Categories
Apariciones y Visiones Doctrina FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Foros de la Virgen María REFLEXIONES Y DOCTRINA

El mensaje de María Corredentora en Akita y su complementariedad con el Movimiento del Dogma

El Padre Thomas Aquinas Yasuda es considerado como la máxima autoridad del mundo en cuanto al Mensaje y a las apariciones aprobadas por la Iglesia de Nuestra Señora de Akita, Japón. El Padre Yasuda ha sido el director espiritual de la visionaria, Sor Agnes Sasagawa de Nuestra Señora, la cual es cálidamente conocida como la “Fátima del Oriente”. El siguiente artículo fue leído en la Conferencia Internacional de Vox Populi Mariae Mediatrici, en Roma, Mayo 31, 1997…

…VER VIDEOS…

En Abril 22, 1984, el Obispo John Shojiro Ito, el ordinario local de una diócesis donde ocurrieron las apariciones Marianas, emitió una carta pastoral en la cual autorizaba la veneración de la Santa Madre de Akita. En la carta pastoral, el Obispo Ito declaró la autenticidad sobrenatural de tres mensajes Marianos a una monja Japonesa, o sea los mensajes de un ángel y otros eventos misteriosos desde 1973 en un convento en Akita, al norte de Japón. Akita pertenece a su diócesis.

Su sucesor ordinario local, el Obispo Francisco K. Sato, ha continuado la autorización de su predecesor en cuanto a la veneración de la Santa Madre de Akita. Gracias a la autorización de estos dos obispos diocesanos para la veneración de la Santa Madre de Akita, peregrinos de todas partes -algunos 50 países- han llegado hasta el convento de las apariciones en los últimos 13 años. Las peregrinaciones continúan hasta el día de hoy.

Aquí, me gustaría llamar su atención al hecho de que Akita, Fátima y Lourdes tienen un decisivo desarrollo Providencial —un ordinario local declaró en una carta pastoral la verdad sobrenatural de la aparición Mariana. En Lourdes, el Obispo Bertrand Laurence lo hizo el 18 de Enero de 1862; en Fátima, el Obispo José de Silva emitió su carta pastoral el 13 de Octubre de 1930; y en Akita, el Obispo Ito hizo lo mismo en 1984.

Los misteriosos eventos en Akita se centran principalmente en una estatua de madera de la Santísima Virgen María en el convento de las Doncellas de la Santa Eucaristía. La estatua está de pie sobre un globo con una cruz parada detrás de su cuerpo. La estatua extiende ambas manos ligeramente hacia abajo. La estatua fue tallada por un escultor Budista Japonés, Saburo Wakasa, quién usó una pequeña tarjeta de la imagen de “La Señora de Todos los Pueblos” de Amsterdam como su modelo.

La talló hace unos 30 años y agregó las características faciales de una típica mujer Japonesa a la imagen de la Señora de Todas las Naciones.

La estatua derramó lágrimas por primera vez el 4 de Enero de 1975. Era un Sábado en la mañana. La segunda y tercera ocasiones de lágrimas ocurrieron en la tarde y en la noche del mismo día. La última lacrimación, la número 101, ocurrió el 15 de Septiembre de 1981, o sea en la festividad de los Siete Dolores de la Santísima Madre María.

El número “ciento uno” de los 101 episodios de lacrimaciones, tiene un profundo significado que explicaré después.

Soy un sacerdote católico que he presenciado con mis propios ojos, casi todos los 101 episodios de lacrimaciones de la estatua, exceptuando tres de esos ellos. El Obispo John Ito me nombró director espiritual de este convento en 1974 —un año antes de que comenzaran las lacrimaciones-.

Cada vez que la estatua lloraba, alguien me notificaba y me llamaban para ir a la escena. En todas las ocasiones de mis encuentros con estos incidentes, les pedí a los testigos que rezaran cinco décadas de los Misterios Dolorosos del Rosario en frente de la estatua que lloraba. En todas las ocasiones en que quedaban lágrimas en la estatua después de haber terminado el rezo conjunto del rosario, yo juntaba las lágrimas con cotonetes. Estos cotonetes, junto con etiquetas indicando la fecha de cada lacrimación, han sido conservados como una preciosa evidencia sólida, y se guardan dentro de un recipiente de madera con una tapa de vidrio.

El porqué la estatua derramaba lágrimas, había permanecido como una pregunta sin respuesta durante varios años. Algunas personas interpretaron las lacrimaciones como la advertencia de la Santísima Madre en contra de los pecados de los hombres modernos. Desde el inicio de esa serie de lacrimaciones, yo había pensado que pudiera haber una profunda relación entre las lágrimas de la estatua y el hecho histórico de que la Santísima Virgen María había llorado en el Calvario, cuando vio a su Divino Hijo Jesucristo redimir a la humanidad por medio de Su sangriento sacrificio en la Cruz.

En 1981, un misterioso evento me enseñó que Dios hizo que la estatua llorara para enseñarle a la Iglesia Católica Romana la verdad de la Corredención por la Santísima Virgen María llamando la atención de la Iglesia a los sufrimientos y lágrimas de María al pie de la Cruz. Me ha sido dada esta comprensión después de que un ángel explicara el profundo significado de las 101 lacrimaciones de la estatua a sor Agnes Katsuko Sasagawa, una de las monjas en el convento. Sor Agnes inmediatamente corrió a mi oficina para contarme el mensaje angélico después de la aparición.

El mensaje y las lágrimas constituyen revelaciones privadas. Aquellos que recibieron el mensaje y fueron testigos de los misteriosos eventos no tienen la tarea de definir o promulgar una doctrina o dogma de la fe. Sin embargo, no significa que el mensaje y las lágrimas puedan ser ignoradas. Este mensaje relacionado con la Corredención y las lágrimas de la estatua de la Santísima Virgen María tienen el mismo profundo significado que las apariciones Marianas en Lourdes en 1858.

Cuando el Papa defina y promulgue al mundo la Corredención de la Santísima Virgen María como un dogma de fe, entonces los verdaderos creyentes Católicos de todo el mundo, aceptarán estas revelaciones privadas en Akita como eventos invaluables por medio de los cuales Dios explicó la verdad de la Corredención, igual como han aceptado las apariciones Marianas en Lourdes.

En Lourdes, Bernadette Soubirous fue testigo de como la Santísima Virgen María emitió una luz esplendorosa de su majestuosa figura en la gruta de Massabielle, un total de dieciocho veces. Dios le enseño a la Iglesia Católica Romana, a través de las experiencias de Bernadette, que esta esplendorosa figura de la Santísima Virgen en sí misma significa su Inmaculada Concepción, además de las mismas palabras de la Santísima Madre: “Yo soy la Inmaculada Concepción.”

No obstante que el dogma de la Inmaculada Concepción había sido promulgado al mundo por el Papa Pío IX cuatro años antes de las apariciones, el contenido del dogma permaneció como un tema difícil de entender y aceptar en los corazones de los laicos Católicos ordinarios. Como resultado de esto, el dogma no podía entrar en los corazones de los Católicos creyentes del mundo, aún después de varios años de su promulgación ex-cátedra.

Entonces, Dios envió a la Santísima Virgen María a Lourdes como un gran regalo divino para todos los creyentes Católicos. Hoy, sabemos que muchas estatuas con la imagen de la Santísima Virgen María en Lourdes han sido colocadas en muchas iglesias Católicas en todo el mundo para festejar la divina intervención en 1858.

Estos desarrollos sugieren que el Dogma de la Inmaculada Concepción no hubiera podido ejercer su efecto favorable de reforzar la fe de los laicos ordinarios si las apariciones Marianas en Lourdes no hubiesen ocurrido y por lo tanto no hubiesen influido profundamente en esos laicos. Estas apariciones les han ayudado a los laicos ordinarios a entender este dogma, y la fe de cada creyente se ha incrementado por su mayor entendimiento del dogma.

En términos generales, aun si un dogma es promulgado como una verdad de fe por un Papa, la verdad sigue siendo difícil de entender desde el punto de vista de los creyentes Católicos ordinarios. El Apóstol Pablo dijo en su carta a los Romanos (12:6), “Nuestros dones difieren de acuerdo a la gracia que se nos ha dado. Si tu don es la profecía, entonces úsalo de conformidad con las enseñanzas de la fe.”

Aquí San Pablo le enseña a la Iglesia Católica que la verdad del contenido de una profecía o mensajes de una supuesta aparición, pueden y deben ser juzgados al examinarlos para ver si corresponden con los dogmas y las doctrinas Católicas. Esto es porque las expresiones de los dogmas son enunciados por los seres humanos bajo la inspiración del Espíritu Santo.

Lo que San Pablo dijo aquí se aplica a Lourdes, donde Dios hizo los arreglos para que el dogma de la Inmaculada Concepción fuera explicado de una manera que pudiera ser entendido por los creyentes Católicos ordinarios al relacionar el difícil dogma a esas apariciones Marianas.

Como todos Ustedes ya saben, nuestro Santo Padre, el Papa Juan Paulo II, en varias ocasiones ha hecho alusión a la Corredención de la Santísima Virgen María a través de su encíclica Redemptoris Mater y de las explicaciones en sus audiencias generales, aun cuando todavía no lo define y promulga como dogma.

Si los creyentes Católicos de todo el mundo llegasen a entender que los 101 episodios de lacrimaciones de la estatua de la Santísima Virgen María en Akita significan su Corredención, entonces podrían entender y aceptar el próximo dogma de la Corredención en sus corazones con más facilidad, igual como las apariciones Marianas en Lourdes les ayudaron a los creyentes a entender el dogma de la Inmaculada Concepción.

La verdad de la Corredención contiene un sutil detalle teológico. Por lo tanto, es difícil que los Católicos ordinarios entiendan la verdad.

Es realmente sorprendente que Dios haya revelado ésta difícil verdad en Akita en una forma fácilmente entendible para los creyentes ordinarios Católicos, o sea, al hacer que la estatua derramara lágrimas que simbolizan sus sufrimientos maternos en el Calvario, los cuales ofreció al Padre Celestial como Corredentora al dar su total consentimiento a la inmolación de su Divino hijo Jesús en la Cruz.

La voluntad de Dios era que María sufriera junto con Jesús de conformidad con Su eterno plan de Salvación. Fue aun más doloroso para María el consentir a la inmolación de su Hijo que su muerte física. Ella ofreció sus sufrimientos a Dios, por lo tanto actuando de conformidad con el plan de Dios para la salvación de la humanidad.

Claro está, nadie debe interpretar que la Redención de Jesús y la Corredención de María están al mismo nivel de valor. San Pablo dice en su Primera Carta a Timoteo (2:5-6), “Porque hay un solo Dios, y hay un solo mediador entre Dios y la humanidad, El mismo un hombre, Jesucristo, quién se sacrificó a sí mismo para pagar el rescate de todos los hombres.”

Se deben entender las diferencias esenciales entre la Redención de Jesucristo y la Corredención de María, teniendo presente las diferencias ontológicas entre las personas de Jesús y de María. La Divina Persona de Jesucristo, quién asumió una naturaleza humana, ofreció Su cuerpo al Padre Celestial como el Sacrificio y sufrió en Su carne humana y alma para redimir a la humanidad.

En ese momento, María, observando el sacrificio de su hijo desde el pie de la Cruz, dio el pleno consentimiento a la inmolación y ofreció a su amado hijo al Padre Celestial, en base a la persona humana de María. En verdad, María padeció dolores espirituales muy agudos cuya intensidad está más allá de la imaginación de cualquier ser humano. Dios llamó nuestra atención a los sufrimientos de María al hacer que la estatua en Akita derramara lágrimas.

Ninguna sabiduría humana podrá llegar a comprender la profundidad del abandono de María en el amor de Dios, que hizo que mostrara una profunda obediencia al Padre Celestial como Su doncella, desde el momento de la Anunciación hasta el momento de la Redención por su hijo Jesús en la Cruz.

Su primera acción pública como especial cooperadora del Redentor registrada en las Escrituras, fue la presentación del niño Jesús a Dios en el Templo, en el cuadragésimo día después del nacimiento del Redentor de acuerdo con la Ley del Señor. Entonces, ofreció al niño Jesús a Dios y en silencio, expresó su voluntad para consentir a la futura inmolación de su hijo, desde el punto de vista de Su madre.

Entonces, el justo y anciano profeta Simeón, le profetizó el misterio de su misión como Corredentora: “Éste, está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción —¡y a ti misma una espada te atravesará tu alma!”. (Lc 2:35).

the messages of Our Lady of Akita

 
 

Entre su email para recibir nuestra Newsletter Semanal en modo seguro, es un servicio gratis:

 
 

Categories
Apariciones y Visiones FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Foros de la Virgen María REFLEXIONES Y DOCTRINA

El significado más profundo de las Lágrimas de la Estatua de Nuestra Señora de Akita

El 15 de Septiembre de 1981, alrededor de las dos de la tarde, la estatua de la Santísima Virgen María derramó lágrimas por la ocasión número 101. Un total de 65 personas, incluyéndome a mí (Padre Thomas Aquinas Yasuda), fuimos testigos ese día. Las lágrimas nos llegaron a todos al corazón, especialmente porque ese día era la festividad de los Siete Dolores de la Santísima Virgen María. Ninguno de los presentes podía prever, sin embargo, que Dios había deseado que este episodio fuera la última lacrimación de la estatua….

…VER VIDEOS…

El treceavo día a partir de esa fecha, o sea el 28 de Septiembre, Sor Agnes sintió la presencia de un ángel a su lado durante sus oraciones silenciosas frente a la Sagrada Eucaristía expuesta, lo cual se daba después del rezo del Rosario junto con las hermanas en la capilla.

Sor Agnes no vio Al ángel en persona en esa ocasión. Pero la misteriosa visión de una hermosa y majestuosa Biblia rodeada por una luz celestial surgió delante de ella. El ángel le dio instrucciones para que leyera una pasaje de las Escrituras. En una página abierta de la Biblia, reconoció la referencia: Versículo 15, Capítulo 3 del Génesis. Entonces, oyó la voz del ángel que le decía, en la forma de un preámbulo, que había una profunda relación entre este pasaje y las lágrimas de la Santísima Virgen María.

El ángel continuó diciendo, “Hay un profundo significado al número 101 con los 101 episodios de las santas lacrimaciones de la estatua de la Santísima Virgen María. Esto significa que el pecado entró al mundo a través de una mujer y que es también a través de una mujer que la gracia de la salvación entró al mundo. El cero, que está entre los dos ‘unos’, significa Dios que existe desde toda la eternidad hasta la eternidad. El primer ‘uno’ representa a Eva, y el último ‘uno’ representa a la Santísima Virgen María.”

Entonces el ángel le dio otra vez instrucciones para que volviera a leer el Versículo 15 del Capítulo 3 del Génesis, y le dijo, “Le debes transmitir este mensaje al sacerdote Católico que te ha dado la guía espiritual.” Entonces el ángel se fue. Al mismo tiempo desapareció la visión de la Biblia.

Después de la adoración de la Santa Eucaristía, Sor Agnes corrió a mi oficina y me pidió que verificara el pasaje. Abrí la Biblia y encontré el pasaje que tiene el anuncio profético de Dios a Satanás. “Enemistad pondré entre tí y la mujer, entre tu linaje y su linaje: Ella te pisará la cabeza mientras acechas tú su calcañal.”

Fue por medio del mensaje del ángel, quién citó el Versículo 15 del Capítulo 3 del Génesis, que se pudo entender el profundo significado de las lágrimas de la Santísima Virgen María.

Esto significa que las lágrimas de la estatua resultaron del objetivo Divino de llamar la atención de todos los Católicos Romanos a los sufrimientos de María al pie de la Cruz como Corredentora. Las lágrimas milagrosas fueron creadas por Dios para enseñarle a toda la Iglesia Católica Romana que la Santísima Virgen María sufrió y lloró como la Madre de Jesucristo en su noble acto de Corredención, cuando dio su pleno consentimiento a Su inmolación.

Cuando nuestra Santísima Madre María observó a Jesús crucificado para redimir a la humanidad, consintió al sacrificio de su Hijo y ofreció a su Hijo al Padre Celestial. Sus intensos sufrimientos espirituales (a la luz del evento de perder a su amado Hijo Jesús), sin embargo, hizo que derramara lágrimas de sus ojos físicos. De todas maneras, la Santísima Madre María soportó los sufrimientos.

Las lacrimaciones de la estatua de la Santísima Madre María en el Convento en Akita es igual a las experiencias misteriosas de Santa Bernadette, quién fue testigo de la visión de María la Inmaculada Concepción en la gruta de Massabielle.

He oído que muchas estatuas de María derramaron lágrimas en diversos sitios alrededor del mundo. Pero el significado de ninguna de estas lacrimaciones ha sido explicado por medio de la referencia de un ángel a las Escrituras.

En Akita, Dios relacionó las lágrimas de la estatua de la Santísima Virgen María con el próximo dogma de la Corredentora, al hacer que las mismas lágrimas significaran el próximo dogma con anticipación.

En este sentido, las lágrimas fueron una Divina profecía mística del dogma. Si confirmamos que el significado de los 101 episodios de las lacrimaciones de la estatua puede ser claramente explicado por las palabras de las Escrituras, entonces podemos concluir que las lacrimaciones son realmente Revelaciones Divinas y que tienen un origen sobrenatural celestial.

Para confirmar esto, examinemos la profunda Cristología del Apóstol San Pablo en su carta a los Romanos, en la cual San Pablo, inspirado por Dios, identificó a Jesucristo como el nuevo Adán. San Pablo escribió, “Por tanto, como por un solo hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. (Romanos 5:12).

“Adán prefiguró al que había de venir. El don mismo [de la Redención] sobrepasó por mucho a la caída. Si es cierto que por la caída de un hombre murieron muchos, es aún más cierto que la gracia divina, que venía por un hombre, Jesucristo, les llegó a muchos como un abundante don gratuito. Los resultados del don también sobrepasaron los resultados del pecado de un hombre.” (Romanos 5:15-16)

Debido a que la verdad del contraste entre el viejo Adán y el nuevo Adán, Jesucristo, fue explicado por San Pablo, es natural concluir que San Pablo estaba también consciente de un contraste similar entre la antigua Eva y la nueva Eva, María, la Madre de Dios.

Esto es porque el pecado de Adán tiene relación con el pecado de Eva, quién tentó a Adán para desobedecer la orden de Dios. Es evidente que la gracia de la Redención de Jesucristo, el Redentor, vino al mundo de acuerdo al plan de Dios, quién quiso que Jesús naciera de María, la Inmaculada Concepción, la Nueva Eva.

Ahora, consideremos una analogía entre la Cristología de San Pablo y la explicación del ángel acerca de la misión de nuestra Santísima Madre María, dada a Sor Agnes para nosotros. El ángel dijo: “Hay un profundo significado al número 101 de los 101 episodios de las santas lacrimaciones de la estatua de la Santísima Madre María. Esto significa que el pecado entró en el mundo por una mujer y que es también por una mujer que la gracia de la salvación entró en el mundo…. El primer ‘uno’ representa a Eva, y el último ‘uno’ significa la Santísima Madre María.”

San Pablo comparó al nuevo Adán, Jesucristo, el Redentor, con el viejo Adán, un pecador. En el mensaje de Akita en 1981, Dios quiso que el ángel revelara el contraste entre la antigua Eva, quién tentó a Adán para que pecara, y la nueva Eva, nuestra Santísima Madre María, quién dio a luz al Salvador.

Los 101 episodios de las lacrimaciones de la estatua significan esta verdad: Dios integró a María como una parte inseparable de Su plan de Redención desde toda la eternidad.

Siempre que la Hermana Agnes tenía encuentros con eventos sobrenaturales que no podían ser explicados como fenómenos naturales —ya sean mensajes de la Santísima Madre o del ángel— la hermana, antes que nada, reportaba dichos eventos al Obispo John Ito o a mi mismo,
solicitando guía espiritual.

En ninguna ocasión la Hermana Agnes anunció ella misma esos eventos al público. Cuando recibió el mensaje más importante que explicaba el significado de los 101 episodios de lágrimas de la estatua, también reaccionó de la misma manera.

La autenticidad sobrenatural de las lágrimas de la estatua de la Santísima Madre María fue sustanciado y corroborado por otros dos milagros objetivos.

Uno de ellos, es la curación milagrosa de un cáncer cerebral en 1981 de una ama de casa de Corea del Sur, la Sra. Teresa Chun Sun Ho. La Sra. Chun había entrado en coma a causa de los tumores cerebrales que la redujeron a una existencia meramente vegetativa. Sus parientes, familiares y amistades le rogaron a la Santísima Madre María de Akita que curara a la mujer encamada colocando la fotografía de la estatua de las lágrimas junto a la almohada. Entonces, una visión de la Virgen María, que era exactamente la misma imagen que la de la Santísima Madre María de Akita, se le apareció a la Sra. Teresa Chun a la medianoche del 4 Agosto, en medio de la coma.
Entonces, quedó totalmente curada. Los radiografías de su cerebro —tomadas en el Hospital de San Pablo en Seoul— certifican la total desaparición del cáncer de su cerebro.

Después de la curación, la Sra. Teresa Chun declaró: “La Santísima Madre María de Akita, quién tenía un cordero blanco en sus brazos, se me apareció, cuando estaba encamada, y exhaló sobre mi frente tres veces. Vi que la lana del cordero se movía y agitaba debido a las fuertes exhalaciones de la Santísima Madre.”

