Categories
00 Todas las Advocaciones 04 Abril 05 Mayo 06 Junio ADVOCACIONES Y APARICIONES Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Movil Noticias 2019 - enero - junio

Fiesta de la Santísima Trinidad, el Misterio Central del Cristianismo (dom + Pentecostés)

La Iglesia enseña que la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe cristiana.

Pero, ¿cuánto sabes acerca de este misterio? ¿Cuál es su historia?

durero santisima trinidad

La palabra «Trinidad» viene de la palabra latina trinitas, lo que significa «tres» o «tríada».
.
El equivalente griego es Triados.

El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica explica de esta manera:

La Iglesia expresa su fe trinitaria al profesar una creencia en la unicidad de Dios en el que hay tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Las tres divinas Personas son un solo Dios porque cada uno de ellos posee igualmente la plenitud de la única e indivisible naturaleza divina…

El Padre engendra al Hijo; el Hijo es generado por el Padre; el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo [CIC 48].

La Trinidad es el misterio central de la fe cristiana como explica el Catecismo:

El misterio central de la fe y la vida cristiana es el misterio de la Santísima Trinidad.

Los cristianos son bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo [CIC 44].

SantisimaTrinidad 4

 

EL DOGMA

El dogma de la Trinidad se definió en dos etapas, en el Primer Concilio de Nicea (325 dC) y el primer Concilio de Constantinopla (381 dC).

Nicea definió la divinidad del Hijo, y escribió la parte del Credo que se ocupa del Hijo.

Este Concilio fue llamado para hacer frente a la herejía conocida como arrianismo, que afirmaba que el Hijo era un ser sobrenatural, pero no Dios.

En Constantinopla se definió la divinidad del Espíritu Santo y se escribió la parte del Credo que se ocupa del Espíritu.

Este Concilio trató una herejía conocida como macedonianismo (porque sus defensores eran de Macedonia), que negaba la divinidad del Espíritu Santo.

trinidad santa

 

PRUEBA DE LA EXISTENCIA DE LAS TRES PERSONAS

La Trinidad sólo puede probarse a través de la revelación divina que Jesús nos trajo.
.
No se puede demostrar por la razón natural o desde el Antiguo Testamento sólo.

El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica dice:

Dios ha dejado algunas huellas de su ser trinitario en la creación y en el Antiguo Testamento, pero siendo la Santísima Trinidad intimidad de su ser es un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío de El espíritu santo.

Este misterio fue revelado por Jesucristo y es la fuente de todos los otros misterios [CIC 45].

Aunque el vocabulario utilizado para expresar la doctrina de la Trinidad tomó tiempo para desarrollarse, podemos demostrar los diferentes aspectos de la doctrina de la Escritura.

El hecho de que sólo hay un Dios ya se puso de manifiesto en el Antiguo Testamento.

Por ejemplo, el libro de Isaías proclama:

Ustedes son mis testigos dice el Señor, y mi siervo a quien he escogido, para que conozcáis y creáis, y entendáis que yo soy.

Antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí [Is. 43:10].

Así dice el Señor, el Rey de Israel, y Redentor, Yavé de los ejércitos: «Yo soy el primero y yo soy el último; fuera de mí no hay dios» [Is. 44: 6].

El Padre es proclamado como Dios numerosas veces en el Nuevo Testamento.

Por ejemplo, San Pablo declara:

Bendito sea el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia y Dios de toda consolación [2 Co. 1: 3].

Ahi está… un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos [Ef.4: 4-6].

Que el Hijo es Dios está proclamado en una variedad de lugares en el Nuevo Testamento, incluyendo al comienzo del Evangelio de Juan:

En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.

Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, lleno de gracia y de verdad; y hemos contemplado su gloria, gloria como el unigénito del Padre [Jn. 1: 1, 14].

Y después:

Entonces [Jesús] dijo a Tomás: “Acerca aquí tu dedo, y mira mis manos; y pon tu mano, métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”.

Tomás le contestó: “Mi Señor y mi Dios [Jn. 20: 27-28].

En el libro de los Hechos, el Espíritu Santo es retratado como una persona divina que habla:

Mientras adoraban al Señor y ayunaban, el Espíritu Santo dijo: “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado” [Hechos 13: 2].

Pero Pedro dijo: “Ananías, ¿por qué llenó satanás tu corazón para mentir al Espíritu Santo, y quedarte con parte del producto de la tierra?…

No has mentido a los hombres sino a Dios” [Hechos 5: 3-4].

santisima trinidad fondo

 

LA DISTINCIÓN DE LAS TRES PERSONAS

La distinción de las personas Padre, Hijo, y Espíritu puede demostrarse, por ejemplo, en el hecho de que Jesús habla a su Padre.
.
Esto no tendría sentido si fueran una y la misma persona.

En aquel tiempo, Jesús declaró: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños Sí, Padre, pues tal era tu beneplácito” [Mt. 11: 25-26].

El hecho de que Jesús no es la misma persona que el Espíritu Santo se revela cuando Jesús – que ha estado funcionando como Consolador (en griego, Parakletos ) de los discípulos – dice que va a rezar al Padre y el Padre mandará “otro Consolador”, que es el Espíritu Santo.

Esto demuestra la distinción de las tres Personas: Jesús que ora; el Padre que envía; y el Espíritu que viene:

Y yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito para que esté con vosotros para siempre, el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; ustedes lo conocen, porque mora con vosotros, y estará en vosotros [Jn. 14: 16-17].

El hecho de que el Hijo es generado por el Padre está indicado por los nombres de estas personas. Los hijos son generados por los padres.

La segunda persona de la Trinidad no sería un hijo si no hubiera sido generado por la primera persona que es su padre.

El hecho de que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo se refleja en otra declaración de Jesús:

Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, dará testimonio de mí [Juan 15:26].

Esto significa que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo (“a quien yo os enviaré”).

También puede decirse que el Espíritu Santo procede del Padre a través del Hijo.

Fuentes:


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

¿Te gustó este artículo? Entra tu email para recibir nuestra Newsletter, es un servicio gratis:

Categories
Amenazas Catolicismo Doctrina Herejías Jesucristo Movil NOTICIAS Noticias 2019 - enero - junio Religion e ideologías Signos de estos Tiempos SIGNOS DE ESTOS TIEMPOS Signos Globales de estos Tiempos Sobre Doctrina

Cómo Responder a los que Piensan que Jesús No era Dios

Los contrarios a la divinidad de Jesús arguyen que ni él mismo se la adjudicó.

No es cierto.

Los no cristianos dicen que eso es algo que sus discípulos más tarde le atribuyeron a él.

Sin embargo Jesús dijo claramente que Él era Dios según como se aludía en aquella época a Dios.

Y no sólo lo dijo sino que lo demostró con hechos de poder.

abrazo con jesus experiencia cercana a la muerte

Sin embargo no se comprendió y se produjo la herejía del arrianismo dentro del catolicismo.
.
Que si bien fue condenada formalmente por la Iglesia como una herejía, aún subsiste dentro de la estructura eclesial, disfrazada con otros ropajes.

transfiguracion de jesus

     

NO ES CIERTO QUE JESÚS NO DIJERA QUE ERA DIOS; ÉL LO DIJO CLARAMENTE

Hay muchas cosas que Jesús hizo y dijo que los sitúan como Dios; lo dijo y los mostró externamente.

     

LA EVIDENCIA POR LA PALABRA DE JESÚS

   

Jesús enseña que Él es superior a los ángeles.

Los ángeles son sus siervos y le sirven (Mateo 4:11, Marcos 1:13; Lucas 4:13).

Los ángeles son su ejército (Mt 26:53).

Los ángeles lo acompañarán en Su segunda venida y harán su voluntad (Mt 16:27; 25:31; Mc 8:38; Lc 9:26).

   

Jesús se apropia de acciones divinas para Sí mismo y así establece una asimilación con Dios.

Él declara que fue Él quien envió a los profetas y doctores de la Ley (Mt 23:34; Lc 11:49).

Él da la promesa de Su ayuda y gracia (Lc 21:15).

Él perdona los pecados, cuyo poder le pertenece solo a Dios (p. Ej., Mt 9: 2).

Él, por su propia autoridad, completa y cambia algunos preceptos de la Ley (Mt 5: 21ff).

Él se declara a sí mismo como el Señor del Sábado (Mt 12: 8; Mc 2:28; Lc 6: 5; Jn 5:17).

Como el Padre celestial, hace un pacto con sus seguidores (Mt 26:28; Mc 14:24; Lc 22:20).

   

Jesús hace demandas divinas sobre sus seguidores.

Él reprende a algunos por falta de fe en Él (Mt 8: 10-12; 15:28).

Él recompensa la fe en Él (Mt 8:13; 9: 2; 22:29; 15:28; Marcos 10:52; Lc 7:50; 17:19).

Exige fe en su propia persona (Jn 14: 1; 5:24; 6: 40,47; 8:51; 11: 25ff).

Él enseña que el rechazo de Él y de Sus enseñanzas será el estándar del juicio final (Lc 9:26; Mt 11: 6).

Jesús exige amor supremo por Él, que supera todos los amores terrenales (Mt 10: 37,39; Lc 17:33).

Él acepta la veneración religiosa al permitir que caiga en él una veneración debida solo a Dios (Mt 15:25; 8: 2; 9:18; 14:33; 28: 9,17).

Jesús enseña que su propia muerte será una expiación adecuada para el perdón de los pecados de toda la raza humana (Mt 20:28; 26:28).

Jesús se apropia para sí del oficio de juez del mundo, que según el Antiguo Testamento Dios ejercería (Mt 16:27).

Su juicio se extiende a cada palabra (Mt 12:36), y será final y ejecutado inmediatamente (Mt 25:46).

   

En el Evangelio de Juan, Jesús indica además que,

Él es eterno «Antes que Abraham fuera, yo soy» (Jn 8: 58).

Él tiene pleno conocimiento del Padre (Jn 7:29; 8:55; 10: 14).

Él tiene el mismo poder y eficacia que el Padre (Jn 5:17).

Él puede perdonar los pecados (Jn 8:11).

Él es el Juez del mundo (Jn 5, 22,27).

Él tiene razón para ser adorado (Jn 5:23).

Él es la luz del mundo (Jn 8:12).

Él es el camino, la verdad y la luz (Jn 14, 6).

Sus discípulos pueden y deben orar al Padre en Su nombre (Jn 14: 13, 16: 23);

Sus discípulos pueden orarle a Él (Jesús) (Jn 14:13 y 16: 23 ss);

La solemne confesión del apóstol Tomás, «Mi Señor y mi Dios», es aceptable y, de hecho, un acto de fe (Jn 20: 28).

   

Jesús se llama a sí mismo el Hijo de Dios.

Jesús se revela a sí mismo como el Hijo de Dios en el templo, cuando les hace notar a María y a José que debe ocuparse de los asuntos de su Padre (Lc 2:49).

Jesús dice ser el Mesías y el Hijo de Dios en presencia del Sanedrín (Marcos 14:62).

Jesús habla de ser uno con el Padre («El Padre y yo somos uno» (Jn 10: 30,38).

Y muchos otros pasajes podrían enumerarse.

jesus camina por el agua

    

LA EVIDENCIA EXTERNA

   

El testimonio de Juan el Bautista y Tomás

Pero hay otro que testifica en mi nombre, y sé que el testimonio que da en mi nombre es verdadero.

Juan el Bautista, un profeta reverenciado y respetado testificó a Jesús.

Juan habló con sinceridad de Jesús incluso cuando le costó sus seguidores y su propia fama. (Jn 3: 26-32).

Y Tomás el incrédulo reconoció la divinidad de Jesús cuando vio y tocó las heridas del crucificado con sus manos y dijo «Dios mío y Señor Mío» (Jn 20:28).

   

Los milagros que forjó

Las escrituras registran 37 milagros de Jesús que incluyeron la milagrosa multiplicación de panes y peces, caminar sobre el agua, resucitar a los muertos, curar innumerables enfermedades, expulsar demonios y calmar tormentas.

Y como señala San Juan, hay muchas más cosas que hizo Jesús. Si todos fueron escritos, supongo que ni siquiera el mundo mismo tendría espacio para los libros que se escribirían (Jn 21:25).

   

El testimonio del Padre

El Padre testificó en el Bautismo de Jesús: «Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia».

Está escrito en los Profetas: Y todos serán enseñados por Dios’. Todos los que oyeron al Padre y aprendieron de él vienen a mí. (Jn 6: 44-45).

   

Las Escrituras

Jesús cumplió cientos de Escrituras que señalaban su venida, sus milagros, su divinidad (por ejemplo, Salmo 110), su nacimiento virginal, que nacería en Belén, sería llamado nazareno, alimentaría a las multitudes, sanaría a los ciegos, débil, cojo y sordos, resucitar a los muertos y cargar con nuestros pecados, y que por sus heridas seríamos sanados.

icono del concilio de nicea

   

SIN EMBARGO LA IDEA DE QUE JESÚS NO ERA DIOS SE EXTENDIÓ POR EL CRISTIANISMO

La vieja herejía de Arrio allá por el siglo IV, que predicaba que Jesús no es Dios, se está extendiendo de manera viral en el mundo de hoy.

Porque confluyen en esto los humanistas – para los que no hay Dios -, sectas como los Testigos de Jehová y los Mormones – que desde el inicio negaron la divinidad de Jesús.

Hasta la creciente corriente de los modernistas católicos que ‘desvisten’ a Jesús de todo halo sobrenatural y lo presentan como un gran filósofo.

Estos aliados coyunturales – las sectas cristianas que mencionamos y los humanistas – presionan cada vez más a los cristianos para negar la importancia central de Jesucristo para la salvación de la humanidad, porque él no la trajo y por tanto no existe.

Y así el mensaje cristiano pasa a convertirse en una filosofía humana.

¿Estamos regresando al pasado? ¿De qué manera?

Así es, y es que aunque no podamos viajar al pasado, el pasado puede retornar a nosotros con distinto rostro, porque en realidad hay corrientes que nunca se han ido.

Actualmente nos encontramos con una de las más grandes herejías de la Cristiandad, el Arrianismo, que revive con diferente nombre y con distintos herederos: el humanismo materialista y algunas creencias cristianas restauracioncitas.

jesus con agnus dei

   

EL SEDIMENTO DE ARRIO

El Arrianismo fue la herejía más discutida y controvertida en el cristianismo.

La enseñanza es que iglesia Católica ha combatido las diferentes herejías de cada tiempo, pero la mayoría de veces reaparecen con un nuevo rostro, aunque la identidad sea la misma.

Este es el caso de la herejía Arriana que tiene fundamento en la doctrina de que Jesucristo no es Dios.
.
Desde sus orígenes en el siglo IV hasta los días de hoy, sigue activa en la enseñanza del humanismo materialista donde no existe el cielo, ni el infierno en absoluto.

No es fácil de comprender algo tan complicado como lo es el profundo misterio de la divinidad de Jesucristo ya sea como Dios o como hombre.

En un intento de comprender esta esencia muchos llegan a concluir muchas hipótesis que a su vez rivalizan con las demás.

El Arrianismo fue la creencia que más rivalizó con el dogma trinitario, (dogma que sigue siendo el dogma oficial en la mayoría de la Cristiandad).

Arrio sostenía la creencia de que el Hijo no siempre fue Hijo, sino que existió una época donde estaba solo el padre quien creó el Hijo, para llevar a cabo su plan en la creación, negando también la divinidad de Jesucristo como Dios encarnado.

Tal declaración niega rotundamente la existencia de la Santísima Trinidad y a María como madre de Dios.

Pues si bien, para el Arrianismo Jesús tiene una divinidad, no es la de Dios, por esa razón María no puede ser la madre de Dios.

arrio
Obispo Arrio

   

ORÍGENES Y PRINCIPIOS DEL ARRIANISMO

Los orígenes del Arrianismo se remontan a la temprana edad de la iglesia en el siglo IV con su fundador llamado Arrio del cual proviene el nombre de la herejía.

Nacido en la provincia de Alejandría Egipto en el año 256, se hizo presbítero y posteriormente se convertiría en obispo.

Para hacerse líder del Arrianismo, junto a diferentes personajes como el obispo Eusebio de Nicomedia.

Los Arrianos sostenían la Creencia de que Jesús no es Dios y para demostrar la veracidad según Arrio, Jesús no pudo evitar su muerte en la Cruz.

Si bien esta creencia ya existía antes, Arrio se encargó de difundirla y exponerla.

Este fue el comienzo de un arduo debate teológico que duraría casi un siglo.

Por supuesto Arrio encontró resistencia de diferentes personas que sustentaban la Divinidad de Jesús Como Dios.

Como fue el caso de San Antonio Abad, San Atanasio de Alejandría, entre otros.

La confusión por aquella enseñanza fue tan grande que se vio la necesidad de convocar el primer concilio ecuménico, el de Nicea.
.
Convocado por el emperador Constantino el grande, en el año 325, donde se debatió la controversial enseñanza Arriana, asistido por 300 obispos.

.
Y finalizó el mismo año de convocatoria condenando como herejía la doctrina Arriana y con sus seguidores excomulgados.

A pesar de todo, la divinidad de Jesús como Dios siguió siendo cuestionada hasta el punto que fue necesario un segundo concilio ecuménico.

El concilio de Constantinopla fue el segundo concilio ecuménico donde se condenaría definitivamente la herejía Arriana.

Sin embargo a pesar de los esfuerzos por acabar el Arrianismo la herejía continúo, fue adoptada en los pueblos germanos durante un largo tiempo hasta el siglo VII.

jesus lleva abrazado a un hombre

   

LA HEREJÍA HOY EN DÍA CON DISTINTO NOMBRE

La historia es como una rueda y nos trae de vuelta la herejía en diferentes matices, colores y tamaños, eso es algo que la iglesia Católica sabe de primera mano.

A lo largo de 20 siglos ha encontrado multitudes de ideologías, herejías y doctrinas, desde las más pequeñas hasta las más grandes.

Incluso cuando se creen que son originales estos pensamientos, la iglesia Católica ya los ha abordado en distintas ocasiones a lo largo de su existencia.

Lo describe explícitamente G.K. Chesterton en su ensayo Por qué soy Católico (1926) quien afirma:

“En cuanto a los hechos, un verdadero estudio de la historia demostrará que es curiosamente contrario a los hechos.

En cuanto a que las ideas son realmente ideas, y en cuanto a que cualquiera de esas ideas puede ser nueva, los católicos continuamente han sufrido por apoyar esas ideas cuando realmente eran nuevas; cuando eran demasiado nuevas para encontrar a cualquier otro que las apoyara.

El Católico no solo era el primero en el campo, sino que estaba sólo en el campo; y ahí no había nadie que pudiera entender lo que él allí había encontrado.”

Pues tal es el caso del Arrianismo, que tiene como heredero al humanismo materialista y otras creencias subsecuentes.

ateismo humanismo

   

HUMANISMO MATERIALISTA

Esta ideología sustenta que lo real solamente puede ser lo material, lo tangible.
.
En otras palabras no existe nada más que lo que vemos y tocamos.

El principal objetivo de esta filosofía es llevar al hombre a su plenitud material dejando a un lado el espíritu y todo lo que no corresponde a la materia.

Los principales promotores de exponer esta doctrina como la conocemos hoy en día fueron Karl Marx, Friederich Engels y Vladimir Ilich «Lenin».

Por supuesto que muchos otros individuos han participado en la difusión de este pensamiento. En incluso antes dando soporte filosófico.

Existen muchas variantes materialistas sin embargo todas dejan a un lado la divinidad, esta ideología sólo le da crédito a la lógica y la ciencia.

Actualmente este pensamiento se encuentra en nuestra cultura occidental, no solamente persiste si no que aumenta conforme pasa el tiempo y da paso a la secularidad.

Es cierto que esta no es una religión o un dogma divino para sus seguidores, sin embargo si tiene una gran similitud con el Arrianismo.

Pues al mantener la creencia que niega la divinidad de toda la humanidad inmediatamente niegan que Jesucristo sea Dios y eso crea los lazos con la antigua doctrina Arriana.

Pero no solo se limita a eso si no también a que Jesús solo pudo ser un gran maestro.
.
Un ser humano como cualquier otro con la diferencia de que sus enseñanzas prevalecen a día de hoy.
.
Y que su muerte no fue más que la de un hombre Crucificado por el fanatismo y la política de aquel tiempo.

mormones predicando

   

EL ARRIANISMO EN OTRAS CORRIENTES

No solo encontramos Arrianismo en el materialismo también en las religiones como los Testigos de Jehová y los Mormones.
.

Aunque estas religiones utilicen la Biblia para sus cultos, niegan la divinidad de Jesús como Dios.
.
Muchas veces argumentando que en ninguna parte de la Biblia se hace mención a la Santísima Trinidad.

Los testigos de Jehová por su parte tienen su origen en 1931 con su fundador Charles Taze Russell, quien era un estudiante Bíblico el cual concluyó que el cristianismo original debía ser restaurado.

Por tal razón fundó el movimiento de los testigos de Jehová según los criterios doctrinales que suponía eran los correctos.

Por su parte los mormones remontan sus orígenes al año 1830 con su fundador Joseph Smith.

Quien aseguraba haber tenido la revelación de la auténtica doctrina Bíblica y añadió un libro sagrado para su doctrina denominado el Libro de Mormón.

Ambas creencias sostienen, según sus interpretaciones Bíblicas o sus supuestas revelaciones (en el caso de Joseph Smith), que Jesús no es Dios sino un hombre que nos da a conocer la identidad de Dios, también sustentan que la doctrina Bíblica original fue corrompida.

Esto dio paso a un largo periodo en el cual la doctrina ortodoxa se vio extraviada hasta el momento que le fue revelada a ellos.

A este periodo lo denominan “La gran apostasía”, y su tiempo varía según la creencia que lo predique.

Ya sea desde el siglo I o III hasta el día que le fue revelada la verdad al fundador de su religión ya después del siglo XV.

A pesar que no están conectados con el Arrianismo en una línea de tiempo, sí son un gran reflejo de la doctrina Arriana en una medida muy amplia.

Pues estas creencias rivalizan de gran manera con el dogma trinitario, al cual se oponen.

Pues el fondo de estas creencias es el mismo, al decir que “Jesucristo no es Dios”.

Reviven completamente el dogma Arriano de hace diecisiete siglos atrás, aunque con algunos cambios.

   

LA INCREDULIDAD DE LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ ES MAYOR QUE LA DE TOMÁS

En el evangelio de Juan capítulo 20 aparece el diálogo entre Jesús resucitado y Tomás, llamado el incrédulo.

En Juan 20:27 Jesús le dice a Tomás que traiga su dedo y toque sus manos y su costado, como una contestación a la duda que tenía Tomás sobre la resurrección, quien había dicho que hasta que no viera sus heridas y las tocara no lo creería.

Y en el versículo de Juan 20: 28 Tomás le responde “Señor mío y Dios mío”.

Lo cual es claramente una declaración de la divinidad de Jesucristo para los exégetas cristianos en general.

Sin embargo los Testigos de Jehová argumentan que Tomás hizo sólo una expresión de sorpresa, como hoy día es común decir “Oh Dios mío”.

Y que por lo tanto no es una declaración de la divinidad de Jesucristo.

Sin embargo este es un argumento sacado de la galera, porque en aquella época los judíos observantes se cuidaban muy bien de no mencionar el nombre de Dios en vano.

Es más, muchas veces cambiaban el nombre de Dios por un sinónimo.

Un judío como Tomas no habría dicho tal cosa mencionando a Dios descuidadamente.

Y menos se le hubiera ocurrido utilizar la frase “Señor mío y Dios mío” como una exclamación de sorpresa.

Para nosotros en el siglo XXI puede ser muy natural utilizar el nombre de Dios como una expresión de sorpresa “oh Dios mío”.

Pero en el siglo I entre los judíos, era impensable porque no hablaban de esa manera simplemente.

Y por otro lado cuando en el día de hoy se dice la expresión “Oh Dios mío” como una exclamación sin destinatario y no como una respuesta a alguien.

Es una expresión de un sentimiento o una sorpresa que no está dirigido a nadie.

Sin embargo el texto en que Juan toma la expresión de Tomás, aparece como que dirigió esas palabras a Jesús.

Por lo tanto se trata de una confesión de la divinidad de Jesucristo sin lugar a dudas, la que los Testigos de Jehová niegan.

durero santisima trinidad

   

LOS ARRIANOS DE HOY

Sin lugar a dudas son muchas las personas que hoy en día siguen estas creencias en sus distintas formas.

Desde los más escépticos humanistas, hasta los más sectarios creyentes.

Pero es que sin importar las creencias de estas personas todos tenemos la misma esencia y eso es algo innegable incluso con sus diferencias culturales e ideológicas.

Todas estas creencias tienen en común centralizar la idea de que Jesucristo no es Dios sino solamente un hombre.

Aunque algunas se extiendan mas allá y nieguen la divinidad humana o incluso la existencia de Dios dando lugar solamente a un mundo material.

Y es que la doctrina de Arrio era esa, a pesar de que no tuvo éxito en el siglo III en negar a Jesús Cristo como Dios, la seguimos viendo a día de hoy ya un poco más distorsionada y con más variantes.
.
Por ejemplo en los modernistas católicos que descreen del mundo sobrenatural, de los milagros y tratan a Jesús como un filósofo y a la eucaristía como el compartir de una cena.

Sin duda alguna la letra de la canción sería totalmente distinta si el Arrianismo hubiese triunfado en la cristiandad.

Viviríamos una realidad muy diferente, pues el dogma trinitario actual en la iglesia Católica como el oficial es incompatible con el dogma Arriano.

Pero ¿y qué implicaciones trae la creencia Arriana por parte de todas las corrientes al llegar a la misma conclusión?

Pues, de ser cierto de que Jesucristo no es Dios, implica que su venida al mundo no fue la llegada de un Dios que se entrega el mismo para reconciliar la humanidad con Él.
.
También equivale a que seguimos sin ser restaurados completamente con nuestro creador.
.
Y que la muerte de Jesús en la Cruz solo fue una muerte más, a pesar que cambiaría la historia por completo.

Con el ataque al cristianismo es innegable que el dogma ha renacido y está disperso en toda la actualidad.

Sea como fuese, la realidad es que a lo largo de la historia la Iglesia Católica siempre ha defendido el dogma trinitario como el dogma oficial.

Dogma que define a Jesucristo como Dios, que por amor se entrega El mismo a la Cruz por nosotros y a María como madre del salvador.

Fuentes:


Leonardo David Villamarin Betancourt redondaArtículo de Leonardo David Villamarín de Cali, Colombia

¿Te gustó este artículo? Entra tu email para recibir nuestra Newsletter, es un servicio gratis:

Categories
06 Junio ADVOCACIONES Y APARICIONES Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA

Celebración de la Santísima Trinidad, Universal (domingo posterior a Pentecostés)

La Trinidad es el término empleado para significar la doctrina central de la religión Cristiana: la verdad que en la unidad del Altísimo, hay Tres Personas, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, estas Tres Personas siendo verdaderamente distintas una de la otra. De este modo, en palabras del Credo Atanasio: «El Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios, y, sin embargo, no hay tres Dioses sino uno solo». En esta Trinidad de Personas, el Hijo proviene del Padre por una generación eterna, y el Espíritu Santo procede por una procesión eterna del Padre y el Hijo. Sin embargo y a pesar de esta diferencia, en cuanto al origen, las Personas son co-eternas y co-iguales: todos semejantes no creados y omnipotentes. Esto, enseña la Iglesia, es la revelación en relación a la naturaleza de Dios, donde Jesucristo, el Hijo de Dios, vino al mundo a entregarla al mundo: y la cual, la Iglesia, propone al hombre como el fundamento de todo su sistema dogmático.

En las Escrituras, aún no hay ningún término por el cual las Tres Personas Divinas sean denotadas juntas. La palabras trias ( de la cual su traducción latina es trinitas) fué primeramente encontrada en Teófilo de Antioquía cerca del año 180 D.C. El habla de «la Trinidad de Dios (el Padre), su Palabra y su Sabiduría («Ad. Autol.», II, 15). El término, desde era usado antes de su tiempo. Más tarde, aparece en su forma Latina de trinitas en Tertuliano («De pud». C. Xxi). En el siglo siguiente, la palabra tiene uso general. Se encuentra en muchos pasajes de Orígenes («In Ps. Xvii», 15). El primer credo en el cual aparece es aquel del pupilo de Orígenes, Gregorio Thaumaturgus. En su Ekthesis tes pisteos compuesto entre los años 260 and 270, escribe:
Por lo tanto, no hay nada creado, nada sujeto a otro en la Trinidad: tampoco hay nada que haya sido añadido como si alguna vez no hubiera existido, pero que ingresó luego: por lo tanto, el Padre nunca ha estado sin el Hijo, ni el Hijo sin el Espíritu: y esta misma Trinidad es inmutable e inalterable por siempre. (P.G.,X, 986).

