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Las Reliquias de la Virgen María, ¿dónde se conservan?

¿Hay reliquias de la Virgen María?

Efectivamente hay reliquias pero casi todas son de segundo y tercer grado, no son partes de su cuerpo.

¿Y por qué no hay reliquias del cuerpo de la Virgen María?

Porque la Virgen María fue asunta al cielo en cuerpo y alma por lo tanto no dejó partes de su cuerpo en la Tierra

En este artículo relatamos cuáles son las reliquias de la Virgen María qué distintas Iglesias reclaman poseer, y dónde están.

   

QUÉ SON LAS RELIQUIAS

Las reliquias son objetos relacionados con un santo o un mártir que la Iglesia enseña que se deben venerar.

En el Concilio de Trento se estableció que los cuerpos de los santos y mártires y de otros que viven con Cristo, deben ser venerados por los fieles, para que a través de estos órganos se otorguen muchos beneficios a los hombres por parte de Dios.

El numeral 1674 del Catecismo de la Iglesia Católica se refiere a esto.

Y se distinguen reliquias de primera clase, que son parte de los cuerpos; reliquias de segunda clase que son objetos que han tocado esos cuerpos; y reliquias de tercera clase que son objetos que han tocado reliquias de primera o segunda clase.

Relicario con reliquias de la Virgen en Aquisgrán

   

LAS RELIQUIAS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

Las reliquias de la Virgen María tuvieron su auge en el siglo XII con las peregrinaciones para venerar su velo, su túnica, pedazos de tela con trazas de su leche materna, incluso líquidos atribuidos al parto del Niño Jesús.

Incluso hay himnos y estatuas de la Santísima Virgen tejiendo y cosiendo ropa para Jesús, como en Chartres.

Una de las reliquias es la Túnica Inconsútil o sea sin costuras, que se dice crecía junto con Jesús

Pero como María fue asunta al cielo en cuerpo y alma no se encuentran reliquias de primera clase, a excepción de fragmentos del pelo.

Hay varios lugares donde se reclama poseer un poco de pelo de María, estos son la catedral de Messina en Sicilia.

También los papas Gregorio Magno y Sergio II reclamaron poseer ese pelo y ahora están en Emmerich, Alemania.

Y también se dice que en otros lugares de Alemania también se conservan trozos de pelo: en la Iglesia de los santos Eucharius y Matthias, en Santa María de los Mártires en Trier, en la abadía cisterciense de Himmerode, en el monasterio benedictino de Prüfening.

Y fuera de Alemania reclaman poseer cabellos de la Virgen en el monasterio agustino de Ranshofen, Austria y en Linköping, Suecia.

Hay numerosas reliquias de segunda clase también.

Reclaman poseer un cíngulo o cinturón de la Virgen en la iglesia ortodoxa siríaca de Homs, Siria, en el monasterio Vatopedi del Monte Athos, Grecia, y en la catedral de Prato, Italia.

Hay una historia que narra que la Virgen le entregó a Santo Tomás apóstol su cinturón antes de la Asunción, lo que puede leerse aquí.

Hay también anillos de María, como el anillo de compromiso que es venerado en Perugia, Italia, y el anillo de bodas en Weihenlinden, Alemania.

Hay varios Velos que usó la Santísima Virgen, como en la catedral de Chartres en Francia, en Brixen en Italia, en iglesias de Colonia y Mainz en Alemania y también en Praga.

También se veneraron zapatos de María en la abadía cisterciense Maria Ophoven, que desaparecieron en el siglo XIX.

La catedral de Santa María de Aquisgrán, en Alemania, reclama tener 4 reliquias que son el manto o túnica de la Virgen, los pañales del niño Jesús, la tela que se colocó en la cabeza luego de la decapitación de San Juan Bautista y el taparrabos usado por Jesús en su crucifixión.

Estas 4 reliquias se conservan en un relicario de oro del siglo XIII, y desde el siglo XIV está reliquias se exhiben cada 7 años.

En Tierra Santa se mencionan muchas reliquias, como por ejemplo una piedra en la que descansó María en la huida a Egipto, un árbol que le dio sombra a la familia en la misma huida, la silla en la que estaba sentada María cuando la Anunciación, un peine, un recipiente en que le daba bebida niño Jesús y varias otras más.

Y también hay varios lugares donde se muestran huellas de los pies de la Santísima Virgen o dónde cayó leche materna al suelo cuando estaba amamantando al niño.

Naturalmente no se sabe fidedignamente si estas reliquias son verdaderas.

Sin embargo aunque no lo sean, la devoción con que una persona venera las reliquias muestra el respeto a la Virgen María, es válida como devoción y seguramente Dios toma nota de esto.

Las reliquias más valoradas de la Santísima Virgen son su túnica, su velo, su cinturón y también la casa donde vivió en los últimos años de su vida.

Túnica de la Virgen María en Aquisgrán

   

LA TÚNICA DE LA VIRGEN

La túnica o manto de la Virgen María, llamada Timia Esthita, es reclamado que se conserva en dos lugares.

Uno es ortodoxo, se trata del Museo del estado Zugdidi de Georgia.

Allí afirman que fue comprado por un hombre judío y se encontró en el año 473.

El otro es un lugar católico, que es la catedral de Aquisgrán en Alemania.

La prenda conservada en esta última es una prenda de color natural de lana, tejida en líneas verticales y horizontales en un patrón de rejilla.

Es un vestido sin costuras, de una sola pieza y tiene un borde en el cuello, así como cortes perpendiculares en los costados con sus bordes.

Mide 153 cm de largo y la circunferencia en el lado más ancho es de 246 cm, mientras que el ancho de las mangas es de 132 cm.

Esta túnica tiene una manga más corta que otra porque aparentemente una fue cortada.

   

EL VELO DE LA VIRGEN MARIA

La reliquia más creíble del velo de la Santísima Virgen, también llamado Sancta Camisia, está en la Catedral de Chartres Francia.

Aunque la Catedral de Autun, también en Francia, afirmó tener el velo de la Virgen desde el siglo XII.

El cual habría sido encontrado en una estatua de madera de nogal de la Virgen que tiene una abertura en la parte de atrás para guardarlo.

Se cree que la Virgen usó el velo cuando dio a luz a Jesús y cubrió al niño en el pesebre, también se dice que ese velo fue el que cubrió a Jesús cuando lo bajaban de la Cruz.

Estas cosas las declaran Ana Catalina Emmerich y María Valtorta por medio de visiones.

En la historia del velo de Chartres se cuenta que luego de la crucifixión se escondió en una cueva, y Santa Helena lo encontró en el año 326 y se lo dio a su hijo en emperador Constantino.

Y permaneció en manos de las familias reales durante 550 años, hasta que el nieto de Carlomagno le entregó el velo a la Catedral de Notredame en Chartres, en el año 876.

Esta catedral fue ampliada para guardar esta reliquia y se relatan muchos milagros producidos por la reliquia.

Durante la Revolución Francesa, en el año 1793, el velo fue cortado por la mitad para esconderlo por seguridad, y 10 años después las piezas fueron devueltas a la catedral.

Una parte pequeña del velo se dividió en sucesivas reliquias para entregarle a algunas familias reales de Europa.

Tres de ellas fueron entregadas a Napoleón Bonaparte en el año 1805, una de las cuales Napoleón se lo entregó a su madre María Letizia, para lo cual se construyó un relicario de plata para guardar la reliquia.

Estas piezas se transmitieron durante generaciones dentro de la familia real de Italia.

Y cuando el rey Víctor Manuel III abdicó en 1946 le entregó las reliquias al Vaticano, y hoy están en el Depósito Oficial de Reliquias de la Iglesia Católica en Roma.

   

LA LECHE DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Detrás de la Plaza de la Natividad en Belén está la Gruta de la Leche.

En ese lugar la tradición dice que María amamantaba al niño Jesús y se le cayeron gota en las rocas.

Y por eso las rocas, que eran de un color marrón amarillento, se convirtieron en un blanco cremoso.

Hay una tradición que se remonta desde siglos, de parejas que no pueden concebir un niño, que van a rezar a esa Gruta para pedir la intercesión de la Santísima Virgen.

Y hoy los franciscanos qué cuidan la Gruta de la leche entregan, a un costo simbólico, pequeños paquetes de polvo blanco extraído de las rocas de la gruta, a las parejas que van a rezar para concebir un hijo.

Y junto con el paquete hay una devoción que deben seguir durante 40 días, en que se beben pequeñas cantidades de polvo y se recitan oraciones.

En la Gruta hay infinidad de testimonios de la eficacia de tomar el polvo y practicar la oración.

A partir de ahí se ha extendido la devoción a Nuestra Señora de la Leche y del Buen Parto en todo el mundo.

Pero además en la Catedral de Murcia se conservan gotas de la leche la Santísima Virgen en un relicario.

La que permanece cuajada durante todo el año y se licua el día de la Asunción de la Virgen, el 15 de agosto.

Esta reliquia se conserva en una redoma de cristal.

Y los expertos sostienen que se trataría de restos traídos de leche de la Gruta de Belén que hablamos antes.

Además junto con la redoma hay un documento que certifica la procedencia de la misma.

Su destino anterior fue el Convento de San Luis de la orden de San Francisco de Paula en Nápoles.

Esta pieza estuvo perdida durante años en la catedral.

Y actualmente se exhibe en un altar lateral, pero no goza de mucha prédica, sino que más bien es olvidada.

   

EL SANTO CÍNGULO O CINTURÓN DE LA VIRGEN

El Santo cíngulo es un cinturón de pelo de camello que supuestamente la virgen dejó como regalo a uno de los Apóstoles, Santo Tomás, cuando ascendió al cielo en su Asunción.

La historia de este cinturón te la contamos en este artículo con detalles.

Velo de la Virgen en Chartres

   

LA TUMBA DE LA VIRGEN MARÍA

Finalmente otra reliquia importante es la tumba donde se supone que fue enterrada antes de su Asunción al cielo.

En los dos lugares que se mencionan como tumba de la Santísima Virgen María no existe un cuerpo físico, porque María fue asunta al cielo en cuerpo y alma luego que terminó su vida terrenal.

Hay una tradición que dice que la Virgen efectivamente murió y fue enterrada, y de ahí fue asunta al cielo.

Pero hay otra tradición que dice que no murió sino que tuvo una dormición, en la cual probablemente también fue puesta en la tumba.

Un lugar que reclama ser la tumba de María es donde hoy está la Iglesia de la Asunción en el Valle del Cedrón en Getsemani, en Tierra Santa.

Otro lugar que es Éfeso actualmente en Turquía, donde la tradición señala que María vivió con San Juan evangelista luego de haber muerto Jesús.

Y murió allí.

En el siglo II se hizo santuario en esa zona de Éfeso y en el siglo IV la basílica Santa María, donde se realizó el Tercer Concilio Ecuménico en ella y se proclamó a la Virgen María como «Madre de Dios».

Estas dos locaciones fueron luego fueron cayendo en el olvido.

Hasta que fueron nuevamente localizadas, junto con la casa de la Virgen María, gracias a una visión de Ana Catalina Emmerich, que lo relató y se publicó en una de sus memorias; esto sucedió a finales del siglo XIX.

La historia del hallazgo puede ser de leída aquí.

Aquí también se encontró luego la tumba del apóstol San Juan.

Los expertos sostienen que la Virgen María vivió algún tiempo en Jerusalén luego de Pentecostés.

Pero posteriormente la historia se divide en dos opiniones.

Casa de Éfeso de la Virgen

Una es que vivió ininterrumpidamente en Jerusalén o cerca de esa ciudad hasta su muerte.

Y la otra es que se fue a vivir con San Juan en Éfeso, a quien se acredita que efectivamente vivió y murió ahí.

San Juan se habría llevado a la Virgen María de Jerusalén cuando comenzaron las persecuciones más sostenidas a los cristianos.

La tradición dice que María habría muerto en el año 48 con 50 años, luego que los Apóstoles y la Santísima Virgen predicaron 12 años en Jerusalén y Palestina antes de ir a predicar por el resto del mundo, como lo había pedido Nuestro Señor.

Mientras que San Juan habría muerto alrededor del año 100 a los 90 años, y fue el único apóstol no martirizado.

La casa de Éfeso está a 8 kilómetros de Selcuk, frente al Egeo y a la isla de Samos, donde San Juan estuvo un tiempo cautivo.

La tradición dice que fue la propia Virgen la que eligió un lugar apartado para vivir sus últimos días en contemplación.

Y también dice la tradición que Juan habría hecho construir para ella la casa en la zona en que ya se habían establecido familias cristianas, incluso antes de las grandes persecuciones.

Estas familias vivían en tiendas, cuevas o grutas, pero la única casa era de piedra era la de la Santísima Virgen.

Es hoy un lugar de peregrinación muy concurrido, tanto para cristianos como para musulmanes, quienes veneran mucho a la Santísima Virgen María.

La casa de Éfeso es de piedras, tiene dos habitaciones y en la sala mayor se celebra la misa y en la menor hay alfombras de oración musulmanas.

Su forma es cuadrada y de techo plano, con las ventanas situadas en lo alto de las paredes.

Toda la casa está cubierta de exvotos.

Fuentes:


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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¿Murió la Virgen María? la tradición, la mística y el dogma

Hay mucha confusión entre los católicos sobre la muerte de la Santísima Virgen.

Tenemos el dogma de la Asunción en cuerpo y alma, relatos místicos de su tránsito y una supuesta tumba.

Y a grandes rasgos, su muerte y resurrección fue similar a la de su hijo y prefiguración de la nuestra.

El papa Pío XII promulgó en 1950 el dogma de la Asunción, que en su parte esencial dice,
.
“Declaramos y definimos como un dogma divinamente revelado: que la Inmaculada Madre de Dios, la siempre Virgen María, habiendo completado el curso de su vida terrenal, fue asumida en cuerpo y alma en la gloria celestial”.

Para algunos esto significa que la iglesia no toma posición sobre si la Virgen murió o no.

Sin embargo este pasaje estaba referido solamente a la Asunción en cuerpo y alma, no menciona su muerte o no.

Si se lee el resto de la encíclica queda claro que el Santo Padre estaba apoyando la tradición occidental, de que la Santísima Virgen murió antes de ser asunta físicamente al cielo.

Mira el video de reflexiones sobre este artículo, que está abajo.

   

ORIENTE VS OCCIDENTE

En los últimos siglos han aparecido teólogos que han favorecido la opinión de que la Santísima Virgen fue asunta al cielo, sin haber tenido previamente una separación entre su cuerpo y alma.

Y lo comparan con la iglesia de oriente que parecería favorecer la opinión que murió, y lo expresa bajo el término dormición.

Sin embargo la tradición occidental ha sido más fuerte y directa que la oriental sobre que la Virgen María murió antes de ser asunta al cielo.

Porque los teólogos orientales prefieren no hablar de muerte sino que de dormición, lo cual es más ambiguo de lo que parece.

La tradición occidental desde los primeros siglos es que la Santísima Virgen primero murió y luego fue asunta al cielo en cuerpo y alma.

Algunos opinan que es exactamente lo mismo que están diciendo los orientales con la palabra dormición, que colapsa ambos conceptos, pero aun así quedan dudas razonables.

La fiesta que celebran los orientales desde el siglo cuarto tuvo el nombre de dormición de la Santísima Theotokos.

Theotokos es la palabra griega para referenciar a la Madre de Dios.

Los primeros escritos sobre la Asunción, aproximadamente en el siglo II, coinciden en que María murió, que Cristo recibió su alma en el cielo, que los apóstoles sepultaron su cuerpo en su tumba, que su cuerpo permaneció incorrupto  hasta la Asunción y que de ahí el cuerpo de María fue llevado al cielo.

En estos dos primeros siglos no existía la diferencia entre cristianos de oriente cristianos de Occidente de modo que ambos creían en la muerte de la Santísima Virgen María antes de su Asunción en cuerpo al cielo.

Su situación es distinta que la de Elías que fue arrebatado por un carro de fuego y llevado al cielo cuando aún estaba vivo.

Incluso la iconografía tradicional muestra al alma de María separada de su cuerpo en el lecho de muerte, lo que está hablando de su muerte.

En el icono bizantino que presentamos se ve a Cristo sosteniendo el alma diminuta de Su Madre, que está representada con un bebé envuelto en pañales blancos.

Mientras que el cuerpo de María está en el féretro y yaciendo sin vida.

Y alrededor del cuerpo están los apóstoles que funcionan como testigos en la fe de este suceso.

El tema de la dormición en la iglesia Oriental es más importante que en la iglesia occidental.

Los ortodoxos realizan una mini cuaresma antes de la Asunción, desde principio de mes hasta el 14 de agosto con ayuno.

Hay una tradición que dice que ella murió a las 3 de la tarde como Jesucristo, el 13 de agosto, y fue asunta al cielo el 15 de agosto.

En Jerusalén se conmemora la muerte de María el 13 de agosto hasta el día de hoy, aunque la liturgia de su muerte comienza la noche del 12 de agosto.

Y entre el 13 y el 15 de agosto hay un Triduo Mariano que venera el ciclo de muerte y resurrección de 3 días de la Santísima Virgen.

 

DE QUÉ MURIÓ LA VIRGEN Y CÓMO FUE SU PASAJE

Hay consenso entre los teólogos que María no murió por causa del pecado, porque ella estaba libre de pecado original, que es lo que causa la muerte.

Sino que más bien murió por su deseo de ser conformada a imagen de Cristo.

No parece que muriera de enfermedad ni de vejez avanzada, ni por accidente, ni por martirio, sino por amor.

San Alberto Magno dice “creemos que murió sin dolor y de amor”, lo mismo que piensan otros Santos.

Juan Pablo II aclara este punto diciendo

“Cualquiera que haya sido el hecho orgánico y biológico que, desde el punto de vista físico, le haya producido la muerte, puede decirse que el tránsito de esta vida a la otra fue para María una maduración de la gracia en la gloria, de modo que nunca mejor que en este caso la muerte puede concebirse como una `dormición’”

Y agrega en el mismo sentido el Mariólogo Garriguet,

“María murió sin dolor, porque vivió sin placer; sin temor, porque vivió sin pecado; sin sentimiento, porque vivió sin apego terrenal.

Su muerte fue semejante al declinar de una hermosa tarde, como un sueño dulce y apacible; era menos el fin de una vida que la aurora de una existencia mejor.

Para designarla la Iglesia encontró una palabra encantadora: la llama sueño o dormición de la Virgen”.

Desde los primeros días y los evangelios apócrifos que hablan sobre la dormición o muerte de la Santísima Virgen.

El más conocido es Transitus Mariae.

Básicamente estos documentos hablan que el Ángel Gabriel fue a María mientras rezaba en el Santo Sepulcro y le dijo que su vida terrenal había llegado al fin.

Entonces ella decidió regresar a Belén para su muerte.

Los apóstoles fueron arrebatados por el Espíritu Santo y transportados a Belén para acompañar a María los días finales.

En esa circunstancia en que María estaba en su lecho de muerte, rodeada por los apóstoles, se apareció Jesús y le dijo que no temiera.

El rostro de María brilló con una luz muy intensa, se levantó, bendijo a los apóstoles con sus manos, y luego el Señor recibió su alma en el cielo.

Los apóstoles envolvieron su cuerpo y lo llevaron a Getsemaní donde lo colocaron en una tumba nueva.

Durante 3 días salió de la tumba un santo olor a perfume y se escucharon voces de ángeles y glorificando a Dios y a Cristo,

Al tercer día cesaron estas manifestaciones y todos supieron que su inmaculado cuerpo había sido trasladado al paraíso.

Veámoslo más en detalle.

  

RESUMEN DE VISIONES MÍSTICAS DE LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

La Virgen presintió que iba a morir y solicitó a Jesucristo que los apóstoles se hicieran presentes en ese momento.

Fue así que los apóstoles recibieron la moción de reunirse en Jerusalén.

Estos se reunieron junto con otros fieles y la Virgen María en el Cenáculo.

Allí María se despidió de cada uno con mucho afecto y les pidió su bendición.

Y además que amaran a la Santa Iglesia y exaltaran el nombre del Altísimo.

En esos momentos Jesucristo bajó del cielo en un trono e invitó a su madre a subir con Él.

Le dijo que si no quería pasar por la muerte que fuera con Él.

Pero la Santísima Virgen le dijo que ella quería entrar a la vida eterna por la puerta natural de la muerte, como los demás y como Él mismo.

Jesucristo aceptó el planteamiento y los ángeles comenzaron sus cantos, mientras una fragancia se apoderaba del lugar.

Todo esto no fue visto por los apóstoles pero sí percibido.

Entonces María fue puesta en su lecho de muerte.

Sintió que las fuerzas del cuerpo se le estaban yendo reemplazadas por un amor que excedía sus sensaciones naturales.

Entonces su alma abandona el cuerpo y quedó como dormida, con una transfiguración de la cara que mostraba el gozo celestial y una suave sonrisa.

Todo el lugar quedó lleno de luz y de suaves fragancias, mientras miles de ángeles custodiaban el lecho.

El estado de María no era precisamente el de un muerto sino el de un dormido, por eso se llama dormición.

Los apóstoles y la demás personas presentes comenzaron a cantar himnos

Y Pedro y Juan tomaron el cuerpo de María y lo pusieron en un ataúd, pero la luz que salía de su cuerpo traspasaba la madera.

Luego se armó un cortejo fúnebre de los presentes que fue acompañado también por miles de ángeles y santos que bajaron del cielo.

La música y las fragancias permanecieron en el sepulcro mientras su cuerpo estaba allí.

Mientras tanto el alma de la Santísima Virgen estaba frente al Padre eterno y Jesús le pedía a Su Padre y al espíritu santo que la recibieran en Su gloria.

Al tercer día Jesús decretó que el alma de Su Madre volviese al mundo, se uniera a su cuerpo y resucitara, para que fuese levantada sin esperar la resurrección de los muertos.

Los presentes en el sepulcro oyeron una música celestial que correspondía a la procesión de entrada al cielo del cuerpo glorioso de la Santísima Virgen, acompañada por santos y ángeles.

Cuando la música cesó los apóstoles comprendieron que ya había sido asunta al cielo.

En ese momento llegó Tomás de oriente y abrieron el sepulcro a pedido de él.

Pero vieron que María ya no estaba en el sepulcro y sólo quedaba el manto, la túnica y el cinturón con una dedicación a Santo Tomás.

Entonces se les apareció un ángel quien les dijo que la Santísima Virgen ya vivía en alma y cuerpo en el cielo al lado de Jesucristo.

Y les transmitió el mensaje de la virgen pidiéndoles que difundieran el evangelio por todo el mundo, encomendándoles la nueva Iglesia.

En ese momento la Santísima Trinidad colocó una grandiosa corona en la cabeza de María en el cielo.

Este relato es el compendio de visiones que tuvieron Santa Brígida, María de Agreda, Catalina Emmerich y Santa Isabel de Schoenau .

Puerta de entrada

  

LA TUMBA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

Hay una tradición que afirma de que la tumba de la Santísima Virgen está en Jerusalén, en el Valle del Cedrón, donde se edificó luego la Iglesia de La Asunción.

También hay otra tradición que supone que la Virgen María está enterrada en su casa de Éfeso, donde vivió con San Juan luego de la crucifixión de Nuestro Señor.

Sin embargo ahí no existe una tumba de María identificada, pero si existe en el Valle del Cedrón la que describimos aquí.

La tradición es que Nuestra Señora murió en el año 48 dC.

El Cedrón comienza a formarse a unos dos km. al norte de la ciudad de Jerusalén.

El Valle de Tiropeón oculto hoy por el relleno de escombros y edificaciones, venía por el oeste del templo, en dirección sur, entre el Ofel o antiguo Sión (Ciudad de David) y el Sión Cristiano.

El Ben Hinom o Gehena que viene de oeste a este, se une a los anteriores formando un único Cedrón con desagüe hacia el mar Muerto.

Al torrente Cedrón se llama también en la Biblia Valle de Josefat (Yahvé juzga), porque en él reunirá Dios a todas las naciones para ser juzgadas.

De ahí que en sus laderas hayan surgido los cementerios judío y musulmán.

Valle del Cedron
Valle del Cedrón

El valle del Cedrón, que separa la parte vieja de Jerusalén del Monte de los Olivos, se caracteriza por su paisaje áspero y singular, al que da su típico aspecto una pedregosa y áspera colina punteada sólo por unos pocos olivos y uno que otro matojo de hierbas.

El interés del valle radica en que por él pasó muchas veces Jesús, la más señalada es cuando fue del Cenáculo al Monte de los Olivos en la noche víspera de su pasión y muerte.

Fachada de la Iglesia
Fachada de la Iglesia
Otra vista exterior
Otra vista exterior

Cruzando el torrente Cedrón, el primer monumento que vemos a la izquierda al pie del Monte de los Olivos es la Iglesia de la Asunción erigida sobre la tumba que recibió los restos mortales de la Santísima Virgen.

Desde esta Tumba fue llevada al cielo, para no estar sujeta a las consecuencias del pecado, a la corrupción de la carne.

Por lo tanto, María sólo probó la tumba, pero no se quedó en ella; su tumba se convirtió en el lugar santo de su Asunción gloriosa al Cielo.

Su decoración actual, con lámparas de aceite parpadeantes e iconos, confiere a esta iglesia cierto aire de misterio y de antigüedad que indica que actualmente pertenece a la corriente cristiana oriental.

Mapa de la Iglesia
Mapa de la Iglesia

Junto a la iglesia hay una cueva que para algunos encaja con la descripción de Getsemaní que aparece en Marcos 14:32 y en Mateo 26:36.

La Asunción de María en cuerpo y alma al cielo al final de su existencia terrena, fue definida como un artículo de fe, el 1 de noviembre de 1950.

La muerte y la asunción de María al cielo es descrita en los relatos apócrifos como «la transición de la Virgen» o «Dormición» de María.

El autor de este trabajo une tradiciones de la iglesia primitiva desde la era apostólica.

El libro contiene muchas referencias simbólicas típicas de la comunidad Judeocristiana, razón por la cual fue desechado completamente durante mucho tiempo.

Pero el libro da testimonio de la veneración de este lugar desde el siglo segundo, momento en que fue transformado en santuario.

Escalera para bajar a la Iglesia
Escalera para bajar a la Iglesia

DESCRIPCIÓN DE LA IGLESIA

La primera iglesia, una capilla de campo, fue construida hacia el s. V y consagrada por el Patriarca de Jerusalén Juvenal (422-458) justo después del Concilio de Calcedonia (431).

Fue entonces cuando ce construyó una nueva Iglesia sobre la tumba de María, quedando visible la cripta en la cual fue venerada la Tumba de la Virgen.

La iglesia superior fue completamente fue destruida antes de la llegada de los Cruzados.

Cuando los Cruzados llegaron sólo encontraron una pequeña edícula sobre la Tumba.

Descenso hacia el sarcófago
Descenso hacia el sarcófago

Godfrey del Caldo construyó la Abadía conocida como Santa María del Valle de Josafat, un monasterio para los Benedictinos de Cluny, a cuyo cuidado confió a la Iglesia.

Los Cruzados reconstruyeron la Iglesia sobre el año 1130.

Esta iglesia superior fue destruida nuevamente junto con el monasterio por Saladino en el 1187.

Los Musulmanes respetaron la cripta por veneración a «la Madre Santa de profeta Jesús», pero sin embargo usaron la albañilería de la iglesia superior para construir las paredes de Jerusalén.

Altar del edificio
Altar del edificio
Iconos sobre el Altar
Iconos sobre el Altar

La ruina del monumento sagrado, no obstante, habría sido inevitable, principalmente debido a las inundaciones que continuamente lo dañaban.

Los franciscanos aún no se ocupaban del cuidado de la Iglesia en la segunda mitad del decimocuarto siglo, pero a partir de ese momento se ocuparon del mantenimiento del edificio, sufragando los gastos de muchas restauraciones importantes.

Los Hijos de San Francisco tuvieron la posesión exclusiva y pacífica de la tumba de la Santísima Virgen durante más de doscientos años, hasta el siglo XVII, cuando comenzaron las intrigas y la violencia para expulsar de este lugar santo a los representantes de la Iglesia católica de rito latino.

Después de varias vicisitudes, la usurpación definitiva ocurrió en 1757 y desde entonces no ha vuelto a ser reparada.

Los Católicos presentes, como protesta, no tienen servicios religiosos en el Santuario donde aún los musulmanes tienen un lugar especial para sus rezos.

El Patriarca Latino de hecho puede celebrar oficialmente en este santuario tres veces por año, incluyendo el 15 de agosto, el banquete de la Asunción.

Desde 1757 el rito griego Ortodoxo ha disfrutado de la posesión del lugar, que ellos comparten con los Armenios.

Los sirios, los Coptos, y los Abisinios tienen derechos menores.

Fresco de la Dormición
Fresco de la Dormición
Cuadro de la Dormición
Cuadro de la Dormición

Las inundaciones de 1972 hicieron posible que los arqueólogos no sólo pudieran limpiar la zona, sino también excavar la parte exterior de la cripta.

Estas excavaciones fueron realizadas por Bellarmino Bagatti.

A raíz de las mismas dedujo que la tradición de la tumba de María en el valle de Josafat está claramente marcada por la presencia de un cementerio durante el siglo I.

Además, la tumba misma, que al principio constaba de tres cámaras, fue desenterrada con las mismas técnicas usadas en las tumbas del primer siglo, como el Santo Sepulcro y las tumbas de los Reyes.

La tumba real era la cámara interior del complejo entero.

Estas conclusiones arqueológicas, corroboradas según documentos literarios (el palestino, el sirio, el etíope y el griego) de los siglos II-IV junto con la devoción constante litúrgica son el testimonio de la creencia en que la tumba de María se hallaba al lado de Getsemani desde el principio de la Era Cristiana.

Sarcofago en la pieza subterranea
Sarcofago en la pieza subterranea

Sobre la tumba de María encontramos la construcción austera y solemne de los Cruzados.

Una escalera larga, sobre cuyos flancos la esposa de Balduino III y la madre o Boemondo III (el príncipe de Antioquía) fueron enterradas, baja hacia la tumba de María.

Aquí también fue enterrada la reina Melisanda, la primera hija de Balduino II, rey de Jerusalén, que dieron en matrimonio a Folco d’Angió.

Sospechado del adulterio por su marido, ella tuvo que sufrir enormemente.

Tras la muerte de su marido, ella gobernó el Reino latino hasta la mayoría edad de su hijo Balduino III, en que ella se retiró a Nablus y dedicó su vida a obras de caridad.


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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Asunción de la Santísima Virgen María, el Último Dogma de la Iglesia (15 ago)

¿Qué es la Asunción de María?

¿Cómo se llegó a definir?

¿Y qué relevancia tiene?

estatua de maria con una rosa

Con la Asunción de la Virgen María se manifiesta la creencia de que el cuerpo y alma de la Virgen María fueron llevados al cielo después de terminar sus días en la tierra.

Este traslado es llamado Assumptio Beatæ Mariæ Virginis (Asunción de la Bienaventurada Virgen María).

Leer también estos otros artículos:

asuncion murillo

La Iglesia Católica ha celebrado esta fiesta en honor de la Virgen María, en Oriente desde el siglo VI.

Y en Roma desde el siglo VII, celebrándose el 15 de agosto.

La primera referencia oficial a la Asunción se halla en la liturgia oriental.

En el siglo IV se celebraba la fiesta de “El Recuerdo de María” que conmemoraba la entrada al cielo de la Virgen María y donde se hacía referencia a su asunción.

Esta fiesta en el siglo VI fue llamada la Dormitio o Dormición de María, donde se celebraba la muerte, resurrección y asunción de María.

En occidente, la doctrina de la Asunción de María no fue desarrollada sino hasta el siglo XII donde aparece el tratado Ad Interrogata, atribuido a San Agustín, el cual aceptaba la asunción corporal de María.

Santo Tomás de Aquino y otros grandes teólogos se declararon en su favor.

En la Basílica de Santa María de Elche se celebra todos los años durante las fiestas en honor a la Asunción de la Virgen María, el Misteri d’Elx.

Que ya en 1632 Urbano VIII le exime de la prohibición de representar obras teatrales en el interior de las iglesias que había acordado el Concilio de Trento.

Aquí hay 10 cosas que debe saber y compartir sobre la Asunción.

 

10 COSAS PARA RECORDAR SOBRE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA

 

1 – ¿Que es la Asunción de María?

La Asunción de María es la enseñanza que:

La Inmaculada Madre de Dios, la siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial [Pío XII, Munificentissimus Deus]:

“Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia.

Para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte.

Para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia.

Con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra.

Pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo”.

 

2 – ¿Qué nivel de autoridad tiene esta enseñanza?

Esta enseñanza fue infaliblemente definida por el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950 en Munificentissimus Deus (en latín, «Bountiful Dios Altísimo»).

Como explicó Pío XII, se trata de «un dogma divinamente revelado».

Esto significa que es un dogma en el sentido propio.

Por tanto, es una cuestión de fe que ha sido divinamente revelada por Dios y que ha sido infaliblemente propuesta por el Magisterio de la Iglesia como tal.

 

3 – ¿Significa eso que se trata de una declaración «ex cathedra», y que tenemos que creer?

Sí. Dado que es un dogma definido por el Papa (en lugar de por un concilio ecuménico, por ejemplo), y que también es una declaración «ex cathedra» (uno entregado «por la cátedra» de Pedro).

Debido a que es infaliblemente definido, exige el consentimiento definitivo de los fieles.

El Papa Juan Pablo II explicó:

La definición del dogma, de conformidad con la fe universal del Pueblo de Dios, excluye definitivamente toda duda y exige el consentimiento expreso de todos los cristianos.

Ten en cuenta que todas las enseñanzas infaliblemente definidas son cosas que estamos obligados a creer, incluso si no están definidos «ex cathedra» (por el propio acto del Papa).

asuncion Tiziano

 

4 – ¿El dogma nos obliga a creer que María murió?

Es la enseñanza común que María murió.

En su obra, Fundamentos del Dogma Católico , Ludwig Ott enumera esta enseñanza como sententia communior (en latín, «la opinión más común»).

Aunque es el entendimiento común que María murió, y aunque su muerte se menciona en algunas de las fuentes de Pío XII citados en Munificentissimus Deus, deliberadamente el Papa se abstuvo de definir esto como una verdad de la fe.

Juan Pablo II señaló:

El 1 de noviembre de 1950, en la definición del dogma de la Asunción, Pío XII evitó el uso del término «resurrección» y no tomó una posición sobre la cuestión de la muerte de la Virgen como una verdad de fe.

La Bula Munificentissimus Deus se limita a afirmar la elevación del cuerpo de María a la gloria celestial, y declara esta verdad un «dogma divinamente revelado.»

 

5 – ¿Por qué María debía morir si ella estaba libre de pecado original y sin mancha?

El estar libre del pecado original y sin mancha no es lo mismo que estar en un estado inmortal glorificado.

Jesús también estaba libre de pecado original y sin mancha, pero podía morir, y lo hizo.

Expresando una opinión común entre los teólogos, Ludwig Ott escribe:

Para María, la muerte fue consecuencia de su liberación de pecado original y de pecado personal, no fue una consecuencia de la pena del pecado.

Sin embargo, parece apropiado que el cuerpo de María, que era por naturaleza mortal, debiera estar, en conformidad con la de su Divino Hijo, sujeto a la ley general de la muerte.

 

6 – ¿Cuáles son las referencias más antiguas que sobreviven a la Asunción de María?

Juan Pablo II señaló:

La primera huella de la creencia en la Asunción de la Virgen se puede encontrar en los textos apócrifos Transitus Mariae, cuyo origen data de los siglos II y III.

Estos son representaciones populares y en ocasiones románticas, que en este caso, sin embargo, recogen una intuición de fe por parte del pueblo de Dios.

asuncion entre angeles

 

7 – ¿Cómo fue desarrollado el reconocimiento de la Asunción de María en Oriente?

Juan Pablo II señaló:

Hubo un largo período de creciente reflexión sobre el destino de María en el otro mundo.

Esto condujo gradualmente a los fieles a creer en la resurrección gloriosa de la Madre de Jesús, en cuerpo y alma.

Y en la institución Oriental de las fiestas litúrgicas de la Dormición y la Asunción de María.

 

8 – ¿Cómo preparó Pío XII la definición de la Asunción?

Juan Pablo II señaló:

En mayo de 1946, con la Encíclica Deiparae Virginis Mariae, Pío XII pidió una amplia consulta, preguntando entre los Obispos y, a través de ellos, al clero y el pueblo de Dios, sobre cuanto a la posibilidad y oportunidad de definir la asunción corporal de María como un dogma de fe.

El resultado fue muy positivo: sólo seis respuestas de 1181 mostraron alguna reserva sobre el carácter revelado de esta verdad.

El Papa Pío XII presentó varias razones fundamentales para la definición del dogma:

La inmunidad de María de todo pecado.

Su Maternidad Divina.

Su Virginidad Perpetua.

Su participación en la obra redentora de Cristo.

 

9 – ¿Qué base bíblica hay para la enseñanza?

Juan Pablo II señaló:

Aunque el Nuevo Testamento no se afirma explícitamente la Asunción de María, ofrece una base para ello, ya que enfatiza fuertemente ka perfecta unión de la Santísima Virgen con el destino de Jesús.

Esta unión, que se manifiesta, desde el momento de la concepción milagrosa del Salvador, en la participación de la Madre en la misión de su Hijo y especialmente en relación con su sacrificio redentor, no puede dejar de requerir una continuación después de la muerte.

Perfectamente unida con la vida y la obra salvadora de Jesús, María comparte su destino celestial en cuerpo y alma.

Hay, por lo tanto, pasajes de la Escritura que resuenan con la Asunción, a pesar de que no la explican del todo.

Dormicion de la Virgen fondo

 

10 – ¿Qué consecuencia tiene para nosotros?

Se nos recuerda la promesa de la resurrección del cuerpo a través de la Asunción de María.

Nuestros propios cuerpos terrenales verán la decadencia, porque no estamos sin pecado como María, pero a través de nuestra eventual purificación, nuestra redención también será completa y se nos promete la resurrección del cuerpo.

En el último día de una manera misteriosa nuestros propios cuerpos serán reconstituidos y compartiremos la realidad de la resurrección.

Lo que sucedió a María le pasará a todos los que son bautizados si permanecen en Cristo.

Lo que sucedió a María también pasará a la totalidad de la iglesia.

Ella se presentará un día a Cristo como una iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga.

La gloria final de toda la Iglesia.

Todo lo que parecía una tragedia será parte de la gloria.

Todo lo que parecía maravilloso se cumplirá y concluirá en lo más perfecto de lo que podíamos haber imaginado.

Ella va adelante como una esposa ataviada para su marido, y así la Iglesia como esposa de Cristo, un día se vestirá de toda esa gloria.

Fuentes:

 

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Aquí está Todo lo que Debes Saber sobre la Asunción de María

La Asunción de la Santísima Virgen a los cielos es el último dogma emitido por la Iglesia Católica.

Implica muchas cosas doctrinales centrales para la Iglesia y para la teología de María.

Y significa la materialización de la gran promesa de Jesucristo a nosotros.

La Iglesia la festeja el 15 de agosto.

Asuncion de la Virgen en basilica macarena

A través de los años hemos generado un cuerpo de artículos verdaderamente importante sobre este tema..
.
Que abarca desde su análisis hasta la presentación documental del hecho.
.
Pasando por las visiones sobrenaturales que recibieron místicos.
.
Y el trayecto de 20 siglos que recorrió la Iglesia en el discernimiento, hasta aprobar que la Asunción de María a los cielos en cuerpo y alma es dogma.

En este post hacemos un índice de todos los artículos que hemos publicado para que el lector pueda elegir lo que leer.

 Pierre Paul Rubens

 

EXPLICACIONES GLOBALES DE LA IMPORTANCIA DE LA ASUNCIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

 

El Último Dogma emitido por la Iglesia Católica: Asunción de la Santísima Virgen María, Universal (15 de agosto)

¿Qué es la Asunción de María?, ¿Cómo se llegó a definir, y qué relevancia tiene?

Este artículo detalla las 10 cosas más importantes que deberíamos saber sobre la Asunción de la Santísima Virgen María a los Cielos.

Para tener una buena idea de la importancia y las consecuencias de este Dogma…

 

La Increíble Epopeya de una Mujer [Alumbrada por el Sol] que Triunfa sobre el Mal

Este artículo presenta a la Asunción de la Santísima Virgen al Cielo como el centro de nuestra esperanza y de las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.

María no sólo es la ‘mujer vestida de sol’ que batalla contra el maligno.

Sino que fue la primera persona naturalmente humana que fue llevada al Cielo, como algún día nosotros lo seremos.

De ahí la importancia de este dogma para toda la fe…

 

La Vida Oculta de María luego que Murió Jesús y hasta su Asunción

Luego que murió Jesús, presumiblemente en el año 33 d.C., María permaneció oculta.

Pero se mantuvo asistiendo en la evangelización a los apóstoles hasta su Asunción a los cielos.

¿En qué año podemos datar su Asunción?

Este es un misterio que aún no han podido develar las investigaciones históricas. 

Cola dell' Amatrice  

 

PREGUNTAS SOBRE LA ASUNCIÓN

 

Últimos años de la Vida de María

En este artículo se habla de la vida de la Virgen María en Éfeso, su regreso a Jerusalén.

Las opiniones y relatos de su viaje a Éfeso según los historiadores y su muerte relatada por los varones apostólicos y escritores de nuestros tiempos.

Joaquín Casañ arma una explicación muy verosímil, porque no resulta de una manera evidente y clara la residencia de la Virgen Santísima durante los veintitrés años que sobrevivió a la Ascensión gloriosa de su amantísimo Hijo, Nuestro Señor Jesucristo…

 

¿Murió la Santísima Virgen María?

Y si murió, ¿de que murió?

Es sabido que la muerte no es condición esencial para la Asunción.

Y es sabido, también, que el Dogma de la Asunción no dejó definido si murió realmente la Santísima Virgen.

Había para entonces discusión sobre esto entre los Mariólogos y Pío XII prefirió dejar definido lo que realmente era importante: que María subió a los Cielos gloriosa en cuerpo y alma.

Este artículo trata de responder las preguntas sobre si la Santísima Virgen murió o no antes de ser asunta al cielo…

 

¿Dónde murió la Virgen, existe un Sepulcro?

Así como el lugar de nacimiento de María tiene distintas teorías y versiones, Belén, Nazaret, Jerusalén o Séforis, también el lugar en donde pudieron haber transcurrido sus últimos días genera teorías diversas y controversia.

Diversos documentos históricos nos hablan de una veneración antiquísima de su tumba, en Jerusalén, específicamente en Gethsemaní (Valle de Cedrón), en donde se edificó un santuario, y posteriormente la Iglesia de la Asunción.

Pero también existen otros documentos en donde se señala la tradición de que María siguió a San Juan Evangelista hasta Éfeso y allí podría haber muerto.

Este artículo debate el tema…

 

¿Dónde y cómo fue la Asunción de la Virgen María?

Como por Tradición Apostólica sabemos que la Asunción tuvo lugar en el sepulcro de María, podemos concluir que la Asunción tuvo lugar en el mismo sitio donde Jesús fue apresado antes de su Pasión y Muerte; es decir, en el Huerto de Getsemaní.

Pero hay otras posibilidades que se manejan.

En este artículo el teólogo Antonio Royo Marín, o.p. debate sobre la forma en que María fue asunta al Cielo…

 

Dormición de la Madre de Dios

Cuenta la tradición que la Virgen María oraba a menudo a Jesús desde el Monte de los Olivos, el lugar de la ascensión de su hijo al cielo.

El Arcángel Gabriel apareció una vez allí y le dio una rama de palma del paraíso.

Él le dijo que sería llevada durante su procesión fúnebre, en tres días más…

Ella oró pidiendo ver una vez más a los santos apóstoles, y así fue.

De dondequiera que ellos estaban, los apóstoles fueron alzados en las nubes o llevados por los ángeles al lado de la Virgen que estaba viviendo en la casa del Apóstol Juan en Jerusalén…

Asuncion de la Virgen María Pierre-Paul Prud'hon

 

VISIONES RELACIONADAS CON LA ASUNCIÓN

 

¡El Papa Pío XII Vio la “Danza del Sol” Cuatro Veces!

El Papa Pío XII, un hombre de la Virgen, que fue quien promulgó el dogma de la Asunción, tuvo la gracia de presenciar la ‘danza del sol’ varias veces en los días alrededor de cuando promulgó ese dogma.

Pio XII lo tomó como un mensaje del Cielo de aprobación a la decisión tomada de promulgar el Dogma de la Asunción, y en este artículo narramos lo que él cuenta de lo que vio…

 

La Fantástica Historia de un Niño que Entregó un Mensaje de la Virgen al Papa

En 1950 el Papa Pío XII se estaba preparando para promulgar el dogma de la Asunción de María.

Él le estaba rezando a Dios por una señal, para confirmar que el dogma fuera voluntad de Dios.

El 1º de mayo anterior, tuvo una señal confirmatoria poco conocida para el público en general.

El Cardenal Montini, el futuro Papa Pablo VI, le presentó al Papa Pío XII a Gilles Bouhours, un niño de seis años.

Fue recibido en audiencia privada por el Sumo Pontífice para confiarle un “secreto” que le mandó decir la Santísima Virgen.

 

Evangelio Transitus Mariae (Tránsito de la Bienaventurada Virgen María)

El Papa Juan Pablo II señaló en una catequesis del 9 de julio de 1997 que el primer testimonio de la fe en la Asunción de la Virgen aparece en los relatos apócrifos, titulados “Transitus Mariae”, cuyo núcleo originario se remonta a los siglos II y III.

Según la palabra del pontífice este texto se trata de representaciones populares, a veces noveladas, pero que en este caso reflejan una intuición de la fe del pueblo de Dios…

 

Testimonios Místicos sobre la Asunción de la Virgen María

Estos testimonios que se encuentran recopilados en el libro “The Life of Mary as seen by the Mystics” (La Vida de María vista por los Místicos) de Raphael Brown (Nihil Obstat & Imprimatur 8-junio-1951).

Están en un solo relato, con el fin de poder seguir mejor la secuencia de los hechos relatados.

Una delicia lo que narran…

 

La Leyenda Áurea y el relato de un Santo en la Asunción de María a los Cielos

La leyenda dorada es un drama, lleno de vida, que termina con un epílogo bellísimo.

Una deliciosa historia, propia del genio oriental, iluminada de estrellas y de ángeles, perfumada de inciensos y azucenas, decorada de todas las maravillas del cielo y de todas las bellezas de la tierra.

Empezó a difundirse por el Oriente en el siglo V con el nombre de un discípulo de San Juan, Melitón de Sardes.

Más tarde, Gregorio de Tours la da a conocer en las Galias.

Los españoles de la Reconquista también la leían, y los cristianos de la Edad Media buscaron en sus páginas alimento de fe y entusiasmo religioso…

 

Mensaje de la Virgen María sobre su Asunción a Santa Brígida

La Virgen María narra a Santa Brígida su Asunción y elogia a San Jerónimo por la defensa que hizo de la Asunción…

 

La casa en Éfeso y la Asunción de María, el Hallazgo y visiones de Ana Catalina Emmerich

En este artículo contamos la la visión de Ana Catalina Emmerich sobre la casa de María en Éfeso, que llevo luego a su descubrimiento, ver aquí.

Así la visión específica sobre  la Asunción al Cielo de la Santísima Virgen por la Emmerich, ver aquí

 

Visión de la Asunción de Nuestra Señora por Sor María de Jesús de Agreda

Este artículo cuenta la visión que tuvo María de Agreda sobre la Asunción de la Santísima Virgen…

 

Relato de la Virgen sobre su Asunción a Amparo Cuevas vidente de El Escorial

El 15 de agosto de 1986 la Virgen María relata a Amparo Cuevas, la vidente de El Escorial (España) como fue su asunción a los cielos.

Comienza relatando algo de su vida para luego contar su tránsito a los cielos.

Están la llamada a los apóstoles, los preparativos de éstos, su pedido para que su cuerpo no sea tocado por nadie, y la visión de la venida del Señor a buscarla, el recibimiento de Dios Padre en los cielos y del Espíritu Santo…

Asuncion de la Virgen María - Alonso López de Herrera

 

PEREGRINAJE A DOS IGLESIAS RELACIONADAS CON LA ASUNCIÓN

 

Iglesia de la Asunción en el Valle del Cedrón

Este artículo es una recorrida por la Iglesia de la Asunción del Valle del cedrón donde erigida sobre la tumba que recibió los restos mortales de la Santísima Virgen.

La otra tradición la vemos en la Abadía de la Dormición en Sión.

Desde esta Tumba fue llevada al cielo, para no estar sujeta a las consecuencias del pecado, a la corrupción de la carne.

Por lo tanto, María sólo probó la tumba, pero no se quedó en ella; su tumba se convirtió en el lugar santo de su Asunción gloriosa al Cielo.

O sea que se supone que este es el lugar de la Asunción de María al Cielo…

 

Admiremos la Abadía de la Dormición en Sión, o Hagia María en Sión

Este artículo hace un recorrido por la Abadía de la Dormición en Jerusalén, donde dicen que es el sitio donde la Virgen María cayó en su “sueño eterno”.

Se trata del lugar que la otra tradición muestra de la Asunción de María.

De alguna forma es la hipótesis rival de la traición de la Iglesia de la Asunción en el valle del Cedrón…

Asuncion de la Virgen María - Teodore Van Loon

 

DOCUMENTOS HISTÓRICOS Y ECLESIALES SOBRE LA ASUNCIÓN

 

La Asunción de María en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia

Este artículo relata lo que se puede encontrar en la Biblia sobre la Asunción de la Santísima Virgen, la tradición de la Iglesia y los razonamientos teológicos que fueron conformando el dogma de la Asunción…

 

Documentos Históricos sobre la Asunción

Presentamos dos documentos históricos importantísimos.

El primero es la carta de Dionisio el Egipcio o el Místico a Tito, importantísimo para conocer cuál era la tradición en Jerusalén acerca de la Asunción de María.

El segundo documento es de San Juan Damasceno, Doctor de la Iglesia, de un sermón predicado en la Basílica de la Asunción en Jerusalén, por el año 754, ante varios Obispos y muchos Sacerdotes y fieles…

 

Proclamación del Dogma de la Asunción de María por Pío XII ( 1 de noviembre)

Trata sobre la proclamación del Dogma por parate de Pio XII y las consecuencias que progresivamente fue teniendo dentro de la Iglesia…

 

El Dogma de la Asuncion en Munificentissimus Deus y Lumen Gentium

Análisis de la Constitución Apostólica por la que Pio XII definió el Dogma de la Asunción y el desarrollo que luego hizo el Concilio Vaticano II sobre el dogma…

Asuncion de la Virgen María - Juan Carreño de Miranda

 

ESCRITOS DE SANTOS SOBRE LA ASUNCIÓN DE MARÍA Y ORACIONES

 

Asunción de la Bienaventurada Virgen María por San Buenaventura

 

En la Asunción de la Bienaventurada Virgen María por San Bernardo

 

Oraciones sobre la Asunción de la Virgen María

 

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00 Todas las Advocaciones 08 Agosto ADVOCACIONES Y APARICIONES Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA

Dormición de la Madre de Dios, Universal

Cuenta la tradición que la Virgen María oraba a menudo a Jesús desde el Monte de los Olivos, el lugar de la ascensión de su hijo al cielo. El Arcángel Gabriel apareció una vez allí y le dio una rama de palma del paraíso. Él le dijo que sería llevada durante su procesión fúnebre, en tres días más.

Ella oró pidiendo ver una vez más a los santos apóstoles, y así fue. De dondequiera que ellos estaban, los apóstoles fueron alzados en las nubes o llevados por los ángeles al lado de la Virgen que estaba viviendo en la casa del Apóstol Juan en Jerusalén. El icono de la Dormición captura la escena cuando su alma partió sin dolor de su cuerpo.

Se piensa que ella tenía alrededor de sesenta años de edad en esos momentos. Ella fue llevada a una tumba al pie del Jardín de Getsemaní. Cincuenta pasos bajo la superficie de la tierra están las tumbas de sus padres, Joaquín y Ana, y a la derecha de ellos está la de José, su novio. A cincuenta pasos de allí la tumba de la Virgen dónde ella descansó durante sólo tres días, acompañada del canto Angélico.

Al final de este tiempo, el Apóstol Tomás llegó y anheló para ver a la Virgen una última vez. Cuando ellos abrieron la tumba, encontraron sólo la ropa del entierro. Sin embargo, ella apareció a todos los apóstoles y los confortó diciendo que ella siempre estaría con ellos.

Como su hijo, al tercer día de su muerte ascendió a los cielos.

 

VARIOS NOMBRES DE UNA MISMA FIESTA

El icono de la Asunción de la Virgen María a los cielos no tiene un texto bíblico que refleje en la palabra lo que muestra la imagen. El texto que podría servirnos para orientar nuestra meditación es el cántico de la Virgen, el Magnificat, o algunos de los textos del Cantar de los Cantares, fuente de inspiración del primitivo oficio romano de la Asunción de María.

Sin embargo, la fe de la Iglesia ha expresado desde antiguo esta iconografía como un resumen de las antiguas narraciones del «Tránsito» de la Virgen Maria.

El Papa Nicolás I en el año 858 menciona el ayuno de la vigilia de la dormición y registra que ese día se oyó a los ángeles cerca de la ciudad de Soissons, cantando este himno: «Felix namque es, sacra Virgo Maria, et omni laude dignissima, quia ex te ortus est Sol jnstitia, Christus Deus noster.»

En occidente llamamos a esta fiesta la Asunción, y tiene este nombre una asonancia con el otro nombre: la ascensión del Señor; encontramos una simetría ideal entre el misterio de Cristo que sube a los cielos y el misterio de la virgen que es subida a los cielos. Cristo con su propio poder. La Virgen por la gracia divina. Otros la llaman «Transito de la Virgen». En obtiene el título tradicional es el de «Koimesis» que significa «Dormición».

La Asunción de la Virgen es la Pascua de Nuestra Señora, su «Tránsito glorioso», a semejanza de su Hijo Jesucristo. Y en esta palabra «Pascua», ponemos todo el contenido mistérico que nos inspira la participación de María en la Pascua de Jesús, el hecho de que ella es la primicia pascual con Cristo de la nueva humanidad, que su cuerpo, como el de su Hijo, está resucitado y glorioso como promesa de lo que nosotros seremos.

 

EN BUSCA DE LA IMAGEN PRIMITIVA

El Icono primitivo de la Dormición de la Virgen es el que ha prevalecido en Oriente, desde los primitivos iconos y mosaicos de esa área, hasta los iconos rusos de los siglos XIV y XV. En occidente aparece en pinturas medievales, en frescos y mosaicos, bajorrelieves y tablas de la mejor imaginería española, hasta que prevalece el tipo Asunción a los cielos casi en una Ascensión de la Virgen, semejante a la Cristo Jesús.

La piedad popular de España e Hispanoamérica ha conservado algo de la iconografía oriental en esas vírgenes dormidas que se llevan en procesión el día de la Asunción, fiesta clásica, si las hay, entre las de la Virgen María, con profundo arraigo popular.

La Asunción de la Virgen María es la gran fiesta mariana de Oriente. Se prepara con una pequeña Cuaresma de la Madre de Dios. Se reza a la Virgen el oficio de la «Paráclisis» con devotas invocaciones. La fiesta cierra simbólicamente el ciclo anual de las fiestas. Por eso la Dormición es el «último de los misterios» y con frecuencia se encuentra entre los ciclos iconográficos del templo como un icono grande que resume la esperanza de los cristianos.

 

LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN EN TRES TIEMPOS

La primera escena común a todos los iconos es la de la Virgen en su Dormición, revestida de su manto púrpura y con las tres estrellas de su triple virginidad, la Virgen descansa sobre un catafalco cuidadosamente adornado. A su alrededor, un mundo de personajes: ángeles que llevan luces e incienso, los apóstoles reunidos junto al féretro, con la mirada dirigida hacia la Virgen, con una expresión velada de melancolía y de esperanza. Ya al lado de los ángeles y de los apóstoles, una representación de padres y obispos de la Iglesia oriental.

Analizando el icono, algunos descubren las figuras de Pedro, Pablo, Juan y Tomás. Y entre los obispos parecen identificarse por sus nombres personajes legendarios como Dionisio el Areopagita, Hieroteo y Timoteo.

En la misma escena otro elemento nos introduce ya en el misterio. En el centro aparece el icono de Cristo resucitado y glorioso. Junto a la línea horizontal, representada por el cuerpo de Nuestra Señora, la toda Santa, por su vestido purpúreo, aparece la verticalidad solemne y majestuosa de Cristo, el Señor; en sus brazos lleva una criatura vestida de blanco. Es una niña envuelta en pañales. Jesús, el Señor, el Hijo de María, acoge el alma de la Virgen; alma de niña, revestida del color blanco de la divinidad.

Merece la pena que nos detengamos a contemplar este detalle, ya que se constata que la imagen de Cristo que lleva a la Virgen en sus brazos como una niña, es exactamente el revés de la imagen de la Virgen Madre de Dios en el que María lleva en sus brazos al Hijo de Dios como un niño.

La Virgen Madre que lleva a Cristo en sus brazos como un niño, la Theotókos, es la tierra que acoge el cielo, la Madre que da su carne y su sangre al Hijo de Dios, la humanidad que recibe en la tierra la divinidad.

Pero Cristo, que en el icono de la Dormición acoge en sus brazos a la Virgen como una niña, es el cielo que acoge a la tierra, el Hijo que hace a la Madre partícipe de su gloria, la divinidad que recibe en el cielo la humanidad.

Se ha cumplido el misterio. Dios se hace hombre para que el hombre sea Dios. El cielo ha bajado a la tierra para que ésta suba al cielo. La Encarnación es el principio de la Salvación. La Ascensión de Jesús y su lógica continuación en la Asunción de la Virgen es el cumplimiento de las promesas, la profecía de la salvación realizada.

Hay todavía iconos que se complacen en alargar la escena de la Dormición de la Virgen y de su acogida en el abrazo del Hijo, con lo que podríamos llamar el triunfo y glorificación de nuestra Señora.

En medio de grupos de ángeles, como en coros, se ve a la Virgen elevada al cielo en un círculo de gloria. El círculo es en todo semejante al de la Ascensión del Señor. Se ve a María llevada por los ángeles en volandas. El vestido de la Virgen es blanco, como aparece también en algunos iconos el vestido de Jesús. con esta escena se traza un paralelismo entre la Ascensión y la Asunción, entre la gloria del Hijo y la Gloria de la Madre, designados a veces con el mismo nombre griego «analepsis».

A estos tres tiempos, que se pueden contemplar en los iconos más complejos de la tradición eslava, se puede añadir ese episodio que es característico de la iconografía occidental en mosaicos de las basílicas romanas medievales. En el ábside de Santa María la Mayor y en el de la basílica de Santa María in Trastevere, con otras variantes en diversas iconografías de la Asunción, encontramos la apoteosis final de la coronación de la Virgen María.

Cristo junto a la Virgen, el Rey y la Reina juntos, aparecen en un círculo de gloria. Los dos cuerpos glorificados. Los dos rostros que se miran y nos miran. El Hijo pone delicadamente sobre la cabeza de la Madre la corona de gloria. Es como la imitación de lo que el Padre ha hecho con el Hijo al hacerlo Señor y Rey. Ahora, imitando el gesto, el Hijo corona a la Madre como Reina en una participación total en la gloria de Cristo.

 

EN OCCIDENTE

En Occidente se sigue el ejemplo bizantino, pero luego se modifica y se representa la Asunción como hecho independiente. El primer ejemplo que tenemos es del siglo IV y forma parte de la decoración de un sarcófago paleocristiano, en la iglesia de Santa Engracia, de Zaragoza, donde la mano de Dios desciende desde lo alto para hacer subir a María, que está rodeada de los discípulos.

En el arte occidental se representan los sentimientos de los apóstoles, y destaca la figura de san Juan, quien se inclina sobre María de la misma manera que lo hizo en la Santa Cena sobre Cristo. San Pedro, por su parte, se sitúa siempre a la cabecera de la cama de la Virgen, mientras que san Pablo se encuentra a los pies.

También podemos encontrar a María en su lecho de muerte, con los discípulos de su Hijo, mientras su alma en forma de niña es transportada al cielo por dos ángeles mediante un lienzo. Otras veces es el mismo Jesús quien lleva en brazos a una niña cubierta con una túnica. Ésta es una forma habitual de representar el alma en el mundo cristiano. Esta idea dará lugar a la representación independiente en la parte superior de las composiciones: la subida de María al cielo en cuerpo y alma ayudada por los ángeles, es decir, su gloriosa Asunción a los cielos.

A partir del siglo XVI surge una nueva variante del tema, en la que los ángeles están presentes pero ya no forman parte activa de la representación, porque la Virgen sube por sí misma al cielo. Esta fórmula es la que utilizan Tiziano y Rubens.

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Transitus Mariae (Tránsito de la Bienaventurada Virgen María)

El Papa Juan Pablo II señaló en una catequesis del 9 de julio de 1997 que el primer testimonio de la fe en la Asunción de la Virgen aparece en los relatos apócrifos, titulados “Transitus Mariae”, cuyo núcleo originario se remonta a los siglos II y III. Según la palabra del pontífice este texto se trata de representaciones populares, a veces noveladas, pero que en este caso reflejan una intuición de la fe del pueblo de Dios. Entendiendo la trascendencia para el estudio del texto, con fines estudio, publicamos este material para nuestros buscadores de la verdad.

 

CAPITULO I – MOTIVO Y ORIGEN DE ESTE LIBRO

1. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, Dios único quien mi confianza pongo.

2. He aquí la historia de la Virgen sin mancilla, María, Madre de la Luz, cuando pasó de este mundo al reino de los cielos, preparado para ella para los fieles, y he aquí el relato de los milagros que ella realizó en aquel tiempo, y cómo Nuestro Señor Jesucristo se le apareció con sus ángeles, todos los profetas y con los apóstoles.

3. Juan, apóstol, evangelista de Zebedeo y autor de esta historia, dice su capítulo I: Salud al Señor, que, por un efecto de su voluntad, envió al mundo a su Hijo bien amado para redimir a los hombres, y que ha preparado una luz brillante en el seno de una Virgen; que, revistiéndose de carne, ha hecho de ella el objeto de su amor y de sus delicias; que ha abierto a los que ha creado cuanto se relaciona con su utilidad y con su salvación; que los ha esclarecido con la gracia del Espíritu Santo, inspirándoles la sabiduría y el conocimiento espiritual del Dios único, cuya misericordia no puede calcularse, ni su gloria medirse, ni su naturaleza adivinarse, ni su eternidad comprenderse; que en el esplendor de su trono, sobrepuja a todos los que ha creado; que abraza todo lo que hay de más elevado, y todo lo que hay demás inferior, y cuyo poder realiza todo la que quiere; que conoce todas las cosas antes que sucedan; que ha instituido con inteligencia soberana toda su obra; que concede gratuitamente sus beneficios a los que lo piden con fe; que, cuando hace algo, no experimenta la menor fatiga, ni necesita meditarlo; que, en fin, no cambia, ni aumenta, ni disminuye. Nosotros los invocamos para que nos abra las puertas de su piedad inmensa, para que reciba nuestras plegarias, para que el olor del incienso de nuestra reunión sea agradable ante el sol resplandeciente de su majestad. Conceda él a los hijos de su Iglesia, para apoyo en sus combates, el de sus ángeles celestes, que hacen vibrar sus trompetas, y que se mantienen delante de él, en el orden y en la división en que están colocados, cantando sus alabanzas y aclamando con voz armoniosa: Santo, santo, santo es el Señor, Dios de los ejércitos y los profetas, los santos y los mártires dijeron: Bendito sea el Señor, que ha enviado a su Hijo, y que lo ha hecho salir del esplendor de su luz.

4. Y el Hijo apareció en la Virgen María, y, habiéndose encarnado en un cuerpo, nació de ella en Bethlehem, y tomó, como un velo, la forma de un esclavo, y sufrió la tribulación, a fin de consolar, y de dar lecciones de paciencia, a los desgraciados que están afligidos.

5. y no temió ser viajero sobre la tierra, a fin de rescatar a los que lo buscan con confianza y con sentimientos afectuosos, ya fin de advertir a aquellos de sus servidores que son negligentes, para que renuncien a sus pecados.

6. Y mostró la debilidad de su humanidad, para expulsar al demonio fuera del género humano, y para librar a los hombres, y fue muerto y sepultado, para que lo que él había ordenado respecto a los cuerpos se cumpliese en su propia carne, y mostró su pujanza contra el demonio, cumpliendo las antiguas profecías.

7. y resucitó al tercer día, mostrando la resurrección a los que la ignoraban, y cuarenta días después subió al cielo, para manifestar su grandeza a sus criaturas, y está sentado en el seno del Padre eterno, desde el comienzo, sobre el trono de su majestad, revestido de un cuerpo, y los ojos que deseen verlo serán llenos del esplendor de su aspecto.

8. Celebremos su presencia cuando su madre fue transportada, el día que él había preparado a sus elegidos y bien amados, y que no debe nunca dejar de existir. Reconozcamos su potencia, para aproximarnos a sus ángeles celestes ya sus elegidos terrestres. Patriarcas, profetas, apóstoles, mártires, fieles, fieles vivos y muertos. Saludemos a la que ha sido puesta por encima de todas las mujeres, la Virgen sin tacha. Adoremos a aquel que ha tomado de ella su cuerpo, para que ni su divinidad ni su humanidad sufriese cambio en otra naturaleza o sustancia, sino para que fuese, según dijo el profeta Isaías, como una palmera saliendo de una tierra árida.

9. Y ese profeta dijo también: He aquí que una Virgen concebirá, y parirá un hijo, el cual tendrá por nombre Emmanuel, que significa: Dios con nosotros. y María, elegida, ha sido santificada desde el seno de su madre, parió casta y santamente, y como una esposa que sale del cuarto nupcial. Y ella ha recogido al cordero que se había extraviado del buen pastor ha arrancado de las garras del león feroz que quería devorarlo.

10, Y ella, por la luz de su fe, ha conducido al género humano al Evangelio su Creador, sacándolo de las tinieblas de la torpeza y de la negligencia, y ha procurado a su nación un ancho acceso hacia la misericordia divina, procurándole el fruto de una dulce tranquilidad, la destrucción de las espinas, la huida de los espíritus malignos, la aniquilación del poder de la muerte, la derrota de los demonios rebeldes, la exención de la aflicción en la reunión de los justos, en el nombre de aquel que ha nacido de ella, y el nombre del cual se han de ofrecer sacrificios puros y del que todo desgraciado debe invocar el apoyo. Escuchad, oh amigos elegidos y santos hermanos, cómo fue cumplida esa historia llena de milagros admirables.

11. Había dos sacerdotes y un diácono en la santa montaña del Sinaí, cuya cumbre Dios (cuya memoria sea santificada) se apareció a Moisés, habló acerca de los hijos de Israel y realizó grandes milagros.

12. Y el nombre de uno de los sacerdotes era David, el del otro Juan, y el del diácono Felipe. Y asistían al altar, y había trescientos veinte altares la montaña santa.

13 Y escribieron a Ciriaco, obispo de Jerusalén, rogándole que les transmitiera la historia de María, y de cómo había salido de este mundo, y pidieron que les hiciera conocer la gloria y los milagros que se habían cumplido entonces.

14. Y el santo obispo, tan pronto hubo recibido la carta, hizo llamar los obispos de la Iglesia, y los interrogó, y les dijo: Id a buscar los libros.

15 Y no encontraron más que un libro de Jacobo, hermano del Señor, obispo de Jerusalén, que fue el primero a quien los judíos dieron muerte. En el año 345 de Alejandro, el día del nacimiento de Nuestro Señor, que es el día del Sol, el 15 del mes de biblico de agosto, la Virgen María salió de este mundo, en presencia de Nuestro Señor Jesucristo y mía, y todos los ángeles y todas las criaturas se dirigieron a su habitación en Bethlehem y en Gethsemaní, antes que muriese.

16. Y sabed que los capítulos en que está consignada la historia de la inmaculada Virgen María y de todos los milagros que realizó están en poder de Juan, hijo de Zebedeo, el evangelista, que Jesús Nuestro Señor amó, Y del cual los apóstoles han atestiguado que lo que él contaba era verdad.

17. Y ellos contestaron a las cartas llegadas del monte Sinaí, y aseguraron que no habían encontrado ninguna historia, pero que sabían, por el obispo Jacobo, que esta historia estaba en Éfeso, en poder del apóstol Juan y les rogaron mandar hacer una copia de este libro, para poder tenerlo en Jerusalén y refutar a los judíos, y así todos podrían hacerlo leer, y ellos estarían muy largo tiempo presentes en sus plegarias.

18. y así que llegó la carta al monte Sinaí, escribieron al obispo de Roma y al de Alejandría y les enviaron mensajeros, y habiendo buscado allí la historia sin hallarla, enviaron dos hombres a Éfeso.

19. y cuando hubieron llegado, no cesaron en toda la noche de ofrecer incienso a la madre de Nuestro Señor Jesucristo, diciendo: ¡Oh Jesucristo, Nuestro Señor! Tú has elegido al apóstol Juan y has tenido por él más amor que por sus compañeros, y lo has ocultado a los ojos de los hombres cuando dijiste: Tú me guardarás la fe. Si quieres mostrárnoslo, para que hable con nosotros y nos enseñe la historia de tu madre, con los milagros y maravillas que se han cumplido por ella y en tu nombre, cuando tú la transportaste al paraíso eterno, cúmplase tu voluntad.

20. Y esto ocurrió el vigésimo quinto día del mes de nisan, el día del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, el año 345 de Alejandro. y la inmaculada Virgen María se apareció a Juan, y le dijo: ¡Oh hijo mío, da tu libro con la historia de mi salida de este mundo a los hombres venidos a ti desde el monte Sinaí, a fin de que esto sea un motivo de gloria para Dios!

21. Y había en Éfeso, en la iglesia de Juan, donde existía costumbre de ir a lavarse ya curarse de enfermedades, una fuente que devolvía la salud a cuantos acudían en nombre del apóstol. y éste se presentó a los emisarios, y les dijo: Salud, hermanos bienaventurados. No os aflijáis, porque Nuestro Señor Jesucristo, cuando estaba sobre el leño de la cruz, me dijo estas palabras con respecto a la Virgen María: He aquí tu madre, llévala contigo. Y a ella le dijo: Vete con él. Dios recompensará vuestro trabajo y vuestra fatiga, y yo os doy completa la historia que está en mi poder.

22. Y desapareció de ante ellos. Y ellos entraron en la iglesia, cuyas puertas se hallaban abiertas, y cuando hubieron llegado cerca de la fuente hallaron sobre el altar un libro y lo recogieron con grande alegría, y lo dieron a un hombre para leerlo a la gente, y el testimonio de los Padres, de los profetas y de los otros discípulos estaba escrito en hebreo, en griego y en latín.

 

CAPITULO II – VIAJE DE MARÍA A BETHLEHEM

1. En el nombre de Dios Nuestro Señor, y de Jesucristo, Nuestro Dios y Nuestro Salvador, nacido del Padre antes de los siglos y encarnado en María, la Virgen sin mácula, a fin de ser semejante a los hombres y de librar al mundo de la potencia del diablo rebelde.

2. Él es quien, por la luz de su divinidad adorable, ha librado al género humano de las tinieblas de la desobediencia, lo que nadie pudo hacer, si no es el Dios del cielo y de la tierra y de cuanto contienen.

3. Desciendan su bondad y su clemencia sobre sus criaturas, para que quienes creen en él gocen del paraíso eterno.

4. Celebremos igualmente la gloria de su venerable y perfecta madre, que permaneció oculta a los hombres mientras vivió, y que fue transportada a Aquel que nadie ha visto ni oído, y que el espíritu del hombre no puede comprender.

5. Esperemos la intercesión de María para alcanzar el día radiante y la gloria perdurable.

6. Ya vosotros, queridos hermanos, que habéis pasado de las tinieblas de la desobediencia a la luz de la sumisión, os decimos que el tercer día de fiesta, al mediodía, María, la Virgen sin mancha, salió de su morada y fue al sepulcro de Cristo, en el Gólgota, como tenía costumbre de hacer.

7. Y los judíos pusieron una gran piedra ala puerta del sepulcro, diciendo: No toleraremos más que nadie venga a orar al sepulcro, en el Gólgota.

8. Y rechazaban a cuantos ascendían, y les tiraban piedras, y tomaron la cruz del Cristo, y las de los ladrones, y la lanza con que Nuestro Señor fue herido, y sus vestiduras, y los clavos, y la corona de espinas que había sido puesta en su cabeza, y el sudario con que se lo enterró, y los ocultaron en un lugar que mantuvieron secreto, e impedían que nadie pasase por allí, para que no viniese algún príncipe. y se informara.

9. Y los guardias veían a la Virgen María llegar cada día al sepulcro y sobre el Gólgota, y llorar, y decir, con las manos en alto y el rostro en tierra: jOh Señor y Dios mío, sácame de este mundo perverso, pues temo que los judíos, mis enemigos, me den muerte!

10. Porque siempre que vengo a orar a este lugar sacro, me injurian y me amenazan, y por ti me han dado el agua de la tribulación, más yo los he vencido.

11. Y he superado sus astucias y los he rechazado, gracias a mi fe en ti, y tu potencia ha cegado sus ojos, y los ha confundido, para que no pudieran hacerme mal, y así no me privas de tu socorro.

12. Y los guardias, llegando a la ciudad, dijeron a los sacerdotes: Nadie acude a orar en el Gólgota más que María, que va mañana y tarde.

13. Y los sacerdotes contestaron: Cuando vaya a orar, arrojadle piedras, porque merece ser lapidada, ya que su ignominia afecta a los hijos de Israel.

14. y los guardias dijeron: Nosotros no le haremos nada, pero os la entregaremos, para que hagáis con ella lo que queráis.

15. Y cuando llegó el viernes, fue allí según su costumbre, y mientras oraba, alzó los ojos y vio abiertas las puertas del cielo.

16. Y he aquí que Gabriel, el príncipe de los ángeles, descendió a ella, y se inclinó, y dijo: Yo te saludo, Llena eres de gracia. Tus ruegos han llegado a Nuestro Señor Jesucristo, que ha nacido de ti.

17. Y ha atendido tus súplicas y me envía para anunciarte que serás arrebatada de este mundo para gozar la vida eterna por los siglos de los siglos. Amén.

18. Y al oír estas palabras, la Virgen María se puso alegre y volvió a su morada.

19. Y habiendo los guardias salido, contaron a los sacerdotes que había ido a orar.

20. Y hubo un gran escándalo en Jerusalén. y los sacerdotes fueron al prefecto y le dijeron que debía prohibirle que fuese a orar.

21. Y, mientras deliberaban sobre ello, llegó al emperador Tiberio una carta de Abgaro, rey de Edesa.

22. Y la carta decía así: Hay entre nosotros un hombre que dice ser uno de los setenta y dos discípulos de Jesucristo, y que ha curado numerosos enfermos y realizado prodigios.

23. Y ha construido una iglesia, y ha hecho grandes milagros, y muchos creen en su doctrina. y por ellos sé los grandes milagros que ha hecho entre nosotros.

24. Y su amor ha ocupado mi corazón, y he tenido un gran dolor en no poder verle en mis Estados, por causa de los judíos, que lo han llevado a la cruz, sin justificación ninguna, pues que él hizo tantas cosas buenas y milagrosas.

25. Y he llegado con todos mis hombres a Jerusalén para hacerla perecer, y para que tú obtengas así una venganza completa.

26. Mas cuando la campaña estaba preparada, he sentido un temor, y es que tú, Tiberio, mi soberano, te irritases contra mí, y hubiese guerra entre nosotros.

27. Y por eso te escribo, para pedirte, como conviene entre soberanos, que hagas castigar a los judíos por lo que han hecho.

28. Porque si tú te hubieses informado antes de la crucifixión, todo habría sido distinto, y por eso te pido que seas tú quien castigue a los culpables, quitándome el deber que me he impuesto. y en esta confianza te doy las gracias.

29. Y cuando el emperador Tiberio leyó la carta de Abgaro, se llenó de horror y de cólera, y pensó destruir a todos los judíos. y escribió a este efecto a su aliado.

30. Y, no bien llegó la noticia a los vecinos de Jerusalén, tuvieron gran espanto y visitaron al prefecto y le dieron una gruesa suma de plata, y le pidieron que Jerusalén no fuese destruida para siempre, por causa de María y de su hijo.

31. Y le dijeron: Nosotros lo hemos hecho morir justamente, porque él se decía el Hijo de Dios.

32. Y arrojándose a los pies del prefecto, le rogaron que procurase salvados, y salvar a su ciudad, y que escribiese al emperador, exponiendo su causa, a fin de obtener un juicio más suave.

33. Y le pidieron que fuese a María, y que no la dejase visitar el Gólgota, para cortar el origen del mal.

34. Y el prefecto les dijo: Id vosotros, y habladle con dulzura y del modo más adecuado.

35. y los sacerdotes fueron a María y le dijeron: Acuérdate, María, de lo que has pecado ante Dios, y de lo que hemos sufrido por ti y por tu hijo.
Te suplicamos que no vuelvas aquí, para que la sospecha no caiga sobre otros y cese el mal.

36. Y cuando quieras orar, hazlo con las gentes, y según la ley de Moisés, y todos tus pecados te serán perdonados.

37. E invocaremos para ti la piedad de Dios, y reuniremos el sábado en tu torno a tus compañeras, y te pondremos sobre la cabeza el libro de la ley, para que Dios te sea misericordioso. No te abandonaremos y, si te pones enferma, te atenderemos.

38. Y, si no nos escuchas, vete de Jerusalén a Bethlehem, porque no toleraremos que vengas a orar en el Gólgota al sepulcro, para que otras personas no caigan en sospecha y se alce un gran tumulto entre los hombres.

39. Y María, la Virgen inmaculada, les contestó diciendo: No es así cómo debéis hablar. Porque no os escucharé ni cederé a vuestro deseo.

40. Y como la noche llegaba, los judíos, muy irritados, se alejaron de ella.

41. Ya la mañana siguiente le repitieron otra vez lo mismo. y ella les prometió marchar a Bethlehem, a fin de que el escándalo se apaciguase.

42. Y su casa estaba cerca de Sión y de la casa de José. Y pasados que fueron cuarenta días, la Virgen María reunió a las mujeres de la vecindad y les dijo: Yo os saludo, hermanas. Voy a Bethlehem, a residir en mi casa, porque los judíos me han prohibido ir a orar al Gólgota y al sepulcro, temiendo que por mi culpa haya escándalo.

43. Y, si alguna de vosotras quiere venir conmigo, venga, que yo tengo confianza en el Señor, que está en el cielo, de que se acordará de nosotras y nos concederá lo que le pidamos.

44. Y ella meditaba en las palabras que le había dirigido Gabriel: Saldrás de este mundo, para ir a la vida eterna, y hallaba consuelo en esta meditación.

45. Y tres vírgenes cautas que la servían, y que custodiaban lo que era suyo, se acercaron a ella y le dijeron: Nosotras iremos contigo y no te abandonaremos, porque queremos vivir y morir a tu servicio, ya que por ti hemos dejado a nuestra familia, y que por tu intercesión esperamos lograr la gracia, la salvación y la misericordia del Señor que ha nacido de ti.

46. Y María las acogió y las bendijo. y las amaba mucho. y quedaron a su servicio. y le rogaron que les dijese cómo había podido concebir sin tener comercio con varón, y parir sin perder su virginidad.

47. María, por el gran amor que tenía a sus vírgenes, les explicó el misterio, y gozaba de gran estima ante ellas. Y ellas dormían junto a su lecho, y veían de día y de noche sus grandes milagros.

48. Y el primero de que fueron testigos fue un olor muy suave que se exhalaba del lugar en que estaba, y que llenaba todo su ambiente.

49. y cada vez que venían a ella hombres enfermos y ella los bendecía, y se prosternaban, se levantaban curados, en cuanto rogaba por ellos, y ellos le dirigían grandes alabanzas.

50. Y he aquí que por la noche el ángel Gabriel vino a ella y le dijo: Ten valor, oh bienaventurada María, y no temas. Ve a Bethlehem, y mora en esa ciudad hasta que veas al Señor.

51. Y, al llegar el día, ella reunió a sus tres vírgenes y les dijo: Salid, hijas mías y tomando el incensario y el incienso se pusieron en camino. Y las tres vírgenes se llamaban… y era el día de la fiesta quinta cuando María fue a Bethlehem con las tres vírgenes.

 

CAPITULO III – MILAGROS QUE PRECEDIERON AL TRÁNSITO DE LA VIRGEN MARÍA

Icono egipcio de la dormición

1. Y el viernes la Virgen María se sintió enferma. y tomando el incienso y el incensario, oró y dijo: ¡Oh Jesucristo, mi Dios y Señor eterno! Tú, que estás en los cielos, y que has hecho a tu servidora digna de que tomases de ella la carne humana, para estar en este mundo, por un efecto de tu voluntad, a fin de que los ojos pudiesen verte, y las inteligencias comprenderte, y para que los hombres creyesen que tu divinidad había descendido a la carne y fuesen limpios de sus pecados, escucha los ruegos de tu madre y envíame a Juan, el menor, tu bien amado, que anuncia tus preceptos al mundo.

2. Haz que yo me regocije viéndolo, y envía también a todos tus discípulos, ya tus profetas, ya tus elegidos, para que yo me alegre de su vista antes de dejar este mundo. Porque yo sé que tú puedes todas esas cosas, y que me concederás lo que deseo.

3. Y cuando hubo dejado de hablar, he aquí que una nube espléndida me remontó a mí, Juan, fuera de Éfeso. Y he aquí que el Espíritu Santo me dijo: ¡Oh Juan! La Madre de tu Señor quiere verte antes de dejar este mundo. Vete a Bethlehem, a su lado, y yo avisaré a tus compañeros, vivos y muertos, para que vayan también.

4. Y me sentí llevado por la nube luminosa, y me pareció que andaba por la tierra y, de pronto, me hallé ala puerta de la Virgen María.

5. Y abriendo la puerta, entré. Y ella, acostada en su lecho, oraba.

6. Y cuando hubo acabado la oración, avancé hacia ella, y, después de besarle el pecho y las rodillas, le dije: Yo te saludo, ¡oh Madre de Dios, bendita entre todas las mujeres! No te aflijas por salir de este mundo efímero, porque pasarás llena de gloria y de alabanza ala vida eterna.

7. Y ella se regocijó de verme, y yo me senté y le dije lo que me había pasado y me acerqué a las vírgenes y las bendije y ella me dijo: Toma el incienso y ora por mí.

8. Y lo hice e inclinándome, exclamé: ¡Oh Señor y Dios mío Jesucristo, muestra los milagros de tu madre, y hazla salir de este mundo con gran gloria, según has prometido, y muestra con tus elogios tu magnificencia, para que tus fieles se congratulen y te alaben y se llenen de pavor tus enemigos, que te han negado ser hijo de Dios, y para que las cosas terrestres y celestes rindan homenaje a tu madre! ¡Oh tú, a quien es debida gloria y alabanza por los siglos de los siglos! Amén.

9. Y cuando acabe my plegaria, me dijo la Virgen María: ¡Oh San Juan, tu maestro ha prometido que, cuando yo deje la tierra, Él se mostrará a mí con sus ángeles y sus elegidos, y saldré de este mundo con tan gloriosa escolta!

10. Y yo dije: Él vendrá y cumplirá su promesa. Y ella dijo: ¡Oh Juan! Los judíos han asegurado que quemarán mi cuerpo cuando yo muera y yo le dije: No temas, que los judíos no tienen poder sobre ti, viva o muerta, porque el Señor es contigo.

11. Y ella dijo: ¿Y dónde me enterrarás? y yo dije: Donde y como Jesucristo lo ordene.

12. Y sus lágrimas corrieron, y las enjugué con mi vestidura, y yo lloraba, y las tres vírgenes lloraban también muy afligidas.

13. Y le dije: ¿Por qué temes salir de este mundo, tú, que has engendrado al Cristo? ¿Qué harán, pues, los que están en tu torno y que ignoran cuál será su suerte al dejar este mundo? Porque recibirás de tu hijo corona brillante y la pondrás en las cabezas de los hombres justos, y un castigo eterno caerá sobre los que lo hayan merecido.

14. No te entregues, pues, a la tristeza y al dolor, ¡oh bienaventurada María! Porque el Espíritu Santo me ha dicho en Éfeso que los demás compañeros míos se reunirán a tu lado para solicitar tu bendición, como ha dicho David: Todos los pueblos vendrán y te adorarán. y las tribus de todas las naciones se humillarán ante ti.

15. Y María me dijo: Enciende el incienso, y ora. y encendí el incienso, y dije: Señor y Dios mío Jesucristo, oye mi plegaria y escucha la voz de tu madre, y cumple las promesas que le has hecho. Hágase tu voluntad, y el deseo de tu Padre celestial. Y lóente los ángeles y las criaturas.

16. Y terminados mis ruegos, una gran voz dijo: Amén. y yo me llené de terror. y cuando el Espíritu Santo me preguntó: ¿Has oído esa voz, Juan? , yo repuse: Sí, la he oído bien.

17. Y el Espíritu Santo dijo: Esa voz llamará a los discípulos, tus compañeros, que vendrán a saludar a la bienaventurada María. Yo les he avisado a cada uno en su casa, ya cada uno le he preparado una nube luminosa que los traerá aquí. y he dicho en Roma, a Simeón Cephas, que iba a ofrecer el santo sacrificio: Cuando hayas hecho la ofrenda, vete a Bethlehem, porque la madre de tu maestro está allí y va a salir de este mundo.

18. Y he avisado a Pablo, que estaba lejos de Roma, y que disputaba con los judíos, que se burlaban y le decían: Lo que tú dices no será escuchado, porque tú predicas en nombre de Cristo y eres natural de Tarso, y no te conocemos y he llamado a Pablo, y se ha levantado, y ha salido.

19. Y he llamado a Tomás, que estaba en la India, junto al lecho de la hija del rey, y la había bautizado y fue a la iglesia, y oró y partió. Y he llamado a Mateo y a Jacobo.

20. Y me he dirigido a los difuntos, a Felipe, a Andrés, hermano de Simeón Cephas, a Lucas, a Simeón el Cananeo, a Marcos y a Bartolomé, y les he dicho: Dejad vuestras tumbas, mas no creáis que el día del Juicio ha llegado. No estamos aún en el fin de los tiempos. Mas id a Bethlehem, a saludar a María, la madre del Señor, que va a dejar este mundo.

21. Y ellos dijeron: ¿Cómo iremos y quién nos llevará? y he aquí que espléndidos carros, transportados por nubes, descendieron entre ellos, y los vientos soplaban con fuerza. Y esas nubes los llevaron a Bethlehem, y ellos se acercaron a María y la saludaron. y ella se regocijó. y Juan encendió el incienso en su honor y los saludaba.

22. Y sobre sus coronas estaba la magnífica aureola del Cristo. Y cuando María los vio, se levantó en su lecho y los bendijo, y alabó a Dios, diciendo: Confía en mi Señor, en que vendrá del cielo para que yo lo vea, como os veo, y como habéis venido vosotros. Decidme cómo ha sido.

23. Y cada uno contó el aviso del Espíritu Santo, y dijeron: ¡Oh bienaventurada Virgen! No te lamentes, que el que ha nacido de ti te sacará de este mundo con gran gloria, y te llevará a la mansión celestial, cuya señora serás tú.

24. Y oyendo esto la Virgen María alzó la mano y saludó al Señor, diciendo: Yo te adoro, Señor y Dios mío, y creo en tu grandeza y en tu poder, porque no me has abandonado a este pueblo necio y no les has dejado hacer lo que decían cuando anunciaban que entregarían mi cuerpo a la ignominia. Si no que has oído las súplicas de tu servidora y le has mostrado tus prodigios, ¡oh tú, que todo lo puedes! Alabados sean tu nombre y tu poder omnipotente por los siglos de los siglos. Amén.

25. Y, cuando ella finó su plegaria, los discípulos repitieron: Amén. Y ella dijo a los discípulos: Encended el incienso y orad, y haced la señal de la cruz.

26. Y cuando hicieron lo que ella decía, sonó un ruido como el de un gran trueno, o como de infinitos carros que chocasen, y se expandió un perfume de indescriptible suavidad.

27. Y he aquí que ángeles e innumerables potencias descendieron sobre la casa, y los discípulos los rodearon diciendo: Santo, santo, santo es el Señor Sabaoth.

28. Y los vecinos de Bethlehem, viendo tales cosas, quedaron llenos de espanto, y grandes maravillas se les manifestaron. Los ejércitos del cielo subían y bajaban y la voz del Hijo del hombre sonaba entre ellos.

29. Y muchos vecinos de Bethlehem fueron a Jerusalén, y contaron al prefecto ya los sacerdotes los prodigios ocurridos en el sitio en que estaba la Virgen María.

 

CAPITULO IV – DISCUSIÓN ENTRE LOS PARTIDARIOS Y LOS ADVERSARIOS DEL CRISTO

1. Y cuando los habitantes de Jerusalén oyeron tales cosas, hubo muchos que fueron a ver los milagros de la bienaventurada María.

2. Y los cielos se abrieron, y salieron legiones de ángeles, y tempestades, y truenos.

3. Y una nube vino del cielo y regó la tierra de rocío, y el Sol y la Luna y las estrellas cayeron del cielo y alabaron a la Virgen María.

4. Y algunos vecinos de Bethlehem miraron a la casa en que estaba la Virgen. y los discípulos la rodeaban, respetuosamente, con las manos levantadas al cielo.

5. Y el ángel Gabriel le refrescaba la cabeza, y Miguel los pies. Y Pedro y Juan enjugaban con sus túnicas las lágrimas de la Virgen. y todos decían: Salve tú, bienaventurada, y bienaventurado sea el que ha nacido de ti.

6. Y todos cantaban sus alabanzas y su gloria. y no se la podía distinguir, por la deslumbrante claridad que emanaba de ella.

7. Y si algún enfermo llegaba ala puerta y posaba su mano sobre el muro, diciendo: ¡Oh bienaventurada María, ten piedad de mí y ora por mí!, se encontraba al momento curado, aunque la Virgen no lo hubiese visto, sino que, cuando oía su voz, extendía su mano y los bendecía, y ellos quedaban salvos de sus enfermedades.

8. Y todos los ciegos, sordos y mudos que allí había fueron sanados. Y otros que recogieron polvo de los muros de la casa y los mezclaron al agua que bebían quedaron también curados.

9. Y la bienaventurada María obró tantos prodigios, que nadie los podría contar, sino es el Señor, que hizo de ella el templo de su grandeza.

10. Y fue lo más maravilloso que los habitantes de Bethlehem la loaban, a su pesar y venían a ella mujeres de todas partes: de Roma, de Alejandría, de Egipto, así como hijas de reyes y príncipes, que la adoraban, y que creían en el Cristo nacido de ella. Y, al partir, le pedían su bendición, y algunos recuerdos para testimonio a sus padres.

11. Y llegó una mujer que estaba poseída de dos demonios que la atormentaban, el uno por el día y el otro por la noche, y venía acompañada de la hija del rey de Alejandría, que estaba cubierta de úlceras. Y se prosternaron ante María pidiendo su intercesión, y María tuvo piedad de ellas, y fueron curadas.

12. Y vino una egipcia enferma del vientre, y se curó cuando María rogó por ella, y loó a Dios. Y vino otra mujer poseída del demonio, y pidió a la Virgen que la librase de él y María extendió la mano sobre ella, diciendo: En el nombre del Cristo, mi Señor, vete de esta alma y no la atormentes más.

13. Y los demonios salieron y dijeron: ¿Qué hay de común entre tú y nosotros, María? Tememos aproximarnos dondequiera que reina tu hijo, y no podemos estar ante sus compañeros. Nos ha arrojado, por su potencia, al fondo del abismo, y ahora tú, con tu plegaria, nos echas de esta alma y de muchas otras.

14. Y la bienaventurada María los reprendió, y ellos huyeron y se refugiaron en el fondo del mar. y un hijo de Sophim, rey de Egipto, cuya cabeza había sido desgarrada por un león, fue a ella y cuando, extendiendo la mano, ella rogó por él, su cabeza quedó curada, y todos alabaron a Dios.

15. Y oyendo estos hechos, muchos hombres fueron a Bethlehem, y llamaron a la puerta de la casa, y como los discípulos no abrían, comenzaron a gritar, diciendo: Ten piedad de nosotros, bienaventurada María, y óyenos, y cúranos. Y María oyó sus voces, y dijo: ¡Oh mi Señor y mi Dios Jesucristo! Tú, que eres mi Señor, y que has querido ser mi hijo, oye la voz de los que creen en ti y dígnate socorrerlos.

16. Y una gran virtud emanó de la casa, y todos fueron libertados de sus dolencias. Y eran alrededor de dos mil ochenta. Y ese día hubo grandes alabanzas a Dios en toda la comarca de Bethlehem.

17. Y los magistrados de Bethlehem y de Jerusalén preguntaron a los curados cómo lo habían sido por la Virgen. Y cuando hicieron el relato, hubo gran extrañeza entre sacerdotes de la Sinagoga, y vieron con asombro el honor que se hacía al Cristo y la alegría de los creyentes.

18. Y sus ojos se oscurecieron, y temblaron, y dijeron: Mucho nos turba lo que nos relatan.

19. Y saliendo muchos judíos de Jerusalén para Bethlehem, les dijeron los sacerdotes: Id y expulsad a los discípulos de Cristo, y echad a María de la población.

20. Y cuando los judíos estaban a mil pasos de Jerusalén, al caer el sol, se produjo un gran milagro, y fue que sus pies se detuvieron, y no pudieron ir a Bethlehem, y volvieron.

21. y los sacerdotes, cada vez más turbados, fueron a ver al gobernador, exclamando: Grandes son estas cosas, y los judíos perecerán por lo que ha hecho María. y le pidieron que la expulsara de Jerusalén. Y el prefecto les dijo: No lo haré.

22. Y ellos redoblaron en sus clamores, y lo amenazaron con denunciarlo a César Tiberio. y muchos judíos, reuniéndose, fueron a la casa en que moraba la bienaventurada María, y la puerta estaba abierta, y quisieron entrar, pero no podían acercarse, porque las puertas del cielo estaban también abiertas, y un gran resplandor llenaba la entrada de la mansión de María.

23. Y en vista de sus clamores y de sus amenazas, un jefe partió con ellos, llevando treinta mil jinetes y muchos soldados de a pie. Y el Espíritu Santo dijo a los discípulos de Cristo: He aquí que un guerrero llega de Jerusalén con un numeroso ejército. Tomad a María y llevadla con vosotros, y no temáis nada, que yo os conduciré sobre una nube, y nadie podrá incomodaros, porque el poder del Señor está con vosotros.

24. Y los discípulos salieron, llevando a María sobre su lecho, y el Espíritu Santo los transportó sobre sus enemigos sin que los vieran. Y cuando los discípulos llegaron a Jerusalén, fueron a casa de María, y allí se ocuparon de orar y de alabar a Dios.

25. Y cuando los jinetes llegaron a Bethlehem, dijeron: Cerremos las puertas de la casa. Y no hallando a nadie, se llenaron de cólera, buscaron a los vecinos de Bethlehem, y les dijeron: Vosotros habéis ido al prefecto y a los sacerdotes de Jerusalén y les habéis dicho que los discípulos de Cristo rodeaban a María y la loaban, y que muchos ángeles subían y bajaban del cielo, y que sus cánticos llegaban hasta vosotros. ¿Dónde están ahora? Venid con nosotros, y defendeos como podáis, porque nosotros no encontramos nada.

26. Y volvieron al prefecto diciendo que nada habían visto. y los sacerdotes dijeron: Los discípulos de Cristo han hecho un escamoteo ante vuestros ojos para que no vieseis nada. y el prefecto les dijo: Si los veis en alguna parte, apoderaos de ellos y cerrad las puertas.

27. Y cinco días más tarde los habitantes de Jerusalén vieron a los ángeles descender con la Virgen María a la casa que poseía en la montaña de Sión, y los vecinos acudieron y comenzaron a orar, diciendo: ¡Oh Santa María, madre del Cristo, ruega por nosotros, para que se nos conceda la salvación! Y hubo muchos milagros y muchas curaciones.

28. Y los habitantes de Jerusalén sintieron gran espanto. y fueron a aquellos vecinos, diciendo: ¿Por qué ese tumulto, y ese ruido, yesos gritos que lanzabais ayer?

29. Y los vecinos contaron que María había venido acompañada de ángeles que la alababan, y que todo enfermo que se le acercaba era curado. Y los judíos fueron al prefecto y le dijeron: Repitámosle que hay gran perturbación en Jerusalén por culpa de María. Y contaron la que les habían dicho.

30. Y dijo el prefecto: ¿Qué puedo hacer por vosotros? y ellos dijeron: Tomemos leña y fuego, y quememos la casa en que está. y él les dijo: Haced la que os parezca. y los sacerdotes y una gran multitud se reunieron y fueron a donde estaba la bienaventurada María para prender fuego, y el prefecto y sus compañeros miraban desde lejos la que hacían.

31. Y cuando hubieron llegado a la puerta, un gran fuego salió de la casa, y había ángeles cerca, y cuantos se acercaban eran abrasados, y muchos judíos perecieron entonces. y todos se llenaron de terror, y también el prefecto.

32. Y alzando las manos al cielo, y dando una gran voz, exclamó: Verdaderamente, oh María, aquel que ha nacido de ti es el Hijo de Dios. Nosotros deseamos verlo, y yo la adoraré siempre.

33. Y una gran discordia se produjo entre los judíos, y muchos creyendo en el nombre de Jesucristo. Y el prefecto reunió a los moradores de Jerusalén y les dijo: ¡Oh pueblo perverso! Vosotros habéis crucificado al Cristo, que había descendido del cielo para rescatarnos. Habéis desoído la verdad, habéis obrado mal, y conoceréis los fuegos del infierno. Yo creo en Cristo, y temo que la cólera del emperador Tiberio caiga sobre vosotros por vuestra maldad. Y he aquí lo que os digo: Nadie se acerque a la casa de la bienaventurada María, ni la calumnie.

34. Y uno de los principales doctores se levantó, y se llamaba Caleb, y era uno de los que creían en Jesucristo, y en la bienaventurada María, y dijo al prefecto: Pregúntales en nombre de Dios quién condujo a los hijos de Israel fuera de Egipto, y, por los libros de la Santa Ley, oblígalos a declarar si ese hijo de María ha venido como un profeta, como el Hijo de Dios o como los demás hombres.

35. Y el prefecto se situó en un lugar elevado y dispuso que quienes creyesen en María y en el Hijo de Dios se separasen a un lado. Y muchos judíos se separaron, y la reunión se dividió en dos partes.

36. Y el prefecto dijo: ¿Sois vosotros los que creéis en el Cristo? Y ellos dijeron: Nosotros creemos que es el Hijo de Dios único, que juzgará a todas las criaturas, y que es el Cristo anunciado en los libros, que salvará a los pueblos, y que nos rescatará.

37. Y gritaron los otros: ¿Qué decís? Nosotros sabemos que no es el Cristo, porque las tradiciones y las cosas escritas no se han cumplido en él. Y los jefes replicaron: Vosotros no conocéis el verdadero sentido de los libros, ni lo que significan, y os son desconocidas las tradiciones. Ignoráis que nuestro padre Adán, a punto de expirar, prescribió a su hijo Seth que ordenase a sus descendientes que sacasen su cuerpo de la caverna de los tesoros y que lo llevasen a la tierra santa, porque sabía que la redención de su raza se efectuaría por la misericordia del Cristo. Y dijo: El oro, la mirra y el incienso que hay en la Caverna de los Tesoros son los presentes que serán llevados a Bethlehem por la mano de los magos, hijos de reyes, porque Dios ha prometido que el Cristo vendrá a este mundo y manifestará su divinidad por milagros, y saldrá de Sión para mostrarse a los hombres. y el profeta dijo: Los pies del Señor se fijarán sobre el monte de los Olivos, de Jerusalén, y os consta que ha sido así.

38. Y Caleb dijo otras cosas que sería largo contar. Y los judíos replicaron: ¿Piensas que el Cristo está más cerca del Eterno que nuestro padre Abraham, que vio los cielos abiertos y que habló con Dios? y contestaron los fieles: Nosotros sabemos con certeza que el nacido de María ha creado a Adán antes que Abraham fuese formado en el seno de su madre, porque es anterior a todas las criaturas, y es aquel con quien Abraham habló, y de quien dijo Daniel que, pasadas sesenta semanas, vendría el Mesías esperado por todas las naciones.

39. Y los judíos contestaron: Ese Cristo en quien vosotros creéis ¿fue más grande que Isaac, que constituyó ante Dios una ofrenda pura, de que se regocijaron los cielos y la tierra? Y los fieles dijeron: Dios no permitió que Isaac fuese ofrecido en sacrificio, y aunque hubiese sido inmolado hubiese sido una ofrenda única. Pero el Cristo es un sacrificio ofrecido por todas las criaturas, al subir a la cruz, para reconciliar a Dios con todos los hombres. Y los que creen en él quedan libres de todos sus pecados, como los hijos de Israel quedaron curados de la mordedura de las serpientes cuando miraron la serpiente artificial que Moisés elevó por orden divina.

40. Y dijeron los judíos: ¿Pensáis que Cristo es superior a Jacob, que vio las puertas del cielo abiertas ya los ángeles subiendo y bajando por la escala de la salvación? Y los fieles contestaron: Jacob y los ángeles, y la escala que vio, son la imagen del Cristo. Son, sin duda, admirables milagros, pero más prodigios han hecho los que creen en su nombre. y vosotros los podéis ver, pero vuestros ojos están ciegos y vuestros corazones endurecidos.

41. Y dijeron los judíos: ¿Pensáis que Cristo es superior a Elías, que subió al cielo y vio cuanto hay en él y en la tierra? Y los fieles dijeron: Elías, llevado por un ángel, subió al cielo, donde están el Sol y la Luna. Pero Cristo, mostrándose sobre el monte Thabor, con Elías y con Moisés, que estaba muerto y podrido, mostró todo su poder, puesto que podía llamar a los vivos ya los muertos, y ellos tenían que obedecer sus mandatos.

42. Y dijeron los judíos: ¿Pensáis que ese Cristo es más que Moisés, que libró de Egipto a los hijos de Israel y les abrió un paso en el mar Rojo, en el que fueron tragados el faraón y su ejército? Y los fieles dijeron: ¡Oh gentes ignorantes e insensatas! La Divinidad, tomando el cuerpo de Cristo, ha hecho esos milagros, que estaban escritos desde los primeros tiempos. El Cristo ha expulsado los demonios, forzados a la obediencia, y cuando Simón Pedro andaba por el mar como por la tierra, fue acometido de un mal pensamiento, y estaba a punto de ser sumergido en el momento en que el Cristo extendió hacia él la mano y lo libró de su temor. Él manda a todas las criaturas, y todas le están sometidas.

43. Y el prefecto mandó prender cuarenta de los judíos y azotarlos, y los demás quedaron aterrados.

44. Y llegada la noche, el prefecto condujo a uno de sus hijos, que tenía dolor interno, a la casa de la Virgen María, y llamando a la puerta dijo a una de las doncellas que la servían: Entra y di a la bienaventurada María que soy el gobernador de la ciudad.

45. y la doncella hizo lo que le decía, y la Virgen María ordenó que le abrieran y lo introdujesen.

46. y él entró llorando, y dijo: Salúdote, madre de Dios, y creo en el que ha nacido de ti, y que es el Cristo Redentor. Extiende tus manos, madre de luz, y bendíceme, y ruega por mi hijo, para que se le quite el dolor que sufre, y ruega por mis padres, que están en Roma, y concédeme volver pronto a verlos.

47. Y la bienaventurada Virgen, puesta en pie, oró con los discípulos, y luego, volviéndose al prefecto, bendijo a su hijo y mandó que se sentara.

48. Pero él, inclinándose ante ella, se arrojó a los pies de los discípulos, y dijo: Yo os saludo, elegidos de Dios, que lo habéis sido entre todos los hombres, para que prediquéis al mundo entero. y los discípulos lo bendijeron, y su hijo quedó curado, y se fue lleno de alegría.

49. y montó a caballo y marchó a Roma, y, después de saludar a sus padres, les contó cuanto había visto hacer ala bienaventurada María y lo que le había oído decir. Y allí estaban los discípulos de Pedro y Pablo, y le pidieron por escrito lo que habían oído, y los milagros que se habían obrado en Roma y en otras ciudades por intercesión de la bienaventurada María.

 

CAPITULO V – MUERTE DE LA VIRGEN MARÍA

1. Y el viernes por la mañana el Espíritu Santo dijo a los discípulos: Id, tomad a María, la Virgen sin mancha, y llevadla a Jerusalén, y entrad por el camino que conduce al valle de Gethsemaní. Hay allí tres cavernas que comunican una con otra y un lugar de arena, al lado de Oriente. Poned allí a la bienaventurada María, y orad junto a ella hasta que yo os hable.

2. Y los discípulos hicieron lo que se les había ordenado. y llevaron a María. y viéndolo los judíos, se reunieron, y dijeron a uno de ellos, llamado Japhia, que era un hombre tímido: Vete con ellos, y cuando estén junto al valle, empuja la litera para que caiga al fondo. Nosotros te seguiremos con leña y con fuego, y la quemaremos en el valle, y esos fabricantes de prodigios no podrán vanagloriarse de que están encima de los habitantes de Jerusalén.

3. Y Japhia los obedeció, y fue con los discípulos, y en llegando junto al valle, extendió la mano para agarrar la litera. Pero un ángel lo hirió con una hoja de hierro, y le cortó los puños, que quedaron pegados a la litera.

4. Y Japhia empezó a implorar ya llorar, con el rostro contra tierra, y a decir: Tened piedad de mí, ¡oh discípulos del Cristo Redentor!

5. Y ellos tuvieron compasión y dijeron: Implora a la Virgen María, a quien has querido precipitar en el valle.

6. Y él se puso a gritar, ya decir: ¡Oh soberana madre de salud, ten piedad de mí! Y ella dijo a Pedro: Devuélvele sus manos.

7. Y Pedro las tomó y las ajustó a su sitio, diciendo: En el nombre de Jesús el Nazareno, ya súplicas de su madre, queden estas manos en su lugar sin dolor y fueron restablecidas sin dolor en el sitio que les correspondía.

8. Y le dio una vara seca, diciendo: Vete, y anuncia a todos los judíos, con esta vara, el poder de Dios, y enséñales cuánta es su debilidad y su ignorancia si la comparan con el poder y la sabiduría de Dios, y diles lo que Dios ha hecho por ti, para que los que te oigan sepan que nuestra doctrina no es humana, sino que viene del cielo, y ellos renunciarán a sus malo pensamientos y al error que los hará perecer. Y no podrán cumplir lo que han maquinado contra la bienaventurada María y contra los discípulos del Cristo.

9. Y Japhia creyó y oró, y volvió hacia los judíos, y golpeó la puerta de la ciudad con la vara. Y he aquí que la vara floreció. Y Japhia alabó a Dios y dijo: Esta vara es superior a la de Aarón.

10. y dijeron los judíos: ¿Qué haces, insensato de ti? ¿Por qué has estado ausente tanto tiempo, y qué te han hecho los discípulos del crucificado?

11. Y había allí un ciego, y Japhia fue a él, y aproximándole la vara a los ojos le dijo: Ábranse tus ojos, en nombre de Dios puesto en la cruz. Y el ciego recobró la vista.

12. y los presentes loaron a Dios. y cada vez que acercaba su vara a un enfermo, éste era curado. y los judíos quedaron muy sorprendidos, y muchos creyeron, y decían: En verdad, que ésta es virtud del cielo, y que estas cosas prueban el poder de Dios.

13. y los sacerdotes estaban llenos de confusión, y su cólera era extremada.

14. y los discípulos bajaron al valle y encontraron una caverna en la que depositaron a la bienaventurada María, según el mandato del Espíritu Santo, y no dejaban de alabar al Señor.

15. Yal otro día por la tarde, he aquí que el Espíritu Santo dijo a los discípulos: El día del sol, el sexto, el ángel Gabriel descendió a la Virgen y la saludó, y le predijo que el Redentor del mundo nacería de ella, y fue el mismo día cuando ella parió en Bethlehem, yel mismo día cuando las gentes de Jerusalén recibieron con palmas al Cristo, diciendo: Bendito sea el que viene en nombre del Señor. Y el día del sol resucitó de entre los muertos, y un día del sol vendrá para destruir la tierra, y cuanto contiene y para juzgar al mundo. y también el día del sol debe venir con las criaturas terrestres y celestes, cantando sus alabanzas para sacar del mundo el alma de su inmaculada madre.

16. y los discípulos experimentaron un gran consuelo. Y en esto he aquí que Eva, la madre de toda carne, y Ana, la madre de la bienaventurada María, e Isabel, la madre de Juan el Bautista, llegaron a ella, y le dijeron quiénes eran, y la abrazaron.

17. y Ana, su madre, dijo: Bendito, oh hija mía, sea Dios, que te ha elegido para que fueses el lugar de su gloria. Y desde que comenzaste a formarte en mi seno yo sabía ya que habías de ser bendita y elegida, y que el Dios del cielo y de la tierra descendería a tu vientre, como está escrito en los libros.

18. y todas alababan a Dios, y la Virgen las secundó con alegría. Y Pedro les dijo: Alejaos de ella, porque veo llegar a los patriarcas.

19. y he aquí que Adán, Seth, Sem, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y David, y los demás patriarcas, y profetas y santos, llegaron sobre una nube y se acercaron a la bienaventurada María, y la saludaron expresándole sus loanzas y llamándola bienaventurada. y ella les devolvió su saludo, y los profetas se dieron a conocer, y ella tuvo gran júbilo.

10. Y dijeron los judíos: ¿Qué haces, insensato de ti? ¿Por qué has estado ausente tanto tiempo, y qué te han hecho los discípulos del crucificado?

11. y había allí un ciego, y Japhia fue a él, y aproximándole la vara a los ojos le dijo: Ábranse tus ojos, en nombre de Dios puesto en la cruz. Y el ciego recobró la vista.

12. y los presentes loaron a Dios. Y cada vez que acercaba su vara a un enfermo, éste era curado. y los judíos quedaron muy sorprendidos, y muchos creyeron, y decían: En verdad, que ésta es virtud del cielo, y que estas cosas prueban el poder de Dios.

13. y los sacerdotes estaban llenos de confusión, y su cólera era extremada.

14. y los discípulos bajaron al valle y encontraron una caverna en la que depositaron a la bienaventurada María, según el mandato del Espíritu Santo, y no dejaban de alabar al Señor.

15. Yal otro día por la tarde, he aquí que el Espíritu Santo dijo a los discípulos: El día del sol, el sexto, el ángel Gabriel descendió a la Virgen y la saludó, y le predijo que el Redentor del mundo nacería de ella, y fue el mismo día cuando ella parió en Bethlehem, y el mismo día cuando las gentes de Jerusalén recibieron con palmas al Cristo, diciendo: Bendito sea el que viene en nombre del Señor. Y el día del sol resucitó de entre los muertos, y un día del sol vendrá para destruir la tierra, y cuanto contiene y para juzgar al mundo. y también el día del sol debe venir con las criaturas terrestres y celestes, cantando sus alabanzas para sacar del mundo el alma de su inmaculada madre.

16. y los discípulos experimentaron un gran consuelo. Y en esto he aquí que Eva, la madre de toda carne, y Ana, la madre de la bienaventurada María, e Isabel, la madre de Juan el Bautista, llegaron a ella, y le dijeron quiénes eran, y la abrazaron.

17. y Ana, su madre, dijo: Bendito, oh hija mía, sea Dios, que te ha elegido para que fueses el lugar de su gloria. y desde que comenzaste a formarte en mi seno yo sabía ya que habías de ser bendita y elegida, y que el Dios del cielo y de la tierra descendería a tu vientre, como está escrito en los libros.

18. y todas alababan a Dios, y la Virgen las secundó con alegría. Y Pedro les dijo: Alejaos de ella, porque veo llegar a los patriarcas.

19. y he aquí que Adán, Seth, Sem, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y David, y los demás patriarcas, y profetas y santos, llegaron sobre una nube y se acercaron a la bienaventurada María, y la saludaron expresándole sus loanzas y llamándola bienaventurada. y ella les devolvió su saludo, y los profetas se dieron a conocer, y ella tuvo gran júbilo.

20. y vinieron Enoch, y Elías, y Moisés, y manteniéndose entre el cielo y la tierra en carros de fuego, esperaban la llegada de Jesucristo. Y he aquí que doce carros, conducidos por ángeles innúmeros, hirieron los ojos con gran gloria y esplendor, y Cristo Nuestro Señor apareció en forma humana, llevado en un carro en cuyo torno iban los serafines y las virtudes.

21. y se aproximó a la Virgen María, y todas las criaturas se inclinaban ante él. y dijo el Señor: jOh María, celebrada en todo-el universo! y ella dijo: Aquí estoy, Señor. y él le dijo: Levántate y mira lo que mi Padre me ha dado.

22. y ella se levantó, y vio una gloria y una luz que los ojos no podían soportar, y que no cabe sea descrita. y prosternándose, dijo: ¡OH mi Señor y mi Dios, pon tu mano sobre mí!

23. y él posó su mano sobre ella, y la bendijo, y María tomó su mano, y la abrazó, y la puso sobre sus ojos, y lloró, y dijo: Yo me inclino ante esta mano que ha creado el cielo y la tierra y todo cuanto en ella hay, y te doy gracias y te alabo, porque me has juzgado digna en esta hora igualmente cara para mí y para los que están ante ti.

24. Y dijo: ¡Oh Señor! Tómame contigo. Y él respondió: Tú estarás en el Paraíso corporalmente hasta el día de la resurrección, y los ángeles te servirán. Pero tu espíritu puro lucirá en la mansión del Padre de la plenitud.

25. y los discípulos, acercándose a María, dijeron: ¡Oh madre de la luz, ruega por el mundo del que vas a salir!

26. y la bienaventurada María exclamó, llorando: ¡Oh mi Señor, y mi Dios, y mi maestro Jesucristo, tú que, por la voluntad de tu Padre y por la ayuda del Espíritu Santo, y por efecto de una divinidad y de una voluntad únicas, has creado la tierra y el cielo, y cuanto contienen; yo te ruego que escuches la plegaria que te hago por tus servidores y por los hijos del bautismo, por los justos y por los pecadores, para que les concedas tu gracia. Recibe a los que comulguen en ti, a los que ofrezcan presentes en mi nombre ya los que te interroguen en sus plegarias, en sus deseos y en sus sufrimientos. Haz que sean librados de sus dolores, y que hallen lo que han esperado en su fe, y aparta de ellos los males que se les quiera causar. Cura sus enfermedades, aumenta sus riquezas y multiplica sus hijos. Ayúdalos en cuanto emprendan, y otórgales la dicha de tomar parte en tu reino. Aleja de ellos a su enemigo, Satán, lleno de malicia. Aumenta su fuerza e inclúyelos en el rebaño del pastor dulce, bueno, clemente y misericordioso. Cumple, en esta y en la otra vida, lo que espere el que te suplique Invocando mi nombre, y protéjalos tu asistencia, según has prometido tú, que eres constante en tus promesas, infinito en la misericordia y cuyo nombre merece ser glorificado hasta el fin de los siglos. Amén.

27. Y el Señor lo dijo: Yo te concedo lo que pides, y conforme a lo que pides. No los privaré de mi gracia, ni de mi misericordia. Y todos, jubilosos, contestaron: Amén.

28. Entonces Jesús dijo a Pedro ya los discípulos: He aquí que la hora llega. y todos, incluso los ángeles, loaron y glorificaron a Dios en alta voz, y, derramando muchas lágrimas, arrojaron incienso con gran respeto y piedad.

29. Y el rostro de la bienaventurada María resplandeció con una claridad maravillosa, y extendiendo las manos los bendijo a todos. Y el Señor tendió su santa mano y tomó su alma pura, que fue llevada a los tesoros del Padre.

30. y se produjo una luz y un aroma suave que en el mundo no se conocen. Y he aquí que una voz vino del cielo, diciendo: Yo te saludo, dichosa María. Bendita y honrada eres entre todas las mujeres. y Juan, el discípulo, extendió su mano, y Pedro cerró sus ojos, y Pablo extendió sus pies, y Nuestro Señor subió a su reino eterno escoltado por los ángeles y en medio
de alabanzas.

31. y pusieron una piedra a la puerta de la caverna en que estaba el cuerpo de la Virgen, y permanecieron en oración. y el Espíritu Santo esparció una gran luz que los envolvió, y no podían verse entre sí ni nadie podía verlos tampoco.

32. y la Virgen sin mancha fue llevada en triunfo al Paraíso sobre carros de fuego. Y una nube elevó a los asistentes y cada cual fue devuelto al lugar de que había venido, y no quedaron más que los discípulos, que estuvieron tres días en oración, y que oían siempre el cántico de los cánticos.

33. Y, estando así reunidos, he aquí que Tomás, uno de los discípulos, llegó sobre una nube. Yel cuerpo de la bienaventurada María iba a hombros de los ángeles, y él gritó que se detuvieran, para obtener la bendición de la Virgen.

34. y cuando estuvo con sus compañeros, que seguían orando, Pedro le dijo: Tomás, hermano, ¿qué te ha impedido asistir al tránsito de María y ver los milagros obrados y obtener su bendición?

35. Y Tomás respondió: Me lo ha impedido el servicio de Dios, porque, en el momento en que el Espíritu Santo me avisó, yo predicaba, y estaba bautizando a Golodio, hijo de la hermana del rey. ¿Dónde se halla ahora el cuerpo de María?

36. Y ellos dijeron: En esta caverna. Y él dijo: Lo quiero ver y recibir su bendición antes de admitir la verdad de lo que me decís.

37. Y los discípulos replicaron: Tú desconfías siempre de lo que te decimos. Lo mismo te sucedió cuando la resurrección del Señor, que no creíste hasta que lo viste, y te mostró las huellas de los clavos y de la lanza, y entonces gritaste: ¡Oh Señor y Dios mío!

38. Y Tomás contestó: Ya sabéis quién es Tomás, y no descansaré hasta que vea el sepulcro en que reposa el cuerpo de María, y si no, no creeré nada.

39. Y Pedro se levantó colérico, a toda prisa, y los discípulos lo ayudaron a quitar la piedra, y no hallaron nada, y tuvieron gran extrañeza, y dijeron: Hemos estado ausentes, y los judíos habrán llegado, y habrán hecho lo que hayan querido.

40. Y Tomás les dijo: No os aflijáis, hermanos, porque al venir yo de la India en una nube vi el santo cuerpo, acompañado de multitud de ángeles, con gran gloria, y pedí que me bendijese, y me dio este ceñidor.

41. Y cuando los discípulos lo vieron, alabaron a Dios con fervor, y cerraron la caverna con una piedra, y subieron al monte Olivete, y allí se pararon, y  dijeron: ¡Oh Jesucristo, Dios y Señor nuestro! Tú nos has sacado de los dolores de este mundo, y nos has mostrado tu grandeza y nos has hecho bendecir por la Virgen María antes de llevarla de este mundo efímero, y nos has prometido que nos darás el poder de obrar sobre el áspid y el basilisco y el maligno demonio, y nos has dicho que en el día del Juicio estaremos en doce sitiales para juzgar a las doce tribus de Israel. Dígnate ahora bendecirnos.

42. Y se prosternaron ante el Señor, y los bendijo, y empezaron a cantar las alabanzas de la Virgen María.

43. Y he aquí que sonó entre ellos una voz que decía: Vuelva a su lugar cada uno de vosotros. Y carros de fuego llegaron sobre nubes, y cada uno fue devuelto a su residencia, y los muertos a sus sepulcros.

 

CAPITULO VI – ENTRADA DE MARÍA EN EL PARAÍSO

1. Y cuando María hubo sido llevada al Paraíso, vino Nuestro Señor Jesucristo con multitud de espíritus celestes. Y los fundamentos del Paraíso están en la tierra, y llegan hasta el cielo, y de ellos arrancan cuatro ríos. Y cuando el diluvio cubrió la tierra, el Señor no permitió al agua llegar al Paraíso.

2. Y dijo ala bienaventurada María: Contempla la gloria a que has sido transportada.

3. Y ella se alzó y vio una gran gloria, inasequible a la vista del hombre, y he aquí que Enoch, Elías, Moisés y los demás profetas y patriarcas y elegidos adoraron al Señor ya la Virgen, y se fueron.

4. y dijo el Señor a María: He aquí los bienes que he prometido y preparado a los santos.

5. Y, levantando los ojos, vio María magníficas y esplendentes moradas, y admirables coronas de mártires, y árboles perfumados y soberbios, y un aroma que no es posible describir.

6. y el Señor tomó frutos de aquellos árboles y los dio a la Virgen, y f le dijo: Sube a lo alto del cielo y verás. y ella subió y vio el primero y el segundo cielos, y en el tercero vio la mansión celeste y otras grandes maravillas, y loó a Dios, que había creado en los cielos tantas cosas admirables, que el hombre no puede pintar ni comprender.

7. Y el Señor ordenó al Sol que se detuviera en las puertas del cielo, con una de sus fases vuelta al Paraíso, y el Señor, en un carro de fuego, estaba encima de él.

8. y María vio los tesoros de la luz, donde están la nieve, y el granizo, y el rocío, y el trueno, y la lluvia y todo lo semejante. Y vio las legiones de los ángeles, con las alas abiertas, diciendo: Santo, Santo, Santo. y vio las doce casas de la luz, y en la puerta de cada una un guardián.

9. y vio la puerta grande de los Jerusalenes celestes, y escritos sobre ella los nombres de los justos Abraham, Isaac, Jacob, David y todos los profetas, desde Adán.

10. Y, al entrar la bienaventurada María por la primera puerta, los ángeles se inclinaron y la alabaron, y al entrar por la otra puerta, los querubines le ofrecieron sus plegarias y, al entrar por la tercera, la glorificaron los serafines.

11. y cuando pasó la cuarta puerta, miríadas de ángeles la alabaron, y cuando cruzó la quinta, la loaron el trueno y la tempestad, y cuando traspuso la sexta, los ángeles exclamaron: Santo, Santo, Santo es el Señor Sabaoth. Salud y gloria a ti. El Señor sea contigo, alabada entre todas las mujeres, y alabado sea el que ha nacido de ti.

12. y cuando pasó la séptima puerta, la luz la loó, y cuando cruzó la octava, la alabaron la lluvia y el rocío, y en la novena, Gabriel y Miguel y los demás ángeles la adoraron, y en la décima, el Sol, y la Luna, y las estrellas, y los restantes astros la adoraron.

13. Y en la oncena, la loaron las almas de los discípulos, los profetas y los justos.

14. y en la duodécima vio a su Hijo, rodeado de gran esplendor y sentado en su trono, y ella se inclinó ante la majestad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

15. Y, volviendo los ojos a la Jerusalén celeste, quedó llena de estupor, sin poder comprender lo que veía, y el Señor le tomó la mano y le mostró los bienes y los tesoros de la Santa Iglesia, y otras cosas que no puede el ojo verlas, ni oírlas el oído, ni la lengua contarlas, ni el espíritu humano comprenderlas. y esas cosas serán otorgadas a los fieles, y gozarán de ellas por todos los siglos.

16. y la bienaventurada María fue hacia el Libertador de las criaturas, y él le dijo: Ésta es la morada de Enoch, donde él es alabado constantemente. Amén.

 

CAPITULO VII – MARÍA RUEGA AL CRISTO POR LOS PECADORES

1. y la bienaventurada María alzó los ojos, y vio muchos hombres que se movían, e innumerables tabernáculos. y había gran olor de incienso, y muchos cánticos, y todos los reunidos loaban a Dios.

2. y dijo María: Oh, Señor, ¿qué hombres son ésos?

3. y él contestó: Son los tabernáculos de los justos, y esas luces significan el honor de que gozan junto a mí. Y en el último día, resucitarán para gozar de estos bienes, y disfrutarán de una alegría aún más grande, y existirán por los siglos de los siglos.

4. y he aquí que la bienaventurada María vio otra región, muyoscura, de la que salía mucho humo, y un fétido olor, como de azufre, y un gran fuego. y en él muchos hombres que gritaban y que lloraban.

5. y dijo María: Señor, ¿qué hombres son esos que sufren en el fuego y en las tinieblas?

6. y él dijo: Es la región de la gehenna, en que están los pecadores, y ahí permanecerán hasta el último día, en que sus almas volverán a sus cuerpos, y sentirán una angustia y un dolor extremados, porque no habrán hecho penitencia de sus faltas, y estarán atormentados por un remordimiento continuo, como por un gusano roedor que no muere ni duerme. Y esto es porque, rebeldes a mis mandatos, han rechazado mi gracia y negado mi divinidad.

7. y cuando María vio las alabanzas de los justos, tuvo gran alegría, y cuando vio lo que esperaba a los pecadores, sintió gran tristeza, y rogó al Señor que tuviese piedad de los pecadores y los tratase con más dulzura, porque la naturaleza humana es débil. Y él se lo prometió.

8. Y tomándola de la mano, la llevó al Paraíso espléndido y santo, acompañada de todos los justos.

9. y he aquí que llegaron antes a Pedro, Pablo y Juan, pidiéndoles que anunciasen todo lo concerniente a María, y que se había aparecido a muchas personas dignas de crédito.

10. y he aquí uno de sus milagros: Había en el mar noventa y dos buques, y estaban a merced del viento y de las olas. Y los marineros invocaron a María, y ella se les apareció, y fueron salvados.

11. y unos viajeros sorprendidos por ladrones invocaron a María, y ella se les apareció e hirió a los malhechores como el rayo, y quedaron ciegos, y los viajeros salvados adoraron al Señor.

12. Y, habiendo caído en un pozo el hijo de una viuda, ésta invocó a María, y dijo: ¡Oh Santa María, asísteme y salva a mi hijo! y la Virgen apareció y sacó del pozo a su hijo, y éste no se ahogó.

13. y un hombre enfermo gravemente hacía seis años había dado mucho dinero a los médicos, sin conseguir curar. y quemó incienso, y dijo: ¡Oh Santa María, Madre del Redentor, vuelve los ojos a mi cuita y sálvame! Y ella le apareció, y lo tocó, y él curó de su enfermedad, y fue al templo, y dio gracias a Dios ya la Virgen.

14. y un gran barco lleno de hombres naufragó en el mar, y ellos gritaron: ¡Protégenos, oh Virgen bendita! y se les apareció, y los condujo a tierra sanos y salvos.

15. y un dragón, que salió de una caverna, atacó a dos mujeres que iban de viaje, y al ir a devorarlas invocaron a María, diciendo: Sálvanos. Y se apareció la Virgen María, e hirió con su mano al dragón, y le abrió la cabeza hasta las orejas, y las mujeres alabaron a Dios.

16. y un mercader reunió mil dineros para comprar mercancías, y perdió su bolsa, y no lo notó hasta transcurrido gran trecho, y se puso a golpearse el rostro ya llorar. y luego imploró a la Virgen, diciendo: ¡Oh bienaventurada Virgen, asísteme! y ella se le presentó y dijo: Sígueme y no te aflijas. Y la siguió hasta el lugar en que perdió su bolsa, y la encontró, y siguió su camino alabando a Dios ya Nuestra Señora.

17. y cuando los discípulos supieron los milagros obrados en Roma y en otros sitios, glorificaron a Dios, y tuvieron gran júbilo y escribieron las cosas que había hecho María en su vida y después de su muerte. Y era el año 345 de la era de Alejandro.

18. y hubo muchos milagros en otras ciudades que, si se escribiesen, llenarían infinidad de libros.

19. y los discípulos dijeron: Celebremos su fiesta tres veces cada año, porque sabemos que los ángeles la ensalzan con júbilo, y que por ella el mundo será salvado.

20. y marcaron para celebrar su conmemoración el segundo día siguiente a la Natividad del Señor, para que las malas hierbas pereciesen, y para que las mieses prosperasen, y para que los reyes fuesen protegidos por María, y para que no hubiese guerra entre ellos.

21. y fijaron el día decimoquinto del mes para que los insectos no saliesen a destruir las siembras, lo que trae el hambre, y hace que los hombres vayan entonces a los lugares santos a pedir que Dios los libre de tal plaga.

22. y señalaron el tercer día de su fiesta en el15 del mes, que es cuando ella salió del mundo, e hizo milagros, y cuando los árboles y los frutos maduran.

23. y dispusieron que, al llevar una ofrenda al Señor, se presentaría en la iglesia, y que los sacerdotes debían orar sobre ella, y decir: Hemos establecido los ritos según los cuales deben los que están bautizados ofrecer sus sacrificios, para que no tengan nada de común con los que no creen en ti ni en tu madre, que a los que creen ya les has ofrecido tus bienes. Concédenos la alegría y los bienes que has prometido a tus elegidos. Danos esos bienes que no puede ver el ojo, ni oír la oreja, ni comprender el espíritu. Y atiende a nuestras plegarias por el rebaño que ves en torno nuestro. Recíbelos en tu custodia, y ayúdalos, sin consentir que ninguno perezca, en nombre de Santa María y de todos los santos. Amén.

24. y mientras los discípulos estaban en oración en los lugares sagrados, he aquí que el Señor Jesucristo se les apareció, diciendo: Regocijaos, que cuanto pedís se os dará, y vuestros deseos se cumplirán en vuestro Padre celeste.

25. y la bienaventurada María me ha mostrado a mí, Juan, que predico el Señor, aunque indigno, todas las cosas que Cristo le ha mostrado, y me ha dicho: Escribe estos hechos, hijo, y añádelos a los libros que escribiste antes de yo salir de este mundo perecedero. Y te pedirán que los muestres, y quienes los lean serán henchidos de gozo, y alabarán el nombre de Dios,
y, aunque indigno, el mío.

26. y te hago saber que en el fin de los tiempos los hombres estarán llenos de desgracias, y de guerras, y de hambres, y de terror, por culpa de los muchos pecados que habrán cometido y de su poca caridad.

27. y muchas calamidades barrerán la tierra. Y sólo será preservado el hombre que se humille, y el que desee los bienes divinos, y el que trabaje con denuedo en hacer el bien, y el que ejerza la caridad y la misericordia, y el que tema la cólera de su Creador.

28. y muchos milagros se verán en el cielo y en la tierra. Y vendrá el Hijo eterno, nacido del Padre antes de los siglos, y llegará a Betlehem, y no hallará entre los hombres fe ni justicia.

29. y la bienaventurada María me llamó: Hijo mío, y yo le dije: Oh madre mía, la salud sea contigo, y tu bendición se expanda a doquiera vuelvas tus ojos. Yo espero en tus plegarias y en tu intercesión. Libra al mundo de sus dolores y haz que los hombres entren en el sendero de la fe y de la verdad. No falte el amor del Señor a Adán ni a su raza, creada por la mano de Dios, y el enemigo del hombre sea apartado por la misericordia del Señor.

30. y la bienaventurada María contestó: Amén. y los años que la Virgen, madre de Dios, vivió sobre la tierra, fueron cincuenta y nueve, y desde su natalicio hasta que entró en el templo habían pasado tres años. Y estuvo once y tres meses en el templo, y llevó nueve meses en su seno al Señor Jesús, y pasó treinta años con él, cuando vivía sobre la tierra, y desde su ascensión al cielo pasaron once años, y así se completan los cincuenta y nueve. Confiemos en sus ruegos cerca de su Hijo querido para salvar nuestras almas por los siglos de los siglos. Amén. El humilde José, hijo de Khalil Nunnak, ha trascripto esta historia. Dios incluya en su misericordia cuantos la escribieron, la leyeron o la oyeron. Amén.

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Doctrina Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA REFLEXIONES Y DOCTRINA

Documentos Históricos sobre la Asunción

Presentamos dos documentos históricos reseñados por el Padre Cardoso en su publicación “La Asunción de María Santísima”.

El primero es la carta de Dionisio el Egipcio o el Místico (no Dionisio el Areopagita, discípulo de San Pablo) a Tito, Obispo de Creta, que data de fines del Siglo III a mediados del Siglo IV, y publicada por primera vez en alemán por el Dr. Weter de la Facultad de Tubinga en 1887. Dice el Padre Cardoso que el Dr. Nirschl, que la ha estudiado, fija como fecha el año 363, declarándola absolutamente auténtica. Esta misma carta ha sido mencionada en el Capítulo 5 de nuestro estudio (¿Existe un sepulcro de la Santísima Virgen María?) al tratar de definir el sitio de la sepultura de María.

Este documento histórico es importantísimo para conocer cuál era la tradición en Jerusalén acerca de la Asunción de María, pues es lo más próximo que se conoce a la tradición de los mismos testigos presenciales del hecho, es decir, los Apóstoles. Dice así:
“Debes saber, ¡oh noble Tito!, según tus sentimientos fraternales, que al tiempo en que María debía pasar de este mundo al otro, es a saber a la Jerusalén Celestial, para no volver jamás, conforme a los deseos y vivas aspiraciones del hombre interior, y entrar en las tiendas de la Jerusalén superior, entonces, según el aviso recibido de las alturas de la gran luz, en conformidad con la santa voluntad del orden divino, las turbas de los santos Apóstoles se juntaron en un abrir y cerrar de ojos, de todos los puntos en que tenían la misión de predicar el Evangelio. Súbitamente se encontraron reunidos alrededor del cuerpo todo glorioso y virginal. Allí figuraron como doce rayos luminosos del Colegio Apostólico. Y mientras los fieles permanecían alrededor, Ella se despidió de todos, la augusta (Virgen) que, arrastrada por el ardor de sus deseos, elevó a la vez que sus plegarias, sus manos todas santas y puras hacia Dios, dirigiendo sus miradas, acompañadas de vehementes suspiros y aspiraciones a la luz, hacia Aquél que nació de su seno, Nuestro Señor, su Hijo. Ella entregó su alma toda santa, semejante a las esencias de buen olor y la encomendó en las manos del Señor. Así es como, adornada de gracias, fue elevada a la región de los Angeles, y enviada a la vida inmutable del mundo sobrenatural.

“Al punto, en medio de gemidos mezclados de llantos y lágrimas, en medio de la alegría inefable y llena de esperanza que se apoderó de los Apóstoles y de todos los fieles presentes, se dispuso piadosamente, tal y como convenía hacerlo con la difunta, el cuerpo que en vida fue elevado sobre toda ley de la naturaleza, el cuerpo que recibió a Dios, el cuerpo espiritualizado, y se le adornó con flores en medio de cantos instructivos y de discursos brillantes y piadosos, como las circunstancias lo exigían. Los Apóstoles inflamados enteramente en amor de Dios, y en cierto modo, arrebatados en éxtasis, lo cargaron cuidadosamente sobre sus brazos, como a la Madre de la Luz, según la orden de las alturas del Salvador de todos. Lo depositaron en el lugar destinado para la sepultura, en el lugar llamado Getsemaní.

“Durante tres días seguidos, ellos oyeron sobre aquel lugar los aires armoniosos de la salmodia, ejecutada por voces angélicas, que extasiaban a los que las escuchaban; después nada más.

“Eso supuesto para confirmación de lo que había sucedido, ocurrió que faltaba uno de los santos Apóstoles al tiempo de su reunión. Este llegó más tarde y obligó a los Apóstoles que le enseñasen de una manera palpable y al descubierto el precioso tesoro, es decir, el mismo cuerpo que encerró al Señor. Ellos se vieron, por consiguiente, obligados a satisfacer el ardiente deseo de su hermano. Pero cuando abrieron el sepulcro que había contenido el cuerpo sagrado, lo encontraron vacío y sin los restos mortales. Aunque tristes y desconsolados, pudieron comprender que, después de terminados los cantos celestiales, había sido arrebatado el santo cuerpo por las potestades etéreas, después de estar preparado sobrenaturalmente para la mansión celestial de la luz y de la gloria oculto a este mundo visible y carnal, en Jesucristo Nuestro Señor, a quien sea gloria y honor por los siglos de los siglos. Amén”.

El segundo documento es de San Juan Damasceno, Doctor de la Iglesia. Es un sermón por él predicado en la Basílica de la Asunción en Jerusalén, por el año 754, ante varios Obispos y muchos Sacerdotes y fieles:
“Ahí tenéis con qué palabras nos habla este glorioso sepulcro. Que tales cosas hayan sucedido así, lo sabemos por la “Historia Eutiquiana”, que en su Libro II, capítulo 40, escribe:

`Dijimos anteriormente cómo Santa Pulqueria edificó muchas Iglesias en la ciudad de Constantinopla. Una de éstas fue la de las Blanquernas, en los primeros años del Imperio de Marciano. Habiendo, pues, construído el venerable templo en honor de la benditísima y siempre Virgen María, Madre de Dios … buscaban diligentemente los Emperadores llevar allí el sagrado cuerpo de la que había llevado en su seno al Todopoderoso, y llamando a Juvenal, Arzobispo de Constantinopla, le pidieron las sagradas reliquias’.

“Juvenal contestó en estos términos: `Aunque nada nos dicen las Sagradas Escrituras de lo que ocurrió en la muerte de la Madre de Dios, sin embargo nos consta por la antigua y verídica narración que los Apóstoles, esparcidos por el mundo por la salud de los pueblos, se reunieron milagrosamente en Jerusalén, para asistir a la muerte de la Santísima Virgen.’

“La Historia Eutiquiana nos dice luego, que los Apóstoles, después de la sepultura de la Virgen, oyeron durante tres días los coros angélicos; después nada más. Ahora bien, como Santo Tomás llegó tarde, abrieron la tumba y debieron comprobar que no estaba allí el sagrado cuerpo. Repuestos de su estupor, no acertaron los Apóstoles a inferir otra cosa, sino que Aquél que le plugo nacer de María, conservándola en su inviolable virginidad, se complació también en preservar su cuerpo virginal de la corrupción y en admitirlo en el Cielo antes de la resurrección general’

“Oído este relato, Marciano y Pulqueria pidieron a Juvenal que les enviase el ataúd y los lienzos de la gloriosa y santísima Madre de Dios, todo cuidadosamente sellado. Y, habiéndolos recibido, los depositaron en la dicha Iglesia de la Madre de Dios en las Blanquernas. Y es así como sucedió todo esto”.

Nos dice el Padre Cardoso que esta “Historia Eutiquiana”, de la que tomó San Juan Damasceno el relato, se cree por los Padres Bolandistas, que data de San Eutiquio, contemporáneo y amigo de San Juvenal, el cual ocupó la sede de Jerusalén del año 418 al 458. El relato de San Juvenal es considerado como absolutamente histórico y nos dice que la Iglesia Católica lo ha incluido en el Breviario (Liturgia de las Horas).

Por otra parte, no cabe la menor duda de que el ataúd y mortaja de María fueron, desde la segunda mitad del Siglo V, objeto de veneración para los fieles en la Basílica de los Blanquernos en Constantinopla.

Fuente: Bienaventurada.com

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Foros de la Virgen María MENSAJES Y VISIONES

Relato de la Virgen sobre su Asunción a Amparo Cuevas vidente de El Escorial

El 15 de agosto de 1986 la Virgen María relata a Amparo Cuevas, la vidente de El Escorial (España) como fue su asunción al los cielos. Comienza relatando algo de su vida para luego contar su tránsito a los cielos: la llamada a los apóstoles, los preparativos de éstos, su pedido para que su cuerpo no sea tocado por nadie, y la visión de la venida de el Señor a buscarla, el recibimiento de Dios Padre en los cielos y del Espíritu Santo…

Hija mía, quiero que participes hoy de alguna parte del tránsito de mi vida terrestre a la del Cielo, hija mía. Primero mi alma y todo mi cuerpo.Cuando acariciaba sus cabellos rubios como el oro, hija mía, entre mis dedos tocaba las espinas que un día iban a punzar su cabeza. Esa cabecita tan pequeña sería bañada en sangre por los pecados de los hombres.Mi Corazón sufrió mucho tiempo, hija mía, porque vio, desde Niño, la amargura que iba a pasar mi Hijo.Veía sus grandes ojos y ese rostro tan divino, lleno de hermosura, cómo iba a quedar desfigurado por la maldad de los hombres, hija mía. Todo esto lo sufrió mi Corazón.

Cuando Dios mi Creador mandó a un cortesano para comunicarme que iba a ser Madre del Verbo Humanado, mis entrañas se estremecieron de gozo en ese mismo instante.

Luego, hija mía, cuando nació el Verbo y lo tuve en mis brazos, también sentí un gran gozo; esta criatura no era digna de ser Madre de Dios mi Creador, pero mi cuerpo se estremeció de una gran alegría. Pero luego, el dolor atravesó mi Corazón de parte a parte por una espada.

Cuando el Niño iba creciendo y acariciaba sus manitas, veía sus clavos en ellas y sus manos manchadas de sangre; esa Víctima inocente…

Cuando le veía que venía con sus bracitos abiertos a abrazar a su Madre, veía sobre ellos la Cruz que atravesaría sus manos de parte a parte. Cuando acariciaba sus pies, veía los clavos atravesados de un lado a otro.

Luego, cuando iba creciendo, veía su rostro tan bello -esa belleza no era de este mundo-…

Luego, cuando mi Hijo iba creciendo, le acompañaba en sus predicaciones y mi Corazón rebosaba de gozo, hija mía. Pero esa espada seguía clavada dentro de mi Corazón.

Y el dolor más grande fue cuando me quedé en este destierro tanto tiempo sola, en silencio, para reparar los pecados que los hombres cometerían a la Iglesia de mi Hijo; y quedé aquí para dar testimonio de esa Iglesia; porque mi Hijo la hizo santa, pero los hombres la han “desartificiado” . ¡Con la santidad que tenía!…

Luego, cuando llegó mi hora, después de mucho tiempo de dolor y de silencio, recogimiento y de reparación de los pecados de las almas, sentí este gran gozo de ser mi alma transportada al Cielo. Dios, mi Creador, me hizo ver este momento feliz que vas a ver, hija mía.

LUZ AMPARO: Veo a la Virgen orando en una cosa cuadrada de madera, de rodillas; está orando por los pecados de la Humanidad. Dice que su hora se acerca, que sólo faltan tres días.

Llama a los ángeles que la acompañan y les dice: “Id a Roma y avisad a Pedro. Que también venga Pablo y vengan todos los Apóstoles. Comunícales que su Madre y Reina va a dejar este mundo. Ha llegado la hora”…

Dice: “Gracias, Dios, mi Creador, que me vas a hacer participar de tu gloria”.

¡Ay, cuántos llegan! ¡Ay!, Pedro, Pablo, Juan también, Santiago -¿Es él?-, Andrés, él es. Ése, ¿Cuál es? Manuel, otro… ¡Ay, cuántos llegan! ¿Quién son todos ésos? ¡Ah!, son discípulos.

Los llama Pedro. ¿Qué va a hacer? Y les dice a todos… -¡Huy, cuántos!-:

“Sentaos, hermanos míos; tengo que daros una dura noticia; muchos no lo sabéis. Me ha comunicado un cortesano que María, nuestra Madre, nos va a dejar. Siento un gran dolor dentro de mi corazón. Siempre nos ha protegido y nos ha guiado. Ha sido nuestra Madre y nuestra Reina y nuestro refugio aquí, en la Tierra”.

Está llorando; todos lloran… “No sé si podré seguir dándoos la noticia, hermanos míos; la garganta se me hace…”.

¡Ay, pobrecito, cómo llora! “¡Ah! Se me despedaza el corazón. Se nos va, ¡Ay! Pero tenemos que ser fuertes. ¡Ay!, tú, Juan, vete y dedica todo tu tiempo a estar con Ella y prepara todo para su tránsito”.

¡Cómo lloran, pobrecitos! ¡Ay! Miran al Cielo y dicen: “Dios celestial…”.

¡Ay, los deja solos! ¡Ayyy! Pedro dice:

“Siempre estaremos con Ella. Esta amargura que siente nuestro corazón -¡Ay!-, un día se convertirá en felicidad estando cerca de Ella. Tenéis que ser fuertes. Ya no tenemos una Madre que nos proteja y nos guíe y nos aconseje; pero hay que seguir; y todos daremos la vida por Jesús. ¡Seremos fuertes!”.

Se van; bendice a todos; se van llorando todos. Llegan ahí, a donde están esas mujeres de ahí…

¡Ay! ¿Dónde estás, pobrecita? (Se refiere a la Virgen). ¿Ya estás preparada?… ¡Ay! Está ahí acostada en esa…, eso es un tarimón de ésos, igual que lo que había allí, en mi pueblo. El tarimón ese… ¡Ay! Está acostada ahí. Pero, ¡Qué guapa estás!

¡Ay! Llegan todos y se ponen ahí, a su alrededor. Inclinan la cabeza (Luz Amparo, de rodillas, imita ese gesto e inclina la cabeza hasta el suelo).

¡Ay!, la saludan. Ella se levanta. Pedro no quiere. “No os mováis, Señora”, le dice.

¡Huy! ¿Qué va a hacer? ¡Pobrecita, si ya no puede!… No tiene fuerza. ¡Ay!, se pone de rodillas.

Le dice a Pedro: “Pedro, quiero seguir dando testimonio de la Iglesia hasta mi último momento aquí, en la Tierra. Os repito, como os decía mi Hijo: seguid predicando y amaos unos a otros”.

¡Ay, pobrecitos todos!

(Prosigue la Virgen). “Quiero que uno por uno me deis vuestra bendición. He hecho en todo la voluntad de Dios para dar testimonio de la Iglesia. He orado, he reparado los pecados de los hombres.

Pero, si algo hice mal, o algo malo hice con vosotros, os pido perdón; dadme vuestra bendición. Tú, Pedro, tienes que ser fuerte. Sufrirás mucho. Tú Pablo, también. Juan también; Andrés y Santiago y todos vosotros. Yo he sido una buena Madre para todos; pero perdonad si alguna falta he cometido contra vosotros”.

(Continúa Luz Amparo emocionada pintando la escena). Le da Pedro la bendición. ¡Ay, pobrecito! ¡Ay, los otros también! Uno por uno, todos, todos… ¡Ay, ay, pobrecita! Pero si Ella no necesita tantas cosas…

“Os pido que se cumpla, Pedro, mi última voluntad, la que pedí a mi Hijo: que mi cuerpo no sea tocado por nadie.

Sé que has mandado a Juan para que las doncellas entren y perfumen todo mi cuerpo; pero mi última voluntad es que mi cuerpo no sea tocado por nadie.

Toda mi vida, nadie ha visto mi cuerpo. Sólo mi rostro, para ser conocida, he dejado al descubierto.

También te pido, Pedro: tengo dos túnicas de gran valor regaladas por mi prima Isabel. Ruego las repartas a estas doncellas que tan bien y tan humildemente han vivido conmigo durante toda su vida. También os digo: perseverad en la caridad y perseverad en la humildad”.

Todos lloran. Agachan las cabezas y la saludan. ¡Ay, pobrecita! Se pone Ella sobre la tarima. Todos agachan el rostro al suelo.

Pedro dice: “Adiós, Reina y Señora de todo lo creado. Madre nuestra, ruega ante Dios celestial que nos dé fuerzas para poder amar hasta el fin de nuestra vida al Divino Redentor, a Dios nuestro Creador y a Vos, Madre bendita. Que seamos fieles vasallos en la Tierra hasta los siglos de los siglos”.

¡Oy!, ¿Qué tiene en el pecho? La Virgen tiene en el pecho una gran luz, como un sagrario, ahí… ¡Oy, eso es!… ¡Ay!, ¿Qué es eso?

“En la hora de mi muerte doy testimonio de la Eucaristía. En este sagrario he conservado a mi Hijo durante toda mi vida. He reparado las ofensas que han hecho los seres humanos y los sacrilegios que han cometido con este divino Cuerpo”.

¡Oy, está ahí en el centro! ¡Ay, viene a por Ti! ¡Sale de ahí el Señor! ¡Ay, ay, ay, qué cosas!… ¡Ay, y sale de ahí! ¡Ay!

“He llevado conmigo, durante toda mi vida, este tabernáculo sagrado”.

¡Ay, ay! ¡Huy, qué luz tiene! ¡Huy, qué guapa estás! ¡Ay, ahí estás Tú también! ¡Oy!, viene a transportar a su Madre, ¿También? ¿Quién viene también ahí? ¿Todos? ¡Ay, ésa es la madre de la Virgen!, ¿También? Y su padre. ¡Huy!, todos los que nac… ¡Huy!, los que se murieron antes. Están todos ahí juntos. ¡Huyyy! Todos van a acompañarla, ¡Todos!

Ya se ha dormido. ¡Oy, pobrecita! ¡Ay, ay, no la toquéis, porque no quiere! (Luz Amparo -según comentario posterior- intenta desdoblar un pliegue del manto de la Virgen y nota que la ropa está rígida. En las imágenes se ve claro el ademán de Amparo, la cual expresa su extrañeza). ¡Ay! Pero, ¿Cómo tiene esto así? ¡Está pegado! ¡Uh!…; ¡ay!, el traje está pegado a la tabla, ¡Ay!, porque nadie podrá tocar su cuerpo. ¡Huy!… ¡Ay, el Señor, pobrecito, va con Ella también! Pues, si te has muerto antes, ¿Cómo estás… todos ahí? ¡Puf, huyyy, cuántos ángeles, cuántos, cuántos!

¡Buuuy! ¿A dónde la vais a llevar ahora? ¡Ay, qué luz! Y ¡cómo cantan todos! Todos cantan. Le hacen una reverencia con la cabeza hasta el suelo. Ya se la van a llevar. ¡Huy, pobrecitos! ¡Pobrecita! ¿Dónde la lleváis? ¡Mira, qué día también, el Viernes Santo!…

¿También se muere Ella? O ¿Se duerme?… Y ¡qué calor! Hace el mismo calor que cuando te -¡uh!-…, te estabas en la Cruz Tú. ¡Ay, Señor, qué grande eres! ¿Dónde la vais a llevar?

“La llevaré con todos mis cortesanos, todos los profetas, todos los mártires, todos los santos, Adán y Eva…, al Valle de Josafat”.

¡Huy…, ay! ¡Ay!, don…, ¿Otra vez la…? Pues, si es igual que lo Tuyo la piedra esa. ¿Van a meter ahí? ¡Uuuh!

“Por ser Madre de Dios, resucitará igual que yo, al tercer día. Su alma será llevada al Paraíso y su cuerpo permanecerá tres días en este mismo lugar”.

¡Huy…, bueno! Huy, una se queda y otra se va. ¡Es el alma! ¡Huy, cómo es!…

¡Ay, qué luz!… ¡Ay, sale una luz de ahí! ¡Ay!, ¿Dónde la lleváis ya?

Pues está ahí, está ahí. ¡Ay!, ése es el espíritu, y ése es el cuerpo.

¡Bueno, qué lío! ¡Ay!, ¿Dónde va a entrar? ¡Qué voz se oye! Una voz -¡Qué fuerte!- la llama:

“Sube, hija mía, amada mía, entra en el trono que hay preparado para Ti. Nadie ha pisado en este lugar. Sólo tu planta virginal es la que pisará”.

¡Uf! ¡Hala, todos!… ¡Qué luces! Ahora la misma que ha subido baja, ¡huy…, se mete ahí dentro del sepulcro! ¡Huy, cómo se mueve ese otro cuerpo! ¡Huyyy, qué cosas…, qué luz…, huy, qué luz! ¡Ay, se la llevan ya!… ¡Ay, cómo sube con todos los ángeles!

Se vuelve a oír la voz:

“Sube, María, hija mía. Ya has dejado ese destierro de dolor y te sentarás en el trono como Emperatriz de Cielo y Tierra”.

Ahora se oye otra voz, que es la del Verbo:

“Madre mía, ¡Sube, sube!, que estamos esperando en el trono que tenemos preparado para Ti. Gracias, Madre, por haberme alimentado y criado con tu leche virginal.
Serás casi igual a mí. Todos los títulos serán concedidos por las tres Divinas Personas; por el Padre, por el Hijo, que soy el Verbo”.

Y el Espíritu Santo le dice:

“Ven, Esposa mía, amada mía, paloma mía, ven, que serás coronada y tendrás gran poder sobre el mundo y para salvar a la Humanidad. Tu planta virginal aplastará al enemigo, y serás Reina de Cielo y Tierra”.

¡Ay, ay, le ponen esa corona!… ¡Ay, qué guapa estás!

“Pero nadie pisará este lugar; ni aun los serafines ni los querubines. Está preparado sólo para Ti”.

¡Ay, ay, qué grande es eso! ¡Ay, ay! ¡Ayyy!… Vuelven a reverenciar los ángeles todos. ¡Ay, ay!…

(Tras larga pausa interviene un ángel):

“Reina y Señora, aquí estamos postrados a tus plantas virginales. Somos vasallos tuyos; ordénanos, que haremos cuanto nos ordenes” (Luz Amparo expresa admiración).

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Foros de la Virgen María María de Jesús de Agreda MENSAJES Y VISIONES

Visión de la Asunción de Nuestra Señora por Sor María de Jesús de Agreda

De la «Mística Ciudad de Dios». 3ra. parte, lib. VIII, cap. 21.
¿Quién es ésta, que va subiendo cual aurora naciente bella como la luna, brillante como el sol, terrible como un ejército formado en batalla? (Cant. 6, 9.)

El día tercero que el alma santísima de María gozaba de esta gloria para nunca dejarla, manifestó el Señor a los santos su voluntad divina de que volviese al mundo y resucitase su sagrado cuerpo uniéndose con él, para que en cuerpo y alma fuese otra, vez levantada a la diestra de su Hijo santísimo, sin esperar a la general resurrección de los muertos.

La conveniencia de este favor y la consecuencia que tenía con los demás que recibió la Reina del cielo y con su sobreexcelente dignidad, no la podían ignorar los santos, pues a los mortales es tan creíble que, aún cuando la santa Iglesia no la aprobara, juzgáramos por impío y estulto al que pretendiera negarla.

Pero conociéronla los bienaventurados con mayor claridad, y la determinación del tiempo y hora, cuado en sí mismo les manifestó su eterno decreto y cuando fue tiempo de hacer esta maravilla, descendió del cielo el mismo Cristo nuestro Salvador, llevando a su diestra el alma de su beatísima Madre, con muchas legiones de ángeles y los padres y profetas antiguos.

Y llegaron al sepulcro en el valle de Josafat y estando todos a la vista del virginal templo habló el Señor con los santos y dijo estas palabras: «Mi Madre fue concebida sin mácula de pecado, para que de su virginal sustancia purísima y sin mácula me vistiese de la humanidad en que vine al mundo y le redimí del pecado. Mi carne es carne suya, y ella cooperó conmigo en las obras de la redención, y así debo resucitarla como yo resucité de los muertos, y que esto sea al mismo tiempo y a la misma hora, porque en todo quiero hacer a mi semejante».

Todos los antiguos santos de la naturaleza humana agradecieron este beneficio con nuevos cánticos de alabanza y gloria del Señor. y los que especialmente se señalaron fueron nuestros primeros padres Adán y Eva, y después de ellos Santa Ana, San Joaquín y San José, como quien tenía particulares títulos y razones para engrandecer al Señor en aquella maravilla de su omnipotencia.

Luego la purísima alma de la Reina con el imperio de Cristo su Hijo santísimo entró en el virginal cuerpo y le informó y resucitó, dándole nueva vida inmortal y gloriosa y comunicándole los cuatro dotes de claridad, impasibilidad, agilidad y sutileza, como correspondientes a la gloria del alma, de donde se derivan a los cuerpos.

Con estos dotes salió María santísima en alma y cuerpo del sepulcro, sin remover ni levantar la piedra con que estaba cerrado y porque es imposible manifestar su hermosura, belleza y refulgencia de tanta gloria no me detengo en esto. Bástame decir que, como la divina Madre dio a su Hijo santísimo la forma de hombre en su tálamo virginal y se la dio pura, limpia, sin mácula e impecable para redimir al mundo, así también en retorno de esta dádiva la dio el mismo Señor en esta resurrección y nueva generación otra gloria y hermosura semejante a Sí mismo.

Luego desde el sepulcro se ordenó una solemnísima procesión con celestial música por la región del aire, por donde se fue alejando para el cielo empíreo. Y sucedió esto a la misma hora que resucitó Cristo nuestro Salvador, domingo inmediato después de media noche; y así no pudieron percibir esta señal por entonces todos los apóstoles fuera de algunos que asistían y velaban al sagrado sepulcro.

Entraron en el cielo los santos y ángeles con el orden que llevaban, y en el último lugar iban Cristo nuestro Salvador y «a su diestra la Reina vestida de oro de variedad, como dice David, y tan hermosa que pudo ser admiración de los cortesanos del cielo. Convirtiéronse todos a mirarla y bendecirla con nuevos júbilos y cánticos de alabanza.

Allí se oyeron aquellos elogios misteriosos que dejó escritos Salomón: «Salid, hijas de Sión, a ver a vuestra Reina, a quien alaban las estrellas matutinas y festejan los hijos del Altísimo. ¿Quién es ésta que sube del desierto, como varilla de todos los perfumes aromáticos? ¿Quién es ésta que se levanta como la aurora, más hermosa que la luna, electa como el sol y terrible como muchos escuadrones ordenados? ¿Quién es ésta que asciende del desierto asegurada en su dilecto y derramando delicias con abundancia? ¿Quién es ésta en quien la misma divinidad halló tanto agrado y complacencia sobre todas sus criaturas y la levanta sobre todas al trono de su inaccesible luz y majestad? ¡Oh maravilla nunca vista en los cielos!, ¡oh novedad digna de la sabiduría infinita!, ¡oh prodigio de esa omnipotencia que así la magnificas y engrandeces!».

Con estas glorias llegó Maria santísima en cuerpo y alma al trono real de la beatísima Trinidad, y las tres divinas Personas la recibieron en él con un abrazo indisoluble.

El eterno Padre le dijo: Asciende más alta que todas las criaturas, electa mía, hija mía y paloma mía.

Allí quedó absorta María santísima entre las divinas Personas y como anegada en aquel piélago interminable y en el abismo de la divinidad; los santos llenos de admiración, de nuevo gozo accidental.

El Verbo humanado dijo: Madre mía, de quien recibí el ser humano y el retorno de mis obras con tu perfecta imitación, recibe ahora el premio de mi mano que tienes merecido.

El Espíritu Santo dijo: Esposa amantísima, entra en el gozo eterno que corresponde a tu fidelísímo amor y goza sin cuidados, que ya pasó el invierno del padecer y llegaste a la posesión eterna de nuestros abrazos.

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Foros de la Virgen María Mensajes a Santa Brígida: Suecia MENSAJES Y VISIONES

Mensaje de la Virgen María sobre su Asunción a Santa Brígida

Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos, y alabanza que la Señora hace de san Jerónimo.

 

 

CAPÍTULO 45

Dícele a la Santa la Madre de Dios: ¿Qué te ha dicho ese que presume de sabio, acerca de que la carta de mi amigo san Jerónimo que habla de mi Asunción, no debe leerse en la Iglesia de Dios, porque le parece que en ella dudó el Santo acerca de mi Asunción, porque dijo que no sabía si yo había subido al cielo en cuerpo o no, ni quiénes me llevaron?

Yo, la Madre de Dios, le respondo a ese maestro, que san Jerónimo no dudó de mi Asunción; más, puesto que Dios no reveló claramente esta verdad, no quiso san Jerónimo definir de un modo explícito lo que Dios no había revelado.

Pero acuérdate, hija mía, de lo que antes te dije, que san Jerónimo era compasivo con las viudas, espejo de los verdaderos monjes, y vindicador y defensor de la verdad, y que alcanzó para ti aquella oración con que me saludaste. Mas ahora añado que san Jerónimo fué como medio manejable, por el cual hablaba el Espíritu Santo, y una llama inflamada con aquel fuego que vino sobre mí y sobre los apóstoles en el día de Pentecostés. Felices, pues, los que oyen y siguen estas sus doctrinas.
Admirable vida de la Virgen María después de la Ascensión de su divino Hijo. Háblase también de la Asunción de esta Señora en cuerpo y alma.

 

CAPÍTULO 46

Acuérdate, hija mía, dice la Virgen a la Santa, que hace varios años elogié a san Jerónimo acerca de mi Asunción; pero ahora voy a referirte esta misma Asunción.

Después de la Ascensión de mi Hijo viví yo bastantes años en el mundo, y quísolo Dios así, para que viendo mi paciencia y mis costumbres, se convirtieran al Señor muchas almas, y cobrasen fuerza los apóstoles de Dios y otros escogidos. También la natural disposición de mi cuerpo exigía que viviera yo más tiempo, para que se aumentase mi corona; pues todo el tiempo que viví después de la Ascensión de mi Hijo, visité los lugares en que él padeció y mostró sus maravillas.

Su Pasión estaba tan fija en mi corazón, que ya comiese, ya trabajase, la tenía siempre fresca en mi memoria, y hallábanse mis sentidos tan apartados de las cosas del mundo, que de continuo estaba inflamada con nuevos deseos, y alternativamente me afligía la espada de mis dolores. Mas no obstante, moderaba mis alegrías y mis penas sin omitir nada perteneciente a Dios, y vivía entre los hombres sin atender ni tomar nada de lo que generalmente gusta, sino una escasa comida.

Respecto a que mi Asunción no fué sabida de muchos ni predicada por varios, lo quiso Dios, que es mi Hijo, para que antes se fijase en los corazones de los hombres la creencia de su Ascensión, porque éstos eran difíciles y duros para creer su Ascensión, y mucho más lo hubieran sido, si desde los primeros tiempos de la fe se les hubiese predicado mi Asunción.

Asunción de la Virgen María, con notable revelación sobre el fin del mundo.

 

CAPÍTULO 47

Dice la Virgen a la Santa: Como cierto día, transcurridos algunos años después de la Ascensión de mi Hijo, estuviese yo muy ansiosa con el deseo de ir a estar con Él, vi un ángel resplandeciente como antes había visto otros, el cual me dijo: Tu Hijo, que es nuestro Dios y Señor, me envía a anunciarte que ya es tiempo de que vayas a él corporalmente, para recibir la corona que te está preparada. Y yo le respondí: ¿Sabes tú acaso el día y hora en que he de salir de este mundo? Y me contestó el ángel: Vendrán los amigos de tu Hijo, quienes darán sepultura a tu cuerpo. Enseguida desapareció el ángel, y yo me preparé para mi tránsito, visitando según mi costumbre todos los lugares donde mi Hijo había padecido.

Hallábase un día suspenso mi ánimo en la admiración del amor de Dios, y en aquella contemplación llenóse mi alma de tanto júbilo, que apenas podía caber en sí, y con semejante consideración salió de mi cuerpo. Pero qué cosas y cuán magníficas vió entonces mi alma, y con cuánta gloria la honraron el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y por cuánta muchedumbre de ángeles fué elevada al cielo, ni tú podrías comprenderlo, ni yo te lo quiero decir, antes que se separen tu alma y tu cuerpo, aun cuando algo de todo esto te manifesté en aquella oración cotidiana que te inspiró mi Hijo.

Los que conmigo estaban en la casa en el momento de yo expirar, conocieron bien por el desacostumbrado esplendor, que notaron, que alguna cosa de Dios pasaba entonces conmigo. Vinieron los amigos de mi Hijo enviados por disposición divina, y enterraron mi cuerpo en el valle de Josafat, y los acompañaron infinitos ángeles como los átomos del sol; pero los espíritus malignos no se atrevieron a acercarse. A los pocos días de estar mi cuerpo sepultado en la tierra, subió al cielo con muchedumbre de ángeles. Y este intervalo de tiempo no es sin grandísimo misterio, porque en la hora séptima será la resurrección de los cuerpos, y en la hora octava se completará la bienaventuranza de las almas y de los cuerpos.

La primera hora fué desde el principio del mundo hasta el tiempo en que se dió la ley a Moisés; la segunda desde Moisés hasta la Encarnación de mi Hijo; la tercera, cuando mi Hijo instituyó el bautismo y mitigó la austeridad de la ley; la cuarta, cuando predicaba de palabra y lo confirmaba con su ejemplo; la quinta, cuando mi Hijo quiso padecer y morir, y cuando resucitó de la muerte, y probaba su resurrección con positivos argumentos; la sexta, cuando subió al cielo y envió su Espíritu Santo; la séptima, cuando vendrá a juzgar y todos resucitarán con sus cuerpos para el juicio; la octava cuando se cumplirán todas las cosas que fueron prometidas y profetizadas, y entonces será la bienaventuranza perfecta; entonces se verá Dios en su gloria, y los santos resplandecerán como el sol, y ya no habrá más dolor alguno.

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Beata Ana Catalina Emmerich Foros de la Virgen María MENSAJES Y VISIONES

La casa en Éfeso y la Asunción de María, visiones de Ana Catalina Emmerich

LA CASA DONDE MARÍA VIVÓ SUS ÚLTIMOS AÑOS EN EFESO

En base a esta visión es que se descubrió la Casa de María en Éfeso, Ver…

María no moraba en Éfeso, sino en las cercanías, donde se habían establecido ya varias mujeres. Su casa estaba situada a tres leguas y media de ahí, en la montaña que se veía a la izquierda viniendo de Jerusalén, y que descendía en pendiente hacia la ciudad. Cuando se viene del Sur-Este, Éfeso parece reunida al pié de la montaña; pero a medida que se avanza, se la ve desplegarse todo alrededor. Ante Éfeso se ven hileras de arboles bajo los cuales frutos amarillos se encuentran por el suelo. Un poco hacia el mediodía estrechos senderos conducen sobre la montaña, cubierta de un verdor agreste. La cumbre presenta una planicie ondulada y fértil de una media legua de contorno: es ahí donde se estableció la Santa Virgen. Es un lugar muy solitario, con muchas colinas agradables y fértiles, y algunas grutas excavadas en la roca, en medio de pequeños lugares arenosos. El país es agreste, sin ser estéril; hay por aquí y por allí muchos árboles en forma piramidal, cuyo tronco es liso y cuyas ramas dan una amplia sombra.

Antes de conducir a la santa Virgen a Éfeso, Juan había hecho construir para ella una casa en ese lugar, donde ya muchas santas mujeres y varias familias cristianas se habían establecido, antes incluso de que la gran persecución estallara. Permanecían en tiendas o en grutas, hechas habitables con la ayuda de algunos entablados. Como se habían utilizado las grutas y otros emplazamientos tal y como la naturaleza los ofrecía, sus habitáculos estaban aislados, y a menudo alejadas un cuarto de legua unas de otras; esta especie de colonia presentaba el aspecto de una villa cuyas casas estuvieran dispersas a grandes intervalos. Tras la casa de María, la única que era de piedra, la montaña no ofrecía hasta la cumbre, más que una masa de rocas desde donde se veía, más allá de las copas de los arboles, la villa de Éfeso y el mar con sus numerosas islas (…). El lugar estaba más cercano al mar que Éfeso mismo, que estaba a una cierta distancia. El entorno era solitario y poco frecuentado. Había en las cercanías un castillo donde residía un personaje que era, si no me equivoco, un rey desposeído. San Juan lo visitaba a menudo, y él le convirtió. Este lugar fue más tarde un obispado. Entre esta residencia de la Virgen y Éfeso, serpenteaba un río que hacía innumerables meandros.

La casa de María era cuadrada; la parte posterior se terminaba en redondo o en ángulo; las ventanas estaban hechas a una gran altura; el tejado era plano. Estaba separada en dos partes por el hogar que se situaba en medio. Se encendía el fuego frente a la puerta, en la excavación de un muro, terminado por los dos lados por una especie de escalones que se elevaban hasta el tejado de la casa. En el centro de este muro, corría, a partir del hogar hasta arriba, una excavación semejante a un medio cañón de chimenea, donde el humo subía y se escapaba después por una apertura practicada en el tejado. Encima de esta apertura, vi y tubo de cobre oblicuo que sobrepasaba el tejado.

Esta parte anterior de la casa estaba separada de la parte que estaba tras el hogar por cortinas ligeras en encañado. En esta parte, cuyos muros estaban bastante groseramente construidos y un poco ennegrecidos por el humo, vi a los dos lados pequeñas celdas formadas por tabiques hechos de ramas entrelazadas (cuando se quería hacer una gran habitación, se deshacían estos tabiques que eran poco elevados y se los ponía a un lado. Era en esas celdas en cuestión donde dormían la sierva de María y otras mujeres que le visitaban.

A derecha y a izquierda del hogar, pequeñas puertas conducían a la parte posterior de la casa, que estaba poco iluminada, terminada circularmente o en ángulo, estaba muy limpia y agradablemente dispuesta. Todos los muros estaban revestidos de madera, y el techo formaba una bóveda. Las vigas que la sostenían, unidas entre ellas por otros solivos y recubiertas de follaje, tenían una apariencia simple y decente.

La extremidad de esta pieza, separada del resto por una cortina, formaba la habitación de dormir de María. En el centro de la pared se encontraba, en un nicho, una especie de tabernáculo que se hacía girar sobre si mismo por medio de un cordón, según se quisiera abrir o cerrar. Había una cruz de la largura aproximada de un brazo, con la forma de una Y, así he visto yo siempre la cruz de Nuestro señor Jesucristo. No tenía ornamentos particulares, y a penas estaba entallada, como las cruces que vienen hoy en día de Tierra Santa. Creo que san Juan y María la habían dispuesto ellos mismos. Ella estaba hecha de diferentes especies de madera. Se me dijo que el tronco, de color blanquecino era ciprés; uno de los brazos, de color oscuro, en cedro; el otro brazo tirando a amarillo, en palmera; finalmente, la extremidad, con la tablilla, en madera de olivo amarilla y pulida. La cruz estaba plantada en un soporte de tierra o en piedra, como la cruz de Jesús en la roca del Calvario. A sus pies se encontraba un escrito en pergamino donde estaba escrito algo: eran, creo yo, palabras de Nuestro Señor. Sobre la cruz misma, estaba la imagen del Salvador, trazada simplemente con líneas de color oscuro, con el fin de que se la pudiera distinguir bien. Tuve también conocimiento de las meditaciones de María sobre las diferentes especies de madera de la cual estaba hecha esta cruz. Desgraciadamente, he olvidado estas bellas explicaciones. No se tampoco si la cruz de Cristo estaba realmente hecha de estas diversas especies de madera; o si esta cruz de María había sido hecha así para proveer un alimento a la meditación. Estaba situada entre dos vasos llenos de flores naturales.

Vi también un paño posado cerca de la cruz, y tuve la sensación de que era aquel con el que la Virgen, tras el descendimiento de la cruz, había limpiado la sangre que cubría el sagrado cuerpo del Salvador. Tuve esta impresión, porque a la vista de ese paño, este acto de santo amor maternal me fue presentado ante mis ojos. Sentí, al mismo tiempo, que era como el paño con el que los sacerdotes purifican el cáliz cuando han bebido la sangre del Redentor en el santo sacrificio; María, limpiando las heridas de su Hijo, me pareció que hacía algo semejante; y, por lo demás, en esta circunstancia ella había tomado y plegado de la misma manera el paño con el que se servía. Tuve la misma impresión viendo este paño cerca de la cruz.

A la derecha de este oratorio, estaba la celda donde reposaba la santa Virgen y, frente a esta, a la izquierda del oratorio, otro pequeño reducto donde estaban dispuestos sus vestidos y sus enseres. De una a otra de las celdas, se había extendido una cortina que ocultaba el oratorio situado entre ellas. Era ante esta cortina donde María tenía la costumbre de sentarse cuando leía o trabajaba.

La celda de la santa Virgen se apoyaba por detrás en un muro recubierto de un tapiz; los tabiques laterales eran de encañado ligero, que semejaba a una obra de marquetería. En medio del tabique anterior, que estaba cubierto de una tapicería, se encontraba una puerta liviana, con dos batientes, que se abrían hacia el interior. El techo de esta celda era también un encañado que formaba como una bóveda en el centro de la cual se hallaba suspendida un lámpara con varios brazos. La cama de María era una especie de cofre vacío, de un pie y medio de altura, de la largura y anchura de una cama ordinaria de pequeñas dimensiones. Los lados estaban cubiertos de telas que descendían hasta el suelo y que estaban bordadas con franjas y borlas. Un cojín redondo servía de almohada, y un paño marrón con cuadros de cubierta. La casita estaba al lado de un bosque y rodeada de árboles con forma piramidal. Era un lugar solitario y tranquilo. Los habitáculos de otras familias se encontraban a alguna distancia. Estaban dispersados y formaban como un pueblo.

 

LA ASUNCIÓN DE MARÍA

Después de la Muerte, Resurrección y Ascensión de Nuestro Señor, María vivió algunos años en Jerusalén, tres en Betania y nueve en Éfeso. En esta última ciudad, la Virgen habitaba sola y con una mujer más joven que la servía y que iba a buscar los escasos alimentos que necesitaban.

Vivían en el silencio y en una paz profunda. No había hombres en la casa y a veces algún discípulo que andaba de viaje, venía a visitarla. Vi entrar y salir frecuentemente a un hombre, que siempre he creído que era San Juan; mas ni en Jerusalén ni en Éfeso demoraba mucho en la vecindad; iba y venía.

La Sma. Virgen se hallaba más silenciosa y ensimismada en los últimos años de su vida; ya casi no tomaba alimento, parecía que solo su cuerpo estaba en la Tierra y que su Espíritu se hallaba en otra parte. Desde la Ascensión de Jesús todo su ser expresaba un anhelo siempre creciente y que la consumía más y más.

En cierta ocasión Juan y la Virgen se retiraron al Oratorio, ésta tiró un cordón y el Tabernáculo giró y se mostró la Cruz; después de haber orado los dos cierto tiempo de rodillas, Juan se levantó, extrajo de su pecho una caja de metal, la abrió por un lado, tomó un envoltorio de lana finísima sin teñir y de éste un lienzo blanco doblado y sacó el Santísimo Sacramento en forma de una partícula blanca cuadrada. Enseguida pronunció ciertas palabras en tono grave y solemne, entonces dio la Eucaristía a la Santa Virgen.

A alguna distancia detrás de la casa, en el camino que lleva a la cumbre de la montaña, la Santa Virgen había dispuesto una especie de Camino de la Cruz o Vía Crucis. Cuando habitaba en Jerusalén, jamás había cesado de andar la Vía Dolorosa y de regar con sus lágrimas los sitios donde El había sufrido. Tenía medido paso por paso todos los intervalos y su amor se alimentaba con la contemplación incesante de aquella marcha tan penosa.

Poco tiempo después de llegar a Éfeso la vi a entregarse diariamente a meditar la Pasión, siguiendo el camino que iba a la cúspide de la montaña. Al principio hacía sola esta marcha y según el número de pasos tantas veces contados por Ella, medía las distancias entre los diversos lugares en que se había verificado algún especial incidente de la Pasión del Salvador. En cada uno de los sitios, erigía una piedra o si se encontraba allí un árbol, hacía en él una señal. El camino conducía a un bosque donde un montecillo representaba el Calvario, lugar del sacrificio y una pequeña gruta el Santo Sepulcro. Cuando María hubo dividido en doce Estaciones el Camino de la Cruz, lo recorrió con su sirvienta sumida en contemplación. Separaba en cada lugar que recordaba un episodio de la Pasión, meditaba sobre él, daba gracias al Señor por su amor y la Virgen derramaba lágrimas de compasión.

Después de tres años de residencia en Éfeso, María tuvo gran deseo de volver a Jerusalén; la acompañaron Juan y Pedro y creo que muchos apóstoles se hallaban allí reunidos. A la llegada de María y de los apóstoles en Jerusalén, los vi que antes de entrar en la ciudad, visitaron el Huerto de los Olivos, el Monte Calvario, el Santo Sepulcro y todos los Santos Lugares en torno a Jerusalén. La madre de Dios se hallaba tan enternecida y llena de compasión, que apenas podía ponerse de pié, Juan y Pedro la conducían sosteniéndola de los brazos. Pasado algún tiempo, María regresó a su morada de Éfeso en compañía de San Juan.

A pesar de su avanzada edad, la Santa Virgen no manifestaba otras señales de vejez que la expresión del ardiente deseo que la consumía y la impulsaba en cierto modo a su transfiguración. Tenía una gravedad inefable, jamás la vi reírse, únicamente sonreírse con cierto aire arrebatador. Mientras más avanzada en años, su rostro se ponía más blanco y diáfano. Estaba flaca pero sin arrugas, ni otro signo de decrepitud, había llegado a ser un puro Espíritu.

Por último llegó para la Madre de Jesús, la hora de abandonar este mundo y unirse a su Divino Hijo. En su alcoba encortinada de blanco, la vi tendida sobre una cama baja y estrecha; su cabeza reposaba sobre un cojín redondo. Se hallaba pálida y devorada por un deseo vehemente. Un largo lienzo cubría su cabeza y todo su cuerpo, y encima había un cobertor de lana obscura.

Pasado algún tiempo, vi también mucha tristeza e inquietud en casa de la Santa Virgen. La sirvienta estaba en extremo afligida, se arrodillaba con frecuencia en diversos lugares de la casa y oraba con los brazos extendidos y sus ojos inundados de lágrimas. La Santa Virgen reposaba tranquila en su camastro, parecía ya llegado el momento de su muerte. Estaba envuelta en un vestido de noche y su velo se hallaba recogido en cuadro sobre su frente, solo lo bajaba sobre su rostro cuando hablaba con los hombres. Nada le vi tomar en los últimos días, sino de tiempo en tiempo una cucharada de un jugo que la sirvienta exprimía de ciertas frutas amarillas dispuestas en racimos.

Cuando la Virgen conoció que se acercaba la hora, quiso conforme a la Voluntad de Dios, bendecir a los que se hallaban presentes y despedirse de ellos. Su dormitorio estaba descubierto y Ella se sentó en la cama, su rostro se mostraba blanco, resplandeciente y como enteramente iluminado. Todos los amigos asistentes se hallaban en la parte anterior de la sala. Primero entraron los Apóstoles, se aproximaron uno en pos del otro al dormitorio de María y se arrodillaron junto a su cama. Ella bendijo a cada uno de ellos, cruzando las manos sobre sus cabezas y tocándoles ligeramente las frentes. A todos habló e hizo cuanto Jesús le hubo ordenado. Ella habló a Juan de las disposiciones que debería de tomar para su sepultura, y le encargó que diese sus vestidos a su sirvienta y a otra mujer pobre que solía venir a servirla. Tras de los Apóstoles, se acercaron los discípulos al lecho de María y recibieron de ésta su bendición, lo mismo hicieron las mujeres. Vi que una de ellas se inclinó sobre María y que la Virgen la abrazó.

Los Apóstoles habían formado un altar en el Oratorio que estaba cerca del lecho de Santa Virgen. La sirvienta había traído una mesa cubierta de blanco y de rojo, sobre la cual brillaban lámparas y cirios encendidos. María, pálida y silenciosa, miraba fijamente el cielo, a nadie hablaba y parecía arrobada en éxtasis. Estaba iluminada por el deseo, yo también me sentí impelida de aquel anhelo que la sacaba de sí. ¡Ah! Mi corazón quería volar a Dios juntamente con el de Ella. Pedro se acercó a Ella y le administró la Extremaunción, poco más o menos como se hace en el presente, enseguida le presentó el Santísimo Sacramento. La Madre de Dios se enderezó para recibirlo y después cayó sobre su almohada. Los Apóstoles oraron por algún tiempo, María se volvió a enderezar y recibió la sangre del Cáliz que le presentó Juan. En el momento en que la Virgen recibió la Sagrada Eucaristía, vi que una luz resplandeciente entraba en Ella y que la sumergía en éxtasis profundo. El rostro de María estaba fresco y risueño como en su edad florida. Sus ojos llenos de alegría miraban al Cielo.

Entonces vi un cuadro conmovedor; el techo de la alcoba de María había desaparecido y a través del cielo abierto, vi la Jerusalén Celestial. De allí bajaban dos nubes brillantes en la que se veían innumerables ángeles, entre los cuales llegaban hasta la Sma. Virgen una vía luminosa. La Santa Virgen extendió los brazos hacia ella con un deseo inmenso, y su cuerpo elevado en el aire, se mecía sobre la cama de manera que se divisaba espacio entre el cuerpo y el lecho. Desde María vi algo como una montaña esplendorosa elevarse hasta la Jerusalén Celestial; creo que era su Alma porque vi más claro entonces una figura brillante infinitamente pura que salía de su cuerpo y se elevaba por la Vía Luminosa que iba hasta el Cielo. Los dos coros de ángeles que estaban en las nubes, se reunieron más abajo de su Alma y la separaron de su cuerpo, el cual en el momento de la separación, cayó sobre la cama con los brazos cruzados sobre el pecho.

Mis abiertos ojos que seguían el Alma purísima e inmaculada de María, la vieron entrar en la Jerusalén Celestial y llegar al Trono de la Santísima Trinidad. Vi un gran número de almas entre las cuales reconocí a los Santos Joaquín y Ana, José, Isabel, Zacarías y Juan Bautista venir al encuentro de María con un júbilo respetuoso. Ella tomó su vuelo a través de ellos hasta el Trono de Dios y de su Hijo, quien haciendo brillar sobre todo lo demás la Luz que salía de sus llagas, la recibió con un Amor todo Divino, la presentó como un cetro y le mostró la Tierra bajo sus pies como si confiriese sobre Ella algún Poder Celestial. Así la vi entrar en la Gloria y olvidé todo lo que pasaba en torno de María sobre la Tierra.

Después de ésta visión, cuando miré otra vez a la Tierra, vi resplandeciente el cuerpo de la Sma. Virgen. Reposaba sobre el lecho, con el rostro luminoso, los ojos cerrados y los brazos cruzados sobre su pecho. Los Apóstoles, discípulos y santas mujeres, estaban arrodillados y oraban en derredor del cuerpo. Después vi que las santas mujeres extendieron un lienzo sobre el Santo Cuerpo y los Apóstoles con los discípulos se retiraron en la parte anterior de la casa. Las mujeres se cubrieron con sus vestidos y sus velos, se sentaron en el suelo y ya arrodilladas o sentadas, cantaban fúnebres lamentaciones. Los Apóstoles y los discípulos se taparon la cabeza con la banda de tela que llevaban alrededor del cuello y celebraron un oficio funerario; dos de ellos oraban siempre alternativamente a la cabeza y a los pies del Santo Cuerpo.

Luego las mujeres quitaron de la cama el Santo Cuerpo con todos sus vestidos y lo pusieron en una larga canasta llena de gruesas coberturas y de esteras, de suerte que estaba como levantado sobre la canasta. Entonces dos de ellas pusieron un gran paño extendido sobre el cuerpo y otras dos la desnudaron bajo el lienzo, dejándole solo su larga túnica de lana. Cortaron también los bellos bucles de los cabellos de la Santa Virgen y los conservaron como recuerdo. Enseguida el santo Cuerpo fue revestido de un nuevo ropaje abierto y después por medio de lienzos puestos debajo, fue depositado respetuosamente sobre una mesa y sobre la cual se habían colocado ya los paños mortuorios y las bandas que se debían de usar. Envolvieron entonces el Santo Cuerpo con los lienzos desde los tobillos hasta el pecho y lo apretaron fuertemente con las fajas. La cabeza, las manos y los pies, no fueron envueltos de esa manera; enseguida depositaron el Cuerpo Santo en el ataúd y lo colocaron sobre el pecho una Corona de flores blancas, encarnadas y celestes como emblema de su Virginidad.

Entonces los Apóstoles, los discípulos y todos los asistentes, entraron para ver otra vez antes de ser cubierto el Santo Rostro que les era tan amado. Se arrodillaron y lloraron alrededor del Santo Cuerpo, todos tocaron las manos atadas de Nuestra Madre María como para despedirse y se retiraron. Las mujeres le dieron también los últimos adioses, le cubrieron el rostro, pusieron la tapa en el ataúd y le clavaron fajas de tela gris en el centro y en las extremidades. Enseguida colocaron el ataúd en unas andas, Pedro y Juan lo condujeron en hombros fuera de la casa. Creo que se relevaban sucesivamente, porque más tarde vi que el féretro era llevado por seis Apóstoles. Llegados a la sepultura, pusieron el Santo Cuerpo en tierra y cuatro de ellos, lo llevaron a la caverna y lo depositaron en la excavación que debía de servirle de lecho sepulcral. Todos los asistentes entraron allí uno por uno, esparcieron aromas y flores en contorno, se arrodillaron orando y vertiendo lágrimas y luego se retiraron.

Por la noche muchos Apóstoles y santas mujeres, oraban y cantaban cánticos en el jardincito delante de la tumba. Entonces me fue mostrado un cuadro maravillosamente conmovedor: Vi que una muy ancha vía luminosa bajaba del cielo hacia el sepulcro y que allí se movía un resplandor formado de tres esferas llenas de ángeles y de almas bienaventuradas que rodeaban a Nuestro Señor y el Alma resplandeciente de María. La figura de Jesucristo con sus rayos que salían de sus cicatrices, ondeaban delante de la Virgen. En torno del Alma de María, vi en la esfera interior, pequeñas figuras de niños, en la segunda, había niños como de seis años y en la tercera exterior, adolescentes o jóvenes; no vi distintamente más que sus rostros; todo lo demás se me presentó como figuras luminosas resplandecientes.

Cuando ésta visión que se me hacía cada vez más y más distinta hubo llegado a la tumba, vi una vía luminosa que se extendía desde allí hasta la Jerusalén Celestial. Entonces el Alma de la Santísima Virgen que seguía a Jesús, descendió a la tumba a través de la roca y luego uniéndose a su Cuerpo que se había transfigurado, clara y brillante se elevó María acompañado de su Divino Hijo y el coro de los Espíritus Bienaventurados hacia la Celestial Jerusalén. Toda esa Luz se perdió allí, ya no vi sobre la Tierra más que la bóveda silenciosa del estrellado Cielo.

Como Santo Tomás no llegó a tiempo a despedirse de la Madre y tampoco pudo asistir al Santo Entierro; él tenía en su mente y corazón, llegar a tiempo. Pero al enterarse del desenlace por medio de los demás Apóstoles, él se puso triste y lloroso y se lamentaba no haber llegado a tiempo. El, interiormente tenía el deseo vehemente de verla por última vez y así se los hizo saber a los demás. Ya habían pasado varios días de lo del entierro; todos querían volver al Sepulcro y acceder a la petición de Tomás. Tomaron una resolución y al día siguiente muy de mañana, emprendieron el camino al Sepulcro de Nuestra Santa Madre. Estando enfrente del Sepulcro, quitaron la piedra-sello de la entrada y ¡Oh! Maravilla de Maravillas, de la bóveda salía un suave aroma de perfume de Rosas frescas; todos al sentir ese perfume, se sintieron conmovidos y perplejos; se miraron unos a otros preguntándose en silencio, con la mirada y con señas en las manos: “¿Entramos?” y aún mirándose entre ellos, todos asintieron con la cabeza y traspasando la bóveda, entraron al Santo Sepulcro hacia el sitio donde depositaron el ataúd que contenía el Cuerpo Santísimo de la Virgen María y más enorme fue la emoción y sorpresa entre ellos al ver que en el sitio solo habían Rosas frescas, fragantes y olorosas y significaban que el Señor había venido a buscar a su Santísima Madre para llevarla a su Gloria Celestial y Su Cuerpo no sufra la corrupción.

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La Asunción de María en la Sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia

Sabemos, por supuesto, que la Asunción de la Santísima Virgen no aparece relatada, ni mencionada en la Sagrada Escritura.

Veamos lo que nos dice el Padre Joaquín Cardoso, s.j. en su estudio sobre la Asunción: “Son muchos los Teólogos -y de gran renombre, por cierto- que han afirmado y creen haberlo probado que, implícitamente, sí se encuentra, tanto en el Nuevo como en el Antiguo Testamento la revelación de este hecho … Pues, si no hay una revelación explícita en la Sagrada Escritura acerca del hecho de la Asunción de María, tampoco hay ni la más mínima afirmación o advertencia en contrario, y por consiguiente, si la razón humana, discurriendo sobre alguna otra verdad cierta y claramente revelada, deduce legítimamente este privilegio de Nuestra Señora, tendremos necesariamente que admitirlo como revelado en la misma Sagrada Escritura de modo implícito”.

Existe, por cierto, un precedente autorizado por la Iglesia, de una verdad considerada como revelada implícitamente. Se trata del misterio de la Inmaculada Concepción, el cual el Papa Pío XI declaró como dogma, a finales del siglo XIX y reconoció esta verdad como revelada implícitamente al comienzo de la Escritura, en Génesis 3, 15, cuando Dios anunció que la Mujer y su Descendencia aplastarían la cabeza de la serpiente infernal. Y esto no hubiera podido suceder si María no hubiera estado libre de pecado original, pues de no haber sido así, hubiera estado sujeta al yugo del demonio.

Esto mismo hizo el Papa Pío XII en la definición del Dogma de la Asunción. La Asunción de la Virgen María al Cielo, que ha sido aceptada como verdad desde los tiempos más remotos de la Iglesia, es un hecho también contenido, al menos implícitamente en la Sagrada Escritura.

Los Teólogos y Santos Padres y Doctores de la Iglesia han visto como citas en que queda implícita la Asunción de la VirgenMaría, las mismas en que vieron a la Inmaculada Concepción, porque en ellas se revelan los incomparables privilegios de esa hija predilecta del Padre, escogida para ser Madre de Dios. Así quedaron estrechamente unidas ambas verdades: la Inmaculada Concepción y la Asunción.
 

He aquí algunas de las citas y de los respectivos razonamientos teológicos como nos los presenta el Padre Cardoso:
“Llena de gracia” (Lc. 1, 26-29) : Dios le había concedido todas las gracias, no sólo la gracia santificante, sino todas las gracias de que era capaz una criatura predestinada para ser Madre de Dios. Gracia muy grande es el de haber sido preservada del pecado original, pero también gracia el pasar por la muerte, no como castigo del pecado que no tuvo, sino por lo ya expuesto en capítulos anteriores y, como hemos dicho también, sin sufrir la corrupción del sepulcro. Si María no hubiera tenido esta gracia, no podría haber sido llamada llena (plena) de gracia. Esta deducción queda además confirmada por Santa Isabel, quien “llena del Espíritu Santo, exclamó: “Bendita entre todas las mujeres” (Lc. 1, 41-42).

“Pondré enemistad entre tí y la Mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te aplastará la cabeza” (Gen. 1, 15), es, por supuesto, el texto clave.
Además, Cristo vino para “aniquilar mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al Diablo” (Hb. 2, 14). “La muerte ha sido devorada por la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado” (1 Cor. 15, 55)

Todos hemos de resucitar. Pero ¿cuál será la parte de María en la victoria sobre la muerte? La mayor, la más cercana a Cristo, porque el texto del Génesis une indisolublemente al Hijo con su Madre en el triunfo contra el Demonio. Así pues, ni el pecado, por ser Inmaculada desde su Concepción, ni la conscupiscencia, por ser ésta consecuencia del pecado original que no tuvo, ni la muerte tendrán ningún poder sobre María.

La Santísima Virgen murió, sin duda, como su Divino Hijo, pero su muerte, como la de El, no fue una muerte que la llevó a la descomposición del cuerpo, sino que resucitó como su Hijo, inmediatamente, porque la muerte que corrompe es consecuencia del pecado.
“No permitirás a tu siervo conocer la corrupción” (Salmo 15). San Pablo relaciona esta incorrupción con la carne de Cristo. Y San Agustín nos dice que la carne de Cristo es la misma que la de María. Implícitamente, entonces, la carne de María, que es la misma que la del Salvador, no experimentó la corrupción.

Así el privilegio de la resurrección y consiguiente Asunción de María al Cielo se debe al haber sido predestinada para se la Madre de Dios-hecho-Hombre.

El Concilio Vaticano II, tratando ese tema en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, también relaciona el privilegio de la Inmaculada Concepción con el de la Asunción: precisamente porque fue “preservada libre de pecado original” (LG 59), María no podía permanecer como los demás hombres en el estado de muerte hasta el fin del mundo. La ausencia del pecado original y la santidad perfecta ya desde el primer instante de su existencia, exigían para la Madre de Dios la plena glorificación de su alma y de su cuerpo.

Pero oigamos también a nuestro Papa Juan Pablo II tratar el punto de la Asunción de María en la Sagrada Escritura.

En su Catequesis del 2 de julio de 1997 nos decía: “El Nuevo Testamento, aun sin afirmar explícitamente la Asunción de María, ofrece su fundamento, porque pone muy bien de relieve la unión perfecta de la Santísima Virgen con el destino de Jesús. Esta unión, que se manifiesta ya desde la prodigiosa concepción del Salvador, en la participación de la Madre en la misión de su Hijo y, sobre todo, en su asociación al sacrificio redentor, no puede por menos de exigir una continuación después de la muerte. María, perfectamente unida a la vida y a la obra salvífica de Jesús, compartió su destino celeste en alma y cuerpo”.

 

LA ASUNCIÓN DE MARÍA EN LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA

Así tituló el Osservatore Romano la Catequesis del Papa Juan Pablo II del día Miércoles 9 de julio de 1997. Y en esa fuente tan importante y tan reciente, como son las palabras del Papa en ésta y en la Catequesis de la semana inmediatamente anterior (2-julio-97) nos apoyaremos casi exclusivamente para este Capítulo.

La perenne y concorde tradición de la Iglesia muestra cómo la Asunción de María forma parte del designio divino y se fundamenta en la singular participación de María en la misión de su Hijo. Ya durante el primer milenio los autores sagrados se expresaban en este sentido, nos recordaba el Papa Juan Pablo II.

Además, la Asunción de la Virgen forma parte, desde siempre, de la fe del pueblo cristiano, el cual al afirmar la llegada de María a la gloria celeste, ha querido también reconocer y proclamar la glorificación de su cuerpo.

Nos decía el Papa Juan Pablo II que el primer testimonio de la fe en la Asunción de la Virgen aparece en los relatos apócrifos, titulados “Transitus Mariae” , cuyo núcleo originario se remonta a los siglos II y III. Nos informaba el Papa que se trata de representaciones populares, a veces noveladas, pero que en este caso reflejan una intuición de la fe del pueblo de Dios.

Algunos testimonios se encuentran en San Ambrosio, San Epifanio y Timoteo de Jerusalén. San Germán de Constantinopla (+733) pone en labios de Jesús, que se prepara para llevar a su Madre al Cielo, estas palabras: “Es necesario que donde yo esté, estés también tú, Madre inseparable de tu Hijo”.

Nos decía el Papa JPII que la misma tradición eclesial ve en la maternidad divina la razón fundamental de la Asunción. Un indicio interesante de esta convicción se encuentra en un relato apócrifo del siglo V, atribuido al pseudo Melitón. El autor imagina que Cristo pregunta a los Apóstoles qué destino merece María, y ellos le dan esta respuesta: “Señor, elegiste a tu esclava, para que se convierta en tu morada inmaculada … Por tanto, dado que, después de haber vencido a la muerte, reinas en la gloria, a tus siervos nos ha parecido justo que resucites el cuerpo de tu Madre y la lleves contigo, dichosa, al Cielo”.

¿Por qué citaba el Papa un libro apócrifo? Los apócrifos no tienen autoridad divina. Pero pueden tener autoridad humana, agregando, así, un testimonio que apoya la unanimidad a favor de la Asunción.

San Germán, en un texto lleno de poesía, sostiene que el afecto de Jesús a su Madre exige que María se vuelva a unir con su Hijo Divino en el Cielo: “Como un niño busca y desea la presencia de su madre, y como una madre quiere vivir en compañía de su hijo, así también era conveniente que tú, de cuyo amor materno a tu Hijo y Dios no cabe duda alguna, volvieras a El. ¿Y no era conveniente que, de cualquier modo, este Dios que sentía por ti un amor verdaderamente filial, te tomara consigo?”

En otro texto el mismo San Germán sostiene que “era necesario que la Madre de la Vida compartiera la Morada de la Vida”. Así integra la dimensión salvífica de la maternidad divina con la relación entre Madre e Hijo.

San Juan Damasceno subraya la relación entre la participación en la Pasión y el destino glorioso: “Era necesario que aquélla que había visto a su Hijo en la Cruz y recibido en pleno corazón la espada del dolor … contemplara a ese Hijo suyo sentado a la diestra del Padre”.

Nos dice el Padre Cardoso que ya en los escritos del Siglo IV los historiadores eclesiásticos se refieren a la Asunción de María como de tradición antiquísima, que a causa de su unanimidad, no puede venir sino de los mismos Apóstoles y, por consiguiente, como de revelación divina, pues la revelación en que se funda la religión cristiana terminó, según enseña la Iglesia, con la muerte de San Juan.

Continúa diciéndonos que del Siglo V en adelante, no encontró un solo escritor eclesiástico, ni una sola comunidad cristiana que no creyera en la Asunción de María.

En el Siglo VII el Papa Sergio I promovió procesiones a la Basílica Santa María la Mayor el día de la Asunción, como expresión de la creencia popular en esta verdad tan gozosa.

Posteriormente se fue desarrollando una larga reflexión con respecto al destino de María en el más allá. Esto, poco a poco, llevó a los creyentes a la fe en la elevación gloriosa de la Madre de Jesús en alma y cuerpo, y a la institución en Oriente de las fiestas litúrgicas de la Dormición y de la Asunción de María.

La fe en el destino glorioso del alma y del cuerpo de la Madre del Señor después de su muerte, desde Oriente se difundió a Occidente con gran rapidez y, a partir del Siglo XIV, se generalizó.

El Papa Juan XXII en 1324 afirmaba que “la Santa Madre Iglesia pidadosamente cree y evidentemente supone que la bienaventurada Virgen fue asunta en alma y cuerpo”.

En la primera mitad de nuestro siglo, en víspera de la declaración del Dogma, constituía una verdad casi universalmente aceptada y profesada por la comunidad cristiana en todo el mundo.

Así, en Mayo de 1946, con la Encíclica Deiparae Virginis Mariae, Pío XII promovió una amplia consulta, interpelando a los Obispos y, a través de ellos, a los Sacerdotes y al pueblo de Dios, sobre la posibilidad y la oportunidad de definir la Asunción corporal de María como Dogma de Fe. El recuento fue ampliamente positivo: sólo 6 respuestas de entre 1.181 manifestaban alguna reserva sobre el carácter revelado de esa verdad.

Citando ese dato, la Bula Munificentissimus Deus afirma: “El consentimiento universal del Magisterio ordinario de la Iglesia proporciona un argumento cierto y sólido para probar que la Asunción corporal de la Santísima Virgen María al Cielo … es una verdad revelada por Dios y, por tanto, debe ser creída firme y fielmente por todos los hijos de la Iglesia”.

El Concilio Vaticano II, recordando en la Constitución Dogmática sobre la Iglesia el misterio de la Asunción, atrae la atención hacia el privilegio de la Inmaculada Concepción: precisamente porque fue “preservada libre de pecado original” (LG 59). María no podía permanecer como los demás hombre en el estado de muerte hasta el fin del mundo. La ausencia del pecado original y la santidad perfecta ya desde el primer instante de su existencia, exigían para la Madre de Dios la plena glorificación de su alma y de su cuerpo.

Y continuando con la Tradición Eclesiástica hasta nuestros días, tenemos toda la enseñanza del Papa Juan Pablo II que recogemos en este estudio.

Como dato curioso el Padre Cardoso anota uno adicional que es sumamente revelador y que él agrega a la unanimidad en la Tradición: el hecho de que no hayan reliquias del cuerpo virginal de María. Nos dice que ni siquiera los fabricantes de falsas reliquias -que los ha habido a lo largo de la historia de la Iglesia- se atrevieron jamás a fabricar una del cuerpo de María, pues sabían que, dada la creencia universal de la Asunción, no hubieran sido recibidas como auténticas en ninguna parte del mundo cristiano.

Fuentes: Bienaventurada.Com

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