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Hay eventos que marcan una época: el discurso “I have a dream” de Martin Luther King

Hace medio siglo un pastor baptista cambió la vida de los negros en occidente.
Hace 51 años, el pastor negro baptista, líder de los derechos civiles para los negros norteamericanos, Martin Luther King, tuvo un sueño. Un sueño de justicia e igualdad, de amistad, de democracia, donde hombres y mujeres, movidos por su fe o sus ideales, contribuyeran en la construcción de un mundo nuevo.

 

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En una magnífica pieza de análisis, Rafael Navarro-Valls dice que, como suele ocurrir con las notables piezas oratorias, el discurso de King fue inicialmente celebrado, luego casi olvidado, y al final mitificado. El destino de las grandes palabras es muy incierto: pueden prender como fuego en las conciencias, o pueden llevar una vida lánguida hasta que despiertan. Esto ocurrió con el “I have a dream” del discurso de Martin Luther King.

Puede leerse el discurso completo abajo.

Inicialmente, los redactores del borrador -incluido el Dr. King- habían decidido no incluir la referencia, ya que el recurso retórico lo había ya utilizado el pastor batista en otras intervenciones. Al parecer, fue la cantante de gospel Mahalia Jackson quien, comenzado ya el discurso, gritó; «Tell them about the dream, Martin».

Entonces. MLK improvisó y comenzó a introducir – contra lo previsto – la expresión “tengo un sueño”. Wyatt Walker su asesor de discursos, masculló contrariado: «Maldición, está utilizando otra vez el sueño».

Como veremos, no todos reaccionaron así. Y como hace notar Drew Hansen – autor del libro “The Dream”- “el discurso de King en la marcha casi nunca se menciona en los debates sobre Ley de Derechos Civiles de 1964, que ocupan alrededor de 64.000 páginas de las Actas del Congreso». No obstante, ese día, en el Mall de Washington estaba medio Hollywood: Charlton Heston, Paul Newman, Sidney Poitier, Sammy Davis Jr, Burt Lancaster, James Garner y Harry Belafonte. Marlon Brando paseaba blandiendo una picana eléctrica, símbolo de la brutalidad policial.

UN DISCURSO MITIFICADO

Hace unos días, el propio «Washington Post» ha publicado un editorial en el que reconoce y lamenta que, cuando se pronunció el discurso, el prestigioso periódico no había captado su importancia. En su mea culpa el “Post” reconoce que el 29 de agosto de 1963, es decir, el día siguiente del discurso, publicó decenas de historias sobre la marcha. En ninguna de ellas se captó la importancia del discurso de King. Las palabras ‘I have a dream’ son mencionadas solamente una vez, en la página 15, quinto párrafo. Y añade: “Habíamos también publicado algunos resúmenes del discurso, que no incluían el ‘I have a dream’. “Un ejemplo de mala praxis periodística”, concluye.

Sin embargo, esta semana el discurso es portada de Time Magazine. Un estudio realizado por investigadores expertos en megafonía de la Universidad de Wisconsin-Madison y la Universidad A & M de Texas, lo nominó como el mejor discurso de la América del siglo XX.

Como se ha recordado, durante las protestas en la Plaza de Tiananmen, algunos manifestantes portaban carteles que decían: «Yo tengo un sueño» y la frase ha sido vista en lugares tan dispares como un tren en Budapest o un mural en los suburbios de Sydney. En una encuesta realizada en 2008, ante la pregunta de si pensaban que el discurso fue «relevante para la gente de su generación», el 68 por ciento de los estadounidenses dijo que sí, incluyendo el 76 por ciento de los negros y el 67 por ciento de los blancos. Sólo el 4 por ciento no estaban familiarizados con él.

EL ASESINATO DE MLK

¿Cuál es la razón de la importancia política que ese discurso tuvo, y que no fue captada por todos? Son varias, en mi opinión.

La primera, la concesión del Nobel de la Paz y el posterior asesinato de Martin Luther King. Para entender este trágico desenlace hay que retrotraerse al propio año 1963.

