Las lecciones de Don Bosco sobre la ayuda de los Ángeles Custodios a las personas.
Que los Ángeles existen no es algo fantasioso, se evidencia por sus frutos.
El Catecismo de la Iglesia Católica numeral 330 dice que son criaturas puramente espirituales, tienen inteligencia y voluntad, y superan en perfección a todas las criaturas visibles.
En el numeral 328 dice que su existencia es una verdad de fe.
Y el numeral 336 dice que cada fiel tiene a su lado un Ángel como protector en su vida, que llama Ángel Custodio.
Don Bosco inculcaba la devoción al Ángel de la Guarda diciendo a sus jóvenes, “reaviva la fe en el Ángel de la Guarda, que está contigo dondequiera que estés”.
Aquí hablaremos, sobre las asombrosas experiencias y enseñanzas de Don Bosco con los Ángeles de la Guarda.
San Juan Bosco decía a sus jóvenes, háganse buenos para dar alegría a su Ángel de la Guarda.
En cada aflicción y desgracia, incluso espiritual, acudan al Ángel con confianza y él los ayudará.
«¡Cuántos, estando en pecado mortal, fueron salvados de la muerte por su Ángel, para que tuvieran tiempo de confesarse bien!».
Les explicaba que los ángeles nos aman por consideración a Jesús y María.
Que están junto a nosotros durante todo el camino de nuestra vida.
Que tenemos una asistencia especial de los Ángeles Custodios en el tiempo de oración.
Que también la tenemos especialmente en tiempos de tentación.
Que seremos firmemente sostenidos por manos angélicas, a fin de que nuestro pie no tropiece con las insidias del enemigo.
Que tenemos su asistencia especial en las tribulaciones, donde infunden en nuestro corazón un dulce consuelo.
Y después de haber asistido a la criatura humana durante toda la vida, el Ángel presenta el alma a Dios, en el momento de la muerte.
Cuando el Ángel de la Guarda le presenta al Creador el alma que murió en gracia de Dios dirá: “Señor, mi trabajo ha sido fructífero, aquí están las buenas obras realizadas por esta alma”.
Explicaba además a los jóvenes la ternura del Ángel Custodio para con el pecador.
No se retira ni abandona al que le agravió, sino que sufre, y no omite ningún medio a fin de recuperar al alma desgraciada, que siempre continúa amando.
También les hablaba sobre la asistencia del Ángel Custodio al alma en el Purgatorio, para contentarla.?
Y daba a los jóvenes ejemplos sobre cómo recurrir a su Ángel Custodio.
Si no puedes ir a la iglesia a adoración eucarística, entonces dile a tu Ángel, “ve a visitar a Jesús, alábale y agradecerle en mi nombre».
Y el alma normalmente siente algo misterioso internamente en ese momento, una dulce paz.
Tienes que hacer un viaje y pueden surgir peligros, entonces dile, ponme bajo tu protección y acompáñame en el viaje.
Hay alguien del cual no hay noticias y estás ansioso, dile que recuerde a esa persona que envíe noticias suyas.
Y el Ángel Guardián puede despertar en la mente de los distantes la idea de dar noticias.
Lo mismo que si temes que alguien esté en peligro, entonces dale la tarea al Ángel, «ve, para ayudar a esa persona y haz lo que yo no puedo hacer”.
Quieres convertir a un pecador, ora al Ángel Guardián de esa persona, para que actúe en su alma.
Quién sabe cuántos buenos pensamientos levantará el Ángel en la mente del pecador, para llamarlo de regreso a Dios, debido a tu invocación.
Y así daba a sus jóvenes cantidad de ejemplos más para recurrir a los Ángeles de la Guarda. ?
Y esto tenía frutos inmediatos en el mundo físico.
Un día Don Bosco entregó a cada muchacho una estampita con una oración al Ángel de la Guarda.
Y les exhortó, «Rezad a vuestro Ángel de la Guarda. Invocad su ayuda si os encontráis en algún peligro grave del cuerpo o del alma, y os aseguro que os ayudará y os protegerá».
Y pocos días después, un muchacho aprendiz de albañil, trabajaba en un nuevo edificio sobre un andamio y se partió de repente.
