Una extravagante ironía.
La Naciones Unidas está intensificando su ataque a la Iglesia Católica por su oposición histórica al aborto, sugiriendo en una reunión en Ginebra que equivale a «tortura psicológica» de las mujeres y debe ser derogado; un cambio que los funcionarios del Vaticano se niegan a considerar.
Un miembro del Comité de Naciones Unidas contra la Tortura también denunció que la postura anti-aborto de la Iglesia ha llevado a las mujeres a buscar abortos peligrosos.
«Casi están culpando a la Iglesia Católica por abortos inseguros», dijo Ashley E. McGuire del grupo Catholic Voices EE.UU. «La iglesia no cree que haya un aborto seguro», agregó.
«El aborto es una de las formas más atroces de tortura que puede perpetrarse en contra de un niño, y atacar las creencias morales y religiosas de la iglesia viola la libertad religiosa de la Iglesia, un derecho humano que afirma las Naciones Unidas. Sin embargo, el Comité contra la Tortura parece estar preparando el escenario de que si usted es pro-vida está a favor de la tortura», agregó.
Esta medida es parte de un esfuerzo más amplio del el lobby pro-aborto radical de criminalizar al movimiento pro-vida y a sus principales sostenedores, como la Iglesia Católica.
El Centro de Derechos Reproductivos (CRR), un sindicato extremista internacional del aborto está encabezando el empuje anti-vida; envió una carta el mes pasado al organismo de la ONU sobre la tortura alegando que los líderes de la iglesia en el movimiento pro-vida «han perpetuado la tortura« por tomar una posición en contra del aborto.
Es una ironía fantástica, una organización que promueve la masacre indiscriminada de bebés indefensos está instando a la ONU a ver a los que promueven la vida como cometiendo tortura.
Si bien el ataque está dirigido específicamente a la Iglesia Católica, las afirmaciones podrían afectar a todos los cristianos y al movimiento pro-vida en su conjunto. El lobby del aborto específicamente alega que los líderes de la iglesia han
«contribuido a la tortura y los malos tratos perpetuado por otros estados al interferir negativamente con el desarrollo de la política estatal en materia de aborto, en violación de sus obligaciones en virtud de los artículos 1, 2 y 16.»
En otras palabras, ellos afirman que todos, especialmente los cristianos, que promueven las políticas pro-vida, son culpables de «tortura» bajo la Convención de la ONU contra la Tortura.
El artículo I de dicho tratado internacional dispone:
«A los efectos de la presente Convención, se entenderá por el término «tortura» todo acto por el cual se inflija intencionadamente a una persona dolores o sufrimientos graves, ya sean físicos o mentales, con el fin de obtener de ella o de un tercero información o una confesión, de castigarla por un acto que haya cometido, o se sospeche que ha cometido, o de intimidar o coaccionar a esa persona o a otras, o por cualquier razón basada en cualquier tipo de discriminación, cuando dichos dolores o sufrimientos sean infligidos por un funcionario público u otra persona en el ejercicio de funciones públicas, a instigación suya, o con su consentimiento o aquiescencia. No se considerarán torturas los dolores o sufrimientos que sean consecuencia únicamente de sanciones legítimas, o que sean inherentes o incidentales a éstas».
En todo caso, eso suena más como una descripción apropiada de cometer aborto: el asesinato de un inocente ser humano no nacido.
No hay nada humano sobre el proceso de aborto (descrito en detalle minucioso por la propia Corte Suprema).
Si alguien está promoviendo la tortura, no es la iglesia; es la industria del aborto. Pero en este mundo al revés, donde el arriba es abajo y el abajo es arriba, el aborto es un «derecho humano fundamental» y el discurso pro-vida está promoviendo la «tortura».
La peor parte es que los miembros del Comité de la ONU contra la Tortura parecen ir con la posición extremista del aborto. De hecho, según los informes, el Vice Presidente del comité de la ONU, Felice Gaer, estadounidense, repite textualmente un lenguaje que había estado en una carta que el CRR había enviado a la comisión el 11 de abril.
La realidad es que esto no es sólo una cuestión de la ONU. Si los radicales a favor del aborto tienen éxito en conseguir etiquetar el discurso pro-vida con la «tortura» en el derecho internacional, esto se abrira su camino en los tribunales de los distintos países.
Si el movimiento pro-vida está ahora en silencio, puede ser silenciado de forma permanente.
Fuentes: Charisma News, The Examiner, Signos de estos Tiempos