MLK, decide que ése será el año definitivo de ponerse en movimiento. Razones: era el centenario de la Proclamación de la Emancipación; se había cumplido una década desde la decisión del TS sobre integración en las escuelas, con resultado desilusionantes; y, en fin, el movimiento que él dirigía como presidente de la Junta Cristiana del Sur, había “encontrado, al fin, su profunda y potente filosofía de la no violencia”. El objetivo fue la ciudad de Birmingham (Alabama), “la urbe más estrictamente segregada de todos los Estados Unidos”. Hacia allí marcharon MLK y algunos compañeros.

La noche del 11 de mayo un hogar negro y un hotel para afroamericanos en esa ciudad fueron destruidos por medio de bombas. Tres mil soldados fueron enviados por el presidente Kennedy y el secretario de Justicia (Bob Kennedy), no obstante la protesta del gobernador de Alabama, George Wallace. A pesar de lograr MLK el compromiso de que los negros podían comer en unas cuantas tiendas del centro de la ciudad, la turbulencia se extendió hacia el norte.

Durante el verano fueron arrestados 13. 786 personas, casi todas de color. En este ambiente comenzaron a surgir líderes violentos como Malcolm X y Adam C. Powell, cuyo objetivo era que los negros del Norte se vengaran de los blancos como represalia por la violencia blanca del Sur.

Mientras tanto, el 19 de junio el presidente Kennedy enviaba al Congreso la ley más ambiciosa sobre derechos civiles que conoció la historia legislativa americana. Solamente sería aprobada después de la muerte del Presidente: a las 19.49 del 19 de junio de 1964, con una votación en el Senado de 73 a 27.

En medio de esta tempestad, MLK convoca para el 28 de agosto otra marcha pacífica sobre Washington. Inmediatamente el partido nazi americano amenazó con una contramarcha; los musulmanes negros se opusieron al proyecto pacífico, y al menos uno de los líderes intervinientes – fue convencido por los organizadores de moderar el tono – pensaba denunciar lo “insuficiente ” del proyecto de ley de Kennedy . Sin embargo, todo marchó bien. De hecho, al acabar la marcha, el presidente Kennedy recibió a los organizadores con una amplia sonrisa, diciendo “Yo también tuve un sueño”.

MLK recibía el Premio Nobel de la Paz el 10 de diciembre de 1964. Cuatro años más tarde, el 4 de abril de 1968, era asesinado por James Earl Ray en un motel de Memphis (Tennessee).

En su lápida se inscribió el final de su discurso de 1963: “Dad gracias a Dios Todopoderoso porque al fin soy libre”. A partir de ese momento, tanto King como su “I have a dream” entrarían en la historia.

RETÓRICA RELIGIOSA Y RETÓRICA POLÍTICA

El segundo factor del éxito del discurso fue puramente formal. En Estados Unidos la retórica política roza, con mucha frecuencia, la retórica religiosa. De hecho, es llamativo que Obama en su discurso de toma de posesión del cargo citara cuatro veces a Dios. Y tanto los discursos de Lincoln de aceptación de la presidencia (“La inteligencia, el patriotismo, la religión y una firme confianza en ese Dios tan poderoso que siempre dispensó sus favores a este país, es todo cuanto necesitarnos para resolver satisfactoriamente nuestras diferencias”) como el de Gettysburg, apelan directamente al fervor religioso.

El propio presidente Clinton, alaba la tendencia del Dr. King de invocar religión y democracia – incluido el discurso del “sueño” – sin subordinar una a otra. De hecho los discursos de King habían cosechado odio, aplausos y reacciones encontradas pero, milagrosamente, ninguna crítica por mezclar retórica religiosa y retórica política.

La verdad es que la mayoría silenciosa americana se adapta mucho mejor al pluralismo religioso que los media, que suelen ser “volubles, sensacionalistas y paternalistas en asuntos relacionados con la fe”.

Cuando en mitad de su discurso MLK dejó a un lado el texto escrito y comenzó a referirse a sus “sueños”, ya vimos cómo uno de sus colaboradores se enojó. Sin embargo la reacción afirmativa fue más generalizada. Gary Younge , en su libro sobre el discurso («The Speech»), recuerda la alegría de Clarence Jones, otro asesor de King. Para éste, «cuando MLK leía el texto parecía un profesor», pero en cuanto lo dejó a un lado «volvió a convertirse en un predicador baptista», que llegaba al corazón de sus oyentes. Por tres veces alude a la filiación divina como base de la igualdad entre los hombres; cita a Isaías («Sueño que algún día los valles serán cumbres…»); y concluye, «Libres al fin, gracias a Dios Omnipotente…»

Es evidente que desde 1963 la igualdad entre los hombres ha dado pasos de gigante.

