Las profecías de Malaquías han sido muy estudiadas por expertos católicos.
Aunque no hay acuerdo sobre su veracidad, el texto llevaría a pensar que Benedicto XVI sería el penúltimo papa en la línea habitual, y Francisco el papa del final.
Mientras que significa la palabra “final” también es un tema para considerar.
Esto se entronca con el 3º secreto de Fátima que muestra a un “obispo vestido de Blanco” a quien unos soldados dan muerte en la cima de una montaña donde hay una cruz.
Si ambas profecías se refieren a lo mismo, entonces el conjunto de ambas profecías admite diversas lecturas.
En una reciente entrevista, el secretario personal del Papa emérito Benedicto XVI y prefecto de la Casa Pontificia arzobispo Georg Gänswein, discutió brevemente un conjunto de supuestos profecías que habrían sido hechas por Malaquías en el siglo XII.
Esta entrevista sucedió en medio de la mención de Gänswein de que Benedicto XVI se estaba apagando de a poco y a la discusión de si coexisten dos papas en el Vaticano.
Muchos no toman la controvertida profecía de Malaquías sugiriendo que Francisco será el “último Papa”.
Pero su prefecto dice, que además está la espectacular caída de rayos en lo alto de la cúpula de San Pedro en el día en que su predecesor renunció, lo que le da “escalofríos”, diciendo que “la naturaleza había hablado”.
El entrevistador le preguntó sobre una antigua profecía que recientemente ha ganado fuerza en algunos debates: la “Profecía de los Papas” – también conocida como la “Profecía de Malaquías” -, que sugeriría que Francisco puede ser considerado como el último Papa.
“De hecho, cuando se mira a profecía, y teniendo en cuenta que hay una sólida referencia a los papas mencionados en su historia, me da escalofríos”, admitió Gänswein.
Aunque los católicos no están obligados a aceptar la profecía añadió que
“hablando desde la experiencia histórica, hay que decir: Sí, es una llamada de atención”.
La profecía consiste en una lista de 112 frases cortas y lemas enigmáticos que se supone que representan a los papas de la época de San Malaquías en adelante.
Los lemas generalmente contienen referencias a una de varias cosas, incluyendo el nombre del Papa (su nombre papal, su nombre de nacimiento, o su apellido), su lugar de origen, o su heráldica (escudo de su familia o heráldica de su orden o lugar de origen).
San Malaquías fue el arzobispo de Armagh, Irlanda en la década de 1100. Y según se informa, hizo una visita a Roma en la que tuvo una visión de los futuros papas y las escribió.
El penúltimo lema en la profecía de los Papas se ha asociado con el Papa Benedicto XVI (hoy Papa Emérito). . Ya que ahora se encuentra al final de su «extraño» pontificado, nos llevaría hasta el último nombre en la profecía de los Papas. . Que muchos han tomado para indicar que es el Papa final en el fin del mundo.
Este pasaje dice lo siguiente:
“En la última persecución de la Santa Iglesia Romana, allí se sentará Petrus Romanus, que apacentará a sus ovejas en medio de muchas tribulaciones. .
Y cuando estas cosas hayan sucedido, la ciudad de las siete colinas será destruida, y el terrible juez juzgará a su pueblo. The End”
Esta no es una revelación privada aprobada, a pesar de que ha tenido una gran influencia en círculos católicos durante varios cientos de años.
Una marca significativa contra su autenticidad es el hecho de que no se publicó hasta 1595, aunque San Malaquías murió en 1148.
No hay ningún registro de la existencia de profecía en 447 años.
Al parecer, esto se debió a la profecía yacía olvidada en un archivo romano y no fue redescubierta hasta 1590.
Muchos observadores han pensado que no fue escrita en la década del 1100 sin cerca de 1590.
Una de las razones es que los “lemas” para el período anterior a 1590 son muy fáciles de conectar con los papas que supuestamente representan.
Por el contrario, los lemas asignados a los papas que vienen después de 1590 son mucho más difíciles de conectar con los papas posteriores, y a menudo esto se puede hacer sólo de manera forzada.
¿BENEDICTO XVI EL PENÚLTIMO PAPA?
Cuando Benedicto XVI renunció a su pontificado, muchos pensaron en la «Profecía de los Papas» de San Malaquías. Ver aquí. .
Algunos la descartaron porque dicen que siempre se puede encontrar un argumento por el cual el nombre dado por Malaquías a un papa esté relacionado con ese pontífice. .
Y otros trataron de profundizar para discernir si efectivamente Benedicto XVI encaja con el nombre “gloria del olivo”, con lo que el próximo sería Pedro el Romano y gobernaría en la tribulación ya totalmente desatada.
La profecía de San Malaquías predice los Papas desde el papa Celestino II hasta lo que parece ser el último pontífice identificado como «Pedro el Romano».
Si las profecías son ciertas, entonces el Papa Benedicto XVI es el penúltimo papa, y se le identifica como la «Gloria del Olivo».
Algunos han dicho que esto tiene que ver con una relación oscura entre los Olivetanos y su nombre pontificio «Benedicto». Pero para otros esto es una explicación forzada.
Este es un análisis de la parte final de la lista de Malaquías.
Las frases latinas son las dadas por la lista de Malaquías:
Juan XXIII (1958-1963)Pastor et Nauta («Pastor y Marinero» – fue patriarca de la ciudad portuaria de Venecia).
Pablo VI (1963-1978)Flos Florum («Flor de las flores» – su escudo de armas tenía tres lirios)
Juan Pablo I (1978)De medietate Lunae («de la mitad de la luna» nacido en la diócesis de Belluno (luna hermosa). Su reinado duró aproximadamente un mes, desde la media luna hasta la próxima próximo media luna).
Juan Pablo II (1978-2005)De labore Solis(«de la labor del sol» – nació durante un eclipse solar)
Benedicto XVIGloria Olivae(«gloria del olivo»)
Pedro el Romano, que incluye esta descripción:
In persecutione extrema S.R.E. sedebit Petrus Romanus, qui pascet oves in multis tribulationibus, quibus transactis civitas septicollis diruetur, & judex tremedus judicabit populum suum. Finis.
Lo que se traduce como lo vimos más arriba.
Como se puede ver, si la lista es de fiar, el Papa Benedicto XVI es el Papa anterior al último.
¿LA AGONÍA DEL PONTIFICADO DE BENEDICTO XVI PUEDE SER LA PASIÓN DE LA IGLESIA?
Nuestro Señor Jesucristo, la noche en que fue entregado, después de la Última Cena, fue al Huerto de Getsemaní para orar.
Nosotros los católicos lo meditamos en el Primer Misterio Doloroso del Santo Rosario, la Agonía en el Huerto.
La palabra Getsemaní en hebreo significa «prensa de aceite de oliva».
De hecho, el Jardín de Getsemaní se encuentra en el Monte de los Olivos.
La Agonía del Huerto entre losolivoses el preludio de la Pasión de Cristo.
El episodio en el Monte de los Olivos es el comienzo de los dolores redentores que terminan en la crucifixión y muerte de Cristo.
La dolorosa agonía del Papa Benedicto XVI como Papa puede ser el preludio de la Pasión final de la Iglesia de Cristo. .
Recordemos los escándalos de filtraciones llamados ‘vatileaks’.
Su papado es la gloria del olivo porque él fue colocado en la Agonía del Huerto de la Iglesia.
Todos han muerto. Él es traicionado por sus más cercanos amigos y consejeros. Él está solo.
Él está mirando en el cáliz de la ira de Dios y le está pidiendo que tome de él.
“Van a una propiedad, cuyo nombre es Getsemaní, y dice a sus discípulos: ‘Sentaos aquí, mientras yo hago oración’.
Toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, y comenzó a sentir pavor y angustia.
Y les dice: ‘Mi alma está triste hasta el punto de morir; quedaos aquí y velad’.
Y adelantándose un poco, caía en tierra y suplicaba que a ser posible pasara de él aquella hora.
Y decía: ‘¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí esta copa; pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú’.” (Marcos 14:32-36).
El Papa Benedicto XVI estaba solo y él debe saber que estamos a punto de entrar en la Pasión de la Iglesia Católica. . La abdicación puede confirmar que el Papa Benedicto es la Gloria del Olivo. . Él está pidiendo a Dios «quita de mí este cáliz».
Si la lista de Malaquías es de fiar, entonces los acontecimientos de los últimos años revelan algo más profundo acerca de la identidad de Benedicto XVI como la «Gloria del Olivo».
Ahora, su identidad con el «olivo» es más evidente.
Al igual que Cristo, su Señor, Su Santidad está solo y traicionado.
MÁS SOBRE EL CUMPLIMIENTO DE LAS PROFECÍAS DE MALAQUÍAS
Un autor, que predijo el Papa Benedicto XVI sería el primer pontífice en casi 600 años de dimitir, cree que la elección de Jorge Mario Bergoglio como el 266º pontífice Católico Romano, se asocia con la profecía medieval que lo convertiría en el «papa final» antes del final de los tiempos.
Su libro examina «Profecía de los Papas» de San Malaquías, que dice basarse en una visión profética de los 112 papas siguientes al Papa Celestino II, que murió en 1144.
Horn dijo que un Papa de origen italiano cumpliría la profecía, y señaló que Bergoglio es hijo de padres italianos y es un jesuita.
«Ser jesuita es un aspecto muy importante de nuestra predicción en nuestro libro», dijo Horn.
También ve una significación en que Bergoglio se nombrara a sí mismo como San Francisco de Asís, un italiano, o romano, cuyo nombre original era Francesco di Pietro (Pedro) di Bernardone, «literalmente, Pedro el Romano».
Horn y su co-autor, Cris Putnam, predijeron en su libro que Benedicto dimitiría, dando paso a la historia «papa final.»
Sorprendentemente, Horn dijo que hace más de 60 años, un teólogo jesuita belga y académico llamado René Thibault mencionó la fecha de 2012 como la culminación de las profecías de Malaquías.
La profecía de Thibaut se publicó en francés sólo cuatro meses antes de Thibaut muriera.
Horn y Putnam tradujeron en inglés el raro libro de 1951 del sacerdote belga, «La misteriosa profecía de los Papas».
«Adoptando la metodología de un místico y erudito» Horn y Putnam escriben en el primer capítulo de su libro, que Thibaut «hace un caso convincente de que ‘La Profecía de los Papas’ es una profecía sobrenatural real».
Horn señaló que Thibaut es uno de muchos líderes católicos, incluidos los papas, cardenales y sacerdotes, que han afirmado que el trabajo de Malaquías se guardó en los archivos del Vaticano durante cinco siglos antes de que fuera publicado por primera vez.
Dijo que Thibaut utilizó una serie de métodos de análisis criptográficos para llegar a la fecha del 2012, incluyendo el cálculo de la duración media del reinado papal hasta el momento de escribir su libro.
«En otras palabras», Horn y Putnam escriben «2012 fue visto como ‘evento en el horizonte’ del fin de los tiempos por lo menos para una sacerdote jesuita antes de la mayoría de los lectores nacieran».
San Malaquías, describió al penúltimo papa de la forma que Horn cree que es Benedicto XVI, como «Gloria Olivae», o «Gloria del Olivo».
«Benedicto XVI no era un sacerdote benedictino, sin embargo, eligió el nombre del fundador de la Orden de San Benito, que también se conoce como los Olivetanos .
El símbolo de la orden benedictina incluye una rama de olivo».
LA VINCULACIÓN DE LA PROFECÍA DE PETRUS ROMANUS CON EL 3º SECRETO DE FÁTIMA
Hay algunos paralelos interesantes entre la profecía concerniente a Petrus Romanus y la visión del Papa siendo martirizado en el Tercer Secreto de Fátima.
La profecía sobre Petrus Romanus (o «Pedro el Romano») atribuida a Malaquías es, por mucho, la más detallada entre la lista de Papas.
Ella dice:
En la persecución final de la Santa Iglesia Romana, se sentará a Pedro el Romano, que pastoreará sus ovejas durante muchas tribulaciones, y cuando estas cosas hayan terminado, la ciudad de las siete colinas será destruida, y el terrible juez juzgará a su pueblo. El fin.
La frase “pastorear sus ovejas” usada en el versículo concerniente al último Papa es una alusión deliberada a la comisión de Cristo a San Pedro para cuidar el rebaño en su ausencia (Juan 21: 15-17).
Que la doctrina católica traslada a los sucesores de San Pedro como papas.
Si la profecía fue hecha por San Malaquías o no, quienquiera que fue que la redactó sin duda conocía la teología de los últimos tiempos.
La frase “en la persecución final de la Santa Iglesia Romana” mencionada en la profecía de Petrus Romanus claramente pretende indicar que Petrus Romanus es el Papa que “apacentará las ovejas” durante la última persecución de los cristianos.
Se trata de un período en la historia de la salvación que el Catecismo de la Iglesia Católica considera la “pascua final” de la Iglesia:
Antes de la segunda venida de Cristo, la Iglesia debe pasar por un juicio final que sacudirá la fe de muchos creyentes.
La persecución que acompaña a su peregrinación en la tierra desvelará el “misterio de la iniquidad” en forma de un engaño religioso ofreciendo a los hombres una aparente solución a sus problemas al precio de la apostasía de la verdad.
El supremo engaño religioso es el del Anticristo, un pseudo-mesianismo por el cual el hombre se glorifica en lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne… (CIC 675)
La Iglesia sólo entrará en la gloria del reino a través de esta pascua final, cuando ella siga a su Señor en su muerte y resurrección… (CIC 677)
Esto se relaciona claramente con la representación visual del Tercer Secreto de Fátima:
Y vimos en una luz inmensa que es Dios: algo parecido a cómo las personas aparecen en un espejo cuando pasan frente a él, aun obispo vestido de blanco, y tuvimos la impresión que era el Santo Padre.
Y otros Obispos, Sacerdotes, hombres y mujeres religiosossubiendo una montaña empinada, en la cima de la cual había una gran Cruz de troncos toscos como de un corcho con la corteza.
Antes de llegar allí, el Santo Padre pasó por una gran ciudad en ruinas con paso medio tembloroso, afligido de dolor y tristeza, oró por las almas de los cadáveres que encontraba en su camino.
Al llegar a la cumbre de la montaña, arrodillado al pie de la gran Cruz, fue asesinado por un grupo de soldados que dispararon balas y flechas y, de la misma manera, murieron uno tras otro los demás obispos sacerdotes, hombres y mujeres religiosas, y varios laicos de diferentes rangos y posiciones.
Debajo de los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno con un aspersorio de cristal en la mano, en el que recogieron la sangre de los Mártires y con ella asperjaron las almas que se dirigían a Dios.
La ciudad medio en ruinas en la visión del Tercer Secreto es de naturaleza altamente simbólica.
La gran cruz en la parte superior de la ciudad claramente la identifica como Jerusalén.
Es el lugar donde el Señor fue crucificado, y la ubicación del martirio de los Dos Testigos (Ap 11: 8).
Y como tal, también simboliza la Jerusalén Celestial, la Novia de Cristo, que representa a la Iglesia como el Nuevo Israel.
Por lo tanto, la ciudad también puede simbolizar Roma, que para los católicos no es otra que la Nueva Jerusalén.
El hecho de que esta Ciudad Santa se encuentre en medio de ruinas parece representar la apostasía de un gran número de miembros bautizados en la fe.
En el Tercer Secreto, el “Obispo vestido de blanco” que pasa por una “gran ciudad en ruinas”, dirigiéndose hacia su Calvario personal, se entronca con la visión profética de los Papas atribuida a Malaquías, que describe la destrucción de la “ciudad con las siete colinas” (es decir, Roma) luego del pontificado de Petrus Romanus.
Si seguimos en una interpretación simbólica, podemos también considerar que la destrucción de la “ciudad con las siete colinas” se puede referir también a un cisma dentro de la Iglesia, de la que actualmente hay un sinnúmero de indicadores.
Cualquier católico medianamente informado sabe la confusión que existe entre sacerdotes, obispos y cardenales sobre temas pastorales y doctrinales, con diferencias marcadas públicamente entre ellos.
Además del destape cada vez más profundo de apostasías del clero, obispos y cardenales.
¿No será el escenario que pinta el 3º secreto de Fátima un escenario interno de la Iglesia?
Si es así habría que repensar el papel que juegan los distintos personajes en esa profecía.
¿Y podría este escenario cismático – que nadie oculta – llevar a la aparición del anticristo, en la medida que no haya una institución vigorosa que lo denuncie?
Sin embargo podría haber otra capa más literal de esta profecía, que es la tradicional, con Roma o Jerusalén siendo devastada como resultado de la guerra o una catástrofe mayor.
Este es un material para discernir y seguir avanzando en la interpretación de los hechos.
La última vez fue en febrero 2019, cuando en el viaje de vuelta a la visita de Emiratos Árabes Unidos un periodista le preguntó si iría a visitar otros países árabes.
Y él respondió “no hay tiempo este año. Vamos a ver si el próximo año yo u otro Pedro [otro Papa] iremos”
Y el 15 de mayo del 2018 en una homilía sobre que el servicio de San Pablo había terminado en Éfeso y se dirigía a Jerusalén dijo.
“Esto nos muestra el camino para cada Obispo cuando es el momento de despedirse y dimitir.
Cuando leo esto también pienso en mí mismo porque soy un Obispo y también debo despedirme y renunciar”.
Y en agosto de 2014, en el principio de su pontificado, ya planteó la interpretación, de que lo que sucedió con la renuncia de Benedicto XVI en febrero de 2013 no debía ser una excepción.
Él dijo,
“Creo que un Papa Emérito no debería ser una excepción.
Mi opinión es que hace 70 años los obispos eméritos eran una excepción, no existían.
Hoy los obispos eméritos son una institución.
Y creo que un Papa Emérito ya se ha convertido en una institución.
Creo que el Papa Benedicto XVI dio este paso que instituyó de facto a los Papas de Eméritos.
Él abrió una puerta que es institucional no excepcional.”
Y luego agregó algo personal,
“Puedes preguntarme qué pasa si un día no te sientes preparado para continuar.
Yo haría lo mismo, rezaré mucho por eso pero haría lo mismo.”
Está claro entonces que el Papa Francisco está coqueteando con la renuncia.
Incluso algunos han profetizado que al igual que cuando se fue de Argentina y no volvió más, cuando vaya a Argentina ya no volverá al Vaticano.
Otros por su lado estiman que Bergoglio asumió el pontificado con una lógica personal de hacer un gran cambio en la Iglesia.
Por un lado ha puesto énfasis en las reformas en la estructura, llevando a una Iglesia menos dependiente de la curia vaticana y con más autonomía de decisiones de parte de las conferencias episcopales.
Y por otro lado, su reforma ha sido abrir el grifo d discusión de temas que se habían abierto durante el Concilio Vaticano II.
Como por ejemplo la comunión de los divorciados vueltos a casar y varios temas más relacionados con aspectos de la doctrina católica.
Entre ellos la necesidad del celibato para ejercer las funciones sacerdotales.
Algunos dicen que Francisco renunciará cuando estas reformas estén salvaguardadas y con pocas posibilidades de volverse atrás.
Lo mismo que opinan qué no puede renunciar hasta que solucione el problema de los abusos sexuales, que explotó fuertemente en su pontificado.
Sin embargo el calendario de la Iglesia Católica se mide por décadas y siglos, y no por años; la Iglesia es lenta.
Y es difícil que en un solo pontificado y de pocos años, se pueda hacer un cambio Irreversible como el que propone Francisco y solucionar el tema de los abusos sexuales.
Francisco tiene abierta la posibilidad de renunciar, pero probablemente no esté referido a la consolidación de sus reformas, sino más bien a cómo se siente el en su pontificado y su relación con la curia.
Y si es el último papa o no es difícil de predecir.
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El Sábado Santo la tierra espera la resurrección del Señor.
Ésta es una noche de vela en honor del Señor.
La Vigilia conmemora la noche santa en la que el Señor resucitó.
Y ha de considerarse como “la madre de todas las santas Vigilias”.
Durante la vigilia, la Iglesia también celebra los sacramentos de la iniciación cristiana. .
Y conmemora que Jesús “descendió a los infiernos” el Sábado Santo.
El día sábado es una mezcla de alegría y tristeza.
Es el término de la temporada penitencial pasando a una época de regocijo que durará todo el tiempo Pascual.
En la iglesia primitiva se conocía al sábado Santo como Gran Sábado y a la Vigilia Pascual como Noche Angélica.
Y en esos momentos se pedía un ayuno que era muy severo y que abarcaba las 40 horas anteriores al amanecer del domingo.
En las celebraciones del sábado se han producido varios cambios a través de la historia.
En los primeros siete siglos las ceremonias eran en la noche.
Y San Cirilo contaba que esa noche se volvía tan brillante como el día
Y Constantino el grande mandó hacer una profusión de lámparas y antorchas no sólo en los templos sino también en las calles y en las plazas públicas.
Ese era el gran simbolismo de Cristo resucitado.
Pero en siglo octavo las ceremonias se empezaron a hacer por la tarde y luego por la mañana.
Y la celebración duraba todo el día hasta la hora de la vigilia.
Con la reforma de las liturgias para la Semana Santa de 1956 se volvió a la original de los primeros cristianos de una celebración por la noche, la Vigilia Pascual.
Y en la actualidad vemos qué la liturgia tiene un cambio en medio de la celebración.
Porque comenzamos recordando con tristeza la muerte de Jesucristo y luego en medio de la liturgia explotamos de alegría con la noticia de la resurrección de Nuestro Señor.
El Sábado Santo tiene una celebración única que es la Vigilia Pascual.
Que es la conmemoración de la vigilia de 40 horas que los discípulos de Jesús celebraron después de su sepultura el Viernes Santo
Es el último día de la Cuaresma y de Semana Santa.
La iglesia actualmente no pide ayuno pero pide moderación y sugiere abstinencia.
En la iglesia primitiva el Sábado Santo y la Vigilia de Pentecostés eran los únicos momentos en que se administraba el bautismo.
La vigilia duraba toda la noche hasta el amanecer del domingo de Pascua, cuando se cantaba por primera vez el aleluya que se había dejado de cantar en La Cuaresma.
¿QUÉ SUCEDIÓ EN EL PRIMER SÁBADO SANTO O DE GLORIA?
Aquí en la tierra los discípulos de Jesús lloraron su muerte. .
Y como que era un día de reposo descansaron.
Lucas señala que las mujeres volvieron a casa
«y prepararon especias aromáticas y ungüentos. En el día de reposo descansaron según el mandamiento» (Lucas 23:56).
Junto a la tumba, los guardias que habían sido colocadas allí vigilaban el lugar para asegurarse de que los discípulos no robaron el cuerpo de Jesús.
¿QUÉ LE PASÓ A JESÚS MIENTRAS JESÚS ESTABA MUERTO?
Jesucristo bajó a los infiernos.
De acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica:
La Escritura llama infiernos, sheol, o hades a la morada de los muertos donde bajó Cristo después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban privados de la visión de Dios.
Tal era, en efecto, a la espera del Redentor, el estado de todos los muertos, malos o justos.
Lo que no quiere decir que su suerte sea idéntica como lo enseña Jesús en la parábola del pobre Lázaro recibido en el «seno de Abraham».
«Son precisamente estas almas santas, que esperaban a su Libertador en el seno de Abraham, a las que Jesucristo liberó cuando descendió a los infiernos». .
Jesús no bajó a los infiernos para liberar a los condenados ni para destruir el infierno de la condenación sino para liberar a los justos que le habían precedido.
«Hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Nueva …».
El descenso a los infiernos es el pleno cumplimiento del anuncio evangélico de la salvación.
Es la última fase de la misión mesiánica de Jesús.
Fase condensada en el tiempo pero inmensamente amplia en su significado real de extensión de la obra redentora a todos los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares porque todos los que se salvan se hacen partícipes de la Redención.
De acuerdo con el documento principal que rige las celebraciones relacionadas con la Pascua, Paschales Solemnitatis :
El Sábado Santo la Iglesia está, por así decirlo, en la tumba del Señor, meditando su pasión y muerte, y en su descenso a los infiernos. .
En espera de su resurrección con la oración y el ayuno.
Es muy recomendable que en este día que el Oficio de lectura y oración de la mañana se celebren con la participación de las personas.
Cuando esto no se puede hacer, debería haber alguna celebración de la Palabra de Dios, o un ejercicio piadoso que corresponda al misterio celebrado este día.
Pueden ser colocados en la iglesia a la veneración de los fieles: la imagen de Cristo crucificado o acostado en la tumba, o el descenso a los infiernos, que recuerde el misterio del Sábado Santo, así como también una imagen de María Dolorosa.
El ayuno también se recomienda, pero no se requiere en este día.
¿SE CELEBRAN LOS SACRAMENTOS?
En su mayor parte, no.
Paschales Solemnitatis explica:
En este día la Iglesia se abstiene estrictamente de la celebración del sacrificio de la misa.
La Santa Comunión solamente se puede dar en forma de Viático.
No se celebran matrimonios, ni tampoco otros sacramentos, fuera de la Penitencia y de la Unción de los enfermos.
La prohibición de la misa se aplica a la parte del día antes de la Vigilia Pascua (véase más adelante).
También se permite el bautismo en peligro de muerte.
¿QUÉ ES LA VIGILIA DE PASCUA?
Una vigilia es la conmemoración litúrgica de una fiesta importante, y tiene lugar la noche anterior a la fiesta.
Es utilizada cuando los fieles se mantienen despiertos para orar y hacer ejercicios devocionales en previsión de la fiesta.
La Vigilia Pascual es la vigilia tiene lugar la noche antes de Pascua.
Según Paschales Solemnitatis:
Desde el principio, la Iglesia ha celebrado la Pascua anual, que es la solemnidad de las solemnidades, sobre todo por medio de una noche de vigilia.
Por la resurrección de Cristo, que es el fundamento de nuestra fe y esperanza, y por el bautismo y la confirmación, nos insertamos en el misterio pascual de Cristo, muriendo, sepultados y resucitados con él, y con él, también reinaremos.
El significado de la Vigilia es la espera para la venida del Señor.
¿CUANDO SE DEBE CELEBRAR LA VIGILIA PASCUAL?
Paschales Solemnitatis explica:
«Toda la celebración de la Vigilia de Pascua tiene lugar por la noche. .
No debe comenzar antes del anochecer; debe terminar antes del amanecer del domingo».
Esta regla debe ser tomada de acuerdo en su sentido más estricto.
Reprobables son los abusos y prácticas que se han introducido en muchos lugares en violación de este fallo, mediante el cual la Vigilia de Pascua se celebra en el momento del día en que se acostumbra a celebrar las misas dominicales anticipadas.
¿QUÉ OCURRE EN LA VIGILIA DE PASCUA?
Según Paschales Solemnitatis:
El orden de la Vigilia de Pascua está dispuesto de manera que
– después de la liturgia de la luz y la Proclamación Pascua (que es la primera parte de la vigilia),
– la iglesia medita sobre las maravillosas obras que Dios ha hecho por su pueblo desde los tiempos más remotos (es la segunda parte o Liturgia de la Palabra),
– junto con los nuevos miembros renacidos en el bautismo (tercera parte),
– ella es llamada a la mesa preparada por el Señor para su Iglesia, la conmemoración de su muerte y resurrección, hasta que vuelva (cuarta parte).
¿QUÉ OCURRE DURANTE LA LITURGIA DE LA LUZ O LUCERNARIO?
Según Paschales Solemnitatis:
En la medida de lo posible, debe estar preparado un lugar adecuado fuera de la iglesia para la bendición del fuego nuevo.
Cuyo resplandor debe ser tal que disipe la oscuridad y la luz de la noche.
