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Por qué la Medalla Milagrosa es “la Madre” de las Apariciones Modernas de María

El mensaje de las apariciones a Santa Catalina Labouré, contiene una gran riqueza.

El padre René Laurentin lo hace notar en su «Breve tratado de teología Mariana«.

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Cuando se analiza el contenido doctrinal de una manifestación es necesario buscar no sólo en las palabras mismas de la SS. Virgen.
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Las palabras pronunciadas van acompañadas de un conjunto de hechos, de gestos y de signos simbólicos que contienen enseñanzas y sobre las cuales debe detenerse nuestra reflexión.

María cuidó de explicar Ella misma ciertos detalles de su manifestación a Catalina Labouré.

Así cuando dice:

¡Hija mía! Este globo representa al mundo… Estos rayos son símbolos de las gracias que yo derramo sobre aquellos que me las piden.

En cambio ha expresado ciertas verdades que nos quiere enseñar únicamente mediante símbolos.

Esto es particularmente cierto, tratándose de los signos que figuran en el reverso de la medalla.

Estos contienen una lección profunda bastante fácil de leer.

María misma ¿no dijo a la vidente que le preguntaba que debía escribir en el reverso: la letra M y los dos corazones?

Veamos en primer lugar, en este capítulo algunos objetivos generales buscados por la SS. Virgen.

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ÉSTA ES LA «APARICIÓN MADRE»

Lo que primero impacta en las apariciones de la calle du Bac, cuando se las compara con las manifestaciones posteriores de la SS. Virgen, que la Iglesia ha aprobado, son las numerosas relaciones que tienen con estas últimas.

No solamente es necesario relacionarlas con las otras cuatro grandes manifestaciones marianas que se sucederán en Francia a lo largo del siglo XIX:
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en 1846 en la Salette; en 1858 en Lourdes; en 1871 en Pontmain; en 1876 en Pellevoisin.
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Sino también, señalar su nexo con las de Fátima de 1917.

Las apariciones de 1830 contienen en germen todas las otras.
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Son como el resumen de todo lo que María dirá cada vez con más claridad e insistencia en sus manifestaciones sucesivas.
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María tiene un plan que va a desarrollar con mayor precisión en las otras intervenciones.
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Como se ha dicho: la aparición a Santa Catalina Labouré es la aparición-madre de la cual saldrán todas las demás.

Desde este punto de vista, las manifestaciones ulteriores de la Santísima Virgen pueden también ayudarnos a encontrar el sentido de tal o cual detalle simbólico de las apariciones de la Rue du Bac.

Así, en el transcurso de sus apariciones posteriores de los siglos XIX y XX, María va a insistir más y más sobre el Rosario.

En la Salette donde habla también abundantemente por símbolos, María lleva alrededor de su corona, en los bordes de su pañoleta y de su vestido, rosas de color rosado, rojo y oro.

A no dudarlo, María quiere hablarnos del Rosario con sus misterios gozosos, dolorosos y gloriosos.

En Lourdes es ya más precisa, lleva el Rosario en su brazo, lo toma entre sus dedos, hace señas a Bernardita para que lo rece, se asocia también al rezo pasando las cuentas del Rosario, diciendo el Gloria al Padre juntamente con la niña.

En fin, en Fátima será más explícita todavía: María se aparece seis veces y cada vez pide el rezo diario del Rosario.

Y en el desarrollo de la última visión, el 13 de octubre de 1917, declara: «Soy Nuestra Señora del Rosario».

Deseo que se levante aquí una Capilla en honor mío y que se continúe rezando el Rosario todos los días.

Habiendo dicho esto, sería desconcertante no encontrar el anuncio del Rosario en 1830.

Como lo veremos más adelante, parece correcto afirmar que los quince anillos esmaltados con piedras preciosas que María lleva en cada mano, no tienen otro significado más que los quince misterios del Rosario.

La verificación de estas relaciones con las manifestaciones ulteriores de María nos muestra por consiguiente de antemano la importancia y riqueza de la aparición a Catalina Labouré.

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ASIENTA EL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Parece comprobado que la Medalla Milagrosa suscitó la corriente anhelada de fe y de invocación.
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El grado de presión espiritual necesario para la definición dogmática de 1854.

Es debido a millones de medallas que rápidamente la Medalla de la Inmaculada Concepción (como se llamaba al principio), se extendiera como un reguero de pólvora.

No sólo en Europa, sino también en todo el mundo, sembrando gracias de conversiones y a menudo el milagro.

De aquí el nombre que le adjudicó la voz popular «La Medalla Milagrosa».

Desde 1833 (la medalla empezó a acuñarse en 1832) llegan cartas de Obispos a la calle du Bac o al arzobispado de París para atestiguar que la fe renace.

Que la oración florece de nuevo, movimientos de conversión se manifiestan a raíz de la difusión de la medalla de María sin pecado concebida, revelada en París.

Por eso en todas partes reclaman la famosa medalla, no solo las personas particulares, sino parroquias enteras y aún diócesis, por medio de sus párrocos y obispos.

De manera que la invocación «Oh María sin pecado concebida…», que llegó a ser como la oración jaculatoria de los años 1830 a 1850, preparaba todos los corazones católicos al acto solemne de la Inmaculada Concepción.

Por el cual Pío IX, proclamaría el 8 de diciembre de 1854, como dogma de fe que debía ser creído por todo el mundo, el hecho de que María fue preservada del pecado original desde el primer instante de su Concepción.

Esta contribución de la Medalla Milagrosa a la creación del clima requerido para la proclamación de este dogma, ha sido reconocida en el Congreso Romano del Cincuentenario de la definición de la Inmaculada Concepción en 1904.

Ha sido afirmada también por el oficio litúrgico de Ntra. Sra. de la Medalla Milagrosa. La Divina Providencia todo lo conduce maravillosamente.

La definición dogmática de 1854 fue preparada por las apariciones de la calle du Bac y fue confirmada magníficamente por las de Lourdes en 1858.

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REMEDIO FRENTE AL RACIONALISMO Y AL MATERIALISMO

Éste es otro fin de María al aparecerse a Catalina Labouré: Dar un antídoto al racionalismo reinante y al materialismo que estaba por aparecer.

En el centenario de las apariciones de Lourdes, el Canónigo Barthas sacó a luz un libro: «De la Gruta a la encina verde (de Fátima)».

Allí muestra que en las manifestaciones marianas de 1830 a 1953 (Siracusa) el dato más evidente es la revelación progresiva de las riquezas del Corazón Inmaculado de María, como antídoto a las falsas místicas de los siglos XIX y XX.

Analiza particularmente los casos de Lourdes y de Fátima y muestra que Lourdes fue un remedio al racionalismo y Fátima al ateísmo.

Pues bien, ambas manifestaciones son intervenciones de la Inmaculada.

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LOURDES: REMEDIO FRENTE AL RACIONALISMO

La Inmaculada Concepción revelada en Lourdes ha sido un remedio providencial contra el racionalismo.
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Los Papas Gregorio XVI y Pío IX, había ya comprendido que el dogma de la Inmaculada Concepción era un contrapeso de los errores modernos.

Pío IX sobre todo había captado el nexo real entre este dogma mariano, que se encuentra en el centro de los misterios de la salvación y las negaciones o alteraciones de la verdad provocadas por el racionalismo.

Por este motivo sobre todo, definió la Inmaculada Concepción, dogma que María debía confirmar cuatro años más tarde en Lourdes.

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FÁTIMA: REMEDIO FRENTE AL ATEÍSMO

Por otra parte la revelación del Corazón Inmaculado de María y del Rosario en Fátima constituyó un remedio contra el ateísmo.
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María se aparecía aquí al mismo tiempo que estallaba en Rusia la revolución roja y declaraba al respecto:
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«Si se hace lo que pido (recitación diaria del Rosario y consagración del mundo a su Corazón Inmaculado) habrá paz y Rusia se convertirá.»

Según esto al aparecerse en la calle du Bac en 1830 y traer la Medalla, la Virgen se declara ya Inmaculada en su Concepción y anuncia la devoción a su Corazón Inmaculado.

Sobre la Medalla hace escribir: «¡Oh María sin pecado concebida…!»; es lo equivalente a lo que dirá en Lourdes: «Soy la Inmaculada Concepción».

Comienza por lo tanto en 1830 a combatir el racionalismo. Por otra parte sobre la Medalla está su Corazón Inmaculado al lado del Corazón de Jesús.

Anuncia de antemano la lucha contra el materialismo que no iba a tardar en aparecer.

Es evidente que las apariciones de la Virgen están en relación con las necesidades de las almas y de la Iglesia.

Están adaptadas a la naturaleza de los errores que era especialmente urgente combatir.

He aquí porqué desde que conoció las manifestaciones de la calle du Bac el Papa Gregorio XVI favoreció con todo su influjo la devoción a la Medalla Milagrosa.

He aquí porqué justamente en nuestro tiempo en que el materialismo, teórico o práctico, hace correr el riesgo de sumergirlo todo, más que nunca es necesario que nos volvamos a la Inmaculada.

Que escuchemos las recomendaciones del Corazón Inmaculado de María hacia el cual nos orienta ya la Medalla y repitamos sin cesar la invocación: «¡Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!».

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MENSAJE DOCTRINAL DE LA MEDALLA

Lo que impacta primero es que la Medalla presenta el misterio de María en un contexto escriturístico como lo hacen la teología actual y especialmente el Concilio Vaticano II.