Y el sueño de MLK de “convertir en realidad que todos los hombres han sido creados iguales”, sigue siendo la fe de muchos y el sueño de todos.

ÉSTE ES EL HISTÓRICO DISCURSO DE MARTIN LUTHER KING

Estoy contento de reunirme hoy con vosotros y con vosotras en la que pasará a la historia como la mayor manifestación por la libertad en la historia de nuestra nación.

Hace un siglo, un gran americano, bajo cuya simbólica sombra nos encontramos, firmó la Proclamación de Emancipación. Este trascendental decreto llegó como un gran faro de esperanza para millones de esclavos negros y esclavas negras, que habían sido quemados en las llamas de una injusticia aniquiladora. Llegó como un amanecer dichoso para acabar con la larga noche de su cautividad.

Pero cien años después, las personas negras todavía no son libres. Cien años después, la vida de las personas negras sigue todavía tristemente atenazada por los grilletes de la segregación y por las cadenas de la discriminación. Cien años después, las personas negras viven en una isla solitaria de pobreza en medio de un vasto océano de prosperidad material. Cien años después, las personas negras todavía siguen languideciendo en los rincones de la sociedad americana y se sienten como exiliadas en su propia tierra. Así que hemos venido hoy aquí a mostrar unas condiciones vergonzosas.

Hemos venido a la capital de nuestra nación en cierto sentido para cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las magnificientes palabras de la Constitución y de la Declaración de Independencia, estaban firmando un pagaré del que todo americano iba a ser heredero. Este pagaré era una promesa de que a todos los hombres -sí, a los hombres negros y también a los hombres blancos- se les garantizarían los derechos inalienables a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad.

Hoy es obvio que América ha defraudado en este pagaré en lo que se refiere a sus ciudadanos y ciudadanas de color. En vez de cumplir con esta sagrada obligación, América ha dado al pueblo negro un cheque malo, un cheque que ha sido devuelto marcado «sin fondos».

Pero nos negamos a creer que el banco de la justicia está en bancarrota. Nos negamos a creer que no hay fondos suficientes en las grandes arcas bancarias de las oportunidades de esta nación. Así que hemos venido a cobrar este cheque, un cheque que nos dé mediante reclamación las riquezas de la libertad y la seguridad de la justicia. También hemos venido a este santo lugar para recordar a América la intensa urgencia de este momento. No es tiempo de darse al lujo de refrescarse o de tomar el tranquilizante del gradualismo. Ahora es tiempo de hacer que las promesas de democracia sean reales. Ahora es tiempo de subir desde el oscuro y desolado valle de la segregación al soleado sendero de la justicia racial. Ahora es tiempo de alzar a nuestra nación desde las arenas movedizas de la injusticia racial a la sólida roca de la fraternidad. Ahora es tiempo de hacer que la justicia sea una realidad para todos los hijos de Dios.

Sería desastroso para la nación pasar por alto la urgencia del momento y subestimar la determinación de las personas negras. Este asfixiante verano del legítimo descontento de las personas negras no pasará hasta que haya un estimulante otoño de libertad e igualdad. Mil novecientos sesenta y tres no es un fin, sino un comienzo. Quienes esperaban que las personas negras necesitaran soltar vapor y que ahora estarán contentos, tendrán un brusco despertar si la nación vuelve a su actividad como si nada hubiera pasado. No habrá descanso ni tranquilidad en América hasta que las personas negras tengan garantizados sus derechos como ciudadanas y ciudadanos. Los torbellinos de revuelta continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta que nazca el día brillante de la justicia.