El cirio pascual debe estar preparado, para el simbolismo. .
Debe ser hecho de cera, no ser artificial, debe renovarse cada año, y ser de tamaño suficientemente grande para que pueda evocar la verdad de que Cristo es la luz del mundo. .
Es bendecido con los signos y las palabras propuestas por el Misal o por la Conferencia de Obispos.
La procesión, en la que las personas entran en la iglesia, debe ser presidida por la luz del cirio pascual.
Del mismo modo que los hijos de Israel fueron guiados en la noche por una columna de fuego, por lo que de manera similar, los cristianos siguen a Cristo resucitado.
No hay ninguna razón por la que cada respuesta «Gracias a Dios» no se debe añadir a las aclamaciones dirigidas a Cristo.
La luz del cirio pascual pasará gradualmente a las velas que es conveniente que todos los presentes sostengan en sus manos, siendo la iluminación eléctrica desconectada.
Y también sobre el Milagro del Fuego Santo que sucede en la celebración ortodoxa en el Santo Sepulcro.
¿QUÉ OCURRE DURANTE EL PREGÓN PASCUAL?
Según Paschales Solemnitatis:
El diácono proclama el Pregón de Pascua, por medio de un gran texto poético, que coloca todo el misterio Pascual en el contexto de la economía de la salvación.
En caso de necesidad, donde no haya diácono, y el sacerdote que celebra sea incapaz de cantar, un cantor puede hacerlo.
Las Conferencias Episcopales pueden adaptar este pregón introduciendo en él aclamaciones de la asamblea.
Las lecturas de la Sagrada Escritura constituyen la segunda parte de la Vigilia. .
Dan cuenta de los hechos sobresalientes de la historia de la salvación. .
Y ayuda a los fieles a una plácida meditación por el canto del salmo responsorial, por el silencio, la pausa y la oración del celebrante.
El Orden de la Vigilia tiene siete lecturas del Antiguo Testamento elegidas de la Ley y los Profetas, que están en uso en todas partes de acuerdo con la más antigua tradición de Oriente y Occidente, y dos lecturas del Nuevo Testamento, es decir, del Apóstol y del Evangelio.
Así, la Iglesia, «comenzando por Moisés y todos los profetas» explica el misterio pascual de Cristo.
En consecuencia siempre que ello sea posible, todas las lecturas deben ser leídas para que el carácter que exige la Vigilia de Pascua sea prolongada en cierta medida, y sea respetada por todos los medios.
Sin embargo, cuando las circunstancias pastorales lo aconsejen el número de lecturas puede reducirse; debe haber al menos tres lecturas del Antiguo Testamento, tomada de la ley y los profetas; la lectura del capítulo 14 del Éxodo con su canto nunca debe ser omitido.
Después de las lecturas del Antiguo Testamento, se canta el himno «Gloria a Dios»,las campanas son sonadas en conformidad con las costumbres locales, la oración colecta se recita, y la celebración pasa a la lecturas del Nuevo Testamento.
Se lee una exhortación del Apóstol sobre el Bautismo como inserción en el misterio pascual de Cristo.
A continuación todos de pie y el sacerdote entona el «Aleluya» tres veces, cada vez elevando el tono. Las personas repiten después de él.
Si es necesario, el salmista o cantor cantan el «Aleluya», que las personas luego toman como un intercalado en la aclamación entre los versículos del Salmo 117, tan a menudo citado por los Apóstoles en la predicación de su Pascua.
Por último, es proclamada la resurrección del Señor desde el Evangelio, como el punto más alto de toda la Liturgia de la Palabra.
Después del Evangelio debe ser dada una homilía por breve que sea.
¿QUÉ OCURRE DURANTE LA LITURGIA BAUTISMAL?
Según Paschales Solemnitatis:
La tercera parte de la Vigilia es la liturgia bautismal y se celebra la pascua de Cristo y la nuestra.
Esto se manifiesta más plenamente en aquellas iglesias que tienen una pila bautismal, y más aún cuando se lleva a cabo la iniciación cristiana de adultos, o al menos el bautismo de los niños.
Incluso si no hay candidatos para el bautismo, la bendición del agua bautismal siempre debería hacerse en las iglesias parroquiales.
Si esta bendición no tiene lugar en la pila bautismal, sino en el santuario, el agua bautismal debe ser trasladada después al baptisterio y mantenerse a lo largo del todo el tiempo pascual.
Donde no hay ni candidatos para el bautismo, ni ninguna necesidad de bendecir la fuente, el bautismo debe ser conmemorado con la bendición del agua para la aspersión de las personas.
A continuación tiene lugar la renovación de las promesas bautismales, introducidas por algunas palabras por parte del sacerdote celebrante.
Los fieles responden a las preguntas de pie y sosteniendo velas encendidas en sus manos. . A continuación, tiene lugar la aspersión: de esta manera los gestos y palabras les recuerdan el bautismo que han recibido.
El sacerdote que celebra rocía a la gente pasando a través de la parte principal de la iglesia mientras todos cantan la antífona «Vidi Aquam» u otro canto apropiado de carácter bautismal.
¿QUÉ OCURRE DURANTE LA LITURGIA EUCARÍSTICA?
Según Paschales Solemnitatis:
La celebración de la Eucaristía constituye la cuarta parte de la Vigilia y marca su punto más alto. .
Ya que es en el sentido más amplio el Sacramento de Pascua. .
Es decir, la conmemoración del sacrificio de la cruz y la presencia de Cristo resucitado, la consumación de la iniciación cristiana, y el anticipo de la Pascua eterna.
Es conveniente que en la comunión de la Vigilia de Pascua se dé toda la simbología de la Eucaristía, es decir, por el sacramento bajo las especies de pan y vino.
Los Ordinarios del lugar juzgarán la oportunidad de tal concesión y sus ramificaciones.
¿Dónde fue Cristo después de su muerte y antes de que se levantara el domingo de Pascua?
Tanto la Escritura como la Tradición responden a esta pregunta.
Santo Tomás dice que descendió a los infiernos.
Y fue a liberar a los justos aplicándoles los frutos de la Redención.
En el Credo de los Apóstoles proclamamos que Cristo “descendió a los infiernos”. .
Este Credo, formulado en el siglo V, se refiere al descenso del alma de Cristo, ya separada del cuerpo por la muerte, al lugar que también se llama “sheol” o “hades”. .
El Cuarto Concilio Lateranense, en el 1215, definió esta doctrina de Fe.
En este caso “infierno” no se refiere sólo al lugar de los condenados. .
Sino que es el lugar de espera de las almas de los justos de la era pre-cristiana.
De modo que el término infierno supone el limbo (los purificados que estaban esperando para ir al cielo) y el purgatorio (las almas que se salvaron pero que está purificándose).
Entre la multitud de justos allí esperando la salvación, estaba San José, los patriarcas y los profetas, como todos aquellos que murieron en paz con Dios.
Todos necesitaban, como nosotros, la salvación de Cristo para poder ir al cielo.
EL PRIMER TRIUNFO DE JESUCRISTO SOBRE LA MUERTE
Luego que los romanos se aseguraron que Cristo estaba muerto, a través de la lanzada en el costado y que yacía muerto en una tumba, pusieron guardias para que nadie sacara el cuerpo.
Esto fue a instancias de las autoridades religiosas judías.
Y así el mundo pensó que se había librado definitivamente de un predicador molesto y podía volver a la normalidad.
Sin embargo existía por debajo el rumor de una resurrección a la que temían los del Sanedrín, y or eso los guardias en la tumba.
El sábado amaneció con Jerusalén tranquila porque el mandamiento de los judíos era guardar los sábados.
Todos se ocupaban de sus cosas a su manera mientras Jesucristo aparentemente estaba sepultado para siempre.
Pero sin embargo Él estaba comenzando su trabajo de redención con los muertos.
Mientras el cuerpo de Jesucristo yace en la tumba su alma descendió al lugar de los muertos para anunciar la liberación.
En este día Jesús definitivamente triunfó sobre la muerte porque pasó la brecha entre la vida y la muerte yendo al inframundo y liberando a los que esperaban por siglos esta oportunidad.
Estamos hablando de Adán, de Eva, de Noé, de Abraham, de Moisés, del buen ladrón en la cruz.
Todos ellos y los demás humanos justos fueron iluminados por la presencia de Cristo en el lugar de la muerte.
Y allí el Seol se convirtió en un paraíso porque los barrotes que lo separaban del cielo se derrumbaron por la presencia de Jesucristo y pudieron entrar en el cielo.
Hay un ejercicio piadoso que se llama Ora di María que se inspira en el presagio de la Santísima Virgen, representando a la Iglesia, que espera con fe el triunfo de Jesucristo sobre la muerte.
Del mismo modo que para los fieles el Sábado Santo es un día de espera y de preparación cerca de la tumba de Jesucristo como lo hizo María.
Y especialmente es un momento de recordación que Él ya está trabajando, proclamando que su trabajo ha terminado en entre los muertos y luego a nosotros mostrándonos su resurrección.
JESÚS DESCENDIÓ AL LIMBO, AL PURGATORIO Y AL INFIERNO
Después que el alma de Jesucristo de apartarse de su cuerpo en su muerte en la Cruz, Jesús visitó tres lugares, uno tras otro: el limbo, el purgatorio y el infierno.
En la fórmula en el Credo, “descendió a los infiernos”, se utiliza el término “infierno” en el sentido general de lugares en la otra vida que no son el Cielo.
Esta fórmula se deduce de la ambigüedad que presenta el infierno en el Antiguo Testamento, ya que los Judíos no tenían conocimiento explícito del limbo y el purgatorio, y su comprensión de la otra vida era limitada.
Pero la verdad de estos tres lugares, sin embargo, es implícita en las Escrituras del Antiguo Testamento.
En el limbo, Jesús visitó a las almas de los que murieron en un estado de gracia antes de la muerte salvífica del Señor.
Y que habían terminado su tiempo de purificación en el Purgatorio, en la medida en que esto fuera justo y necesario en cada caso.
Esperaron en el limbo por Cristo para abrir las puertas del cielo por su muerte salvadora en la cruz.
Las almas en el limbo incluyen Judíos, así como los no-Judíos, siempre y cuando ellos hubieran muerto en estado de gracia y completaron su tiempo en el Purgatorio (si hubiera sido necesario).
Para los más devotos entre los Judíos, fue necesario menos tiempo en el Purgatorio, ya que tenían un amor explícito, la fe y la esperanza en el Dios único y verdadero.
Y en algunos tal vez hayan sido enviados por Dios directamente al limbo.
Sin embargo, los no-Judíos, que murieron antes de Cristo, sabían de Dios sólo indirectamente y de manera muy imperfecta, por lo verdades que podían percibir, sentir y pensar, sólo por la razón o de las religiones paganas muy deficientemente.
Así que los no-Judios serían más propensos a pasar más tiempo en el Purgatorio, y tenían menos probabilidades de ir directamente al limbo.
Tanto en el limbo como el purgatorio, Jesús enseñó las almas, de modo que ahora tendrían conocimiento explícito de su Dios Salvador, al que previamente conocían, de una manera u otra, solamente de manera limitada.
De esta manera, las almas que entraron en el cielo, después de un tiempo en el Purgatorio y / o el Limbo, conocieron y amaron a Cristo de manera explícita.
Entraron en el estado de gracia en esta vida por un bautismo de deseo o de sangre, ya que vivieron antes de la creación del Sacramento del Bautismo.
Ellos fueron verdaderamente salvos por Cristo, aunque de manera oculta.
Siguiendo el recorrido, no hay nada que impidiera a Jesús visitar incluso el mismo infierno en alma.
Porque así como Dios, Él es el director de la prisión llamado Infierno.
Un guardia puede visitar su propia prisión sin sufrir detención o castigo.
De hecho, es apropiado para un guardián visitar la prisión sobre la que ejerce su autoridad.
A las almas réprobas en el Infierno se les dio justamente el conocimiento de que, al momento de cometer el pecado mortal y obtener la condenación final, pecaron contra un Dios tan amoroso y misericordioso, que se convirtió en hombre con el fin de ofrecerles el perdón y la salvación.
Sin embargo puede haber una diferencia importante entre las visitas del Señor al Limbo y al Purgatorio, en comparación con el Infierno.
Porque en el Limbo y el Purgatorio, visitó a cada alma individual, cara a cara, y los iluminó con su gracia, de modo que ahora estuvieran completamente listos para entrar en el cielo.
Pero en el Infierno visitó a todo el grupo de almas y demonios malditos, no de forma individual y no con el fin de otorgar alguna gracia, sino como un líder de pie delante y por encima de una multitud.
De manera que ellos supieran plenamente por lo que fueron condenados al castigo eterno, porque se negaron obstinadamente las abundantes gracias y misericordias que les ofrecía Dios.
Los demonios y las almas réprobas en el Infierno se vieron obligados por el poder de Dios y por su gracia a reconocer que Jesús es Dios hecho hombre (Filipenses 2: 9-11).
LA VISIÓN DE CATALINA EMMERICH
En su libro “La Dolorosa Pasión de Nuestro Señor Jesucristo”, Catalina Emmerich relata su visión que puede leerse más extensamente aquí.
Cuando los ángeles, con una tremenda explosión, echaron las puertas abajo, se elevó del infierno un mar de imprecaciones, de injurias, de aullidos y de lamentos.
Todos los allí condenados tuvieron que reconocer y adorar a Jesús, y éste fue el mayor de sus suplicios.
En el medio del infierno había un abismo de tinieblas al que Lucifer, encadenado, fue arrojado, y negros vapores se extendieron sobre él.
También nos indica Sor Emmerich:
Vi multitudes innumerables de almas de redimidos elevarse desde el purgatorio y el limbo detrás del alma de Jesús, hasta un lugar de delicias debajo de la Jerusalén celestial.
Vi a Nuestro Señor en varios sitios a la vez; santificando y liberando toda la creación; en todas partes los malos espíritus huían delante de Él y se precipitaban en el abismo.
Vi también su alma en diferentes sitios de la tierra.
La vi aparecer en el interior del sepulcro de Adán debajo del Gólgota, en las tumbas de los profetas y con David, a todos ellos revelaba los más profundos misterios y les mostraba cómo en Él se habían cumplido todas las profecías.
Es de todos sabido que será liberado durante algún tiempo, cincuenta o sesenta años antes del año 2000 de Cristo.
Las fechas de otros acontecimientos fueron fijadas, pero no las recuerdo, pero sí que algunos demonios serán liberados antes que Lucifer, para tentar a los hombres y servir de instrumento de la divina venganza.
UN SERMÓN ANTIGUO
Considera lo siguiente en un sermón del siglo segundo.
Hoy reina un gran silencio en la tierra, un gran silencio y una gran soledad. .
Un gran silencio porque el Rey duerme. .
La tierra tembló y sigue estando, porque Dios se ha dormido en la carne y que ha levantado a todos los que han dormido desde que comenzó el mundo…
Se ha ido a buscar a Adán, nuestro primer padre, como a una oveja perdida.
Preocupado por el deseo de visitar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, se ha ido a liberar del dolor a Adán de sus cadenas y a Eva, cautiva con él – Él que es a la vez su Dios y el hijo de Eva…
Yo soy tu Dios, que por amor a vosotros me he convertido en el Hijo…
Te ordeno, tú que duermes, que despiertes.Yo no te he creado para ser a un prisionero en el infierno.
Levántate de entre los muertos, porque yo soy la vida de los muertos
[De una antigua homilía de Sábado Santo del siglo segundo]
LA ESCRITURA ATESTIGUA TAMBIÉN EL DESCENSO DE CRISTO AL LUGAR DE LOS MUERTOS Y LO QUE HIZO
Pues Cristo quiso morir por el pecado y para llevarnos a Dios, siendo esta la muerte del justo por los injustos.
Murió por ser carne, y luego resucitó por el Espíritu.
Entonces fue a predicar a los espíritus encarcelados;……
Pues no sin razón el Evangelio ha sido anunciado a muchos que han muerto.
Si bien en cuanto seres humanos han recibido la sentencia de muerte, a través del Espíritu viven para Dios. (1 Pedro 3:18, 1 Pedro 4:6).
EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
Considera también la del Catecismo de la bajada de Cristo a los muertos, que resumo y extracto de CIC # 631-635.
“Jesús bajó a las regiones inferiores de la tierra. Este que bajó es el mismo que subió” (Ef4, 9-10).
El Símbolo de los Apóstoles confiesa en un mismo artículo de fe el descenso de Cristo a los infiernos y su Resurrección de los muertos al tercer día.
Porque es en su Pascua donde, desde el fondo de la muerte, Él hace brotar la vida.
Las frecuentes afirmaciones del Nuevo Testamento según las cuales Jesús “resucitó de entre los muertos” presuponen que, antes de la resurrección, permaneció en la morada de los muertos. .
Es el primer sentido que dio la predicación apostólica al descenso de Jesús a los infiernos. .
Jesús conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. .
Pero ha descendido como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban allí detenidos .
La Escritura llama infiernos, sheol, o hades a la morada de los muertos donde bajó Cristo después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban privados de la visión de Dios.
Tal era, en efecto, a la espera del Redentor, el estado de todos los muertos, malos o justos , lo que no quiere decir que su suerte sea idéntica como lo enseña Jesús en la parábola del pobre Lázaro recibido en el “seno de Abraham”.
“Hasta a los muertos ha sido anunciada la Buena Nueva …”.
El descenso a los infiernos es el pleno cumplimiento del anuncio evangélico de la salvación.
Cristo, por tanto, bajó a la profundidad de la muertepara “que los muertos oigan la voz del Hijo de Dios y los que la oigan vivan” .
Jesús, “el Príncipe de la vida” aniquiló “mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo y libertó a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud“.
En adelante, Cristo resucitado “tiene las llaves de la muerte y del Infierno” y “al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los abismos” .
Sucede todos los años en la Pascua Ortodoxa en el Santo Sepulcro.
El Sábado Santo los creyentes de las iglesias ortodoxas se reúnen en grandes multitudes.
Y presencian la bajada del Fuego del Cielo y encienden sus velas.
El Milagro del Fuego Santo es conocido, por los Cristianos de las Iglesias Ortodoxas, como “el más grande de todos los Milagros Cristianos”.
Lo más llamativo del fuego es que produce llama pero no quema por 33 minutos, luego de lo cual se transforma en un fuego normal.
EN QUE CONSISTE EL MILAGRO DEL FUEGO SANTO
El Milagro ocurre en La Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén, la cual es, para millones de creyentes, el lugar más sagrado sobre la Tierra.
La Iglesia del Santo Sepulcro es un sitio enigmático, en sí mismo. . Los teólogos, historiadores y arqueólogos consideran que la Iglesia contiene el Gólgota, o sea la pequeña colina en la cual Jesucristo fue crucificado. .
Así como la “tumba nueva”, cerca del Gólgota, que recibió Su Cuerpo Muerto, como se lee en los Evangelios. .
Y que es en este también el mismo punto que los Cristianos creen que Él resucitó de entre los muertos.
El Fuego Santo tiene lugar cada año, a la misma hora, de la misma manera, y en el mismo lugar.
No se conoce ningún otro Milagro que ocurra, de manera tan regular, y por un período de tiempo tan extenso.
Se puede leer acerca de él en fuentes tan antiguas, como las del siglo cuarto después de Cristo.
Uno puede rastrear el Milagro del Fuego Santo, a través de los siglos, en los muchos itinerarios de Tierra Santa.
El abad ruso Daniel, en su itinerario, escrito en los años 1106 y 1107, presenta el “Milagro de la Luz Santa”, de una manera muy detallada, así como las ceremonias que lo enmarcan.
Él recuerda cómo el Patriarca entra en la capilla-Sepulcro (la Anastasis), con dos velas apagadas. .
El Patriarca se arrodilla frente a la piedra, sobre la cual Cristo fue colocado después de Su Muerte. .
Y dice ciertas oraciones. .
Después de las cuales ocurre el Milagro.
La Luz emana desde el centro de la piedra. .
Una Luz azul indefinible, que después de un tiempo, enciende las lámparas de aceite apagadas. .
Al igual que las dos velas del Patriarca.
Esta Luz es “El Fuego Santo”, y se propaga a todas las personas presentes en la Iglesia.
La ceremonia del “Milagro del Fuego Santo” es, tal vez, la ceremonia Cristiana más antigua e ininterrumpida en el mundo.
Desde el siglo cuarto después de Cristo, hasta nuestros días, diversas fuentes hablan del asombroso Milagro.
Por lo escrito en estas fuentes, es claro que el Milagro ha sido celebrado en el mismo punto, en el mismo día de Pascua, y con el mismo esquema litúrgico, a través de todos estos siglos.
Según la tradición, el Fuego Santo inflama de la tumba de Jesucristo en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén descendiendo por más de 1.500 años.
Y se cree que el año en que no se encienda será el último año en la historia de la humanidad.
CÓMO SE PROCEDE A ENCENDER EL FUEGO SANTO
El Fuego Santo ha estado descendiendo sobre el Santo Sepulcro de Jerusalén por más de 15 siglos.
Y lo más curioso de ese fuego es que tiene la apariencia de una llama pero sólo es ligeramente caliente.
Esto se ha medido con termómetros, pero además los peregrinos pueden tocarlo fácilmente y no quemarse.
Un historiador del siglo IV describe que en el año 162 funcionarios de la iglesia llenaron las lámparas de aceite con agua porque no había aceite.
Y el obispo ordenó a los funcionarios que encendieran las lámparas y se encendió la llama en cada una.
Este fenómeno se repite todos los Sábados Santos al mediodía.
Y para los ortodoxos tiene el propósito de recordar la resurrección de Jesucristo simbolizándolo como la luz del mundo.
La ceremonia comienza con un control de la tumba para detectar si hay algo espurio que puede provocar el encendido artificial del fuego.
Y luego todo se sella con una mezcla de miel y cera y arriba es puesto el sello de las autoridades.
La ceremonia comienza al mediodía con la letanía.
Durante la santa letanía dan tres vueltas alrededor del Santo Sepulcro.
Y entonces el patriarca se quita sus ropas quedándose solamente con su alba blanca.
Y es revisado por el Gobernador de Jerusalén y por el Jefe de Policía para asegurarse que no tiene nada que pueda encender la llama.
Y el guardián de la sacristía les da velas apagadas para que en ellas se deposite luego el fuego que se enciende espontáneamente.
Luego representantes de árabes, armenios y coptos besan la mano del patriarca para que pueda recibir el santo fuego, porque de otra forma no podría recibirlo según la tradición.
Entonces el patriarca entra con las velas apagadas al Santo Sepulcro junto con el patriarca armenio, con sacerdotes y diáconos.
Allí se arrodillan y rezan pidiendo a Jesús que envíe su Fuego Santo.
Y de repente se oye como un silbido y el fuego santo se posa sobre las velas que se encienden milagrosamente.
Luego el patriarca sale del santo sepulcro y reparte a la gente el Fuego Santo, qué permanecerá sin quemar durante 33 minutos.
Luego de lo cual la llama producirá quemaduras si se toca, porque se convertirá en un fuego normal.
LA PRESENCIA DE UN SACERDOTE ORTODOXO RUSO EN 2016 PARA INVESTIGARLO
En la ceremonia de la semana del sábado santo ortodoxo (30 de abril) del 2016, el ortodoxo ruso Fr. Gennady Zaridze fue en busca de pruebas científicas de que el fuego emana de Dios al Santo Sepulcro.
Él observó que en los primeros momentos después de su descenso, el fuego está sólo ligeramente caliente.
Los peregrinos puede tomarlo fácilmente en sus manos y lavarse la cara en él, sin hacer daño a sus manos o cara.
¿Es este un milagro?
Algunas personas, especialmente los cristianos no ortodoxos tienen sus dudas.
Pero no hubo duda en la mente de los más de 100 peregrinos de Rusia que fueron testigos de un milagro que les había llevado a Jerusalén dos días antes, el viernes.
En total, miles de cristianos estaban reunidos en Jerusalén para encender antorchas y velas de la llama sagrada en la víspera de la Pascua ortodoxa.
El sacerdote ortodoxo P. Gennady Zaridze de la ciudad rusa de Voronezh estaba entre ellos.
Él estaba allí para recibir la gracia de Dios transmitida por el Fuego Santo.
Pero también era allí como un miembro de la unión de los científicos ortodoxos para llevar a cabo un experimento: medir la temperatura del Fuego Santo con un dispositivo muy preciso que utiliza un láser.
Los resultados fueron sorprendentes. .
La temperatura inmediatamente después de haber recibido el fuego del Patriarca de Jerusalén y toda Palestina (alrededor de 14:34 hora Jerusalén el sábado, 30 de abril) era de 42°C. .
Pero 15 minutos más tarde, a las 2:49 de la tarde, que era de 320°C.
Para el P. Gennady estos resultados ofrecen un argumento científico claro de la existencia de la energía divina en la llama, que emana de Dios.
TESTIMONIO DEL PERIODISTA NIELS CHRISTIAN HVIDT
Este testimonio está escrito en primera persona.
Con el fin de indagar viajé a Jerusalén para estar presente en la ceremonia, en la cual el Milagro del Fuego Santo ocurre.
Y puedo dar testimonio de que no solo ocurrió en la antigua Iglesia, y durante toda la Edad Media, sino también el 18 de abril de 1998.
El Patriarca Griego Ortodoxo de Jerusalén es el hombre que, cada año, entra al Sepulcro para recibir el Fuego Santo.
Él es el testigo clave del Milagro.
Previamente a la ceremonia de este año, el Patriarca me recibió, en audiencia privada.
Donde tuve la oportunidad de hablar con él acerca del Milagro, con el fin de saber, exactamente, qué sucede en el sepulcro, y qué significado personal tiene el Milagro para él, en su vida espiritual.
Además, por su intervención, fui admitido a los balcones en el domo de la Iglesia del Santo Sepulcro.
Desde donde tuve una buena vista de la gran cantidad de gente que se había reunido alrededor del Sepulcro, en anticipación al «Gran Milagro del Fuego Santo».
¿Pero, qué exactamente, sucede en la Iglesia del Santo Sepulcro el Sábado de Pascua?.
¿Por qué tiene tal impacto en la Tradición Ortodoxa?
¿Por qué parece que nadie sabe del milagro, en los países Protestantes y Católicos?
EL MILAGRO OCURRE CADA AÑO EN EL SÁBADO DE LA PASCUA ORTODOXA
Hay muchos tipos de Cristianos Ortodoxos: Sirios, Armenios, Rusos y Griegos Ortodoxos, al igual que Coptos.
Tan sólo en la Iglesia del Santo Sepulcro, hay 7 distintas denominaciones Cristianas.
La fecha de la Pascua Ortodoxa se determina de acuerdo al Calendario Juliano y no en base al Calendario Gregoriano de Europa Occidenta.
Lo que significa que su Pascua, normalmente, ocurre en una fecha distinta a la fecha de la Pascua Protestante y la Católica.
Desde que Constantino, el Grande construyó la Iglesia del Santo Sepulcro, a mediados del siglo cuarto, ha sido destruida muchas veces.
Los Cruzados construyeron la Iglesia que vemos hoy en día.
Alrededor del Sepulcro de Jesús fue erigida una pequeña capilla con dos cuartos. .
Uno pequeño frente al Sepulcro, y el otro, el del propio Sepulcro, en donde no caben más de cinco personas.
Esta capilla es el centro de los acontecimientos hechos milagrosos.
Y el estar presente en la celebración, justifica totalmente, el término «acontecimiento», ya que la Iglesia del Santo Sepulcro, no se llena de esa manera, en ningún otro día del año.
