La Santísima Virgen fue guiada desde el inicio por el Espíritu Santo, como lo demuestran sucesivos pasajes bíblico, por tanto debemos pedirle a la Virgen que nos enseñe a ser fieles a la presencia y acción del Espíritu Santo, que nos mueve a seguir a Cristo en la Iglesia para gloria del Padre.
La Encarnación del Verbo.
Podemos afirmar que la Encarnación del Verbo es el primer Pentecostés porque hay una especial revelación y presencia del Espíritu Santo. En efecto, el ángel Gabriel dice a María: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios” (Lc.1,35-36).
Igualmente, el ángel dice a José: “No temas recibir en tu casa a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien pondrá por nombre Jesús, porque salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt.1, 20b-22).
El Espíritu Santo viene sobre María, la cubre con su sombra para ser Madre-Virgen. El calor del Espíritu Santo hará germinar el misterio del Verbo de Dios que se hace hombre.
El Espíritu Santo suscita la respuesta consciente y libre de María que hace: donación de todo su ser al plan de Dios: “He aquí la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra (Lc.1,38).
La Visitación (Lc.2, 41-57).
Así que María saludó a Isabel, ésta “se llenó del Espíritu Santo, y clamó con fuerte voz: ¡Bendita tú entre las mujeres…! y su niño saltó de gozo en sus entrañas. Y María proclama el Magnificat, envuelta en este clima de Espíritu Santo.
El Nacimiento de Jesús.
El nacimiento de Jesús es el cumplimiento de la Anunciación: Jesús nace virginalmente de María, Virgen y Madre.
La luz del Espíritu Santo inunda el Portal de Belén, envuelve a los pastores y guía a los Magos hasta el lugar donde está Jesús.
Las bodas de Caná.
María, movida por los dones del Espíritu Santo, especialmente de Sabiduría, de Piedad y de Consejo, se dirige suplicante a su Hijo: “No tienen vino” y luego a los servidores: “Haced lo que Él os diga”. Y Jesús realiza su primer milagro (Cf. Jo. 2, 1-12)
Pasión, muerte y resurrección de Cristo.
María estaba junto a la cruz de Jesús (Jo. 19, 25) Es la expresión de una fortaleza que sólo el Espíritu Santo puede dar. El mismo Espíritu culmina así la obra que inició en la Encarnación del Verbo cubriendo y protegiendo a la Virgen. María que animada por el Espíritu Santo es testigo del testamento de Cristo en la cruz: las siete palabras. Finalmente, María recibe las primicias del Espíritu Santo en la resurrección y glorificación de su Hijo.
Pentecostés.
Los Apóstoles, podemos decir que presididos por la Virgen-Madre, perseveraban unánimes en la oración, esperando al Espíritu Santo que Cristo les había prometido (Cf. He.1, 14).
La venida del Espíritu Santo marca el nacimiento de la actividad misionera de la Iglesia. Así como María está presente en el nacimiento de Jesús como Madre por obra del Espíritu Santo, así María está presente en el nacimiento de la actividad de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, como Madre por obra del Espíritu Santo.
Sobre al base de un texto de Fr. Carlos Lledó López O.P.