Pero hay algo que debo decir a mi pueblo, que está en el caluroso umbral que lleva al interior del palacio de justicia. En el proceso de conseguir nuestro legítimo lugar, no debemos ser culpables de acciones equivocadas. No busquemos saciar nuestra sed de libertad bebiendo de la copa del encarnizamiento y del odio. Debemos conducir siempre nuestra lucha en el elevado nivel de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra fecunda protesta degenere en violencia física. Una y otra vez debemos ascender a las majestuosas alturas donde se hace frente a la fuerza física con la fuerza espiritual. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a la comunidad negra no debe llevarnos a desconfiar de todas las personas blancas, ya que muchos de nuestros hermanos blancos, como su presencia hoy aquí evidencia, han llegado a ser conscientes de que su destino está atado a nuestro destino. Han llegado a darse cuenta de que su libertad está inextricablemente unida a nuestra libertad. No podemos caminar solos.

Y mientras caminamos, debemos hacer la solemne promesa de que siempre caminaremos hacia adelante. No podemos volver atrás. Hay quienes están preguntando a los defensores de los derechos civiles: «¿Cuándo estaréis satisfechos?» No podemos estar satisfechos mientras las personas negras sean víctimas de los indecibles horrores de la brutalidad de la policía. No podemos estar satisfechos mientras nuestros cuerpos, cargados con la fatiga del viaje, no puedan conseguir alojamiento en los moteles de las autopistas ni en los hoteles de las ciudades. No podemos estar satisfechos mientras la movilidad básica de las personas negras sea de un ghetto más pequeño a otro más amplio. No podemos estar satisfechos mientras nuestros hijos sean despojados de su personalidad y privados de su dignidad por letreros que digan «sólo para blancos». No podemos estar satisfechos mientras una persona negra en Mississippi no pueda votar y una persona negra en Nueva York crea que no tiene nada por qué votar. No, no, no estamos satisfechos y no estaremos satisfechos hasta que la justicia corra como las aguas y la rectitud como un impetuoso torrente.

No soy inconsciente de que algunos de vosotros y vosotras habéis venido aquí después de grandes procesos y tribulaciones. Algunos de vosotros y vosotras habéis salido recientemente de estrechas celdas de una prisión. Algunos de vosotros y vosotras habéis venido de zonas donde vuestra búsqueda de la libertad os dejó golpeados por las tormentas de la persecución y tambaleantes por los vientos de la brutalidad de la policía. Habéis sido los veteranos del sufrimiento fecundo. Continuad trabajando con la fe de que el sufrimiento inmerecido es redención.

Volved a Mississippi, volved a Alabama, volved a Carolina del Sur, volved a Georgia, volved a Luisiana, volved a los suburbios y a los ghettos de nuestras ciudades del Norte, sabiendo que de un modo u otro esta situación puede y va a ser cambiada.

No nos hundamos en el valle de la desesperación. Aun así, aunque vemos delante las dificultades de hoy y mañana, amigos míos, os digo hoy: todavía tengo un sueño. Es un sueño profundamente enraizado en el sueño americano.

Tengo un sueño: que un día esta nación se pondrá en pie y realizará el verdadero significado de su credo: «Sostenemos que estas verdades son evidentes por sí mismas: que todos los hombres han sido creados iguales».

Tengo un sueño: que un día sobre las colinas rojas de Georgia los hijos de quienes fueron esclavos y los hijos de quienes fueron propietarios de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de la fraternidad.

Tengo un sueño: que un día incluso el estado de Mississippi, un estado sofocante por el calor de la injusticia, sofocante por el calor de la opresión, se transformará en un oasis de libertad y justicia.

Tengo un sueño: que mis cuatro hijos vivirán un día en una nación en la que no serán juzgados por el color de su piel sino por su reputación.

Tengo un sueño hoy.

Tengo un sueño: que un día allá abajo en Alabama, con sus racistas despiadados, con su gobernador que tiene los labios goteando con las palabras de interposición y anulación, que un día, justo allí en Alabama niños negros y niñas negras podrán darse la mano con niños blancos y niñas blancas, como hermanas y hermanos.

Tengo un sueño hoy.

Tengo un sueño: que un día todo valle será alzado y toda colina y montaña será bajada, los lugares escarpados se harán llanos y los lugares tortuosos se enderezarán y la gloria del Señor se mostrará y toda la carne juntamente la verá.

