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La Historia de los Sacerdotes que se Hundieron con el Titanic Confesando y Consolando

La del Titanic es también la historia de tres sacerdotes mártires.

Quienes prefirieron quedarse con las personas que iban a morir, para consolarlos, y compartir  su mismo destino.

Para uno de ellos se reclama la beatificación, el padre Thomas Byles, quien tuvo dos profecías – sobre su fin – durante el viaje.

venta de periodico anunciando la tragedia del titanic

El Titanic inició su viaje inaugural el 10 de abril de 1912 desde el puerto de Southampton (Inglaterra) con destino final a Nueva York.
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El 14 de abril, a las 23:40, chocó contra un iceberg al sur de las costas de Terranova.
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Y se hundió a las 2:20 de la mañana del 15 de abril.

Murieron 1.517 personas convirtiéndose en el peor desastre marítimo en tiempo de paz.

El barco salió de Inglaterra a Irlanda y posteriormente hacia el Atlántico.

Cuando el Titanic se embarcó en su viaje inaugural en 1912, era el barco más grande del mundo, con una longitud de 269 metros y se alegaba que era insumergible.

Quemaba 600 toneladas de carbón al día y eran expulsadas 24 toneladas de ceniza cada 24 horas.

Era un barco lujoso. El interior del barco estaba inspirado en la decoración del hotel Ritz de Londres.

Lo más magnífico era la gran escalera que cubría 7 de las 10 cubiertas del barco y tenía paneles de roble, pinturas y querubines de bronce.

El barco llevaba 16 botes salvavidas de madera y 4 botes plegables, que era mucho más de lo que se exigía legalmente.

Pero podían acomodar solamente a 1.178 personas cuándo la cantidad de personas a bordo era de 2.223 que era aproximadamente la mitad de los cupos que tenía disponibles el barco, porque muchos compraron el boleto y no viajaron.

Sobrevivió a la tragedia el 32% de las personas del barco, pero dada la cantidad de bote salvavidas podría haber sobrevivido el 53%.

Hay dos anécdotas interesantes de los pasajeros cuando el hundimiento.

John Jacob Astor IV era el pasajero más rico a bordo y cuando el Titanic chocó con el iceberg dijo “pedí hielo pero esto es ridículo”.

Y Benjamín Guggenheim un hombre de negocios de Estados Unidos se vistió con traje de noche junto con su ayuda de cámara, diciendo “nos hemos vestido lo mejor que hemos podido y estamos preparados para bajar como caballeros”.

El barco había recibido 6 avisos sobre los icebergs.

Y a las 11:40 pm del 14 de abril de 1912 el vigilante gritó “iceberg adelante” y 37 segundos después el barco colisionó contra el él.

En una humorada colocaron sobre la tumba de ese vigilante en el 2012, Frederick Fleet, un par de binoculares con la nota “lo siento son 100 años demasiado tarde”.

Ha quedado para la posteridad también la última arenga del capitán del barco Edward Smith quién dijo,

“Bien, muchachos, han cumplido con su deber y lo han hecho bien. No te pido más de ustedes. Los libero.

Conocen la regla del mar. Es cada hombre por sí mismo ahora, y que Dios los bendiga”.

El capitán se hundió con el barco lo mismo que los músicos que habían tocado durante 2 horas y 5 minutos mientras el barco se hundía.

Muchas más historias salieron a flote.

Una de ellas es la de los tres sacerdotes que por distintos motivos se encontraban a bordo del barco.
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Ayudaron heroicamente a muchos pasajeros a subirse a los botes salvavidas.
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Y en los momentos finales, acompañaron con los sacramentos y la oración a las víctimas del desastre.

SacerdotesDelTitanic
Tres sacerdotes católicos del Titanic

   

TRES SACERDOTES HEROICOS EN EL TITANIC

Durante su viaje inaugural el 10 de abril de 1912, los padres Montvila, Peruschitz y Byles se quedaron hasta el final con los pasajeros que no podían tomar los botes salvavidas.

   

EL PADRE JUOZAS MONTVIL

El P. Juozas Montvila, sacerdote nacido en 1885 en Lituania, era el más joven de los tres presbíteros a bordo del transatlántico.

Ordenado sacerdote en marzo de 1908, se ocupaba de las necesidades espirituales de los católicos orientales en comunión con Roma. 

El ministraba en secreto, ya que el régimen zarista negaba la libertad de religión a los católicos del Este.

Talentoso ilustrador y escritor, también contribuyó con artículos e ilustraciones para varios periódicos subterráneos y libros religiosos, los cuales fueron publicados en lituano, una lengua prohibida por el régimen ruso.

Se dirigía a Estados Unidos para servir pastoralmente a las comunidades de inmigrantes lituanos en Nueva York o en Massachusetts.

De acuerdo al testimonio de sobrevivientes, el P. Montvila:“sirvió su llamado hasta el fin”, rehusándose a escapar, mientras ayudaba a otros pasajeros a alcanzar los botes salvavidas.

El P. Montvila es considerado un héroe en Lituania.