Este milagro fue atestiguado por el Dr. Gil Song Lee con un certificado médico, el cual fue enviado a la Santa Sede junto con un documento escrito por el Padre Maryknoll Roman Theisen, S.T.D., entonces jefe del Tribunal Arquidiocesano de la Sede de Seul. La Iglesia de Corea del Sur estableció un comité que se formó para trabajar por la canonización de 103 mártires Coreanos y envió documentos reportando su curación a la Santa Sede.
El milagro fue empleado para obtener la autorización de la Santa Sede para la solicitud del comité por la canonización de 103 mártires.

El otro de los dos milagros, es la curación de la sordera completa de la misma Sor Agnes en 1982. Para entonces, ya habían pasado nueve años desde que perdió el oído en 1973. El 30 Mayo, en festividad de Pentecostés, su sordera fue curada al momento en que recibió la bendición con el Santísimo Sacramento en la custodia que yo elevé en la capilla.

Al momento en que se dio la bendición con la Eucaristía, ella oyó una campanilla de adoración tocada por otra hermana religiosa. Su curación fue atestiguada en un certificado médico emitido por el Dr. Tatsuhiko Arai, del Hospital de la Cruz Roja en Akita.

San Bernardo, un Doctor de la Iglesia, proporcionó una intuición profunda en relación con esta verdad en uno de sus sermones: “El anciano y justo hombre Simeón profetizó que la Virgen María sufriría un martirio espiritual. Simeón le dijo a María que el niño Jesús estaba destinado para ser una señal de rechazo. Entonces, le dijo a María que una espada también atravesaría su corazón.” Entonces, San Bernardo continuó diciendo en la forma de una oración acerca de lo que sucedió en el Calvario, “Querida y Santa Madre, tu corazón fue ciertamente atravesado por una espada. La lanza empleada por el soldado Romano no pudo perforar el cuerpo de tu Hijo sin perforar tu corazón. Después de la muerte de Jesús, la cruel lanza perforó el costado de nuestro Señor sin misericordia. Jesús, quién ya estaba muerto para ese momento, no sintió ningún dolor. Pero esta lanza ciertamente perforó tu corazón…. Es apropiado que yo diga que tu eres más grande que los mártires”.

¡Cuantas lágrimas derramó nuestra Santísima Madre cuando fue testigo del continuo sufrimiento de Jesús en la Cruz!. La intensidad de los sufrimientos de María están más allá de lo que pudiera imaginar cualquier ser humano. Los sufrimientos de María al pie de la Cruz fueron, en un sentido místico, los dolores de parto, cuando aceptó ser la madre de todos los fieles de acuerdo al plan de Dios, quien quiso darle a la humanidad la verdadera Madre Celestial quién continúa cuidando a los creyentes hasta el fin del mundo.

A través de su humilde aceptación de los dolores místicos de un parto, se convirtió en la madre del Cuerpo Místico de Cristo al cual pertenecemos como sus miembros. Primero, concibió en su casto vientre a Jesús, la cabeza del Cuerpo Místico de Cristo, y después, a través del proceso de su Corredención, comenzó a dar a luz a los miembros de Su Cuerpo Místico, que son la comunidad formada por las generaciones de todos los creyentes Católicos.

Debido a que el proceso místico de la aplicación de los efectos del sacrificio Redentor de Cristo continúa hasta el fin del mundo, las actividades de intercesión de María como la Mediadora de todas las gracias, que han fluido desde la Redención, también continúan, al mismo tiempo que actúa como una especial subordinada a Jesús y al Espíritu Santo, el Santificador.

En medio de este proceso místico y real de la distribución conjunta de gracias, Jesús y nuestra Santísima Madre están juntos luchando contra Satanás para ayudar a los creyentes a unirse con valor en la Redención subjetiva, o en la aplicación de los efectos del sacrificio de Cristo. Debido a ésta lucha mística con Satanás —donde están en juego la vida eterna de las almas— uno puede afirmar que nuestra Madre Celestial todavía sigue ofreciendo sus dolores místicos del parto por todos nosotros, por todos los creyentes, al mismo tiempo que actúa como un instrumento de gracias para santificarnos.
Al hacer esto, la Santísima Madre hace una mediación de las gracias de acuerdo con la voluntad y los deseos de Jesucristo, al mismo tiempo que distribuye gracias como una subordinada del Espíritu Santo.

Al reconocer las realidades de esta Redención subjetiva, los creyentes deben usar su libre voluntad para ofrecer sus sufrimientos, oraciones y sacrificios por amor, para cooperar en los efectos del sacrificio de Jesús que serán aplicados a sus almas. De esta manera, son llevados a unirse en la lucha de la Santísima Madre contra Satanás. Esta es la razón por la cual Dios le dijo a la serpiente, “Enemistad pondré entre ti y la mujer, y entre tu linaje y su linaje.”

Porque esta lucha continuará hasta que nuestra Madre complete el proceso de dar a luz a todos los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, y, en este sentido, sus dolores místicos de parto continuarán hasta el fin del mundo. Este es el significado más profundo de su Corredención. Las lágrimas derramadas por la estatua de madera de Nuestra Señora de Akita es la evidencia sólida que Dios ha manifestado en la historia, con el fin de demostrar la larga enemistad entre Satanás y nuestra Santísima Madre.

En medio de este perenne antagonismo, el Rosario es nuestra poderosa arma. Con esto, clamamos a nuestra Abogada para que “ruegue por nosotros los pecadores”. Y nuestra Santísima Madre, Mediadora de todas las gracias bajo el Espíritu Santo, aplastará la cabeza de la Serpiente en una batalla a la cual debemos unir nuestra libre voluntad y responsabilidad.

Las Escrituras dicen: “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María la esposa de Cleofás, y María Magdalena (Juan 19:25)”. Esto significa que las otras dos mujeres, también de nombre María, estaban de pie, mientras lloraban a la vista de Jesús crucificado. Pero las lágrimas de las otras dos Marías eran derramadas por compasión por los sufrimientos de Jesús, por lo tanto no tienen la misma profundidad de significado en sus lágrimas.

En un marcado contraste, las lágrimas de la Santísima Virgen María eran lágrimas que resultaban de sus dolores espirituales cuando dio su pleno consentimiento al sacrificio de su divino Hijo Jesús y lo ofreció al Padre Celestial como la madre del Redentor de la humanidad. En su mente y en su alma, la Santísima Madre no exigió ver a Jesús debido a su obediencia a Dios y debido a su conocimiento de que el Sacrificio de Jesús era necesario para redimirnos a nosotros, la humanidad.

Por lo tanto, hay un abismo esencial entre el significado de las lágrimas de la Santísima Virgen María y el de las lágrimas de las otras dos Marías. Las lágrimas de la Santísima Virgen María fueron las lágrimas de la Corredención objetiva y mística.

¿Cuál es el significado de las divinas revelaciones de las lágrimas de la Corredención usando la estatua de la Santísima Virgen María, en relación con la crisis que abarca la Iglesia Católica Romana en todo el mundo?

Desde la clausura del Concilio Vaticano II, los movimientos ecuménicos han ido ganando fuerza en muchos países. El alcance del significado del ecumenismo ha sido ampliado para significar un diálogo con religiones no Cristianas. Muchos proponentes del ecumenismo dicen que las enseñanzas de otras religiones tienen ciertos grados de verdad relativo a la ética y a la moral, pero se les olvida llamar una específica y especial atención a la Redención de Jesucristo. El resultado ha sido que el verdadero significado de la Redención ha quedado confuso en las mentes de muchos Católicos.

Aun en contra de los antecedentes de esta situación mundial, el dogma de la Redención de Jesucristo crucificado en la cruz continúa emitiendo una luz única. Las religiones que no son Cristianas no tienen la Redención entre sus enseñanzas. La verdad de la Redención por Jesucristo quién sufrió por los pecados de la humanidad ofreciéndose a si mismo en el sacrificio de la cruz para satisfacer la justicia de Dios, es algo único y tiene un valor absoluto.

Si los clérigos Católicos y los laicos desechan o comienzan a darle menos valor a esta Redención, se va a crear un serio peligro de que todas las doctrinas y dogmas Católicos pierdan su significado. Tenemos que considerar este peligro. Si la Iglesia Católica Romana usa mal o no entiende el valor tan especial de la Redención, va a terminar degenerándose en simplemente una secta entre numerosas sectas religiosas de todo el mundo.

Creo que la razón por la cual la Corredención Mariana está ahora bajo el escrutinio internacional en los últimos años, es que Dios está tratando de revivir una seria atención de los Católicos hacia el dogma de la Redención.

El hecho de que este movimiento del dogma esté ganando terreno parece tener conexiones místicas con el plan de Dios para conducir al Santo Padre a definir y promulgar el dogma de la Corredención Mariana. Cuando el Santo Padre promulgue el dogma de la Corredención de acuerdo al plan Divino, esto revivirá la fe de muchos Católicos en el dogma de la Redención de su Hijo, Jesucristo.

El Padre Celestial, ofendido por la proliferación de los valores inmorales y las enseñanzas teológicas heréticas en el mundo de hoy, aparentemente hizo que la estatua de madera de la Santísima Madre en Akita derramara lágrimas, con el fin de ayudarle a los creyentes Católicos a entender más fácilmente la verdad de su Corredención, y a conducirlos a abrazar su fe Católica en la Redención y en la Corredención como sus verdaderos valores heredados.

VIDEO

(Our Lady of Akita, communion in the tongue)

Esta es la segunda parte de la exposición del Padre Thomas Aquinas Yasuda sobre el Mensaje de las apariciones de Nuestra Señora de Akita, Japón. El Padre Yasuda ha sido el director espiritual de la visionaria, Sor Agnes Sasagawa de Nuestra Señora, la cual es cálidamente conocida como la “Fátima del Oriente”…

 
 

Entre su email para recibir nuestra Newsletter Semanal en modo seguro, es un servicio gratis:

 
 

Categories
Apariciones y Visiones Catequesis sobre María Doctrina Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA REFLEXIONES Y DOCTRINA

El dogma María Corredentora, Medianera y Abogada pedido por Nuestra Señora de Todos los Pueblos

En las revelaciones de la Virgen María en Amsterdam a una humilde y sencilla mujer Holandesa, Ida Peerdeman (1906-1996), desde Marzo 25 de 1945 hasta Mayo 31 de 1959, pidió que la Iglesia Católica apruebe el Dogma de la santísima Virgen como Corredentora, Mediadora y Abogada.

…VER VIDEOS…

En el curso de estas revelaciones Nuestra Señora mencionó que ella deseaba ser conocida como “La Señora de Todos los Pueblos”. Ella pidió que se hiciera un dibujo de acuerdo a sus indicaciones (algo similar a la popular imagen en la medalla milagrosa) y que esta se distribuyera junto con una oración que ella le dictó a la visionaria.

Después de la definición dogmática de la Asunción por el Papa Pío XII el 1 de Noviembre de 1950, Nuestra Señora le dijo a Ida que esta definición tenía que preceder “último y mas grande dogma”: el de María Corredentora, Mediadora y Abogada, para los cuales la pintura y la oración iban a preparar el camino.

Nuestra Señora de todos los Pueblos abre entonces la vía al triple y último dogma mariano. La Señora de todos los Pueblos promete que este dogma traerá la verdadera paz al mundo.

El término “Corredentora” jamás pretende disminuir la preponderancia y la universalidad de la obra de mediación de Cristo, sino que se refiere a ella y también muestra la fuerza.

El término “Corredentora” tiene una larga tradición en la Iglesia. Se puede encontrar en los escritos de los Padres de la Iglesia, de santos y de papas. Edith Stein, Maximiliano Kolbe, Padre Pío, Madre Teresa y sor Lucía de Fátima lo han defendido fuertemente en los tiempos actuales. Juan Pablo II ha usado el término varias veces.

Los obispos holandeses resaltan que sólo Cristo es el Mediador entre Dios y el hombre (ver 1Tim 2,5). Todo lo que María da proviene de Él. Sin embargo Ella es también Corredentora porque fue de ayuda en la obra de redención y participó en ésta (ver Lc 1,38).

Mons. J.M. Punt lo expresó de la siguiente manera: “Esencialmente, cada ser humano está llamado a cooperar en la redención a través de Jesucristo, para completar –como escribe San Pablo- en nuestro cuerpo lo que le falta a su sufrimiento. Todas nuestras oraciones, sufrimientos y obras se vuelven redentoras en la medida en la cual el ser humano está unido a Cristo, en la fe y en la vida” (ver Salvifici Doloris No. 25, Papa Juan Pablo II). María tiene un puesto único en todo esto: su maternidad Divina la une en modo supremo con Él, desde el momento de su nacimiento hasta su muerte y más allá.

Concebida sin pecado, fue creada en la plenitud y la libertad original, así como Dios lo quería para el género humano. Por esto pudo responder en libre sumisión al amor y a la obra de redención de Dios en nombre de la humanidad. Como “Socia del Redentor”, estaba predestinada a seguir la misma vía de Cristo, perseverando hasta la cruz. (ver Jn 19,26-27).

Este papel de corredención y mediación de María no es una invención humana, es un plan de Dios, deseado por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Proclamando este dogma en un modo solemne, la Iglesia daría su libre consentimiento a la redención y glorificaría a Dios mismo reconociendo su plan de salvación.

Esta proclamación solemne haría posible a María revelar plenamente la preeminencia de sus títulos y de su maternidad universal y de conceder “gracia, redención y paz” a la humanidad y al mundo. Es la vía hacia una nueva “Caná”, que da a María la posibilidad de tocar el Corazón del Hijo y realizar una efusión única del Espíritu Santo en nuestros dramáticos tiempos. Es la puerta de la nueva evangelización y del verdadero ecumenismo en el Tercer Milenio.

Los primeros cuatro dogmas marianos se centran en la vida de María y en su Asunción al cielo. El quinto dogma quiere formular ahora su papel universal en el plan redentivo de Dios. “Pues una vez recibida en los cielos”, dice el Concilio Vaticano, “no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación”. (Ver Lumen Gentium No. 62).

Fue tan solo después de que los cuatro dogmas acerca de la persona de María [que ella es (1) Madre de Dios y (2) Siempre Virgen; que ella fue (3) Inmaculadamente Concebida y (4) Asunta al Cielo] fueran solemnemente propuestos por la autoridad magisterial de la Iglesia, que la escena estaría preparada para un dogma relativo a la función o rol de María en el trabajo de la salvación bajo el triple nombramiento de Corredentora, Mediadora y Abogada.

De acuerdo a estas revelaciones recibidas por Ida Peerdeman, la misma Virgen de manera efectiva afirmó que “el último y mas grande Dogma Mariano” ya es parte de la doctrina patrimonial de la Iglesia. Debe ser sacado a la luz y aclarado todavía mas por el trabajo de los teólogos y apropiado por toda la Iglesia.

Nuestra Señora también indicó que habría una lucha en este aspecto, pero ella nunca sugirió que el dogma sería definido en base a una revelación privada, aunque sea muy digna de crédito. Esto está totalmente de acuerdo con la sabiduría milenaria de la Iglesia. Por ejemplo, en su magistral encíclica sobre el Sagrado Corazón de Jesús, Haurietis Aquas, el Papa Pío XII se esforzó en resaltar que la doctrina de la Iglesia sobre el Sagrado Corazón de Jesús no se origina a partir de las revelaciones a Santa Margarita Maria Alacoque, aun si estas hayan aportado el mayor ímpetu para la devoción en tiempos modernos. En lugar de eso, el Papa Pío XII con firmeza declaró que la doctrina y devoción de la Iglesia están basadas en las fuentes fundamentales de revelación: las Escrituras y la Tradición.

Los títulos de Corredentora, Mediadora y Abogada nos permiten visualizar el rol de María en nuestra salvación de una manera lógica y coherente: Es precisamente debido a la participación especial e íntima de Nuestra Señora en el trabajo de la redención (como Corredentora) que ella puede ser la distribuidora (Mediadora) de todas las gracias y la gran intercesora (Abogada) para sus hijos después del mismo Jesús (cf. Heb. 7:25; 1Jn 2:1) y el Espíritu Santo (cf. Jn 14:16, 26; 15:26; 16:7).


VIDEO

María Correndentora Mediadora y Abogada II – (1 de 6)

María Correndentora Mediadora y Abogada II – (2 de 6)

María Correndentora Mediadora y Abogada II – (3 de 6)

María Correndentora Mediadora y Abogada II – (4 de 6)

María Correndentora Mediadora y Abogada II – (5 de 6)

María Correndentora Mediadora y Abogada II – (6 de 6)

 

Entre su email para recibir nuestra Newsletter Semanal en modo seguro, es un servicio gratis:

 

Categories
Catequesis sobre María Doctrina Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA REFLEXIONES Y DOCTRINA

Algunos antecedentes sobre la Corredención

«El Padre y el Hijo quieren enviar en este tiempo a María, la Señora de todos los Pueblos, como Corredentora, Medianera y Abogada» (31.05.1951).

Este pedido de la Virgen María recuerda el pedido de la consagración de mundo y Rusia al Sagrado Corazón en las apariciones de Fátima, que fue realizado mucho tiempo después y por diferentes Papas, aunque muchas veces en forma incompleta porque no participaron todos los Obispos como pedía María.

El hecho sucedió en Amsterdam (Holanda), donde la Santísima Virgen se apareció a la vidente Ida Peerdeman, desde 1945 a 1959. Esta aparición fue aprobada como de «origen sobrenatural» por el obispo José María Punt de Haarlem-Amsterdam (Holanda) el 31 de mayo del 2002 después de un estudio minucioso que duro más tres décadas.

Los mensajes de Amsterdam tienen un lugar único en la historia de las apariciones marianas, precisamente porque en nuestra época moderna María viene con su nuevo título de ‘Señora de todos los Pueblos’, y pide que sea proclamado el último dogma mariano.

 

AUN NO ES DOGMA EN LA IGLESIA

Cuando se habla de María Corredentora, Mediadora y Abogada, es importante saber que se trata de verdades reconocidas por la Iglesia en tanto doctrina.

Entonces este debate, entre Católicos, debería más bien analizar si el Santo Padre debiese proclamarlas dogmáticamente.

Quienes promueven el dogma de la Corredención no son simples teólogos aislados como pueden opinar algunos desinformados, muchos Cardenales y Obispos apoyan públicamente al movimiento Vox Populi que promueve este dogma.

La Madre Teresa de Calcuta por ejemplo, era una fuerte abogada del quinto dogma y de dicho movimiento, habiendo firmado la petición para el dogma.

 

SANTOS RECIENTES O EN PROCESO QUE INVOCARON A MARÍA COMO CO-REDENTORA

•San Padre Pio
•Sta. Francis Xavier Cabrini
•Sta. Gemma Galgani
•San. Maximiliano Kolbe
•San Leopold Mandic
•Sta. Teresa Benedicta de la Cruz
•San. Jose Maria Escriva
•Madre Teresa de Calcuta
•Siervo de Dios Juan Pablo II
•Hna Lucia de Fátima

 

CARDENALES DE VOX POPULI (*)

•Ernesto Cardenal Corripio Ahumada
•Luis Cardenal Aponte Martínez
•Francis Cardenal Arinze
•Paulo Evaristo Cardenal Arns
•Obando Cardenal Bravo
•Guiseppe Cardenal Caprio
•John Cardenal Carberry
•Mario Luigi Cardenal Ciappi
•Albert Cardenal Decourtray
•José Cardenal Freire Falcao
•Juan Francisco Cardenal Fresno
•Edouard Cardenal Gagnon
•Józef Cardenal Glemp
•Hans Hermann Cardenal Groër
•Henryk Roman Cardenal Gulbinowicz
•Franjo Cardenal Kuharic
•Juan Cardenal Landázuri Ricketts
•Emmanuel Cardenal Nsubuga
•Franjo Cardenal Kuharic
•Juan Cardenal Landázuri Ricketts
•Emmanuel Cardenal Nsubuga
•John Cardenal O’Connor
•Silvio Cardenal Oddi
•Maurice Michael Cardenal Otunga
•Antony Cardenal Padiyara
•António Cardenal Ribeiro
•Opillo Cardenal Rossi
•Pietro Cardenal Palazzini
•Raul Francisco Cardenal Primatesta
•Aurelio Cardenal Sabattoni
•Alexandre Cardenal José Maria dos Santos
•Jaime Cardenal Sin
•Alphonse Cardenal Stickler
•Joseph Cardenal Satowaki
•Christian Cardenal Tumi
•Paulos Cardenal Tzadua
•Corrado Cardenal Ursi
•Ricardo Cardenal Vidal

(*) Esta lista fue realizada por corazones.org en el 2002

«Cuando el dogma… sea proclamado, entonces la Señora de todos los Pueblos dará la verdadera paz al mundo» (31.05.1954).

