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Catequesis Básica sobre la Virgen María [todo sobre la Santísima Virgen]

Este es un resumen de los aspectos más importantes sobre la veneración a la Virgen María en los católicos.

En pocas frases se puede tener un panorama amplio de las creencias católicas hacia Nuestra Señora.

  

QUIÉN ES LA VIRGEN MARÍA

María, que en hebreo quiere decir “Señora” y según otros “Mar amargo”, es la mujer con la cual se abre la promesa en la antigua alianza (Gn. 3:15) y con la cual cierra Simeón la antigua profecía (Lc. 2, 25-35).

Es la Mujer que ha tenido el mayor contacto con la Santísima Trinidad en la historia.

El Padre la escoge entre todas las mujeres para ser madre de su hijo unigénito, el Espíritu Santo engendro un hijo en sus entrañas y la segunda persona tomo carne y sangre en su vientre.

Si por Eva entró el pecado en el mundo, por la Virgen María entró la salvación.

Tiene la misión de combatir contra el “dragón” y la “bestia” del mal en los tiempos finales según el Apocalipsis.

  

CUÁLES SON LOS DOGMAS MARIANOS

Los dogmas marianos proclamados por la Iglesia Católica Apostólica Romana son cuatro:

A) En el año 431, el Concilio de Éfeso declaró a María Madre de Dios, Theotokos.

B) En el año 649 (dos siglos después) el Papa Martín I declaró su Virginidad Perpetua (antes, durante y después del parto).

C) Más de mil años después se proclamó el próximo dogma: la Inmaculada Concepción (1854), por el Papa Pío IX. Este dogma enseña que María fue siempre libre de pecado. No tuvo pecado original.

D) Un siglo después, el Papa Pío XII proclamó la Asunción de María(1950): Al final de su vida terrenal, la Madre de Jesús fue llevada a la gloria del cielo en cuerpo y alma.

  

A) MADRE DE JESÚS Y POR TANTO MADRE DE DIOS

María es Madre de Jesús quien es Dios y Hombre.

Si negáramos su maternidad divina entonces también negaríamos que Jesucristo, su hijo, sea Dios.

Esta expresión, Madre de Dios, no dice que sea María quien por su engendramiento ha dado a Jesús su divinidad, sino que dice que María ha engendrado según la carne a aquel que es eternamente engendrado por Dios.

  

B) VIRGINIDAD PERPETUA DE MARÍA

La Iglesia afirma la doctrina de la virginidad perpetua de María Santísima.

Esto significa que ella fue siempre virgen: antes, durante y después de dar a luz a Jesucristo.

La virginidad de María antes del parto está firmemente atestiguada por los evangelios de san Mateo y de san Lucas.

Este último en su relato de la Anunciación insiste en que “el ángel Gabriel fue enviado por Dios… a una virgen… y el nombre de la virgen era María” (Lc 1,26-27).

Mateo dice que en la concepción de Jesús se cumplió la profecía de Is 7,14 sobre la concepción virginal del Mesías (Mt 1,22-23).

Y que José no conoció a María “hasta que dio a luz un hijo” (Mt 1,25) con lo cual queda excluida cualquier relación carnal antes del nacimiento de Jesús.

  

C) MARÍA CONCEBIDA SIN PECADO

¿Cómo mantener la realidad pecadora de una madre, marcada como todo ser humano por el pecado original, y la realidad no pecadora de un niño como Jesús?.

El 8 de diciembre de 1854 el Papa Pío IX definió la fe de la Iglesia católica sobre la Inmaculada Concepción:

“Desde el primer instante de su concepción, por la gracia y el privilegio de Dios todopoderoso, y en consideración de los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, la Virgen María fue preservada intacta de mancha de pecado original”.

Por consiguiente, no solamente María no ha cometido pecado, sino que no ha sido alcanzada por el pecado original.

  

D) LA ASUNCIÓN DE MARÍA A LOS CIELOS

¿Cómo se terminó la vida terrestre de María?