 

EL MENSAJE BÍBLICO

El anverso de la Medalla sintetiza la gran promesa de Dios en la primera página de la Biblia.
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La del Redentor y de la Mujer que le será asociada y que aplastará la cabeza de la serpiente infernal.
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Porque el mismo decreto divino que requería al Redentor, requería también la asociación de María a su obra redentora.

Por el contrario el reverso de la Medalla nos muestra la última revelación mariana de la Escritura.

La de esa mujer que San Juan nos presenta en el Apocalipsis «revestida de sol, la luna bajo los pies y coronada de doce estrellas».

Y entre ambas está la página central de la Revelación y de la actitud del amor de Dios a favor de la Humanidad.

El misterio de la Encarnación y el de la Cruz en que el Redentor y su Madre están unidos en la obra común de nuestra salvación.

Así como lo sugieren el simbolismo de la M coronada por la Cruz y el de los dos Corazones doloridos.

María estaba de pie junto a la Cruz y su corazón traspasado por una espada sufría al mismo tiempo que el de su Hijo, Rey de los Judíos, crucificado y coronado de espinas.

Pero el hecho de mostrar la Medalla a la Virgen asociada a su Hijo, subraya otro aspecto de la verdad teológica mariana.

La de ser Cristocéntrica, es decir que María existe totalmente en función de Cristo y la devoción mariana no tiene otra razón de ser sino la de llevarnos a Cristo.

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CAMINO HACIA CRISTO

La Misión de María era darnos a Cristo. Ella es Madre de Cristo para darlo al mundo.

Esto crea entre Ella y Él un lazo tan profundo y tan único, que en adelante estará ligada inseparablemente a Él para toda la obra de salvación tanto en su fase terrenal como en su fase celestial.

Sin Cristo, María jamás habría existido con sus privilegios incomparables.

Todo en Ella está en función de Cristo: dar a luz a Cristo, ayudar a Cristo en su misión, conducirnos a Cristo.

Lo mismo debe decirse de nuestra piedad mariana. No amamos a María principalmente por Ella ni por nosotros, sino porque es Madre de Cristo.

Y porque esta prerrogativa única de la Madre de Dios le ha valido todos los demás privilegios que admiramos en Ella, que menciona la Medalla y que someramente vamos a recordar.

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LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Es el primer privilegio después de la Maternidad Divina, y exigido además por esta última.

La Medalla lo contiene clarísimamente. Ante todo en la breve invocación que en ella está grabada: «Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos».

Después en la imagen bíblica de la mujer que aplasta la cabeza de la serpiente.

María ha vencido totalmente el pecado. Jamás pudo el demonio perjudicarla en lo más mínimo.

Aún en el primer instante de su concepción, Ella estuvo exenta del pecado original y de sus consecuencias.

Ella es la Inmaculada, la Purísima, la Santísima, poseyendo desde el primer instante de su existencia una santidad en ese momento mayor que la del santo más grande al final de su vida.
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Y aún según muchos teólogos, que la de todos los santos juntos.

Se ha visto más arriba, que uno de los fines de la Virgen o mejor, de Dios al revelar la Medalla Milagrosa y al querer que se repartiese tan rápidamente por millones en el mundo entero, era el de preparar la definición dogmática de la Inmaculada Concepción.

Debemos creer, como un artículo de nuestra fe, revelado por Dios, que María ha sido concebida sin pecado, en virtud de los méritos de su Hijo, que le fueron aplicados anticipadamente.

Porque la Madre de Dios no es una excepción a la ley de la Redención.

Al contrario, fue rescatada más maravillosamente que todos los demás descendientes de Adán.

Estos fueron redimidos por Cristo después de haber caído en el pecado.

María en cambio, se benefició de los merecimientos de su Hijo siendo preservada del pecado.

Complazcámonos en proclamar nuestra fe en este privilegio único de María, tan importante en la economia de la salvación.

Repitamos al mundo la invocación: «Oh María sin pecado concebida…»

Que ésta sea también, en nuestro tiempo en que el materialismo domina, nuestra oración jaculatoria preferida.

A fin de que la Virgen Inmaculada, tan poderosa ante Dios, por no haberlo ofendido jamás y por haberle agradado siempre, nos haga vivir esa santidad que, según el Concilio, es deber de todo bautizado.

para que asista a la Iglesia en las circunstancias actuales en que el demonio se manifiesta tan encarnizado contra Ella.

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MEDIADORA UNIVERSAL

Después de la Inmaculada Concepción, otra prerrogativa de la SS. Virgen, bien puesta en evidencia por la Medalla, es su Mediación Universal.

Bajo su doble forma: Mediación de intercesión y Mediación en la distribución de la gracia.

 

INTERCESIÓN DE MARÍA

En la aparición del 27 de noviembre de 1830, María se presenta desde el primer instante a Santa Catalina, en su esplendor inmaculado y regio con un globo entre las manos, que representaba al mundo entero y a todos los hombres.

Tiene los ojos levantados hacia el cielo en una súplica intensa y ofrece este globo a Nuestro Señor.

He aquí la función que hasta el final de los tiempos, cumplirá María ante su Hijo, porque su mediación depende totalmente de la de Jesús.
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María en el Cielo es la orante suprema de la humanidad.
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Con Jesús y cerca de El, intercede sin cesar por nosotros.
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Nuestra salvación está pendiente de este único misterio de intercesión.

Y esto está plenamente de acuerdo con la doctrina mariana del Vaticano II, el cual enseña esta mediación de la Virgen en el Cielo, pero en dependencia de Cristo, mediador necesario y principal.

La primera fase de la aparición del 27 de noviembre de 1830 contiene la misma enseñanza, es a Nuestro Señor a quien María ofrece el globo, dice Sor Catalina.

Es a Él a quien pide las gracias, porque todo viene de Él, única fuente de salvación.

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DISTRIBUCIÓN DE LAS GRACIAS

A esta mediación de intercesión se agrega la de la distribución de las gracias, como lo deja ver la segunda fase de la misma aparición.

Después que María hubo dirigido a su Hijo una súplica ferviente mostrándole todas las almas y sus necesidades aparecieron en cada mano los quince anillos engarzados con piedras preciosas.

Despidiendo «rayos luminosos, unos más hermosos que otros, rayos que son el símbolo de las gracias obtenidas por María».

Su oración ha sido plenamente escuchada, porque Ella es la omnipotencia suplicante. Y ahora va a distribuirlas.

Efectivamente, de repente, las manos de María cargadas de gracia se dejan caer hacia el globo terráqueo sobre el cual está Ella de pie.
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Y derrama sus gracias sobre todo el mundo particularmente sobre Francia y sobre cada alma en particular.

Mas esta noble Mediación de la Madre de Dios, de intercesión y distribución, supone en nosotros el deber de «recurrir a Ella» a fin de obtener las gracias que necesitamos.

No descuidemos el pedirlas, porque es la ley establecida por Dios que todo lo pidamos.

Hay gracias que no se obtienen porque no se las pide: «Las piedras que no brillan, explica la Virgen a Catalina, son las gracias que no se piden» y sin embargo Ella se sentiría muy feliz en conseguírnoslas.

Dirijámonos pues a nuestra Madre del Cielo, pero con entera confianza; porque siendo Inmaculada, es todopoderosa en el Corazón de Dios, nos puede obtener todo cuanto pedimos lo que es conforme con la voluntad de Dios.

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MARÍA CORREDENTORA

El anverso de la Medalla muestra a María como dispensadora de todas las gracias; el reverso enseña otra verdad.
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Presenta a María unida a Jesús en la adquisición de la gracia.
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Porque la Virgen no es solo distribuidora de todas las gracias.
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Con Cristo en el Calvario es también la CORREDENTORA, adquiriendo con su Hijo las gracias que podrá distribuir.

La letra M lleva encima la Cruz. Esta se apoya sobre María, está como plantada en Ella, por así decirlo.

Puede que haya en esto una alusión a la Maternidad divina de la Virgen.

Pero en este simbolismo queda ciertamente afirmado que Jesús y María no constituyen más que UNO en la obra de la Redención.

Los dos Corazones doloridos de Jesús y María yuxtapuestos tienen el mismo significado.

No solamente un mismo amor, sino también una misma sangre han hecho latir estos dos corazones.

La sangre que el Hijo ofrece sobre la Cruz, es la sangre que recibió de su Madre y cuando la lanza del soldado traspase el Corazón de Jesús, es sangre de María la que correrá.

Es, por otra parte, lo que enseña el Vaticano II en la Constitución dogmática sobre la Iglesia, en el Capítulo VIII, Nro. 61:

«María fue asociada a la obra redentora de su Hijo a título absolutamente único… padeciendo con su Hijo que moría en la cruz, aportó a la obra del Salvador una cooperación absolutamente sin parangón…para restaurar la vida sobrenatural en las almas.

Por eso ha sido para nosotros, en el orden de la gracia, nuestra Madre.»

Ciertamente, Jesús solo, porque es Dios, podía ser el Redentor pleno y necesario.

Pero ha querido que su Madre participe dependiente de El de un modo secundario y no necesario y por una gracia merecida por El, en el misterio de la Redención.

Al lado del nuevo Adán, Cristo, María es la nueva Eva, que colaboró en nuestro rescate, como la primera Eva contribuyó con el primer Adán a nuestra ruina.

