La columna de la flagelación es una de las reliquias más sagrada del cristianismo.
Las reliquias de Jesucristo, en especial las de la pasión, han tenido un papel importante dentro del cristianismo, porque nos permiten acercarnos más a la vida de Nuestro Señor.
Desde los primeros cristianos se han buscado y conservado cantidad de reliquias y hasta se han construido catedrales para albergarlas.
Muchas veces las reliquias han sido divididas y se encuentran dispersas por diferentes lugares, como sucede con las espinas de la corona de espinas o con las astillas de la vera cruz.
Otras veces hay genuinamente una discusión de cuál es la verdadera reliquia entre varias que dicen serlo.
Y otras se han falsificado exprofeso reliquias con fines proselitistas, sobre todo en el furor de la Edad Media
Hemos realizado varios videos sobre reliquias específicas.
Y en este artículo te queremos dar información sobre una de las reliquias en la cual comienza lo más duro de la pasión de Nuestro Señor: la columna de la flagelación a la que fue atado Jesús.
Los fieles católicos veneran las cosas que usó el Hijo de Dios mientras caminó sobre la tierra y los instrumentos de su muerte, porque nos permiten sentir más vivamente nuestra relación con él.
De la misma forma que tenemos fotos de nuestros familiares muertos para recordarlos y no pensamos que en esa fotos está nuestra madre o nuestro padre.
Y conservamos con cariño objetos que ellos usaron, una taza, una ropa, un libro, etc.
Lo hacemos todos, católicos, protestantes, judíos, musulmanes, ateos.
Y es por eso que desde los primeros tiempos los fieles se preocuparon por ubicar las reliquias de Cristo y ponerlas en exhibición.
Pero además observaron que ellas tenían un poder sobrenatural dado por Dios, podían curar enfermedades del espíritu y del cuerpo, podían animarnos y afianzar nuestra fe.
Y así aparecieron cantidad de reliquias, pero que no estuvieron ni están exentas de polémicas de si son verdaderas o no.
Y al respecto hemos realizado videos y artículos sobre la historia del hallazgo de varias de ellas cuyos links te dejo en la descripción de este video.
Una de las más importantes es la Cruz en que fue crucificado Jesús, cuyo hallazgo se atribuye a Santa Elena, madre de Constantino el Grande, que viajó a Palestina durante el siglo IV en busca de reliquias.
Las piezas de la Vera Cruz hallada por Santa Elena, incluida la mitad de la tableta de inscripción INRI, se conservan en la antigua basílica de la Santa Cruz de Jerusalén.
Astillas de esta cruz se conservan en cientos de otras iglesias en Europa y dentro de crucifijos.
Otra es la Sábana Santa de Turín, que habría sido la mortaja que envolvió el cuerpo de Jesús en su tumba y en la que quedó impreso su rostro y cuerpo, de una manera inexplicable científicamente.
Es la reliquia más estudiada en la historia.
Otra es el Santo Sudario de Oviedo, una tela que cubrió la cara de Jesús cuando fue bajado de la cruz y luego le fue quitada cuando su cuerpo fue puesto en la tumba.
Es una tela cuyas manchas de sangre y el polen que tiene adherido la tela, coincide con la Sábana Santa.
Ambas telas son mencionadas en los evangelios.
Respecto al velo de la Verónica, que limpió el rostro de Jesús en la vía dolorosa, hay varios templos donde se dice que se conserva esta reliquia, como la Catedral de Jaén, el Monasterio de la Santa Faz de Alicante, la Basílica de San Pedro del Vaticano o el Santuario del Rostro Santo en Manoppello.
Todas ellas tienen sus argumentos para afirmar su autenticidad.
Algo similar sucede con el Santo Cáliz o Santo Grial donde Jesús convirtió el vino en su sangre, en la Última Cena.
Hay varios que reclaman ser los verdaderos, pero los dos principales son el que se conserva en la Catedral de Valencia y el llamado cáliz de Doña Urraca que se conserva en la Basílica de San Isidoro de León.
Aunque el Papa Juan Pablo II y el Papa Benedicto XVI han venerado el cáliz de la Catedral de Valencia, lo cual en el lenguaje vaticano significa un mensaje fuerte sobre su autenticidad.
Como se ve, la autenticidad de muchas de estas reliquias es un debate.
También hay esparcidos por todo el mundo reliquias de los santos clavos que se usaron en la Cruz.
Está la túnica sin costuras que usó Cristo durante su vida, por la cual los soldados echaron suertes en la Crucifixión, reliquia que es reclamada por la catedral de Trier, Alemania, y por la basílica de Saint Denys de Argenteuil, Francia.
