“Cada acción nuestra está cargada de eternidad”.
En la homilía de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios, el 1 de enero, el Papa comenzó recordando que el apóstol Juan define el tiempo presente de modo preciso: “Ha llegado la última hora”. Y explicó que esta afirmación «significa que con la llegada de Dios en la historia estamos ya en los tiempos ´últimos´, luego de los cuales el paso final será la segunda y definitiva venida de Cristo».
Francisco precisó el sentido de esos «últimos tiempos»:
«Aquí se habla de la calidad del tiempo, no de su cantidad. Con Jesús ha llegado la ´plenitud´ del tiempo, plenitud de significado y plenitud de salvación. Y ya no habrá una nueva Revelación, sino la manifestación plena de aquello que Jesús ya ha revelado. En este sentido estamos en la ´última hora´, cada momento de nuestra vida es definitivo y cada acción nuestra está cargada de eternidad; de hecho, la respuesta que damos hoy a Dios que nos ama en Jesucristo, incide en nuestro futuro».
El Papa invitó a un examen de conciencia del 2013:
«¿Cómo hemos vivido el tiempo que Él nos ha donado? ¿Lo hemos usado sobre todo para nosotros mismos, para nuestros intereses, o hemos sabido gastarlo también en los otros? ¿Cuánto tiempo hemos reservado para estar con Dios, en la oración, en el silencio, en la adoración?».
Y específicamente se lo preguntó a los romanos también:
«Y pensemos también en nosotros, ciudadanos romanos, pensemos en esta ciudad de Roma. ¿Qué ha sucedido este año? ¿Qué está sucediendo, y qué cosa sucederá? ¿Cómo es la calidad de la vida en esta Ciudad? ¡Depende de todos nosotros! ¿Cómo es la calidad de nuestra “ciudadanía”? ¿Hemos contribuido este año, en nuestra medida, a hacerla habitable, ordenada, acogedora? «
Y finalizó pudiendo a la Madre de Dios que nos enseñe el camino:
«Esta tarde concluimos el año del Señor 2013 agradeciendo y pidiendo perdón. Dos cosas juntas: agradecer y pedir perdón. Agradecemos por todos los beneficios que el Señor nos ha dispensado, y sobre todo por su paciencia y fidelidad, que se manifiestan en la sucesión de los tiempos, pero de modo particular en la plenitud del tiempo, cuando “Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer”, Gal 4, 4. Que la Madre de Dios, en cuyo nombre mañana iniciaremos un nuevo tramo de nuestro peregrinaje terrenal, nos enseñe a acoger al Dios hecho hombre, para que cada año, cada mes, cada día esté colmado de su eterno Amor. Así sea.»
Fuentes: Vaticano, Signos de estos Tiempos