   

EL PADRE JOSEPH PERUCHITZ

El P. Joseph Peruschitz, sacerdote benedictino alemán, viajaba a Estados Unidos para asumir el cargo de director de la escuela de preparación de los benedictinos en Collegeville, Minnesota.

Durante el viaje, y a semejanza de los otros dos sacerdotes, el presbítero escuchó confesiones y celebró Misa cada día.

En la mañana del domingo 14 de abril, el P. Peruschitz y el Padre Thomas Byles, dijeron misa en el salón de segunda clase, y luego otra para unos 400 pasajeros de tercera clase.

El P. Byles dio una homilía en Inglés y Francés, y el P P. Peruschitz pronunció la suya en alemán y húngaro.

Según el testimonio de un sobreviviente que los divisó a la distancia mientras su bote se alejaba, en los últimos minutos de la tragedia, el P. Peruschitz junto al P. Thomas Byles dirigieron el rezo del Rosario junto a las víctimas que habían quedado a bordo, al tiempo que las olas llegaban a la cubierta.

padre thomas byles

   

EL PADRE THOMAS BYLES

Sacerdote inglés, converso del anglicanismo, rezaba el «breviario» en cubierta cuando el Titanic chocó con el iceberg.

El P. Thomas Byles viajaba rumbo a Norteamérica para presidir el matrimonio de su hermano William.

Todos los testimonios de los sobrevivientes coinciden en destacar el gran liderazgo y el valor demostrado por el sacerdote británico.

A las 2:20 de la madrugada del 15 de abril, la hora en que se hundió completamente el barco, el P. Byles, rezó el Acto de Contrición junto a los fieles que permanecían de rodillas junto a él, y les dio la absolución general.

Agnes McCoy, superviviente, relató los últimos momentos del sacerdote:

«Cuando el Titanic se fue a pique, el Padre Thomas Bayle estaba de pie en cubierta rodeado de católicos, protestantes y judíos arrodillados a su alrededor

Byles rezaba el rosario y oraciones por el eterno descanso de las almas de aquellos que estaban a punto de perecer.

Administró los últimos sacramentes a mucha gente.

En la primera fase de la catástrofe escuchó muchas confesiones».

Rechazó por dos veces el bote salvavidas, en los que también ayudó a embarcar a otros.

Pío X lo describió como “un mártir de la Iglesia”.

En “Los Diez del Titanic”, la historia bien documentada de los españoles en el buque, el P. Byles también tiene una mención en boca de una de las supervivientes, Fermina, sirviente de una pareja de “luna de miel”.

A la una y cinco de la madrugada, el bote 8, cargado solamente con damas de primera clase y sus sirvientas, además de los marinos, empieza a ser arriado.

Fermina no ha conseguido localizar a Víctor y, orientándose con dificultad entre el gentío, logra acceder a las inmediaciones de la embarcación cuando ésta ya ha comenzado a bajar por el costado del Titanic.

A mí me dejaron fuera. Pero empecé a gritar desesperada, y no tuvieron más remedio que llevarme.

Me echaron como un saco de paja desde más de un metro de altura, cuando ya bajaba la barca —rememoraba con horror.

Fue el momento más terrible de mi vida. Cada vez que me acuerdo, me parece que acaba de ocurrir y acabo de salvarme de milagro”.

En cubierta, el sacerdote católico Thomas Byles está dirigiendo el rezo de un rosario.

Muchos se unen a la oración postrados estrechando entre las manos sus crucifijos, la mayoría son mujeres de tercera clase a las que el clérigo ha ayudado a ascender desde las dependencias inferiores del barco.

“Dios te salve, María, llena eres de Gracia…”, invoca el padre Byles. “Ruega por nosotros…”, súplica un coro de voces.

Hasta las barcas en el agua llega el sonido de la plegaria mezclado con los acordes de la orquesta y el bullicio ronco de los pasajeros que deambulan por los corredores.

foto original del titanic en el muelle

   

LA HISTORIA: EL PADRE BYLES SE EMBARCA EN EL TITANIC

Cuando el Titanic se embarcó en su viaje inaugural en 1912, era el barco más grande del mundo, con una capacidad de 2435 pasajeros; también se alegó que era insumergible.

El barco salió de Inglaterra a Irlanda y posteriormente hacia el Atlántico.

El Padre Byles había embarcado en Southampton, habiendo dejado su rectoría en Essex temprano en la mañana del miércoles 10 de abril.

Vestido de negro clerical y con una sola maleta tomó el tren a Londres antes de que el barco llegara al puerto Inglés.

Parientes en América le habían comprado su boleto. 

Hacia el final de 1911, el P. Byles había sido invitado a oficiar en la boda de su hermano, William, con Miss Isabel Katherine Russell del 119 Pacific Street, Brooklyn.

La ceremonia se celebraría en la iglesia de San Agustín en la Sexta Avenida, Brooklyn, el día 21 Abril de 1912.

Su reserva inicial había sido con la White Star Line, pero debido a un problema industrial fue incapaz de navegar, por lo que en el último minuto su boleto fue transferido al nuevo buque Titanic.

Al salir Southampton, P. Byles escribió una carta a su anciana ama de llaves, que había de ser publicada cuando el barco atracó brevemente en Irlanda.