Y la corona de espinas, cuya estructura parece que está alojada en la catedral de París.
Es un círculo de espinas agrupadas y sostenidas por hilos de oro que mide 21 centímetros de diámetro, pero que hoy tiene pocas espinas, porque las espinas fueron divididas y regaladas a lo largo de los siglos por los emperadores bizantinos y los reyes de Francia.
Y así llegamos al tema que queríamos hablar más en este video, que es la Columna de la Flagelación, a la que Jesús estuvo atado durante el azote con látigos de varias puntas.
Hay dos que reclaman ser las verdaderas, una se mantuvo en la Basílica de Santa Práxedes en Roma, la otra en Jerusalén.
La que parece tener el mayor favor de los fieles parece ser la que se encuentra en Roma.
En las horas posteriores a la misa vespertina de la Cena del Señor en el Jueves Santo, los peregrinos de Roma se dirigen a la Iglesia de Santa Práxedes, para venerar el fragmento de piedra.
La columna se conserva en un relicario de cristal en una de las capillas laterales de Santa Práxedes, una iglesia del siglo IX que lleva el nombre de una mártir cristiana.
Es de mármol blanco veteado en negro, mide 50 centímetros de altura, 32 centímetros de ancho en la base y 20 centímetros en la parte superior, donde se encuentra una argolla de hierro a la que posiblemente fue atado Jesús.
Esta reliquia fue llevada a Roma en el año 1213 durante el pontificado de Inocencio III.
Es de una columna muy pequeña para inmovilizar el cuerpo del reo el cual tenía las manos atadas en alto y los pies abajo, y de este modo se le ligaba a la columna.
Según las visiones de la mística María Valtorta, la columna al que era sujetado Jesús para la flagelación era más alta que las dos que se veneran.
María Valtorta tuvo la visión siguiente respecto a la columna:
Poncio Pilato ofrece a la muchedumbre que elija que se libere a Jesús o a Barrabás, y elige que se libere a Barrabás.
Y luego le dice «¿Qué mal ha hecho? No encuentro ninguna culpa en Él, así que lo liberaré»
Y entonces la muchedumbre gritó «crucifícalo» varias veces y acusa a Pilato de ser un protector de malhechores y un satanás.
Con lo cual Pilato ordena a un centurión que lo flagelen.
Y María Valtorta relata que cuatro soldados llevan a Jesús al patio que está después del atrio.
En él, enteramente enlosado con mármoles de color, en su centro hay una alta columna semejante a las del pórtico.
A unos tres metros del suelo, la columna tiene un brazo de hierro que sobresale al menos un metro y que termina en una argolla.
A esta columna atan a Jesús, con las manos unidas por encima de la cabeza, tras haberlo hecho desvestirse, de forma que ha quedado únicamente con un pequeño calzón de lino y las sandalias
Levantan las manos, atadas por las muñecas, hasta la argolla, de forma que Él, a pesar de ser alto, no apoya en el suelo más que la punta de los pies
Esta postura también debió haber sido un tormento.
Y rítmicamente, los soldados como si estuvieran haciendo un ejercicio, se ponen a dar golpes, dice la mística.
Por su parte, también la Capilla de la Aparición de Jerusalén afirma tener el verdadero pilar: una columna de pórfido rojo roto que no se parece al artefacto de Roma.
Desde la época de las cruzadas, se veneraba en la iglesia del Santo Sepulcro. Hoy está en la capilla de la Aparición de Cristo a su Madre que regentean los padres franciscanos.
Es un fragmento de setenta y cinco centímetros de altura y unos treinta centímetros de diámetro.
Es una de las más antiguas reliquias evangélicas, pues ya se menciona entre las inventariadas en el siglo III.
La peregrina Egeria la vio en medio de las ruinas del supuesto palacio de Caifás.
Según ella era un bloque de piedra en el que se distinguían levemente las huellas de las manos y del rostro de Cristo.
Poco después, a principios del siglo IV, un anónimo peregrino de Burdeos adoró la santa columna en el pórtico de la iglesia de Sión o del Cenáculo.
No sabemos si sería la misma, trasladada a nuevo emplazamiento, u otra distinta.
También la veneró allí santa Paula, según san Jerónimo, a finales del mismo siglo.
Aquellos peregrinos se contentaban con rodear la columna con un cordón que luego llevaban al cuello de por vida.
Los que llegaron después iban provistos de cincel y martillo y arrancaban trocitos de la columna para sus relicarios.
Bueno hasta aquí lo que te queríamos hablar sobre las reliquias de la pasión de Jesús y especialmente de la columna de la flagelación, de la cual se conoce poco.
Y me gustaría preguntarte qué reliquias de Nuestro Señor te gustaria tener.
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