Y que no se vaya a decir que hay aquí una interpretación forzada del Vaticano II y que en el texto citado más arriba no se trata de Co-Redención.

La palabra sin duda no está, pero sí se encuentra la realidad.

Y lo ha dicho un mariólogo tan entendido como el P. Balic, presidente de la Academia Pontificia Mariana, en el Primer Congreso Mundial de Teología Postconciliar, tenido en Roma a fines de septiembre de 1966, ante 1200 teólogos y expertos.

Que el texto conciliar contiene ciertamente la afirmación de la mediación y de la Co-Redención mariana, así como enseña la Maternidad espiritual de María respecto a los fieles, como jamás y en ninguna parte, había sido afirmada con tanto vigor.

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MADRE ESPIRITUAL

Esta Maternidad Espiritual de María, si no está afirmada explícitamente en la Medalla Milagrosa, está sin embargo implícitamente contenida en ella.

Por el hecho de que la Virgen ayudó al Redentor en nuestro rescate, es nuestra Madre espiritual, la que nos dio la vida sobrenatural junto con su Hijo, como lo recalca el texto conciliar citado más arriba.

En efecto es allí, bajo la Cruz, donde se ubica el acto principal de esta maternidad, donde María llega a ser de hecho nuestra Madre, la que lo era ya de derecho por la Encarnación.

Porque llegando a ser la Madre de la Cabeza del Cuerpo Místico, llegaba a ser también la Madre de los miembros.

Pero, además Jesús quiso proclamar la Maternidad espiritual de su Madre en relación con los hombres en el momento en que moría en el Calvario, entregando a Juan en manos de María, porque es en ese momento precisamente en que María sufriendo con Jesús nos daba con Él la vida sobrenatural.

Esta Maternidad espiritual para con nosotros parece encontrar también confirmación en la primera aparición a Catalina Labouré el 19 de julio de 1830.

Efectivamente, esa aparición y la confidencia que tuvo lugar entre la Virgen y su vidente, se desarrollan íntegramente en un clima de ternura maternal.

Palabras, actitudes, gestos, todo es maternal en María.

La Virgen está sentada sencillamente en el sillón del Capellán, como su propia madre Santa Ana estaba representada en el cuadro que menciona Sor Catalina.

Esta última queda autorizada a apoyar familiarmente sus manos sobre las rodillas de Nuestra Señora, quien llama a la humilde novicia: «Hija mía».

La previene sobre las dificultades que encontrará y le inspira confianza, como lo hace una madre.

Maternalmente, se interesa por todos y por todo, llora sobre las tristes consecuencias de los sucesos que han de venir.

Pero, sean éstos los que fueren, la tranquiliza. «Ten confianza, le repite, yo velaré por tí».

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REINA UNIVERSAL

Otra prerrogativa es afirmada por las apariciones de la calle du Bac y la Medalla Milagrosa, la de su Realeza universal.
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Y ésta de una manera muy clara.
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El P. Gasnier O.P. en su estudio «La Medalla Milagrosa y la Realeza de María» escribe:
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Las tres apariciones a Catalina Labouré tienen su característica propia, su enseñanza particular que sobresale.
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Es, creemos, un curso graduado en tres lecciones sobre la Realeza Universal de María.

Sor Catalina quedó muy impactada por la insistencia de la Virgen acerca del simbolismo del globo sobre el cual estaba de pie; especialmente en la tercera aparición.

Este globo representa al mundo entero, particularmente a Francia y a cada persona en particular.

Por una inspiración ciertamente sobrenatural, la vidente vio en esto una afirmación de la realeza de María.

Y ella siempre tan reservada y discreta, exclamó con entusiasmo:

«¡Oh! Cuán hermoso será oir decir: María es la Reina del Universo, particularmente de Francia y los niños gritarán con alegría y entusiasmo «y de cada persona en particular».

Será un tiempo de paz, de alegría y de dicha, que durará mucho, será llevada cual bandera y dará la vuelta al mundo.

Parece que en todas las palabras de María, sean estas últimas, en las que vio la afirmación de la Realeza de Nuestra Señora, las que más impactaron a Sor Catalina.

Y el P. Gasnier, quien piensa que la enseñanza particular de las manifestaciones de la calle du Bac es ésta de la Realeza de María, cree aún poder decir lo siguiente:

«La primera aparición – Sor Catalina a los pies de la Virgen – nos revela la Realeza de María sobre «cada persona en particular».
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La segunda aparición simboliza la Realeza de Nuestra Señora sobre «todo el mundo».
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Y la tercera aparición, en la que la Virgen está de pie detrás del altar, teniendo a sus plantas el Sagrario nos recuerda que su Realeza se extiende hasta el «campo de la gracia».

Y el mismo autor analiza todos los detalles de las tres apariciones, relacionándolos con la Realeza de María.

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RENOVACIÓN DE LA TEOLOGÍA MARIANA

También aquí la Medalla Milagrosa y las manifestaciones de María en la calle du Bac, anunciaban un nuevo desarrollo de la teología mariana.

El primero de noviembre de 1954, Pío XII proclamaba a María Reina del Mundo y coronaba la imagen romana de la Virgen, llamada «Salud del Pueblo».
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Al mismo tiempo que instituía la fiesta de María Reina, fijada en adelante el 31 de Mayo.

La idea de la Realeza de María, ciertamente no era nueva en 1830. Se remonta a los primeros siglos de la Iglesia.

Ya en las catacumbas, la Virgen, porque era Madre de Dios, está representada sentada en un trono, como una emperatriz o reina, presentando al Niño-rey a la adoración de los magos.

Y a lo largo de veinte siglos de historia cristiana, María ha sido llamada continuamente Reina. Testigo de esto son las hermosas antífonas marianas: «Dios te salve, Reina y Madre» y otras varias.

Pío XII no hizo sino exponer claramente una verdad ya conocida.

Pero no deja de ser una alegría el pensar que aún aquí el Señor se sirvió de la humilde Medalla Milagrosa para contribuir a poner una nueva perla en la corona real de su Madre.

Las doce estrellas del reverso de la Medalla hacen seguramente alusión al Capítulo XII del Apocalipsis.

Según esto, María es ciertamente esa mujer coronada de doce estrellas que vio San Juan en la gloria del cielo, Reina de los Ángeles y de los hombres.

Además, la imagen de la Virgen coronada con doce estrellas permite probablemente hacer una evocación de su Asunción.

Está revestida de sol, es decir, de la gloria celestial, de esa gloria con que brillaba el cuerpo transfigurado de Jesús sobre el Tabor, en el que su rostro apareció luminoso como el sol dice San Mateo.

He ahí las diferentes verdades de la teología mariana, que según creemos se pueden encontrar en las apariciones de la calle du Bac y en la Medalla Milagrosa.

Esta última es un verdadero libro de teología mariana para uso del pueblo cristiano; un micro-Apocalipsis-mariano, como dice Jean Guitton, una mini-revelación-mariana, una teología mariana en resumen, para uso de humildes y pequeños, como todos debemos serlo, conforme a la afirmación de Jesús.

RAZONES POR LAS QUE MARÍA SANTÍSIMA ES REINA DE TODOS

 

EN RESUMEN

En realidad, todo el misterio mariano está aquí condensado:
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desde la Inmaculada Concepción hasta la Asunción gloriosa, en que María es coronada Reina de los Ángeles y de los hombres.
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Desde el Génesis, la primera y misteriosa alusión a la socia del Redentor, aplastando la cabeza de la serpiente.
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Hasta el Apocalipsis en que la Virgen, al mismo tiempo que la Iglesia con quien ella está íntimamente unida, habrá obtenido la victoria definitiva sobre Satanás.
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Pasando por la Maternidad divina, la asociación de María a Cristo en la Redención, la Mediación Universal bajo su doble aspecto, de intercesión y de distribución de las gracias.

Sí, en toda la doctrina mariana de la Iglesia.
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María unida a Cristo y llevando a Cristo, María en el centro mismo de la Iglesia.
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Tal es la enseñanza teológica de la Medalla Milagrosa, tan bíblica, tan Cristocéntrica y tan eclesial.
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Tal cual el Concilio acaba de recordárnosla en el hermoso capítulo VIII de la Constitución dogmática sobre la Iglesia.

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MENSAJE PASTORAL DE LA MEDALLA

 

LLAMADA A LA ORACIÓN

Es ciertamente la primera lección de las apariciones de 1830.

Los historiadores que han hecho un estudio comparado de las diversas apariciones aprobadas por la Iglesia, a partir de 1830, hacen notar que el llamado a la oración no es una excepción en ninguna de ellas.

No hay nada extraordinario en ésta cuando se piensa el lugar privilegiado que ocupa la oración en la vida de la Iglesia.

El fin primordial de la Iglesia, ha dicho Paulo VI, es enseñar a orar.

Recuerda a los hombres la obligación de la oración, excita en ellos la disposición natural necesaria para la plegaria; les enseña por qué y cómo es menester orar

Hace de la oración el gran medio de salvación y la proclama al mismo tiempo fin supremo y próximo de la verdadera religión. (Alocución en la audiencia general del 20 de julio de 1966).

Ahora bien, el llamado a la oración y el papel primordial de ésta en la economía de la salvación son particularmente claros en las apariciones de la calle du Bac.

Desde luego son las únicas, entre todas las que han tenido lugar después y que la Iglesia ha reconocido como sobrenaturales, que se han desarrollado en una Iglesia, «en una casa de oración».

