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Las Bienaventuranzas son el prólogo o el exordio del Sermón de la Montaña. Son promesas de felicidad y al mismo tiempo enigmas. Encienden nuestro deseo y despiertan nuestra intriga.

 

SERMON DEL MONTE1

 

Ellas son también, en cierta manera, como el resumen y la esencia cifrada de todo lo que Jesús enseña en el Sermón de la Montaña.

«El Sermón de la Montaña – y dentro de él las Bienaventuranzas – es el retrato más fiel de Jesucristo que podamos tener y, en consecuencia, es el modelo de vida más exacto que él mismo nos haya propuesto. Y también nos revela los rasgos que el Espíritu Santo quiere reproducir en nosotros. A fin de modelarnos y con-formarnos con la imagen y semejanza del Hijo de Dios.»

«El Sermón de la Montaña propone un programa de vida vivida en la fe en el Hijo de Dios y en un espíritu filial ante el Padre celestial.»

En el Sermón de la Montaña Jesús es el Maestro que:

-nos enseña

-a todos

-con el ejemplo de su vida y con sus palabras

-a vivir como Hijos de Dios

-y nos comunica las promesas del Padre

-viviendo como Él vivió, los que quieran ser sus discípulos aprenderán de él a vivir como Hijos de Dios.

De ese modo, el Padre cumplirá en ellos sus promesas, como antes las cumplió con Jesús. No es otra cosa lo que Jesús tiene para enseñarnos: vino a enseñarnos con su ejemplo y su palabra a vivir como Hijos de Dios. No vino a traer doctrinas esotéricas, sino esta única y divina sabiduría. Y esta sabiduría y vida divina de hijos, se ofrece a todos los hombres.

“Jesús – dijo Juan Pablo II – no se limitó a proclamar las Bienaventuranzas; también las vivió. Al repasar su vida, releyendo el Evangelio, quedamos admirados: el más pobre de los pobres, el ser más manso entre los humildes, la persona de corazón más puro y misericordioso es precisamente él, Jesús. Las Bienaventuranzas no son más que la descripción de un rostro, su Rostro. Al mismo tiempo, las Bienaventuranzas describen al cristiano: son el retrato del discípulo de Jesús, la fotografía del hombre que ha acogido el reino de Dios y quiere sintonizar su vida con las exigencias del Evangelio. A este hombre Jesús se dirige llamándolo «bienaventurado». La alegría que las Bienaventuranzas prometen es la alegría misma de Jesús: una alegría buscada y encontrada en la obediencia al Padre y en la entrega a los hermanos.”

La doctrina de Jesús no es diversa de su vida. Es su vida misma convertida en contenido de su enseñanza. Por eso, no hay mejor comentario para las palabras de la enseñanza de Jesús, cuando no entendamos lo que quiere decir, que observar su propia vida. Por ejemplo, si queremos saber qué significa «poner la otra mejilla» (Mt 5,39; Lc 6,29) tenemos que contemplar a Jesús en su Pasión, respondiendo al siervo del pontífice que acaba de golpearlo en el rostro: «si he hablado mal prueba en qué; y si no, ¿por qué me pegas?» (Juan 18, 23) Jesús pone la otra mejilla exponiéndose a un castigo mayor al pedir explicaciones. Lejos de una actitud de cobardía y achicamiento, Jesús muestra así su valentía, su coraje.

 

The Sermon on the MountFra Angelico, c. 1440

 

Para comprender el alcance y el significado de las Bienaventuranzas (Mateo 5, 1-12), el mejor camino es ver cómo las vivió Jesús y cómo se cumplieron en él lo que prometen.

¿Ideales imposibles? ¿Ley impracticable? ¿Mandamientos imposibles de cumplir? ¡No! ¡Promesas del Padre! ¡cumplidas en Jesús, en María, en los santos y ofrecidas a todos los que quieran vivir como el Hijo.