Es evidente que un dogma tan misterioso, presupone una revelación Divina. Cuando el hecho de la revelación, entendida en su sentido total como el discurso de Dios al hombre, ya no es admitida, el rechazo a la doctrina le sigue como consecuencia necesaria. Por esta razón, no tiene lugar en el Protestantismo Liberal de hoy. Los escritores de esta escuela sostienen que la doctrina de la Trinidad, como profesada por la Iglesia, no está contenida en el Nuevo Testamento, sino que fué formulada por primera vez en el siglo II recibiendo aprobación final en el siglo cuarto, como resultado de las controversias Arianas y Macedonias. En virtud de esta aserción es necesario considerar con algún detalle, la evidencia entregada por las Sagradas Escrituras. Recientemente, se han hecho algunos intentos por aplicar las teorías mas extremas de religiones comparativas para la doctrina de la Trinidad y responder a ella a través de una ley natural imaginaria que urge a los hombres a agrupar los objetos de su adoración en tres. Parece innecesario dar más referencia a estos extravagantes puntos de vista, los cuales pensadores serios de cada escuela rechazan como carentes de fundamento.

 

PRUEBAS DE LA DOCTRINA EN LAS ESCRITURAS

Nuevo Testamento

La evidencia en las Escrituras culminan en la comisión bautismal de Mateo 28:20. Es evidente de la narración de los Evangelistas que Cristo sólo dió a conocer la verdad a los Doce paso a paso. Primero, El les enseñó a reconocer en El al Eterno Hijo de Dios. Al final de su ministerio, El prometió que el Padre enviaría otra Persona Divina, el Espíritu Santo, en Su lugar. Finalmente después de Su resurrección, El reveló la doctrina en términos explícitos, empujándolos a «ir y enseñar a todas las naciones, bautizando en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mateo 28:18). La fuerza de este pasaje es decisivo. Que «el Padre» y «el Hijo» son Personas distintas se sigue de los términos mismos los cuales son mutuamente exclusivos. La mención al Espíritu Santo en la misma serie, los nombres conectados uno con el otro por la conjunción «y…y» hace evidente que tenemos aquí una Tercera Persona coordinada con el Padre y el Hijo, y excluyen conjunto la suposición que los Apóstoles entendieron al Espíritu Santo no como una Persona distinta, sino como Dios visualiza Su acción sobre las creaturas. La frase «en el nombre» (eis to onoma) afirma del mismo modo la Divinidad de las Personas y su unidad de naturaleza. Entre los Judíos y en la Iglesia apostólica el nombre Divino era representativo de Dios. Aquel que tiene el derecho a usarlo fué investido con vasta autoridad: porque el esgrimió los poderes sobrenaturales de El, cuyo nombre el empleó. Es increíble que la frase «en el nombre» haya sido aquí empleada, donde no todas las Personas mencionadas sean igualmente Divinas. Más aún, el uso del singular «nombre» y no el plural, muestra que estas Tres Personas son aquel Dios Uno Omnipotente en quien creían los Apóstoles. Sin dudas, la unidad de Dios es tan fundamental a una doctrina como la de los Hebreos y de la religión Cristiana, y es afirmada en tantos incontables pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento, que cualquier explicación inconsistente con esta doctrina podría ser, en su conjunto, inadmisible. La aparición sobrenatural en el bautismo de Cristo es citado a menudo como una revelación explícita de la doctrina Trinitaria, dada en el mismo comienzo de su Ministerio. Esto, nos parece, es un error. Es cierto que los Evangelistas lo ven como una manifestación de las Tres Personas Divinas. Sin embargo, aparte de la subsiguiente enseñanza de Cristo, el significado dogmático de la escena difícilmente pudo ser comprendido. Más aún, las narraciones del Evangelio parecen significar que nadie sino Cristo y el Bautista fueron privilegiados de ver la Paloma Mística, y escuchar las palabras que atestiguaron la Divina filiación del Mesías.

Aparte de estos pasajes, hay muchos otros en el Evangelio que se refieren a una u otra de las Tres Personas en particular y claramente expresan la personalidad separada y la Divinidad de cada una. En relación a la Primera Persona no será necesario entregar citas especiales: aquellos que declaran que Jesucristo es Dios el Hijo, afirman por lo tanto también una personalidad separada del Padre. La divinidad de Cristo es ampliamente atestiguada no solo por San Juan sino por los Sinópticos. Este punto es tratado en todas partes, aquí será suficiente enumerar algunos de los mas importantes mensajes de los Sinópticos, en los cuales Cristo es la muestra evidente de su Naturaleza Divina.

El declara que El vendrá a ser el juez de todos los hombres (Mateo 25:31) En la teología judía el juicio del mundo era una prerrogativa distintivamente Divina y no Mesiánica.

En la parábola del granjero malo, El se describe a Sí mismo como el hijo del dueño de casa, mientras que los Profetas, uno y todos son representados como los sirvientes (Mateo 21:33 sqq)

El es el Señor de los Angeles, aquel que ejecuta Sus comandos (Mateo 24:31).
El aprueba la confesión de Pedro cuando éste lo reconoce a El, no como el Mesías – un paso mas largo tomado por todos los Apóstoles – sino explícitamente como el Hijo de Dios: y El declara que ese conocimiento es debido a una especial revelación del Padre (Mateo 16: 16-17).

Finalmente, ante Caifás, El no se declara meramente como el Mesías, sino como respuesta a una segunda y distinta pregunta afirma su reclamación de ser el Hijo de Dios. Instantáneamente El es declarado por el sumo sacerdote culpable de blasfemia, una ofensa la cual no se le pudo haber adjudicado por haberse proclamado simplemente como el Mesías (Lucas 22: 66-71).

El testimonio de San Juan es aún más explícito que aquel de los Sinópticos. Expresamente declara que el propósito mismo de su Evangelio es establecer la Divinidad de Jesucristo (Juan 20:31). En el prólogo lo identifica con la Palabra, el único que procede del Padre, Aquel que desde toda la eternidad existe con Dios, Aquel es Dios (Juan 1:1-18). La inmanencia del Hijo en el Padre y del Padre en el Hijo es declarada con palabras de Cristo a San Felipe: «No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en Mi? (Juan 14:10) y, en otros pasajes no menos explícitos (14:7; 16:15;17:21). La unicidad de Su poder y Su acción es afirmada: «el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace El, también lo hace igualmente el Hijo» (5:19, cf. 10:38) «Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere» (5:21). En 10:29, Cristo enseña expresamente Su unidad esencial con el Padre: «El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y… Yo y el Padre somos uno.» Las palabras «aquello que el Padre me ha dado», puede, teniendo en cuenta el contexto, no tener otro significado que el Divino Nombre, poseído en su totalidad por el Hijo así como por el Padre. Los críticos racionalistas descansan sobre el texto: «el Padre es más grande que yo». (14:28). Ellos argumentan que esto es suficiente para establecer que el autor del Evangelio tenía puntos de vista subordinacionistas, y exponen en este sentido, ciertos textos en los cuales el Hijo declara su dependencia del Padre (5:19; 8:28). En cuanto a lo que involucra a la doctrina de la Encarnación que, en relación a Su Naturaleza Humana, el Hijo debe ser menos que el Padre. Ningún argumento contra la doctrina católica puede, por lo tanto, ser sacado de este texto. Así también, los pasajes que se refieren a la dependencia del Hijo sobre el Padre, aunque expresan lo que es esencial al dogma trinitario, a saber, que el Padre es la suprema fuente desde Donde la Naturaleza Divina y sus perfecciones fluyen al Hijo. (para ver la esencial diferencia entre la doctrina de San Juan en relación a la Persona de Cristo y la doctrina del Logos del filósofo Alejandrino, sobre el cual muchos racionalistas han intentado trazarlo, ver LOGOS .)
En relación a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, hay pocos pasajes que pueden ser citados de los Sinópticos que atestigüen Su personalidad distintiva. Las palabras de Gabriel (Lucas 1:35) haciendo alusión al uso del término «el Espíritu» en el Antiguo Testamento, para significar a Dios como operativo en Sus creaturas, puede decirse que difícilmente contiene una revelación definitiva de la doctrina. Por la misma razón, es dudoso si la advertencia de Cristo a los fariseos en relación a la blasfemia contra el Espíritu Santo (Mateo 12:31) puede ser usada como prueba. Aunque en Lucas 12:12, » el Espíritu Santo les enseñará lo que tengan que decir.» (mateo 10:20 y Lucas 24:49), Su personalidad está claramente denotada. Estos pasajes, tomados en conexión con Mateo 28:19, postulan la existencia de tal enseñanza como lo encontramos en los discursos en el Cenáculo, reportado por San Juan (14-16). Tenemos, en estos capítulos la preparación necesaria para la comisión bautismal. En ellos, los Apóstoles son instruidos no solo en relación a la personalidad del Espíritu, sino en relación a Su función hacia la Iglesia. Su trabajo es enseñar lo que sea que El oiga (16:13) y les recordará todas las enseñanzas de Cristo (14:26) para convencer al mundo del pecado (16:8). Es evidente que, donde el Espíritu no una Persona, Cristo no pudo haber hablado de Su presencia con los Apóstoles como comparable a Su propia presencia ante ellos (14:16). Nuevamente, si El, no fuera una Persona Divina, no pudo haber sido prudente con los Apóstoles que Cristo debía dejarlos y el Consolador tomar Su lugar (16:7).

Más aún, a pesar de la forma neutral de la palabra (pneuma), el pronombre usado en relación a El es el masculino ekeinos. La distinción del Espíritu Santo del Padre y del Hijo está implícita en las declaraciones expresas de que El procede del Padre y es enviado por el Hijo (15:26; cf. 14:16, 26). Sin embargo, El es uno con Ellos: Su presencia con los Discípulos es al mismo tiempo la presencia del Hijo (14:17, 18), mientras que la presencia del Hijo es la presencia del Padre (14:23).

En los escritos que restan del Nuevo Testamento hay numerosos pasajes que acreditan cuan clara y definitiva fué la creencia de la Iglesia Apostólica en las tres Divinas Personas. En ciertos textos, la coordinación del Padre, Hijo y Espíritu no deja duda posible en lo que quiso decir el escritor. Sin embargo, en la Segunda Carta a los Corintios 13:13, San Pablo escribe: «La gracia de nuestro Señor Jesucristo y la caridad de Dios, y la comunicación del Espíritu Santo estén con todos Uds». Aquí la construcción muestra que el Apóstol está hablando de tres Personas distintas. Más aún, siendo que los nombres Dios y Espíritu Santo son nombres Divinos semejantes, se sigue que Jesucristo es también visto como una Persona Divina. Así también en la Primera carta a la Corintios 12: 4-11: » Hay diferentes dones espirituales, pero el Espíritu es el mismo. [5] Hay diversos ministerios, pero el Señor es el mismo. [6] Hay diversidad de obras, pero es el mismo Dios quien obra todo en todos.» (Cf. también a los Efesios 4: 4-6; I Pedro 1:2-3.) Pero, aparte de pasajes como éstos, donde hay una mención expresa de las Tres Personas, la enseñanza del Nuevo Testamento en relación a Cristo y el Espíritu Santo está libre de toda ambigüedad. En relación a Cristo, los Apóstoles emplearon modos de discurso, los cuales a los hombres traídos de la fe hebrea, necesariamente significaron fe en Su Divinidad. Tal, por ejemplo, es el uso de la Doxología en referencia a El. La Doxología, «Para El sea la gloria por los siglos de los siglos» (ct. I Crónicas 16:38; Salmos 103: 31; 28:2) es una expresión de alabanza ofrecida a Dios sólo. En el Nuevo Testamento, lo encontramos dirigido no sólo a Dios el Padre, sino a Jesucristo (II a Timoteo 4:18; II Pedro 3:18; Revelaciones 1:6; Hebreos 13: 20-21) y a Dios el Padre y Cristo en conjunción (Revelaciones 5:13, 7:10). No menos convincente es el uso del título de Señor (Kyrios). Este término representa el Hebreo Adonai, así como Dios (Theos) representa Elohim. Los dos son nombres igualmente Divinos (ct. I Corintios 8:4). En los escritos apostólicos, Theos, casi podemos decir que ser tratado como el nombre apropiado de Dios el Padre, y Kyrios del Hijo (ver por ejemplo, en la I de Corintios 12:5-6); en sólo unos pocos pasajes encontramos Kyrios usado para el Padre (I Conrintios 3:5;7:17) o Theos para Cristo. Los Apóstoles de tiempo en tiempo aplican a Cristo pasajes del Antiguo Testamento donde Kyrios es usado por ejemplo en la Primera carta a los Corintios 10:9 (Números 21:7), Hebreos 1:10-12 (Salmos 101:26-28); y usan tales expresiones como «el temor del Señor» (Hechos 9:31; II Corintios 5:11; A los Efeios 5:21) «pidan en el nombre del Señor» indiferentemente a Dios el Padre y a Cristo (Hechos 2:21; 9:14; Romanos 10:13). La declaración que «Jesús es el Señor» (Kyrion Iesoun, Romanos 10:9; Kyrios Iesous, I Corintios 12:3) es reconocimiento de Jesús como Yahvé. Los textos en los cuales San Pablo afirma que en Cristo habita la plenitud del Altísimo (colosenses 2:9), que antes de Su Encarnación El poseía la naturaleza esencial de Dios (Filemón 2:6) que El «… quien es Dios sobre todas las cosas. ¡Alabado sea por siempre!…»
(Romanos 9:5) no nos dice nada que no esté implícito en muchos otros pasajes de sus Epístolas.

La doctrina en relación al Espíritu Santo es igualmente clara. Que El es una personalidad distinta, está claramente reconocido como lo muestran muchos pasajes. Es así como El revela Sus mandamientos a los ministros de la Iglesia: «Mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu Santo: «Separadme ya a Bernabé y a Saulo…»» (Hechos 13:2). El dirige la jornada misionaria de los Apóstoles: «… intentaron dirigirse a Betania, pero no se lo consintió el Espíritu de Jesús. (Acts 16:7; cf. Acts 5:3; 15:28; Romans 15:30). De El se afirman atributos Divinos.

El posee omnipresencia y revela a la Iglesia misterios conocidos solo por Dios (I Corintios 2:10)
Es El quien distribuye carismata (I Cor., 12:11)
El es el dador de vida sobrenatural (II Cor., 3:8)
El habita en la Iglesia y en las almas de los hombres individuales, como en Su templo (Romanos 8:9-11; I Cor., 3:16, 6:19)
El trabajo de justificación y santificación es atribuído a El (I. Cor. 6:11; Rom., 15:16), así como también en otros pasajes, las mismas obras se atribuyen a Cristo (I. Cor., 1:2; Gal., 2:17).

Para resumir: los variados elementos de la doctrina trinitaria están todos expresamente enseñados en el Nuevo Testamento. La Divinidad de las Tres Personas se insertan o están implícitas en demasiados numerosos pasajes como para contarlos. La unidad de esencia no es meramente postulada por el estricto monoteísmo del hombre nutrido en la religión de Israel, para la cual, «las deidades subordinadas» serían impensables; pero es, como lo hemos visto, implicada en la comisión bautismal en Mateo 28:19, y, expresamente insertas en relación al Padre y al Hijo en Juan 10:38. Que las Personas son co-eternas y co-iguales es un mero corolario de lo anterior. En relación a las Divinas procedencias, la doctrina de la primera procedencia está contenida en los mismos términos Padre e Hijo: la procedencia del Espíritu Santo del Padre e Hijo es enseñada en el discurso del Señor reportado por San Juan (14-17) (ver ESPIRITU SANTO)

Antiguo Testamento

Los primeros Padres estaban persuadidos que debía existir en el Antiguo Testamento, indicaciones de la doctrina de la Trinidad y encontraron tales indicaciones en no pocos pasajes. Muchos de estos Padres no solamente creían que los Profetas lo atestiguaron, si no que sostenían que debieron haber sido conocidos incluso por los Patriarcas. Veían como cierto que el Divino mensajero del Génesis 16:7, 18, 21:17, 31:11; Exodus 3:2, era Dios el Hijo; por razones que serán mencionadas mas adelante (III.B.) consideraban evidente que Dios el Padre no podía manifestarse a Sí mismo (cf. Justin, «Dial.», 60; Ireneo, «Adv. haer.», IV, xx, 7-11; Tertuliano, «Adv. Prax.», 15-16; Theof., «Ad Autol.», ii, 22; Novat., «De Trin.», 18, 25, etc.). Sostenían que, cuando los escritores inspirados hablaron del «Espíritu del Señor» la referencia era a la Tercera Persona de la Trinidad: y uno o dos (Ireneo, «Adv. haer.», II, xxx, 9; Theofilo, «Ad. Aut.», II, 15; Hipolito, «Con. Noet.», 10) interpretaron la Sabiduría hipostática de los libros sapiensales, no, con San Pablo, del Hijo, (Hebreos 1:3; ct. Sabiduría, vii, 25,26) sino del Espíritu Santo. Aunque en otros Padres se encuentra y parece ser la visión más conocida, que bajo el Antiguo Testamento no hay distintiva intimación de la doctrina. (Ct. Greg Naz., «Or. Theol.»,v,26;Epiphanius, «Ancor» 73 «Haer.», 74; Basil, «Adv. Eunom.», II, 22; Cyril Alex., «En Juan.», xii, 20.) Algunos de éstos, sin embargo, admiten que un conocimiento del misterio fué dado a los Profetas y santos del Antiguo Gobierno (Epiph., «Haer.», viii, 5; Cyril Alex., «Con. Julian.,» I). Podría muy bien concederse que el camino está preparado por la revelacion en algunas profesías. Los nombres Emmanuel (Isaías 7:14) y Dios el Poderoso (Isaías 9:6) afirmados del Mesías hacen mención a la Naturaleza Divina del mensajero prometido. Sin embargo, parece que la revelación del Evangelio fué necesaria para otorgarle el sentido y claridad total a los pasajes. Incluso estos exaltados títulos no condujeron a los Judíos a reconocer que el Salvador por venir no era otro que el Mismo Dios. Los traductores Septuagésimos ni siquiera se aventuraron a otorgar a las palabras Dios el Poderoso literalmente, sino que nos dieron en su lugar, «el ángel de gran designio». Un estadio aún más elevado de preparación es encontrado en la doctrina de los libros sapiensiales en relación a la Sabiduría Divina. En los Proverbios 8, la Sabiduría aparece personificada, y de una manera que sugiere que el autor sagrado no estaba utilizando una mera metáfora, sino que tenía ante su mente a una persona real (ct. Versos 22,23). Similar enseñanza ocurre en Eclesiastés., 24, en un discurso donde la Sabiduría es declarada para completar en «la asamblea del Mas Alto», e.d. en la presencia de los ángeles. Esta frase, ciertamente supone concebir la Sabiduría como una persona. La naturaleza de la personalidad es dejada oscura; aunque se nos dijo que toda la tierra es el Reino de la Sabiduría, que ella encuentra deleite en todos las obras de Dios, pero que Israel es en una manera especial su porción y su herencia (Ecclus., 24:8-13). En el libro de la Sabiduría de Salomón encontramos un adelanto aún mayor. Aquí la Sabiduría es claramente distintiva de Jehová: «Ella es…cierta emanación pura de la gloria del Dios Altísimo…la brillantéz de luz eterna, y el espejo inmaculado de la majestad de Dios, y la imagen de su bondad» (Sabiduría 7:25-26. Ct. Hebreos 1:3). Más aún, ella es descrita como «el obrero de todas las cosas» (panton technitis, 7:21), una expresión que indica que la creación es, de algún modo, atribuible a ella. Sin embargo, en el Judaísmo posterior esta doctrina exaltada sufrió un eclipse y parece haber pasado al olvido. Tampoco, sin dudas, se puede decir que el pasaje, aunque manifiesta algun conocimiento de una segunda personalidad del Altísimo, constituye una revelación de la Trinidad. Por lo que en ningun lugar del Antiguo Testamento encontramos ninguna indicación clara de una Tercera Persona. A menudo, se menciona el Espíritu del Señor, pero no hay nada que muestre que el Espíritu es visto como distinto de Yahvé Mismo. El término es siempre empleado para designar a Dios considerado en Su obra, ya sea en el universo o en el alma humana. El tema parece haber sido correctamente resumido por Epifanio donde dice: «El Dios Unico es declarado sobretodo por Moisés y las dos personalidades (El Padre y el Hijo) están afirmadas enérgicamente por los Profetas. La Trinidad es dada a conocer por el Evangelio» («Haer.», Ixxiv).

 

PRUEBA DE LA DOCTRINA EN LA TRADICIÓN

Los Padres de la Iglesia

En esta sección, mostraremos que la doctrina de la Santísima Trinidad ha sido, desde los primeros tiempos, enseñada por la Iglesia Católica y profesada por sus miembros. Como nadie la ha negado en ningún período posterior a las controversias Arianas y Macedónicas, será suficiente si aquí consideramos la fe de sólo los primeros cuatro siglos. Un argumento de gran peso es dado por las formas litúrgicas de la Iglesia. La fuerza probatoria mas alta debe necesariamente adjuntar a estos, dado que expresan no una opinión privada de un individual singular, sino la creencia pública de todo el cuerpo de la fe. Tampoco se puede objetar que las nociones de los Cristianos sobre el tema fueron vagas y confusas, y que sus formas litúrgicas reflejan este estado de ánimo. En este punto, la vaguedad era imposible. Cualquier cristiano puede ser llamado a sellar con su sangre su fe que hay solo Un Dios. La respuesta de San Máximo (c.D.C. 250) al mandamiento del procónsul que debía sacrificar a los dioses «No ofrezco ningún sacrificio salvo al Unico Dios verdadero» es típico de las muchas respuestas en los Actos de los mártires. Está fuera de discusión suponer que los hombres que fueron preparados para dar sus vidas en pro de esta verdad fundamental estuvieran en este punto, en tal confusión en relación a ella que eran ignorantes si su credo era monoteísta, diteísta or triteísta. Más aún, sabemos que su instrucción en relación a las doctrinas de su religión, era sólida. Los escritores de aquellos años dieron muestras como testigos que incluso los iletrados estaban completamente familiarizados con las verdades de la fe. (ct. Justin, «Apol», I, 60; Ireneo, «Adv.haer». III,iv,n.2).

Fórmulas Bautismales

Podríamos primero observar la fórmula bautismal, la cual todos consideramos como primitiva. Ya se ha mostrado que las palabras, tal como las prescribió Cristo (Mateo 28:18) expresan claramente la Divinidad de las Tres Personas así como su distinción, aunque puede ser agregada otra consideración. El Bautismo, con su formal renuncia a Satanás y sus obras, fué entendido como el rechazo a la idolatría del paganismo y la solemne consagración del bautizado al único Dios verdadero (Tert., «De spect.», iv; Justin, «Apol.», I, iv). El acto de consagración fué la invocación de ellos, el Padre, Hijo y el Espíritu Santo. La suposición que ver a la Segunda y Tercera Persona como seres creados y donde, de hecho, se consagraron al servicio de las creaturas, es manifiestamente absurda. San Hipólito ha expresado la fe de la Iglesia en los términos más claros: «Aquel que desciende dentro de la jofaina de regeneración con la fé reniega del Malvado y se compromete con Cristo, renuncia al enemigo y confiesa que Cristo es Dios…regresa de la pila bautismal como un hijo de Dios y coheredero de Cristo. A Aquel con el todo sagrado, el bien y el dador de vida Espíritu sea la gloria hoy y por siempre, y ara siempre. Amen». («Serm. En Teóf» n.10)

Las doxologías

El testigo de las doxologías no es menos sorprendente. La forma, hoy universal «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo» expresa tan claramente el dogma trinitario que los Arianos encontraron necesario negar que estuvo en uso previo al tiempo de Flavio de Antioquía (Philostorgius, «Hist. eccl.», III, xiii).
Es verdad que hasta el período de la controversia Ariana, otra forma era más común «Gloria al Padre, a través del Hijo en el Espíritu Santo» (ct. I Clemente, 58, 59; Justin, «Apol», I, 67). Esta última forma es sin dudas, perfectamente consistente con la creencia trinitaria: no expresa, sin embargo la coigualidad de las Tres Personas, sino su obra en relación al hombre. Vivimos en el Espíritu, y a través de El, somos hechos partícipes en Cristo (Gálatas 5:25; Romanos 8:9). Y es a través de Cristo, como Sus miembros que merecemos alabar a Dios (Hebreos. 13:15). Aunque hay muchos pasajes en los Padres ante-Niceno que muestran que la forma «Gloria al Padre y al Hijo y a (con) el Espíritu Santo», estaba también en uso.
En la narrativa de San Policarpo, mártir, leemos: «Con Quien a Aquel y el Espíritu Santo sea la gloria hoy y por los tiempos por venir» (Mar. S. Polic., n14; ct.n.22).
Clemente de Alejandría invita a los hombres «den gracias y alaben al único Padre e Hijo, al Hijo y Padre con el Espíritu Santo» (Paed., III, xii)

San Hipólito termina su obra contra Noecio con las palabras: «A El sea la gloria y el poder con el Padre y el Espíritu Santo en la Sagrada Iglesia hoy y por siempre por los siglos de los siglos. Amen» (Contra Noecio., n.18).

Denis de Alejandría usa casi las mismas palabras: «A Dios el Padre y a su Hijo Jesucristo, con el Espíritu Santo sea el honor y la gloria por los siglos de los siglos. Amén» (En San Basilio, «De Spiritu Sancto», xxix, n.72).

Más adelante, San Basilio nos dice que era una costumbre inmemoriable entre los Cristianos cuando levantaban la lámpara para dar graciaa a Dios con la plegaria Ainoumen Patera kai Gion kai Hagion Pneuma Theou («Alabamos al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo de Dios»).

Otros escritos Patrísticos

La doctrina de la Trinidad es formalmente enseñada en toda clase de escritos eclesiásticos. Entre los apologistas, podemos mencionar a Justino, «Apol.» I, vi; Atenágoras, «Legat:pro Crist.», n.12. El último nos dice que los Cristianos «son conducidos a la vida futura por solamente una cosa, que ellos conocen a Dios y Su Logos, cual es la unicidad del Hijo con el Padre, cual es la comunión del Padre con el Hijo, y su distinción en unidad». Sería imposible ser más explícitos. Y podemos estar seguros que un apologista, quienes escribían a los paganos, podían sopesar muy bien las palabras que usaban con esta doctrina. Entre los escritores polémicos, podemos referirnos a Ireneo, «Adv. Haer», I, xxii, IV, xx, 1-6. En estos pasajes, rechaza la ficción gnóstica que el mundo fué creado por eones que habían emanado de Dios, pero no eran consustanciales con El, y enseña la consustancialidad de la Palabra y el Espíritu por Aquel Dios que creó todas las cosas. Clemente de Alejandría profesó la doctrina en «Paedag.» I, vi, y, de alguna manera después, Gregorio Thaumaturgus, como ya hemos visto, Estampa en los mas expresos términos su credo. (P.G., X, 986).

En tanto en contraste con las enseñanzas heréticas

Sin embargo, evidencia posterior en relación a la doctrina de la Iglesia es dada a través de una comparación de su enseñanza con aquella de las sectas heréticas. La controversia con los Sabelinos en el siglo tercero prueba concluyentemente que ella no podía tolerar ninguna desviación de la doctrina trinitaria. Noecio de Smirna, el originador del error, fue condenado por un sínodo local, cerca del año 200 d.C. Sabelius quien propagó la misma herejía en Roma en el año 220 d.C, fué excomulgado por San Calixto. Es notable que la secta no fuera atrayente a la tradición: consideraban el Trinitarismo en posesión dondequiera que aparecieran – en Smirna, en Roma, en Africa, en Egipto. Por otro lado, San Hipólito, quien los combatió en su «Contra Neocio», sostiene la tradición apostólica para la doctrina de la Iglesia Católica: «Dejennos creer, amados hermanos, de acuerdo con la tradición de los Apóstoles, que Dios la Palabra vino del Cielo a la santísima Vírgen María, para salvar al hombre». De alguna manera, después (260 d.C.) Denis de Alejandría descubrió que el error fué diseminado en la Pentapolis de Libia, y dirigió una carta dogmática contra el a dos obispos, Eufanor y Ammonio. En ella, con el fin de enfatizar la distinción entre las Personas, nombró al Hijo poiema tou Theou y usó otras expresiones que sugerían que el Hijo era considerado entre las creaturas. Fue acusado de heterodoxia a San Dionisio de Roma quien sostuvo un concilio y le dirigió una carta que trataba de la verdadera doctrina Católica en relación al punto en cuestión. El Obispo de Alejandría contestó con una defensa de su ortodoxia titulada «Elegxhos kai apologia» donde corrigió lo que hubiera estado errado. Expresamente profesó su creencias en la consustancialidad del Hijo, usando el mismo término homoousios, el cual, luego, se tornó en la piedra angular de la ortodoxia en Nicea (P.G., XXV, 505). La historia de la controversia es concluyente en lo que respecta al estándar doctrinal de la Iglesia. Nos muestra que ella era firme en su rechazo, por un lado, de cualquier confusión respecto a las Personas y, por otro lado, cualquier negación de su consustancialidad. La información que tenemos en relación a otra herejía – aquella de Montano – nos entrega una nueva prueba que la doctrina de la Trinidad fué la enseñanza de la Iglesia el año 150 d.C. Tertuliano afirma en los términos más claros que lo que el sostenía como la Trinidad en cuanto católico, es lo mismo que afirma como Montanista («Adv. Prax», II,156); y en la misma obra explícitamente enseña la Divinidad de las Tres Personas, su distinción, la eternidad de Dios el Hijo (op.cit., xxvii). De la misma manera, Epifanio afirma la ortodoxia de los Montanistas en este tema. (Haer.,1xviii). Ahora bien no se puede suponer que los montanistas hayan aceptado ninguna enseñanza novedosa de la Iglesia Católica dada su secesión en la mitad del siglo 2. De aquí, puesto que hubo total acuerdo entre los dos cuerpos en relación a la Trinidad, tenemos aquí una prueba clara que el Trinitarismo era un artículo de fé en el tiempo cuando la tradición apostólica estaba lejos de ser reciente como para que cualquier error haya aparecido o se haya tornado tan vital.