Ésta es nuestra esperanza. Ésta es la fe con la que yo vuelvo al Sur. Con esta fe seremos capaces de cortar de la montaña de desesperación una piedra de esperanza. Con esta fe seremos capaces de transformar las chirriantes disonancias de nuestra nación en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos, de luchar juntos, de ir a la cárcel juntos, de ponernos de pie juntos por la libertad, sabiendo que un día seremos libres.

Éste será el día, éste será el día en el que todos los hijos de Dios podrán cantar con un nuevo significado «Tierra mía, es a ti, dulce tierra de libertad, a ti te canto. Tierra donde mi padre ha muerto, tierra del orgullo del peregrino, desde cada ladera suene la libertad».

Y si América va a ser una gran nación, esto tiene que llegar a ser verdad. Y así, suene la libertad desde las prodigiosas cumbres de las colinas de New Hampshire. Suene la libertad desde las enormes montañas de Nueva York. Suene la libertad desde los elevados Alleghenies de Pennsylvania.

Suene la libertad desde las Rocosas cubiertas de nieve de Colorado. Suene la libertad desde las curvas vertientes de California.

Pero no sólo eso; suene la libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia.

Suene la libertad desde el Monte Lookout de Tennessee.

Suene la libertad desde cada colina y cada topera de Mississippi, desde cada ladera.

Suene la libertad. Y cuando esto ocurra y cuando permitamos que la libertad suene, cuando la dejemos sonar desde cada pueblo y cada aldea, desde cada estado y cada ciudad, podremos acelerar la llegada de aquel día en el que todos los hijos de Dios, hombres blancos y hombres negros, judíos y gentiles, protestantes y católicos, serán capaces de juntar las manos y cantar con las palabras del viejo espiritual negro: «¡Al fin libres! ¡Al fin libres! ¡Gracias a Dios Todopoderoso, somos al fin libres!»

Fuentes: Zenit, Signos de estos Tiempos

 

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La herencia de Martin Luther King es disputada por sus hijos y también sus seguidores

Los hijos del famoso pastor bautista no son buenos hermanos.

 

Sus cuatro hijos están enfrentados por la herencia de su padre, una Biblia y el Premio Nobel de la Paz, valorada en millones de dólares.

 

familia de martin lither king

 

Martin Luther King, hijo, fue uno de los grandes líderes que produjo el siglo XX, protagonista de la lucha por los Derechos Humanos de los pueblos oprimidos, en especial de los Afroamericanos de Estados Unidos. Su mítica fue creada también por su famoso discurso “I have a dream”, que como todos los hechos históricos importantes tienen mucho de planificación, de espontaneidad y de casualidad, ver aquí lo que no se sabe de ese discurso.

LAS CAUSAS DEL ENFRENTAMIENTO

Una Biblia y un premio Nobel de la Paz son la disputa entre los hijos de Martin Luther King que probablemente nunca se imaginó que después de más de 45 años de su muerte, sus hijos se enfrentarían por los objetos que son símbolo de su lucha por la defensa de los derechos civiles.

Los objetos del enfrentamiento son la Biblia que acompañaba siempre al reverendo, sobre la cual juró el presidente Barack Obama y el Premio Nobel de la Paz que ganó en 1964.

Un nuevo episodio en la larga lista de batallas judiciales entre los hijos de MLK y la posible venta de estos dos objetos emblemáticos antes mencionados divide a sus tres hijos y herederos: Bernice Albertine, Martin Luther King III y Dexter Scott.

A finales de enero, los dos hermanos anunciaron a Bernice que querían vender la Biblia que su padre siempre llevaba consigo y el premio Nobel de la Paz que recibió en 1964. Para Bernice, que conserva los dos objetos en un banco de Atlanta (Georgia), de donde es originaria la familia, vender la Biblia y el Premio Nobel es ir demasiado lejos y rechazó la propuesta, dando comienzo a un nuevo enfrentamiento.

La batalla, lejos de librarse en el ámbito privado, pasó a la prensa cuando Bernice difundió una declaración en la que sostuvo que la venta sería inadmisible, negligente en el plano histórico y totalmente criticable en el plano moral.

Con tono grave, Bernice declaró:

“Estos objetos jamás deberían ser vendidos a ninguna persona ni a ninguna institución porque son sagrados. Adopto esta postura fuerte por mi padre, porque papá no está aquí para decir por él mismo ‘mi Biblia y medallas no están a la venta’”.

Los hijos han obtenido hasta el momento unos 32 millones de dólares de la venta de documentos personales de MLK, por ejemplo su correspondencia y discursos. Con respecto a la Biblia y el premio Nobel, un juez ordenó a Bernice ceder ambos objetos para que sean guardados en una caja fuerte de un banco a la espera de la decisión judicial, que podría tardar meses.

LUCHAS AÑEJAS

Las querellas entre los hijos de King tienen una historia bastante larga, explicó el historiador Ralph Luker, coeditor de ‘Los documentos de Martin Luther King Jr’.

Los enfrentamientos se han producido en el pasado por otros temas, como el liderazgo de la organización sin fines de lucro fundada por la esposa del ícono de la defensa de los derechos de los negros en Estados Unidos.

Las alianzas entre los hijos cambian regularmente, – agregó Luker –. Durante un tiempo, tras la muerte de la señora King, Dexter fue el líder del King Center, y Bernice y Marty lo obligaron a irse.

Entonces Marty fue el líder. Luego Bernice y Dexter se aliaron y obligaron a Marty a irse.

Según Ralph Luker, la posición de Bernice es débil a pesar del apoyo de los líderes del movimiento de los derechos civiles, porque estos no tienen derecho a voto en la decisión.

QUIEN FUE MARTIN LUTHER KING

Nació el 15 de enero de 1929 en Atlanta, Georgia, uno de los estados del sur de la EE.UU., donde predominó la esclavización de los africanos en plantaciones de algodón. Su padre tuvo el mismo nombre y también fue pastor de la Iglesia Baptista.

En Estados Unidos, cuando nació M. L. King las clases dominantes blancas se resistían a eliminar la herencia racista y opresora de la sociedad esclavista considerando a las personas negras como seres sin derechos ciudadanos, y se seguían justificando con absurdas ideas inventadas de la Biblia, según las cuales Dios otorgaba a los blancos el poder sobre las personas negras debido a que eran inferiores y menos inteligentes y pensaban que la gente negra le debía obediencia y servidumbre eterna a los blancos.

Por ser hijo de un pastor baptista, la infancia de M. L. King transcurrió en mejores condiciones que la mayoría de los niños negros de su tiempo. En EE.UU. la población africana utilizó la religión para cóncientizarse de su dignidad, desarrollar su identidad y organiiarse en defensa del derecho a la libertad, primero, contra la opresión esclavista, después, contra el racismo y la discriminación racial.

Para afrontar la segregación racial en las iglesias blancas, los afroestadounidenses crearon las iglesias negras e hicieron de ellas centros de concientización y promoción de la organización comunitaria. Los pastores se convirtieron en guías y conductores políticos de las comunidades y entrando el siglo XX fueron los líderes del movimiento antirracista por los derechos civiles.

Para M. L. King el ser hijo de un pastor le posibilitó mejores condiciones familiares y oportunidades para acceder a la educación. En 1948 obtuvo el grado de Bachiller en Artes y luego se trasladó a la ciudad de Shester, Pensilvania, donde realizó estudios religiosos y se graduó como Licenciado en Teología. Fue muy apreciado durante su vida de estudiante; sus profesores resaltaban su inteligencia e iniciativa creadora, la disciplina que colocaba en todos sus compromisos y el sentimiento de identidad con los valores de la Africanidad y la Afroamericanidad. Desde sus estudios secundarios, M. L. King ya se mostraba como un activo defensor de los derechos del Pueblo Negro y, por la claridad de su pensamiento, despertaba la admiración y el respeto de sus compañeros y las personas que le rodeaban.

Cuando cumplíó los 24 años, M. L. King se enamoró de Coretta Scott una joven talentosa y comprometida con la lucha del Pueblo Negro, y practicando el consejo de los ancianos de buscar la pareja correcta, se casó con ella el 18 de junio de 1953. Coretta fue su compañera de luchas hasta su muerte; tuvieron cuatro hijos, dos hombres y dos mujeres.

En 1954, M. L. King es designado por la comunidad como pastor de la Iglesia Baptista de Dexter Avenue, en Montgomery. Dedica todas sus energías y sermones a la concientización de las personas negras, en especial de los jóvenes, desarrollando en ellas la autoestima de los valores afroamericanos y animándolos a integrar las organizaciones que luchaban contra el racismo y la segregación racial.

En Estados Unidos, tan pronto fue abolida la esclavitud el 1° de enero de 1863, las clases dominantes blancas comenzaron a expedir leyes racistas y segregacionistas que imponían el criterio de «separados pero desiguales» en contra de las Comunidades Negras.

El sistema de segregación (apartheid) prohibía los matrimonios y las relaciones sexuales entre parejas de razas diferentes. Las personas negras y blancas fueron separadas en las estaciones, los puertos, los trenes, los buses. No podían cohabitar en lugares públicos: hoteles, restaurantes, cafeterías, discotecas, iglesias, peluquerías; telefónicas, hospitales, parques y hasta en los cementerios. En las ciudades, las familias negras fueron obligadas a vivir lejos de los barrios blancos y en condiciones miserables. En los juzgados, personas negras y blancas debían jurar en Biblias distintas, y en todas partes crearon un doble sistema escolar. Si una persona negra era herida en la calle, si no llegaba a recogerla una ambulancia para «Negros» no la auxiliaba ninguna ambulancia para blancos. Era un sistema horrible que condenaba a las Comunidades Negras a vivir en ghettos de pobreza, ignorancia y servidumbre.

La segregación racial indignaba y humillaba a M. L. King y comenzó a enfrentarla desde sus actividades como pastor afiliándose como militante de la Asociación Nacional para el Progreso de la Gente Negra -NAACP-, organización fundada en 1900 por filántropos blancos. Pensando que aún no estaba preparado, suficiente y eficazmente, para asumir el liderazgo intelectual y organizativo de la lucha, decidió ingresar a la Universidad de Boston y en la primavera de 1955 se recibe como doctor en Teología. Sus estudios le permitieron profundizar los fundamentos filosóficos sobre la libertad, la justicia y la dignidad humana a través de pensadores como Mahatma Gandhi, Thoreau, Niebuhr, Jean Paul Sartre y Federico Nietzsche.

Martin Luther King, con la seguridad de los principios filosóficos del cristianismo y la no violencia ghandiana, consideró que para combatir el racismo y la segregación racial era necesario construir en cada Comunidad Negra un proceso organizativo cívico y masivo, consciente y dinámico, capaz de provocar una gran movilización de las gentes negras y no negras, solidarias en la lucha contra la injusticia. Para él no era estratégico oponer la violencia armada negra a la violencia asesina de los racistas blancos. Esta actitud y conducta lo confrontó ideológicamente con otros sectores organizados de la Comunidad Negra como los Musulmanes Negros y las Panteras Negras.

Martin L. King, dispuesto a dedicar su vida a la lucha por los derechos civiles del Pueblo Negro, formó un equipo de trabajo con Ralp Albernathy pastor de la Primera Iglesia Bautista. Los dos estaban de acuerdo con que la mejor estrategia para luchar contra la segregación racial y por los derechos civiles era unir y movilizar el poder de las iglesias negras. Ambos hicieron parte del Comité Ejecutivo local de la NAACP y desde sus iglesias animaron a sus miembros a ápoyar y comprometerse con el proceso organizativo de lucha contra el racismo.

El jueves 1 de diciembre de 1955 ocurrió «El Milagro de Montgomery» que generó la proyección del liderazgo y provocó el cambio rotundo de la vida de M. L. King: Rosa Parks, humilde obrera muy querida por la Comunidad Negra, fue ultrajada y detenida por un policía blanco por haberse sentado en una silla «sólo para blancos» en un autobus, y haberse negado a cederla al subirse un hombre blanco.

La NAACP consideró que la detención de Rosa Parks era la gran oportunidad esperada para movilizar a la comunidad negra lanzando un boicot contra la segregación en el transporte público y demandando la eliminación de las leyes segregacionistas.

M. L. King y Ralp Albernathy convocan una asamblea de los pastores de las Iglesias y, de acuerdo con los líderes comunitarios y estudiantiles, aprueban llamar a la comunidad negra a lanzar un boicot contra la segregación en los transportes. Para coordinar y orientar la acción constituyen la Asociación para el mejoramiento de Montgomery. Martin Luther King es elegido presidente.

La Comunidad Negra acata el llamado y, con disciplina y heroísmo, deja de utilizar el transporte público enfrentándose al acoso y la violencia de las autoridades, y los blancos racistas organizados en comandos del Ku Klux Klan y los Consejos de Defensa de los Blancos. La resistencia y oposición de los racistas radicalizó a la Comunidad Negra, y con la difusión de la protesta el boicot se extendió por otras ciudades como Birmingham, Mobile y Tallahassee. ¡Un año de luchas duró el boicot! La victoria con la eliminación de la segregación en los transportes produjeron la conciencia, la fuerza y la confianza en el pueblo afroestadounidense de que sí podía destruir el conjunto del sistema racista y conquistar sus derechos civiles y humanos.

En 1957, después de una dinámica evaluación de la trascendencia y proyecciones del proceso de lucha iniciado, M. L. King y los pastores negros crean la conferencia de líderes cristianos cuyo propósito fue orientar la lucha del Pueblo Negro contra la segregación racial, por su dignidad y los derechos civiles. La CLCS se proponía encauzar la organización, la concientización y las formas de movilización local y nacional del Pueblo Negro de los Estados Unidos.

La rueda de la historia continuaba su incontenible caminar. M. L. King había logrado renombre nacional e internacional, su liderazgo inspiraba y representaba el espíritu de lucha de millones de personas de todos las razas que durante décadas habían sufrido resignadas las humillaciones y la represión del sistema racista, y estaban decididas a construir el presente y un futuro digno para sus hijos, un futuro con justicia y libertad.

En 1957, M. L. King se había convertido en la conciencia antirracista de la nación estadounidense. Enfrentando las amenazas, atentados, complots judiciales y calumnias, trabajaba sin descanso con las comunidades de todo el país intercalando las responsabilidades de activista, filósofo y educador, sembrando la semilla de la libertad en todo el mundo y las bases legales y morales para una nueva vida del pueblo afroestadounidense.

Como activista, M. L. King trabajó incansablemente en la organización de las Comunidades Negras en poblaciones y ciudades de todo el territorio de los Estados Unidos. Consideraba que la organización era la base de la fuerza y el poder de acción y movilización del Pueblo Negro.

En 1960 apoyó la creación del Comité de Coordinación de Estudiantes No Violentos, cuyo papel fue comprometer y promover la movilización de la juventud, y los estudiantes hicieron las «sentadas» pacíficas en todos los establecimientos públicos y privados donde se practicaba la segregación racial. En los años siguientes creó el movimiento por la libertad. No descansó; seguía construyendo organizaciones comunitarias e impulsando campañas diarias y grandes manifestaciones que concentraban la opinión pública nacional y mundial; la más importante fue la marcha sobre Washington en 1963 donde pronunció el famoso discurso «Tengo un sueño». Una a una van cayendo las normas racistas, y las comunidades negras conquistan la ley de derechos civiles y su convencimiento sobre la fuerza del amor y la no violencia quedará consignada como herencia espiritual de M. L. King para las generaciones de todos los siglos venideros en sus libros: La marcha hacia la libertad, La medida de un hombre, La fuerza de amar y Por qué no podemos esperar. En ellos exalta el humanismo, el ejercicio de la dignidad y la justicia que encarnaban su pensamiento y sus acciones.

En 1964, el mundo entero reconoce y aclama la contribución de M. L. King a la paz mundial cuando se le concede el Premio Nobel de la Paz. King recibe este galardón en nombre de la lucha del Pueblo Negro y de las gentes de todos los colores que, unidos por la solidaridad, lograban el derrumbe inexorable del sistema de apartheid que envilecía la dignidad de los pueblos de los Estados Unidos. M. L. King había logrado orientar con su liderazgo la destrucción del sistema racista de la primera potencia mundial.

El 4 de abril de 1968 un hombre blanco, llamado James Earl Ray, asesinó a M. L. King. El mundo entero lo lloró y la rebelión del Pueblo Negro incendió y destruyó las calles de los Estados Unidos.

Fuentes: Agencias, Juan de Dios Mosquera, Signos de estos Tiempos

 

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