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¿Comunión en la Mano o en la Boca?

La norma de la Iglesia Católica sigue siendo comulgar en la boca.

No obstante, luego del Concilio Vaticano II se permitió comulgar en la mano a algunas Arquidiócesis.

Lo que se fue generalizando a pedido de las Conferencias Episcopales.

Independiente de esta polémica, hay malas prácticas para recibir la comunión que expondremos abajo.

ratzinger le da la comunion a juan pablo ii

Es llamativa la pregnancia de esta excepción de recibir la hostia en la mano.
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Ya que Santos, Doctores y los últimos papas (Juan Pablo II y Benedicto XVI) llaman a comulgar en la boca.  

Una de las tantas costumbres protestantes que ha tomado la Iglesia Católica y que forma parte de los signos de nuestros tiempos.

El Generalis Missalis Romani dice que en principio, la Comunión se recibe en la boca.

Pero donde sea concedido (por la Conferencia Episcopal), el fiel puede, a elección, comulgar recibiendo la hostia en la mano.

En cambio, cuando la Comunión se recibe «por intinción» (esto es, bajo las dos especies, mojando la hostia en el Cáliz), obviamente, sólo puede recibirse en la boca.

No obstante llama poderosamente la atención que muchos sacerdotes no conocen la norma para dar la comunión por intinción.

Me ha sucedido planteárselo a sacerdotes – tanto recién salidos del seminario como muchos años en el ministerio – que desconocían esta norma. O fingieron desconocerla. 

Sin embargo está sucediendo algo más oscuro, bajo el argumento de que la Iglesia debe modernizarse.

El Obispo de la Pampa, Argentina, Monseñor Raúl Martín, ha prohibido tomar la comunión de rodillas.

Mira este video.

Esto va en sentido inverso del pedido del anterior Papa, Benedicto XVI, y sobre todo anula unilateralmente y sin consulta Vaticana, una práctica que la Iglesia ha tenido en los últimos 20 siglos.

comunion e la boca

  

EVOLUCIÓN DE CÓMO SE RECIBE LA EUCARISTÍA

Monseñor Schneider, que es experto en Patrística e Iglesia primitiva, explica las diferencias entre la forma de comulgar en la Iglesia primitiva y la actual práctica de la comunión en la mano.

Según afirmó, esta costumbre es «completamente nueva» tras el Concilio Vaticano II.
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Y no hunde sus raíces en los tiempos de los primeros cristianos, como se ha sostenido con frecuencia.

En la Iglesia primitiva había que purificar las manos antes y después del rito, y la mano estaba cubierta con un corporal, de donde se tomaba la forma directamente con la lengua: 

«Era más una comunión en la boca que en la mano», afirmó Schneider.

De hecho, tras sumir la Sagrada Hostia el fiel debía recoger de la mano con la lengua cualquier mínima partícula consagrada.

Un diácono supervisaba esta operación.

Jamás se tocaba con los dedos.

«El gesto de la comunión en la mano tal como lo conocemos hoy era completamente desconocido» entre los primeros cristianos.

Aun así, se abandonó aquel rito por la administración directa del sacerdote en la boca.

Un cambio que tuvo lugar «instintiva y pacíficamente» en toda la Iglesia a partir del siglo V, en Oriente, y en Occidente un poco después.

El Papa San Gregorio Magno en el siglo VII ya lo hacía así.

Y los sínodos franceses y españoles de los siglos VIII y IX sancionaban a quien tocase la Sagrada Forma.

Según monseñor Schneider, la práctica que hoy conocemos de la comunión en la mano nació en el siglo XVII entre los calvinistas.
.
Que no creían en la presencia real de Jesucristo en la eucaristía.

«Ni Lutero», que sí creía en ella aunque no en la transustanciación, «no lo habría hecho», dijo el obispo kazajo.

«De hecho, hasta hace relativamente poco los luteranos comulgaban de rodillas y en la boca.

Y todavía hoy algunos lo hacen así en los países escandinavos».

bergoglio comunion en la boca

  

¿CUÁNDO TOMA FORMA LA POSIBILIDAD DE “COMULGAR EN LA MANO” EN LA IGLESIA CATÓLICA?

El documento fundamental que hizo ello posible no es otro que la instrucción Memoriale Domini, publicada el 29 de mayo de 1969 por la Sagrada Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, una de las nueve congregaciones de la Iglesia.

 “Habiendo pedido algunas Conferencias Episcopales y algunos obispos en particular que se permitiese en sus territorios el uso de poner en las manos de los fieles el pan consagrado, el Sumo Pontífice mandó que se preguntase a todos y cada uno de los obispos de la Iglesia latina su parecer sobre la oportunidad de introducir el rito mencionado”.

El resultado de la votación fue el siguiente.

Fueron propuestas a los obispos tres cuestiones, a las que, hasta el día 12 del mes de marzo último [1969], respondieron del modo siguiente:

¿Se ha de acoger el deseo de que, además del modo tradicional, se permita también el rito de recibir la Sagrada Comunión en la mano? Placet: 567. Non placet: 1.233. Placet iuxta modum: 315. Votos inválidos: 20.

¿Place que se hagan antes experimentos de este nuevo rito en pequeñas comunidades, con el consentimiento del ordinario del lugar? Placet: 751. Non placet: 1.215. Votos inválidos: 70.

¿Piensa que los fieles, después de una preparación catequética bien ordenada, han de recibir de buen grado este nuevo rito? Placet: 835. Non placet: 1.185. Votos inválidos: 128”.

Como se ve, el resultado fue bastante adverso a la reforma, por lo que en vez de imponerla, la instrucción en cuestión se limitó a hacer la siguiente concesión:

 “Si el uso contrario, es decir, el de poner la Santa Comunión en las manos, hubiere arraigado ya en algún lugar,

la misma Sede Apostólica, con el fin de ayudar a las Conferencias Episcopales a cumplir el oficio pastoral, que con frecuencia se hace más difícil en las condiciones actuales,

confía a las mismas Conferencias el encargo y el deber de examinar las circunstancias peculiares, si existen,

pero con la condición de prevenir todo peligro de que penetren en los espíritus la falta de reverencia o falsas opiniones sobre la Santísima Eucaristía, como también de suprimir con todo cuidado otros inconvenientes”.

Con lo cual, se puso en manos de las conferencias episcopales nacionales la potestad de decidir, si los sacerdotes de su jurisdicción podían o no optar por dejar la sagrada forma en las manos de sus fieles, en el caso en el que éstos así lo solicitaran.

Una potestad más, junto a las muchas otras de las que gozan las conferencias episcopales.

Como por ejemplo la de trasladar de día determinadas fiestas o la sustituir los ayunos y abstinencias por otras prácticas penitenciales.

Ha habido después de la instrucción Memoriale Divini alguna nueva referencia al tema.

La más importante quizás sea la de una nueva instrucción, la Redemptionis Sacramentum, de 2004, en la que se hace la siguiente observación que, en realidad, aporta poco a lo ya dicho en la Memoriale Divini,

 “Aunque todo fiel tiene siempre derecho a elegir si desea recibir la sagrada Comunión en la boca, si el que va a comulgar quiere recibir en la mano el Sacramento,

en los lugares donde la Conferencia de Obispos lo haya permitido, con la confirmación de la Sede Apostólica, se le debe administrar la sagrada hostia.

Sin embargo, póngase especial cuidado en que el comulgante consuma inmediatamente la hostia, delante del ministro, y ninguno se aleje teniendo en la mano las especies eucarísticas.

Si existe peligro de profanación, no se distribuya a los fieles la Comunión en la mano” (artículo 92).

San Pedro da la comunión a maría

  

LA VIRGEN MARÍA LLAMA A COMULGAR EN LA BOCA EN SUS APARICIONES

En  «Mística Ciudad de Dios», Sor María de Jesús de Agreda relata su visión sobre cómo fue la primera Misa de los Apóstoles, al octavo día de la Venida del Espíritu Santo, en la misma patena y cáliz en que había consagrado el Señor.

La primera Misa la celebró San Pedro y asistió a ella María Santísima.

En esas revelaciones, se dice que la Santísima Virgen comulgó de mano de San Pedro.
.
Observen que dice de mano, no en la mano.

Veamos cómo lo relata:

«Con profunda humildad y adoración se prepararon para comulgar.

Y luego dijeron las mismas oraciones y salmos que Cristo Señor nuestro había dicho antes de consagrar, imitando en todo aquella acción, como la habían visto hacer a su divino Maestro.

Tomó San Pedro en sus manos el pan ázimo que estaba preparado, y levantando primero los ojos al cielo con admirable reverencia, pronunció sobre el pan las palabras de la consagración del cuerpo santísimo de Cristo, como las dijo antes el mismo Señor Jesús.

Luego san Pedro consagró el cáliz y con el sagrado cuerpo y sangre hizo las mismas ceremonias que nuestro salvador, levantándolos para que todos lo adorasen.

Tras de esto se comulgó el apóstol a sí mismo y luego los once apóstoles, como María Santísima se lo había prevenido.

Y luego por mano de San Pedro comulgó la divina Madre«.

En muchos otros mensajes a videntes María pide comulgar en la boca, y nunca menciona comulgar en la mano.

fortea comunion en la boca

  

LAS DECLARACIONES DE LOS CONCILIOS

  

De Rouen: El Concilio de Rouén (año 650) prescribe: «A ningún laico, hombre o mujer, sea dada la eucaristía en la mano, sino en la boca.

  

De Bizancio: El Quinto Concilio de Constantinopla (año 691) prohibió a los fieles darse la Comunión a sí mismos (que es lo que sucede cuando la Sagrada Partícula es colocada en la mano del comulgante)

Y decretó una excomunión de una semana de duración para aquellos que lo hicieran en la presencia de un obispo, un sacerdote o un diácono.

  

De Trento: El Concilio de Trento (Dogmático) en fecha 11 de Octubre de 1551, (ses. XIII, c.8) dispuso:

«Siempre ha sido costumbre de la Iglesia de Dios, en la Comunión Sacramental, que los laicos tomen la comunión de manos de los sacerdotes, y que los sacerdotes celebrantes comulguen por sí mismos;

costumbre que por razón y justícia DEBE MANTENERSE por provenir de la Tradición Apostólica».

(El texto se refiere a la comunión en la boca, pues hacía ya muchos siglos que había sido prohibida en la mano.)

  

Vaticano II: No se pronunció sobre la comunión en la mano (auto comunión).

comunion en la mano

  

DECLARACIONES SANTOS, PADRES Y DOCTORES DE LA IGLESIA Y DE LA MADRE TERESA DE CALCUTA

  

Tertuliano:(160-220) «…cuidamos escrupulosamente que algo del cáliz o del pan pueda caer a tierra» (De corona, 3 PL 2, 99);

  

San Hipólito(170-235) «… cada uno esté atento… que ningún fragmento caiga y se pierda, porque es el Cuerpo de Cristo que debe ser comido por los fieles y no despreciado» (Trad. Ap. 32.).

  

Orígenes: (185-254) «Con qué precaución y veneración, cuando recibís el Cuerpo del Señor lo conserváis, de manera que no caiga nada o se pierda algo del don consagrado.

Os consideraríais justamente culpables si cayese algo en tierra por negligencia vuestra» (In Exod. Hom., hom. XIII, 3, Migne, PG 12, 391).

  

El mismo Pablo VI comenta así este último texto: «»Consta que los fieles creían y con razón, que pecaban, según recuerda Orígenes, si, habiendo recibido el cuerpo del Señor, y conservándolo con todo cuidado y veneración, algún fragmento caía por negligencia» (Mysterium Fidei, 32).

  

San Cirilo:(315-387) «… recíbela cuidando que nada de ella se pierda, porque dime: si alguno te diese unas limaduras de oro ¿no las guardarías con toda diligencia procurando no perder nada de ellas?

¿No procurarás, pues, con mucha más diligencia que no se te caiga ninguna migaja de lo que es más precioso que el oro y las piedras preciosas?»).

  

San Efrén: (306-373) «Comed este pan y no piséis sus migas… una partícula de sus migas puede santificar a miles de miles y es suficiente para dar vida a todos los que la comen» (Serm. in hebd. s., 4, 4).

  

San Basilio: (330-379) afirma claramente que sólo está permitido recibir la Comunión en la mano en tiempos de persecución o, como era el caso de los monjes en el desierto, cuando no hubiera un diácono o un sacerdote que pudiera distribuirla.«

No hace falta demostrar que no constituye una falta grave para una persona comulgar con su propia mano en épocas de persecución cuando no hay sacerdote o diácono» (Carta 93).

Lo que implica que recibirla en la mano en otras circunstancias, fuera de persecución, será una grave falta.

  

S. Agustín: (354-430) Sería locura insolente, el discutir qué se ha de hacer cuando toda la Iglesia Universal tiene ya una práctica establecida.” (carta 54,6; a Jenaro.)

  

San León, llamado el Magno, Sumo Pontífice entre 440-461, en sus comentarios al sexto capítulo de San Juan, habla de la Comunión en la boca como del uso corriente: «Se recibe en la boca lo que se cree por la Fe».

El Papa no habla como si estuviera introduciendo una novedad, sino como si fuera un hecho ya bien establecido.

  

S. Gregorio: También llamado Magno, Papa entre 590 y 604, en sus Diálogos (Roman 3, c 3) relata cómo el Papa San Agapito obró un milagro durante la Misa, después de haber colocado la Hostia en la lengua de una persona.

También Juan el Diácono nos habla acerca de esta manera de distribuir la Santa Comunión por ese Pontífice.

  

San Francisco de Asís: (1182-1226) “Sólo ellos, (los sacerdotes), deben administrarlo, y no otros.” ( Carta 2ª, a todos los fieles, 35).

  

Santo Tomás de Aquino: (1225-1274) «Porque debido a la reverencia hacia este sacramento, nada lo toca, sino lo que es consagrado; de aquí que el corporal y el cáliz son consagrados, y así mismo las manos del sacerdote, para tocar este sacramento.» (Suma Teológica: Pt. III, Q.82, Art. 3).

Es decir, se falta a la reverencia debida a este Sacramento, cuando lo tocan manos que no están consagradas; doctrina que fue luego confirmada por S.S. Juan Pablo II en Domenica Cenæ.

  

San Pío X «Cuando se recibe la Comunión es necesario estar arrodillado, tener la cabeza ligeramente humillada, los ojos modestamente vueltos hacia la Sagrada Hostia, la boca suficientemente abierta y la lengua un poco fuera de la boca reposando sobre el labio inferior«. (Catecismo de San Pío X).

Y Contestando a quienes le pedían autorización para comulgar de pie alegando que: los israelitas comieron de pie el cordero pascual les dijo:

«El Cordero Pascual era tipo (símbolo, figura o promesa) de la Eucaristía. Pues bien, los símbolos y promesas se reciben de pie, MAS LA REALIDAD SE RECIBE DE RODILLAS y con amor«.

Cuando estaba este santo pontífice en su lecho de muerte, en Agosto de 1914, y se le administró la Sagrada Comunión como Viático, no la recibió, y no le estaba permitido, en la mano: la recibió en la lengua de acuerdo a la ley y a la práctica de la Iglesia Católica.

  

Pío XII:Hay que reprobar severamente la temeraria osadía de quienes introducen intencionadamente nuevas costumbres litúrgicas, o hacen renacer ritos ya desusados, y que no están de acuerdo con las leyes y rúbricas vigentes.” ( Mediator Dei, 17.)

  

Pablo VI: El texto original de la ya mencionada consulta a los Obispos sobre la comunión en la mano, decía: En nombre y por encargo del Santo Padre, me es grato comunicar…” Al leerlo, el Papa dijo al encargado de redactar la carta:

-¿Grato? ¡No me es grato para nada!

Y corrigió el texto de la siguiente forma:

“En nombre y por encargo del Santo Padre, es mi deber comunicar…”

En esa misma carta el Papa corrigió otra frase añadiendo de su puño y letra lo que está en negritas:

“Por mandato explícito del Santo Padre que no puede dejar de considerar la eventual innovación con evidente aprensión

  

Madre Teresa de Calcuta:“…el peor mal de nuestro tiempo es la Comunión en la mano.” (The Wanderer, 23 de marzo de 1982)

comunion de rodillas

  

OPINIÓN DE SAN JUAN PABLO II

Periodista: – Santo Padre, ¿Cuál es su opinión sobre la comunión en la mano?

A lo que el Papa responde:
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Hay una carta apostólica sobre un permiso especial válido para esto.
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Pero yo le digo a Ud. que no estoy a favor de esta práctica, ni tampoco la recomiendo.
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El permiso fue otorgado debido a la insistencia de algunos obispos diocesanos.

Entrevistado por la revista Stimme des glaubens durante su visita a Fulda (Alemania) en Noviembre de 1980.

En su Carta “Domenica Cenæ”, de 24 de febrero de 1980, el Papa dice: “El tocar las Sagradas Especies y su distribución con las propias manos, es un privilegio de los ordenados”.

Y para que nadie interpretase de otra forma estas palabras, tres meses después, ante las cámaras de la televisión francesa, negaba la Comunión en la mano a la esposa del primer ministro Giscard d’Estaing.

En la Instrucción “Inestimabile Donum” de la Congregación para el Culto Divino, sancionada el día 17 de abril del mismo año de 1980, el Papa reitera:

“No se admite que los fieles tomen por sí mismos (auto comunión) el pan consagrado y el cáliz sagrado, y mucho menos que se lo hagan pasar de uno a otro”.

Pero más allá de esta polémica hay malas prácticas en la recepción de la comunión en ambas modalidades.

  

LAS MALAS PRÁCTICAS EN LA RECEPCIÓN DE LA COMUNIÓN

La Sagrada Eucaristía es el Sacramento que contiene el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo bajo la apariencia de pan y vino.

Y por lo tanto debemos recibir la hostia consagrada con respeto.

El comulgante al recibir la comunión debe inclinar su cabeza como un gesto de reverencia y recibir luego el cuerpo de Nuestro Señor de las manos del ministro.

De hecho hay dos formas aprobadas hoy para recibir la sagrada comunión.

Uno es el método tradicional, es la recepción de la hostia en la lengua.

El comulgante da un paso adelante, se arrodilla o se queda parado haciendo una reverencia o genuflexión o el signo de la cruz.
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El sacerdote levanta la hostia y dice “el cuerpo de Cristo” y el comulgante responde “amén”, inclina ligeramente la cabeza hacia atrás, extiende la lengua y la mantiene quieta, y el ministro coloca la hostia en la lengua después de su respuesta amén
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La otra forma es recibir la comunión en la mano.

El comulgante extiende su mano izquierda sobre su mano derecha y se mantiene quieto, mientras el ministro coloca la hostia en sobre la mano.
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Y el comulgante toma la hostia con la mano derecha y se la introduce en la boca en presencia del ministro antes de volver a su banco.

Sin embargo hay malas prácticas sobre las que nos gustaría hablar.

  

Malas prácticas al recibir la comunión en la boca

Aquí podemos encontrar diversas modalidades equivocadas.

El tiburón. Cuando el ministro levanta la ostia para mostrársela al comulgante, este se abalanza con sus dientes hacia la hostia como en una especie de ataque, haciendo que el ministro retroceda para evitar la mordida.

El mordedor. Esta es una variante de la anterior porque no se abalanza sobre la hostia, pero introduces su boca en la hostia y la mano del ministro. Y el ministro puede resultar mordido o simplemente sus dedos lamidos por el comulgante.

El que se balancea. Sigue con tal precisión los movimientos del ministro, que éste no sabe dónde colocar la hostia. El trabajo lo debe hacer el ministro y el comulgante debe extender suavemente la lengua y quedarse quieto.

El que crea confusión. Se arrodilla sobre un pie delante del ministro y luego de para, de modo que confunde al ministro sobre si quiere recibir la comunión arrodillado o parado, en la mano o en la boca.

El comulgante de la lengua reseca. Al sacar la lengua la hostia no queda pegada en ella, y a menudo cae al suelo; por lo que es recomendable humedecer la lengua antes de recibir la comunión.

El comulgante agujero negro. Abre la boca sin sacar la lengua y el sacerdote tiene qué tirar la hostia adentro de su boca, por qué no encuentra la lengua.

El comulgante tragamonedas. Abre poco la boca y es difícil para el ministro insertable la hostia en la lengua.

  

Malas prácticas al recibir la comunión en la mano

El ascensor. Levanta bruscamente la mano cuando recibe la hostia y se choca con la mano descendente del ministro.

El que baja la mano. Presenta sus manos tan abajo que obliga al ministro a doblarse y estirarse.

El jugador de básquetbol. Anticipa la recepción de la hostia y se la emboca en la boca de manera rápida y a veces se cae al suelo.

Al que no se ven las manos. Presenta las manos cubiertas por un buzo o una camisa y el ministro no sabe donde colocar la hostia.

El consumidor de medicamentos. Se tira en la boca la hostia sin ninguna reverencia.

El que tiene un bebé en sus brazos. Extiende su única mano libre y le es difícil embocar a la hostia; por lo tanto esta clase de persona debe recibir la comunión siempre la lengua.

El investigador. Toma la Eucaristía pero no se la pone en la boca y se va al banco a investigarla. Esto está prohibido y el ministro le llamará la atención, porque hay gente que va a las misas a buscar hostias consagradas para ritos satánicos.

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Las Profecías de Don Bosco sobre la Crisis en la Iglesia

San Juan Bosco realizó una serie de profecías, disfrazadas como “sueños”.

Hay dos se refieren a una gran crisis en la Iglesia y su solución.

Muestran cómo la Iglesia es atacada y cómo finalmente se reconstruirá por una intervención divina.

“El sueño de las dos columnas” es la profecía más conocida de ella.

Pero también está la “Marcha de los 200 días”, que debe leerse conjuntamente con la anterior.

Don Bosco previó las dificultades en el futuro de la Iglesia ya en 1862.

Maneja la alegoría a través de un barco en el mar tormentoso sufriendo ataques.

Varios papas se esfuerzan para amarrar a la Iglesia y anclarla entre dos columnas que aparecen en medio de aguas peligrosas.

Las columnas simbolizan dos devociones: Jesús en el Santísimo Sacramento y María Inmaculada, la Auxiliadora.

Un Papa es muerto en la batalla, lo que no significa necesariamente muerte física; también puede significar que no logra derrotar a los atacantes o directamente es derrotado.

Los enemigos parecen derrotar a la Iglesia.

Pero la calma y la paz llegan a la Iglesia sólo cuando el sucesor del Papa muerto ancla la Iglesia entre las dos columnas.

El mensaje es que el futuro de la Iglesia está garantizado cuando los sucesores de Pedro logran anclar a la Iglesia a las devociones de Jesús (Santísimo Sacramento) y María (María Auxilio de los Cristianos).

Lo cual supone que antes de esto, los atacantes habían logrado debilitar ambas devociones.

Hay dos frases que muestran el pensamiento de Don Bosco respecto a los tiempos difíciles que pasará la Iglesia,

“Se preparan días difíciles para la Iglesia. Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación de lo que tiene que suceder.” 

“La Iglesia deberá pasar tiempos críticos y sufrir graves daños, pero al fin el Cielo mismo intervendrá para salvarla.

Después vendrá la paz y habrá en la Iglesia un nuevo y vigoroso florecimiento”.

En el sueño de las Dos Columnas, el más conocido de ellos, Don Bosco habla del arsenal de los atacantes.

Habla de armas convencionales como cañones y fusiles, pero también se refiere a libros, lo que nos permite comprender que hay también un ataque ideológico.

Y que éste es previo al desembarque y ataque cuerpo a cuerpo.

En nuestra época las tres más formidables ideologías que han atacado a la Iglesia, penetrando en su interior, son el comunismo, el modernismo y el homosexualismo.

El comunismo creó corrientes como le Teología de la Liberación, que puso énfasis en la luchas de clases materialista, y que modernamente lo podemos resumir como marxismo cultural.

El modernismo, que puso énfasis en la reinterpretación de la Biblia en términos simbólicos y en la reformulación de la moral cristiana para adaptarla a la moral del mundo.

Y el homosexualismo, que es la adopción de un estilo de vida que no se alinea con la naturaleza sexual de los sacerdotes, sino que la invierte y pervierte.

La profecía narra cómo el ataque de los enemigos hacia la Iglesia va subiendo de intensidad hasta llegar al abordaje, que significa que el enemigo ya está visible en las parroquias y claustros.

Y la lucha cuerpo a cuerpo implica la batalla que cada uno de nosotros tiene con los enemigos dentro de la Iglesia.

Veamos el texto de “El Sueño de las Dos Columnas” para analizar sus detalles.

 

EL SUEÑO DE LAS DOS COLUMNAS DE SAN JUAN BOSCO

El 26 de mayo de 1862 Don Bosco había prometido a sus jóvenes que les narraría algo muy agradable en los últimos días del mes.

El 30 de mayo, pues, por la noche les contó el sueño.

Os quiero contar un sueño.

Es cierto que el que sueña no razona; con todo, yo que Os contaría a Vosotros hasta mis pecados si no temiera que salieran huyendo asustados, o que se cayera la casa, les lo voy a contar para su bien espiritual.

Este sueño lo tuve hace algunos días.

Figúrense que están conmigo a la orilla del mar, o mejor, sobre un escrollo aislado, desde el cual no ven más tierra que la que tienen debajo de los pies.

En toda aquella superficie líquida se ve una multitud incontable de naves dispuestas en orden de batalla, cuyas proas terminan en un afilado espolón de hierro a modo de lanza que hiere y traspasa todo aquello contra lo cual llega a chocar.

Dichas naves están armadas de cañones, cargadas de fusiles y de armas de diferentes clases; de material incendiario y también de libros [podemos pensar también en televisión, radio, internet, cine, teatro, prensa].

se dirigen contra otra embarcación mucho más grande y más alta, intentando clavarle el espolón, incendiarla o al menos hacerle el mayor daño posible.

A esta majestuosa nave, provista de todo, hacen escolta numerosas navecillas que de ella reciben las órdenes, realizando las oportunas maniobras para defenderse de la flota enemiga.

El viento les es adverso y la agitación del mar favorece a los enemigos.

En medio de la inmensidad del mar se levantan, sobre las olas, dos robustas columnas, muy altas, poco distante la una de la otra

Sobre una de ellas campea la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: Auxilium Christianorum.

Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: Salus Credentium.

El comandante supremo de la nave mayor, que es el Romano Pontífice, al apreciar el furor de los enemigos y la situación apurada en que se encuentran sus leales, piensa en convocar a su alrededor a los pilotos de las naves subalternas para celebrar consejo y decidir la conducta a seguir.

Todos los pilotos suben a la nave capitaneada y se congregan alrededor del Papa.

Celebran el consejo; pero al comprobar que el viento arrecia cada vez más y que la tempestad es cada vez más violenta, son enviados a tomar nuevamente el mando de sus naves respectivas.

Restablecida por un momento la calma, el Papa reúne por segunda vez a los pilotos, mientras la nave capitana continúa su curso; pero la borrasca se torna nuevamente espantosa. 

El Pontífice empuña el timón y todos sus esfuerzos van encaminados a dirigir la nave hacia el espacio existente entre aquellas dos columnas, de cuya parte superior todo en redondo penden numerosas áncoras y gruesas argollas unidas a robustas cadenas.

Las naves enemigas dispónense todas a asaltarla, haciendo lo posible por detener su marcha y por hundirla.

Unas con los escritos, otras con los libros, con materiales incendiarios de los que cuentan gran abundancia, materiales que intentan arrojar a bordo.

Otras con los cañones, con los fusiles, con los espolones: el combate se toma cada vez más encarnizado.

Las proas enemigas chocan contra ella violentamente, pero sus esfuerzos y su ímpetu resultan inútiles. 

En vano reanudan el ataque y gastan energías y municiones: la gigantesca nave prosigue segura y serena su camino. 

A veces sucede que por efecto de las acometidas de que se le hace objeto, muestra en sus flancos una larga y profunda hendidura.

Pero apenas producido el daño, sopla un viento suave de las dos columnas y las vías de agua se cierran y las brechas desaparecen.

Disparan entretanto los cañones los asaltantes, y al hacerlo revientan, se rompen los fusiles, lo mismo que las demás armas y espolones.

Muchas naves se abren y se hunden en el mar.

Entonces, los enemigos, encendidos de furor comienzan a luchar empleando el arma corta, las manos, los puños, las injurias, las blasfemias, maldiciones, y así continúa el combate.

Cuando he aquí que el Papa cae herido gravemente.

Inmediatamente los que le acompañan acuden a ayudarle y le levantan. 

El Pontífice es herido una segunda vez, cae nuevamente y muere.

Un grito de victoria y de alegría resuena entre los enemigos; sobre las cubiertas de sus naves reina un júbilo indecible.

Pero apenas muerto el Pontífice, otro ocupa el puesto vacante.

Los pilotos reunidos lo han elegido inmediatamente; de suerte que la noticia de la muerte del Papa llega con la de la elección de su sucesor.

Los enemigos comienzan a desanimarse. 

El nuevo Pontífice, venciendo y superando todos los obstáculos, guía la nave hacia las dos columnas.

Y al llegar al espacio comprendido entre ambas, la amarra con una cadena que pende de la proa a un áncora de la columna que ostenta la Hostia.

Y con otra cadena que pende de la popa la sujeta de la parte opuesta a otra áncora colgada de la columna que sirve de pedestal a la Virgen Inmaculada.

Entonces se produce una gran confusión.

Todas las naves que hasta aquel momento habían luchado contra la embarcación capitaneada por el Papa, se dan a la huida, se dispersan, chocan entre sí y se destruyen mutuamente.

Unas al hundirse procuran hundir a las demás.

Otras navecillas que han combatido valerosamente a las órdenes del Papa, son las primeras en llegar a las columnas donde quedan amarradas.

Otras naves, que por miedo al combate se habían retirado y que se encuentran muy distantes, continúan observando prudentemente los acontecimientos.

Hasta que, al desaparecer en los abismos del mar los restos de las naves destruidas, bogan aceleradamente hacia las dos columnas, llegando a las cuales se aseguran a los garfios pendientes de las mismas.

Y allí permanecen tranquilas y seguras, en compañía de la nave capitana ocupada por el Papa.

En el mar reina una calma absoluta.

Al llegar a este punto del relato, San Juan Bosco preguntó a Beato Miguel Rúa:

¿Qué piensas de esta narración?

El Beato Miguel Rúa contestó:

Me parece que la nave del Papa es la Iglesia de la que es Cabeza: las otras naves representan a los hombres y el mar al mundo.

Los que defienden a la embarcación del Pontífice son los leales a la Santa Sede; los otros, sus enemigos, que con toda suerte de armas intentan aniquilarla.

Las dos columnas salvadoras me parece que son la devoción a María Santísima y al Santísimo Sacramento de la Eucaristía.

El Beato Miguel Rúa no hizo referencia al Papa caído y muerto y San Juan Bosco nada dijo tampoco sobre este particular.

Solamente añadió:

Has dicho bien. Solamente habría que corregir una expresión. 

Las naves de los enemigos son las persecuciones. Se preparan días difíciles para la Iglesia.

Lo que hasta ahora ha sucedido es casi nada en comparación a lo que tiene que suceder. 

Los enemigos de la Iglesia están representados por las naves que intentan hundir la nave principal y aniquilarla si pudiesen. 

¡Sólo quedan dos medios para salvarse en medio de tanto desconcierto! Devoción a María Santísima.
.
Y frecuencia de los Sacramentos: Comunión frecuente, empleando todos los recursos para practicarlos nosotros y para hacerlos practicar a los demás siempre y en todo momento.

El sueño es una alegoría de la lucha a la que cada católico está enfrentado dentro de la Iglesia.

En la profecía se habla que el Papa llama a dos Consejos y Concilios a los capitanes de las naves menores.

La primera llamada de la nave capitana a un Consejo puede significar el Concilio Vaticano I, que acabó ante la entrada de las tropas masónicas en Roma y los cardenales huyeron.

Y la segunda llamada puede significar el Concilio Vaticano II, que ante la división, adoptó medidas de compromiso para mantener la unidad.

Lo que más tarde llevó a decir al Papa Pablo VI en 1972,

El humo de Satanás ha penetrado por alguna fisura de la Iglesia

“Se creía que después de la Concilio Vaticano II habría un día soleado en la historia de la Iglesia.

Pero otro gallo cantaría, porque en su lugar llegó un día de nubes, tormentas y oscuridad.”

Y 5 años después, el Cardenal Karol Wojtyla, diría en el Congreso Eucarístico de Filadelfia:

“Estamos ahora ante la confrontación histórica más grande que la humanidad jamás haya pasado…

Estamos ante la contienda final entre la Iglesia y la anti-iglesia, el Evangelio y el anti-evangelio.

Debemos estar preparados para someternos a grandes pruebas en un futuro no muy lejano.

Pruebas que requerirán que estemos listos para renunciar incluso a nuestras vidas, y un regalo total de sí mismo para Cristo y para Cristo.

A través de sus oraciones y las mías, es posible aliviar esta tribulación, pero ya no es posible evitarla…

¡Cuántas veces la renovación de la Iglesia se produjo en sangre! No será diferente esta vez.”.

La profecía de las dos columnas tiene su continuación en el menos conocido sueño de Don Bosco de “La Marcha de los 200 días”.

 

LA VICTORIA DEL PAPA ANCLADO EN LAS DOS COLUMNAS

En la profecía de la Marcha de los 200 Días, Don Bosco indicaba lo que iba a significar la victoria del Papa anclado a las dos columnas.

Era una noche oscura, y los hombres ya no podían encontrar su camino de regreso a sus propios países.

De repente una luz brillante brilló en el cielo, iluminando su camino como al mediodía.

En ese momento salió del Vaticano, como en procesión, multitud de hombres y mujeres, niños pequeños, monjes, monjas y sacerdotes, y a su cabeza el Papa.

Pero una furiosa tormenta estalló, algo oscureciendo esa luz, como si la luz y la oscuridad estuvieran encerradas en la batalla.

Mientras tanto, la larga procesión llegó a una pequeña plaza llena de muertos y heridos, muchos de los cuales lloraban pidiendo ayuda.

Las filas de la procesión se adelgazaban considerablemente.

Después de una marcha de doscientos días, todos se dieron cuenta de que ya no estaban en Roma.

Desalentados, rodearon al Pontífice para protegerlo y ministrarle en sus necesidades.

En ese momento aparecieron dos ángeles, con un estandarte que presentaba al Sumo Pontífice, diciendo:

Tomad la bandera de Aquella que pelea y derrota a los más poderosos ejércitos de la tierra: vuestros enemigos han desaparecido: con lágrimas y suspiros sus hijos abogan por Su regreso.”

Un lado del estandarte llevaba la inscripción: Regina sine labe concepta [Reina concebida sin pecado], y el otro lado decía: Auxilium Christianorum [Ayuda de los cristianos].

El Pontífice aceptó la bandera alegremente, pero se angustió al ver cuán pocos eran sus seguidores.

Pero los dos ángeles continuaron diciendo:

Vayan, reconforten a sus hijos, escriban a sus hermanos esparcidos por todo el mundo que los hombres deben reformar sus vidas, y esto no puede lograrse si no se parte el pan del Verbo Divino entre los pueblos.

El catecismo y la predicación del desapego de las cosas terrenas.

Ha llegado el momento, concluyeron los dos ángeles, cuando los pobres evangelizarán al mundo.

Los sacerdotes serán buscados entre los que manejan la azada, la pala y el martillo, como David profetizó:

“Dios levantó al pobre de los campos para ponerlo en el trono de su pueblo”.

Al oír esto, el Pontífice siguió adelante, y las filas comenzaron a hincharse.

Al llegar a la Ciudad Santa, el Pontífice lloró al ver a sus ciudadanos desolados, ya que muchos de ellos ya no estaban.

Luego entró en San Pedro y entonó el Te Deum, al que un coro de ángeles respondió, cantando: Gloria in excelsis Deo et en terra pax hominibus bonae voluntatis.

Cuando terminó la canción, toda la oscuridad desapareció y brilló un sol abrasador.

La población había disminuido mucho en las ciudades y en el campo.

La tierra fue destrozada como por un huracán y la tormenta de granizo, y la gente se buscó unos a otros, profundamente conmovidos, y diciendo: Est Deus en Israel [Hay un Dios en Israel].

Desde el inicio del exilio hasta la entonación del Te Deum, el sol subió 200 veces. Todos los eventos descritos cubren un período de 400 días.

Esta profecía muestra la intervención del cielo, comunicada a través de los ángeles al pastor de una Iglesia pobre, pequeña y sufriente.

Le da ánimos para seguir adelante y anunciar “el catecismo y la predicación del desapego de las cosas terrenas”.

Esa debilidad se va tornando en fortaleza y sus filas se engrosan más y más hasta que desaparece la oscuridad.

Fuentes:

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Como surgió el apoyo de Juan Pablo II a la coalición internacional luego de los ataques del 11 S

Intervención papal en el combate del terrorismo.
El ex embajador de EE.UU. ante la Santa Sede, Jim Nicholson, recuerda la respuesta del Santo Padre sobre los terribles acontecimientos del atentado contra las Torres Gemelas. Y cuenta como las expresiones vertidas por el Papa, en su reunión personal, sirvieron de espaldarazo a la administración Bush para lanzar la “Coalición de los Dispuestos” para atacar al terrorismo en sus bases de Afganistán.

 

juan pablo ii

 

El Papa Juan Pablo II, estaba poseído por un gran sentido común sobre la dinámica de la globalización y las complejidades de los pueblos y culturas.

Mi primer encuentro personal con el Papa Juan Pablo II fue el 13 de septiembre de 2001. La ocasión fue la presentación formal de mis cartas credenciales como nuevo embajador de Estados Unidos ante la Santa Sede. Fue planeado para ser una ocasión de fiesta, pero fue un acontecimiento triste, ya que el mundo estaba sufriendo los terribles acontecimientos de tan sólo 48 horas antes.

Lo primero que el Papa me dijo fue lo mucho que lo sentía por mi país, que acababa de ser atacado, y lo triste que le hacía sentir. A continuación hicimos juntos una oración por las víctimas y sus familias.

Luego, el Papa dijo algo muy profundo y muy revelador de su aguda comprensión del terrorismo internacional. Él dijo: «Embajador Nicholson, este fue un ataque, no sólo sobre los Estados Unidos, sino sobre toda la humanidad.» Y, luego agregó: «Tenemos que parar a estas personas que matan en nombre de Dios.»

Las palabras del Papa acerca de los atacantes de los Estados Unidos el 9/11, y nuestra necesidad, de hecho nuestra obligación moral, «de hacer algo» fue muy valiosa para los EE.UU. para el montaje de una «Coalición de los Dispuestos», como el Presidente Bush llamó. Fue captado al instante y la comprensión del Papa ante la situación – la base de Afganistán para el lanzamiento de estos ataques terroristas – que le obligó a prestar su influencia moral como amigo y aliado de los Estados Unidos.

Él sabía exactamente lo que estaba diciendo y el efecto que tendría sobre los demás países que estaban tratando de decidir si querían o no unirse a nosotros como socios militares en Afganistán contra Al Qaeda y sus colaboradores. El Papa no hizo una pausa, dudó o se equivocó cuando se comunicaba a través de mí a nuestro presidente y a los líderes de países con ideas afines para empujar contra los terroristas sin Estado quienes trataban de alinearse bajo la protección de la soberanía de Afganistán.

El Papa Juan Pablo II se crió bajo los regímenes represivos de los nazis y los comunistas. Sabía muy bien los efectos sobre la libertad y la dignidad que su agenda ideológica y recursos militares podrían causar a personas inocentes.

El Papa había jugado un papel clave en lo que George Weigel llama la «revolución de la conciencia» en Polonia. Jugó un papel decisivo en la desaparición de la Unión Soviética y del comunismo europeo, y practicaba también de uso de la discreta fuerza moral para influir en los organismos internacionales.

Era, ante todo, un hombre de paz, el Papa Juan Pablo II también entendió la doctrina de la guerra justa de la Iglesia y la responsabilidad de los líderes para proteger a los inocentes ante las fuerzas del mal. Él respetó al presidente Bush y su «juicio prudente» para decidir lo que era legítimo para proteger el bien común.

En 2004, el presidente Bush, con gratitud y respeto por su solidaridad con los valores estadounidenses, concedió al Papa la Medalla de la Libertad, que es el premio más importante que los Estados Unidos otorga a un civil.

Fuentes: Catholic Agency, SdeT

 

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El Maestro de Ceremonias Pontificias habla sobre los cambios litúrgicos del Papa [2011-04-06]

Importantes declaraciones ha dado Mons. Guido Marini al semanario católico polaco Niedziela (www.niedziela.pl), sobre el sentido de las modificaciones litúrgicas introducidas por Benedicto XVI en las celebraciones de su pontificado. En entrevista concedida a Wlodzimierz Redzioch, el Maestro Papal de Ceremonias Pontificias habló sobre la belleza en la liturgia, las intenciones de los Padres conciliares en sus disposiciones al respecto y el papel del Sumo Pontífice como punto de referencia litúrgico para la Iglesia Universal, entre varios otros temas.

«El Papa es el Sumo Sacerdote, aquel que ofrece el sacrificio de la Iglesia, el que ofrece la enseñanza litúrgica a través de celebraciones – el punto de referencia para todos», sentenció Mons. Marini.

Preguntado por el significado concreto de modificaciones tales como celebraciones dirigidas hacia la cruz, la Santa Comunión recibida directamente en la boca y de rodillas, y largos momentos de silencio y meditación, el Maestro de Ceremonias expresó, en sintéticas reflexiones, que «celebrar dirigido hacia la cruz hace hincapié en la dirección correcta de la oración litúrgica, es decir, hacia Dios; durante las oraciones los fieles no han de mirarse a sí mismos sino que deben dirigir sus ojos hacia el Salvador».

«Dar la hostia a la gente arrodillada busca dar valor al aspecto de adoración, tanto como elemento fundamental de la celebración, así como actitud necesaria, mientras contemplamos el misterio de la presencia real de Dios en la Eucaristía. Durante la celebración litúrgica la oración asume diversas formas: palabras, canciones, música, gestos y silencios. Por otra parte, los momentos de silencio nos permiten participar realmente en el acto de adoración, y lo que es más, desde el interior evocar cualquier otra forma de oración», expresó Mons. Marini.

«Estos son cambios realizados de acuerdo con la lógica de desarrollo de continuidad con el pasado. Así, nosotros no nos ocupamos de romper con el pasado y con yuxtaponernos a pontificados anteriores. (…) los cambios introducidos sirven para evocar el verdadero espíritu de la liturgia como el Concilio Vaticano II ha querido, «El ‘tema’ de la belleza intrínseca de la liturgia es Cristo mismo, resucitado y glorificado en el Espíritu Santo, quien incluye a la Iglesia en su obra«, afirmó.

En claras y profundas reflexiones, y tras resaltar la importancia de la exhortación apostólica «Sacramentum Caritatis», Mons. Guido Marini resaltó el papel de la belleza en la liturgia, belleza que constituye «una rica categoría litúrgica y teológica»: «Al igual que el resto de la Revelación cristiana, la liturgia es intrínsecamente vinculada a la belleza: es ‘veritatis splendor’ [esplendor de la verdad]. (…) Esto no es mero esteticismo sino el modo concreto en que la verdad del amor de Dios en Cristo llega a nuestro encuentro, nos atrae y nos deleita, permitiéndonos salir de nosotros mismos y llevándonos hacia nuestra verdadera vocación, que es el amor. La mayor verdadera belleza es el amor de Dios, que definitivamente se ha revelado a nosotros en el misterio pascual», dijo.

«La belleza de la liturgia es parte de este misterio -continuó Monseñor-, es una expresión sublime de la gloria de Dios y, en cierto sentido, un reflejo del cielo en la tierra. La Belleza, entonces, no es un mero adorno, sino un elemento esencial de la acción litúrgica, ya que es un atributo de Dios mismo y su revelación. »

Sobre el uso del latín en la liturgia, recomendado por el Concilio Vaticano II, Mons. Marini destacó su carácter de universalidad y el papel de comunión que puede desempeñar entre fieles de las más diversas nacionalidades, entre otros.

«Por encima de todo, tenemos un gran legado litúrgico en el Latín: desde el canto gregoriano a la polifonía, así como los ‘testi venerandi’ [textos sagrados] que los cristianos han utilizado durante mucho tiempo. Además, el Latín nos permite mostrar la catolicidad y la universalidad de la Iglesia. Podemos experimentar esta universalidad de una manera única en la Basílica de San Pedro y en otras reuniones internacionales cuando hombres y mujeres de todos los continentes, nacionalidades, idiomas, cantan y oran en el mismo idioma. ¿Quién no se sentirá como en casa cuando están en una iglesia en el extranjero y pueden unirse a sus hermanos en la fe, al menos en algunos momentos, utilizando el latín?», manifestó.

Fuente Gaudium Press

 

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