Caer del cuarto piso significaba una muerte segura.
Pero mientras caía, recordó las palabras de Don Bosco e invocó en voz alta a su Ángel de la Guarda. «¡mi buen Ángel, ayúdame!».
Y su oración lo salvó. Los otros dos murieron mientras él salió, en tan buen estado, que siguió trabajando inmediatamente.
Fue una maravillosa confirmación de la promesa de Don Bosco, que aumentó la confianza de los jóvenes en sus Ángeles Custodios.
Y el mismo Don Bosco vivió durante su vida la presencia visible de un enviado de su Ángel Custodio o quizás a su Ángel mismo, que tomaba la forma de un perro, a quien le puso el nombre de Grigio.
Este enorme perro gris aparecía repentinamente en los momentos de peligro y luego desaparecía.
El can apareció por primera vez en su vida en 1852.
Una noche oscura retornaba a su casa solo, con cierto miedo, y descubrió junto a él un perro grande, que a primera vista lo espantó por su tamaño.
Pero no lo amenazaba agresivamente, sino al contrario, le hacía demostraciones de cariño como si fuera su dueño, y lo acompañó hasta el Oratorio.
Esto sucedió otras muchas noches y Grigio le prestó importantes servicios de protección.
Una vez, caminando solo en la noche rumbo al Oratorio, fue sorprendido por dos hombres que intentaron asaltarlo.
Y de la nada apareció Grigio gruñendo y se lanzó contra uno de los hombres.
“Llama a tu perro”, clamó a Don Bosco el ladrón.
“Lo llamaré si me dejas ir”, respondió.
“Sí, cualquier cosa, solo llámalo”.
“Ven, Grigio”, dijo Don Bosco, y el perro inmediatamente obedeció, mientras que los dos hombres, aterrados, desaparecieron rápidamente.
Todas las noches desde esa ocasión, cuando Don Bosco estaba fuera tarde, encontraba siempre al perro esperándolo cuando debía atravesar una parte solitaria en la ciudad.
Una noche, en lugar de acompañar a Don Bosco, Grigio fue al Oratorio y se negó a dejarlo salir, tirándose en la puerta de su habitación, gruñendo y mostrando mal humor hacia Don Bosco.
“No salgas, Juan” dijo su madre, “escucha a ese perro”.
Don Bosco cedió al fin, y un cuarto de hora después, un vecino entró para advertirle, de que había oído por casualidad que dos malvivientes planeaban atacarlo.
Durante 12 años Grigio fue su inseparable amigo y compañero de largas jornadas.
La última vez que lo vio fue en 1864 cuando lo acompañó durante 3 kilómetros.
Tenía que pasar por algunas granjas y viñedos donde había perros salvajes.
“Me gustaría tener Grigio aquí”, se dijo a sí mismo.
Y de repente, apareció Grigio con una señal de alegría, por encontrarse con su amigo y caminó todo el camino con él.
Pero no apareció más hasta 20 años después.
Don Bosco regresaba a la casa salesiana con otro salesiano, luego de una visita al obispo de la ciudad.
Era una tarde lluviosa y transitaban por calles mal iluminadas.
Y el perro apareció delante de él y lo fue precediendo a una cierta distancia hasta llegar a su destino.
Su amigo no vio nada.
Don Bosco pensó que no podía ser Grigio 20 años más tarde, sino que seguramente era un hijo suyo o un nieto.
Y a inicios de mayo de 1959 cuando regresaban algunos salesianos de Roma a Turín con la urna de los restos de Don Bosco, apareció de la nada un perro que acompañó a los religiosos.
Y en la madrugada vieron al perro echado dentro de la iglesia, debajo de la urna, cuando la iglesia estaba cerrada.
Pero al día siguiente el perro se había ido.
Bueno hasta aquí, lo que queríamos hablar sobre las asombrosas experiencias y enseñanzas de Don Bosco con los Ángeles de la Guarda.
Y me gustaría preguntarte si crees que el perro Grigio que protegía a Don Bosco era Su Ángel de Guarda corporizado o un enviado de él.
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