Controversia posterior

No obstante la fuerza de los argumentos que hemos resumido, desde finales del siglo 17, se ha llevado a cabo hasta el presente una vigorosa controversia en relación a la doctrina Trinitaria de los Padres ante-Nicene.

Los escritores Socinianos del siglo 17 (ej. Sand, «Nucleus historiae ecclesiastic», Amsterdam, 1668) afirmó que el lenguaje de los primeros Padres, en muchos pasajes de sus obras muestran que no estaban de acuerdo con Atanasio, sino con Arius. Petavius, quien en ese período estaba comprometido con su gran trabajo teológico, fué convencido por sus argumentos, y permitió que, al menos algunos de estos Padres cayeran en graves errores. Por otro lado, su ortodoxia fué defendida vigorosamente por el divino Anglicano Dr. George Bull («Defensio Fidei Nicaen», Oxford, 1685) y subsecuentemente por Bossuet, Thomassinus y otros teólogos católicos. Aquellos que asumieron una visión menos favorable, afirmaron que muestran los siguientes puntos inconsistentes con la creencia post-Nicena de la Iglesia:

  • Que el Hijo, en relación a su Naturaleza Divina, es inferior y no igual al Padre;
  • Que el Hijo apareció solo en las teofanías del Antiguo Testamento, en tanto que el Padre es esencialmente invisible, sin embargo, el Hijo no;
  • Que el Hijo es un ser creado;
  • Que la generación del Hijo no es eterna, sino que se dió en el tiempo.

Debemos examinar estos cuatro puntos en orden:

Como prueba de la aseveración que muchos de los Padres negaron la igualidad del Hijo con el Padre, los pasajes son citados de Justin (Apol., I, xiii,xxxii), Ireneo (Adv. Haer., III, viii, n.3), Clem. Alej. («Strom», VII, ii), Hipólito (Con. Noet., n. 14), Origen (Con. Cels., VIII, xv). De este modo. Ireneo dice: «El ordenó, y ellos fueron creados…¿A Quién El ordenó? Su Palabra, por quien, dicen las Escrituras, los cielos fueron erigidos». Y Orígenes, loc. Cit., dice: «Declaramos que el Hijo no es mas poderoso que el Padre, sino inferior a El. Y esta creencia se sostiene por lo que Jesús Mismo dijo : «El Padre que me envió es más grande que Yo». Ahora, en relación a estos pasajes, debería nacer en la mente que hay dos formas de considerar la Trinidad. Podemos ver las Tres Personas en cuanto a que poseen igualmente Naturaleza Divina o, podemos considerar al Hijo y al Espíritu como derivando del Padre, Quien es la única fuente de Divinidad, y desde el Cual Ellos reciben todo lo que tienen y son. El primer modo de considerarlos ha sido la mas común desde la herejía Ariana. La última, sin embargo, era mas frecuente previo a aquel período. Bajo este aspecto, el Padre como siendo: la única fuente de todo, puede ser considerado mas grande que el Hijo. Por lo tanto, Atanasio, Basil, Gregorio de Nissa, y los Padres del Concilio de Sardicia, en su carta sinoidal, todos trataron las palabras de nuestro Señor enseñando «El Padre es mas grande que Yo» como haciendo referencia a Su Deidad (ct. Petavius, «De Trin.», II, ii, 7, vi, 11). Desde este punto de vista, se puede decir que en la creación del mundo, el Padre ordenó y su Hijo obedeció. La expresión no es aquella que pudo haber sido empleada por escritores latinos quienes insistían que la creación y todas las obras de Dios procedían de El mismo como Uno y no de Personas como distintas una de la otra. Pero esta verdad no era familiar para los primeros Padres.

Justin (Dial., n 60); Ireneo (Adv. haer., IV, xx, nn. 7, 11), Tertuliano («C. Marc.», II, 27; «Adv. Prax.», 15, 16), Novacio (De Trin., xviii, 25), Teófilo (Ad Autol., II, xxii), son acusados de enseñar que las teofanías eran incompatibles con la naturaleza esencial del Padre, sin embargo, no incompatibles con aquella del Hijo. En este caso, la dificultad también puede ser ampliamente eliminada si se recuerda que estos escritores veían todas las operaciones Divinas como procedentes de las Tres Personas como tales, y no la Deidad vista como Una. Ahora, la Revelación nos enseña que en la obra de la creación y redención del mundo, el Padre efectúa Su propósito a través del Hijo. A través de El, juzgará. En consecuencia era una creencia en estos escritores que, considerando la disposición presente de la Providencia, las teofonías solo pudieron haber sido obra del Hijo. Más aún, en Colosenses 1:15, el Hijo es expresamente nombrado «la imagen del Dios invisible.» (eikon tou Theou rou aoratou). Parece que tomaron esta expresión con estricta literalidad. La función de un eikon es manifestar lo que en sí mismo está escondido (ct. San Juan Damascano, «De imagin», III, n. 17). En consecuencia sostenían que la obra de revelación del Padre pertenece por naturaleza a la Segunda Persona de la Trinidad, y concluye que las teofonías eran Su obra.

Expresiones que parecen contener la declaracion que el Hijo fué creado se encuentran en Clemente de Alejandría (Strom., V, xiv; VI, vii), Tatian (Orat., v), Tertuliano («Adv. Prax.» vi; «Adv. «Adv. Hermong.», xviii, xx), Orígenes (In Joan., I, n. 22). Clemente habla de la Sabiduría como «creada antes de todas las cosas» del Padre. No obstante, el significado de estos autores está claro. En Colosenses 1:16, San Pablo dice que todas las cosas fueron creadas en el Hijo. Esto fué entendido que significaba que la creación tuvo lugar de acuerdo a ideas predeterminadas ejemplares por Dios y existiendo en la Palabra. Considerando esto, se puede decir que el Padre creó la Palabra, este término es usado en lugar de la más precisa generada, tanto como las ideas ejemplares de la creación fueron comunicadas por el Padre al Hijo. O, nuevamente, la actual Creación del mundo pudo haber sido expresada la creación de la Palabra, siendo que ocurre de acuerdo a las ideas que existen en la Palabra. Invariablemente, el contexto muestra que el pasaje debe ser entendido en uno u otro de estos sentidos. La expresión es, sin lugar a dudas, muy tosca y ciertamente nunca se hubiera empleado sino por el verso, Proverbios 8:22, el cual es dado en el Septuaginto y en las antiguas versiones latinas «EL SEÑOR me dio la vida* (ektike) como primicia de sus obras,* mucho antes de sus obras de antaño.» Como el pasaje fué entendido haciendo referencia al Hijo, éste planteó la pregunta ¿cómo se pudo decir que la Sabiduría fué creada? (Orígenes, «Princ.», I,ii, n.3) Más aún conviene recordar que una terminología precisa en relación a las relaciones entre las Tres Personas fué el fruto de las controversias que brotaron en el siglo cuarto. Los escritores de un período más temprano no estaban preocupados con el Arianismo, y emplearon expresiones las cuales, bajo la luz de los subsiguientes errores son vistos no sólo como meras imprecisiones, sino como peligrosas.

Se presentaron tal vez, mayores dificultades, por una serie de pasajes los cuales parecen afirmar que previo a la Creación del mundo, la Palabra no era una hipóstasis distinta del Padre. Eestas se encuentran en Justin (C. Tryphon., lxi), Tatian (Con. Graecos, v), Atenagoras (Legat., x), Theófilo (Ad Autol., II, x, 22); Hippolytus (Con. Noet., x); Tertullian («Adv. Prax.», v-vii; «Adv. Hermogenem» xviii). Es por esto que Teófilo escribe (op.cit.,n.22) «¿Qué más es esta voz (oída en el Paraíso) sino la Palabra de Dios Quien es también Su Hijo?…Porque antes, nada fué, El lo tenía a El como su consejero, siendo su propia mente y pensamiento (i.e. como el logos endiathetos, c.x)). Aunque cuando Dios quiso hacer todo lo que había determinado, entonces El Lo engendró como la Palabra pronunciada (logos prophorikos), el Primero de toda la creación, sin embargo, no el mismo dejado sin Razón (logos), sino habiendo engendrado Razón y por siempre en reciprocidad con Razón» Expresiones como éstas, se deben indudablemente a la influencia de la filosofía Estoica: el logos endiathetos y logos prophorikos, eran concepciones habituales de aquella escuela. Es evidente que estos apologetas buscaban explicar la Fe Cristiana a sus lectores paganos en términos con los cuáles los últimos estaban familiarizados. Algunos escritores católicos sin duda pensaron que la influencia de su instrucción previa los llevó al Subordinacionismo, a pesar que la Iglesia misma nunca se involucró en tal error. Sin embargo, no parece necesario adoptar esta conclusión. Si el punto de vista que tenían presente los escritores, entonces, las expresiones, extrañas como eran, serían vistas como no incompatibles con la creencia ortodoxa.

Como hemos dicho, los primeros Padres veían en Proverbios 8:22 y Colosenses 1:15, como distintivamente enseñando que hay un sentido en el cual la Palabra fué engendrada antes que todos los mundos, lo que puede correctamente decirse haber sido engendrada en el tiempo. Esta generación temporal que concebían no era otra que el acto de la creación. Ellos tenían esta visión como complemento a la generación eterna, tanto como si fuera la manifestación externa de aquellas ideas creativas las cuales desde toda la eternidad, el Padre ha comunicado a la Palabra Eterna. Aún más, en las mismas obras que contienen estas perplejantes expresiones, se encuentran otros pasajes que enseñan explícitamente la eternidad del Hijo, por lo que parece muy natural interpretarlas en este sentido. Más aún, conviene recordar que a través de este período, los teólogos, al tratar el tema de la relación de las Personas Divinas, entre sí, invariablemente las veían en conexión con la cosmogonía. Sólo después, en la era Nicena, aprendieron a prescindir del tema de la creación y trataron la Personalidad triple exclusivamente desde el punto de vista de la vida Divina del Altísimo. Cuando se llegó a este paso, las expresiones como aquellas, se tornaron imposibles.

 

LA TRINIDAD COMO UN MISTERIO

El primer Concilio Vaticano ha explicado el significado del término misterio en teología. Formula que un misterio es una verdad la cual no somos capaces de descubrir sino que es una Revelación Divina, pero la cual, aún cuando ha sido revelada se mantiene «escondida bajo el velo de la fe y, como quien dice, introducida en un sobre por una especie de oscuridad» (Const., «De fide. Cath», iv). En otras palabras, nuestra comprensión se mantiene solamente parcial incluso luego de haberse aceptado como parte del mensaje Divino. Podemos formarnos un concepto representativo a través de analogías y tipos, que expresan aquello que ha sido revelado, pero no podemos atrapar el conocomiento total el cual supone que los varios elementos del concepto están claramente entendidos y su compatibilidad recíproca manifiesta. En relación a la justificación de un misterio, la gestión de la razón natural sirve solamente para mostrar que no contiene imposibilidad intrínseca, y que cualquier objeción impulsada contra ella debe darse en Razón. Las expresiones tales como esas son sin dudas, señal que ellas violan las leyes del pensamiento, por ende, son inválidas. Más que esto no se puede hacer.

Aún más, el Primer Concilio Vaticano definió que la Fe Cristiana contiene estrictamente hablando, misterios (can. 4). Todos los teólogos admiten que la Trinidad es uno de ellos. Sin dudas, de todas las verdades reveladas esta es la más impenetrable a la razón. En consecuencia, no declararlo misterio, sería una virtual negación del canon en cuestión. Más aún, en palabras de Nuestro Señor en Mateo 9:27 dice «Nadie conoce al Hijo, sino el Padre» parece declarar expresamente que la Pluralidad de Personas en la Divinidad es una verdad completamente fuera del alcance de cualquier inteligencia creada. Los Padres, suministran muchos pasajes en los cuales se afirma la incomprensibilidad de la Naturaleza Divina. San Jerónimo dice en una frase muy conocida: «La verdadera profesion del misterio de la Trinidad, es adueñarse de la idea que no la comprendemos» (De mysterio Trinitatus recta confessio est ignoratio scientiae — «Proem ad 1. xviii in Isai.»). La controversia con los Eunonimos, que declararon que la Esencia Divina ha sido totalmente expresada en la absolutamente simple noción de «el Inaccesible» (agennetos), y que este era complementamente comprensible por la mente humana, llevó a muchos Padres Griegos a insistir en la incomprensibilidad de la Naturaleza Divina, más especialmente en relación a las procedencias internas. (San. Basilio. «In Eunom.», I, n. 14; St. Cyril de Jerusalem, «Cat.», VI; San Juan. Damasquino, «Fid. Orth.», I, ii, etc., etc.). Sin embargo, en fechas posteriores, se encuentran algunos famosos nombres que defienden la opinión contraria, como Anselmo («Monol.», 64), Abelardo («En Ep. Ad Rom.»), Hugo de San Víctor («De sacram» III, xi), y Ricardo de San Víctor («De Trin», III, v) todos declaran que es posible asignar razones perentorias porque Dios debe ser ambos Uno y Tres. Como explicación de esto, conviene hacer notar que en aquel período la relación de la filosofía con la doctrina revelada no era oscuramente entendida. Sólo luego, con el sistema aritotélico, obtuvo reconocimiento de los teólogos y el tema fué totalmente tratado. En el fermento intelectual de la época, Abelardo inició una tendencia racionalista: no sólo afirmó un conocimiento de la Trinidad a los filósofos paganos, sino que su propia doctrina trinitaria era prácticamente Sabelina. El error de Anselmo no se debió al racionalismo sino a una aplicación demasiado amplia del principio Agustiniano «Crede et intelligas». Hugo y Ricardo de San Víctor fueron, sin embargo, influenciados por las enseñanzas de Abelardo. Los errores de Raimundo Lully (1235-1315) en este sentido, eran incluso más extremos. Fueron expresamente condenados por Gregorio XI en el año 1.376. En el siglo 19 la influencia del Racionalismo prevaleciente, se manifestó en varios escritores católicos. Frohschammer and Günther afirmaron que el dogma de la Trinidad era capaz de probarse. Pío IX reprobó sus opiniones en más de una ocasión (Denzinger, 1655 sq., 1666 sq., 1709 sq.) y fué muy precavido contra esta tendencia que el Primer Concilio Vaticano envió los decretos en los cuales se hizo referencia. Un error, de alguna manera similar, aunque menos agraviante, se dió por el lado de Rosmini fué condenado el 14 de Diciembre de 1887 (Denz., 1915).

 

LA DOCTRINA INTERPRETADA POR LA TEOLOGIA GRIEGA

Naturaleza y Personalidad

Los Padres Griegos asumieron el problema de la doctrina trinitaria de una manera que difiere de manera particularmente importante de aquellos que, desde los días de San Agustín, habían sido tradicionales en la teología Latina. La teología Latina fijó el pensamiento primero sobre la Naturaleza y solo subsecuentemente en las Personas. La Personalidad fué vista como, para decirlo de alguna manera, el complemento final de la Naturaleza: La Naturaleza fué considerada como lógicamente previa a la Personalidad. En consecuencia, porque la naturaleza de Dios es una, El es conocido por nosotros como Un Dios antes de poder ser conocido como Tres Personas. Y cuando los teólogos hablan de Dios sin hacer especial mención a una Persona, lo conciben bajo este aspecto. Esto es completamente diferente desde el punto de vista griego. El pensamiento griego se fijó primero en las Tres Personas distintas: el Padre, Quien, como fuente y origen de todo, el nombre de Dios (Theos) le pertenece especialmente; el Hijo, que procede del Padre por generación eterna, y por lo tanto nominado correctamente Dios también; y el Espíritu Divino, que procede del Padre a través del Hijo. La Personalidad es tratada como lógicamente previa a la Naturaleza. Así como en la naturaleza humana es algo que los hombres individuales poseen, y que sólo puede ser concebida como perteneciente a.. y dependiente del individuo, así también la Naturaleza Divina es algo que pertenece a las Personas y no puede ser concebida independientemente de Ellas. El contraste parece notable en relación al tema de la creación. Todos los teólogos occidentales enseñan que la creación, como todas las obras externas de Dios, proceden de El como Uno: las Personalidades separadas no entran en consideración. Los griegos invariablemente hablan como si, en todas las obras Divinas, cada Persona ejerce una función separada. Ireneo replica a los Gnósticos, que sostienen que el mundo fué creado por el demiurgo otro que el Supremo Dios, al afirmar que Dios es el único Creador, y que El hace todas las cosas por Su Palabra y Su Sabiduría, el Hijo y el Espíritu (Adv. haer., I, xxii; II, iv, 4, 5, xxx, 9; IV, xx, 1). Una fórmula a menudo encontrada en los Padres Griegos es que todas las cosas son del Padre y son causadas por el Hijo en el Espíritu (Atanasio, «Ad Serap.», I, xxxi; Basil, «De Spiritu Sancto», n. 38; Cyril de Alejandría, «De Trin. dial.», VI). De este modo, también, Hipólito (Con Noet.,x) dice que Dios ha modelado todas las cosas por Su Palabra y Su Sabiduría creándolas por Su Palabra, y adornándolas por Su Sabiduría. (gar ta genomena dia Logou kai Sophias technazetai, Logo men ktizon Sophia de kosmon). El Credo Niceno aún conserva para nosotros este punto de vista. En él, aún profesamos nuestra creencia «en un Dios y Padre Todopoderoso, Creador del cielo y la tierra…y en Jesucristo Nuestro Señor…por Quien fueron hechas todas las cosas…y en el Espíritu Santo.

La Unidad Divina

Los Padres Griegos no olvidaron salvaguardar la doctrina de la Unidad Divina, aunque su punto de vista manifiestamente requería un tratamiento diferente de aquel empleado en Occidente. La consustancialidad de las Personas es afirmada por San Ireneo al decirnos que Dios creó el mundo por Su Hijo y Su Espíritu, «Sus dos manos» (Adv. Haer., IV, xx,1) El tenor de la frase es evidentemente indicativa que la Segunda y Tercera Personas no son substancialmente distintas de la Primera. Una descripción más filosófica es la doctrina de la Recapitulación (sygkephalaiosis). Esta, al parecer, primeramente encuentra correspondencia entre San Denis de Alejandría y San Dionisio de Roma. El primero escribe: «Nosotros, de este modo ? i.e., por la procedencia doble? extendemos la mónada ? la Primera Persona? a la Trinidad, sin causar ninguna división, y donde capitula la Trinidad en la mónada sin causar disminusión» (outo men emeis eis te ten Triada ten Monada, platynomen adiaireton, kai ten Triada palin ameioton eis ten Monada sygkephalaioumetha — P.G., XXV, 504). Aquí, la consustancialidad es afirmada sobre la base que el Hijo y el Espíritu, procedentes del Padre, no son, sin embargo, separados de El; mientras, nuevamente, con todas sus perfecciones, pueden ser considerados como contenido en El. Esta doctrina supone un punto de vista muy diferente del que hoy estamos familiarizados. Los Padres Griegos afirmaban que el Hijo, como la Sabiduría y el Poder del Padre (I Cor., 1:24) en un sentido formal, y en manera similar, el Espíritu como Su Santidad. Aparte del Hijo, el Padre puede ser sin Su Sabiduría; aparte del Espíritu El puede ser sin Su Santidad. Por eso, el Hijo y el Espíritu son considerados «Poderes» (Dynameis) del Padre. Pero mientras en las creaturas, los poderes y facultades son meras perfecciones accidentales, en el Todopoderoso son hipóstasis subsistentes. Denis de Alejandría en relación a la Segunda y Tercera Personas, las entiende como los «Poderes» del Padre, y habla de la Primera Persona como «extendido» a ellos y no dividisiones de ellos. Y, siendo lo que sea que tienen, fluyen de El, este escritor afirma que si fijamos nuestros pensamientos en la sola fuente de Deidas, lo encontramos en El sin disminucació, todo lo que está contenido en ellos.

La controversia Ariana condujo a la insistencia en la Homousía. Aunque con los Griegos este no es un punto de partida, sino una conclusión, el resultado de un análisis reflexivo. La filiación de la Segunda Persona implica que El ha recibido la Naturaleza Divina totalmente, y para las generaciones implica el origen de uno que es igual en naturaleza al principio originador. Pero aquí, está fuera de discusión el tema de la unidad meramente específica. La Esencia Divina no es capaz de multiplicación numérica; es, por lo tanto, razonaron ellos, idénticamente la misma naturaleza que ambos poseen. Una línea similar de argumentación, establece que la Naturaleza Divina, en tanto comunicada al Espíritu Santo, no es específicamente, sino numéricamente, uno con aquella del Padre y del Hijo La unidad de naturaleza era entendida por los Padres Griegos como involucrando unidad de voluntad y unidad de acción (energeia). Esto es lo que declararon que poseen las Tres Personas (Atanasio, «Adv. Sabell.», xii, 13; Basil, «Ep. clxxxix,» n. 7; Gregorio de Niza, «De orat. dom.,» Juan Damasquino, «De fide orth.», III, xiv). Es aquí donde vemos un imortante avance en la teología del Todopoderoso. Puesto que, como hemos notado, los primeros Padres concibieron invariablemente las Tres Personas como cada una ejerciendo una función distinta y separada.

Finalmente, tenemos la doctrina de la Circuminsesion (perichoresis). Por ella se entiende la inexistencia recíproca y compenetración de las Tres Personas. El término perichoresis fué usado por primera vez por San Juan Damasquino. Sin embargo, la doctrina se encontraba mucho antes. Así, San Cirilo de Alejandría sostenía que el Hijo es llamado la Palabra y Sabiduría del Padre por la recíproca inherencia de estos en la mente «(dia ten eis allela….,hos an eipoi tis, antembolen). San Juan Damasquino asigna una doble base a esta inexistencia de las Personas. En algunos pasajes él lo explica a través de la doctrina ya mencionada, que el Hijo y el Espíritu son dynameis del Padre (ct. «De recta sententia»). Así entendida, la Circuminsesión es un corolario de la doctrina de la Recapitulación. También la entendió como la identidad de esencia, voluntad y acción en las Personas. Donde éstas son peculiares al individuo, como es el caso en todas las creaturas, ahí, nos dice, tenemos existencia separada (kechorismenos einai). En la Divinidad, la esencia, la voluntad y la acción son sólo una. En consecuencia, entonces, la Circuminsesión tiene su base en la Homousía.

Es fácil observar que el sistema Griego estaba menos mejor adaptado para cumplir con las sutilezas de las herejías Ariana y Macedónica de lo que fué aquella subsiguiente desarrollada por San Agustín. Sin dudas, las controverias del siglo cuarto llevó notablemente a algunos de los Padres Griegos mas cerca de las posiciones de la teología Latina. Hemos visto que llegaron a afirmar que la acción de las Tres Personas no eran sino una. Incluso Dydimo emplea expresiones que parecen mostrar que él, como los Latinos, concibieron la Naturaleza como lógicamente antecedentes a las Personas. El comprendió el término Dios como significando la Trinidad total y no, como otros Griegos, sólo el Padre: «Cuando oramos, ya sea que decimos «Kyrie eleison» o «Oh Dios ayudanos» no olvidamos nuestra intención: porque incluímos el todo de la Santísima Trinidad en una Divinidad» (De Trin., II, xix).

Procedencia Mediata e Inmediata

La doctrina que el Espíritu es la imagen del Hijo, como el Hijo es la imagen del Padre, es característica de la teología Griega. Fué afirmada pore San Gregorio Taumaturgo en Su Credo. Fué asumida por San Atanasio como una premisa indiscutible en su controversia con los Macedónicos (Ad Serap., I, xx, xxi, xxiv; II, i, iv). Está implícita en las comparasiones empleadas ambas por el (Ad Serap. I, xix) y por San Gregorio Naziaceno (Orat. Xxxi, 31,32) de las Tres Personas con el sol, el rayo, la luz; y de la fuente, la primavera, y el arroyo. También lo encontramos en San Cirilo de Alejandría («Aff. Thesaurus», 33), San Juan Damasquino (Fid. Orth», I, 13), etc. Esto supone que la procedencia del Hijo del Padre es inmediata; que del Espíritu del Padre, es mediata. El procede del Padre a través del Hijo. Besarion observa con razón que los Padres que usaron estas expresiones concebían la Divina Procedencia como realizandose, por decirlo de alguna manera, dentro de una línea recta (P.G., CLXI, 224). Por otro lado, en la teología occidental, el diagrama simbólico de la Trinidad siempre ha sido un triángulo, siendo las relaciones de las Tres Personas entre sí, precisamente similares. Vale la pena hacer notar el punto, dado que la diversidad de respresentaciones diversas los lleva inevitablemente a expresiones muy diferentes de la misma verdad dogmática. Es claro que estos Padres pudieron haber rechazado sin menor fuerza que los Latinos la posterior herejía Potian, que el Espíritu Santo procede sólo del Padre.

El Hijo

La teología Griega sobre la Generación divina difiere en ciertos puntos particulares de la Latina. La mayoría de los teólogos occidentales basan su teoría en el Logos, dado por San Juan a la Segunda Persona. Este lo entendían en el sentido de un «concepto» (verbum mentale), y sostenían que la Generación Divina es análoga al acto a través del cual el intelecto crea el concepto. Esta explicación es desconocida entre los escritores Griegos. Declaran que la manera de la Generación Divina es del todo mas allá de nuestra comprensión. Sabemos por la Revelación que Dios tiene un Hijo; y varios otros términos aparte de Hijo, empleados en relación a El en las Escrituras, tales como Palabra, Brillo de Su gloria, etc, nos muestran que su filiación debe ser entendida como libre de cualquier relación. Más, no sabemos. (ct. Greg. Nazianzen, «Orat. xxix», p. 8, Cirilo de Jerusalem, «Cat.», xi, 19; Juan Damasquino, Fid. orth.», I, viii).

Solo una explicación puede darse, a saber, que la perfección que llamamos fecundidad, debe necesariamente encontrarse en Dios como Absolutamente Perfecta (San Juan Damasquino «Fid Orth», I, viii). Sin dudas, podría parecer que la gran mayoría de los Padre Griegos entendieron logos, no como un pensamiento mental; sino como la palabra absoluta («Dion Alej»; Atanasio, ibid; Ciril Alej. «De Trin», II). No veían en el término una revelación que el Hijo procede por medios intelectuales de procedencia, sino vista como una metáfora que pretende excluir asociaciones materiales en la filiación humana (Gregorio de Niza, «C.Eunom.» IV; Greg. Naz, «Orat xxx», p.20; Basil, «Hom. xvi»; Ciril de Alejandría, «Thesaurus assert.», vi).

Ya hemos advertido la visión que el Hijo es la Sabiduría y el Poder del Padre en un sentido total y formal. Esta enseñanza es constantemente recurrente desde los tiempos de Orígenes a aquel de San Juan Damasquino (Orígen apud Atan.,»De decr. Nic.», p. 27; Atanasio, «Con. Arianos», I, p. 19; Cirilo de Alejandría, «Thesaurus»; Juan Damasquino, «Fid.orth.», I, xii).

Está fundamentada en la filosofía platónica aceptada por la Escuela de Alejandría. Esta difiere en un punto fundamental de los teólogos Aristotélico-Escolásticos. En la filosofía Aristotélica, la perfección es siempre concebida estáticamente. Ninguna acción, trascendente o inmanente puede proceder de ningún agente a no ser que ese agente, concebido estáticamente, posea la perfección que sea que esté contenida en la acción. El punto de vista Alejandrino era otro. Para ellos, la perfección debe ser pensada como una actividad dinámica. Dios, como la suprema perfección, es desde toda eternidad, automovido, siempre adornandose a Sí mismo con Sus propios atributos: Derivan de El y, siendo Divino, no son accidentales, sino realidades subsistentes. Sin embargo, para estos pensadores, no hay imposibilidad en la suposición que Dios es sabio con la Sabiduría la cual es el resultado de Su propia acción inmanente, poderoso con el Poder el cuál procede de El. Los argumentos de los Padres Griegos, presuponen con frecuencia su filosofía como su fundamento; y a no ser que puedan ser claramente asumidos, el razonamiento que sobre sus premisas es concluyente, nos podría parecer inválido y falaz. Por eso es a veces impelido como una razón para rechazar el Arianismo que, si hubiera habido un tiempo cuando El Hijo no era, se sigue que Dios entonces debi´haber sido evadido de la Sabiduría y del Poder – una conclusión de la que incluso los Arianos huirían.

