La Torre de Babel cuenta la historia de un pueblo que decidió construir una torre que pudiera alcanzar el cielo.

“Vamos a edificarnos una ciudad y una torre con la cúspide en los cielos, y hagámonos famosos, por si nos desperdigamos por toda la faz de la tierra” (Génesis 11: 4)

Hay que tener en cuenta que en la antigüedad, cuando alguien realizaba una obra magna, era considerado por sus pares como un semidiós.

La historia de la Torre de Babel transcurre después del Diluvio de Noé.
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Esa inundación fue un evento histórico, aunque parece no haber alcanzado a todo el planeta sino al mundo conocido en esa época.

La Torre fue construida para que las tribus que descendían de Cam y de Jafet, hijos de Noé, no se dispersaran por el mundo.

La obra se detuvo porque los arquitectos se enzarzaron en la discusión de cuál de ellos era el más grande, sin tener en cuenta a Dios.

Dios, conociendo las intenciones de sus corazones se da cuenta de que la construcción de la torre refleja el deseo del pueblo de ser como Él.

Yahveh toma nota y reflexiona:

“He aquí que todos son un solo pueblo con un mismo lenguaje, y este es el comienzo de su obra.

Ahora nada de cuanto se propongan les será imposible. Ea, pues, bajemos, y una vez allí confundamos su lenguaje, de modo que no entienda cada cual el de su prójimo” (Génesis 11: 6-7)

Así, Dios desciende de los cielos y confunde las lenguas de los constructores de la Torre de Babel.

La construcción de la torre llega a un final abrupto cuando el desorden y la confusión sobrevienen, y las personas se esparcen en toda la faz de la tierra.

La torre, que tenía la intención de representar la unidad y el poder de los babilonios, ahora simboliza la desunión y el fracaso.

Es una historia muy actual, porque nuestra generación está presenciando nuevamente la “babelización” del mundo.

Arca de Noé

   

LA GÉNESIS DE LOS CANANEOS

En la Edad Antigua, los jefes de cada tribu de Medio Oriente se preocupaban por mantener la pureza de raza de su gente y no la dejaban mezclarse con los demás grupos.

Los hombres de entonces contaban con una belleza y nobleza naturales, y eran intrépidos y muy fuertes.

Eran mucho más altos que los de ahora y de mejor contextura corporal.

Su tez era de un color amarillo rojizo brillante, y vestían pieles, lanas y cinturones.

Los jefes siempre eran conductores de pueblos, exploraban nuevos territorios y se los asignaban a su gente.

Siempre cuidaban de que el contacto entre los miembros del grupo no se perdiera.

Pero cuando Cam, el hijo menor de Noé y padre de Canaán, ofendió a su padre, este lo maldijo, por lo que la tribu de Cam se separó cada vez más de las de sus hermanos.

En su extravío, los cananeos llegaron a mezclarse con los ángeles caídos, según las visiones de Ana Catalina Emmerich.

Sem, Cam y Jafet

   

LOS ÁNGELES CAÍDOS Y LOS HIJOS DE CAM

Durante su caída al infierno, algunos de los ángeles rebeldes dudaron o se arrepintieron de haber dejado de adorar a Dios y de haberse mantenido inmóviles, observando con alegría su propia belleza.

Estos ángeles caídos recibieron como morada una montaña alta, solitaria e inaccesible, situada en el Oriente Próximo, que luego del diluvio universal desapareció y se transformó en el Mar Muerto.

Estos espíritus malignos tenían la facultad de influir sobre los humanos que se apartaban de la Providencia Divina.

Después del diluvio, los demonios desaparecieron de la zona del Mar Muerto y se dispersaron por los aires.

Solo en el Juicio Final serán arrojados al infierno.

Después del diluvio, las mujeres descendientes de Cam mantuvieron relaciones con los ángeles caídos y por eso hubo en esa tribu muchísimos posesos, magos y hombres poderosos según el mundo.

La mezcla de humanos con ángeles dio como resultado individuos de elevada estatura, llenos de audacia y desenfreno, que luego fueron adorados como dioses por los pueblos paganos.

Las primeras mujeres que mantuvieron relaciones con estos demonios eran conscientes de lo que hacían, las demás no, pero lo tenían metido en la carne y en la sangre, como otra culpa de origen.

Nimrod

   

LA CONSTRUCCIÓN DE LA TORRE

Los descendientes de Cam, el hijo menor de Noé, concibieron la idea de construir la Torre como una forma de resistir a la Voluntad de Dios y hacerle frente. (Libro del Génesis 11, 1-10)

Fue fruto del orgullo, pues los cananeos, como los ángeles caídos, habían dejado de mirar a Dios y de alabarlo para concentrarse en su propia inteligencia y en sus bondades.

Querían que las futuras generaciones los vieran como hombres poderosos y atrevidos, por llevar a cabo una de las obras más grandes y más fuertes de toda la historia.

Nunca pensaron en glorificar con su trabajo a Dios, solo buscaban glorificarse a sí mismos, por ello, nuestro Señor no les permitió concluir con su labor.

Dijeron: “Vengan, vamos a construir una ciudad y una torre que llegue hasta el cielo. De este modo nos haremos famosos y no tendremos que dispersarnos por toda la tierra.”

La Torre estaba ubicada sobre una altura extensa, en una llanura de la región de Sinar, y uno tardaba dos horas en darle toda la vuelta.

Había veinticinco caminos que llevaban al segundo piso, y que correspondían a cada uno de los pueblos que participaban en la obra.

En caso de guerra, los vecinos de las ciudades que habían intervenido en la edificación de la torre podían tomar el camino que les correspondía y refugiarse en el segundo piso, sin problemas.

Estos caminos servían para reforzar la base de la torre y para subir los materiales de construcción.

En el interior se dedicaban a idolatrar a distintos dioses, como Baal, el dios del sol; Enlil, el dios del viento; Enki o Ea, dios de las aguas dulces subterráneas; Sin, el dios luna; Ishtar, la diosa del amor y de  la guerra; entre otros.

Cada día, las efigies de los dioses recibían dos comidas mayores y otras dos menores.

Se les “alimentaba” con pan, dátiles, carneros, terneros, bueyes, corderos, preparados según las mejores recetas culinarias.

Asimismo, “bebían” diversos tipos de cerveza, vino dulce y leche pura.

Una multitud de personas vivía en la base de la torre.

Además de los habitantes y albañiles, todo el tiempo subía y bajaba una gran cantidad de camellos, elefantes, asnos y otras bestias de carga.

Los caminos eran tan anchos que no se molestaban los unos a los otros.

En la obra había sótanos, cámaras y pasadizos, todo hecho de ladrillos cocidos al fuego.

   

LA TORRE ESTABA DEDICADA A LOS HOMBRES Y NO A DIOS

El edificio estaba hecho con un arte exquisito, los caminos eran tan blancos que relumbraban a la luz del sol, lo cual les daba un aspecto majestuoso.

De hecho, la obra habría permanecido como un recuerdo de la unión de los hombres, si durante su elaboración se hubiese tenido en cuenta a Dios.

Pero el trabajo de la Torre fue emprendido a causa de la soberbia.

Nemrod (hijo de Cush, nieto de Cam y bisnieto de Noé) convenció a los demás de que no le dedicaran la torre a Dios, pues la felicidad de la humanidad no provenía del Cielo, dijo, sino del propio esfuerzo.

Este rey quería apartar a la gente del temor de Dios, para hacerla depender de su poder como monarca.

Era el rey de Mesopotamia. Se dice que adoraba al fuego.

Llegó a someter tanto la conciencia de sus súbditos, que estos consideraban una cobardía el hecho de temer la Justicia Divina.

En las bóvedas de Babel estaban escritos los nombres de los constructores con letras enormes hechas de piedras de colores.

No eran muy artísticas estas letras de colores, pero había muchísimas inscripciones.

También se colocó en diversos nichos las efigies de los creadores, y en las columnas estaban descritos sus hechos y proezas más resaltantes.

Mujeres y hombres trabajaban en la torre, las primeras pisaban el barro y hacían la mezcla de brea y asfalto que uniría los ladrillos cocidos. Esta mezcla evitaría el paso del agua en caso de lluvia.

Llevaban la cabeza cubierta, mientras que los varones trabajaban con el torso desnudo y llevaban en la cabeza una gorra adornada con un botón.

La Torre de Babel era tan alta, que de un lado hacía un frío extremo por la sombra que proyectaba y del otro un calor intenso por el sol que relumbraba sobre sus torres y caminos.

Se trabajó a lo largo de treinta años y solo se llegó a edificar dos pisos del proyecto.

La anchura de la Torre era tal que, a pesar de la altura del edificio, parecía a la vista ser menor de lo que realmente era.

Melquisedec

    

CUANDO COMIENZA LA CONFUSIÓN

De pronto, apareció entre las personas que construían la torre, Melquisedec, un ángel del Señor que llevaba ropas sacerdotales.

Era considerado como un sabio, un profeta y un rey de alta jerarquía, y se ocupaba siempre de enseñar, aconsejar y dirigir a las tribus y a los pueblos.

Había construido un albergue compuesto de tiendas, escaleras y galerías, cerca de la ciudad de Salem.

Pertenecía al coro de ángeles que se encargan de velar por los países, comarcas y pueblos, quienes llevaban, por lo común, mensajes a los patriarcas de la antigüedad.

Melquisedec se presentó ante los maestros y dirigentes de la torre y les echó en cara su orgullo, anunciándoles un castigo divino si no cambiaban de conducta.

Desde entonces empezó la confusión de ideas.

Los hombres que hasta ese momento habían trabajado tranquilamente, comenzaron a vanagloriarse de su sabiduría y sus obras.

Se gloriaban de sus aportes a la construcción de la torre y reclamaban privilegios y exenciones, enfrentándose unos contra otros.

Al inicio se pensó que eran solo dos pueblos los que mostraban descontento y rebeldía, pero pronto se vio que todos estaban desunidos.

Hubo una riña y muchos resultaron muertos o heridos.

No llegaron a entenderse ni a hacer las paces y los obreros y dirigentes se dispersaron por toda la faz de la tierra.

Nemrod, que demostraba un desprecio absoluto hacia Dios, construyó la ciudad de Babilonia, con las piedras que quedaron de la base de la Torre de Babel.

En el idioma hebreo, Babel quiere decir “confusión”, aunque algunos estudiosos sugieren que también podría significar “Puerta de Dios”.

Zigurat

   

¿EXISTIÓ LA TORRE DE BABEL?

Una tableta de piedra de la colección privada de un empresario noruego, Martin Schoyen incluye la imagen más clara que se ha encontrado del Gran Zigurat de Babilonia, según Andrew George, profesor de la historia de Babilonia en la Universidad de Londres .

La tableta, que ha sido capturado en un video por primera vez por la revista del Smithsonian , muestra una ilustración de una estructura piramidal, con una representación del rey Nabucodonosor II, que gobernó Babilonia, 605-562 antes de Cristo, de pie junto a ella.

La primera Torre aparentemente habría sido construida en la época de Hammurabi (1792-1750 aC).

El Zigurat (torre) de Babilonia estaba en un grave estado de deterioro por el tiempo de Alejandro I el Grande en el 331 a.C..

Esta tableta, nos da una ilustración contemporánea de la torre; junto con una inscripción que explica de los planes de construcción de Nabucodonosor II y el proceso de restauración.

Sin embargo según la Escritura es claro que la torre y la ciudad asociados nunca se completó (Gen 11: 4-8). Pero el zigurat de Babilonia se completó.

Por lo que es sólo una ilusión decir que tal vez este descubrimiento arqueológico reciente apoye la historia de la Torre de Babel.

Lucifer el Ángel caído

   

HOY ESTAMOS ANTE UNA NUEVA “BABELIZACIÓN” DEL MUNDO

La mentalidad de los cananeos refleja la de la sociedad actual.

El hombre moderno, como los que construyeron la Torre de Babel, se esfuerza por ser como Dios cuando lanza a Dios fuera de la plaza pública.

