No hay milagro en la Tierra que no sea fruto de esta oración.
Hay una oración de una sola palabra, la más corta y poderosa que puede existir y que es la base de la fe cristiana.
En la que se resume toda nuestra confianza en Dios.
Que puede ser dicha aun cuando no podamos explicar lo que sentimos y necesitamos, y hasta cuando nos falten las palabras.
Que nos trae de la oscuridad a la luz y llena nuestro espíritu de paz y esperanza.
Los cristianos primitivos la repetían sin cesar.
Y muchos de nuestra época también lo hacen, aunque a veces no puedan comprender su gran alcance.
Con esta palabra, con esta oración, no hay nada más que decir, porque Dios comprenderá lo que sentimos y lo que necesitamos.
Aquí hablaremos sobre la oración más corta y poderosa de todas, explicaremos por qué es tan poderosa, qué beneficios nos trae y en qué situaciones la podemos decir.
Ocho días después de su nacimiento el hijo de María recibió el nombre de Jesús, que significa «Yahweh es la salvación», como lo había ordenado el ángel Gabriel.
El Evangelio menciona la razón de ser de dicho nombre, «porque va a salvar a su pueblo del pecado».
De modo que el Nombre de Jesús fue impuesto por Dios mismo y describe la misión del Hijo de Dios y de María.
Porque recordemos que cuando los antiguos judíos le daban un nombre a una persona, ese nombre estaba destinado a definir su identidad y su propósito, quién era y qué hacía.
El Nuevo Testamento ni una vez menciona el nombre de Yahweh, pero si abundantemente el nombre de Jesús, porque resulta ser el nombre que Dios ha revelado a los hombres.
Y es ante todo una oración todopoderosa.
Porque Nuestro Señor mismo promete solemnemente en respuesta, que todo lo que pidamos al Padre en su nombre lo recibiremos.
Por tanto, cuando decimos «Jesús», estamos pidiendo a Dios por todo lo que necesitamos y demostramos nuestra confianza de que seremos escuchados.
Y por esta razón, la Iglesia termina sus oraciones con las palabras, «por Nuestro Señor Jesucristo», que le da a la oración una eficacia divina.
En la Edad Media el Nombre de Jesús se escribía «IHESUS» y se popularizó el monograma, que contiene la primera y la última letra del Santísimo Nombre.
Después del Renacimiento y el declive del idioma griego a favor del latín, el IHS pasó a utilizarse como un acrónimo del latín ‘Jesús Hominum Salvator’, que significa ‘Jesús Salvador de la humanidad’.
Luego se agregaron al monograma los tres clavos que se usaron para fijar a Jesús a la cruz, y se montó una pequeña cruz en la letra ‘H’.
No hay letra ‘J’ en el alfabeto griego y es por eso que la letra ‘I’ (iota) se usó para escribir la primera letra del santo nombre.
Y para que no olvidemos que nuestra redención no terminó con su muerte en la cruz, sino con su glorificación, se colocó al monograma en un círculo de fuego.
El círculo de fuego representa al Sol, que desde los tiempos más remotos fue visto como símbolo de la resurrección y glorificación de Jesús.
Y las llamas están destinadas a ser un recordatorio continuo, del fuego inextinguible del amor que Jesús lanzó sobre todos nosotros en el primer día de Pentecostés, y en todos los días subsiguientes, para aquellos que están abiertos a recibirlo.
El franciscano San Bernardino de Siena del siglo XV, se servía en sus predicaciones de una tabla con este monograma.
Y al terminar sus sermones los fieles la besaban arrodillados.
Por influencia suya la ciudad de Siena adoptó el monograma de Jesús como escudo propio.
Se generalizó colocarlo en las puertas de los sagrarios.
Y San Ignacio de Loyola del siglo XVI, lo convirtió en el escudo de la Compañía de Jesús, con algunos añadidos.
Pero el Nuevo Testamento nos dice algo más importante, que el nombre sustancial de Jesús es Amor.
Cuando San Juan dijo que Dios es amor, no hizo más que repetir lo que el mismo Jesús le había dicho a los Apóstoles.
Significa que Dios nos ha amado, nos ama y nos seguirá amando para siempre.
Y que Dios nos envió a su único hijo, como la encarnación de su amor infinito, para mostrárnoslo.
Por eso su santo nombre es el nombre más poderoso de la Tierra.
Como nos dice San Pablo, «Dios lo elevó en alto y le dio un nombre que está sobre todo nombre, para que todos los seres que están en los Cielos y debajo de la Tierra se arrodillen ante el nombre de Jesús», Filipenses 2:10.
No debería sorprendernos entonces que ese nombre se convirtió en una oración y se usó constantemente como oración en la Iglesia primitiva.
Y su repetición llegó a usarse como un acto especial de devoción.
San Bernardino de Siena dijo a los miles de sus seguidores que consagraran la palabra Jesús en sus corazones y la recitaran continuamente con sus lenguas.
Y la genialidad de esta breve oración es que puede ser útil tanto para ayudar a los principiantes en su viaje espiritual, como para aquellos avanzados en el camino místico.
Cada vez que decimos «Jesús», le damos a Dios alegría infinita y gloria, porque le ofrecemos todos los méritos infinitos de la Pasión y Muerte de Jesucristo.
Cada vez que decimos «Jesús», es un acto de amor perfecto, porque nosotros ofrecemos a Dios el amor infinito de Jesús.
Y cada vez que decimos «Jesús», hacemos saber que deseamos ofrecer a Dios todas las Misas que se dijeron en todo el mundo por todas nuestras intenciones.
El Santo Nombre de Jesús llena nuestras almas con una paz y alegría inefables, y nos da fuerza para que nuestros sufrimientos se conviertan en luz y sean fáciles de llevar.
Es particularmente útil cuando nuestra vida espiritual se profundiza, porque cuanto más sencilla sea la oración, mejor.
¿Y qué palabra más apropiada puede usarse como oración para recibir socorro y apoyo cuando sentimos que estamos en peligro?
Y hacia el final de la vida, cuando todo fue dicho, cuando nos falten las palabras, la más simple y poderosa de todas las oraciones será el santo nombre de Jesús.
Cuando recitas la palabra ‘Jesús’ como la oración por excelencia, no necesitas decir más.
Porque aquel que escucha tu oración, escucha tus necesidades más profundas que Jesús vino a satisfacer, aunque tú mismo no te des cuenta cuáles son y, por lo tanto, no puedas encontrar palabras para expresarlas.
San Pablo en Romanos 8 nos dice que cuando no podemos elegir las palabras para orar correctamente, el Espíritu mismo expresa nuestra súplica de una manera que nunca podría expresarse con palabras.
El nombre de Jesús tiene poder sobrenatural.
Brinda ayuda a las necesidades corporales, porque Jesús prometió, «en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien», Marcos 16.
El Nombre de Jesús da consuelo en las aflicciones espirituales, porque somos rescatados de la angustia, la tribulación, la tristeza y el dolor.
Nos protege de satanás y sus engaños, porque el demonio teme el nombre de Jesús, quien lo ha vencido en la Cruz.
Obtenemos toda bendición y gracia porque Jesús dijo que «todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, Él os lo dará», Juan 16.
Y por lo tanto disfrutaremos las riquezas de cristo, porque en Romanos 10 dice que el Señor es «rico para con todos los que le invocan».
Participamos de su misericordia, porque quienes repitan el nombre de Jesús tendrán el exceso de su misericordia, su amor, la gracia de la perseverancia final, y no morir sin su gracia.
Además somos iluminados cuando invocamos a Jesús, porque Dios nos da la luz para ver nuestra verdadera condición, y para la resolución de nuestros problemas.
Obtenemos un espíritu de arrepentimiento, porque al ser expuesta nuestra verdadera condición, experimentamos un cambio de manera de pensar, a través de invocar Su nombre.
Tantas veces como invoquemos el Nombre de Jesús, y también de María, podremos ganar una indulgencia de 300 días, por decreto de Pío X, el 10 de octubre de 1904.
Y también podemos ganar la indulgencia papal al momento de la muerte, pronunciando, aunque sea mentalmente, el nombre de Jesús.
Y de esta manera, disfrutamos del beneficio del perdón de Dios.
Porque el Señor Jesús, además de perdonarnos cuando nos confesamos, elimina y anula el registro de la deuda que teníamos con Dios en la cruz, y quedamos con un registro limpio delante de Él.
Y somos salvados al invocar el nombre de Jesús, porque reforzamos nuestra conversión para que no caigamos.
Por lo tanto, al invocar el nombre de Jesús Dios nos trae salvación para la vida eterna.
Cuando estés en problemas y todo el mundo parezca haber conspirado contra ti, no creas que tienes que explicar tu situación a aquel que lo sabe todo, simplemente di ‘Jesús’.
Cuando estés en el momento más oscuro de la ‘Noche Oscura del Alma’ y las mismas puertas del infierno parezcan estar abiertas para engullirte, simplemente di ‘Jesús’.
Y cuando tu corazón se desborde de gratitud por las gracias recibidas, di también ‘Jesús’ como agradecimiento.
El grito a Jesús por ayuda, coraje o perseverancia fue y es la oración más común hecha por los mártires en tiempos difíciles.
Bueno, hasta aquí lo que queríamos hablar sobre por qué decir el mero nombre de Jesús es la oración más eficaz de todas, aunque sólo sea un nombre.
Y me gustaría preguntarte si tu dices habitualmente en algunas circunstancias la palabra Jesús y qué circunstancias lo haces.
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Este pueblo de labios me honra pero su corazón esta lejos de Mí…Los magos utilizan en vano el Santo Nombre corazones no arrepentidos y sirviendo a las tinieblas de Satán…grande es el menosprecio de los que invocan al Señor en vano…tras números usados de repeticiones de veces del Salvador de las almas se adentran en números que tras usarlos el hechizo satánico entra en sus mentes y corazones…haciéndose mas esclavos de la paranoia humana…si conocieran que han pecado contra Dios Padre…se arrepentirían de su pecado ?.
Reconocerán de una vez por todas que han pecado contra El Cristo y su Señor ?.
Reconocerán de una vez por todas…Que Dios esta en contra de los hijos de desobediencia ?.
Reconocerán de una vez por todas… que han pecado contra El Único Hijo de Dios enviado por El Amoroso Dios perdonador…pero ellos siguen los Clérigos en cabeza van sacrificando de nuevo a Jesús diariamente como Supremos llamados al arrepentimiento y si no lo hacen El Señor los dejara solos…como les ocurrió en tiempos del Imperio romano a los verdaderos seguidores del Padre Eterno…Roma tu fin se aproxima…grande es tu Pecado contra la obstinación y las falsas enseñanzas lanzadas como rosas a los 4 vientos pues El Señor os deja solos…con vuestras ofrendas a la nada…