Entre su email para recibir nuestra Newsletter Semanal en modo seguro, es un servicio gratis:


Categories
Catequesis sobre María Doctrina FOROS DE LA VIRGEN MARÍA Foros de la Virgen María REFLEXIONES Y DOCTRINA

Estado de la Doctrina de la Corredención de María

El padre Jean Galot, S.J., hace una puesta al día panorámica sobre esta discusión.
Es Profesor de teología en la Universidad Gregoriana Pontificia de Roma, y conocido internacionalmente por sus amplios estudios bíblicos y teológicos, particularmente en el área de cristología. Colabora frecuentemente con L´Osservatore Romano…

…CONTIENE VIDEOS…

El título de María Corredentora es una polémica que atraviesa varios siglos, como todas las definiciones importantes en la Iglesia Católica, las cuales son largamente debatidas en tiempos históricos no humanos y la posición final va surgiendo de hecho por el uso y creencia de los fieles.

La manera de poder entender la cooperación que tuvo María en la redención ha sido objeto de muchas discusiones entre los teólogos. Algunos han expresado repugnancia u objeciones prematuras en contra de los términos «corredención» y «Corredentora». Esta corriente de oposición ha tenido como resultado una abstención por parte del concilio Vaticano II, que evadió esos términos en su exposición sobre la doctrina mariana, en el capítulo VIII de Lumen gentium (LG). De hecho, el concilio se abstuvo de querer determinar asuntos que al parecer no estaban suficientemente claros y que seguían siendo fuentes de controversia.

No hay razón para sorprenderse de controversias similares, que surgen en muchos sectores de la teología; en el pasado, éstos caracterizaron el desarrollo de la doctrina mariana. Basta con recordar el título de «Madre de Dios,» al que se opuso Nestorio antes de que fuera proclamado por el consejo de Efeso y cómo la Inmaculada Concepción provocó largas y animadas discusiones a lo largo de los siglos, antes de ser definido por Pío IX en 1854.

En cuanto a la corredención, algunos teólogos mantienen sus reservas o temores doctrinales de estado; pero podemos afirmar que, en términos generales, la cooperación de María al sacrificio redentor, encuentra cada ver mayor aceptación. Nos gustaría aclarar los puntos esenciales de esta doctrina, recordando los problemas teológicos que han causado las controversias y la solución que se les ha dado o que sería apropiado dárseles.

 

EL TÍTULO DE CORREDENTORA

La omisión del título Corredentora en la exposición conciliar sobre la doctrina mariana se vuelve mucho más significativa, en virtud de que la petición a favor de la definición de María como Corredentora de la raza humana, fue propuesta por alrededor de cincuenta de los padres. Sin embargo, en tanto se abstuvo de atribuir este calificativo a María, el concilio no rechazó para nada la idea de una cooperación en la obra de la redención. De hecho, subrayó la unión de la Madre con el Hijo en la obra de salvación, una unión que «se hace manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte» (LG, n.57). Esta cooperación podría llamarse corredención, dado que el término en sí mismo significa cooperación en la redención, sin más especificaciones.

El concilio habría estado en posibilidades de utilizarlo sin hacer mención de que alguna teología en particular lo había aprobado, como lo hizo con el título de «mediadora», que introdujo, además de otras designaciones, la de abogada, auxiliadora y benefactora, con objeto de no darle significados técnicos precisos (LG. n.62). Además, manifestó un apego definitivo a este título, cuando rechazó una enmienda que quiso eliminarlo, en virtud de la ambigüedad que podría tener ese término en relación con la mediación única de Cristo, y a la conveniencia ecuménica. Como compensación, rechazó cualquier uso del título Corredentora.

Si evadió este título fue porque el concilio fue acusado de sugerir que rol de María era demasiado similar al de Cristo, una especie de competencia o igualdad que es incompatible con la unicidad del Salvador. Ya en el siglo XVII, A. Widenfeld expresó por boca de la Virgen a sus «indiscretos devotos»: «No me llamen salvadora o Corredentora» para que nada le sea quitado a Dios.

En efecto, el término «salvadora» podría suscitar reservas y requeriría de una explicación basada en la naturaleza de la Madre del Salvador; pero el término «Corredentora» no presenta la misma dificultad, ya que expresa claramente una cooperación y no pone en peligro la acción soberana de Cristo.

Cuando apareció en un himno del siglo XV, fue señal de evolución con respecto al título de «redentora» que hasta ese momento fue atribuido a María como Madre del Redentor. Aquí hubo un progreso: «redentora» podría haber sugerido un rol paralelo o idéntico al de Cristo, mientras que «Corredentora» indicaba, en el himno, «aquella que sufrió con el Redentor».

Al principio, María era considerada, sobre todo, como la mujer que había dado a luz al Redentor; en virtud de esta maternidad, el origen de la obra de salvación se reconoció en ella y fue llamada «Madre de la salvación,» «Madre de la restauración de todas las cosas.»

Una reflexión doctrinal más detallada, había hecho entender cómo María no sólo era la Madre que había dado a luz al Redentor para la humanidad, sino también aquella que había participado muy especialmente de los sufrimientos de la pasión y del ofrecimiento del sacrificio. El título de Corredentora expresa esta nueva perspectiva: la asociación de la Madre en la obra redentora del Hijo.

Se debe hacer notar que este título no reta la absoluta primacía de Cristo, ya que en ningún momento sugiere una igualdad. Sólo Cristo es llamado el Redentor; Él no es Corredentor, sino simplemente Redentor. En su función como Corredentora, María ofreció su colaboración maternal en la obra de su Hijo, una colaboración que implica dependencia y sumisión, ya que sólo Cristo es el maestro absoluto de su propia obra.

La corredención asume una forma única en María, en virtud de su oficio de Madre. Sin embargo, debemos hablar de la corredención en un contexto mucho más amplio, con el objeto de incluir a todos los que están llamados a unirse en la obra de la redención.

En este sentido, todos están destinados a vivir como «corredentores,» y la Iglesia misma es Corredentora. A este respecto, no nos podemos olvidar de lo que afirma Pablo en cuanto a que somos partícipes de la senda redentora de Cristo: en el bautismo somos «sepultados con Cristo» (Rm. 6:4); en fe estamos ya «resucitados con» Él (Col. 2:13; 3:1); «Dios…nos vivificó juntamente con Cristo…y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús» (Ef. 2:5-6).

Esta participación es el resultado de la acción soberana del Padre, pero implica igualmente que nos involucremos personalmente. Siendo partícipes de esta nueva vida de Cristo, somos capaces de cooperar en la obra de salvación. San Pablo tenía una clara conciencia de su misión cuando dijo: «Somos colaboradores de Dios» (I Co. 3:9).

La afirmación es atrevida; sin embargo, el Apóstol no perdió su sentido de trascendencia divina y no quiso igualarse a Dios. Su actividad fue guiada por un designio divino. Llamando a Jesús Señor, lo reconoció como maestro absoluto de su vida y de su actividad, pero esta total dependencia no lo privó de estar consciente de que verdaderamente estaba cooperando con Dios. Si todos están llamados a ser cooperadores con Dios, según la expresión paulina, la «corredención» asume su extensión más amplia. El debate suscitado por la legitimidad del título «Corredentora,» nos ayuda a descubrir de mejor manera nuestra propia misión de corredención.

Algunos han hecho acusaciones de que con los privilegios Marianos se crea un surco entre la Madre de Jesús y nosotros; en realidad, esos privilegios están destinados, en el plan divino, a acercar a María con la humanidad, con el objeto de que la gracia tenga un despliegue más abundante.

Entretanto, la cooperación de María en la redención, con un carácter único y a un nivel sin igual, nos invita a acoger de manera más ardiente nuestra misión y nuestra responsabilidad en un mundo que necesita salvación. Si María no puede ser llamada la Corredentora, tampoco los Cristianos pueden ser considerados como corredentores. La condición que tiene toda la Iglesia en su misión Corredentora, vierte luz sobre María, el primer modelo de cada redención.

 

EL CARÁCTER ÚNICO DE CORREDENCIÓN

El carácter único de la corredención propio de María, se manifiesta sobre todo en su cooperación en el misterio de la encarnación. Con su cooperación, María ejercitó una influencia en toda la obra de salvación y en el destino de todos los seres humanos. Su corredención asume una extensión universal que la diferencía de cualquier otra.

Con objeto de poder entender de mejor manera esta diferencia, uno debe recordar la distinción que propuso Scheeben y que adoptaron muchos teólogos, entre la redención objetiva y la subjetiva.

La objetiva, indica la obra que adquirió todas las gracias de la salvación para la humanidad; esta obra llega a su cumplimiento con la muerte y la glorificación de Cristo. En virtud de la redención objetiva, podemos afirmar que todos los hombres han sido salvados, incluso aquellos que nacerán en el futuro, hasta el fin del mundo.

Sin embargo, la redención objetiva alcanza concretamente su efecto, solamente por medio de la redención subjetiva, esto es, por medio de la aplicación de los frutos del sacrificio redentor en las personas individuales. Esta aplicación se realiza en el curso de la historia en todos los hombres que viven sobre la tierra con la correspondencia de su libertad. Particularmente en los Cristianos, esto consiste en su crecimiento conforme a la gracia, lo cual es favorecido por los sacramentos y por su participación en la vida de la Iglesia. La gracia redentora penetra cada persona con objeto de transformarla, en la medida de su apertura y respuesta.

María cooperó de manera personal para que la gracia se incrementara en su vida. Asimismo, participó en el desarrollo de la comunidad primitiva; con su oración, su testimonio y acción, sostuvo la fortaleza de los primeros discípulos en su unión con Cristo y en su misión evangelizadora. Desde este punto de vista, ella ha sido Corredentora en el campo de la redención subjetiva y su corredención ha tomado la forma más pura y perfecta.

No obstante, su corredención se ejercita sobre todo en la obra de la redención objetiva. Con su cooperación maternal en el nacimiento del Salvador, María ha contribuido de una manera totalmente singular al don de la salvación para toda la humanidad. Ella es la única creatura que recibió el privilegio de cooperar en la ejecución de la redención objetiva: su consentimiento al plan divino era decisivo en el momento de la anunciación.

La afirmación de la corredención no se limita a iluminar el oficio maternal que ganó al Salvador para la humanidad, sino que también le atribuye a María una cooperación que tiene una relación directa en el sacrificio redentor. En tanto que la grandeza de la «Madre de Dios» ha sido afirmada desde los primeros siglos, ha sido necesario un tiempo más largo para tomar explícitamente en consideración su compromiso en el sacrificio redentor.

En el Este, un monje bizantino a finales del Siglo X, Juan el Geómetra, fue el primero en enunciar la participación de María en la pasión con una intención de redención. En Occidente, San Bernardo (+1153) subraya, en relación a la presentación de Jesús en el templo, el ofrecimiento que hizo María para nuestra reconciliación con Dios.

Su discípulo y amigo, Arnoldo de Chartres (+ después de 1156), al contemplar el sacrificio del calvario, discierne en la cruz «dos altares, uno en el corazón de María, el otro en el cuerpo de Cristo. Cristo inmoló su propia carne, María su propia alma». «Ambos ofrecieron igualmente a Dios el mismo holocausto». De esta manera, María «obtuvo con Cristo la meta común de la salvación del mundo». Arnoldo ha sido llamado protagonista de la corredención mariana, porque expresó claramente el elemento más específico que caracterizaría entonces la doctrina de la corredención: una cooperación en la redención objetiva, no sólo con la maternidad que obtiene al Salvador para la humanidad (cooperación llamada mediata o indirecta), sino también al asociarse en el ofrecimiento del sacrificio redentor (redención inmediata o directa).

Esta cooperación en la obra redentora encuentra un fundamento sólido en el Evangelio. De hecho, el mensaje de la anunciación no sólo ilustra a María sobre la personalidad de su Hijo, sino también sobre su obra mesiánica, por lo que su consentimiento implica sumisión al servicio de esta obra.

La presentación de Jesús en el templo toma un nuevo significado después de la profecía de Simeón, ya que María puede vislumbrar la espada que está destinada a perforar su alma: el gesto del ofrecimiento de su Hijo está orientado hacia un drama misterioso, al punto que aquí podemos ver delineado el primer ofrecimiento del sacrificio redentor, un ofrecimiento más específicamente materno. La presencia de María en el calvario, al lado de Cristo crucificado, manifiesta la voluntad de la Madre de unirse con la intención del Hijo, y de compartir su sufrimiento para el cumplimiento de su obra.

El concilio Vaticano II reconoció claramente esta cooperación. Al comentar la respuesta de María al mensaje del ángel, el Vaticano II afirmó que María «se consagró totalmente como esclava del Señor a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo con diligencia al misterio de la redención con Él y bajo Él, con la gracia de Dios omnipotente» (LG. n. 56).

Esto es lo que acentúa su continua unión con Cristo al cooperar con su obra: «concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, padeciendo con su Hijo cuando moría en la cruz, cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra Madre en el orden de la gracia». (ibid., n. 61).

Sin utilizar el término «Corredentora,» el concilio claramente enunció la doctrina: una cooperación de índole única, una cooperación maternal en la vida y obra del Salvador, que alcanza su ápice al participar del sacrificio en el calvario, y que está orientada a restaurar sobrenaturalmente a las almas. Esta cooperación está en los orígenes de la maternidad espiritual de María.

 

MARÍA FUÉ REDIMIDA PARA PODER SER CORREDENTORA

La cooperación de María en la redención objetiva plantea con un mayor enfoque el problema del único Salvador. Jesús mismo está considerado como el único Redentor, al declarar que el Hijo del Hombre vino a servir y «a dar su vida como rescate por muchos» (Mc. 10:45; Mt. 20:28). No hay otro rescate más que el de su propia vida; ninguna otra fuente de salvación, fuera de su sacrificio. Esta declaración encuentra un eco en la afirmación de la Primera Epístola a Timoteo: «Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos» (1Tm 2:5-6).

Este último texto ha sido frecuentemente invocado con el objeto de excluir, tanto la corredención, como el título de mediadora aplicado a María. Algunos no dejan de mencionar esta afirmación sobre el único mediador, para combatir la doctrina mariana. No obstante, como lo ha subrayado el Vaticano II: «la mediación única del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas diversas clases de cooperación, participada de la única fuente» (LG. n. 62).

En su misión de cooperación, María de ninguna manera entra en competencia con Cristo y tampoco se convierte en otra fuente de gracia junto a Él. Ella recibe del único Redentor su habilidad de cooperar, por lo que Cristo permanece siendo la única fuente. El concilio enuncia de manera más precisa esta verdad que es esencial para entender la doctrina de la corredención: la influencia que ejerce la Virgen para la salvación del hombre «fluye de la superabundancia de los méritos de Cristo; se apoya en la mediación de éste, depende totalmente de ella y de la misma saca todo su poder» (LG. n. 60).

En la carta a Timoteo, es claro que el principio del único mediador no excluye otras mediaciones participativas, ya que el autor recomienda oraciones e intercesiones por todos los hombres, que es como decir, una mediación de intercesión fundada en la mediación de Cristo. Es más, recordemos que la afirmación del único mediador que se ofrece a sí mismo como rescate por todos simplemente transfiere, en términos consonantes al idioma griego, la palabra de Jesús acerca del Hijo del Hombre que ha venido para dar su propia vida como rescate por muchos.

Ahora bien, conforme enunciaba que su misión era aquella del único Salvador, Jesús deseaba que sus discípulos compartieran esta actitud de servicio y sacrificio. En este sentido, Él quería que ellos participaran de su misión. Su intención no era en lo absoluto excluir cualquier participación.

No obstante, la doctrina de participación en la redención objetiva, tenía que enfrentar otra objeción. ¿Cómo pudo María haber contribuido con la redención objetiva, cuando ella misma necesitaba ser redimida? Si ella cooperó con esta redención, fue porque sin ella, la redención no se había cumplido aún. Pero en el caso de que esta redención no se había cumplido aún, ella misma no podía beneficiarse de ella. Asimismo, la corredención supondría que la redención está en el acto de ser cumplida y que ya se ha realizado, algo que es contradictorio.

La contradicción desaparece cuando uno entiende la naturaleza particular de la redención ya prevista y que pertenece a la Corredentora. Es muy cierto que María tenía que ser rescatada para poder colaborar activamente en la obra de salvación. Debemos también añadir que esta condición de ser rescatada contribuye a darle un sentido a su cooperación: María se distingue de Cristo por su contribución en la obra, no sólo porque es simplemente una criatura y porque es mujer, sino también porque ha sido rescatada.

Su ejemplo nos ayuda a entender de mejor manera, que incluso aquellos que necesitan ser redimidos, están llamados a colaborar en la obra de la redención. Sin embargo, en María existe algo único: de acuerdo con la Bula que definió la Inmaculada Concepción, ella ha sido rescatada «de una manera más sublime.»

Esta distinción más elevada consiste sobre todo en el hecho de que María fue rescatada antes de que se efectuara la redención de toda la humanidad y con el objeto de que se efectuara con su cooperación. La primera intención del sacrificio redentor, según el plan divino, tenía que ver con el rescate de María, realizado con miras a nuestro rescate. Cristo redimió en primer término a su propia Madre, después, con su colaboración, al resto de la humanidad.

Por lo tanto, mientras ella fue asociada al sacrificio del calvario, María ya se había beneficiado, ante todo, de los frutos del sacrificio, y actuó en la capacidad de una criatura rescatada. Pero ella cooperó verdaderamente en la redención objetiva, en la adquisición de las gracias de la salvación para toda la humanidad.

Su redención fue comprada antes que la de otros seres humanos. María fue rescatada únicamente por Cristo, para que toda la humanidad fuera rescatada por Cristo con la colaboración de su Madre. Por ello, no existe contradicción: la corredención implica la redención prevista de María, pero no el cumplimiento previsto de la redención de la humanidad; expresa la situación única de la Madre quien, al haber recibido una gracia singular de su propio Hijo, coopera con Él para obtener la salvación de todos.

 

EL OFRECIMIENTO MATERNO DE MARÍA

¿Cómo puede uno cualificar con exactitud la actitud de María en el drama del calvario?.

Los primeros defensores de la corredención en Occidente, San Bernardo y Arnoldo de Chartres, definieron esta actitud como un ofrecimiento: María ofreció a su propio Hijo, o junto con su propio Hijo, ofreció un solo holocausto.

Pero al parecer, en el tiempo que se desarrollaba el concilio, la afirmación de un solo ofrecimiento provocó algo de resistencia. En el borrador que se sometió a los padres del concilio, se decía que María ofreció a la víctima que ella había engendrado, con Cristo y a través de Él; sin embargo, el texto ya revisado, se limitó a decir que María había consentido con amor a la inmolación de la víctima, porque el Vaticano II no quiso decidir sobre una cuestión que había sido objeto de recientes discusiones.

Más específicamente, algunos teólogos prefirieron hablar de aceptación en lugar de ofrecimiento. Un teólogo alemán, H.M. Köster, había publicado un trabajo que llamaba la atención, por la forma en que presentaba la cooperación de María como una simple aceptación de la obra redentora realizada por Cristo. Basando su punto de referencia en la teología de la Alianza, reconocía la necesidad de consentir con la obra de salvación, y afirmaba que, como representante de la humanidad, María había aceptado la obra llevada a cabo por Cristo, pero sin haberse asociado ella misma de manera activa. Deseaba evitar atribuir a María una acción que le habría podido quitar a Cristo la propiedad de ser el único Salvador; por lo tanto, se limitó a afirmar una causalidad receptiva.

Sin embargo, incluso una simple aceptación no podría haber sido asimilada en una mera pasividad o receptividad. La aceptación del mensaje del ángel implicaba para María un compromiso en la obra redentora. Más aún, la actitud de María no se limitó a la aceptación: en la presentación de Jesús en el templo, ofrece a su propio Hijo, sabiendo que este ofrecimiento la expone a una espada de sufrimiento. En el calvario ella muestra, con su deliberada presencia junto a la cruz de su Hijo, que ella quiere compartir su sacrificio. Jesús mismo acepta esta intención de participar en su obra, confiriéndole una nueva maternidad.

En tanto que el concilio se abstuvo de hablar de ofrecimiento con el objeto de no declararse por una opinión teológica en detrimento de otra, describe la participación de María en el drama de la pasión al declarar que, manteniéndose según el designio divino, «sufriendo profundamente con su Unigénito y asociándose con entrañas de Madre a su sacrificio» (LG. n. 58). El haber consentido con amor a la inmolación de la víctima, le proporcionó la unión más profunda con el sacrificio redentor, una participación significativa en el ofrecimiento.

No hay razón para temer afirmar este ofrecimiento, que no es una repetición inútil del ofrecimiento de Cristo ni tampoco compite con él. No pone en duda la unicidad del ofrecimiento supremo del Redentor; más bien, recibe su realidad de este.

María no hace más que ofrecer a su propio Hijo y ofrecerse ella misma y su dolor personal, y esto lo hace sólo a través de su propio Hijo. Más particularmente, el ofrecimiento con el que María se une al sacrificio redentor no es un ofrecimiento sacerdotal, que implicaría para la Madre una participación en el sacerdocio de Jesús. Es un ofrecimiento de madre muy particular y lo diferencía del ofrecimiento sacerdotal.

Al tener un carácter maternal, no es una copia del ofrecimiento de Cristo y tiene su propia raison d´être. Ofrece una contribución específica al aspecto humano del drama de la pasión. Esto también aclara la posición de la mujer con respecto al sacerdocio.

María no se ocupa del ministerio sacerdotal pero, en su capacidad como mujer, juega un papel importante e indispensable en la obra de la salvación. Está profundamente comprometida con el sacrificio redentor por derecho maternal y ofrece una cooperación tan necesaria a la obra sacerdotal de Cristo, que el Padre, en su soberano designio, requirió de esta presencia femenina para poder otorgar la salvación al mundo.