Benedicto XVI reflexiona sobre el deterioro

de “la fe en el Creador y [la] disposición a escuchar la lengua  de la creación”.

“El hombre quiere llegar a ser dueño de sí mismo, y solo, siempre y exclusivamente, para determinar todo lo que le concierne”.

Es así que cuando el hombre se afirma a sí mismo como creador hace admisible cualquier cosa, moral o inmoral.

La mentira de Babel según la cual podemos ser dioses, conduce a la maldición de Babel, a nuestra incapacidad para comunicarnos.

Porque fue para la comunión, con Dios y entre nosotros, que hemos sido creados.

El intento de convertirnos en Dios y volver a imaginar la humanidad, nos deforma en criaturas infrahumanas y perdemos nuestra capacidad de comunión.

El hombre ya no cumple con la ley natural, crea leyes que contradicen el bien del hombre y trata a su vecino como una utilidad prescindible.

La vida de un niño no nacido, ya no se ve como una bendición, se convierte en un inconveniente para muchos.

Los enfermos y los ancianos se vuelven prescindibles.

No sólo el hombre moderno intenta sustituir a Dios sobre cuándo y cómo una vida debe entrar y salir de este mundo.

Sino también que el hombre dicta al Creador acerca de la naturaleza misma del hombre.

Ya no se considera simplemente  hombre y mujer. La humanidad puede elegir entre los sesenta y tres géneros con que ahora se identifica.

Y cada quien se convierte ahora en el resultado de una elección personal.

Cuando el hombre pone en peligro su propia naturaleza, pone en peligro su identidad y la imagen misma que Dios creó.

El resultado sólo genera confusión y desorden, como ocurrió en la Torre de Babel.

En la actualidad, el hombre escucha repetidamente las mentiras de la serpiente y no es diferente de los cananeos, que pensaban que ellos también podían ser como Dios con la construcción de una torre que llegara hasta el cielo.

Purificación del orgullo en el purgatorio

   

EL PECADO DEL ORGULLO

La palabra hebrea Babel significa puerta de Dios.

La torre en sí no era el problema, sino la falta de humildad de pensar que podían alcanzar el cielo.

Incluso San Agustín menciona el orgullo pecaminoso de tratar de evitar un futuro diluvio, como si la torre fuera un impedimento para Dios.

El orgullo y la falta de humildad es pensar que podemos ascender al cielo por nuestra propia fuerza.

Esto ya lo experimentaron Adán y Eva en el Jardín del Edén, cuando trataron de ser como dioses al comer el fruto prohibido del árbol del conocimiento del bien y del mal.

No se puede ir a la presencia de Dios por nuestro propio poder y sin Su ayuda.

Nunca va a haber una escalera lo suficientemente alta o una nave lo suficientemente poderosa para llegar al cielo.

Sólo lo podremos hacer con la gracia de Dios.

Hoy nuestra tecnología nos lleva a pensar de manera muy orgullosa.

Y tendemos a pensar también qué podemos vencer las consecuencias de nuestros actos.

Entonces el orgullo nos hace actuar de manera imprudente, sin pensar que somos pequeños y que necesitamos a Dios y también a los otros.

Olvidamos que somos frágiles y vulnerables.

Esa falta de humildad nos hace seguir pecando.

Y desarrollar la fantasía que nunca nos tendremos que enfrentar al juicio de Dios.

Ni incluso a las consecuencias en la tierra por los pecados que hemos cometido.

El orgullo nos hace sentir que somos invencibles, como sucedió a los constructores de la torre de Babel.

Y no hay nada más destructivo ni mortal que el orgullo; conduce a los demás pecados.

Nos hace olvidar nuestra dependencia de Dios, nuestra deuda con los demás y con los recursos de este mundo.

Se borran en nuestra conciencia los límites que tenemos y nuestra fragilidad.

Y ya en un delirio hasta pensamos que podemos cambiar la propia naturaleza, como está sucediendo ahora.

Fuentes:


Informe Redactado por Evelyn García Tirado de Perú, Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Novelista y Redactora

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