientras te estrecho entre mis brazos, eres llevado por los querubines.

Los cielos están llenos de tu gloria, y sin embargo las entrañas de una hija de la tierra te aguantan por entero. Vives en el fuego entre las criaturas celestes, y no quemas a las terrestres.

Los serafines te proclaman tres veces Santo: ¿qué más podré decirte, Señor? Los querubines te bendicen temblando, ¿cómo puedes ser honrado por mis canciones?

Escúcheme ahora y venga a mí la antigua Eva, nuestra antigua madre; levante su cabeza, la cabeza que fue humillada por la vergüenza del huerto.

Descubra su rostro y se alegre contigo, porque has arrojado fuera su vergüenza; oiga la palabra llena de paz, porque una hija suya ha pagado su deuda.

La serpiente, que la sedujo, ha sido aplastada por Ti, brote que has nacido de mi seno. El querubín y su espada por Ti han sido quitados, para que Adán pueda regresar al paraíso, del cual había sido expulsado.

Eva y Adán recurran a Ti y cojan de mí el fruto de la vida; por ti recobrará la dulzura aquella boca suya, que el fruto prohibido había vuelto amarga.

Los siervos expulsados vuelvan a través de Ti, para que puedan obtener los bienes de los cuales habían sido despojados. Serás para ellos un traje de gloria, para cubrir su desnudez.

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