El 8 de Agosto de 1961, acompañado de unas 20 personas de Aguilar de Campoo, el Padre Luis María Andreu llegó a San Sebastián de Garabandal para presenciar los acontecimientos que estaban ocurriendo allí.
Esta era su tercera visita, y sería también la última.
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Ese día memorable estuvieron presentes, entre otros muchos testigos, el Padre Antonio Royo Marín O.P., D. Andrés Pardo y D. Rafael Fontaneda.
A las 2:11 de la tarde comenzó un éxtasis. Las niñas (videntes) le hablaron a la Virgen su Visión. Se las oyó repetir que la mayoría de la gente no creía en las apariciones, que la Virgen María tenía que darles una prueba.
EL PADRE LUIS ANDREU VE A LA VIRGEN
«¡Dánosla enseguida!. Nos dices que nos la vas a dar, que la vas a dar», dijo Loli.
Y Conchita, añadió: – «¿Sabes lo que te quiero decir? Tienes que dar una prueba. Les diste una prueba a la gente en Lourdes y en Fátima».
Poco antes de terminar el éxtasis, la Virgen les dijo a las niñas que habría otra aparición esa tarde. Nuestra Señora no les había respondido a las videntes cuando le pidieron una prueba, aunque en casos semejantes, lo había hecho con palabras tales como «ya creerán».
Esa tarde, como todas las tardes en San Sebastián de Garabandal, el rosario se rezó en la Iglesia de la aldea. Y después, aún en la Iglesia, las videntes cayeron en éxtasis. Al salir del templo se detuvieron y rezaron en distintos lugares, tal y como lo habían hecho antes en otras ocasiones.
Cuando llegaron al sitio en que se esperaba que terminase la aparición, las videntes, inesperadamente, subieron por una ladera de mucha pendiente que conduce a un pequeño Pinar, de nueve pinos, en un cerro sobre la aldea.
Es precisamente en estos pinos donde tendría lugar el gran milagro que se había profetizado, que dejaría una señal sobrenatural, permanente y visible, y donde se debería construir una capilla en honor de San Miguel Arcángel.
Era un martes, alrededor de las diez de la noche y el Padre Luis se encontraba entre la muchedumbre que seguía a las videntes.
Tan pronto como las niñas llegaron al Pinar, Loli habló de la capilla que habría de construirse en honor de San Miguel Arcángel, Protector del Pueblo de Dios, es decir, la Iglesia Universal.
Se arrodillaron, cantaron un cántico en honor de San Miguel: San Miguel Arcángel, gran batallador… Y besaron a la Virgen María.
Durante el diálogo entre las niñas y Nuestra Señora, Conchita de nuevo volvió a pedirle una prueba, como había hecho antes esa misma tarde; decía a la Virgen:
– «Como no dimos ninguna prueba la gente no cree».
Y mientras las niñas seguían en éxtasis sucedió que el Padre Luis, que había estado observando a las niñas con mucha atención, se sintió repentinamente invadido de una honda emoción y le oímos decir cuatro veces y con una voz muy alta:
–«¡Milagro!».
El P. Luis tenía un aspecto tan grave, tan serio y tan emocionado que Pepe Díez, le dijo al Padre François Turner, que por un momento sus compungidas facciones tenían la apariencia de una «enorme lágrima».
Hubo además un aspecto singular de este éxtasis del Padre Luis que relatan las videntes:
– «Podíamos verle. En nuestros éxtasis nunca veíamos a nadie, excepto a la Santísima Virgen. Pero vimos al Padre Luis, y la Santísima Virgen nos dijo que él también la veía a Ella y veía el Milagro».
Conchita también mencionó este acontecimiento en una carta dirigida al Padre Ramón Andreu, el 27 de Noviembre de 1964:
– «Y la Virgen nos dijo entonces que él la estaba viendo y que veía también el Milagro que Dios Nuestro Señor iba a hacer».
El sacerdote jesuita Padre Luis María Andréu fue el primer sacerdote que vio a la Virgen de Garabandal al mismo tiempo que la veían las niñas.
La Virgen le dijo que pronto estaría con Ella en el Cielo y cuando bajó del pueblo dijo al párroco D. Valentín:
–«Hoy he recibido una prueba ciertísima; lo que las niñas dicen es verdad».
El Padre Ramón Andreu S.J., su hermano, no estuvo en Garabandal el 8 de Agosto; regresó el día 14 y después de una conversación con las videntes, anotó en su cuaderno: «El Padre Luis estaba con las cuatro niñas que se habían arrodillado en éxtasis. Gotas de sudor le caían por la frente. La Virgen le miraba, parecía decirle: «Muy pronto estarás conmigo».
Otro testimonio proviene de Avelina González, una de las vecinas del pueblo que vieron al Padre Luis descender del Pinar después del éxtasis nocturno del 8 de Agosto de 1961.
–«El Padre subió hasta los Pinos ese día. Cuando regresó del Pinar le oí decir: «¡Qué milagro me ha hecho la Virgen!». Sí, le oí decir eso».
En el éxtasis de la tarde, Nuestra Señora no respondió a las peticiones de una prueba que le hacían las videntes, pero respondió posteriormente, al anochecer, de esta manera tan extraordinaria, por mediación del Padre Luis.
EL FALLECIMIENTO DEL PADRE LUIS ANDREU
El fallecimiento esa madrugada del Padre Luis M. Andreu, forma parte importante de los acontecimientos de Garabandal, como se puede comprobar en el diario de Conchita.
El Padre era profesor de Teología en la Facultad que la Compañía de Jesús tiene en Oña (Burgos). Había hecho sus estudios en Oña, Innsbruck y Roma, y al fallecer contaba con 36 años. Había subido a Garabandal por primera vez en los últimos días del mes de julio de 1961, a instancias de la familia Fontaneda de Aguilar de Campoo, con quién pasaba unos días de descanso.
Volvió a subir el día 8 de agosto de 1961; ese día el párroco de Garabandal, D. Valentín Marichalar, tenía que ausentarse del pueblo, y le dió las llaves de la Parroquía para que celebrase la que luego sería la última Misa de su vida. Y fue cuando ocurrió lo que narramos antes.
Al término de todo ésto, el Padre Luis M: bajó en un jeep de Garabandal hasta Cosío; y allí esperó a los que bajaban andando sentado en el coche de la familia Fontaneda. Sobre la una de la madrugada, llegó D. Valentín de vuelta de su viaje, y se acercó al coche donde se encontraba el Padre Luis M. con intención de hacerle alguna pregunta, y sin darle tiempo a nada el Padre Luis le dijo:
«D. Valentín, lo que las niñas dicen es la verdad, pero Vd. no lo diga todavía». Y esta frase fue escrita esa misma noche por D. Valentín en su diario, antes de recibir la noticia de la muerte del Padre Luis M.
Cuando llegó el resto de los acompañantes que bajaban andando, organizaron la caravana de vuelta e iniciaron el regreso hacia Aguilar de Campoo.
En el coche de Rafael y Carmen Fontaneda, conducido por su chofer Jesús Salcedo, iba el Padre Luis M. Al rato de salir de Cosío y poco antes de llegar a Reinosa, el Padre les hizo el siguiente comentario:
«Estoy pleno de alegría, qué regalo me ha hecho la Virgen, qué suerte tener una Madre así en el Cielo, no hay que tener miedo a la vida sobrenatural; no puede quedar duda. ¿Por qué nos habrá elegido la Virgen a nosotros? Hoy es el día más feliz de mi vida».
Al decir esto levantó la cabeza y como dejó de hablar le preguntaron:
«¿Padre, le pasa algo?».
Y él respondió: «No, nada, sólo sueño».
Y diciendo esto bajó la cabeza. Entonces el chofer le miró y exclamó:
«¡Ay, el Padre está muy mal, tiene los ojos vueltos!».
Y rápidamente se dirigieron a una clínica dónde sólo pudieron certificar su fallecimiento.