El Espíritu Santo

En la teología occidental, un punto que es motivo de alguna discusión, es el asunto respecto a porqué la Tercera Persona de la Santísima Trinidad es llamada Espíritu Santo. San Agustín sugiere que es porque El procede de ambos, el Padre y el Hijo, y, por lo tanto, en propiedad recibe un nombre aplicable a ambos (De Trin., xv, n.37) Para los Padres Griegos, quienes desarrollaron su teología del Espíritu bajo la luz de sus principios filosóficos que ya hemos visto, el asunto no presentaba dificultad. Su nombre, sostenían, nos revela su carácter distintivo como Tercera Persona, así como los nombres Padre e Hijo, manifiestan un carácter distintivo de la Primera y Segunda Personas. (cf. Gregorio Thaum., «Ecth. fid.»; Basil, «Ep. ccxiv», 4; Gregorio Naz.,»Or. xxv», 16). El es autoagiotes, la santidad hipostática de Dios, la santidad por la cual Dios es santo. Así como el Hijo es la Sabiduría y el Poder por el cual Dios es sabio y poderoso, así el Espíritu es la Santidad por el cual El es santo. Hubo un tiempo, como se atrevieron los Macedóneos a decir, cuando el Espíritu Santo no era, entonces, en aquel tiempo Dios pudo no haber sido santo. (San Gregorio Naziano, «Orat. xxxi», 4). Por otro lado, pneuma era entendido a menudo bajo la luz de Juan 10:22 donde Cristo, apareciéndose a lo Apóstoles, los sopló y les confirió a ellos el Espíritu Santo. El es el aliento de Cristo (Juan Damasquino, «Fid. Orth», 1, viii), aliento por El a nosotros, y morando en nosotros como el aliento de vida por el cual disfrutamos de vida sobrenatural como hijos de Dios (Cirilo de Alejandría «Thesaurus»; cf. Petav., «De Trin», V, viii). La gestión del Espíritu Santo, por lo tanto, al elevarnos al orden sobrenatural, es, sin embargo, concebida de una manera diferente por los teólogos occidentales.

De acuerdo a la doctrina occidental, Dios confiere al hombre gracia santificante, y consecuentemente entran a su alma en aquel regalo, las Tres Personas. Para la teología griega, el órden es al revés: el Espíritu Santo no viene a nosotros porque hayamos recibido gracia santificante; sino que, a través de su presencia, recibimos el regalo. El es el sello, El mismo imprimiendo en nosotros, la imagen Divina. Esa imagen Divina, sin lugar a dudas, realizada en nosotros, aunque el sello debe estar presente para asegurar la continua existencia de la impresión. Fuera de El, no se encuentra. (Origen, «En Juan. ii», vi; Didymus, «De Spiritu Sancto», x, 11; Atanasio, «Ep. ad. Serap.», III, iii). Esta Unión con el Espíritu Santo constituye nuestra deificación (theopoiesis). Tanto como El es la imagen de Cristo, El imprime la semejanza de Cristo sobre nosotros; siendo Cristo la imagen del Padre, nosotros también recibimos el carácter verdadero de hijos de Dios (Athanasius, loc.cit.; Gregory Naz., «Orat. xxxi», 4). Es en referencia a este trabajo que hemos visto que en el Credo Niceno-Constantinopolitano el Espíritu Santo es referido como el Dador de vida (zoopoios). En Occidente, hablamos mas naturalmente de gracia como la vida del alma. Pero para los Griegos es, por el Espíritu a través de cuya presencia personal, que vivimos. Tanto así como Dios dió vida natural a Adán al soplar sobre él su aliento de vida, así Cristo nos dá vida espiritual cuando El confiere en nosotros el regalo del Espíritu Santo.

 

LA DOCTRINA INTERPRETADA POR LA TEOLOGIA LATINA

La transición a la teología Latina de la Trinidad, fué trabajo de San Agustín. Los teólogos occidentales nunca salieron de las líneas centrales que él dejó, su sistema fue desarrollado en los Años Dorados de la Escolástica, sus detalles completados y su terminología perfeccionada. Recibó su forma final y clásica de Santo Tomás de Aquino. Aunque es necesario primero indicar en qué consistió la transición realizada por San Agustín. Esta se puede resumir en tres puntos:

Sostenía la Naturaleza Divina como previa a las Personalidades. Deus, es para el, no Dios el Padre, sino la Trinidad. Este fué un paso de primera importancia, porque salvaguardó tanto la unidad de Dios y la igualdad de las Persona de una manera que el sistema Griego nunca hizo. Como hemos visto, al menos uno de los Griegos, Dynamus, había adoptado este punto de partida y es posible que Agustín haya derivado su método al visualizar el misterio desde él. Pero hacerlo fundamento de todo el tratamiento de la doctrina, fué el trabajo del genio de Agustín.

Insistía que toda operación externa de Dios se debe a toda la Trinidad, y no puede ser atribuible a una sola Persona, salvo por apropiación. Como hemos visto, los Padres Griegos, llegaron a afirmar que la acción (energeia) de las Tres ersonas era una y una sola. Pero la doctrina de la apropiación era desconocida para ellos y, por lo tanto, el valor de esta conclusión, oscurecida por la teología tradicional que implicaba las distintas actividades del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Al señalar la analogía entre las dos procedencias dentro de la Divinidad y los actos internos del pensamiento y la voluntad en la mente humana (De Trin., IX, iii,3; xi, 17) se transformó en el fundador de la teoría psicológica de la Trinidad, la cual, con algunas excepciones, fué aceptada por todo escritor latino subsiguiente.

En la siguiente esposición de las doctrina latinas, seguiremos a Santo Tomás de Aquino, cuyo tratamiento de la doctrina es hoy universalmente aceptada por lo teólogos católicos. Se debe observar, sin embargo, que esta no es la única forma bajo la cual la teoría psicológica ha sido propuesta. Así también Ricardo de San Víctor, Alejandro de Hales y San Buenaventura, mientras adhieren en lo principal con la tradición occidental, estaban mas influenciados por el pensamiento Griego, y nos dieron un sistema que difiere de alguna manera con aquel de Santo Tomás.

El Hijo

Entre los términos empleados en las Escrituras para designar a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, está la Palabra (Juan 1:1). Esta es entendida por Santo Tomás como Verbum mentale, o concepto intelectual. Aplicado al Hijo, el nombre – sostiene – significa que El procede del Padre, como el término de un proceso intelectual, de forma análoga a aquel bajo el cual es generado un concepto por la mente humana en todos los actos del conocimiento natural. Es, sin dudas, asunto de fe que el Hijo procede del Padre por verdadera generación. Según el Credo Niceno-Constantinopolitano, El es, engendrado antes de todos los mundos» Pero la Procedencia de la Persona Divina como el término del acto por el cual Dios conoce Su propia naturaleza es propiamente llamada generación. Esto puede ser mostrado fácilmente. Así como en un acto de concepción intelectual, necesariamente produce la semejanza del objeto conocido. Y más aún, siendo acción Divina, no es un acto accidental por el que resulta el término, en sí mismo un mero accidente, sino el acto es la misma sustancia de la Divinidad, y el término, igualmente sustancial.

Un proceso que tiende necesariamente a la producción de un término sustancial como en la naturaleza de la Persona por Quien procede es un proceso de generación. En relación a este punto como sobre la procedencia del Hijo, San Anselmo presentó una dificultad (Monol. 1 xiv) con motivo de que pareciera involucrar que cada una de las Tres Personas debe necesitar una Palabra subsistente. Siendo que todos los Poderes poseen la misma mente, ¿no se sigue acaso – pregunta – que en cada caso entonces produce un término similar? Ante la dificultad, Santo Tomás la resuelve con éxito. Considerando su psicología, la formación de un concepto no es tan esencial al pensamiento, aunque es requisito para todo conocimiento natural humano. Por lo tanto, no hay fundamento en razón, aparte de la revelación, para sostener que el intelecto Divino produce un Verbum mentale. Sólo el testimonio de las Escrituras nos dice que el Padre, desde toda la eternidad, ha engendrado Su Palabra consustancial. Pero ni la razón ni la revelación sugieren esto en el caso de la Segunda y Tercera Personas. (I: 34:1, ad. 3).

No pocos escritores de gran solidez sostienen que hay suficiente consenso entre los Padres y los teólogos escolásticos en relación al significado de los nombres Palabra y Sabiduría (Proverbios 8) aplicados al Hijo, para nosotros en relación al proceso intelectual de la Segunda Persona como al menos teológicamente cierto, y si no, es una verdad revelada. (cf. Suarez, «De Trin.», I, v, p. 4; Petav., VI, i, 7; Franzelin, «De Trin.», Tésis xxvi).

Sin embargo, esto parece ser una exageración. La inmensa mayoría de los Padres Griegos, como ya lo hemos visto, interpretan logos como la palabra hablada, y consideran la significancia del nombre no como descansando en alguna enseñanza como la de la procedencia intelectual, sino en el hecho que implica un modo de generación exenta de toda pasión. En relación a la interpretación de Proverbios 8, tampoco la tradición en ningún sentido es unánime. Considerando estos hechos, la opinión de aquellos teólogos parecen el resonar de quienes vieron esta explicación de la procedencia simplemente como una opinión teológica de gran rpobabilidad y que harmoniza muy bien con la verdad revelada.

El Espíritu Santo

Así como el Hijo procede como el término de un acto immanente del intelecto, así también el Espíritu Santo procede como el término del acto de la voluntad Divina. En el amor humano, como enseña Santo Tomás (I:27:3) aunque el objeto sea externo a nosotros, no obstante el acto immanente de amor suscita en el alma un estado de ardor el cual es, como era, una impresión de la cosa amada. En virtud de esto, el objeto de amor está presente en nuestros afectos, como también, en relación a los conceptos, el objeto de pensamiento está presente en nuestro intelecto. Esta experiencia es el término del acto interno. Es afirmado, que El Espíritu Santo, procede del Padre y el Hijo como el término del amor por el cual Dios se ama A sí mismo. El no es el amor de Dios en el sentido de ser El mismo formalmente el amor por el cual Dios ama; sino al amarse a Sí mismo, Dios exhala este término subsistente. El es Amor Hipostático. Aquí, sin embargo, es necesario salvaguardar un punto de doctrina revelada. Es por fé la procedencia del Espíritu Santo y no es generación. El Hijo es «el único engendrado del Padre» (Juan 1:14). Y el Credo Atanasio expresamente descansa en que el Espíritu Santo es «del Padre y del Hijo, ni hecho, ni creado, ni generado, sino procedente». «Si el acto inmanente del intelecto es apropiadamente llamado generación, ¿bajó que fundamentos puede ese nombre ser negado en relación al acto de la voluntad?. Las respuestas dadas a esta dificultad por Santo Tomás, Ricardo de San Víctor y Alejandro de Hales son muy diferentes. Aquí será suficiente mostrar la solución de Santo Tomás. El dice que la procedencia intelectual es, por su propia naturaleza, la producción de un término en la semejanza de la cosa concebida. Esto no es así en relación al acto de la voluntad. Aquí el principal resultado es simplemente atraer al sujeto al objeto de su amor. Esta diferencia en los actos explica porque el nombre generación es aplicable solo al acto intelectual. La generación es esencialmente la producción de un semejante por un semejante. Y ningún proceso el cual no sea esencialmente de éste carácter, puede atribuirse el nombre. La doctrina de la procedencia del Espíritu Santo por medio del acto de la Divina voluntad se debe enteramente a San Agustín. No se encuentra entre ninguno de los Griegos, quienes simplemente declararon que la procesión del Espíritu estaba mas allá de nuestra comprensión, tampoco se encuentra en los Latinos antes de este tiempo. El menciona la opinión en favor en «De fide at Symbolo» (D.C. 393); y en «De Trinitate» (D.C. 415) donde lo desarrolla en toda su extensión. Sus enseñanzas fueron aceptadas por Occidente. Los Escolásticos buscaron apoyo en las Escrituras en el nombre del Espíritu Santo. Esto debe ser, argumentaban, como los nombres Padre e Hijo, un nombre expresivo de una relación dentro de la Divinidad, propia de la Persona que la tiene. Ahora bien, el atributo santo, como aplicable a persona o cosa, significa que el ser del cual es afirmada es devota de Dios. Se sigue, por lo tanto que, cuando se aplica a la Persona Divina como designando la relación que o une a las otras Personas, debe significar que la procedencia que determina Su origen es tal que por su naturaleza, involucra devoción a Dios. Pero aquella por la cual cualquier persona es devota a Dios, es amor. El argumento es ingenioso, pero difícilmente convincente; y lo mismo se puede decir de una pieza de razonamiento de algún modo similar en relación al nombre Espíritu (I:36:1). La teoría Latina es un noble esfuerzo del razonamiento humano por penetrar las verdades cuyas revelaciones han quedado bajo el velo del misterio. Como decimos, harmonizan con todas las verdades de fe. Están admirablemente adaptadas para ayudarnos a tener una comprensión total de la doctrina fundamental de la religión Cristiana. Pero mas que eso, no podemos decir. No posee la sanción de la revelación.

Las relaciones Divinas

La existencia de relaciones en la Divinidad, pueden ser inferidas inmediatamente de la doctrina de las procedencias, y también como verdad Revelada. Donde hay una procedencia real, el principio y el término se relacionan. Por lo tanto, ambas, la generación del Hijo y la procedencia del Espíritu Santo deben involucrar la existencia de relaciones reales y objetivas. Esta parte de la doctrina Trinitaria, era familiar para los Padres Griegos. En respuesta a la objeción de Eunomia, de que la consustancialidad hacía imposible cualquier distinción entre las Personas.

Gregorio de Niza replica: «Aunque sostenemos que la naturaleza ? en las Tres Personas? no es diferente, no negamos la diferencia que surge en relación a la fuente y de quién procede de la fuente [ten katato aition kai to aitiaton diaphoran]; sino que sólo es esto, admitimos que una Persona difiere de la otra.» («Quod non sunt tres dii»; ct. Greg. Naz, « Or. Theol.», V, ix; Juan Damasquino, «F.O.», I, viii). Agustín insiste que de las 10 categorías arostotélicas, dos, posición y relación, se encuentran en Dios. («De Trin», V,v). Pero fué en las manos de los teólogos escolásticos que el tema recibió su total desarrollo. Los resultados a los cuales llegaron,. Aunque no son reconocidos como parte del dogma, arrojan gran luz sobre el misterio e hicieron un gran servicio sobre las objeciones planteadas contra él. Desde el hecho que hay dos procedencias en la Divinidad, cada una implicando ambas, el principio y el término, se sigue que deben haber cuatro relaciones, dos de orígen (paternitas y spiratio) y dos de procedencia (filiato y processio). Estas relaciones son las que constituyen la distinción entre las Personas. No pueden distinguirse por ningún atributo absoluto, porque cada atributo absoluto debe pertenecer a la Naturaleza Divina infinita y esto es común a las Tres Personas. Cualquiera sea la distinción, ésta debe estar sólo en las relaciones. Todos los teólogos mantienen esta conclusión como absolutamente cierta. En las palabras de San Gregorio de Niza, se contiene la equivalencia, como asimismo fué claramente enunciado por San Anselmo («De process. Sp.», ii) y recibió sanción eclesiástica en el «Decretum pro Jacobitis» bajo la siguiente forma: «[In divinis] omnia sunt unum ubi non obviat relationis oppositio.» Siendo así, es evidente que las cuatro relaciones no suponen sino, las Tres Personas. Porque no hay oposición relativa entre inspiration por un lado y, paternidad o filiación por el otro. Por lo tanto, el atributo de inspiration se encuentra ligado con cada uno de estos, y en virtud de ello, cada uno se distinguen de su procedencia. Como comparten una y la misma Naturaleza Divina, así también poseen la misma virtus spirationis, y, por lo tanto constituyen un solo principio originador del Espíritu Santo. Puesto que las relaciones, y ellas solas, son distintas realidades en la Divinidad, se sigue que las Personas Divinas, no son sino, éstas relaciones. El Padre es la Divina Paternidad, el Hijo, la Divina Filiación, y el Espíritu Santo, la Divina Procedencia. De aquí es menester que nace en la mente que las relaciones no son meras determinaciones accidentales como lo sugieren los términos abstractos. Lo que sea que esté en Dios necesariamente debe ser subsistente.. El es la Sustancia Suprema, trascendente a las divisiones de las categorías aristotélicas. Por lo tanto, de una y al mismo tiempo El es ambos, sustancia y relación. (¿Cómo puede ser que deban haber en Dios relaciones reales, dado que es del todo imposible que la cantidad o la cualidad puedan ser encontrados en El? Es un tema que involucra una discusión que tiene que ver con la metafísica de las relaciones, la cual estaría fuera de lugar en un artículo como el presente). Se verá que la doctrina de las relaciones Divinas entrega una respuesta a la objeción que el dogma de la Trinidad involucra la falsedad del axioma que las cosas que son idénticas con la misma cosa, son idénticas entre sí. Respondemos que el axioma es perfectamente verdadero en relación a entidades absolutas, a las cuales se refiere solamente. Pero, cuando afirmamos en el dogma de la Trinidad que el Padre y el Hijo son semejantes idénticos con la Esencia Divina, estamos afirmando que la Sustancia Suprema Infinita es idéntica no son dos entidades absolutas, sino con cada una de las dos relaciones. Estas relaciones, en virtud de su naturaleza como correlativas, son necesariamente opuestas entre sí y, por lo tanto, diferentes. Nuevamente es dicho que si hay Tres Personas en la divinidad, ninguna puede ser infinita, porque cada una debe carecer de algo que las otras poseen. Respondemos que una relación, vista precisamente como tal, no es, como la cantidad o la cualidad, una perfección intrínseca. Nuevamente, cuando afirmamos que es relación de nada, afirmamos que se relaciona a algo más que sí mismo. La total perfección de la Divinidad está contenida en una Esencia Divina Infinita. El Padre es esa Esencia como eternamente en relación al Hijo y al Espíritu; el Hijo es esa Esencia como eternamente en relación al Padre y al Espíritu; el Espíritu Santo es esa Esencia como eternamente en relación al Padre y al Hijo. Pero la relación eterna por la cual cada una de las Tres Personas se constituyen no es un agregado a la perfección infinita de la Divinidad. La teoría de las relaciones también nos indica la solución a la dificultad más frecuentemente propuesta por los anti-Trinitarios. Se argumenta que desde que hay Tres Personas, deben haber tres auto-conciencias: pero la mente Divina ex hypothesi es una, y por lo tanto, no puede sino poseer una sola auto conciencia; en otras palabras, el dogma contiene una contradicción irreconciliable. Toda la objeción descansa sobre una petitio principii: porque toma por seguro la identificación de la persona con mente con auto- conciencia. Esta identificación es rechazada por los filósofos católicos como del todo, descarriada. Ninguna persona ni mente es auto-conciencia; aunque una persona necesariamente debe poseer auto-conciencia, y la conciencia responde de la existencia de la mente. Aceptado que en la mente infinita, en la cual las cateogrías son trascendentes, hay tres relaciones las cuales son realidades subsistentes, distintas una de la otra en virtud de su relativa oposición, luego se sigue que la misma mente tendrá una triple conciencia, conociendose a sí misma en tres modos de acuerdo con sus tres modos de existencia. Es imposible establecer que, en relación a la mente infinita, tal suposición involucra una contradicción. El problema fué tomado por los Escolásticos: ¿En qué sentido debemos entender el Divino acto de generación?. Tal como concebimos las cosas, las relaciones de paternidad y filiación de deben a un acto por el cual el Padre genera al Hijo; las relaciones de inspiración y procedencia, a un acto por el cual el Padre y el Hijo alientan el Espíritu Santo. Santo Tomás responde que los actos son idénticos con las relaciones de generación y inspiración; solo el modo de expresión de nuestra parte es diferente (I:41:3, ad.2). Esto se debe al hecho que las formas semejantes a nuestro pensamiento y nuestro lenguaje están moldeados sobre el mundo material en el cual vivimos. En este mundo la originación es en todo caso debido al efecto de un cambio. Llamamos efecto de un cambio, acción, y su recepción, pasión. Por lo tanto, acción y pasión son diferentes de las relaciones permanentes consecuentes a ellas. Pero en la Divinidad, la originación es eterna: no es el resultado del cambio. Por lo tanto, el término que significa acción denota no la producción de la relación, sino puramente la relación del Originador a lo Orioginado. La terminología es inevitable porque las limitaciones de nuestra experiencia nos fuerza a representar esta relación como debido a un acto. Sin dudas, a través de todo el tema estamos trabados por la inperfección del lenguaje humano como un instrumento con que expresamos verdades superiores que los hechos del mundo. Cuando, por ejemplo, decimos que el Hijo posee filiación y spiración, los términos parecen sugerir que estas son forma inherentes en El cómo en un sujeto. Sabemos, sin dudas, que en las Personas Divinas no puede haber composición: son abolutamente simples. Sin embargo, estamos forzados a hablar de este modo: Para la Personalidad unica, emreo, su simplicidad, está relacionada a las otras y por diferentes relaciones. No podemos expresar esto salvo atribuyendo a El filiación e inspiración. (I:32:2).

Misión Divina

Hemos visto que toda acción de Dios en relación al mundo creado, procede indiferentemente de las Tres Personas. Entonces, ¿en qué sentido entendemos textos sales como «Dios envió…a su Hijo al mundo? (Juan 3:17) y «Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre…»» (Juan 15.26)? ¿Qué significa la misión del Hijo y del Espíritu Santo? Para responder a esto, la misión supone dos condiciones:

  • Que la persona enviada debe, de algún modo, proceder del que envía y,
  • Que la persona enviada debe llegar al lugar indicado.

Sin embargo, la procedencia puede darse de varias maneras – por órden, consejo e incluso originación. Por lo tanto decimos que un rey envía un mensajero y que un árbol echa capullos. La segunda condición, también, es satisfecha ya sea si la persona enviada llega a estar en algún lugar donde previamente no estaba, o si, aunque el ya estaba ahí, llega para estar ahí de distinta manera. Aunque Dios el Hijo ya estaba presente en el mundo por motivo de Su Divinidad, Su Encarnación lo hizo presente allí de un modo nuevo. En virtud de su nueva presencia y de Su procedencia del Padre, es correcto decir que El ha sido enviado al mundo. Así también en relación a la misión del Espíritu Santo. El don de la gracia otorga a la Santísima Trinidad presencia en el alma de una manera nueva: esto es, como el objeto de directa aunque incipiente conocimiento y como objeto de amor experimental. En razón de este nuevo modo de presencia común a toda la Trinidad, la Segunda y Tercera Personas, dado que cada una recibe la Naturaleza Divina por medio de procedencia, se puede decir que son enviadas al alma.

Referencias

Entre las numerosas obras patrísticas sobre el tema, los siguientes tienen mención especial:

San. ATANASIO, Orationes quatuor contra Arianos; IDEM, Liber de Trinitate et Spiritu Sancto; San GREGORIO NAZIANO, Orationes V de theologia; DIDYMUS ALEJ., Libri III de Trinitate; IDEM, Liber de Spir. Sancto; SAN HILARIO DE POITIERS, Libri XII de Trinitate; SAN. AGUSTIN, Libri XV de Trinitate; SAN. JUAN DAMASQUINO, Liber de Trinitate; IDEM, De fide orthodoxa, I.
Entre los teólogos medievales: San. ANSELMO, Lib. I. de fide Trinitatis; RICARDO DE SAN. VICTOR, Libri VI de Trinitate; SANTO TOMAS, Summa, I, xxvii-xliii; BESSARION, Liber de Spiritu Saneto contra Marcum Ephesinum.
Entre los escritores más recientes: PETAVIUS, De Trinitate; NEWMAN. Causes of the Rise and Success of Arianism in Theol. Tracts. (Londres, 1864).

Fuente G. H. JOYCE para Enciclopedia Católica
 
 

Entre su email para recibir nuestra Newsletter Semanal en modo seguro, es un servicio gratis:

 
 

Categories
Doctrina FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Foros de la Virgen María REFLEXIONES Y DOCTRINA

La Santísima Trinidad en la Iglesia primitiva y los Padres de la Iglesia

LA DIDACHÉ

Es un excelente testimonio del pensamiento de la Iglesia primitiva, y lo mencionamos por incluir un testimonio de como la fórmula bautismal Trinitaria era utilizada por la Iglesia Primitiva.

“Acerca del bautismo, bautizad de esta manera: Dichas con anterioridad todas estas cosas, bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo en agua viva”[2]

 

EL MARTIRIO DE POLICARPO

Es una carta de la Iglesia de Esmirna a la comunidad de Filomenio donde se narra el martirio de San Policarpo, discípulo directo del apóstol San Juan y obispo de Esmirna.

Es uno de los escritos apostólicos que hace uso de las bellas doxologías Trinitarias que expresan tan claramente el dogma Trinitario.

“A Él [Jesucristo] sea la gloria con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén” [3]

 

EL PASTOR DE HERMAS

Considerados entre los escritos de los Padres Apostólicos, aunque comenta Quasten, pertenece al grupo de los Apocalipsis apócrifos. Contiene las revelaciones que realizaron dos figuras celestiales a Hermas que realizaron dos figuras celestiales a Hermas.

“Al Espíritu Santo, que es preexistente, que creó toda la creación. Dios le hizo morar en el cuerpo de carne que El quiso. Ahora bien, esta carne en que habitó el Espíritu Santo sirvió bien al Espíritu, caminando en santidad y pureza, sin mancillar absolutamente en nada al mismo Espíritu. Como hubiera, pues, llevado ella una conducta excelente y pura y tenido parte en todo trabajo del Espíritu y cooperado con El en todo negocio, portándose siempre fuerte y valerosamente, Dios la tomó por partícipe juntamente con el Espíritu Santo. En efecto, la conducta de esta carne agradó a Dios, por no haberse mancillado sobre la tierra mientras tuvo consigo al Espíritu Santo. Así, pues, tomó por consejero a su Hijo y a los ángeles gloriosos, para que esta carne, que había servido sin reproche al Espíritu, alcanzara también algún lugar de habitación y no pareciera que se perdía el galardón de este servicio. Porque toda carne en que moró el Espíritu Santo, si fuere hallada pura y sin mancha, recibirá su recompensa” [4]

En base a este texto explica Quasten: “Según este pasaje, parece que para Hermas la Trinidad consiste en Dios Padre, en una segunda persona divina, el Espíritu Santo, que él identifica con el Hijo de Dios, y, finalmente, en el Salvador, elevado a formar parte de su sociedad como premio a sus merecimientos. En otras palabras, Hermas considera al Salvador como Hijo adoptivo de Dios por lo que se refiere a su naturaleza humana.”

 

IGNACIO DE ANTIOQUÍA (AÑO 110 D.C)

San Ignacio reconoce numerosas veces a Cristo como Dios.

“Ignacio, por sobrenombre Portador de Dios: A la bendecida en grandeza de Dios con plenitud: a la predestinada desde antes de los siglos a servir por siempre para gloria duradera e inconmovible, gloria unida y escogida por gracia de la pasión verdadera y por voluntad de Dios Padre y de Jesucristo nuestro Dios; a la Iglesia digna de toda bienaventuranza, que está en Éfeso de Asia, mi saludo cordialísimo en Jesucristo y en la alegría sin mácula.”[5]

“Un médico hay, sin embargo, que es carnal a par que espiritual, engendrado y no engendrado, en la carne hecho Dios, hijo de María e hijo de Dios, primero pasible y luego impasible, Jesucristo nuestro Señor”[6]

“La verdad es que nuestro Dios Jesús, el Ungido, fue llevado por María en su seno conforme a la dispensación de Dios; del linaje, cierto, de David; por obra, empero, del Espíritu Santo. El cual nació y fue bautizado, a fin de purificar el agua con su pasión”[7].

“Ignacio, por sobrenombre Portador de Dios: A la Iglesia que alcanzó misericordia en la magnificencia del Padre altísimo y de Jesucristo su único Hijo: la que es amada y está iluminada por voluntad de Aquel que ha querido todas las cosas que existen, según la fe y la caridad de Jesucristo Dios nuestro”[8]

Más adelante en la misma epístola a los romanos:

“Permitidme ser imitador de la pasión de mi Dios”[9]

“Yo glorifico a Jesucristo, Dios, que es quien hasta tal punto os ha hecho sabios; pues muy bien me di cuenta de cuán apercibidos estáis de fe inconmovible, bien así como si estuvierais clavados, en carne y en espíritu, sobre la cruz de Jesucristo”[10]

Para San Ignacio Cristo está por encima del tiempo, y es intemporal, lo cual es una forma de decir que existe desde toda la eternidad.

“…Aguarda al que está por encima del tiempo, al Intemporal, al Invisible, que por nosotros se hizo visible; al Impalpable, al Impasible, que por nosotros se hizo pasible: al que por todos los modos sufrió por nosotros?”[11]

 

ARÍSTIDES (SIGLO II)

Dejó una apología de la fe, la cual se consideraba perdida, hasta que fue en 1878 los Mequitaristas de San Lázaro de Venecia publicaron un manuscrito del siglo X, fragmento armenio de una apología intitulada “Al emperador Adriano César de parte del filósofo ateniense Arístides.” Posteriormente en 1889, el sabio americano Rendel Harris descubrió una traducción completa en sirio de esta apología. En dicha apología Arístides utiliza la fórmula Trinitaria mencionando a las tres Personas Divinas.

“Esté tuvo doce discípulos, los cuales, después de su ascensión a los cielos, salieron a las provincias del Imperio y enseñaron la grandeza de Cristo, al modo que uno de ellos recorrió nuestros mismos lugares predicando la doctrina de la verdad, pues conocen al Dios creador y artífice del universo en su Hijo Unigénito y en el Espíritu Santo, y no adoran a ningún otro Dios fuera de éste”[12]

 

ATENÁGORAS DE ATENAS (SIGLO II)

Atenágoras aún sin usar el término Trinidad es bastante explícito al definirla. También rechaza el subordinacionismo, y de la tendencia que posteriormente tomaría el arrianismo al considerar a Cristo un ser creado, tal como se deduce del siguiente texto escrito alrededor del 177 d.C.:

“Y si por la eminencia de vuestra inteligencia se os ocurre preguntar qué quiere decir “hijo,” lo diré brevemente: El Hijo es el primer brote del Padre, no como hecho, puesto que desde el principio, Dios, que es inteligencia eterna, tenía en sí mismo al Verbo, siendo eternamente racional, sino como procediendo de Dios, cuando todas las cosas materiales eran naturaleza informe y tierra inerte y estaban mezcladas las más gruesas con las más ligeras para ser sobre ellas idea y operación”.[13]

He aquí su forma de explicar la Trinidad:

“Así, pues, suficientemente queda demostrado que no somos ateos, pues admitimos a un solo Dios increado y eterno e invisible, impasible, incomprensible e inmenso, sólo por la inteligencia a la razón comprensible… ¿Quién, pues, no se sorprenderá de oír llamar ateos a quienes admiten a un Dios Padre y a un Dios Hijo y un Espíritu Santo, que muestran su potencia en la unidad y su distinción en el orden?”[14]

 

TACIANO EL SIRIO (SIGLO II)

Ha llegado hasta nosotros su discurso contar los griegos, obra donde ataca el politeísmo.

“Porque no estamos locos, oh helenos, ni predicamos tonterías, cuando anunciamos que Dios apareció en forma humana. Vosotros que insultáis, comparad vuestros mitos con nuestras narraciones” [15]

 

MELINTÓN DE SARDES (SIGLO II)

Luego de un hallazgo reciente en 1930 se publicó su Homilía sobre la Pasión donde San Melintón expone una cristología muy lúcida donde el concepto de la divinidad y preexistencia de Cristo dominan toda su teología.

“Porque, nacido como hijo, conducido como cordero, sacrificado como una oveja, enterrado como un hombre, resucitó de los muertos como Dios, siendo por naturaleza Dios y hombre. El es todo: por cuanto juzga, es Ley; en cuanto enseña, Verbo; en cuanto , salva, Gracia; en cuanto que engendra, Padre; en cuanto que es engendrado, Hijo; en cuanto que sufre, oveja sacrificial; en cuanto que es sepultado, Hombre; en cuanto que resucita, Dios. Este es Jesucristo, a quien sea dada la gloria por los siglos de los siglos”[16]

Afirma también la preexistencia de Cristo

“Este es el primogénito de Dios, que fue engendrado antes que el lucero matutino, que hizo levantarse la luz, que hizo brillar al día, que separó las tinieblas, que puso la primera base, que suspendió la tierra en su lugar, que secó los abismos, que extendió el firmamento, que puso orden en el mundo”[17]

En los fragmentos que tenemos por Anastasio el Sinaita habla de las dos naturalezas de Cristo, y de cómo es a la vez verdadero Hombre y verdadero Dios.

“No es de ninguna manera necesario que al tratar con personas inteligentes, aducir que las acciones de Cristo después de su bautismo como prueba que su alma y su cuerpo, su naturaleza humana, eran como las nuestras, verdaderas y no fantasmales. Las actividades de Cristo después de su bautismo, y especialmente sus milagros, dieron pruebas al mundo de la deidad ocultada en su carne. Siendo Dios y además hombre perfecto, él dio indicaciones positivas de sus dos naturalezas: de su deidad, por los milagros durante los tres años que siguen después de su bautismo, de su humanidad, en los treinta años que vinieron antes de su bautismo, durante el cual, por causa de su condición según la carne, él encubriera las muestras de su deidad, aunque él fuera Dios verdadero que existía antes de las edades”[18]

 

IRENEO DE LYON (140 D.C.- 202 D.C.)

En su célebre tratado “Contra las Herejías” expresa con claridad la fe Trinitaria de la Iglesia en un Solo Dios Padre, un Solo Señor Jesucristo y en el Espíritu Santo. Para el obispo Jesucristo es para la los cristianos “Señor y Dios y Salvador y Rey”. Particularmente importante es su testimonio sobre que dicha doctrina es predicada y creída por todas las Iglesias del orbe, cual si tuvieran una sola boca o un solo corazón, ya que este testimonio es bastante anterior al concilio de Nicea.

“1.5. La única fe de la Iglesia

10,1. La Iglesia, extendida por el orbe del universo hasta los confines de la tierra, recibió de los Apóstoles y de sus discípulos la fe en un solo Dios Padre Soberano universal «que hizo los cielos y la tierra y el mar y todo cuanto hay en ellos» , y en un solo Jesucristo Hijo de Dios, encarnado por nuestra salvación, y en el Espíritu Santo, que por los profetas proclamó las Economías y el advenimiento, la generación por medio de la Virgen, la pasión y la resurrección de entre los muertos y la asunción a los cielos del amado Jesucristo nuestro Señor; y su advenimiento de los cielos en la gloria del Padre para recapitular todas las cosas y para resucitar toda carne del género humano; de modo que ante Jesucristo nuestro Señor y Dios y Salvador y rey, según el beneplácito del Padre invisible «toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los infiernos, y toda lengua lo confiese». El juzgará a todos justamente, los «espíritus del mal» y los ángeles que cayeron y a los hombres apostatas, impíos, injustos y blasfemos, para enviarlos al fuego eterno, y para dar como premio a los justos y santos que observan sus mandatos y perseveran en su amor, unos desde el principio, otros desde el momento de su conversión, para la vida incorruptible, y rodearlos de la luz eterna.

10,2. Como antes hemos dicho, la Iglesia recibió esta predicación y esta fe, y, extendida por toda la tierra, con cuidado la custodia como si habitara en una sola familia. Conserva una misma fe, como si tuviese una sola alma y un solo corazón, y la prédica, enseña y transmite con una misma voz, como si no tuviese sino una sola boca. Ciertamente son diversas las lenguas, según las diversas regiones, pero la fuerza de la Tradición es una y la misma. Las iglesias de la Germania no creen de manera diversa ni transmiten otra doctrina diferente de la que predican las de Iberia o de los Celtas, o las del Oriente, como las de Egipto o Libia, así como tampoco de las iglesias constituidas en el centro del mundo; sino que, así como el sol, que es una criatura de Dios, es uno y el mismo en todo el mundo, así también la luz, que es la predicación de la verdad, brilla en todas partes e ilumina a todos los seres humanos que quieren venir al conocimiento de la verdad. Y ni aquel que sobresale por su elocuencia entre los jefes de la Iglesia predica cosas diferentes de éstas -porque ningún discípulo está sobre su Maestro, ni el más débil en la palabra recorta la Tradición: siendo una y la misma fe, ni el que mucho puede explicar sobre ella la aumenta, ni el que menos puede la disminuye”[19]

Interpreta que cuando Dios dice “Hagamos al hombre a imagen y semejanza” habla al Hijo y al Espíritu Santo. Afirma que Cristo es engendrado, pero que nadie conoce los misterios de esta generación, por lo que es vano que los herejes gnósticos intenten explicarla.

“Así pues, si alguien nos pregunta: «¿Cómo el Padre emitió al Hijo?», le respondemos que esta producción, o generación, o pronunciación, o parto, o cualquier otro nombre con el que quiera llamarse este origen, es inefable. No la conocen ni Valentín, ni Marción, ni Saturnino, ni Basílides, ni los Ángeles, ni los Poderes, ni las Potestades, sino sólo el Padre que lo engendró y el Hijo que de él nació. Siendo, pues, inefable esta generación, quienquiera se atreva a narrar las generaciones y emanaciones, no está en su mente cuando promete describir lo indescriptible.”[20]

Más claro es en el libro III vuelve a declarar a Cristo como Dios, Señor, siempre Rey, Unigénito y Verbo encarnado:

“Que ninguno de entre todos los hijos de Adán sea llamado Dios por sí mismo, o proclamado Señor, lo hemos demostrado por las Escrituras; y que él solo entre todos los hombres de su tiempo sea proclamado Dios y Señor, siempre Rey, Unigénito y Verbo encarnado, por todos los profetas y Apóstoles y aun por el mismo Espíritu, es cosa que pueden ver todos aquellos que acepten un poco de la verdad” [21].

Enseña que Cristo es Verdadero Hombre y Verdadero Dios:

“Las Escrituras no darían todos estos testimonios acerca de él, si fuese sólo un hombre semejante a todos. Pero como tuvo una generación sobre todas luminosa, del Padre Altísimo, y también llevó a término la concepción de la Virgen, las divinas Escrituras testimonian ambas cosas sobre él: que es hombre sin belleza y pasible, que se sentó sobre el pollino de una asna, que bebió hiel y vinagre, que fue despreciado del pueblo y que descendió hasta la muerte; pero también que es Señor santo y Consejero admirable, hermoso a la vista, Dios fuerte, que viene sobre las nubes como Juez de todos. Esto es lo que las Escrituras profetizan de él.

En cuanto hombre, lo era para ser tentado; en cuanto Verbo, para ser glorificado; el Verbo se reposó para que pudiera ser tentado, deshonrado, crucificado y muerto, habitando en aquel hombre que vence y soporta (el sufrimiento) y se comporta como hombre de bien y resucita y es asunto al cielo. Este es el Hijo de Dios, Señor nuestro, Verbo existente del Padre e Hijo del Hombre porque nació de la Virgen María; que tuvo su origen de los hombres pues ella misma era un ser humano; tuvo la generación en cuanto hombre, y así llegó a ser Hijo del Hombre”[22].

Se opone con más de dos siglos de antelación a la herejía del arrianismo que afirmaría que hubo un tiempo en que el Hijo no estuvo con el Padre. También con antelación rechaza el modalismo diferenciando entre las Tres Divinas Personas:

“Que el Verbo, o sea el Hijo, ha estado siempre con el Padre, de múltiples maneras lo hemos demostrado. Y que también su Sabiduría, o sea el Espíritu estaba con El antes de la creación”[23].

Sin embargo, hay autores que opinan que no está completamente libre de subordinacionismo, lo cual podría considerarse heterodoxo a la luz de la teología posterior.

“Si, por ejemplo, alguien busca el motivo por el cual sólo el Padre conoce el día y la hora, aunque todo le comunica a su Hijo, el mismo Señor lo ha dicho, y nadie puede inventar otro sin riesgo (de equivocarse), porque sólo el Señor es el Maestro de la verdad; y él nos ha dicho que el Padre está sobre todas las cosas, pues dijo: «El Padre es mayor que yo» (Jn 14,28). El Señor, pues, ha presentado al Padre como superior a todos respecto a su conocimiento, a fin de que nosotros, mientras caminamos por este mundo (1 Cor 7,31), dejemos a Dios el saber hasta el fondo tales cuestiones; porque si pretendemos investigar la profundidad del Padre (Rom 11,33), corremos el peligro de preguntar incluso si hay otro Dios por encima de Dios”[24]

“El Padre sostiene al mismo tiempo toda su creación y a su Verbo; y el Verbo que el Padre sostiene, concede a todos el Espíritu, según la voluntad del Padre: a unos en la creación misma les da el (espíritu) de la creación, que es creado; a otros el de adopción, esto es, el que proviene del Padre, que es obra de su generación. Así se revela como único el Dios y Padre, que está sobre todo, a través de todas y en todas las cosas. El Padre está sobre todos los seres, y es la cabeza de Cristo (1 Cor 11,3); por medio de todas las cosas obra el Verbo, que es Cabeza de la Iglesia; y en todas las cosas, porque el Espíritu está en nosotros, el cual es el agua viva (Jn 7,38-39) que Dios otorga a quienes creen rectamente en él y lo aman, y saben que «uno sólo es el Padre, que está sobre todas las cosas, por todas y en todas” [25]

 

CLEMENTE DE ALEJANDRÍA (MEDIADOS DEL SIGLO II – ANTES DEL 215)

En su obra El Protréptico o Exhortación a los griegos escribe

“La palabra, entonces, el Cristo, es la causa de nuestro antiguo principio – porque El Estaba en Dios – y de nuestro bienestar. Y ahora esta misma palabra ha aparecido como hombre. Él solo es Dios y Hombre, y la fuente de todas las cosas buenas. Es por él que nos enseña a vivir bien y entonces somos enviados hacia la vida eterna….Él es la nueva canción, La manifestación que ahora nos ha sido hecha, de la palabra que existió en el principio y antes del principio. El salvador, que existió antes, ha aparecido solo posteriormente. Él que ha aparecido está en Él que es, por la Palabra que estaba con Dios, la Palabra por la cual todas las cosas fueron hechas, ha aparecido como nuestro maestro, y él, que nos concedió vida en el principio, cuando, como nuestro creador, Él nos formó, ahora que Él ha aparecido como nuestro maestro, nos ha enseñado a vivir bien de modo que, luego, como Dios, podría darnos abundante con vida eterna”[26]

En su comentario sobre a la primera epístola de Juan escribe “El Hijo de Dios, siendo, por igualdad de sustancia, uno con el Padre, es eterno e increado”

Más adelante en la misma obra sigue profundizando en su teología del logos afirmando que la divina palabra es “evidentemente verdadero Dios”, y es agregando que estaba “al mismo nivel” en el Padre, lo cual probaría que tampoco tenía inclinaciones subordinacionistas.

“Desdeñado en cuanto a su apariencia pero en realidad adorado, el Expiador, el Salvador , la Palabra Divina, Él que es absoluta y evidentemente Dios Verdadero, Él que está puesto al mismo nivel del Señor del Universo porque Él era su hijo, y la palabra estaba en Dios”[27]

En El Pedagogo (una obra de tres libros, viene a ser la continuación del Protréptico) explica el capítulo 2 del libro I:

“…mis niños, nuestro instructor es como su Dios del padre, cuyo hijo Él es, libre de pecado, libre de culpa, y con un alma desprovista de la pasión; Dios en forma de hombre, inoxidable, el ministro de su Padre y la palabra que es Dios, que está en el padre, que es la mano derecha del padre, y con la forma de Dios es Dios. Él es para nosotros una imagen intachable…”[28]

 

TEÓFILO DE ANTIOQUÍA  (SIGLO II)

Así como Tertuliano sería el primero en utilizar el vocablo latino Trinitas para expresar la unión de las tres Divinas Personas en Dios.

“Los tres días que preceden a la creación de los luminares son símbolo de la Trinidad, de Dios, de su Verbo y de su Sabiduría”[29]

“Teniendo, pues, Dios a su Verbo inmanente en sus propias entrañas, le engendró con su propia sabiduría, emitiéndole antes de todas las cosas. A este Verbo tuvo El por ministro de su creación y por su medio hizo todas las cosas….Este se llama principio, pues es Príncipe y Señor de todas las cosas por El fabricadas”.[30]

“Dios, sí, el Padre del universo, es inmenso y no se haya limitado a un lugar, pues no hay lugar de su descanso; mas su Verbo, por el que hizo todas las cosas, como potencia y sabiduría suya que es, tomando la figura del Padre y Señor del universo, ése fue el que se presentó en el jardín en figura de Dios y conversaba con Adán. Y, en efecto, la misma divina Escritura nos enseña que Adán dijo haber oído su voz. Y esa voz, ¿qué otra cosa es sino el Verbo de Dios, que es también hijo suyo? Hijo, no al modo que poetas y mitógrafos dicen que nacen hijos de los dioses por unión carnal, sino como la verdad explica que el Verbo de Dios está siempre inmanente en el corazón de Dios. Porque antes de crear nada, a éste tenía por consejero, como mente y pensamiento suyo que era. Y cuando Dios quiso hacer cuanto había deliberado, engendró a este Verbo proferido como primogénito de toda creación, no vaciándose de su Verbo, sino engendrando al Verbo y conversando siempre con Él. De ahí que nos enseñan las santas Escrituras y todos los inspirados por el Espíritu, de entre los cuales Juan dice: En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba en Dios; dando a entender que en los comienzos estaba Dios solo y en El su Verbo. Y luego dice Y Dios era el Verbo”[31]

 

TERTULIANO (160 – 220 D.C.)

Fue el primero en aplicar el vocablo latino Trinitas (Trinidad) a las tres divinas Personas. En De pudicitia (Sobre la modestia) escribe:

“..Para la misma iglesia es, propiamente y principalmente, el Espíritu mismo, en el cual es la Trinidad de Una Divinidad – Padre, Hijo y Espíritu Santo”[32]

En Adversas Praxean (Contra Práxeas) da una explicación de la doctrina Trinitaria aún más completa:

“Sin embargo, como hemos hecho de hecho siempre (y más especialmente desde que hemos sido mejor instruidos por el paráclito, que conduce a los hombre hacia toda la verdad), creemos que hay un solo Dios, pero bajo la siguiente dispensación, como es llamado, que este único Dios tiene también un Hijo, Su Palabra, que procede de Él mismo, por quien todas las cosas fueron hechas, y sin el cual nada fue hecho. Creemos que Él ha sido enviado por el Padre a la Virgen, y ha nacido de ella – siendo Dios y Hombre, el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios, y ha sido llamado Jesucristo; creemos que ha sufrido, muerto, herido, de acuerdo a las Escrituras, y, después ha resucitado por el Padre y llevado al cielo, para sentarse a la derecha del Padre, y él vendrá a juzgar a vivos y muertos, quien envió también desde el cielo del Padre, de acuerdo con su promesa, al Espíritu Santo, el Paráclito, el santificador de la fe de aquellos que creen en el Padre, y en el Hijo y en el Espíritu Santo. Esta es la regla de fe que ha venido hasta nosotros desde el principio del evangelio, incluso antes de todas las viejas herejías” [33]

Más adelante en el mismo capítulo escribe:

“…La herejía, la cual supone por sí misma poseer la verdad pura, pensando que no se puede creer que Un Solo Dios en ninguna otra vía que diciendo que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son la misma Persona. Como si en esta vía también uno no fueran Todos, en la que Todos son de Uno, por unidad de substancia; mientras el misterio de la dispensación es todavía guardado, el cual distribuye la Unidad en la Trinidad colocando en sus orden las tres Personas – El Padre, el hijo y el Espíritu Santo: tres, sin embargo no en condición, sino en grado, no en sustancia, sino en forma, no en poder, sino en aspecto”[34]

Este texto es particularmente importante porque explica la concepción que Tertuliano tiene de la Trinidad: Tres Personas, pero no tres naturalezas, no diferentes en cuanto a poder sino en cuanto a aspecto. Esto lo confirma también el capítulo 4 de la misma obra donde vuelve a afirmar que el Hijo es “de la substancia del Padre”: Filium non aliunde deduco, sed de substantia Patris, y el Espíritu es “del Padre por el Hijo”: Spiritum non aliunde deduco quam a Patre per Filium.

“Si la pluralidad en la Trinidad te escandaliza, como si no estuviera ligada en la simplicidad de la unión, te pregunto: ¿cómo es posible que un ser que es pura y absolutamente uno y singular, hable en plural: “Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra”? ¿No debería haber dicho más bien: “Hago yo al hombre a mi imagen y semejanza,” puesto que es un ser único y singular? Sin embargo, en el pasaje que sigue leemos: “He aquí que el hombre se ha hecho como uno de nosotros.” O nos engaña Dios o se burla de nosotros al hablar en plural, si es que así El es único y singular; o bien, ¿se dirigía acaso a los ángeles, como lo interpretan los judíos, porque no reconocen al Hijo? O bien, ¿sería quizás porque El era a la vez Padre, Hijo y Espíritu que hablaba en plural, considerándose múltiple? Por cierto, la razón es que tenía a su lado a una segunda persona, su Hijo y su Verbo, y a una tercera persona, el Espíritu en el Verbo. Por eso empleó deliberadamente el plural: “Hagamos… nuestra imagen… uno de nosotros.” En efecto, ¿con quién creaba al hombre? ¿A semejanza de quién lo creaba? Hablaba, por una parte, con el Hijo, que debía un día revestirse de carne humana; de otra, con el Espíritu, que debía un día santificar al hombre, como si hablara con otros tantos ministros y testigos” [35]

Continúa posteriormente en el mismo capítulo:

“…Ahora si él es también Dios, de acuerdo a Juan, (quien dice) La Palabra era Dios, entonces usted tiene dos seres -uno que ordena que la cosas se hagan, y el otro que ejecuta la orden y crea. En ese sentido, sin embargo, usted debe entender de El ser otro, Yo he explicado, que en cuando a Personalidad, no de sustancia – en esa vía de distinción, no de división. Pero aunque debo donde quiera mantener una sola sustancia en tres coherente e inseparable (personas)”[36]

En el texto anterior Tertuliano se sirve del término “persona” para explicar que la Palabra (logos) es distinto del Padre en “en el sentido de persona, no de substancia, para distinción, no para división” y la cual aplica también al Espíritu Santo a quien llama “la tercera persona”.

Con todo y lo que contribuyó Tertuliano a precisar una terminología precisa para la doctrina Trinitaria, no se vio libre por completo del subordinacionismo, al punto que llegó a interpretar que el Hijo no era eterno, uno de los errores del arrianismo.

“Fue entonces cuando el Verbo recibió su manifestación y su complemento, esto es, el sonido y la voz, cuando Dios dijo: «¡Haya luz!» Ese es el nacimiento perfecto del Verbo, cuando procedió de Dios. Primero fue producido por El en el pensamiento bajo el nombre de Sabiduría: «Dios me creó al principio de sus caminos». Luego fue engendrado con vistas a la acción: «Cuando hizo los cielos, estaba cerca de El» (Prov. 8,27). Por consiguiente, haciendo que fuera su Padre aquel de quien era Hijo por proceder de Él, vino a ser el primogénito, porque fue engendrado antes que todas las cosas, e Hijo único, porque El solo fue engendrado por Dios”[37]

 

ORÍGENES (185 D.C. – 254 D.C.)

En 1941 fueron descubiertos unos papiros en Toura (cerca del Cairo) en 1941. Allí se presenta una relación completa de una disputa que se originó cuando las opiniones de Heráclides sobre la doctrina Trinitaria habían preocupado a sus hermanos del episcopado, y llaman así a Orígenes para enderezar la cuestión. Esta disputa se realizó en presencia del pueblo y de los obispos hacia el año 245.

A este respecto comenta Quasten en Patrología I:

“a Heráclides no le gustaba la fórmula de Orígenes “dos dioses” como la única manera de expresar claramente la distinción entre el Padre y el Hijo. Implicaba un peligro demasiado grave de politeísmo. En la discusión, Orígenes hace esta observación: “Ya que nuestros hermanos se escandalizan al oír que hay dos dioses, este asunto merece ser tratado con delicadeza.” Recurre luego a la Escritura para demostrar en qué sentido dos pueden ser uno. Adán y Eva eran dos; sin embargo, formaban una sola carne (Gen. 2,24). Cita luego a San Pablo, quien, hablando de la unión del hombre justo con Dios, dice: “El que se allega al Señor se hace un espíritu con El” (1 Cor. 6,17). Finalmente, invoca como testigo al mismo Cristo, porque dijo: “Yo y mi Padre somos uno.” En el primer ejemplo había unidad de “carne”; en el segundo, de “espíritu”; en el tercero, de “divinidad.” “Nuestro Señor y Salvador — observa Orígenes —, en su relación con el Padre y Dios del universo, no es una sola carne, ni tampoco un solo espíritu, sino algo mucho más elevado que la carne y el espíritu, un solo Dios.”

Así Orígenes defiende que el Padre y el Hijo son divinos contra el monarquismo y el modalismo.

Quasten también reproduce interrogatorio de Orígenes a Heráclides con el siguiente acuerdo:

Orígenes dijo: ¿El Padre es Dios?

Heráclides respondió: Sí.

Orígenes dijo: ¿El Hijo es distinto del Padre?

Heráclides respondió: ¿Cómo podría ser simultáneamente Hijo y Padre?

Orígenes dijo: ¿El Hijo, que es distinto del Padre, es también Dios?

Heráclides respondió: También El es Dios.

Orígenes dijo: ¿De esta manera los dos Dioses forman uno solo?

Heráclides dijo: Sí.

Orígenes dijo: ¿Por consiguiente, afirmamos que hay dos Dioses?

Heráclides respondió: Sí, pero el poder es uno

Definición que aunque muy anterior a Nicea y sin precisar de su terminología se las arregla para expresar el mismo sentir. Así, con este acuerdo en frente del pueblo y de obispos se proclama a Cristo Dios, pero como una persona distinta del Padre. Se defiende así la individualidad de las Personas Divinas contra el modalismo, y aclara los temores de que al reconocer a Cristo y al Padre como Dios se caiga en politeísmo.

Orígenes utiliza frecuentemente el término Trinidad[38]  y que el Hijo procede el Padre, y dado que Dios es eterno, sigue que este acto de generación es también eterno, por lo que el Hijo no tiene principio y no hubo un tiempo en que El no existiera (se opone con antelación a la herejía del arrianismo que afirmaría posteriormente lo opuesto, a saber, que hubo un tiempo en que el Hijo no existía[39] .

“No se puede concebir luz sin resplandor. Y si esto es verdad, nunca hubo un tiempo en que el Hijo no fuera el Hijo. Sin embargo, no será, como hemos dicho de la luz eterna, sin nacimiento (parecería que introducimos dos principios de luz), sino que es, por decirlo así, resplandor de la luz ingénita, teniendo a esta misma luz como principio y como fuente, verdaderamente nacido de ella. No obstante, no hubo un tiempo en que no fue. La Sabiduría, por proceder de Dios, es engendrada también de la misma substancia divina. Bajo la figura de una emanación corporal, se le llama así: “Emanación pura de la gloria de Dios omnipotente” (Sap. 7,25). Estas dos comparaciones manifiestan claramente la comunidad de substancias entre el Padre y el Hijo. [40]

Sin embargo, Orígenes tiene algunos textos confusos al punto de parecer tender al subordinacionismo. Entre los partidarios de haber caído en este error está San Jerónimo, sin embargo otros padres de la Iglesia como San Atanasio y San Gregorio Taumaturgo lo niegan. Uno de los textos donde parece serlo es este:

“Nosotros, que creemos al Salvador cuando dice: “El Padre, que me ha enviado, es mayor que yo,” y por esta misma razón no permite que se le aplique el apelativo de “bueno” en su sentido pleno, verdadero y perfecto, sino que lo atribuye al Padre dando gracias y condenando al que glorificara al Hijo en demasía, nosotros decimos que el Salvador y el Espíritu Santo están muy por encima de todas las cosas creadas, con una superioridad absoluta, sin comparación posible; pero decimos también que el Padre está por encima de ellos tanto o más de lo que ellos están por encima de las criaturas más perfectas”[41]

 

JUSTINO MÁRTIR (165 D.C.)

En diálogo con Trifón se refiere a Cristo como “Dios engendrado del Padre del universo”, y parte de textos del génesis donde Dios habla en primera persona del plural, para demostrar la pluralidad de las personas divinas. Descarta aquí que hablara con ángeles, ya que es inconcebible que el hombre haya sido hecho por ellos, y descarta también que hablara con los elementos de la tierra. Concluye que hablaba con Cristo quien estaba con el Padre antes de todas las criaturas. Parece mostrar tendencia al subordinacionismo.

“Os voy a presentar, Oh amigos – dije – otro testimonio de las Escrituras sobre que Dios engendró principio antes de todas las criaturas, cierta potencia racional de sí mismo, la cual es llamada también por el Espíritu Santo Gloria del Señor, y unas veces Hijo, otras Sabiduría; ora Ángel, ora Dios, ya Señor, ya Palabra, y ella misma se llama a sí misma Capitán General, cuando se aparece en forma de hombre a Josué, hijo de Navé. Y es así que todas esas denominaciones le vienen de estar al servicio de la voluntad del Padre y de haber sido engendrada por querer del Padre…Mas será la palabra de la sabiduría la que me prestará su testimonio, por ser ella ese mismo Dios engendrado del Padre del universo, que subsiste como palabra y sabiduría y poder y gloria del que le engendró…

62. Eso mismo, amigos, expresó la palabra de Dios por boca de Moisés al indicarnos que el Dios que nos manifestó, habló en ese mismo sentido en la creación del hombre, al decir estas palabras: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza….Y porque no torzáis las palabras citadas y digáis lo que dicen vuestros maestros, que Dios se dirigió a sí mismo al decir “hagamos”, del mismo modo que nosotros, cuando vamos a hacer algo decimos : hagamos” o que habló con los elementos, es decir, con la tierra y demás de que sabemos se compone el hombre, y a ellos dijo el “hagamos”; os voy a citar ahora otras palabras del mismo Moisés, por las cuales, sin discusión posible, tenemos que reconocer que conversó Dios con alguien que era numéricamente distinto y juntamente racional. Helas aquí: Y dijo Dios: He aquí que Adán se ha hecho como uno de nosotros para conocer el bien y el mal. Luego, al decir “como uno de nosotros”, indica el número de los que entre sí conversan, y que por lo menos son dos. Porque no puedo yo tener por verdadero lo que dogmatiza la que entre vosotros se llama herejía ni los maestros de ellas son capaces de demostrar que habla Dios con los ángeles o que el cuerpo humano es obra de ángeles. Sino que este brote, emitido realmente del Padre, estaba con El antes de todas las criaturas y con ése conversa el Padre, como nos lo manifestó la Palabra por boca de Salomón, al decirnos que antes de todas las criaturas fue por Dios engendrado como principio y progenie este mismo que por Salomón es llamado sabiduría”[42]

Más adelante se refiere a Cristo como Señor y Dios.

