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La Iglesia no se vino abajo con los escándalos de pedofilia porque tiene un fundamento sobrenatural [2011-07-02] SdeT

Una entrevista con mons. Scicluna, el hombre que desde hace diez años colabora con Joseph Ratzinger en la lucha anti-pedofilia.

Para entrar en donde trabaja, con un grupo restringido de colaboradores, es necesaria una tarjeta magnética. Nadie diría que detrás de aquella puerta de madera clara que se asoma al patio interno en el primer piso del palacio del Santo Oficio, estén custodiados los expedientes sobre los casos más escabrosos y desagradables, los de los abusos en contra de menores perpetrados por sacerdotes y religiosos.

Mons. Charles J. Scicluna, el «promotor de justicia» de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el hombre que desde hace casi una década está al lado de Joseph Ratzinger en la lucha contra la “suciedad” en la Iglesia, no tiene el aspecto de un inquisidor: es cordial, sonriente, directo, para nada clerical.

«Nací en Toronto en 1959 hijo de malteses que habían emigrado a Canadá. Pero, antes de cumplir un año de edad regresé con mi familia a Malta y crecí ahí…». Scicluna se interrumpe. «Beh… crecer, crecer, ¡no tanto!», añade, refiriéndose a su estatura.

A 19 años, después de haber iniciado a estudiar jurisprudencia en la universidad, decide entrar al seminario. «Formaba parte desde hacía muchos años a la “Legio Mariae”, recitaba el rosario cada día, hacía apostolado, pero quería ser abogado». El arzobispo de Malta, tras un par de años, permite que su seminarista complete también sus estudios en leyes en el ateneo laico. Una decisión que se revelará preciosa en el curriculum de Scicluna, obligado a convertirse también, un poco, en detective: «Se ve que el Señor tenía sus planes…».

Ordenado sacerdote en 1986, se fue a estudiar a Roma, en donde obtuvo la licenciatura en derecho canónico en la U. Gregoriana con el profesor Navarrete (futuro cardenal), y su director de tesis fue el estadounidense Leo Burke (también futuro cardenal). Los superiores lo notaron inmediatamente. «Querían que permaneciera en Roma, en la Signatura apostólica, pero el arzobispo me volvió a llamar a Malta, en donde durante cinco años enseñé en la universidad, hice el ‘defensor del vínculo’ en las causas de nulidad matrimonial, trabajé en la parroquia».

En 1995 las insistentes peticiones que llegaban desde Roma vencieron todos los obstáculos y Scicluna fue nombrado «promotor de justicia sustituto» en la Signatura apostólica, el tribunal supremo del Papa. «En 2001, tras la publicación del motu propio con el que Juan Pablo II asignaba a la Santa Sede todos los procesos por los abusos de menores, el cardenal Ratzinger debía instituir el nuevo tribunal. Y, entonces, no se imaginaba, lamentablemente, todo lo que habría tenido que trabajar», explica Scicluna.

El mons. maltés se convierte también en un estrecho colaborador del futuro Papa y, en 2002, es nombrado «promotor de justicia» del ex Santo Oficio. Gracias a las nuevas normas se desempolvan todos los fascículos pendientes. Se vuelven a abrir averiguaciones y, finalmente tras dos años, la Congregación comienza a indagar al fundador de los Legionarios de Cristo, el padre Marcial Maciel. «Nació un entendimiento muy bello, el cardenal Ratzinger, que no tenía una formación canonística, confió en mí».

Su rostro se vuelve serio cuando escucha la pregunta sobre lo que significó en su vida haber tenido que ver con estos escándalos tremendos: «Comprendí que si la Iglesia no se vino abajo a pesar de los escándalos, fue justamente porque tiene un fundamento sobrenatural. No se puede explicar de otro modo».

«La Iglesia, continúa Scicluna, considera entre sus tesoros más preciados la inocencia de los niños, y el liderazgo de Benedicto XVI ha sido y es fundamental. Ha tenido el coraje para decir: “aquí nos hemos equivocado, aquí tenemos que cambiar…”». Justo a esto se refería Razinger en la ya famosa meditación del Via Crucis del viernes santo de 2005, cuando habló de la «suciedad» en la Iglesia: «Aquellas palabras provenían de tres años de estudiar los casos de abuso, se tenía la conciencia de la necesidad de ver a la cara los pecados del clero».

Hace algunos días, al presentar un seminario internacional dedicado a la lucha contra la pedofilia clerical, que se desarrollará en la U. Gregoriana en febrero de 2012, Scicluna usó palabras fuertes, al afirmar que las violencias contra menores por parte de religiosos son un «abuso de poder espiritual». «Sí, es cierto, añade el prelado maltés, existe una diferencia específica entre el abuso cometido por un laico y el de un sacerdote. El religioso se permite cometer estos actos en cuanto sacerdote, contra víctimas que confían encontrar en él al “buen pastor”». El rostro de Scicluna se obscurece todavía más y se tiñe de dolor. «Si el abuso lo ha cometido un sacerdote, la huella en las víctimas permanece mucho más impresa, hay una confianza espiritual que se destruye, una fe que se asesina».

Le preguntamos al «promotor de justicia» si el cambio de mentalidad que pidió Benedicto XVI se está convirtiendo en una realidad al interno de la Iglesia. «Según yo, dice con un hilo de voz, el cambio de mentalidad es posible sólo para aquellos que tienen el coraje de encontrarse con las víctimas de los abusos, de acogerlas, de escuchar sus experiencias. Si no se hace, se puede haber leído de todo, puede uno estar preparadísimo, pero no se logra comprender hasta el fondo el drama que implican estos tremendos pecados. Hay una reacción, una rabia en las víctimas de los sacerdotes que no se encuentra en otros casos, porque toca la profundidad del alma».

Es por ello, revela Scicluna, que los obispos que participarán en el seminario de febrero de 2012 tendrán que haber visitado a las víctimas de religiosos pedófilos en sus respectivos países antes de llegar a Roma. «Es una experiencia traumática que cambia la vida, como me sucedió a mí. Gracias a Dios, a las normas más severas y al crecimiento de una nueva conciencia estos casos están disminuyendo notablemente con respecto al pasado. Debemos continuar acercándonos a las víctimas, que han sido tratadas durante mucho tiempo como víctimas de la Iglesia y que son, en cambio, personas heridas en el alma; hay que ayudarlas y acogerlas para que lo que han sufrido no se repita».

Scicluna se levanta, acompaña a su huésped fuera de la oficina, en el portal, hasta el ascensor. Una bocanada de aire a la luz del sol caliente del junio romano, antes de sumergirse de nuevo entre los papeles que describen el abismo de los pecados más turbios.

UNA ESTRATEGIA GLOBAL PARA LA CRISIS DE LA PEDOFILIA

En febrero, en Roma, un gran simposio destinado a los obispos para reflexionar y escuchar las mejores prácticas para prevenir y curar las “heridas” de los abusos en contra de menores

Es justamente para ayudar a los obispos y superiores de las órdenes religiosas de todo el mundo que la Pontificia Universidad Gregoriana, con la ayuda de otros dicasterios vaticanos, está organizando un simposio que se desarrollará en febrero de 2012 en el prestigioso ateneo de los jesuitas. Se titula “Hacia la curación y la renovación” y tendrá al menos 200 participantes, entre obispos y superiores. Los objetivos principales son analizar todos los aspectos –pastorales, jurídicos, psicológicos y teológicos– de la crisis y, publicando on-line las “best practices”, prevenir y curar los abusos.

Por ello la necesidad de que la Iglesia elabore una respuesta eficaz y coherente frente a la crisis: «No es posible distinguir entre la protección de los menores y el bien común de la Iglesia y de la comunidad cristiana». Para mons. Scicluna la respuesta adecuada debe pasar por los caminos de la educación y de la justicia: educación, en primer lugar del clero, pero también de toda la “base” cristiana, que debe aprender a reconocer y denunciar los signos del abuso. Fundamentalmente, también los procesos de “atención” y de reconocimiento de las víctimas por parte de la Iglesia, a menudo etapa fundamental en el proceso de curación de los individuos y de la comunidad. Una de las conferencias del simposio tendrá como tema la voz de las víctimas, y una de ellas hablará ante los obispos.

En cuanto a la “justicia”, mons Scicluna recordó que el abuso contra menores no es solo un pecado, sino un tanto un delito según la ley canónica como un crimen civil y penal: por ello el imperativo, expresado en la “Carta”, de observar escrupulosamente las leyes locales en términos de denuncia de las noticias de abusos por parte de sacerdotes y obispos. Un imperativo, especificó Scicluna, que no se debe limitar a la obediencia “literal” de la ley, sino que debe también seguir paso a paso los desarrollos de la jurisprudencia.

Fuente: Alessandro Speciale y Andrea Tornielli para Vatican Insider


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Wikileaks revela las tensiones entre el Vaticano y los curas brasileños [2011-07-01] SdeT

La situación es delicada sobre todo después del «caso Recife” del 2009. La preocupación de la Santa Sede está concentrada en la crisis de la disciplina eclesiástica, el crecimiento de la Iglesia evangélica y la influencia de la teología de la liberación entre los jóvenes sacerdotes.

Wikileaks revela que el Vaticano estaba preocupado por la conducta de los sacerdotes brasileños sobre el celibato. Y así se vuelve a abrir una cuestión extremadamente delicada para la Santa Sede, sobre todo en relación con el espinoso tema de los sacerdotes brasileños (y sudamericanos) cercanos a la teología de la liberación y de las tensiones con Roma de la cual es prueba clamorosa el caso Racife, es decir la controversia sobre el aborto de la madre-niña.

Según los documentos relativos a Wikileaks, el Vaticano ha manifestado su preocupación por el comportamiento de los sacerdotes brasileños, fundamentalmente su indiferencia y porque no observan la regla del celibato eclesiástico. La fuente citada por el diplomático estadounidense es un prelado brasileño, oficial de la Secretaría del Estado. Monseñor  Stefano Migliorelli estrecho colaborador del cardenal Tarcisio Bertone, que informó al embajador de los Estados Unidos, Francis Rooney, que el viaje de Benedicto XVI en 2007 nacía de la alarma por la situación de la Iglesia católica local.

«Monseñor Migliore se lamenta de que el nivel de preparación de los sacerdotes brasileños es muy bajo y que en muchos casos no se respetan los  principios de la disciplina clerical (por ejemplo el celibato eclesiástico…)», evidencia el documento preparado por el diplomático Francis Rooney para la administración americana. En otro pasaje del informe elaborado en el 2007, se afirma que  la crisis sacerdotal, la disminución de la vocación y la indisciplina del clero en América Latina son mucho peor que en los Estados unidos.

La Santa Sede, siempre según el informe estadounidense, da voz de alarma por el crecimiento de las iglesias evangélicas en Brasil y en América del Sur. A juicio de la Secretaria del Estado Vaticano, Brasil y América latina deben ser consideradas como una «tierra de misión» en la cual es necesario «recomenzar desde cero» y «el clero debe ser formado nuevamente» para frenar el avance de las Iglesias evangélicas. Una situación preocupante, por lo tanto, esa que denuncia el eclesiástico Migliorelli al diplomático estadounidense Rooney.

EL CASO RECIFE

Hace dos años y medio la tensión entre la Santa Sede y el episcopado brasileño alcanzó el nivel de alerta. El causante de la tensión fue el «caso Recife».

La Iglesia debe respetar la profesionalidad de los médicos incluso cuando hacen intervenciones que parecen contradecir las leyes eclesiásticas como en el caso de la niña de 9 años violada y obligada a abortar en Brasil porque el embarazo ponía en peligro su vida. La excomunión de la madre y los médicos es «un juicio que pesa como una hacha y hace parecer a la Iglesia insensible».

El 14 de marzo de 2009 en el “Observatore Romano”, el entonces presidente de la Pontificia academia por la vida, Rino Fisichella estigmatizó la posición adoptada por el arzobispo de Recife, José Cardoso Sobrinho, que una semana antes había anunciado la grave sanción canónica contra quién había provocado la interrupción del embarazo, a pesar de que la niña, embarazada de gemelos corría el riesgo de morir. Un caso que ha suscitado clamor en el mundo entero y una dura protesta por parte del presidente Lula en contra de la «Iglesia menos correcta que la medicina». «Antes de pensar en la excomunión era necesario y urgente salvaguardar la vida inocente de la niña y reportarla a un nivel de humanidad en el cual nosotros hombre de Iglesia deberíamos ser expertos predicadores y maestros», sostuvo el arzobispo Fisichella.

El enfoque equivocado por el arzobispo brasileño, añadió el ministro vaticano de la bioética, «por desgracia sufre la credibilidad de nuestra enseñanza que aparece a los ojos de muchos como insensible, incomprensible y sin piedad». Es cierto que «la pequeña Carmen llevaba dentro de sí otras vidas inocentes como la suya, aunque si eran fruto de la violencia, y han sido suprimidas, sin embargo no es suficiente para un juicio que pesa como un hacha». Además, reconoce el ministro vaticano Fisichella, «debido a su cortísima edad y sus condiciones de salud precarias su vida estaba en serio peligro por el embarazo y ninguno llega a una decisión de este tipo con desenvoltura, es injusto e ofensivo sólo pensarlo». Sin embargo, pocas horas después de la excomunión, la Curia definió «justa la excomunión a quién ha provocado el aborto».

Pleno apoyo en el Vaticano al arzobispo de Recife que terminó en la mira de la autoridad civil por la excomunión que había llegado del cardenal Giovanni Battista Re. «Es un caso piadoso pero el verdadero problema es que los dos gemelos eran personas inocentes, tenían el derecho a vivir y éste no podía ser suprimido – comentó en caliente el entonces ministro vaticano de los obispos y presidente de la Pontificia comisión por América Latina-. La vida va siempre tutelada, por lo tanto el ataque a la Iglesia brasileña está injustificado».