Y por ser promesas del Padre a los que vivan como hijos, para comprenderlas hay que considerar atentamente cómo las vivió Jesús y cómo el Padre le cumplió las promesas.

De hecho, las Bienaventuranzas se oponen punto por punto a las normas de vida y a la jerarquía de valores corrientes por el que se rige, en la práctica, el “hombre de hoy” en el mundo moderno.

-a nuestro apetito de riquezas oponen la pobreza;

-a nuestros instintos de fuerza, de violencia y de dominación de los demás, oponen la mansedumbre;

-a nuestra hambre de autoafirmación y a nuestra sed de disfrutar, oponen el hambre y sed de justicia; y no de cualquier justicia, sino de la que supera la de los escribas y fariseos, es decir, la justicia de los hijos de Dios;

-a nuestra dureza de corazón, oponen la misericordia de Jesús y del Padre;

-a nuestra susceptibilidad e inclinación al conflicto, oponen el espíritu de paz;

-a nuestra vanidad y a nuestra dependencia de la opinión ajena, oponen la libertad de los hijos, que no buscan su propia gloria sino la del Padre.

¿Nos predica el Sermón de la Montaña una moral inaplicable en lo concreto? ¿Nos sitúa ante un ideal imposible? Parecería que en las Bienaventuranzas, Jesús se complaciera en poner la felicidad y la bienaventuranza en todo lo que nos repugna y nos asusta.

Lo que pasa es que vivir como hijos de Dios Padre es algo distinto que el modo de vivir del hombre natural y aún de la elevada justicia de los judíos piadosos. El hombre natural se inclina a poner la felicidad en el bienestar. Los escribas y fariseos en la guarda de los mandamientos. Lo que Jesús describe es un modo de vivir que, o bien se recibe de manos del Padre o es, en verdad, inalcanzable. Nadie puede alcanzarlo por sí mismo. Sería como darse el ser a sí mismo, sin intervención de un padre. La bienaventuranzas revelan que la felicidad no consiste en el bienestar sino en el amor de hijos al Padre y en recibirlo todo del Padre viviendo en su amor.

El Sermón de la Montaña sería una mora inaplicable y un ideal imposible si solamente nos ofreciera una ley como las demás: un texto, un código de conducta, una serie de mandamientos. Pero las Bienaventuranzas son principalmente promesas, ofertas, invitaciones. Promesas de la acción del Espíritu santo en el corazón del hombre.

Lo que tienen que hacer los que aspiran a vivir como hijos, es, antes que nada, creer en las promesas del Padre, cumplidas en Jesús y que Jesús nos hace en la Bienaventuranzas. Las Bienaventuranzas contienen las promesas y la revelación de lo que el Espíritu Santo quiere llevar a cabo en nuestras vidas, si nos prestamos a su acción por la fe y la caridad: hacernos vivir como Hijos del Padre. Para los hombres es imposible, pero para Dios todo es posible.

Las Bienaventuranzas son promesas de que a los que vivan como Jesús, el padre les dará lo mismo que dio a Jesús «El que quiera ser mi discípulo niéguese a sí mismo cargue su cruz y sígame… quien pierda su vida por mí y por el evangelio, ese la salvará.» (Marcos 9, 34-35) San Ignacio de Loyola propone la invitación de Jesús a seguirlo en estos términos «Quien quisiere venir conmigo ha de trabajar conmigo, porque siguiéndome en la pena también me siga en la gloria.»

Comentaremos una por una cada Bienaventuranza tratando de comprenderlas a la luz de la vida de Jesús, el Hijo de Dios. Cómo la vivió Jesús y cómo el Padre le cumplió la promesa que cada Bienaventuranza contiene.

Esto que publicamos es la Introducción del Libro sobre las Bienaventuranzas del padre Horacio Bojorge, que puede leerlo íntegro aquí.

Fuentes: Padre Horacio Bojorge sj

 

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