Asimismo las apariciones tuvieron lugar, salvo la primera, mientras la Comunidad de las Hijas de la Caridad estaba en oración, en súplica, durante la meditación de la tarde.

Después María misma aparece en oración, cumpliendo lo que es su gran función hasta el fin de los tiempos: La Mediación de intercesión ante su Hijo.

Finalmente, la Medalla que nos da no es ningún amuleto, fetiche, que hay que tener consigo para ser protegido.

Es sobretodo una invitación a la oración, que es necesario dirigir al único Mediador entre Dios y los hombres -Jesucristo-por medio de María: ¡Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimo a Vos!

La Medalla es el instrumento de las gracias que María consigue.

Las gracias, María no las distribuye al azar.
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En sus palabras a Santa Catalina cuida de especificar que derrama las gracias sobre quienes se las piden:
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«La hermosura y el brillo de los rayos tan bellos son el símbolo de las gracias que derramo sobre las personas que me las piden».

Y para que esa lección sea mejor comprendida, la Virgen la repite bajo una forma negativa.

Afirma que hay gracias que no se dan porque no se piden.

«Estas piedras de las que no salen rayos son las gracias que se olvidan de pedirme».

Por consiguiente, no hay que separar la medalla de la oración.

Por el contrario aquella debe ser un estímulo y recordar la necesidad de pedir, por María, todas las gracias que necesitamos.

La Medalla debe excitar nuestra fe, unirnos así más íntimamente con Dios y hacernos conseguir más seguramente las gracias de vida cristiana, pidiéndolas, por medio de María, cuya intercesión es todopoderosa ante su Hijo.

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EL ROSARIO

Pero hay una oración particularmente cara a María y que parece recomendarla al aparecerse a Catalina Labouré, es la del Rosario.

El P. Gasnier, en su folleto: «La Medalla Milagrosa y la Realeza de María», lo demuestra bien en las páginas 18 y 19.

Dejémosle la palabra. Se nos da mayor precisión acerca de la plegaria por excelencia que conviene dirigir a María, en el hecho de que los rayos brotarán de los preciosos anillos que adornan las manos de la Purísima, como las manos de una Reina.

Estos anillos eran tres en cada dedo y cada uno de ellos estaba recubierto de piedras preciosas de tamaño proporcionado.

Ahora bien, en esa época se recitaba precisamente el Rosario con esa clase de anillos recubiertos con diez granos que se hacían pasar con el pulgar alrededor del índice.

Pues, se utilizaban ya en 1830 las decenas para rezar el Rosario, como se practica en nuestros días.

Y la prueba está en que el 20 de junio de 1836, Roma intervino para declarar que las indulgencias concedidas a la recitación del Rosario podrán ser aplicadas a los anillos de oro y de plata recubiertos de diez granos.

Nuestra Señora llevaba tres anillos en cada dedo, es decir tenía en cada mano un Rosario entero de quince decenas.
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Manera magníficamente elocuente de advertirnos que la oración que conviene dirigirle, «su oración» es el Rosario.
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Mas que todas las plegarias, el Rosario hace brotar de sus manos sobre las almas, torrentes de gracias.

Se ha visto más arriba que la Virgen volverá sobre esta lección en las apariciones posteriores y siempre con más precisión e insistencia.

El llamado será particularmente solemne y urgente en Fátima. María mira el Rosario como el gran remedio a los males de nuestra época.

Por otra parte es lo que la misma Iglesia no cesa de repetirnos desde hace un siglo, por la voz de los Papas.

Sobretodo de León XIII, quien publicó una docena de encíclicas para llamar al mundo católico a recitar el Rosario, y también, Pío X, Pío XI y Pío XII, Juan XXIII y en fin, Paulo VI.

Todos estos Papas no han cesado de confirmar el llamado de María, y hacerse eco del mismo.

La Madre de la Iglesia y la Iglesia misma no tienen sino una sola voz.

Paulo VI, en su Encíclica sobre el Rosario, del 15 de setiembre de 1966, dice hablando del Rosario:

«Esta oración, el segundo Concilio ecuménico del Vaticano, la ha recomendado a todos los hijos de la Iglesia de manera muy clara, aunque no explícita, cuando dice:

Que estimen en mucho las prácticas y ejercicios de piedad hacia María que el Magisterio ha recomendado a lo largo de los siglos». (Constitución dogmática sobre la Iglesia Nro, 67)

Recemos entonces el Rosario si queremos obtener abundantemente las gracias que María distribuye, puesto que los rayos que simbolizan estas gracias salen de las decenas del Rosario que María llevaba en sus manos.

Pero velemos para decirlo con la devoción requerida.

Si algunas piedras de estas decenas no brillan ¿no es porqué recitamos negligentemente el Rosario?

En su lecho de muerte, Catalina Labouré solícita de decir todavía a sus cohermanas una palabra más sobre la SS. Virgen antes de abandonarlas, murmura sencillamente: «Recomienden que se rece bien el Rosario«.

Ella había comprendido la importancia de su rezo ferviente.

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LA EUCARISTÍA

Señalamos también una lección que brota claramente de las apariciones de la calle du Bac.

María insiste sobre el culto eucarístico y orienta hacia la Eucaristía.
.
No sólo se aparece en la Capilla, sino cerca del altar y aún cerca del Tabernáculo.
.
Tal fue el caso en la primera y tercera aparición.

El 19 de julio de 1830, Nuestra Señora va a colocarse sobre las gradas del altar, del lado del Evangelio y se sienta en el sillón del celebrante que debía estar contra el altar, puesto que Sor Catalina estando de rodillas delante de la Virgen se apoyaba sobre las gradas del altar.

Más, sobre todo, María invita con vehemencia a su vidente a buscar fortaleza cerca del Tabernáculo en las dificultades que habrá de encontrar en su misión:

«En cuanto al modo de conducirme en mis penas, Ella me mostró con su mano izquierda el pie del altar y me recomendó de acercarme hasta aquí, abrir mi corazón, asegurándome que aquí encontraría los consuelos que necesito.»

Lo mismo en las calamidades que París habrá de sufrir pronto, es cerca del Sagrario donde será necesario buscar ánimo y confianza:

«Pero venid cerca de este altar, ahí las gracias serán derramadas sobre todas las personas que las pidieran con confianza y fervor: serán derramadas sobre grandes y chicos.»

Durante la tercera aparición, como se ha señalado más arriba, la SS. Virgen se aparece no ya a la altura del cuadro de San José como el 27 de noviembre, sino encima del Sagrario y algo detrás.

El Sagrario estaba inundado por los rayos que salían de sus manos. Esto es muy significativo.

Efectivamente, Jesús en la Eucaristía, ¿no es el mayor don que nos ha hecho María? La gracia no nos puede llegar en plenitud sino por la Eucaristía.

Este es el medio esencial y normal de recibir la gracia divina.

La Eucaristía, a la que rodean como otros tantos canales derivados los demás sacramentos cristianos, es el instrumento por excelencia de la gracia, como la síntesis de todas las gracias.

Por eso hacia ella nos orienta finalmente María.

Las apariciones de la calle du Bac acaban como había empezado, orientándonos hacia la Eucaristía.

El verdadero oficio de Nuestra Señora es conducirnos a Jesús.

Al conducirnos a la Eucaristía, María nos muestra también el sacerdocio y la Iglesia entera, con su jerarquía y su culto, cuyo centro es la Eucaristía.

Nos recuerda que todas las gracias distribuidas por la Iglesia, Ella las ha merecido con Jesús y con El las reparte, pero que es necesario pasar siempre por nuestra Madre, la Santa Iglesia para conseguirlas y que no hay que olvidarlo, cuando nos dirigimos a Nuestra Madre, la SS. Virgen.

iglesia de la medalla milagrosa

 

OTROS MENSAJES

He aquí algunas lecciones de esta Epifanía mariana de 1830. No agotan sin duda el rico simbolismo de la Medalla.

En efecto, al mostrarnos la Cruz que domina la letra M, la Virgen ¿no ha querido acaso significar que nuestra vida como la suya debe tener parte en el misterio de la Cruz?

Al colocar ambos Corazones uno al lado del otro, ¿no ha querido estimular la doble devoción al Corazón de Jesús y a su Corazón Inmaculado?

Al poner en la Medalla las doce estrellas, en las que los Comentaristas del Apocalipsis han visto una alusión a los doce apóstoles, ¿no ha querido recordarnos el deber del apostolado obligatorio para cada cristiano bautizado?

Es posible, aunque menos evidente. Mas, aún sin eso, la Medalla es bastante rica en lecciones para que la amemos.

medalla milagrosa 3

 

LLEVEMOS LA MEDALLA MILAGROSA

Es la recomendación de María misma a Catalina Labouré
– Haz acuñar una medalla según este modelo.

Las personas que la llevaren en el cuello recibirán grandes gracias. Las gracias serán abundantes para las personas que la llevaren con confianza.

María en persona pide, por tanto que se lleve la Medalla e indica de qué modo.

El llevar la Medalla tal cual la Virgen lo recomienda es una manifestación de la auténtica devoción a las sagradas imágenes como lo quiere la Iglesia.
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El 2º Concilio ecuménico de Nicea en 787, definió contra los iconoclastas la devoción católica a las imágenes de los Santos.
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La cual no se opone a la ley del Antiguo Testamento que prohibía las imágenes talladas y otras representaciones de la divinidad.
.
Efectivamente, después de la Encarnación, Dios ha tomado una humanidad que puede ser representada.

