Profecías recibidas en el siglo XII para nuestro tiempo.

Dios no quiere que caminemos en la oscuridad.

En la Biblia nos ha narrado sus planes para la humanidad y hacia dónde va la historia.

Y luego ha dado visiones a sus profetas, que nos indican más en detalle la parte del camino que recorrerá la civilización en el período histórico del que lo lee.

Y a uno de los profetas que le envió visiones fue a Juan de Jerusalén, uno de los 8 fundadores de la Orden de los Templarios, en el siglo XII, siendo ya anciano.

Las visiones que recibió nos informan sobre lo que sucedería en el tercer milenio, o sea en nuestra época.

Y Juan de Jerusalén las escribió en forma de poderosos y finos versos, pero repletos de información valiosa.

Aquí hablaremos sobre las visiones que tuvo Juan de Jerusalén describiendo nuestra época, que nos indican también cómo será el futuro de la humanidad en los años venideros.

Juan de Jerusalén fue uno de los fundadores de los Caballeros Templarios por el año 1118, pero falleció al poco tiempo sin poder ver el auge y la caída de la orden.

Escribió un libro célebre por sus profecías para nuestro tiempo, de alguna manera parecido a las profecías que Nuestra Señora del Buen Suceso dio a la madre Mariana de Jesús Torres en el siglo XVI, contándole lo que pasaría en nuestra ventana de tiempo.

Se dice que las profecías de Juan de Jerusalén fueron plagiadas por Nostradamus, pero que a diferencia de él, no compartía la fe cristiana.

Juan habría nacido en Vézelay, Francia, alrededor del año 1040.

Parece ser que de pequeño sus padres iban en peregrinación a Santiago de Compostela, y mientras eso sucedía, la madre dio a luz al niño.

Pero para poder continuar su paso hacia el camino de Santiago prefirieron que se quedara en una abadía benedictina, porque el camino a Santiago podía ser peligroso.

Así que el bebé crecería, no solo en estatura sino también en gracia y sabiduría, merced a los trabajos de los monjes que le educaban.

Luego se desconoce que hizo este personaje, algunos dicen que fue médico, hasta que vuelve a ser mencionado en los inicios de una nueva orden, los Caballeros Templarios.

Se sabe que Juan solía retirarse frecuentemente al desierto para rezar y meditar, y sus compañeros decían que estaba en la frontera entre la Tierra y el Cielo.

Y en un manuscrito del siglo XIV se lo califica de santo entre los santos y prudente entre los prudentes, y se lo retrata internándose en el desierto para orar y meditar.

En 1118 participa en la expedición comandada por Hugo de Payns para impulsar la Orden Templaria en Tierra Santa.

Y un par de años después muere, dejando siete ejemplares de su libro titulado «El protocolo secreto de las profecías».

Uno de esos ejemplares, parece estar en el Vaticano.

Otro fue donado por San Bernardo de Claraval a la biblioteca del monasterio de Vézelay, pero allí se perdió.

Otro fue a parar en manos de unos juristas franceses y se desconoce su destino.

El cuarto parece ser que llegó a las manos de Nostradamus.

Los bolcheviques se hicieron también con otro de esos libros, pero al considerar su contenido contrarrevolucionario lo destruyeron.

El sexto se cree que está depositado en el Monte Athos, en alguno de los monasterios ortodoxos, pero no se sabe bien en cual.

Y el séptimo se descubrió en el monasterio de Zagorsk, al norte de Moscú.

Es el que caería en las manos de la SS en 1941, durante la segunda guerra mundial, descubierto en una sinagoga de Varsovia.

Y que tras el final del conflicto, aparecería en los archivos soviéticos de la KGB.

El protocolo secreto de las profecías de Juan de Jerusalén comienza casi como lo hace San Juan en el Apocalipsis.

«Veo y sé lo que será. Soy el escriba», aludiendo que lo que escribe fue una visión que le fue dada.

Y también indica que esa visión no fue dada para su época sino para nuestra ventana de tiempo.

Porque cada visión que informa está precedida por la frase «cuando empiece el año mil que sigue al año mil», es decir esta época nuestra, o sea el tercer milenio.

Cuenta que ve nuevos continentes y guerras tan numerosas como las cotas de las mallas de hierro que llevan los caballeros de su orden

Nuevos reinos, pobres sublevados, cosechas ardiendo.

Ve que el hombre habrá conquistado el fondo de los mares y los cielos, y será como una estrella en el firmamento.

Habrá adquirido el poder del sol y se creerá dios.

Pero cuando caigan los muros levantados por los emperadores, el imperio no será más que agua cenagosa. 

Y cuando empiece el año mil que sigue al año mil, el hombre estará frente a la entrada sombría de un laberinto oscuro.

Juan profetiza que habrá muchos divorcios, las mujeres darán a luz sin poner el apellido del padre.

Y los niños se perderán, porque no habrá quién los guíe, por lo que la tradición y la ley será olvidada.

También profetiza que el mundo estará tan poblado que el hombre parecerá una hormiga en un hormiguero, mezclándose las distintas pieles y enfrentándose unos a otros.

Un verso que pinta este futuro distópico para su época dice,

«Cuando empiece el año mil que sigue al año mil, el hombre habrá cambiado la faz de la tierra; se proclamará el señor y el soberano de los bosques y de las manadas. 

Pero la tierra estará desnuda y estéril, el aire quemará y el agua será fétida: la vida se marchitará porque el hombre agotará las riquezas del mundo. 

Y el hombre estará solo como un lobo en el odio a sí mismo.»

Juan de Jerusalén predice el globalismo, dice,

«Todos sabrán lo que ocurre en todos los lugares de la tierra»

Y también que llegará el hambre en medio del individualismo más feroz y la acumulación de riquezas más extrema de unos pocos, dice 

«Se verá al niño cuyos huesos están marcados en la piel y al que tiene los ojos cubiertos de moscas. 

Pero el hombre que lo vea volverá la cabeza, pues no se preocupará sino de sí mismo; dará un puñado de granos como limosna, mientras él dormirá sobre sacos llenos».

Predice la selección de bebés antes de nacer y la eugenesia, dice, 

«Los hombres ya no confiarán en la ley de Dios, querrán elegir a los hijos en el vientre de sus mujeres y matarán a aquellos que no deseen».

También nos informa sobre el cambio climático, dice,

«El desierto devorará la tierra y el agua será cada vez más profunda.

Y en algunos días se desbordará llevándose todo por delante como en un diluvio.

Y al día siguiente la tierra carecerá de ella y el aire consumirá los cuerpos de los más débiles».

Anuncia también la llegada de revolución sexual y sus consecuencias, y hasta el SIDA, dice

«El padre buscará el placer en su hija; el hombre en el hombre; el viejo en el niño impúber, y eso será a los ojos de todos.

Pero la sangre se hará impura, el mal se extenderá de lecho en lecho»

Y hasta parecería que predijo las inoculaciones diciendo,

«Y vendrán mercaderes de ilusiones que ofrecerán el veneno,

Pero este destruirá los cuerpos y pudrirá las almas».

Y en medio del desastre habrá un momento en que esto cambiará y renacerá la esperanza, que devolverá a los corazones de los hombres lo que habían olvidado que tenían.

Juan llama a este período un segundo nacimiento de los hombres donde descubrirán la fraternidad.

Pero no una fraternidad que destruye el amor a Dios, como en tantas otras épocas se ha propuesto.

Sino que habrá un nuevo vigor en la fe, será el tiempo de los días felices.

Es la era de paz profetizada por la Virgen en Fátima y que ha sido simbolizada en la Biblia por el reino de los 1000 años.

Dice,

«El hombre conocerá un segundo nacimiento.

El espíritu se apoderará de las gentes, que comulgarán en fraternidad y entonces se anunciará el fin de los tiempos bárbaros. 

Será el triunfo de un nuevo vigor de la fe»

Y lo ubica un poco después de iniciado el tercer milenio, porque dice,

«Después de los días negros del inicio del año mil que viene después del año mil, empezarán los días felices.

El hombre reencontrará el camino de los hombres y la Tierra será ordenada».

Las profecías de Juan de Jerusalén son un llamado a la humanidad, para que no se olviden de Dios y de vivir las virtudes.

Él describe que la civilización humana se degradará y recorrerrá un camino oscuro, de destrucción y caos.  

Qué es lo que está sucediendo.

Y predice que si el hombre mantiene este camino, perderá lo que es, para convertirse en un salvaje.

Y que todo lo que se había conseguido en sabiduría y virtud se perderá por la ambición, la lujuria y la vanidad.

Pero al final de este laberinto, su desesperación e impotencia le hará levantar los ojos al cielo y verá nuevamente la luz.

Juan de Jerusalén fue iluminado sobre el final de los tiempos que estamos viviendo, el fin de una era de destrucción y el alumbramiento de una era de paz. 

Bueno hasta aquí lo que queríamos hablar sobre las profecías de Juan de Jerusalén, que son un canto a la renovación del mundo venidero en medio de tanta destrucción.

Y me gustaría preguntarte si piensas que efectivamente estamos caminando hacia el fin de la destrucción y hacia una era de paz o que es prematuro para afirmarlo aún. 

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