 

MÉRITO CORREDENTOR DE MARÍA

Totalmente asociada al sacrificio redentor, María está unida al mérito de Cristo. Con su ofrecimiento, el Redentor mereció la salvación de la humanidad. La oblación maternal de la Corredentora ha tenido por igual un valor universalmente meritorio, pero un valor que no puede quitarle mérito al propio efecto del sacrificio sacerdotal de Cristo.

El Salvador obtuvo para todos los hombres una sobreabundancia de gracias que no admite deficiencias y no puede necesitar un complemento. Por ello el problema: Si Cristo ha obtenido el mérito de todas las gracias, ¿cuál puede ser el objeto del mérito corredentor de María?.

Los estudios doctrinales que admiten una especie de fusión entre la cooperación de María y la actividad redentora de Jesús, evitan el problema de tal forma, que la Madre y el Hijo forman un sólo principio de eficacia salvífica, sin que sea necesario hacer una distinción entre la parte que le toca a uno y la parte del otro. Pero esta manera tan radical de concebir la asociación de María en la obra de Cristo es muy debatible, porque no puede reconocer a Cristo como el único Redentor de la humanidad y porque tiende a hacer de María una redentora unida al Redentor.

La mayoría de los teólogos que han reflexionado sobre la corredención, han buscado lo que podría distinguirse entre el mérito de María y el de Cristo. Afirmaron que María había merecido en virtud del mérito de congruo [di convenienza], lo que Cristo había merecido por el mérito de condigno [di condignità]. El mérito de condigno se basa, proporcionalmente, entre la acción meritoria y su objeto. Jesús, teniendo el poder de ser Salvador, mereció en estricta justicia (de condigno), la salvación de la humanidad, ya que hay una proporción entre el valor de su ofrecimiento redentor y los beneficios que se revirtieron sobre la humanidad.

No obstante, y de acuerdo con muchos teólogos, el mérito de María sólo podría ser de congruo [di convenienza]: en tanto que no está en proporción con la salvación de la humanidad, sin embargo ha sido elevado, por la intervención divina, a un nivel superior de eficacia, por lo que María pudo contribuir al merecimiento de la salvación eterna.

El principio se enuncia con frecuencia: «Todo lo que Cristo mereció en estricta justicia (de condigno), María lo mereció por benevolencia (de congruo),» un principio que también fue adoptado en una encíclica de Pío X, con una ligera modificación de perspectiva. A veces el mérito de María también ha sido llamado «supercongruo» en virtud de su excelencia excepcional.

Sin embargo, esta solución que se ha propuesto de manera común para indicar la distinción que existe entre el mérito de Cristo y el de María, enfrenta una dificultad fundamental: ¿no es superfluo un mérito que consiste en obtener, por medio de un título inferior, lo que otro mérito ya ha obtenido?. ¿Porqué habría uno de querer merecer lo que ya ha sido adquirido por el mérito de otros?. Todo lo que se ha merecido por Cristo en la obra de redención no debe — y no puede — constituir el objeto de otro mérito.

La dificultad puede superarse sólo si uno considera más atentamente en qué consiste el mérito de Cristo. Cristo ha merecido con su sacrificio, su glorioso triunfo; el primer objeto de su mérito, es su resurrección. Habiendo merecido su propia glorificación, mereció para la humanidad la gracia que se comunica por medio del poder del Salvador glorificado.

El mérito de María debe ser entendido a la luz de este mérito de Cristo. Con su participación en el sacrificio redentor, la Madre de Jesús mereció tener poder maternal para colaborar en la distribución de la gracia. Ella mereció la redención bajo un aspecto particular: la gracia que alcanza al hombre por medio de su mediación maternal. He aquí el objeto específico de su mérito. María merece apropiadamente la modalidad, en virtud de la cual la gracia asume un aspecto maternal con el objeto de ser comunicada a la humanidad. Por ello, se afirma la diferencia que existe entre su función y la de Cristo.

 

DE LA CORREDENCIÓN A LA MATERNIDAD DE LA GRACIA

Al reconocer la maternidad universal de María en el orden de la gracia como el objeto propio de su mérito en la cooperación del sacrificio redentor, uno evita las afirmaciones que se hacen de un mérito superfluo o algo que sea añadido o superlativo, y es llevado a discernir el valor que tiene la contribución de María en la obra de la salvación.

De manera más precisa, se hace posible proponer una solución que ofrezca una respuesta al conflicto doctrinal sobre la naturaleza del mérito, el conflicto entre aquellos que se limitan a atribuir a María un mérito de congruo [di convenienza], al subrayar con mayor claridad la primacía de Cristo, y aquellos que no dudan en afirmar un mérito de condigno [di condignità].

Por otro lado, es importante admitir la congruencia apropiada de la actividad Corredentora de María. Para la redención de la humanidad esta actividad no era necesaria y el plan divino de salvación habría podido prever de manera única, la acción redentora del Hijo de Dios hecho hombre sin requerir de la colaboración de su Madre. En virtud del sacrificio redentor, la humanidad habría recibido abundantemente las gracias de salvación merecidas por Cristo.

Pero el plan divino proporcionó la cooperación maternal de María, otorgando a la mujer una función esencial en la obra de salvación. Hubo aquí congruencia con la intención divina, al conferir a la mujer la plenitud de su dignidad, comprometiéndola plenamente al emprender la restauración del mundo. Esta intención fue manifestada en el oráculo del Protoevangelio, al anunciar la lucha entre la mujer y los poderes del mal.

Era apropiado que al asociar al hombre y a la mujer en el drama de la caída, correspondiera una asociación de la nueva Eva con el nuevo Adán. Desde esta perspectiva, el mérito corredentor de María puede dársele el calificativo de mérito de adecuación.

Por otro lado y con objeto de poder apreciar el valor de ese mérito, es también importante considerar las condiciones en las que alcanzó su propio objetivo. Uno debe preguntarse sobre todo, si la propiedad característica del mérito de estricta justicia [dicondignità], verifica la proporción que existe entre la actividad meritoria y el efecto obtenido. Esta proporción existe en María en virtud de su oficio de Madre de Dios, que le permite adquirir su función como Madre de todos los hombres en el orden de la gracia.

Como Madre de Dios, María posee una maternidad que está abierta hacia el infinito, y precisamente esta maternidad se convierte, con la corredención, en una maternidad universal que distribuye la gracia. Esta maternidad universal -y es correcto subrayar esto- no es simplemente la consecuencia inmediata de la maternidad divina, sino que es el fruto del sacrificio.

Lo mismo se dice en primera instancia de Cristo, quien no se convirtió en la Cabeza de la humanidad salvada, solamente en virtud de la encarnación, sino que por haberse humillado a sí mismo en obediencia de la cruz, mereció este glorioso poder como Salvador.

Analógicamente, ella que se convirtió en Madre de Dios en el misterio de la encarnación mereció, con su obediencia y su ofrecimiento materno, la maternidad espiritual sobre todos los hombres. Jesús mismo nos da a entender esta verdad cuando pronuncia las palabras en el calvario: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» (Jn. 19:26). Al darle a María como hijo al discípulo amado, Él le pide que acepte el cumplimiento del sacrificio: María debe aceptar perder a su propio y único Hijo, para poder recibir otro hijo. Como fruto de su unión con el sacrificio redentor, María se convierte en la Madre del discípulo, en una nueva maternidad que tipifica una maternidad universal.

Esto aclara la proporción que caracteriza el mérito de la Corredentora. Como Madre de Dios, María consintió perder a su propio Hijo, el Hijo de Dios, y recibió a cambio como hijos, a todos los hombres destinados a compartir la filiación divina de Jesús. Ella no mereció la gracia en su realidad fundamental, sino en la modalidad materna con la cual es comunicada a la humanidad.

Por lo tanto, su mérito corredentor, siendo un mérito de condigno [di condignità], tiene sólo un valor secundario con respecto al mérito de Cristo. Los cristianos no pueden olvidar que, si reciben el afecto y la ayuda maternal de María, se lo deben al sacrificio ofrecido en el calvario por la Madre del Redentor. María pagó un precio muy alto, el de la corredención, la maternidad que hace que la vida cristiana sea más segura y más regocijante.


VIDEO

María Correndentora Mediadora y Abogada II – (1 de 6)

María Correndentora Mediadora y Abogada II – (2 de 6)

María Correndentora Mediadora y Abogada II – (3 de 6)

María Correndentora Mediadora y Abogada II – (4 de 6)

María Correndentora Mediadora y Abogada II – (5 de 6)

María Correndentora Mediadora y Abogada II – (6 de 6)


Entre su email para recibir nuestra Newsletter Semanal en modo seguro, es un servicio gratis:


Categories
Catequesis sobre María Doctrina Foros de la Virgen María FOROS DE LA VIRGEN MARÍA REFLEXIONES Y DOCTRINA

María Corredentora: respuesta a 7 objeciones comunes

El 23 de Diciembre del 2000, La revista New York Times publicó como artículo principal en su sección “Artes e Ideas” sobre el movimiento Vox Populi Mariae Mediatrici, que busca la definición papal de la Santísima Virgen María como Corredentora, Mediadora de todas las gracias y Abogada.

Aunque diversas en sus formulaciones, la mayoría de las objeciones a las enseñanzas de la Iglesia Católica sobre la Santísima Virgen como “Corredentora” caen sobre las mismas categorías básicas. Lo que aquí se presenta, es un resumen de las objeciones comunes tomadas principalmente de las publicaciones recientes, tanto Cristianas como seculares. Una respuesta resumida se presenta a cada objeción.Este artículo fue reimpreso de inmediato en un gran número de los principales periódicos de USA, renovando de esta manera un debate acalorado y bizarro en todo el país sobre el concepto de la Santísima Virgen como “Corredentora”, tanto adentro como afuera de los círculos pensantes de la Iglesia.

1ª. Objeción: El nombrar a María “Corredentora”, la pone en un mismo nivel con Jesucristo, el Hijo Divino de Dios, haciéndola algo como una cuarta persona de la Trinidad, una diosa o casi divina diosa, lo cual es una blasfemia para cualquier Cristiano verdadero.

El uso en la Iglesia Católica del título “Corredentora”, como está aplicado a la Madre de Jesús, de ninguna manera pone a María en un nivel de igualdad con Jesucristo el Divino Redentor. Hay una diferencia infinita entre la persona divina de Jesucristo y la persona humana de María. Más bien, la enseñanza papal ha usado el título “Corredentora”, para referirse a la participación excepcional de la Madre de Jesús con y supeditada a su divino hijo en la obra de la redención humana.

El término “corredentora” es adecuadamente traducido como “la mujer con el redentor”, o más literalmente como “la que re-adquirió con (el redentor)”. El prefijo “co” viene del término del Latín “cum”, que significa “con” y no “igual a”. Corredentora por tanto, como se aplica a María, se refiere a su cooperación excepcional con y supeditada a su divino hijo Jesucristo, en la redención de la familia humana, como está manifestado en la Escritura Cristiana.

Con el libre y activo “fiat” de María a la invitación del Ángel Gabriel para convertirse en la madre de Jesús, “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1:38), cooperó excepcionalmente con la obra de la redención al darle al Redentor su cuerpo, el que fuera el instrumento mismo de la redención humana. “Hemos sido santificados merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo” (Hb 10:10), y el cuerpo de Jesucristo le es dado a través de la libre, activa y única cooperación de la Virgen María. En virtud de haber dado carne a la “Palabra hecha carne” (Jn 1:14), la que en turno redimió a la humanidad, la Virgen de Nazaret merece excepcionalmente el título de Corredentora. En las palabras de la extinta Madre Teresa de Calcuta: “Desde luego, María es Corredentora –le dio a Jesús su cuerpo, y su cuerpo es el que nos salvó”.1

La profecía de Simeón en el templo, en el Nuevo Testamento, también revela la sufriente y corredentiva misión de María en unión directa con su hijo Redentor en su unificada obra de la redención: “Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: ¨Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- …” (Lc 2:34-35).

Pero la culminación del rol de María como Corredentora supeditada a su divino hijo se da al pie de la Cruz, donde el sufrimiento total del corazón de la madre es obedientemente unido a los sufrimientos del corazón del Hijo, en el cumplimiento del plan de redención del Padre (Cf. Ga 4:4).

Como un fruto de este sufrimiento redentor, María es dada por el Salvador crucificado como la madre espiritual de todos los pueblos “¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!´. Luego dice al discípulo, ´Ahí tienes a tu madre!” (Jn 19:27). Como lo describió el Papa Juan Pablo II, María fue “Crucificada espiritualmente con su Hijo crucificado”2. Aun después de haber logrado la adquisición de las gracias de la redención en el Calvario, el rol corredentivo de María continúa en la distribución de esas gracias salvadoras a los corazones de la humanidad.

Los escritores Cristianos y Padres de la Iglesia primitiva explicaron la corredención Mariana con gran profundidad y simplicidad, en el primer modelo teológico de María como la “Nueva Eva”.

Esencialmente enunciaron que como Eva, la primera “madre de los vivientes” (Gn3:20) fue instrumental directamente con Adán el padre de la raza humana, en la pérdida de la gracia para toda la humanidad, así también María, la “Nueva Eva”, fue directamente instrumental con Jesucristo, a quien San Pablo llama el “Nuevo Adán” (Cf. 1 Co 15:45-48), en la restauración de la gracia para toda la humanidad. En palabras del Padre de la Iglesia del Siglo II, San Irineo: “Así como Eva, esposa de Adán, aún una virgen, se convirtió por su desobediencia en la causa de muerte para sí misma y para toda la raza humana, así también María, esposa pero también virgen, se convirtió por su obediencia en la causa de salvación para ella y para toda la raza humana”3.

A la luz de su excepcional y directa cooperación con el Redentor en la restauración de la gracia para la familia humana (Cf. Gn 3:15), María fue universalmente conocida en la Iglesia primitiva como la “Nueva Madre de los Vivientes”, y su corredención instrumental con Cristo fue también sintetizada en la expresión sucinta del Padre de la Iglesia del Siglo IV, San Jerónimo: “Muerte a través de Eva, vida a través de María”4.

A lo largo de toda de la Tradición Cristiana existen referencias explícitas sobre la corredención Mariana, como una participación excepcional de María con y supeditada a Jesucristo, en “re-adquirir” o redimir a la humanidad de la esclavitud de Satanás y del pecado. Por ejemplo, Modesto de Jerusalén, escritor de la Iglesia del siglo VII, declaró que a través de María somos “redimidos de la tiranía del demonio”5. San Juan Damaceno (Siglo VIII) la saluda diciendo: “Os saludo, a través de quien hemos sido redimidos de la maldición”6. San Bernardo de Clairvaux (Siglo XII) predica que, “a través de Ella, “el hombre fue redimido”7. El gran doctor Franciscano, San Buenaventura (Siglo XIII), sintetizó magistralmente la Tradición Cristiana en esta enseñanza: “Aquella mujer (entiéndase Eva), nos sacó del paraíso y nos vendió; pero ésta (María) nos trajo de nuevo y nos compró”8.

Aunque nunca hubo ninguna objeción en la mente de los padres y doctores de la Iglesia, de la total y radical dependencia de la participación de la Santísima Virgen en la obra divina y en los méritos de Jesucristo, sin embargo, la Tradición Cristiana primitiva no tuvo ningún reparo en enseñar y predicar la íntima participación sin paralelo de la mujer, María, en la re-adquisición o la redención de la raza humana de la esclavitud de Satanás. Así como la humanidad fue vendida por un hombre y una mujer, así también fue la voluntad de Dios que la humanidad fuese redimida por un Hombre y una mujer.

En sobre este rico fundamento Cristiano que los papas y santos del Siglo XX, han usado el título de Corredentora para referirse al rol excepcional de María en la redención humana, como ha sido ejemplificado en el uso contemporáneo de Corredentora para María por el Papa Juan Pablo II en cinco ocasiones durante su pontificado9.

“Corredentora”, como ha sido usado por los papas, no significa que María es una diosa igual a Jesucristo, al igual que la identificación que hace San Pablo de todos los Cristianos como “Colaboradores de Dios” (1 Co 3:9), no significa que todos los Cristianos son dioses igual al único Dios.

Todos los Cristianos son correctamente llamados a ser colaboradores o “corredentores” con Jesucristo (Cf. Col 1:24) en la recepción y cooperación con la gracia necesaria para la propia redención y la redención de otros –la redención personal subjetiva se hizo posible por la redención histórica objetiva o “readquisición” alcanzada por Jesucristo, el “Nuevo Adán”, el Redentor, y por María, la “Nueva Eva”, la Corredentora.

2ª. Objeción: El llamar a la Santísima Virgen María “Corredentora”, está contra el propio ecumenismo Cristiano, puesto que lleva a la división entre Católicos y otros Cristianos.

La objeción más comúnmente planteada y argumentada al uso de Corredentora (esto aún sin ninguna definición potencial de la doctrina), es su oposición percibida al ecumenismo Cristiano. Por lo tanto, debemos empezar con una definición precisa del auténtico ecumenismo Cristiano y su actividad apropiada correspondiente, como está entendido por la Iglesia Católica.

En su documento papal sobre ecumenismo, Ut Unum Sint, (“que todos sean uno” Jn 17:21), el Papa Juan Pablo II define el auténtico ecumenismo Cristiano en términos de oración “como el alma” y el diálogo “como el cuerpo” trabajando hacia la meta final de una verdadera y duradera unidad Cristiana10. Al mismo tiempo, el imperativo Católico de trabajar y esforzarse por la unidad Cristiana, no permite de ninguna manera la reducción o dilución de la enseñanza doctrinal Católica, ya que esto sería tanto la carencia de integridad Católica como concurrentemente desviarse en un diálogo con otros Cristianos no Católicos, sobre qué es lo que realmente cree la Iglesia Católica.

Tal como enseña claramente el Concilio Vaticano Segundo en términos del diálogo ecuménico: “Es de todo necesario que se exponga claramente toda la doctrina. Nada es tan ajeno al ecumenismo como ese falso irenismo, que daña la pureza de la doctrina Católica y oscurece su sentido genuino y definido”11 .

Juan Pablo II explica además: “En relación al estudio de las divergencias, el Concilio pide que se presente toda la doctrina con claridad. Al mismo tiempo, exige que el modo y el método de anunciar la fe católica no sea un obstáculo para el diálogo con nuestros hermanos y hermanas…La plena comunión deberá realizarse en la aceptación de toda la verdad, en la que el Espíritu Santo introduce a los discípulos de Cristo. Por tanto, debe evitarse absolutamente toda forma de reduccionismo o de fácil estar de acuerdo”12

Un exacto entendimiento, entonces, del ecumenismo desde la perspectiva Católica, es el mandato crítico de la Iglesia de orar, dialogar y trabajar en caridad y en verdad en la búsqueda de la verdadera unidad Cristiana entre todos los hermanos y hermanas en Cristo, pero sin ninguna componenda en presentar la totalidad de las enseñanzas doctrinales de la Iglesia. El Papa actual, tan personalmente dedicado a la auténtica unidad Cristiana, nuevamente afirma:
“La unidad querida por Dios sólo se puede realizar en la adhesión común al contenido íntegro de la fe revelada. En materia de fe, una solución de compromiso está en contradicción con Dios que es la Verdad. En el Cuerpo de Cristo que es ´camino, verdad y vida´ (Jn 14:6), ¿quién consideraría legítima una reconciliación lograda a costa de la verdad?”13 .

Ahora apliquemos este entendimiento de ecumenismo al asunto de María Corredentora. El título Corredentora para María ha sido usado en repetidas enseñanzas papales, y la doctrina de la corredención Mariana, como la excepcional participación Mariana con y supeditada bajo Jesucristo en la redención de la humanidad, constituye la repetida enseñanza del Concilio Vaticano Segundo:
…(Ella) se consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo al misterio de la Redención con El y bajo El, por la gracia de Dios omnipotente. Con razón pues, los Santos Padres estiman a María no como un instrumento pasivo, sino como una cooperadora a la salvación humana por la libre fe y la obediencia14.

Y más aún:
Así también la Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz, en donde, no sin designio divino, se mantuvo de pie, se condolió vehementemente con su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación de la víctima engendrada por Ella misma15.

Y más delante:
(Ella)…concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el templo al Padre, y padeciendo con su Hijo mientras El moría en la cruz, cooperó en forma de todo singular, por la obediencia, la fe, la esperanza y la encendida caridad, en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo, es nuestra madre en el orden de la gracia16.

De esta manera, no hay duda que la Corredención Mariana constituye la enseñanza doctrinal de la Iglesia Católica, y como tal, debe ser presentada en cualquier enunciamiento verdadero de la enseñanza Católica, la cual incluye críticamente el dominio del verdadero diálogo ecuménico.