“Largamente he demostrado que Cristo, que es Señor y Dios, Hijo de Dios, se apareció antes prodigiosamente como Hombre y como Ángel y también en la gloria del fuego, como en la visión de la zarza y en el juicio contra Sodoma”[43]

En su primera apología distingue claramente y por orden a las Tres Personas Divinas, lo que descarta que San Justino tuviera alguna tendencia modalista:

“Y luego demostraremos que con razón honramos también a Jesucristo, que ha sido nuestro maestro en estas cosas y que para ello nació, el mismo que fue crucificado bajo Poncio Pilato, procurador que fue de Judea en tiempo de Tiberio César, que hemos aprendido ser el Hijo del mismo verdadero Dios y a quien tenemos en segundo lugar, así como al Espíritu profético tenemos en el tercero”[44]

Más claro en distinguir la Persona del Padre de la del Hijo es en el capítulo 63 y de reconocer en Cristo a quien habló a los profetas y proclamó ser “El Dios de Abraham, Isaac y Jacob”:

“Porque los que dicen que el Hijo es el Padre, dan prueba de que ni saben quién es el Padre ni se han enterado de que el Padre del universo tiene un Hijo, que siendo Verbo y Primogénito de Dios, es también Dios. Este fue quien primeramente apareció a Moisés y a los otros profetas en la forma de fuego o por imagen incorpórea, y que ahora, en los tiempos de vuestro imperio,…, nació hombre de una virgen….Ahora, lo que desde la zarza se le dijo a Moisés: Yo soy el que es, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, significaba que, aún después de muertos, aquellos hombres seguían siendo de Cristo mismo”[45]

 

GREGORIO DE TAUMATURGO (SIGLO III)

Nacido hacia el año 213 fue obispo de su ciudad natal Neocesárea. Compuso un breve símbolo de fe al cual comenta Quasten “que aunque se limita al dogma de la Trinidad notable por su exactitud en su conceptos, y afirmando que jamás ninguna de las Personas Divinas ha estado sin la otra, sino que sin mudanza han existido siempre”.

“Hay un solo Dios, Padre del Verbo viviente, de la Sabiduría subsistente, del Poder y de la Imagen eterna; Engendrador perfecto del perfecto Engendrado, Padre del Hijo Unigénito. Hay un solo Señor, Único del Único, Dios de Dios, Figura (carácter) e Imagen de la Divinidad, Verbo Eficiente, Sabiduría que abraza todo el universo y Poder que crea el mundo entero, Hijo verdadero del verdadero Padre, Invisible del Invisible, Incorruptible del Incorruptible, Inmortal del Inmortal, Eterno del Eterno. Y hay un solo Espíritu Santo, que tiene su subsistencia de Dios y fue manifestado a los hombres por el Hijo: Imagen del Hijo, Imagen Perfecta del Perfecto, Vida, Causa de los vivientes, Manantial Sagrado, Santidad que comunica la santificación, en quien se manifiestan Dios Padre, que está por encima de todos y en todos, y Dios Hijo, que está a través de todos. Hay una Trinidad perfecta, en gloria y eternidad y majestad, que no está dividida ni separada. No hay, por consiguiente, nada creado ni esclavo en la Trinidad, ni tampoco nada sobreañadido, como si no hubiera existido en un período anterior y hubiera sido introducido más tarde. Y así ni al Padre le falló nunca el Hijo, ni el Espíritu Santo al Hijo, sino que, sin variación ni mudanza, la misma Trinidad ha existido siempre”[46]

 

NOVACIANO (SIGLO III)

Uno de sus escritos, Sobre la Trinidad (De Trinitate) fue escrito en una fecha bastante anterior al 250 d.C.

“El Hijo, por ser engendrado del Padre, está siempre en el Padre. Cuando digo «siempre», no quiero decir que es ingénito. Afirmo, por el contrario, que nació. Pero el que nació antes de todo tiempo, debe decirse que existió siempre en el Padre, puesto que no se le pueden fijar fechas al que es anterior a todos los tiempos. El está eternamente en el Padre, pues de otra suerte el Padre no sería siempre Padre. Por otra parte, el Padre es anterior a Él, pues el Padre debe ser necesariamente antes que el Hijo, como Padre; puesto que El no conoce origen, debe existir necesariamente antes que el que tiene un origen. El Hijo, pues, es necesariamente anterior al Padre, porque reconoce El mismo que existe en el Padre; tiene un origen, puesto que nació, y por el Padre de una manera misteriosa; con todo, a pesar de haber nacido y tener así origen, es en todo semejante (vicinus) al Padre, precisamente debido a su nacimiento, puesto que nació del Padre, el cual es el único que carece de origen. El, pues, cuando el Padre quiso, procedió del Padre, y el que estaba en el Padre, porque procedía del Padre, no siendo otra cosa que la Substancia divina. Su nombre es el Verbo, por el cual fueron hechas todas las cosas, y sin el cual nada fue hecho. Porque todas las cosas son posteriores a Él, pues vienen de Él, y, consiguientemente, El es anterior a todas las cosas (pero después del Padre), considerando que todas las cosas fueron hechas por Él. Procedió del Padre, por cuya voluntad todas las cosas fueron hechas. Dios, con toda certeza, procedente de Dios, constituyendo la segunda Persona después del Padre, por ser Hijo, sin desposeer por eso al Padre de la unidad de la divinidad”[47]

Sin embargo, Novaciano mostró un subordinacionismo donde a pesar de tener la misma substancia el Espíritu Santo era inferior a Cristo y Cristo inferior al Padre, de quien dice que aparece “como el único Dios verdadero y eterno; El es la única fuente de este poder de la divinidad. Aunque es transmitida al Hijo y concentrada en él, vuelve de nuevo al Padre a través de su comunidad de sustancia”:

“El Paráclito recibió su mensaje de Cristo. Mas si lo recibió de Cristo, Cristo es superior al Paráclito, pues el Paráclito no habría recibido de Cristo de no ser inferior a Cristo. Esta inferioridad del Paráclito prueba que Cristo, de quien recibió su mensaje, es Dios. Aquí tenemos, pues, un poderoso testimonio de la divinidad de Cristo. Vemos, en efecto, que el Paráclito es inferior a Él, y recibe de Él, el mensaje que entrega al mundo”[48]

 

CIPRIANO DE CARTAGO (SIGLO III)

Nació hacia el año 200, probablemente en Cartago, de familia rica y culta. Se dedicó en su juventud a la retórica. El disgusto que sentía ante la inmoralidad de los ambientes paganos, contrastado con la pureza de costumbres de los cristianos, le indujo a abrazar el cristianismo hacia el año 246. Poco después, en 248, fue elegido obispo de Cartago. Al arreciar la persecución de Decio, en 250, juzgó mejor retirarse a un lugar apartado, para poder seguir ocupándose de su grey.

Declara la divinidad de Cristo numerosas veces, y afirma que quien niegue que Cristo es Dios no puede ser templo de Dios.

“Si Cristo Jesús, nuestro Señor y Dios, es Él mismo el sumo sacerdote de Dios el Padre”[49]

“Si alguien pudiera ser bautizado por los herejes, él podría ciertamente recibir también el perdón de sus pecados. Si él hubiere recibido el perdón de los pecados, él podría ser santificado. Si él fuera santificado, él podría ser hecho un templo de Dios. Si él fuera hecho templo de Dios – ahora yo te pregunto: ¿De que Dios? ¿Del Creador?. Pero eso no es posible, porque él no cree en El. ¿De Cristo?. Quien niegue que Cristo sea Dios no puede llegar a ser su templo. ¿Del Espíritu Santo?. Desde que Tres son Uno, como fuera posible para el Santo Espíritu ser reconciliado con él que es un enemigo del Hijo o del Padre?”[50]

“Después de la resurrección, cuando el Señor envió los apóstoles a las naciones, Él les ordenó bautizar a los gentiles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo… Cristo mismo ordenó que las naciones sean bautizadas en la completa y unida Trinidad”[51]

 

DIONISIO DE ROMA (SIGLO III)

Siendo Papa desde el 259 al 268 combatió el modalismo y el subordinacionismo. Cuando se presentó ante él una acusación sobre Dionisio de Alejandría (obispo) sobre expresarse de modo incorrecto sobre la Trinidad, se origino una controversia que se ha conocido como “la controversia de los dos Dionisios”. El Papa convocó un sínodo en el año 260 para solucionar la cuestión. En nombre propio y en el del sínodo escribió una carta en la cual condena la doctrina modalista de Sabelio y además las opiniones marcionistas que dividían la monarquía divina en tres hipóstasis distintas, también a quienes representaban al Hijo de Dios como una criatura.

En la carta a Dionisio de Alejandría el Papa llama blasfemia a quienes dicen que el Hijo es el Padre (modalismo), pero también censura la doctrina que al parecer apoyan catequistas de Dionisio de Alejandría que afirman que cada Persona Divina tiene una naturaleza distinta de la otra.

“He oído que alguno de tus catequistas y maestros de la divina palabra encabezan está este principio [refiriéndose a quienes heréticamente dividen las naturalezas de las Personas Divinas]. Ellos son, tal que hablan diametralmente a la opinión de Sabelio. Para él, en su blasfemia, dice que el Hijo es el Padre, y viceversa. Pero ellos proclaman que hay en alguna vía tres Dioses, cuando ellos dividen la Sagrada Unidad en tres sustancias diferentes entre sí y completamente separadas”[52]

También declara que el arrianismo es una blasfemia por afirmar que Cristo es un ser creado, y explica que por Ser Cristo la Palabra, Sabiduría y poder de Dios, no pudo haber habido un momento en que el Padre existiera sin Él.

“Es blasfemia, entonces, y no común pero la peor, decir que el Señor en alguna forma fue creación. Pero si el vino a ser Hijo, entonces El no lo fue, sino si como Él dice de sí mismo, Él está en el Padre, y si usted conoce la Divina Escritura la cual dice, Cristo es la Palabra y Sabiduría y Poder, y esos atributos son poderes de Dios, entonces el siempre existió. Pero si el hijo vino a ser, había una época en la cual esos atributos no existieron, y consecuentemente, ese fue un tiempo cuando Dios estuvo sin ellas, lo cual es completamente absurdo”[53]

“Es necesario, sin embargo, que la palabra divina [Jesucristo] esté unida con Dios del Universo; y el Espíritu Santo debe respetar y morar en Dios. Por tanto la Trinidad Divina debe ser reunida en Una, una cumbre, como si fuera – quiero decir, el Dios Omnipotente del Universo”[54]

“Ni entonces podemos dividir en tres cabezas divinas la maravillosa y divina monarquía, ni desacreditar llamando “obra” la dignidad y excelente majestad de nuestro Señor, pero debemos creer en Dios, el Padre Todopoderoso, y en Jesús su Hijo , y en el Espíritu Santo, y sostenemos que a el Dios del universo la Palabra está unida”[55]

Luego de haber estudiado los principales testimonios patrísticos pre nicenos no es difícil darse cuenta que no es ninguna novedad la doctrina Trinitaria y mucho menos un invento del paganismo. La Iglesia fue fiel en reconocer que hay un solo Dios, siendo el Padre Dios, el Hijo Dios, y el Espíritu Santo Dios, y esta verdad era comprendida y enseñada con mayor o menor claridad en la era post-apostólica y pre-nicena

Es claro también que la mayoría de ellos rechazaban abiertamente tanto el arrianismo (que afirmaba que Jesucristo era una dios menor creado subordinado al Padre y que alguna vez no existió) y el modalismo (que afirmaba que había una sola Persona Divina en Dios, siendo el Hijo el Padre y viceversa, pero manifestados de manera diferentes).

Ciertamente algunos padres no comprendieron a cabalidad el misterio Trinitario y tendieron al subordinacionismo en mayor o menor grado, cosa totalmente comprensible en una materia de tanta complejidad. Han sido precisamente conflictos tan graves como el arrianismo y otras herejías, las que han dado oportunidad a la Iglesia para profundizar en estas verdades de fe.

NOTAS
[1] Testigos de Jehová – Folleto grande – ¿Cómo se desarrolló la doctrina de la Trinidad?
[2] Didaché, VII,1
Padres Apostólicos, Daniel Ruiz Bueno, (BAC 65), pág. 84
[3] Martirio de Policarpo, XXII,3
Ibid. pág. 688
[4] El Pastor de Hermas, Comparación Quinta 6,5
Ibid. pág. 1020
[5] Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios I
Ibid. pág. 447
[6] Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios VII,2
Ibid. pág. 451
[7] Ignacio de Antioquía, Carta a los Efesios XVIII,2
Ibid. pág. 457
[8] Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos, I
Ibid. pág. 474
[9] Ignacio de Antioquía, Carta a los Romanos, IV,3
[10] Ignacio de Antioquía, Carta a los Esmiornitas I,1
Ibid. pág. 488
[11] Ignacio de Antioquía, Carta a Policarpo, III,2
Ibid. pág. 498-499
[12] Arístides, Apología XV,2
Padres Apologetas Griegos, Daniel Ruiz Bueno (BAC 116), pág. 130
[13] Atenágoras de Atenas, Súplica en favor de los cristianos, 10
Ibid. pág. 660-661
[14] Ibid. pág. 661
[15] Taciano, Discurso contra los griegos, 21
Ibid. pág. 602
[16] Melintón de Sardes, Homilía sobre la Pasión, 8-10
Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), pág. 240
[17] Melintón de Sardes, Homilía sobre la Pasión, 82
Ibid., pág. 241
[18] Melintón de Sardes, Fragmentos en Anastasio el Sinaita, La guía, CH. 13
Traducido de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, pág. 81
[19] Ireneo de Lyon, Contra las herejías I,10,1-2
[20] Ireneo de Lyon, Contra las herejías II,28,6
[21] Ireneo de Lyon, Contra las herejías III,19,2
[22] Ireneo de Lyon, Contra las herejías III,19,2-3
[23] Ireneo de Lyon, Contra las herejías IV,20,3
[24] Ireneo de Lyon, Contra las herejías II,28,8
[25] San Ireneo, Contra las herejías V,18,2
[26] Clemente de Alejandría, Exhortación a los griegos 1,7,1
Traducido de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, Pág. 176
[27] Clemente de Alejandría, Exhortación a los griegos 10,110,1
Traducido de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, pág. 177
[28] Clemente de Alejandría, el Pedagogo, I,2
Traducido de NewAdvent Encyclopedia,
http://www.newadvent.org/fathers/02091.htm
[29] Teófilo de Antioquia, Ad Autolycum, II,15
Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), pág. 236
[30] Teófilo de Antioquia, Ad Autolycum, II,10
Padres Apologetas Griegos, Daniel Ruiz Bueno (BAC 116), pág. 796
[31] Teófilo de Antioquia, Ad Autolycum, II,22
Padres Apologetas Griegos, Daniel Ruiz Bueno (BAC 116), pág. 813
[32] Tertuliano, Sobre la modestia, 21
http://www.newadvent.org/fathers/0407.htm
[33] Tertuliano, Contra Práxeas, 2
http://www.newadvent.org/fathers/0317.htm
[34] Tertuliano, Contra Práxeas, 2
[35] Tertuliano, Contra Práxeas, 12
[36] Ibid.
[37] Tertuliano, Contra Práxeas, 7
[38] In Ioh. 10,39,270; 6,33,166; In Ies. Hom. 1,4,1
[39] De princ. l,2,9s; 2; 4,4,1; In Rom. 1,5
[40] Orígenes, In Hebr. frag. 24,359
Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), Pág. 389
[41] Orígenes, In Ioh. 13,25
Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), pág. 390
[42] San Justino, Diálogo con Trifón, 61-62
Padres Apologetas Griegos, Daniel Ruiz Bueno (BAC 116), Pág. 409-412
[43] San Justino, Diálogo con Trifón, 128
[44] Justino Mártir, Apología I, 13,3
Padres Apologetas Griegos, Daniel Ruiz Bueno (BAC 116), pág. 194
[45] Justino Mártir, Apología I, 63,15
[46] Gregorio de Taumaturgo, Exposición de la fe
Tomado de Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), pág. 433
[47] Novaciano, Sobre la Trinidad, 31
Tomado de Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), Pág. 529
[48] Novaciano, Sobre la Trinidad, 18
Tomado de Patrología I, Johannes Quasten (BAC 206), pág. 531
[49] Cipriano de Cartago, Carta 63,14
Traducido de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, pág. 81
[50] Cipriano de Cartago, Carta 73,12
Traducido de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, Pág. 232-233
[51] Cipriano de Cartago, Carta 73,18
Traducido de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, pág. 232-233
[52] Carta a Dionisio de Roma a Dionisio de Alejandría, 1
Traducido de de The Faith of the Early Fathers, Vol. I, William A. Jurgens, pág. 249
[53] Carta a Dionisio de Roma a Dionisio de Alejandría, 1
[54] Carta a Dionisio de Roma a Dionisio de Alejandría, 2
[55] Carta a Dionisio de Roma a Dionisio de Alejandría, 3

Fuente Por José Miguel Arráiz

Entre su email para recibir nuestra Newsletter Semanal en modo seguro, es un servicio gratis:

 

Categories
Doctrina FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Foros de la Virgen María REFLEXIONES Y DOCTRINA

María y la Santísima Trinidad

La relación María-Santísima Trinidad es fundamental para comprender el rol de María en la economía de la redención y de alguna forma su sociedad con el Padre para la encarnación de su Hijo; de ahí sus privilegios y legitimación de su acción actual.
…VER VIDEOS…

El tema mariológico María y la santísima Trinidad —o sea, la relación de la virgen María con las personas de la Trinidad— es un antiguo tema clásico introducido en la teología sistemática como una especie de corolario de la tesis sobre la maternidad divina de María. Sólo que este tema es más que un simple corolario…

Más todavía; hoy, con las nuevas perspectivas, se lo considera como algo tan fundamental que estructura toda la mariología de un modo fuertemente original. Aquí sólo es posible aludir a esas nuevas perspectivas y ofrecer una síntesis de la nueva visión teológica del problema.

 

I. LA TRINIDAD MISTERIO DE LOS MISTERIOS

La Trinidad es sin lugar a dudas el misterio de los misterios cristianos desde diversos puntos de vista:
a) por sus raíces bíblicas, ya que el Dios vivo y operante del AT (Yavé) se manifiesta como Padre, Hijo y Espíritu Santo en la economía del NT;
b) por su importancia dogmática en las primeras deliberaciones conciliares (Nicea 325, Constantinopla 381) y en las primeras estructuraciones teológicas, p. ej. el Credo apostólico y niceno-constantino- politano, lo mismo que en las primeras fórmulas kerigmáticas y litúrgicas;
c) por su inaccesibilidad a la pura razón; ésta, en efecto, puede llegar al concepto de un Dios interiormente viviente, pero no puede en modo alguno descubrir la vida trinitaria de las tres personas tal como es presentada por la fe cristiana;
d) indudablemente, la Trinidad es fundamento y centro de todos los misterios, sobre todo del misterio principal de la economía de la salvación, la encarnación del Verbo. En vano se intenta hoy encontrar la divinidad de Jesús de Nazaret partiendo de abajo, de una historia que intenta superarse a sí misma en un esfuerzo imposible y minado en su raíz. La verdadera solución sólo puede encontrarse en la contemplación desde arriba del misterio trinitario; él nos revela a aquel que, por estar en el seno del Padre, puede decirnos quién es realmente (Jn 1,18). Naturalmente que también los restantes misterios —gracia, sacramentos, eclesiología— se han de contemplar partiendo de una visión trinitaria, en la cual el Espíritu Santo aparece como enviado por Cristo y por el Padre;
e) por lo demás, el dogma trinitario es el único que salva la razón específica del ser sobrenatural cristiano;
f) finalmente, digamos que el dogma trinitario introduce al neófito en los misterios de la fe cristiana con la confesión que hace en el bautismo, que se le confiere en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

2. LUGAR TEOLÓGICO DEL MISTERIO TRINITARIO

En los manuales antiguos, el tratado De Deo trino era considerado casi como un apéndice del tratado De Deo uno. Ello hacía perder de vista el puesto no sólo central, sino también formal que ocupa el dogma trinitario en la teología. Es conocida asimismo la antigua controversia teológica sobre la determinación de su subjectum propio. El punto de vista cristológico, de tipo más bien histórico-concreto, ofrece una teología igualmente histórica y concreta, con una economía sobrenatural de hecho y un desarrollo temporal. Naturalmente, este punto de vista es el que corresponde a una metodología un poco primitiva (s. XI Xll), y se reduce a la historia pura y simple de las etapas de la historia de la salvación. Mas cuando luego la teología toma conciencia de su propia importancia, constituyéndose como ciencia («sacra scientia», «sacra doctrina», «sacra pagina»), entonces su mismo interés la obliga a buscarse una razón válida para siempre. Nace así la visión tomista del «Deus ut est in se». Ya Atenágoras había dicho: «pàra Theoû peri Theoû».

Este Dios, como es en sí mismo, es un Dios trinitario. Zúmel hará de la idea trinitaria la razón formal de lo sobrenatural. El mismo misterio cristológico hunde sus raíces en el misterio trinitario, que es su principio noético, pero sin ser su principio ontológico. Por eso una teología bien estructurada deberá seguir el ritmo de la economía que le confiere la doctrina de la inmanencia trinitaria. Esto, decíamos, es lo que ocurrió en las primitivas formulaciones dogmáticas, las del Credo apostólico y niceno-constantinopolitano.

 

II. HACIA UNA MARIOLOGÍA TRINITARIA

No pretendemos resolver aquí el problema de la metodología, que se trata en otra parte. Pero sí queremos afirmar con claridad que el tema trinitario es también formal, no sólo para toda la teología en general, sino también para el tratado de mariología.

1. LUGAR TEOLÓGICO DE UNA MARlOLOGÍA TRINITARIA

La mariología se puede contemplar desde varias vertientes. Prescindiendo de las que no nos interesan aquí (aspecto histórico, biográfico, interpolación arbitraria en otros tratados), nos limitamos a observar que son dos las vertientes que hoy se disputan el primado: la eclesiotípica y la cristotípica.

La primera, representada por los teólogos de Centroeuropa, trata de María en el De Ecclesia, como miembro suyo eminente y del todo singular, pero sólo miembro del cuerpo místico, cuya cabeza es Cristo. La gracia habitual de la Virgen, la misma gracia de la maternidad divina, entra en el cuadro común del tratado sobre la gracia. María es tipo de la iglesia no en el sentido de que esté fuera o por encima de la iglesia, en una jerarquía aparte, sino sólo porque en ella se realiza con particular plenitud lo que en grado menor —pero siempre de la misma especie— se realiza en la iglesia. Así pues, el puesto de la mariología deberá encontrarse en el tratado De Ecclesia.

La visión cristotípica, en cambio, es sostenida por un grupo de mariólogos que llamamos latino-mediterráneos. Para éstos, el puesto propio de la mariología es el tratado De Verbo incarnato, por la conexión íntima y profunda que tiene con los misterios de Cristo. La Virgen ocupa un puesto único y singular en la encarnación y en la redención. No se la puede considerar simplemente como uno de los miembros de la iglesia, aunque sea miembro típico. María desarrolla en la iglesia una función activa, bien determinada, materna. Por tanto, no es sólo uno de sus muchos miembros, sino que está por encima de la iglesia, formándola y custodiándola, como verdadera madre en el orden de la gracia. Esta maternidad espiritual de María es posible en virtud de su maternidad divina respecto a Cristo. El puesto propio de la mariología no es el tratado De Ecclesia, en el cual la figura de María quedaría empobrecida, sino el tratado De Verbo incarnato, donde María entra con sus notas enteramente específicas y singulares.

No es cometido nuestro resolver un problema que consideramos mal planteado. La primera opinión pierde de vista e ignora las relaciones auténticas de la Virgen con la iglesia, mientras que la segunda t
iende a construir una mariología sobre la falsilla del tratado cristológico. María está precisamente en el medio. Ocupa un puesto que le compete a ella sola, entre Cristo y la iglesia. Si la cristología ofrece el fundamento y la raíz de sus grandezas, en la eclesiología encontramos en cambio la función mediadora que le ha sido asignada por la Trinidad por obra del Espíritu Santo.

De aquí ha nacido un modo clásico de entender algunas relaciones características de María con las personas de la santísima Trinidad:
a) La doctrina clásica de los manuales se sitúa en la manera latino-occidental de considerar el misterio trinitario, ya se trate de las teorías psicológico-agustinianas sobre las procesiones ab una essentia o del predominio de lo esencial y lo uno sobre lo personal y trino.
b) El concepto de gracia más como qualitas inhaerens que como presencia habitante de las personas. La gracia es vista dentro de un cuadro rígido y unitario, como participación de la naturaleza divina, abstrayendo de las personas.
c) De ahí también que los títulos dados a la Virgen en relación con las tres personas de la Trinidad sean más bien de tipo esencialista: hija del Padre, madre del Hijo, esposa del Espíritu Santo. Títulos fluctuantes, que dependen de una teoría de apropiación, en la cual desaparece la noción teológica de la persona.

2. POSTULADOS FUNDAMENTALES

El que esto escribe ha reaccionado muchas veces y de modos diversos contra semejante concepción de la mariología, sólo de nombre trinitaria. Sus puntos de apoyo son los siguientes:

a) Construir todos los tratados de teología de modo que respeten el primado del enfoque trinitario, tal como se transparenta en la economía bíblico-patrística. Un enfoque o metodología puramente histórica, antropológica o bien simplemente cristológica no expresa las intenciones divinas del Dios que se autorrevela como es en si. Estamos por la fórmula antigua y superada de Hugo de San Víctor, «res et signa». Ésta no agrada al enfoque antropológico de Rahner, ni siquiera en la forma trascendente que él le da. Podríamos admitir que como método hermenéutico de revelación, posee una cierta validez dentro de algunos límites; no obstante, afirmamos que una importación antropológica haría de la teología un puro «inventum philosophicum» (DS 3020).

Tampoco nos satisface el método de la escuela de Innsbruck, que hace teología partiendo de una cristología absorbente. En efecto, si es verdad que en el orden noético es la cristología la que revela a la Trinidad, también lo es que en el orden real y ontológico la Trinidad es fundamento de la misma cristología. Hay que reconocer que ciertos enfoques modernos de la teología, p. ej., el de la llamada teología de la liberación, ofrecen aspectos de una metodología con tantas lagunas, tan parcial y relativizante de la revelación, que exponen a ésta a todos los vientos del hoy de la historia. Este es el problema. Hacer verdaderamente trinitaria la teología de la revelación tal como aparece en las fórmulas más primitivas de la fe, p. ej., en la formulación del Credo apostólico y niceno-constantinopolitano.

b) Es preciso hoy volver a las fuentes de la revelación, bíblicas y patrísticas, sin forzar la contraposición existente entre la modalidad greco-patrística y la latino-escolástica. La Escritura, el NT, ignora la modalidad latino-occidental, que es más bien un compromiso entre la idea filosófico-aristótelica de un Dios esencia, clave del mundo, y la revelación bíblica del Dios vivo en tres personas. Estas personas son concebidas como emanación de una esencia divina abstracta, que no tiene correspondencia en la Escritura. Esta esencia, inteligente y libre, da lugar y origen a las procesiones del Hijo y del Espíritu Santo. Con el Padre —la primera persona— la dificultad subyacente y previa queda sin resolver. Él sería únicamente y de modo negativo el «no engendrado», el «no procedente». En la Escritura y en la modalidad bíblico-patrística desaparecen los problemas insolubles que se derivan necesariamente del supuesto de una esencia previa a las personas. Existen las personas, que se manifiestan en una relación de mutua perijóresis, en un orden perfecto y misterioso.

Las dos modalidades —oriental y occidental— están, pues, en abierta contraposición; pero ofrecen, cada una desde su punto de vista, elementos auténticos para una doctrina trinitaria completa del Dios vivo cristiano, Padre de nuestro Señor Jesucristo. Por un lado, la modalidad latino-occidental no habla, al menos explícitamente, de una esencia divina concreta, inteligente y libre, de la cual tomarían origen las personas. Así, p.ej., su eximio representante santo Tomás de Aquino: para él, la esencia no es anterior («prioritate causae») a la primera persona, sino que es realmente «la misma cosa» con ella. Existe sólo una sutilísima distinción virtual entre personas y esencia: lo suficiente para afirmar luego la distinción real de aquellas (S.Th., I, q. 39, a. 1). San Agustín, al cual cita expresamente santo Tomás, escribe con no menor agudeza: «Al hablar de la persona del Padre, no decimos otra cosa que la sustancia del Padre». No dice «esencia divina». En realidad, la modalidad latino-occidental sabe muy bien que introducir una realidad previa al origen de las personas sería como admitir una quaternitas, cosa que rechazaría como contrario a la fe revelada. Por su parte, la modalidad bíblico-patrística no hace referencia a esa esencia previa, a la que no se alude para nada en las fuentes reveladas. Para esta modalidad, lo esencial es algo que surge al cerrarse el ciclo trinitario; una simple consecuencia de la circuminsessio, de la perijóresis. Por ello dirá que la primera persona, el Padre, es la fuente de la Trinidad. Sus seguidores ni siquiera se han planteado el problema de la distinción entre persona y esencia divina.

c) Brota de aquí una consecuencia importante. En la modalidad latino-occidental, la teoría de las apropiaciones es un punto clave; valdría para salvar la acción unitaria ad extra de las personas, fundada en la unidad esencial más que en la perijóresis. En cambio, en la modalidad bíblico-patrística no hay lugar para la teoría de la apropiación, ya que no es necesaria, y hasta resulta molesta, toda vez que la Trinidad obra en la economía ad extra según el modo de ser de su propia inmanencia, y esta acción es siempre de carácter personal y nunca esencial. La unidad ad extra debería tener el mismo carácter personal que tiene ad intra. No existen, pues, apropiaciones, sino sólo propios. Lo cual no solo no impide, sino que exige la presencia de las otras personas donde una de ellas se hace presente. El carácter personalista de la modalidad greco-bíblica es muy acentuado. Domina en ella una concepción teológica que responde mejor a las fuentes de la revelación. Un breve resumen histórico de la reflexión teológica sobre estas modalidades ofrece una panorámica que permite comprenderlas mejor.

3. PANORAMA HISTÓRICO

A pesar de los indicios que la evolución religiosa neotestamentaria descubrirá más tarde, no decimos nada del AT, en el cual domina un henoteísmo primitivo, rígido, histórico y fundamental, convertido luego en monoteísmo. En el NT hay que admitir —estamos convencidos de ello— que la revelación trinitaria se produce en formas literarias de kerigma y homologuesis, y en formas catequéticas y litúrgicas, en las cuales las personas aparecen obrando en el plano de la economía general de la salvación más que en su ser inmanente. Esto no nos permite afirmar, sin embargo, que no haya revelación trinitario-bíblica sobre el ser trinitario del Dios que se revela a sí mismo; se habla simplemente de una manifestación operativa. La revelación del ser existe, puesto que se
manifiesta en forma de acción propia de cada una de las personas. Es esta economía concreta de las personas en su acción dentro de la historia de la salvación lo que obligará a la reflexión teológica posterior a una construcción de la teología inmanente.

El caso destacado, como se sabe, es la especulación juanea sobre las relaciones de Cristo con el Padre. En san Juan hay mucho más que una simple presentación de la función salvífica que el Padre realiza por medio del Hijo que ha enviado. Chocaría también contra toda evidencia, pensamos, el que pretendiera explicar a Cristo como pura manifestación de la acción del Padre, ya que Cristo se revela a sí mismo como Verbo, como Hijo y como igual al Padre. Ciertamente no se trata aquí solamente de una igualdad funcional de acción, sino de una igualdad en el ser. Ya la revelación bíblica ofrecía los fundamentos auténticos de una teología trinitaria fuertemente personalizada. Frente al monoteísmo judío y al politeísmo pagano, el problema se planteaba así desde un punto de vista muy personal y concreto: ¿Es realmente el Cristo de la historia reciente Dios como el Padre? Contra los supuestos aristotélicos de Arrio, Nicea proclama la consustancialidad; pero no en el terreno abstracto de una ousia o physis aristotélica, sino en el terreno concreto de una unidad esencial, y adopta el término persona para expresar el múltiplo en la Trinidad.

Las reflexiones agustinianas están fuertemente influenciadas por la tendencia natural del genio de Hipona a la sistematización. Su pensamiento sobre los ternarios trinitarios conducía, inevitablemente, al cuadro occidental de una esencia divina, dotada de inteligencia y de voluntad. Todo el medievo seguiría este camino. La escolástica desarrollará además los aspectos psicológicos de la teoría a partir de algunos supuestos filosóficos por lo menos discutibles. La teoría alcanza en el concilio de Florencia (1422; DS 1330) su expresión claramente occidental, si bien la formulación de la regula aurea puede muy bien ser aceptada por los griegos, precisamente porque para ellos nada distingue a las personas si no es su relación subsistente de oposición. Un poco más tarde, Cayetano llegará a admitir el absurdo implícito de una nueva subsistencia absoluta además de las tres relativas. Era una concesión larvada a la quaternitas. Cuando Petavio, Tomassino y otros teólogos positivos se empeñan en renovar el estudio crítico de la patrística, advierten inmediatamente la contraposición entre la concepción latina y la griega. Por lo demás, la teología postridentina había entrado muy pronto en el barroquismo.

En cuanto a la mariología francesa, que comienza con el card. De Bérulle, no puede explicarse sin el influjo de la teología trinitaria personalista. Un ejemplo: «Cosas tan grandes y admirables en la divinidad —a saber: el ser Padre de un Hijo Dios y el ser Hijo único y eterno de Dios— no tienen nada en la tierra o en el cielo, en el tiempo o en la eternidad, que las concierna distintamente o que rinda homenaje, con la propiedad de su estado, a la propiedad de aquellas dos personas divinas, de las cuales una es Padre y la otra Hijo. Esto se verifica sólo en el nacimiento que deriva de la Virgen, y en el estado feliz y admirable de la maternidad de la cual procede; puesto que este nacimiento, filiación y maternidad se refieren al ser y a las propiedades personales de Dios, en cuanto que conciernen al eterno Padre que, como Padre, da al Hijo a la humanidad, y a este mismo Hijo que como Hijo de Dios, se hace hijo del hombre y nace de la criatura humana». «Esta comunicación inefable que Dios hace de sí fuera de sí, en la plenitud de los tiempos en el misterio de la encarnación…, supone y considera como ejemplar suyo la comunicación íntima y eterna que existe en la divinidad… Allí es un Dios el que comunica su esencia, aquí es un Dios el que comunica su subsistencia; allí es un Dios el que comunica la divinidad a su propio Hijo y al Espíritu Santo…; aquí es un Hijo el que da su divinidad al alma y al cuerpo del hombre… Esta comunicación, segunda y temporal, considera como modelo, fuente y origen suyo a la grande, suprema y admirable comunicación de la divinidad».

Para De Bérulle, la maternidad divina de María imita la paternidad del Padre; participa en el tiempo de la potencia y la fecundidad de la primera persona; se une a ésta («en qualité de Père) en el misterio de la encarnación. Idénticos pensamientos expresa De Bérulle respecto a la maternidad espiritual: «La Virgen nos engendra por virtud del Padre. Lo hace vivir en nosotros conjuntamente con él (Cristo), obrando en nosotros con el poder del Altísimo —la virtud del Padre— que ella posee indivisiblemente con él. Y así como ella lo engendró en sí misma según la carne y a la vez según el Espíritu, así continúa engendrándolo en nosotros espiritualmente; y el Espíritu Santo es la potencia de esta acción suya».

Los berulianos (Condren, Bourgoing, Gibieuf, Olier) siguen al maestro: la encarnación refleja en el tiempo la generación eterna. El verdadero título de la Virgen en relación con el Padre es el de esposa. Gibieuf es el primero, creemos, en el cual hay que buscar una mariología trinitaria. Olier hace entrar a la Virgen en el proyecto de Dios con un carácter esponsal, referido al Padre y no ya al Hijo, como hará Scheeben con su bräutliche Mutterschaft (maternidad esponsal). Escribe Gibieuf: «Habiendo proyectado Dios desde toda la eternidad salir fuera de sí por el camino del amor para formar una familia que habría de nacer de él mismo, hubo ante todo de escoger una esposa y una ayuda que fuese semejante a él. Y pensó en María, fecit in ea adjutorium simile sibi… El mismo Adán, en el paraíso terrenal, fue imagen del Padre, por ser del todo perfecto en su estado y no estar movido por la debilidad y la fragilidad de la infancia. Dios le dio como compañera una esposa que era imagen de María, esposa de Dios Padre y ayuda suya, tanto en la obra de la iglesia como en la formación de Jesucristo».

También san Juan Eudes recibió el influjo de De Bérulle. Citemos un párrafo suyo: «Como el eterno Padre da origen al Hijo desde toda la eternidad en su seno y en su corazón adorable, como hará que nazca en el corazón y en el seno de la Virgen, como lo forma y lo produce en el corazón de los fieles, así la madre admirable hace nacer a este mismo Hijo en su corazón virginal, lo concibe en su seno bendito y lo hace vivir en el corazón de los fieles». Estas mismas ideas son la base de los fundamentos mariológicos de san Luis M. Grignion de Montfort: «Dios Padre comunicó a María su fecundidad, en cuanto una pura criatura era capaz de recibirla, para que pudiera engendrar a su Hijo y a todos los miembros de su cuerpo místico… Dios Espíritu Santo, que es estéril en Dios, a saber: no produce otra persona divina en Dios, se hizo fecundo por María, su esposa. Con ella, en ella y de ella produjo su obra maestra, que es un Dios hecho hombre, y produce todos los días, hasta el fin del mundo, a los predestinados y miembros de esta cabeza adorable».

Por aquel mismo período algunos teólogos españoles recurren a esquemas teológicos que no son precisamente los clásicos de la teología postridentina. Así, De la Cerda (+ 1645), Zúmel y Saavedra aceptan la concepción no esencialista del ser sobrenatural propia de los teólogos anteriores. Ateniéndose al juicio muy severo de Ripalda, Zúmel dirá: «Las realidades sobrenaturales se refieren a Dios en cuanto trino, las naturales en cuanto uno». Era ésta una auténtica novedad en la concepción clásica escolástica de la teología y se prestaba a espléndidos desarrollos. Mas por aquel tiempo, debido a los excesos de la teoría esencialista se llegaba a afirmar que «es bastante probable que la trinidad de las personas no pertenezca a la esencia de Dios». También los scotistas admitir?
?n que es posible ver la esencia divina sin ver a las personas… ¡Más allá no podía llegar el esencialismo escolástico! Saavedra, discípulo de Zúmel, deducirá las aplicaciones mariológicas: la maternidad divina es una participación de lo divino poseído por el Padre en orden a la generación del Hijo. Se abre así el camino a una nueva concepción mariológico-trinitaria, a la que Saavedra no da pleno desarrollo. Tras las huellas de Petavio, algunos autores del s. XIX pondrán más de relieve lo nocional en la doctrina trinitaria. En todo caso, sólo los estudiosos del p. De Régnon atraerán la atención de la teología moderna sobre este punto, aunque sin particulares incidencias mariológicas. En el párrafo siguiente estudiaremos las grandes posibilidades ofrecidas a la mariología por una orientación trinitaria.

4. ENSAYO DE ELABORACIÓN SISTEMÁTICA

Supuesto el primer fundamento, a saber: que lo sobrenatural cristiano se configura según lo trinitario y que lo trinitario imprime su carácter específico a la teología católica, supuesto también que lo trinitario, en una visión más propiamente bíblico-patrística, se configura no tanto por su aspecto esencial cuanto por lo personal, digamos que el primado hay que concederlo al último, tanto en la inmanencia divina como en su economía ad extra. Queda así abierto el camino a una ontología de lo sobrenatural muy rica y renovadora. Decir que el «esse maternale» de María se pone de modo especial en analogía con el ser sobrenatural en general es también sacar sus claras consecuencias. En primer lugar, este ser no es como el que se encuentra en Cristo, porque no es de carácter hipostático-sustancial, ya que no es ni siquiera simplemente reducible al accidental, como decir, p. ej., instrumental. Por otra parte, este «esse maternale» es específicamente distinto del ser de gracia poseído por todos los hijos de adopción, ya que le confiere a María el calificativo de madre y a nosotros el de hijos. Si, además, se admite que en el modo de realizarse la razón formal trinitaria debe ser estrictamente trinitaria, entonces nos encontramos con las siguientes proporciones, que podrían expresar bastante adecuadamente la analogía del ser sobrenatural:
__________________________________________________________

Dios- Uno………………………Dios-Padre
esse creatum…………………..esse maternale
«gratia naturae»……………….gratia maternalis

Dios-Hijo…………………………Dios-Espiritu Santo
esse hvpostaticum…………….esse gratiae
gratia Unionis…………………..gratia adoptionis
___________________________________________________________

El ser materno divino de María debe ser también encuadrado trinitariamente en el ser materno de gracia. La mariología clásica une la maternidad espiritual con la maternidad divina en un orden de hecho único, ya que la Virgen concibe al Verbo en su constitución de Verbo encarnado y de Redentor. Por sí misma, y de hecho, la encarnación es redención. Esta visión clásica de la maternidad espiritual es válida. En ella se pone de manifiesto la función total de la gracia materna divina de María. «Por eso —dice el Vat II— María fue para nosotros madre en el orden de la gracia» (LG 61). Digamos que esta concepción de la maternidad espiritual es válida, ya que afirma que las mismas razones que hacen a María madre del Hijo nos hacen a nosotros hijos suyos, en cuanto hermanos del Primogénito. Aquí se pone de relieve el aspecto trinitario que la maternidad espiritual dice en relación con la segunda persona, el Hijo.

Añadamos, sin embargo, que hay aquí una laguna con respecto a la primera persona puesto que nadie puede ser hijo o hermano sino en relación a un Padre. Por eso llamarnos hijos en el Hijo expresa una relación con el Padre, antes incluso que con María y con el Hijo. La maternidad espiritual debe estar, pues, integrada en una visión trinitaria, que comienza por el Padre según la división que hemos indicado para la maternidad divina. ¿Cuál es la función que le compete a la primera persona en esta maternidad espiritual? ¿Es propia o apropiada? San Pablo afirma que la finalidad de la misión que el Padre confía al Hijo en la plenitud de los tiempos es que nosotros recibiésemos la adopción de hijos. Se sigue de ahí que el Padre envía a nuestros corazones al Espíritu de su Hijo que clama: «Abba» (Gál 4,6). La realización de esta filiación divina se realiza con la encarnación del Hijo, pero la atribución directa y primordial es referida antes al Padre que al Hijo. También la razón trinitaria es directa y primaria hacia el Padre, y sólo indirecta y consecuentemente al Hijo. Diremos que san Pablo invierte los términos de la explicación clásica. Ésta concibe la filiación adoptiva primero a través de nuestra fraternidad con Cristo y luego, como consecuencia, nos pone en relación con el Padre. En cambio, la realidad teológico-trinitaria subyacente a las palabras del Apóstol, sin ser contraria, es diversa, porque nuestra fraternidad con el Cristo primogénito, hijos en el Hijo, depende de la iniciativa del Padre, que quiere tener también hijos de adopción.

Vengamos ahora a la maternidad espiritual de María. Ya se ha considerado bajo una perspectiva diversa su maternidad divina poniéndola en relación receptiva directa con el Padre. Él, en efecto, es quien, en relación activa de generación con el Hijo, comunica a María su estupendo privilegio. Según el inmutable orden trinitario, es primero y ante todo por su participación en la paternidad de la primera persona como María llega a ser madre del Hijo. Diremos que el Hijo acepta pasivamente esta filiación temporal, del mismo modo que desde toda la eternidad acepta la procesión pasiva que le viene del Padre y le constituye Hijo. Así, en la explicación de la maternidad espiritual hay que referirse ante todo y directamente a la persona del Padre. Éste comunica a María una fecundidad no solamente en orden a la maternidad divina sobre el propio Hijo-Verbo, sino también una fecundidad real de gracia respecto a todos los redimidos, ya que también esta maternidad espiritual es una participación en la generación activa de los hijos de adopción. Es lo que expresan los textos citados de De Bérulle y de Olier, lo mismo que el célebre pasaje de san Luis M. Grignion de Montfort. Tal es el marco trinitario de la maternidad espiritual de María. ¿Es posible encontrar aquí una aplicación importante también al discutido problema de la corredención mariana? Creemos que sí. Como no podemos alargarnos demasiado, nos limitamos a los puntos de referencia esenciales.

El problema presenta dificultades en su aspecto activo y crístico. En cuanto al primero, la Virgen es redimida pasivamente, y corredentora activamente. En cuanto al segundo, María depende de Cristo en su propia redención; al mismo tiempo se presenta como un componente del paralelogramo de fuerzas con Cristo… Pues bien, la concepción trinitaria que presentamos podría obviar ambas dificultades así:

Por su participación temporal en la misión del Hijo, María participa también activamente en sus funciones de redención. El valor de su fiat en la anunciación no tiene sólo un significado activo y voluntario, muy amplio, que se extiende a todos los actos salvíficos del Hijo, unigénito del Padre y de la madre, en la vida, pasión y muerte. Se trata, en primer lugar, de un valor autorredentor; se entiende que sólo en relación pasiva con cuanto ella recibe del Padre. Una vez recibida pasivamente tal participación, María puede convertirse en corredentora de modo activo, en unión y dependencia del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Es preciso aclarar también en qué sentido es gracia —y gracia específica de María— la gracia total de su ser materno. Es sabido que la teología de la gracia santificante ha recibido hoy nuevos complementos por ser considerada bajo los aspectos trinitarios de la inhabitación de las personas. Mas como no han superado aún la modalidad latino-occidental, esos complementos se han quedado en flor, permaneciendo los desarrollos necesarios sin fruto. La gracia, en efecto, incluso colocada en conexión necesaria con la presencia sustancial de las personas, no recibe directamente de éstas su configuración propia, sino sólo de la supuesta esencia, de la naturaleza divina. Una vez más, en este cuadro esencialista encuentran sitio sólo las apropiaciones. En tal caso, la santificación de las almas es atribuida, apropiada, al Espíritu Santo. La afiliación adoptiva es otra apropiación, referida al Hijo y al Padre. Es lo que escribe un autor clásico en la materia: «La unión especial existente entre el alma santa y el Espíritu Santo se realiza mediante la gracia santificante… Pero la gracia dice relación trascendental, no precisamente a la persona del Espíritu Santo, sino a la misma naturaleza de Dios común a las tres personas…»

Digamos que semejante concepción es insostenible, porque vacía de significado económico la misma configuración de la inmanencia divina, y precisamente en su aspecto nocional. San Ireneo representa toda la tradición patrística cuando escribe: «Videbitur autem et in regno coelorum paternaliter, Spiritu quidem praeparante hominem in filium Dei, Filio autem adducente ad Patrem, Patre autem incorruptelam donante in aeternam vitam». Como efecto de la presencia personal trinitaria, la gracia sigue en la economía ad extra la misma configuración que posee ad intra. No se trata aquí de apropiaciones, sino de simples modos de hipóstasis, de verdaderos propios, aunque no todos de la misma cualidad hipostática. Todos estos tres propios son realmente hipostáticos, en cuanto referidos a las personas, pero ninguno de ellos (maternidad, santificación) es hipostatizante o henipostatizante (Leoncio de Bizancio), ya que la revelación nos hace conocer una sola hipostatización: la del Verbo con su naturaleza humana

Establecido esto, la gracia del ser materno de María es del todo singular entre los modos de comunicación de la Trinidad a sus criaturas. No es, en efecto, una gracia de filiación: ésta se realiza solamente en la naturaleza humana de Cristo, que por medio de ella se convierte en hijo natural, y en los hijos de adopción, que por medio de ella se convierten en hijos del Padre y hermanos de Cristo. No es tampoco una simple gracia de adopción en el Espíritu, porque esto se puede afirmar, en general, sólo para los fieles que están en gracia y porque su especial relación con el Padre no constituye a Maria como hija, sino que la eleva a una función activa de maternidad que le da un solo hijo natural, con el Padre, y muchos hijos de adopción.

Es evidente que la gracia, que en ella podríamos llamar también habitual, santifica a Maria con la presencia inhabitante del Espiritu Santo. Sólo que también esta gracia se especifica diversamente de nuestra gracia habitual. Ésta, en efecto, nos asimila al Padre y al Hijo en cuanto hijos de adopción, mientras que asimila a Maria con el Padre en cuanto socia con él en la encarnación del Verbo; e igualmente la asimila con el Hijo, no como hermana, sino como su madre.

Es, pues, inoportuno construir una doctrina de la gracia partiendo de una perspectiva trinitaria para privarla luego de su realismo profundo. Así, p. ej., un autor clásico como Vega no supera el nominalismo de las apropiaciones. Lo mismo hay que decir del trabajo muy mesurado, pero infructuoso de Rittremieux.

5. TÍTULOS TRINITARIO-MARIANOS

Son títulos que han seguido en su uso los meandros de la evolución de la teología trinitaria. En la época patrística la Virgen pudo ser invocada como esposa del Padre (cf las obras de De la Cerda y de Marracci). Cuando, luego, la teología trinitaria terminó siendo dominada por una concepción latina, permanecieron adquiridos los titulas conocidos de «hija del Padre, madre del Hijo, esposa del Espiritu Santo».

Pero estos titulos ¿tienen algún valor propio más allá de la simple apropiación nominalista? Si se abstrae de la relación con el Hijo, que no puede ser más que la de la madre, los otros títulos no tienen un valor definido estrictamente trinitario.

En su relación con el Hijo, la virgen Maria ha recibido también el título de esposa por dos consideraciones: como esposa espiritual y mística, en el Cantar de los cantares; como nueva Eva, asociada esponsalmente al nuevo Adán para la obra salvifica. Ésta fue la idea base de la mariologia, por lo demás rica, de Scheeben en el título poco acertado de bräutliche Mutterschaft (maternidad esponsal).

Hay que volver al auténtico realismo teológico y usar sobriamente los dos títulos mencionados. El primero, porque las relaciones auténticas de la Virgen con el Hijo son ante todo las de madre. El segundo, porque el titulo de cooperación de Maria con el Hijo en la obra de la salvación, más que esponsal, es materno.

También el titulo de hija en relación con el Padre necesita explicaciones. En efecto, si es cierto que Maria es la criatura amada y predilecta de la primera persona, no se la hace semejante al Padre sobre todo como hija, sino como «asociada a su fecundidad paterna», o sea, como madre del mismo y único Hijo.

La Virgen es la «llena de gracia» por excelencia; pero esta gracia suya no consiste simplemente en ser favorecida por la gracia de los hijos de adopción. Es más bien una gracia que la hace trinitariamente asociada al Padre: «esposa del Padre», como la llamaban los antiguos padres «comparentalis Patri», como decia Dionisio Cartujano. La gracia materna de Maria se diferencia específicamente de la gracia común de los hijos de adopción. En la relación con el Espiritu Santo hubo siempre una mayor fluctuación de títulos debido a la particular dificultad que implican las nociones y la misión del Espiritu Santo. La tercera persona habita por gracia en los otros fieles con una presencia santificadora que atrae a las otras dos personas. En cambio, en Maria el Espiritu Santo es activo, y por su medio se difunde en los corazones. El Espiritu está en Maria como enviado por el Padre y el Hijo, infundiendo en ella no sólo un espíritu de adopción de hijos, en virtud del cual ella sólo podría exclamar: «Abba, Padre» sino un espírita de maternidad, por el cual la Virgen sufre dolores de parto hasta que Cristo se forme en nuestros corazones (cf Gál 4,19).

En los tiempos modernos, el titulo de esposa pasó del Padre al Espiritu Santo. Con ello se quería decir que la tercera persona obró en Maria la concepción virginal del Verbo. Pero, en la mente de los padres, el Espiritu Santo es siempre el «poder del Altisimo», es decir, la dýnamis del Padre. Por eso el titulo de esposa conviene propiamente mejor a la primera persona. Concluyamos diciendo que en este problema de denominaciones trinitarias el elemento principal es la base teológica de la que se parte. Cualquiera que sea su curso en la historia polivalente, se trata sólo de indicios de las diversas modalidades con que es estudiado el problema.

 

III. ESPIRITUALIDAD TRINITARIO-MARIANA

Sobre todo en nuestros tiempos la espiritualidad de las almas marianas ha descubierto en Maria una modalidad trinitaria que se difunde en nosotros desde su intimidad, habitada de modo especial por las personas trinitarias. Sobre este tema tenemos ya textos estupendos en la escuela de Helfta. Se pone de manifiesto, sobre todo, el misterio del corazón de Maria. A muchos hoy les gusta contemplar las relaciones de Maria con el Espiritu Santo en orden a su influjo en la santificación de las almas. Algunos autores orientales han atribuido a la mari
ologia católica occidental la tendencia a sustituir la acción del Espiritu Santo por la de Maria. La objeción no tiene razón de ser, ya que todo lo que Maria realiza en las almas lo hace bajo el impulso del Espiritu Santo. La realidad es la expresada por san Luis M. Grignion de Montfort en el texto ya citado.

Entre las notas que deberían guiar la renovación del culto mariano, la exhortación apostólica Marialis cultus (2 de febrero de 1974), en su segunda parte, propone la trinitaria, con particular referencia al Espiritu Santo: «Ante todo, es sumamente conveniente que los ejercicios de piedad a la virgen Maria expresen claramente la nota trinitaria y cristológica que les es intrínseca y esencial». «A esta alusión sobre la orientación cristológica del culto a la Virgen nos parece útil añadir una llamada a la oportunidad de que se dé adecuado relieve a uno de los contenidos esenciales de la fe: la persona y la obra del Espiritu Santo». Estas perspectivas de la Marialis cultus abren a la piedad y a la espiritualidad marianas campos fertilísimos para la doctrina y la vida, sobre todo si se las lleva adelante con algunas orientaciones trinitarias bien determinadas.

J. M. ALONSO DICC-DE-MARIOLOGIA. Págs. 1892-1903

VIDEO

La Virgen Maria y la Santisima Trinidad-Explica Padre Juan Rivas

Entre su email para recibir nuestra Newsletter Semanal en modo seguro, es un servicio gratis:
Categories
Magisterio, Catecismo, Biblia REFLEXIONES Y DOCTRINA

La Santísima Trinidad en el Catecismo de la Iglesia Católica

I «EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO»

El Padre

232 Los cristianos son bautizados «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19). Antes responden «Creo» a la triple pregunta que les pide confesar su fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu: «Fides omnium christianorum in Trinitate consistit» («La fe de todos los cristianos se cimenta en la Santísima Trinidad») (S. Cesáreo de Arlés, symb.).

233 Los cristianos son bautizados en «el nombre» del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y no en «los nombres» de estos (cf. Profesión de fe del Papa Vigilio en 552: DS 415), pues no hay más que un solo Dios, el Padre todopoderoso y su Hijo único y el Espíritu Santo: la Santísima Trinidad.

234 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la «jerarquía de las verdades de fe» (DCG 43). «Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos» (DCG 47).

235 En este párrafo, se expondrá brevemente de qué manera es revelado el misterio de la Bienaventurada Trinidad (I), cómo la Iglesia ha formulado la doctrina de la fe sobre este misterio (II), y finalmente cómo, por las misiones divinas del Hijo y del Espíritu Santo, Dios Padre realiza su «designio amoroso» de creación, de redención, y de santificación (III).

236 Los Padres de la Iglesia distinguen entre la «Theologia» y la «Oikonomia», designando con el primer término el misterio de la vida íntima del Dios-Trinidad, con el segundo todas las obras de Dios por las que se revela y comunica su vida. Por la «Oikonomia» nos es revelada la «Theologia»; pero inversamente, es la «Theologia», quien esclarece toda la «Oikonomia». Las obras de Dios revelan quién es en sí mismo; e inversamente, el misterio de su Ser íntimo ilumina la inteligencia de todas sus obras. Así sucede, analógicamente, entre las personas humanas, La persona se muestra en su obrar y a medida que conocemos mejor a una persona, mejor comprendemos su obrar.

237 La Trinidad es un misterio de fe en sentido estricto, uno de los «misterios escondidos en Dios, que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto» (Cc. Vaticano I: DS 3015. Dios, ciertamente, ha dejado huellas de su ser trinitario en su obra de Creación y en su Revelación a lo largo del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de su Ser como Trinidad Santa constituye un misterio inaccesible a la sola razón e incluso a la fe de Israel antes de la Encarnación del Hijo de Dios y el envío del Espíritu Santo.

 

II LA REVELACIÓN DE DIOS COMO TRINIDAD

El Padre revelado por el Hijo

238 La invocación de Dios como «Padre» es conocida en muchas religiones. La divinidad es con frecuencia considerada como «padre de los dioses y de los hombres». En Israel, Dios es llamado Padre en cuanto Creador del mundo (Cf. Dt 32,6; Ml 2,10). Pues aún más, es Padre en razón de la alianza y del don de la Ley a Israel, su «primogénito» (Ex 4,22). Es llamado también Padre del rey de Israel (cf. 2 S 7,14). Es muy especialmente «el Padre de los pobres», del huérfano y de la viuda, que están bajo su protección amorosa (cf. Sal 68,6).

239 Al designar a Dios con el nombre de «Padre», el lenguaje de la fe indica principalmente dos aspectos: que Dios es origen primero de todo y autoridad transcendente y que es al mismo tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos. Esta ternura paternal de Dios puede ser expresada también mediante la imagen de la maternidad (cf. Is 66,13; Sal 131,2) que indica más expresivamente la inmanencia de Dios, la intimidad entre Dios y su criatura. El lenguaje de la fe se sirve así de la experiencia humana de los padres que son en cierta manera los primeros representantes de Dios para el hombre. Pero esta experiencia dice también que los padres humanos son falibles y que pueden desfigurar la imagen de la paternidad y de la maternidad. Conviene recordar, entonces, que Dios transciende la distinción humana de los sexos. No es hombre ni mujer, es Dios. Transciende también la paternidad y la maternidad humanas (cf. Sal 27,10), aunque sea su origen y medida (cf. Ef 3,14; Is 49,15): Nadie es padre como lo es Dios.

240 Jesús ha revelado que Dios es «Padre» en un sentido nuevo: no lo es sólo en cuanto Creador; Él es eternamente Padre en relación a su Hijo único, el cual eternamente es Hijo sólo en relación a su Padre: «Nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar» (Mt 11,27).

241 Por eso los apóstoles confiesan a Jesús como «el Verbo que en el principio estaba junto a Dios y que era Dios» (Jn 1,1), como «la imagen del Dios invisible» (Col 1,15), como «el resplandor de su gloria y la impronta de su esencia» Hb 1,3).

242 Después de ellos, siguiendo la tradición apostólica, la Iglesia confesó en el año 325 en el primer concilio ecuménico de Nicea que el Hijo es «consubstancial» al Padre, es decir, un solo Dios con él. El segundo concilio ecuménico, reunido en Constantinopla en el año 381, conservó esta expresión en su formulación del Credo de Nicea y confesó «al Hijo Unico de Dios, engendrado del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, consubstancial al Padre» (DS 150).

El Padre y el Hijo revelados por el Espíritu

243 Antes de su Pascua, Jesús anuncia el envío de «otro Paráclito» (Defensor), el Espíritu Santo. Este, que actuó ya en la Creación (cf. Gn 1,2) y «por los profetas» (Credo de Nicea-Constantinopla), estará ahora junto a los discípul os y en ellos (cf. Jn 14,17), para enseñarles (cf. Jn 14,16) y conducirlos «hasta la verdad completa» (Jn 16,13). El Espíritu Santo es revelado así como otra persona divina con relación a Jesús y al Padre.

244 El origen eterno del Espíritu se revela en su misión temporal. El Espíritu Santo es enviado a los Apóstoles y a la Iglesia tanto por el Padre en nombre del Hijo, como por el Hijo en persona, una vez que vuelve junto al Padre (cf. Jn 14,26; 15,26; 16,14). El envío de la persona del Espíritu tras la glorificación de Jesús (cf. Jn 7,39), revela en plenitud el misterio de la Santa Trinidad.

245 La fe apostólica relativa al Espíritu fue confesada por el segundo Concilio ecuménico en el año 381 en Constantinopla: «Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre» (DS 150). La Iglesia reconoce así al Padre como «la fuente y el origen de toda la divinidad» (Cc. de Toledo VI, año 638: DS 490). Sin embargo, el origen eterno del Espíritu Santo está en conexión con el del Hijo: «El Espíritu Santo, que es la tercera persona de la Trinidad, es Dios, uno e igual al Padre y al Hijo, de la misma sustancia y también de la misma naturaleza: Por eso, no se dice que es sólo el Espíritu del Padre, sino a la vez el espíritu del Padre y del Hijo» (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 527). El Credo del Concilio de Constantinopla (año 381) confiesa: «Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria» (DS 150).

246 La tradición latina del Credo confiesa que el Espíritu «procede del Padre y del Hijo (filioque)». El Concilio de Florencia, en el año 1438, explicita: «El Espíritu Santo tiene su esencia y su ser a la vez del Padre y del Hijo y procede eternamente tanto del Uno como del Otro como de un solo Principio y por una sola espiración…Y porque todo lo que pertenece al Padre, el Padre lo dio a su Hijo único, al engendrarlo, a excepción de su ser de Padre, esta procesión misma del Espíritu Santo a partir del Hijo, éste la tiene eternamente de su Padre que lo engendró eternamente» (DS 1300-1301).

247 La afirmación del filioque no figuraba en el símbolo confesado el año 381 en Constantinopla. Pero sobre la base de una antigua tradición latina y alejandrina, el Papa S. León la había ya confesado dogmáticamente el año 447 (cf. DS 284) antes incluso que Roma conociese y recibiese el año 451, en el concilio de Calcedonia, el símbolo del 381. El uso de esta fórmula en el Credo fue poco a poco admitido en la liturgia latina (entre los siglos VIII y XI). La introducción del Filioque en el Símbolo de Nicea-Constantinopla por la liturgia latina constituye, todavía hoy, un motivo de no convergencia con las Iglesias ortodoxas.

248 La tradición oriental expresa en primer lugar el carácter de origen primero del Padre por relación al Espíritu Santo. Al confesar al Espíritu como «salido del Padre» (Jn 15,26), esa tradición afirma que este procede del Padre por el Hijo (cf. AG 2). La tradición occidental expresa en primer lugar la comunión consubstancial entre el Padre y el Hijo diciendo que el Espíritu procede del Padre y del Hijo (Filioque). Lo dice «de manera legítima y razonable» (Cc. de Florencia, 1439: DS 1302), porque el orden eterno de las personas divinas en su comunión consubstancial implica que el Padre sea el origen primero del Espíritu en tanto que «principio sin principio» (DS 1331), pero también que, en cuanto Padre del Hijo Unico, sea con él «el único principio de que procede el Espíritu Santo» (Cc. de Lyon II, 1274: DS 850). Esta legítima complementariedad, si no se desorbita, no afecta a la identidad de la fe en la realidad del mismo misterio confesado.

 

III LA SANTÍSIMA TRINIDAD EN LA DOCTRINA DE LA FE

La formación del dogma trinitario

249 La verdad revelada de la Santa Trinidad ha estado desde los orígenes en la raíz de la fe viva de la Iglesia, principalmente en el acto del bautismo. Encuentra su expresión en la regla de la fe bautismal, formulada en la predicación, la catequesis y la oración de la Iglesia. Estas formulaciones se encuentran ya en los escritos apostólicos, como este saludo recogido en la liturgia eucarística: «La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros» (2 Co 13,13; cf. 1 Cor 12,4-6; Ef 4,4-6).

250 Durante los primeros siglos, la Iglesia formula más explícitamente su fe trinitaria tanto para profundizar su propia inteligencia de la fe como para defenderla contra los errores que la deformaban. Esta fue la obra de los Concilios antiguos, ayudados por el trabajo teológico de los Padres de la Iglesia y sostenidos por el sentido de la fe del pueblo cristiano.

251 Para la formulación del dogma de la Trinidad, la Iglesia debió crear una terminología propia con ayuda de nociones de origen filosófico: «substancia», «persona» o «hipóstasis», «relación», etc. Al hacer esto, no sometía la fe a una sabiduría humana, sino que daba un sentido nuevo, sorprendente, a estos términos destinados también a significar en adelante un Misterio inefable, «infinitamente más allá de todo lo que podemos concebir según la medida humana» (Pablo VI, SPF 2).

252 La Iglesia utiliza el término «substancia» (traducido a veces también por «esencia» o por «naturaleza») para designar el ser divino en su unidad; el término «persona» o «hipóstasis» para designar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo en su distinción real entre sí; el término «relación» para designar el hecho de que su distinción reside en la referencia de cada uno a los otros.

El dogma de la Santísima Trinidad

253 La Trinidad es una. No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: «la Trinidad consubstancial» (Cc. Constantinopla II, año 553: DS 421). Las personas divinas no se reparten la única divinidad, sino que cada una de ellas es enteramente Dios: «El Padre es lo mismo que es el Hijo, el Hijo lo mismo que es el Padre, el Padre y el Hijo lo mismo que el Espíritu Santo, es decir, un solo Dios por naturaleza» (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). «Cada una de las tres personas es esta realidad, es decir, la substancia, la esencia o la naturaleza divina» (Cc. de Letrán IV, año 1215: DS 804).

254 Las personas divinas son realmente distintas entre sí. «Dios es único pero no solitario» (Fides Damasi: DS 71). «Padre», «Hijo», Espíritu Santo» no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: «El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo» (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: «El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede» (Cc. Letrán IV, año 1215: DS 804). La Unidad divina es Trina.

255 Las personas divinas son relativas unas a otras. La distinción real de las personas entre sí, porque no divide la unidad divina, reside únicamente en las relaciones que las refieren unas a otras: «En los nombres relativos de las personas, el Padre es referido al Hijo, el Hijo lo es al Padre, el Espíritu Santo lo es a los dos; sin embargo, cuando se habla de estas tres personas considerando las relaciones se cree en una sola naturaleza o substancia» (Cc. de Toledo XI, año 675: DS 528). En efecto, «todo es uno (en ellos) donde no existe oposición de relación» (Cc. de Florencia, año 1442: DS 1330). «A causa de esta unidad, el Padre está todo en el Hijo, todo en el Espíritu Santo; el Hijo está todo en el Padre, todo en el Espíritu Santo; el Espíritu Santo está todo en el Padre, todo en el Hijo» (Cc. de Florencia 1442: DS 1331).

256 A los catecúmenos de Constantinopla, S. Gregorio Nacianceno, llamado también «el Teólogo», confía este resumen de la fe trinitaria:

Ante todo, guardadme este buen depósito, por el cual vivo y combato, con el cual quiero morir, que me hace soportar todos los males y despreciar todos los placeres: quiero decir la profesión de fe en el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo. Os la confío hoy. Por ella os introduciré dentro de poco en el agua y os sacaré de ella. Os la doy como compañera y patrona de toda vuestra vida. Os doy una sola Divinidad y Poder, que existe Una en los Tres, y contiene los Tres de una manera distinta. Divinidad sin distinción de substancia o de naturaleza, sin grado superior que eleve o grado inferior que abaje…Es la infinita connaturalidad de tres infinitos. Cada uno, considerado en sí mismo, es Dios todo entero…Dios los Tres considerados en conjunto…No he comenzado a pensar en la Unidad cuando ya la Trinidad me baña con su esplendor. No he comenzado a pensar en la Trinidad cuando ya la unidad me posee de nuevo…(0r. 40,41: PG 36,417).

 

IV LAS OBRAS DIVINAS Y LAS MISIONES TRINITARIAS

257 «O lux beata Trinitas et principalis Unitas!» («¡Oh Trinidad, luz bienaventurada y unidad esencial!») (LH, himno de vísperas) Dios es eterna beatitud, vida inmortal, luz sin ocaso. Dios es amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dios quiere comunicar libremente la gloria de su vida bienaventurada. Tal es el «designio benevolente» (Ef 1,9) que concibió antes de la creación del mundo en su Hijo amado, «predestinándonos a la adopción filial en él» (Ef 1,4-5), es decir, «a reproducir la imagen de su Hijo» (Rom 8,29) gracias al «Espíritu de adopción filial» (Rom 8,15). Este designio es una «gracia dada antes de todos los siglos» (2 Tm 1,9-10), nacido inmediatamente del amor trinitario. Se despliega en la obra de la creación, en toda la historia de la salvación después de la caída, en las misiones del Hijo y del Espíritu, cuya prolongación es la misión de la Iglesia (cf. AG 2-9).

258 Toda la economía divina es la obra común de las tres personas divinas. Porque la Trinidad, del mismo modo que tiene una sola y misma naturaleza, así también tiene una sola y misma operación (cf. Cc. de Constantinopla, año 553: DS 421). «El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son tres principios de las criaturas, sino un solo principio» (Cc. de Florencia, año 1442: DS 1331). Sin embargo, cada persona divina realiza la obra común según su propiedad personal. Así la Iglesia confiesa, siguiendo al Nuevo Testamento (cf. 1 Co 8,6): «uno es Dios y Padre de quien proceden todas las cosas, un solo el Señor Jesucristo por el cual son todas las cosas, y uno el Espíritu Santo en quien son todas las cosas (Cc. de Constantinopla II: DS 421). Son, sobre todo, las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo las que manifiestan las propiedades de las personas divinas.

259 Toda la economía divina, obra a la vez común y personal, da a conocer la propiedad de las personas divinas y su naturaleza única. Así, toda la vida cristiana es comunión con cada una de las personas divinas, sin separarlas de ningún modo. El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae (cf. Jn 6,44) y el Espíritu lo mueve (cf. Rom 8,14).

260 El fin último de toda la economía divina es la entrada de las criaturas en la unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad (cf. Jn 17,21-23). Pero desde ahora somos llamados a ser habitados por la Santísima Trinidad: «Si alguno me ama -dice el Señor- guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él» (Jn 14,23).

Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí mismo para establecerme en ti, inmóvil y apacible como si mi alma estuviera ya en la eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de ti, mi inmutable, sino que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora (Oración de la Beata Isabel de la Trinidad)

 

Resumen

261 El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Sólo Dios puede dárnoslo a conocer revelándose como Padre, Hijo y Espíritu Santo.

262 La Encarnación del Hijo de Dios revela que Dios es el Padre eterno, y que el Hijo es consubstancial al Padre, es decir, que es en él y con él el mismo y único Dios.

263 La misión del Espíritu Santo, enviado por el Padre en nombre del Hijo (cf. Jn 14,26) y por el Hijo «de junto al Padre» (Jn 15,26), revela que él es con ellos el mismo Dios único. «Con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria».

264 «El Espíritu Santo procede del Padre en cuanto fuente primera y, por el don eterno de este al Hijo, del Padre y del Hijo en comunión» (S. Agustín, Trin. 15,26,47).

265 Por la gracia del bautismo «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» somos llamados a participar en la vida de la Bienaventurada Trinidad, aquí abajo en la oscuridad de la fe y, después de la muerte, en la luz eterna (cf. Pablo VI, SPF 9).

266 «La fe católica es esta: que veneremos un Dios en la Trinidad y la Trinidad en la unidad, no confundiendo las personas, ni separando las substancias; una es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo; pero del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo una es la divinidad, igual la gloria, coeterna la majestad» (Symbolum «Quicumque»).

267 Las personas divinas, inseparables en lo su ser, son también inseparables en su obrar. Pero en la única operación divina cada una manifiesta lo que le es propio en la Trinidad, sobre todo en las misiones divinas de la Encarnación del Hijo y del don del Espíritu Santo.

 
 

Entre su email para recibir nuestra Newsletter Semanal en modo seguro, es un servicio gratis:

 
 

Categories
A la Santísima Trinidad DEVOCIONES Y ORACIONES

Trisagio a la Santísima Trinidad

Ofrecimiento: Os rogamos, Señor, por la Santa Iglesia y Prelados de ella, por la exaltación de la fe católica, extirpación de las herejías, paz y concordia entre las naciones, conversión de todos los infieles, herejes y pecadores; por los agonizantes y por los caminantes; por las benditas almas del purgatorio y demás piadosos fines de nuestra Santa Madre la Iglesia. Amén.

V. Señor abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Dios, Uno en Esencia y Trino en personas: aquí tienes una de tus humildes criaturas que reconoce en sí la venerable imagen de Tu Trinidad Santa. Confieso que no he cumplido con las obligaciones a que me empeña el honor de esta divina semejanza. He pecado, Dios mío; pero nunca negué, sino he creído constantemente en el Padre, en el Hijo, y en el Espíritu Santo: que el Padre no tiene principio alguno; que el Hijo es producido por el Padre, a quien es consustancial, y que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo; de cuyo amor recíproco es término también consustancial a ambos. Que el Padre no es primero que el Hijo, ni los dos primeros que el Espíritu Santo. Adoro al Padre como Dios, al Hijo como Dios y al Espíritu Santo como Dios; y con todo, en los tres sólo creo y adoro un solo Dios. Yo no entiendo, Señor, este misterio; pero cautivo mi entendimiento en obsequio de la fe, para mayor gloria tuya y mérito mío. Ofrezco estos profundos sentimientos de religión, de reverencia y amor, como unos votos gratos a tu santidad, para que por ellos perdones tantas ofensas cometidas por mí, contra tu Majestad increada. A ti suspira la trinidad miserable de mis potencias: mi memoria enferma de fragilidad, mi entendimiento lleno de ignorancia, mi voluntad contagiada de inclinación al mal. Sánala, santifícala y concédeme tu gracia para que jamás falte a los propósitos que te has dignado inspirarme.

Yo prometo de todo corazón, dedicarme desde hoy en adelante, a vivir cristianamente, ayudado de tu santa gracia y a invocar el Misterio de tu Augusta Trinidad en quien espero encontrar misericordia, piedad y ayuda para siempre. Amén.

V. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal.
R. Ten misericordia de nosotros.

Con los Serafines

Se reza un Padrenuestro y un Gloria al Padre y en seguida se dice la siguiente invocación nueve veces:

V. Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos.
R. Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria.

Luego se añade:
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
V. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal.
R. Ten misericordia de nosotros.

Con los Querubines

Se reza, un Padrenuestro y un Gloria al Padre y en seguida se dice la siguiente invocación nueve veces:

V. Santo, Santo, Santo. Señor Dios de los ejércitos.
R. Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria.

Luego se añade:

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
V. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal.
R. Ten misericordia de nosotros.

Con los Tronos

Se reza un Padrenuestro y un Gloria al Padre y en seguida se dice la siguiente invocación nueve veces:

V. Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos.
R. Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria.

Luego se añade:

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
V. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal
R. Ten misericordia de nosotros.

ORACIÓN A DIOS PADRE

Omnipotente y Sempiterno Dios Padre, que con tu Unigénito Hijo y con el Espíritu Santo eres un solo Dios, Uno en la Esencia y Trino en las personas. Yo te adoro, venero y bendigo con las tres angélicas Jerarquías; y con los tres Coros de la primera: amantes Serafines, sabios Querubines y excelsos Tronos, te aclamo Santo, Santo, Santo, poderoso y eterno Padre del Verbo Divino, principio del Espíritu Santo, Señor de los cielos y tierra, a quien sea gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Con las Dominaciones

Se reza un Padrenuestro y un Gloria al Padre y en seguida se dice la siguiente invocación nueve veces:

V. Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos.
R. Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria.

Luego se añade:

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
V. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal.
R. Ten misericordia de nosotros.

Con las Virtudes

Se reza un Padrenuestro y un Gloria al Padre y en seguida se dice la siguiente invocación nueve veces:

V. Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos.
R. Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria.

Luego se añade:

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
V. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal.
R. Ten misericordia de nosotros.

Con las Potestades

Se reza un Padrenuestro y un Gloria al Padre y en seguida se dice la siguiente invocación nueve veces:

V. Santo, Santo, Santo, Señor de los ejércitos.
R. Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria.

Luego se añade:

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
V. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal.
R. Ten misericordia de nosotros.

ORACIÓN A DIOS HIJO

Sabio y soberano Dios Hijo hecho Hombre por nosotros, que con tu Eterno Padre y Divino Espíritu eres un solo Dios, Uno en Esencia y Trino en las personas. Yo te venero, bendigo y adoro con las tres Jerarquías de los Ángeles; y con los Coros de la segunda: Dominaciones, Virtudes y Potestades, te aclamo Santo, Santo. Santo, omnipotente, Verbo Divino y Unigénito Hijo de Dios, principio del Espíritu Santo, Señor de los cielos y tierra, a quien sea gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Con los Principados

Se reza un Padrenuestro y un Gloria al Padre y en seguida se dice la siguiente invocación nueve veces:

V. Santo, Santo, Santo, Señor de los ejércitos.
R. Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria.

Luego se añade:

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
V. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal.
R. Ten misericordia de nosotros.

Con los Arcángeles

Se reza un Padrenuestro y un Gloria al Padre y en seguida se dice la siguiente invocación nueve veces:

V. Santo, Santo, Santo, Señor de los ejércitos.
R. Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria.

Luego se añade:

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
V. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal.
R. Ten misericordia de nosotros.

Con los Ángeles

Se reza un Padrenuestro y un Gloria al Padre y en seguida se dice la siguiente invocación nueve veces:

V. Santo, Santo, Santo, Señor de los ejércitos.
R. Llenos están los cielos y la tierra de tu gloria.

Luego se añade:

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
V. Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal.
R. Ten misericordia de nosotros.

ORACIÓN A DIOS ESPÍRITU SANTO

Amante Dios, Espíritu Santo, Amor Divino, que con el Eterno Padre y su Unigénito Hijo eres un solo Dios, Uno en la Esencia y Trino en las personas. Yo te bendigo, adoro y venero con las Jerarquías angélicas; y con los tres Coros de la tercera: Principados, Arcángeles y Ángeles, te aclamo Santo, Santo, Santo, Divino Amor y suavísima unión del Eterno Padre y del Hijo, procediendo en amor de uno y otro, Señor de los cielos y tierra, a quien sea gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona

Tres son los que dan testimonio en el cielo, el Padre, el Verbo y e1 Espíritu Santo, y estos tres son una misma cosa.

V. Bendigamos al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.
R. Alabémosle y ensalcémosle por todos los siglos.

Oración

Altísimo e incomprensible Dios, que dentro del Santuario de tu divina naturaleza, donde nadie entra, tienes encerrado el Misterio de tu Trinidad Santa, a quien no se puede correr el velo para verla de lleno, sino que todas las creaturas debemos adorarla profundamente desde fuera: dígnate recibir nuestros humildes votos, deprecaciones y alabanzas, que presentamos reverentemente al pie del trono de tu inefable Majestad, por los merecimientos de nuestro Señor Jesucristo, que contigo vive y reina en unidad del Espíritu Santo y es Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.

Gozos
A Dios Trino y Uno

¡Oh Señor Dios! En dulce canto
Te alaban los Querubines
Y Ángeles y Serafines
Dicen Santo, Santo, Santo.
Eterna y pura Deidad
De incomparable excelencia, Que en la Unidad de tu esencia
Encierras la Trinidad:
De nuestra fe la humildad
Te adoro en sencillo canto.
Ángeles, etc.
Tu piedad y tu ternura
Van diciendo las edades,
Y en el mar de sus bondades
Se pierde toda criatura
Tú disipas la amargura.
Y enjugas el triste llanto.
Ángeles, etc.
Tú del hombre delincuente
Tiernos suspiros recoges,
Y sus plegarias acoges
Porque eres Padre clemente
¿Quién, amándote, no siente
Trocarse en dicha el quebranto?
Ángeles, etc.
Nuestros padres celebraron
Con sus cánticos de gloria
De tus prodigios la historia,
Que gozosos admiraron.
La fe, Señor, nos legaron,
Que es nuestro escudo y encanto.
Ángeles, etc.
Cuando tu justa venganza
Con plagas al hombre aterra,
Y hace estremecer la tierra,
Y airada sus rayos lanza;
La luz de nuestra esperanza
En tu nombre sacrosanto.
Ángeles, etc.
Tus excelsas bendiciones
Derrama pródigo y tierno,
Y a tus hijos ¡Dios eterno!
Coima de inefables dones.
Tanto bien, prodigio tanto.
Ángeles, etc
¡Quién del amante Isaías
Ardiera en el sacro fuego.
Para alzar su humildad ruego
¡En divinas melodías!
Supla a nuestras voces frías
La tierra, el mar: entre tanto.
Ángeles, etc.
Por el misterio que adora,
¡Oh Dios! Tu escogida grey,
Siga tu divina ley,
Y de la muerte en la hora,
Con su sombra bienhechora
Nos cubra tu regio manto.
Ángeles, etc.
¡Señor Dios! En dulce canto
Te alaban los Querubines,
Y Ángeles y Serafines
Dicen Santo, Santo, Santo.

Antífona

Bendita seas, Santa Trinidad y Unidad indivisible de nuestro Dios: nosotros confesamos este Misterio Augusto de tu Ser, con cuanta reverencia podemos, porque no cesas de ejercitar en nosotros tu misericordia.

V. Bendito eres, Señor, en el firmamento del cielo.
R. Y llena está de tu gloria toda la tierra.

Oración

Omnipotente y sempiterno Dios, que has concedido a tus siervos la gracia de conocer en la confesión de la verdadera fe la gloria de la eterna Trinidad de tus personas, y de adorar en el poder de la Majestad la Unidad de tu incomprensible naturaleza, nosotros te suplicamos, que por la firmeza de esta misma fe, seamos libres de todo género de adversidades. Por nuestro Señor Jesucristo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.

 
 

Entre su email para recibir nuestra Newsletter Semanal en modo seguro, es un servicio gratis:

 
 

 

Categories
A la Santísima Trinidad DEVOCIONES Y ORACIONES

Oraciones a la Santísima Trinidad

ORACIÓN DE ADORACIÓN A LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Adoración al Padre Eterno.

Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria.

Oración

Os adoro, oh Padre eterno, con toda la corte celestial, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias en nombre de la santísima Virgen, vuestra Hija muy amada, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquel poder con que la enaltecisteis en su gloriosa Asunción á los cielos.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Oración

Os adoro, oh eterno Hijo, con toda la corte celestial por mi Dios, Señor y Redentor, y os rindo gracias infinitas en nombre de la santísima Virgen, vuestra muy amada Madre, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella suma sabiduría con que la ilustrasteis en su gloriosa Asunción al cielo.

Adoración al Espíritu Santo

Padre nuestro, Avemaría y Gloria

Oración

Os adoro, Espíritu Santo paráclito, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias con toda la corte celestial en nombre de la santísima Virgen, vuestra amántísima Esposa por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella perfectísima y divina caridad con que inflamasteis su santísimo y purísimo corazón en el acto de su gloriosísima Asunción al cielo; y humildemente os suplico en nombre de vuestra inmaculada Esposa, me otorguéis la gracia de perdonarme todos los gravísimos pecados que he cometido desde el primer instante en que pude pecar; hasta el presente, de los cuales me duelo infinitamente, con propósito de morir antes que volver mas a ofender a vuestra divina Majestad; y por los altísimos méritos y eficacísima proteccion de vuestra amantísima Esposa os suplico me concedais á mí y a N. el preciosísimo don de vuestra gracia y divino amor, otorgándome aquellas luces y particulares auxilios con los cuales vuestra eterna Providencia ha predeterminado salvarme, y conducirme a sí.

 

ORACIÓN A LA SANTÍSIMA VIRGEN

Os reconozco y os venero, oh Virgen santísima, Reina de los cielos, Señora y Patrona del universo, como a Hija del eterno Padre, Madre de su dilectísimo Hijo, y Esposa amantísima del Espíritu Santo; y postrado a los pies de vuestra gran Majestad con la mayor humildad os suplico por aquella divina caridad; de que fuisteis sumamente llena en vuestra Asunción al cielo, que me hagáis la singular gracia y misericordia de ponerme bajo vuestra segurísima y fidelísima protección, y de recibirme en el número de aquellos felicísimos y afortunados siervos que lleváis esculpidos en vuestro virginal pecho. Dignaos, oh Madre y Señora mía clementísima, aceptar mi miserable corazón, mi memoria, mi voluntad, y demás potencias y sentidos míos interiores y exteriores; aceptad mis ojos, mis oídos, mi boca, mis manos y mis pies, regidlos conforme al beneplácito de vuestro Hijo, a fin de que con todos sus movimientos tenga intención de tributaros gloria infinita. Y por aquella sabiduría con que os iluminó vuestro amantísimo Hijo, os ruego y suplico me alcancéis luz y claridad para conocerme bien a mí mismo, mi nada, y particularmente mis pecados, para odiarlos y detestarlos siempre, y alcanzadme además luz para conocer las asechanzas del enemigo infernal y sus combates ocultos y manifiestos. Especialmente, piadosísima Madre mía, os suplico la gracia… (mencionar).

 

ORACIÓN A LA SANTÍSIMA TRINIDAD

Te adoro, Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres personas y un sólo Dios. Me postro en el abismo de mi nada ante Tu divina majestad.

Creo firmemente y estoy dispuesto a dar la vida en testimonio de todo lo que nos ha revelado en la Sagrada Escritura y de los misterios que por medio de tu Iglesia nos has manifestado.

En Ti deposito mi confianza; y de tu mano, Dios mío, vida única, esperanza mía, deseo, espero y quiero recibir todos los bienes, espirituales o corporales, que pueda alcanzar en esta vida o en la otra. Desde hoy y para siempre te consagro mi cuerpo y mi alma, todas mis potencias, la memoria, el entendimiento, la voluntad y todos mis sentidos.

Te prometo no consentir jamás, en cuanto esté de mi parte, en que se infiera la más mínima ofensa a tu divina majestad.

Propongo firmemente dedicar toda mi existencia, mis facultades y energías, a tu servicio y gloria.

Estoy dispuesto a sobrellevar ludas las adversidades que tu mano paternal quiera imponerme para dar gusto a tu corazón.

Quisiera esforzarme con todo mi ser, para que todos sirvan, glorifiquen y amen a Dios su Creador.

Me gozo intensamente de tu eterna felicidad, y me siento jubiloso por tu gran gloria en el cielo y en la tierra.

Te doy infinitas gracias por los innumerables beneficios concedidos, a mi y al mundo entero, y por los que continuamente, día tras día, concede tu benigna providencia.

Amo tu infinita bondad por sí misma con todo el afecto de mi corazón y de mi alma: y desearía, si me fuera posible, amarte como te aman los ángeles y los justos, con cuyo amor uno el mío.

A Tu divina majestad, en unión de los méritos de la pasión, vida y muerte de Cristo, de la bienaventurada siempre Virgen y de todos los santos, ofrezco desde ahora para siempre todas mis obras, purificadas por la preciosísima sangre de nuestro Redentor Jesús.

Quiero participar, en lo posible, de las indulgencias obtenidas por medio de las oraciones y obras, y deseo aplicarlas como sufragio por las almas del purgatorio.

Quiero también ofrecer, en la medida de mis fuerzas satisfacción y penitencia por todos mis pecados.

Dios mío, siendo tú infinitamente digno de todo amor y servicio, por ser quien eres: me arrepiento de todo corazón de mis pecados, y los detesto más que todos los males, puesto que tanto te desagradan a ti. Dios mío, a quien amo sobre todas las cosas: te pido humildemente perdón, y hago firme propósito de nunca ofender a tu divina bondad.


Entre su email para recibir nuestra Newsletter Semanal en modo seguro, es un servicio gratis: