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Diez cosas que los Católicos deben Saber sobre el Matrimonio

La familia está bajo asalto en el mundo de hoy, especialmente en occidente.

Y eso lleva también a que el matrimonio este bajo asalto.

Por un lado por quienes quieren ampliar su definición incorporando la posibilidad que los integrantes sean del mismo sexo o sean más de uno.

Y también se está cuestionando al interior del catolicismo, con toda la discusión en torno a la comunión a los divorciados vueltos a casar.

Hay mucha confusión sobre el amor y el matrimonio en nuestra sociedad y dentro la Iglesia.

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Hasta ahora las enseñanzas de la Iglesia han sido claras y firmes.
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No obstante han ido creciendo algunas diferencias entre los sacerdotes, obispos y cardenales, y entre los laicos.
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Respecto a si la categoría matrimonio debe ser abierta a los homosexuales.
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Y especialmente, sobre la comunión a los divorciados vueltos a casar.

Este artículo detalla las diez cosas que todo católico debe saber sobre el matrimonio.

Y como terminaron los cuatro últimos intentos para abrir la eucaristía a los divorciados vueltos a casar.

 

DIEZ COSAS QUE TODO CATÓLICO DEBE SABER SOBRE EL MATRIMONIO

 

1 – El matrimonio es algo dado por Dios

El matrimonio no es una construcción social o una idea romántica.

El matrimonio no tiene un motivo sentimental o es por la posibilidad de una gran fiesta.

El matrimonio no es algo que inventamos ya sea como individuos, como tribu o como sociedad. El matrimonio es dado por Dios.

El comienzo de la Biblia muestra al hombre y la mujer unidos por el diseño de Dios.

Esto fue afirmado por Jesucristo, la sociedad humana, el sentido común y la experiencia universal de la raza humana.

El matrimonio puede haber sido tomado a la ligera en diferentes formas por diferentes sociedades.

Pero la esencia del matrimonio, es un hombre y una mujer juntos para completarse el uno al otro, de cara a la procreación y unidos por y para la vida universalmente.

 

2 – Un matrimonio es entre un hombre y una mujer

El matrimonio se forja en el orden natural. 

Hombres y mujeres encajan. Ellos se unen para hacer el amor y hacer bebés. 

Dos hombres o dos mujeres se pueden amar y el amor puede ser una buena y hermosa cosa, pero esto se llama de otra manera. No es matrimonio.

Los amigos no tienen sexo juntos. Eso es algo entre los maridos y las esposas, entre hombres y las mujeres.

Por lo tanto, incluso si la sociedad hace las leyes que contradicen esta verdad obvia, un matrimonio no puede tener lugar entre dos personas del mismo sexo.

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3 – El matrimonio es un compromiso de por vida

Para los católicos, el matrimonio es para toda la vida.

Si alguien está casado válidamente a una persona, estará casado con esa persona hasta que uno de ellos muera.

Si se separa de esa persona todavía está casada con él o ella. Si obtiene un divorcio civil, a los ojos de la iglesia, esas personas siguen estando casadas entre sí.

Si el matrimonio es válido están casados para toda la vida.

Si están separados o divorciados no pueden casarse con otra persona porque eso sería adulterio, que es un pecado grave. 

También no pueden hacer el amor con otra persona, porque eso también sería adulterio.

 

4 – Para que un matrimonio sea válido el hombre y la mujer deben ser ambos libres para casarse

No pueden casarse con alguien que ya está casado.

Si hay alguna circunstancia o intenciones que limitan su capacidad de hacer con pleno, maduro y dispuesto consentimiento, el matrimonio podría ser inválido. 

 

5 – Para el matrimonio sea válido el hombre y la mujer deben entender la naturaleza del matrimonio y hacer sus votos con el consentimiento pleno y dispuesto

La gente se casa por todo tipo de razones, pero, o no entienden realmente lo que están haciendo o no han dado pleno y dispuesto consentimiento.

Aquí hay una serie de conceptos de los que ha hablado Benedicto XVI, sobre que él consideraba que muchos de los matrimonios actuales eran inválidos porque se habían hecho sin fe.

O sea que en el momento de casarse, alguno de la pareja, de hecho no profesaba la fe católica y sin esta comprensión se divorciaron.

Y luego, cuando llegan realmente a la fe, sufren el problema de no poder casarse más.

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6 – Para que un matrimonio sea válido para un católico deben ser cumplidas algunas obligaciones

Un católico también tiene que estar casado según la «forma» apropiada.

La forma correcta es que deben casarse con otra católica en una iglesia católica de acuerdo con un ritual católico y oficiado por un sacerdote o diácono católico.

Si una persona es católica no puede estar casada en una capilla de Las Vegas, o en la playa, o en la cima de la montaña, o en una capilla en un campamento mormón.

No pueden estar casados por el pastor luterano o el de Pare de Sufrir. No pueden elegir una iglesia porque sea la más bonita.

Sin embargo, sí hay buenas razones para que un católico se case con un no católico en algún otro lugar por otro ministro, y en ese caso es posible pedir al obispo permiso para prescindir de la forma adecuada.

Si una persona es católica y no ha estado casado según la forma apropiada, entonces el matrimonio es probablemente inválido y probablemente podría recibir una sentencia de nulidad.

 

7 – Un decreto de nulidad no es un «divorcio católico»

Un matrimonio puede ser declarado nulo o no existente por la autoridad eclesiástica competente.

Después de la debida investigación, la autoridad puede decidir que un matrimonio nunca existió. 

Esto podría ser debido a la falta de forma en que se debería haber casado en una iglesia católica con otra católica por un funcionario católico según un rito católico.

También puede deberse a que uno de la pareja no era libre para casarse o porque por razones complicadas, o porque una de las personas no era capaz de hacer un matrimonio válido.

 

8 – Un decreto de nulidad no tiene nada que ver con la calidad de la relación en el matrimonio

Tú no puedes solicitar un decreto de nulidad porque tu marido ha resultado ser un canalla o tu esposa te es infiel.

Tu dijiste que es «en la prosperidad o en la adversidad» ¿te acuerdas?

Un decreto de nulidad no tiene nada que ver con lo que está sucediendo en el propio matrimonio.
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En cambio, es una decisión basada en si un matrimonio se celebró válidamente.

El hecho real de las dificultades en el matrimonio, incluso si son graves, no son la base sobre la que se decidida la nulidad.

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9 – Para los católicos el matrimonio es un sacramento 

El matrimonio no es sólo un romance de cuento de hadas en el que un hombre y una mujer se enamoran y viven felices para siempre.

Además del romance y el amor erótico, el matrimonio es un sacramento.

¿Qué es un sacramento? Es un misterio sagrado en el que la expresión física de la vida se convierte en un canal de la gracia divina. 

En otras palabras, a través de las expresiones físicas de la vida matrimonial – todo, desde hacer el amor hasta hacer el desayuno, hacer dinero o luchar – puede ser una conexión a la vida divina.

Es por eso que decimos que el matrimonio es dado por Dios y no podemos jugar con los conceptos básicos de lo que el matrimonio es en realidad.

 

10 – El matrimonio es parte del misterio de Cristo y de su Iglesia

En el Antiguo Testamento Dios dijo que iba a venir y ser el novio de su pueblo.

Jesús usó la imaginería nupcial muchas veces en su enseñanza.

Él se llamó a sí mismo «el novio» y a sus seguidores «la novia.»

San Pablo dijo que los maridos deben amar a sus esposas «como Cristo amó a la iglesia».

Él usó la imaginería nupcial varias veces para hablar de que la iglesia es «la esposa de Cristo».

Esto significa que nuestros matrimonios humanos nos conectan con el misterio de Cristo y de su iglesia.

Es a través del sacramento del matrimonio que aprendemos como es el amor de Dios.

Es a través del misterio del matrimonio que experimentamos la unidad un creyente con Jesucristo mismo.

Es por esto que la Iglesia Católica no puede jugar con el matrimonio, ya que cuando cambiamos la definición de matrimonio cambiamos nuestra comprensión de nuestra salvación, nuestra comprensión de Cristo y su iglesia y nuestra relación con Dios.

Esta es también la razón por la Iglesia Católica se opone a cualquier cosa que hiera o rompa el matrimonio.