El 1º de noviembre de 1950 el Papa Pío XII definió solemnemente, después de consulta a todos los obispos, la Inmaculada Madre de Dios.

“María siempre virgen, después de haber acabado el curso de su vida terrestre, ha sido elevada en cuerpo y alma a la gloria celestial”.

Nada se dice sobre si María murió o no antes de haber sido elevada al cielo.

Lo que se afirma es que su cuerpo no ha conocido la corrupción, no se ha degradado, sino que ha sido elevado a la gloria celestial.

Nótese también la diferencia entre la Ascensión, en la que Jesucristo resucitado de entre los muertos sube al cielo (Él es el actor de la acción), y la Asunción, en la que María es elevada al cielo por Dios (ella es pasiva, es Dios quien actúa).

Cardenal Masella, enviado de Pío XII, consagrando a la Virgen de Fátima en Cova de Iría

  

MARIA REINA

El pueblo cristiano siempre ha reconocido a María Reina por ser madre del Rey de reyes y Señor de Señores.

Su poder y sus atributos los recibe del Todopoderoso: Su Hijo, Jesucristo.

Es Él quien la constituye Reina y Señora de todo lo creado, de los hombres, de los ángeles y para vencer a satanás.

María Santísima es Reina por ser la madre de Dios hecho hombre, el Mesías, el Rey universal.

Por ser la perfecta discípula que acompañó a Su Hijo desde el principio hasta el final, Cristo le otorga la corona.

El papa Juan Pablo II, en la audiencia del 23-7-97 dijo que

“María es Reina no sólo porque es Madre de Dios, sino también porque (…) cooperó en la obra de la redención del género humano. (…).

Asunta al cielo, María es asociada al poder de su Hijo y se dedica a la extensión del Reino, participando en la difusión de la gracia divina en el mundo”.

  

MARÍA COOPERA EN NUESTRA SALVACIÓN

Esta cuestión divide a católicos y protestantes.

Los católicos dicen que María, al convertirse en Madre de Dios, ha cooperado a la realización de nuestra salvación (por su escucha, su servicio de intercesión como en Caná, etc.).

Pero eso no significa sin embargo que María sea una segunda mediadora al lado de Cristo, como si añadiera alguna cosa a la obra de Él.

María está en efecto, como nosotros, del lado de los salvados.

  

MARÍA MADRE DE LA FE, DE LA ESPERANZA Y DE LOS CREYENTES

María es mujer de fe, de esperanza y de caridad como ninguna otra criatura había sido antes ni jamás lo ha de ser.

En estos tiempos de general apostasía y de consecuente destrucción del hombre, la Madre de Dios nos asegura con su presencia el favor del cielo, la victoria de Nuestro Señor sobre el pecado, sobre la muerte y sobre satanás.

Ella viene a traernos la luz de Cristo.

Ella viene a llevarnos a Cristo, Ella viene a defender a la Iglesia y a su Pastor. Su presencia continua reaviva y fortalece nuestra esperanza e ilumina nuestra fe.

  

MADRE DE LA IGLESIA

Los primeros cristianos han concedido mucho valor a la presencia de María al pie de la cruz de su hijo, Jesús. Se acuerdan de estas palabras dichas a Juan: “He ahí a tu madre” (Jn. 19,27).

La expresión Madre de la Iglesia no ha visto la luz hasta el fin del concilio Vaticano II.

El Papa Pablo VI proclamó entonces a María Madre de la Iglesia, es decir Madre de sus fieles y de sus pastores.

  

MARÍA MEDIANERA DE TODAS LAS GRACIAS

Todas las Gracias vienen a través de María porque Jesucristo El Salvador del mundo viene a través de ella.

No hay mayor Gracia aparte de Jesús.

Todas las gracias vienen a nosotros a través de María porque su intercesión es un preámbulo a todas las gracias.

  

MARIA CORREDENTORA

Actualmente hay un movimiento que propone al Papa la aprobación del 5º dogma de María Corredentora.

El título Mariano “Corredentora”, se refiere a la participación única de María en la obra de nuestra redención llevada a cabo por Jesucristo.

Es un paso más a su carácter de cooperadora en la salvación.

El término como ha sido usado por la Iglesia nunca pone a María en nivel de igualdad con Jesucristo, el divino redentor.

Sin embargo, la libre y activa cooperación humana de la Madre de Jesús en la redención, particularmente en la Anunciación y en el Calvario, es correctamente reconocida por el magisterio y las enseñanzas papales del Concilio Vaticano Segundo –Ver “Lumen Gentium” Nos. 56, 57, 58 y 61–.

Y se convierte en un ejemplo preeminente de cómo el Cristiano está llamado a hacerse un “co-trabajador con Dios”.

  

POR QUÉ LOS CATÓLICOS LE ORAN A MARÍA

Realmente, toda oración cristiana no se dirige más que a Dios: sea al Padre, o a Jesucristo o al Espíritu Santo, o incluso a la Trinidad en cuanto tal.

Si recurrimos a María y a los santos en nuestra oración, es para pedirles ayuda, su intercesión ante Dios, su oración.

Es lo que hacemos al pedir en el “Ave María” al decir “ruega por nosotros pecadores”.

Nuestras oraciones dirigidas a María son en realidad oraciones dirigidas a Dios que es el único que puede escucharlas.

Siempre podemos alabar a María como lo han hecho antes de nosotros Lutero y otros reformadores.

María decía en su Magnificat: “Todas las generaciones me felicitarán” (Lc. 1,48).

Nosotros la veneramos, alabando a Dios por ella y con ella.

Como lo hizo el ángel en la Anunciación e Isabel en la Visitación.

  

CONSAGRACIÓN AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA

Nos consagramos al Inmaculado Corazón de María, porque Dios nos ha entregado a María como Madre y nos ha confiado a ella.

Ella es pues responsable de velar por la salvación de todos sus hijos, de hacer que se acerquen a Jesús, que escuchen su Palabra, que vivan como hermanos.

Jesús quiere que tengamos un corazón limpio, sencillo, humilde, inmaculado como el de su madre.

Consagrarse a María significa ponernos en sus manos, a su servicio y disposición.

Y Ella nos guiará hacia Jesús.

Consagrarnos a Ella significa dejarse llevar sin condiciones, sabiendo que Ella conoce mejor el camino y que podemos dormir tranquilos en sus brazos de madre.

Consagrarse a María significa vivir permanentemente en su Inmaculado Corazón, dentro del Corazón divino de Jesús.

Es dejar que Ella actúe por medio de nosotros.

Es como prestarle nuestra lengua para que hable por nosotros y nuestro corazón para que ame a los demás por nuestro medio.

  

LOS CATÓLICOS NO ADORAN A MARÍA

La Iglesia no se cansa de proclamar que nosotros honramos a María como lo hacía Jesús y la proclamamos bendita, cumpliendo la profecía bíblica (Lc 1, 48).

Pero la adoración es única y propia de Dios y María es criatura.

A María se la venera o se le concede hiperdulía.

  

POR QUÉ LOS CATÓLICOS REZAN EL ROSARIO SI NO ESTÁ EN LA BIBLIA

No hay oración más Bíblica que el rosario, todos los misterios están en la Biblia, el Padrenuestro, también está en la Biblia y la primera parte del Ave María también.

El Rosario es una oración más Bíblica que muchas que se hacen en algunas iglesias.

En cuanto a la repetición dice Mc 14, 39 que Jesús repetía muchas veces la misma oración, el rosario es una meditación en una oración.

  

MARÍA SE PRESENTA CON DIFERENTES ROSTROS Y VESTIDOS

Las advocaciones a María son múltiples pero siempre es la misma Virgen María la que se venera a través de Nuestra Señora del Carmen, la Virgen del Rosario o la Reina de la Paz de Medjugorje.

María presenta en cada advocación un perfil levemente distinto y a su vez cada advocación crece en un lugar geográfico e histórico que le da su originalidad.

  

MARÍA SE ESTÁ APARECIENDO

La Iglesia Católica y la Ortodoxa admiten que algunos fenómenos se deben a la presencia sobrenatural de la Virgen María a videntes.

La Iglesia Católica distingue entre apariciones públicas (en que estudia su veracidad) y privadas (en que el vidente así lo expresa), pero en ningún caso el fiel está obligado a aceptarlas.

El estudio de una aparición puede llevar siglos hasta que la Iglesia aprueba o desaprueba; en más del 95% de las apariciones estudiadas la Iglesia no se ha expedido y sólo una ínfima minoría son aprobadas o desaprobadas.

El Vaticano no aprueba las apariciones que están en curso y nunca aprueba los mensajes.

Los Obispos muchas veces permiten oficiar misa en los lugares de las apariciones, incluso aunque hayan dicho públicamente que no hay evidencias que sea un fenómeno sobrenatural, porque no niegan su autenticidad, sino expresan que no tiene pruebas irrefutables de ello.

Cuando un Obispo aprueba una aparición de María puede suceder y ha sucedido, que su sucesor la repruebe o viceversa.

Las contradicciones y los ataques son inherentes a las apariciones marianas, porque siempre que se está apareciendo María está actuando el demonio para destruir su obra.

El punto central para discernir si una aparición viene de María son los frutos que deja (conversión, obras, sanaciones), su guía hacia Jesús y una catequesis compatible con la de la Iglesia Católica.

  

MARÍA ES CENTRO DE ATAQUE HOY EN DÍA

Desde el Génesis fue profetizada “enemistad entre la Mujer y el demonio” (Gn. 12, 13-18).

También está escrito que el demonio les hará la guerra a los hijos de la Mujer.

Esta es la razón por la cual María es centro de división entre los cristianos y los hijos de las tinieblas.

La gran promesa en Gn. 3, 15 dice que quienes vencerán a la descendencia de la serpiente son los hijos o descendencia de la Mujer.

Nosotros somos la descendencia de la Mujer, esta Mujer es la Virgen María.

Los ataques a María provienen también desde dentro de la Iglesia Católica a través del “minimismo mariano”.

Que puede apreciarse cuando no se resalta a María como Reina ni los privilegios concedidos a la Santísima Virgen por haber sido creada para ser la Madre de Dios y asociada a Cristo para la obra de redención de la humanidad.

Y por el contrario, se la minimiza cuando se la relega solamente como madre fiel, acompañante de los discípulos, con gran capacidad orante, intercesora.

  

ALGUNAS PERSONAS DICEN QUE LAS APARICIONES DE MARÍA SON COSAS DEL DEMONIO

Falso, María según Apocalipsis 12, tiene la misión de anunciar la segunda venida de Cristo y en las apariciones María no trae al mundo mensajes propios, trae un mensaje Evangélico de conversión, arrepentimiento y retorno a las Escrituras.

El demonio no puede predicar conversión a Jesús, y los frutos de paz, conversión y alegría que se ven en las personas que asisten a estos eventos no pueden venir del maligno.

Dice la Escritura que atribuir al demonio las obras de Dios es pecado contra el Espíritu Santo y este no se perdona (Mt 12, 22-32).

  

¿TUVO MARÍA MÁS HIJOS?

En el evangelio de San Marcos, se mencionan cuatro hermanos de Jesús, Santiago, José, Judas y Simón los cuales nunca son llamados hijos de María.

La palabra hebrea “Aha” se utiliza como hermano, tío, primo, pariente; por ejemplo en Génesis 13, 8 se menciona a Lot como hermano de Abraham, sin embargo son tío y sobrino (Gen 12, 5).

En el mismo evangelio de Marcos 15, 40 se nombran a José y Santiago hijos de María que en Juan 19, 25 se aclara que esta María era hermana (Aha) de la Madre de Jesús.

En Hechos 1, 13 se mencionan a Simón y Judas como seguidores del Maestro.

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Catequesis de Juan Pablo II sobre la mediación de María

Presentamos dos catequesis de SS Juan Pablo II del año 1997: La intercesión celestial de la Madre de la Divina Gracia y María Mediadora de todas las Gracias.

 

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La intercesión celestial de la Madre de la divina gracia
Catequesis de Juan Pablo II (24-IX-97)

1. María es madre de la humanidad en el orden de la gracia. El concilio Vaticano II destaca este papel de María, vinculándolo a su cooperación en la redención de Cristo.

Ella, «por decisión de la divina Providencia, fue en la tierra la excelsa Madre del divino Redentor, la compañera más generosa de todas y la humilde esclava del Señor» (Lumen gentium, 61).

Con estas afirmaciones, la constitución Lumen gentium pretende poner de relieve, como se merece, el hecho de que la Virgen estuvo asociada íntimamente a la obra redentora de Cristo, haciéndose «la compañera» del Salvador «más generosa de todas».

A través de los gestos de toda madre, desde los más sencillos hasta los más arduos, María coopera libremente en la obra de la salvación de la humanidad, en profunda y constante sintonía con su divino Hijo.

2. El Concilio pone de relieve también que la cooperación de María estuvo animada por las virtudes evangélicas de la obediencia, la fe, la esperanza y la caridad, y se realizó bajo el influjo del Espíritu Santo. Además, recuerda que precisamente de esa cooperación le deriva el don de la maternidad espiritual universal: asociada a Cristo en la obra de la redención, que incluye la regeneración espiritual de la humanidad, se convierte en madre de los hombres renacidos a vida nueva.

Al afirmar que María es «nuestra madre en el orden de la gracia» (ib.), el Concilio pone de relieve que su maternidad espiritual no se limita solamente a los discípulos, como si se tuviese que interpretar en sentido restringido la frase pronunciada por Jesús en el Calvario: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26). Efectivamente, con estas palabras el Crucificado, estableciendo una relación de intimidad entre María y el discípulo predilecto, figura tipológica de alcance universal, trataba de ofrecer a su madre como madre a todos los hombres.

Por otra parte, la eficacia universal del sacrificio redentor y la cooperación consciente de María en el ofrecimiento sacrificial de Cristo, no tolera una limitación de su amor materno.

Esta misión materna universal de María se ejerce en el contexto de su singular relación con la Iglesia. Con su solicitud hacia todo cristiano, más aún, hacia toda criatura humana, ella guía la fe de la Iglesia hacia una acogida cada vez más profunda de la palabra de Dios, sosteniendo su esperanza, animando su caridad y su comunión fraterna, y alentando su dinamismo apostólico.

3. María, durante su vida terrena, manifestó su maternidad espiritual hacia la Iglesia por un tiempo muy breve. Sin embargo, esta función suya asumió todo su valor después de la Asunción, y está destinada a prolongarse en los siglos hasta el fin del mundo. El Concilio afirma expresamente: «Esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el consentimiento que dio fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz, hasta la realización plena y definitiva de todos los escogidos» (Lumen gentium, 62).

Ella, tras entrar en el reino eterno del Padre, estando más cerca de su divino Hijo y, por tanto, de todos nosotros, puede ejercer en el Espíritu de manera más eficaz la función de intercesión materna que le ha confiado la divina Providencia.

4. El Padre ha querido poner a María cerca de Cristo y en comunión con él, que puede «salvar perfectamente a los que por él se llegan a Dios, ya que está siempre vivo para interceder en su favor» (Hb 7,25): a la intercesión sacerdotal del Redentor ha querido unir la intercesión maternal de la Virgen. Es una función que ella ejerce en beneficio de quienes están en peligro y tienen necesidad de favores temporales y, sobre todo, de la salvación eterna: «Con su amor de madre cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y viven entre angustias y peligros hasta que lleguen a la patria feliz. Por eso la santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora» (Lumen gentium, 62).

Estos apelativos, sugeridos por la fe del pueblo cristiano, ayudan a comprender mejor la naturaleza de la intervención de la Madre del Señor en la vida de la Iglesia y de cada uno de los fieles.

5. El título de «Abogada» se remonta a san Ireneo. Tratando de la desobediencia de Eva y de la obediencia de María, afirma que en el momento de la Anunciación «la Virgen María se convierte en Abogada» de Eva (Adv. haer. V, 19, 1: PG VII, 1.175-1.176). Efectivamente, con su «sí» defendió y liberó a la progenitora de las consecuencias de su desobediencia, convirtiéndose en causa de salvación para ella y para todo el género humano.

María ejerce su papel de «Abogada», cooperando tanto con el Espíritu Paráclito como con Aquel que en la cruz intercedía por sus perseguidores (cf. Lc 23,34) y al que Juan llama nuestro «abogado ante el Padre» (cf. 1 Jn 2,1). Como madre, ella defiende a sus hijos y los protege de los daños causados por sus mismas culpas.

Los cristianos invocan a María como «Auxiliadora», reconociendo su amor materno, que ve las necesidades de sus hijos y está dispuesto a intervenir en su ayuda, sobre todo cuando está en juego la salvación eterna.

La convicción de que María está cerca de cuantos sufren o se hallan en situaciones de peligro grave, ha llevado a los fieles a invocarla como «Socorro». La misma confiada certeza se expresa en la más antigua oración mariana con las palabras: «Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios; no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos siempre de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita» (Breviario romano).

 

TOTUS TUUS

 

Como mediadora maternal, María presenta a Cristo nuestros deseos, nuestras súplicas, y nos transmite los dones divinos, intercediendo continuamente en nuestro favor.

 

María Mediadora de todas las Gracias
Catequesis de Juan Pablo II (1-X-97)

1. Entre los títulos atribuidos a María en el culto de la Iglesia, el capítulo VIII de la Lumen gentium recuerda el de «Mediadora». Aunque algunos padres conciliares no compartían plenamente esa elección (cf. Acta Synodalia III, 8, 163-164), este apelativo fue incluido en la constitución dogmática sobre la Iglesia, confirmando el valor de la verdad que expresa. Ahora bien, se tuvo cuidado de no vincularlo a ninguna teología de la mediación, sino sólo de enumerarlo entre los demás títulos que se le reconocían a María.

Por lo demás, el texto conciliar ya refiere el contenido del título de «Mediadora» cuando afirma que María «continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna» (Lumen gentium, 62).

Como recuerdo en la encíclica Redemptoris Mater, «la mediación de María está íntimamente unida a su maternidad y posee un carácter específicamente materno que la distingue del de las demás criaturas» (n. 38).

Desde este punto de vista, es única en su género y singularmente eficaz.

2. El mismo Concilio quiso responder a las dificultades manifestadas por algunos padres conciliares sobre el término «Mediadora», afirmando que María «es nuestra madre en el orden de la gracia» (Lumen gentium, 61). Recordemos que la mediación de María es cualificada fundamentalmente por su maternidad divina. Además, el reconocimiento de su función de mediadora está implícito en la expresión «Madre nuestra», que propone la doctrina de la mediación mariana, poniendo el énfasis en la maternidad. Por último, el título «Madre en el orden de la gracia» aclara que la Virgen coopera con Cristo en el renacimiento espiritual de la humanidad.

3. La mediación materna de María no hace sombra a la única y perfecta mediación de Cristo. En efecto, el Concilio, después de haberse referido a María «mediadora», precisa a renglón seguido: «Lo cual, sin embargo, se entiende de tal manera que no quite ni añada nada a la dignidad y a la eficacia de Cristo, único Mediador» (ib., 62). Y cita, a este respecto, el conocido texto de la primera carta a Timoteo: «Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos» (1 Tm 2,5-6).

El Concilio afirma, además, que «la misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia» (Lumen gentium, 60).

Así pues, lejos de ser un obstáculo al ejercicio de la única mediación de Cristo, María pone de relieve su fecundidad y su eficacia. «En efecto, todo el influjo de la santísima Virgen en la salvación de los hombres no tiene su origen en ninguna necesidad objetiva, sino en que Dios lo quiso así. Brota de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de ella saca toda su eficacia» (ib.).

4. De Cristo deriva el valor de la mediación de María, y, por consiguiente, el influjo saludable de la santísima Virgen «favorece, y de ninguna manera impide, la unión inmediata de los creyentes con Cristo» (ib.).

La intrínseca orientación hacia Cristo de la acción de la «Mediadora» impulsa al Concilio a recomendar a los fieles que acudan a María «para que, apoyados en su protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador» (ib., 62).

Al proclamar a Cristo único Mediador (cf. 1 Tm 2,5-6), el texto de la carta de san Pablo a Timoteo excluye cualquier otra mediación paralela, pero no una mediación subordinada. En efecto, antes de subrayar la única y exclusiva mediación de Cristo, el autor recomienda «que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres» (1 Tm 2,1). ¿No son, acaso, las oraciones una forma de mediación? Más aún, según san Pablo, la única mediación de Cristo está destinada a promover otras mediaciones dependientes y ministeriales. Proclamando la unicidad de la de Cristo, el Apóstol tiende a excluir sólo cualquier mediación autónoma o en competencia, pero no otras formas compatibles con el valor infinito de la obra del Salvador.

5. Es posible participar en la mediación de Cristo en varios ámbitos de la obra de la salvación. La Lumen Gentium, después de afirmar que «ninguna criatura puede ser puesta nunca en el mismo orden con el Verbo encarnado y Redentor», explica que las criaturas pueden ejercer algunas formas de mediación en dependencia de Cristo. En efecto, asegura: «Así como en el sacerdocio de Cristo participan de diversa manera tanto los ministros como el pueblo creyente, y así como la única bondad de Dios se difunde realmente en las criaturas de distintas maneras, así también la única mediación del Redentor no excluye sino que suscita en las criaturas una colaboración diversa que participa de la única fuente» (n. 62).

En esta voluntad de suscitar participaciones en la única mediación de Cristo se manifiesta el amor gratuito de Dios que quiere compartir lo que posee.

6. ¿Qué es, en verdad, la mediación materna de María sino un don del Padre a la humanidad? Por eso, el Concilio concluye: «La Iglesia no duda en atribuir a María esta misión subordinada, la experimenta sin cesar y la recomienda al corazón de sus fieles» (ib.).

María realiza su acción materna en continua dependencia de la mediación de Cristo y de él recibe todo lo que su corazón quiere dar a los hombres.

La Iglesia, en su peregrinación terrena, experimenta «continuamente» la eficacia de la acción de la «Madre en el orden de la gracia».

 

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A la Virgen María en general DEVOCIONES Y ORACIONES Pilares de las devociones

Símbolo Mariano

Cuando un parecer es de algún modo honroso para la Virgen Santísima, y tiene algún fundamento, y no está en pugna con las verdades de fe y los decretos de la Iglesia, ni con la verdad ciertamente conocida, el no aceptarla o impugnarla, denota poca devoción a la Madre de Dios.

No quiero yo ser del número de estos poco devotos, ni quisiera ver entre ellos a mis lectores; antes bien, querría fuésemos todos del número de los que todo cuanto sin error se puede creer de las grandezas de la Virgen, todo llana y firmemente lo creen, lo cual es una de las cosas más agradables a María.
San Alfonso María Ligorio

1.- Creo que la Santísima Virgen fue predestinada desde la eternidad, no a la gracia y a la gloria principalmente, como los demás hombres, sino que fue predestinada principalmente para ser la Madre del Redentor y Corredentora del género humano.

2.- Creo, por consiguiente, que se ha de decir de la Santísima Virgen lo que se dice de Jesucristo, aunque en menor grado y con subordinación a El.

3.- Creo, con San Bernardo, que «por María fueron inspiradas las Sagradas Escrituras y de María nos hablan todas ellas; que por María fue creado el mundo, y porque María fue llena de gracia, por Ella bajó del cielo la majestad de Dios y por Ella es exaltado el hombre hasta los cielos».

4.- Creo que María es verdadera y propiamente Madre de Dios, dignidad infinita en su género, porque no cabe otra más excelente en pura criatura.

5.- Creo que fue concebida sin mancha de pecado original, ni tuvo jamás pecado personal alguno, ni aun sombra de pecado.

6.- Creo que fue siempre Virgen, antes del parto, en el parto y después del parto.

7.- Creo en su gloriosa Asunción a los cielos en cuerpo y alma.

8.- Creo que la Virgen Santísima redimió al genero humano en colaboración esencial con su Hijo, por lo que merece con toda verdad y propiedad el título de Corredentora.

9.- Creo que, por esta su colaboración a la Redención, fue constituida por Dios Tesorera y Dispensadora de todas las gracias que se dispensarán a los hombres hasta el fin de los siglos.

10.- Creo, por tanto, que la gracia de la perseverancia final o buena muerte, como las demás, nos viene por las manos de la Santísima Virgen.

11.- Creo que la devoción a la Santísima Virgen es moralmente necesaria para salvarnos.

12.- Creo que no sólo el ser devoto de la Santísima Virgen es señal de predestinación, sino que «haber recibido, a lo menos, la gracia de pensar con frecuencia y con dulzura en María es una gran señal de merecer el cielo».

13.- Creo que María es nuestra Madre, porque de su libre consentimiento dependió la Encarnación y la muerte de su Hijo, nuestra Vida.

14.- Creo que la Santísima Virgen nos ama a todos y a cada uno con amor inmenso, del que no es ni sombra el amor de todas las madres juntas a sus hijos.

15.- Creo que la Santísima Virgen es la Reina del Universo, a cuya voluntad obedecen todos y todo en los cielos, en la tierra y en los abismos.

16.- Creo que la Santísima Virgen es abogada y refugio y única esperanza de los pecadores.

17.- Creo que no hay pecador tan lleno de crímenes que si a Ella se encomienda, no alcance el perdón y el cielo.

18.- Creo que la Santísima Virgen se ofende, no sólo de los que la injurian, sino de los que no se encomiendan a Ella y confían totalmente en su patrocinio.

19.- Creo que es tan benigna y poderosa que «aun al diablo sacaría del infierno y llevaría de nuevo a la gloria si, humillándose, pidiera perdón a Dios e implorase la ayuda de María», lo que, sin embargo, por Soberbia no hará jamás.

20.- Creo, con San Alfonso de Ligorio, que «sólo con que tengamos la dicha de morir delante de una imagen de María pronunciando su nombre o pidiéndole misericordia, iremos ciertamente al cielo».

21.- Creo que la verdadera devoción a la Santísima Virgen consiste en imitar sus virtudes y ejemplos.

22.- Creo, sin embargo, que aun la devoción imperfecta del pecador que la honra constantemente con algún obsequio, aunque sea pequeño, no se perderá eternamente.

23.- Creo que, siendo Ella nuestra vida y el camino seguro para ir a Cristo, quien no profesa una devoción singular a María carece de vida espiritual.

24.- Creo que no hay pecador o impío por obstinado que se halle, que si pronuncia con respeto y devoción el nombre de María, no alcance la gracia de la conversión.

25.- Creo que delante de Dios tiene más eficacia un suspiro de la Santísima Virgen que todas las oraciones de los ángeles, bienaventurados y hombres juntos.

26.- Creo, en fin, que la Santísima Virgen alivia y favorece de modo especial en el purgatorio a las almas que le fueron en esta vida particularmente devotas.

 
 

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