Por tanto el expresar que el título y la doctrina de María Corredentora es en alguna manera contrario a la misión ecuménica de la Iglesia, es fundamentalmente malentender la misión ecuménica de la Iglesia misma. Una doctrina Católica completa, incluyendo la doctrina de la corredención Mariana, debe ser incluida para cualquier diálogo que busque la unidad Cristiana. Más aún, la intencionada ausencia de María Corredentora en el diálogo total ecuménico y en la totalidad de la misión ecuménica de la Iglesia, carecería de integridad y justicia para el ecumenismo Católico hacia los Cristianos no Católicos quienes han traído por su parte, presumiblemente, la totalidad de las enseñanzas del cuerpo eclesial de sus doctrinas a la mesa del diálogo. Regresando a la exhortación Cristiana de Juan Pablo II: “En el Cuerpo de Cristo que es ´camino, verdad y vida´ (Jn 14:6), ¿quién consideraría legítima una reconciliación lograda a costa de la verdad?”17 .

De esta manera, el llamar a la Santísima Virgen María como “Corredentora” a la luz de la Escritura Cristiana y la Tradición Cristiana, no es de ninguna manera contraria al ecumenismo, sino más bien constituye un elemento esencial de la integridad Cristiana demandada por el ecumenismo, puesto que la Corredención Mariana constituye una enseñanza doctrinal de la Iglesia Católica.

De hecho, si la doctrina de la Corredentora constituye actualmente una fuente de confusión para algunos Cristianos, connotando para algunos una imagen de diosa u otros conceptos de exceso Mariano, entonces aparece más aún apropiado que un claro enunciamiento de esta doctrina sea dado a los hermanos y hermanas Cristianos en el diálogo ecuménico.

También hay el beneficio potencial de una definición papal formal, proveyendo la mayor claridad posible de la más alta autoridad Católica posible. En palabras del extinto Cardenal Juan O´Connors de New York: “Claramente, una definición papal formal sería enunciada en una terminología tan precisa, que otros Cristianos perderían su ansiedad de que nosotros no distinguimos adecuadamente entre la asociación excepcional de María con Cristo y el poder redentor ejercido por Cristo solo18”.

Otra perspectiva legítima ecuménica sobre la corredención Mariana y su subsecuente maternidad espiritual, es la que, como madre de todos los pueblos, María puede ser el medio principal de unidad Cristiana entre los hermanos y hermanas Cristianos divididos, en lugar de ser un obstáculo. El pastor Luterano, Rev. Dr. Charles Dickson, hace un llamado a los Cristianos Protestantes a re-examinar la defensa y devoción positiva Mariana documentada de muchos de sus fundadores como ha sido manifestada, por ejemplo, en palabras de Martín Lutero en sus Comentarios sobre el Magnificat: “Que la tierna Madre de Dios misma me procure el espíritu de sabiduría para que beneficiosa y profundamente exponga esta su canción… Que Cristo nos dé el correcto entendimiento…por medio de la intercesión y a favor de Su amada Madre María…”19. Lutero continúa llamando a María el “taller de Dios”, la “Reina del cielo”, y declara: “La Virgen María quiere decir, simplemente, que su alegría será cantada de una generación a otra de tal manera que nunca habrá un tiempo en el que Ella no sea glorificada”20.

Sobre el rol de la maternidad espiritual de María como un instrumento de la unidad Cristiana, el Dr. Dickson comenta más adelante:
En nuestro tiempo, aún estamos todavía presenciando las divisiones trágicas entre los Cristianos del mundo. Aún así, parados al borde de una nueva era ecuménica, María como el modelo de catolicidad o universalidad, resulta aún más importante. En el curso de muchos siglos desde los inicios de la Iglesia, desde el tiempo de María y los Apóstoles, la maternidad de la Iglesia fue una.

Esta maternidad fundamental no puede ser desvanecida, aunque ocurran las divisiones. María, a través de su maternidad, mantiene la universalidad del rebaño de Cristo. Y mientras la comunidad Cristiana entera vuelve hacia Ella, se incrementa la posibilidad de un renacimiento y de una reconciliación. Por tanto María, la madre de la Iglesia, es también una fuente de reconciliación entre sus hijos dispersos y divididos21.

3ª. Objeción: El llamar a la Madre de Jesús, “Corredentora” o su subsecuente rol como “Mediadora”, implica un role de mediación por alguien más que Jesucristo, pero las escrituras llanamente declaran en 1 Timoteo 2:5 “Porque hay un solo Dios,y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también”, y por tanto ninguna criatura puede ser correctamente un mediador.

La definición de “mediador” (en Griego, mesitis –“va en medio”), es una persona que interviene entre otras dos personas o partes con la meta de unir o reconciliar las partes. Aplicando este término a Jesucristo, San Pablo en verdad declara que hay un solo mediador entre las partes de Dios y la humanidad, nombrado el “hombre Cristo Jesús”. Por tanto, nadie llega a Dios Padre excepto a través de la única, perfecta mediación de Jesucristo.

Pero la pregunta permanece aún, ¿La única perfecta mediación de Jesucristo previene o más bien provee para que otros participen subsidiariamente de la única mediación de Jesucristo?

En otras palabras, ¿La única mediación exclusiva de Cristo previene a cualquier criatura de participar de esa esencial única mediación? o más bien, ¿su divina y humana perfección permite a otros el participar en su única mediación de una manera subsidiaria y secundaria?

Las Escritura Cristiana ofrece ejemplos similares a esta cuestión de la mediación donde los Cristianos están obligados a participar en algo que también es “único”, exclusivo y dependiente enteramente de la persona de Jesucristo.

La Filiación única de Jesucristo. Hay un solo verdadero hijo de Dios, Jesucristo, quien procede de Dios Padre (1 Jn 1-4). Pero todos los Cristianos son llamados a participar en la filiación única y verdadera de Jesucristo por medio de convertirse en “hijos adoptivos” en Cristo (cf 2 Co 5:17; 1 Jn 3:1; Ga 2:20), como una verdadera participación en la filiación de Cristo a través del bautismo el que permite a los hijos e hijas adoptivas también compartir en la herencia del Hijo único, la vida eterna.

Viviendo en el Cristo Unico. Todos los Cristianos son llamados a participar en la “vida única” de Jesucristo. Por la gracia se participa en la vida y en el amor de Jesucristo, y a través de El, en la vida y el amor de la Trinidad. Como San Pablo enseña: “y no vivo yo, sino Cristo quien vive en mí” (Ga 2:20), y Pedro (2 P 1:14) invita a los Cristianos a convertirse en “copartícipes de la naturaleza divina”, vivir en el Cristo único y por tanto vivir en la vida de la Trinidad.

El Sacerdocio único de Jesucristo. Todos los Cristianos también han sido llamados a participar en diferentes grados del sacerdocio único de Jesucristo. El libro de los Hebreos identifica a Jesucristo como el único “sumo sacerdote” (cf Hb 3:1; 4:14; 5:10) que ofrece en gran sacrificio espiritual de si mismo en el Calvario. Y aún más, las Escrituras invitan a todos los Cristianos, aunque en diferentes niveles de participación –ministerial (cf Hch 14:22) o real (1 P 2:9)- a participar en el sacerdocio único de Jesucristo en el ofrecimiento del “sacrificio espiritual”. Todos los Cristianos son instruidos a “ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios” (1 P 2:5, 2:9).

En todos estos casos, el Nuevo Testamento llama a los Cristianos a compartir en aquello que es uno y único de Jesucristo, el Alfa y Omega, en niveles verdaderos pero subordinados de participación.

Entonces, en referencia a Cristo el único Mediador (1 Tm 2:5), vemos el mismo imperativo Cristiano para que otros compartan o participen en la única mediación de Jesucristo, pero en una mediación secundaria enteramente dependiente sobre la única perfecta mediación de Jesucristo.

Entonces este asunto cristológico crucial debe ser preguntado de esta manera: ¿El tal compartir subordinado en la mediación única de Cristo obscurece la única mediación de Cristo, o más bien manifiesta la gloria de su única mediación?. Esto es fácilmente respondido al imaginar un mundo contemporáneo sin “hijos e hijas adoptivas de Cristo”, sin Cristianos compartiendo hoy en día en la vida única de Jesucristo por medio de la gracia, o sin ningún Cristiano ofreciendo sacrificios espirituales en el sacerdocio Cristiano. Tal ausencia de participación humana resultaría únicamente en el obscurecimiento de la única Filiación, del único Sumo Sacerdocio y de la Vida misma de la gracia en Jesucristo.

El mismo principio es válido referente a la participación en la mediación única de Jesucristo, de una manera dependiente y supeditada: A mayor participación humana en la mediación única de Cristo, mayor la perfección, poder y gloria de la única y necesaria mediación de Jesucristo que se manifiesta al mundo.

Más aún, la Escritura Cristiana ofrece muchos ejemplos de mediadores humanos instituidos por Dios, que cooperaron por iniciativa divina, en la unión de la humanidad con Dios. Los grandes profetas del Antiguo Testamento fueron mediadores ordenados por Dios, entre Yahvé y el pueblo de Israel, frecuentemente buscando el regresar al pueblo de Israel a la fidelidad hacia Yahvé (cf Is 1; Jr 1; Ez 2). Los Patriarcas del Antiguo Testamento Abraham, Isaac, Jacob y Moisés, entre otros, fueron por iniciativa de Dios los mediadores humanos para salvar la alianza entre Yahvé y el pueblo de Israel (cf Gn12:2; 15:18; Ex 17:11). San Pablo identifica la mediación de Moisés de la ley para los Israelitas: “¿Para qué la ley? Fue promulgada por Dios a través de un mediador” (Ga 3:19-20). Y los ángeles, con cientos de actos mediatorios a lo largo del Antiguo y Nuevo Testamento, son mensajeros de Dios quienes median por la reconciliación entre Dios y la familia humana, antes y después de la venida de Cristo, el único Mediador (cf Gn 3:24; Lc 1:26; Lc 1:19).

Ahora, referente a María, la Escritura Cristiana también revela claramente la participación secundaria y subordinada de la Madre de Jesús en la única mediación de Jesucristo. El “sí” libre y activo de María a la invitación del ángel en la Anunciación, media al mundo a Jesucristo, el Redentor del mundo y el Autor de todas las gracias (cf Lc 1:38). Por esta participación excepcional en entregar al Redentor su cuerpo y al mediar la Fuente de todas las gracias al mundo, María puede correctamente ser llamada tanto “Corredentora” como “Mediadora” de todas las gracias, como la que comparte de manera excepcional en la única mediación de Cristo.

Esta participación excepcional Mariana en la mediación de Cristo, específica de la Redención de Jesucristo, es culminada en el Calvario. En la cruz, su sufrimiento espiritual unido al sacrificio redentor de su Hijo, como la Nueva Eva con el Nuevo Adán, conduce a los frutos universales espirituales de la adquisición de las gracias de la redención, las que en turno, llevan al don de la maternidad espiritual del corazón de Cristo Crucificado para cada corazón humano: “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19:27). El don del Redentor de su propia madre como madre espiritual para toda la humanidad, conduce a la alimentación espiritual por parte de la Madre a todos sus hijos en el orden de la gracia. Esto constituye la distribución de las gracias del Calvario por María a sus hijos espirituales como Mediadora de todas las gracias, misma que perpetuamente continúa su compartir excepcional en la única mediación salvífica de Jesucristo.

Juan Pablo II explica el entendimiento Católico de esta participación excepcional Mariana en la mediación única de Jesucristo:
María entraba de manera muy personal en la única mediación entre Dios y los hombres ´que es la mediación del hombre Cristo Jesús…´(debemos) decir que por esta plenitud de gracia y de vida sobrenatural, estaba particularmente predispuesta a la cooperación con Cristo, único mediador de la salvación humana. Y tal cooperación es precisamente esta mediación subordinada a la mediación de Cristo. En el caso de María, se trata de una mediación especial y excepcional22.

Y en su comentario sobre l Timoteo 2:5 y la mediación maternal de María, Juan Pablo II declara aún más:
Recordamos que la mediación de María está esencialmente definida por su maternidad divina. El reconocimiento de su rol como mediadora es aún más implícito en la expresión “nuestra Madre”, que presenta la doctrina de la mediación Mariana poniendo el acento en su maternidad… Al proclamar a Cristo el único mediador (cf 1 Tm 2:5-6), el texto de la Carta de San Pablo a Timoteo excluye cualquier otra forma de mediación paralela, pero no la mediación subordinada. De hecho, antes de enfatizar la única exclusiva mediación de Cristo, el autor urge “que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres” (2:1). ¿No son acaso las oraciones una forma de mediación? En verdad, de acuerdo a San Pablo, la mediación única de Cristo está destinada a estimular otras formas de mediación dependientes ministeriales… De verdad, ¿No es acaso la mediación maternal de María sino un don del Padre para la humanidad?23 .

Por tanto, podemos ver que la participación de María en la única mediación de Cristo es excepcional y sin paralelo por ningún otro humano o participación angélica, y aún así, totalmente subordinada y dependiente sobre la única mediación de Jesucristo. Como tal, la mediación maternal de María manifiesta la verdadera gloria y poder de la mediación de Cristo como con ningún otro. Los títulos Marianos de Corredentora y Mediadora de todas las gracias (y también el de Abogada), de ninguna manera violan la prohibición de 1 Tm 2:5 contra toda forma de mediación paralela, autónoma o rival, sino que demuestran la excepcional y única participación maternal en aquella una, perfecta y salvífica mediación de Jesucristo.

En las palabras del erudito Anglicano de Oxford, Dr. John Macquarrie:
El asunto (de la mediación Mariana) no puede ser resuelto apuntando al peligro de la exageración y abuso, o por estar señalando textos aislados de la escritura, como el verso anteriormente citado de 1 Timoteo 2… o por el deseo de no decir nada que pudiera ofender a los compañeros del diálogo ecuménico. Entusiastas no pensantes quizá hayan elevado a María a una posición de virtual igualdad con Cristo, pero esta aberración no es una consecuencia necesaria del reconocimiento que quizá exista una verdadera lucha por la expresión en las palabras como Mediadora y Corredentora.

Todos los teólogos responsables estarán de acuerdo que el rol corredentor de María es subordinado y auxiliar al rol central de Cristo. Pero si ella tiene tal rol, entonces entre más claro lo entendamos, mejor. Y como otras doctrinas concernientes a María, no es solamente decir algo sobre ella, sino algunas veces más en general sobre la Iglesia como un todo, y aún como la humanidad como un todo.24

4ª. Objeción: El llamar a María una corredentora o decirle a los Cristianos en general “corredentores”, es el tener a un ser humano activamente participando en la redención, la que es divina o, más específicamente, una actividad “teándrica”, alcanzada por Jesucristo solo en sus naturalezas divina y humana, y por tanto prohibida por la Cristiandad. Tal cosa sería sólo en estimular el paganismo, puesto que pone a la persona humana de María, como una parte de la acción divina redentora que sólo Jesucristo puede lograr.

De muchas maneras, la respuesta a esta objeción puede ser encontrada en la misma evidencia fundamental de la Escritura Cristiana que responde a la objeción previa sobre cualquier forma de participación humana subordinada en la única mediación de Jesucristo (una mediación que incluye la redención). Pero ejemplifiquemos la objeción específica referente a la participación activa de María en el acto divino de la Redención.

La objeción completa a la participación activa de María como Corredentora en la redención alcanzada por Jesucristo, ha sido presentada de la siguiente forma. La actividad teándrica se refiere a una acción hecha por Jesucristo que es alcanzada a través de sus dos naturalezas, la divina y la humana. Puesto que el acto de la redención llevado a cabo por Jesucristo fue una actividad teándrica, y María fue meramente humana, sus acciones no fueron teándricas y por tanto no puede participar activamente en la redención. De aquí, que María no puede ser propiamente llamada “corredentora”, un término que significa que Ella “re-adquirió” a la humanidad con el Redentor.

Tampoco ninguno de los Cristianos pueden ser llamados “corredentores”, puesto que ninguna criatura puede participar en la actividad teándrica.

Para mejor responder a esta objeción, debemos regresar al significado etimológico esencial del término “corredentora”. El prefijo en Latín, cum, significa “con” (y no “igual a”). El verbo en Latín re(d)-emere significa, “re-adquirir”, y el sufijo –trix, significando “uno que hace algo”, es femenino.

En su forma completa, entonces, el término “corredentora” se refiere a la “mujer con el redentor”, o de una manera más literal, “la mujer que re-adquirió con (el Redentor)”.

Como es usado en la Iglesia Católica, el término corredentora expresa la participación activa y excepcional de María en la actividad divina y humana de la redención alcanzada por Jesucristo.

Nuevamente, radicalmente dependiente y subordinada a la acción teándrica redentora de Jesucristo, la perfección misma de esta redención divina y humana provee, en lugar de prohibir, varios niveles de verdadera y activa participación humana.

Aunque es legítimo el distinguir las acciones teándricas de las acciones humanas, va en contra de la Escritura Cristiana y de la Tradición Cristiana –tanto la antigua como la desarrollada-el rechazar la participación humana activa en la actividad teándrica de Jesucristo.

El participar activamente en una acción teándrica no requiere necesariamente, que el participante tenga también la naturaleza divina y la humana. Tal cosa es malentender la distinción entre “ser” poseyendo la esencia y el atributo específico como una parte de lo que se es, y “participar” compartiendo en la esencia y el atributo específico tal y como es poseído por el otro. Por tanto, María como una criatura humana puede compartir activamente en la acción teándrica redentora de Jesucristo, sin poseer ella misma la esencia de la divinidad como un atributo específico de su persona. De una manera similar, todos los Cristianos comparten de la naturaleza divina de Jesucristo (cf 2 P 1:4) sin ser por ello dioses; participan en la filiación de Jesucristo (cf Ga 4:4) sin ser divinamente engendrados; comparten en la mediación de Cristo (cf Ga 3:19, 1 Tm 2:1) sin ser el único Mediador divino y humano (1 Tm 2:5).

Una vez más, la Escritura Cristiana testifica a María su participación singular activa en la Redención de Jesucristo. Con el “fiat” libre y activo a la invitación del ángel Gabriel de ser la madre de Jesús, “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1:38), cooperó excepcionalmente en la obra de la redención al darle al divino Redentor su cuerpo, mismo que fue el instrumento mismo de la redención humana.

La profecía de Simeón revela la misión corredentora, sin paralelo, de María en unión directa con su hijo Redentor en su (de ellos) obra unificada de redención, “¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!” (Lc 2:34-35). Y la culminación del rol de María como Corredentora con y supeditada a su divino Hijo, se da al pie de la Cruz, donde el sufrimiento total del corazón de la madre, es obedientemente unido a los sufrimientos del corazón del Hijo para el cumplimiento del plan de redención del Padre: “¡Mujer, ahí tienes a tu hijo! Luego dice al discípulo, ahí tienes a tu madre”. (Jn 19:27)

Los primeros escritores y Padres de la Iglesia explicaron la participación Mariana con y supeditada a Cristo en la “re-adquisición” de la familia humana de la esclavitud de Satanás y del pecado, en el primer modelo teológico de María como la “Nueva Eva”. Esos escritores antiguos testifican la unidad de la Redención alcanzada por Cristo y la corredención por María, enunciando que así como Eva, la primera “madre de los vivientes” (Gn 3:20) fue una causa instrumental con Adán el padre de la raza humana, en la pérdida de la gracia para toda la humanidad, así también María, la “Nueva Eva”, fue una causa instrumental con Jesucristo, el “Nuevo Adán” (cf 1 Co 15:45-48, 20-25) en el restablecimiento de la gracia para toda la humanidad.

En palabras de San Irineo: “Así como Eva, esposa de Adán, aún siendo virgen, se convirtió por su desobediencia en la causa de muerte para ella y para toda la raza humana, así también María, esposa pero siendo virgen, …se convirtió por su obediencia en la causa de salvación para sí misma y para toda la raza humana”25

A lo largo de la Tradición Cristiana primitiva y posterior, se encuentran enseñanzas explícitas de la participación activa de María con Jesucristo en la redención o “readquisición” de la humanidad, de la esclavitud de Satanás. Por ejemplo:
A través de María “somos redimidos de la tiranía del demonio”.
(Modesto de Jerusalén, Siglo VII)26;

“Salve vos, a través de quien somos redimidos de la maldición”.
(San Juan Damaceno, Siglo VIII)27;

“A través de ella, el hombre fue redimido”.
(San Bernardo de Clairvaux, Siglo XII)28;

“Aquella mujer (llámese Eva), nos sacó del Paraíso y nos vendió; pero ésta (María), nos trajo de nuevo y nos adquirió”29;
“Así como ellos (Adán y Eva) fueron los destructores de la raza humana, así éstos (Jesucristo y María) fueron sus reparadores”30;
“Ella (María), también mereció la reconciliación de toda la raza humana”31
“Ella pagó el precio (de la redención) como una mujer brava y amorosa –específicamente cuando Cristo sufrió en la cruz para pagar ese precio, y purgar, lavar y redimirnos- la Santísima Virgen estuvo presente, aceptando y estando de acuerdo con la divina voluntad”.
(San Buenaventura, Siglo XIII)32;

“Solamente a Ella le fue dado este privilegio, es decir una comunicación en la Pasión…y con objeto de hacerla una participante en los beneficios de la Redención, El quiso que fuera una participante en el castigo de la Pasión, de tal manera que se convirtiera la madre de todos a través de la re-creación…”
San Alberto el Grande –o pseudo Alberto- Siglo XIII)33;

“Dios aceptó su oblación como un sacrificio aceptable para la utilidad y salvación de toda la raza humana…El os predijo (María) toda vuestra pasión al haceros a partir de ahí, copartícipe de todos sus méritos y aflicciones, y vos cooperarías con él en el restablecimiento de la salvación del hombre” (John Tauler, Siglo XIV)34;

“…por ser la sufriente con el Redentor, por el pecador cautivo, serás Corredentora” (Siglo XIV)35;

Las enseñanzas Cristianas sobre la Corredentora continúan consistentemente desde la edad media hasta el período moderno36, como lo evidencia esta selección representativa de ejemplos:
“Se han unido santos y doctores en nombrar a nuestra Santísima Señora corredentora del mundo. No hay duda en la posibilidad de uso ilegal en el uso de tal lenguaje, porque existe una avasalladora autoridad para ello…”(Faber, Siglo XIX)37;

“Pensamos en todos los otros méritos extraordinarios, por los cuales Ella compartió con su Hijo Jesús en la redención de la humanidad…No sólo estuvo presente en los misterios de la Redención, sino que también estuvo envueltos en ellos” (Papa León XIII, Siglo XIX)38;

“A tal grado sufrió y casi murió con su Hijo sufriente y agonizante; de tal manera entregó sus derechos maternales a su Hijo por la salvación del hombre, y lo inmoló -hasta donde le fue posible- para calmar la Justicia de Dios, que podemos correctamente decir que Ella redimió a la raza humana junto con Cristo” (Papa Benedicto XV, Siglo XX)39;

“Por la naturaleza misma de su obra, el Redentor debía tener asociada a su Madre en su obra. Por esta razón, la invocamos bajo el título de Corredentora” (Papa Pío XI, Siglo XX)40;

“Así también la Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz, en donde, no sin designio divino, se mantuvo de pie, se condolió vehementemente con su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación de la víctima engendrada por Ella misma”41;

“Crucificada espiritualmente con su Hijo crucificado (cf Ga 2:20), contempló con caridad heroica la muerte de su Dios…su papel como Corredentora no cesó con la glorificación del Hijo” (Papa Juan Pablo II, 1985)42;

“La cooperación de los Cristianos en la salvación se realiza después del acontecimiento del Calvario, cuyos frutos se comprometen a difundir mediante la oración y el sacrificio. Por el contrario, la participación de María se realizó durante el acontecimiento mismo y en calidad de madre; por tanto, se extiende a la totalidad de la obra salvífica de Cristo. Solamente Ella fue asociada de ese modo al sacrificio redentor, que mereció la salvación de todos los hombres” (Papa Juan Pablo II)43;

Las enseñanzas de la Tradición Cristiana sobre el rol corredentivo excepcional de María, continúan dentro del tercer milenio con esta enseñanza papal reciente de Juan Pablo II, en donde la íntima participación de María en la muerte de su Hijo en el Calvario, es comparada con el ofrecimiento sacrificial del Antiguo Testamento hecho por Abraham (al igual que de su hijo mismo, ofrecido en obediencia de fe a Dios):
“La cima de esta peregrinación terrena en la fe es el Gólgota, donde María vive íntimamente el misterio pascual de su Hijo: en cierto sentido, muere como madre al morir su Hijo, y se abre a sí misma a la “resurrección” con una nueva maternidad respecto de la Iglesia (cf Jn 19:25-27). Ahí, en el Calvario, María experimenta la noche de la fe, similar a aquella de Moisés en el Monte Moria…”(21 de Marzo del 2001)44 .

Nuevamente, sin cuestionarse de la total y radical dependencia de la participación de María en la redención, sobre la obra y méritos divinos de Jesucristo, los padres y doctores de la Iglesia, junto con la Tradición Cristiana antigua y contemporánea, no dudan en enseñar sobre la activa participación de la mujer, María, con Jesucristo en la redención o “re-adquisición” teándrica de la humanidad de la esclavitud de Satanás y del pecado. Este compartir Mariano en la redención refleja las enseñanzas ancestrales de que así como la humanidad se perdió o fue “vendida” por un hombre y una mujer, así también fue la voluntad de Dios que la humanidad fuera redimida o “re-adquirida” por un Hombre y una mujer.

¿De qué manera, entonces, la participación de María como Corredentora en lo humano, difiere del llamado general de los Cristianos a participar en la redención de Jesucristo?

De verdad, la Escritura Cristiana llama a todos los Cristianos a “completar lo que falta a las tribulaciones de Cristo, a favor de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1:24). Esta enseñanza de San Pablo no está hablando de una participación de todos los Cristianos en la redención histórica y universal del Calvario, en donde Cristo adquirió las gracias de la Redención por su pasión y muerte (en ocasiones referido como “redención objetiva”). Si así fuera, esto sería inferir incorrectamente que algo está “faltando” en los méritos de los sufrimientos históricos y los concurrentes méritos salvíficos de Jesucristo, los que fueron por sí mismos infinitos e inagotables.

Más bien, la enseñanza de San Pablo se refiere al imperativo Cristiano a través de la libre cooperación, oración y sacrificio, de participar en la liberación y distribución de las gracias infinitas adquiridas por Jesucristo en el Calvario para la familia humana (teológicamente referida como la “redención subjetiva”). Así como cada corazón humano debe responder activamente en libertad a las gracias salvadores de Jesucristo por su propia redención subjetiva, así también los Cristianos son llamados a participar activamente en la liberación y distribución de las gracias de la redención también para otros, y, de esta manera, “completar” lo que San Pablo llama “faltante” en los sufrimientos de Cristo, a favor del cuerpo (místico) de Cristo. En este respecto, todos los Cristianos verdaderamente participan en la redención subjetiva, en esta distribución de gracias salvadoras como “colaboradores de Dios” (1 Co 3:9) o “corredentores”, para usar la expresión de los Papas del Siglo XX45.

La participación redentora de María difiere de este llamado general Cristiano a participar en la distribución de las gracias salvadoras en la redención subjetiva personal e individual, puesto que solo Ella también participó -una vez más- de manera subordinada y dependiente totalmente del Redentor, en la redención histórica y universal objetiva, como la Nueva Eva con y supeditada al Nuevo Adán. Esto es el porqué el título de Corredentora, en primer lugar, se refiere exclusivamente a María. Enunciado una vez más por Juan Pablo II en su Discurso de 1997, se diría que:
“La cooperación de los Cristianos en la salvación se realiza después del acontecimiento del Calvario, cuyos frutos se comprometen a difundir mediante la oración y el sacrificio. Por el contrario, la participación de María se realizó durante el acontecimiento mismo y en calidad de madre; por tanto, se extiende a la totalidad de la obra salvífica de Cristo. Solamente Ella fue asociada de ese modo al sacrificio redentor, que mereció la salvación de todos los hombres” (Papa Juan Pablo II)43;

Por tanto, el título y la verdad de María Corredentora como es visto tanto en la Escritura Cristiana como en la Tradición Cristiana, subraya la legitimidad y riqueza espiritual de la participación humana activa en la acción redentora teándrica de Jesucristo. Para María Corredentora, esta participación en la redención constituye una participación tanto en la adquisición como en la distribución de las gracias redentoras; y para todos los otros Cristianos una participación y distribución de gracias redentoras como corredentores en Cristo. Tal y como fue sintetizado por el teólogo del Vaticano Jean Galot en la publicación oficial del Vaticano, L´Osservatore Romano:
El título (Corredentora) es criticado porque sugeriría una igualdad entre María y Cristo. Esta crítica no tiene fundamento…
45 Por ejemplo, Cf. Pío XI, Alocución Papal en Vicenza, 30 de Nov. De 1933. 46 Juan Pablo II, Audiencia General, 9 de Abril de 1997.

Corredención implica una subordinación a la obra redentora de Cristo, porque es sólo una cooperación y no una obra paralela o independiente. De aquí que una igualdad con Cristo es excluida…La palabra “corredención”, que significa “cooperación en la redención”, puede ser aplicada a cada Cristiano y a toda la Iglesia. San Pablo escribe: “Somos colaboradores de Dios” (1 Co 3:9)47 .

5ª Objeción: La idea de María como Corredentora y las enseñanzas sobre la corredención Mariana, son una creencia pía sostenida por algunos Católicos devotos, pero no es una enseñanza doctrinal de la Iglesia Católica. Sólo se le encuentra en algunos textos papales menores y ni ha sido enseñada oficialmente por el Magisterio, ni tampoco está doctrinalmente presente en las enseñanzas del Concilio Vaticano Segundo.

Para un miembro de la fe Católica, el asunto de si una posición teológica dada constituye una enseñanza auténtica de la Iglesia o no, se manifiesta esencialmente por su presencia (o ausencia de esta) en las enseñanzas de una autoridad reconocida de la Iglesia. La autoridad oficial de enseñanza de la Iglesia Católica, o también conocido como “Magisterio”, consiste de las enseñanzas oficiales del Papa y de los obispos en unión con él, bajo la guía general del Espíritu Santo.48

A pesar de que existe cierta jerarquía entre las expresiones de la autoridad pedagógica oficial Católica, desde el dogma definido en un concilio ecuménico o de una declaración infalible papal hecha ex cathedra, hasta las enseñanzas doctrinales de concilios ecuménicos generales, las cartas encíclicas y las enseñanzas papales más generales en los discursos papales, hay, al mismo tiempo una directiva general para los fieles Católicos que está asentada por el Concilio Vaticano Segundo, sobre la necesidad de un asentimiento de mente y corazón por lo manifestado en la mente del papa, aunque no esté hablando infaliblemente49. Y, ciertamente, todas las enseñanzas doctrinales constituyen una auténtica enseñanza doctrinal de la Iglesia Católica.

Apliquemos ahora este criterio de la doctrina oficial de la Iglesia, al tema del estatus doctrinal de la corredención Mariana.

De las bases mismas de las enseñanzas doctrinales del Concilio Vaticano Segundo, por sí solo, la certeza del estatus de la doctrina de la corredención Mariana es incuestionable. Vaticano II repetidamente enseña la participación única de María en la redención de Jesucristo:
…(Ella) se consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo al misterio de la Redención con El y bajo El, por la gracia de Dios omnipotente. Con razón pues, los Santos Padres estiman a María no como un instrumento pasivo, sino como libremente cooperando en la obra de la salvación del hombre a través de la fe y la obediencia;50

Y más adelante:

Así también la Bienaventurada Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz, en donde, no sin designio divino, se mantuvo de pie, se condolió vehementemente con su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio, consintiendo con amor en la inmolación de la víctima engendrada por Ella misma.51

Y más adelante, por el Concilio:
(Ella)…concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo en el templo al Padre, y padeciendo con su Hijo mientras El moría en la cruz, cooperó en forma de todo singular, por la obediencia, la fe, la esperanza y la encendida caridad, en la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Por tal motivo, es nuestra madre en el orden de la gracia52 .

El teólogo del Vaticano, Fr. Jean Galot, S.J., confirma el estatus oficial Doctrinal de la corredención Mariana a la luz de las enseñanzas del Vaticano II:
Sin hacer uso del término “corredentora”, el Concilio claramente enunció la doctrina: una cooperación de tipo excepcional, una cooperación maternal en la vida y obra del Salvador, lo que alcanza su máximo en la participación en el sacrificio del Calvario, el cual está orientado hacia la vida sobrenatural para las almas…53

Y como fue articulado por Galot en el periódico oficial del Vaticano, L ´Osservatore Romano: “El Concilio Vaticano Segundo, mismo que evitó el utilizar este título debatido (Corredentora), sin embargo afirmó con vigor la doctrina que este implica…54

Más allá de cierta presencia doctrinal en el Vaticano II, la corredención Mariana, junto con el uso explícito del título “Corredentora”, en una enseñanza papal repetida cubriendo los siglos XIX hasta el XXI, lo que nuevamente asegura un estatus doctrinal auténtico dentro de la Iglesia. La corredención Mariana ha sido repetidamente enseñada en las encíclicas papales y en las enseñanzas generales, tal y como se refleja en las siguientes citas representativas de las enseñanzas papales oficiales:55
León XIII: “Cuando María se ofreció a si misma completamente a Dios junto con su Hijo en el templo, ya estaba compartiendo con El, la dolorosa expiación a favor de la raza humana. Es seguro, por tanto, que sufrió en lo más profundo de su alma con los sufrimientos más amargos y los tormentos de El. Finalmente, fue precisamente frente a los ojos de María que el sacrificio Divino, por el cual Ella había nacido y alimentado a la víctima, tuvo que ser consumado…vemos que estuvo Su Madre frente a la Cruz de Jesús, quien en un milagro de caridad, nos entregó para que nos recibiera como sus hijos, voluntariamente ofreciendo a su Hijo a la divina justicia, muriendo con El en su corazón, atravesada con la espada de dolor”56.

San Pío X: “Debido a la unión de sufrimientos y propósito existente entre Cristo y María, (Ella) mereció convertirse en la más valiosa Reparadora del mundo perdido, y por esta razón, la dispensadora de todos los favores que Jesucristo adquirió para nosotros por Su muerte y Su sangre…y debido a que fue escogida par Cristo para ser su compañera en la obra de la redención, nos merece -como dicen-de congruo, aquello que Cristo nos merece de condigno”…57 .

Benedicto XV: “El hecho de que Ella estuvo con su Hijo, crucificado y agonizante, fue de acuerdo al plan divino. Hasta tal punto entregó sus derechos maternales sobre su Hijo para la salvación del hombre, y lo inmoló –hasta donde la fue posible- para calmar la justicia de Dios, que podemos correctamente decir que redimió a la raza humana junto con Cristo”58 .

Pío XI: “O Madre del amor y de la misericordia quien, cuando vuestro dulcísimo Hijo estaba consumiendo la Redención de la raza humana en el altar de la cruz, permanecisteis de pie junto a El, sufriendo con El como la Corredentora…conserva en nosotros, os lo suplicamos, e incrementa día con día los frutos preciosos de Su Redención y la compasión de su Madre”59.

Pío XII: “Fue Ella quien, siempre de lo más íntimamente unida con su Hijo, como la Nueva Eva, lo ofreció en el Gólgota al Padre Eterno, junto con el sacrificio de su amor y derechos maternales, a favor de todos los hijos de Adán, avergonzados por la caída vergonzosa de este último”60.

Juan Pablo II: “En ella, los numerosos e intensos sufrimientos se cumularon en una tal conexión y relación, que si bien fueron prueba de su fe inquebrantable, fueron también una contribución a la redención de todos… fue en el Calvario donde el sufrimiento de María Santísima, junto al de Jesús, alcanzó un vértice ya difícilmente inimaginable en su profundidad desde el punto de vista humano, pero ciertamente misterioso y sobrenaturalmente fecundo para los fines de la salvación universal. Su subida al Calvario, su estar a los pies de la cruz junto con el discípulo amado, fueron una participación del todo especial en la muerte redentora del Hijo”61.

Juan Pablo II: “Crucificada espiritualmente con su Hijo crucificado (cf Ga 2:20), contemplaba con caridad heroica la muerte de su Dios, “consintiendo amorosamente en la inmolación de la Víctima quien Ella misma había engendrado” (Lumen gentium, 58)”…Efectivamente, en el Calvario Ella se unió al sacrificio de su Hijo que tendía a la formación de la Iglesia…De hecho, el papel de María como Corredentora no cesó con la glorificación de su Hijo”62 .

Vemos por tanto, que tanto por el criterio de las enseñanzas de concilios ecuménicos, como por las repetidas enseñanzas papales a través de encíclicas e instrucciones generales, la enseñanza de la corredención Mariana, sin lugar a dudas, constituye una auténtica doctrina dentro de las enseñanzas del Magisterio.

En algunas ocasiones es objetado que el título específico de Corredentora sólo aparece en enseñanzas papales de menor importancia, y que por lo tanto no representan las enseñanzas doctrinales de la Iglesia. Esto sería el artificialmente separar el título de Corredentora de la doctrina teológica de la corredención, de la que el título está esencialmente ligado y del cual deriva.

El título se refiere a la función espiritual que María lleva a cabo en su cooperación única en la Redención, y por tanto, el separar el título de la doctrina es el desconectar inapropiada y peligrosamente el título de su fundamento doctrinal revelado y enseñado con autoridad. Sintetizando, la certeza doctrinal de la corredención Mariana, garantiza la certeza doctrinal de María Corredentora.

Mas aún, el uso repetido del título de Corredentora por el papa actual, en cinco diferentes ocasiones63, debería ser por sí mismo para los fieles Católicos, lo que quitara inmediatamente cualquier duda sobre la legitimidad doctrinal del título de Corredentora (ya sea personalmente o preferido por prudencia por el individuo Católico o no). No sea que, por otra parte, el que el Católico concluya contrariamente que el Papa Juan Pablo II ha usado repetidamente un título Mariano que es en sí mismo doctrinalmente erróneo, teológicamente defectuoso, o intrínsecamente sin un fundamento doctrinal Católico. Esto parece extraño al sentido completo de la aceptación religiosa en mente y voluntad, que debe ser dada a la mente manifiesta del papa en sus enseñanzas papales no infalibles64.

Resumiendo, a la luz tanto de las enseñanzas conciliares como de las papales, la corredención Mariana y su correspondiente título, María Corredentora, constituye una enseñanza doctrinal oficial de la Iglesia.

6ª Objeción: A un nivel teológico más especulativo, parece que María no puede participar en la adquisición de las gracias de la redención (o “redención objetiva”) como Corredentora, cuando ella misma necesitó ser redimida. Si Ella cooperó en la redención objetiva, es porque sin Ella, la redención objetiva no se hubiera alcanzado. Pero si la redención objetiva definitivamente fue lograda, entonces ella misma no puede ser beneficiada personalmente. Esto sería aceptar que al mismo tiempo que la redención objetiva está en el acto de ser alcanzada, ha sido ya alcanzada, lo cual sería una contradicción.

Esta aparente contradicción se quita con el entendimiento adecuado de cómo María recibió, lo que es llamado la “redención preservativa”, a la luz de los méritos avanzados de Jesucristo en la cruz.

Es verdad que María necesitaba ser “redimida”, para poder participar activamente en el proceso de la Redención como la compañera sin pecado, la Nueva Eva, con y supeditada a Jesucristo, el Nuevo Adán. El tener el pecado original o sus efectos, no le hubiera permitido a María estar completamente unida con el Redentor y en “enemistad” o completa oposición con Satanás y su semilla de pecado y sus efectos (Gn 3:15), en el proceso redentor o “re-adquisición” de la familia humana de Satanás, y el restablecer la gracia para la humanidad. Cualquier pecado de parte de María le hubiera atribuido una “doble-posición”, al estar en parte unida tanto al Redentor como a Satanás. Por eso María, como hija de Adán y Eva a causa de su humanidad, necesitó ser redimida en la forma de ser preservada del pecado y sus efectos, para poder llevar a cabo correctamente la tarea de Corredentora con el Redentor, en el proceso de la redención universal objetiva.

En la definición papal de la Inmaculada Concepción de María, hecha por el Beato Papa Pío IX en 1854, declara que María, desde el primer instante de su concepción fue liberada del pecado original y todos sus efectos, “en vista de los méritos de Jesucristo”65. Esto se refiere a la más alta o “manera más sublime” en que María fue redimida, más allá de todos los hijos de Adán y Eva. En la redención de María, ella no tuvo que sufrir la experiencia del pecado original y sus efectos, sino más bien a través de los méritos avanzados de Jesucristo en el Calvario, fue preservada de cualquier experiencia o efecto del pecado original, y es por esto redimida de una manera más sublime (y consecuentemente, por esta rezón, debe más por la redención a su Hijo que cualquier otra criatura redimida).

¿Cómo, entonces, específicamente la redención de María en la más alta forma de preservación de pecado decretada hasta permitirle participar históricamente en la redención objetiva? Esta manera más sublime de redención se da en el Calvario, en el hecho de que la primera intención del sacrificio redentor de Jesucristo, de acuerdo con el plan providencial de Padre, fue la de redimir a su propia madre (alcanzada en vistas a la redención y corredención, la que rescataría de Satanás y del pecado al resto de la familia humana).

Esta primera intención del Redentor de redimir a María, es en sí misma otra manifestación de la más grande y más sublime manera de la redención de María. Las gracias de esta primera intención del Redentor, son entonces aplicadas a María en el momento de su Inmaculada Concepción, permitiéndole ser entonces, la Corredentora sin pecado, la Nueva Eva histórica, en la redención objetiva histórica de Jesucristo en el Calvario. Jesucristo primero redimió a su propia madre en el Calvario(aplicado a ella en el momento de su concepción, preservándola de pecado), y luego con su activa corredención al resto de la humanidad.

Por tanto, no hay contradicción en el rol histórico de la Corredentora en la redención objetiva en el Calvario y en la necesidad personal de María de recibir las gracias de la redención. En virtud de su Inmaculada Concepción (gracias redentoras aplicadas a Ella en su concepción en vistas de los méritos futuros de Jesucristo en el Calvario), y como resultado de la primera intención del sacrificio redentor de Jesucristo, María fue capaz de participar excepcionalmente en la redención histórica del resto de la humanidad con su Hijo Redentor. Como el Padre Galot sintetiza:

La primera intención del sacrificio redentor estuvo comprometida de acuerdo al plan divino, con el rescate de María, alcanzado en vistas de nuestro rescate…Por tanto, mientras que estaba asociada en el sacrificio del Calvario, María también se benefició, por anticipado, de los frutos del sacrificio y actuó en la capacidad de criatura redimida. Pero Ella verdaderamente cooperó en la redención objetiva, en la adquisición de las gracias de salvación para toda la humanidad. Su redención fue comprada antes que la de otras criaturas humanas. María fue rescatada únicamente por Cristo, de tal manera que la humanidad pudiese ser rescatada con la colaboración de su madre…

Por tanto, no hay contradicción: la corredención Mariana implica la redención prevista de María, pero no el cumplimiento de la prevista redención de la humanidad; esto expresa la situación única de la madre, quien, mientras que recibía una gracia singular para ella misma de su Hijo, coopera con El en el logro de la salvación para todos67 .