Por otra parte, se tributa a las imágenes pintadas o esculpidas de Jesús, de la Virgen y de los Santos solamente un culto relativo: no es el trozo de metal o papel pintado que se venera, pero hacer pensar en la persona así representada e invita a honrarla.

Así sucede cuando llevo conmigo y abrazo una fotografía de mi madre; mi acto de piedad filial no va al cartón que la evoca, sino a mi madre en persona.

Por otra parte, es un gesto tan natural y a veces tan necesario entre los seres humanos, aún los más equilibrados, llevar consigo la imagen de un ser querido, especialmente el de la propia madre.

¿Cómo entonces el cristiano no habrá de llevar la imagen de su Madre del Cielo, María? ¿Y principalmente esta imagen que es la Medalla Milagrosa, en la que la Virgen ha indicado ella misma de qué manera deseaba ser representada?

¡Sin contar que la Medalla es una imagen de gran riqueza teológica!

Es la síntesis genial y verdaderamente inspirada de lo Alto, de toda la teología mariana tal como la Iglesia nos la presenta.

Además la Iglesia ha bendecido esta Medalla.

Su gran oración litúrgica ha venido a sancionar la recomendación de la Virgen y transforma así en un sacramental su imagen llevada con fe y confianza.

Un sacramental es un medio instituído o aprobado por la Iglesia y santificado por ella, a fin de animar nuestra fe y nuestra oración y atraer así la gracia sobre nosotros.

La Iglesia sabe muy bien que necesitamos señales externas para suscitar nuestra plegaria.

Sabe que somos seres sensibles que tenemos necesidad de ver, tocar, besar un crucifijo, una medalla, para hacer brotar nuestra fe y nuestro amor por Jesús, por María.

Precisamente el llevar la Medalla Milagrosa nos ayuda eficazmente a tener una actitud filial y amante hacia nuestra Madre del Cielo. Todos los que la llevan lo han comprobado y pueden dar testimonio de ello.

¡Cuántas veces al levantarse no se olvida uno de la oración de la mañana!

Pero aquel que lleva una Medalla Milagrosa al cuello involuntariamente es llamado al orden y así es conducido de nuevo a pensar en María y en Jesús.

Aunque no sea un pensamiento rápido y una breve oración, la jornada ha empezado con María, con Dios.

Lo mismo a lo largo de las horas; ¡cuántas veces la vista de esa medalla que uno lleva eleva nuestro pensamiento a lo sobrenatural, nos incita a una breve oración a María, sobre todo si llevamos la medalla de modo visible!

¿Quién conocerá alguna vez las gracias innumerables que estas invocaciones rápidas y filiales habrán atraído sobre nosotros especialmente si han sido hechas con confianza?

Y, ¿quién sabrá que invocaciones y que buenas inspiraciones suscitará nuestra Medalla en los que nos vean llevarla?

Y, ¡quién dirá la actitud respetuosa que muchas veces un novio, un esposo, se siente obligado a adoptar frente a la persona que ama, pero porque le ve puesta bajo la protección de María, cuya Medalla le está recordando su dignidad cristiana!

Sí, llevemos con confianza la Medalla Milagrosa.
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La Iglesia y María, Madre de la Iglesia, saben lo que hacen, cuando comprometen a sus hijos a llevar con fe y confianza este signo bendito que invita a la oración, atrae la gracia sobre el alma y a menudo protege también el cuerpo.

Ver además:

Fuentes:


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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Las Dos Conversiones Más Prodigiosas mediante la MEDALLA MILAGROSA

La Medalla Milagrosa es un reconocido instrumento de conversión.

Y hay dos casos emblemáticos que muestran toda su potencia.

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Uno es el caso de Alfonso de Ratisbone, judío, banquero exitoso, libertino y ateo, que llegó a tener una aparición de la Virgen – aprobada por la Iglesia – y se ordenó sacerdote.

El otro caso es el del Padre John Hardon, que tiene abierta la causa de beatificación, y que de ser un escéptico a la medalla pasó a proclamar que el milagro que él presenció le cambió la vida y su sacerdocio.

Leer más sobre la Medalla Milagrosa aquí:

alfonso ratisbone

 

LA CONVERSIÓN PRODIGIOSA DE ALFONSO DE RATISBONE

Alfonso Ratisbone era abogado y banquero de 27 años, muy rico, judío pero libertino. 

Tenía gran odio hacia los católicos porque su hermano Teodoro se había convertido y ordenado sacerdote.
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Quien tenía como insignia la medalla milagrosa y luchaba por la conversión de los judíos.

Alfonso pensaba casarse poco después con una hija de su hermano mayor, Flora, diez años menor que el.

Cuando en enero de 1842, haciendo un viaje de turismo a Nápoles y Malta, por una equivocación de trenes llego a Roma.

Aquí se creyó en la obligación de visitar a un amigo de la familia, el barón Teodoro de Bussiere, protestante convertido al catolicismo, hombre devoto y consciente de su responsabilidad de evangelizar.

El barón le recibió con toda cordialidad y se ofreció a enseñarle Roma. En una reunión donde Ratisbone hablaba horrores de los católicos.

medalla milagrosa fondo

 

EL DESAFÍO A RATISBONE

El Barón no se dio por vencido y desafió a Ratisbonne a someterse a una simple prueba sobre la eficacia de la medalla. Debía llevarla y rezar el Memorare todos los días.

El barón lo escuchó con mucha paciencia y al final le dijo:

-Ya que usted está tan seguro de si, prométame llevar consigo lo que le voy a dar
-¿Que cosa?
-Esta medalla.
Alfonso la rechazó indignado y el barón replicó:
-Según sus ideas, el aceptarla le debía dejar a usted indiferente. En cambio a mi me causaría satisfacción.

Se echó a reír y se la puso comentando que él no era terco y que era un episodio divertido.

El barón se la puso al cuello y le hizo rezar el Memorare. Era la «Medalla Milagrosa».

Alfonso sintió bullir dentro de sí toda su animosidad, todo su resentimiento contra el proselitismo y contra todos los que él llamaba hipócritas y apóstatas.

Para encerrar el tema y sin dar mayor importancia a la cosa, le prometió a Teodoro rezar la oración: “Aunque no me beneficie, por lo menos no me perjudicará”, comentó Alfonso.

El barón pidió oraciones a varias personas entre ellas al conde La Ferronays quien le dijo:
.
«si le ha puesto la medalla milagrosa y le ha hecho rezar el Memorare, seguro que se convierte».

El conde murió de repente dos días después. Se supo que durante esos dos días había ido a la basílica de Santa María la Mayor a rezar cien Memorares por la conversión de Ratisbone.

Por la Plaza España se encuentra el barón Teodoro de Bussiere con Ratisbone en su último día en Roma y este le invita a pasear.

Pero antes tenía que pasar por la Iglesia de San Andrea delle Fratte a arreglar lo del funeral del conde. Ratisbone le acompaña a la Iglesia.

altar de la medalla milagrosa

 

LA APARICIÓN DE LA VIRGEN A ALFONSO DE RATISBONE 

Los dos entraron en la iglesia y Ratisbone se quedó mirando las obras de arte mientras su amigo estaba en la rectoría.

Y comenzó a deambular por el corredor lateral hasta el altar derecho de la iglesia.

De repente, todo el edificio sagrado desaparece de sus ojos.

La capilla simétrica, del lado izquierdo, el altar dedicado a San Miguel Arcángel se llenó de luz con una albura resplandeciente.

Al centro él ve, de pie, una Mujer admirable, grande, brillante, llena de majestad y de dulzura, semejante a la Virgen de la Medalla que llevaba al cuello.

Una fuerza irresistible lo atrae hacia EllaNingún recuerdo le queda de aquel trayecto imposible recorrido en un instante.

Está ante una presencia inefable.
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Ella se mueve, se inclina, le hace con la mano una señal para que se arrodille, y con otra señal le expresa claramente: “¡No te resistas!”.

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Él se prosterna delante de Ella en la completa obediencia de su ser totalmente conmovido.
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La mano parece decirle: “Así está bien”.

Con el espíritu subyugado por el respeto, toca con la frente el suelo.

Pero temeroso de perder esta belleza celestial, levanta la cabeza para admirarla una vez más.

Sin embargo, el fulgor es tan grande, y la veneración que siente tan pungente, tan pavoroso es el sentimiento del pecado en que vivió hasta ahora, que, aplastado, no osa más levantar los ojos hacia esta pureza.

Apenas se permite contemplar aquellas manos benditas, donde lee claramente la expresión de perdón y de misericordia.

La enormidad del pecado (del que adquiere súbitamente conciencia), le inspira vergüenza y horror indescriptibles. Sus lágrimas corren.

En un solo instante, sin preparación, sin catecismo, sin discusiones, sin argucias, por una clara visión milagrosa, acaba de conocer la magnificencia de la Iglesia Católica.

“Ella no dijo nada, pero yo comprendí todo”, observa Ratisbone.

El brillo se extingue, Nuestra Señora desaparece, la capilla lateral retoma su aspecto semi-oscuro.

Al fondo se nota un cuadro ennegrecido representando al Ángel que apareció al joven israelita del cual Ratisbone lleva su nombre: Tobías.

