Cómo la misa y la familia estuvieron siempre en el centro de las preocupaciones de Joseph Ratzinger.
Joseph Ratzinger es uno de los mayores teólogos de la historia de la Iglesia.
Basta leer sus libros y comprobar que cada frase suya contiene en una síntesis elegante, todo un tratado sobre el tema.
Y sus ideas fueron fuertemente influidas por la familia en la que vivió de niño.
Dentro de la cual la Navidad tenía una significación especial, porque se trataba de una familia en que el cristianismo regía los ritmos de su vida.
Aquí hablaremos sobre una expresión de eso, que es una carta de Navidad escrita al Niño Jesús, por Joseph cuando tenía sólo 7 años, y que encierra ya cuál sería su destino en la vida.
El pequeño Joseph Ratzinger, de siete años, escribió al Niño Jesús en 1934 pidiéndole sus regalos de Navidad.
En un único papel, porque era caro y había que ahorrar, figuran las peticiones de sus hermanos, Georg, tres años mayor y fallecido en 2020, y María, la primogénita, fallecida en 1991.
Escribió Joseph con la característica caligrafía cursiva de la época llamada “sütterlinschrift»,
“Querido Niño Jesús, pronto descenderás sobre la tierra. Traerás alegría a los niños. También a mí me traerás alegría. Quisiera el Volks-Schott [que es un misal], una casulla verde para la Misa y un Corazón de Jesús. Seré siempre bueno. Saludos. Joseph Ratzinger”.
Joseph Ratzinger el pidió el “Volks-Schott», que era un devocionario que contenía diversas oraciones y la Misa en latín y alemán.
Una casulla, que es el vestido que los sacerdotes se ponen sobre el alba para la Misa, y que él y su hermano se ponían jugando a celebrar misa, con los ornamentos preparados por su propia madre.
Y finalmente, el pequeño Joseph pidió un “Corazón de Jesús”, es decir, una imagen del Sagrado Corazón, al que su familia era muy devota.
Se lo pidió al Niño Jesús, porque en la Baviera natal de los Ratzinger, era el mismo Niño quien traía los regalos de Navidad, según una tradición vigente también en muchos otros países europeos.
Por su parte Georg, de 10 años, pedía una partitura de música y una casulla blanca, aunando ya entonces las dos grandes vocaciones que han dado sentido a su vida, como sacerdote y director del coro de la catedral de Ratisbona, mundialmente famoso.
Y María, de 13 años, pedía un libro de dibujos.
Las peticiones de Georg y Joseph de unas casullas no es una excentricidad, porque el «jugar a hacer misas» era relativamente frecuente entre los niños de aquella época.
“Fingimos celebrar Misa y la costurera de nuestra madre nos hacía las vestimentas”, contó en una oportunidad Georg Ratzinger.
“Por turnos, uno de nosotros era el sacerdote y el otro el monaguillo”.
Esta carta al niño Jesús fue conservada por María Ratzinger, la hermana mayor, hasta su muerte en 1991.
Fue hallada en su casa de Pentling, en el municipio alemán de Ratisbona, durante unas obras de restauración.
Y está en exhibición en la casa natal del Papa en Marktl, Baviera, que se ha convertido en museo.
Los Ratzinger vivían en el piso superior de lo que era una comisaría, porque su padre era Comisario de Policía, pero fue frecuentemente trasladado a otros destinos, por su oposición al Tercer Reich.
Lo cual fundamentaba en que era una ideología contraria al cristianismo.
Monseñor Georg Gaenswein, le avisó a Benedicto XVI cuando del hallazgo de la carta y dice que se alegró mucho y su contenido lo hizo sonreír.
Esta carta navideña del que luego sería uno de los personajes más influyentes en la teología católica de los siglos XX y XXI, nos revela cuán importante era para él la Liturgia, ya desde su infancia.
Además expresa el deseo de Joseph de ser sacerdote.
Según su prima Erika Kopper, él no tuvo ningún deseo desde la infancia de ser otra cosa que sacerdote.
A los 15 años, cuenta, él dijo que iba a ser obispo, a lo que ella comentó en broma: «¿Y por qué no Papa?».
Y también hay un incidente anterior que ocurrió 1932, cuando el cardenal von Faulhaber, arzobispo de Munich, visitó el pequeño pueblo en el que vivía la familia Ratzinger, llegando en una limusina negra.
El futuro Papa, que entonces tenía cinco años, fue parte de un grupo de niños que le obsequiaron flores al cardenal.
Y Joseph quedó tan impresionado, que anunció que también quería ser cardenal.
Pero además todo en la vida del niño, nacido en una familia fervientemente católica, apuntaba al plan divino.
Él luego contaría ya siendo cardenal,
“Que mi cumpleaños fuera el último día de la Semana Santa y la noche anterior a la Pascua siempre se notó en la historia familiar.
Ya que por un lado está relacionado con el hecho de que en la mañana de mi nacimiento fui bautizado con el agua recién consagrada, y ser el primero en ser bautizado con el agua nueva era visto como un destino significativo.
Y por otro lado, que mi vida estuviera incrustada en el misterio de la Pascua solo podía ser un signo de bendición”.
Pero hay otra anécdota de otra Navidad de los Ratzinger que apunta a la importancia de la familia.
Joseph, junto a sus hermanos mayores, María y Georg, acudieron a una tienda de Marktl, que quedaba frente a su casa, para ver qué regalos querían pedir por Navidad, cuando Joseph todavía no caminaba solo, y vio un osito de peluche y le tomó gran cariño.
Cuando unos días después volvieron allí el osito ya no estaba y cuentan que Joseph lloró amargamente, sus hermanos intentaron consolarlo pero estaba muy triste, recuerda Georg en el libro «Mi hermano, el Papa».
En Alemania, los pequeños reciben sus regalos después de la Santa Misa el 24 de diciembre
Y cuando los niños Ratzinger entraron en la sala festivamente adornada con el árbol en esa Navidad, Joseph se echó a reír de felicidad, porque en medio de los regalos para los niños estaba el osito de peluche.
El Niño Jesús se lo había traído y este hecho le deparó la alegría más grande de su niñez.
En ese momento, la fuente de dolor del pequeño Joseph se había esfumado.
Los Ratzinger eran una familia profundamente católica y unida.
Su hermano Georg luego sería el famoso líder del coro de fama mundial.
Y su hermana María, que había trabajado como secretaria en un bufete de abogados en Munich, después de la guerra, abandonó su trabajo, para administrar la casa y el despacho de su hermano Joseph, cuando fue nombrado profesor de Teología Dogmática en la Universidad de Bonn en 1959.
Y lo siguió acompañando en la misma función en todos los destinos que tuvo posteriormente en Alemania y en el Vaticano, hasta 1991 en que murió.
De modo que cada vez que Joseph Ratzinger defiende a la familia, parece haber algo extraído de los recuerdos de su propia familia.
Que era una familia feliz, en la que los ritmos de vida se establecían según la liturgia.
Donde todos se regocijaban unos con otros, mostrando que la familia es el mejor contexto para el crecimiento de un niño.
Cuando se convirtió en teólogo, Joseph Ratzinger amplió su reflexión sobre el significado de la familia, a partir de la Sagrada Familia de Nazaret.
A través del ejemplo de la Sagrada Familia, trató de explicar por qué se necesita una familia “tradicional”.
Esta defensa de la familia partía de una base estrictamente teológica, pero también existía esta base experiencial de su infancia.
Ratzinger ha señalado, que antes de ahora la familia ha estado en crisis debido a una concepción errónea de la libertad.
Pero hoy la idea misma del hombre está en crisis.
Y esta crisis tiene un nombre específico, la nueva teoría de género.
En esta teoría, el género es visto como una opción para hombres y mujeres, no como algo dado por la naturaleza.
La teoría de una identidad de género volitiva y cambiante, está detrás de gran parte del vocabulario de los derechos humanos promovido en los documentos de las Naciones Unidas, y denunciado continuamente por los funcionarios de la Santa Sede.
El género visto como algo “elegido” significa que, en nuestro tiempo, un ser humano está cada vez más dispuesto a cuestionar su propia naturaleza fundamental.
La manipulación de la naturaleza, que deploramos hoy en lo que se refiere a nuestro medio ambiente, se convierte ahora en la elección fundamental del hombre en lo que a él mismo se refiere.
Hoy en día, solo existe el ser humano abstracto, que elige por sí mismo cuál ha de ser su naturaleza. Y esto es una amenaza para la familia.
Cuando la libertad de ser creativo se convierte en la libertad de crearse a sí mismo, entonces necesariamente se niega al Hacedor mismo y, en última instancia, también el hombre es despojado de su dignidad como criatura de Dios, como imagen de Dios en el centro de su ser.
Por lo tanto, la defensa de la familia es la del hombre mismo.
Quedando claro que cuando se niega a Dios, también desaparece la dignidad humana.
Y quien defiende a Dios, defiende al hombre, según la teología de Joseph Ratzinger, que fue en parte construida por sus vivencias personales, incluyendo su carta al niño Jesús de 1934.
Bueno, hasta aquí lo que queríamos informar sobre la carta de Navidad que el niño Joseph Ratzinger escribió al Niño Jesús y cómo su toda su vida familiar influyó grandemente para dar cuerpo a la teología de uno de los mayores teólogos de todos los tiempos.
Y me gustaría preguntarte si crees que la familia en la que vivió un niño, luego lo marcará para toda la vida, para bien o para mal, o no.
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