Aún otras escuelas teológicas prefieren distinguir la noción general de la redención separada en dos categorías, la de “preservación” y la de “rescate”. Puesto que María nunca estuvo técnicamente bajo la atadura de la esclavitud de Satanás puesto que nunca experimentó el pecado, entonces el término “rescate” es menos apropiado para ella, puesto que infiere el regresar a alguien de una esclavitud previa. Por tanto, el término “preservación” o redención preservativa, quizá más precisamente distinga la excepcionalidad de la necesidad de María de ser redimida por Cristo primero como una hija de Adán y Eva, pero no infiere que haya estado bajo la esclavitud de Satanás del pecado, siendo ilustrativo de su más alta forma de redención preservativa y de su subsiguiente participación en el verdadero “rescate” del resto de la humanidad68.

¿Esta primordial intención de Jesucristo de redimir primero a su madre y después, como intención subsiguiente al resto de la humanidad, viola la “único sacrificio” de Jesucristo ofrecido por todos, como es discutido en Hebreos (cf Hb 10:10)? De ninguna manera, puesto que la redención permanece una, aunque sus intenciones y aplicaciones eficaces son duplicadas. El único sacrificio redentor de Jesucristo en el Calvario no constituye “dos redenciones”, sino una sublime redención con dos aplicaciones salvadoras: la primera aplicación afectando la Inmaculada Concepción de María y por tanto preparándola para ser la Corredentora en su cooperación con la redención objetiva; y la segunda, afectando la redención de la familia humana alcanzada junto con la Corredentora69.

En su homilía en la Fiesta de la Inmaculada Concepción dada en la Catedral de Krakow, el Cardenal Karol Wojtyla (el actual pontífice), sintetizó bien esta verdad Mariana: “para ser la Corredentora, primero fue la Inmaculada Concepción70.

7ª Objeción: Aún dando por válida la legitimidad de María Corredentora y su correspondiente doctrina de la corredención, no existen rezones substanciales o frutos para su definición papal en estos tiempos, y de hecho tal definición causaría serias divisiones dentro de la Iglesia.

Debe ser asentado desde el principio que tal posición referente a la potencial definición papal de María Corredentora, es ciertamente una posición aceptable para un número de fieles de la Iglesia Católica. Sin embargo, exploremos, en un formato de breve síntesis, algunas de las numerosas razones contemporáneas que han sido ofrecidas en el presente,
para soportar la oportunidad y consecuentes frutos positivos de una definición formal papal de María Corredentora.

1. Una mayor claridad teológica para un área de malentendido en el presente.

Cuando el Venerable Pío XI elevó la doctrina de la Iglesia de la Inmaculada Concepción a nivel de dogma en 1854, declaró que los frutos de tal definición serían el “llevar a la perfección” la doctrina, agregando una mayor claridad y luz para beneficio de todos:
La Iglesia trabaja duro para pulir las enseñanzas previas, para llevar a la perfección sus formulaciones, de tal manera que esos dogmas viejos de la doctrina celestial reciban prueba, luz y distinción, al mismo tiempo que mantengan su totalidad, integridad y su propio carácter…71

A la luz de la gran confusión contemporánea concerniente precisamente con lo que la Iglesia Católica quiere comunicar en la doctrina de la corredención Mariana (como ha sido evidenciado por el artículo de The New York Times y sus reacciones), parecería de lo más beneficioso el contar con una declaración precisa, formulada en base a las escrituras a la luz de la Tradición Cristiana, desde la más alta autoridad de la Iglesia Católica, asegurando su precisión doctrinal y su autenticidad.

2. Beneficios Ecuménicos en una expresión auténtica Católica del diálogo doctrinal

Más que la percepción de estar siendo contra el imperativo de trabajar por la unidad Cristiana, una formulación precisa de que creen los Católicos referente a María Corredentora, y al mismo tiempo que es lo que no creen (Vg.: igualdad con Jesucristo, divinidad de María, etc.), solamente serviría para un diálogo ecuménico auténtico basado en la integridad y verdad sobre lo que realmente es una enseñanza doctrinal Católica.

El extinto Cardenal John O´Connor de New York, se refirió a este fruto ecuménico potencial en su carta de apoyo para la definición papal de María Corredentora:
“Claramente, una definición papal formal sería enunciada en una tan precisa terminología, que otros Cristianos perderían su intranquilidad de que no sabemos distinguir adecuadamente entre la asociación excepcional de María con Cristo y el poder redentor ejercitado por Cristo solo”72 .

Tal definición ayudaría a evitar la tendencia peligrosa de presentar en un diálogo ecuménico sólo aquellos elementos doctrinales que los Cristianos comparten conjuntamente, antes que la difícil pero necesaria acción de compartir aquellos elementos doctrinales que los Cristianos no tienen en común.

Tal integridad en el intercambio doctrinal ecuménico, es críticamente necesaria para llegar eventualmente a una verdadera unidad Cristiana.

3. Desarrollo adecuado de una doctrina Mariana

Los cuatro Dogmas Marianos existentes, la Maternidad Divina (431), la Virginidad Perpetua (649), la Inmaculada Concepción (1854) y la Asunción (1950), se refieren a los atributos o cualidades de la vida terrenal de María, pero ninguno se refiere directamente a la Madre de Jesús en relación con la familia humana.

Es interesante anotar que históricamente sólo un mes después de la definición papal de la Asunción de María en Noviembre de 1950, el Congreso Mariológico Internacional formalmente pidió al Papa Pío XII la definición papal de la mediación universal de María, como una progresión lógica siguiendo a la definición de la Asunción73.

Después de que la vida y atributos de María han recibido sus respectivas “perfecciones de doctrina” en definiciones dogmáticas solemnes, así también, se vería apropiado que la prerrogativa celestial de María como madre espiritual de todos los pueblos en el orden de la gracia, inclusive en y fundada sobre su única corredención, que también recibiese su perfeccionamiento doctrinal en la forma de una definición dogmática.

4. Afirmación de la dignidad de la persona humana y la libertad humana

Uno de los líderes mundiales filósofos personalistas contemporáneos (de la escuela filosófica que se enfoca en la dignidad de la persona humana), Profesor Dr. Josef Seifert,74 argumenta que un dogma de María Corredentora constituiría una confirmación suprema de la dignidad y libertad de la persona humana:

Un dogma que declare a María Corredentora daría un testimonio único a la libertad total de la persona humana y del respeto de Dios por la libertad humana. Este dogma reconocería de manera última que una decisión libre de la persona humana de María, quien no iba a ser la Madre de Dios sin su libre fiat –una decisión que no fue exclusivamente causada por la gracia divina, sino también el fruto de su elección propia y personal- fue necesaria para nuestra salvación, o jugó una parte indispensable en la forma concreta de nuestra redención escogida por Dios.

En nuestra era, en la que la filosofía personalista fue desarrollada más profundamente que nunca antes en la historia de la humanidad, y en la que al mismo tiempo reinan terribles ideologías anti-personalistas, tal dogma sería correctamente percibido como una confirmación suprema de la dignidad de la persona humana.

En todo esto vería un valor y significado crucial y de este dogma al ser proclamado en nuestro tiempo, en el cual, una nueva conciencia de la dignidad personal ha emergido, al mismo tiempo que la persona humana ha sido humillada en acción y negada en teoría más que nunca antes.75

5. Reafirmación de la dignidad de la mujer

En la discusión contemporánea del feminismo y la naturaleza de la mujer, la proclamación papal de María Corredentora, subrayaría lo que podría ser propiamente identificado como el amor radical y respeto por la mujer por parte de Dios.

De acuerdo a la Escritura Cristiana, el plan completo providencial de Dios Padre de enviar a su Hijo para la redención del hombre estaba dependiente de la libre fiat de una mujer (cf Lc 1:38; Ga 4:4). Qué gran “confianza” tuvo Dios Padre en la mujer -en la persona de María- que hizo posible la venida del Redentor de toda la familia humana condicionada sobre el libre consentimiento de esta mujer.

Como el Dr. Seifert nuevamente lo anota:
Esta nueva declaración de la doctrina Tradicional, demostraría de nuevo por tanto, una verdad perpetua sobre María y sobre la mujer, una verdad que siempre ha sido sostenida por la Iglesia, aunque nunca clara e indudablemente declarada: La más grande acción del amor gratuito de Dios, la Redención de la humanidad y de nuestra salvación- es en cierto sentido real también la consecuencia de un acto libre de una mujer, y por tanto, también un don de una mujer para la humanidad76.

Y más adelante:
Este dogma expresaría la dignidad de la acción humana que excede en su actividad, la sublimidad y efectividad de las acciones de todos las criaturas angélicas y humanas: de todos los reyes y políticos, pensadores, científicos, filósofos, artistas y artesanos desde el principio hasta el fin del mundo…77

La completa revelación del rol revelado de María Corredentora podría ser ofrecida, a partir de aquí, como un fundamento ejemplar para un mejor entendimiento de la contribución excepcional del feminismo a la humanidad, y como tal, constituir una base antropológica fundamental para un auténtico feminismo Cristiano.

6. Re-énfasis en la necesidad Cristiana de cooperar con la gracia de Dios para la salvación

El erudito Anglicano de Oxford, Dr. J. Macquarrie, declara que el rol de María Corredentora provee una expresión concreta de la necesidad humana de cooperar libre y activamente con la gracia de salvación de Dios. Más aún, él ve la verdad Cristiana de María Corredentora como un correctivo para los teólogos que quitan tal dignidad de la persona, y en consecuencia, proponer una imagen indeseable de la misma Cristiandad. Como lo sintetiza el Dr. Macquarrie en la siguiente cita:

En algunas formas de enseñanza, es aún creído que los seres humanos pueden salvarse sin siquiera saber que se está dando la salvación. Todo esto se ha dado a través de la visión de la obra redentora de Cristo de una vez por todas. Es un hecho, aunque sea o no reconocido por todos. Para Barth, la Redención (subjetiva) es un acto puramente subjetivo, en que ha terminado, fuera de nosotros, sin nosotros, aún en contra de nosotros…

La Redención no es para él, algo que debe ser considerado como un proceso en marcha en el cual tenemos alguna parte, sino como un acto de Dios de una vez por todas, mucho antes de que naciéramos… Ahora, si uno coincide con este punto de Barth, entonces pienso, que uno tendría que decir en verdad, está tratando a los seres humanos como borregos o ganado, o aún como marionetas, no como seres únicos que son, seres espirituales hechos a imagen de Dios y entregado con una medida de libertad y responsabilidad… Es entendible que Feuerbach, Marx, Nietzche y toda la galaxia de pensadores modernos, llegaron a creer que el Cristianismo los alienaba de su humanidad genuina… Regresemos ahora a la consideración de María como Corredentora. Quizá debamos de reconocer que Bath y otros hayan estado en correcto en creer que el lugar dado a María en la teología Católica es un peligro a la doctrina de sola gratia (sólo la gracia), pero pienso, que este es el caso sólo cuando la doctrina de sola gratia es interpretada en su forma extrema, cuando esta doctrina se convierte a sí misma en un peligro a una visión genuinamente personal y bíblica del ser humano…un ser todavía capaz de responderle a Dios en la obra de seguir construyendo la creación.

Esta visión esperanzadora de la raza humana es personificada y guardado como reliquia en María. En los vistazos que tenemos en los evangelios de María, el permanecer al pie de la cruz junto con su Hijo, y sus oraciones e intercesiones con los apóstoles, son formas particularmente impactantes en las que María compartió y apoyó la obra de Cristo… Es María la que se ha convertido en un símbolo de la perfecta armonía entre la voluntad divina y la respuesta humana, por tanto que es Ella quien le da sentido a la expresión Corredentora78.

María Corredentora y su nueva proclamación serviría para proteger la libertad humana, dignidad y el imperativo humano de cooperar libremente con la gracia de la salvación.

7. El “Sufrimiento es Redentor” y la “Cultura de la Muerte”

Una definición solemne de María Corredentora sería una proclamación Cristiana al mundo de que el “sufrimiento es redentor”. El ejemplo Cristiano de la Corredentora manifiesta al mundo que el aceptar las cruces providencialmente permitidas en nuestra existencia humana, no es una pérdida sin valor que debe ser evitada a toda costa, incluyendo los males intrínsecos tales como la eutanasia y el aborto. Sino más bien que el soportar pacientemente todos las penalidades humanas, es de un valor sobrenatural cuando son unidos con los sufrimientos de Jesucristo, una participación en la distribución de las gracias redentoras del Calvario, tanto para nosotros como Aún el ejemplo del “si” de María a la vida prenatal en circunstancias que pudieron favorecer un juicio injusto y el ridículo entre la gente, en una muestra de un “si” corredentor que todos deberían decir en respuesta al caso de una vida nonata, independientemente de las circunstancias.

Juan Pablo II describe la actual “Cultura de la Muerte”, como un “clima cultural que falla en percibir cualquier sentido o valor al sufrimiento, que considera que el sufrimiento es un epítome de mal que debe ser eliminado a toda costa. Este es especialmente el caso en la ausencia de una visión que pudiera ayudar un entendimiento positivo del misterio del sufrimiento”79 .

El ejemplo concreto de María Corredentora ofrece a la Iglesia y al mundo, el mensaje positivo Cristiano de que el “sufrir es redentor” en todas las circunstancias posibles, desde la persecución Cristiana, hasta el cáncer terminal, el embarazo “no deseado”, y las cruces de la vida diaria ordinaria.

8. Unidad a través del carisma papal dentro de la Iglesia Católica

Desde la perspectiva Católica, el carisma (o don del Espíritu Santo) que es dado a San Pedro y a sus sucesores, los papas subsecuentes (cf Mt 16:15-20), es una fuente de unidad en doctrina y en vida para los miembros de la Iglesia.

Cuando el carisma específico de la infalibilidad papal es usado en el resguardo contra de un error por el Espíritu Santo en materia de fe y moral, tal ejercicio salvaguarda y adecuadamente refuerza la unidad Católica basada en la unidad de la fe, verdad y doctrina. El mismo beneficio de unidad que proviene con el ejercicio del carisma papal también se daría en el caso de la definición solemne de María Corredentora.

En algunas ocasiones es objetado que tal definición sobre la corredención Mariana, causaría división dentro de la Iglesia. Es imperativo ser claro en este punto: La verdad Cristiana une por su naturaleza, es sólo el rechazo de la verdad Cristiana el que divide. Lo mismo es válido para una potencial definición de María Corredentora.

El primer lugar, ya es una enseñanza doctrinal de la Iglesia y por esto mismo, debería ser aceptada por los fieles Católicos con una asentimiento religioso de mente y voluntad80. En segundo lugar, como ya fue declarado, un ejercicio del carisma papal de infalibilidad al servicio de la verdad Cristiana, guiada por el Espíritu Santo, traería consigo la gracia de la unidad de corazones, basados en la unidad de verdad y vida. Pero así como fue verdad para Jesucristo el “signo de contradicción» (cf Lc 2:35), así también sería verdad el rechazo de la verdad concerniente a la Madre del “Signo de
Contradicción”.

Por tanto, cualquier división dentro de la Iglesia en respuesta a una definición papal infalible de la doctrina de la Corredentora, no constituiría, ni sería correctamente percibido, como un componente verdadero y válido de la definición papal en sí misma, sino desafortunadamente sólo un rechazo.

9. Santos Modernos y la Corredentora

Un posible indicio de la madurez de la Doctrina sobre la Corredentora y su definibilidad, es el testimonio moderno y las enseñanzas sobre esta verdad Mariana dadas por un gran número de santos canonizados y beatos contemporáneos. La generosa apreciación de santos recientes sobre la corredención Mariana indica su madurez espiritual en los corazones de santidad heroica dentro del Cuerpo Místico.

Aquellos particularmente expresivos en su apreciación de la corredención Mariana, como doctrina Mariana y como un modelo de vida espiritual Cristiana, incluyen a Sta. Teresa de Liseux, Sn. Maximiliano Kolbe, Sn. Pío X, Sn. Francisco Javier Cabrini, Sta. Gemma Galgani, Sn. Leopoldo Mandic, B. Elizabeth de la Trinidad, Sta. Edith Stein, B. J. María Escrivá, B. Padre Pío, y otros más81.

Auque todavía no ha sido oficialmente beatificada la Madre Teresa, sin embargo, parece apropiado citar su carta de apoyo pidiendo la definición papal de María Corredentora: “La definición papal de María Corredentora, Mediadora de todas las gracias y Abogada, traerá grandes gracias a la Iglesia. Todo por Jesús a través de María”82.

10. Iniciación del Triunfo del Inmaculado Corazón profetizado en Fátima

Un gran número de autores y pensadores Marianos de todo el mundo83, también ven en la proclamación papal de María Corredentora, junto con los roles espirituales como Mediadora de todas las gracias y Abogada, lo que ha sido referido como la “iniciación” definitiva o la iniciación del Triunfo del Inmaculado Corazón de María, tal y como fue profetizado en la apari
ción de Nuestra Señora en Fátima, Portugal en 1917.

La noción particular del “Triunfo del Corazón Inmaculado”, viene de las palabras dadas por María en Fátima a los niños videntes, en las apariciones aprobadas por la Iglesia, las que después de profetizar tales eventos como el surgimiento del comunismo ateo, persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre, una potencial segunda guerra mundial y la aniquilación de varias naciones, entonces declaró: “Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará”…84

El Triunfo del Corazón Inmaculado de María es desde entonces previsto como un dramático influjo de gracias sobrenaturales para el mundo, mediadas por medio de La Corredentora, Mediadora y Abogada, y conduciendo a un período de paz espiritual para la humanidad. El rol de la proclamación papal de María Corredentora en el Triunfo del Corazón Inmaculado de María, como fue profetizado, sería visto por algunos Marianos contemporáneos como el reconocimiento oficial del papa, como la más alta autoridad de la Iglesia, ejerciendo la libertad requerida por parte de la humanidad, para permitir que sea liberada la total potencia mediadora e intercesora de María Corredentora, Mediadora y Abogada, en la distribución de las gracias redentoras del Calvario para el mundo contemporáneo. Dios no fuerza sus gracias sobre nosotros, sino espera el consentimiento libre de la humanidad.

Con la definición papal oficial de María Corredentora dada por la máxima autoridad humana en libre voluntad a favor de la humanidad, este libre acto “liberará” a la Corredentora para distribuir completamente las gracias del Calvario en un nuevo derramamiento de gracias del Espíritu Santo para el mundo. Como fue explicado por el Ex-Embajador de las Filipinas en el Vaticano:

Hace dos mil años durante el Primer Adviento, el Espíritu Santo descendió sobre María, y cuando el poder del Altísimo la cubrió, concibió a Jesús, Hijo de Dios. Ahora, durante este Nuevo Adviento, es la Madre de Todos los Pueblos, Corredentora, Mediadora de todas las gracias y Abogada, la que acompañará a su Esposo para descender a nuestros corazones y a nuestras almas, y recrear en cada uno de nosotros –si damos nuestro fiat- la semejanza de Jesús…La proclamación del Quinto Dogma ya no es nuestra prerrogativa; es nuestro deber85 .

Como tal, la proclamación papal de María Corredentora efectuará una liberación histórica de gracias sobre el mundo, por el ejercicio pleno de la madre espiritual de todos los pueblos en su más generoso ejercicio de sus roles como Corredentora, Mediadora de todas las gracias y Abogada86 .

Conclusión

Se espera que se hayan dado algunas luces sobre las principales preguntas concernientes a la discusión presente en el tema de María Corredentora en sí misma, y, al menos como forma de introducción, en discutir el aspecto específico de una potencial definición papal sobre la doctrina de la Corredentora.

Referente a cualquier definición potencial futura de la Corredentora desde una perspectiva Católica, debería reinar finalmente la paz y la verdad en los corazones y mentes de los fieles, en la conducción por el pontífice de la Iglesia, en temas de fe y moral, independientemente de la diversidad presente de opiniones personales en este tema.

Desde la perspectiva general Cristiana, referente a la doctrina de María Corredentora y a otras doctrinas que actualmente nos dividen, mantengamos la fe en eventual cumplimiento de la oración de Jesucristo por la unidad Cristiana en la Ultima Cena: ”…para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, para que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” (Jn 17:21). Aparte de los avances y retrocesos temporales históricos, los Cristianos deben tener fe en la unidad final Cristiana de corazón, la que florecerá en unidad de mente, verdad y fe basada en el único Jesucristo, quien es “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14:6).

