Una vida austera y casi monacal.
Donde vive el Papa Francisco, Santa Marta, es un lugar similar a cualquier residencia sacerdotal, con un comedor – donde almuerza Bergoglio – en que sirven un menú espartano “de menos de 10 euros».
Este es el testimonio del periodista español José Manuel Vidal, enviado de El Mundo, que visitó el hospedaje donde vive el pontífice desde el día de su elección, acompañando a dos sacerdotes españoles que debían asistir al consistorio del 22 de febrero pasado, en el cual el Papa nombró a los 19 primeros cardenales de su pontificado. Estuvo almorzando en el comedor común que utiliza Francisco, visitó la sacristía, la capilla y la sala de reuniones.
La sacristía de Francisco «no parece papal», «es como la de cualquier residencia sacerdotal». Muebles de formica, una gran mesa en el centro, sobre la cual hay dos misales y el Breviario del Papa. Seguramente el mismo de cuando era cardenal porque «está tan usado que lleva las marcas del tiempo. Rezuma piedad y toda una vida de oración», escribe Vidal.
«El Papa es un gran rezador», le dice una de las personas que lo acompaña en el recorrido. Se acuesta temprano, a las 11, y se levanta a las 4.30. De 5 a 7 reza en la capilla. «A las 7 viene a la sacristía», se coloca los ornamentos para oficiar la misa y espera la procesión de entrada «a la ya mundialmente famosa capilla de Santa Marta».
Fue gracias a ellos que pudo visitar la casa del Papa. «Vamos a comer a Santa Marta», le dijeron.
En el comedor del Papa, le llama la atención la «sencillez y luminosidad» del lugar, iluminado desde una gran claraboya central. Las mesas están recubiertas de manteles blancos y las sillas tapizadas de verde. Por todo adorno hay un pequeño crucifijo y una también pequeña foto de Francisco, además de muchas plantas.
Algunos comensales tienen lugares fijos asignados, otros son eventuales. Ese día, hay varios cardenales, como es lógico. Entre otros están el cardenal de la India, Cleemis Thottunkal, el arzobispo de México, cardenal Rivera Carrera, el de Florencia, Giuseppe Betori, el de Santo Domingo, López Rodríguez, y el arzobispo de Boston, el capuchino Sean Patrick O’Malley, amigo de Jorge Bergoglio, e integrante del Consejo de ocho. También está el cardenal hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga, quien coordina el Consejo.
«Sirven a la mesa dos hermanas con hábito morado y varios camareros. En el centro de cada una de las mesas, un frutero con plátanos, kiwis y mandarinas. Al lado, una botella de agua con gas y dos botellas de vino. Tanto el tinto como el blanco son del Piamonte, concretamente de Barbera de Monferrato», relata Vidal, aclarando que se trata de un vino común, de mesa.
En el menú, primero pasta. Luego escalopines – carne – con guarnición de guisantes y pimientos fritos. De postre fruta y luego café.
El veredicto del periodista: «Sólo pasable (…) un menú que, en Madrid, costaría menos de 10 euros y seguramente estaría mucho mejor». «Más que austero, un menú espartano», sentencia.
El papa Francisco finalmente no se hizo presente en el comedor. Ese día, almorzó en una pequeña sala cercana que utiliza en ocasiones cuando quiere tener un encuentro más privado.
«Cuando está en el comedor principal, Francisco come la misma comida que los demás. Ese menú de menos de 10 euros. Alguien comenta en nuestra mesa que, al comer lo mismo que todos los demás, el Papa no corre riesgos imprevistos. Y, sobre todo, imprime normalidad a su pontificado. Come rodeado de los suyos, departiendo con todos, la misma comida que todos los demás. Como uno más.»
Luego Vidal y sus acompañantes visitan la capilla de Santa Marta, donde el Papa oficia la misa casi diariamente y que encuentra «más pequeña de lo que parece por la tele», con capacidad para un máximo de 75 personas.
Visitan luego la sala donde el Sumo Pontífice se reúne con su C-8, los cardenales que coordina Maradiaga.
«Una estancia alargada, con mesas corridas de plástico blanco, colocadas en forma de ‘U’ y recubiertas con un mantel de paño verde», describe.
Emocionado por la visita que acaba de realizar, Vidal concluye su crónica de este modo: «Una casa sencilla para el Papa de la normalidad, que come a diario un menú de menos de 10 euros, bebe vino peleón, duerme la siesta como todo fraile que se precie, reza más de cuatro horas al día y quiere reformar la Iglesia. Con el ejemplo. El Papa de la primavera que está haciendo florecer la Iglesia por dentro y por fuera. Desde casa Santa Marta».
Fuentes: Valores Religiosos, Signos de estos Tiempos