Es por esto que no aceptamos el adulterio, la fornicación, la cohabitación, la homosexualidad, la masturbación, la prostitución, la pornografía, el divorcio, un nuevo matrimonio, la bigamia, el abuso sexual, la violación, la anticoncepción artificial, la concepción artificial y cualquier otra cosa que rompa el sacramento precioso y eterno del matrimonio.

 

4 VECES LA IGLESIA SE MANTUVO CONTRA LA COMUNIÓN DE LOS DIVORCIADOS VUELTOS A CASAR

En un ensayo titulado «El Misericordioso regalo de la indisolubilidad y la cuestión de pastoral para los católicos civilmente divorciados vueltos a casar», Nicholas J. Healy JR., recorre la historia de cómo en cuatro de los últimos momentos la Iglesia lo ha denegado rotundamente.

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En 1965 en el Vaticano II

El argumento para permitir la comunión en ciertas circunstancias a los católicos divorciados vueltos a casar se remonta, al menos en la historia reciente, a la cuarta sesión del Concilio Vaticano II. 

El Arzobispo Elias Zoghby, el vicario patriarcal de los melquitas en Egipto, propuso que debe ser considerada la práctica oriental de tolerar las segundas nupcias en ciertos casos.

Resolución

A petición del Papa Pablo VI, todas las actividades normales del Consejo fueron suspendidas hasta que se abordara la propuesta.

El cardenal Journet fue preguntado por el Papa para responder a Zoghby, y citando Mc 10, 2 y 1 Corintios 7: 10-11, concluyó que

«la enseñanza de la Iglesia católica sobre la indisolubilidad del matrimonio sacramental es enseñanza del Señor Jesús que la ha revelado a nosotros y siempre ha sido salvaguardada y proclamada en la Iglesia…

La Iglesia no tiene autoridad para cambiar lo que es de derecho divino«.

 

En 1970

A pesar de la respuesta de la Iglesia en el Concilio Vaticano II, los años 1970 vieron un aluvión de publicaciones de teólogos católicos y obispos que abogaban por un cambio en la enseñanza de la Iglesia, sobre todo en Estados Unidos y en Alemania.

En 1972, un comité de estudio encargado por la Sociedad Teológica Católica de Norteamérica emitió una «Declaración Pastoral Interina» sobre «El problema de los segundos matrimonios».

Argumentando que no sólo deben los divorciados vueltos a casar ser admitidos de nuevo en los sacramentos, sino que la Iglesia es necesario que repiense y redefina las mismas ideas de consumación e indisolubilidad.

Ese mismo año en Alemania, varios obispos prominentes y teólogos como Schnackenburg, Ratzinger (el cardenal Ratzinger, ahora Papa emérito Benedicto XVI, se retractó oficialmente su apoyo a la comunión de los divorciados casados de nuevo en una carta publicada en The Tablet en 1991, y varias veces desde que expresó su apoyo a la enseñanza de la Iglesia tal como se expresa en la Familiaris Consortio), Lehmann y Böckle escribieron volúmenes sobre el tema, con el argumento de clemencia en ciertas circunstancias similares a las prácticas de la Iglesia Ortodoxa.

Resolución

La Iglesia tiene un Sínodo sobre la Familia en 1980, cuando los divorcios van en aumento en todo el mundo.

El resultado del Sínodo 1980 fue que el Papa Juan Pablo II en la exhortación apostólica Familiaris consortio de 1981, reflexionó sobre el papel de la familia en el plan divino de Dios, y, específicamente, incluye una sección sobre las situaciones irregulares.

Al abordar la situación de los divorciados y vueltos a casar civilmente, el Papa Juan Pablo II dice lo siguiente:

Junto con el Sínodo, exhorto vivamente a los pastores y a toda la comunidad de los fieles a ayudar a los divorciados, procurando con solícita caridad asegurarse de que no se consideren separados de la Iglesia, en cuanto bautizados que pueden, y de hecho deben, compartir en su vida. 

Ellos deben ser alentados a escuchar la palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas comunitarias en favor de la justicia, a educar a sus hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y la práctica de la penitencia y a implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios. 

La Iglesia debe rezar por ellos, animarlos y se presentarse como madre misericordiosa y así los sostenerlos en la fe y la esperanza.

Sin embargo, la Iglesia reafirma su práctica, que se basa en la Sagrada Escritura, de no admitir en la comunión eucarística a los divorciados vueltos a casar

Son incapaces de ser admitidos, por el hecho de que su estado y situación de vida contradicen objetivamente esa unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía.

Además de esto, hay otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.

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En 1993

Tres obispos alemanes prominentes, Oskar Saier, Walter Kasper, y Karl Lehmann, publicaron una carta sobre la atención pastoral de los divorciados y vueltos a casar.

Esencialmente diciendo que, si bien lo que el Papa Juan Pablo II dijo en la Familiaris Consortio es muy agradable y generalmente cierto, no se puede posiblemente aplicar a cada situación difícil que se presente.

Estos obispos propusieron luego su propia guía para los católicos divorciados vueltos a casar, para determinar su solvencia para los sacramentos, guiada por un pastor.

Había tres condiciones que los obispos alemanes establecieron para la posibilidad de la comunión:

-los individuos deben estar arrepentidos por el fracaso de su primer matrimonio; 

-el segundo matrimonio civil tiene que «demostrar su valía en el tiempo como estable»; 

-y los «compromisos asumidos en el segundo matrimonio tienen que ser aceptados».

En estas condiciones, los obispos argumentaron, las personas que se han vuelto a casar civilmente podrían estar en buena conciencia de recibir la Eucaristía sin la necesidad de vivir en continencia.

Resolución

En 1994 una respuesta indirecta a los obispos alemanes en la «Carta sobre la comunión», que dijo enseñanza de la Iglesia «no se puede modificar para situaciones difíciles».

Aunque nunca mencionó la carta de los obispos alemanes, fue escrita claramente en respuesta a la misma.

La carta de la Congregación citó pasajes de la Escritura, de la Familiaris Consortio, y el Catecismo de la Iglesia Católica para apoyar enseñanza de la Iglesia.

Y se dirigió contra las falsas nociones de conciencia que permitirían a las personas determinar por sí mismas si fue válido o no su primer matrimonio.

 

De 1994-2005

Literatura publicada por varios obispos y teólogos todavía mostraba una tendencia a alejarse de enseñanza del Papa Juan Pablo II en la Familiaris Consortio.

Lo que lleva a la Iglesia a llamar a un Sínodo sobre la Eucaristía en el año 2005, durante el cual se estudió la cuestión y se decidió ampliamente.

Resolución

El Papa Benedicto XVI emitió una exhortación apostólica post-sinodal llamada Sacramentum Caritatis, en la que confirmó la doctrina y la práctica de la Iglesia.

También abogó por una comprensión teológica más profunda de la relación entre el sacramento del matrimonio y el sacramento de la Eucaristía.

Y pidió mejores esfuerzos pastorales en el ámbito de la preparación para el matrimonio para los jóvenes.

Fuentes:

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El papa Francisco “abre la cabeza” de la Rota Romana pidiéndoles actitud pastoral

Con la mente puesta en las nulidades matrimoniales.

 

En el momento en que la comunión a los divorciados vueltos a casar está “arriba de la mesa” de discusión en la Iglesia, de cara al Sínodo de la Familia de octubre de 2014, Francisco habló al Tribunal Apostólico de la Rota Romana, quien se ocupa de los casos de nulidades matrimoniales, y llamó la atención el énfasis que puso en reclamarle no practicar una justicia legalista y en abstracto, sin que practiquen su profesión con un criterio pastoral.

 

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Francisco ha trazado un perfil del juez eclesiástico, abordando tres puntos de vista que se complementan y son indisolubles: perfil humano, judicial y pastoral, resaltando la

«pericia en el derecho, la objetividad del juicio y la imperturbable e imparcial equidistancia»

El Papa Francisco ha invitado a los jueces del Tribunal de la Rota Romana a «dejar a un lado los puntos de vista personales» y a no practicar la justicia «legalista y en abstracto» sino adaptándola a las necesidades de la realidad concreta, en su primer discurso a este Tribunal que ha pronunciado este viernes en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, con motivo de la inauguración del año judicial.

Francisco ha trazado así un perfil del juez eclesiástico, abordando tres puntos de vista que se complementan y son indisolubles: perfil humano, judicial y pastoral.

En este sentido, ha explicado que al juez eclesiástico se le pide

«serenidad al juzgar y que deje a un lado los puntos de vista personales»; que no practique la justicia «legalista y en abstracto, sino que se adapte a las necesidades de realidad»; y que no quede «satisfecho con un conocimiento superficial de la realidad» sino que «profundice» en la situación de las personas que aguardan el juicio.

Sobre el aspecto judicial, el Papa ha resaltado la

«pericia en el derecho, la objetividad del juicio y la imperturbable e imparcial equidistancia», como cualidades del juez. Asimismo ha manifestado la necesidad de «tutelar la verdad, en el respeto a la ley, sin traicionar la delicadeza y humanidad propia del pastor de almas».

La tercera dimensión a la que se ha referido el Papa es el aspecto pastoral.

«Al juez se le pide genuino espíritu de servicio», ha explicado el Pontífice, para esclarecer que los jueces eclesiásticos están «llamados a tratar y juzgar imitando al buen pastor que cuida a la oveja herida».

En cualquier caso, ha precisado que

«la dimensión jurídica y la dimensión pastoral del ministerio eclesiástico no están en contraposición, porque ambas concurren a la realización de la finalidad y la unidad de acción de la propia iglesia».

Así, el Papa ha recalcado que

«la actividad judicial eclesiástica, que se configura como servicio a la verdad en la justicia, tiene una connotación profundamente pastoral, porque pretende perseguir el bien de los fieles y edificar la comunidad cristiana».

Ante varios oficiales, jueces y abogados del Tribunal eclesiástico, Francisco ha explicado que

«el oficio judicial es una verdadera diaconía, es decir un servicio al Pueblo de Dios».

En esta línea, les ha asegurado que, con su trabajo, ofrecen «una competente contribución al afrontar temáticas pastorales».

Fuentes: Periodista Digital, Radio vaticano, Signos de estos Tiempos

 

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El Papa lanzó un amplio cuestionario a las parroquias sobre los temas candentes de las familias

Para la preparación del Sínodo de la Familia.

 

El papa Francisco envió una serie de consultas a las Iglesias locales para afrontar lo que denomina “los desafíos pastorales sobre la familia”, que se abordará con una asamblea extraordinaria en octubre de 2014 y un sínodo ordinario en 2015. El cuestionario y las sugerencias dan la idea de que sa tratarán todos los temas que rozan a la familia, desde la vida matrimonial, a la convivencia, las nulidades matrimoniales, las parejas homosexuales, el feminismo anti católico, etc.

 

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¿Los cristianos divorciados que se han vuelto a casar están conscientes de su irregularidad? ¿Se sienten marginados y viven con sufrimiento la imposibilidad de recibir los sacramentos? Sin de las 38 preguntas del cuestionario adjunto al breve documento para preparar el Sínodo extraordinario sobre la familia que Francisco convocó para octubre de 2014.

El Papa quiere consultar a las Iglesias locales (en Gran Bretaña, por ejemplo, los obispos decidieron discutir el cuestionario en las parroquias y todos los que quieran podrán enviar propuestas y sugerencias) para afrontar los «desafíos pastorales sobre la familia».

En las primeras líneas del documento aparece el nuevo enfoque para proceder con los trabajos, para hacer más eficaz e incluyente el mismo Sínodo.

La primera etapa será la asamblea extraordinaria de octubre de 2014, que tendrá que definir el «estado de la cuestión» y recopilar «los testimonios y las propuestas de los obispos».

La segunda etapa será el Sínodo ordinario de 2015, «para buscar líneas operativas para la pastoral de la persona humana en la familia».

El documento, que recibieron en estos días los obispos de todo el mundo, comienza describiendo las «problemáticas inéditas» que se han presentado en los últimos años: la difusión de las parejas «de hecho», «que no acceden al matrimonio y a veces excluyen la idea», las uniones entre personas del mismo sexo, «a las que no pocas veces se consiente la adopción de hijos», los matrimonios mixtos o interreligiosos, la familia monoparental, «formas de feminismo hostil a la Iglesia», la difusión del fenómeno de la «renta de úteros».

Pero, sobre todo,

«en ámbito más estrictamente eclesial, el debilitamiento o abandono de la fe» en el sacramento del matrimonio y en el «poder terapéutico» de la confesión.

Por ello es «urgente» que el episcopado de todo el mundo dirija su atención hacia estos problemas.

«Si, por ejemplo, se considera solo el hecho –dice un párrafo muy significativo del documento– de que en el actual contexto muchos chicos y jóvenes, nacidos en matrimonios irregulares, podrían no ver nunca a sus padres acercarse a los sacramentos, se comprende cuán urgentes son los desafíos para la evangelización de la situación actual […] Esta realidad tiene una singular conformidad en la vasta acogida que está teniendo en nuestros días la enseñanza sobre la misericordia divina y su ternura para con las personas heridas: las expectativas consecuentes sobre las decisiones pastorales relacionadas con la familia son muy amplias».

Es decir, el documento, en el que se ve la huella del Papa, habla de las grandes esperanzas ante una pastoral renovada que se enfoque en las «personas heridas», sin cerrar las puertas ni reducir todo al simple elenco de las ya conocidas posiciones doctrinales.

La segunda parte del documento indica en tres páginas los fundamentos bíblicos y el magisterio de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia.

Para concluir, aparecen las 38 preguntas del cuestionario. Interrogantes sobre la difusión y la recepción de las enseñanzas de la Iglesia al respecto, sobre las dificultades para ponerlas en práctica y sobre su relación con los programas pastorales en todos los niveles. También se pide información sobre cuáles son los puntos más atacados y rechazados fuera de los ambientes eclesiales.

Algunas de las preguntas se refieren a la «ley natural». El Sínodo quiere saber si, por ejemplo,

«piden la celebración del matrimonio bautizados no practicantes o que se declaran no creyentes» y cómo «afrontar los desafíos pastorales consecuentes».

Después se pasa a la cuestión sobre la pastoral de la familia y el apoyo para las familias en crisis.

En cuanto a las «situaciones matrimoniales difíciles», el punto que tiene más preguntas, se pide información sobre la difusión de las convivencias, sobre las uniones libres, sobre la relevancia de la realidad de los divorciados y de los divorciados que se han vuelto a casar:

«¿Cómo afrontar estas realidades a través de programas pastorales adecuados?».

Y después:

«¿Cómo viven los bautizados sus irregularidades? ¿Están conscientes de ellas? ¿Manifiestan simplemente indiferencia? ¿Se sienten marginados y viven con sufrimiento la imposibilidad de recibir los sacramentos?».

Otras cuestiones relacionadas:

«¿Cuáles son las peticiones que las personas divorciadas que se han vuelto a casar hacen a la Iglesia a propósito de los sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación? ¿Cuántas de las personas que se encuentran en estas situaciones piden estos sacramentos?».

Es particularmente significativa la pregunta sobre la nulidad:

«¿La agilización de la práctica canónica para el reconocimiento de la declaración de la nulidad del vínculo matrimonial podría ofrecer un positivo aporte real para la solución de los problemas de las personas involucradas? Si sí, ¿cómo?».

Una vía, la de la agilización de las causas de nulidad, que ya había sido mencionada por Benedicto XVI y de la que también habló Francisco durante el vuelo de regreso de la JMJ de Río de Janeiro. En aquella ocasión, el Papa argentino aludió a la praxis en vigor en las Iglesias ortodoxas, que bendicen en algunos casos las segundas nupcias tras un camino penitencial.

«¿Existe una pastoral para ir al encuentro de estos casos? ¿Cómo se anuncia a los separados y a los divorciados que se han vuelto a casar la misericordia de Dios y cómo se lleva a cabo el apoyo de la Iglesia a sus caminos de fe?».

El cuestionario también se ocupa de las uniones entre las personas del mismo sexo.

«¿Cuál atención pastoral sería posible para con las personas que eligieron vivir según este tipo de uniones?».

Y también:

«En el caso de uniones de personas del mismo sexo que hayan adoptado niños, ¿cómo comportarse pastoralmente en vista de la transmisión de la fe?».

Para concluir, también hay algunas cuestiones relacionadas con la doctrina de la encíclica «Humanae vitae» de Pablo VI y con los métodos anticonceptivos. Se pregunta, por ejemplo, qué tan conocida es la enseñanza de Papa Montini y si es aceptada.

O «¿cómo promover una mentalidad más abierta sobre la natalidad?».

Es interesante notar que al final del documento se pide que se indiquen cuáles desafíos y propuestas sobre estos temas son urgentes según los destinatarios a pesar de que no aparezcan en el mismo cuestionario.

Es decir, el trabajo se perfila amplio e incluyente. Lo que surge claramente es la voluntad de ofrecer respuestas ante el cisma silencioso de los muchos bautizados excluidos de los sacramentos por diferentes razones.

Fuentes: Valores Religiosos, Signos de estos Tiempos

 

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Los divorciados vueltos casar pertenecen a la Iglesia y ésta tiene múltiples aperturas a su situación [2013-05-23]

Ni desespero ni abandono.
Hay muchos divorciados vueltos a casar que se consideran tratados como personas de segunda categoría en la Iglesia por no acceder a la eucaristía, aunque tengan fundadas razones para su situación, y mismo muchos fieles de las parroquias verdaderamente los tratan como católicos de segunda categoría. Pero la Iglesia está preocupada por el tema y ha abierto múltiples caminos alternativos, que incluso algunos implican recibir la comunión.

 

divorciados vueltos a casar

 

Es un requisito fundamental el arrepentimiento y la penitencia, siempre y en todo caso. Y desde el punto de vista procesal, está abierto el proceso en el derecho canónico para decretar la nulidad del matrimonio anterior, pero se debe admitir que se trata de un proceso complejo, que lleva tiempo y dinero.

EL TSUNAMI DEL DIVORCIO

La situación de los divorciados y vueltos a casar es un problema importante y complejo para la Iglesia, que se ha convertido en una “emergencia pastoral” porque el número de estos católicos actualmente excluidos de la vida sacramental ha aumentado notablemente, y la mayoría no se siente cómodo con no participar de la eucaristía, y abandona las misas y hasta la fe.

El ataque que vive la familia produce situaciones para las que la Iglesia Católica no tiene respuestas reconfortantes hacia personas, que por ejemplo: son abandonadas por el cónyuge, o para las personas que descubrieron a Dios y a la Iglesia luego de la crisis del divorcio y que se casaron por Iglesia por presión del otro cónyugue aunque en esa etapa de la vida se declaraban ateas e incluso, en algunos casos, hasta no hicieron los cursos prematrimoniales.

Para muchos de estos casos hay intenciones y soluciones reconfortantes, que incluyen en el principio grupos de divorciados vueltos a casar, en diversas parroquias, que son acompañados pastoralmente por sacerdotes, pero hay otras soluciones que pueden implicar el acceso a la eucaristía en forma extraordinaria.

LAS POSICIONES DE BENEDICTO XVI

Sobre fines de enero de 2013, a poco más de 2 meses de dejar su pontificado, Benedicto XVI pidió a los jueces eclesiásticos y “rotales” “más reflexiones” sobre la falta de fe de los esposos como posible causa de nulidad del matrimonio.

“No pretendo sugerir –precisó– ningún automatismo fácil entre la carencia de fe y la invalidez de la unión matrimonial, sino más bien indicar que tal carencia puede, aunque no necesariamente, herir incluso los bienes del matrimonio”.

No fue la primera vez que el Pontífice afronta este argumento. En julio de 2005, mientras se encontraba de vacaciones en Les Combes, respondió a una pregunta relacionada mientras platicaba con unos sacerdotes del lugar.

“Ninguno de nosotros –dijo– tiene una receta ya lista, sobre todo porque las situaciones siempre son diferentes. Me parece particularmente dolorosa la situación de todos los que se casaron en la Iglesia, pero que no eran verdaderamente creyentes y lo hicieron por tradición, y después, al encontrarse en un nuevo matrimonio no válido, se convierten, encuentran la fe y se sienten excluidos del sacramento. Este es verdaderamente un sufrimiento grande y cuando fui Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe invité a diferentes Conferencias Episcopales y a especialistas a que estudiaran este problema: un sacramento celebrado sin fe. Si fuera posible encontrar, realmente, un momento de invalidez porque al sacramento le faltaba una dimensión fundamental, no osaría decirlo. Yo, personalmente, lo creía, pero de las discusiones que hemos tenido al respecto entendí que el problema es muy difícil y que todavía debe ser analizado profundamente. Pero, dada la situación de sufrimiento de estas personas, hay que analizarlo”.

En 1972, como teólogo, Joseph Ratzinger había indicado los límites de las demostraciones procesales que declaran la nulidad matrimonial. Como cardenal arzobispo de Mónaco, durante el Sínodo sobre la familia de 1980, Ratzinger escribió a los agentes pastorales de su diócesis:

“El Sínodo indica como una categoría aparte a todos los que han llegado a la motivada convicción de consciencia, con respecto a su primer matrimonio, aunque no sea posible la prueba judicial a su favor. En un caso semejante se puede, evitando el escándalo, conceder la autorización para recibir la comunión”.

En octubre del año siguiente, con una carta a “The Tablet”, Ratzinger rectificó las interpretaciones demasiado aperturistas de sus palabras, explicando que en 1972 había hablado como teólogo y que entonces, como Prefecto del ex Santo Oficio, creía que la solución de la consciencia del individuo era impracticable, dado que el matrimonio no es un acto privado y tiene repercusiones en la vida del cónyuge, de los hijos, de la sociedad civil y eclesial. Pero también en aquella ocasión concluyó diciendo que en algunos casos excepcionalmente raros se podía recurrir a la Penitenciaría apostólica después del fracaso de los procesos canónicos.

Ratzinger volvió a hablar sobre el argumento en el libro-entrevista del periodista Peter Seewald, “La sal de la tierra” (1997). Afirmó que

En un futuro se podría incluso llegar a una constatación extrajudicial de la nulidad del matrimonio. Esta podría, tal vez, ser constatada por los que tienen la responsabilidad pastoral en el lugar”.

Una apertura sobre la posibilidad de que la última palabra sobre la nulidad matrimonial recaiga en el obispo, con una mayor atención a cada una de las situaciones, y no solo en los tribunales eclesiásticos.

EL SÍNODO DE LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

El último sínodo de obispos que trató la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, sobre fines del 2012, abordó también el asunto de los divorciados vueltos a casar. Los padres sinodales dicen:

La nueva evangelización debe hacer esfuerzos para abordar los problemas importantes en relación con el matrimonio, en el caso de los divorciados y vueltos a casar, en la situación de sus hijos, el destino de los cónyuges abandonados, en las parejas que viven juntas sin casarse, y en la tendencia de la sociedad a redefinir el matrimonio.

La Iglesia con atención materna y espíritu evangélico, debe buscar las respuestas adecuadas a estas situaciones, siendo un aspecto importante de la nueva evangelización. Cada plan pastoral de evangelización también debe incluir una invitación respetuosa a todos los que viven solos, para que experimenten a Dios en la familia de la Iglesia (Lista final de las propuestas, nº 48).

LA CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE EN 1994

En el Año Internacional de la Familia de 1994, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe emitió una Carta a los Obispos con expresa aprobación del Papa Juan Pablo II. El documento señala que podrían acceder a la comunión eucarística en determinados casos, los divorciados que se hallan en las siguientes condiciones:

Cuando han sido abandonados del todo injustamente, a pesar de haberse esforzado sinceramente por salvar el anterior matrimonio.

Cuando estuvieren convencidos de la nulidad del anterior matrimonio.

Cuando ya hubieren recorrido un largo camino de reflexión y de penitencia.

Cuando por motivos moralmente válidos no pudieran satisfacer la obligación de separarse.

Y cuando los divorciados se entrevistan con un sacerdote experto, su eventual decisión de conciencia debería ser respetada por el sacerdote, sin que ello implicase una autorización oficial.

Son 5 situaciones especiales en las que hay motivos de peso para no poder separar el concubinato, una situación pastoral tolerante y benévola, para poder hacer justicia a las diversas situaciones de los divorciados vueltos a casar, mientras persiste la ilusión sana de recibir los frutos de la comunión.

Fuentes: Info Católica, Foros de la Virgen María, Signos de estos Tiempos  

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