Dr. Mar Miravalle Profesor de Teología y Mariología Universidad Franciscana de Steubenville 25 de Marzo del 2001

————

1 Madre Teresa de Calcuta, Entrevista Personal, Calcuta, 14 de Agosto de 1993
2 Juan Pablo II, Mensaje Papal, 31 de Enero 1985, Guayaquil, Ecuador (O.R. 13 de Marzo 1985).
3 San Irineo de Lyons, Adversus haeresus, III, 22, énfasis del autor.
4 San Jerónimo, Epist. 22, 21.
5 Modesto de Jerusalén, Migne PG 86; 3287.
6 San Juan Damaceno, PG 86; 658.
7 San Bernardo de Cairvaux, Ser. III, Super Salve.
8 San Buenaventura, de don. Sp. 6;14., énfasis del autor.
9 Cf. Calkins: “Enseñanzas del Papa Juan Pablo II sobre la Corredención Mariana”, como se
encuentra en Miravalle, ed., María Corredentora Mediadora y Abogada: Bases Teológicas II, p.113
10 Cf. Juan Pablo II, Ut Unum Sint, 21, 28.
11 Concilio Vaticano Segundo, Unitatis Redintegratio, n.11.
12 Juan Pablo II, Ut Unum Sint, n.36.
13 Juan Pablo II, ibid, n. 18.
14 Concilio Vaticano Segundo, Lumen Gentium, n. 56.
15 Lumen Gentium, n. 58.
16 Lumen Gentium, n. 61.
17 Juan Pablo II, Ut Unum Sint, 18.
18 Juan Cardenal O´Connor, Carta de Apoyo a la Definición Papal de María como Corredentora,
Mediadora y Abogada. 14 de Febrero de 1994.
19 Martín Lutero, Comentario sobre el Magnificat, 1521, citado por el Dr. Charles Dickson, Un
Pastor Protestante Mira a María, 1996, Our Sunday Visitor Press, p. 41, 42.
20 Ibid
21 Dickson, Un Pastor Protestante Mira a María, p. 48-49.
22 Juan Pablo II, Redemptoris Mater, 21, 39.
23 Juan Pablo II, Discurso Papal, Roma, 1 de Octubre, 1997, L´Osservatore Romano, 41.
25 San Irineo de Lyons, Adversus haeresus, III, 22, énfasis del autor.
24 J. Macuarrie, “María Corredentora y Disputas sobre la Justificación y la Gracia” en María Corredentora, Mediadora y Abogada, Fundamentos Teológicos II, p. 246
26 Modesto de Jerusalén, Migne PG 86; 3287.
27 San Juan Damaceno, PG 86; 658.
28 San Bernardo de Clairvaux, Ser. III, super Salve.
29 San Buenaventura, de don. Sp. 6:14., énfasis del autor.
30 San Buenaventura, Sermo III, de Assumptione, Opera Omnia, v.9.
31 San Buenaventura, Sent. III.
32 San Buenaventura, Collatio de donis Spitirus Santi 6, n.16.
33 San Alberto el Grande (o Pseudo-Alberto) Mariale, Q. 150.
34 John Tauler, Sermo pro festo Purifidcartionis Beate Mariae Virginis.
35 Oratione, St. Peter´s in Salzburg, in Analecta hymnica medii aevi, v.46, p.126.
36 Para un tratamiento más completo sobre la Corredentora a través de la Tradición Cristiana,
cf. J.B. Carol, De Corredemptione Beate Virginis Mariae, Typis Polyglottis Vaticanis, 1950,
cf J.B. Roschini, O.S.M., Maria Santissima Nella Storia Della Salvezza, 1969, v. II, p.171.
37 Fr. Fredrick Faber, Al Pie de la Cruz (Dolores de María), Reilly Co, 370.
38 Papa León XIII, Parta humano generi.
39 Papa Benedicto XV, Inter Sodalicia, 1918.
40 Papa Pío XI, Alocución a los Peregrinos de Vicenza, 30 de Nov. De 1933.
41 Concilio Vaticano Segundo, Lumen Gentium, n.58.
42 Juan Pablo II, Discurso Papal en Guayaquil, 31 de Enero de 1985 (ORE, 876).
43 Juan Pablo II, Audiencia General, 9 de Abril de 1997.
44 Juan Pablo II, Audiencia General, 21 de Marzo del 2001.
47 Galot, S.J., Maria Corredentrice en L´Osservatore Romano, 15 Sept. 1977 (Ed. Italiana)
48 Cf. Concilio Vaticano Segundo, Dei Verbum, II, nn. 9-10.
49 Cf. Concilio Vaticano Segundo, Lumen Gentium, n.25.
50 Concilio Vaticano Segundo, Lumen Gentium, n. 56.
51 Lumen Gentium, n. 58.
52 Lumen Gentium, n. 61.
53 Jean Galot, S.J., “Maria Corredentrice. Controversie e problemi dottrinali”, Civilta Cattolica, 1994,
III, 213-215.
54 “Maria Corredentrice”, L´Osservatore Romano, 15 de Septiembre de 1995, p. 4.
55 Para un tratamien
to más completo, cf. Schung y Miravalle, “María Corredentora en los Documentos
del Magisterio Papal”, en María Corredentora, Mediadora y Abogada, Fundamentos Teológicos I,
Queenship Pub. 1995; Calkins, “Enseñanzas del Papa Juan Pablo II sobre la Corredención”, en María
Corredentora, Mediadora y Abogada, Fundamentos Teológicos II, pp. 113-148.
56 Papa León XIII, Encíclica Jacunda Semper, 1884.
57 Papa San Pío X, Encíclica Ad diem illum, 1904.
58 Papa Benedicto XV, Carta Apostólica, Inter Sodalicia, 1918.
59 Papa Pío XI, Oración en la Clausura Solemne del Jubileo de la Redención, 28 de Abril, 1933.
60 Papa Pío XII, Encíclica Mystici Corporis, 1943.
61 Juan Pablo II, Carta Apostólica, Salvifici Doloris, n.25.
62 Juan Pablo II, Discurso Papal en Guayaquil, Ecuador, 31 de Enero de 1985.
63 Cf Para las cinco citas y comentarios, cf. Calkins, “Las Enseñanzas de Juan Pablo II sobre la Corredención Mariana”, María Corredentora…Fundamentos Teológicos II 64 Nuevamente, cf Lumen Gentium, n.25.
65 Beato Papa Pío IX, Bula Dogmática, Ineffabilis Deus, 8 de Diciembre de 1854.
66 Para un tratamiento extenso, cf. J.B. Carol, La Corredención de Nuestra Señora, en Mariología,
Vol. II, Bruce, 1958; Friethoff, Una Mariología Completa, Blackfriars Pub., Londres, 1985, p.182;
Galot, S.J., Maria: Mediatrice o Madre Universale? Civilta Cattolica, 1996, I, 232-244.
67 Galot, S.J., Maria Corredentrice: Controversie e problemi dottrinali, Civilta Cattolica, 1994, III, p.
68 Cf. Friethoof, op. cit.
69 Cf. J.B. Carol, op. cit.
70 Karol Cardenal Wojtyla, Homilía en la Fiesta de la Inmaculada Concepción, 8 de Dic. de 1973.
71 Beato Pío IX, Ineffabilis Deus, 8 de Diciembre de 1854, DS 2802.
72 John Cardinal O´Connor, Carta de Apoyo dirigida al Papa para pedir el Quinto Dogma, 14 de
Febrero de 1994.
73 Alma Socia Christi, Memorias del Congreso Internacional Mariológico en Roma, 1950, p.234.
74 El Dr. Josef Seifert es Rector de la Academia Internacional de Filosofía en Liechtenstein y
miembro del Consejo Pontificio por la Vida.
75 Seifert, María como Corredentora y Mediadora de todas las Gracias –Bases Filosóficas y
Personalistas de una Doctrina Mariana, en Maria Corredentora…Bases Teológicas II, p. 166.
76 Seifert, op. cit., p.168.
77 Ibid.
78 J. Macquarrie, “María Corredentora y Disputas sobre la Justificación…”op. cit. p.248, 255.
79 Juan Pablo II, Encíclica 1995, Evangelium Vitae, n.15.
80 Again, cf Lumen Gentium, n.25. 9 Santos Modernos y la Corredentora
81 Para un tratamiento más completo de la hagiografía sobre la Corredención Mariana, cf Stefano Minelli, FFI, “Hagiografía del Siglo Veinte sobre la Corredención Mariana”, en María al Pie de la Cruz, Actas del Simposio sobre la Corredención Mariana en Inglaterra, 1999.
82 Madre Teresa de Calcuta, Carta de Apoyo por el Quinto Dogma Mariano, 14 de Agosto, 1993.
83 Como ejemplo de tal pensamiento, cf en Miravalle, ed., Discernimientos Contemporáneos sobre un Quinto Dogma Mariano, Bases Teológicas III, Queenship Pub., 2000, los siguientes ensayos: Embajador Howard Dee, “Embajador de Nuestra Señora, Juan Pablo II, Fátima y el Quinto Dogma Mariano”; Dr. Bartholomew, “Un Científico Explora a María, Corredentora”; Calkins, “El Mensaje de Nuestra Señora de Todas las Naciones”.
84 Memorias de la Hna.. Lucia de Fátima, 13 de Julio de 1917.
85 Embajador Howard Dee: “Embajador de Nuestra Señora, Juan Pablo II y el Quinto Dogma Mariano”, en Discernimientos Contemporáneos, op. cit. p. 12-13. 86 Para un tratado extenso, cf. Miravalle, El Dogma y el Triunfo, Queenship Pub., 1998

 
 

Entre su email para recibir nuestra Newsletter Semanal en modo seguro, es un servicio gratis:

 
 

Categories
Doctrina REFLEXIONES Y DOCTRINA

Por qué ahora es el tiempo para un dogma de María Corredentora, reportaje a Mark Miravalle, Presidente de Vox Populi

Mark Miravalle, uno de los más importantes proponentes para que María sea declarada Corredentora, ofreció sus puntos de vista con ZENIT. Miravalle es profesor de teología y Mariología en la Universidad Franciscana de Steubenville y es presidente de Vox Populi Mariae Mediatrici…

…CONTIENE VIDEOS…

 

 

ZENIT: ¿Porqué piensa Ud. que el título de María Corredentora es un título Mariano legítimo dentro de la Iglesia?

La carta apostólica del Papa Juan Pablo II «Rosarium Virginis Mariae» (El Rosario de la Virgen María) ha reavivado el interés en el rol de Nuestra Señora en la vida de Cristo y en la historia de la salvación.

Miravalle: El título Mariano «Corredentora», se refiera a la participación única de María en la obra de nuestra redención llevada a cabo por Jesucristo. El prefijo «co» viene de la palabra del Latín «cum» que significa «con» y «no igual a».

El término como ha sido usado por la Iglesia nunca pone a María en nivel de igualdad con Jesucristo, el divino redentor. Sin embargo, la libre y activa cooperación humana de la Madre de Jesús en la redención, particularmente en la Anunciación y en el Calvario, es correctamente reconocida por el magisterio y las enseñanzas papales del Concilio Vaticano Segundo –Ver «Lumen Gentium» Nos. 56, 57, 58 y 61– y se convierte en un ejemplo pre-eminente de cómo el Cristiano está llamado a hacerse un «co-trabajador con Dios».

El teólogo papal, Padre Cottier, O.P. defendió recientemente –en un discurso internacional para la Congregación del Clero– el título de María Corredentora en las enseñanzas del Concilio Vaticano Segundo. De igual manera el Cardenal Schönborn, ex-secretario del Catecismo universal, es también un elocuente defensor de este título y uno de los 550 obispos que respaldan la definición papal de María Corredentora, Mediadora de todas las Gracias y Abogada.

ZENIT: ¿En alguna ocasión el Papa Juan Pablo II ha llamado a María «Corredentora»?

Miravalle: El Papa Juan Pablo II ha usado el título de Corredentora cuando menos en seis ocasiones en sus discursos papales, al igual que lo hizo –antes que él- el Papa Pío XI. Por ejemplo, en su homilía en Guayaquil, Ecuador en Enero de 1985, declaró que María fue «espiritualmente crucificada con su Hijo crucificado» y que «su rol como Corredentora no terminó después de la glorificación con su Hijo.»

Las enseñanzas repetidas y consistentes de nuestro Santo Padre sobre María como Corredentora en sus discursos y homilías papales, es una manifestación de la mente y del magisterio ordinario del Papa que hace un llamado por nuestra sumisión religiosa de voluntad e intelecto, de acuerdo a la Lumen Gentium, 25.

El Concilio Vaticano Segundo hace referencia a las alocuciones papales en numerosas ocasiones, como un soporte doctrinal para sus conclusiones conciliares. Así como los discursos papales fueron reconocidos por el concilio como fuentes doctrinales legítimas, de igual manera el magisterio Mariano de Juan Pablo debería reconocerse en el período post-conciliar.

La santidad aporta un fuerte testimonio al título de María Corredentora. Por ejemplo, San Pío de Pietrelcina, San Josemaría Escrivá, Sta. Teresa Benedicta de la Cruz -Edith Stein-, San Leopoldo Mandic y el Beato Bartolo Longo, entre muchos otros santos recientemente canonizados y beatos, junto con San Maximiliano Kolbe, usaron el título.

La madre Teresa de Calcuta fue realmente, una de las líderes en la causa por una definición dogmática de María Corredentora, Mediadora de todas las Gracias y Abogada. La Hermana Lucia, la vidente de Fátima, también ha subrayado el rol de María Corredentora en su último libro: «Llamados de los Mensajes de Fátima» exponiendo sobre María Corredentora en seis diferentes secciones del mismo.

ZENIT: ¿Qué dice sobre la objeción de que el término Corredentora no es legítimo, porque no está en el lenguaje de la Escritura y de los Padres de la Iglesia?

Miravalle: El objetar la legitimidad del título de Corredentora es criticar, implícitamente a Juan Pablo II, quien como ya dije, ha usado repetidamente el título de Corredentora. El usar el lenguaje de la Escritura y de los Padres como un criterio legítimo de la terminología de la Iglesia, sería eliminar de manera impresionante los títulos dogmáticos Marianos de la Inmaculada Concepción y de la Asunción, lo mismo que el término de la transubstanciación y aún el de la infalibilidad papal, ya que ninguna de estas verdades dogmáticas son descritas en dicho lenguaje.

Sería importante evitar cualquier tipo de semi-primitivismo que impide el desarrollo legítimo de una doctrina o un título debido a la falta de su presencia explícita en la Escritura o en los Padres.

El Venerable Cardenal Newman respondió a Pusey con respecto a una objeción similar diciendo: «¿Porqué protestas contra el que Nuestra Señora sea llamada Corredentora cuando estás dispuesto a aceptar inmediatamente títulos inmensamente más gloriosos atribuidos a ella por los Padres: Madre de Dios, Segunda Eva, Madre de Todos los Vivientes, Madre de la Vida, Estrella de la Mañana, Nuevo Cielo Místico, Centro de la Ortodoxia, la toda sin mancha Madre de la Santidad, y otros parecidos?

ZENIT: Pero ¿la definición papal de María Corredentora no obstaculizaría la importante misión ecuménica de la Iglesia?

Miravalle: Los teólogos protestantes Miegge and Maury identificaron en los 50´s, la corredención Mariana como el tema fundamental de la Mariología del Siglo XX. Más recientemente, el tratado ecuménico Dombes sobre María, anotó que la omisión de los títulos de Corredentora y Mediadora de todas las gracias en el Vaticano II, para no ofender a los Cristianos Protestantes, no fue efectiva, puesto que la doctrina de la corredención y de la mediación permanecieron como una enseñanza fundamental del concilio.

Es tiempo de ser más sinceros con otros cuerpos eclesiales Cristianos sobre la doctrina de la corredención y mediación Mariana y articular esta verdad con la mayor integridad y precisión teológica posible, mientras que al mismo tiempo se manifieste una gran delicadeza hacia aquellos que no comparten nuestra visión Católica. Este sería el importante beneficio ecuménico de la definición de María Corredentora.

El extinto Cardenal O’Connor de New York declaró que una definición -como la propuesta-, ayudaría grandemente al ecumenismo porque su articulación precisa aseguraría a otros Cristianos que nosotros distinguimos adecuadamente entre la excepcional asociación de María con Cristo y el poder redentor ejercido por Cristo solo.

El Santo Padre declara en «Ut Unum Sint» que la unidad Cristiana querida por Dios, sólo se puede obtener por la aceptación del contenido total de la verdad revelada y prohíbe cualquier componenda de la verdad revelada o de un desarrollo doctrinal en aras de un «acuerdo superficial». Es por esto que la persona de Juan Pablo II ofrece una particular sensatez para la presente oportunidad de una definición papal de María Corredentora.

Este Papa posee el verdadero don de ser al mismo tiempo «completamente ecuménico» y «completamente Mariano», y ¿quién mejor que Juan Pablo II para encontrar el delicado balance entre la completa integridad dogmática y la genuina delicadeza ecuménica, referente a la formulación de un nuevo dogma Mariano? ¿Acaso no ha representado maravillosamente este
cuidadoso balance en el «Rosarium Virginis Mariae»?

Al inicio del Año Mariano en 1987, el Santo Padre alentó a la comisión preparatoria a tener más «confianza en María por la misión del Ecumenismo». La misma sabiduría aplica en relación a un posible dogma Mariano.

La Madre espiritual de todos los pueblos sigue siendo la Madre de la unidad Cristiana, no su obstáculo.

En relación a los Ortodoxos, nuestras Iglesias hermanas, su generosa celebración litúrgica del rol de la Madre de Dios en nuestra salvación es algo para emular y redescubrir en la Iglesia de Occidente. Su entrada litúrgica común: «Oh Madre de Dios, sálvanos», capta el meollo del rol excepcional de María en la misión salvífica de su Hijo. De hecho, el Patriarca Bartolomeo promulgó en 1998, la encíclica de Cuaresmática sobre el rol de la Madre de Dios en la salvación, que pasó casi inadvertida en el Occidente.

El hecho permanece de que las Iglesias Ortodoxas, al igual que los cuerpos eclesiales Protestantes, no aceptan el oficio del papado, y por lo mismo, lógicamente nunca pueden estar a favor del ejercicio del carisma de la infalibilidad papal, mismo que rechazan a priori. Es por esto, que el sostener que hasta que recibamos el respaldo de las autoridades Ortodoxas y Protestantes para un dogma Mariano el Papa no debería declarar un dogma, es filosófica y prácticamente eliminar en su totalidad el carisma de la infalibilidad papal.

ZENIT: ¿Cuántos fieles Católicos han pedido este dogma, y ve Ud. alguna relevancia para la proclamación de este dogma Mariano con la presente situación mundial?

Miravalle: En los últimos 10 años, han sido enviados a la Santa Sede alrededor de 7 millones de peticiones provenientes de 150 países, junto con los respaldos -cartas personales dirigidas a Su Santidad- de 550 obispos y más de 40 cardenales. Esto constituye la campaña más grande de peticiones en la historia de la Iglesia.

A la luz del presente clima y rumores de guerra, creo que la proclamación del dogma de María Corredentora, Mediadora de todas las Gracias y Abogada, sería el medio para liberar el ejercicio pleno del rol intercesor materno de Nuestra Señora para traer la paz a un mundo problematizado, en cumplimiento de su promesa dada en Fátima de que «al final mi Corazón Inmaculado triunfará…y un período de paz será concedido al mundo». DIOS respeta la libertad humana y la proclamación papal «la liberará» para ejercer plenamente sus roles salvíficos para la humanidad contemporánea.

Este reportaje se realizó el 31 de octubre de 2002.
Fuente: ZENIT Agencia Noticiosa


VIDEO

Oración para que se proclame a María Corredentora

«Señor Jesucristo, Hijo del Padre,
manda ahora tu Espíritu sobre la tierra.
Haz que el Espíritu Santo habite en el corazón de todos los pueblos,
para que sean preservados de la corrupción,
de las calamidades
y de la guerra.
Que la Señora de todos los Pueblos, María Santísima,
sea nuestra Abogada. Amen.»

La Stma. Virgen dictó con insistencia a la vidente esta breve y potente oración para que se proclame a María Corredentora cuanto antes y de ese modo el Espíritu Santo descienda con una nueva plenitud, como ha sido prometido.

(La oración) «ha sido dada para pedir que el verdadero Espíritu venga al mundo» (20.09.195l).
María insiste: «No eres capaz de comprender la importancia esta oración. Tú no sabes lo que el futuro reserva» (15.04.1951).
Ella incluso llega a prometer: «Por medio de esta oración la Señora salvará el mundo. Una vez más repito la promesa» (10.05.1953).
«No sabes qué gran valor y fuerza esta oración tendrá ante Dios» (31.05.1955).
Dirigiéndose al Papa, la Stma. Virgen dijo que había sido «mandada por su Señor y Creador, para que, mediante esta oración y este título, pueda salvar el mundo de una gran catástrofe mundial» (10.05.1953).
«¡Cuida que se haga conocer esta oración a todo el mundo, a todos las naciones. Todos tienen derecho. Te aseguro que el mundo cambiará» (29.04.1951).

Viendo que se duda en difundir esta oración, la Stma. Virgen anima diciendo: «Que los hombres digan cada día esta sencilla oración. Es tan sencilla y breve, que todos pueden recitarla en este mundo moderno. Ha sido dada para pedir que el verdadero Espíritu venga al mundo» (20.09.1951).

Entre su email para recibir nuestra Newsletter Semanal en modo seguro, es un servicio gratis: