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Cómo llegó la Iglesia Católica a Promulgar la Inmaculada Concepción de María

La Inmaculada Concepción es una de las fiestas marianas más importantes de la Iglesia.

Y quizás las más importante fiesta mariana.

La promulgación de este dogma le llevó a la Iglesia Católica 19 siglos de reflexión hasta su promulgación en 1854.

inmaculada murillo

Pero lo asombroso es que los musulmanes ya consideraban en el siglo VII en el Corán, que María había sido preservada del pecado original.

Sin embargo hay que tener cuidado con esta interpretación por dos cosas:
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Primero porque lo cristianos sabían de la preservación de María del pecado desde el inicio
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Solo que les tomo mucho tiempo darle la forma dogmática.
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Y segundo
porque para los musulmanes, María la madre de Jesús, es musulmana así como su hijo.
.
Y María no engendró al hijo de Dios sino a un profeta, que vendrá al final de los tiempos a convertir a los cristianos testarudos al Islam, por la espada. (ver aquí)

Si hay algo en que los católicos estamos hoy  todos de acuerdo. es en la maternidad virginal de María, en su Concepción Inmaculada, y lo manifestamos diariamente.

Pero, no siempre fue así…

El Papa Pío IX proclamó, en el año 1854, durante una Misa Solemne, el  Dogma de la Inmaculada Concepción de María.
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Mientras todas las campanas de Roma tañían  al unísono durante una hora en señal del júbilo del pueblo cristiano.

¿Por qué tan tarde en la Historia de la Redención?

¿Qué pasó entre la Ascensión de Jesús al cielo y el año 1854?

¿Por qué la Iglesia demoró tanto en promulgar el dogma de la Inmaculada Concepción de María?

inmaculada zurbaran

                                   

EL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN SE PROMULGÓ EN 1854

Todos sabemos que las cosas son lentas dentro de la iglesia católica, que mide el tiempo en términos de siglos y no de años.

Por eso le llevó casi 1900 años definir el dogma de la inmaculada Concepción, que fue en 1854.

Pero no fue rápido que la iglesia definió que Cristo era Dios y Hombre.

Eso fue en el año 451, y la definición  dogmática de la divinidad del Espíritu Santo fue recién en el año 381.

De modo que la tardanza en definir el dogma de la Inmaculada Concepción hay que leerlo bajo esta óptica.

Sin embargo la iglesia siempre creyó en la impecabilidad de María.

Por ejemplo Justino Mártir e Ireneo ven en María la segunda Eva que trajo a la humanidad del pecado y Orígenes ya le había puesto el nombre de Inmaculada.

En realidad como todos los dogmas éste estaba implícito.
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Y lo que lo frenó fue que la iglesia tenía temor que se pensara que la Virgen María no necesitaba de Cristo como salvador, dado que se salvó del pecado original.

Hubieron muchas posiciones como la de Santo Tomás de Aquino que decía que María había sido santificada en el vientre.

YSan Bernardo de Claraval, qué había sido santificada después de su concepción.

En general se considera que esta visión de María Inmaculada prendió a partir de Juan Duns Escoto, estamos hablando del 1200.

Y se hace eco de un benedictino del año 1000 llamado Eadmer, que reunió una cantidad importante de argumentos a favor de la Inmaculada Concepción.pio IX

En resumen él lo dijo esta manera:

“Tomando María en relación con otras criaturas: San Juan Bautista fue santificado desde su nacimiento, ¿y que con María? 

María goza de dominio sobre todas las demás criaturas y no debe, por lo tanto, ser traída a nuestro nivel por el pecado original.

Dios preservó a los ángeles del pecado y María es la Reina de los Ángeles”.

Pero fue Duns Escoto el que planteó la solución de cómo afirmar la impecabilidad de María sin excluir la necesidad de un Salvador.

A partir de ahí la iglesia empezó a considerar que esa era la solución pero pasaron cientos de años.

Y tuvo que venir una extraordinaria intervención de cielo para reafirmarlo.

Esto sucedió el 18 de julio de 1830, cuando una monja le rezaba a San Vicente de Paul para pedirle a ver a María y se quedó dormida.

Entonces un niño la despertó haciéndole señas que fuera la capilla.

Catalina Labouré fue a la capilla acompañada por el niño y se sorprendió de qué pudo abrir la gruesa puerta que estaba cerrada.

Y se encontró que todas las luces estaban encendidas como si se estuviera haciendo una misa de medianoche.

Santa Catalina Labouré tuvo así su primera visión de la Virgen, parada en un globo con rayos de luz que salen de sus manos y sus dedos, y rodeada por una leyenda que decía
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“oh maría sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti”

Esta imagen estaba emplazada con una M, una cruz y el Corazón Inmaculado y Sagrado debajo de ella, que no es más ni menos que la actual Medalla Milagrosa.

(Ver La Primera Aparición Moderna de María: Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, Francia (27 de noviembre)

No puede considerarse que esta revelación fue la causa de la definición dogmática de la Inmaculada Concepción qué vino un cuarto de siglo después, pero sí que estimuló positivamente al papa Pío IX.

 

UN PEQUEÑO PUEBLO ESPAÑOL COMENZÓ A CELEBRAR A LA INMACULADA

Desde mucho antes que se proclamara el nuevo dogma de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, un pequeño pueblo español de la provincia de Cuenca, que hoy no tiene más de 4000 habitantes, Horcajo de Santiago, celebraba su fiesta más importante a la Inmaculada Concepción.

vitor horcajo de santiago

Concretamente

Con fecha 8 de septiembre y 20 del 1650, las Actas de Sesiones del Concejo, guardadas en el Archivo Municipal de Cuenca (legajo 279, folio 96, expediente 1), nos describen el juramento de la ciudad, hecho en su catedral para defender perpetuamente que ‘la Virgen Santísima Madre de Dios Santa María nuestra Señora fue concebida sin mancha de pecado original».

Y ratificación del mismo juramento con acuerdos de que todos los regidores municipales y provinciales habían de prestarlo al tomar posesión, y que se escribieran cartas a Su Santidad para que determinase «como artículo de fe que la Madre de Dios, Nuestra señora fue concebida sin mancha de pecado original».

Y así es como se desarrolló la fiesta del Vitor, cuyos detalles se pueden leer aquí.

Se menciona que la primera fiesta del Vitor puede haber sido en 1672,

cuando María Sánchez Reluz funda un vínculo con sus bienes y deja como primer poseedor de esa fundación a su sobrino Alonso Fernández de la Oliva, vecino de Horcajo, y dice:

«es mi voluntad que a cada mil ducados les cargo ocho misas en cada un año, rezadas, y que SE HAGA UNA FIESTA DE NTRA. SEÑORA DE LA CONCEPCIÓN habiendo de decir una misa cantada…»

Se trata de una fiesta que tiene muchas instancias de celebración donde el texto central es,

“Vítor la Purísima Concepción de María Santísima, concebida sin mancha de pecado original, ¡¡¡Vítor, Vítor!!!”

estatua duns scoto

 

LA FIGURA IMPONENTE DE FRAY JOHN DUNS SCOTTO

La tesis de que María había nacido con el pecado de Adán, había sido purificada antes de la Anunciación, parecía tomar cada vez más fuerza entre los religiosos,

Y el Cielo suscitó  un hombre que tomaría el hábito de franciscano y que se convertiría en un teólogo de suma importancia aún en nuestros tiempos modernos.

La célebre confrontación que este brillante teólogo tuvo con su oponente dominico, y de la que salió vencedor, se denominó La Disputa de la Sorbona.

Y en ella, Fray John Duns Scotto, llamado Doctor Mariano, pulverizó los argumentos de su interlocutor.

Demostrando que la Santísima Virgen había sido liberada por Su Divino Hijo del pecado original en el instante mismo de su concepción.

¿Cuáles fueron esos  argumentos del Doctor Mariano  para afirmar la pureza de María desde su concepción?

¿Cuán irrebatibles tuvieron que ser para que la Iglesia toda los aceptara y los hiciera propios, hasta el punto que el propio Papa Pío IX se basó en ellos para promulgar el dogma? 

El planteo de Escoto es que María fue preservada del pecado original en lugar de ser liberada del pecado original.
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Por lo tanto no tenía pecado original, pero no se resta valor a la redención de Jesucristo.

El sostuvo que Cristo, el mediador perfecto, realizó precisamente en María el acto de mediación más excelso.

Cristo la redimió preservándola del pecado original.

Se trata una redención aún más admirable: no por liberación del pecado, sino por preservación del pecado.

Escoto dice que Cristo tuvo una mediación perfecta en María.

Fray John se basó en la Omnipotencia Divina, afirmando que Dios,  el Creador de todo podía en su omnipotencia, volver a crear una criatura perfecta, tal como había creado a Adán y Eva antes de la caída.

Y que esa conducta por parte de Dios, era inherente a su misma perfección, ya que Él no hubiera procedido de modo perfecto, si no hubiera creado al menos a una criatura libre de toda culpa.

La respuesta  a la pregunta sobre si se le puede escapar a Dios un  solo fragmento de tiempo, es que, al  estar Él omnipresente en el tiempo y el espacio, SÍ puede intervenir en el instante mismo de la concepción, para derramar la Gracia en ese preciso momento.

Y por tanto, en el primer instante de la concepción, infundió la Gracia en el alma de María, preservándola.

Su famosa frase, POTUIT, DECUIT, ERGO FECIT” (Podía, convenía, luego lo hizo) fue luego explicada de modo magistral por él:

Si quiso y no pudo, no era Dios, si pudo y no quiso, no era Hijo, pudo y quiso porque era Dios y era Hijo. Y por lo tanto lo hizo”.

A partir de ese momento histórico, la Iglesia comenzó a aceptar como Cuerpo Místico la Inmaculada Concepción de María, pero todavía había asuntos que atender.

 

LOS MUSULMANES PROCLAMABAN DESDE EL SIGLO VII QUE MARÍA HABÍA SIDO PRESERVADA DEL PECADO ORIGINAL

Pero los musulmanes tenían clara la preservación de de María del pecado original aún de mucho antes.
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Esta definición de la Inmaculada Concepción le fue confirmada al Papa Francisco.
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Además de la fe que tienen los musulmanes sobre la Virgen María.

mufti le lee a francisco el coran en turquia

El Papa francisco visitó el 29 de noviembre de 2014 la mezquita azul de Estambul y allí el Gran Muftí de Estambul, Rahmi Yaran, le leyó fragmentos del Corán refiriéndose a la Virgen María y a la Inmaculada concepción:

El papá contó de regreso en el avión a Roma:

“Vi aquella maravilla, el gran muftí me explicaba muy bien las cosas, con mucha mansedumbre, me citaba el Corán, cuando habla de María y de Juan el Bautista.
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En ese momento sentí la necesidad de rezar. Le pregunté: ‘¿Rezamos un poco?’ Y él me respondió: ‘Sí, sí’”.

El Muftí le leyó al Papa versículos del Corán de la sura al Al-Imran versículos 36 y 37, que hablan sobre la infancia de la Virgen María educándose con el sacerdote Zacarías según el Corán.

Ellos dicen,

“Y una vez hubo parido dijo: ¡Señor mío! He dado a luz una hembra y bien sabía Allah lo que había parido; y no es el varón como la hembra. 

La he llamado Maryam [María]: A ella y a su descendencia los refugio en Ti del Shaytán [satanás] lapidado. 

Su Señor la aceptó con buena acogida, hizo que se criara bien y la confió a Zakariyya [Zacarías].

Cada vez que Zakariyya la visitaba en su lugar de oración, encontraba junto a ella provisión.

Decía: ¡Maryam! ¿Cómo es que tienes esto? Decía ella: Esto procede de Allah, es cierto que Allah provee a quien quiere sin limitación”.

De las 114 suras del Corán, sólo 8 llevan en el título el nombre de algún personaje, y la sura 19 está consagrada a María y a narrar sus virtudes.

Explica el texto sagrado que la madre de María, Hannah (Santa Ana) se consagró al servicio del templo de Jerusalén, tal como correspondía a la gente del linaje de David.

Cuando concibió un hijo, se entristeció porque era una niña y no un varón, pero Dios le reveló que esa niña estaba consagrada a Dios (Corán 3,35-36).

El Islam proclama que María y Jesús fueron preservados del pecado y esto lo dijeron en el siglo VII o sea mucho antes que los católicos.

Sin embargo para los musulmanes, María la madre de Jesús, es musulmana así como su hijo.
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Y María no engendró al hijo de Dios sino a un profeta, que vendrá al final de los tiempos a convertir a los cristianos testarudos al Islam, por la espada. (ver aquí)

virgen de fatima

 

LOS MUSULMANES DEFIENDEN A MARÍA PERO COMETEN GRUESOS ERRORES

El Corán, que es la Biblia de los musulmanes tiene muchos pasajes relativos a la Virgen como vimos. 

En primer lugar, el Corán cree en su Inmaculada Concepción como vimos, y también, en su nacimiento virginal. 

El tercer capítulo del Corán coloca la historia de la familia de María en una genealogía, que se remonta a través de Abraham y Noé, a Adán. 

Cuando uno compara la descripción del nacimiento de María del Corán con el Evangelio apócrifo del Nacimiento de María, uno se siente tentado a creer que Mahoma dependía mucho de este último.

Ambos libros describen la vejez y la esterilidad definitiva de la madre de María. 

Sin embargo, cuando se produce la concepción, hace decir en el Corán la madre de María: “Oh Señor, hago votos y consagro lo que ya está dentro de mí. Acéptalo de mí”.

Cuando nace María, la madre dice: “Y yo le consagro con toda su descendencia bajo tu protección, oh Señor, en contra de satanás”

El Corán pasa por encima a José en la vida de María, pero la tradición musulmana sabe su nombre y tiene una cierta familiaridad con él.

En esta tradición, José es hecho hablar a María, que es virgen. 

Cuando le preguntó cómo se concibió a Jesús sin un padre, María respondió:

“¿No sabes que Dios, cuando creó el trigo no tenía necesidad de semillas, y que Dios, por su poder hizo que los árboles crecieran sin la ayuda de la lluvia? Todo lo que Dios tenía que hacer era decir: ‘Que así sea, y fue hecho’”.

El Corán tiene también los versículos de la Anunciación, Visitación y el Nacimiento.

Los ángeles son representados como acompañando a la Virgen y diciendo: “Oh, María, Dios te ha escogido y purificado, y te eligió por encima de todas las mujeres de la tierra”.

En el capítulo XIX del Corán hay 41 versos sobre Jesús y María. 

Existe una fuerte defensa de la virginidad de María en el Corán, en el cuarto libro, y atribuye la condena de los Judíos a su monstruosa calumnia en contra de la Virgen María.

María, entonces, es para los musulmanes la verdadera Sayyida o Señora.

El único posible rival serio para ella en su credo sería Fátima, la hija de Mahoma mismo.

Pero después de la muerte de Fátima, Mahoma escribió: “Serás la más bendita entre todas las mujeres en el paraíso, después de María”.

Pero el Corán representa a los cristianos como adorando a María como el tercer miembro de la Trinidad.
.
Cuando en realidad los únicos que adoraban a María eran los árabes paganos que adoraban a su ídolo en la Kaba y una pequeña secta herética de cristianos en la zona de la Meca.

“Había en Arabia en el siglo IV una secta de las mujeres fanáticas llamadas coliridianos, que rendían culto divino a María (Philip Schaff, Historia de la iglesia cristiana, Vol 4, Ch 3)

El error grosero o la perversión intencional de Mahoma es que entendió la doctrina cristiana de la Trinidad como una trinidad del Padre, María y Jesús.

Y el Espíritu Santo lo identifica con San Gabriel.

Fuentes:



María de los Ángeles Pizzorno de Uruguay, Escritora, Catequista, Ex Secretaria retirada

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Por qué la Inmaculada Concepción es una Devoción de los Tiempos Finales

Hace un siglo Nuestra Señora dijo en las apariciones de Fátima,

“Al final mi Corazón Inmaculado Triunfará”.

Ese triunfo de la Inmaculada nos traerá a Jesús para reinar en la Tierra.

No hay otra cosa, es un paso imprescindible para que Jesús vuelva.

Hoy recién estamos tomando conciencia del valor de la Inmaculada Concepción.

Éste título, el de la Inmaculada, debería ser nuestro estandarte.

Deberíamos recurrir de manera especial a la Inmaculada, consagrarnos a Ella y darlo todo por Ella.

Pues al final la Inmaculada debe reinar y así preparar todo para la venida del Corazón de Jesús.

 

LA INMACULADA ESTÁ MUY UNIDA A LOS HISPANO PARLANTES

La Inmaculada Concepción es un dogma de fe, pero también está representada en una Advocación y en imágenes.

Esto viene de una bula papal que no hizo más que reconocer la devoción popular en estos territorios, aun antes de la declaración del Dogma de la Inmaculada Concepción.

El Papa Clemente expresa en la bula Quantum Ornamenti, el 25 de diciembre de 1760, que la Inmaculada Concepción es Patrona Principal de España y de sus Indias.
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O sea de lo que nosotros conocemos como América Latina.

«Declaramos que la Beatísima Virgen sea venerada en el referido Misterio como Principal Patrona Universal de los dichos reinos y dominios…»

Esto fue anterior al 8 de diciembre de 1854 en que el Beato Pío IX declaró a la Inmaculada Concepción de María como dogma de fe mediante la Bula Ineffabilis Deus.

Y es consecuencia del esfuerzo en muchos pueblitos por proclamarla su reina.

Villalpando es uno de los lugares más destacados, ya que desde 1498 renovó el voto a la Inmaculada como su patrona por lo menos 6 veces.

Aunque el patronazgo está extendido por toda España, sin lugar a dudas la Inmaculada Concepción de Castilleja de la Cuesta es la que más ha extendido su patronazgo, siendo la más popular tanto en España como en América.

Muchos españoles al venir para América, pasaron por la villa de Castilleja de la Cuesta donde reina la Inmaculada y allí se hicieron de una imagen de la Inmaculada.

Probablemente también eso sucedió cuando las ciudades del nuevo mundo pidieron a España imágenes de la Virgen María.

En México se puede observar como la Inmaculada, Reina y Madre de Celaya, su patrona desde 1570.

Aunque la devoción inmaculada más importante sea la de  San Juan de los Lagos, entre otras.

En Costa Rica está la Inmaculada de Ujarrás, en Nicaragua la Inmaculada del Trono, en Honduras la Inmaculada de Suyapa, en Estados Unidos la Inmaculada es la patrona del país, etc.

También en Argentina la Inmaculada de Luján, en Uruguay la Inmaculada de los Treinta y Tres, en Brasil la Inmaculada de Aparecida, así como otros lugares.

Así vienen de España también la Chapetona y la Virgen de los Reyes de Guatemala y la Inmaculada de la Puerta que es Patrona del Norte del Perú.

La Inmaculada es Patrona Principal en muchos lugares, como lo demuestran los oficios, la liturgia, oraciones, procesiones y demás.

 

LA BIBLIA RECOGE LA MISIÓN DE LA INMACULADA

Dios cambia los nombres en la Biblia, cuando quiere que la persona realice una acción especial.

Así, a la Virgen se le llama Kejaritomene (Rebosante de gracia, Inmaculada, llena de gracia), Madre de mi Señor y Mujer.

La Inmaculada ha recibido el anuncio del ángel y éste la ha llamado de manera especial.

Y como un vaso que no puede contener las gracias que recibe, y después de hablar con su marido San José; sale a visitar a su prima Isabel.

Y allí la Toda Pura saluda.

San Juan Bautista no ha oído nunca la voz de la Virgen, y salta de alegría en el vientre de su madre.

La Inmaculada trae toda gracia, pues en ese instante Isabel se llena del Espíritu Santo y la llama Madre de mi Señor.

Madre de mi Dios, así la han reconocido.

Por otro lado Jesús, utilizando la profecía del Génesis sobre la mujer que da al que aplaste la cabeza, se refiere a Su madre de una manera diferente.

No como la llamamos nosotros sino como Mujer.

Y San Maximiliano Kolbe, al notar que la Inmaculada ha sido la que como vaso rebosante de gracia ha llenado de flores el jardín, dice:

“Dios, en su infinita bondad, estableció a Nuestra Santísima Madre como tesorera de todas las gracias, las cuales son derramadas sobre la tierra sólo a través de Ella.

Es normal que pidamos estas gracias a Dios, pero es preciso hacerlo por mediación de la Inmaculada”.

Hermoso es observar los pasajes del Evangelio donde Jesús, se vuelve el más dulce y obediente frente a su Madre.

Y Ella ante Dios la sierva más humilde.

Amor de Madre, amor de hijo, amor de Dios. La Inmaculada es creatura, Jesús es Dios.

Pero Jesús cumple lo que la Madre le dice, y comprendiendo el designio del Padre, el agua se convierte en vino.

Primer milagro de Jesús y por pedido de la Inmaculada.

Inmaculada de Castilleja de la Cuesta

 

ELLA NOS ACERCA A JESÚS

Al conocer la bondad de la Virgen es imposible no querer cambiar de vida.

La Madre sabe conducir nuestra vida si dejamos que Ella trabaje.

Al autor de este artículo lo fue trabajando, para que saliendo de cada pecado pudiera acercarse a Ella; y despreciando lo terreno, se enamorara de lo eterno.

Pero el demonio sabiendo que nuestras inmundicias son las que Cristo carga, las que le hicieron morir en la cruz, nos acusa.

Frente al pecado el alma se ve reflejada un abismo de podredumbre, de la que nada se puede sacar.

Si fuera un aparato eléctrico, no serviría ni para repuestos.

Si fuese comida la tiraríamos porque ya hasta olería mal.

¿Cómo un mendigo se acercaría a su Señor?

Así lo propone Santo Tomás de Aquino:

Ruego, pues, a vuestra infinita bondad y misericordia, tengáis por bien sanar mi enfermedad, limpiar mi suciedad, alumbrar mi ceguedad, enriquecer mi pobreza y vestir mi desnudez, para que así pueda yo recibir el Pan de los Ángeles (…)”

La Virgen sabe de esto.

Ella como Madre nos acerca, Ella, la que se preparó de la mejor manera para recibir a Jesús, Ella, la que lo conoce mejor.

Ella sabe cómo acercarnos al Rey de Reyes y Señor de Señores.

Por eso San Maximiliano dice que debemos:

pertenecer a la Inmaculada de tal manera que no quede nada en nosotros que no le pertenezca, anonadarnos en Ella, ser transformados en Ella, ser “transubstanciados” en Ella, que no quede sino Ella… que seamos suyos como Ella es de Dios”

 

INSTRUMENTOS DE SU AMOR

La Inmaculada se apareció para dejar la Medalla Milagrosa, puedes ver más de estas apariciones aquí.

La Inmaculada le dice a Santa Catalina Labouré, la vidente de la Medalla Milagrosa:

“Haz que se acuñe una medalla según este modelo.

Todos cuantos la lleven puesta recibirán grandes gracias.

Las gracias serán más abundantes para los que la lleven con confianza.

Por eso es necesario conseguir una de estas.

Seguirle, queriendo hacer lo que Ella nos pide.

Reconociendo que es un signo del amor que se le tiene como nuestra Madre.

Querer ser más para Ella, para ser suyos.

 

EL ROSARIO ES EL CULMEN DE SU DEVOCIÓN

El rosario es la repetición de “Aves Marías” que nos llevan desde su Inmaculada Concepción, hasta su coronación como Emperatriz.

Al rezarlo nos recordamos de la Virgen y de esa unión con su Hijo, de como Dios realiza grandes cosas en Ella.

Estos son los cinco misterios del Rosario, si digo cinco porque los misterios preparatorios hablan sólo de Ella.

Preparatorios: La Inmaculada Concepción; el nacimiento de la Virgen; la presentación de la Virgen en el templo; La perpetua Virginidad de nuestra Señora; los desposorios de San José y Nuestra Señora.

Gozosos: La encarnación; la visita a su prima Isabel; el nacimiento de Jesús; la presentación de Jesús en el templo; el niño perdido y hallado en el templo.

Luminosos: El bautismo de Jesús; el primer milagro de Jesús; el anuncio del Reino de Dios; la transfiguración; la institución de la Eucaristía.

Dolorosos: La oración de Jesús en el huerto; la flagelación; la corona de espinas; Jesús camina con la cruz por la vía dolorosa; muerte y sepultura del Señor.

Gloriosos: La resurrección de Jesús; su gloriosa Ascensión; la venida del Espíritu Santo sobre la Virgen María y los apóstoles; el tránsito y asunción de la Virgen; y la Coronación de la Inmaculada como Emperatriz, Reina y Señora de todo lo creado.

La medalla, el rosario, el escapulario de la Inmaculada, como tantas otros sacramentales, tiene como objeto ayudarnos a sentir un mayor amor por la Virgen y Jesús.

 

ESTAS DEVOCIONES ENFURECEN AL DEMONIO

Frente a esto el demonio enfurecido (Ap. 12: 17) batallará contra los hijos de la Inmaculada.

San Maximiliano nos dice:

“¿Podemos permanecer inactivos ante los violentos ataques de los enemigos de la Iglesia de Dios? ¿Basta con llorar y lamentarse? ¡No!

Pensemos que en el Juicio Final seremos juzgados no sólo por las obras que hemos realizado, sino también por aquellas buenas obras que hubiéramos podido realizar y no las hicimos.”

San Juan en Apocalipsis 12 habla de la Mujer (la Inmaculada), el dragón (el demonio) y la descendencia (la Iglesia Católica) y el combate.

Los hijos de la Virgen deben ver en ese pasaje como el diablo, enfurecido se va.

Sin embargo la batalla no ha terminado, por ello es necesario ser un caballero de la Inmaculada.

Porque el demonio seguirá trabajando hasta que la Inmaculada no reine.

 

PREPARARSE PARA GANAR LA GUERRA

El comunismo, socialismo, son instrumentos para lograr la incredulidad en las personas. Igual que el  materialismo, la masonería, las sectas, entre otros.

Ellos son instrumentos del demonio.

“Una gran batalla se librará bajo el estandarte de la Inmaculada; enarbolaremos sus banderas contra las huestes del príncipe de las tinieblas; entonces, la Inmaculada se convertirá en la Reina del mundo entero y de cada alma en particular”, dijo San Maximiliano Kolbe

Por eso, hay que asemejarse a Ella, vivir y morir por Ella.

Trabajar por construir en nuestras ciudades centros que logren atraer corazones a la Inmaculada.

Es necesario ser de Ella, de la Inmaculada, de esa mujer que logra aplastar la cabeza del enemigo.

No es adoración, es imitarla en ese preciso momento de su concepción purísima; de ese nombre que Dios le ha puesto.

Los artistas al esculpir a la Inmaculada, la hacen como una doncella en la edad perfecta, con doce estrellas y la luna bajo los pies.

Con la corona imperial sobre la cabeza, vestida de azul y blanco.

En España la Inmaculada de Castilleja de la Cuesta lleva varios angelitos alrededor, recordando algunas otras virtudes que destacan en Ella.

Es como puede un artista imitar a la más bella de las creaturas.

Y a esa hermosa creatura, es la que debemos imitar.

Nuestro estandarte es Ella, por eso la bandera de Guatemala es azul y blanca, como la Inmaculada, como la de Argentina, Uruguay y otros países.

Azul con doce estrellas como la Unión Europea.

Es que la Inmaculada es azul como símbolo de fidelidad al Padre, humilde como en la Anunciación.

Pura como la nieve, blanca como la azucena.

Luna de hermoso fulgor refleja a Cristo como perfecta creatura.

Santa e inmaculada. ¿Acaso no han leído las Escrituras? (expresión bíblica cuando Jesús cuestiona, como en Mt 19:4).

Así sed ustedes santos e irreprochables (1 Pedro 1: 16) imitándola Ella, para ser para Él.

Por eso lleven las armas que los ayudaran a ganar la batalla.

Y estos son los gritos de guerra, nuestra oraciones.

 

A LA INMACULADA GENERALA DE LOS CIELOS

“¡Oh Augusta Reina de los Cielos y Señora de los Ángeles!

Pues habéis recibido de Dios el poder y la misión de aplastar la cabeza de la serpiente infernal.

Dignaos escuchar benigna las súplicas que humildemente os dirigimos; enviad la santas legiones para que, bajo vuestras ordenes, combatan a los demonios, donde quiera repriman su audacia y los persigan hasta precipitarlos al abismo”.

 

ORACIÓN DE MONSEÑOR RICARDO CASANOVA, EL GRANDE

“¡Gloria a María por su Concepción Inmaculada! ¡Gloria a la doncella bendita, por esa noble y singular prerrogativa que engrandece al Señor y es para el hombre manantial de honor y bendición!…

¡Salud libertadora nuestra! ¡Salud, abismo de gracia, abismo de santidad, abismo de amor y de bendición!…

¡Oh Reina de la paz! haced que llegue la era dichosa en que no haya en el mundo más que una fe y una obediencia, en que la Iglesia abarque en su seno maternal razas, lenguas, climas e imperios, y ejerza sin contradicción ni puro y no turbado, entonces la tierra tendrá una sola voz para ensalzaros.

Y el himno universal que armoniosamente se eleve a vuestro luminoso trono, resonará hasta el último día y seguirá resonando sin fin en los alcázares eternos.

Reinad pues Emperatriz gloriosa y asócianos a la victoria contra tus enemigos”.

 

DE CONSAGRACIÓN, SEGÚN SAN MAXIMILIANO KOLBE

«Oh Inmaculada, reina del Cielo y de la Tierra, refugio de los pecadores y Madre nuestra amorosísima, a quien Dios confió la economía de la misericordia.

Yo……. pecador indigno, me postro ante ti, suplicando que aceptes todo mi ser como cosa y posesión tuya.

A tí, Oh Madre, ofrezco todas las dificultades de mi alma y mi cuerpo, toda la vida, muerte y eternidad.

Dispón también, si lo deseas, de todo mi ser, sin ninguna reserva, para cumplir lo que de ti ha sido dicho:

“Ella te aplastará la cabeza” (Gen 3:15), y también: “Tú has derrotado todas las herejías en el mundo”.

Haz que en tus manos purísimas y misericordiosas me convierta en instrumento útil para introducir y aumentar tu gloria en tantas almas tibias e indiferentes, y de este modo, aumento en cuanto sea posible el bienaventurado Reino del Sagrado Corazón de Jesús.

Donde tú entras oh Inmaculada, obtienes la gracia de la conversión y la santificación, ya que toda gracia que fluye del Corazón de Jesús para nosotros, nos llega a través de tus manos”.

Ayúdame a alabarte, Oh Virgen Santa y dame fuerza contra tus enemigos

 

A JESUS POR MARIA

Es la elocuente frase que recuerda el papado de San Juan Pablo II, quién renovó la consagración de la Iglesia Católica a la Inmaculada.

Su devoción a la Inmaculada, debe verse también en relación a Papas de pontificados anteriores, que envueltos en la luz que emana del Sol de Justicia, Cristo el Señor, hicieron de esa frase un camino para llegar a Él, por medio de la Virgen.

Dejen pues que la Inmaculada sea su camino, prepárense adecuadamente.

Confíen en Ella, preparen en sus casas un altar para la Ella, lleven su medalla y trabajen por construir su Reino.

Pues cuando la Inmaculada sea más conocida y amada, el mundo podrá prepararse a la venida del Señor de Señores, y Él reinara por siglos sin fin, y la Inmaculada se sentara a su lado.

Fuentes:


Enrique Alfaro, de Guatemala, Profesor de Arte y Teología

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Por qué la Medalla Milagrosa es “la Madre” de las Apariciones Modernas de María

El mensaje de las apariciones a Santa Catalina Labouré, contiene una gran riqueza.

El padre René Laurentin lo hace notar en su «Breve tratado de teología Mariana«.

virgenmilagrosa

Cuando se analiza el contenido doctrinal de una manifestación es necesario buscar no sólo en las palabras mismas de la SS. Virgen.
.
Las palabras pronunciadas van acompañadas de un conjunto de hechos, de gestos y de signos simbólicos que contienen enseñanzas y sobre las cuales debe detenerse nuestra reflexión.

María cuidó de explicar Ella misma ciertos detalles de su manifestación a Catalina Labouré.

Así cuando dice:

¡Hija mía! Este globo representa al mundo… Estos rayos son símbolos de las gracias que yo derramo sobre aquellos que me las piden.

En cambio ha expresado ciertas verdades que nos quiere enseñar únicamente mediante símbolos.

Esto es particularmente cierto, tratándose de los signos que figuran en el reverso de la medalla.

Estos contienen una lección profunda bastante fácil de leer.

María misma ¿no dijo a la vidente que le preguntaba que debía escribir en el reverso: la letra M y los dos corazones?

Veamos en primer lugar, en este capítulo algunos objetivos generales buscados por la SS. Virgen.

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ÉSTA ES LA «APARICIÓN MADRE»

Lo que primero impacta en las apariciones de la calle du Bac, cuando se las compara con las manifestaciones posteriores de la SS. Virgen, que la Iglesia ha aprobado, son las numerosas relaciones que tienen con estas últimas.

No solamente es necesario relacionarlas con las otras cuatro grandes manifestaciones marianas que se sucederán en Francia a lo largo del siglo XIX:
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en 1846 en la Salette; en 1858 en Lourdes; en 1871 en Pontmain; en 1876 en Pellevoisin.
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Sino también, señalar su nexo con las de Fátima de 1917.

Las apariciones de 1830 contienen en germen todas las otras.
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Son como el resumen de todo lo que María dirá cada vez con más claridad e insistencia en sus manifestaciones sucesivas.
.
María tiene un plan que va a desarrollar con mayor precisión en las otras intervenciones.
.
Como se ha dicho: la aparición a Santa Catalina Labouré es la aparición-madre de la cual saldrán todas las demás.

Desde este punto de vista, las manifestaciones ulteriores de la Santísima Virgen pueden también ayudarnos a encontrar el sentido de tal o cual detalle simbólico de las apariciones de la Rue du Bac.

Así, en el transcurso de sus apariciones posteriores de los siglos XIX y XX, María va a insistir más y más sobre el Rosario.

En la Salette donde habla también abundantemente por símbolos, María lleva alrededor de su corona, en los bordes de su pañoleta y de su vestido, rosas de color rosado, rojo y oro.

A no dudarlo, María quiere hablarnos del Rosario con sus misterios gozosos, dolorosos y gloriosos.

En Lourdes es ya más precisa, lleva el Rosario en su brazo, lo toma entre sus dedos, hace señas a Bernardita para que lo rece, se asocia también al rezo pasando las cuentas del Rosario, diciendo el Gloria al Padre juntamente con la niña.

En fin, en Fátima será más explícita todavía: María se aparece seis veces y cada vez pide el rezo diario del Rosario.

Y en el desarrollo de la última visión, el 13 de octubre de 1917, declara: «Soy Nuestra Señora del Rosario».

Deseo que se levante aquí una Capilla en honor mío y que se continúe rezando el Rosario todos los días.

Habiendo dicho esto, sería desconcertante no encontrar el anuncio del Rosario en 1830.

Como lo veremos más adelante, parece correcto afirmar que los quince anillos esmaltados con piedras preciosas que María lleva en cada mano, no tienen otro significado más que los quince misterios del Rosario.

La verificación de estas relaciones con las manifestaciones ulteriores de María nos muestra por consiguiente de antemano la importancia y riqueza de la aparición a Catalina Labouré.

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ASIENTA EL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Parece comprobado que la Medalla Milagrosa suscitó la corriente anhelada de fe y de invocación.
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El grado de presión espiritual necesario para la definición dogmática de 1854.

Es debido a millones de medallas que rápidamente la Medalla de la Inmaculada Concepción (como se llamaba al principio), se extendiera como un reguero de pólvora.

No sólo en Europa, sino también en todo el mundo, sembrando gracias de conversiones y a menudo el milagro.

De aquí el nombre que le adjudicó la voz popular «La Medalla Milagrosa».

Desde 1833 (la medalla empezó a acuñarse en 1832) llegan cartas de Obispos a la calle du Bac o al arzobispado de París para atestiguar que la fe renace.

Que la oración florece de nuevo, movimientos de conversión se manifiestan a raíz de la difusión de la medalla de María sin pecado concebida, revelada en París.

Por eso en todas partes reclaman la famosa medalla, no solo las personas particulares, sino parroquias enteras y aún diócesis, por medio de sus párrocos y obispos.

De manera que la invocación «Oh María sin pecado concebida…», que llegó a ser como la oración jaculatoria de los años 1830 a 1850, preparaba todos los corazones católicos al acto solemne de la Inmaculada Concepción.

Por el cual Pío IX, proclamaría el 8 de diciembre de 1854, como dogma de fe que debía ser creído por todo el mundo, el hecho de que María fue preservada del pecado original desde el primer instante de su Concepción.

Esta contribución de la Medalla Milagrosa a la creación del clima requerido para la proclamación de este dogma, ha sido reconocida en el Congreso Romano del Cincuentenario de la definición de la Inmaculada Concepción en 1904.

Ha sido afirmada también por el oficio litúrgico de Ntra. Sra. de la Medalla Milagrosa. La Divina Providencia todo lo conduce maravillosamente.

La definición dogmática de 1854 fue preparada por las apariciones de la calle du Bac y fue confirmada magníficamente por las de Lourdes en 1858.

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REMEDIO FRENTE AL RACIONALISMO Y AL MATERIALISMO

Éste es otro fin de María al aparecerse a Catalina Labouré: Dar un antídoto al racionalismo reinante y al materialismo que estaba por aparecer.

En el centenario de las apariciones de Lourdes, el Canónigo Barthas sacó a luz un libro: «De la Gruta a la encina verde (de Fátima)».

Allí muestra que en las manifestaciones marianas de 1830 a 1953 (Siracusa) el dato más evidente es la revelación progresiva de las riquezas del Corazón Inmaculado de María, como antídoto a las falsas místicas de los siglos XIX y XX.

Analiza particularmente los casos de Lourdes y de Fátima y muestra que Lourdes fue un remedio al racionalismo y Fátima al ateísmo.

Pues bien, ambas manifestaciones son intervenciones de la Inmaculada.

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LOURDES: REMEDIO FRENTE AL RACIONALISMO

La Inmaculada Concepción revelada en Lourdes ha sido un remedio providencial contra el racionalismo.
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Los Papas Gregorio XVI y Pío IX, había ya comprendido que el dogma de la Inmaculada Concepción era un contrapeso de los errores modernos.

Pío IX sobre todo había captado el nexo real entre este dogma mariano, que se encuentra en el centro de los misterios de la salvación y las negaciones o alteraciones de la verdad provocadas por el racionalismo.

Por este motivo sobre todo, definió la Inmaculada Concepción, dogma que María debía confirmar cuatro años más tarde en Lourdes.

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FÁTIMA: REMEDIO FRENTE AL ATEÍSMO

Por otra parte la revelación del Corazón Inmaculado de María y del Rosario en Fátima constituyó un remedio contra el ateísmo.
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María se aparecía aquí al mismo tiempo que estallaba en Rusia la revolución roja y declaraba al respecto:
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«Si se hace lo que pido (recitación diaria del Rosario y consagración del mundo a su Corazón Inmaculado) habrá paz y Rusia se convertirá.»

Según esto al aparecerse en la calle du Bac en 1830 y traer la Medalla, la Virgen se declara ya Inmaculada en su Concepción y anuncia la devoción a su Corazón Inmaculado.

Sobre la Medalla hace escribir: «¡Oh María sin pecado concebida…!»; es lo equivalente a lo que dirá en Lourdes: «Soy la Inmaculada Concepción».

Comienza por lo tanto en 1830 a combatir el racionalismo. Por otra parte sobre la Medalla está su Corazón Inmaculado al lado del Corazón de Jesús.

Anuncia de antemano la lucha contra el materialismo que no iba a tardar en aparecer.

Es evidente que las apariciones de la Virgen están en relación con las necesidades de las almas y de la Iglesia.

Están adaptadas a la naturaleza de los errores que era especialmente urgente combatir.

He aquí porqué desde que conoció las manifestaciones de la calle du Bac el Papa Gregorio XVI favoreció con todo su influjo la devoción a la Medalla Milagrosa.

He aquí porqué justamente en nuestro tiempo en que el materialismo, teórico o práctico, hace correr el riesgo de sumergirlo todo, más que nunca es necesario que nos volvamos a la Inmaculada.

Que escuchemos las recomendaciones del Corazón Inmaculado de María hacia el cual nos orienta ya la Medalla y repitamos sin cesar la invocación: «¡Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!».

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MENSAJE DOCTRINAL DE LA MEDALLA

Lo que impacta primero es que la Medalla presenta el misterio de María en un contexto escriturístico como lo hacen la teología actual y especialmente el Concilio Vaticano II.

 

EL MENSAJE BÍBLICO

El anverso de la Medalla sintetiza la gran promesa de Dios en la primera página de la Biblia.
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La del Redentor y de la Mujer que le será asociada y que aplastará la cabeza de la serpiente infernal.
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Porque el mismo decreto divino que requería al Redentor, requería también la asociación de María a su obra redentora.

Por el contrario el reverso de la Medalla nos muestra la última revelación mariana de la Escritura.

La de esa mujer que San Juan nos presenta en el Apocalipsis «revestida de sol, la luna bajo los pies y coronada de doce estrellas».

Y entre ambas está la página central de la Revelación y de la actitud del amor de Dios a favor de la Humanidad.

El misterio de la Encarnación y el de la Cruz en que el Redentor y su Madre están unidos en la obra común de nuestra salvación.

Así como lo sugieren el simbolismo de la M coronada por la Cruz y el de los dos Corazones doloridos.

María estaba de pie junto a la Cruz y su corazón traspasado por una espada sufría al mismo tiempo que el de su Hijo, Rey de los Judíos, crucificado y coronado de espinas.

Pero el hecho de mostrar la Medalla a la Virgen asociada a su Hijo, subraya otro aspecto de la verdad teológica mariana.

La de ser Cristocéntrica, es decir que María existe totalmente en función de Cristo y la devoción mariana no tiene otra razón de ser sino la de llevarnos a Cristo.

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CAMINO HACIA CRISTO

La Misión de María era darnos a Cristo. Ella es Madre de Cristo para darlo al mundo.

Esto crea entre Ella y Él un lazo tan profundo y tan único, que en adelante estará ligada inseparablemente a Él para toda la obra de salvación tanto en su fase terrenal como en su fase celestial.

Sin Cristo, María jamás habría existido con sus privilegios incomparables.

Todo en Ella está en función de Cristo: dar a luz a Cristo, ayudar a Cristo en su misión, conducirnos a Cristo.

Lo mismo debe decirse de nuestra piedad mariana. No amamos a María principalmente por Ella ni por nosotros, sino porque es Madre de Cristo.

Y porque esta prerrogativa única de la Madre de Dios le ha valido todos los demás privilegios que admiramos en Ella, que menciona la Medalla y que someramente vamos a recordar.

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LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Es el primer privilegio después de la Maternidad Divina, y exigido además por esta última.

La Medalla lo contiene clarísimamente. Ante todo en la breve invocación que en ella está grabada: «Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos».

Después en la imagen bíblica de la mujer que aplasta la cabeza de la serpiente.

María ha vencido totalmente el pecado. Jamás pudo el demonio perjudicarla en lo más mínimo.

Aún en el primer instante de su concepción, Ella estuvo exenta del pecado original y de sus consecuencias.

Ella es la Inmaculada, la Purísima, la Santísima, poseyendo desde el primer instante de su existencia una santidad en ese momento mayor que la del santo más grande al final de su vida.
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Y aún según muchos teólogos, que la de todos los santos juntos.

Se ha visto más arriba, que uno de los fines de la Virgen o mejor, de Dios al revelar la Medalla Milagrosa y al querer que se repartiese tan rápidamente por millones en el mundo entero, era el de preparar la definición dogmática de la Inmaculada Concepción.

Debemos creer, como un artículo de nuestra fe, revelado por Dios, que María ha sido concebida sin pecado, en virtud de los méritos de su Hijo, que le fueron aplicados anticipadamente.

Porque la Madre de Dios no es una excepción a la ley de la Redención.

Al contrario, fue rescatada más maravillosamente que todos los demás descendientes de Adán.

Estos fueron redimidos por Cristo después de haber caído en el pecado.

María en cambio, se benefició de los merecimientos de su Hijo siendo preservada del pecado.

Complazcámonos en proclamar nuestra fe en este privilegio único de María, tan importante en la economia de la salvación.

Repitamos al mundo la invocación: «Oh María sin pecado concebida…»

Que ésta sea también, en nuestro tiempo en que el materialismo domina, nuestra oración jaculatoria preferida.

A fin de que la Virgen Inmaculada, tan poderosa ante Dios, por no haberlo ofendido jamás y por haberle agradado siempre, nos haga vivir esa santidad que, según el Concilio, es deber de todo bautizado.

para que asista a la Iglesia en las circunstancias actuales en que el demonio se manifiesta tan encarnizado contra Ella.

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MEDIADORA UNIVERSAL

Después de la Inmaculada Concepción, otra prerrogativa de la SS. Virgen, bien puesta en evidencia por la Medalla, es su Mediación Universal.

Bajo su doble forma: Mediación de intercesión y Mediación en la distribución de la gracia.

 

INTERCESIÓN DE MARÍA

En la aparición del 27 de noviembre de 1830, María se presenta desde el primer instante a Santa Catalina, en su esplendor inmaculado y regio con un globo entre las manos, que representaba al mundo entero y a todos los hombres.

Tiene los ojos levantados hacia el cielo en una súplica intensa y ofrece este globo a Nuestro Señor.

He aquí la función que hasta el final de los tiempos, cumplirá María ante su Hijo, porque su mediación depende totalmente de la de Jesús.
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María en el Cielo es la orante suprema de la humanidad.
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Con Jesús y cerca de El, intercede sin cesar por nosotros.
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Nuestra salvación está pendiente de este único misterio de intercesión.

Y esto está plenamente de acuerdo con la doctrina mariana del Vaticano II, el cual enseña esta mediación de la Virgen en el Cielo, pero en dependencia de Cristo, mediador necesario y principal.

La primera fase de la aparición del 27 de noviembre de 1830 contiene la misma enseñanza, es a Nuestro Señor a quien María ofrece el globo, dice Sor Catalina.

Es a Él a quien pide las gracias, porque todo viene de Él, única fuente de salvación.

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DISTRIBUCIÓN DE LAS GRACIAS

A esta mediación de intercesión se agrega la de la distribución de las gracias, como lo deja ver la segunda fase de la misma aparición.

Después que María hubo dirigido a su Hijo una súplica ferviente mostrándole todas las almas y sus necesidades aparecieron en cada mano los quince anillos engarzados con piedras preciosas.

Despidiendo «rayos luminosos, unos más hermosos que otros, rayos que son el símbolo de las gracias obtenidas por María».

Su oración ha sido plenamente escuchada, porque Ella es la omnipotencia suplicante. Y ahora va a distribuirlas.

Efectivamente, de repente, las manos de María cargadas de gracia se dejan caer hacia el globo terráqueo sobre el cual está Ella de pie.
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Y derrama sus gracias sobre todo el mundo particularmente sobre Francia y sobre cada alma en particular.

Mas esta noble Mediación de la Madre de Dios, de intercesión y distribución, supone en nosotros el deber de «recurrir a Ella» a fin de obtener las gracias que necesitamos.

No descuidemos el pedirlas, porque es la ley establecida por Dios que todo lo pidamos.

Hay gracias que no se obtienen porque no se las pide: «Las piedras que no brillan, explica la Virgen a Catalina, son las gracias que no se piden» y sin embargo Ella se sentiría muy feliz en conseguírnoslas.

Dirijámonos pues a nuestra Madre del Cielo, pero con entera confianza; porque siendo Inmaculada, es todopoderosa en el Corazón de Dios, nos puede obtener todo cuanto pedimos lo que es conforme con la voluntad de Dios.

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MARÍA CORREDENTORA

El anverso de la Medalla muestra a María como dispensadora de todas las gracias; el reverso enseña otra verdad.
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Presenta a María unida a Jesús en la adquisición de la gracia.
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Porque la Virgen no es solo distribuidora de todas las gracias.
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Con Cristo en el Calvario es también la CORREDENTORA, adquiriendo con su Hijo las gracias que podrá distribuir.

La letra M lleva encima la Cruz. Esta se apoya sobre María, está como plantada en Ella, por así decirlo.

Puede que haya en esto una alusión a la Maternidad divina de la Virgen.

Pero en este simbolismo queda ciertamente afirmado que Jesús y María no constituyen más que UNO en la obra de la Redención.

Los dos Corazones doloridos de Jesús y María yuxtapuestos tienen el mismo significado.

No solamente un mismo amor, sino también una misma sangre han hecho latir estos dos corazones.

La sangre que el Hijo ofrece sobre la Cruz, es la sangre que recibió de su Madre y cuando la lanza del soldado traspase el Corazón de Jesús, es sangre de María la que correrá.

Es, por otra parte, lo que enseña el Vaticano II en la Constitución dogmática sobre la Iglesia, en el Capítulo VIII, Nro. 61:

«María fue asociada a la obra redentora de su Hijo a título absolutamente único… padeciendo con su Hijo que moría en la cruz, aportó a la obra del Salvador una cooperación absolutamente sin parangón…para restaurar la vida sobrenatural en las almas.

Por eso ha sido para nosotros, en el orden de la gracia, nuestra Madre.»

Ciertamente, Jesús solo, porque es Dios, podía ser el Redentor pleno y necesario.

Pero ha querido que su Madre participe dependiente de El de un modo secundario y no necesario y por una gracia merecida por El, en el misterio de la Redención.

Al lado del nuevo Adán, Cristo, María es la nueva Eva, que colaboró en nuestro rescate, como la primera Eva contribuyó con el primer Adán a nuestra ruina.

Y que no se vaya a decir que hay aquí una interpretación forzada del Vaticano II y que en el texto citado más arriba no se trata de Co-Redención.

La palabra sin duda no está, pero sí se encuentra la realidad.

Y lo ha dicho un mariólogo tan entendido como el P. Balic, presidente de la Academia Pontificia Mariana, en el Primer Congreso Mundial de Teología Postconciliar, tenido en Roma a fines de septiembre de 1966, ante 1200 teólogos y expertos.

Que el texto conciliar contiene ciertamente la afirmación de la mediación y de la Co-Redención mariana, así como enseña la Maternidad espiritual de María respecto a los fieles, como jamás y en ninguna parte, había sido afirmada con tanto vigor.

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MADRE ESPIRITUAL

Esta Maternidad Espiritual de María, si no está afirmada explícitamente en la Medalla Milagrosa, está sin embargo implícitamente contenida en ella.

Por el hecho de que la Virgen ayudó al Redentor en nuestro rescate, es nuestra Madre espiritual, la que nos dio la vida sobrenatural junto con su Hijo, como lo recalca el texto conciliar citado más arriba.

En efecto es allí, bajo la Cruz, donde se ubica el acto principal de esta maternidad, donde María llega a ser de hecho nuestra Madre, la que lo era ya de derecho por la Encarnación.

Porque llegando a ser la Madre de la Cabeza del Cuerpo Místico, llegaba a ser también la Madre de los miembros.

Pero, además Jesús quiso proclamar la Maternidad espiritual de su Madre en relación con los hombres en el momento en que moría en el Calvario, entregando a Juan en manos de María, porque es en ese momento precisamente en que María sufriendo con Jesús nos daba con Él la vida sobrenatural.

Esta Maternidad espiritual para con nosotros parece encontrar también confirmación en la primera aparición a Catalina Labouré el 19 de julio de 1830.

Efectivamente, esa aparición y la confidencia que tuvo lugar entre la Virgen y su vidente, se desarrollan íntegramente en un clima de ternura maternal.

Palabras, actitudes, gestos, todo es maternal en María.

La Virgen está sentada sencillamente en el sillón del Capellán, como su propia madre Santa Ana estaba representada en el cuadro que menciona Sor Catalina.

Esta última queda autorizada a apoyar familiarmente sus manos sobre las rodillas de Nuestra Señora, quien llama a la humilde novicia: «Hija mía».

La previene sobre las dificultades que encontrará y le inspira confianza, como lo hace una madre.

Maternalmente, se interesa por todos y por todo, llora sobre las tristes consecuencias de los sucesos que han de venir.

Pero, sean éstos los que fueren, la tranquiliza. «Ten confianza, le repite, yo velaré por tí».

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REINA UNIVERSAL

Otra prerrogativa es afirmada por las apariciones de la calle du Bac y la Medalla Milagrosa, la de su Realeza universal.
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Y ésta de una manera muy clara.
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El P. Gasnier O.P. en su estudio «La Medalla Milagrosa y la Realeza de María» escribe:
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Las tres apariciones a Catalina Labouré tienen su característica propia, su enseñanza particular que sobresale.
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Es, creemos, un curso graduado en tres lecciones sobre la Realeza Universal de María.

Sor Catalina quedó muy impactada por la insistencia de la Virgen acerca del simbolismo del globo sobre el cual estaba de pie; especialmente en la tercera aparición.

Este globo representa al mundo entero, particularmente a Francia y a cada persona en particular.

Por una inspiración ciertamente sobrenatural, la vidente vio en esto una afirmación de la realeza de María.

Y ella siempre tan reservada y discreta, exclamó con entusiasmo:

«¡Oh! Cuán hermoso será oir decir: María es la Reina del Universo, particularmente de Francia y los niños gritarán con alegría y entusiasmo «y de cada persona en particular».

Será un tiempo de paz, de alegría y de dicha, que durará mucho, será llevada cual bandera y dará la vuelta al mundo.

Parece que en todas las palabras de María, sean estas últimas, en las que vio la afirmación de la Realeza de Nuestra Señora, las que más impactaron a Sor Catalina.

Y el P. Gasnier, quien piensa que la enseñanza particular de las manifestaciones de la calle du Bac es ésta de la Realeza de María, cree aún poder decir lo siguiente:

«La primera aparición – Sor Catalina a los pies de la Virgen – nos revela la Realeza de María sobre «cada persona en particular».
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La segunda aparición simboliza la Realeza de Nuestra Señora sobre «todo el mundo».
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Y la tercera aparición, en la que la Virgen está de pie detrás del altar, teniendo a sus plantas el Sagrario nos recuerda que su Realeza se extiende hasta el «campo de la gracia».

Y el mismo autor analiza todos los detalles de las tres apariciones, relacionándolos con la Realeza de María.

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RENOVACIÓN DE LA TEOLOGÍA MARIANA

También aquí la Medalla Milagrosa y las manifestaciones de María en la calle du Bac, anunciaban un nuevo desarrollo de la teología mariana.

El primero de noviembre de 1954, Pío XII proclamaba a María Reina del Mundo y coronaba la imagen romana de la Virgen, llamada «Salud del Pueblo».
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Al mismo tiempo que instituía la fiesta de María Reina, fijada en adelante el 31 de Mayo.

La idea de la Realeza de María, ciertamente no era nueva en 1830. Se remonta a los primeros siglos de la Iglesia.

Ya en las catacumbas, la Virgen, porque era Madre de Dios, está representada sentada en un trono, como una emperatriz o reina, presentando al Niño-rey a la adoración de los magos.

Y a lo largo de veinte siglos de historia cristiana, María ha sido llamada continuamente Reina. Testigo de esto son las hermosas antífonas marianas: «Dios te salve, Reina y Madre» y otras varias.

Pío XII no hizo sino exponer claramente una verdad ya conocida.

Pero no deja de ser una alegría el pensar que aún aquí el Señor se sirvió de la humilde Medalla Milagrosa para contribuir a poner una nueva perla en la corona real de su Madre.

Las doce estrellas del reverso de la Medalla hacen seguramente alusión al Capítulo XII del Apocalipsis.

Según esto, María es ciertamente esa mujer coronada de doce estrellas que vio San Juan en la gloria del cielo, Reina de los Ángeles y de los hombres.

Además, la imagen de la Virgen coronada con doce estrellas permite probablemente hacer una evocación de su Asunción.

Está revestida de sol, es decir, de la gloria celestial, de esa gloria con que brillaba el cuerpo transfigurado de Jesús sobre el Tabor, en el que su rostro apareció luminoso como el sol dice San Mateo.

He ahí las diferentes verdades de la teología mariana, que según creemos se pueden encontrar en las apariciones de la calle du Bac y en la Medalla Milagrosa.

Esta última es un verdadero libro de teología mariana para uso del pueblo cristiano; un micro-Apocalipsis-mariano, como dice Jean Guitton, una mini-revelación-mariana, una teología mariana en resumen, para uso de humildes y pequeños, como todos debemos serlo, conforme a la afirmación de Jesús.

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EN RESUMEN

En realidad, todo el misterio mariano está aquí condensado:
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desde la Inmaculada Concepción hasta la Asunción gloriosa, en que María es coronada Reina de los Ángeles y de los hombres.
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Desde el Génesis, la primera y misteriosa alusión a la socia del Redentor, aplastando la cabeza de la serpiente.
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Hasta el Apocalipsis en que la Virgen, al mismo tiempo que la Iglesia con quien ella está íntimamente unida, habrá obtenido la victoria definitiva sobre Satanás.
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Pasando por la Maternidad divina, la asociación de María a Cristo en la Redención, la Mediación Universal bajo su doble aspecto, de intercesión y de distribución de las gracias.

Sí, en toda la doctrina mariana de la Iglesia.
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María unida a Cristo y llevando a Cristo, María en el centro mismo de la Iglesia.
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Tal es la enseñanza teológica de la Medalla Milagrosa, tan bíblica, tan Cristocéntrica y tan eclesial.
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Tal cual el Concilio acaba de recordárnosla en el hermoso capítulo VIII de la Constitución dogmática sobre la Iglesia.

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MENSAJE PASTORAL DE LA MEDALLA

 

LLAMADA A LA ORACIÓN

Es ciertamente la primera lección de las apariciones de 1830.

Los historiadores que han hecho un estudio comparado de las diversas apariciones aprobadas por la Iglesia, a partir de 1830, hacen notar que el llamado a la oración no es una excepción en ninguna de ellas.

No hay nada extraordinario en ésta cuando se piensa el lugar privilegiado que ocupa la oración en la vida de la Iglesia.

El fin primordial de la Iglesia, ha dicho Paulo VI, es enseñar a orar.

Recuerda a los hombres la obligación de la oración, excita en ellos la disposición natural necesaria para la plegaria; les enseña por qué y cómo es menester orar

Hace de la oración el gran medio de salvación y la proclama al mismo tiempo fin supremo y próximo de la verdadera religión. (Alocución en la audiencia general del 20 de julio de 1966).

Ahora bien, el llamado a la oración y el papel primordial de ésta en la economía de la salvación son particularmente claros en las apariciones de la calle du Bac.

Desde luego son las únicas, entre todas las que han tenido lugar después y que la Iglesia ha reconocido como sobrenaturales, que se han desarrollado en una Iglesia, «en una casa de oración».

Asimismo las apariciones tuvieron lugar, salvo la primera, mientras la Comunidad de las Hijas de la Caridad estaba en oración, en súplica, durante la meditación de la tarde.

Después María misma aparece en oración, cumpliendo lo que es su gran función hasta el fin de los tiempos: La Mediación de intercesión ante su Hijo.

Finalmente, la Medalla que nos da no es ningún amuleto, fetiche, que hay que tener consigo para ser protegido.

Es sobretodo una invitación a la oración, que es necesario dirigir al único Mediador entre Dios y los hombres -Jesucristo-por medio de María: ¡Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimo a Vos!

La Medalla es el instrumento de las gracias que María consigue.

Las gracias, María no las distribuye al azar.
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En sus palabras a Santa Catalina cuida de especificar que derrama las gracias sobre quienes se las piden:
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«La hermosura y el brillo de los rayos tan bellos son el símbolo de las gracias que derramo sobre las personas que me las piden».

Y para que esa lección sea mejor comprendida, la Virgen la repite bajo una forma negativa.

Afirma que hay gracias que no se dan porque no se piden.

«Estas piedras de las que no salen rayos son las gracias que se olvidan de pedirme».

Por consiguiente, no hay que separar la medalla de la oración.

Por el contrario aquella debe ser un estímulo y recordar la necesidad de pedir, por María, todas las gracias que necesitamos.

La Medalla debe excitar nuestra fe, unirnos así más íntimamente con Dios y hacernos conseguir más seguramente las gracias de vida cristiana, pidiéndolas, por medio de María, cuya intercesión es todopoderosa ante su Hijo.

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EL ROSARIO

Pero hay una oración particularmente cara a María y que parece recomendarla al aparecerse a Catalina Labouré, es la del Rosario.

El P. Gasnier, en su folleto: «La Medalla Milagrosa y la Realeza de María», lo demuestra bien en las páginas 18 y 19.

Dejémosle la palabra. Se nos da mayor precisión acerca de la plegaria por excelencia que conviene dirigir a María, en el hecho de que los rayos brotarán de los preciosos anillos que adornan las manos de la Purísima, como las manos de una Reina.

Estos anillos eran tres en cada dedo y cada uno de ellos estaba recubierto de piedras preciosas de tamaño proporcionado.

Ahora bien, en esa época se recitaba precisamente el Rosario con esa clase de anillos recubiertos con diez granos que se hacían pasar con el pulgar alrededor del índice.

Pues, se utilizaban ya en 1830 las decenas para rezar el Rosario, como se practica en nuestros días.

Y la prueba está en que el 20 de junio de 1836, Roma intervino para declarar que las indulgencias concedidas a la recitación del Rosario podrán ser aplicadas a los anillos de oro y de plata recubiertos de diez granos.

Nuestra Señora llevaba tres anillos en cada dedo, es decir tenía en cada mano un Rosario entero de quince decenas.
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Manera magníficamente elocuente de advertirnos que la oración que conviene dirigirle, «su oración» es el Rosario.
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Mas que todas las plegarias, el Rosario hace brotar de sus manos sobre las almas, torrentes de gracias.

Se ha visto más arriba que la Virgen volverá sobre esta lección en las apariciones posteriores y siempre con más precisión e insistencia.

El llamado será particularmente solemne y urgente en Fátima. María mira el Rosario como el gran remedio a los males de nuestra época.

Por otra parte es lo que la misma Iglesia no cesa de repetirnos desde hace un siglo, por la voz de los Papas.

Sobretodo de León XIII, quien publicó una docena de encíclicas para llamar al mundo católico a recitar el Rosario, y también, Pío X, Pío XI y Pío XII, Juan XXIII y en fin, Paulo VI.

Todos estos Papas no han cesado de confirmar el llamado de María, y hacerse eco del mismo.

La Madre de la Iglesia y la Iglesia misma no tienen sino una sola voz.

Paulo VI, en su Encíclica sobre el Rosario, del 15 de setiembre de 1966, dice hablando del Rosario:

«Esta oración, el segundo Concilio ecuménico del Vaticano, la ha recomendado a todos los hijos de la Iglesia de manera muy clara, aunque no explícita, cuando dice:

Que estimen en mucho las prácticas y ejercicios de piedad hacia María que el Magisterio ha recomendado a lo largo de los siglos». (Constitución dogmática sobre la Iglesia Nro, 67)

Recemos entonces el Rosario si queremos obtener abundantemente las gracias que María distribuye, puesto que los rayos que simbolizan estas gracias salen de las decenas del Rosario que María llevaba en sus manos.

Pero velemos para decirlo con la devoción requerida.

Si algunas piedras de estas decenas no brillan ¿no es porqué recitamos negligentemente el Rosario?

En su lecho de muerte, Catalina Labouré solícita de decir todavía a sus cohermanas una palabra más sobre la SS. Virgen antes de abandonarlas, murmura sencillamente: «Recomienden que se rece bien el Rosario«.

Ella había comprendido la importancia de su rezo ferviente.

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LA EUCARISTÍA

Señalamos también una lección que brota claramente de las apariciones de la calle du Bac.

María insiste sobre el culto eucarístico y orienta hacia la Eucaristía.
.
No sólo se aparece en la Capilla, sino cerca del altar y aún cerca del Tabernáculo.
.
Tal fue el caso en la primera y tercera aparición.

El 19 de julio de 1830, Nuestra Señora va a colocarse sobre las gradas del altar, del lado del Evangelio y se sienta en el sillón del celebrante que debía estar contra el altar, puesto que Sor Catalina estando de rodillas delante de la Virgen se apoyaba sobre las gradas del altar.

Más, sobre todo, María invita con vehemencia a su vidente a buscar fortaleza cerca del Tabernáculo en las dificultades que habrá de encontrar en su misión:

«En cuanto al modo de conducirme en mis penas, Ella me mostró con su mano izquierda el pie del altar y me recomendó de acercarme hasta aquí, abrir mi corazón, asegurándome que aquí encontraría los consuelos que necesito.»

Lo mismo en las calamidades que París habrá de sufrir pronto, es cerca del Sagrario donde será necesario buscar ánimo y confianza:

«Pero venid cerca de este altar, ahí las gracias serán derramadas sobre todas las personas que las pidieran con confianza y fervor: serán derramadas sobre grandes y chicos.»

Durante la tercera aparición, como se ha señalado más arriba, la SS. Virgen se aparece no ya a la altura del cuadro de San José como el 27 de noviembre, sino encima del Sagrario y algo detrás.

El Sagrario estaba inundado por los rayos que salían de sus manos. Esto es muy significativo.

Efectivamente, Jesús en la Eucaristía, ¿no es el mayor don que nos ha hecho María? La gracia no nos puede llegar en plenitud sino por la Eucaristía.

Este es el medio esencial y normal de recibir la gracia divina.

La Eucaristía, a la que rodean como otros tantos canales derivados los demás sacramentos cristianos, es el instrumento por excelencia de la gracia, como la síntesis de todas las gracias.

Por eso hacia ella nos orienta finalmente María.

Las apariciones de la calle du Bac acaban como había empezado, orientándonos hacia la Eucaristía.

El verdadero oficio de Nuestra Señora es conducirnos a Jesús.

Al conducirnos a la Eucaristía, María nos muestra también el sacerdocio y la Iglesia entera, con su jerarquía y su culto, cuyo centro es la Eucaristía.

Nos recuerda que todas las gracias distribuidas por la Iglesia, Ella las ha merecido con Jesús y con El las reparte, pero que es necesario pasar siempre por nuestra Madre, la Santa Iglesia para conseguirlas y que no hay que olvidarlo, cuando nos dirigimos a Nuestra Madre, la SS. Virgen.

iglesia de la medalla milagrosa

 

OTROS MENSAJES

He aquí algunas lecciones de esta Epifanía mariana de 1830. No agotan sin duda el rico simbolismo de la Medalla.

En efecto, al mostrarnos la Cruz que domina la letra M, la Virgen ¿no ha querido acaso significar que nuestra vida como la suya debe tener parte en el misterio de la Cruz?

Al colocar ambos Corazones uno al lado del otro, ¿no ha querido estimular la doble devoción al Corazón de Jesús y a su Corazón Inmaculado?

Al poner en la Medalla las doce estrellas, en las que los Comentaristas del Apocalipsis han visto una alusión a los doce apóstoles, ¿no ha querido recordarnos el deber del apostolado obligatorio para cada cristiano bautizado?

Es posible, aunque menos evidente. Mas, aún sin eso, la Medalla es bastante rica en lecciones para que la amemos.

medalla milagrosa 3

 

LLEVEMOS LA MEDALLA MILAGROSA

Es la recomendación de María misma a Catalina Labouré
– Haz acuñar una medalla según este modelo.

Las personas que la llevaren en el cuello recibirán grandes gracias. Las gracias serán abundantes para las personas que la llevaren con confianza.

María en persona pide, por tanto que se lleve la Medalla e indica de qué modo.

El llevar la Medalla tal cual la Virgen lo recomienda es una manifestación de la auténtica devoción a las sagradas imágenes como lo quiere la Iglesia.
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El 2º Concilio ecuménico de Nicea en 787, definió contra los iconoclastas la devoción católica a las imágenes de los Santos.
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La cual no se opone a la ley del Antiguo Testamento que prohibía las imágenes talladas y otras representaciones de la divinidad.
.
Efectivamente, después de la Encarnación, Dios ha tomado una humanidad que puede ser representada.

Por otra parte, se tributa a las imágenes pintadas o esculpidas de Jesús, de la Virgen y de los Santos solamente un culto relativo: no es el trozo de metal o papel pintado que se venera, pero hacer pensar en la persona así representada e invita a honrarla.

Así sucede cuando llevo conmigo y abrazo una fotografía de mi madre; mi acto de piedad filial no va al cartón que la evoca, sino a mi madre en persona.

Por otra parte, es un gesto tan natural y a veces tan necesario entre los seres humanos, aún los más equilibrados, llevar consigo la imagen de un ser querido, especialmente el de la propia madre.

¿Cómo entonces el cristiano no habrá de llevar la imagen de su Madre del Cielo, María? ¿Y principalmente esta imagen que es la Medalla Milagrosa, en la que la Virgen ha indicado ella misma de qué manera deseaba ser representada?

¡Sin contar que la Medalla es una imagen de gran riqueza teológica!

Es la síntesis genial y verdaderamente inspirada de lo Alto, de toda la teología mariana tal como la Iglesia nos la presenta.

Además la Iglesia ha bendecido esta Medalla.

Su gran oración litúrgica ha venido a sancionar la recomendación de la Virgen y transforma así en un sacramental su imagen llevada con fe y confianza.

Un sacramental es un medio instituído o aprobado por la Iglesia y santificado por ella, a fin de animar nuestra fe y nuestra oración y atraer así la gracia sobre nosotros.

La Iglesia sabe muy bien que necesitamos señales externas para suscitar nuestra plegaria.

Sabe que somos seres sensibles que tenemos necesidad de ver, tocar, besar un crucifijo, una medalla, para hacer brotar nuestra fe y nuestro amor por Jesús, por María.

Precisamente el llevar la Medalla Milagrosa nos ayuda eficazmente a tener una actitud filial y amante hacia nuestra Madre del Cielo. Todos los que la llevan lo han comprobado y pueden dar testimonio de ello.

¡Cuántas veces al levantarse no se olvida uno de la oración de la mañana!

Pero aquel que lleva una Medalla Milagrosa al cuello involuntariamente es llamado al orden y así es conducido de nuevo a pensar en María y en Jesús.

Aunque no sea un pensamiento rápido y una breve oración, la jornada ha empezado con María, con Dios.

Lo mismo a lo largo de las horas; ¡cuántas veces la vista de esa medalla que uno lleva eleva nuestro pensamiento a lo sobrenatural, nos incita a una breve oración a María, sobre todo si llevamos la medalla de modo visible!

¿Quién conocerá alguna vez las gracias innumerables que estas invocaciones rápidas y filiales habrán atraído sobre nosotros especialmente si han sido hechas con confianza?

Y, ¿quién sabrá que invocaciones y que buenas inspiraciones suscitará nuestra Medalla en los que nos vean llevarla?

Y, ¡quién dirá la actitud respetuosa que muchas veces un novio, un esposo, se siente obligado a adoptar frente a la persona que ama, pero porque le ve puesta bajo la protección de María, cuya Medalla le está recordando su dignidad cristiana!

Sí, llevemos con confianza la Medalla Milagrosa.
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La Iglesia y María, Madre de la Iglesia, saben lo que hacen, cuando comprometen a sus hijos a llevar con fe y confianza este signo bendito que invita a la oración, atrae la gracia sobre el alma y a menudo protege también el cuerpo.

Ver además:

Fuentes:


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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Todo lo que Necesitas Saber sobre los Arcángeles

La historia de la salvación es un encadenamiento de mensajes de Dios.

Que los ángeles van trayendo a los hombres.

Incluyendo lo central, que son dos nacimientos.

El de la Inmaculada María en cuyo ‘sagrado vientre’ crecerá Jesús.

Y el nacimiento del Dios de nuestra salvación en un humilde pesebre en Belén.

santos arcangeles

Pero además son los guardianes nuestros, a través de la lucha contra Lucifer y sus huestes.
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Y son guardianes de nuestra conducta, para que podamos alcanzar el Cielo como Dios quiere.

La palabra “Arcángel” viene del griego (archángelos). “Arcángel”, término que aparece sólo dos veces en la biblia, ambas reflejadas en el nuevo testamento.

Se compone del antiguo prefijo griego (arc), o en otra forma del prefijo (archo) significa “que gobierna, que dirige, que comanda, que lidera” + ángel que significa “mensajero”.

A partir de estas raíces, el significado dado es de “Ángel Jefe” o “Ángel Principal” según la sintaxis del idioma griego.

El culto únicamente de los tres arcángeles, Miguel, Rafael y Gabriel, fue aprobado el año 745 por el concilio de Letrán, presidido por el papa Zacarías, para defenderlo del culto de ángeles apócrifos.

Con la reforma litúrgica de 1969, se unificaron las festividades de los tres arcángeles el 29 de setiembre.

Este es el día de la dedicación de una basílica en honor de San Miguel elevada en el siglo V en la vía Salaria. 

los tres arcangeles

 

LOS ARCÁNGELES CONSTITUYEN UNO DE LOS NUEVE COROS DE ÁNGELES

Hay distintas interpretaciones según las distintas creencias en cuanto a la cantidad de arcángeles que hay y sus identidades.

Desde el Seudo Dionisio (siglo VI), Padre de la Iglesia, suelen enumerarse tres jerarquías con tres coros cada una, sumando un total de nueve Coros u Ordenes Angélicos.

 

Primera Jerarquía

Estos ángeles de la mas alta jerarquía se dedican exclusivamente a glorificar, amar y alabar a Dios en su presencia.
Serafines, Querubines y Tronos.

 

Segunda Jerarquía

Dominaciones, Virtudes y Potestades (gobiernan el espacio y las estrellas. Son los responsables del universo entero).`

 

Tercera Jerarquía

Principados, Arcángeles y Ángeles. Son los que intervienen en todas las necesidades de la raza humana.

Esto lo vemos también en la Biblia, cuando se nos presenta la intervención de los arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael.

Vemos que directamente intervienen en la vida de los hombres, cada uno con su propia misión dada por el mismo Dios.

También se les ha dado la misión de proteger naciones, ciudades e Iglesias.

La visión del profeta Daniel es la que confirma esta misión.(Dn 7 y 8)

El cuidado de la Iglesias se confirma con el pasaje de Ap. 1:20 cuando se refiere a los Ángeles de las siete Iglesias.

Algunos autores y místicos, dividen a los ángeles entre asistentes al Trono Divino, y Mensajeros de Dios para cumplir diversas misiones por encargo suyo.

Así por ejemplo, el Libro de Tobías tiene como personaje central al Arcángel Rafael,

El cual desempeña un oficio protector admirable y nos muestra el Amor de Dios manifestado en el ministerio de los Ángeles

«Yo soy Rafael, uno de los siete Santos Ángeles que presentamos las oraciones de los justos y tiene entrada ante la majestad del Santo» (To. 12,15).

Dios ha encomendado a los arcángeles las misiones mas importantes en relación a los hombres.

Son guardianes de personas a quién Dios ha confiado grandes misiones, como del Santo Padre, cardenales, obispos.

arcangeles y tobias Francesco Botticini

  

SEGÚN LAS SAGRADAS ESCRITURAS HAY SIETE ARCÁNGELES

 «Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que tiene entrada a la gloria del Señor» (Tb 12:15)

«Reciban gracia y paz de Aquel que Es, que era y que viene de parte de los Siete Espíritus que están delante de Su Trono« (Ap 1:4),

Las Sagradas Escritura mencionan el nombre de solo tres: Miguel (Ap 12:7-9), Gabriel (Lc 1:11-20; 26-38) Rafael (Tobit 12:6, 15).

Los nombres de los otros cuatro arcángeles (San Uriel, San Barachiel ó Baraquiel, San Jehudiel, Saeltiel) no aparecen en la la Biblia.

Se encuentran en libros apócrifos de Enoc, el cuarto libro de Esdras y en la literatura rabínica. 

La Iglesia reconoce los nombres que se encuentran en las Sagradas Escrituras. 

Los demás nombres pueden tenerse como referencia pero, no son doctrina de la Iglesia ya que provienen de libros que no son parte del canon de la Sagrada Escritura.

Debemos tener cuidado con otros nombres dados a los ángeles, algunos de los cuales son de origen ocultista o de la Nueva Era.

Se recomienda rezar a los Siete Santos Arcángeles.

A los arcángeles se les llama los siete magníficos:

Miguel: (Ap 12:7-9) «quien como Dios». Venció y expulsó a Satanás del cielo.

Gabriel: (Lc 1:11-20; 26-38) «el que gobierna o mensajero de Dios».

Rafael: (Tobit 12:6, 15) «el que cura o sana». El arcángel cercano a los hombres para aliviarlos en su dolor y sufrimiento.

Es gozoso ver cómo en las representaciones de la Virgen María hay ángeles, sirviéndola, cuidándola y siendo vehículos de la comunicación de Dios.

arcangel miguel

 

LOS ARCÁNGELES ACOMPAÑADO A LA INMACULADA

Cada año en diciembre, se celebra hermosas conmemoraciones en honor a la Virgen María. Ella se presenta como una doncella.

En realidad, se recuerda el momento en que Dios la crea sin pecado original. El 8 de diciembre es un “Día Clásico” muy especial.

La Imagen de más de 400 años que es llevada en hombros desde el Templo de San Francisco de la ciudad de Guatemala, nos acerca a pensar en la celebración de los arcángeles que la acompañan.

la inmaculada saliendo del templo de san francisco en guatemala

Cuando se lee el Apocalipsis de San Juan, se entra en una perspectiva de muchas incógnitas. Parece ser que es indescifrable.

Pero la Iglesia siempre lo ha sabido guiar en la lectura de estos textos.

El capítulo 12 reflexiona un acontecimiento, que queda grabado en las palabras de las Sagradas Escrituras.

Por eso hemos querido recordar especialmente de la celebración de la Inmaculada Concepción, la Virgen de los Reyes que es tan importante en la historia de Guatemala y Centro América.

La puerta enorme del Templo Franciscano, se ve abarrotada de gente y en pequeños carretones, se observa salir a los ángeles.

San Miguel, San Rafael y San Gabriel arcángeles, que con sus miradas dulces trabajadas por el escultor conducen a que el pueblo vuelva la mirada a la Virgen.

“Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza Apocalipsis 12, 1.

Así es representada la Virgen María en su Inmaculada Concepción,

El texto bien puede referirse a la Iglesia: las doce estrellas representan a los doce apóstoles, el sol a Cristo, la luna es el reflejo de la luz.

La mujer como iglesia debe ceñirse a los apóstoles, debe vivir para Cristo (sol) y reflejarlo (luna).

Pero el texto también nos sitúa ante la creación.
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Dios que desde siempre ha querido crear al hombre y por ese amor infinito enviar a Jesús.
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Por ello ha de crear una mujer que este vestida de Dios, lo refleje y que por los méritos del Señor viva con la totalidad de las virtudes (12 estrellas).

Entonces hemos de leer el Apocalipsis 12 interpretándola para esta ocasión con este segundo párrafo.

apocalipsis arte mariano B Facundus

Ya que los entendidos en la materia han asumido que la mujer es la Iglesia, pero también es la Virgen.

Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz.

Y apareció otra señal en el cielo: un gran Dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas.

Su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz.

La mujer dio a luz un Hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro; y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono. Y la mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios para ser allí alimentada 1.260 días.

Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos.

Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado Diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus Ángeles fueron arrojados con él.

Oí entonces una fuerte voz que decía en el cielo: «Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios.” Apocalipsis 12, 1-10

el dragon persigue a maria

 

EL REZADO DE LA INMACULADA Y LA GUERRA CONTRA EL ENEMIGO

Después de leer esos diez versículos, podría pensarse que Dios había contado, digámoslo así, lo que iba hacer.

Lucifer al ver que una mujer iba a dar a luz a la Segunda Persona de la Trinidad en la naturaleza humana, no le gustó.

Por eso aparece un dragón, soberbio y grandioso.

Entonces el diablo, en su no querer amar a Dios “convence” a la tercera parte de los ángeles para no servir.

Para hacerse rey. Él quiere destruir el plan de Dios.

Porque Dios tiene una gran ilusión con cada ser humano, pues han sido “creados” desde la mente desde siempre.

Todos han estado callados, la propia creación de ángeles que Él ha hecho han sido desterrados.

Porque al querer salir de la luz, han entrado en las tinieblas. Esto es ausencia de luz, como el odio es ausencia de amor.

Por ello un grito ha salido en medio del coro celestial: “¿Quién como Dios?”

San Miguel Arcángel, ha decidido levantarse contra el que se revela.

El dragón y sus ángeles combatieron pero no prevalecieron. Fueron expulsados del cielo.

Quién podrá levantarse contra Dios, si los ángeles ganaron. Han sido ellos que por amor al que los ha creado lo han defendido.

Cuando San Miguel en las esculturas es representado se puede observar su armadura, la espada, el dragón y un estandarte.

La típica frase se extiende sobre la tela del estandarte. En el carretón que lleva a este arcángel anticipa al resto de arcángeles.

¿Por qué la Inmaculada ha sido fuertemente vinculada con los ángeles?

Se ha visto como San Miguel ha peleado contra el enemigo, porque este en su ausencia de querer amar, por su soberbia, es expulsado.

Este desea reinar, se cree que puede todo. Todo ha empezado por una idea divina.

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No ha querido rebajarse, ¿como él siendo un ángel, que tiene más categoría ha de hacerse menos por culpa de Dios?. La idea del Todopoderoso es ilógica para él.

Dios tiene un plan maravilloso. Haciendo al hombre a imagen y semejanza suya.
.
Al nacer Jesús del vientre de una mujer, el hombre ha de tener una dignidad mayor.
.
Porque Dios se ha hecho hombre.

La Virgen también puede retomar la frase: “¿Quién como Dios?”

Pues si Ella lleva en su vientre al Hijo, puede pensarse en que Ella es tanto como lo que lleva.

Pero así como la frase, puede repetir con sencillez yo soy la esclava, Él ha mirado la bajeza de la esclava. Reconoce su nada y la grandeza de Dios.

San Rafael significa medicina de Dios ¿Pero él es medicina para quién?

Para el Todopoderoso, no. Si fuera así entonces no sería divinidad.

San Rafael es compañía y medicina para el ser humano, tal y como lo narran los textos bíblicos que lo relacionan con el pez.

Así como él es esto, la Inmaculada es medicina, pues por gracia divina hace el efecto contrario a Eva.

Ella por desobediencia ha roto la unión con Dios, la Inmaculada por su obediencia ha sido la medicina para el hombre.

Se convierte en la compañía. Ella por divina disposición restituye lo que por Eva se ha perdido.

Su maternidad divina la convierte en el puente de Dios y el hombre.

Ella trae a Dios y después de la cruz; Jesús la da como Madre de todos.

Precisamente otro arcángel llamado San Gabriel es quién porta la noticia de que María sea la mamá de Cristo.

La Inmaculada Concepción de María trae consigo estas reflexiones.

Por ello ha sido vinculada, pero también porque representa el momento en que Dios en el cielo la hace, para después colocarla en el vientre de Santa Ana.

Si en el momento de la Encarnación todos los ángeles esperaban el sí de María, antes todos se extasiaban en la creación magnífica de Dios.

El artista ha reflejado en la Virgen, concebida sin pecado una mujer bella, inocente, sencilla, como si al hacerla quisiera reflejar todos los dones que Dios le ponía para la que iba a ser madre del Hijo.

Los ángeles al igual que este momento abstracto para nosotros, son representados de la misma manera, representando la misión o el encargo de Dios.

Los arcángeles son jóvenes, los querubines niños. Así con los primeros representan la agilidad de la juventud y la inocencia de los segundos.

Con alas, para decir que vuelan; pero más allá para recordar que son enviados.

El artista trabaja en su obra de arte para que quién contemple reaccione y entienda el mensaje.

san rafael arcangel

 

SAN RAFAEL, EL COMPAÑERO

El libro de Tobías, relata la historia de este personaje y la intervención del arcángel.

Vale la pena notar como catorce capítulos desencadenan en que el compañero de viaje no sea un pariente o un sabio, sino un ángel.

Otro detalle que parece unir en la profesión de San Rafael es la forma en que aprisiona al demonio que tenía Sara.

“Recordó Tobías las palabras de Rafael y, tomando el hígado y el corazón del pez de la bolsa donde los tenía, los puso sobre las brasas de los perfumes.

El olor del pez expulsó al demonio que escapó por los aires hacia la región de Egipto.
.
Fuese Rafael a su alcance, le ató de pies y manos y en un instante le encadenó.”  
(Tobías 8, 2-3)

En cada momento de la historia de Tobías, Rafael da esperanza al muchacho, no por ello los artistas representan la vestimenta del arcángel en color verde.

Símbolo también de la ecología que él ha sabido usar en el remedio del pez, en escogerlo.

El cayado también forma parte de lo que usa, pues recuerda como su camino lo conduce y libra de los peligros.

Es por ello que se ha ido popularizando su patronazgo para viajes largos, para pilotos, entre otros.

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SAN GABRIEL

Numerosas veces vemos la intervención de Dios en la historia de la Salvación. Pero pocas veces son tan extraordinarias las formas en que llegan a cautivar.

San Juan Bautista ha nacido por la intervención de Dios. Ha sido san Gabriel quién le anuncio a Zacarías el advenimiento de su hijo.

¡Jaire, Kejaritomene!

Así hemos de oírle al arcángel decirle a María. Mientras dice esto se hinca.
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Ha hecho un saludo de alteza.
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Pues sus palabras han sido: “Salve, llena de gracia” (la que siempre, ha tenido, tiene y tendrá gracia).

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La primera palabra es usual para el saludo de los emperadores como: “Salve César”.

La segunda no tiene una traducción al español, por eso se usa llena de… pero es como lo que se ha puesto entre los paréntesis.

¿De dónde proviene tanta gracia? Precisamente de aquel momento en que Dios la prepara haciendo a María Inmaculada.

Pero San Gabriel, no solo ha de dar esta noticia, de que María ha de ser madre.

El Señor ha de infundirle a San José la confianza a través de las palabras.

La creencia de que este arcángel ha de manifestarle que él cuidará al Hijo del Hombre.

siete arcangeles fondo

 

ARCÁNGELES

 

LOS ÁNGELES, MENSAJEROS DE BUENA NUEVA

Son estos los que darán la noticia a los pastores del nacimiento de Jesús.
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También han de ser los que aparezcan a la hora de la Resurrección de Jesús.

Ellos han de recordarle al mundo el amor de Dios que ha enviado a su Hijo para la salvación del hombre.
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Humillándose de tal forma que nace en un pesebre, vive pobre y muere en una cruz.

Así como en Guatemala han de sacar a la que llevará en su vientre al Amor.

Símbolo perfecto de nuestra pronta salvación.

Tanto ama Jesús que ha de morir por amor a los hombres y resucitará.

¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo? Dirán los ángeles a las mujeres.

Porque este mismo que se hizo hombre y los salvó de todo pecado, vendrá nuevamente. “Hombres de Galilea ¿qué hacéis viendo al cielo?”

De nuevo vendrá para juzgar a vivos y muertos, con todos sus ángeles, y su reino no tendrá fin.

Fuentes:

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El dogma de la Inmaculada Concepción se Encuentra contenido en las Escrituras

El Dogma de la Inmaculada Concepción se encuentra contenido realmente en las Escrituras y el Espíritu Santo ha sido quien lo ha clarificado a la Iglesia para conocimiento de toda la humanidad.

Dios tenía a María como parte de su plan salvífico desde el principio: Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya… (Gn 3,15).

No es por casualidad que Jesús llama a María «mujer», la nueva Eva- en la cruz- porque allí venció a Satanás. (También Pablo utiliza la palabra «mujer» en Gál 4,4). Jesús la exalta como la Nueva Eva: la mujer.

Existen muchos malentendidos sobre la doctrina. El Papa Pío IX, en 1854, proclamó la fe de la Iglesia: que María, desde el momento de su concepción, por un don gratuito de Dios y por los méritos de Jesucristo, fue preservada de toda mancha del pecado original. Esta doctrina incluye que María nunca desobedeció a Dios en toda su vida.

Los protestantes dicen que sólo Dios no tiene pecado, y entonces que María es pecadora. Prueba de esto es que ella misma llamó a Jesús Salvador (Lc 1, 47). Además, dicen ellos, Pablo escribió que no hay ningún justo, nadie busca a Dios,… todos pecaron (Ro 3, 10-12 y 23) Pablo citó al rey David. Si llevamos lejos el argumento de que nadie es justo llegamos hasta el extremo del absurdo porque la Biblia dice que Elizabeth y Zacarías eran justos (Lc 1, 6 y 2, 5), y mientras Pablo dice «nadie busca a Dios», Cornelio sí lo buscaba (Hch 10, 3-5). Adán y Eva eran justos antes de pecar. ¿No son justos los ángeles y santos en el cielo? ¿No es Jesús justo? ¿Como puede Santiago decir en 5, 15: La oración eficaz del justo puede mucho si no hay justos?

La palabra griega para «todos» no necesariamente indica universalidad absoluta. En Romanos 5, 12 Pablo dice que la muerte pasó a todos, pero sabemos que Enoc y Elías no murieron. (Ver «todo» en Hch 1,1, y Mc 16, 20).

Hay tres argumentos bíblicos que muestran este dogma:

1- La Santidad absoluta de Dios.
2- Las figuras del Antiguo Testamento referidas a María.
3- El saludo del ángel Gabriel, el día de la Anunciación.

Paso a explicarme:

 

1- La Santidad absoluta de Dios

Esta prueba ya la he desarrollado con anterioridad, por o cual es conocida ya por ustedes. Sin embargo, la repetiré para que quede la explicación en este mismo epígrafe.

En Éxodo 3, 5 leemos: ”Yahvé dijo: Quita las sandalias de tus pies, que el lugar donde estás es tierra santa”. Cristo es Dios, y su presencia también santifica, entonces, ¿Cómo iba a mezclarse el pecado en el vientre que había contenido la carne del Dios Unigénito? Según el Éxodo, eso no podía ser, por que lo que Dios toca directamente, es para Él.

Según el Éxodo, el lugar donde Dios habla y se manifiesta es un lugar santo, y lo más revelador, no puede ser tocado por nada profano. Moisés no podía mezclar el polvo de la tierra profana con el polvo del lugar donde Dios estaba hablando… por que la presencia de Dios santifica.

Números 4, 15: Cuando Aarón y sus hijos hayan acabo de cubrir el santuario y sus utensilios todos y se levante en campamento, vendrán los hijos de Caat para llevarlos, pero sin tocar las cosas santas” no sea que mueran

Dios mismo prohíbe que manos no consagradas toquen los utensilios que servían para su culto, ya que solo debían ser tocados por los sacerdotes…¿Cómo iba a permitir Dios que el vientre que había sido tocado por el Sumo y Eterno Sacerdote Jesús fuera tocado por Satanás?

1 Samuel 5, 1 y siguientes El texto es muy largo, pero en resumen: Los filisteos capturan el arca de la alianza y la ponen delante de Dagón, pero dagón cae de su altar ante el arca, y los filisteos son castigados con plagas.

Veamos algo: Si el Arca del alianza que contenía el maná, las tablas de la Ley y la vara de Aarón (las tres son figuras de Cristo) no toleraba estar cerca de profanos y pecadores…¿Cómo el vientre de María que contuvo a Cristo, pan bajado del cielo, Jesús Palabra del Padre, Jesús Sumo y Eterno Sacerdote, iba a estar en contacto con el pecado?

Recordemos que el Antiguo Testamento es solo el anuncio y el Nuevo es el cumplimiento y su plenitud. Por lo tanto, la santidad de Dios se nos revela más plena en el Nuevo, con la Encarnación de Cristo.

En Lucas 19, 45-48 leemos que Jesús expulsó a los mercaderes del Templo… por que el Templo es la casa de oración. En el Nuevo Pacto, el Templo es Jesús mismo:

Juan 2, 19-21 “Destruid este templo que en tres días lo levantaré…pero Él habla del Templo de su cuerpo”

Si Jesús expulsó a hombres pecadores del Templo del Antiguo Testamento, por ser éste sagrado…¿Cómo es posible que el pecado habitara en el mismo lugar en que estuvo el Sagrado y definitivo Templo de Dios, que es Cristo?

Mateo 9, 20-23: “Entonces una mujer que padecía flujo de sangre hacía doce años, se acercó por detrás y le tocó la orla del vestido, diciendo para sí misma: Con solo que toque su vestido quedaré sana…”

Mateo 14, 36: ”Suplicándole que les dejase tocar siquiera la orla de su vestido, y todos los que le tocaba quedaban sanos”

He aquí un hecho: Los vestidos de Jesús, estaban “santificados”, ¿Qué de aquel vestido que durante 9 meses albergó al Dios Eterno?

 

2. Las figuras marianas en el Antiguo Testamento

Principalmente tres:

a. Eva

María está prefigurada en Eva, la madre de nuestra raza. (Hay que recodar que los tipos son solamente sombras de los antitipos del Nuevo Testamento). María es nuestra madre por ser la madre de la Iglesia cuerpo de Cristo (Ap 12, 17). Lo que Eva perdió por desobedecer, María lo corrigió por su fe: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra (Lc 1, 38). Mientras la serpiente venció a Eva (Gn 3, 13), Dios protegió a María de su mordedura: Y cuando vio el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. Y se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de delante de la serpiente al desierto… (Ap 12, 13-16).

b. La enemistad entre la Mujer y su simiente y la Serpiente

Vemos en Génesis algo muy importante: dice la simiente suya (la simiente de la mujer) (3, 15), y la palabra griega en la versión de la Setenta es SEMENOS (semen en castellano). Entonces, ya que una mujer no tiene semen, la única mujer a quien se podría referir es a María, cuyo hijo fue concebido sin hombre, porque las demás personas nacen de mujer y hombre, de quien viene el semen. Génesis nos dice que existiría entre la mujer y la serpiente una enemistad completa y que la mujer iba a herir a la serpiente: Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya. Esta mujer (María prefigurada) está en enemistad total con el diablo. No existiría tal enemistad total si María hubiese pecado como pecó Eva. No son socios. La serpiente es fuente de todo pecado y maldad. Al fin y al cabo es Dios quien hace que María no peque: YO PONDRÉ enemistad entre tú y la mujer (Gn 3, 15).

c. Tabernáculo y Arca de la Alianza

También María es el Nuevo Tabernáculo. El primer tabernáculo fue detalladamente construido según Éxodo 25, 9 y 39, 42-43 para ser perfecto y sin mancha (2 Cr 7, 2). Esto prefigura a María. La gloria de Dios cubrió y llenó el primer tabernáculo (Ex 40, 34-38). Comparar esto con las palabras de Gabriel en Lucas 1, 35 donde María está cubierta con esta gloria, sobre ella bajó la gloria del Espíritu Santo.

Hay un paralelismo entre Lc 1, 35 y Ex 40, 34-35. La fuerza del paralelismo está aquí: Como la nube que envuelve la tienda de la reunión significa que el interior de la morada está lleno de la gloria del Señor, así el poder del Espíritu que desciende y cubre con su sombra a María hace que su seno quede lleno de la presencia de un ser que será Santo e Hijo de Dios. La punta de los paralelos señalados está en la equivalencia entre «la gloria del Señor» por una parte y los apelativos Santo e Hijo de Dios por otra. El niño que deberá nacer de María será de naturaleza divina.

María fue prefigurada como el tabernáculo perfectamente construido sin mancha. La traducción de los Setenta (LXX) utiliza la misma palabra y habla de la misma manera de María (el poder del Altísimo la llena en Lc 1, 35) como lo que pasó con el tabernáculo (Ex 40, 34-35).

Es claro también que Lucas quiere que veamos a María como otra arca de la alianza también construida perfectamente. Comparar también segunda de Samuel (6, 9), vemos que David dice algo semejante a lo que dice Elizabeth a María (en Lc 1, 43): ¿Cómo ha de venir a mí el arca de Yahvé?; David salta frente al arca (2 S 6, 14) como saltó de alegría Juan el Bautista frente a María (Lc 1, 44) la Nueva Arca de la Nueva Alianza que contiene a Jesús el verdadero pan de cielo (el primer arca contenía el maná). Y no es por casualidad que del arca se dice que estuvo en casa de Obed-edom geteo tres meses (2 S 6, 11), igual que se dice de María: Y se quedó María con ella como tres meses (Lc 1, 56). Así se encuentra este enlace entre el arca construida perfectamente y María en el libro del Apocalipsis: Y el tempo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su pacto se veía en el templo. Y hubo relámpagos, voces, truenos, un terremoto y grande granizo Apareció en el cielo UNA GRAN SEÑAL: una mujer vestida del sol… (Ap 11, 19-12,1).

 

3- El saludo del ángel Gabriel, el día de la Anunciación

Probablemente otros tocarán el punto del “kecharitomene» y su relación con la Virgen María y su Inmaculada Concepción. Yo no lo haré, sino que dejaré que quien lo quiera explicar, lo explique. Yo haré uso de otra palabra del ángel el día de la anunciación, y que en cierta medida encierra este dogma.

El ángel Gabriel le dice a María:

“Jaire kecharitomene», “Alégrate, llena de gracia”.

Jaire, que significa alégrate, es la forma como Dios quiso que se saludara a María, y no por un simple formalismo ni por etiqueta, sino por que Dios quiere demostrarnos algo: María es la Hija de Sión profetizada siglos antes por tres santos profetas: Sofonías, Joel y Zacarías.

Joel 2, 21. 27: “Suelo, no temas; alégrate y gózate, porque el SEÑOR hizo grandes cosas… Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy el SEÑOR vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado”.

En la profecía de Joel, dios habla al “suelo” y le invita a la alegría. ¿Qué significa este suelo? Si examinamos otros textos de las Escrituras, el suelo es fertilidad, quien da vida. Pero hay tres textos donde el “suelo” evoca a María:

Génesis 2,7: “Modeló Yahvé Dios al hombre de la arcilla…”

Dios ha tomado tierra del suelo y con ella creo a Adán. Dios tomó carne de María, y con ella llegó a existir Cristo, el Nuevo Adán.

Génesis 22, 13: Subió Abraham con Isaac al monte de Moriah para sacrificarlo… Dios impide que lo sacrifique y luego…”Alzó Abraham los ojos, y vio tras sí a un carnero enredado por los cuernos en la espesura, y tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en ve de su hijo”.

En el texto anterior, el carnero es la figura de Cristo, quien es ofrecido en sacrificio sustituto por nuestros pecados, y así como el carnero salvó a Isaac de morir, así el Nuevo Carnero nos salva de la muerte eterna. Pero hay un detalle que debemos tomar en consideración. Al igual que con Melquisedec, de ese carnero no se habla su origen. Abraham no lo había visto antes, sino que repentinamente lo vió. El carnero, sin origen, es fruto de la tierra de Moriah, por lo que simboliza esta tierra también a María, la tierra que nos proporciona el Carnero de nuestra salvación.

Éxodo 3, 1-2: “Moisés, llegado al monte Horeb, se le apareció el ángel de Yahvé en llama de fuego de en medio de una zarza….”

El fuego y la voz que salen de la zarza, son también figuras de Cristo, Verbo del Padre y luz del mundo. Lo interesante es que la Voz y el Fuego, salen de la zaza que estaba plantada en el monte de Horeb, así como el Verbo y la Luz del mundo salieron de la Virgen María.

Volviendo al profeta Joel, vemos que cando dice “Suelo, alégrate”, es una evocación directa a María, que en otras partes de la Escritura es prefigurada como “monte, suelo, tierra”, que nos produce a Cristo.

Joel 2, 21. 27: “Suelo, no temas; alégrate y gózate, porque el SEÑOR hizo grandes cosas… Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy el SEÑOR vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado”.

Comprueban que esa profecía se refiere a María, el hecho que la Virgen admite que en ella se cumplen esas profecías:

Lucas 1, 49: “Por que ha hecho maravillas en mí el Poderoso, cuyo nombre es Santo”.

Entonces vemos que Joel profetiza al “suelo” que se alegre, por que el Señor hizo Maravillas.

En el Nuevo Testamento el ángel le dice a María que se alegre, y María nos muestra la causa de esa alegría: El Poderoso ha obrado en ellas maravillas.

No hay duda que Joel se está refiriendo a María en esta profecía.

Y aquí viene lo revelador de esta profecía con el dogma de la Inmaculada Concepción: “Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy el SEÑOR vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado”.

Claramente se profetiza que si Dios está en medio de “Israel”, éste no será avergonzado.

El Espíritu santo llenó a María, y Cristo se hace en carne en su vientre. Dios habita en medio de María, y poniendo atención a las palabras de Joel, María no podía ser avergonzada, por lo tanto, María no puede tener pecado.

Salmos 44.15 Cada día mi vergüenza está delante de mí, y me cubre la confusión de mi rostro.

La misma Biblia relaciona la vergüenza con el pecado. Y Dios ha declarado por medio de Joel que si él habita en medio de alguien, no habrá vergüenza, por ende, no habrá pecado.

La Trinidad completa habitó en María, según las palabras de Joel, según la misma Biblia, ¿Tendrá entonces ella pecado?

Otro texto que evoca el “Jaire” de Gabriel es:

Zacarías 9, 9: “Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí, tu Rey vendrá a ti, Justo y Salvador”

Pero un texto donde la Inmaculada Concepción aparece claro, es el de Sofonías:

Sofonías 3, 14-17: “Canta, oh hija de Sión; da voces de júbilo, Oh Israel; gózate y regocíjate de todo corazón, oh hija de Jerusalén. El SEÑOR ha revocado los decretos en tu contra, echó fuera tu enemigo; El SEÑOR es Rey de Israel en medio de ti; nunca más verás el mal. En aquel tiempo se dirá a Jerusalén: No temas; Sión, no se debiliten tus manos. El SEÑOR está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cantar”.

Otro texto completamente mariano.

Al igual que con los otros textos y con Lucas, se invita a la hija de Sión a alegrarse.

Al igual que con Joel, se declara que el Señor está en medio de la hija de Jerusalén. No olvidar que el ángel Gabriel también lo declaró al decirle: “El Señor está contigo”.

Vemos que el Ave María ya había sido dicho por Joel y por Sofonías mucho antes que por Gabriel: Alégrate, que el Señor está contigo”.

Lo importante en este texto son las otras palabras de Sofonías:

“El SEÑOR ha revocado los decretos en tu contra, echó fuera tu enemigo”

El texto anterior es una prueba irrefutable de la Inmaculada Concepción:

La que es invitada a alegrase, por que en medio de ella está Yahvé Dios, resulta que tiene otro motivo de alegría: El Señor ha retirado contra ella sus decretos. El decreto del pecado y la muerte, dado en Génesis a la humanidad, y también tiene otro motivo de alegría: Ha echado fuera a su enemigo, que también evoca la enemistad del Génesis, entre la Serpiente y la Mujer. Es en este texto donde se dice que el enemigo no ha tocado a al mujer. Por lo tanto, la Mujer, la hija de Sión no tiene los decretos dados en contra la humanidad, y tampoco ha sido tocada por el Enemigo.

Por lo tanto, la mujer que es invitada a alegrarse por que el Señor habita en medio de ella, es inmaculada.

Autor: Alex Grandet Fuente: Catholic.net

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La Inmaculada Concepción de la Virgen María (Catequesis de Juan Pablo II)

Catequesis de Juan Pablo II (29-V-96)

1. En la reflexión doctrinal de la Iglesia de Oriente, la expresión llena de gracia, como hemos visto en las anteriores catequesis, fue interpretada, ya desde el siglo VI, en el sentido de una santidad singular que reina en María durante toda su existencia. Ella inaugura así la nueva creación…
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Además del relato lucano de la Anunciación, la Tradición y el Magisterio han considerado el así llamado Protoevangelio (Gn 3,15) como una fuente escriturística de la verdad de la Inmaculada Concepción de María. Ese texto, a partir de la antigua versión latina: «Ella te aplastará la cabeza», ha inspirado muchas representaciones de la Inmaculada que aplasta a la serpiente bajo sus pies.

Ya hemos recordado con anterioridad que esta traducción no corresponde al texto hebraico, en el que quien pisa la cabeza de la serpiente no es la mujer, sino su linaje, su descendiente. Ese texto, por consiguiente, no atribuye a María, sino a su Hijo la victoria sobre Satanás.

Sin embargo, dado que la concepción bíblica establece una profunda solidaridad entre el progenitor y la descendencia, es coherente con el sentido original del pasaje la representación de la Inmaculada que aplasta a la serpiente, no por virtud propia sino de la gracia del Hijo.

2. En el mismo texto bíblico, además, se proclama la enemistad entre la mujer y su linaje, por una parte, y la serpiente y su descendencia, por otra. Se trata de una hostilidad expresamente establecida por Dios, que cobra un relieve singular si consideramos la cuestión de la santidad personal de la Virgen. Para ser la enemiga irreconciliable de la serpiente y de su linaje, María debía estar exenta de todo dominio del pecado. Y esto desde el primer momento de su existencia.

A este respecto, la encíclica Fulgens corona, publicada por el Papa Pío XII en 1953 para conmemorar el centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, argumenta así: «Si en un momento determinado la santísima Virgen María hubiera quedado privada de la gracia divina, por haber sido contaminada en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la serpiente no habría ya -al menos durante ese período de tiempo, por más breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla desde la tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada Concepción, sino más bien cierta servidumbre» (AAS 45 [1953], 579).

La absoluta enemistad puesta por Dios entre la mujer y el demonio exige, por tanto, en María la Inmaculada Concepción, es decir, una ausencia total de pecado, ya desde el inicio de su vida. El Hijo de María obtuvo la victoria definitiva sobre Satanás e hizo beneficiaria anticipadamente a su Madre, preservándola del pecado. Como consecuencia, el Hijo le concedió el poder de resistir al demonio, realizando así en el misterio de la Inmaculada Concepción el más notable efecto de su obra redentora.

3. El apelativo llena de gracia y el Protoevangelio, al atraer nuestra atención hacia la santidad especial de María y hacia el hecho de que fue completamente librada del influjo de Satanás, nos hacen intuir en el privilegio único concedido a María por el Señor el inicio de un nuevo orden, que es fruto de la amistad con Dios y que implica, en consecuencia, una enemistad profunda entre la serpiente y los hombres.

Como testimonio bíblico en favor de la Inmaculada Concepción de María, se suele citar también el capítulo 12 del Apocalipsis, en el que se habla de la «mujer vestida de sol» (Ap 12,1).

La exégesis actual concuerda en ver en esa mujer a la comunidad del pueblo de Dios, que da a luz con dolor al Mesías resucitado. Pero, además de la interpretación colectiva, el texto sugiere también una individual, cuando afirma: «La mujer dio a luz un hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro» (Ap 12,5). Así, haciendo referencia al parto, se admite cierta identificación de la mujer vestida de sol con María, la mujer que dio a luz al Mesías. La mujer-comunidad está descrita con los rasgos de la mujer-Madre de Jesús.

Caracterizada por su maternidad, la mujer «está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz» (Ap 12,2). Esta observación remite a la Madre de Jesús al pie de la cruz (cf. Jn 19,25), donde participa, con el alma traspasada por la espada (cf. Lc 2,35), en los dolores del parto de la comunidad de los discípulos. A pesar de sus sufrimientos, está vestida de sol, es decir, lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo.

Estas imágenes, aunque no indican directamente el privilegio de la Inmaculada Concepción, pueden interpretarse como expresión de la solicitud amorosa del Padre que llena a María con la gracia de Cristo y el esplendor del Espíritu.

Por último, el Apocalipsis invita a reconocer más particularmente la dimensión eclesial de la personalidad de María: la mujer vestida de sol representa la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente en la santísima Virgen, en virtud de una gracia singular.

4. A esas afirmaciones escriturísticas, en las que se basan la Tradición y el Magisterio para fundamentar la doctrina de la Inmaculada Concepción, parecerían oponerse los textos bíblicos que afirman la universalidad del pecado.

El Antiguo Testamento habla de un contagio del pecado que afecta a «todo nacido de mujer» (Sal 50,7; Jb 14,2). En el Nuevo Testamento, san Pablo declara que, como consecuencia de la culpa de Adán, «todos pecaron» y que «el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación» (Rm 5,12.18). Por consiguiente, como recuerda el Catecismo de la Iglesia católica, el pecado original «afecta a la naturaleza humana», que se encuentra así «en un estado caído». Por eso, el pecado se transmite «por propagación a toda la humanidad, es decir, por la transmisión de una naturaleza humana privada de la santidad y de la justicia originales» (n. 404). San Pablo admite una excepción de esa ley universal: Cristo, que «no conoció pecado» (2 Cor 5,21) y así pudo hacer que sobreabundara la gracia «donde abundó el pecado» (Rm 5,20).

Estas afirmaciones no llevan necesariamente a concluir que María forma parte de la humanidad pecadora. El paralelismo que san Pablo establece entre Adán y Cristo se completa con el que establece entre Eva y María: el papel de la mujer, notable en el drama del pecado, lo es también en la redención de la humanidad.

San Ireneo presenta a María como la nueva Eva que, con su fe y su obediencia, contrapesa la incredulidad y la desobediencia de Eva. Ese papel en la economía de la salvación exige la ausencia de pecado. Era conveniente que, al igual que Cristo, nuevo Adán, también María, nueva Eva, no conociera el pecado y fuera así más apta para cooperar en la redención.

El pecado, que como torrente arrastra a la humanidad, se detiene ante el Redentor y su fiel colaboradora. Con una diferencia sustancial: Cristo es totalmente santo en virtud de la gracia que en su humanidad brota de la persona divina; y María es totalmente santa en virtud de la gracia recibida por los méritos del Salvador.

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La Virgen Maria – La Inmaculada Concepcion (1/9)

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Teología de la Inmaculada Concepción

Como la exégesis ha enmarcado a la inmaculada en el amplio cuadro de la historia de la salvación, así la teología debe insertarla en la visión global del misterio cristiano. En efecto, desde el punto de vista histórico, la inmaculada concepción ha sido vista intuitivamente por los fieles en el amplio horizonte de los datos revelados, entre los cuales hay que enumerar la santidad de María, la redención operada por Cristo y el pecado original.

Al aislar la verdad mariana se corre el riesgo de no comprenderla, e incluso de darle una interpretación herética, como ocurrió a Pelagio y a Julián de Eclana, los cuales consideraron a María sin pecado, pero separándola del influjo del único mediador y alterando radicalmente el significado profundo de la inmaculada concepción en el sentido de la autosalvación.

Diversos motivos de orden teológico, ecuménico y pastoral (como el primado de la perspectiva cristocéntrica sobre la amartiológica, la exigencia de una formulación en términos más bíblicos y positivos, la instancia de proponer la fe en expresiones a tono con la cultura contemporánea…) mueven a una presentación actualizada de la inmaculada concepción. Sin rechazar nada del contenido del dogma definido, hay que encuadrarlo no solo en el conjunto de la vida de María, sino también armonizarlo con los diversos elementos de la historia de la salvación, y sobre todo con su centro vivo, que es Cristo.

 

SIGNO MANIFESTATIVO DEL AMOR GRATUITO DEL PADRE

Seria grave error presentar la inmaculada concepción ante todo como un privilegio o una excepción, como una condición totalmente diversa y aislada de todo el resto de la humanidad. Según la Escritura, cualquier acontecimiento ocurrido en el tiempo es una realización del plan divino de salvación trazado por el amor misericordioso y sabio del Padre «antes de la creación del mundo» (cf Ef 1,4).

También la inmaculada concepción forma parte del designio salvífico de Dios, del «único e idéntico decreto» -dirá en términos más jurídicos la bula Ineffabilis Deus- por el cual Dios dispuso la encarnación redentora. Todas las confesiones cristianas están de acuerdo -más allá de las afirmaciones bíblicas favorables a las tesis escotista o tomista de la encarnación de Cristo incluso sin darse el pecado de los hombres- acerca de la eterna elección salvífica de los hombres en Cristo, que históricamente comporta la victoria sobre el pecado.

Se trata para todos de elección gratuita: ninguna obligación por parte de Dios, ninguna pretensión por parte del hombre. Pero es un hecho que Dios realiza su alianza de amor superando la ruptura operada por el hombre; más aún, justamente entonces -afirma K. Barth- «la gracia se hace aún más fuerte, no es anulada, ni reducida, ni debilitada» cuando se hace redención y reconciliación.

También en el caso de María Dios sólo justifica gratuitamente, fiel a su proyecto de salvación, mediante un veredicto de gracia redentora en Cristo. Por encima del modo preservativo o liberativo de la redención, la salvación es ante todo un acto libre y soberano de Dios, que excluye toda autojustificación: «Todos… son justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención, la de Cristo Jesús» (Rom 3,24). Puesto que en la inmaculada concepción no es cuestión de fe o de libre aceptación por parte de María respecto a la salvación, ésta constituye un signo luminoso de la gratuidad del amor de Dios, que actúa antes ya de la respuesta responsable de la criatura.

La Inmaculada proclama, a la cabeza de la falange de los salvados: Soli Deo gloria! La preservación del pecado y la plenitud de gracia no son fruto de su fe o libertad orientada a Dios, y tampoco de sus obras; éstas, al igual que cada uno de los actos de justificación, se inscriben en la elección salvífica del Padre, que decide desde la eternidad amar a los hombres gratuitamente más allá del pecado y de los méritos. La inmaculada concepción manifiesta la absoluta iniciativa del Padre y significa que «desde el comienzo de su existencia María estuvo envuelta en el amor redentor y santificador de Dios».

 

EXPRESIÓN PERFECTA DE LA REDENCIÓN OPERADA POR CRISTO

Relacionar el hecho de la inmaculada concepción con el designio salvífico de Dios significa enlazarlo necesariamente con Cristo, que es el punto focal de tal designio. Los textos bíblicos, sobre todo paulinos, hacen resaltar ya el primado de Cristo respecto a toda la creación (Col 1,15.17; Ef 1,10.21; Jn 1,1-3; Ap 1,8), ya su misión redentora y reconciliadora como cabeza de la iglesia (Col 1,18-20 Ef 1,3-14, Rom 8,3239; Ap 1,5-6), mostrando la solidez de las perspectivas exegéticas de F. Prat: «El centro está en Jesucristo. Todo converge hacia ese punto, todo proviene de aquí y todo conduce ahí. Cristo es el principio, el centro y el fin de todo… Todo intento de comprender un pasaje cualquiera abstrayendo de la persona de Jesucristo terminaría en un fracaso seguro».

La necesidad de armonización entre la intuición de fe acerca de la santidad originaria de María y la verdad básica de la redención universal operada por Cristo la vio claramente Agustín, ofreciendo no la solución, sino el contexto teológico en el que insertar el dato mariano. Desde entonces, dado el peso de la autoridad agustiniana, la inmaculada concepción no se hubiera podido imponer a la conciencia de la iglesia más que a condición de presentarse como un caso de verdadera redención. En otros términos, el honor del Señor, primer argumento favorable a la inmaculada concepción, incluía no sólo la exención de María de toda culpa, sino también, antes aún, el dogma central del cristianismo: Jesucristo, único mediador y redentor.

Es justa, por tanto, la exigencia, advertida también en el campo del pecado original y desviada hacia la mariología con D. Fernández y A. de Villalmonte, de establecer como punto de partida de la teología de la inmaculada concepción no a Adán o el pecado, sino a Cristo. La prioridad de la perspectiva cristológica sobre la amartiológica implica el procedimiento a Christo ad Mariam, en el sentido de que, como afirma K. Rahner, «se puede comprender a María sólo partiendo de Cristo».

Si Cristo es el único mediador y redentor del mundo, si en su muerte y resurrección se ha producido de una vez para siempre e irrevocablemente la reconciliación de la humanidad con Dios (2cor 5,18-21), se sigue que él en su misterio pascual es el salvador también de su madre. La teología, elaborada en los siglos cristianos y que desembocó en la Ineffabilis Deus, precisa que María fue preservada del pecado original «en vista de los méritos de Jesucristo, salvador del género humano», y que ha sido por tanto «redimida del modo más alto»  (sublimiori modo redemptam).

La inmaculada concepción es un caso de redención anticipada y perfecta, en virtud del valor retroactivo del misterio pascual de Cristo y de su máxima aplicación a la madre del Señor. Lejos de ser excepción o negación de la universal necesidad de redención por obra de Cristo, la inmaculada concepción implica que María «está unida en la estirpe de Adán con todos los hombres que han de ser salvados» (LG 53) y ha recibido, en su radical incapacidad de autosalvación, la gracia redentora más poderosa que se puede imaginar. Así lo entendió y expresó Duns Scoto en el argumento del perfecto mediador, que muestra la potencia salvífica de Cristo en cuanto que previene del pecado en vez de borrarlo una vez ocurrido. María «es la más grande perdonada; ha recibido una remisión tan plena que la puso al resguardo de toda culpa. La inmaculada concepción es el más grande perdón de Dios.

Siglos y siglos más tarde, santa Teresa de Lisieux llegará a ver como perdón también la ausencia del pecado actual. El inocente es aquel que ha sido perdonado en la eternidad de los pecados que no cometerá en el tiempo porque el amor divino los ha destruido. La razón última de la inmaculada concepción es el amor gratuito de Dios; el fundamento próximo de la misma es la prerrogativa de la madre de Jesús, que histórica y lógicamente incluye una santidad proporcionada a su unión íntima con el Hijo, Sin ser una exigencia ineludible, la ausencia de pecado en María desde el primer instante fue percibida por el sentido de los fieles como el único dato armonizable tanto con la santidad de Cristo como con la persona y misión de María.

Es más que conveniente que aquella que había de engendrar al Verbo de Dios según la naturaleza humana y acogerlo ejemplarmente en la fe, e incluso cooperar con él a la salvación de los hombres, estuviese del todo exenta de pecado.

No se trata de una cuestión temporal o de instantes, sino del misterio de la predestinación de María porque solamente ella, «en virtud de su misión y por sus cualidades personales, está situada exactamente en el punto en que Cristo inauguraba triunfante la definitiva redención de la humanidad. Por ello el dogma de la inmaculada concepción de la Virgen es un capítulo de la doctrina misma de la redención y su contenido constituye la manera más perfecta y radical de nuestra redención». Quedan por especificar los aspectos positivo y negativo incluidos necesariamente en la redención.

 

CREACIÓN EN LA GRACIA DEL ESPÍRITU SANTO

Aun dentro de la diversidad de descripción del hecho salvífico, el NT entiende fundamentalmente la salvación como «participación que Dios hace de sí en Cristo y en el Espíritu». En particular, el Espíritu es la suma de todos los efectos de la redención, porque en él se realiza la comunión con el Padre y la nueva vida en Cristo (Jn 6,63 7,39; 16,7; 2Cor 5,15. 19). Él es el don más importante otorgado por el Padre y por el Hijo para hacer desaparecer la vida según la carne, y es el principio dinámico de la nueva vida en la gracia, en el amor y la libertad filial (Rm 8,1-17).

Esta óptica positiva de la salvación ha de tener la precedencia también cuando se trata de la inmaculada concepción. La bula Ineffabilis Deus, aunque define el dogma mariano en términos negativos, no ignora, sino que valoriza el aspecto positivo que supone: la plenitud de inocencia y de santidad que se deriva de la singular predilección divina hace de María una criatura «adornada de los resplandores de la perfectísima santidad».

Si es fácil comprender, observa L. Galot, el intento de la bula pontificia de definir de modo decisivo el objeto de la histórica controversia, esta presentación negativa del dogma adolece de la tendencia latina a caracterizar a María en relación al pecado y debe completarse con la perspectiva de los padres griegos, más favorable a poner de relieve la perfección de la Toda santa. Precisamente en esta linea se ha colocado el Vat II, que apela a los santos padres para presentar a María «inmune de toda mancha de pecado y como plasmada por el Espíritu Santo y hecha una nueva criatura, enriquecida desde el primer instante de su concepción con esplendores de santidad del todo singular…» (LC 56).

Los padres citados, todos orientales, son Germán de Constantinopla, Anastasio de Antioquía, Andrés de Creta y Sofronio, que ensalzan la santidad de la llena de gracia, en esta misma linea se ha colocado, entre otros, el teólogo bizantino Nicolás Cabasilas, el cual llama a María «nueva tierra y nuevo cielo… que no ha heredado nada del antiguo fermento…, nueva pasta e inicio de una nueva estirpe». Por motivos ecuménicos de encuentro con los cristianos ortodoxos y por razones de fidelidad al concepto bíblico de salvación «debemos ver el misterio de María en su verdadera dimensión teológica: como un misterio de elección divina, de santidad, de plenitud de gracia y de fidelidad al plan de Dios».

Los mismos motivos empujan a estudiar a la Inmaculada en su relación con el Espíritu Santo, el cual se comunicó a María desde el comienzo de su existencia. En esta perspectiva se situó la cotidiana reflexión de san Maximiliano Kolbe (+ 1941), que afrontó el significado de la inmaculada concepción en un clima de oración y de consciencia del misterio. A la pregunta: «¿Quién eres, Inmaculada Concepción?», responde refiriéndose al Espíritu Santo, que es «una concepción increada, eterna, prototipo de cualquier concepción de vida en el universo…, una concepción santísima, infinitamente santa, inmaculada».

Puesto que María «está unida de modo inefable con el Espíritu Santo, por el hecho de ser su esposa, se sigue que la Inmaculada Concepción es el nombre de aquella en la cual él vive con un amor fecundo en toda la economía sobrenatural». El Espíritu Santo, por consiguiente, «mora en ella, vive en ella, y esto desde el primer instante de su «existencia»; pero esto ocurre de modo tan íntimo e inefable, que lleva al p. Kolbe a hablar de «casi encarnación» del Espíritu Santo en la Inmaculada. Esta audacia teológica -a diferencia de la hipótesis de L. Boff acerca de la unión hipostática del Espíritu Santo en María- se mantiene en la ortodoxia, ya que el p. Kolbe tiene cuidado de precisar: «En Jesús hay dos naturalezas (la divina y la humana) y una única persona (la divina), mientras que aquí hay dos naturalezas, y dos son también las personas, el Espíritu Santo y la Inmaculada, sin embargo, la unión de la divinidad con la humanidad supera cualquier comprensión».

La Inmaculada, en cuanto reflejo del Espíritu Santo, constituye una dimensión rica en desarrollo teológico: enlaza con el tema bíblico del corazón nuevo, con la catarsis de María tal como es presentada por la tradición oriental y occidental, con la respuesta de la Virgen en su vida moral y con la redención escatológica de María actuada por el Espíritu Santo.

 

INMUNIDAD DEL PECADO ORIGINAL

Lutero, en un sermón de 1527, afirmó que «ante todo debemos ver qué es el pecado original para comprender cómo la santa Virgen estuvo exenta de él». Hoy, en cambio, no solamente se propone justamente partir de Jesucristo para comprender a la Inmaculada, sino que se llega a negar la relación intrínseca que tiene con el pecado original y a exigir que tal prerrogativa mariana sea liberada de la ganga maculinista.

Semejante propuesta nos parece inaceptable porque desquicia el sentido obvio del dogma definido, reduce la historia plurisecular del mismo a una estéril o insignificante polémica y contrasta con la concepción bíblico-tradicional de la salvación, que implica reconciliación, justificación y liberación de la condición de pecado. No se puede, por tanto, vaciar los dos dogmas del pecado original (definido por el concilio de Trento) y de la inmaculada concepción (definido por Pio IX), ni considerarlos en una perspectiva de autonomía y separación.

Basándose en la analogía de le fe y en la unidad fundamental de los datos revelados los dos dogmas están directamente enlazados y deben ejercer su función de una recíproca verificación. Toda interpretación que anule o falsee uno u otro ha de considerarse a priori errada.

DIVERSAS TEORIAS

Sin lugar a dudas, las modernas teorías sobre el pecado original, surgidas bajo el impulso de los progresos científicos, exegéticos y teológicos, son generalmente reductivas. Sin embargo, contienen elementos válidos y estimulantes, que enriquecen y dan un carácter de actualidad al contenido de la inmaculada concepción Las expondremos brevemente, catalogándolas en una triple corriente y poniendo de manifiesto sus directas consecuencias con el dogma mariano.

a) Corriente evolucionista.

La visión evolutiva del universo impuesta por las ciencias repercute en la teología del pecado original, que está inserto en el movimiento del mundo hacia la perfección y la unificación. Puesto que el desorden físico y moral pertenece necesariamente al sistema evolutivo, «el pecado original, considerado en su fundamento cósmico (si no en su actualidad histórica en los primeros hombres), tiende a confundirse con el propio mecanismo de la creación, donde representa la acción de las fuerzas negativas de contraevolución (Theilhard de Chardin). Cristo, por el contrario, es el fin, el motor y el ambiente vital del universo: no sólo expía el pecado del mundo, sino que supera la resistencia a la ascensión espiritual inherente a la materia. Es el unificador y catalizador del máximo grado de ser.

Acerca de la presencia de la Inmaculada en este universo evolutivo, ni Teilhard de Chardin ni sus epígonos, como Huisboch y Lengsfeld, han avanzado una teoría sistemáticamente elaborada. Se encuentra en ellos algún punto significativo derivado de su visión teológica, p. ej., de Teilhard de Chardin, el cual saluda a María como «perla del cosmos» y habla de la Inmaculada en estos términos: «La inmaculada concepción para mí, es la fiesta de la acción inmóvil, quiero decir, la que se ejercita con la simple transmisión de la energía divina a través de nosotros…

En nuestro Señor todos los modos de actividad inferior y agitada desaparecen en esta sola y luminosa función de atraer, recibir y dejar pasar a Dios. Para ser activa de este modo y en este grado, la Virgen santa hubo de recibir su ser en el seno mismo de la gracia, puesto que ninguna justificación secundaria, por muy acelerada que fuera, hubiera podido sustituir a esta perfección constitutiva y nativa de una pureza que presidió la aparición misma del alma». La Inmaculada es considerada aquí en una óptica positiva, que no menciona siquiera el pecado; en compensación aparece ella como el antipecado, como la criatura incapaz de oponer resistencia o de ser una rémora a la acción divina. En virtud de su función de llevar a Dios a las esferas humanas, María es toda pureza y transparencia activa.

Valorando críticamente esta corriente evolucionista, hay que observar que no salva suficientemente ni el carácter libre del pecado ni la gratuidad de la salvación. Pecado y Cristo entran necesariamente en la evolución natural del fenómeno humano, en contra de la Escritura, que presenta el pecado como una anomalía que no hubiera debido existir, y la venida de Cristo redentor como un don gratuito de la iniciativa divina. No obstante, es válido cuanto afirma acerca del movimiento de crecimiento y unificación traído por Cristo; por lo cual también María inmaculada aparece como elemento no de freno, sino catalizador de la dirección positiva de la historia. Ella no se introduce en los callejones ciegos y abortivos de la involución, porque representa un impulso o un empuje que orienta el movimiento histórico hacia la justa dirección, que es Cristo.

b) Corriente sociológica.

Otros autores, como H. Rondel y sobre todo P. Schoonenberg, parten de la situación histórica marcada y gravada por los pecados desde los tiempos del homicidio de Abel hasta el rechazo de Jesús, con el cual se colma la medida de los padres (Mt 23 29-36; Lc 11,47-51). El pecado original es el estar situado en el «pecado del mundo» (Jn 1,29), es decir, una situación de perdición que hace imposible el amor de Dios sobre todas las cosas y la exención de los pecados personales. Es el influjo de los pecados históricos añadido al desorden de nuestra naturaleza. La admisión de este estar situados en el pecado va unida a la confesión de nuestra salvación en Jesucristo, en el cual «estamos redimidos de nuestras acciones pecaminosas y de nuestra actitud básica pecadora. Pero también lo estamos de un pecaminoso estar situados, de una sumisión al poder del pecado, aunque éste llegue a nosotros desde fuera… Desde nuestro origen estamos situados por la caída y la redención».

Schoonenberg no ofrece un tratado especifico sobre María, sino únicamente alguna alusión. Admite con el concilio tridentino que la universalidad del pecado original «deja espacio para la inmaculada concepción de María», que es una excepción a él. Presenta a la inmaculada concepción como no inserción en el pecado del mundo; pero inspirándose en el simul iustus et peccator, añade que «la idea de que uno puede venir ya al mundo en la salvación de Cristo puede aclarar al protestantismo el hecho de que aceptar la concepción inmaculada de María no significa necesariamente desconocer que María fue también redimida».

El influjo de la teoría de Schoonenberg se revela en el párrafo del catecismo holandés acerca de la inmaculada concepción: «María no conoció la culpa. Fue concebida inmaculada. Viviendo en un mundo de pecado, la tocó ciertamente el dolor, pero no su maldad. Es hermana nuestra en el dolor, pero no en la culpa. Ella venció enteramente al mal por el bien; victoria que debe naturalmente a la redención de Cristo».

La teoría de Schoonenberg es utilizable «no como alternativa de !a teología clásica, sino como una valorización de aspectos del misterio de la perdición y de la salvación, hasta ahora demasiado descuidados»; p. ej., el influjo ejercido por el mal ejemplo y por las estructuras cerradas a Dios, es decir, bíblicamente por el «pecado del mundo» (1Jn 2,15s, 5,19…). Ver en la Inmaculada la impermeabilidad al mal estructural es acertado, al menos si se lo considera como efecto de una gracia que la santifica desde el principio de su existencia.

La teoría de Schoonenberg aplicada a la Inmaculada no convence a causa de la ambigüedad con que se afirma el privilegio de María. Mientras que en el contexto de la universalidad del pecado la inmaculada concepción de María aparece como una excepción, en el contexto de la salvación deja de ser tal y se convierte en el paradigma de todo redimido: «La inmaculada concepción nos dice que la redención no es solamente una liberación del pecado, sino que es, sobre todo, una preservación del pecado, lo cual es importante para una doctrina de la gracia orientada hacia el futuro».

Parece que Schoonenberg coloca a la inmaculada concepción en el mismo plano del bautismo, en cuanto que también éste es una curación preventiva, que se conserva en una gracia nunca perdida (además de borrar el pecado en que el hombre está inserto). La crítica formulada por O’Connor y repetida por Alonso, que reprocha haber transformado la gracia de la inmaculada concepción de preservadora en protectora, no tiene en cuenta la interpretación articulada de Schoonenberg.

c) Corriente existencial.

Partiendo del agudo sentido de la libertad, propio de la época contemporánea, los autores contemplan el pecado original en armonía con el personalismo dialogal.

A. Vanneste, en una serie de estudios histórico-dogmáticos, llega a la conclusión de que «el pecado original es la necesidad que tiene el niño de ser liberado y salvado por Cristo, porque este niño ha rechazado ya virtualmente la gracia divina y por ello debe convertirse a Cristo».

Dada la universalidad del pecado actual, que hace históricamente pecadores a todos los hombres, hay que decir que ello depende de una culpa virtual, que los orienta hacia el pecado personal si no interviene la gracia. El pecado original es el pecado virtual, es decir, la condición de inevitable sujeción a la culpa en que se encuentran también los niños. En esta óptica «el privilegio de la inmaculad
a concepción se identifica con el de la inmunidad de todo pecado actual». María ha recibido una gracia poderosa que la ha preservado de modo completo y total de los pecados personales. Se trata de un verdadero milagro realizado por Cristo.

La posición de Vanneste es loable entre otras cosas por la conexión entre el pecado original y el actual, según las exigencias personalistas de la cultura. Pero no es aceptable la identificación del pecado original con el personal, bien porque anula la definición tridentina, bien porque no se ve cómo basta un pecado futuro para constituir pecadores: ¿puede Dios considerar al hombre pecador sólo por lo que hará?

En cuanto a María es justo poner de relieve su falta de pecado o impecabilidad, pero esto constituye una consecuencia de la inmaculada concepción, y no se identifica con ella. Con esta reducción, la inmaculada concepción «pierde su supuesto fundamental, y las controversias que duraron siglos aparecen como un error tragicómico».

Teniendo en cuenta los aspectos óntico, personal e histórico-comunitario, M. Flick y Z. Alszeghy definen el pecado original «la alienación dialogal de Dios y de los hombres, determinada por la falta de participación de la vida divina, que a su vez es producida por una libre iniciativa humana, precedente a toda toma de posición de cada uno de los miembros de la humanidad actual».

Por la valoración de los diversos elementos del pecado original, la teoría de Flick-Alszeghy se presenta como una de las más completas que se han elaborado recientemente. Se la clasifica en la perspectiva existencial porque su elemento central es el personalista, a saber: «la incapacidad de amar a Dios sobre todas las cosas y, consiguientemente, de evitar los pecados graves personales». Especificando más, M. Flick describe el pecado original como «una inevitable necesidad de pecar…; una disposición psicológica del hombre, que virtualmente contiene todos los pecados personales, los cuales, a causa de esto, se hacen inevitables»…; la pérdida de una virtualidad que bajo el impulso de la gracia hubiera podido llevar al hombre al desarrollo de sus facultades, no en oposición a Dios.

Desgraciadamente, Flick y Als zeghy no se detienen en todo el volumen en el dogma de la inmaculada concepción. Esta laguna sorprende, sobre todo si se piensa que ellos se proponían proceder adoptando «una de las principales reglas de la metodología teológica»: la analogía de la fe, que hace evitar el aislamiento del pecado original del resto del mensaje cristiano. La falta de verificación mariana priva al pecado original de una ulterior garantía e iluminación: por otra parte, la inmaculada concepción de María no ha recibido de estos autores una actualización que hubiera podido hacer surgir nuevos aspectos del misterio.

En el ámbito de esta teoría, la inmaculada concepción se presenta en todo caso como capacidad radical de dialogar con Dios y de opción fundamental derivada de la participación de la vida divina, recibida desde el principio mediante preservación del influjo deletéreo del pecado de la humanidad. En particular es importante subrayar la dimensión personalista, que hace ininteligible el pecado original sin relación al pecado personal; en este sentido, la inmaculada concepción es un privilegio dado por Dios con vistas a una vida santa e inmaculada, en consonancia con la misión de María en la historia de la salvación.

 

SÍNTESIS FINAL

Historia, teología, espiritualidad y cultura ofrecen varias pistas para una representación actualizada de la inmaculada concepción de María.

A pesar de la tardía explicitación del dogma, la argumentación pro Inmaculata encuentra su firme certeza en la definición de Pío IX, que, sostenida por el consenso de los obispos y de los fieles, corona una batalla secular.

La inmaculada concepción es, pues, un hecho eclesial, porque ha madurado en la conciencia de los creyentes a lo largo de los siglos cristianos y se ha impuesto en la iglesia superando obstáculos de orden teológico y la oposición de los más prestigiosos teólogos medievales. No se puede negar que la atribución de la concepción inmaculada a María armoniza con su maternidad divina y santa lo mismo que con su función de colaboradora en la obra del Hijo único redentor.

Por su intima comunión de vida y de destino con Cristo, María se ha visto rodeada desde el primer momento de su existencia por el amor del Padre, por la gracia del Hijo y por los esplendores del Espíritu. Consiguientemente, ha sido preservada de toda sumisión o connivencia con el mal, tanto interior como estructural.

La Inmaculada es un ejemplo de justificación por pura gracia, que sin embargo no permanece inerte en ella, sino que provoca una respuesta de fe total al Dios santo que la ha santificado. Ella manifiesta la plenitud y perfección del amor redentor de Cristo, porque muestra su eficacia retroactiva y preservativa. Precisamente por eso la Inmaculada no obstaculiza el movimiento de la historia hacia la unificación y la perfección en Cristo, sino que lo promueve, convirtiéndose a su vez en comunicadora de salvación.

La inmaculada concepción es el comienzo de un mundo nuevo animado por el Espíritu: es plenitud de amor, superávit de realidad cristiana, nostalgia del paraíso perdido y vuelto a encontrar. María «es el fruto no envenenado por la serpiente, el paraíso ya concretado en el tiempo histórico, la primavera cuyas flores no experimentarán ya el peligro de la contaminación y la putrefacción» (L. Boff).

En ella la iglesia encuentra su utopía, su imagen más santa después de Cristo, su ser y deber ser de «esposa inmaculada». El privilegio de María no la separa de la humanidad ni de la iglesia, porque la Inmaculada tiene una función tipológica para la comunidad cristiana y cada uno de sus miembros. La inmaculada concepción es un privilegio no aristocrático, sino popular y, en alguna manera, participable. Ciertamente, incluso dentro del esplendor del Espíritu, María permanece anclada en la tierra, en la historia, en la concreción de la condición humana.

Si se ha visto inmune del pecado y de la concupiscencia que conduce al mal, la Inmaculada no ha estado exenta de los sentimientos humanos más intensos y vitales, de los límites y condicionamientos culturales, del sufrimiento, del camino de la maduración y de la peregrinación en la fe. A diferencia de nosotros, pecadores, María bajo el influjo de la gracia ha puesto sus impulsos y tendencias al servicio de un proyecto santo.

S. DE FIORES NUEVO DICCIONARIO DE MARIOLOGIA Págs. 927-935

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Iconografía de la Inmaculada Concepción

El dogma según el cual la Virgen María fue preservada por Dios del pecado original desde su concepción se proclamó en 1854, poniendo fin a una larga controversia que había comenzado en el siglo XII y tuvo su punto culminante en España en el siglo XVII.

En el marco de la compleja y dilatada historia de la formación iconográfica de la Purísima hay varios momentos importantes.

 

LA INMACULADA DEL ABRAZO DE ANA Y JOAQUÍN

La Inmaculada Concepción fue representada en primer lugar simbólica o alusivamente, mediante el abrazo de Ana y Joaquín ante la Puerta Dorada. En la Iglesia oriental y en la primera versión del arte occidental, la Inmaculada Concepción de la Virgen está asociada con el encuentro de sus padres, Ana y Joaquín, frente a la Puerta Dorada de Jerusalén.

La Madre de Dios no habría sido concebida de manera natural, sino por medio de un beso en los labios. Esto se debe a que, según los teólogos medievales, no era posible la relación sexual totalmente desprovista de pecado, aunque fuera leve. Por ello, para considerar a María libre de todo pecado, no podía haber sido concebida de manera natural.

 

LA INMACULADA DEL CANTAR DE LOS CANTARES Y EL APOCALIPSIS

Hacia finales de la Edad Media apareció una representación novedosa del tema. La Virgen Inmaculada, enviada por Dios desde el cielo, desciende a la tierra. De pie sobre la luna, coronada de estrellas, extiende los brazos o une las manos sobre el pecho.

Las fuentes de esta representación son el Cantar de los Cantares y el Apocalipsis.

En primer lugar, la Inmaculada está asimilada a la novia del Cantar de los Cantares. Las metáforas bíblicas, popularizadas por Letanías de la Virgen de Loreto, aparecen a su alrededor: el sol, la luna, la estrella del mar, el jardín cerrado, la fuente, el pozo de agua viva, el cedro del Líbano, el olivo, el lirio, la rosa, el espejo sin mancha, la Torre de David, la Ciudad de Dios, la puerta del cielo.

Los otros atributos de la Inmaculada están tomados del Apocalipsis (cap. 12). La luna, que nunca se representa llena, como en la Crucifixión, sino recortada en forma de creciente, evocaba la castidad de Diana. Después de la victoria de Lepanto, la cristiandad gustó interpretar el creciente de luna bajo los pies de la Virgen como un símbolo de la victoria de la cruz sobre la media luna turca.

Este tema apareció por primera vez en la iconografía del arte cristiano a fines del siglo XV: los emblemas de las letanías están representados en la catedral de Cahors, en la capilla de Notre Dame, que fue construida en 1484.

La leyenda Tota pulchra, que remite directamente a los versos del Cantar de los Cantares (Tota pulchra es amica mea, et macula non est in te, Toda eres hermosa, amiga mía; no hay tacha en ti), se interpreta como la firma de Dios en la creación de María: mientras que los pintores firman sus obras faciebat (usando el imperfecto, puesto que son verdaderamente obras imperfectas), Dios, por el contrario, firma con las palabras Tota pulchra, ya que lo que sale de su mano es perfecto.

 

LA INAMACULADA DEL APOCALIPSIS

En la historia de la formación iconográfica de la Inmaculada Concepción nos encontramos con otro momento crucial cuando la imagen de devoción se presenta como la concreción plástica de una visión, la de Juan en Patmos, descrita en el capítulo 12 del Apocalipsis.

La fórmula definitiva e la Inmaculada, que va a dominar a lo largo del siglo XVII, será la resultante de la conjunción del motivo Tota pulchra con el de la mujer vestida de sol del Apocalipsis.

El arte barroco del siglo XVII, por tanto, tiene el mérito de haber creado el tipo definitivo de la Inmaculada Concepción. Libre ya de todos los símbolos de las letanías, rodeada sólo por ángeles, sus pies aplastan la serpiente tentadora, para recordar su victoria sobre el pecado original.

La España mística se apoderó de este tema y le imprimió la marca de su genio. Y consiguió hacer su propia versión. Tanto es así que no puede pensarse en la Inmaculada Concepción sin evocar las obras de Zurbarán, Ribera o Murillo.

Fuente: Iconografía del arte cristiano, de Louis Réau.

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Historia del dogma de la Inmaculada Concepción

¿Evolucionan los dogmas de la Iglesia? Tal podría ser la pregunta que se formulase el lector. Sí y no. No evolucionan en su contenido, es decir, lo que hoy es verdadero, mañana o dentro de un siglo no vendrá a ser falso; pero sin evolucionar en lo que afirman o niegan, pueden evolucionar y evolucionan en la conciencia que de ellos va adquiriendo la misma Iglesia.

Para poner una comparación, cada dogma (que vale lo mismo que una verdad revelada por Dios) es una semillita que el mismo Cristo ha sembrado en el campo fecundo de su Iglesia; semilla que germina, crece y se desarrolla cuando las circunstancias lo favorecen.

Sino que, en nuestro caso, el tempero lo da el mismo Espíritu Santo, aquel espíritu de verdad del que decía Cristo a los Apóstoles: «Cuando yo me vaya, Él os guiará y os enseñará toda verdad, recordándoos cuanto os dije». No todo lo que Jesús hizo o dijo quedó escrito, ni tampoco cuanto enseñaron los Apóstoles que de Él recibieron el depósito de la fe. Pero nada se perdió. Parte de sus enseñanzas, las no escritas, quedaron como en el subconsciente de la Iglesia, y aflora cuando suena la hora de la Providencia, en forma tan clara y patente, que muchas veces no puede ser ahogada ni por la autoridad de los Doctores, como en el caso de nuestro dogma.

2.- Porque el dogma de la Inmaculada Concepción de María es de los clásicos para demostrar la fuerza inmanente que lleva toda doctrina divina depositada en la parcela de Dios, que es la reunión de los fieles con sus Pastores y el Sumo Pontífice romano, que los preside.

3.- Lo vamos a constatar en la Historia del dogma. No siendo éste de los que la Sagrada Escritura consigna con claridad absoluta, fue necesario, para llegar a la definición del mismo, escudriñar lo que enseñó la tradición y acudir al común sentir de la Iglesia.

 

I.- LA INMACULADA CONCEPCIÓN EN LOS PRIMEROS SIGLOS

En los primeros siglos del cristianismo, los Santos Padres no se propusieron el problema de la Concepción Inmaculada de María. Recuérdese lo que hemos dicho en el capítulo primero de nuestro Tratado, al propósito. Pero la doctrina sobre el privilegio de María está contenida, como el árbol en la semilla, en las enseñanzas de los mismos Padres al contraponer la figura de María a la de Eva en relación con la caída y la reparación del género humano; al exaltar, con palabras sumamente encomiásticas, la pureza admirable de la Virgen; y al tratar sobre la realidad de su maternidad divina. Los principios de la ciencia sobre María que dejaron firmísimamente sentados los primeros Doctores de la Iglesia.

1.º EL PRINCIPIO DE RECAPITULACIÓN

1.- Con estas palabras: principio de recapitulación, recirculación o reversión, es conocida la doctrina patrística sobre el plan divino de la salvación del género humano.

2.- A los antiguos Padres llamó poderosísimamente la atención, no menos que a nosotros, el bello vaticinio sobre la Redención humana contenido en el Protoevangelio. Y habiendo escrito San Pablo que Cristo es el nuevo Adán, completaron sin esfuerzo el paralelismo, contraponiendo María a Eva. Apenas podrá hallarse un Santo Padre que no eche mano de este recurso al hablar de la Redención. Y es tan constante la doctrina, tan universal el principio, que no es posible no admitir que arranque de la misma tradición apostólica.

3.- Citemos, por todos, a San Ireneo: «Así como aquella Eva, teniendo a Adán por varón, pero permaneciendo aún virgen, desobediente, fue la causa de la muerte, así también María, teniendo ya un varón predestinado, y, sin embargo, virgen obediente, fue causa de salvación para sí y para todo el género humano… De este modo, el nudo de la desobediencia de Eva quedó suelto por la obediencia de María. Lo que ató por su incredulidad la virgen Eva, lo desató la fe de María Virgen». Es decir, que como un nudo no se desata sino pasando los cabos por el mismo lugar, pero a la inversa, así la redención se obró de modo idéntico, pero a la inversa de la caída.

4.- Este paralelismo, que contiene dos aspectos, semejanza y contraposición, está repetido, según acabamos de decir, como un principio básico al tratar de María. Y como es fácil comprender, no alcanza toda su fuerza sino poniendo los extremos de la contraposición en igualdad de circunstancias: Eva, virgen e inocente, es causa de la ruina del género humano; María, Virgen e inocente también, causa de su salvación; Eva, adornada desde el momento de su existencia de la gracia, reclama, en la comparación, a María, también con la gracia desde el primer momento de su ser.

La legitimidad del principio de recapitulación ha sido declarada por el Papa Pío IX en su Bula dogmática sobre la Inmaculada.

2.º EXALTACIÓN DE LA PUREZA DE MARÍA

1.- Un coro unánime de voces proclama a María purísima, sin mancha, la más sublime de las criaturas, etc. En esta universal aclamación de la pureza de María ha de haber, necesariamente, un principio general que la impulse. Los Santos Padres de la antigüedad no estaban mucho más informados que nosotros sobre la vida de la Virgen. ¿Qué les mueve, pues, a afirmar con tanto énfasis, con tanta seguridad, que María no admite comparación en su grandeza y elevación moral con criatura alguna? Su divina Maternidad. Evidentemente, sus alabanzas arrancan del principio que más tarde formuló San Anselmo: «La Madre de Dios debía brillar con pureza tal, cual no es posible imaginar mayor fuera de la de Dios». Ahora bien, para admitir su Concepción Inmaculada, caso de proponerse la pregunta, no necesitaban cambiar de rumbo. Bastaba sacar las consecuencias del principio sentado y admitido.

2.- Leamos algo de estas loas dedicadas a la Virgen.
San Hipólito, mártir, dice: «Ciertamente que el arca de maderas incorruptibles era el mismo Salvador. Y por esta arca, exenta de podredumbre y corrupción, se significa su tabernáculo, que no engendró corrupción de pecado. Pues el Señor estaba exento de pecado y estaba, en cuanto hombre, revestido de maderas incorruptibles, es decir, de la Virgen y del Espíritu Santo, por dentro y por fuera, como de oro purísimo del Verbo de Dios». Y en otra parte llama a María, «toda santa, siempre Virgen, santa, inmaculada Virgen».

En las actas del martirio de San Andrés, apóstol, se leen estas palabras que el Santo dirigió al Procónsul: «Y puesto que de tierra fue formado el primer hombre, quien por la prevaricación del árbol viejo trajo al mundo la muerte, fue necesario que, de una virgen Inmaculada, naciera hombre perfecto el Hijo de Dios, para que restituyera la vida eterna que por Adán perdieron los hombres». Aunque estas actas, como algunos opinan, no sean genuinas, es decir, contemporáneas de San Andrés, tienen una venerable antigüedad y nos atestiguan lo que entonces se pensaba de la Santísima Virgen.

San Efrén de Siria, apellidado Arpa del Espíritu Santo, canta de este modo a la Virgen: «Ciertamente tú (Cristo) y tu Madre sois los únicos que habéis sido completamente hermosos; pues en ti, Señor, no hay defecto, ni en tu Madre mancha alguna». Y en otras partes llama a María, Inmaculada, incorrupta, santa, alejada de toda corrupción y mancha, mucho más resplandeciente que el sol, etc.

San Ambrosio pone en labios del pecador: «Ven, pues, Señor Jesús, y busca a tu cansada oveja, búscala, no por los siervos ni por los mercenarios, sino por ti mismo. Recíbeme, no en aquella carne que cayó en Adán. No de Sara, sino de María, virgen incorrupta, íntegra y limpia de toda mancha de pecado».

Y San Jerónimo: «Proponte por modelo a la gloriosa Virgen, cuya pureza fue tal, que mereció ser Madre del Señor».

La lista podría alargarse muchísimo más. La conclusión es la siguiente: los Santos Padres no se proponen la pregunta sobre la Inmaculada Concepción, pero son tales las alabanzas que dirigen a la pureza de María, que, caso de plantearse la cuestión, hubieran llegado a la verdad por el mismo camino que seguían. Y desde luego, lo que les impulsa a la alabanza tan unánime y fervorosa de la pureza de María es la existencia de una tradición que puede calificarse de apostólica, derivada de las enseñanzas de los Apóstoles.

 

II.- LA INMACULADA CONCEPCIÓN HASTA LA EDAD MEDIA

A partir del siglo IV, la Iglesia occidental no corre parejas con la oriental en profesar la Concepción Inmaculada de María. La herejía nestoriana que atacó directamente, única en la historia, la prerrogativa máxima de la Virgen, su divina maternidad, y que iba extendiéndose en el siglo V, ofreció más frecuente ocasión y aun necesidad de exaltar la soberana figura de la Bienaventurada Madre de Dios; al paso que en Occidente, en esta misma época, el hereje Pelagio desfiguraba el concepto de pecado original y sus funestas consecuencias en los hombres, por lo que los Padres se ven constreñidos a tratar antes de la universalidad del pecado que de la gloriosa excepción que representa la Virgen.

Leamos algunos testimonios de una y otra Iglesia.

1.º LA IGLESIA ORIENTAL

1.- En la Iglesia oriental encontramos el esforzado defensor de la maternidad divina de María, San Cirilo, que escribe: «¿Cuándo se ha oído jamás que un arquitecto se edifique una casa y la deje ocupar por su enemigo?». No se puede expresar más claramente la idea de la Concepción Inmaculada.

Y Teodoto de Ancira: «Virgen inocente, sin mancha, santa de alma y cuerpo, nacida como lirio entre espinas». Y en otra parte: «María aventaja en pureza a los serafines y querubines».

Proclo, secretario de San Juan Crisóstomo, en el mismo siglo V, dice de María que está formada «de barro limpio», es decir, de naturaleza humana, pero incontaminada.

2.- En el siglo VI, leemos en un himno compuesto por San Jaime Nisibeno: «Si el Hijo de Dios hubiera encontrado en María una mancha, un defecto cualquiera, sin duda se escogiera una madre exenta de toda inmundicia». Y a la santidad de María la califica de «Justicia jamás rota».

San Teófanes alaba así a María: «Oh, incontaminada de toda mancha». Y en otra parte: «El purísimo Hijo de Dios, como te hallase a Ti sola purísima de toda mancha, o totalmente inmune de pecado, engendrado de tus entrañas, limpia de pecados a los creyentes».

San Andrés de Creta: «No temas, encontraste gracia ante Dios, la gracia que perdió Eva… Encontraste la gracia que ningún otro encontró como Tú jamás».

Y en la carta a Sergio, aprobada por el Concilio Ecuménico VI, Sofronio dice de María: «Santa, inmaculada de alma y cuerpo, libre totalmente de todo contagio».

En adelante, la palabra Inmaculada, Purísima, ya no se refiere directamente a la sola virginidad de María. A medida que van adelantando los siglos se va perfilando con mayor precisión la idea de la Concepción Inmaculada.

Y así en el siglo VIII podemos leer estas palabras tan claras de San Juan Damasceno: «En este paraíso (María) no tuvo entrada la serpiente, por cuyas ansias de falsa divinidad hemos sido asemejados a las bestias».

En los siglos IX y X se contornea aún con mayor claridad la Concepción sin mancha de María. San José el Himnógrafo: «Inmune de toda mancha y caída, la única Inmaculada, sin mancha, sola sin mancha», dice de la Virgen.

Y San Juan el Geómetra en un hermoso verso: «Alégrate, Tú, que diste a Cristo el cuerno mortal; alégrate, Tú, que fuiste libre de la caída del primer hombre».

No es necesario proseguir porque en adelante la palabra Inmaculada, entre los orientales, ya tiene un significado preciso y concreto: la exención de María del pecado original. Además, desde el siglo VII la Iglesia oriental celebraba la fiesta de la Inmaculada Concepción, aunque no fuera universalmente. Sobre el significado de la fiesta oigamos a San Juan de Eubea: «Si se celebra la dedicación de un nuevo templo, ¿cómo no se celebrará con mayor razón esta fiesta tratándose de la edificación del templo de Dios, no con fundamentos de piedra, ni por mano de hombre? Se celebra la concepción en el seno de Ana, pero el mismo Hijo de Dios la edificó con el beneplácito de Dios Padre, y con la cooperación del santísimo y vivificante Espíritu». Como se observará, en estas palabras se menciona la creación de María y, asimismo, su santificación, como insinúa la alusión al Espíritu Santo a quien se apropia.

2.º EN LA IGLESIA OCCIDENTAL

1.- En la Iglesia occidental, el proceso hasta llegar a la confesión clara y paladina de la Concepción Inmaculada de María resultó más lento debido a circunstancias especiales que lo entorpecieron. Pero el concepto que los Santos Padres manifiestan tener de la grandeza espiritual y moral de la excelsa Madre de Dios no desmerece ni cede en nada al de los orientales. La admisión de una mancha en María hubiera producido en Occidente, al igual que en el Oriente, un escándalo entre los fieles, y hubiera chocado con la idea que se profesaba sobre la santidad eximia de la Bienaventurada Virgen. Y en efecto, de ello echó mano el hereje Pelagio para atacar a su contrincante San Agustín, en la discusión sobre el pecado original que aquél negaba. Juliano, discípulo del hereje, escribía dirigiéndose al Obispo de Hipona: «Tú entregas a María al diablo por razón del nacimiento», es decir, si afirmas que el pecado original se trasmite por generación natural, María fue súbdita del diablo, porque de esta manera descendió y de este modo fue concebida por sus padres.

A esto contestó el Santo Doctor: «La condición del nacimiento se destruye por la gracia del renacimiento». Se discute si, con estas palabras, el santo Obispo admitió la Inmaculada Concepción. Pero es lo cierto que nuestro Doctor enseña que los pecados actuales tienen su origen en el pecado original. «Nadie, dice, está sin pecado actual, porque nadie fue libre del original». Ahora bien, opina que María no tuvo pecado actual alguno. «Excepto la Virgen María, de la cual no quiero, por el honor debido al Señor, suscitar cuestión alguna cuando se trata de pecado… Si pudiéramos congregar todos los santos y santas… cuando aquí vivían, ¿no es verdad que unánimemente hubieran exclamado: Si dijésemos que no tenemos pecado, nos engañamos y no hay verdad en nosotros?». Así, según el principio que sienta el mismo Santo Doctor, hemos de concluir que María careció del pecado original.

En esta misma época, hacia el 400, encontramos el máximo poeta cristiano Prudencio que, interpretando la fe de la Iglesia en la pureza sin mancha de María, canta en escogidos versos: «La víbora infernal yace, aplastada la cabeza, bajo los pies de la mujer. Por aquella virgen, que fue digna de engendrar a Dios, es disuelto el veneno, y retorciéndose bajo sus plantas, vomita impotente su tóxico sobre la verde yerba».

2.- En el siglo V, San Máximo escribe estas palabras: «María, digna morada de Cristo, no por la belleza del cuerpo, sino por la gracia original».

Al revés de lo que sucede en Oriente, en Occidente, a medida que van avanzando los siglos, se habla con mayor cautela sobre este asunto. No que se nuble por completo la creencia en la Concepción Inmaculada de María, pues sabemos que pronto comenzó a celebrarse su fiesta, sino que los autores eclesiásticos, por la autoridad de San Agustín, cuya opinión sobre este misterio es dudosa, y ante la necesidad de defender el dogma cierto de la universalidad del pecado original y sus consecuencias, se ven constreñidos antes a tratar de este punto que a establecer e ilustrar la excepción que constituye María a la ley universal del pecado.

Buena prueba de que la fe en este glorioso privilegio de María no quedó ofuscada nos la suministra la Liturgia. Dícese que en el siglo VII, y por obra de San Ildefonso, Arzobispo de Toledo, ya se celebraba la fiesta de la Concepción Inmaculada en España. Algunos, empero, dudan de la autenticidad del documento en que se apoyan los que lo defienden.

Pero con toda seguridad se celebraba ya en el siglo IX, como aparece por el calendario de mármol de Nápoles, que reza: «Día 9 de diciembre, la Concepción de la Santa Virgen María». La fecha de la celebración (la misma en que la celebran los orientales) indica que la fiesta transmigró de Oriente, con el que mantenía intensa relación comercial Nápoles. No es ésta la única constancia que queda de la celebración litúrgica. Por los calendarios de los siglos IX, X y XI sabemos que se celebraba también en Irlanda e Inglaterra.

3.- Pero, a pesar de la celebración litúrgica, el significado de la solemnidad no estaba teológicamente fijado. Y no deja de llamar la atención que fuese el Santo quizá más devoto de María quien frenase los impulsos del pueblo cristiano, suscitando la discusión teológica más enconada de la historia de los dogmas. Me refiero a San Bernardo.

Habiendo llegado a sus oídos que los monjes de Lyón, en 1140, introdujeron la fiesta, el Santo Abad les escribió una carta vehementísima, reprobando lo que él llama una innovación «ignorada de la Iglesia, no aprobada por la razón y desconocida de la tradición antigua». La carta es uno de los mejores documentos para probar la gran devoción del Santo a María. Cada vez que la nombra, la pluma le rezuma unción, y con la inimitable galanura de estilo que le caracteriza, convence al lector de que en todo el raciocinio no hay ni brizna de pasión. Impugna el privilegio porque así cree deber hacerlo.

A pesar del enorme prestigio del santo Doctor, su carta no quedó sin réplica. El primero que replicó a la misma, Pedro Comestor, ya hace notar la confusión de San Bernardo en el asunto, y distingue entre la concepción del que concibe, es decir, el acto de los padres, y la concepción del ser concebido, vale decir, la concepción activa y pasiva, que ya hemos definido antes. Ni faltó tampoco, como en toda polémica, la frase dura y encendida de parte del contradictor: «Dos veces -escribió Nicolás, monje de San Albano- fue traspasada el alma de María: en la Pasión de su Hijo y en la contradicción de su Concepción».

Aunque la carta del Doctor Melifluo no pudo impedir la extensión de la fiesta, que cada día cobró más auge, proyectó una influencia insospechada en las discusiones teológicas de los siglos posteriores.

 

III.- CONTROVERSIA DE LOS ESCOLÁSTICOS HASTA EL BEATO ESCOTO

1.- Los siglos XIII y XIV son los del máximo esplendor de la ciencia divina llamada Teología. Los que la cultivaron se llaman Escolásticos, y hubo varios centros de importancia, entre los más ilustres, la Sorbona de París y la Universidad de Oxford, en Inglaterra. Al comentar los Escolásticos el «Libro de las Sentencias» de Pedro Lombardo, que les servía como de manual y guía para dar sus lecciones, se toparon con la cuestión de la Concepción de María. Los Doctores de París se inclinaron por la opinión maculista, y los de Oxford por la inmaculista, es decir, excluyeron a María de la común caída del pecado de origen. La victoria quedó por éstos últimos, y concretamente por el Beato Escoto, su más alto exponente y representante.

2.- En París, los Maestros se plantean la cuestión en estos términos: ¿Cuándo fue santificada la Virgen María? Santificada aquí equivale, como se verá por el contexto de toda la cuestión, a purificada. Por lo que en el mismo planteamiento del problema ya se da algo como presupuesto y seguro: que hubo en María algo que necesitaba purificación. Causa de proponerse el problema en esos términos es el error contenido en el «Libro de las Sentencias» que comentaban. El error consistía en afirmar que el pecado original se identifica con la concupiscencia de la carne, que corrompe y mancha al alma. Y ponían un ejemplo: Como la inmundicia del recipiente hace que el vino de suyo dulce se convierta en vinagre, así la concupiscencia de la carne, que se transmite por generación natural, mancha la pureza del alma. En su concepto, el pecado original tenía dos elementos: uno material, que es la concupiscencia de la carne, y otro formal, lo propiamente llamado pecado, que es la carencia de la gracia.

Partiendo, pues, del principio que la carne, inficionada por la generación natural, inficiona a su vez el alma, los Doctores de París se preguntan: ¿Cuándo fue santificada, es decir, purificada María de esta infección inherente a la carne?

3.- El primero en plantearse la cuestión en estos términos es Fray Alejandro de Halés. Sienta el principio de que a «María se le otorgó cuando podía dársele», pero no saca todas las consecuencias que de él se derivan. Y siguiendo la opinión que acabamos de exponer sobre el pecado original, se pregunta si María fue santificada en sus padres, respondiéndose que no, pues aunque ellos fueran santísimos, su santidad no pudo trasfundirse a la carne que concibieron. Continúa investigando si la carne de María fue purificada antes que su alma entrase y fuese infundida en la misma, y resuelve que tampoco, porque la carne no puede ser sujeto de santidad alguna ni de ninguna gracia. Prosigue interrogando si fue santificada en el mismo momento de infundirse el alma en el cuerpo, y se inclina también por la negativa. La conclusión es que fue santificada después de la concepción, aunque antes de nacer, porque si esto se concedió a Jeremías y al Bautista, «no puede negarse a tan excelsa Virgen lo que a otros se concedió».

4.- Sigue por el mismo camino, y con una conclusión más enérgica, el Doctor San Alberto Magno. Este cree ser de fe que María fue concebida en pecado original, pues las Escrituras, en el célebre texto de San Pablo, enseñan «que en Adán todos pecaron», y si todos, también Ella.

5.- Los dos colosos de la ciencia teológica, que continuaron la labor de enseñanza de los dos ya mencionados, prosiguen, aunque más expeditos, por el mismo sendero. Son Santo Tomás y San Buenaventura.

El Doctor Angélico, Santo Tomás, afirma y repite con insistencia en varias partes de sus obras, escritas en diversas épocas, que María contrajo el pecado de origen. Citemos sólo lo que escribe en su obra máxima, «La Suma». «A la primera pregunta de si María fue santificada antes de recibir el alma», responde que no, porque la culpa no puede borrarse más que por la gracia, cuyo sujeto es sólo el alma. «A la segunda, es decir, si lo fue en el momento de recibir el alma», responde que ha de decirse que «si el alma de María no hubiese sido jamás manchada con el pecado original, esto derogaría a la dignidad de Cristo que está en ser el Salvador universal de todos. Y así, bajo la dependencia de Cristo, que no necesitó salvación alguna, fue máxima la pureza de la Virgen. Porque Cristo de ningún modo contrajo el pecado original, sino que fue santo en su concepción misma, según aquello de San Lucas: «El que ha de nacer de Ti, santo, será llamado Hijo de Dios». Pero la Santísima Virgen contrajo ciertamente el pecado original, si bien quedó limpia de él antes del nacimiento». Y en otra parte se pregunta cuándo fue santificada, y responde: «Poco después de su concepción».

A estas palabras tan claras se les ha querido dar últimamente un significado distinto, haciendo mil equilibrios para que signifiquen que Santo Tomas no negó el privilegio de María, como si negarlo entonces supusiese defecto alguno. El Santo y ponderadísimo Doctor reiría de buena gana las acrobacias intelectuales de algunos de sus comentaristas.

San Buenaventura insinúa tímidamente la solución verdadera de la cuestión, pero se declara explícitamente partidario de la opinión maculista. Después de exponer la opinión común, escribe: «Algunos dicen que en el alma de la Santísima Virgen la gracia de la santificación se adelantó a la mancha del pecado original… Esto significa, según ellos, lo que San Anselmo dice de la Santísima Virgen: que María fue pura, con pureza tan alta, que mayor, fuera de la de Dios, no se puede imaginar. Esto no repugna a la fe cristiana, porque la misma Virgen fue liberada del pecado original por la gracia que dependía y tenía su origen en Cristo, como las demás gracias de los Santos. Estos fueron levantados después de caídos, la Virgen fue sostenida en el acto de caer para que no cayera, según la referida opinión». Ninguno había expuesto aún en París tan claramente, ni insinuado con tanta precisión, los argumentos a favor de la Inmaculada. Pero San Buenaventura se inclinó por la contraria. Tiranía de la razón que se impuso sobre los anhelos del amor.

4.- No estaba reservada a los Doctores de París la empresa de defender el privilegio de María. Cuando la doctrina contraria a la Inmaculada Concepción era corriente entre los teólogos, corroborada por la autoridad de los grandes maestros, «bajó a la palestra el Doctor providencial que Dios mandó a la Iglesia para este caso», decía el antiguo Oficio de la Inmaculada: el Beato Juan Duns Escoto.

 

IV.- LA INTERVENCIÓN DEL DOCTOR MARIANO

1.- El Beato Juan Duns Escoto nació en Maxton (Escocia), de la noble familia Duns. Se formó en la Universidad de Oxford, y en la misma y en París enseñó teología. Al llegar a París, la cuestión sobre la Concepción de María estaba definitivamente ventilada y resuelta en sentido negativo. Su doctrina sobre la exención de María de todo pecado chocó con el ambiente reinante en la Universidad, y, según el estilo de la época, tuvo que defender su opinión en una disputa pública con los doctores de la misma. El rotundo triunfo que alcanzó, midiendo su ingenio y saber con los Maestros más renombrados, hizo aquella discusión científica celebérrima en los anales de la Universidad y aun de la Iglesia. La leyenda y la tradición, como acostumbran con los hechos trascendentales, la han adornado con mil detalles hermosos. Las crónicas eclesiásticas aseguran que, al pasar el Doctor por los claustros de la Universidad para la discusión, se postró ante una imagen de María, implorando su auxilio, y que la marmórea imagen inclinó su cabeza. En el aula magna de la Universidad, aguardaban al Doctor todos los Maestros. Presidían la Asamblea los Legados del Papa, presentes a la sazón en París para negociar ciertos asuntos con el Rey. Sea de ello lo que fuere, la tradición nos dice que se opusieron al Doctor Mariano doscientos argumentos, que él refutó y pulverizó después de recitarlos uno tras otro de memoria. El número de argumentos, aun sin llegar a los doscientos, fue grande, porque de los fragmentos de la disputa que han llegado hasta nosotros se pueden recoger cincuenta. La nobilísima Asamblea se levantó aclamándole unánimemente vencedor. Una defensa similar del privilegio mariano tuvo lugar en Colonia, donde el triunfo alcanzado por el Defensor de María fue tal, que hasta los niños le aclamaban por las calles: ¡Vencedor Escoto!

Todos estos detalles de la leyenda demuestran la impresión que causó la defensa escotista en la imaginación de los contemporáneos que veían irremisiblemente perdida la causa en el terreno intelectual. Pero si los detalles son legendarios, queda en pie la historicidad del hecho conocido con el nombre de Disputa de la Sorbona, como ha probado con sus estudios el mariólogo P. Carlos Balic, conocido en todos los centros teológicos.

2.- Pasemos a exponer la doctrina del Doctor Mariano. Notemos ante todo que el Beato Juan Duns Escoto se plantea la cuestión de modo completamente diferente al de los que le precedieron: «¿Fue concebida María en pecado original?». Este modo de preguntar no presupone ni prejuzga nada, y tiene un sentido claro y terminante: ¿Tuvo o no tuvo el pecado original? Ello arranca de la idea que nuestro Doctor tiene del pecado de origen, hoy común a todos los teólogos. Para el Beato Escoto, el pecado original no consiste más que en la negación de la gracia que se debiera poseer. Y por eso no ha de preguntarse nada sobre la carne, como hacían los anteriores.

A la pregunta, pues, de si María fue concebida en pecado, responde: No. ¿Motivos? La perfectísima Redención de su Hijo y la honra y honor del mismo. Es decir, que la dificultad de los contrarios la esgrime él como argumento casi único.

Resumámoslo: «Se afirma que en Adán todos pecaron y que en Cristo y por Cristo todos fueron redimidos. Y que si todos, también Ella. Y respondo que sí, Ella también, pero Ella de modo diferente. Como hija y descendiente de Adán, María debía contraer el pecado de origen, pero redimida perfectísimamente por Cristo, no incurrió en él. ¿Quién actúa más eximiamente, el médico que cura la herida del hijo que ha caído, o el que, sabiendo que su hijo ha de pasar por determinado lugar, se adelanta y quita la piedra que provocaría el traspié? Sin duda que el segundo. Cristo no fuera perfectísimo redentor, si por lo menos en un caso no redimiera de la manera más perfecta posible. Ahora bien, es posible prevenir la caída de alguno en el pecado original. Y si debía hacerlo en un caso, lo hizo en su Madre».

El Beato Escoto va aplicando el argumento ora desde el punto de vista de Cristo Redentor perfectísimo, ora desde el punto de vista del pecado, ora desde el ángulo de María, llegando siempre a la misma conclusión. Su argumento quedó sintetizado para la posteridad con aquellas cuatro celebérrimas palabras: Potuit, decuit, ergo fecit, pudo, convino, luego lo hizo. Podía hacer a su Madre Inmaculada, convenía lo hiciera por su misma honra, luego lo hizo.

baner inmaculadaconcepcion

De todo lo cual se deduce, escribe el Doctor Alastruey, en su conocida «Mariología»:

1.º Que el Doctor Mariano distingue perfectísimamente entre la ley universal del pecado de origen, en la que entra María, y la caída real. Es decir, entre el débito, como dicen los teólogos, y la contracción del pecado. María debía contraerlo por ser descendiente de Adán, pero no lo contrajo porque fue preservada. Por eso, su preservación se llama privilegio.

2.º Que el Doctor Mariano concilia a perfección la preservación de María y su dependencia de la Redención de Cristo. Esto lo consigue distinguiendo entre la Redención curativa y la preservativa. Esta última es, en opinión suya y ante el testimonio de la razón, redención más perfecta. Por lo que María, en su privilegio, lejos de menoscabar el honor de Cristo escapando a su influjo, como temían los antiguos, depende de Él en forma más brillante y más efectiva.

3.º Finalmente, Escoto consiguió pulverizar los principales argumentos de la opinión contraria y poner en claro que nada podía deducirse de los dogmas de la fe que fuera contrario a la Concepción Inmaculada de María.

Las páginas del Doctor Mariano vinieron a ser el arsenal en que recogían armas y argumentos los defensores del privilegio de María; y al cabo de tantos siglos de disquisiciones científicas, se llegó a la definición dogmática sin que se pudiese añadir a sus páginas ni una idea, ni un argumento, ni una distinción más.

Y para que no faltase al aguerrido defensor de la Virgen el testimonio de la opinión contraria, se lo propinó el Padre Gerardo Renier, que de enemigo doctrinal pasó, como muchos a lo largo de la historia del Dogma, a adversario personal del Beato Escoto, escribiendo a propósito de sus enseñanzas en París: «El primer sembrador de esta herética maldad (la Inmaculada Concepción) fue Juan Duns Escoto, de la Orden Franciscana». Calificación teológica que, como es evidente, fue profética. No se había visto jamás que un puñado de barro lanzado contra el adversario se convirtiera en el trayecto en un manojo de rosas y lirios.

 

V.- HASTA LA DEFINICIÓN DOGMÁTICA

1.- Siguieron al Beato Escoto, como es fácil suponer, todos los franciscanos, que le adoptaron por Maestro, y entre sus discípulos se pueden citar nombres tan ilustres como Francisco Mayrón, Andrés de Neuchateu, Juan Basols, etc. Toda la Orden Franciscana en general, escribe Campana en María en el Dogma católico, aceptó la doctrina de su Maestro de modo que, al poco tiempo, a la Concepción Inmaculada se la llamó la opinión franciscana, nombre con que fue designada hasta la definición dogmática.

2.- Perdido ya el prestigio en la Universidad de París, la opinión contraria apeló al Papa Juan XXII en su corte de Aviñón. Y a pesar de que el Pontífice estaba en grave disensión con la Orden Franciscana a causa de las controversias sobre la pobreza, tras una disputa entre un franciscano y un dominico, el Papa se inclinó por la opinión inmaculista, y como conclusión mandó celebrar la fiesta en la capilla papal. La determinación de Juan XXII significó un paso decisivo para el triunfo de la Inmaculada. Y nos hallamos en 1325, es decir, a unos veinte años solamente de la Defensa de Escoto.

2.- Un incidente que revela los sentimientos y proceder de toda una generación fue el sucedido en 1335. Juan de Monzón recibió la investidura de Doctor. En su primera lección magistral sostuvo cuatro proposiciones contra la Inmaculada Concepción. La Universidad las reprobó y confió al franciscano Juan Vital que las refutara, como hizo en su «Defensórium pro I. M. Conceptione». Confirmada la sentencia o calificación de la Universidad por el Obispo de París, el dominico apeló al Papa, ante el cual triunfó nuevamente la opinión inmaculista. Pero la lucha, escribe el P. Sola, S.J., en su libro «La Inmaculada Concepción», había llegado a su punto culminante. Como Escoto había arrastrado tras sí a toda su escuela, Monzón arrastró, asimismo, a toda la tomista. Y si los discípulos de Escoto formularon el voto de defender el privilegio hasta la sangre, los contrarios formularon, asimismo, el de defender la doctrina de Santo Tomás sobre este tema.

3.- No es necesario seguir ya más el curso de las discusiones científicas, porque en adelante la opinión maculista va perdiendo sensiblemente terreno, y su actuación, interés. Ya es conocido que en el Concilio de Basilea se tuvo un largo debate entre maculistas e inmaculistas con el triunfo de éstos, pero la decisión del Concilio quedó sin valor porque, al tomarla, el Concilio ya no era canónico.

Ante Sixto IV, y nos hallamos en el siglo XV, se sostuvo otra disputa entre el dominico Bandelli y el franciscano Francisco de Brescia; la victoria de éste fue tan rotunda, que la Asamblea se levantó aclamándole Sansón, nombre con que es conocido en la Historia.

Y de triunfo en triunfo, llegamos al Concilio de Trento que, al hablar de la universalidad del pecado original, aunque no define el dogma de la excepción de María, significó su opinión con estas palabras: «Declara, sin embargo, este santo Concilio que, al hablar del pecado original, no intenta comprender a la bienaventurada e inmaculada Virgen María, sino que hay que observar sobre esto lo establecido por Sixto IV».

4.- Las palabras del Concilio fueron decisivas para la extensión de la doctrina inmaculista y no tardó mucho en ser opinión universal.

Apenas se hallará una Orden religiosa que no pueda presentar nombres ilustres de grandes teólogos que favorecieron la prerrogativa de la Virgen, contribuyendo a su triunfo. La Compañía de Jesús puede presentar a Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Toledo, Suárez, San Pedro Canisio, San Roberto Belarmino y otros muchos más. La gloriosa Orden Dominicana, el celebérrimo Ambrosio Catarino, Tomás Campanella, Juan de Santo Tomás, San Vicente Ferrer, San Luis Beltrán y San Pío V, papa, etc. La Orden Carmelitana, ya en 1306, determinó celebrar la fiesta en el Capítulo General reunido en Francia, y los agustinos defendieron también la prerrogativa de la Virgen ya en 1350.

5.- La contribución de nuestra Patria [España] al triunfo del Dogma de la Inmaculada Concepción merece capítulo aparte, y por cierto bien nutrido y glorioso, pero ello nos apartaría del carácter puramente doctrinal que tienen estas breves notas históricas. Recordemos solamente, como tan significativas, las legaciones de nuestros reyes a los Sumos Pontífices pidiendo la definición del dogma. Por eso Pío IX quiso que el monumento a la Inmaculada, después de su definitivo oráculo, se levantara en la romana Plaza de España.

 

VI.- LA DEFINICIÓN DOGMÁTICA DE LA INMACULADA

1.- El Papa Pío IX, de feliz memoria, se decidió a dar el último paso para la suprema exaltación de la Virgen, definiendo el dogma de su Concepción Inmaculada. Dícese que en las tristísimas circunstancias por las que atravesaba la Iglesia, en un día de gran abatimiento, el Pontífice decía al Cardenal Lambruschini: «No le encuentro solución humana a esta situación». Y el Cardenal le respondió: «Pues busquemos una solución divina. Defina S. S. el dogma de la Inmaculada Concepción».

Mas para dar este paso, el Pontífice quería conocer la opinión y parecer de todos los Obispos, pero al mismo tiempo le parecía imposible reunir un Concilio para la consulta. La Providencia le salió al paso con la solución. Una solución sencilla, pero eficaz y definitiva. San Leonardo de Porto Maurizio había escrito una carta al Papa Benedicto XIV, insinuándole que podía conocerse la opinión del episcopado consultándolo por correspondencia epistolar… La carta de San Leonardo fue descubierta en las circunstancias en que Pío IX trataba de solucionar el problema, y fue, como el huevo de Colón, perdónese la frase, que hizo exclamar al Papa: «Solucionado». Al poco tiempo conoció el parecer de toda la jerarquía. Por cierto que un obispo de Hispanoamérica pudo responderle: «Los americanos, con la fe católica, hemos recibido la creencia en la preservación de María». Hermosa alabanza a la acción y celo de nuestra Patria.

2.- Y el día 8 de diciembre de 1854, rodeado de la solemne corona de 92 Obispos, 54 Arzobispos, 43 Cardenales y de una multitud ingentísima de pueblo, definía como dogma de fe el gran privilegio de la Virgen:

«La doctrina que enseña que la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su Concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, es revelada por Dios, y por lo mismo debe creerse firme y constantemente por todos los fieles».

Estas palabras, al parecer tan sencillas y simples, están seleccionadas una por una y tienen resonancia de siglos. Son eco, autorizado y definitivo, de la voz solista que cantaba el común sentir de la Iglesia entre el fragor de las disputas de los teólogos dela Edad Media.

Fuente: Pascual Rambla, O.F.M., Tratado popular sobre la Santísima Virgen; Parte III, Cap. V: Historia del dogma de la Inmaculada Concepción.

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A la Inmaculada Concepción DEVOCIONES Y ORACIONES

Oración del Papa Juan Pablo II a María Inmaculada

SANTA MISA CON OCASIÓN DEL 150° ANIVERSARIO DE LA PROCLAMACIÓN DEL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN 

HOMILÍA DE JUAN PABLO II
Miércoles 8 de diciembre de 2004

1. «Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1, 28).

Con estas palabras del arcángel Gabriel, nos dirigimos a la Virgen María muchas veces al día. Las repetimos hoy con ferviente alegría, en la solemnidad de la Inmaculada Concepción, recordando el 8 de diciembre de 1854, cuando el beato Pío IX proclamó este admirable dogma de la fe católica precisamente en esta basílica vaticana.

Saludo cordialmente a cuantos han venido hoy aquí, en particular a los representantes de las Sociedades mariológicas nacionales, que han participado en el Congreso mariológico y mariano internacional, organizado por la Academia mariana pontificia.

Amadísimos hermanos y hermanas, os saludo también a todos vosotros aquí presentes, que habéis venido a rendir homenaje filial a la Virgen Inmaculada. De modo especial, saludo al señor cardenal Camillo Ruini, al que renuevo mi más cordial felicitación por su jubileo sacerdotal, expresándole toda mi gratitud por el servicio que, con generosa entrega, ha prestado y sigue prestando a la Iglesia como mi vicario general para la diócesis de Roma y como presidente de la Conferencia episcopal italiana.

2. ¡Cuán grande es el misterio de la Inmaculada Concepción, que nos presenta la liturgia de hoy!

Un misterio que no cesa de atraer la contemplación de los creyentes e inspira la reflexión de los teólogos. El tema del Congreso que acabo de recordar -«María de Nazaret acoge al Hijo de Dios en la historia»- ha favorecido una profundización de la doctrina de la concepción inmaculada de María como presupuesto para la acogida en su seno virginal del Verbo de Dios encarnado, Salvador del género humano.

«Llena de gracia», : con este apelativo, según el original griego del evangelio de san Lucas, el ángel se dirige a María. Este es el nombre con el que Dios, a través de su mensajero, quiso calificar a la Virgen. De este modo la pensó y vio desde siempre, ab aeterno.

3. En el himno de la carta a los Efesios, que se acaba de proclamar, el Apóstol alaba a Dios Padre porque «nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales» (Ef 1, 3).

¡Con qué especialísima bendición Dios se ha dirigido a María desde el inicio de los tiempos! ¡Verdaderamente bendita, María, entre todas las mujeres! (cf. Lc, 1, 42).

El Padre la eligió en Cristo antes de la creación del mundo, para que fuera santa e inmaculada ante él por el amor, predestinándola como primicia a la adopción filial por obra de Jesucristo (cf. Ef 1, 4-5).

4. La predestinación de María, como la de cada uno de nosotros, está relacionada con la predestinación del Hijo. Cristo es la «estirpe» que «pisaría la cabeza» de la antigua serpiente, según el libro del Génesis (cf. Gn 3, 15); es el Cordero «sin mancha» (cf. Ex 12, 5; 1 P 1, 19), inmolado para redimir a la humanidad del pecado.

En previsión de la muerte salvífica de él, María, su Madre, fue preservada del pecado original y de todo otro pecado. En la victoria del nuevo Adán está también la de la nueva Eva, madre de los redimidos. Así, la Inmaculada es signo de esperanza para todos los vivientes, que han vencido a Satanás en virtud de la sangre del Cordero (cf. Ap 12, 11).

5. Contemplamos hoy a la humilde joven de Nazaret, santa e inmaculada ante Dios por el amor (cf. Ef 1, 4), el «amor» que, en su fuente originaria, es Dios mismo, uno y trino.

¡La Inmaculada Concepción de la Madre del Redentor es obra sublime de la santísima Trinidad! Pío IX, en la bula Ineffabilis Deus, recuerda que el Omnipotente estableció «con el mismo decreto el origen de María y la encarnación de la divina Sabiduría» (Pii IX Pontificis Maximi Acta, Pars prima, p. 559).

El «sí» de la Virgen al anuncio del ángel se sitúa en lo concreto de nuestra condición terrena, como humilde obsequio a la voluntad divina de salvar a la humanidad, no de la historia, sino en la historia. En efecto, preservada inmune de toda mancha de pecado original, la «nueva Eva» se benefició de modo singular de la obra de Cristo como perfectísimo Mediador y Redentor. Ella, la primera redimida por su Hijo, partícipe en plenitud de su santidad, ya es lo que toda la Iglesia desea y espera ser. Es el icono escatológico de la Iglesia.

6. Por eso la Inmaculada, que es «comienzo e imagen de la Iglesia, esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura» (Prefacio), precede siempre al pueblo de Dios en la peregrinación de la fe hacia el reino de los cielos (cf. Lumen gentium, 58; Redemptoris Mater, 2).

En la concepción inmaculada de María la Iglesia ve proyectarse, anticipada en su miembro más noble, la gracia salvadora de la Pascua.

En el acontecimiento de la Encarnación encuentra indisolublemente unidos al Hijo y a la Madre: «Al que es su Señor y su Cabeza y a la que, pronunciando el primer «fiat» de la nueva alianza, prefigura su condición de esposa y madre»  (Redemptoris Mater, 1).

7. A ti, Virgen inmaculada, predestinada por Dios sobre toda otra criatura como abogada de gracia y modelo de santidad para su pueblo, te renuevo hoy, de modo especial, la consagración de toda la Iglesia.

Guía tú a sus hijos en la peregrinación de la fe, haciéndolos cada vez más obedientes y fieles a la palabra de Dios.

Acompaña tú a todos los cristianos por el camino de la conversión y de la santidad, en la lucha contra el pecado y en la búsqueda de la verdadera belleza, que es siempre huella y reflejo de la Belleza divina.

Obtén tú, una vez más, paz y salvación para todas las gentes. El Padre eterno, que te escogió para ser la Madre inmaculada del Redentor, renueve también en nuestro tiempo, por medio de ti, las maravillas de su amor misericordioso. Amén.

 

MARÍA INMACULADA, MUJER EUCARÍSTICA

Oración de Juan Pablo II ante la Imagen de la Inmaculada en la Plaza de España de Roma (8-12-2004)

1 ¡Virgen Inmaculada!
Una vez más estamos aquí para rendirte homenaje
a los pies de esta columna,
desde la cual velas con amor
sobre Roma y sobre el mundo entero
desde cuando, hace ciento cincuenta años,
el beato Pío IX proclamó,
como verdad de la fe católica,
tu preservación de toda mancha de pecado
en previsión de la muerte y resurrección
de tu Hijo Jesucristo.

2 ¡Virgen Inmaculada!
Tu intacta belleza espiritual
es para nosotros fuente viva de confianza y de esperanza.
Tenerte como Madre, Virgen Santa,
nos afianza en el camino de la vida
como prenda de eterna salvación.
Por ello a ti, oh María,
recurrimos confiados.
Ayúdanos a construir un mundo
en el que la vida del hombre se vea siempre amada y defendida;
toda forma de violencia, desterrada;
la paz, por todos tenazmente buscada.

3 ¡Virgen Inmaculada!
En este Año de la Eucaristía,
concédenos celebrar y adorar
con renovada fe y ardiente amor
el santo misterio del Cuerpo y Sangre de Cristo.
Bajo tu magisterio, oh Mujer eucarística,
enséñanos a conmemorar las maravillosas obras
que Dios no deja de realizar en el corazón de los hombres.
Con materno desvelo, Virgen María,
guía siempre nuestros pasos por los caminos del bien. Amén.

(Original italiano procedente del archivo informático
de la Santa Sede; traducción de ECCLESIA.)