Si uno desea entrar, tiene que calcular seis horas para formar fila.
Cada año, cientos de personas no pueden entrar debido a las multitudes.
Acuden peregrinaciones de todas partes del mundo, la mayoría de Grecia, pero en años recientes, ha aumentado el número de asistentes rusos, y de lo que eran los países de Europa Oriental.
Con el fin de estar tan cerca del Sepulcro, como sea posible, las peregrinaciones acampan alrededor de la Capilla-Sepulcro.
Y esperandesde la tarde del Viernes Santo, en anticipación a la maravilla del Sábado Santo.
El Milagro ocurre a las 2.00 P.M. pero, desde las 11.00 A.M., la Iglesia está completamente llena.
Desde las 11:00 A.M., y hasta la 1 P.M., los árabes Cristianos entonan cantos tradicionales, en voz alta.
Estos cantos datan de los tiempos de la ocupación turca de Jerusalén, en el Siglo XIII, un período, en el cual, a los Cristianos no se les permitía cantar sus cantos, en ninguna parte, más que en las Iglesias.
«Somos los Cristianos, lo hemos sido por siglos y esto seremos por siempre. ¡Amén !»,
Cantan fuertemente, acompañados por el sonido de tambores.
Los músicos que tocan los tambores se sientan sobre los hombros de otros, quienes danzan alrededor de la Capilla del Sepulcro.
Pero, a la 1:00 P.M., las canciones se terminan, y hay silencio.
Un silencio tenso y electrificado, por la anticipación de la gran manifestación del Poder de Dios que todos están a punto de atestiguar.
A la 1:00 P.M., una delegación de las autoridades locales, atraviesan entre la multitud.
Aunque estos oficiales no son Cristianos, son parte de las ceremonias.
En los tiempos de la ocupación turca de Palestina, eran turcos Musulmanes, hoy son israelíes.
Durante siglos, la presencia de estos oficiales ha sido una parte integrante de la ceremonia.
Su función es la de representar a los romanos, en tiempos de Jesús.
Los Evangelios hablan de los romanos que fueron a sellar la Tumba de Jesús, para que Sus Discípulos no se robaran Su Cuerpo, y dijeran que había resucitado.
De la misma manera, las autoridades israelíes, este Sábado de Pascua, acuden y sellan el Sepulcro, con cera.
Antes de que sellen la puerta, es costumbre que entren al Sepulcro a revisar que no haya ninguna fuente oculta que, fraudulentamente, pudiera producir el Milagro del fuego.
Tal y como los romanos estuvieron presentes para garantizar que no hubiera manipulación después de la muerte de Jesús, ahora, las autoridades locales israelíes se encuentran aquí, para garantizar que no haya engaño, en 1998.
Cuando el Sepulcro ha sido revisado y sellado, la Iglesia entera canta el Kyrie Eleison (Señor, ten misericordia).
A LA 1:45 P.M., EL PATRIARCA ENTRA EN ESCENA
Al final de una gran procesión que rodea el Sepulcro tres veces, es desvestido de sus vestiduras litúrgicas reales.
Quedando sólo con su alba blanca, una señal de humildad frente a la Gran Potencia de Dios, de la cual,va a ser el testigo clave.
Todas las lámparas de aceite han sido apagadas la noche anterior.
Y ahora, toda la luz artificial se apaga, de manera que, la mayoría de la Iglesia está envuelta en la oscuridad.
Con dos grandes velas, el Patriarca entra a la Capilla del Santo Sepulcro: primero al pequeño cuarto frente al Sepulcro y de ahí, al Sepulcro Mismo.
No es posible seguir los hechos dentro del Sepulcro, así que le pregunté al Patriarca de Jerusalén, acerca del centro de los acontecimientos.
«¿Su Beatitud, qué ocurre cuando usted entra en el Santo Sepulcro?»
«Entro al Sepulcro, y me arrodillo en santo temor, frente al lugar donde Cristo yacía después de Su Muerte, y donde Él Resucitó, de entre los muertos.
Orar en el Santo Sepulcro, en sí mismo, es siempre para mí, un momento muy sagrado, en un lugar muy sagrado.
Es aquí, donde Él Resucitó, con Gloria, y es de aquí, desde donde Él propagó Su Luz al mundo.
Juan, el Evangelista, escribe en el primer capítulo de su Evangelio, que Jesús es la Luz del Mundo.
Al arrodillarnos frente al lugar donde Él Resucitó de los muertos, somos partícipes de la cercanía inmediata de Su Gloriosa Resurrección».
Los Católicos y los Protestantes llaman a esta Iglesia, «La Iglesia del Santo Sepulcro».
Nosotros la llamamos «La Iglesia de la Resurrección».
La Resurrección de Cristo, para nosotros, los Ortodoxos, es el centro de nuestra fe.
En Su Resurrección, Cristo ha ganado la victoria final sobre la muerte, no solo Su Propia Muerte, sino la muerte de todos aquéllos que permanecerán cerca de Él.
No creo que sea coincidencia que el Fuego Santo llegue, exactamente, en este punto.
En Mateo 28,3, se dice que cuando Cristo Resucitó de entre los muertos, vino un ángel, vestido de una Luz temerosa.
Creo que la Luz sorprendente que envolvía al ángel, en la Resurrección del Señor, es la misma Luz que aparece, Milagrosamente, cada Sábado de Pascua.
Cristo quiere recordarnos que Su Resurrección es una realidad, y no sólo un mito.
Él, realmente, vino al mundo, con el fin de dar el Sacrificio necesario, a través de Su Muerte y Resurrección, para que el hombre pudiera ser reunido con Su Creador.
Busco mi camino, a través de la oscuridad, hacia la cámara interna, en la cual, caigo de rodillas. .
Aquí, digo ciertas oraciones que nos han sido dadas a través de los siglos y, habiéndolas dicho, espero. . Algunas veces, espero unos cuantos minutos, pero, normalmente, el Milagro ocurre inmediatamente después de que he dicho las oraciones. .
Desde el centro de la misma piedra, en la cual Jesús yació, surge una Luz indefinible. .
Generalmente, tiene un tinte azul, pero el color puede cambiar y tomar muchos matices diferentes. . No puede ser descrita en términos humanos. . La Luz se eleva de la piedra, como la niebla se eleva de un lago. .
Parece que la piedra estuviera cubierta por una nube, pero es Luz. . Cada año, esta Luz se comporta de manera diferente. . Algunas veces cubre solamente la piedra, mientras que otras veces, ilumina todo el Sepulcro, para que las personas que están paradas afuera de Él, puedan verlo lleno de esta Luz. . La Luz no quema. . En los dieciséis años que he sido Patriarca, en Jerusalén, y he recibido el Fuego Santo, nunca se me ha quemado la barba. .
La Luz es de una consistencia distinta al fuego normal que arde en una lámpara de aceite.
En cierto momento, la Luz se eleva y forma una columna, en la cual el Fuego es de una naturaleza diferente.
Por lo que puedo encender mis velas de él.
Una vez que recibí la Llama en mis velas, salgo y doy el Fuego, primero al Patriarca Armenio, y luego, al Copto.
Después, doy la Llama a todas las personas presentes en la Iglesia.
¿Cómo experimenta usted el Milagro, y qué significa para su vida espiritual?.
Cada año, el Milagro me conmueve, con la misma intensidad.
Cada vez, es un paso más hacia mi conversión.
Personalmente, es un gran consuelo contemplar la Fidelidad de Cristo hacia nosotros, la cual Él demuestra al darnos la Santa Llama, cada año, a pesar de nuestras fragilidades y fallas.
Experimentamos muchas maravillas en nuestras Iglesias, y los Milagros no son nada raro para nosotros.
Sucede a menudo, que los íconos lloran, cuando el Cielo quiere mostrar su cercanía con nosotros.
También tenemos santos, a quienes Dios les da muchos dones espirituales.
Pero ninguno de estos Milagros tiene un significado, tan penetrante y simbólico para nosotros, como el Milagro del Fuego Santo.
El Milagro es casi como un Sacramento.
Hace la Resurrección de Cristo presente, como si hubiera muerto, sólo hace algunos años».
Mientras el Patriarca está dentro de la capilla, arrodillado frente a la piedra, afuera hay oscuridad, pero no silencio.
Se escucha un fuerte murmullo, y el ambiente está muy tenso.
Cuando el Patriarca sale con las dos velas encendidas, que resplandecen, brillantes, en la oscuridad, un grito de júbilo resuena en la Iglesia, comparable solo al grito de gol en un partido de fútbol.
El Milagro no se limita a lo que ocurre dentro del Pequeño Sepulcro, donde el Patriarca ora. . Lo que es más significante es, que se ha reportado que la Luz azul aparece fuera del Sepulcro. .
Cada año, muchos creyentes dicen que esta Luz Milagrosa, por sí misma, enciende las velas que ellos sostienen en sus manos. . Todos en la Iglesia esperan, con velas, con la esperanza de que éstas se enciendan espontáneamente. .
A menudo, las lámparas de aceite cerradas, se prenden por sí mismas, ante los ojos de los peregrinos. .
Se ha visto a la Llama azul, moverse en diferentes lugares de la Iglesia.
Varios testimonios firmados por los peregrinos, cuyas velas se prendieron espontáneamente, testifican la validez de estos hechos.
La persona que, a cierta distancia del Sepulcro, experimenta el Milagro de ver su vela encendida, o el ver la Luz azul, generalmente, se va de Jerusalén cambiado.
Y para todos los que asistieron a la ceremonia, siempre hay un «antes y después» del Milagro del Fuego Santo en Jerusalén.
Uno se puede preguntar por qué el Milagro del Fuego Santo es casi desconocido en Europa Occidental.
En las áreas Protestantes, en cierta forma, se puede explicar por el hecho de que no hay una verdadera tradición para los Milagros.
La gente no sabe como clasificarlos, y éstos casi no se publican en los periódicos.
Pero, en la tradición Católica existe un gran interés por los Milagros. Entonces, ¿por qué casi no se conoce?
Sólo una explicación es suficiente: la política en la Iglesia.
Sólo las Iglesias Ortodoxas asisten a la ceremonia, enmarcando el Milagro.
Sólo ocurre en la fecha de la Pascua Ortodoxa, y sin la presencia de las autoridades Católicas.
Para ciertos Ortodoxos, esta evidencia es prueba de la noción de que la Iglesia Ortodoxa es la Única Iglesia Legítima de Cristo, en el mundo.
Y esta aseveración, obviamente, puede ocasionar ciertas inquietudes, en los círculos Católicos.
Como con cualquier otro Milagro, hay personas que creen que esto es un fraude, y solamente una obra maestra de propaganda Ortodoxa.
Creen que el Patriarca tiene un encendedor dentro del Sepulcro.
Estas críticas, sin embargo, se enfrentan a un número de problemas.
Los cerillos, y otros instrumentos para encender fuego, son inventos recientes.
Hasta hace sólo algunos cientos de años, encender un fuego era una tarea que requería mucho más tiempo, que los pocos minutos que el Patriarca está dentro del Sepulcro.
Tal vez, se podrá decir que él tiene una lámpara encendida adentro, de la cual él enciende las velas, pero las autoridades locales confirman haber revisado el Sepulcro, y no encontraron ninguna luz dentro.
Sin embargo, los más grandes argumentos contra un fraude, no son los testimonios de los distintos patriarcas.
Los retos más grandes, que confrontan los críticos, son los miles de testimonios independientes de los peregrinos, cuyas velas fueron encendidas, espontáneamente, frente a sus ojos, sin ninguna explicación posible.
De acuerdo con nuestras investigaciones, nunca ha sido posible filmar el momento en que las velas, o las lámparas de aceite se encienden por sí mismas.
Este Milagro, como muchos otros, están rodeados de factores inexplicables.
Como dijo el Arzobispo de Tiberias, cuando me encontré con él en Jerusalén:
El Milagro nunca ha sido filmado, y probablemente, nunca lo será.
Los Milagros no pueden ser probados.
Se requiere fe para que un Milagro traiga fruto en la vida de una persona, y sin este acto de fe, no hay Milagro, en sentido estricto.
El verdadero Milagro, en la tradición Cristiana, tiene un solo propósito: extender la Gracia de Dios a la creación.
Y Dios no puede extender Su Gracia, sin fe por parte de Sus Criaturas.
El Viernes Santo es el día en que nuestro Salvador murió por nosotros en la Cruz.
Es el día que fuimos redimidos de nuestros pecados por la muerte voluntaria de Dios mismo en las manos del hombre.
En el Viernes Santo se recuerda el vía crucis que Jesús tuvo que recorrer llevando sobre sus hombros el madero en el cual iba a ser crucificado, su muerte en la cruz y su sepultura. .
Constituye el núcleo central de la Semana Santa.
El enfoque de la liturgia de este día es el martirio y triunfo de Cristo en lugar de la muerte de Cristo.
Repasemos algunas cosas centrales que se deben saber:
En la tarde noche del Jueves Santo Jesús fue a orar al huerto de Getsemani luego de la última cena con los apóstoles.
Posteriormente fue traicionado por Judas y más adelante sería negado tres veces por Pedro.
En la mañana siguiente Jesús fue llevado ante Anás que era un poderoso clérigo y lo condenó por blasfemia al negarse a repudiar que Él era el Hijo de Dios.
Esto es corroborado después por el sumo sacerdote Caifás, en cuya casa Jesús comienza a ser flagelado.
De allí es llevado ante Poncio Pilato, que no encontró razón para condenarlo, pero los judíos apelaron ante él.
Y entonces Pilato lo manda al Rey Herodes, quién tampoco encontró culpabilidad en Jesús.
Y lo devuelve a Pilato quién nuevamente dice que no encuentra culpabilidad en Jesús, pero se lava las manos demostrando que no quería tener nada que ver en el asunto.
https://youtu.be/rFbC6UCijOo
Pero como la multitud estaba furiosa aceptó de mala gana ejecutar a Jesús condenándolo a la crucifixión por auto proclamarse como rey de los judíos.
Antes de la crucifixión es azotado y obligado a llevar el madero de la cruz hasta el Gólgota, en cuyo transcurso es ayudado por Simón de Cirene y su rostro es secado por la Verónica.
Y en el trayecto cae 3 veces.
Cuando llega al Gólgota es crucificado entre dos ladrones, uno de los cuales se arrepiente de sus pecados y Jesús le dice que hoy estará en el paraíso.
Luego que Jesús es crucificado a las 12hs. cayeron tinieblas sobre la Tierra.
Jesús entrega a su madre María a Juan.
Y antes de morir Jesús dice sus últimas palabras Dios mío “Dios mío, Dios Mío, porque me has abandonado”, que son estrofas del salmo 22.
Estando aparentemente muerto Longinos le clava una lanza en el costado para verificarlo.
Y cuando muere Jesús a las 3 de la tarde ocurre un terremoto que abre las tumbas y salen los muertos, y se rasga la gruesa cortina del templo.
Luego Jesús es bajado de la cruz y es colocado en una tumba, enterrado de acuerdo a las costumbres funerarias judías, antes del anochecer.
Toda esta secuencia es recordada en el Viacrucis de las 14 estaciones.
RESUMEN DE LO QUE SUCEDIÓ EL PRIMER VIERNES SANTO
Según los evangelios, Jesús:
Fue llevado ante Pilato en la mañana
Enviado a Herodes
Devuelto a Pilato
Fue burlado y golpeado
Vio a Barrabás liberado en su lugar
Fue coronado de espinas
Fue condenado a muerte
Llevó la carga aplastante de su cruz por la vía dolorosa
Dijo a las mujeres que lloraban lo que sucedería en el futuro
Fue crucificado entre dos ladrones
Perdonó a quienes lo crucificaron
Confió la Virgen María a su discípulo amado
Aseguró al buen ladrón su salvación
Dijo que sus famosas siete últimas palabras
Gritó y murió
Y además:
Vino una oscuridad sobre la tierra
Hubo un terremoto
El velo del templo se rasgó en dos
Un soldado traspasó a Cristo en el lado y fluyó sangre y agua
José de Arimatea y Nicodemo fueron a Pilato y le pidieron el cuerpo de Jesús
Fue enterrado en la propia tumba de José de Arimatea
Un guardia se estableció sobre la tumba
Los amigos y familiares Jesús lloraron su muerte
En los Evangelios se pueden leer estos pasajes en:
Mateo 27: 1-66
Marcos 15: 1-47
Lucas 23: 1-56
Juan 18: 28-19: 42
¿CÓMO SE CELEBRA EL VIERNES SANTO HOY?
La ceremonia de veneración de la cruz el Viernes Santo comenzó en Jerusalén durante el siglo IV después de la recuperación de la Vera Cruz por Santa Elena. . Durante el siglo VII la práctica se extendió al resto de la Iglesia.
De acuerdo con el documento principal que rige las celebraciones relacionadas con la Pascua, Paschales Solemnitatis:
En este día, cuando «Cristo nuestra Pascua fue sacrificado» la Iglesia: medita en la pasión de su Señor y Esposo, adora la cruz, conmemora su nacimiento del costado de Cristo dormido en la cruz, e intercede por la salvación de todo el mundo.
¿ES REQUERIDO AYUNO Y ABSTINENCIA EL VIERNES SANTO?
Sí. Paschales Solemnitatis señala:
El Viernes Santo es un día de penitencia que se ha observado como obligatorio para toda la Iglesia, y el medio es la abstinencia y el ayuno.
¿SE CELEBRAN LOS SACRAMENTOS EL VIERNES SANTO?
En su mayor parte, no. .
El Viernes Santo es el único día del año en el que se prohíbe la celebración de la misa.
Paschales Solemnitatis señala:
En este día, de acuerdo con la antigua tradición, la Iglesia no celebra la Eucaristía.
La Comunión santa se distribuye a los fieles durante la celebración de la Pasión del Señor solo, aunque puede ser llevada a cualquier hora del día a los enfermos que no pueden tomar parte en la celebración.
Toda celebración de los sacramentos en este día está estrictamente prohibida, a excepción de los sacramentos de la Penitencia y la Unción de los enfermos.
Los funerales deben ser celebrados sin el canto, la música o el tañido de las campanas.
También se permite el bautismo en peligro de muerte.
¿QUÉ CELEBRACIONES LITÚRGICAS SE PRODUCEN EN ESTE DÍA?
La principal es conocida como la celebración de la Pasión del Señor. Incluye:
Una liturgia de la palabra
La adoración de la cruz
Servicio de la comunión con el uso de hostias ya consagradas
Paschales Solemnitatis señala:
La celebración de la Pasión del Señor se llevará a cabo en la tarde, como a las tres en punto.
El tiempo será elegido, será el que parezca más adecuado por razones pastorales, con el fin de permitir que las personas se puedan reunir más fácilmente. .
Por ejemplo poco después del mediodía o en la noche, sin embargo, no más tarde de las nueve.
¿CÓMO SE VENERA LA CRUZ?
Paschales Solemnitatis señala:
Para la veneración de la cruz, se va a utilizar una cruz de un tamaño y belleza adecuados.
El rito debe llevarse a cabo con el esplendor digno del misterio de nuestra salvación: tanto la invitación al mostrar de la cruz, y la respuesta del pueblo se debe hacer cantando.
Y un período de silencio respetuoso debe ser observado después de cada acto de veneración cuando el tenga la cruz levantada.
La cruz se va a presentar a cada uno de los fieles individualmente para su adoración, porque la adoración personal de la cruz es la característica más importante de esta celebración.
Cuando ello sea necesario por la gran cantidad de fieles presentes, el rito de veneración puede hacerse de forma simultánea por todos los presentes.
Sólo una cruz se debe utilizar para la veneración, ya que esto contribuye a la simbología completa del rito.
Las tres elevaciones de la cruz tienen significados simbólicos. . La primera elevación representa la predicación de los apóstoles temerosos justo después de la muerte de Cristo. . La segunda representa su predicación a los Judíos. . Y la tercera su predicación a todo el mundo.
¿QUÉ PASA DESPUÉS DE LA CELEBRACIÓN DE LA PASIÓN DEL SEÑOR?
Paschales Solemnitatis señala:
Después de la celebración, el altar es despojado. .
La cruz sigue estando, sin embargo, con cuatro velas.
Un lugar apropiado puede ser preparado dentro de la iglesia (por ejemplo, la capilla utilizada para la reserva de la Eucaristía el Jueves Santo).
Y la cruz del Señor se colocará de manera que los fieles pueden venerarla y besarla, y pasar algún tiempo en meditación.
¿HAY OTRAS DEVOCIONES APROPIADAS PARA EL VIERNES SANTO?
Paschales Solemnitatis señala:
Devociones tales como el «Camino de la Cruz», procesiones de la pasión, y recuerdo de los dolores de la Virgen María no deben, por razones pastorales, dejarse de lado.
Los textos y canciones utilizadas, sin embargo, deben adaptarse al espíritu de la liturgia de este día.
Tales ejercicios piadosos deberían ser asignados a una hora del día en que quede bastante claro que la celebración litúrgica, por su propia naturaleza las supera en importancia.
Aparte de la celebración del VíaCrucis, también se puede asistir al Sermón de las 7 Palabras. .
Llamado también De la Bofetada, por recordarse en él los últimos momentos de la vida de Jesús, desde que lo juzga el Sanedrín y recibe la bofetada, hasta que muere en la cruz después de pronunciar su última palabra.
Todas las procesiones que hoy desfilen estarán marcadas por la seriedad y sobriedad.
En España los pasos se acompañan de los cantos desgarradores de las saetas, muchos actos se ajustan a las horas entre las 3 y las 6 de la tarde, supuesta hora en la que Jesús fallece.
Se celebra la Madrugá, en la que los cofrades se visten de negro para acompañar al Cristo.
En países como Filipinas y México se pueden ver imágenes truculentas, hay crucifixiones reales y se muestran las espaldas heridas de los crucificados.
Hay que ayunar para recordar los eventos de ese Viernes Santo original.
El viernes Santo es un día de recogimiento por lo tanto hay que mantener las actividades divertidas al mínimo y omitir la mayor cantidad de trabajo y estudio posible.
Por lo tanto especialmente desde las 12 del mediodía hasta las 3 de la tarde mantener silencio.
Y tratar de mantener apagadas la televisión y los mensajes del celular y del computador.
Se recomienda leer los textos bíblicos sobre la crucifixión y muerte de Nuestro Señor, algún otro texto devocional sobre ello. y si es posible ver una película al respecto.
También recorrer el Viacrucis que generalmente hacen las parroquias ese día.
Cuando Jesús colgaba de la Cruz pronunció sus últimas 7 palabras.
Y durante siglos se han incorporado como formas de devoción y de meditación.
Especialmente en la Baja Edad Media se dedicaron a reflexionar y hacer devociones sobre ellas.
Las últimas palabras de una persona que va a morir provienen directamente de lo que tiene en su corazón.
Así por ejemplo Napoleón dirá en su lecho de muerte que se estaba muriendo antes de tiempo.
Y Voltaire le ofrecerá a su médico la mitad de su fortuna si le extiende la vida por 6 meses.
Luego de su crucifixión, qué sucedió a las 12:00 del mediodía del Viernes Santo, Jesús tenía dificultades para exhalar aire, y por tanto para hablar, y por eso sus palabras son excepcionales.
Sin embargo han quedado para la posteridad las últimas 7 frases qué pronunció.
Cuando lo estaban crucificando Él dijo a sus flageladores “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”, extendiendo Su misericordia a Sus asesinos.
Cuando levantaron la cruz fue puesto entre dos ladrones y uno de ellos se mostró arrepentido y le pidió a Jesús que lo recordara.
Y por eso Jesús le prometió que ese mismo día estaría con Él en el paraíso.
Luego vio a su Madre y se la confió a su único apóstol presente, San Juan, quién la llevó a su casa.
Lo que también la iglesia verá como la entrega de la humanidad a María, como sus hijos.
Media hora antes de morir Jesús gritó “Dios mío. Dios mío, porque me has abandonado”.
La interpretación de esto es que Jesús vio todos los pecados de la humanidad y esto causó repulsión a Dios y por eso se retiró de esa visión.
Y entonces Jesús tuvo la sensación que Su Padre lo había abandonado.
Luego afloró su naturaleza humana cuando dijo “tengo sed”.
Justo antes de su muerte Jesús se da cuenta que la vida lo está dejando y ahí exclama que “todo está consumado”.
Si trata de un grito de victoria y no de un grito de muerte.
Y finalmente la última frase de Jesús es “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Esta es una oración que viene del Salmo 31, en el que el rey David pone su futuro en manos de Dios.
Y era una oración popular que las madres judías enseñaban a sus hijos.
Sor Josefa Menéndez recibió visiones sobrenaturales sobre estas 7 palabras, y a raíz de ello se generó la devoción qué presentamos.
LA DEVOCIÓN DE SOR JOSEFA MENÉNDEZ
El 30 de marzo de 1923, Viernes Santo, Jesús le dice a Sor Josefa Menéndez:
“Josefa, ya conoces mis sufrimientos… Sígueme en ellos… Acompáñame y toma parte en mi dolor…
¡Ya ha llegado la hora de la Redención del mundo!
Me van a levantar y a ofrecer como espectáculo de burla…, pero también de admiración…
¡Esta Cruz que hasta aquí era el patíbulo donde expiraban los criminales, es ahora la luz del mundo, el objeto de mayor veneración.
En mis llagas encontrarán los pecadores el perdón y la vida… ¡Mi Sangre lavará y borrará todas sus manchas!…
¡En mis llagas las almas puras vendrán para saciar su sed y abrasarse en amor!…
¡En ellas podrán guarecerse y fijar su morada!…”
PADRE, PERDÓNALOS, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN
«No han conocido al que es su vida. ¡Han descargado sobre El todo el furor de sus iniquidades!…
Mas, Yo os lo ruego, ¡oh Padre mío!…, descargad sobre ellos la fuerza de vuestra misericordia.»
HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO
«Porque tu fe en la misericordia de tu Salvador ha borrado tus crímenes…; ella te conduce a la vida eterna.»
MUJER, HE AHÍ A TU HIJO
«¡Madre mía!, he ahí a mis hermanos… ¡Guárdalos!… ¡Ámalos!…»
No estáis solos, vosotros por quienes he dado mi vida. Tenéis ahora una Madre a la que podéis recurrir en todas vuestras necesidades.
Y ahora el amor me lleva a unir a todos los hombres con lazos de hermandad, dándoles a todos mi misma Madre.
DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO?
«Sí, el alma tiene ya derecho a decir a Dios: ¿Por qué me has desamparado?…
Porque, después de consumado el misterio de la Redención, el hombre ha vuelto a ser hijo de Dios, hermano de Jesucristo, heredero de la vida eterna…»
TENGO SED
«¡Oh! ¡Padre mío!… Tengo sed de vuestra gloria…, y he aquí que ha llegado la hora…
En adelante, realizándose mis palabras, el mundo conocerá que sois Vos el que me enviasteis y seréis glorificado.
Tengo sed de almas, y para refrigerar esta sed he derramado hasta la última gota de mi Sangre.
Por eso puedo decir:
TODO ESTÁ CONSUMADO
«Ahora se ha cumplido el gran misterio de Amor, por el cual Dios entregó a la muerte a su propio Hijo para devolver al hombre la vida…
Vine al mundo para hacer vuestra Voluntad.
Padre mío, ¡ya está cumplida!»
EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU
«A Vos entrego mi alma… Así las almas que cumplen mi Voluntad, podrán decir con verdad: Todo está consumado…
¡Señor mío y Dios mío! Recibid mi alma, la pongo en vuestras manos…»
«Josefa, lo que has oído, escríbelo; quiero que las almas lo lean, a fin de que las que tengan sed se refrigeren…, las que tengan hambre se sacien…»
DEVOCIÓN DE LAS 7 PALABRAS PARA REZAR EN VIERNES SANTO
PRIMERA PALABRA : Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lc. 23,34)
Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz, a fin de pagar con vuestras penas la deuda de mis pecados.