La interrupción voluntaria del embarazo «es siempre una supresión de una vida inocente», precisó Re y «por el código de derecho canónico quién practica o colabora directamente en el aborto cae “ipso facto” en la excomunión, la Iglesia ha siempre defendido la vida y debe continuar haciéndolo sin adaptarse a los humores de la época o la oportunidad política». Para corregir el curso, sin embargo, intervino el Presidente de la Academia Pontificia para la Vida. «El debate sobre estos temas – dijo el arzobispo Fisichella – es a menudo estrecho y las diferentes perspectivas no siempre permiten considerar lo grande que es lo que está en juego. Es el momento de mirar lo esencial y de fijarse en los ojos de Carmen, violada por su padrastro». Por lo tanto no había necesidad de que el obispo usase «tanta urgencia y publicidad en el declarar un hecho (la excomunión) que se activa automáticamente».

Carmen «debía ser en primer lugar defendida, abrazada, acariciada con dulzura para hacerla sentir que estábamos todos con ella, todos sin distinción». Fisichella subrayó que «el aborto provocado ha sido siempre condenado por la ley moral como una acto inherentemente malo y esta enseñanza se mantiene sin cambios hasta nuestros días desde el comienzo de la Iglesia» y técnicamente, el Código de derecho canónico usa la expresión «Latae sententiae» para indicar que la excomunión se lleva a cabo precisamente en el momento en el que ocurre el suceso.

Por lo tanto advierte el arzobispo Fiscella, no había necesidad de retirarle la comunión públicamente. De lo que se sentía que había urgencia era sin embargo, «la proximidad de sufrimiento y un acto de misericordia». Ya dos días después la Conferencia de los obispos brasileños dio marcha atrás diciendo que la niña y los médicos no habían sido en realidad excomulgados porque habían actuado para salvar una vida. «El respeto que se le debe a la profesionalidad del médico –escribió Fisichella – es una regla que debe involucrar a todos y no puede allanar el camino para una opinión negativa sin antes haber considerado el conflicto que se ha creado en su corazón». Cierto, algunos, «se habitúan a las situaciones así y no sienten más emociones»; en estos casos, sin embargo, «la elección de ser médico viene degradada solamente a una profesión sin entusiasmo y con pasividad. Generalizar no sería solo incorrecto, sería injusto».

LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN Y LA “NORMALIZACIÓN” DEL JESUITA JON SOBRINO

Otro nervio descubierto entre la relación con la Santa Sede y América Latina es la relación con la Teología de la liberación, una escuela de pensamiento teológico que se desarrolló sobre todo en América latina y que en el curso de los años ha asumido cada vez más una connotación política, a menudo inspirada por la revolución socialista. Un «compromiso histórico» entre cristianismo y marxismo, orientado hacia los pobres, para los cuales desde la Santa Sede no han faltado nunca los intentos de normalización.

En marzo de 2007 la Congregación para la doctrina de la fe (ex Santa Oficina) definió contrarias a la doctrina católica dos obras de Jon Sobrino, jesuita salvadoreño considerado uno de los padres de la teología de la liberación. Los libros bajó acusación son «Gesù Cristo liberatore – Lettura storico teologica di Gesù di Nazareth», (“Jesucristo liberador –Lectura histórica teológica de Jesús de Nazaret”) de 1991 y «La fede in Gesù Cristo» (“La fe en Jesucristo”) del 1999. Se trata de la primera expulsión de este tipo de la Congregación desde la elección de Benedicto XVI. Cuando Joseph Ratzinger era obispo de Munich financió la traducción al alemán de la tesis doctoral de Sobrino.

La decisión de examinar los textos del teólogo jesuita, que junto con Leonardo Boff y padre Casaldalilga es uno de los mayores exponentes de la Teología de la liberación, fue tomada en 2001, (cuando era el propio Ratzinger quién dirigía la Congregación). Entre las afirmaciones de Sobrino juzgadas como «peligrosas» están aquellas que ponen en duda puntos cruciales de la fe, como la divinidad de Jesucristo, la encarnación del Hijo de Dios, la relación de Jesús con el Reino de Dios, su autoconciencia y los valores de su muerte. Las críticas del Vaticano a Sobrino son el haber dado demasiado valor a la componente histórica de la figura de Jesús separándola de su dimensión divina

«Sobrino es un hombre que ha vivido de cerca la experiencia dramática de su pueblo, por esto ha tendido a desarrollar una “cristología desde abajo” y ha cultivado una sintonía espiritual profunda con la humanidad de Cristo», ha comentado la notificación de la Congregación para la doctrina de fe el director de comunicación del Vaticano, padre Federico Lombardi. «Sin embargo, la insistencia de Sobrino sobre la solidaridad entre Cristo y el hombre no se debe quedar en la sombra o subestimar la dimensión que une a Cristo con Dios».

Fuente: Giacomo Galeazzi para Vatican Insider


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