He aquí su testimonio de lo que Ratisbone entonces sucedió:

«a los pocos momentos de encontrarme en la Iglesia, me sentí dominado por una turbación inexplicable.
.
Levanté los ojos y me pareció que todo el edificio desaparecía de mi vista.
.
Una de las capillas (la de San Miguel) había concentrado toda la luz, y en medio de aquel esplendor apareció sobre el altar, radiante y llena de majestad y de dulzura, la Virgen Santísima tal y como esta grabada en la medalla.
.
Una fuerza irresistible me impulsó hacia la capilla.
.
Entonces la Virgen me hizo una seña con la mano como indicándome que me arrodillara…
.
La Virgen no me habló pero lo he comprendido todo».

medalla milagrosa en rue_du_bac fondo

 

ENTRA A LA IGLESIA CATÓLICA Y SE HACE SACERDOTE

Cuando el barón regresó de la rectoría se encontró a su amigo orando de rodillas con gran fervor frente al altar de San Miguel, con las manos juntas y besando la medalla.

Ratisbone entonces le dijo que deseaba confesarse y prepararse para entrar en la Iglesia.
.
El 31 de enero recibió el bautismo, la confirmación y la comunión de manos del Cardenal Patrizi en la Iglesia del Gesu en Roma.

.
Por orden del Papa, se inicia un proceso canónico, y fue declarado «verdadero milagro».

La conversión de Ratisbone fue muy famosa y tuvo gran impacto en una cultura muy influenciada por el racionalismo, que rechaza las realidades espirituales.

En 1847 Alfonso Ratisbonne fue ordenado sacerdote jesuita y destinado a París.
.
donde estuvo ayudando a su hermano Teodoro en los catecumenados para la conversión de los judíos.
.
Su hermano inspirado por su conversión fundó la congregación de “Nuestra Señora del Sión”, con sede en Israel, cuyo carisma es la evangelización del pueblo judío (Romanos 11, 25-26).

Después de haber sido por 10 años Jesuita, con permiso sale de la orden y funda en 1848 las religiosas y las misioneras de Nuestra Señora de Sión.

En solo los diez primeros años Ratisbone consiguió la conversión de 200 judíos y 32 protestantes.

Trabajó lo indecible en Tierra Santa, logrando comprar el antiguo pretorio de Pilato, que convirtió en convento e Iglesia de las religiosas.

También consiguió que estas religiosas fundasen un hospicio en Ain-Karim, donde murió santamente en 1884 a los 70 años.

El San Miguel del altar del milagro en San Adreas de Fratte ha sido remplazado por una gran pintura de la Virgen según Ratisbonne la describió.

San Miguel fue movido a otro lugar de la misma iglesia. El Papa Juan Pablo II visitó y oró en el altar de la aparición.

Padre John Hardon con pajaro en la mano

 

LA CONVERSIÓN DEL ESCÉPTICO PADRE JOHN HARDON GRACIAS A UN MILAGRO

El padre John A. Hardon, jesuita, no se cansa de repetir un milagro que le cambió la vida.

Él era escéptico respecto a la Medalla Milagrosa cuando un sacerdote vicentino le fue a dar una charla a los jesuitas recién ordenados.

No le prestó demasiada atención, pero un año después, trabajando en un hospital, se le ocurrió probarla, ¡y la medalla Milagrosa funcionó!  

El Padre Hardon falleció en el 2000. Le fue concedido el título de Siervo de Dios y se iniciaron los trámites para su beatificación

El padre Hardon dice:

Una de las experiencias más memorables que he tenido fue con la Medalla Milagrosa. Me cambió la vida.

En el otoño de 1948, un año después de mi ordenación, yo estaba en lo que llamamos la Tercera Prueba. Este es el tercer año de noviciado antes de tomar los votos perpetuos.

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LA CHARLA DEL SACERDOTE VICENTINO

En octubre de ese año, un sacerdote vicentino vino a hablar con nosotros, jóvenes sacerdotes jesuitas. 

Nos animó a obtener facilidades, como se les llama, para inscribir a las personas en la Cofradía de la Medalla Milagrosa.

Entre otras cosas, dijo:

“Padres, las Medalla Milagrosa funciona. Muchos milagros han sido realizadas por la Virgen a través de la Medalla Milagrosa.”

No me quedé impresionado por lo que el sacerdote vicentino estaba diciendo. No soy el tipo de persona que usa medallas y ciertamente no tenía la Medalla Milagrosa.

Pero me dije a mí mismo: “No cuesta nada.”

Así que puse mi nombre para conseguir un folleto de cuatro páginas de los Padres Paúles, con la fórmula para bendecir las Medallas Milagrosa y reclutar personas para la Cofradía de la Medalla Milagrosa.

Unas dos semanas más tarde, recibí el folleto con la consagración y el enrolamiento, lo puse en mi agenda y me olvidé de él.

dibujo escolar de la medalla milagrosa fondo

 

EN EL HOSPITAL UN AÑO DESPUÉS

En febrero del siguiente año, fui enviado para ayudar al capellán del Hospital de San Alejo, en Cleveland, Ohio.

Yo iba a estar allí para ayudar al capellán regular durante dos semanas.

Cada mañana yo recibía una lista de todos los pacientes ingresados en el hospital ese día. Había tantos católicos admitidos que no podía visitar a todos tan pronto llegaran.

Entre los pacientes ingresados había de un niño de unos nueve años de edad.

Había andado en trineo a caballo cuesta abajo, perdió el control del trineo y se encontró con un árbol de frente. Se fracturó el cráneo y los rayos X mostraron que había sufrido graves daños cerebrales.

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EN LA HABITACIÓN DEL NIÑO ENFERMO

Cuando por fin llegué a visitar su habitación en el hospital, él había estado en coma durante diez días, no hablaba, no había movimientos voluntarios del cuerpo.

Su estado era tal que la única duda era si iba a vivir. No había duda del diagnostico de daño cerebral permanente e inoperable.

Después de bendecir al niño y consolar a sus padres, yo estaba a punto de salir de su habitación en el hospital. Pero entonces, un pensamiento vino a mi mente:

Ese sacerdote vicentino. Él dijo: ‘la Medalla Milagrosa funciona’.
.
¡Esta será una prueba de sus supuestos poderes milagrosos!”

Yo no tenía la Medalla Milagrosa conmigo. Y a todo el mundo que pregunté en el hospital tampoco tenía una.

Pero yo insistí, y, finalmente, una de las hermanas de enfermería en el turno de noche encontró una Medalla Milagrosa.

Lo que descubrí fue que no se necesita bendecir la medalla, hay que ponerla en el cuello de una persona en una cadena o cinta.
.
Así que la hermana enfermera encontró una cinta azul para la medalla, que me hizo sentir tonto.
.
¿Qué estaba haciendo con las medallas y las cintas azules?

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LE PONE LA MEDALLA AL NIÑO, LO CONSAGRA Y SE CURA

Sin embargo, yo bendije la medalla y tenía el folleto que me había enviado el padre para la consagración de una persona a la Cofradía de la Medalla Milagrosa.

Me puse a recitar las palabras de la consagración.

Tan pronto como terminé la oración para inscribir al niño en la Cofradía, él abrió los ojos por primer vez en dos semanas.
.
Vio a su madre y le dijo: “Mamá, quiero un helado.” Le habían dado sólo la alimentación intravenosa.

Luego procedió a hablar con su padre y su madre. Después de unos minutos de estupefacto silencio, fue llamado un médico.

El médico examina al niño y dice a los padres que le pueden dar algo de comer.

Al día siguiente comenzaron una serie de ensayos sobre la condición del niño.
.
Los rayos X mostraron que el daño cerebral se había ido.

Luego aún más pruebas. Después de tres días, cuando todos los exámenes mostraron que hubo una restauración completa de la salud, el niño fue dado de alta del hospital.

misa de la medalla milagrosa fondo

 

ESTA EXPERIENCIA CAMBIÓ SU VIDA

Esta experiencia ha cambiado mucho mi vida, no he sido el mismo desde entonces.
.
Mi fe en Dios, y en su poder para hacer milagros, se fortaleció indescriptiblemente.

Desde entonces, por supuesto, he estado promoviendo la devoción a la Virgen y el uso de la Medalla Milagrosa.

Las maravillas que realiza, siempre que creamos, son extraordinarias.

En la enseñanza de teología a través de los años, he dado muchos semestres sobre la teología de los milagros.

Y tengo un manuscrito de un libro no publicado: “La Historia y Teología de los Milagros”. Mi esperanza es publicar el manuscrito en un futuro próximo.

iglesia de la medalla milagrosa

 

BIOGRAFÍA DEL SIERVO DE DIOS PADRE HARDON

John Anthony Hardon nació el 18 de junio 1914 en Midland, Michigan, EE.UU., en una familia católica devota. Cuando Hardon fue tan sólo un año de edad, su padre Juan, edad 27 años, murió en un accidente.

Su madre asistió a la misa diaria y tomado la Santa Comunión durante toda su vida.
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Su casa de la infancia tenía imágenes sagradas, una pila de agua bendita de la familia, y una buena parte de la conversación era espiritual. 

John Anthony recibió el sacramento de la Santa Comunión a los seis años. Comentado en este evento, y su impacto sobre su vocación, en su Autobiografía Espiritual dijo:

«El acontecimiento más notable de mi infancia fue mi recepción de la Primera Comunión a la edad de seis años. 

Sor Benedicta, un miembro de las Hermanas de Notre Dame, que nos preparaba para nuestra primera santa comunión, nos dijo:

‘Todo lo que pidáis a nuestro Señor en el día de la primera comunión, lo recibirán.’. 

Cuando regresé a mi banco después de la comunión, inmediatamente le pedí a nuestro Señor, ‘Hazme sacerdote’. 

No tenía la menor idea de lo que estaba diciendo, pero nunca me olvidé de lo que la hermana nos había dicho que hicieramos. 

Cuando fui ordenado veintiséis años más tarde, mi primer sentimiento fue agradecer a nuestro Señor por escuchar mis oraciones».

En sus primeros dos años en la Universidad John Carroll, Hardon cursó estudios en ciencia, con la intención de convertirse en médico.

Sin embargo, bajo la guía de su asesor sacerdotal, Hardon comenzó, en su tercer año de estudios, a discernir con mayor claridad su propia llamada al sacerdocio.

Mientras se movía interiormente hacia la vocación sacerdotal, Hardon cambió su curso de estudios para incluir latín, filosofía y teología en la universidad.

Hardon fue atraído a la vida religiosa, a través del ejemplo de sus maestros jesuitas, y comenzó a leer la vida de San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y San Luis Gonzaga.

Tanto el rigor académico de la Compañía de Jesús, y su fidelidad especial al Santo Padre, atrajo a Hardon a los jesuitas.

Obtuvo su Licenciatura en Artes de la Universidad John Carroll en 1936, y entró en el noviciado de los jesuitas en ese mismo año.

Durante sus años de formación con los jesuitas que obtuvo una maestría en filosofía en la Universidad de Loyola en Chicago en 1941.

Fue ordenado sacerdote el 18 de junio de 1947, su 33 cumpleaños.

Después de su ordenación, el P. Hardon fue enviado por dos años de estudios de doctorado especiales en teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.

Hardon fue nombrado director de la biblioteca de posgrado también.

Padre Hardon recibió su Doctorado en Sagrada Teología (STD) por la Universidad Gregoriana de 1951.

A lo largo de su vida, el Padre Hardon fue un confesor y director espiritual, ofreciendo consejo con incansable generosidad a aquellos que buscaban con generosidad incansable.

Se convirtió en el vicepresidente del Instituto de Vida Religiosa, y director de innumerables retiros para sacerdotes y religiosos. 

También se desempeñó como Presidente de la Junta de Catholic Voice of America, Inc.

El énfasis de Hardon fue sobre la importancia de la oración. Como señaló,

«Dudo si hay algún elemento en la relación del hombre con Dios, que sea más importante que la oración.»

El Padre John Hardon pasó a la eternidad el 30 de diciembre de 2000, en la Casa de los jesuitas Columbiere en Clarkston, Michigan.

https://youtu.be/zFbBQZRzwCU


Equipo de Colaboradores de Foros de la Virgen María

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A la Medalla Milagrosa DEVOCIONES Y ORACIONES

Triduo a la Medalla Milagrosa

El 27 de noviembre de 1830 la Virgen Santísima se apareció a Santa Catalina Labouré, humilde religiosa vicentina. La Virgen venía vestida de blanco. Junto a Ella había un globo luciente sobre el cual estaba la cruz. Nuestra Señora abrió sus manos y de sus dedos fulgentes salieron rayos luminosos que descendieron hacia la tierra. María Santísima dijo entonces:

«Este globo que has visto es el mundo entero donde viven mis hijos. Estos rayos luminosos son las gracias y bendiciones que yo expando sobre todos aquellos que me invocan como Madre. Me siento tan contenta al poder ayudar a los hijos que me imploran protección. ¡Pero hay tantos que no me invocan jamás! Y muchos de estos rayos preciosos quedan perdidos, porque pocas veces me rezan».

Hecha la señal de la Cruz y recitado el Señor mío Jesucristo, se rezará lo siguiente:

 

ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Oh María, sin pecado concebida, vedme postrado a vuestras plantas, lleno de confianza. Ese vuestro rostro purísimo, esa amable sonrisa de vuestros labios, esas manos cargadas de celestiales bendiciones, esa actitud amorosa que habéis adoptado para recibir a los que vienen a Vos, esos ojos fijos en la tierra para observar nuestras necesidades y venir en nuestro auxilio, todo, todo me inspira amor, confianza y completa seguridad. Y como si esto fuera poco para alejar de nosotros toda duda habéis empeñado solemnemente vuestra palabra en favor de los que lleven la Santa Medalla, diciendo a vuestra sierva, Sor Catalina Labouré: «Cuantos llevaren esta Medalla, alcanzarán especial protección de la Madre de Dios.»

Madre mía amantísima: Vos sabéis que la llevo sobre mi pecho, que la beso con amor y que os invoco con frecuencia. Realizad, pues, en mí vuestras promesas; venid en mi auxilio, cubridme con vuestra protección, para que Jesús se apiade de mi pobre alma y merezca conseguir por vuestro medio la gracia, que pretendo con este triduo a vuestra Santa Medalla.

Oh María, sin pecado concebida; rogad por nosotros que recurrimos a Vos.

Rezar las oraciones del día que corresponda:

 

DÍA PRIMERO
Nombre de María

Rezar la oración preparatoria de todos los días.

Entre los recuerdos que la Santísima Virgen ha querido dejarnos en la Medalla Milagrosa, uno de los más singulares es el de su dulcísimo nombre, consignado en la jaculatoria que rodea su sagrada imagen.

Nombre excelso, nombre grande, nombre ilustre y singular, que encierra en sí todas las virtudes con que Dios adornó a María, nombre que calma las aspiraciones de toda la tierra, nombre que anuncia la felicidad a los mortales, nombre que pronuncian con entusiasmo los Angeles, que regocija a la corte celestial; nombre de quien podemos decir con San Bernardo que no es un nombre vacío de significación, como el de los héroes del mundo, sino que encierra en sí la más positiva grandeza. Nombre dulcísimo, que suaviza los males del hombre y es el apoyo más sólido de sus esperanzas, la prenda mas segura de su porvenir.

¡Oh María! Cuál seréis Vos misma, si solo vuestro nombre es tan amable y tan gracioso? ¡Oh Santísima Virgen María!, exclama San Bernardo, vuestro nombre es tan dulce y amable, que no puede pronunciarse sin que deje inflamado de amor y favorecido al que lo nombra. Nombre augusto de María, tu serás para mi alma la escala bendita que la conducirá al reino de los Cielos.

Aquí expondrá cada uno a la Virgen la gracia que desee conseguir en este Triduo, rezando después tres Avemarías precedidas de la jaculatoria: ¡Oh María, sin pecado concebida; rogad por nosotros que recurrimos a Vos!

ORACIÓN DE SAN ATANASIO

Acoge, oh Santísima Virgen, nuestras súplicas y acuérdate de nosotros. Dispénsanos los dones de tus riquezas. El Arcángel te saluda llena de gracia. Todas las naciones te llaman bienaventurada, todas las jerarquías del Cielo te bendicen, y nosotros, que pertenecemos a la jerarquía terrestre, decimos también: Dios te salve, oh llena de gracia, el Señor es contigo, ruega por nosotros, oh Madre de Dios, nuestra Señora y nuestra Reina. Amén.

 

DÍA SEGUNDO
Concepción de María

Rezar la oración preparatoria de todos los días.

Después del nombre de María, aparece en la Medalla Milagrosa el misterio de su purísima Concepción, el más glorioso privilegio de cuantos le concedió la Augustísima Trinidad.

Esta Medalla nos recuerda constantemente sus triunfos sobre la infernal serpiente, hollando con el mayor denuedo la orgullosa cabeza de Lucifer y rompiendo las duras cadenas con que estaban aprisionados los hijos de Adán.

Por lo mismo, la Medalla Milagrosa, al confesar el misterio de la Concepción Inmaculada de María, nos predica que la Santísima Virgen es la corredentora del universo, la tesorera de los dones del Altísimo, la fiadora entre Dios y los hombres, la que realizó del modo más singular la paz y reconciliación del género humano.

Ya no podemos extrañar que la Santísima Virgen al ser invocada con una oración que tan alto predica sus grandezas, haya querido vincular en ella toda suerte de favores. Recordemos, una vez mas, sus palabras: «Cuantos piadosamente llevaren esta Medalla y devotamente rezaren esta oración: ¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!, alcanzarán particular protección de la Madre de Dios. Repitamos, pues, sin cesar, esa hermosa jaculatoria. Sea ella el suave y delicioso alimento de nuestras almas. Resuene en todos nuestros peligros, en nuestras angustias, en nuestras alegrías, y sobre todo en la hora de nuestra muerte: ¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros, que recurrimos a Vos!. Así sea.

Petición, como el día primero

ORACIÓN DE SAN ANDRÉS

¡Oh María!, si pongo mi confianza en Ti, seré salvo; si me hallare bajo tu protección, nada he de temer, porque ser tu devoto es tener armas seguras de salvación, que Dios concede a los que quiere salvar.

¡Oh Madre de misericordia!, intercede por nosotros y en la hora de nuestra muerte recíbenos en tus brazos y presenta nuestras almas a tu divino hijo, Jesús, y esto será bastante para que El nos mire con amor y nos reciba en su reino. Amén.

 

DÍA TERCERO
Protección de María

Rezar la oración preparatoria de todos los días.

La Medalla Milagrosa, al confesar el misterio de la Concepción Inmaculada de María, garantiza a la vez el auxilio divino a cuantos la llevan puesta. La Santísima Virgen, dice San Bernardino, es muy cortés y agradecida, tanto que no le permite su corazón que el hombre la salude sin devolver el saludo de una manera inefable.

Esta súplica: «Rogad por nosotros, que recurrimos a Vos» ha venido a ser fuente sagrada de vida, de gracia y de santidad; remedio de todas las enfermedades, consuelo de los afligidos y dulce esperanza de los pecadores.

Acudamos, pues, a María, en todas nuestras necesidades de alma y de cuerpo. Invoquémosla y digamos con frecuencia: «¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros, que recurrimos a Vos!», y esta oración tan grata a la madre de Dios, será suficiente para aliviarnos y socorrernos. Si la enfermedad viene a visitarnos, ella nos curará, si la salud nos conviene, y de no convenimos nos concederá la gracia de soportar el dolor con cristiana resignación. Si el desaliento quiere apoderarse de nosotros y la tristeza sumergirnos en un mar de desolación, repitamos la jaculatoria de la Medalla, y la Virgen nos consolará, porque es Madre de los afligidos, alivio de nuestros males y eficaz remedio para todos los sufrimientos del humano corazón. Con el apoyo de María viviremos confiados lejos de la culpa y nuestra muerte será preciosa a los ojos del Señor. Así sea.

Petición, como el día primero.

ORACIÓN DE SAN GERMÁN

¡Oh mi única señora y único consuelo de mi corazón! Ya que eres el celestial rocío que refrigera mis penas; Tú que eres la luz de mi alma cuando se halla rodeada de tinieblas; Tú que eres mi fortaleza en las debilidades, mi tesoro en la pobreza y la esperanza de mi salud, oye mis humildes ruegos y compadécete de mí, como corresponde a la Madre de un Dios, que ama tanto a los hombres. Concédeme la gracia de gozar contigo en el Cielo, de vivir contigo en el Paraíso. Yo sé que siendo Tú la Madre de Dios, si quieres, puedes alcanzarme esta gracia; así lo espero de tu misericordia. Amén.

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A la Medalla Milagrosa DEVOCIONES Y ORACIONES

Súplica y Oracion de Consagración a la Medalla Milagrosa

Se reza a las 5 de la tarde del 27 de Noviembre, Fiesta de la Medalla Milagrosa, y en las necesidades urgentes, cualquier día, a esa hora.\

 

Oh Virgen Inmaculada, sabemos que siempre y en todas partes estás dispuesta a escuchar las oraciones de tus hijos desterrados en este valle de lágrimas, pero sabemos también, que tienes días y horas en los que te complaces en esparcir más abundantemente los tesoros de tus gracias.

Y bien, oh María, henos aquí postrados delante de Ti, justamente en este día y hora bendita, por Ti elegida para la manifestación de tu Medalla.

Venimos a Ti, llenos de inmensa gratitud y de ilimitada confianza en esta hora por Ti tan querida, para agradecerte el gran don que nos has hecho dándonos tu imagen, a fin que sea para nosotros testimonio de afecto y prenda de protección.

Te prometemos, que según tu deseo, la santa Medalla será el signo de tu presencia junto a nosotros, será nuestro libro en el cual aprenderemos a conocer, según tu consejo, cuánto nos has amado, y lo que debemos hacer para que no sean inútiles tantos sacrificios tuyos y de Tu Divino Hijo.

Sí, Tu Corazón traspasado, representado en la Medalla, se apoyará siempre sobre el nuestro y lo hará palpitar al unísono con el tuyo.

Lo encenderá de amor a Jesús y lo fortificará para llevar cada día la cruz detrás de Él.

Ésta es tu hora, oh María, la hora de tu bondad inagotable, de tu misericordia triunfante, la hora en la cual hiciste brotar, por medio de tu Medalla, aquel torrente de gracias y de prodigios que inundó la tierra.

Has, oh Madre, que esta hora que te recuerda la dulce conmoción de Tu Corazón, que te movió a venirnos a visitar y a traernos el remedio de tantos males, haz que esta hora sea también nuestra hora, la hora de nuestra sincera conversión, y la hora en que sean escuchados plenamente nuestros votos.

Tú, que has prometido justamente en esta hora afortunada, que grandes serían las gracias para quienes las pidiesen con confianza: vuelve benigna tu mirada a nuestras súplicas.

Nosotros te confesamos no merecer tus gracias, pero, a quién recurriremos oh María, sino a Ti, que eres nuestra Madre, en cuyas manos Dios ha puesto todas sus gracias? Ten entonces piedad de nosotros.

Te lo pedimos por tu Inmaculada Concepción, y por el amor que te movió a darnos tu preciosa Medalla. Oh Consoladora de los afligidos, que ya te enterneciste por nuestras miserias, mira los males que nos oprimen.

Haz que tu Medalla derrame sobre nosotros y sobre todos nuestros seres queridos tus benéficos rayos: cure a nuestros enfermos, dé la paz a nuestras familias, nos libre de todo peligro.

Lleve tu Medalla alivio al que sufre, consuelo al que llora, luz y fuerza a todos.

Especialmente te pedimos por la conversión de los pecadores, particularmente de aquéllos que nos son más queridos. Recuerda que por ellos has sufrido, has rogado y has llorado.

Sálvanos, oh Refugio de los pecadores, a fin de que después de haberte todos amado, invocado y servido en la tierra, podamos ir a agradecerte y alabarte eternamente en el Cielo.

Amén

 

ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN A LA MILAGROSA

Postrado ante vuestro acatamiento, ¡Oh Virgen de la Medalla Milagrosa!, y después de saludaros en el augusto misterio de vuestra concepción sin mancha, os elijo, desde ahora para siempre, por mi Madre, Abogada, Reina y Señora de todas mis acciones y Protectora ante la majestad de Dios.

Yo os prometo, virgen purísima, no olvidaros jamás, ni vuestro culto ni los intereses de vuestra gloria, a la vez que os prometo también promover en los que me rodean vuestro amor.

Recibidme, Madre tierna, desde este momento y sed para mí el refugio en esta vida y el sostén a la hora de la muerte. Amén.



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A la Medalla Milagrosa DEVOCIONES Y ORACIONES Tipos especiales de Rosario

Santo Rosario de Jaculatorias de la Medalla Milagrosa

El día 27 de noviembre de 1830 la bondadosa, solícita y buena madre del cielo, le mostró a santa Catalina Labouré, con una visión, grabada con letras de oro, la jaculatoria ¡OH MARÍA SIN PECADO CONCEBIDA, RUEGA POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS!.

Esta jaculatoria, junto con llevar colgada al cuello la Medalla Milagrosa que también se le mostró , es promesa de la Virgen de vivir bien, morir en paz con Dios y salvarte.

Las gracias y favores que la Santísima Virgen concede a los que practican esta devoción son incontables.

Por la señal de la Santa Cruz…

Felicitemos a la Santísima Virgen por el singular Privilegio de su Concepción Inmaculada:

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea.
Pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza.
A ti celestial Princesa, Virgen sagrada María
Te ofrezco, en este día, alma, vida y corazón.
Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía.

Atendiendo el deseo de la Virgen Santísima Milagrosa recemos con confianza y fervor las siguientes Oraciones…

PRIMERA INVOCACIÓN

Madre mía amantísima, Santísima Virgen de la Medalla Milagrosa, en todos los instantes de mi vida acordaos de mí, miserable pecador.

Padre nuestro que estás en el cielo…
10 jaculatorias. ¡OH MARÍA SIN PECADO CONCEBIDA, RUEGA POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS!
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

SEGUNDA INVOCACIÓN

Acueducto de las divinas gracias, Santísima Virgen de la Medalla Milagrosa, concededme abundancia de lágrimas para llorar mis pecados.

TERCERA INVOCACION

Reina de cielos y tierra, Santísima Virgen de la Medalla Milagrosa, sed mi amparo y defensa en las tentaciones de mis enemigos.

CUARTA INVOCACIÓN

Inmaculada, Santísima Virgen de la Medalla Milagrosa, alcanzadme de vuestro Santísimo Hijo las gracias que necesito para mi salvación.

QUINTA INVOCACIÓN

Abogada y refugio de nosotros pobres pecadores, Santísima Virgen de la Medalla Milagrosa, asistidme en el trance de la muerte y abridme las puertas del cielo.

PEDIDO DE GRACIA Y FINAL

Pídase la gracia que por intercesión de la Santísima Virgen se desee alcanzar…
Y denle gracias por las ya obtenidas.

Ruega por nosotros Santa Madre de Dios. Para que seamos dignos de alcanzar y gozar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

ORACIÓN

Señor nuestro Jesucristo, que quisisteis honrar con innumerables milagros a vuestra Madre la beatísima Virgen María, inmaculada desde el primer instante de su concepción, concédenos que, implorando siempre su patrocinio, consigamos los goces eternos. Por Jesucristo nuestro Señor. Así sea.

SÚPLICA DE SAN BERNARDO

Acudamos a la maternal protección y amparo de la Santísima Virgen con la siguiente súplica (de San Bernardo):

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestra asistencia y reclamando vuestro socorro, hayan sido abandonados de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Virgen Madre de las vírgenes!, y, aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo a comparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, ¡oh purísima Madre de Dios!, mis humildes súplicas, antes bien escuchadlas y atendedlas favorablemente.

LA SALVE REZADA O CANTADA

Dios Te salve Reina y Madre de Miseridcordia…

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