Y abristeis vuestra divina boca para obtenerme el perdón de la justicia eterna.
Tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mí en aquella hora postrera.
Y por los méritos de vuestra preciosísima Sangre derramada por nuestra salvación, concedednos un dolor tan vivo de nuestras culpas que nos haga morir en el seno de vuestra infinita misericordia.
Tres Glorias.
Tened piedad de nosotros, Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en Vos, espero en Vos, os amo y me arrepiento de haberos ofendido con mis pecados.
SEGUNDA PALABRA: En verdad, en verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso (Lc. 23,43)
Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz.
Y que con tanta prontitud y liberalidad correspondisteis a la fe del buen ladrón que os reconoció por Hijo de Dios en medio de vuestras humillaciones, y le asegurasteis el Paraíso.
Tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mi en aquella hora postrera.
Y por los méritos de vuestra preciosísima Sangre, haced que revive en nuestro espíritu una fe tan firme y constante que no se incline a sugestión alguna del demonio, para que también nosotros alcancemos el premio del santo Paraíso.
Tres Glorias.
Tened piedad de nosotros, Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en Vos, espero en Vos, os amo y me arrepiento de haberos ofendido con mis pecados.
TERCERA PALABRA: Mujer, he ahí a tu hijo; hijo he ahí a tu madre (Jn. 19, 26-27)
Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz.
Y olvidando vuestros sufrimientos nos dejasteis en prenda de vuestro amor vuestra misma Madre Santísima.
Para que por su medio podamos recurrir confiadamente a Vos en nuestras mayores necesidades.
Tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mi en aquella hora postrera.
Y por el interior martirio de una tan amada Madre, reavivad en nuestro corazón la firme esperanza en los infinitos méritos de vuestra preciosísima Sangre, a fin de que podamos evitar la eterna condenación que tenemos merecida por nuestros pecados.
Tres Glorias.
Tened piedad de nosotros, Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en Vos, espero en Vos, os amo y me arrepiento de haberos ofendido con mis pecados.
CUARTA PALABRA: ¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado? (Mc. 15, 34; Mt. 27, 46)
Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz.
Y que, añadiendo sufrimiento a sufrimiento, además de tantos dolores en el cuerpo, sufristeis con infinita paciencia la mas penosa aflicción de espíritu a causa del abandono de vuestro eterno Padre.
Tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mi en aquella hora postrera.
Y por los méritos de vuestra preciosísima Sangre, concedednos la gracia de sufrir con verdadera paciencia todos los dolores y congojas de nuestra agonía, a fin de que, unidas a las vuestras nuestras penas, podamos después participar de vuestra gloria en el Paraíso.
Tres Glorias.
Tened piedad de nosotros, Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en Vos, espero en Vos, os amo y me arrepiento de haberos ofendido con mis pecados.
QUINTA PALABRA: Tengo sed (Jn. 19,28)
Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz.
Y que, no saciado aún con tantos vituperios y sufrimientos, quisierais sufrirlos todavía mayores para la salvación de todos los hombres, demostrando así que todo el torrente de Vuestra Pasión no es bastante para apagar la sed de vuestro amoroso Corazón.
Tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mí en aquella hora postrera.
Y por los méritos de vuestra preciosísima Sangre, encended tan vivo fuego de caridad en nuestro corazón que lo haga desfallecer con el deseo de unirse a Vos por toda la eternidad.
Tres Glorias.
Tened piedad de nosotros, Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en Vos, espero en Vos, os amo y me arrepiento de haberos ofendido con mis pecados.
SEXTA PALABRA: Todo está cumplido (Jn. 19, 30)
Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz.
Y desde esta cátedra de verdad anunciasteis el cumplimiento de la obra de nuestra Redención, por la que, de hijos de ira y perdición, fuimos hechos hijos de Dios y herederos del cielo.
Tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mí en aquella hora postrera.
Y por los méritos de vuestra preciosísima Sangre, desprendednos por completo así del mundo como de nosotros mismos.
Y en el momento de nuestra agonía, dadnos gracia para ofreceros de corazón el sacrificio de la vida en expiación de nuestros pecados.
Tres Glorias.
Tened piedad de nosotros, Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en Vos, espero en Vos, os amo y me arrepiento de haberos ofendido con mis pecados.
SÉPTIMA PALABRA: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc. 23, 46)
Jesús amado, que por amor mío agonizasteis en la cruz.
Y que en cumplimiento de tan grande sacrificio aceptasteis la voluntad del Eterno Padre al encomendar en sus manos vuestro espíritu para enseguida inclinar la cabeza y morir.
Tened piedad de todos los fieles agonizantes y de mí en aquella hora postrera.
Y por los méritos de vuestra preciosísima Sangre, otorgadnos en nuestra agonía una perfecta conformidad a vuestra divina voluntad, a fin de que estemos dispuestos a vivir o a morir según sea a Vos más agradable.
Y que no suspiremos para nada más que por el perfecto cumplimiento en nosotros de vuestra adorable voluntad.
Tres Glorias.
Tened piedad de nosotros, Señor, tened piedad de nosotros.
Dios mío, creo en Vos, espero en Vos, os amo y me arrepiento de haberos ofendido con mis pecados.
El jueves santo es el más repleto de acontecimientos distintos en la semana santa.
Y marca el inicio del período más importante de Semana santa, el Triduo Pascual.
La expectativa de esta jornada está relacionada con la crucifixión de Jesús el Viernes Santo. .
Pero en realidad sucedieron hechos muy importantes para la historia de la Iglesia en el original Jueves santo.
El Jueves Santo original se celebró el día de los panes ácimos o sea la fiesta de los panes sin levadura.
Era a una cena de Pascua o Pesaj que hacían los judíos al atardecer para conmemorar su liberación de la esclavitud en Egipto.
En ese día Jesús pasó en Betania y regresó a Jerusalén para celebrar la Última Cena.
En la mañana del jueves Santo los obispos realizan las Misas Crismales en la Catedral, donde se consagran los santos óleos que se usarán en el año.
Los tres óleos son el de los enfermos, el de las confirmaciones, consagraciones de obispos, cálices altares y campanas, y el aceite de los catecúmenos para ungir durante los bautismos.
En la misa de Jueves Santo en todas las Iglesias se consagran las hostias que se consumirán el Viernes Santo, porque es el único día del año en que no se celebra misa.
1 – ¿Qué importancia tiene el Jueves Santo? ¿Qué pasó en el Jueves Santo original?
El Jueves Santo fue uno de los días más importantes en toda la historia del mundo.
Fue un día crucial en la vida de Jesucristo y en la Iglesia.
En las misas se oyen las palabras «en la noche en que fue entregado.»
El Jueves Santo es junto con el Corpus Cristi y la Ascensión, el primero de los Tres Jueves del año más importantes en la religión católica.
Estas son algunas de las cosas que registran los evangelios para este día (incluidos los eventos que ocurrieron después de la medianoche). :
Jesús envió a Pedro y a Juan para organizar la cena en el Cenáculo para celebrar la Pascua.
Lavado los pies de los apóstoles.
Se celebra la primera misa.
Instituido el sacerdocio.
Anuncia que Judas lo traicionaría.
Da el «mandamiento nuevo», amarnos unos a otros.
Indica que Pedro tendrá un papel pastoral especial entre los apóstoles.
Anuncio que Pedro lo negaría.
Ora por la unidad de sus seguidores.
Fue al monte de los Olivos.
Oró en el huerto de Getsemaní.
Anuncia la traición Judas y se consuma.
Detiene a los discípulos de continuar una resistencia violenta.
Cura la oreja de Malco, siervo del sumo sacerdote, después de que Pedro se lo cortó con una espada.
Fue llevado ante los sumos sacerdotes Anás y Caifás.
Fue negado por Pedro.
Fue llevado a Pilato.
Los evangelios lo relatan así:
Mateo 26: 17-75
Marcos 14: 12-72
Lucas 22: 7-62
Juan 13: 1-18: 27
2 – ¿Qué sucede en este día litúrgico?
El obispo celebra una «Misa Crismal» con sus sacerdotes (por lo general en la mañana).
Se lleva a cabo en la noche la misa de la Cena del Señor.
En la misa de la Cena del Señor, el sacerdote (a menudo) realiza el lavatorio de los pies.
El Tabernáculo está vacío y la Eucaristía se pone en un lugar de fuera del sagrario.
El altar es despojado.
Los fieles están invitados a pasar un tiempo en adoración eucarística.
3 – ¿A qué hora se celebra la misa?
El Jueves Santo tiene una celebración muy sobrecogedora y peculiar que se denomina el Oficio de Tinieblas, en la noche, después de apagar las luces hasta dejar toda la iglesia a oscuras.
Y así, en plena oscuridad, y sin acompañamiento de órgano, se canta el bellísimo Christus factus est.
En realidad es un funeral por el Cristo muerto.
La misa de este día, que al ser conmemorativa de la última cena del Señor se celebra entre las 7 y las 8 de la tarde, tiene de especial, que es la primera misa del año.
De hecho las misas de todos los domingos lo que hacen es reproducir esta última cena a lo largo de todo el año
4 – ¿Cómo se consagra la eucaristía durante esta misa?
De acuerdo con Paschales Solemnitatis: el sagrario ha de estar completamente vacío antes de la celebración.
Los hostias de la comunión de los fieles deben ser consagradas en esta Misa.
Una cantidad suficiente de hostias deben ser consagradas para proporcionar también para la comunión el día siguiente.
5 – ¿Qué significa el rito del lavatorio de los pies?
El lavatorio de los pies de los hombres elegidos (ahora también mujeres decidido por el papa Francisco), que, según la tradición, se lleva a cabo en el día de hoy, representa el servicio y la caridad de Cristo, que vino “no para ser servido, sino a servir”.
El rito es opcional.
6 – ¿Qué pasa al final de la misa de la Cena del Señor?
Después de la oración de la comunión, se forma una procesión donde el Santísimo Sacramento, acompañado de velas encendidas y el incienso, va a través de la iglesia al lugar de la reserva.
El Sacramento ha de ser reservado en un sagrario o en una urna.
En ningún caso debe ser expuesto en una custodia.
7 – ¿Hay adoración eucarística en este momento?
Después de la misa de la Cena del Señor los fieles deben ser animados a pasar un período durante la noche en la iglesia en adoración ante el Santísimo Sacramento que ha sido reservada solemnemente.
A partir de medianoche, sin embargo, la adoración debe hacerse sin solemnidad externa, porque el día de la pasión del Señor ha comenzado.
8 – ¿Cómo es la decoración de la Iglesia en este momento?
Después de la misa el altar debe ser despojado.
Es apropiado que los cruces en la iglesia se cubran con un velo de color rojo o púrpura.
No deben encenderse ante las imágenes de los santos.
9 – ¿Es de origen cristiano el regalar huevos de pascua?
Una de las tradiciones típicas de este día es la de regalar a los niños huevitos de chocolate con pequeños regalos dentro.
Al contrario de lo que se podría imaginar la tradición de los huevos de Pascua que hoy se regalan a los niños no es una tradición pagana, sino que tiene sus orígenes en la religión cristiana.
Durante la Edad Media, en Semana Santa, era común que los censos feudales se pagaran con huevos. .
Por lo quese estipuló que el día de pago fuese el domingo de Pascua.
Es entonces cuando a principios el siglo XIX, en Alemania, Italia y Francia, aparecieron los primeros huevos hechos con chocolate, que se comenzaron a regalar conmemorando estas costumbres tan antiguas.
10 – ¿Qué sucede en las calles?
En las calles hay mucho bullicio porque comienzan los días grandes de la Semana Santa, conocidos como el Triduo Pascual.
A partir del jueves ya es día festivo, así pues, el número de gente que se congregue para celebrar las procesiones será sensiblemente mayor.
La noche de este día estará plagada de vigilias de los fieles a sus imágenes más veneradas, y las procesiones que salgan lo harán hasta bien entrada la madrugada.
En muchas poblaciones los fieles dedican esta noche y la mañana del viernes a visitar las 7 iglesias y orar por Jesús.
Esta devoción de peregrinación a siete iglesias rememora los siguientes episodios del día Jueves Santo original:
La oración de Jesús en Getsemaní y su arresto
Su traslado ante Anás
Jesús es llevado atado ante Caifás el sumo sacerdote
Jesús llevado ante Pilato
Jesús es llevado ante Herodes
Jesús es regresado a Pilato
Jesús es flagelado, se le pone una corona de espinas y se lo lleva a su crucifixión
En un libro de indulgencias llamada Raccolta, se sugería que en cada iglesia visitada se recitara el Padrenuestro, el Ave María y el Gloria 5 veces ante el Santísimo Sacramento en el altar, una adoración privada, una oración personal y además una oración por la intención es del Santo Padre.
Esta costumbre comenzó en Roma visitando las Basílicas de San Pedro en el Vaticano, San Pablo fuera de Muros, San Juan de Letrán, Santa María la Mayor San Sebastián, San Lorenzo fuera de Muros y la Santa cruz de Jerusalén.
Estaríamos viviendo la Pasión de la Iglesia de la misma forma que Jesús vivió su Pasión en el año 33.
La Iglesia tendrá su Pasión en los tiempos finales al igual que Jesucristo la tuvo al final de su vida en la Tierra, según el investigador en Astronomía Sagrada Dr. Antonio Yagüe.
Uno puede estar de acuerdo o disentir con Yagüe, pero debemos admitir que sus hipótesis son originales, sus razonamientos profundos y la información que maneja es abundante.
Foros de la Virgen María no se expide sobre la certeza de que la hipótesis de Yagüe se materialice, sino simplemente vehiculiza, de una manera didáctica, la ponencia de Yagüe, porque es poco conocida por su aridez argumental.
Primero veamos que debemos entender por Pasión de Cristo.
QUE SE ENTIENDE POR PASIÓN DE CRISTO
La Pasión de Cristo comprende los episodios del último día de la vida de Jesús, o sea entre la última cena con sus discípulos, y su crucifixión y muerte. .
A veces también engloba su resurrección al tercer día; y otras veces incluye toda la semana santa.
El período que tradicionalmente se llama Pasión de Cristo, incluye los siguientes sufrimientos de Cristo:
traición de Judas Iscariote
negación de San Pedro
la oración del huerto, que incluye a los apóstoles que duermen y lo dejan solo en el Huerto de los Olivos
su prendimiento con el «beso de Judas» y la renuncia a que sus discípulos le defendieran
su periplo judicial entre Anás, Caifás, Pilatos y Herodes, incluyendo los interrogatorios
las burlas y flagelación en la columna
la coronación de espinas
la presentación a la multitud (Ecce Homo)
la alternativa presentada a la elección popular (salvar a Cristo o a Barrabás)
su condena a muerte con el «lavado de manos» de Pilatos
el Via Crucis cargando la cruz, incluyendo las varias caídas, la ayuda de Simón de Cirene, la Verónica que le seca el rostro, la presencia de su madre, con las mujeres de Jerusalén
el expolio (es despojado de sus ropas y se las reparten),
la crucifixión entre dos ladrones (Dimas y Gestas)
Jesús que expira (y se rasga el velo del templo)
la lanza (de Longinos) que atraviesa su costado y sale sangre y agua
¿CUANTO DURARÁ LA PASIÓN DE LA IGLESIA?
La vida de una persona no es la misma que la de una institución, por lo que surge la primera pregunta ¿cuánto durará la Pasión de la Iglesia?
Yagüe aclara que las 24 hrs. de la Pasión de Jesús, que culminará en su Crucifixión y Muerte, equivalen, según la Astronomía Sagrada, a “un” tiempo de la Pasión de la Iglesia.
Un tiempo es un año lunar, el cual se forma con 12 lunaciones, que juntas suman un total de 354 días.
Para estudiar el desarrollo de las hipótesis que presenta, utiliza tres vertientes: las Sagradas Escrituras, las Apariciones y la Astronomía Sagrada.
UN RELOJ QUE JUNTA 20 SIGLOS
Yagüe construye un reloj con estos dos tiempos, el de la Pasión de Nuestro Señor y el de la Pasión de la Iglesia.
Lo que vivió Jesús (el Esposo) en los siete días de la Semana Santa, la Iglesia (la Esposa) lo vivirá en una semana también, pero de años.
El Evangelio tiene abundantes precisiones sobre las últimas 24 hrs de nuestro Señor. Es necesario, antes de ir al análisis, realizar algunas precisiones temporales.
Yagüe hace, entonces, un cálculo para saber, a cuántos días equivale, en la Pasión de la Iglesia, una hora de la Pasión de Nuestro Señor. Este cálculo le da:
Según la hipótesis del Patrón Profético: 1 hora de la Pasión del Señor equivale a 14.75 días de la Pasión de la Iglesia.
Pero este patrón profético debe ajustarse al máximo, dado que los tiempos no son los mismos y para eso, se debe ajustar la hora solar media de amanecer y ocaso en los equinoccios de Jerusalén que, para el Año 33 serían las 5:40 y 17:40 horas respectivamente.
Esas son las horas solares de amanecer y atardecer sobre las que Yagüe apoyará las horas de la Pasión de la Iglesia, elaborando para ello un resumen paralelo de los hechos de la Pasión de Jesucristo enfrentándolo a fechas de la Pasión de la Iglesia.
Pero podríamos preguntarnos ¿en qué fecha comenzamos a contar para saber cuándo comienza la Pasión de la Iglesia?
Yagüe ya ha encontrado, como vimos en un trabajo anterior, que tanto la Astronomía Sagrada como los Patrones Proféticos señalan como fecha final para estos últimos tiempos, la del 21 de diciembre de 2020, ver aquí.
¿LA IGLESIA SE ENFRENTARÁ A SU MUERTE? ¿CUÁNDO?
La Muerte de la Iglesia, vendría a comenzar tres tiempos y medio antes de esa fecha, o sea, cuando se coloque la Abominación de la Desolación en el templo, fecha que Yagüe ajustó en el 31 de julio de 2017 (ver aquí), comenzando a contar hacia atrás a partir de la misma.
Eso lo lleva al año 2012 como el correspondiente al Domingo de Ramos de la Pasión de la Iglesia, según vemos en este cuadro:
Por esto debemos establecer que 1 HORA de lo que sucedió en el año 33 en Jerusalén corresponde a 14,75 días del tiempo de la Iglesia; lo que fueron DOCE HORAS en el tiempo de Jerusalén, equivale a 177 DÍAS del tiempo de la Iglesia.
Por ejemplo:
Tiempo de la Pasión de Jesús: Año 33; Amanecer + 12 horas = Anochecer .
Tiempo de la Pasión de la Iglesia: Año 2012; Amanecer + 177 días = Anochecer
Si tomamos un día cualquiera, por ejemplo el Domingo de Ramos en el año 33, vemos que amaneció a las 5:40 y anocheció 12 horas después, a las 17:40 hrs.
Al trasladar esto al año 2012 en la Pasión de la Iglesia y aplicando el mismo Patrón Profético, el Domingo de Ramos debía caer en 1º de abril de 2012 (cosa que increíblemente ocurrió en la realidad, porque el Domingo de Ramos de 2012 fue, efectivamente el 1º de abril).
Eso fue así, en lo que tiene relación con el amanecer de ese Domingo, y el anochecer del Domingo de Ramos del año 33 cayó, el 24 de setiembre de 2012 en el Tiempo de la Iglesia (o sea 177 días después).
Hasta aquí la explicación de los tiempos que maneja Yagüe en su hipótesis de la Pasión de la Iglesia. A partir de ahora, nos embarcará en el razonamiento que lo lleva a formular la hipótesis central.
CENA EN BETANIA – ENTRADA EN JERUSALÉN
Para sustentar su hipótesis, Yagüe se remonta hasta el sábado previo al primer Domingo de Ramos, en el que se celebra una Cena en Betania.
Tanto los Evangelistas Mateo como Marcos dicen que esta cena fue en casa de Simón el Zelote, un discípulo de Jesús que había sido leproso y al que Jesús había curado.
Juan, en cambio, cuenta que la cena fue en casa de Lázaro y María Valtorta en sus cuadernos lo confirma y describe con lujo de detalles esa Cena, en la que María la hermana de Lázaro derramó un valiosísimo ungüento a los pies de Jesús y los secó con sus cabellos.
Esa fue la última cena antes de la llegada a Jerusalén. Después vendría la Última Cena de Jesús antes de Su Pasión y Muerte.
JESUS EN JERUSALÉN – BENEDICTO XVI Y FRANCISCO EN LA IGLESIA
En el siguiente cuadro, Yagüe hace un Resumen sintético de los sucesos en Jerusalén, año 33 y los equivalentes dentro de la Iglesia desde el año 2011 hasta el 2021.
Este cuadro es el central de Yagüe, porque establece que estamos ya cerca – en términos de la astonomía sagrada –de los sucesos de la Última Cena que del jueves santo del año 33 en Jerusalen.
Como vemos en el Cuadro anterior, luego de la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén, figuran tres días de predicación en el Templo, que son lunes, martes y miércoles de la Semana previa a la Pascua. . Los cuales corresponderían a los años 2013 (año en que se retiró Benedicto XVI y asumió Francisco), 2014 y 2015.
Esa predicación de Jesús en Su última visita a Jerusalén no es analizada por Yagüe, pero como forma parte muy importante de los Evangelios, nos parece bien hacer una lista de lo que predicó Jesús en esos días.
Entre ellos, figuran las Parábolas de los dos hijos que el padre mandó a la viña, los labradores malvados, la fiesta de bodas, las diez vírgenes y los talentos.
También están los siete “ayes” de Jesús (¡Ay de ustedes, maestros de la Ley y fariseos, hipócritas!), el Juicio de las Naciones, el llanto de Jesús por Jerusalén, las profecías sobre el fin de los tiempos y el anuncio del regreso del Hijo del Hombre en la gloria.
Es en esta oportunidad en la cual Jesús y los fariseos y doctores de la ley se enfrentan de forma total y absoluta y eso anuncia la conspiración para matarlo.
JUEVES SANTO: UN DÍA ANTES DE LA CENA PASCUAL
Dado que los años anteriores al 2015 son historia ya, hemos preferido comenzar con el 2016, que vendría a ser, según el patrón profético, el Jueves Santo, o sea un día antes de la Cena de Pascua. Este sería el resumen:
Como podemos apreciar, en este cuadro aparecen las horas del día anterior a la Pascua del año 33, que corresponden a los meses del año 2016.
Yagüe cita los Evangelios, especialmente el capítulo 12 de Juan, donde se menciona a unos griegos que querían ver a Jesús y acuden para eso a Felipe, que a su vez va con Andrés y ambos al Señor.
“Jesús les respondió, diciendo: Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto. Padre, glorifica tu nombre.
Entonces vino una voz del cielo: Ya le he glorificado, y de nuevo le glorificaré”
CENA, HUERTO, BESO Y…
En la hipótesis de Yagüe, esto habría ocurrido más o menos entre las 8 y las 11 de la mañana del jueves santo del año 33. .
Más tarde, entre las 17 y las 19, transcurrió la Última Cena.
Luego de la Cena, con todo lo importante que en ella transcurrió, Jesús se fue al Huerto, donde soportó una terrible agonía espiritual.
Fue en el Huerto donde tres de los Apóstoles (los mismos que lo habían acompañado en su Transfiguración) no pudieron velar y Él los encontró dormidos varias veces.
También fue a ese lugar donde acudieron los soldados del Templo a prenderle.
Allí se consumó la traición de Judas y el arresto de Jesús, que fue llevado ya en la madrugada del mismo día de la Pascua, sucesivamente a casa de Anás y a la de su yerno Caifás, el Sumo Sacerdote
A todas estas horas y sucesos de la Pasión de Nuestro Señor, Yagüe coloca, según su interpretación, las correspondientes fechas en nuestro tiempo. . Como se puede ver en el Cuadro superior los preparativos para la Última Cena coincidirían con la Jornada Mundial de la Juventud en Cracovia, que tuvo lugar entre el 21 de julio y el 1º de agosto de 2016
Durante el transcurso de la Cena Yagüe discurre que en agosto podría producirse la invasión de Gog en Europa, ver aquí. . Lo que de hecho puede ser correcto si tomamos el temperamento del Papa que dice que ya hay una guerra mundial peleada por partes.
Sabemos por trabajos anteriores, que Yagüe opina que dicha invasión será llevada a cabo por fuerzas ruso-árabes.
Especula que, tal como hubo un tiempo en el Huerto para que Jesús hablase con sus discípulos, así también podría haber algún tiempo, para celebrar en octubre un Sínodo ordinario, antes de que la invasión llegue a Roma.
Un tiempo después se produciría la huida de los dos Papas de Roma.
La presentación de Jesús atado, frente a Anás y Caifás, correspondería en nuestro tiempo al Aviso, que Yagüe marcó para el 13 de noviembre, o sea cinco meses antes del Gran Milagro.
El Sumo Sacerdote le dijo: “Yo te conjuro, por Dios vivo que me digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”. Dícele Jesús “Sí, tú lo has dicho. Y yo os declaro que a partir de ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Padre y venir sobre las nubes del cielo”. Mat. 26:62-64.
Esta terrible frase con la que Caifás quiere obligarlo a reconocerse como Hijo de Dios, logra que Jesús no sólo firme Su sentencia de muerte sino que profetice Su Gloriosa Segunda Venida.
AVISO Y SEGUNDA VENIDA
Yagüe sugiere la hipótesis que en nuestro tiempo estaremos viviendo dos circunstancias simultáneas y conflictivas: una de índole exterior, como un vuelco de la Tierra. .
Y la otra interior: el Aviso (la Iluminación interior), con lo que se cumpliría la profecía de que estaríamos viendo a Cristo, sentado a la derecha del Padre, interpelando nuestra alma ante la Luz de Su gloria.
En este punto, ya son las 24 horas y como vimos, en Jerusalén desde las 17:40 ya han entrado en la madrugada del día de Pascua propiamente dicho. Para nosotros es ya noviembre de 2016.
Yagüe no señala ningún elemento que sea equivalente, dentro de la Pasión de Cristo a la catástrofe que supondrá un vuelco de la Tierra y que él describe en alguno de sus videos, como el de la Onda de Marea Global, que significará el hundimiento en el mar de casi todas las poblaciones costeras.
VIERNES SANTO: LLEGA A SU CULMEN LA PASIÓN
En su análisis el año 2017 es correspondiente al mismo día de la Pascua de Nuestro Señor.
Veamos el Cuadro correspondiente a la madrugada del día de la Pascua:
Acá Yagüe hace un relato de lo que dicen los Evangelios sobre la Pasión de Nuestro Señor:
Su presencia ante Pilatos, cómo éste al no encontrarle culpa intenta cambiarlo por otro preso.
La turba, mal guiada por los jefes del Templo elige a Barrabás.
Al no salirle la jugada, Pilatos lo manda azotar, con la intención de presentarlo herido frente a sus acusadores con el fin de que se apiaden de
Él. Tampoco esto le sale y después de lavarse las manos, ordena Su Crucifixión.
Comienza penosamente el Camino del Calvario, según los cálculos de Yagüe a eso de las 10 de la mañana. .
Esa hora correspondería, en nuestros días, a la fecha del Milagro (que vendrá luego del Aviso), el 13 de abril de 2017.
Una vez llegado entre estertores al Monte Calvario, Jesús es crucificado a la hora sexta (las 12 del mediodía). . Y a las 12:08 se celebraría en nuestro tiempo, el centenario de Fátima, en el que la Santísima Virgen les pide a los pastorcitos orar mucho y hacer penitencia por los pecadores.
Esto estaría en coincidencia con el ruego de Jesús al Padre, “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”.
Yagüe hace un parangón entre el milagro del sol en Fátima y el oscurecimiento del sol en Jerusalén (que duró hasta la hora en que murió Jesús, la hora novena).
Siempre según sus hipótesis, durante el lapso de las tres horas en que Jesús estuvo suspendido de la Cruz, y que en nuestro tiempo, correspondería al mes de junio, quizás el día de Pentecostés, se realizaríala promulgación del 5º Dogma Mariano, María Corredentora y Medianera de todas las Gracias.
Y Jesús, ya pronto a morir, pronuncia su “Hijo, ahí tienes a tu Madre, Madre ahí tienes a tu hijo”.
Continuando con sus especulaciones, Yagüe se pregunta si acaso el momento de la muerte de Nuestro Señor en la Cruz podría corresponder a la muerte del Papa Francisco.
Evidentemente, comenta, esto es algo que no es posible saber. Lanza, sin embargo, la idea, muy personal por cierto, de que al ingresar los invasores en Roma, se viviría nuevamente la traición de Judas, al enfrentarse los invasores a dos Obispos vestidos de blanco sin saber a quién apresar, y algún Cardenal señalaría a Francisco.
UN OBISPO VESTIDO DE BLANCO
Con respecto a esa posible muerte de Francisco, Yagüe recuerda en esta ocasión uno de los testimonios de los niños de Fátima, que hablaron de un Obispo vestido de blanco huyendo en lo que constituye el Tercer secreto de Fátima
. . . Y vimos en una inmensa luz que es Dios, “algo semejante a como se ven las personas cuando pasan frente a un espejo” a un Obispo vestido de blanco” hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre.
También a otros Obispos, Sacerdotes, religiosos y religiosas, subir esa montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza.
El Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad en medio de ruinas y un poco tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino.
Llegado a la cima del monte, postrado a los pies de la gran Cruz, fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de armas de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, de diversas clases y posiciones.
Yagüe aquí hace lectura particular de este mensaje, en el cual se habla primero de un Obispo vestido de blanco, el cual según él sería el Papa emérito Benedicto.
Más adelante en el mensaje y aunque los niños parecen hablar de la misma persona (o eso es lo que podría pensarse), al decir ellos “el Santo Padre” Yagüe supone y afirma en cambio que ésta vez se habla de Francisco.
Por lo que, según el mensaje, morirían ambos, Benedicto y Francisco en la misma oportunidad.
Y dando todo esto por cierto, al recibir Jesús la lanzada, sería posible, afirma Yagüe, que en nuestra época se estuviera eligiendo un nuevo Papa, el cual terminaría siendo el Falso Profeta de las profecías. .
Todo lo cual dejaría el camino abierto al Anticristo y a la Abominación de la Desolación profetizada por Daniel.
O sea que – siempre según Yagüe – si los tiempos de la Pasión del Señor equivalen exactamente a los de la Pasión de la Iglesia y el tiempo de Su muerte correspondería al de la Muerte de la Iglesia.
¿100 AÑOS DESPUÉS DE FÁTIMA?
Volviendo al mensaje de Fátima, al pedir la Virgen la consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón, le dijo a los pastorcitos, “que el Papa se acuerde del Rey de Francia”. Yagüe nos recuerda la historia.
Cien años 1689–1789 y 1917–2017
El 17 de junio de 1689, el Sagrado Corazón de Jesús, apareciéndose ante ella, le manifestó a Santa Margarita María de Alacoque, trasmitiera Su pedido al Rey de Francia Luis XIV (el Rey Sol), de consagrar Francia a Su Sagrado Corazón.
Durante 100 años los reyes de Francia demoraron e ignoraron el pedido de consagración y no obedecieron al Sagrado Corazón.
Así, el 17 de junio de 1789, exactamente el día en que se cumplieron los 100 años del pedido de Jesús, el rey Louis XVI de Francia fue despojado de su autoridad legal por el Tercer Estado.
Cuatro años más tarde, en 1793, los soldados de la Revolución Francesa lo ejecutaron, guillotinándolo junto con toda su familia.
La gran violencia que la Revolución trajo aparejada, se hubiera podido evitar si Francia hubiera sido consagrada por él o sus predecesores al Sagrado Corazón de Jesús.
¿Pasará algo semejante al cumplirse los 100 años de la Aparición de Fátima? Sólo Dios lo sabe, pero por algo la Sma. Virgen quiso hacerlo recordar a los Papas.
¿UN ÁNGEL GUARDIAN?
Hemos dejado para el final tres hipótesis muy personales de Yagüe sobre los Papas Benedicto y Francisco.
En ellas, Yagüe aventura, pero esta vez sin apoyarse ni en los Patrones Proféticos ni en la Astronomía Sagrada, que el Papa Benedicto estaría llamado en tres oportunidades a ser el “ángel guardián” de Francisco.
La primera sería, a semejanza del ángel que consoló a Jesús en el Huerto. . Tal vez en ese momento, el Papa Francisco estaría sufriendo por la Iglesia, amenazada.
La segunda oportunidad en que Benedicto sería nuevamente el “ángel guardián” de Francisco, sería al tener que huir éste ante los invasores de Roma.
La tarea de Benedicto, según Yagüe sería semejante a la de Lázaro, que debió juntar a los Apóstoles dispersos y asustados por la muerte de Jesús.
El Papa Benedicto haría eso mismo, reunir a los católicos sin pastor.
Esto parecería no coincidir mucho con la lectura que hace Yagüe de la visión de los chicos de Fátima, en la que según él, estarían los dos Papas huyendo de los que finalmente serían sus asesinos.
La tercera oportunidad en que Benedicto sería el “ángel guardián” de Francisco, es con su oración y sacrificio. .
A semejanza de aquellos que consolaron a Jesús durante su Camino al Calvario: la Verónica, que enjugó el Divino Rostro y el Cireneo, que cargó la Cruz un tramo del camino para aliviarlo.
Sin duda el trabajo de la equivalencia entre la Pasión de Cristo y la Pasión de la Iglesia representa un estudio original de los sucesos y los patrones proféticos de entonces y su posible reflejo en nuestros días.
Como decimos siempre, hay que pedir luz al Espíritu Santo para discernir, especialmente todo aquello que no forma parte de la Revelación, dada a nosotros a través de las Sagradas Escrituras y la Tradición de la Iglesia.
Estos son dos videos donde el Dr. Yagüe explica lass hipótesis que hemos descripto.
Una de las expresiones de religiosidad popular más importantes de Latinoamérica en Semana Santa.
Casi tres millones de mexicanos se congregan cada año en las estribaciones del Cerro de la Estrella en Iztapalapa, una barriada al sur de México D.F., para rememorar la Pasión de Cristo, un espectáculo vivo en el que participan más de 6000 personas. La Pasión de Jesucristo en Iztapalapa es famosa desde 1843.
Jesus cargando la cruz
Todo comenzó en 1833, cuando los habitantes de Iztapalapa rezaban e imploraban al Señor del Santo Entierro o “Señor de la Cuevita”, el patrono del barrio, que los salvara de una terrible epidemia de cólera morbus que diezmó este poblado.
Cada año, 450 vecinos de todas las edades y los más de 5,000 nazarenos de este popular barrio mexicano participan en la representación de la Pasión de Iztapalapa. Durante la representación, millones de cristianos reviven el sufrimiento del Cristo de Iztapalapa. Algunos cargan cruces o caminan descalzos para acompañar el recorrido santo y buscando una expiación de sus propias culpas.
El que da vida a Cristo debe cargar una cruz de más de 75 kilos a lo largo de tres kilómetros, desde la plaza central de Iztapalapa hasta la cima del Cerro de la Estrella, centro de la crucifixión y antiguo centro ceremonial azteca donde se hacía la ceremonia del fuego nuevo.
Soldados RomanosJesus conducido por soldados
LA HISTORIA
En el año 1833, el pueblo de Iztapalapa en la Ciudad de México, sufrió un ataque epidémico de cólera morbus que prácticamente acabo con todas las personas mayores de esa localidad y muchas familias enteras desaparecieron.
Por tal motivo, los sobrevivientes encontraron una posible salida: pedir fervorosamente al Señor de la Cuevita que la enfermedad terminará pronto, a cambio, ofrecieron representar año con año la pasión de Cristo en Semana Santa.
Dicen las narraciones de aquella época que el milagro se cumplió de manera sorprendente y literalmente “de la noche a la mañana” la epidemia desapareció, la gente se curó y celebraron una fiesta para festejar esto.
Una década después, en 1843, el pueblo entero se entregó con una dedicación y una laboriosidad sorprendente para llevar a cabo lo prometido y agradecerle a su Santo patrono la ayuda que recibieron en los momentos de angustia y desesperación.
La fe de esta localidad pudo más que una epidemia mortal. Desde entonces, la representación de la muerte de Jesús es una de las más coloridas, apasionadas y significativas de todas las que se ven en nuestro país e incluso en el mundo.
LA PASIÓN
Año con año, cerca de millones de personas se acercan a las inmediaciones del Cerro de la Estrella (o Huizachtepetl) para ser partícipes de una de las demostraciones de fe más grande del mundo.
El jardín Cuitlahuac, las explanadas centrales, las iglesias y unos 20 kilómetros que incluyen el recorrido, son el espacio donde se desarrolla el evento y donde nace el alma y el corazón que mantiene unidos a los ocho barrios que conforman al pueblo de Iztapalapa y a la majestuosidad de su tradición.
Iztapalapa, que en náhuatl significa “agua atravesada” o “sobre las losas del agua”, es un poblado lleno de historia, sincretismo religioso y sobre todo. Desde tiempos prehispánicos, este lugar se caracterizó por ser fastuoso, elegante y mágico.
Con canales, templos y palacios, el centro de reunión era el templo dedicado a Tezcatlipoca, justo en el mismo lugar donde ahora se encuentra el Santuario del Calvario, recinto dedicado al Señor de la Cuevita.
Los episodios más importantes tienen lugar el Domingo de Ramos con la Procesión y la Bendición de las Palmas; el Jueves Santo en el Jardín Cuitláhuac, y el Viernes Santo con la secuencia de la sentencia, los azotes, la coronación de espinas y el Vía Crucis que culmina en el Cerro de la Estrella con la crucifixión.
La flagelacion a JesusLos acompañantes que llevan cada uno su cruzLas tres cruces y los actores
LOS PROTAGONISTAS
Al conocerse los días en que va a caer la Semana Mayor, comienzan los preparativos y se selecciona a los protagonistas del drama, quienes inician los ensayos desde enero. El comité organizador también tiene que ver con los escenarios y la coordinación de los movimientos de los personajes en los diferentes lugares donde hay representaciones. Así mismo, concerta con las autoridades de la Delegación la suspensión del tráfico a determinadas horas en los días señalados, las calles por donde pasarán las procesiones, la seguridad de las multitudes que se concentran en las calles, las plazas y los jardines (donde además se establecen los puestos de comida, de antojitos, de diversiones, los juegos mecánicos, todo lo que conforma la feria).
Los papeles ya no se heredan familiarmente como se hacía en otras épocas. Soldados romanos y judíos, integrantes del Sanedrín, vírgenes del pueblo, mujeres de Herodes, romanas, se eligen de entre los habitantes de los diferentes barrios. Los nazarenos son aquellos que por promesa, manda o voluntad propia, se imponen la carga de una cruz a lo largo de todo el trayecto del Vía Crucis, atrás del Cristo. Los actores rivalizan por los papeles principales. Los criterios para seleccionar a los personajes son diversos, y los más estrictos son para designar a los actores principales: los apóstoles y la Virgen María. Cristo, por ejemplo, debe ser fuerte para soportar el recorrido cargando la cruz, soltero, originario de Iztapalapa, de familia cristiana, y poseer un físico que concuerde con la idea que la población tiene de Jesús. Él y otros personajes se dejan crecer el pelo, se lo tiñen.
En torno a él gira toda la actividad ritual y la emotividad afectiva; al dar énfasis a los aspectos humanos de la divinidad, se fomenta la religiosidad popular.
Todos los detalles son objeto de minucioso cuidado: los vestidos, maquillajes, peinados; las pelucas de los soldados romanos, de Cristo, apóstoles y nazarenos. La escenografía, los aspectos visuales; los recorridos, la seguridad de los actores, de los penitentes que pagan mandas, de los devotos y del público asistente a la gran representación. Los parlamentos, la transmisión de los valores, la lección aprendida… en pocas palabras, la continuidad de la tradición popular. Afuera de todos los lugares elegidos para la representación, se levantan miles de puestos-que pagan los derechos a la Delegación-;los ruidos de la música y de los vendedores se mezclan con las voces de los actores.
Jesus crucificadoJesus crucificado con los ladronesMaria recibe a Jesús muerto
EL DRAMA
El Domingo de Ramos, las casas y las calles se llenan de flores, las campanas se echan a vuelo, y un ángel con un niño inician la procesión que avanza lentamente. Los cientos de nazarenos llevan adornos de bandas blancas sobre las túnicas moradas; las vírgenes y las mujeres del pueblo adornan sus cabezas con coronas de flores, la Virgen, la MagdaIena, llevan atuendos únicos. Por momentos IztapaIapa se transforma en JerusaIén, la multitud se dirige al barrio de San Lucas para que el sacerdote bendiga las palmas, los ramos de manzanilla, romero y laurel (éstas se guardan, pues la gente les atribuye poderes curativos). Hay risas cuando se reciben en la cara las gotas de agua bendita; en el atrio se mezclan los olores de los puestos de comida, los gritos de los vendedores, la música de los juegos mecánicos: el pueblo mezcla lo bíblico con lo actual.
EI Jueves Santo, los adornos en las calles son de color blanco y morado; los actores llegan al lugar donde han ensayado; llena de flores y frutas está la cárcel que Cristo ocupará más tarde. De una casa, sale la procesión que inician el niño y el ángel, después las vírgenes, Jesús, los nazarenos, los sacerdotes y dignatarios romanos, flanqueados por los soldados. La procesión recorre las calles de los ocho barrios, y llega hasta la iglesia del Señor de la Cuevita, donde los presentes quieren tocar la urna y pedir gracias. Los nazarenos, que suman cientos, ahora llevan una corona de espinas con flores en la cabeza. Después de la alocución deI obispo en la iglesia, continúa la escena de la última Cena en el Jardín Cuitláhuac; sigue el Lavatorio de los Pies; el Prendimiento, y Ia Oración del Huerto. Los parlamentos no coinciden con Ia Sagrada Escritura, se han transformado al correr de los años según el gusto de los participantes; lo mismo sucede con otros episodios que los lugareños han agregado.
El Viemes Santo congrega multitudes; la presencia de los encargados de la seguridad y de los primeros auxilios a los visitantes es muy evidente. Llevan a Cristo de la cárcel a la explanada,donde hay una columna; ahí se suceden varios episodios. La gente se estremece conmovida por la representación, cuando Jesús vestido de blanco es azotado con unas ramas teñidas de rojo. El rumor aumenta cuando la muchedumbre inicia el recorrido al Calvario-Cerro. La subida es difícil para los penitentes, actores y espectadores que quieren presenciar la escena; algunos se conforman con los periscopios de cartón adquiridos allí mismo. Todos deben llegar al lugar de Ias tres caídas, del encuentro con Ia Verónica, la Samaritana y las santas mujeres.
La procesión avanza lentamente, entre los árboles, en medio de sollozos, lamentos, lágrimas, desmayados y gritos de quienes ofrecen su mercancÍa, desde comida y sombreros, hasta refrescos y aparatos para ver mejor el espectáculo. Los soldados romanos, los más de mil nazarenos que llevan sus cruces a cuestas, los judíos, se entremezclan con los espectadores, Ias santas mujeres, los apóstoles. Todos ellos, que han estado en todos los momentos, llegan hasta el lugar donde están Ias tres cruces. La actuación del Cristo, que llena de fervor a los espectadores e imparte intensa emoción a todas las ceremonias, llega a la culminación con Ia Crucifixión. En el lugar sagrado del cerro, en la cruz más grande se coloca a Jesús.
La mujer que hace el papel de la Virgen, vive sus mejores momentos cuando «Dolorosa» recibe el cuerpo del crucificado; le habla y lo conduce hasta donde se inicia, en la tarde, la Procesión del Silencio. Por las calles de los ocho barrios llevan una imagen del Señor de la Cuevita que cargan unos jóvenes encapuchados. La gente que ha vivido intensamente el drama de Ia Pasión regresa a sus casas. Con el tiempo, la representación ha cambiado: de los atrios de los templos al cerro, de las imágenes y Cristos-niños a los jóvenes cuidadosamente seleccionados por su tipo y estatura, de los parlamentos originalmente hablados ahora cantados en algunos episodios. Han ocurrido transformaciones en las actuaciones, vestuarios, pelucas y maquillajes; en las escenografías y en la extensión del recorrido, aunque los elementos básicos se mantienen a través de los años. Suspendida durante la Revolución, cuentan los lugareños que el propio general Zapata prestó los caballos necesarios para su realización.
La iglesia ahora alienta una representación paralela, diferente a la popular, que considera no está apegada a los textos bíblicos; es de hecho, el reconocimiento de dos puntos de vista: por una parte el de la tradición escrita y sancionada, la litúrgica en el interior del templo, y por otra la celebración callejera que va más allá de una escenificación, pues en ella convergen los ideales, las esperanzas de acabar con muchas de las dificultades de la vida; es más que teatro, es el enlace entre el pasado (el drama) y el presente, la búsqueda de reconocimiento de los organizadores y de los que participan, el gusto de los que toman parte como actores, o como espectadores. Todo ello permite que Ia fiesta, ceremonia o representación continúe por lo que significa no sólo para los de Iztapalapa sino para Ia nación entera.
Se conoce como Triduo Pascual a los tres días en que los católicos celebran la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Comprende el tiempo desde la tarde del Jueves Santo, hasta la tarde del Domingo de Pascua. Es el corazón del año litúrgico.
La expresión Triduo pascual, aplicada a las fiestas anuales de la Pasión y Resurrección, es relativamente reciente, pues no se remonta más allá de los años treinta del siglo XX.
Conmemora, paso a paso, los últimos acontecimientos de la vida de Jesús, desarrollados en tres días.
El triduo estaba formado originariamente por el Viernes y el Sábado santos como días de ayuno, lectura de la pasión y vigilia, junto al Domingo de Resurrección. Posteriormente, entre los siglos III y VIII se añadió el Jueves, que en realidad era el último día de cuaresma y tiempo para preparar el triduo. Estos tres días santos son culminación celebrativa de todo el año litúrgico, retiro espiritual de los creyentes en comunidad y momento principal de decisiones cristianas.
En la Pascua celebramos el memorial de la liberación salvadora (tránsito de Jesucristo de la muerte a la vida), mediante el cual recordamos el pasado, confesamos la presencia de Dios en el presente y anticipamos el futuro. En estricto rigor, la Pascua de Cristo es el paso «de este mundo al Padre» (Jn 13,1). Toda la vida de Cristo es una Pascua: «Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre» (Jn 16,28).
EL JUEVES SANTO
El Triduo Pascual comienza con la misa vespertina de la Cena del Señor del Jueves Santo, día de reconciliación, memoria de la eucaristía y pórtico de la pasión. Se celebra lo que Jesús vivió en la cena de despedida: «Cada vez que coméis de este pan y bebéis de esta copa, proclamáis la muerte del Señor, hasta que él vuelva» (1 Cor 11,26).
Después de una introducción al sentido de la reconciliación previa al triduo, se canta algo apropiado y se hace oración. Dos o tres lecturas bíblicas ayudan a tomar conciencia mediante un examen concreto, hecho eventualmente entre varias personas, según el tema elegido para la revisión. Se puede introducir un gesto penitencial, como es el encendido o apagado de algunas velas, la quema de papeles en un brasero, romper una vasija de barro, etc. Si la comunidad es grande -y en tanto sea posible-, se divide en grupos para tomar conciencia de los pecados. Luego se pide perdón por medio de unas peticiones preparadas; si es posible, se hace también de manera espontánea y se invita a la reconciliación con un silencio prolongado.
Hasta el siglo VII, el Jueves Santo fue día de reconciliación de pecadores públicos, sin vestigios de eucaristía vespertina. A partir del siglo VII se introducen en este día dos eucaristías: la matutina, para consagrar los óleos (necesarios en la vigilia), y la vespertina, conmemoración de la cena del Señor. Todo el misterio del Jueves Santo y del Triduo Pascual se contiene en estas palabras de Juan (13,1): «Era antes de pascua (judía). Sabía Jesús que había llegado para él la hora de pasar de este mundo al Padre (Pascua de Cristo); había amado a los suyos (entrega, Jueves Santo) que vivían en medio del mundo y los amó hasta el extremo (muerte, Viernes Santo). Estaban cenando (eucaristía, pascua cristiana)»… En la eucaristía del Jueves Santo, la Iglesia revive la última cena de despedida de Jesús y celebra la caridad fraterna por medio de dos gestos: uno, testimonial (el lavatorio); el otro, sacramental (la eucaristía).
Con la misa vespertina del jueves comienza actualmente el triduo. Por eso se afirma que el Jueves Santo es «conmemoración de la cena del Señor». Todas las lecturas de este día evocan la entrega de Jesús, que cumple con el viejo rito de la antigua pascua (la lectura), ofrece su cuerpo en lugar del cordero (2ª lectura) y proclama el mandamiento del servicio (evangelio). Pero, al mismo tiempo, Jesús es entregado por Judas y abandonado por los demás discípulos.
Actualmente, al haber declarado Caritas el Jueves Santo como «día del amor fraterno», tanto la institución de la eucaristía como la del sacerdocio han pasado, por así decirlo, a un segundo plano. Sólo quienes participan en los oficios litúrgicos se dan cuenta del misterio que entraña este día.
La celebración vespertina exige una preparación de la capilla o iglesia. Conviene dar un realce especial a la mesa, que, a ser posible, debería ser grande y estar bellamente adornada. El monumento puede hacerse en una mesa sencilla, con vajilla adecuada, de tipo rústico. Se sitúan en el centro del presbiterio los utensilios necesarios para el lavatorio: jarra con agua, jofaina y toalla. Cabe empezar esta celebración fuera, en un patio -si es posible-, con una preparación especial para disponernos a comenzar. Entramos cantando. Transcurre la celebración según el ritual oficial. Después de la primera lectura (Ex 12) se prepara con cierta solemnidad la mesa. Un símbolo importante del Jueves Santo es el lavatorio de los pies, en el que sería bueno que participara el mayor número posible de fieles, y que se hiciera en silencio. Un canto de caridad puede preceder o seguir a este gesto. Después podemos darnos la paz. Se hace una catequesis adaptada a los niños presentes, sobre el sentido del lavatorio en el que participan. En general, puede oírse en estos momentos música clásica, polifonía o canto gregoriano.
Ciertamente, el lavatorio de los pies es un gesto extraño a nuestra cultura, pero ha sido transmitido por los oficios de este día y significa un servicio que exige y requiere humildad. El «monumento» podría situarse en un sitio apropiado del templo, donde se celebrará la «hora santa» Termina el jueves con una oración prolongada personal en silencio.
La hora santa puede hacerse, bien el Jueves Santo por la noche, bien el Viernes por la mañana. Se preparan textos bíblicos, cantos o música para ser oída, fragmentos religiosos literarios, noticias sucintas del mundo, oraciones de petición o de acción de gracias y breves revisiones personales de vida. Recuérdese que el lenguaje religioso o litúrgico es en forma directa, dirigido a Dios. Como texto bíblico, puede utilizarse el discurso de despedida de Juan (caps. 13-17), las «siete palabras» o el itinerario del «via crucis». La experiencia nos dice que esta oración personal es una de las más importantes del año. Podemos contar también con la oración oficial de las Horas.
EL VIERNES SANTO
El Viernes se centra en el misterio de la cruz, instrumento de suplicio y de muerte (madero), pero sinónimo de redención (árbol). En el hecho de la cruz se refleja el sufrimiento de Cristo, como el amor que se anonada, y el juicio de Dios, junto al pecado de la humanidad, presente en el anonadamiento de Jesús por Dios. Este día, denominado antiguamente al modo judío parasceve (preparación), es hoy «celebración de la Pasión del Señor». Conmemoramos la victoria sobre el pecado y la muerte. Jesús murió el 14 de Nisán judío, que aquel año fue viernes. La Iglesia decidió conmemorar la muerte de Cristo en viernes, y su resurrección en domingo.
La actual celebración del Viernes Santo responde a la antigua liturgia cristiana de la palabra, tal como la describe Justino hacia el año 150: proclamación de la palabra de Dios, seguida de aclamaciones, oración de la asamblea por las intenciones de la comunidad y bendición de despedida. La liturgia de la palabra, sin eucaristía, era común en Roma los miércoles y viernes, a la hora de nona, hasta el siglo Vl. En el Viernes Santo se celebraba, desde el siglo IV, un oficio de la palabra propio del día, con los elementos actuales: lecturas, oraciones solemnes, adoración de la cruz y comunión.
La actual celebración del Viernes Santo es austera: gira en torno a la inmolación del Señor. Se introduce la celebración mediante una catequesis apropiada sobre el relato de la Pasión. Comienza por un rito inicial antiguo, la postración del celebrante y de sus ayudantes en silencio. La primera lectura, denominada «Pasión según Isaías», es el cuarto canto del siervo de Yahvé, aplicado proféticamente a Jesús. En la segunda lectura, el siervo es el sumo sacerdote que se entrega por los demás. El evangelio es el relato de la Pasión de San Juan, donde la cruz es la suprema revelación del amor de Dios. Puede leerse la Pasión entre varios, dividida en cinco escenas: huerto de los olivos, interrogatorio religioso, interrogatorio político, crucifixión y sepultura. Se intercalan entre escena y escena momentos de oración, canto o música y reflexión. Un texto largo, como el de la Pasión, se sigue mejor con el mismo en la mano y, por supuesto, en posición sedente. A la hora de la crucifixión se pueden clavar dos tablas grandes que formen luego una cruz.
Al final de la lectura evangélica, las personas que se han identificado con los personajes principales de la Pasión expresan en voz alta y de forma directa una reflexión actualizada. Se comienza diciendo, por ejemplo, «yo soy Pedro», «soy la Magdalena», etc. Sigue la oración universal, formulario romano del siglo v. Las oraciones solemnes y los improperios caben ser revisados cada año. Después es adorada la cruz (una sola, no varias) por el pueblo, precedida de su ostentación ante la asamblea: «Mirad el árbol de la cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo». A la adoración de la cruz le precede una monición adecuada y la lectura de la «Pasión según Isaías».
El gesto de adoración se hace espontáneamente, como cada persona lo desee, mediante un beso, abrazo, inclinación, de rodillas, tocando el madero, etc. Los matrimonios pueden ir juntos a adorar la cruz, a ser posible con sus hijos. Los improperios evocan el misterio de la glorificación de Jesús, que muere herido de amor y de ternura hacia su pueblo. La celebración concluye con la comunión precedida y seguida de una oración comunitaria y personal.
Para nuestro pueblo, el Viernes Santo es un día de dolor, manifestado por dos figuras: el Nazareno y la Dolorosa. Los oficios de este día son desplazados casi totalmente por las procesiones del catolicismo popular. Han decaído las devociones de las «siete palabras» y del «via crucis», actos típicos de la noche del jueves ante el monumento.
LA VIGILIA PASCUAL
La Vigilia Pascual es la celebración más importante del año, la culminación de la Semana Santa y el eje de toda la vida cristiana, hasta el punto de haber sido denominada «madre de todas las vigilias». Sin embargo, todavía está lejos de significar algo importante para nuestro pueblo, que se hace presente, sobre todo, en las procesiones del viernes. Para muchos de nuestros fieles sigue siendo el Viernes Santo el día decisivo. Con todo, la resurrección de Jesús es dato básico de la confesión de fe, comunicación de nueva vida e inauguración de nuevas relaciones con Dios.
Según la actual liturgia, el sábado es día de meditación y de reposo, de paz y de descanso, sin misa ni comunión, con el altar desnudo. La Vigilia Pascual más antigua que se conoce es del siglo III. Hacia el año 215, según la Tradición de Hipólito, el bautismo era celebrado, con la eucaristía, en la Vigilia Pascual. Esto se generalizó en el siglo IV. A finales de este siglo algunas Iglesias introdujeron el lucernario pascual, que finalmente se extendió a todas partes. A partir del siglo Xll se comenzó a bendecir el fuego.
Con la noche del sábado se inicia el tercer día del triduo. Según el misal, es noche de vela. Está constituida por una larga celebración de la palabra que acaba con la eucaristía. Se inicia el acto con una hoguera. En un primer momento, puede prenderse un «fuego de campamento», con cantos jubilosos, danza de niños y mayores alrededor del fuego, y quema de cosas que rechazamos: juguetes bélicos, prensa mentirosa, jeringuillas de droga, etc. e empieza la celebración con una monición para dar sentido a todo el acto, que tiene cuatro partes:
a) La liturgia de la luz
Se desarrolla de noche, fuera del templo, en torno al cirio, símbolo de Cristo, al que siguen los bautizados con sus luminarias encendidas. El lucernario, o rito del fuego y de la luz, tiene su origen en la práctica judía y cristiana primitivas de encender una lámpara a la llegada de la noche, junto con una bendición. Los fieles, con los cirios apagados en la mano, son los «exiliados». Con el fuego se enciende el cirio pascual, y con éste se encienden las velas que portan los fieles; de este modo, se entra en procesión en la iglesia, ya preparada y adornada profusamente. El cirio encendido evoca la resurrección de Cristo. Dentro del templo se proclama el pregón pascual, canto de esperanza y de triunfo; su texto debiera ser propio cada año. Dentro del Exultet caben aclamaciones festivas de la asamblea.
b) La liturgia de la palabra
En esta segunda parte se describe la historia de la salvación. Son fundamentales las lecturas del Génesis (creación), Éxodo (liberación de Egipto), Profetas (habrá una nueva liberación) y Evangelio (proclama de la resurrección). Esta parte consta de una introducción catequética y de varias lecturas que narran la historia de la salvación, hasta llegar al evangelio. Se intercalan las lecturas con cantos, oraciones o noticias breves. Proclamada la resurrección, aplaudimos, cantamos festivamente e incluso puede hacerse una danza, repartirse flores y hasta encender bengalas. Todo gravita en torno a la Pascua del Señor.
c) La liturgia del agua
La tercera parte celebra el nuevo nacimiento. Se desarrolla especialmente cuando hay bautismos, sobre todo de adultos. En el caso del bautismo de niños, los padres hacen la petición, el presidente de la comunidad responde, se convoca a los santos en las letanías, se bendice el agua, se exhorta a la profesión de fe y a los compromisos cristianos y se procede al bautismo. Las promesas bautismales se renuevan estando todos de pie, con los cirios encendidos, mediante un diálogo que concluye con la aspersión. Un gran aplauso rubrica el acto sacramental.
d) La liturgia eucarística
La eucaristía es la cumbre de la vigilia. Los recién bautizados participan activamente en la oración universal, procesión de ofrendas y comunión. Tras una monición adecuada, se procede a preparar solemnemente la mesa con flores, cirios y toda clase de ofrendas, en un «ofertorio» en el que pueden intervenir también los niños (cabe incluso una danza a la hora de llevar los dones). La anáfora también debiera ser nueva cada año. Al final de la fiesta, después de la comunión, se acaba con un encuentro festivo, en el que no debe faltar un sencillo ágape en el que participen todos los asistentes. La eucaristía pascual anuncia solemnemente la muerte del Señor y proclama su resurrección en la espera de su venida.
LA EUCARISTÍA PASCUAL
En la eucaristía del Domingo de Resurrección se comenta la experiencia del triduo, y varios participantes del mismo dan testimonio al reconocer que su vida cristiana se ha visto robustecida por estas celebraciones regeneradoras, al modo de unos «ejercicios espirituales» litúrgicos. El acontecimiento pascual, sacramentalmente celebrado en la eucaristía, no se reduce sólo a Cristo y a la Iglesia, sino que tiene relación con el mundo y con la historia. La Eucaristía Pascual es promesa de la Pascua del universo, una vez cumplida la totalidad de la justicia que exige el reino. Todo está llamado a compartir la Pascua del Señor, que, celebrada en comunidad, anticipa la reconciliación con Dios y la fraternidad universal.
El día pascual de la resurrección, Jesús comió con los discípulos de Emaús y con los Once en el cenáculo. Son comidas transitorias entre la resurrección y la venida del Espíritu. Estas comidas expresan el perdón a los discípulos y la fe en la resurrección. Enlazan las comidas prepascuales de Jesús con la eucaristía. Denominada «fracción del pan» por Lucas y «cena del Señor» por Pablo, se celebraba al atardecer, a la hora de la comida principal. Había desde el principio un servicio eucarístico (mesa del Señor) y un servicio caritativo (mesa de los pobres). Se festejaba el «primer día de la semana», con un ritmo celosamente guardado. Surge así la celebración del día del Señor (pascua semanal), y poco después la celebración anual de la Pascua.
Fuente: CASIANO FLORISTAN ” DE DOMINGO A DOMINGO EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS”
El triduo pascual se consideraba como tres días de preparación a la fiesta de pascua; comprendía el jueves, el viernes y el sábado de la semana santa. Era un triduo de la pasión.
En el nuevo calendario y en las normas litúrgicas para la semana santa, el enfoque es diferente. El triduo se presenta no como un tiempo de preparación, sino como una sola cosa con la pascua. Es un triduo de la pasión y resurrección, que abarca la totalidad del misterio pascual…
Así se expresa en el calendario:
Cristo redimió al género humano y dio perfecta gloria a Dios principalmente a través de su misterio pascual: muriendo destruyó la muerte y resucitando restauró la vida. El triduo pascual de la pasión y resurrección de Cristo es, por tanto, la culminación de todo el año litúrgico.
Los primeros testimonios explícitos de la celebración anual de la Pascua son de la mitad del siglo II y provienen de las Iglesias de Asia Menor que celebraban la Pascua el 14 de Nisán, día en que los judíos tenían prescrito inmolar los corderos. Estos cristianos, llamados precisamente “cuartodecimanos”, convencidos de que la muerte de Cristo había sustituido el Pesah judaico, celebraban la Pascua ayunando el 14 de Nisán y terminaban el ayuno con la celebración eucarística que tenía lugar al final de la vigilia nocturna entre el 14 y el 15 de Nisán. Las otras iglesias, guiadas por Roma, celebraban la Pascua el domingo después del 14 de Nisán.
Eusebio de Cesarea (+ 339-490) nos informa en su Historia Eclesiástica (5, 23-25) que esta diversidad de fechas provocó una seria controversia entre Roma y las Iglesias del Asia Menor, polémica que llegó a su culmen en tiempos del papa Víctor (193-203). La controversia no consistía en el dilema de si la Pascua recuerda la muerte o si en cambio recuerda la resurrección de Cristo sino en el dilema de si la Pascua debía ser celebrada en el día de la muerte o en el día de la resurrección de Cristo. Es de notar que, en el curso del siglo III, se impone la fecha dominical de la Pascua.
Las más antiguas fuentes que testimonian la celebración anual de la Pascua provienen del área del Asia Menor y son: la Epístola de los Apóstoles, texto apócrifo escrito en torno al 150; la homilía Sobre la Pascua de Melitón de Sardes, del año 165 aproximadamente; una homilía Sobre la Santa Pascua de un Anónimo cuartodecimano de fines del siglo II; más otros textos menores. En estos documentos, la celebración de la Pascua se presenta esencialmente como un ayuno riguroso, generalmente de dos o tres días, seguidos de una asamblea nocturna de oración y lecturas (aparece la lectura de Ex. 12: la inmolación del cordero pascual), concluida luego por la celebración eucarística.
En Occidente, los testimonios sobre las celebraciones pascuales son escasos en los primeros cuatro siglos; luego, en cambio, en los siglos V-VII, son más abundantes. San Ambrosio (+397) y san Agustín (+430) hablan del “triduo sacro” (o “sacratísimo”) para indicar los días en que Cristo ha sufrido, ha reposado en el sepulcro y ha resucitado.
En cuanto a la celebración del Triduo sacro en Roma, cerca del año 416, una carta del papa Inocencio I al obispo Decenzio de Gubbio, aunque no habla de “triduo”, menciona una celebración especial de la pasión el viernes y de la resurrección el domingo, y también el ayuno del viernes y del sábado. Este mismo documento testimonia que el jueves antes de Pascua no hacía referencia alguna al Triduo sacro pero era el día de la reconciliación de los penitentes. Luego, en el siglo VII, la reconciliación de los penitentes es insertada en el marco de una Misa matutina celebrada en los Títulos romanos (cfr. Sacramentario Gelasiano, nn. 352-367). El mismo Gelasiano (nn. 391-394) es testigo de una segunda Misa, que inicia desde el ofertorio, celebrada en la tarde del jueves en los Títulos, cuyo tema central es la doble “entrega” (= traditio): la entrega que Judas hace de Jesús a sus enemigos, y la entrega que Jesús hace de sí mismo a los discípulos en la Eucaristía. En la Basílica lateranense, en cambio, el Papa celebra a mediodía una Misa conmemorativa de la Cena del Señor, en el curso de la cual son bendecidos el crisma y los oleos (cfr. Gelasiano, nn. 375-390; Gregoriano nn. 328-337).
El Pontifical Romano-germánico del siglo X conoce sólo la Misa crismal (n. XCIX, 222) y la de la tarde (n. XCIX, 252) anticipada ya a la hora tercia, y coloca la reconciliación de los penitentes antes de la Misa crismal (n. XCIX, 224). Los libros litúrgicos del siglo XIII y el Misal Romano pos-tridentino de 1570 tienen sólo el formulario correspondiente a la Misa que recuerda la institución eucarística. La confección del crisma y la bendición de los óleos tienen lugar en las catedrales y son reportadas por los Pontificales (cfr. Pontifical Romano de 1596, Parte III). En el siglo XVI, la única Misa del Jueves santo ya ha sido anticipada a la mañana.
Con respecto a la conservación y adoración del Santísimo Sacramento en el Jueves santo, las primeras manifestaciones las encontramos en los siglos XII-XIII (recordemos que en 1264 Urbano II instituyó la fiesta del “Corpus Domini”). La centralidad que progresivamente adquiere la adoración de las especies sacramentales en la piedad del pueblo cristiano es uno de los elementos decisivos que hará del Jueves santo un día del Triduo sacro.
El Viernes santo en Roma, en el siglo V, según las homilías de san León y la ya citada carta del papa Inocencio I, se celebra exclusivamente una liturgia de la Palabra. A mitad del siglo VII, la liturgia papal nos ha transmitido sólo las oraciones solemnes que pertenecen a la liturgia de la Palabra (cfr. Gregoriano, nn. 338-355). En la misma época, en las iglesias presbiterales de los Títulos, la liturgia de la Palabra es unida a la adoración de la Cruz y a la comunión de todos los participantes con pan y vino consagrados el día anterior (cfr. Gelasiano, nn. 395-418). En los libros litúrgicos de la alta Edad Media, la comunión no es practicada siempre. En los libros litúrgicos del siglo XIII, está prescrita sólo la comunión del Pontífice. Surgirá así la costumbre que reservará la comunión únicamente al presidente de la celebración. Esta norma pasa al Misal de Pío V de 1570 y permanece en vigor hasta la reforma de Pío XII de 1956, que permitirá de nuevo la comunión de todos los participantes.
El Sábado santo fue originariamente un día alitúrgico, dedicado a la oración, a la penitencia y al ayuno.
Momento culminante y núcleo del que ha nacido el Triduo Sacro es la Vigila pascual. En el siglo VII, tiene una rica estructura ritual basada en tres elementos fundamentales: celebración de la Palabra, celebración del bautismo y celebración eucarística (para la liturgia papal: Gregoriano, nn. 362-382; para la liturgia de los Títulos presbiterales: Gelasiano, nn. 425-462). Es de notar que la liturgia de los Títulos inicia con el encendido y bendición del cirio pascual, rito que es acogido sólo más tarde en la liturgia papal.
La celebración de la Vigilia tiende cada vez más a anticiparse a las horas de la tarde hasta que con el Misal de Pío V de 1570 es fijada en la mañana del sábado. En este contexto, aparece y se consolida la Misa del domingo de Pascua: el Gelasiano (nn. 463-467) y el Gregoriano (nn. 383-391) ofrecen cada uno un formulario dominical en el cual la resurrección es presentada como parte del único misterio pascual. Las fuentes posteriores hablarán ya de domingo “de Resurrección”. Respecto al ordenamiento de las lecturas bíblicas de la Vigilia pascual, los autores no están de acuerdo en la interpretación de los datos provistos por los antiguos Leccionarios y Sacramentarios. Según la opinión más común, la antigua liturgia romana conocía dos esquemas de lecturas: uno que forma parte del Gregoriano (nn. 36-372) con cuatro lecturas del Antiguo Testamento más dos del Nuevo, y otro que forma parte del Gelasiano (nn. 431-443) con diez lecturas del Antiguo Testamento más dos del Nuevo. Posteriormente, en el Misal Romano de 1570, las lecturas llegarán a ser hasta doce del Antiguo Testamento más dos del Nuevo. La reforma de Pío XII de 1956 reduce las lecturas y conserva las dos del Nuevo (Col. 3, 1-4; Mt. 28, 1-7).
El Triduo Sacro forma parte de lo que hoy llamamos Semana Santa, la cual tenía ya en los siglos VI-VII su propia personalidad celebrativa, cuyo núcleo central es la pasión del Señor, tema que en los antiguos Sacramentarios da el nombre al domingo que precede al de Pascua. El rito de los Olivos, que en Jerusalén caracterizaba este domingo en la segunda parte del siglo IV, llegará a Roma sólo a fines del siglo X.
En base a artículo del Padre Matias Augé en Messainlatino.it traducido por La Buhardilla de Jerónimo
Iglesia San Pedro Gallicantu (Originalmente Casa de Caifas) en donde San Pedro negó 3 veces a Nuestro Señor y en donde Jesus estuvo prisionero por ordenes de Caifas, despues de ser arrestado
Iglesia San Pedro Gallicantu (Originalmente Casa de Caifas) en donde San Pedro negó 3 veces a Nuestro Señor y en donde Jesus estuvo prisionero por ordenes de Caifas, despues de ser arrestado
JUDAS Y LOS SOLDADOS. LA MADERA DE LA CRUZ
Al principio de su cuidadosa traición, Judas no creía que ésta tuviera el resultado que tuvo. Entregando a Jesús pretendía obtener la recompensa ofrecida y complacer a los fariseos. No pensó en el juicio ni en la crucifixión; sus miras no iban más allá. Sólo pensaba en el dinero, y desde hacía mucho había estado en contacto con algunos fariseos y algunos saduceos astutos que lo adulaban incitándolo a la traición. Judas estaba cansado de la vida errante y penosa de los apóstoles. En los últimos meses había estado robando las limosnas de las que era depositario, y su avaricia, exacerbada por la visión de Magdalena ungiendo los pies de Jesús con caro perfume, lo empujó a consumar su acto. Siempre había esperado de Jesús que estableciera un reino temporal en el que él creía que iba a tener un empleo brillante y lucrativo. Pero, al ir viéndose defraudado en sus expectativas, se dedicó a atesorar dinero. Veía que las penalidades y las persecuciones de los seguidores de Jesús iban en aumento y él quería ponerse a bien con los poderosos enemigos de Nuestro Señor antes de que llegase el peligro. Judas veía que Jesús no llegaría a ser rey, y que, por otra parte, la auténtica dignidad y poder era detentado por el Sumo Sacerdote, y por todos aquellos que estaban a su servicio. Todo esto lo impresionó vivamente. Se iba acercando cada vez más a los agentes del Sumo Sacerdote, que lo adulaban constantemente y le aseguraban, con grancontundencia, que en todo caso, pronto acabarían con Jesús. Él iba escuchando cada vez más los criminales intentos de corrupción y, durante los últimos días, no había hecho más que intentar forzar un acuerdo. Pero los sacerdotes todavía no querían comenzar a obrar y lo trataron con desprecio. Decían que faltaba poco tiempo para la fiesta y que esto causaría desorden y tumulto. Sólo el Sanedrín prestó alguna atención a las proposiciones de Judas. Tras la sacrílega recepción del Sacramento, Satanás se apoderó de él y salió a concluir su crimen. Buscó primero a los negociadores que hasta entonces lo habían lisonjeado y que lo acogieron con fingida amistad. Vinieron después otros entre los cuales estaban Caifás y Anás, pero este último lo trató con considerable altivez y mofa. Andaban indecisos y no estaban seguros del éxito porque no se fiaban de Judas.
Cada uno tenía una opinión diferente y lo primero que preguntaron a Judas fue: «¿Podremos cogerlo? ¿No tiene hombres armados consigo?» Y el traidor respondió: «No, está solo con sus once discípulos; Él está descorazonado y los once son hombres cobardes.» Les urgió a apresar a Jesús, les dijo que era entonces o nunca, que en otra ocasión tal vez no pudiera entregarlo, que ya no volvería a formar parte de sus seguidores. También les dijo que si no cogían a Jesús entonces, éste se escaparía y volvería con un ejército de sus partidarios, para ser proclamado rey. Estas palabras de Judas produjeron su efecto. Sus propuestas fueron aceptadas por él y recibió el precio de su traición: treinta monedas de plata.
Judas, por su lenguaje y sus comentarios, se dio cuenta de que los sacerdotes lo despreciaban, así que, llevado por su orgullo, quiso devolverles el dinero para que lo ofrecieran en el Templo, a fin de parecer a sus ojos como un hombre justo y desinteresado. Pero ellos rechazaron su propuesta, porque era dinero de sangre y no podía ofrecerse en el Templo. Judas vio hasta qué punto lo despreciaban y concibió hacia ellos un profundo resentimiento. No esperaba recoger tan amargos frutos de su traición aun antes de consumarla; pero se había comprometido tanto con aquellos hombres, que estaba en sus manos y no podía librarse de ellos. Lo estuvieron vigilando y no le dejaron salir hasta que les explicó paso por paso lo que tenían que hacer para hacerse con Jesús. Tres fariseos fueron con él cuando bajó a una sala, donde estaban los soldados del Templo, que no eran sólo judíos, sino de todas las naciones. Cuando todo estuvo preparado y se hubo reunido el suficiente número de soldados, Judas corrió al cenáculo, acompañado de un servidor de los fariseos para ver si Jesús estaba todavía allí. De haber estado, hubiera resultado fácil cogerle, cerrando todas las puertas. Una vez hecha la comprobación, debía mandarles la información con un mensajero.
Poco antes de que Judas recibiese el precio de su traición, un fariseo había salido y mandado siete esclavos a buscar madera para preparar la cruz de Jesús, porque en caso de que fuera juzgado al día siguiente no daría tiempo a hacerlo, a causa del principio de la Pascua. Cogieron la madera a un cuarto de legua de allí, de un lugar donde había gran cantidad de madera perteneciente al Templo. Luego la llevaron a una plaza detrás del Tribunal de Caifás. La cruz fue construida de un modo especial, bien fuera porque querían burlarse de su dignidad de Rey, o bien por una casualidad aparente. Se componía de cinco piezas, sin contar la inscripción. Vi otras muchas cosas relativas a la cruz, y se me permitió conocer otras muchas circunstancias relacionadas con eso, pero todo se me ha olvidado.
Judas volvió diciendo que Jesús no estaba en el cenáculo, pero seguro que debía de estar en el monte de los Olivos. Pidió que enviaran con él una pequeña partida de soldados, por miedo a que los discípulos, alarmados, iniciasen una revuelta. Trescientos hombres debían ocupar las puertas y las calles de Ofel, la parte de la ciudad situada al sur del Templo, y el valle del Millo, hasta la casa de Anás, en lo alto de Sión, a fin de actuar como refuerzos de ser necesario, pues se decía que todos en el pueblo de Ofel eran seguidores de Jesús. El traidor les dijo también que tuviesen cuidado de no dejarlo escapar, pues con medios misteriosos había desaparecido muchas veces en el monte, volviéndose invisible a los ojos de los que le acompañaban. Los sacerdotes le contestaron que si alguna vez caía en sus manos, ellos se encargarían de no dejarlo ir.
Judas se puso de acuerdo con quienes lo iban a acompañar. Él entraría en el huerto, delante de ellos, se acercaría a Jesús, y como amigo y discípulo que era de Él, lo saludaría y lo besaría, entonces, los soldados debían presentarse y prenderlo. Los soldados tenían orden de mantenerse cerca de Judas, vigilarlo estrechamente y no dejarlo ir hasta que cogieran a Jesús, porque había recibido su recompensa y temían que se escapase con el dinero y después de todo Jesús no fuera arrestado, o que apresaran a otro en su lugar. El grupo de hombres escogido para acompañar a Judas se componía de veinte soldados de la guardia del Templo y de otros que estaban a las órdenes de Anás y Caifás. Iban ataviados de forma muy parecida a los soldados romanos, pero éstos tenían largas barbas. Los veinte llevaban espadas. Además, algunos tenían picas y llevaban palos con linternas y antorchas, pero cuando emprendieron la marcha, no encendieron más que una, Al principio habían intentado que Judas llevara una escolta más numerosa, pero él dijo que eso los descubriría fácilmente, porque desde el monte de los Olivos se dominaba todo el valle. La mayoría de los soldados se quedaron pues en Ofel y fueron colocados centinelas por todas partes. Judas se marchó con los veinte soldados, pero fue seguido a cierta distancia de cuatro esbirros de la peor calaña, que llevaban cordeles y cadenas. Detrás de éstos venían los seis agentes, con los que Judas había tratado desde el principio.
Los soldados se mostraron amistosos con Judas hasta llegar al lugar donde el camino separa el huerto de los Olivos del de Getsemaní. Una vez allí, se negaron a que siguiera solo, y lo trataron con dureza e insolencia.
EL PRENDIMIENTO DE JESÚS
Cuando Jesús, con los tres apóstoles, llegó a donde se cruzan los caminos de Getsemaní y el huerto de los Olivos, Judas y su gente aparecieron a veinte pasos de allí, a la entrada del camino. Hubo una discusión entre Judas y los soldados, porque aquél quería que se apartasen de él para poder acercarse a Jesús como amigo, a fin de que no pareciera que iba con ellos, pero los soldados le dijeron con rudeza: «Ni hablar, amigo, no te escurrirás de nuestras manos hasta que tengamos al Galileo.» Viendo que los ocho apóstoles corrían hacia Jesús al oír la disputa, llamaron a los cuatro esbirros que los seguían a cierta distancia. Cuando Jesús y los tres apóstoles vieron, a la luz de la antorcha, aquella tropa de gente armada, Pedro quiso echarlos de allí por la fuerza y dijo: «Señor, nuestros compañeros están cerca de aquí, ataquemos a los soldados.» Pero Jesús le dijo que se mantuviera tranquilo y retrocedió algunos pasos. Cuatro de los discípulos salieron en ese momento del huerto de Getsemaní y preguntaron qué sucedía. Judas quiso contestarles y despistarlos contándoles cualquier cosa, pero los soldados se lo impidieron. Estos cuatro discípulos eran Santiago el Menor, Felipe, Tomás y Natanael; este último era hijo del anciano Simeón, y junto con algunos otros enviados por los amigos de Jesucristo para saber noticias de Él, se había encontrado en Getsemaní con los ocho apóstoles. Otros discípulos andaban por aquí y por allí observando y prestos a huir si era necesario.
Jesús se acercó a la tropa y dijo en voz alta e inteligible: «¿A quién buscáis?» Los jefes de los soldados respondieron: «A Jesús de Nazareth». «Soy yo», replicó Jesús. Apenas había pronunciado estas palabras cuando los soldados cayeron al suelo como atacados de una apoplejía. Judas, que estaba todavía junto a ellos, se sorprendió, e hizo ademán de acercarse a Jesús. Nuestro Señor le tendió la mano y le dijo: «Amigo mío, ¿a qué has venido?» Y Judas, balbuceando, le habló de un asunto que le habían encargado. Jesús le respondió algo parecido a «Más te valdría no haber nacido», pero no recuerdo las palabras exactas. Mientras tanto, los soldados se habían puesto de pie y se acercaron a Jesús esperando el beso del traidor, que sería la señal para que ellos reconocieran al nazareno. Pedro y los demás discípulos rodearon a Judas y le llamaron traidor y ladrón; él intentó defenderse con toda clase de mentiras, pero no le sirvió de nada, porque los soldados lo defendían contra los apóstoles y con su actitud dejaban clara la verdad.
Jesús preguntó por segunda vez: «¿A quién buscáis?» Ellos volvieron a responder: «A Jesús de Nazaret.» «Soy yo, ya os lo he dicho; yo soy aquel a quien buscáis; dejad a estos que sigan su camino.» A estas palabras, los soldados cayeron por segunda vez con convulsiones semejantes a las de la epilepsia, y Judas fue rodeado de nuevo por los apóstoles, exasperados contra él. Jesús les dijo a los soldados: «Levantaos», y ellos lo hicieron, al principio mudos de terror. Cuando recuperaron el habla conminaron a Judas a que les diera la señal convenida, pues tenían orden de coger a aquel a quien él besara. Entonces Judas se acercó a Jesús y le dio un beso, diciendo: «Maestro, yo te saludo.» Jesús le dijo: «Judas, ¿vendes al Hijo del Hombre con un beso?» Entonces los soldados rodearon inmediatamente a Jesús y los esbirros que se habían acercado lo sujetaron. Judas quiso huir, pero los apóstoles no se lo permitieron; se abalanzaron sobre los soldados, gritando: «Maestro, ¿debemos atacarlos con la espada?» Pedro, más impetuoso que los otros, cogió la suya, y, sin esperar la respuesta de Jesús, se lanzó contra Maleo, criado del Sumo Sacerdote, que intentaba apartar a los apóstoles, y le cortó la oreja derecha. Maleo cayó al suelo y siguió un gran tumulto.
Los esbirros querían atar a Jesús; los soldados los rodeaban. Cuando Pedro hirió a Maleo, el resto de los soldados se dispusieron a repeler el ataque de los discípulos que se acercaban, y a perseguir a los que huían. Cuatro discípulos aparecieron a lo lejos, y parecían dispuestos a intervenir, pero los soldados estaban todavía aterrorizados por su última caída, y no se atrevían a alejarse y dejar a Jesús sin un cierto número de hombres que lo vigilaran. Judas, que había huido tan pronto como dio el beso de traidor, fue detenido a poca distancia por algunos discípulos que le llenaron de insultos y reproches; pero los seis fariseos que venían detrás lo liberaron, y él escapó mientras los cuatro esbirros se ocupaban de atar a Nuestro Señor.
En cuanto Pedro atacó a Maleo, Jesús le había dicho en seguida: «Guarda tu espada en la vaina, pues el que empuña la espada, por espada perecerá. ¿Crees tú que yo no puedo pedir a mi Padre que me envíe dos legiones de ángeles? ¿Cómo van a cumplirse las profecías si lo que debe ser hecho no se hace?» Después dijo: «Dejadme curar a este hombre.» Y acercándose a Maleo, tocó su oreja, rezó y se restituyó. Los soldados estaban a su alrededor, con los esbirros y los seis fariseos, quienes, lejos de conmoverse con el milagro, seguían insultándolo diciéndole a la tropa: «Es un enviado del diablo. La oreja parecía cortada por sus brujerías, y por sus mismas artimañas ahora parece pegada de nuevo.»
Entonces, Jesús, dirigiéndose a ellos, dijo: «Habéis venido a cogerme como a un asesino, con armas y palos; todos los días he estado predicando en el Templo y no me habéis prendido. Pero ésta es vuestra hora, el poder de las tinieblas ha llegado.»
Los fariseos mandaron que lo atasen todavía más fuerte y se burlaban de él diciéndole: «No has podido vencernos con tus hechizos.» Jesús contestó, pero no recuerdo sus palabras; después de eso, los discípulos huyeron. Los cuatro esbirros y los seis fariseos no cayeron cuando los soldados fueron afectados por el ataque, porque, como luego me fue revelado, estaban totalmente entregados al poder de Satanás, lo mismo que Judas, que tampoco cayó aunque estaba al lado de los soldados. Todos los que cayeron y se levantaron llegaron a convertirse después en cristianos. Estos soldados sólo habían rodeado a Jesús, pero no le habían puesto las manos encima. Maleo se convirtió instantáneamente tras su curación, y durante la Pasión sirvió de mensajero entre María y los otros amigos de Nuestro Señor.
Los esbirros ataron a Jesús con la brutalidad de un verdugo. Eran paganos y de lo más bajo que se pueda imaginar. Eran pequeños, robustos y muy ágiles; por el color de su piel y su complexión, parecían esclavos egipcios; llevaban el cuello, los brazos y las piernas desnudos. Ataron a Jesús las manos sobre el pecho con cuerdas nuevas y muy duras. Le ataron el puño derecho debajo del codo izquierdo, y el puño izquierdo debajo del codo derecho. Alrededor de la cintura le pusieron una especie de cinturón con puntas de hierro, al cual le fijaron las manos con ramas de sauce; al cuello le pusieron una especie de collar de puntas, del cual salían dos correas que se cruzaban sobre el pecho como una estola, e iban sujetas al cinturón. De éste salían cuatro cuerdas con las cuales tiraban al Señor de un lado y de otro de la manera más cruel. Todas las cuerdas eran nuevas y yo creo que fueron compradas por los fariseos cuando acordaron arrestar a Jesús.
Encendieron las antorchas y la procesión se puso en marcha. Diez soldados caminaban delante; les seguían los esbirros, que iban tirando de Jesús por las cuerdas; detrás de ellos, los fariseos, que lo llenaban de injurias; los otros diez soldados cerraban la marcha. Los discípulos iban siguiéndolos a cierta distancia, dando gritos y fuera de sí por la pena. Juan seguía de cerca a los últimos soldados, hasta que los fariseos, viéndolo solo, ordenaron a los guardias que lo cogieran. Los soldados obedecieron y corrieron hacia él; pero logró huir dejando entre sus manos la prenda por la cual lo habían cogido. Se le habían quedado la sobretúnica, y no le quedaba puesto más que una túnica interior, corta y sin mangas, y una banda de lienzo que los judíos llevan ordinariamente alrededor del cuello, de la cabeza y de los brazos. Los esbirros maltrataban a Jesús de la manera más cruel, para adular bajamente a los seis fariseos, que estaban llenos de odio y de rabia contra el Salvador. Lo llevaban por caminos ásperos por encima de las piedras, por el lodo, e iban tirando de las cuerdas con toda su fuerza. En la mano llevaban otras cuerdas con nudos, y con ellas le pegaban, como un carnicero pega a la res que lleva a la carnicería. Acompañaban este cruel trato de insultos tan innobles e indecentes, que no puedo repetirlos. Jesús estaba descalzo; además de su túnica ordinaria llevaba una túnica de lana sin costuras y una sobrevesta por encima. Cuando lo prendieron no recuerdo que presentasen ninguna orden ni documento legal de arresto. Lo trataron como a una persona fuera de la ley.
La comitiva avanzaba a buen paso. Cuando abandonaron el camino que queda entre el huerto de los Olivos y el de Getsemaní, torcieron a la derecha y pronto alcanzaron el puente sobre el torrente de Cedrón. Jesús no había pasado por este puente al ir al huerto de los Olivos, sino que tomó un camino que daba un rodeo por el valle de Josafat, y conducía a otro puente más al sur. El de Cedrón era muy largo, porque se extendía más allá de la ensenada del torrente, a causa de la desigualdad del terreno. Antes de llegar a ese puente, vi como Jesús cayó dos veces en el suelo, a causa de los violentos tirones que le daban. Pero cuando llegaron a la mitad del puente dieron rienda suelta a sus brutales inclinaciones; empujaron a Jesús con tal violencia que lo echaron desde allí al agua, diciéndole que saciara su sed. Si Dios no lo hubiera protegido, la simple caída hubiera bastado para matarlo. Cayó primero sobre sus rodillas y luego sobre su cara, que pudo cubrirse con las manos que, si antes habían estado atadas, ahora estaban libres. No sé si por milagro o porque los soldados habían cortado las cuerdas antes de empujarlo al agua. La marca de sus rodillas, sus pies y sus codos, quedó milagrosamente impresa en la piedra donde cayó, y esta marca fue después un motivo de veneración para los cristianos. Esas piedras eran menos duras que el corazón de los impíos hombres que rodeaban a Nuestro Señor, y les tocó ser testigos de aquellos terribles momentos del Poder Divino.
No había visto beber a Jesús ni un trago, a pesar de la sed ardiente que siguió a su agonía en el huerto de los Olivos, pero sí bebió entonces agua del Cedrón, cuando lo arrojaron en él, y entonces lo oí repetirse estas proféticas palabras de los Salmos que dicen: «En el camino beberá agua del torrente.» Los esbirros sujetaban siempre los cabos de las cuerdas con las que Jesús estaba atado. Como no pudieron hacerle atravesar el torrente, a causa de una obra de albañilería que había al lado opuesto, lo hicieron volver atrás y lo arrastraron de nuevo hasta arriba, hasta el borde del puente. Entonces, estos miserables lo hicieron caminar a empujones por él, llenándolo de insultos. Su larga túnica de lana, toda empapada en agua, se pegaba a sus miembros, y apenas podía caminar. Al otro lado del puente, cayó otra vez en el suelo. Lo levantaron con violencia, pegándole con las cuerdas, y ataron a su cintura los bordes de su túnica mojada en medio de los insultos más infames. No era aún medianoche, cuando vi a Jesús al otro lado del Cedrón, arrastrado inhumanamente por los cuatro esbirros por un estrecho sendero, lleno de piedras, cardos y espinas. Los seis brutales fariseos caminaban tan cerca de Él como podían, pinchándolo constantemente con la punta de sus bastones, y viendo que los pies desnudos de Jesús eran desgarrados con las piedras o las espinas, exclamaban con cruel ironía: «Su precursor, Juan Bautista, no le ha preparado un buen camino», o bien: «Las palabras de Malaquías: «Enviaré a mi ángel para prepararte el camino», no pueden aplicarse aquí», etcétera. Y cada burla de ellos era como un estímulo para los esbirros, que incrementaban entonces su crueldad.
Los enemigos de Jesús vieron sin embargo que algunas personas iban apareciendo a la distancia, pues muchos discípulos se habían juntado al enterarse de que su Maestro había sido arrestado, y querían saber qué iba a pasar con Él. Ver a esa gente hacía sentir incómodos a los fariseos, que, temiendo algún ataque para intentar rescatar a Jesús, dieron voces para que les enviasen refuerzos. Vi salir de la puerta situada al mediodía del Templo unos cincuenta soldados portando antorchas y al parecer dispuestos a todo. El comportamiento de esos hombres era ofensivo; llegaban dando fuertes gritos, tanto para anunciar que acudían como para felicitarse por el éxito de la expedición. Cuando se juntaron con la escolta de Jesús, causaron gran revuelo y entonces vi a Maleo y a algunos otros que acudían como para felicitarse por el éxito de la expedición, aprovechar la confusión ocasionada para escaparse al monte de los Olivos.
Cuando esta nueva tropa salió del arrabal de Ofel por la puerta de Mediodía, vi a los discípulos que se habían ido juntando a cierta distancia, dispersarse, unos hacia un lado y otros hacia otros. La Santísima Virgen y nueve de las santas mujeres, llevadas por su inquietud, fueron directamente al valle de Josafat, acompañadas por Lázaro, Juan, el hijo de Marcos, el hijo de Verónica y el hijo de Simón. Este último se hallaba en Getsemaní, con Natanael y los ocho apóstoles, y había huido cuando aparecieron los soldados. Estaba contándole a la Santísima Virgen lo que había pasado, cuando las tropas de refresco se unieron a las que llevaban a Jesús, y ella oyó sus gritos estridentes y vio las luces de las antorchas que portaban. Esa visión fue superior a sus fuerzas y la Virgen perdió el sentido. Juan la llevó a casa de María, la madre de Marcos.
Los cincuenta soldados eran un destacamento de una tropa de trescientos hombres que ocupaban la puerta y las calles de Ofel, pues el traidor Judas había dicho al Sumo Sacerdote que los habitantes de Ofel, pobres obreros en su mayoría, eran seguidores de Jesús y que podía temerse de ellos que intentaran libertarlo. El traidor sabía bien que Jesús había consolado, predicado, socorrido y curado a un gran número de aquellos pobres obreros. La mayor parte de aquella pobre gente, después de Pentecostés, se unieron a la primera comunidad cristiana. Cuando los cristianos se separaron de los judíos y construyeron casas y levantaron tiendas para la comunidad, las situaron entre Ofel y el monte de los Olivos, y allí vivió san Esteban.
Los pacíficos habitantes de Ofel fueron despertados por los gritos de los soldados. Salieron de sus casas y corrieron a las calles, para ver lo que sucedía. Pero los soldados los empujaban brutalmente hacia sus casas, diciéndoles: «Jesús, el malhechor, vuestro falso profeta, ha sido apresado; el Sumo Sacerdote va a juzgarlo y será crucificado.» Al oír eso no se oían más que gemidos y llantos. Aquella pobre gente, hombres y mujeres, corrían aquí y allá llorando, o se ponían de rodillas con los brazos abiertos y gritaban al cielo recordando la bondad de Jesús. Pero los soldados los empujaban y los hacían entrar por fuerza en sus casas y no se cansaban de injuriar a Jesús, diciendo: «Ved aquí la prueba de que es un agitador del pueblo». Sin embargo, no se atrevían a proceder con violencia, temiendo una insurrección, y se contentaban con alejar a la gente del camino por el que debía seguir Jesús.
Mientras tanto, la tropa inhumana que conducía al Salvador, se acercaba a la puerta de Ofel. Jesús se había caído de nuevo y parecía no poder más. Entonces uno de los soldados, movido a compasión, dijo a los otros: «Ya veis que este pobre hombre está exhausto y no puede con el peso de las cadenas. Si hemos de conducirlo vivo al Sumo Sacerdote, aflojadle las manos para que al menos pueda apoyarse cuando caiga.» La tropa se paró y los esbirros le aflojaron las cuerdas; mientras tanto, un soldado compasivo le trajo un poco de agua de una fuente cercana. Jesús le dio las gracias citando un pasaje de un profeta, que habla de fuentes de agua viva, y esto le valió mil injurias de parte de los fariseos. Vi a estos dos soldados de repente iluminados por la gracia. Se convirtieron antes de la muerte de Jesús e inmediatamente se unieron a sus discípulos.
La procesión se puso en marcha de nuevo y llegaron a la puerta de Ofel. Los soldados apenas podían contener a los hombres y mujeres que se precipitaban por todas partes. Era un espectáculo doloroso ver a Jesús pálido, desfigurado, lleno de heridas, con el cabello en desorden y la túnica húmeda y manchada, arrastrado con cuerdas y empujado con palos como un pobre animal al que llevan al matadero, entre esbirros sucios y medio desnudos y soldados groseros e insolentes. En medio de la multitud afligida, los habitantes de Ofel tendían hacia Él las manos que había curado de la parálisis y con la voz que Él les había dado, suplicaban a los verdugos: «Soltad a ese hombre, soltadle. ¿Quién nos consolará? ¿Quién curará nuestros males?»; y lo seguían con los ojos llenos de lágrimas que le debían la luz.
Pero al llegar al valle, mucha gente de la clase más baja del pueblo, excitada por los soldados y por los enemigos de Nuestro Señor, se habían unido a la escolta, y maldecían e injuriaban a Jesús y los ayudaban a empujar e insultar a los pacíficos habitantes de Ofel. La escolta siguió bajando, y después pasó por una puerta abierta en la muralla; dejaron a la derecha un gran edificio, restos de las obras de Salomón, y a la izquierda el estanque de Betsaida; después se dirigieron al oeste siguiendo una calle llamada Millo. Entonces torcieron un poco hacia Mediodía y, subiendo hacia Sión, llegaron a la casa de Anás. En todo el camino no cesaron de maltratar a Jesús. Desde el monte de los Olivos hasta la casa de Anás, se cayó siete veces.
Los vecinos de Ofel, todavía consternados y agobiados por la pena, cuando vieron a la Santísima Virgen que, acompañada por las santas mujeres y algunos amigos se dirigía a casa de María, la madre de Marcos, situada al pie de la montaña de Sión, redoblaron sus gritos y lamentos, y se apretaron tanto alrededor de María, que casi la llevaban en volandas. María estaba muda de dolor y no despegó los labios al llegar a casa de María, madre de Marcos, hasta la llegada de Juan, quien le contó lo que había visto desde que Jesús salió del cenáculo. Después condujeron a la Virgen a casa de Marta, que vivía cerca de Lázaro. Pedro y Juan, que habían seguido a Jesús a distancia, corrieron a ver a algunos servidores del Sumo Sacerdote a quienes Juan conocía, con idea de lograr así entrar en las salas del Tribunal adonde su Maestro había sido conducido. Estos sirvientes, amigos de Juan, actuaban como mensajeros, y debían ir casa por casa de los ancianos y otros miembros del Consejo y avisarlos de que habían sido convocados. Deseaban ayudar a los dos apóstoles, pero no se les ocurrió sino vestirlos con una capa igual a la suya y que les ayudaran a llevar las convocatorias, a fin de poder entrar en el Tribunal disfrazados, del cual estaban echando a todo el mundo. Los apóstoles se encargaron de convocar a Nicodemo, José de Arimatea y otras personas bien intencionadas, pues eran miembros del Consejo, y de esta manera consiguieron avisar a algunos amigos de su Maestro, que los fariseos por sí mismos no hubieran convocado. Judas, mientras tanto, andaba errante, con el diablo a su lado, como un insensato, por los barrancos de la parte sur de Jerusalén, donde se vertían los escombros e inmundicias de la ciudad…
MEDIDAS QUE TOMAN LOS ENEMIGOS DE JESÚS PARA LOGRAR SUS PROPÓSITOS
Anás y Caifás fueron informados en el acto del prendimiento de Jesús y empezaron a disponerlo todo. En su casa reinaba gran actividad. Las salas estaban iluminadas, las entradas con vigilantes, los mensajeros corrían por la ciudad para convocar a los miembros del Consejo, a los escribas y a todos los que debían tomar parte en el juicio. Muchos habían estado aguardando en casa de Caifás el resultado. Los ancianos de los diferentes estamentos acudieron también. Como los fariseos, saduceos y herodianos de todo el país se habían congregado en Jerusalén con motivo de la fiesta, y desde hacía largo tiempo se albergaban propósitos contra Jesús por parte de todos ellos y del Gran Consejo, el Sumo Sacerdote convocó a los que tenían más odio contra Nuestro Señor, con la orden de reunir y aportar todas las pruebas y testimonios posibles para el momento del juicio. Todos estos hombres, perversos y orgullosos, de Cafarnaum, Nazaret, Tirza, Gabara, etc., a los cuales Jesús había dicho muchas veces la verdad en presencia del pueblo, se encontraban en ese momento en Jerusalén. Cada uno buscaba entre la gente de su país, que había acudido a la fiesta, algunos que, por dinero, quisieran presentarse como acusadores contra Jesús. Pero todo, excepto algunas evidentes calumnias, se reducía a repetir las acusaciones que Jesús tantas veces había rebatido en las sinagogas.
No obstante, todos los enemigos de Jesús estaban llegando al Tribunal de Caifás, conducida por los fariseos y los escribas de Jerusalén, a los que se añadían muchos de los vendedores que Jesús echó del templo; muchos doctores orgullosos a los cuales había dejado sin argumentos en presencia del pueblo y algunos que no podían perdonarle el haberlos convencido de su error y llenado de confusión. Había asimismo una gran cantidad de impenitentes pecadores a los que él se había negado a curar, otros cuyos males habían vuelto a aquejar, jóvenes que no habían sido aceptados como discípulos, avariciosos a los que había exaltado con su generosidad; los defraudados en sus expectativas de un reino terrenal, corruptores a cuyas víctimas Él había convertido, y, en fin, todos los emisarios de Satán que por allí andaban. Esta escoria del pueblo judío fue puesta en movimiento y excitada por algunos de los principales enemigos de Jesús y acudía de todos lados al palacio de Caifás, para acusar falsamente de todos los crímenes al verdadero Cordero sin mancha, el que toma sobre sí los pecados del mundo para su expiación.
Mientras esta turba impura se agitaba, mucha gente piadosa y amigos de Jesús estaban desconcertados y afligidos, pues no sabían el misterio que se iba a cumplir; andaban de aquí para allá, escuchaban todo lo que se decía del Maestro y gemían de desesperación. Si hablaban, los echaban; si callaban, los miraban de reojo; otros vacilaban y se escandalizaban. El número de los que perseveraban era pequeño; caminaban tristes y abatidos y sufrían en silencio. Entonces sucedía lo mismo que sucede hoy: se quiere servir a Dios pero sin dificultades, en lo fácil, que la cruz sea sostenida por otros.
Una vez acabados los preparativos de la fiesta, la grande y densa ciudad y las tiendas de los extranjeros que habían venido para la Pascua, se hallaban sumidos en el reposo tras las fatigas del día, cuando la noticia del arresto de Jesús los despertó a todos, enemigos y amigos, y por todos los puntos de la ciudad veíanse ponerse en movimiento a las personas convocadas por los mensajeros del Sumo Sacerdote. Caminaban a la luz de la luna o de sus antorchas por las calles desiertas a aquella hora, pues la mayoría de las casas carecían de ventanas exteriores, y las aberturas y puertas daban a un patio interior. Todos se dirigían directamente hacia Sión. Se oía llamar a las puertas, para despertar a los que aún dormían; en muchos sitios se producía alboroto, y mucha gente temió una insurrección. Los curiosos y los criados estaban atentos a lo que pasaba para ir a contarlo en seguida a los demás; el miedo a la revuelta hacía que se oyeran cerrar y atrancar muchas puertas.
La mayoría de los apóstoles y discípulos, llenos de terror, se movían por los valles que rodean Jerusalén y se escondían en las grutas del monte de los Olivos. Temblaban al encontrarse, se pedían noticias en voz baja, y el menor ruido interrumpía las conversaciones. Cambiaban sin cesar de escondrijo y se acercaban tímidamente a la ciudad en busca de noticias.
Mucha gente clama contra Jesús, muchos de los que más gritan han sido antes seguidores de Nuestro Señor, pero estos hipócritas ahora lanzan acusaciones contra Él. El asunto es mucho más serio de lo que en un principio parecía. Me gustaría saber cómo van a arreglárselas Nicodemo y José de Arimatea, que, a causa de su amistad con el Maestro y con Lázaro, no cuentan con la confianza del Sumo Sacerdote. Sin embargo, todo vamos a verlo.
El ruido era cada vez mayor alrededor del Tribunal de Caifás. Esta parte de la ciudad está inundada de luz de las antorchas y las lámparas. Los soldados romanos no intervienen en nada de lo que está pasando. No comprenden la excitación de la gente, pero han reforzado la vigilancia y doblado las guardias.
Alrededor de Jerusalén se oían los berridos de los muchos animales que los extranjeros habían traído para sacrificar. Inspiraba una cierta compasión el balido de los innumerables corderos que debían ser inmolados en el Templo al día siguiente. Uno solo iba a ser ofrecido en sacrificio sin abrir la boca, semejante al cordero al que conducen al matadero y no se resiste; el Cordero de Dios, puro y sin mancha; el verdadero cordero pascual, el propio Jesucristo.
El cielo estaba oscuro y la luna, de aspecto amenazador, se veía de color rojo; parecía ella también trastornada y temerosa de llegar a su plenitud, pues Jesús iba a morir en este momento. Al sur de la ciudad corre Judas Iscariote, torturado por su conciencia; solo, huyendo de su sombra, impulsado por el demonio. El infierno está desatado y miles de malos espíritus incitan por todas partes a los pecadores. La rabia de Satanás se aplica a aumentar la carga del Cordero. Los ángeles oscilan entre la pena y la alegría; quisieran postrarse ante el trono de Dios y obtener su permiso para socorrer a Jesús, pero sólo pueden adorar el milagro de la Divina Justicia y de la misericordia de Dios, que está en el cielo desde la eternidad y que ahora todo debe cumplirse. Pues los ángeles, al igual que nosotros, también creen en Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, y en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue concebido por el Espíritu Santo, que nació de Santa María Virgen; que esta noche padecerá bajo Poncio Pilatos; que mañana será crucificado, muerto y sepultado; que subirá a los cielos, donde estará sentado a la diestra de Dios Padre y que desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos; creen también en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia católica, la Comunión de los Santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna.
JESÚS ANTE ANÁS
A medianoche Jesús fue llevado al palacio de Anás y conducido a una gran sala. En la parte opuesta de la misma estaba sentado Anás, rodeado de veintiocho consejeros. Su silla estaba sobre una tarima a la que se subía por unos escalones. Jesús, rodeado aún de una parte de los soldados que lo habían arrestado, fue arrastrado por los esbirros hasta el primero de los escalones. El resto de la sala estaba abarrotada de soldados, de populacho, de criados de Anás y de falsos testigos que después debían acudir a casa de Caifás. Anás esperaba con gozo e impaciencia la llegada del Salvador. Estaba lleno de odio y sentía una alegría cruel porque Jesús hubiera caído por fin en sus manos. Era presidente de un Tribunal encargado de vigilar la pureza de la doctrina y de acusar delante del Sumo Sacerdote a quienes atentaban contra ella.
Jesús permanecía de pie, delante de Anás, pálido, desfigurado, silencioso, con la cabeza baja. Los verdugos sostenían los cabos de las cuerdas con las que tenía atadas las manos. Anás, viejo, flaco y seco, de barba rala, henchido de insolencia y orgullo, se sentó con una sonrisa irónica, fingiendo no saber por qué estaba Jesús allí y extrañándose de que Jesús fuese el prisionero que le había sido anunciado. Le dijo: «Pero ¿cómo?, ¿no eres tú Jesús de Nazaret? ¿Y qué haces aquí?, ¿dónde están tus discípulos y tus numerosos seguidores? ¿Dónde está tu reino? Me temo que las cosas no han ido como tú esperabas. Creo que las autoridades han descubierto que no has comido el cordero pascual, del modo adecuado, en el Templo y donde debías hacerlo. ¿Es que quieres crear una nueva doctrina? ¿Quién te ha dado permiso para predicar? ¿Dónde has estudiado? Habla, ¿cuál es tu doctrina? ¿Callas? ¡Habla te ordeno!»
Entonces Jesús levantó la cabeza, miró a Anás y dijo: «He hablado ya en público innumerables veces delante de todo el mundo; he predicado siempre en el Templo, en las sinagogas donde se reúnen todos los judíos; jamás he dicho nada en secreto, todo el mundo ha podido oír mis palabras. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han venido a escucharme; mira a tu alrededor, están aquí, ellos saben lo que he dicho.» A estas palabras de Jesús el rostro de Anás se contrajo de rabia y furor. Un infame esbirro que estaba cerca de Jesús lo advirtió, y el muy miserable dio, con su mano cubierta con un guante de hierro, una bofetada en el rostro del Señor, diciéndole: «¿Así respondes al pontífice?» Jesús, a consecuencia de la violencia del golpe, cayó de lado sobre los escalones y la sangre le corrió por el rostro. La sala se llenó de insultos y risotadas y amargas palabras resonaron en ella. Los esbirros pusieron a Jesús en pie de malos modos; Nuestro Señor prosiguió luego con voz calmada: «Si he hablado mal, dime en qué; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?»
Exasperado Anás por la serenidad de Jesús mandó a todos los que estaban presentes que prestaran testimonio de lo que le habían oído decir. Entonces estalló un sinfín de confusos clamores y de groseras imprecaciones. «Ha dicho que era rey, que Dios era su Padre, que los fariseos eran una generación adúltera; subleva al pueblo; cura en sábado; se deja llamar Hijo de Dios y Enviado por Dios; no observa los ayunos; come con los impuros, los paganos, con publícanos y pecadores; se junta con las mujeres de mala vida; engaña al pueblo con palabras de doble sentido; etc., etc.» Todas estas acusaciones eran vociferadas a la vez; algunos de los acusadores lo insultaban y le dirigían gestos amenazantes y groseros, y los guardias le pegaban y le injuriaban también mientras le decían: «Habla. ¿Por qué no contestas a sus acusaciones?» Anás y sus consejeros añadían burlas a estos ultrajes y le decían: «¿Ésta es tu doctrina? Contéstanos gran soberano, hombre enviado por Dios, danos una muestra de tu poder.» Después Anás añadió: «¿Quién eres tú? Tan sólo el hijo de un oscuro carpintero.» A continuación, pidió material de escritura y en una gran hoja escribió una serie de grandes letras, cada una significando una acusación contra Nuestro Señor. Después enrolló la hoja y la metió dentro de una calabacita vacía que tapó con cuidado y ató a una caña. Se la presentó a Jesús, diciéndole con ironía: «Toma, éste es el cetro de tu reino; aquí constan todos tus títulos, tus dignidades y todos tus derechos. Llévaselos al Sumo Sacerdote para que reconozca tu misión y te trate según tu dignidad. Que le aten las manos a este rey y lo lleven ante el Sumo Sacerdote.» Maniataron de nuevo a Jesús, sujetando también con ellas el simulacro de cetro que contenía las acusaciones de Anás, y lo condujeron a casa de Caifás, en medio de las burlas, de las injurias y de los malos tratos de la multitud.
JESÚS ES CONDUCIDO DE ANÁS A CAIFÁS
La casa de Anás quedaba a unos trescientos pasos de la de Caifás. El camino, flanqueado por paredes y casas bajas, todas ellas dependencias del Tribunal del Sumo Pontífice, estaba iluminado con faroles y abarrotado de judíos que vociferaban y se agitaban. Los soldados a duras penas podían abrirse paso entre la multitud. Los que habían ultrajado a Jesús en casa de Anás, repetían sus ultrajes delante del pueblo, y Nuestro Señor fue vejado y maltratado durante todo el camino. Yo vi a hombres armados haciendo retroceder a algunos grupos que parecían compadecerse de Nuestro Señor y dar dinero a los que más se distinguían por su brutalidad con Él y dejarlos entrar en el patio de Caifás.
Para llegar al Tribunal de Caifás hay que atravesar un primer patio exterior y se entra después en otro patio interior que rodea todo el edificio. La casa es rectangular. En la parte de delante hay una especie de atrio descubierto rodeado de tres tipos de columnas, que forman galerías cubiertas. A continuación, detrás de unas columnas bajas, hay una sala casi tan grande como el atrio, donde están las sillas de los miembros del Consejo sobre una elevación en forma de herradura a la que se llega tras muchos escalones. La silla del Sumo Sacerdote ocupa en el medio el lugar más elevado. El reo permanece en el centro del semicírculo. A uno y otro lado y detrás de los jueces hay tres puertas que comunican con una sala ovalada rodeada de sillas, donde tienen lugar las deliberaciones secretas. Entrando en esta sala desde el Tribunal se ven a derecha e izquierda puertas que dan al patio interior. Saliendo por la puerta de la derecha, se llega al patio, por la de la izquierda, a una prisión subterránea que está debajo de esta última sala.
Todo el edificio y los alrededores estaban iluminados por antorchas y lámparas y había tanta luz como si fuese de día. En medio del atrio se había encendido un gran fuego en un hogar cóncavo de cuyos lados partían los conductos para el humo. Alrededor del fuego se apiñaban soldados, empleados subalternos, testigos de la más ínfima categoría, comprados con dinero. Entre ellos había también mujeres que daban de beber a los soldados un licor rojizo y cocían panes que luego vendían.
La mayor parte de los jueces estaban ya sentados alrededor de Caifás, los otros fueron llegando sucesivamente. Los acusadores y los falsos testigos llenaban el atrio. Había allí una inmensa multitud a la que había que contener con fuerza para que no invadieran la sala del Consejo. Un poco antes de la llegada de Jesús, Pedro y Juan, vestidos como mensajeros, habían conseguido entrar camuflados entre la multitud y se hallaban en el patio exterior. Juan, con la ayuda de un empleado del Tribunal a quien conocía, pudo penetrar hasta el segundo patio, cuya puerta cerraron detrás de él a causa de la mucha gente. Pedro, que se había quedado un poco rezagado, se encontró ya la puerta cerrada, y no quisieron abrirle. Allí se hubiera quedado a pesar de los esfuerzos de Juan, si Nicodemo y José de Arimatea, que llegaban en aquel instante, no le hubiesen hecho entrar con ellos. Los dos apóstoles, despojados ya de los vestidos que les habían prestado, se colocaron en medio de la multitud que llenaba el vestíbulo, en un sitio desde donde podían ver a los jueces. Caifás estaba sentado en medio del semicírculo, rodeado por los setenta miembros del Sanedrín. A ambos lados de ellos estaban los funcionarios públicos, los escribas, los ancianos, y, detrás, los falsos testigos. Había soldados colocados desde la entrada hasta el vestíbulo, a través del cual Jesús debía ser conducido.
La expresión de Caifás era solemne en extremo, pero su gravedad iba acompañada de indicios de sorpresiva rabia y siniestras intuiciones. Iba ataviado con una capa larga de color oscuro, bordada con flores y ribeteada de oro, sujeta sobre el pecho y los hombros con unos broches de brillante metal. Iba tocado con una especie de mitra de obispo, de cuyas aberturas laterales pendían unas tiras de seda. Caifás llevaba allí algún tiempo, esperando junto a sus consejeros. Su impaciencia y su rabia eran tales, que sin poderse contener, bajó los escalones y, a grandes zancadas, se fue hasta el atrio para preguntar con ira si Jesús no llegaba. Viendo la procesión que se acercaba, Caifás volvió a su sitio.
JESÚS ANTE CAIFÁS
Jesús fue introducido en el atrio entre gritos, insultos y golpes. Al pasar cerca de Juan y de Pedro, los miró sin volver la cabeza, para no comprometerlos con su reconocimiento. En cuanto estuvo en presencia del Consejo, Caifás exclamó: «Al fin estás aquí, enemigo de Dios, blasfemo, que alteras la paz de esta santa noche.» La calabaza que contenía las acusaciones de Anás fue desatada del ridículo cetro colocado entre las manos de Jesús. Después de leerlas, Caifás arremetió a preguntas burlescas contra Nuestro Señor; los verdugos le pegaban y empujaban con unos palos puntiagudos, diciéndole: «¡Contesta de una vez! ¡Habla! ¿Te has quedado mudo?» Caifás, cuyo temperamento era mucho más soberbio y arrogante que el de Anás, había dirigido a Jesús un millar de preguntas una tras otra, pero Nuestro Señor permanecía en silencio, con la mirada baja. Los esbirros querían obligarle a hablar, reiterando los empujones y los golpes.
Los testigos fueron llamados a declarar. En primer lugar los de clase más baja, cuyas acusaciones eran incoherentes e inconsistentes, como lo habían sido en el Tribunal de Anás, y no sirvieron para nada. Luego, los principales testigos, los fariseos y saduceos reunidos en Jerusalén provenientes de todos los lugares del país. Hablaban con calma pero sus maneras y la expresión de sus caras delataban que estaban repitiendo acusaciones aprendidas a las que, por otra parte, Jesús ya había respondido mil veces. Que curaba a los enfermos y echaba a los demonios por arte de éstos; que violaba el sábado; que sublevaba al pueblo; que llamaba a los fariseos raza de víboras y adúlteros; que había predicho la destrucción de Jerusalén; que frecuentaba a los publicanos y los pecadores; que se hacía llamar rey, profeta, Hijo de Dios, que siempre hablaba de su reino; que repudiaba el divorcio; que se llamaba Pan de la Vida, y decía quien no comiera su carne y bebiera su sangre no tendría vida eterna, etc.
De esta manera, sus palabras, sus enseñanzas y sus parábolas fueron siendo desfiguradas, mezcladas con injurias y presentadas como crímenes. Pero se contradecían unos a otros y perdían el hilo de sus relatos. El uno decía: «Se autoproclama rey.» El otro: «No permite que lo llamen así, y cuando han querido proclamarlo rey él se ha marchado.» Un tercero gritaba: «Dice que es Hijo de Dios.» Algunos decían que los había curado, pero que habían vuelto a caer enfermos, que sus curas eran sólo sortilegios. Los fariseos de Seforis, con los cuales había discutido una vez sobre el divorcio, le acusaban de predicar falsas doctrinas; y un joven de Nazaret, a quien Jesús no quiso como discípulo, tuvo la bajeza de atestiguar contra él. Sin embargo, no eran capaces de establecer ninguna acusación bien fundamentada. Los testigos comparecían más bien para insultarlo que para citar hechos. Discutían entre sí, se contradecían, y mientras tanto Caifás y otros miembros del Consejo se dedicaban a injuriar a Jesús. «¿Qué clase de rey eres tú? Muéstranos tu poder. Llama a esas legiones de ángeles de las que hablaste en el huerto de los Olivos. ¿Qué has hecho del dinero de las viudas y los locos a quienes has engañado? Más te valdría haber callado ante gente de tan pocas luces: has hablado de más.»
Todos estos discursos estaban acompañados de golpes propinados por los empleados subalternos del Tribunal. Algunos miserables decían que era hijo ilegítimo; otros, al contrario, decían que su madre había sido una virgen piadosa en el Templo, que la habían visto casarse con un hombre temeroso de Dios. Reprochaban a Jesús y sus discípulos que no sacrificasen en el Templo. Esta acusación no tenía ningún valor, pues los esenios no hacían ningún sacrificio, y no estaban sujetos por ello a ninguna pena.
Algunos dijeron que había celebrado la Pascua en la víspera, y que eso iba contra la ley, y que el año anterior había hecho modificaciones en la ceremonia. Pero los testigos se contradecían tanto que Caifás y los suyos estaban llenos de rabia y de vergüenza, al ver que no encontraban contra Él ni un sólo argumento. Nicodemo demostró con textos antiguos que, desde tiempo inmemorial, los galileos tenían el permiso para celebrar la Pascua un día antes, añadiendo que por tanto la ceremonia había sido conforme a la ley y que algunos empleados del Templo habían participado en ella. Los fariseos lo miraron con furia e hicieron que continuara la audiencia de los testigos cada vez con más precipitación e imprudencia, con lo que no hacían más que revelar que sus únicos motivos eran la envidia y la maldad. Finalmente, presentaron dos testigos que dijeron: «Jesús aseguró que derribaría el Templo edificado por las manos de los hombres y que en tres días lo reedificaría sin intervención humana.» Pero tampoco éstos se pusieron totalmente de acuerdo en a qué Templo se refería Jesús, si al de Jerusalén o al lugar donde había celebrado la Cena pascual.
La cólera de Caifás era indescriptible, pues las crueldades ejercidas contra Jesús, las contradicciones de los testigos y la infatigable paciencia del Salvador, empezaban a producir una viva impresión sobre muchos de los presentes. Algunas veces la multitud silbaba a los testigos, el silencio de Jesús conmovía a algunos de los presentes, y diez soldados se sintieron tan trastornados por lo que estaban viendo que se retiraron bajo el pretexto de que estaban enfermos. Al pasar cerca de Pedro y de Juan les dijeron: «El silencio de Jesús de Nazaret ante un trato tan cruel es sobrehumano y partiría hasta un corazón de hierro. Decidnos, ¿adónde debemos ir?» Los dos apóstoles desconfiaban de ellos, pues reconocieron en ellos a algunos de los que habían prendido a Jesús, por lo que les respondieron en tono melancólico: «Si la verdad os llama, seguidla, y ella os guiará.» Entonces aquellos hombres salieron de la ciudad, encontraron a otros que los condujeron al otro lado del monte de Sión, a las grutas al sur de Jerusalén; hallaron en ellas a muchos discípulos escondidos que tuvieron miedo de ellos, pero los soldados pronto calmaron a sus hombres y les contaron los padecimientos de Jesús.
El intemperante Caifás, ya totalmente exasperado por los discursos contradictorios de los testigos, se levantó, bajó dos escalones y dijo a Jesús: «¿Es que no vas a responder nada a lo que aquí está diciéndose de ti?»
Estaba muy irritado porque Jesús no le miraba. Entonces los esbirros, asiéndolo por los cabellos, le echaron la cabeza atrás y lo llenaron de golpes, pero los ojos de Jesús permanecieron bajos. Caifás levantó las manos con viveza y dijo con tono de rabia: «Yo te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Cristo, el Mesías, el Hijo de Dios.» Se hizo un profundo silencio, y Jesús, con una voz llena de indecible majestad, hablando por su boca el Verbo Eterno, dijo: «Tú lo has dicho. Y yo te digo más: Veréis al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Padre, entre las nubes del cielo.» Mientras Jesús decía estas palabras, yo le vi resplandecer, el cielo se abrió sobre él; no hay palabras humanas para expresarlo, vi a Dios, Padre Todopoderoso, vi a los ángeles y la oración de los justos como si clamasen y rezasen por Jesús. Me parecía oír la voz del Padre Divino a la vez que la de Jesús. Al mismo tiempo, vi abrirse el infierno debajo de Caifás, como una bola de fuego oscura llena de horribles figuras. Parecía sólo que una fina tela lo separase de él. Vi toda la rabia de los demonios concentrada contra Jesús. Vi muchos espectros horrendos entrar en la mayor parte de los asistentes. Y en ese momento, Nuestro Señor pronunció sus solemnes palabras: «Yo soy el Cristo, el hijo del Dios vivo.»
Entonces Caifás se irguió inspirado por el infierno, tomó el borde de su capa, lo cortó con su cuchillo y rasgándolo con solemnidad exclamó con voz grave: «¡Ha blasfemado! ¿Para qué necesitamos testigos? Todos hemos oído su blasfemia. ¿Cuál es vuestra sentencia?» Entonces, todos los presentes gritaron con voz terrible: «¡Es reo de muerte! ¡Es reo de muerte!» Durante este horrible griterío el furor del infierno llegó a su colmo. Parecía que las tinieblas celebraran su triunfo sobre la luz. Todos los que allí estaban y conservaban en ellos algo de bondad, fueron penetrados de tal horror que muchos se cubrieron la cabeza y se fueron. Los testigos más ilustres abandonaron turbados la sala donde ya no eran necesarios. Los demás se dirigieron al atrio, alrededor del fuego, donde les dieron de comer y de beber. El Sumo Sacerdote dijo a los esbirros: «Os entrego a este rey, rendid al blasfemo los honores que merece.» En seguida se retiró con los miembros del Consejo a la sala ovalada situada detrás del Tribunal, y que quedaba fuera de la vista del atrio.
En medio de su amarga aflicción, Juan se acordó de la Santísima Madre de Jesús. Temió que la terrible noticia de la condena de su hijo llegara a sus oídos por boca de un enemigo que se diera de la manera más dolorosa; miró a Nuestro Señor, y dijo en voz baja: «Señor, Tú sabes por qué me marcho», y se fue del Tribunal a ver a la Virgen, como un enviado del mismísimo Jesús. Pedro, lleno de angustia y dolor, y sintiendo más penetrante el frío de la mañana, se acercó tímidamente a la lumbre del atrio, donde mucha gente estaba calentándose. Intentó ocultar su pena ante ellos, pero no podía irse de allí y dejar a su amado Maestro.
JESÚS ES VEJADO E INSULTADO
En cuanto Caifás salió del Tribunal con los miembros del Consejo, una multitud de miserables se precipitó sobre Nuestro Señor como un enjambre de avispas irritadas. Mientras se interrogaba a los testigos, los esbirros y otros miserables habían ido arrancando puñados de pelo de la barba de Jesús, le habían escupido, dado bofetadas, pegado con palos y pinchado con agujas. Ahora se entregaban ya sin freno a su rabia insensata. Le ponían sobre la cabeza coronas de paja y de corteza de árbol, y se las volvían a quitar saludándolo con expresiones insultantes. Le decían: «Ved aquí al Hijo de David llevando la corona de su padre.» «He aquí al más grande que Salomón.» Así ridiculizaban las verdades eternas, que Jesús había predicado en forma de parábolas a aquellos a quienes venía a salvar. Después le pusieron una nueva corona sobre la cabeza, le arrancaron las vestiduras y el escapulario y le echaron en su lugar sobre los hombros una capa vieja hecha jirones, que por delante le llegaba apenas a las rodillas, le rodearon el cuello con una larga cadena de hierro, cuyas pesadas puntas en forma de anillos con púas le ensangrentaban las rodillas al caminar. Le ataron de nuevo las manos sobre el pecho, colocaron una caña entre ellas y le escupieron a la cara. Habían vertido toda especie de inmundicias sobre su cabeza, sobre su pecho y sobre la parte superior de la ridícula capa. Le taparon los ojos con un sucio trapo y le pegaban y le gritaban: «Oh, Cristo, profetiza quién te ha pegado.» Jesús no abría la boca, rogaba por ellos interiormente y suspiraba. En este estado, lo arrastraron con la cadena hasta la sala adonde se había retirado el Consejo. «Adelante, rey de paja — gritaban, pegándole con palos nudosos—, tienes que presentarte ante el Consejo con las insignias que has recibido de nosotros.» Una vez dentro, redoblaron sus burlas, riéndose de las cosas más sagradas. Cuando le escupían y le echaban lodo en la cara, le decían: «Recibe la unción, tu unción regia.» Y a continuación: «¿Cómo te atreves a presentarte en este estado delante del Gran Consejo? Tú siempre hablas de purificación y tú mismo no estás purificado; pero nosotros vamos a lavarte.» Y cogiendo un vaso de agua sucia e infecta, se lo vertieron sobre la cara y los hombros,postrándose de rodillas ante él y diciendo: «Ésta es tu preciosa unción, tu agua de nardo que costó trescientos dinares, tu bautismo en la piscina de Betesda», parodiando así impíamente el bautismo, y a la Magdalena vertiendo perfume sobre su cabeza.
Estas burlas establecían, sin darse cuenta, la semejanza entre Jesús con el cordero pascual, pues las víctimas de la Pascua habían sido lavadas primero en el estanque vecino a la puerta de las Ovejas, y después habían sido llevadas a la piscina de Betesda, donde habían recibido una aspersión ceremonial antes de ser sacrificadas en el Templo.
A continuación, arrastraron a Jesús alrededor de la sala, ante los miembros del Consejo, que continuaban dirigiéndose a él en un lenguaje insultante y abusivo. Vi que todo estaba lleno de figuras diabólicas. Pero alrededor de Jesús, desde que había dicho que era el Hijo de Dios, se veía un halo de luz. Muchos de los presentes debieron de percibir confusamente esto mismo, y veían con consternación que ni los ultrajes ni la ignominia alteraban su inexplicable majestad. Redoblábase con esto la rabia de ellos.
LA NEGACIÓN DE PEDRO
Conteniendo a duras penas sus lágrimas y su tristeza, Pedro se había acercado a la lumbre del atrio, silencioso y ensimismado. Pero entre los que alardeaban de su mal trato hacia Jesús y contaban sus gestas, su silencio y su tristeza lo hacían sospechoso. La portera se acercó al fuego escuchando las conversaciones y entonces, mirando a Pedro abiertamente, le dijo: «Tú estabas también con Jesús el Galileo.» Pedro, asustado, temiendo ser maltratado por aquellos hombres groseros, respondió: «Mujer, yo no lo conozco; no sé por qué dices eso.» Entonces se levantó y queriendo apartarse de aquella compañía, se dirigió hacia el patio: en ese momento el gallo cantaba en la ciudad. No recuerdo haberlo oído, pero me parece que así fue. Cuando Pedro se iba, otra criada lo miró y dijo a los que estaban cerca: «Éste estaba también con Jesús de Nazaret», y los que habían junto a ella dijeron también: «Es cierto. ¿No eres tú uno de sus discípulos?» Pedro, cada vez más alarmado, replicó de nuevo, y dijo: «Yo no era su discípulo; no conozco a ese hombre.»
Atravesando el primer patio llegó al patio exterior. Lloraba y su angustia y su pena eran tan grandes, que apenas se acordaba de lo que acababa de decir. En el patio exterior había mucha gente, algunos se habían subido sobre la tapia para oír algo. Había allí también algunos amigos y discípulos de Jesús a quienes la inquietud había hecho salir de las cavernas de Hinnón. Se acercaron a Pedro y le hicieron preguntas; pero éste estaba tan agitado que les aconsejó en pocas palabras que se retirasen, porque corrían peligro. En seguida se alejó de ellos, y ellos se fueron a su vez para volver a sus refugios. Eran dieciséis y, entre ellos reconocí a Bartolomé, Natanael, Saturnino, Judas Barnabás, Simeón (que fue después obispo de Jerusalén), Zaqueo y Manahén, el ciego de nacimiento curado por Jesús.
Pedro no podía hallar reposo y su amor a Jesús lo llevó de nuevo al patio interior que rodeaba el edificio. Lo dejaban entrar porque José de Arimatea y Nicodemo lo habían introducido al principio. No entró en el atrio, sino que torció a la derecha y entró en la sala ovalada de detrás del Tribunal, en donde la chusma paseaba a Jesús en medio del griterío. Pedro se acercó tímidamente y, aunque vio que lo observaban como a un hombre sospechoso, no pudo evitar mezclarse con la gente que se agolpaba a la puerta para mirar. Jesús llevaba su corona de paja sobre la cabeza y miró a Pedro con tal tristeza y severidad que a éste se le partió el corazón. Pero no había superado su miedo y como oía decir a algunos «¿Quién es este hombre?», se volvió perturbado al patio; como allí también lo observaban, se acercó a la lumbre del atrio y se sentó un rato junto al fuego. Pero algunas personas que habían observado su agitación, se pusieron a hablarle de Jesús en términos injuriosos. Una de ellas le dijo: «Tú eres también uno de sus partidarios; eres galileo, tu acento te delata.» Cuando Pedro procuraba retirarse, un hermano de Maleo, acercándosele, le dijo: «¿No eres tú el que estaba con ellos en el huerto de los Olivos, el que le ha cortado la oreja a mi hermano?» Pedro, casi enloquecido de terror, empezó a balbucear jurando que no conocía a aquel hombre, y se fue corriendo del atrio al patio interior. Entonces el gallo cantó de nuevo, y Jesús, que en ese momento era conducido a la prisión a través del patio volvió a mirar a su apóstol con pena y compasión. Esa mirada le llegó a Pedro hasta lo más hondo, y recordó entonces las palabras de Jesús: «Antes de que el gallo cante dos veces tú me negarás tres veces.» Había olvidado sus promesas de morir antes que negarlo, y había olvidado sus advertencias; pero, cuando Jesús lo miró, sintió cuán enorme era su culpa y su corazón se consumió de tristeza. Había negado a su Maestro cuando estaba siendo ultrajado, cuando había sido entregado a jueces inicuos, mientras sufría en silencio y con paciencia todos sus tormentos. Abatido por el arrepentimiento, volvió al patio exterior, con la cabeza cubierta, llorando amargamente. Ya no temía que le interpelaran; en esos momentos hubiera dicho a todo el mundo quién y cuán culpable era. ¿Quién, en medio de tantos peligros, de la aflicción, la angustia, entregado a una lucha tan violenta entre el amor y el miedo, exhausto, asediado por el miedo y una pena enloquecedora, con una naturaleza ardiente y sencilla como la de Pedro, se atreve a decir que hubiese sido más fuerte que él? Nuestro Señor lo dejó abandonado a sus propias fuerzas y Pedro fue débil, como todos los que olvidan sus palabras: «Velad y orad para que no caigais en la tentación.»
MARÍA EN CASA DE CAIFÁS
La Santísima Virgen estaba constantemente en comunicación espiritual con Jesús. María sabía todo lo que le sucedía; sufría con Él, rogaba como Él por sus verdugos, pero su corazón materno suplicaba también a Dios para que no permitiera que se consumara este crimen, para que apartara aquel sufrimiento de su Santísimo Hijo, y tenía un deseo irresistible de acercarse a Jesús. Cuando Juan llegó a casa de Lázaro y le contó el horrible espectáculo a que había asistido, le pidió que, junto con Magdalena y algunas de las santas mujeres la acompañara al lugar donde Jesús estaba sufriendo. Juan, que sólo se había alejado de su Divino Maestro para consolar a la que estaba más cerca de su corazón después de Él, accedió al instante, y condujo a las santas mujeres por las calles iluminadas por la luna, cruzándose con gente que volvía a su casa. Las mujeres iban con la cabeza cubierta, pero sus sollozos atrajeron sobre ellos la atención de algunos grupos, y tuvieron que oír palabras injuriosas contra Jesús. La Madre de Jesús, que había contemplado en espíritu el suplicio de su Hijo, guardó todas esas cosas en su corazón, junto con todo lo demás. Como Él, sufría en silencio pero más de una vez cayó sin conocimiento. Una de las veces que yacía desmayada en los brazos de las santas mujeres, bajo un portal de la villa interior, algunas gentes bien intencionadas que volvían de la casa de Caifás la reconocieron y se pararon un instante llenos de sincera compasión y la saludaron con estas palabras: ¡Te saludamos, desgraciada Madre!, ¡oh, la más afligida de las Madres!, ¡oh, Madre del Más Sagrado Descendiente de Israel!» María volvió en sí y les dio las gracias con afecto, y después continuó su triste camino.
Conforme se acercaba a la casa de Caifás, al pasar por el lado opuesto a la entrada, se tropezaron con un nuevo dolor, pues tuvieron que atravesar por un lugar donde estaban construyendo la cruz de Jesús debajo de una tienda. Los enemigos de Jesús habían mandado preparar una cruz en cuanto fueron a prenderlo, a fin de ejecutar la sentencia en cuanto fuese pronunciada por Pilatos, a quien confiaban en convencer fácilmente. Los romanos habían preparado ya cruces para dos ladrones y los trabajadores que tenían que hacer la de Jesús, maldecían por tener que trabajar por la noche; sus palabras atravesaron el corazón de María, que rogó por aquellas ciegas criaturas que construían blasfemando el instrumento de la redención de ellos y del suplicio de su Hijo. María, Juan y las santas mujeres, atravesaron el patio interior de la casa de Caifás y se detuvieron en la entrada de la sala. Ella estaba impaciente porque la puerta fuera abierta, pues sentía que sólo ella la separaba de su Hijo, quien al segundo canto del gallo había sido conducido a un calabozo que estaba debajo de la casa. La puerta se abrió al fin lentamente y Pedro se precipitó afuera, las manos extendidas, la cabeza cubierta y llorando amargamente. Reconoció a Juan y a la Virgen a la luz de las antorchas y de la luna, y fue como si su conciencia, despierta por la mirada del Hijo, redoblara ahora sus remordimientos ante la persona de la Madre. María le preguntó: «Simón, ¿qué ha sido de Jesús, mi Hijo?» Y estas palabras penetraron hasta lo íntimo de su alma, de forma que no pudo resistir su mirada y le dio la espalda retorciéndose las manos; pero María se acercó a él y le dijo con una profunda tristeza: «Simón, hijo de Juan, ¿por qué no me respondes?» Entonces Pedro exclamó llorando: «¡Oh, María!, tu Hijo está sufriendo más de lo que puedo expresar, no me hables. Ha sido condenado a muerte, yo he renegado de Él tres veces.» Juan se acercó para hablarle, pero Pedro, como fuera de sí, huyó del patio y se fue a la caverna del monte de los Olivos donde la piedra conservaba la huella de las manos de Jesús. Yo creo que en esa misma caverna fue donde nuestro padre Adán se refugió para llorar tras la caída.
La Santísima Virgen sentía en su herido corazón una inexpresable aflicción con este nuevo dolor de su Hijo, negado por el discípulo que lo había reconocido el primero como Hijo de Dios; incapaz de aguantarse en pie, cayó desfallecida cerca de la piedra en que se apoyaba la puerta y la marca de su mano y de su pie se imprimieron en ella. Las puertas del patio se quedaron abiertas a causa de la multitud que se retiraba después del encarcelamiento de Jesús. Cuando la Virgen volvió en sí, quiso acercarse a su Hijo. Juan la condujo delante de donde Nuestro Señor estaba encerrado. María oyó los suspiros de su Hijo y las injurias de los que lo rodeaban. Las santas mujeres no podían permanecer allí mucho tiempo sin ser vistas. Magdalena mostraba una desesperación demasiado evidente y muy violenta; en cambio, la Virgen por la gracia de Dios Todopoderoso, en lo más profundo de su dolor, conservaba la calma y la dignidad exterior. Entonces, fue reconocida y tuvo que oír estas crueles palabras: «¿No es ésta la Madre del Galileo? Su Hijo va a ser crucificado, pero no antes de la fiesta. A no ser que en efecto sea uno de los más grandes criminales.»
La Santísima Virgen abandonó el patio y se fue junto a la lumbre, en el atrio, donde todavía quedaba un resto del populacho. En el sitio exacto donde Jesús había dicho que era el Hijo de Dios y donde los hijos de Satanás habían gritado «Es reo de muerte», María perdió el conocimiento, y Juan y las santas mujeres tuvieron que recogerla, más muerta que viva. La gente no dijo nada y guardó un extraño silencio; como si un espíritu celestial hubiera atravesado el infierno. Las santas mujeres y Juan volvieron a pasar por el sitio donde estaban construyendo la cruz. Los obreros parecían encontrar tantas dificultades para acabarla como los jueces habían encontrado para poder pronunciar la sentencia. Sin cesar tenían que traer madera porque tal o cual pieza no servía o se rompía, hasta que los diferentes tipos de madera estuvieran combinados del modo que Dios quería. Vi que los santos ángeles los obligaban a empezar de nuevo hasta que todo fuese hecho como estaba escrito; pero no recuerdo muy bien todas las circunstancias, así que lo dejaré correr.