Sus preocupaciones eran tanto temporales como espirituales.

Temía que había perdido su paraguas mientras viajaba en el tren hacia el muelle.

Y quizás más importante, que no iba a ser capaz de decir misa hasta que el barco llegara al puerto irlandés de Queenstown (Cobh).

Sólo a partir de ahí él esperaba ser capaz de hacerlo cada día.

En conclusión, se comprometió a escribir cuando llegara a Nueva York.

Thomas-Byles-1

   

SU PADRE ERA PASTOR PROTESTANTE

Byles había nacido en Leeds, Inglaterra, el 26 de febrero de 1870.

Era el mayor de siete hermanos, de un ambiente familiar devoto porque su padre era un pastor protestante.

Fue educado a nivel local en Leamington, donde la familia se mudó cuando tenía 12 años.

En 1885, ganó una beca para un internado en Lancashire.
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Fue allí donde descubrió dos cosas: que sufría de epilepsia y que tenía dudas sobre el protestantismo en el que se había criado.

Y como otros famosos ingleses que se convirtieron en décadas anteriores, Byles comenzó un estudio de los Padres de la Iglesia. 

Las dudas lentamente comenzaron a disminuir y se hizo evidente que estaba siendo conducido a un lugar inesperado: Roma.

En 1888, fue al Balliol College de Oxford, después de haber logrado una beca de matemáticas, sin embargo, finalmente cambió por Teología, ganando el tercer lugar de la clase en 1894.

Mientras que estaba en la universidad decidió abrazar el anglicanismo.

Anteriormente había sido su hermano, William, que había conmocionado a la familia mediante su conversión al catolicismo, mientras estaba en Oxford.

La conversión de su hermano iba a tener un efecto muy diferente, especialmente por su estudio de los Padres de la Iglesia.

Poco después, tras haber examinado previamente ordenarse anglicano, decidió aplazar tal decisión.

Lo que fue más tarde descrito como una ‘niebla’ ahora había descendido.
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Habiendo dejado el protestantismo de su familia, y ya no contento con su anglicanismo recientemente adquirido, Byles se encontró luchando para discernir cuál era su verdadero curso.

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Tal vez, entonces, él sabía en su corazón que sólo había un camino que le quedaba, pero todavía dudaba en tomarlo.

foto de la cubierta del titanic con sacerdote orando

   

LA CONVERSIÓN DE BYLES Y LA PRIMERA PROFECÍA DE SU DESTINO

Inesperadamente, en la víspera de la fiesta de Corpus Christi, durante un período prolongado de meditación, la forma definitiva finalmente se reveló. A partir de entonces, no había duda.

En la misma fiesta, Byles fue recibido en la Iglesia luego jesuita en Oxford, y, al hacerlo, recibió la Santa Comunión por primera vez.

Y ahora libre de todas las dudas, también se le dio un nuevo nombre cristiano, Thomas.

Byles escribió a su familia que la niebla se había levantado, pero en su caso, una niebla totalmente diferente a partir de entonces había descendido.

Él había tomado su decisión, y poco después asistió al Oscott Seminario, pero su salud, que nunca era buena, impidió su persistencia en sus estudios teológicos y pronto se vio obligado a abandonar.

¿Qué era lo siguiente, se preguntó?

Enseñó durante un tiempo, así como escribió una obra corta: Un Comentario de la Segunda Epístola de San Pablo a los Corintios, que posteriormente publicó la Catholic Truth Society.
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En retrospectiva, la elección de la epístola es curiosa, porque es uno de los pocos lugares en la Escritura que se hace referencia a un naufragio.

Aún acosado por la enfermedad, él no fue un éxito como maestro de escuela.

Antes de 1899, sin embargo, Byles estaba suficientemente bien para ir al Colegio Beda, en Roma, donde iba a proseguir sus estudios y una posible vocación.

Finalmente se confirmó sacerdote y fue ordenado el 15 de junio de 1902.

Otros estudios impidieron su salida de Roma por un año más, y por fin regresó a Inglaterra a principios de 1903.

En un principio, su ministerio fue en Londres, pero fue interrumpido por problemas de salud.

A partir de entonces, fue enviado al campo para reponerse.

Al año siguiente, él regresó a su ministerio sacerdotal aunque ahora en las parroquias rurales de Essex. 

Y fue aquí que él estaba cuando recibió un telegrama que hablaba de la próxima boda de su hermano, ahora residente en Nueva York, y con ello una invitación.

guia visual del titanic

   

EL PADRE BYLES EN EL TITANIC

A bordo del Titanic había pasajeros de todas las clases sociales y de diferentes nacionalidades, y entre ellos además de los tres sacerdotes, había un cuarto seminarista con una historia curiosa.

A medida que el barco navegaba en el Atlántico, el P. Byles estaba en segunda clase, pero que iba a estar principalmente en el entrepuente, donde muchos de los pasajeros eran de Irlanda, y con ellos iba a pasar esos días iniciales.

El Sábado, 13 de abril estuvo oyendo confesiones durante horas en preparación para el día siguiente, el segundo Domingo de Pascua.

Cuando llegó el domingo, dijo misa a los pasajeros de tercera clase, y aquí apareció la segunda profecía.

Dando un sermón habló de la necesidad del ‘bote salvavidas de la fe’ en las siempre cambiantes aguas de la vida.
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No podía haber previsto cuan proféticas iban a ser estas palabras sólo unas horas más tarde.

En ese fatídico domingo, por la tarde se dedicó a otras devociones antes de concluir con el rezo del Santo Rosario.

titanic

   

LA TRAGEDIA DEL CHOQUE CON EL ICEBERG Y LA ACTIVIDAD DEL PADRE BYLES

Al caer la noche el insumergible Titanic  seguía adelante a través del Atlántico y todo parecía estar en orden.

Pero era una ilusión, sin embargo, que fue quebrada cuando más tarde esa noche a las 23:40 la alarma comenzó a sonar violentamente.

Al oír gritos, el P. Byles descendió inmediatamente a la cubierta de tercera clase.

Allí, como en todas las cubiertas, el miedo cambiaba rápidamente a un pánico sofocante.

El sacerdote se movió a través de la confusión dándose cuenta que este era el momento, no sólo para salvar vidas, sino también por la salvación de las almas. 

Y cuando este pensamiento vino a él, percibió cual iba a ser su papel en esto.
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Era como si para ese momento se hubiera estado preparando toda su vida, la culminación del variado recorrido de toda su vida.

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Este fue un papel que le había caído muy inesperadamente pero se puso a trabajar.

Lo primero que hizo fue llamar a la calma, pidiendo «silencio». 

Poco a poco, la muchedumbre asustada frente a él se tranquilizó. 

Llamó entonces a todos los presentes a hacer un acto de contrición.

Después de haber explicado los peligros actuales, comenzó la evacuación de mujeres y niños a la cubierta superior, con el sacerdote escoltándoles hacia arriba a través de las distintas plataformas.

Inicialmente se prohibió la ruta a los pasajeros de tercera clase, y se daba preferencia a los pasajeros de las cubiertas superiores sobre los pasajeros más pobres «de abajo».

Huelga decir que el P. Byles no prestó atención a este tipo de distinciones de clase y trabajó con la mayor rapidez y con toda la calma que pudo para dar paso a las mujeres y los niños que llevaba a los botes salvavidas desplegados.

La característica más en evidencia del sacerdote, y lo más comentado en la tarde por los sobrevivientes, era su presencia de ánimo en todo. 

Era como si fuera para esto que había estado preparándose toda su vida. 

Al ver el primer grupo de mujeres y niños con seguridad a bordo de los botes salvavidas, rechazó una primera oferta para unirse a ellos, y descendió una vez más por debajo de las cubiertas.

La banda de la nave había sido llevada a la cubierta para tratar de calmar el ambiente cada vez más cargado, lo que debe haber parecido un acompañamiento musical surrealista.

Sin embargo, muy rápidamente estaba quedando en claro que no iban a ser suficientes los botes salvavidas.

salvavidas del titanic

   

LOS MOMENTOS FINALES ANTES DEL HUNDIMIENTO

Pronto, el sacerdote había de estar en cubierta rodeado de muchos otros que aguardaban rescate, pero que ahora estaban varados.

En el terror creciente, el P. Byles nuevamente rechazó la oferta de un lugar en uno de los pocos botes salvavidas restantes.

Por último, todos ellos parados en la cubierta vieron como el último bote salvavidas desapareció en el horizonte negro.

Y mientras lo hacían, ellos sabían que con él se había marchado toda esperanza terrenal.

La banda en la cubierta cambió a tocar himnos, incluyendo Estate Conmigo. 

Cuando la melodía sonó por la cubierta, la que a menudo se escuchaba en los entierros, algunos comenzaron a llorar.

Algunos más miraban sin comprender, mientras que otros cayeron de rodillas con la cabeza gacha, pero otros continuaron orando, uno fue el sacerdote Inglés.

Este era el momento en que todas las almas cristianas tenían que hacer frente, a la realidad final de la batalla entre la vida y la muerte, la fe y la no existencia.
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Y ese momento había llegado para los que se quedaban a bordo, el P. Byles incluido.

Miró a su alrededor a quienes estaban parados, sentados y arrodillados frente a él, muchos de los cuales ahora lo miraban a él.

Y notó también las primeras llegadas de aguas oscuras sobre la cubierta…

Colocándose tan alto como pudo, levantó la mano en un último acto de bendición y absolución.
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Entonces, permaneciendo de pie como lo había hecho en todo el Rosario y con su crucifijo en la mano, el P. Byles comenzó una vez más llevando a los reunidos a su alrededor.
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Hacia el rezo de esa antigua oración, en la medida que los himnos continuaban siendo tocados
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restos del titanic bajo el mar

   

LO QUE SE VIO DESDE LOS SALVAVIDAS

Los que habían escapado vieron impotentes desde los botes salvavidas como las figuras en cubierta se hacían cada vez más tenues.
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Y los sonidos de la oración ahora parecían que se mezclaban con el de las lamentaciones.
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Y, sin embargo, a la cabeza de los que allí estaban, era aun débilmente perceptible en la distancia, la figura del P. Byles.

Cuando el final comenzó el final, el sonido fue aterrador.

Poco a poco, la nave se sacudió hacia arriba, antes de que comenzara un rápido descenso y se estrellara en el mar, y las olas resultantes conmovieran a los botes salvavidas en fuga.

Y, mirando hacia atrás paralizados mientras la nave se hundía, algunos de los sobrevivientes hacían la señal de la Cruz y ofrecían oraciones por los difuntos, que hasta sólo unas horas antes habían sido demasiado reales, de carne y hueso.

En ese momento, en que la oscuridad los envolvía, oraron también por su propia seguridad y el viaje precario por delante.

Empujados por las ondas que emanan del ahora desaparecido buque, que ya no era un barco sino para siempre una tumba de 1.516 almas, un monumento a un sacerdote católico inglés, el P. Thomas Byles.

   

LANZAN CAMPAÑA PARA BEATIFICAR AL PADRE THOMAS BYLES

El  14 de abril de 2015, en el aniversario del hundimiento del Titanic, y el P. Graham Smith, párroco de la Iglesia de Saint Helen de Chipping Ongar (condado de Essex), pidió la beatificación de su antecesor, el Padre Thomas Byles, una de las más de 1.500 víctimas del famoso buque.

El Padre Smith animó a los fieles del mundo entero a que invoquen al P. Byles en sus oraciones.
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Y “si ocurre un milagro, que se inicie su causa de beatificación, primero, y de canonización después”.

FRANCIS BROWNE

   

EL SEMINARISTA PADRE FRANCIS BROWNE, EL CUARTO QUE SE SALVÓ

Una historia particular es la del P. Francis Browne, quien viajó a bordo del Titanic pero como seminarista jesuita y se libró de la tragedia.

Pese a que una pareja de millonarios que conoció en el barco se ofreció a pagarle el viaje a Nueva York, su superior le ordenó que abandonara la nave en el último puerto europeo en el que se detuvo el Titanic, antes de dirigirse a Estados Unidos.

Salga de esa nave reza claramente el telegrama que recibió el P. Browne y su “santa obediencia” lo salvó de la catástrofe.

El sacerdote jesuita mantuvo esa nota en su billetera hasta el último de sus días.

Sin embargo, durante el poco tiempo que estuvo al interior del Titanic, el entonces joven seminarista, aficionado a la fotografía, retrató el estilo de vida de los pasajeros y la tripulación del transatlántico.

El P. Browne sirvió luego como capellán de las fuerzas irlandesas durante la  Guerra Mundial, demostrando gran valor, lo que le fue recompensado con varias condecoraciones, entre ellas la Cruz Militar.

Recorrió pastoralmente toda Irlanda y Australia, fotografiando todo a su paso.

Al momento de su muerte, en 1960, sus imágenes sumaban 42,000.

El P. Edward O’Donnell, compañero del P. Browne, sacó a la luz sus fotografías olvidadas y las calificó como un “equivalente fotográfico al descubrimiento de los pergaminos del mar muerto”.

Fuentes:


Sergio Fernández, Editor de los Foros de la Virgen María

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¿La Tragedia del Titanic es una Profecía de los Últimos Tiempos?

El 15 de abril de 1912 se produjo la tragedia marítima más recordada de todos los tiempos.

El lujoso Titanic, que se consideraba inhundible, se hundió en su viaje inaugural.

Se consideraba el mayor logro de la tecnología humana y era la insignia del progreso del establishment de la época.

A tal punto que su soberbia les impidió equiparlo con suficientes salvavidas de emergencia.

Esta tragedia también es recordada porque tres sacerdotes católicos se mantuvieron en cubierta hasta el final, consolando, rezando el Rosario con la gente, confesando y absolviendo. Mira esta historia aquí.

Ríos de tinta y kilómetros de celuloide han relatado la historia desde ángulos diferentes.

Abajo hay una de las películas.

¿Por qué la historia del Titanic nos seduce tanto?

¿No habrá un mensaje oculto para nosotros en esta tragedia?

   

LA NAVE INHUNDIBLE

Todos los que podemos estar leyendo esto, no éramos nacidos cuando la tragedia sucedió.

Quizás tampoco nuestros padres, pero, nuestros abuelos la recordaban y nos daban su versión y comentarios de la misma, con un respetuoso temor de lo que había significado.

Hubo muchas leyendas, algunas basadas en hechos reales y otras no, o al menos, no totalmente.

Pero voces de algunos de los obreros responsables de la creación y fabricación del gran barco, aseguraban que debajo de la cubierta, se había estampado un letrero que decía “Not even God can sink this ship” (Ni siquiera Dios puede hundir este barco).

¿Verdad o solamente la opinión de algunos, maravillados de la suntuosidad y el tamaño de la inmensa nave?

Ya nunca lo sabremos.

Pero lo que sí sabemos es que el Titanic se hundió.

Lo hizo en el viaje inaugural contra todos los pronósticos y contra todas las seguridades.

La soberbia en su más alta expresión.

No llevaba botes salvavidas más que para la tercera parte de los que viajaban en él.

Era innecesario, había dicho la empresa armadora, ya que era imposible que el barco que era considerado el paradigma de lo inhundible, fuera a necesitarlos.

Además afeaban la cubierta, destinada al solaz de los acaudalados personajes que en él viajaban.

    

LOS AVISOS NO ESCUCHADOS

Había habido avisos.

Un barco carguero británico, el S.S. Californian, había enviado muchos mensajes informando de la existencia de témpanos de hielo errantes en el océano.

Al telegrafista de turno, saturado de trabajo por todos los telegramas de felicitación y augurios que recibía y debía enviar, dichos avisos le provocaban bastante mal humor.

Ya que cada vez que le llegaban, debía abandonar su puesto de trabajo para ir a entregárselos al capitán.

Eso le generaba un esfuerzo adicional y cuando retornaba a su puesto el trabajo se había multiplicado.

La insistencia del S.S. Californian lo sacó de quicio de tal manera, que rechazó todos los avisos, insultando al telegrafista, a los oficiales, a toda la tripulación y a la nave toda.

Razón por la cual el capitán del S.S. Californian decidió dejar de enviar dichas advertencias, apagar la radio y anclar el barco para disponerse a descansar.

Orquesta del Titanic

Dentro del Titanic todo era algarabío.

La orquesta tocaba, la gente bailaba, se descorchaban botellas de champagne, los mozos iban y venían con los bocadillos.

Eso en la primera clase, la de los que habían pagado fortunas para poder vivir personalmente la emoción de llegar al puerto de Nueva York en el más grande y sofisticado barco jamás construido por el hombre.

Su estatus así lo requería.

Todo era brillante, los pisos, las grandes lámparas de cristal, las selectas joyas de las damas, nada se escatimaba para demostrar poder y lujosa ostentación.

La película lo reflejaba muy bien.

Muy otra era la situación de los que viajaban en segunda y tercera clase.

Ellos eran los pobres, los que habían podido ahorrar para comprar un pasaje, y anhelaban llegar a destino para comenzar una nueva vida.

No había más placer para ellos en el viaje que algún juego de dados, algún baile regional amenizado por acordeones o armónicas que hacían sonar entusiastas músicos improvisados.

No había en sus mentes otra cosa que el deseo de que el viaje llegase a su fin, porque era su destino lo importante.

Lo que les prometía la esperanza de una prosperidad que hasta entonces le había sido negada.

Como en la vida, no era posible que los de abajo pudieran subir a la cubierta superior.

Había puertas cerradas y guardianes que lo impedían.

Arriba se pulsaban los juegos de poder.

Las autoridades de la empresa armadora no sólo querían cruzar el Atlántico y llegar a Nueva York, querían también marcar un record.

Por dicha razón, el capitán fue presionado para acelerar los motores al máximo.

El Titanic debía hacer historia. Marcar un antes y un después.

En esa babel de triunfos, nadie recordó la presencia de los icebergs que se movían en el océano.

El monstruoso barco iba a toda marcha. Debía llegar a Nueva York aún antes de lo esperado.

El éxito debía superar todos los límites.

Mientras tanto en el mar todo era negrura y silencio.

Sólo resonaban los cantos y la música, las risas y el entrechocar de las copas de vinos selectos.

De repente el vigía se atragantó.

El enorme iceberg estaba allí, delante del barco y a la velocidad a la que éste iba, no había forma de no chocarlo de frente.

La orden inmediata fue virar hacia la izquierda “a babor”, para tratar de esquivar la gran masa de hielo.

En realidad, el iceberg estaba quieto, era el barco el que se iba a estrellar contra él.

La enorme mole no tuvo la flexibilidad necesaria para realizar la maniobra a tiempo y dio con su costado contra la enorme masa de hielo.

Los expertos dirían después que hubiera sido mejor un choque frontal, lo que hubiera provocado daños pero no hundimiento.

El choque lateral fue fatídico.

Una de las salas del Titanic

    

LA AGONÍA Y LA COMPASIÓN

Los pronósticos del técnico responsable del barco fueron espantosos, el inhundible se iba a pique.

¿Cuánto tiempo?, le preguntaron atónitos. Dos horas. Como mucho tres.

Lo demás, ya lo sabemos, las corridas, los gritos, la urgencia del telegrafista para enviar mensajes de auxilio a cualquier barco que estuviera cerca.

Nadie contestaba.

El primero en contestar, aún pensando que era una broma pesada, fue el Monte del Templo, pero estaba muy lejos, otros también.

El S.S. Californian, que estaba a sólo 20 millas y podía haber llegado a tiempo, tenía la radio apagada y su tripulación y pasajeros dormían tranquilamente.

Solamente un barco respondió al llamado angustioso, el R.M.S. Carpathian, un pequeño barco nada ostentoso, que realizaba el traslado de inmigrantes pobres y viajeros de toda índole.

Esa noche, el Carpathian iba en sentido contrario al Titanic. Se dirigía a Croacia llevando su pasaje habitual.

Su telegrafista no creyó al principio los llamados de socorro del Titanic, creyéndolos una broma pesada.

Cuando la insistencia lo convenció, se dirigió al capitán de la nave, quien de inmediato cambió su rumbo, avisando al capitán del Titanic que llegaría en cuatro horas.

No lo sabía pero llegaría dos horas tarde.

Pero, con un sentido de responsabilidad y solidaridad admirable, el capitán del Carpathian ordenó un protocolo destinado a preparar a su barco, en esas cuatro horas, para recibir náufragos.

Con el propósito de ahorrar energía, eliminó la generación de agua caliente y la calefacción, lo que le permitió dirigirse a toda velocidad al lugar donde lo esperaba el infortunado Titanic.

Se prepararon zonas públicas para alojar a los náufragos, se juntaron mantas, vendas, se pusieron escaleras a los costados del barco para facilitar la subida de los sobrevivientes y se bajaron botes a media altura, para hacer más rápida la operación.

También se iluminaron todos los costados de la nave, para darle visibilidad.

Pensando en la angustia de los pasajeros del Titanic, ordenó lanzar, cada 15 minutos, bengalas de aviso para darles esperanza.

Fue admirable cuántas cosas sacrificó el Carpathian esa noche para tratar de llegar a tiempo.

Cuando se menciona la tragedia del Titanic, no se recuerdan ni la abnegación de su capitán, de su tripulación y aún de los pasajeros, que no solo aceptaron la interrupción de su viaje, sino que cedieron sus camarotes para alojar a los náufragos.

Hacía dos horas que el monstruoso barco había desaparecido de las aguas cuando por fin el Carpathian llegó.

Pudo rescatar a 700 sobrevivientes y los llevó al puerto de Nueva York, en el que fue recibido con gran duelo.

Hasta ahí la historia. Su capitán fue condecorado.

Todo lo contrario al capitán del S.S.Californian, que debió enfrentar un juicio y pasó toda su vida con la carga de no haber hecho lo que hubiera debido hacer.

Morgan Robetson, autor de Futility

  

DOS PROFECÍAS

Hubo dos periodistas que años antes predijeron la tragedia del Titanic de 1912.

Uno fue William Thomas Stead que escribió un artículo en la Gaceta de Pall Mall en marzo de 1886.

En su historia de ficción trataba de advertir al público sobre la falta de botes salvavidas en los barcos que se construían en esa época.

La historia del artículo es sobre un marinero británico llamado Thomas que aborda el barco en su viaje inaugural a los Estados Unidos.

Thomas se da cuenta que los botes salvavidas eran insuficientes para todos los pasajeros y la tripulación, hace este comentario durante el viaje, pero nadie lo toma en cuenta.

Dos días después el buque navega en medio de una densa niebla y choca con un barco a vela.

Se produce una gran conmoción porque ahí se dan cuenta la poca cantidad de bote salvavidas y de las 916 personas del transatlántico mueren 700.

El personaje Thomas logra salvarse saltando el agua y subiéndose a uno de los botes.

La trama es impresionantemente similar pero más llamativo es lo que sucedió con el autor.

Increíblemente William Thomas Stead murió en el Titanic.

Había abordado la primera clase para ir a una conferencia de paz en el Carnegie Hall de Nueva York.

Lo último que se sabe de él es que después de la colisión se lo vio aferrado a un escombro junto a un escritor llamado John Jacob Astor, pero nunca se encontró su cuerpo.

La otra predicción se encuentra en la novela Futility de 1898, de Morgan Robertson.

La historia de la novela cuenta sobre un trasatlántico llamativamente llamado Titán, que era considerado insumergible.

Este transatlántico golpea con un iceberg en el Atlántico Norte y se hunde.

Pero los detalles de la novela y de lo que sucedió al Titanic son sorprendentemente parecidos.

Ambos se llamaban de manera similar, tenían tamaños parecidos y propulsiones similares, iban más o menos a la misma velocidad, no tenían suficiente cantidad de botes salvavidas, ambos chocaron con un iceberg y en una fría noche de abril.

La novela de Robertson trata de un oficial naval que se ha vuelto alcohólico y ha caído, fue despedido de la Marina y trabaja en el Titán.

Este personaje se salva del hundimiento y encuentra a Dios, recupera al amor de su vida y lucha contra el alcoholismo.

Luego del hundimiento del Titanic se habló que Robertson era un clarividente, pero él contestaba “sé de lo que estoy escribiendo, eso es todo”.

  

LA TRAGEDIA DEL TITANIC ¿UNA PROFECÍA DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS?

Pero ahora, se nos presenta una nueva y tal vez descabellada – o no – versión, de lo que pudo pasar y finalmente ocurrió.

En un video publicado en la web por una iglesia cristiana no católica, se intenta estudiar la similitud de ese accidente ocurrido inesperadamente con la actualidad del mundo presente y lo que podría – o no – suceder en un futuro.

Con gran ingenio, el responsable de dicho video comienza por hacer un paralelo de las fiestas, el lujo y la embriaguez de los sentidos reinantes, así como del olvido de Dios, tanto en ese momento en el Titanic, como en el mundo en la actualidad.

También realiza un paralelo de los avisos que, con gran insistencia realizó el capitán del S.S. Californian, que fueron todos, absolutamente todos, desechados y olvidados.

Paradójicamente, el nombre del capitán era Stanley Lord. Lord en inglés significa Señor. Con esa palabra reconocen los angloparlantes al Señor.

En este video se recalca esa extraordinaria coincidencia; un Lord que realiza innumerables avisos que son desechados como innecesarios e improbables.

La segunda coincidencia se refiere al primer barco que recibió el aviso, cuyo nombre era Monte del Templo.

Impresionante nombre, pero estaba tan lejos que no era posible contar con su ayuda.

Cuando se le preguntó al capitán Lord sobre el tema, él contestó algo que muy bien podría responder Nuestro Señor si se le hiciera la misma pregunta en una tribulación global repentina: “Yo les avisé”.

¿Sería posible pensar que Dios pueda utilizar ese terrible accidente para avisarle al mundo que algo similar podría ocurrir en la gran nave en la que todos viajamos, el planeta Tierra?

Bote salvavidas del Titanic

  

ÉL NOS ESTÁ AVISANDO

Muchísimas apariciones de la Santísima Virgen nos han advertido de lo que podría pasar si el mundo no se convierte.

No porque Dios pueda o quiera destruirlo, sino porque será el mismo hombre el que lo destruya, pero eso sí, sin que Dios mueva una mano.

El hombre ha creado y fabricado tecnología como para destruir toda la vida del planeta Tierra.

Sin entrar en elucubraciones sobre si esto podría ser cierto o no, tal vez lo lógico sería pensar que mejor nos preparamos para la irrupción de un súbito iceberg que pueda acercarse a nuestro planeta desde el espacio.

Ninguna tecnología sería suficiente para defendernos en esa situación.

Tal vez lo que deberíamos es escuchar, por fin, con el corazón sincero y humilde, todo lo que Dios nos pide.

Porque un corazón contrito y humillado Tú no lo desprecias, Señor” (Salmo 51,17).

Aprovechemos el tiempo de Gracia. Todavía las puertas están abiertas.

Cuando se cierren, será el tiempo de la Justicia.

Y en ese momento, no va a haber llanto que nos pueda salvar.

   

¿QUIENES FUERON LOS SALVADOS EN EL TITANIC?

Pero sin llegar a extremos apocalípticos, toda persona en el mundo sabe que está destinada a morir.

No sabe el día ni la hora y prefiere ignorar esa realidad que pende sobre su cabeza como una espada de Damocles.

Para aumentar su confort, genera ideas como la de que Dios no existe, que con la muerte todo se termina, que hay que aprovechar la vida al máximo y que el infierno es en este mundo.

Toda una colección de excusas fabricadas con el solo propósito de olvidar que la muerte camina a nuestro lado desde el día en que nacemos.

Y que esto es un designio divino desde la caída de nuestros primeros padres.

Ahora pensemos en el Titanic.

En realidad, tal vez desde nuestra perspectiva de creyentes, los que más probablemente se hayan salvado fueron los que se fueron al fondo del mar con el barco.

¿Por qué?

Porque en el barco viajaban tres sacerdotes que prepararon a los desahuciados para su viaje final.

Confesaron, aconsejaron, rezaron el Rosario, y en el último minuto antes del desenlace trágico, absolvieron a todos los que estaban en el barco.

Esto lo sabemos con absoluta certeza porque hubo testimonios de sobrevivientes que escucharon por entre los acordes musicales el rezo del Santo Rosario.

Y porque cuando el gran barco alzó su popa para caer al agua, algunos alcanzaron a ver a uno de los tres sacerdotes de pie con la mano levantada en actitud de dar la absolución y a muchas personas arrodilladas frente a él.

Pero sin estos testimonios, igual lo sabríamos, porque somos católicos y conocemos cual es la misión y la obligación de un sacerdote del Altísimo.

Y es esa certeza la que nos hace pensar que todas esas personas que se hundieron con el Titanic pudieron haber salvado sus almas.

Paradójicamente, los que tuvieron “la fortuna” de sobrevivir, volvieron a sus vidas, a sus conflictos, a su peregrinaje en este mundo.

Bien lo dijo a las niñas la Virgen en Garabandal: los que queden vivos envidiarán a los muertos”.

Sacerdotes que viajaban en el Titanic (mira lo que hicieron aquí)

   

RECUERDA AL TITANIC

Pero, sin llegar a pensar en un posible escenario apocalíptico, debemos tener presente en todo momento que nuestro propio fin del mundo puede alcanzarnos al cruzar una calle.

O pasar debajo de un balcón justo en el momento en que se cae una maceta.

Entonces, ¿no sería tal vez sabio pensar que cada uno de nosotros podría decirse cada día: “recuerda al Titanic, donde el fin sobrevino en un instante”, para animarnos a estar preparados por si nos sucede de improviso a nosotros?

Y bien podríamos convertirlo en un lema que nos despierte cada día de nuestras vidas: “Reza el Rosario, ve a confesarte hoy mismo. Recuerda al Titanic”.

https://youtu.be/8mQ4KuPTl5Q



María de los Ángeles Pizzorno de Uruguay, Escritora, Catequista, Ex Secretaria retirada

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